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Aproximación

a la historia de
Fusagasugá

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Aproximación
a la historia de
Fusagasugá

Félix Raúl Martínez Cleves

Fusagasugá, 2011

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Aproximación
a la historia de
Fusagasugá
Félix Raúl Martínez Cleves

Primera Edición, Fusagasugá, 2008


1000 ejemplares
Segunda Edición, Fusagasugá, 2011
2000 ejemplares
Printed in Colombia

Diseño y Diagramación
Gildardo Adolfo Tovar Bonilla
Fusagasugá D’Impacto
All rights reserved

Impresión
Fusagasugá D’Impacto

© Félix Raúl Martínez Cleves


Prohibida la reproducción parcial o total
sin la autorización escrita del autor.

Martinez Cleves, felix Raúl Aproximación a la Historia de Fusagasugá.


Fusagasugá, D’Impacto, 2011. p. 2 ed.
ISBN:
HISTORIA, FUSAGASUGÁ,

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“A Fusagasugá, que tiene alma de mujer.”
Felix Raúl Martínez Cleves

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Contenido
ENTRADA
Un Balance Historiográfico - 9

PRIMERA PARTE
Fusagasugá, una ciudad de caminos - 23
Un balance sobre el paisaje y la historia de Fusagasugá - 25
El pueblo de indios de Fusagasugá - 39

SEGUNDA PARTE
Nidos de Caica Entre la Maleza - 67
Algunos sitios de interés histórico: Quinta Balmoral,
Casona La Tulipana, Hacienda La Puerta, Casona La Venta,
Quinta Coburgo, Casa del Molino - 69
La reclusión de los extranjeros en Sabaneta - 86

TERCERA PARTE
Mujeres: Pensar Obrando - 93
Memorias del fuego - 95
Amancebamiento y vida íntima - 115
El campesinado fusagasugueño y el cerro Fusacatán - 119

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CUARTA PARTE
Fusagasugá, Una Torre de Babel - 125
Historia de la fiesta en Fusagasugá - 127
Nuestro himno - 144
Historia mágica de Fusagasugá - 149

QUINTA PARTE
Historiando Ando - 153
Una historia para las niñas y los niños de Fusagasugá

Fusagasugá Moderna

Título: Fusagasugá moderna


Fecha: 2009

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entrada
Un Balance Historiografico

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10 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

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11 e Félix Raúl Martínez Cleves

El presente trabajo es una compilación de textos elaborados en di-


versas circunstancias, y cada uno de ellos respondía en su momento a
necesidades igualmente variadas. Sin embargo, todos coinciden en ser
una búsqueda, una aproximación, a la oscuridad con la que se presenta la
historia de Fusagasugá, como evidencia del conjunto nacional. Buscar la
luz, estar en el camino para aclarar, ese es el principal objetivo de este tra-
bajo. En ese sentido he considerado necesario construir esta entrada con
un tipo de balance historiográfico muy general, buscando que el lector
tenga en cuenta los rasgos de pensamiento respecto a Fusagasugá.

La historia regional ha avanzado considerablemente en Colombia.


Los estudios sobre el Suroccidente del país, el Eje Cafetero, el Caribe, los
Santanderes y, de forma más reciente, el Tolima Grande, se han visto enri-
quecidos con trabajos que pueden ser catalogados en la Nueva Historia y
que pretenden analizar y sintetizar procesos de diversa índole, dejando de
lado los esfuerzos de muchos historiadores locales por privilegiar el “pa-
rroquialismo”, en el que las fechas y los nombres de héroes se constituyen
en una secuencia sin mayor esfuerzo analítico y teórico.

El Sumapaz hasta los años setenta había sido limitado a ciertas re-
ferencias por parte de investigadores del ámbito nacional. Los trabajos

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12 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

realizados durante la Colonia1 se limitaron a mencionar la distancia desde


Bogotá, las difíciles condiciones de los caminos y las complicaciones en el
pago del tributo por parte de los indígenas de la zona. La ausencia de un
número mayor de páginas se debe a las condiciones de frontera, las que
permitían el acceso continuó de forajidos que huían del orden impuesto
por la metrópoli, sumado al bajo número de indios y la ausencia de me-
tales preciosos.

Durante el siglo XIX las cosas no mejoraron sustancialmente. El Su-


mapaz fue estudiado, en este espacio temporal, brevemente por geógrafos
y naturalistas, guiados a su vez por las anotaciones de José Celestino Mu-
tis y de Alejandro Humboldt hechas durante los últimos años del siglo
XVIII e inicios del XIX. A pesar de la dependencia anteriormente men-
cionada, los viajeros, como comúnmente se le denomina a estos expedi-
cionarios, hicieron algunos aportes que en la actualidad son valiosos para
el análisis de la historia regional. Uno de los trabajos más extensos fue el
de Isaac Holton2, quien dedicó dos capítulos de su obra a observaciones
de la geografía de la zona y las condiciones de vida de los distintos grupos
sociales. Los restantes escritos se enfocaron en identificar a Fusagasugá
como punto de paso, en el camino que conducía al sur del país, el puente
natural de Pandi y, sobre los albores del siglo XX, a señalar el crecimiento
de la producción cafetera3.

1 Cfr. AGUADO, Fray Pedro. Recopilación Histórica. Bogotá: Biblioteca de la Presidencia de la


República de Colombia, 1956, primera edición 1581. OVIEDO, Basilio Vicente. Cualidades y
Riquezas del Nuevo Reino de Granada. Bogotá: Imprenta Nacional, 1930, primera edición 1763.
COLETI, Giandomenico. Diccionario Histórico - Geográfico de la América Meridional. Bogotá:
Ediciones Banco de la República, 1974, primera edición 1771. MORENO Y ESCANDÓN,
Francisco. Indios y Mestizos de la Nueva Granada a finales del siglo XVIII. Bogotá: Biblioteca del
Banco Popular, 1985, informe presentado en su totalidad en 1779.
2 HOLTON, Isaac. La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. Bogotá: Publicaciones del Banco
de la República, 1981.
3 Cfr. CAMACHO, Salvador. Memorias. Bogotá: Librería Colombiana, 1923. CAMACHO, Sal-
vador. Notas de Viaje. Tomo I. Bogotá: Publicaciones del Banco de la República, 1973. HETT-
NER, Alfred. Viajes por los Andes Colombianos (1882-1884). Bogotá: Publicaciones del Banco
de la República, 1976. HETTNER, Alfred. La Cordillera de Bogotá. Bogotá: Publicaciones del
Banco de la República, 1973. PÉREZ, Felipe. Geografía física y política del estado de Cundina-
marca, escrita de orden del estado general. Bogotá: Imprenta de la Nación, 1863. RIVAS, Medar-
do. Los trabajadores de tierra caliente. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1972. VERGARA
Y VELASCO, Francisco. Nueva geografía de Colombia escrita por regiones naturales. Tomo I.
Bogotá: Imprenta de Vapor, 1901. VARIOS AUTORES. Museo de Cuadro de Costumbres. Tomo
I – II. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1973.

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13 e Félix Raúl Martínez Cleves

Durante la primera mitad del siglo XX los trabajos escasearon to-


davía más, pues solamente el publicado por el párroco de Fusagasugá,
Julio Sabogal4, en 1928, permite no pasar completamente por alto estos
cincuenta años. Sin embargo, el trabajo de Sabogal recuerda los trabajos
coloniales hechos por los religiosos, en los que se priman los datos sobre
las construcciones de templos, las propiedades de la iglesia y los mayores
benefactores -“hombres notables”- de las causas impulsadas por la curia.
La región, en este escrito, es una indicación esporádica y limitada a la
toponimia, mientras es evidente la inexistencia de los análisis en cuanto a
las relaciones de la región con la capital de la provincia.

El último y más prolífico de los periodos en términos bi-


bliográficos, se abre en 1955 con el trabajo de Joaquín Peña5,
quien básicamente narra el estado material de Fusagasugá por esos días y
hace anotaciones al margen sobre el Sumapaz. La gran mayoría de sus da-
tos se fundamentaron en los expuestos por Julio Sabogal y en ningún mo-
mento luego de la consulta del material de archivo. Por su parte, los años
setenta vieron la aparición de un importante número de estudios, entre
los que figuraron varios trabajos de grado y otro tanto de publicaciones
enmarcadas en su mayoría en el marxismo, la cuales fundamentaron sus
tesis sobre las luchas ejecutadas por los campesinos desde los últimos años
del siglo XIX y los primeros cincuenta del siglo XX.

Estos últimos trabajos abren un espacio muy importante pues per-


miten el incremento bibliográfico, el cual está inmerso en modernas
corrientes historiográficas tales como la Historia Económica y la Nueva
Historia (influenciada por la Escuela de los Annales, la Historia Cuanti-
tativa, la New Economic History Norteamericana y la renovada Historia
Marxista). De este modo, los años ochenta se abren con dos tesis docto-
rales publicadas posteriormente -se trata de las hechas por Catherine Le-
grand y Marco Palacios6-, donde la región continúa siendo estudiada por

4 SABOGAL, Julio. Fusagasugá, geografía y monografía histórica. Bogotá: 1932.


5 PEÑA, Joaquín. Fusagasugá: Geografía y monografía histórica del municipio. Bogotá: Editorial
Prensa Católica, 1955.
6 Las mencionadas tesis doctorales fueron publicadas como: LEGRAND, Catherine. Coloniza-
ción y protesta campesina en Colombia, 1850-1950. Bogotá: Ediciones Universidad Nacional,

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14 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

la producción cafetera y los conflictos sociales suscitados junto con esa


riqueza. Contrariamente al número y la calidad de las producciones in-
telectuales, los habitantes de la zona, por intermedio de eruditos locales,
priman el trabajo de Roberto Velandia que había visto la luz en 19797.

El estudio de Velandia, que se enmarca en la historiografía tradicio-


nal, dedica a cada uno de los municipios de Cundinamarca un capítulo
y desde luego la provincia del Sumapaz tiene su espacio en este escrito8.
Las obras elaboradas posteriormente han tenido que tratar de alguna ma-
nera lo hecho por Velandia, pues la información contenida allí ahorra a
muchos investigadores la consulta del archivo. Sin contar que los trabajos
editados a nivel municipal son en su gran mayoría la repetición de lo
dicho por el afamado historiador9.

La veneración al trabajo de Velandia ha sustituido la lectura de tra-


bajos que continuaron apareciendo en la década de los ochenta y durante
los noventa, en donde los temas del café y las luchas agrarias seguían
siendo ejes fundamentales10, a los que se suma desde 1993 un interés por

1987. PALACIOS, Marco. El café en Colombia. 1850-1970. Bogotá: El Colegio de México, El


Ancora Editores, 1983.
7 VELANDIA, Roberto. Enciclopedia Histórica de Cundinamarca. Tomo II. Bogotá: Biblioteca de
Autores Cundinamarqueses, Cooperativa Nacional de Artes Gráficas, 1979. Otras de las obras
de este autor son: Historia Geopolítica de Cundinamarca. Bogotá: Biblioteca de Autores Cundi-
namarqueses, 1971; Silvania, pueblo agrario. El Chocho y la revolución rural. Bogotá: Publicación
de la Junta Organizadora del cincuentenario, 1985.
8 El concepto de región y territorio no son trabajados por la historiografía tradicional, por eso se
prima el concepto de provincia, al cual, geopolíticamente hablando, es posible hacer seguimien-
to por medio de los documentos oficiales. Para una interpretación más actualizada del concepto
de región es posible ver entre otros a URIBE, María Teresa. “La territorialidad de los conflictos y
de la violencia en Antioquía”. En: URIBE, María Teresa y ALVAREZ, Jesús. Poderes y Regiones:
problemas en la constitución de la Nación colombiana. Medellín: Universidad de Antioquía, 1987.
9 Ver por ejemplo el libro de GUTIÉRREZ, Orlan. Reseña histórica de Fusagasugá. Bogotá: Servi-
graphic, 1985.
10 Cfr. GILHODES, Pierre. Las luchas agrarias en Colombia. Bogotá: Editorial La Carreta, 1972.
CAPUTO, Annie. Las luchas agrarias del Sumapaz. Bogotá: tesis de grado, Facultad de Econo-
mía, Universidad de los Andes, 1974. BERMÚDEZ, Olga y PEÑA, Eduardo. Los movimientos
campesinos en la región de Cundinamarca y la Ley de Tierras de 1936. Bogotá: tesis de grado,
Universidad Nacional de Colombia, 1974. GAITÁN, Gloria. La lucha por la tierra en la década
del treinta. Bogotá: Editorial Tercer Mundo, 1976. SÁNCHEZ, Gonzalo. Las ligas campesinas.
Bogotá: Ediciones Alcaraván, 1977. PARDO, Carlos. Cundinamarca: hacienda cafetera y con-
flictos agrarios. Bogotá: tesis de grado, Facultad de Economía, Universidad de Los Andes, 1981.
BERQUIST, Charles. Café y conflicto en Colombia, 1886-1910. Medellín, FAES, 1981. GON-
ZÁLEZ, José Jairo y MARULANDA, Elsy. Historias de frontera. Bogotá: CINEP, 1990. MARU-

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15 e Félix Raúl Martínez Cleves

el tema del territorio, luego de publicado el trabajo de Fabio Zambrano y


Olivier Bernard y que estudia el proceso histórico de construcción espa-
cial del Sumapaz11. Mientras las producciones intelectuales que se intere-
san por el Sumapaz crecen, los estudiosos de la región no hacen más que
repetir en “reseñas” lo ya hecho por Velandia, donde la historia adolece de
hombres, a no ser que sean los de los dueños del pueblo o de un supuesto
fundador.

El actual siglo se abrió con un nuevo interés por el estudio regional


motivado esta vez desde su interior, en este marco se produjo el trabajo
hecho por la Universidad Cundinamarca12, el que a pesar de los inten-
tos por ingresar en la historia de la cultura cundinamarquesa, adoleció
de profundidad, entre muchas otras razones debido al limitado apoyo
administrativo con el que contó su ejecución. De igual manera, salió a
luz pública una reseña sobre el Sumapaz13, que difícilmente va más allá
de lo expuesto por Velandia y de los datos suministrados por el Instituto
Geográfico Agustín Codazzi; en este caso la región nuevamente adolece
de análisis y síntesis, dos procesos indispensables en los actuales trabajos
de historia. A fines de 2002, incursiona un trabajo dedicado a una pers-
pectiva reciente en Colombia14, denominada Historia Urbana, dedicando
uno de sus capítulos y entre líneas, en el caso de los restantes, a la relación

LANDA, Elsy. Colonización, hacienda y movilización campesina en el caso de Sumapaz. Bogotá:


Tesis de Maestría en Historia, Universidad Nacional, 1988; Este texto fue publicado como:
Colonización y conflicto, las lecciones del Sumapaz. Bogotá: Tercer Mundo Editores, Instituto de
Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, 1991. LONDOÑO, Rocío. “Rosa Mora, un
personaje femenino del Sumapaz”. Revista Gaceta. No. 10. Bogotá: Colcultura, abril - mayo,
1991. LONDOÑO, Rocío. “¿Cómo leyó Juan de la Cruz Varela?”. En: Revista Análisis Políti-
co. Bogotá: Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales, Universidad Nacional
de Colombia, No. enero - abril, 1992. IBAÑEZ, Saúl. Actores, tipos y formas de acción social:
el caso de la región del Sumapaz (1928-1937). Bogotá: tesis de grado, Universidad Nacional
de Colombia, 1992. LONDOÑO, Rocío. “Los nuevos hacendados de la provincia del Sumapaz
(1890-1930)”. En: SILVA, Renán. Territorios, regiones y sociedades. Bogotá: Departamento de
Ciencias Sociales, Universidad del Valle, CEREC, 1994.
11 ZAMBRANO, Fabio y BERNARD, Oliver. Ciudad y territorio, el proceso de poblamiento en
Colombia. Bogotá: IFEA, Academia de Historia de Bogotá, 1993.
12 UNIVERSIDAD DE CUNDINAMARCA. La cultura en el país de las alturas y de los cóndores:
Cundinamarca. Fusagasugá: Universidad de Cundinamarca, 2002.
13 FUNDACIÓN GERMÁN DUQUE MEJÍA Y GOBERNACIÓN DE CUNDINAMARCA.
Reseña de la Provincia del Suma-Paz, s.f.
14 MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá, una cuidad soñada, 1880-1970. Fusagasugá: Alcaldía de Fusa-
gasugá, 2002.

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16 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

de la región con la capital del Sumapaz, y la manera cómo se entabló el


diálogo entre ambas para producir el crecimiento urbano de Fusagasugá.

Este escenario termina con la publicación, a finales del año 200315,


de un manual que tiene como principal pretensión constituirse en el li-
bro guía para el estudio de la historia de Fusagasugá en las instituciones
educativas. A pesar de la estructura temática presentada en este estudio,
muchos de los temas son ampliamente superficiales, en los que se obvia-
ron procesos de trascendencia como los diversos conflictos sociales (tales
como luchas agrarias, las dos guerras del Sumapaz y la violencia en su
conjunto, entre otras pugnas) suscitados a nivel regional y que tienen
incidencia en Fusagasugá.

Estado de las fuentes


Las fuentes del orden primario todavía son significativamente
vírgenes en el estudio de la región del Sumapaz. La ausencia de interés
de las administraciones locales por su memoria escrita es notable, sin
embargo, el azar y el cuidado de algunos ciudadanos ha permitido la con-
servación de un amplio material documental, útil para el desarrollo de
diversas temáticas. Así mismo, la información contenida en el archivo de
la Notaria Primera de Fusagasugá está a la espera de investigadores, donde
se hallan datos desde los años ochenta del siglo XIX y que posee índices
para facilitar considerablemente la búsqueda. Para el caso notarial no está
por demás señalar que varias de las notarías de Bogotá también poseen
información acerca de la región y que en muy pocas ocasiones han sido
tomadas como puntos de referencia; Elsy Marulanda16 es una de las estu-
diosas que de forma más amplia ha utilizado los indicios notariales, em-
pero, lo que resta por producir con ello es de incalculables dimensiones.

Los estudios demográficos en Colombia son todavía mínimos y


para el caso del Sumapaz con mayor ahínco. En ese contexto, los datos

15 LANZA, Alba. GUZMÁN, Guillermo. MARTÍNEZ, Raúl. Geografía e historia de Fusagasugá.


Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2003.
16 MARULANDA, Elsy. Op.cit.

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17 e Félix Raúl Martínez Cleves

ofrecidos y los escasos análisis son soportados en los censos nacionales,


mientras que para el caso regional nunca se han utilizado los archivos
parroquiales. Estos filones son fuentes no sólo para la demografía, sino
para la historia social en su conjunto, pues son los archivos más antiguos
y mejor conservados que existen en los distintos municipios y que dada la
religiosidad de nuestro país son los lugares a donde continuamente acu-
den los ciudadanos a dejar constancia de sus actuaciones como creyentes.

Libro Primero
La Notaría Primera de Fusagasugá
conserva algunos de los más antiguos
documentos sobre el pasado local.
Es posible hallar allí textos elaborados
a fines del siglo XVIII, pasando por
mapas y planos y hasta las actuales
escrituras públicas.

Pero las fuentes no se detienen allí, pues -parafraseando a Marc


Bloch- los documentos deben ser construidos de acuerdo con las nece-
sidades del investigador, en este contexto los archivos familiares, los ins-
titucionales que generalmente no se usan -como los de hospitales- y un
inmenso soporte sonoro enraizado en cada uno de los habitantes de la
región del Sumapaz, son el baluarte de la memoria local. Así las cosas, las
fuentes del orden primario son muchas y diversas, en su mayoría inex-
ploradas y se encuentran a la espera de investigadores que desarrollen con
ellas los más creativos trabajos.

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18 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Para el caso notarial ya nos habíamos referido a la existencia de ma-


terial en Bogotá, pero no sólo ese reposa en la capital, también las fuentes
impresas explícitas en periódicos y revistas17 se ubican mayoritariamente
-por lo menos los números conservados- en la Biblioteca Nacional y la
Biblioteca Luis Ángel Arango. Este tipo de material ha sido un poco más
estudiado, pero su utilización se ha enfocado principalmente en los temas
del café y de los conflictos agrarios, empero, aspectos como los desarrolla-
dos por la historia de vida cotidiana tienen allí un importante filón, que
como en anteriores casos tienen el agregado de no haber sido utilizados,
por lo menos para los fines señalados aquí.

En las bibliotecas antes señaladas está además un importante mate-


rial visual elaborado principalmente durante el siglo XIX y XX, entre los
que se cuentan grabados, acuarelas y mapas18, importantes para referen-
ciar lugares, pero también las personas que en estas fuentes iconográficas
aparecen haciendo diversas actividades, propias de los habitantes del Su-
mapaz.

En este marco, los estudiosos, los creativos, no tienen razón al expo-


ner la inexistencia de fuentes para sus trabajos, pues una de las principales
características que debe tener una persona interesada por la investigación
es la tenacidad, ella permite que actuemos como artesanos al construir a
partir de pequeños elementos un gran objeto, con un sentido explícito o
implícito, pero que responda a una necesidad, sin importar su individua-
lidad o propuesta colectiva.

Temas por estudiar


El amplio número de fuentes escritas, iconográficas y orales existen-
tes para la historia del Sumapaz se conjugan con el reducido número de

17 Algunos de los periódicos son: Gaceta de Cundinamarca, La vida Cotidiana, El Tiempo, La


Claridad, La Lucha, El Sumapaz, El Factor, Avanzadas, Tribuna liberal. Revistas tales como:
Cromos, Orientación Agro-industrial, Colombia Geográfica, Análisis Geográfico, Revista de la
Contraloría de Cundinamarca.
18 Para el caso de los mapas y planos su ubicación principal es el Instituto Geográfico Agustín
Codazzi.

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19 e Félix Raúl Martínez Cleves

trabajos, a no ser por los elaborados sobre las temáticas de café y conflictos
agrarios. Rocío Londoño llamaba la atención, hace ya varios años -y no
por ello ha perdido su validez-, sobre la ausencia de investigaciones y se-
ñalaba, además, los espacios temporales en los que este inconveniente era
más acentuado. Al respecto decía:

Como es apenas natural, subsisten vacíos en la compren-


sión de la historia regional y del mundo social del Su-
mapaz; entre ellos tres han llamado nuestra atención.
En primer lugar, la inexistencia de estudios históricos
sólidos sobre el Sumapaz colonial y pre-cafetero. En se-
gundo lugar, la carencia de investigaciones que, además
de los momentos de cambio, los conflictos sociales y la
violencia, documenten y analicen las inercias, las cos-
tumbres, las tradiciones y las armonías o reciprocidades,
sin las cuales la vida social en esta región no habría sido
viable. En tercer lugar, también faltan indagaciones
más minuciosas sobre los grupos sociales y las trayectorias
biográficas de los individuos que mayor incidencia han
tenido en la dinámica histórica de la región19”.

A lo expuesto por Londoño es posible sumarle algunos otros vacíos


y hacer un tanto más concretos los ya indicados por la socióloga. En pri-
mera instancia, es presentada la ausencia de investigaciones del Sumapaz
colonial y pre-cafetero, frente a lo cual es preciso anotar que además de
los periodos mencionados están el prehispánico y el post-cafetero, en los
cuales es necesario estudiar la apropiación del territorio y la relación de
ello con las condiciones de frontera que la región posee desde antes de la
llegada española, el impacto de políticas locales y las establecidas desde
otros ámbitos, junto con procesos migratorios, ciclos económicos distin-
tos del café (tales como el tabaco y la quina) y los diversos procesos de
violencia que han afectado y afectan todavía la zona.

19 LONDOÑO, Rocío. “Los nuevos hacendados de la provincia del Sumapaz (1890-1930)”. Op.cit.

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20 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Londoño señala igualmente las permanencias, aquellos procesos


presentados por Fernand Braudel como el sustento real de la historia,
y dentro de los cuales podemos enmarcar entre otros la historia de la
cultura y las historias institucionales (en términos políticos y sociales).
Pero junto con esos procesos de largo aliento -sustentados a partir de una
amplia información empírica-, se encuentran otros de mediana y corta
duración, en los que la historia de mentalidades y la historia de la ciencia
(en lo referente a temas como la salud y la tecnología) podrían permitir el
incremento de análisis y síntesis en estudios que den cuenta del desarrollo
material, pero también de la construcción del ethos cultural del Sumapaz.

En lo que respecta al mundo de las mentalidades, ya Saúl Antonio


Ibáñez y Rocío Londoño, en trabajos anteriormente citados, han hecho
valiosos aportes. A pesar de ello el arte y las costumbres son todavía ajenas
a escritos del orden histórico, y no porque hagan falta fuentes, solamente
que su dispersión y la ausencia de un decidido interés por parte de los
estudiosos han afectado un probable incremento bibliográfico.

La mayoría de los procesos históricos requieren con “urgencia” ser


estudiados, pues en pleno siglo XXI todavía no hemos podido dar una
visión mayor respecto al desarrollo sufrido por el Sumapaz y por ende
de sus consecuencias y oportunidades a corto, mediano y largo plazo. La
estrella del norte no se divisa fácilmente para el caso regional, y todavía
más angustiante cuando Colombia es entendida como un país de regio-
nes. El futuro depende considerablemente de entender quiénes somos, de
lo contrario continuaremos dando tumbos, implantado modelos ajenos
y a expensa exclusiva del azar para la construcción de la región en los
próximos años. La infinidad de estudios que faltan por hacer podrían lle-
var decenas de páginas solamente en su enumeración, sin embargo, aquí
quedan planteados a grandes rasgos las líneas por las que puede tomar la
investigación histórica y social en Fusagasugá y el Sumapaz. Por eso, los
textos que a continuación se presentan son aproximaciones, de ninguna
manera conclusiones, cada uno elaborado en un momento y una necesi-
dad determinada. De allí, que puedan leerse en el orden deseado por el
lector, no es lineal, ni tampoco contiene regla alguna, distinta a la que sir-

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21 e Félix Raúl Martínez Cleves

va de sugerencia para aventurarse con la imaginación por esos intrincados


caminos de soñar una ciudad.

El Archivo de Indias es todavía hoy el mayor archivo existente sobre


la actividad de España en América y Filipinas conteniendo gran
documentación sobre la historia y la geografía de estos territorios de
ultramar. Actualmente se adelanta un proceso de digitalización de toda la
documentación, lo que ha hecho aparecer documentos de gran interés
para descubrir nuestro pasado. La Unesco declaró este edificio como
patrimonio de la humanidad en 1987.
Fuente: Archivo General de Indias

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22 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Conquista de los Sutagaos

Informaciones de los méritos y servicios del capitán Alonso de Olalla, y de su hijo Juan López de
Herrera, unos de los primeros descubridores y conquistadores de las provincias de Venezuela y del
Nuevo Reino de Granada, en particular de las provincias y valle de Moquegua, y de los sutagaos,
y de los puertos del río grande de la Magdalena. Santa Fe, 12 de febrero de 1585. Hay otra
información de oficio, Santa Fe, 8 de abril de 1584

Título de la unidad: “Méritos y servicios: Alonso de Olalla e


hijo: Venezuela, etc”.
Localización: Archivo General de Indias
Signatura: PATRONATO, 165, N.1, R.7
Código de Referencia: ES.41091.AGI/16416.3.14.13//
Titulo Nombre atribuido: Méritos y servicios: Alonso de Olalla
e hijo: Venezuela, etc
Fecha Creación: 1585-02-12
Nivel de Descripción: Unidad Documental Simple
Signatura Histórico: PATRONATO,165,N.1,R.7
ÁREA DE CONTEXTO
Historia Institucional / Reseña Biográfica: patronato
Soporte y Volumen: 1 documento
Páginas: 231

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23 e Félix Raúl Martínez Cleves

primera parte
Fusagasugá, Una Ciudad de Caminos

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24 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

c d

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25 e Félix Raúl Martínez Cleves

Parte 1: ALCIRA NOVA

Un balance sobre el paisaje y la historia


El paisaje

Fusagasugá está ubicada en la vertiente suroccidental del altiplano


cundiboyacense, sobre la cordillera oriental de Los Andes, en la jurisdic-
ción del departamento de Cundinamarca y en inmediaciones de la pro-
vincia del Sumapaz. La jurisdicción del Municipio de Fusagasugá limita
por el norte con Silvania y Sibaté, al sur con Arbeláez y el Departamento
del Tolima, en el oriente se ubica Pasca y al occidente Tibacuy.

Su ventajosa ubicación le permite gozar de alturas entre los 500 me-


tros sobre el nivel del mar, en el sitio del Boquerón, hasta 3.050 metros de
altura que posee el cerro del Minoral. Sin embargo, el casco urbano está
en los 1.728 metros, permitiendo una temperatura promedio de 19°. Esta
amplia diversidad del relieve, que llevan al fusagasugueño y al visitante
por valles, cañones, cerros, cuchillas y otra infinidad de estribaciones, le
permite poseer cuatro de los cinco pisos térmicos: cálido, templado, frío
y páramo, con predominio del segundo. Lo anterior facilita además de la
agricultura y la ganadería, el comercio y el turismo.

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26 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Pero la riqueza ambiental no se detiene allí, pues además existen dos


subcuencas hidrográficas -la de los ríos Chocho y Cuja-, donde confluyen
otros ríos (Barroblanco, Batán y Guavio) y cerca de veinte quebradas, lo
cual refresca todo el territorio en el que se ubica Fusagasugá y le provee
de agua de manera constante durante gran parte del año.

En medio de este bello escenario vive una abundante flora y fauna.


No es en vano que Fusagasugá sea llamada la Ciudad Jardín, pues no sólo
existe producción de plantas ornamentales, también otras especies nativas
que junto con la rica fauna le regalan un toque mágico a todos los seres
humanos que usan sus sentidos para deleitarse de semejante panorama.

Ubicación de Fusagasugá en Cundinamarca y Colombia

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27 e Félix Raúl Martínez Cleves

Relieve de Fusagasugá

Este hermoso paisaje da cabida a 108.938 personas (censo 2005)


quienes habitan en 239 kilómetros cuadrados, de los cuales 14 correspon-
den al área urbana y el restante a la zona denominada como rural. Esto
sin contar la inmensa población flotante proveniente de diversos lugares
del país, atraídos por las características geográficas, los centros educativos
y de salud, el comercio y muchos otros aspectos, pero todos ellos vienen
a esta tierra en busca una mejor calidad de vida.

Los hijos del sol


Fusagasugá fue inicialmente un cruce de
caminos. Lugar de paso obligado, pues era el
único terreno relativamente plano en medio
del necio relieve de la vertiente suroccidental
del altiplano cundiboyacense. Allí tuvo asiento
uno de los primeros mercados de las comuni-
dades indígenas que habitaron el centro del
país, debido a que confluían Muiscas, Panches
y Pijaos.

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28 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Figura Votiva
Fusagasugá, Cundinamarca.
600 d.C. - 1600 d.C.

Los rasgos distintivos de la metalurgia


muisca se hallan en esta pieza,
fundida a la cera perdida, carente de
pulimento y con los rasgos figurativos
esquematizados como códigos
gráficos.

Fuente: Museo del Oro - Bogotá

La diversidad de los periódicos mercados, realizados de acuerdo con


la ubicación de la luna y las estrellas, fue ejemplo de la heterogeneidad
del pueblo que se enraizó en estas tierras. Los Sutagaos -o hijos del sol-
como se les ha denominado, son una amalgama de culturas, debido a
que se les reconoce por los cronistas españoles prácticas catalogadas a la
familia Chibcha, sin embargo, también son varias veces confundidos con
los Caribes. Seguramente, el ubicarse como un tipo de cuña en medio de
tan variado panorama étnico les ofreció características que difícilmente se
pueden ser homogeneizadas.

Las condiciones en que se desarrollaron los Sutagaos favorecieron


que su principal sustento estuviera en el comercio, mientras que la agri-
cultura se limitaba a un segundo plano. Por ello, como lo señala Carl
Langebaek, desde la zona de Fusagasugá se abastecía a los Muiscas de
oro proveniente de las tierras de los Panches y a cambio estos últimos
recibían sal y mantas. De igual manera, sucedía con los cueros obtenidos
principalmente por los Pijaos y que terminaban por redes comerciales en
los dominios de los caciques de Bogotá y Tunja, donde las manos de los
Sutagaos, al parecer, fueron de importancia durante el proceso de inter-
cambio.

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29 e Félix Raúl Martínez Cleves

En lo referente a los productos extraídos de la zona donde se ubica-


ron los Sutagaos, es preciso hacer mención de la miel, la coca y los cueros.
Artículos con los que se incrementaba el mercado y se abastecían las ne-
cesidades, principalmente, de los Muiscas.

Territorio Sutagao
Todavía los estudios sobre la comunidad indígena de los Sutagaos
son muy someros y tangenciales, por lo tanto, las afirmaciones sobre las
prácticas religiosas, sociales y políticas, son bastante básicas y se aseme-
jan a las realizadas fundamentalmente por los Muiscas; más, si se tiene
en cuenta que durante mucho tiempo se han incorporado, por parte de

Tunebos
Laches

Guanes
SANTANDER

ANTIOQUIA

MUZOS
BOYACA
CALDAS
Río Magdalena

MUISCAS
TEGUAS

TOLIMA

PANCHES Bogotá

TOCAIMA
TIBACUY
FUSAGASUGA
GIRARDOT
CUMACA PASCA
ARBELAEZ
MELGAR PANDI GUAYUPES
ICONONZO SAN BERNARDO
VENECIA
CUNDAY
CABRERA
PIJAOS
ena
agdal
Río M

TOLIMA
META

HUILA

Territorio Sutagao

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30 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Petroglifos Quebrajacho
Estos petroglifos fueron hallados en el momento
de construcción del complejo Agrotecnológico
Quebrajacho, entre los años 2002 y 2003

diversos autores, a los Sutagaos dentro de la cultura Muisca. Sin embar-


go, dicha familiaridad se pone en duda cuando son los mismos cronistas
españoles quienes relataban como años antes de su llegada (1470-1490,
aproximadamente) el cacique de Bogotá llamado Saguanmachica bus-
caba dominar al cacique de Fusagasugá, hecho que logró parcialmente,
pero que nunca consolidó. En cambio, fue precisa la disponibilidad de
varias generaciones para lograr mantener el limitado poder que habían
alcanzado.

Piedrapintada Pandi
“...está dividido en seis cuadratines,
cada uno de los cuales encierra dos
signos cursivos, de tan limpios perfiles
que hacen desaparecer la hipótesis
de que pudieran ser el resultado del
capricho casual del pintor. Nueve de las
veinticuatro letras del alfabeto griego
descubre allí el ojo maravillado del
observador.”

Fuente: http://www.rupestreweb.info/martinez.html

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31 e Félix Raúl Martínez Cleves

La anterior dificultad para definir a los Sutagaos se incrementa toda-


vía más cuando se observan las confusiones de los cronistas para denomi-
narlos, pues algunas veces fueron llamados como Fusagasugaes. Además,
en los mapas algunas veces aparecía Fusagasugá dentro de los límites del
territorio Muisca y otras, fuera de él.

A pesar de la precariedad en el proceso de comprensión de los in-


dígenas nativos de Fusagasugá, existen evidencias materiales que pueden
ser utilizadas para futuros análisis, tales como la orfebrería hallada en las
zonas del Chocho, Sardinas y la Aguadita, ubicada en el Museo del Oro
de Colombia; y el arte rupestre, diseminado por Tibacuy, Pandi y, por
su puesto, Fusagasugá (en el área donde se construye el Centro Agrotec-
nológico del Sumapaz -Quebrajacho- y el descrito en la obra de Miguel
Triana, ubicado en Chinauta, pero que al parecer fue destruido y del que
no queda sino sus dibujos).

Mapa elaborado por el Cacique Turmequé en 1586.

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32 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Piedra grabada de Anacuta

El señor Lázaro M. Girón copió y describió varias pictografías que se encuentran grabadas
en bloques rodados en los sitios de Chinauta y Anacutá (distrito de Fusagasugá). Aquello
es una danza loca de objetos animados e inanimados

Los petroglifos fijados sobre estas rocas fueron referidos


por primera vez a fines del siglo XIX, en inmediaciones del
sector de la actual Chinauta y al parecer, fueron destruidas en
los años ochenta del siglo XX. En esa zona de Fusagasugá
también fue descubierto restos de un mastodonte
Fuente: http://gipri.wordpress.com/2009/09/27/petroglifos-en-colombia-gipri-
americanistas-1-holanda-1988/

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33 e Félix Raúl Martínez Cleves

Indios y Mestizos Parte 2: GUSTAVO LAVERDE


Cuando Gonzalo Jiménez de
Quesada se dirige hacia el altiplano
cundiboyacense en 1537, luego de su
estadía en el área de Neiva, encomien-
da algunas escaramuzas en la zona de
Fusagasugá al capitán Juan de Céspe-
des. Pero es a partir de 1539 cuando se
inicia de forma definitiva la ocupación
del territorio por parte de los españo-
les, quienes estaban en ese momento
al mando de Hernán Pérez de Quesa-
da y que cumplían la misión de buscar
nuevas riquezas para financiar la edi-
ficación de Santafé y la manutención
de los europeos en el “nuevo mundo”.

En ese marco, se procura desde 1540 constituir la ciudad de Alta-


gracia de Suma-Paz, debido a la necesidad de instaurar el espacio urbano
destinado para los blancos y que cohabitara con el lugar para los indios.
Sin embargo, la ausencia de una importante cantidad de mano de obra,
ante la huida constante de los Sutagaos y su limitado número desde antes
de la llegada de los españoles, además de la inexistencia de metales pre-
ciosos, hicieron que Altagracia solamente se destinara como un punto de
avanzada hacia el occidente y sur del país, además de la contención de los
Panches y Pijaos.

Ante tal panorama, para 1600 el intento de fundar ciudad había


fracasado y solamente existía en el marco de unos cargos administrati-
vos, pues la construcción de la urbe se quedó en proyecto, al igual que
su poblamiento. En tanto, lo que prosperó, luego de aproximadamente
cincuenta años, fue la constitución del pueblo de indios a partir de la
orden dada por el Oidor Bernardino de Albornoz durante su visita a estas
tierras el 5 de febrero de 1592.

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34 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Desde ese momento, se estableció la concentración de los indígenas


en un trazado, compuesto por calles, manzanas, en torno a una plaza y al
son de las campanas de la iglesia. Junto con ello, convivió la Encomienda,
designada desde los años cuarenta del siglo XVI, y el Resguardo ordenado
desde el siglo XVII y que perduró hasta entrado el XVIII.

La ausencia de este tipo de conglomerados durante el período pre-


hispánico, las características de comerciantes de los Sutagaos, la ausencia
de metales preciosos y el débil control estatal, produjeron la continua
tardanza en el pago del tributo y la disminución de los indios debido a
su huida y mestizaje. Esto motivó la intervención del Virreinato, que en
cumplimiento a las Reformas Borbónicas, ordenó la visita del fiscal Fran-
cisco Antonio Moreno y Escandón, quien a su vez inspeccionó todo el
Partido de Fusagasugá a finales de 1775 e inicios de 1776.

Después de la observación hecha, Moreno y Escandón dispuso el


traslado de los indios de Tibacuy, Pandi y Fusagasugá a Pasca, en favor
de reducir los costos en los que debía incurrir el Estado para mantener
dichos pueblos y que no era compensado con los limitados ingresos por

Mapa elaborado por Francisco Antonio Moreno y Escandón en 1776

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35 e Félix Raúl Martínez Cleves

concepto del tributo. A pesar de las suplicas hechas por los indígenas, el
traslado se hizo efectivo y desde ese momento se perdió el rastro de la
comunidad nativa de la región.

En tanto, el espacio urbano usado para el pueblo de indios de Fusa-


gasugá fue destinado, desde el 7 de mayo de 1776, para que allí habita-
ran los blancos -en su mayoría pobres- dispersos por todas las laderas de
la región. Sin embargo, las dificultades económicas de los descendientes
europeos no permitieron el rápido poblamiento de la zona urbana y tam-
poco se pudieron cambiar las medidas de la plaza y construir una nueva
iglesia (en este último caso, hasta entrado el siglo XIX se hizo realidad).

La pobreza de los habitantes de la región era conjugada con la rique-


za natural. No es en vano, que luego de la visita hecha por Antonio de la
Torre y Miranda, entre 1783 y 1784, y quien informara a José Celestino
Mutis la existencia de uno de los tipos de quina (naranjada), se produjera
un especial interés por la explotación de dicha planta con el fin de expor-
tarse a Europa. Esas mismas intenciones motivaron a Jorge Tadeo Lozano
para adquirir una propiedad (en inmediaciones de la actual Chinauta) y
a Francisco Antonio Zea y Antonio Nariño para instalarse por algunas
temporadas con el fin de estudiar y dirigir la extracción de quina.

Es gracias a este producto que Fusagasugá ingresa en el escenario


nacional, pero las inadecuadas técnicas para la recolección implicaron
su erradicación prácticamente de forma definitiva a mediados del siglo
XIX. Mientras tanto, la población continuó viviendo del cultivo de unos
cuantos productos, pero fundamentalmente del comercio, que a pesar de
sus limitaciones contribuyó en los ingresos de los fusagasugueños.

Campesinos y hacendados
El interés por la región que se motivó con la extracción de quina,
colaboró inicialmente y de forma importante para la adquisición de tie-
rras durante los primeros sesenta años del siglo XIX, lo cual se hizo con
la compra de terrenos, declarados como baldíos por el gobierno nacional,

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36 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Mapa esquemático de la zona de


Fusagasugá - 1613

Contexto Jerárquico: Archivo General de la Nación de Colombia - Sección Mapas y


Planos
Mapoteca: SMP.4
Título: Mapa esquemático de la zona de Fusagasugá
Signatura: SMP.4,REF.162A
Fecha Inicial: 1613
Nivel: Mapa
Archivo: CO-AGN / Archivo General de la Nación de Colombia (1541 / 1995)

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37 e Félix Raúl Martínez Cleves

por parte de inversionistas bogotanos. Empero, será el cultivo del café


el artículo que le cambiaría de forma definitiva el rostro a la región del
Sumapaz y por supuesto, a Fusagasugá.

La producción de café se instauraría en el marco de las grandes pro-


piedades adquiridas en algunos casos con la motivación hecha en pri-
mera instancia por la quina. Pero los títulos otorgados por el gobierno a
los nacientes hacendados, pasaban por alto los derechos de campesinos
(descendientes de mestizos, blancos pobres y porque no, de indios) que
habían cultivado la tierra durante muchos años. A este escenario debía
sumarse la creciente migración desde los últimos años del siglo XIX y que
sería una constante durante gran parte del XX.

Los nuevos habitantes de la zona se vincularon a las grandes ha-


ciendas como arrendatarios, aparceros y jornaleros, principalmente. En
medio de rígidos reglamentos impuestos por los hacendados y que perju-
dicaban la calidad de vida de aquellos hombres y mujeres. El descontento
de los recién llegados, se sumaba con el de los nativos de la región y termi-
nó produciendo un abierto conflicto, fundamentalmente, desde los años
veinte del siglo XX. Los campesinos usaron desde los estrados judiciales,
hasta las vías de hecho para procurar defender sus derechos sobre la tierra
y las mejoras efectuadas en ella.

Sin embargo, la presión del gobierno y los intereses de los hacenda-


dos favorecieron la adopción de las vías violentas para la defensa campe-
sina. La representación de la clase dirigente conllevó a la organización de
autodefensas, que durante los diferentes procesos llevados a cabo durante
las etapas de violencia en el Sumapaz (1946-1953 y 1954-1957), se les
catalogó como guerrillas liberales y guerrillas comunistas.

El período parece cerrarse con la etapa frentenacionalista con una


relativa calma, donde se hace evidente la disolución de la hacienda tradi-
cional, se hace presente la incapacidad mediadora e integradora del Esta-

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38 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

do a través del INCORA y las guerrillas comunistas se desplazan a nuevas


fronteras (Fernán González20).

Es necesario anotar que junto a las dificultades señaladas, la riqueza


cafetera trajo consigo progreso material y de algún modo, social. Ya que
no sólo le permitió al Sumapaz ingresar en el escenario nacional y mun-
dial, sino también a Fusagasugá establecerse de manera definitiva como
capital de la provincia desde 1895. La mejoría física se hizo explícita prin-
cipalmente en el casco urbano, pues desde 1922 se gozó de energía eléc-
trica, un año más tarde de acueducto y en 1931 de servicio de telefonía.

Se trataba de cambios considerables para Fusagasugá si se tiene en


cuenta la inexistencia de mencionados servicios públicos y el amplio cre-
cimiento de la población. Además, de estos procesos se encontraban el
incremento del número de quintas para veranear, propiedad mayorita-
riamente de familias bogotanas, el nacimiento de hoteles (como el de
Sabaneta) y actividades nunca antes vistas, como el cultivo de flores desde
los años veinte en la finca Luxemburgo y desde los cincuenta en la finca
de Bertha de Ospina (esposa del presidente Mariano Ospina).

Durante la segunda mitad del siglo XX, luego de la disminución


en la producción de café, la agricultura se diversificó y el minifundio se
hizo predominante. En ese marco, el comercio, que se incrementó con la
riqueza cafetera, continuó siendo la principal de las actividades realizadas
por los fusagasugueños y que sería acompañado a lo largo de los últimos
cincuenta años con el sector de los servicios (salud, educación, bancos,
entre otros) y el de la agroindustria, dedicado éste último de manera es-
pecial a la avicultura.

La existencia de un amplio número de quintas, fruto de las inversio-


nes de bogotanos, especialmente, en las zonas más cálidas de la jurisdic-
ción municipal condujo al incremento del turismo. Actividad que no ha
cesado y que hoy ofrece nuevos tipos de descanso, entre los que se cuenta

20 GONZÁLEZ, Fernán.”Poblamiento y conflicto social en la historia colombiana” En: SILVA, Re-


nán. Territorios, regiones y sociedades. Bogotá: Departamento de Ciencias Sociales, Universidad
del Valle, CEREC, 1994.

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39 e Félix Raúl Martínez Cleves

el ecoturismo, agroturismo y el turismo de aventura. Todo ello adornado


con el colorido de las flores y susurro de la inmensa cantidad de fuentes
de agua que circundan el suelo fusagasugueño.
Parte 3: FABIOLA MARTÍNEZ
El pueblo de indios de Fusagasugá

Montaje sobre grabados de Riou que sugieren las condiciones de vida y


morfología del pueblo de indios de Fusagasugá.

Introducción

Desde 1979, fecha en la que se publicó la obra de Roberto Velandia


-Enciclopedia Histórica de Cundinamarca- se ha venido aseverando en
Fusagasugá que su fecha de fundación fue el 7 de mayo de 1776, dato que
no ha tenido ningún tipo de crítica y mucho menos investigaciones que
certifiquen o nieguen la afirmación de Velandia. Estas ausencias muestran
la negligencia en el tratamiento del tema, acto de alta irresponsabilidad
al tenerse en cuenta que la indicación cronológica ha sido usada por ad-
ministraciones municipales y pseudointelectuales locales para actividades
publicitarias y otras que buscaban, según ellos, “construir identidad”.
Además, nunca se explicó a las comunidades el proceso fundacional de-
sarrollado en Fusagasugá.

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40 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Por eso, desde la Jefatura de Cultura se promovió la idea de com-


pilar documentos, analizarlos y escribir en torno al proceso fundacional
de Fusagasugá. Este trabajo empezó a tener sus frutos, primero con el
Acuerdo Municipal No. 41 de 2004, que estableció el 5 de febrero de
1592 como fecha de la fundación del municipio a la manera española, y
por otra parte, la elaboración de documentos escritos, sonoros y audiovi-
suales para la ilustrar a toda la ciudadanía.

Este escrito es uno de esos materiales para observar y analizar el


proceso fundacional. Para ello se inicia describiendo el precedente a la
llegada española; posteriormente, se analiza el nacimiento del pueblo de
indios, como una de las formas de dominación puestas en marcha en
Hispanoamérica; y se termina con el proceso que dio como resultado
el traslado forzoso de los indios a Pasca y el fracaso de una renovación
urbana por parte de los blancos que llegaron a residir en el espacio antes
habitado por los nativos.

Para la realización de este trabajo se han utilizado las mismas fuentes


con las que Roberto Velandia sustentó su obra, además de otras que en su
conjunto reposan en el Archivo General de la Nación y que soportan las
afirmaciones aquí hechas.

Este documento pretende, antes que cualquier otra cosa provocar


el cuestionamiento a esos datos establecidos durante mucho tiempo, que
no nos dicen nada y que, en cambio, provocan que la historia sea una
cenicienta dentro del conjunto de los conocimientos adquiridos por el
hombre en la escuela y la vida cotidiana.

Los Sutagaos

La comunidad indígena de los Sutagaos ha sido poco referenciada


debido a las variadas y sucintas versiones sobre ellos, que en su mayoría
provienen de cronistas españoles y en menor medida de documentos de
archivo. Se les ha dado origen Caribe, al igual que Chibcha; en tanto
que su centro más importante, Fusagasugá, algunas veces aparece dentro
del territorio Muisca y en otras ocasiones al margen de éste. Lo cierto es

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41 e Félix Raúl Martínez Cleves

que la conjugación de sus diversos rasgos permite observar cierta inde-


pendencia, aun cuando el escenario fuese complejo al estar rodeado por
Panches, Pijaos y Muiscas. Las relaciones con éstos últimos hacen pensar
que su filiación fundamental era Chibcha, tal y como se supone lo eran
los Guanes y los Laches, al norte del altiplano cundiboyacense, sin que
ello implique que rindieran tributo al Zipa o al Zaque.

Cerámica
Son pocas las piezas de cerámica
utilizada por los sutagaos que se
conservan, la mayoría de ellas provenían
del Altiplano Cundiboyacense,
principalmente de Tocancipá.

Carl Langebaek21 reconoce a los Sutagaos como un grupo de débil


producción agrícola, ya que su supervivencia se basaba en aprovechar
las condiciones geográficas al consumir los elementos que por la región
atravesaban y que en el cruce de caminos -convertido en mercado y do-
minado por Fusagasugá- se quedaban dentro del proceso de intercambio.
En ese marco, se evidencian productos tales como coca, pita, maní, carne,
cera, miel, cueros, oro, mantas, sal, maíz, papa, cubios, frijoles, curíes,
pellejos de venado, cerámicas y algodón.

La variedad de artículos no implicaba, al parecer, que la magnitud


del mercado fuera grande, ya que sus principales proveedores, los Muis-

20 CARL, Langebaek, Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas. Siglo XVI. Bogotá:
Publicaciones del Banco de la República, 1987.

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42 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

cas, usaban esta práctica con un sentido religioso antes que económico.
Lo anterior también muestra cómo el desarrollo de los Sutagaos no era
tan limitado como se ha pensado hasta ahora, pues el comprender las ma-
nifestaciones culturales de sus vecinos los ubicaba en lugar privilegiado
al actuar como intermediarios de grupos que con precariedad lograban
entenderse. Empero, es preciso tener precaución y no sobredimensionar-
los, pues su “rol marginal” era constante, tanto en lo político, como en lo
económico22, ante las inmensas ventajas de la oferta ambiental y produc-
tiva de las tierras frías, la cual permitió la construcción de una sociedad
de importante complejidad -los Muiscas.

La importancia del territorio dominado por los Sutagaos se hace


todavía más evidente ante la considerable invasión hecha por los Muiscas
-y principalmente por el cacique de Bogotá- antes de la llegada de los
españoles, que autores como Ezequiel Uricochea (de quien se han basado
para sus trabajos varios historiadores modernos) ha fechado entre 1470 y
149023. Este autor señalaba:

El más antiguo Zipa de que se tiene noticia fue Saguan-


machica, que se calcula comenzó a reinar en 1470 de
nuestra era. Este sujetó a los Sutagaos, venciendo en
batalla campal a su jefe Usathama, que auxiliado por
el cacique Tibacui, se presentó a defender el valle de
Fusagasugá cerca de Pasca, en el principio de las tierras
limpias24”.

La mayoría de las apreciaciones sobre este tema son exageradas y


han mencionado hasta 30.000 hombres que descendían de las tierras
frías para dominar a un grupo catalogado como subalterno y sin mayor
participación política. A la llegada de los españoles dicho grupo difícil-
mente rendía homenaje a los indios de la Sabana, por ello los nuevos

22 Ibíd., p. 150.
23 URICOCHEA, Ezequiel. Memoria sobre las Antigüedades Neo-Granadinas. Bogotá: Biblioteca del
Banco Popular, Volumen 24, 1984.
24 Ibid., p. 43.

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43 e Félix Raúl Martínez Cleves

Saguanmanchica
Sostiene Ezequiel Uricochea que
Saguanmachica desplegó un amplio
ejército para controlar a los sutagaos,
ya que el sitio donde se ubicaban estos
últimos resultaba importante para el
acceso y control de recursos como el
oro.

Fuente: http://old.lablaa.org/blaavirtual/revistas/
credencial/agosto1993/agosto2.htm

habitantes del territorio -los españoles- gastaron más de cincuenta años


para lograr iniciar el proceso de dominación definitivo a partir de su con-
centración en un núcleo urbano. Esta última actividad, seguramente, fue
más complicada que la hecha por los Muiscas, debido a los antecedentes
anti-urbanos de los Sutagaos, pues Fusagasugá solamente había actuado
como cruce de caminos y lugar para mercados periódicos, mientras que la
población andaba dispersa por todas las laderas existentes en la vertiente
suroccidental del altiplano cundiboyacense.
Parte 4: JAVIER CORREA
La fundación de Fusagasugá
Fusagasugá era un punto de referencia, tal y como lo hemos mostra-
do hasta ahora, a pesar de sus limitaciones al poseer un “rol marginal” en
el conjunto de la región central del país. No es casual que se tenga nueva-
mente en cuenta a partir de 1537, año en el que una avanzada de Gonzalo
Jiménez de Quesada reconoció la zona, y desde 1540 cuando empezaron
las escaramuzas para fundar una ciudad, que solamente logró hacerse
realidad en el papel desde 158025 con el nombre de Nuestra Señora de

25 Ver: VELANDIA, Roberto. Enciclopédia Histórica de Cundinamarca, Tomo II. Bogotá: Biblioteca
de Autores Cundínamarqueses, Cooperativa Nacional de Artes Gráficos, 1979.

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44 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Antiguo mapa en donde se muestra la lozalización de Alta Gracia


de Sumapaz, Río de Sumapaz, Río de Fusagasugá y territorio de los
Sutagaos.

Altagracia de Suma-Paz. De la misma forma, aparece -Fusagasugá- en los


relatos de cronistas y de otros documentos, como el informe presentado
por el cacique Turmequé, Don Diego de Torres y Moyachoque, al rey
Felipe II durante 1586.

Este último documento posee el mapa anterior, en el que cerca de


Fusagasugá se ubicaban los Sutagaos, mostrando la dispersión de los na-
tivos y la referenciación de un lugar muy importante para ellos, pero sin
mayor valor en términos urbanos. Esta dificultad se incrementó cuando
se procuró fundar Altagracia y el resultado fue un fracaso ante el poco
número de indios -en comparación con los existentes en las tierras frías-,
los inconvenientes para concentrarlos en una forma urbana y la ausencia
de metales preciosos (oro y plata). La Real Cédula del 31 de agosto de
1590 es bastante explícita al respecto:

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45 e Félix Raúl Martínez Cleves

Por cuanto por cédulas del Rey de Nuestro señor y orden


de la Real Audiencia deste Reino se conquistaron y po-
blaron los indios de las provincias que las de los Sutagaos
y en ella se pobló la ciudad de Nuestra Señora de Alta-
gracia de Sumapaz, la cual pobló el capitán Juan López
de Herrera, y apuntó los indios en algunos soldados que
fueron a la dicha conquista y población que fue traído a
la dicha Real Audiencia que fueron los indios que había
en la dicha sazón mil doscientos poco más o menos, y el
dicho apuntamiento se alteró y hizo de nuevo en veinte
y dos vecinos a quienes se repartieron los dichos indios
por el Señor Doctor Chaparro, Oidor que sólo residía
en la dicha Real Audiencia, y de los dichos vecinos muy
pocos han asistido a hacer vecindad a la dicha ciudad
así por la falta de naturales que sólo han quedado hasta
setecientos y noventa indios poco más o menos como por
ser algunos de los dichos vecinos en otras partes y tener
otras ocupaciones por cuya causa se iba despoblando la
dicha ciudad, que no se podían sustentar en ella con los
pocos indios que se habían repartido...”26

Dos años más tarde fue necesario designar con la Real Cédula del
15 de enero de 1592 al Oidor Bernardino de Albornoz para lograr sujetar
a los indios, pues de dicha dominación dependían las finanzas de la Co-
rona, en la medida que los encomenderos de la región tuvieran las fuen-
tes necesarias para cumplir con sus obligaciones tributarias, además del
desarrollo urbano de Altagracia. Es así que el 5 de febrero Albornoz em-
prendió camino junto con algunos funcionarios entre los que se contaban
escribano, alguacil e intérprete.27 Ese mismo día arribó a Fusagasugá y, sin
demora alguna, ordenó que se comunicara al cacique,

26 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sección Colonia, Fondo Visitas Cundina-
marca, Tomo XII, folios 280 y 281.
27 Roberto Velandia afirma que era necesario traer interprete para comunicarse con los Sutagaos,
pues éstos no hablaban lengua Chibcha, pero este supuesto es bastante ingenuo y olvida la hete-
rogeneidad de dicho lenguaje y sus variaciones de una zona a otra dentro del territorio Muisca y
sus inmediaciones.

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46 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

... del repartimiento que en todo el sin importancia e


años se junten y recogan todos los indios e indias casados
e solteros que cada uno tuviere sus sujetos con sus muje-
res e hijos e indigos e indias de su servicios sin esconder
ni ocultar ningunos...”28

La visita duró hasta el 13 de febrero, tiempo en el cual se notificó a


los caciques y capitanes, se planteó la traza de acuerdo con lo establecido
en las Ordenanzas de 1573 y se fijó la tasa de tributos que el Cacique
Alfonso de Fusagasugá debía pagar, en nombre de todos los nativos, con
la suma de 525 pesos de buen oro y 200 mantas de algodón.29

La propuesta de establecer pueblo de indios era lo único que que-


daba ante el fracaso en la construcción de Altagracia, pero el fundamento
agrario de esta propuesta -que se observa desde la Instrucción para el
Gobierno de los Indios, de 1503- era contrario con los rasgos económicos
y culturales de los Sutagaos, quienes, como ya observamos, se dedicaban
fundamentalmente al intercambio, mientras los cultivos se enfatizaban
en productos de poco interés para los españoles, como la coca. El pano-
rama con el que se abrió el período colonial para los habitantes de Fusa-
gasugá y la región no podía ser más opaco: primero, unos blancos empo-
brecidos y ruralizados, rompiendo con las normas de la Corona al tener
que apoyarse en el poblado donde residían los indios para sus actividades
económicas, políticas y sociales; y segundo, unos nativos concentrados
en medio de una forma urbana extraña para ellos y obligados a sobrevivir
con prácticas -cultivos- que poco utilizaban.

Organización interna del pueblo de indios

Los pueblos de indios en la América Hispánica pretendían actuar


como los burgos medievales, al ubicarse en extramuros y donde residían

28 AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I, Caja 192, Carpeta 7066-707,
Folio 16v.
29 AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I, Caja 192, Carpeta 7066-707,
Folio 18r.

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47 e Félix Raúl Martínez Cleves

aquellos personajes que difícilmente podían hacerlo dentro de la ciudad.


Los lugares destinados para los nativos cumplían funciones similares,
pues es en ellos donde se hace evidente la segregación social y, a su vez, la
dominación ejercida por España a través de un trazado urbano y todas las
prácticas al interior de éste, llamadas como vida en policía.

Desde 1503 se comenzó a evidenciar en Hispanoamérica la división


entre pueblos de indios y pueblos de blancos, con la orden dada por los
reyes católicos a Nicolás de Obando para hacerla realidad en Santo Do-
mingo30,

... es necesario que los indios se repartan en pueblos que


vivan juntamente y que allí tenga cada uno su casa ha-
bitada con su mujer e hijos y heredades, en que labren,
siembre y críen sus ganados.”31

Se trataba de un conjunto de pretensiones para la dominación de


los nativos no sólo en el campo de lo espiritual y político, sino también -y
podíamos decir que fundamentalmente- en lo económico. Así lo eviden-
cia una Real Provisión de 1503,

... porque deseamos que los indios se conviertan a nues-


tra santa fe católica, y sean adoctrinados en las casas de
ella, y porque esto se podrá mejor hacer comunicando los
dichos indios con los cristianos, y andando y tratando

30 Ver: SALCEDO, Jaime. Urbanismo Hispano-Americano. Siglos XVI, XVII y XVIII. Bogotá: Cen-
tro Editorial Javeriano, 1996, p 123.
31 “Instrucción para el gobierno de las Indias, Alcalá, 20 de marzo y Zaragoza, 29 de marzo”, en
Colección de Documentos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamérica. CSIC, Instituto
Balmes, I, Madrid: 1953, p. 9. Citado por DE SOLANO, Francisco. “Política de Concentración
de la población indígena (1500-1800): objetivos, proceso, problemas, resultados”, en, HARDOY, Jorge y
SCHAEDEL, Richard. Asentamientos urbanos y organización socioproductiva en la historia de América
Latina. Buenos Aires: Ediciones SIAP, 1977, p. 90.

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48 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

con ellos, y ayudando los unos a los otros, para que se


labre y pueble la tierra y aumenten los frutos de ella.”32
Parte 5: CECILIA CÉPEDES
De la misma manera se buscaba que los indios -en favor de la fe y
en procura de evitar la mezcla de sangre- estuvieran en sus poblados apar-
tados de blancos, mestizos, mulatos y negros. Eso se buscó con el pueblo
de indios de Fusagasugá, pero la normatividad española en toda Hispa-
noamérica funcionó muchas veces sólo en la teoría, y en este caso con-
creto la inexistencia temprana de un núcleo urbano para blancos -donde
resolvieran sus necesidades espirituales, económicas y políticas- provocó
que el lugar destinado para los indios fuera “invadido” por esos blancos
ruralizados. Eso, se observó muchos años después, cuando en 1772 éstos
últimos sujetos solicitaban se les dejara el poblado de los indios para la
conformación de su pueblo, pues eran ellos quienes habían construido la
iglesia con todas las dificultades que esto implicaba por esos días, debido
a la pobreza de la región.

La legislación española iba mucho más allá de las prohibiciones de


cohabitar los indios con otros grupos poblacionales: implicaba también
la adaptación de las formas de gobierno local en medio de las prácticas de
poder tradicionales de los indígenas.

Las formas cabildales castellanas representaron un ver-


dadero acontecimiento para las comunidades indígenas
(desde los barrios a los pueblos) por la periodicidad de
las elecciones a los puestos y la posibilidad de romper
la rígida estructura institucional prehispánica. Al poder
tradicional de una minoría omnipotente, podía suce-
der la posibilidad de la ascensión social del hombre del
común a través, precisamente, del mismo cabildo. Los
puestos cabildales (alcalde, regidores, justicias, algua-
ciles, escribanos) podían recaer en algún miembro de

32 DE SOLANO, Francisco. Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios. Madrid: Biblioteca de


Historia de América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, p.50.

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49 e Félix Raúl Martínez Cleves

bajo estamento, la mayor parte de las veces escogido por


algún miembro extracomunitario indígena (misioneros,
encomendero, autoridades civiles), para de ese modo
coartar la atmósfera dominante de la clase dirigente.”33

Fusagasugá, con las características anteriores, estaba sujeta a una ca-


beza mayor -Santafé-, pero esta condición ha sido una constante en la
historia de la región del Sumapaz, tratándose de un diálogo entre ambos
espacios en el que los dos han sacado provecho. Empero, la cierta depen-
dencia con la capital de la Presidencia, primero, y Virreinato, después,
hizo que este pueblo de indios fuera administrado conjuntamente entre
españoles y nativos (cacique y principales), quienes se repartían cada año
los cargos públicos (ver cuadro 1).

Cuadro 1. CARGOS PÚBLICOS


CARGO FUNCIONES
El alcalde administraba justicia y se encargaba del
repartimiento de los indios para los trabajos en las
ALCALDES encomiendas y obras públicas, al igual que el control del
mercado.
Es un tipo de auxiliar del alcalde para la visita a cárceles,
REGIDORES la aprehensión de amancebados y vagabundos, control
de chicherías y el diseño de censos tributarios.
Aplicaba los castigos impartidos y vigilaba la doctrina
ALGUACILES para todos los indios.
Controlaba los bienes comunales y los recursos que a la
MAYORDOMOS caja comunal ingresaban por ese concepto, al mismo
tiempo que del orden general del poblado.
Dedicado a poner en papel todas aquellas decisiones
tomadas por los funcionarios públicos (sin embargo,
ESCRIBANOS todavía no se ha logrado establecer que en el pueblo de
indios de Fusagasugá tuviera funcionamiento).

Fuente: Francisco de Solano, Ciudades hispanoamericanas y pueblos de indios. Op.cit.

El área urbana de Fusagasugá se convirtió en un escenario múltiple:


por una parte todos los ingredientes de poder que se mezclaban para el
caso de los nativos, entre estructuras políticas tradicionales y las impues-

33 Ibid., p 371.

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50 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

tas por los españoles; y por otro lado, los actores de la ciudad de Altagra-
cia quienes, sin un lugar propio para manifestar su poder, tuvieron que
usar los espacios públicos del pueblo de indios para aplicar justicia.

La fisonomía urbana del pueblo de indios

La forma de dominación española se hizo explícita con la construc-


ción de núcleos urbanos, llámense pueblos de indios o pueblos de blancos
(parroquias, villas y ciudades). Ya anotábamos cómo para el caso de Fu-
sagasugá en su trazado se ejercían las prácticas de poder, tanto de españo-
les como de indios. Fabio Zambrano señala respecto de todo ese orden
palpable en la fisonomía urbana -aunque se dirige primordialmente a los
poblados de blancos, también puede observarse en los de nativos.

... la ciudad asumió el papel de ser un gran escenario


donde se representaba el poder, y por ello el espacio ur-
bano se dispuso de cierta manera. Por sus estructuras, la
ciudad mostraba lo que se concebía como orden: los án-
gulos rectos, las aguas canalizadas, los emblemas como
las plazas y las fuentes surgieron como las victorias de la
cultura sobre la naturaleza”.34

Luego de la visita de Bernardino de Albornoz y su orden de “juntar


indios”, se puso en marcha la construcción del poblado, pues desde 1512
-con las Leyes de Burgos y con normas posteriores- se habían dado pautas
sobre la forma de poblar y edificar los pueblos para nativos, donde la cola-
boración de los mismos caciques era fundamental, tal y como se deja ver
en la orden impartida por Albornoz, en la que se convocan a estos líderes
locales para que transmitieran esta decisión a sus comunidades.

El trazado adoptado para el pueblo de indios de Fusagasugá depen-


dió ampliamente de la relación (de origen prehispánico) con Bogotá, pues

34 ZAMBRANO, Fabio y BERNARD, Oliver. Ciudad y territorio. El proceso de poblamiento en Co-


lombia. Bogotá: Academia de Historia de Bogotá, Fundación de Estudios Históricos Misión
Colombia, Instituto Francés de Estudios Andinos, p.28.

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51 e Félix Raúl Martínez Cleves

Síntesis de las trazas desarrolladas en Hispanoamérica, elaborada


por Jaime Salcedo.

se utilizó el mismo de esta ciudad. La traza se ha denominado limeña35


debido a su parecido con la de Lima (Perú), y aplicada a la capital gracias
a la intervención de Sebastián Belalcázar en el proceso de su fundación.36
El cuadrado es fundamental en esta espacialidad, no sólo porque es una
de las formas más fáciles de reproducir ante el crecimiento urbano, sino
por la simbología que dicha geometría contenía dentro de las pretensio-
nes de dominación. Así se evidencia en una cita de Fray Héctor Pinto
(inspirado en Ezequiel) hecha por Jaime Salcedo:

Es, por consiguiente, la ciudad ésta, una y cuadrada,


puesto que en la iglesia debe existir la unidad de los

35 “En la traza limeña la iglesia aparece siempre en la manzana del levante, de manera que, al mantener su
orientación tradicional, la iglesia debe, forzosamente, dar su fachada a la plaza. Una posible explicación a este
cambio en la posición relativa de la iglesia en la plaza es que en algunos fundadores se estuviera abriendo paso ya
la nueva corriente del humanismo renacentista, una de cuyas consecuencias arquitectónicas fue la concepción del
espacio en perspectiva, la aparición del concepto de plaza con fachadas de fondo y la percepción del continuum,
un espacio fluido, fugado desde plaza hasta el interior de los edificios.” PANOFSKY, Erwin. La perspectiva
como forma simbólica. Barcelona: Tusquts Editor, 1973. Citado por SALCEDO, Jaime. Op.cit., p.
66-67.
36 Ver: SALCEDO, Jaime. Op.cit. y MARTÍNEZ, Carlos. Reseña urbanística sobre la fundación de
Santafé en el Nuevo Reino de Granad. Bogotá: 1973.

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52 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

ánimos, dado que es una en la fe y en los sacramentos...


ahora se entiende por cuadratura la perfección que debe
existir entre fieles, puesto que en arquitectura los sabios
siempre preferían lo cuadrado. Los cuatro lados igua-
les significan los cuatro evangelios y las cuatro parte del
mundo [puntos cardenales?] desde donde debían concu-
rrir los hombres a la iglesia...”37

Un avalúo presentado al Fiscal Francisco Antonio Moreno y Es-


candón por Pedro Pérez de la Cadena, Luis Pérez y Francisco Labado el
5 de enero de 1776, evidencia que el trazado de Fusagasugá sí giraba en
torno al cuadrado y que se repetía por lo menos tres veces desde el cuadro
inicial (la plaza).38 Lo anterior no implicaba una rigurosidad en la estética
del trazado, ya que las casas pajizas en ocasiones complicaban observar la
línea recta, pero al fin de cuentas allí estaba. Algunas otras características
del conjunto urbano impuesto en el mencionado trazado han sido mos-
tradas por Francisco de Solano para la mayoría de los casos hispanoame-
ricanos y provienen de una Instrucción dada en 1516.

Que se haga una iglesia, lo mejor que pudieren, y plaza


y calles en el tal lugar. Una casa para el cacique, cerca
de la plaza, que sea mayor y mejor que las otras, porque
allí han de concurrir todos sus indios, y otra casa para
hospital... en cada pueblo, término conveniente apro-
piado a cada lugar, antes más que menos por el aumen-
to que se espera Dios mediante; término que habéis de
repartir entre los vecinos del lugar, dando de lo mejor a
cada ellos parte de tierra donde puedan plantar árboles
y otras cosas y hacer montones para él y su familia, y el

37 SALCEDO, Jaime. Op.cit. p. 237.


38 MORENO, Francisco Antonio y Escandón. Indios y mestizos de la Nueva Granada. A finales del
XVIII, introducción de MELO, Jorge Orlando y transcripción a cargo de COLMENARES,
German y VALENCIA, Alonso. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, Volumen 124, 1985, p
71.

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53 e Félix Raúl Martínez Cleves

cacique tanto como a cuatro vecinos, lo para ganados...


que el cacique tenga a cargo todo el pueblo...”39

Todos estos elementos urbanos (iglesia, plaza, calles y hospital40)


tenían la función de aculturar las poblaciones indígenas por medio de
su vida en policía. En lo referente a la iglesia, es de suponer que desde el
mismo día en que el Oidor Bernardino de Albornoz impartió la orden
de hacer población ya se pensaba en una iglesia, que seguramente fue
muy similar a la que persistió durante gran parte del siglo XVII, al estar
construida de “estantillos, bahareque y paja”, la que fue remplazada desde
1707 por una de “tapias con estribos de cal y canto, cubierta de teja y con
dos arcos de ladrillo y cal”41, dándole una fachada con portal abierto, que
se sumaba a una cruz de piedra y una campana. De este modo el carácter
doctrinero de la construcción quedaba impuesto.42.
Parte 6: REINALDO RODRÍGUEZ
La vida urbana dependía estrechamente de las propiedades comu-
nales, ejemplificadas en los ejidos (zonas que hacían parte del resguardo)
y que habían sido otorgados por el Oidor Miguel Ibarra en 1592 en el
marco de la Ley XIII, que decía:

Que se señale ejido competente para el pueblo. Los ejidos


sean tan competente distancia, que si creciere la pobla-
ción, siempre quede bastante espacio para que la gente
se pueda recrear, y salir los ganados, sin hacer dueños.”43

Su explotación, seguramente, fue constante, pero no logró contri-


buir al pago oportuno del tributo, ante la disminución de la mano de
obra indígena y el arriendo de estas tierras a los blancos, actividad que

39 “Instrucción dada a los Padres Jerónimos. Madrid, 13 de septiembre de 1516.” Citada por DE SOLANO,
Francisco. Op.cit., 1977, p 91.
40 En Fusagasugá se hizo realidad hasta el hospital, que en la segunda mitad del siglo XVIII era
mencionado como casa-hospital, no obstante, sabemos muy poco sobre este equipamiento ur-
bano.
41 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1108 y 1110.
42 SALCEDO, Jaime. Op. cit., p. 151.
43 Ley citada por SALCEDO, Jaime. Ibíd., p. 106.

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54 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Traslado de los autos sobre el salario que se ha de pagar a Luis Enriquez por su visita a las iglesias
de los pueblos de Rajica, Guasca y Fusagasuga.
[1599, julio, 30, Santa Fe 1599, noviembre, 11, Santa Fe].

En este informe se da cuenta sobre el pago de salarios por obras en las iglesias.

se hizo cada vez más continua en la segunda mitad del siglo XVIII. La
finalidad de colaborar con las arcas públicas difícilmente se cumplía y
terminaron, luego del traslado de los indios a Pasca, por rematarse duran-
te el siglo XIX con el fin de financiar obras públicas ante un Municipio
constantemente quebrado; sin embargo, ello significó la reducción pos-
terior de los ingresos locales y las limitaciones para el crecimiento urbano
durante los primeros 50 años del siglo XX.

El conjunto urbano estuvo muy cerca a lo planteado por una amplia


variedad de normas formuladas por la Corona, pero, al mismo tiempo,
la fuga, mestizaje y visita continua de blancos al pueblo de indios cons-
tituían unas serias violaciones a las normas impuestas por España. Lo
anterior permitía que se tuviera en cuenta la solicitud de los blancos para
habitar la zona urbana de Fusagasugá; que a su vez se sustentaba con los

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55 e Félix Raúl Martínez Cleves

Iglesia del pueblo de Fusagasugá - 1655

Contexto Jerárquico: Archivo General de la Nación de Colombia - Sección Mapas y


Planos
Mapoteca: SMP.4
Título: Plano Iglesia de Fusagasugá
Signatura: SMP.4, REF.586A
Fecha Inicial: 1655
Nivel: Mapa
Archivo: CO-AGN / Archivo General de la Nación de Colombia (1541 / 1995)

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56 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

procedimientos administrativos llevados a cabo por el Virreinato para


cumplir las llamadas “Reformas Borbónicas”, que marcaron el desarrollo
político, económico y social de Hispanoamérica durante buena parte del
siglo XVIII y parte del XIX.

El traslado de los indios

Cerca de dos siglos de vida del pueblo de indios no permitieron que


los blancos se adaptaran a la idea de compartir un espacio urbano y todo
lo que éste significaba en su simbología. Por eso,

El 27 de junio de 1772 ´en el pueblo de Fusagasugá


jurisdicción de la ciudad de Altagracia´, los Díaz, Ayas,
Garcías y Lozanos y otros vecinos ante su alcalde Ignacio
Ortiz dieron poder a Ignacio Pérez de la Cadena, tam-
bién de allí, para gestionar la creación de parroquia de
este valle, quien a su vez lo traspasó al Procurador de la
Audiencia Isidro Aldana.”44

Como se observa, hasta para definir esta solicitud fue necesario el


pueblo de indios, además de seguirse referenciando Altagracia, aunque
solamente fuera una forma de mantener los signos de su poblado para
blancos. Debió ser grande la vergüenza sufrida por aquellos sujetos al so-
licitar tal procedimiento en ese escenario, y debió incrementarse cuando
recibieron una de las primeras respuesta por parte del Regidor del Cabil-
do de Tocaima, Tomás de Quesada y Herrera, a quien el Virrey le había
encargado el seguimiento del caso:

... Que ninguno de los pueblos circunvecinos que hay


aquí quieren agregarse por no experimentar lo mismo
que han experimentado los indios de Usatama para con
estos indios del pueblo de que cada rato les echando en
cara sus tierras... que tendrían por bien el desterrarse a

44 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1092.

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57 e Félix Raúl Martínez Cleves

diferentes lugares, y que si gusta S. excelencia dejarlos en


este mismo sitio señalándoles un pedazo de tierras para
ellos trabajar particularmente, quedarían como indios
anacones a son d campanas y sujetos a doctrina, y de no
se destierran para donde Dios les ayude.” 45

La pretensión inicialmente no prosperó, pero los blancos persistie-


ron y recibieron una nueva respuesta, esta vez del Fiscal Protector de la
Junta de Tribunales de Santafé, que presagiando el proceso que se acer-
caba advirtió las posibles consecuencias con el sustento que le daba la
experiencia del traslado de los indios de Usatama a Fusagasugá.

Que debiéndose tener consideración a los funestos sucesos


que prudentemente se deben temer de la traslación soli-
citada por dichos vecinos, como en casos de igual natu-
raleza lo ha enseñado la experiencia, siendo uno de ellos
el que en estos autos se advierte con motivo de la trasla-
ción hecha de los indios de Uzatama... no había lugar a
la solicitud de dichos vecinos, y que respecto a que estos
en calidad de agregados son verdaderamente parroquia-
nos de aquel curato podrán en él ser administrados.”46

El interés de los blancos por Fusagasugá estaba, como lo señalaba


para el caso general de las ciudades Georges Duby,47 en que el poder
solamente reside en las áreas urbanas y en el contexto en cuestión era
Fusagasugá -guardando las debidas proporciones- quien concentraba ese
poder. Mientras tanto, los blancos podían hacer cualquier cosa, pero su

45 AGN, Sección Colonia, Fondo Poblaciones, Tomo VII, folios 684-691.


46 Ibíd., folio 700v.
47 “A lo largo de toda su historia, la ciudad no se caracteriza ni por el número de sus habitantes, ni por las acti-
vidades de los hombres que allí residen, pero sí por sus rasgos particulares de estatus jurídico, de sociabilidad y
de cultura. Estos rasgos derivan del rol primordial que desempeña el órgano urbano. Este rol no es económico,
es político. La ciudad se diferencia del medio que la circunda, y en éste ella es el punto de residencia del poder.
El Estado crea la ciudad. Sobre la ciudad el Estado toma lugar.” DUBY, Georges. Historie de la France
Urbaine. Tomo I, París, Seuil  : 1980, p.13. Citado por ZAMBRANO, Fabio y BERNARD,
Oliver. Op. cit., p.27.

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58 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

En el pueblo de Fusagasugá, jurisdicción de la ciuda de Alta Gracia a veinti y siete de junio de


mil setecientos setenta y dos años ... Juan de Aya, Luis Perez, Francisco García, (ilegible) García,
Antonio Garcia, (nombre) Lozano, Nicolas de Aya, etc.

En este documento se concede poder al vecino de este valle Ignacio Perez de la Cadena, para realizar
la demolición del Pueblo de Indios de Fusagasugá, hecho que no se produjo sino parcialmente hasta el
siglo XIX.

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59 e Félix Raúl Martínez Cleves

Indígenas en el
siglo XIX

vida rural les hacía pasar desapercibidos. Por eso, el esfuerzo por procurar
hacer suyo el más grande de los poblados de la región y romper para siem-
bre esa carga de vergüenza que tenían por su fracaso en la construcción
de ciudad y el estar obligados a compartir actividades cotidianas con sus
dominados.
Parte 7: ANA HERRERA
Algunos meses después de la respuesta negativa del Fiscal Protector
fue promulgada la Real Cédula del 3 de agosto de 1774, que junto con
la del 20 de diciembre de 1707, sustentó la reagrupación de pueblos de
indios, la venta de resguardos y la conformación de pueblos para blancos
en gran parte de Hispanoamérica. Estas pretensiones buscaban la rees-
tructuración de todo el Imperio, no sólo en el campo social, sino político
y principalmente económico, ante los problemas fiscales de la Corona
generados por las constantes guerras en Europa, la inflación y la disminu-
ción de los tributos ante el decrecimiento de los indios. En este contexto
jurídico y ante la solicitud latente de los “vecinos de Altagracia”, el Virrey
Manuel Guirior ordenó la visita del Fiscal Francisco Antonio Moreno y
Escandón al partido de Fusagasugá para la

... unión de sus pueblos [Fusagasugá, Pasca, Pandi y


Tibacuy], con el fin de que el público y real hacienda no
padezcan el menor atraso en el despacho de las causas
fiscales...”48

48 MORENO Y ESCANDÓN, Francisco Antonio. Op. cit., p. 67.

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60 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

El arribo del funcionario se produjo el 23 de diciembre de 1775,


momento desde el cual exigió un informe por parte del Corregidor Pedro
Pérez de la Cadena teniendo como base un cuestionario elaborado por el
mismo Moreno y Escandón. En aquel documento se interrogaba sobre el
estado general de los pueblos de indios (Pasca, Fusagasugá, Pandi y Tiba-
cuy), teniendo como conclusión las dificultades para el cumplimento del
tributo ante las disminución de los indios, a su vez causada por la fuga y
mestizaje de los mismos; resultado del que se escapaba Pasca, pues era el
único que había mantenido un número considerable de nativos y no con-
taba con la presencia de blancos ni mestizos -cuando menos en los datos.

Por lo tanto, el funcionario real procedió a ordenar,

Que los indios de los pueblos de Fusagasugá, Pandi y Ti-


bacuy se trasladen y pasen al de Pasca por ser la cabecera
del partido y tener mayor número con tierras abundan-
tes y fértiles sementeras y crías de ganados, de buenas
aguas y temperamento benigno que produce frutos de
tierra fría y templada, que según ha experimentado es
con poca diferencia, igual al de los pueblos que dejan.”49

Fuente: Coleti, Giovanni Domenico, 1727-1798. Dizionario storico-geografico dell’America


meridionale. In Venezia : Nella Stamperia Coleti, 1771

49 Ibíd., p. 74.

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61 e Félix Raúl Martínez Cleves

Lo anterior, con el fin de que las finanzas de la Corona no se vieran


afectadas con el incumplimiento en el pago y los gastos que generaba el
hecho de tener tantas poblaciones y nula tributación. Este acto que fue
respaldado por el Virrey Manuel Guirior con un decreto emanado en
Guaduas el 16 de enero de 1776 y que pasó a hacerse realidad al nom-
brarse a Ignacio Pérez de la Cadena -hermano del Corregidor Pedro Pérez
de la Cadena- para el remate de los solares que quedaban vacíos luego del
desplazamiento de los nativos a Pasca.

Roberto Velandia afirma que el Fiscal Moreno y Escandón le con-


sultó a los indios sobre su traslado y que posteriormente ellos aceptaron
la decisión sin mayores protestas,50 pero Velandia obvia la intencionalidad
de los documentos y, por su puesto, de quien los produce, en este caso un
funcionario o de la Corona que necesitaba evitar cualquier inconveniente
producido en la ejecución de sus obligaciones. Además, esta ausencia de
análisis histórico se hace evidente cuando el mencionado autor deja ver
por medio de citas la resistencia de tipo pacífica llevada a cabo por los
indios. Entonces ¿existió, o no, resistencia por parte de los indios al de-
signio de dicho funcionario?

Los memoriales son evidencia de un cierto rechazo. Eso, sin tener


en cuenta que el Fiscal Moreno y Escandón ordenó que no se suscita-
ran más de estos documentos, alegando que eran obra de “memorialistas
profesionales” y en ningún momento de los deseos indígenas. Empero,
el trabajo prohibido de la elaboración de documentos fue retomado por
el Cura Francisco de Escobar, quien lideró la resistencia pacífica, no sólo
sirviendo como escribano, sino impidiendo la realización del inventario
de la iglesia (dentro de la cual estaban ornamentos del pueblo de indios
que debían ser llevados a Pasca), acto que le implicó un fuerte llamado de
atención por parte del Virrey, que se hizo extensivo a todos los curas para
que no se inmiscuyeran en los procedimientos administrativos. Final-
mente, parece, solamente fueron trasladados los ornamentos de Usatama,
mientras que los de Fusagasugá se quedaron como parte del pueblo de
blancos.

50 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1095.

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62 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá
Parte 8: ELVIA CELY
El memorial del 7 de marzo de 1776, escrito por el Cura Escobar,
muestra detalladamente todos los sentimientos de los indígenas frente al
desalojo de sus tierras y el traslado forzoso a un lugar sobre el cual tenían
muchas reservas. Escobar decía:

...esta medida [la de trasladar los indios] ha causa tan


general sentimiento que movido de las lágrimas de estos
indios y demás condenados al destierro de su patrio suelo
y haber de abandonar sus plantas, que es todo su mayo-
razgo, o mejor diré su escrito sustento, y sus chozas, que
estiman en el grado que otros los mayores palacios, me
obligan a postergando mi propio interés, con la agrega-
ción de Tibacuy a procurar consultar su sentimiento...
las razones de mayor peso que alegan los indios y que
en la realidad merecen toda atención piadosa de S.A.
son: que siendo el temperamento de este pueblo, el de
Pandi y Tibacuy muy benigno y templado se les obliga
que vayan a vivir a Pasca, que es extremadamente frío...
la segunda razón estriba en la oposición que tienen los
indios de un pueblo con los de otro, de que nace que no
pudiendo sufrir la incomodidad de que los miren como
forasteros, que les posterguen en las incomodidades del
terreno (que verdaderamente ningunas tiene Pasca), se
aumentan muchas veces con abandono de sus mujeres y
tiernos hijos... que durante el año todos los días cosechan
frutos en su tierra y allá no, donde tendrían que esperar
un año y quizás dos... para ver el grano de cebada o una
turma...” 51

Lo señalado por el Cura Escobar no dista mucho de lo planteado


desde 1774 por el Fiscal Protector de la Junta de Tribunales de Santa-
fé, y evidencian ambos documentos los problemas políticos, culturales

51 AGN, Sección Colonia, Fondo Poblaciones, Tomo VII, folio 23. Citado también por VELANDIA,
Roberto. Op. cit., p. 1097 y 1098.

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63 e Félix Raúl Martínez Cleves

y ambientales del traslado de los indios a sitios distintos a los suyos. Ge-
neraba este proceso de desalojo una fractura social que para este caso -el
de Fusagasugá- se constituiría en el puntillazo final para la desaparición
definitiva de los Sutagaos como comunidad, pues el vínculo ancestral con
su tierra se rompió; su modo de vida, en términos económicos, dados
por el tipo de oferta ambiental que tenía la vertiente y principalmente el
clima templado, desapareció; además, su orden político se vio enrarecido
y golpeado de muerte, al reunir en un mismo lugar indígenas de diferen-
tes étnicas, que, en palabras de Francisco de Solano, 52 “creó tensiones
sociales permanentes”.

En términos políticos, las dificultades se enfatizaban en la pérdida


de poder de las élites indígenas, que no habían logrado caer con la llegada
de los españoles y, en cambio, se moldearon a las circunstancias impuestas
por la Corona. A esto debe sumarse, diferencias culturales de origen pre-
hispánico que marcaron una incisión bastante profunda, probablemente
con la muerte de caciques e indios de Fusagasugá por parte de nativos de
Pasca en los albores de la llegada española a esta región. Esta hipótesis
puede entreverse en el cuestionario hecho en 1560 a los indios antes de la
posesión de Pedro Sotelo (apoderado del encomendero Gonzalo García
Zorro);53 no obstante, este tema merece posteriores y mayores análisis.

El traslado forzoso tuvo para los intereses españoles un éxito bastan-


te limitado, debido a que los indios de Pandi se regresaron a su poblado
y los de Tibacuy nunca se fueron para Pasca, mientras que los de Fusa-
gasugá fueron los únicos que no pudieron volver al lugar que había sido
el centro de su cultura, debido al remate de los solares y el resguardo, la
importante presencia de blancos y mestizos y la baja densidad de la pobla-
ción indígena para hacerle frente al número de los nuevos pobladores ur-
banos (ver cuadro 2). Los Sutagaos finalmente se pierden entre los datos
que sobre los habitantes de Pasca comenzaron a surgir luego del proceso
de independencia y todavía no existe un trabajo que pueda ofrecernos
información sobre el paradero de estos hombres y mujeres, porque en el

52 DE SOLANO, Francisco. Op. cit., 1977, p. 105.


53 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1083.

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64 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

caso de la comunidad ya había sido golpeada de muerte, tal y como se


afirmó con anterioridad.
Parte 9: RUBIELA HERRERA
El fracaso de un trazado

Desde que apareció el trabajo de Roberto Velandia en 1979 se había


dicho que la fundación de Fusagasugá había sido el 7 de mayo de 1776,
pero ya se evidenció que la vida municipal se inició desde el 5 de febrero
de 1592. La aseveración de Velandia se sustentaba con una supuesta acta
de trazado elaborada por Ignacio Pérez de la Cadena -hecho que permitía
afirmar que este individuo era el fundador. Empero, la ausencia de estu-
dios y la pereza intelectual no permitieron una adecuada lectura de ese
documento, que es en realidad el sustento de la orden dada por el Fiscal
Moreno y Escandón para la venta de los solares.

Se decía que dicho documento borraba el trazado del pueblo de


indios y desde entonces se construyó uno nuevo, pero la ligereza de estos
comentarios son evidentes, más cuando solamente se señala un procedi-
miento de medición de la plaza, a pesar de los intereses de los blancos
por ampliarla. Esto último es prohibido en 1777 por el Corregidor del
Partido de Bosa y Pasca, Joseph de Chávez y García, diciendo:

... y habiéndose por mi reconocido el plano que tenía


formado el antecesor comisionado [Ignacio Pérez de la

Cuadro 2. Población del Partido de Fusagasugá, 1775


PUEBLO INDIOS VECINOS
Cabezas de
Total Tributarios Total Familia
Fusagasugá 68 12
Pasca 383 61 988
0 216
0
Tibacuy 140 21 465 96
Pandi
(incluye Cunday) 94 24 692 169

Fuente: Datos extraídos por el Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandón de los libros
parroquiales de los pueblos. Francisco Antonio Moreno y Escandón, Op. cit., p. 72 y 73.

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65 e Félix Raúl Martínez Cleves

Cadena] para el cuadro de la plaza, halle haberle seña-


lado cien varas de largo quedando solamente de setenta
y cinco de ancho, y siendo desproporcionado el referido
cuadro, atento a que dicha plaza se hallaba en buena
proporción en la conformidad que siempre he estado,
capaz para mercados y funciones públicas, que a más de
quedar desproporcionada con las cien varas de largo que
se le había señalado se seguiría el grave perjuicio a los
vecinos que tenían fabricadas las casas de su habitación
en el cuadro por donde se había de alargar, siendo pre-
ciso derribarlas para ejecutarlo, en cuya virtud mande
se mantenga la plaza en la conformidad que hoy esta.”54

Un mayor sustento a la afirmación de la inexistencia de un nuevo


trazado y por ende de una nueva forma urbana que sustituyera el antiguo
pueblo de indios, radica en que el acta solamente logró iniciar la distri-
bución de los solares55, los que sí fueron nuevamente medidos, pero el
silencio de los documentos sobre la reestructuración de las manzanas y las
calles existentes, junto con la incapacidad para cambiar las características
doctrineras de la iglesia con la construcción de una nueva (hecho que so-
lamente se produjo hasta 1865), se constituyen en más pruebas de que los
blancos no pudieron resolver definitivamente su problema de vergüenza,
pues las ciudades son libros de historia sobre los que se puede caminar,
y la traza, todavía hoy vigente (en lo que se denomina como el centro de
la urbe) era un constante recuerdo para aquellos hombres y mujeres que
sustituyeron en el área urbana a los indios.

Y como si lo anterior fuera poco, luego del ejercicio constante de


solicitud por parte de los blancos desde 1772 para que se les dejara el nú-
cleo urbano -posterior a que se les permitió vivir allí legalmente-, su po-
blamiento no se hizo de forma masiva; es más, en 1784, el expedicionario
Antonio de la Torre y Miranda señalaba cómo solamente de 8 a 10 casas

54 AGN, Sección Colonia, Fondo Visitas Cundinamarca. Tomo XII, folio 192v.
55 La medida designada para estos solares fue de 25 varas.

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66 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

existían en torno a la plaza56. Fue necesario que desde 1815, Jorge Tadeo
Lozano, impulsara un crecimiento en la concentración de residentes del
poblado57, hecho que no implicó cambios substanciales. Solamente el de-
sarrollo producido por el café, sumado a la migración constante desde fi-
nes del siglo XIX, le dieron una cara distinta a lo que todavía tenía aroma
a pueblo de indios. Sin embargo, como ya se dijo, la ciudad, y por ende
su territorio (que en este caso es la región del Sumapaz), logra conservar a
su manera todas esas experiencias vividas para que lo actual se constituya
en el resultado de todo un precipitado histórico.

A manera de conclusión

Fusagasugá no fue fundada el 7 de mayo de 1776. Su vida a la ma-


nera española se comenzó a gestar definitivamente desde el 5 de febrero
de 1592, momento en el que Bernardino de Albornoz dispuso “juntar los
indios” para que vivieran en policía. La pereza de los intelectuales locales
ha permitido que se difunda, con muchos inconvenientes, el 7 de mayo
como fecha fundacional, pero es evidente la ausencia de crítica a la obra
de Roberto Velandia y la negligencia para realizar nuevas investigaciones.

En 1776 lo que se produce es un cambio nominal, se pasa de pueblo


de indios a pueblo de blancos, se trasladaron forzosamente los nativos a
Pasca y el espacio dejado por ellos se repartió entre los vecinos -blancos en
su mayoría. La realidad de la supuesta acta de trazado no es otra que un
documento soporte sobre la adjudicación de los solares. A pesar de ello,
los rasgos del pueblo de indios no pudieron sustituirse y gran parte del
conjunto urbano -excepto los solares- continuó siendo el mismo a pesar
de las intenciones, nunca concretadas, de los nuevos pobladores.

Fin parte 9

56 MORENO DE ANGEL, Pilar. Antonio de la Torre y Miranda. Viajero y poblador, siglo XVIII.
Bogotá: Editorial Planeta, 1993, p.234 -242.
57 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1108.

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67 e Félix Raúl Martínez Cleves

segunda parte
Nidos de Caica entre la Maleza

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68 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

c d

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69 e Félix Raúl Martínez Cleves
Parte 10: VICTORIA PATIÑO
Algunos sitios de interés
Balmoral

José Caicedo Rojas58 ya hacía mención sobre la quinta Balmoral en


un artículo publicado en 1882 en el Papel Periódico Ilustrado, refirién-
dose a ella como “elegante” y uno de los “nidos de caica entre la maleza”.
Asimismo, en 1898 Medardo Rivas59, en su conocido libro Los Trabaja-
dores de Tierra Caliente, decía que “es una mansión regia, con toda la
belleza del campo y toda la magnificencia de la civilización”. No es del
todo claro cuándo se sucede exactamente la construcción de la edificación
en cuestión, sin embargo, de acuerdo con la indicación de Caicedo Rojas
y la observación del archivo de la Notaria Primera de Fusagasugá es po-
sible indicar que el levantamiento de la casona de la quinta fue realizado
aproximadamente durante el decenio de los 70 del siglo XIX. Recibiendo
el nombre –Balmoral- de un castillo escoses.

La anterior afirmación puede también soportarse con el contexto


histórico de ese momento. Los 1870, como lo ha señalado Elsy Maru-

58 CAICEDO, José. “Carta dirigida a Alberto Urdaneta”. En: Papel Periódico Ilustrado. 15 de abril
de 1882, Número 13, Año 1.
59 RIVAS, Medardo. Los trabajadores de Tierra Caliente. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular,
1972.

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70 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

landa60, está marcado por la apertura de la frontera, tanto agraria, como


poblacional, precisamente con el cultivo de café y la constitución defini-
tiva de las haciendas en que se producirá. Justamente, Maximiliano Aya,
el segundo dueño de la propiedad, levantada por la familia Argáez, hacía
parte de una de las castas de cafeteros, que según Medardo Rivas61, había
nacido con Manuel Aya Caicedo -padre de Maximiliano Aya-. Aun cuan-
do es preciso aclarar que, Balmoral estuvo dedicada a cultivos menores y
ganadería, mientras los de café se encontraban un tanto más distantes del
área urbana de Fusagasugá.

Balmoral era una de las tantas quintas que rodeaban a la capital de


la provincia del Sumapaz -Fusagasugá. Se encuentra en el sur-occidente
y estuvo hasta los años 70 del siglo pasado en el costado izquierdo de la
vía que comunicada a Bogotá con Girardot, y por extensión, el sur del
país, hasta que se construyó la vía Panamericana y la arteria dejó de pasar
por el frente de la casona. La condición de rural de la propiedad referida
se mantuvo hasta mediados de la centuria pasada, cuando se inició su
proceso de urbanización dando origen a más de una decena de barrios
del actual sector.

La casona es un símbolo del desarrollo material sufrido por la región


durante el período cafetero (aproximadamente entre 1870 y 1950), pues
no solo fue construida con algunos de los mejores materiales de la zona,
sino que a pesar de su eclecticismo posee elementos de mucha relevancia;
entre los que se cuentan las pinturas hechas en los exteriores e interiores
de la casa, que por razones de descuido físico en el presente no existen
estos últimos, pues la casona fue intervenida y el espacio interior del ala
central terminó en un amplio salón.

Las pinturas dan cuenta de ambientes europeos. Eso lo demuestran


varias guías de viaje62, y se constituyeron en elementos de distinción so-
cial, al mismo tiempo que de aprendizaje colectivo. Por un lado, nadie

60 MARULANDA, Elsy. Colonización y conflicto. Las lecciones del Sumapaz. Bogotá: IEPRI, Tercer
Mundo Editores, 1991.
61 RIVAS, Medardo. Op. Cit.
62 Ubicadas en el Archivo Histórico de Fusagasugá.

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71 e Félix Raúl Martínez Cleves

Casona de Balmoral
La Casona Balmoral fue intervenida
entre 2001 y 2003, durante 2007
se realizaron trabajos para detener
el deterioro de los imágenes de sus
paredes exteriores. Allí funciona
actualmente el Archivo General
Municipal, guardián de la memoria
escrita de Fusagasugá y el Sumapaz.

tenía en sus viviendas tantas de estas obras, en paredes y cielos rasos, sin
contar que han sido atribuidos a pintores de origen italiano, hecho que
no ha sido desmentido ni confirmado. Por otro, se constituyeron en una
especie de libros de historia y geografía universal, con los cuales los veci-
nos podían observar lugares, que en la mayoría de los casos no conocerían
sino por ese medio.

En términos urbanos, la casona es igualmente un hito, pues fue la


primera edificación que contó con una línea de conducción de agua, ape-
nas en 1913, diez años antes de la instalación de acueducto en el contor-
no de la plaza mayor. También es una de las primeras en contar con línea
telefónica, durante 1925, y ver la luz eléctrica en sus salones en 1930; no
sobra anotar, que es la segunda edificación, de la entonces área rural, en
poseer este servicio. Estas condiciones facilitaron la urbanización de la
zona que va a dejar la quinta, pero al mismo tiempo sugirió el lugar por
donde la ciudad rompería con la antigua estructura urbana63.

La quinta Balmoral inició en 1933 su proceso de división, luego del


juicio de sucesión de la señora Dora Schoeder de Aya64, el que terminó

63 MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá. Una ciudad soñada. Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2005.
64 Juicio de sucesión de la señora Dora Schoeder de Aya protocolizado por la escritura No. 100 de
enero 21 de 1933 en la Notaria 3 de Bogotá y la partición fue aclarada por escritura No. 592 de
agosto 31 de 1936 en la misma Notaria.

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72 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

en 1954 cuando Maximiliano Aya Díaz65 dividió definitivamente la pro-


piedad entre sus herederos66, desembocando en la Sociedad Urbanizadora
Balmoral Limitada. El proceso urbanizador se limitó al loteo, ejercicio
que implicó la construcción esporádica de viviendas. En tanto la casona,
se quedaba al margen de la edificación y solamente logró conservar dos de
sus tres alas, pues la norte fue destruida para dar paso a una calle. Durante
gran parte de los años ochenta y noventa del siglo XX, el vandalismo y
descuido provocó el deterioro de Balmoral, al punto de destruirse todo su
interior y las piezas, principalmente, de madera y yeso.

Casona La Tulipana
Parte 11: JAIME LÓPEZ

La Tulipana
Actualmente funciona en
esta Casona una fracción
de las escuelas de artes
de la Jefatura de Cultura de
Fusagasugá.

En 1944, Jaime Rodríguez Lalinde adquirió una parte del terreno


de la quinta Balmoral a la familia Aya Schroeder, en el norte de dicha pro-
piedad junto a la Casa del Molino, la quebrada El Arrastradero y el puen-
te de El Águila (todos en el norte y puntos de referencia urbana). Con
la muerte de Lalinde, su hija, Consuelo Rodríguez Arbeláez de Ucrós
vendió el lote en 1952 a Tulia Pinto de Sáenz, quien le cambió su antiguo
nombre de Santa Cruz, al de La Tulipana67.

65 Maximiliano Aya, que al hacer parte de la familia Aya se hizo un importante comerciante de café
y otros productos, como extensión a esa importancia integró la dirigencia de la ciudad actuando
en distintos estrados de la administración municipal.
66 La división extrajudicial efectuada entre Maximiliano Aya y otros fue celebrada por escritura
No. 1.900 de julio 16 de 1954 en la Notaria 6 de Bogotá.
67 Ver: Notaria Cuarta, Escritura No. 953 del 04 de marzo de 1952, Bogotá.

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73 e Félix Raúl Martínez Cleves

Pinto Sáenz hizo de la propiedad todo un jardín, como lo referen-


cian varios documentos ubicados en el Archivo Histórico de Fusagasugá,
y que dan cuenta de cómo los ciudadanos realizaban paseos dedicados a
observar las plantas de distinta índole, en un marco favorable suministra-
do por las condiciones climáticas.

Entre las décadas del cincuenta y el setenta del siglo XX se incre-


mentó la población urbana a una tasa de 6.3 y junto con ello, los proble-
mas de todo orden. Entre los más significativos estaba ofrecer educación
a los niños de esas nuevas generaciones. Por tanto, el alcalde de aquel
entonces, Teodoro Aya, solicita la autorización del Concejo Municipal
para la consecución de un préstamo con el objetivo de comprar La Tu-
lipana y construir allí “centros educativos y de recreación”68. El negocio
finalmente se tasaría en $1.325.000, que el municipio pagaría en partes
que no implicaron la realización de un empréstito69.

El terreno adquirido por el Municipio de Fusagasugá fue dividi-


do para mejorar varios colegios y/o construir gran parte de ellos. Así se
beneficiaron la Escuela La Tulipana y el Colegio Carlos Lozano, que na-
cieron con este negocio, y el Colegio Departamental Femenino, que se
encontraba al norte de la mencionada propiedad. Mientras que la casa,
construida al parecer durante el espacio temporal en que era dueño Jai-
me Rodríguez Lalinde, pasó a convertirse en el escenario de actividades
culturales de la administración local y durante los años 80 (del siglo an-
terior) a ser la Casa de la Cultura (la que desde 1965 -fecha de su consti-
tución definitiva- había transitado de local en local).

Asimismo, la Biblioteca Municipal adquiría un punto de referencia


y se constituyó en partida para su crecimiento definitivo, hasta construir-
se en el terreno de La Tulipana el centro de los libros locales.

68 Ver: Archivo del Concejo Municipal de Fusagasugá y el Archivo Central del Municipio de Fu-
sagasugá. Acuerdos Municipales.
69 RODRÍGUEZ, Luís Alberto y MARTÍNEZ, Raúl. Memorias. Fusagasugá: Colegio de Primaria.
La Tulipana, 2002.

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74 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

La propiedad tiene un valor muy significativo, no sólo por ser el


escenario en el que tuvo cabida las artes luego de mucho tiempo, también
por sus características arquitectónicas que le hacen especial -diferente- en
el conjunto urbano de Fusagasugá. Empero, a las condiciones dispares
con lo urbano local, las técnicas de construcción continuaban siendo las
mismas de la región, con la utilización del barro, piedra y madera regio-
nales.

Hacienda La Puerta

La historia de Fusagasugá y de parte de la región del Sumapaz está


atravesada por la historia de la hacienda La Puerta, sin embargo, son
todavía muchas las investigaciones que hacen falta sobre tan importante
escenario.

El territorio que ocupó La Puerta

La hacienda La Puerta -que podemos decir de entrada que tiene su


origen en el periodo colonial- se construyó sobre la terraza más baja de las
tres que componen el municipio de Fusagasugá, situación que le ubica en
los 1.180 metros sobre el nivel del mar. Sin contar que, de las menciona-
das terrazas es la más cálida y al mismo tiempo la de menor inclinación
con un 8%70.

Este fue uno de los escenarios más significativos del territorio ocu-
pado por los Sutagaos, comunidad indígena que hacía presencia en bue-
na parte de la caída occidental del páramo del Sumapaz. Igualmente, es
posible que se haya constituido en uno de los más significativos puntos
de encuentro de los Sutagaos, pues no está de sobra anotar que lo hoy co-
nocido como áreas urbanas (o poblaciones) no existían entre aquel grupo,
ya que hacían presencia de forma dispersa. La anterior apreciación está
soportada por los hallazgos arqueológicos hechos en dicha zona, entre los
que se pueden contar el esqueleto de un mastodonte encontrado por el

70 Ver: Planes de Desarrollo del Municipio de Fusagasugá y el Plan de Ordenamiento Territorial de


Fusagasugá.

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75 e Félix Raúl Martínez Cleves

Vista contemporánea de la casa central de la hacienda La Puerta.

señor Januario Vizcaíno y que hoy reposa en el Museo de Ingeominas71;


además de pequeñas piezas como puntas de hacha, metates, ollas y otros
tantos que se conservan en manos privadas y sin adecuada catalogación.

Pero, quizá, el caso más importante sea el arte rupestre, funda-


mentalmente petroglifos. Este hallazgo fue hecho por Lázaro Girón72,
y Miguel Triana, importante intelectual colombiano de fines del siglo
XIX e inicios del XX, quien los reprodujo y describió por primera vez
en su libro la Civilización Chibcha73. Estas manifestaciones artísticas no
son aisladas, generalmente su aparición es grupal y da cuenta de la im-
portancia del lugar, en que se ubicaron, para las comunidades nativas.
Lo anterior podría parecer circunstancial, sin embargo, las condiciones
geográficas (antes señaladas) permiten señalar la importancia del lugar
por su cercanía a la tierra caliente (antes habitada por Panches y Pijaos)
y su posición visual privilegiada respecto al cerro del Quininí, uno de los

71 Ver: PEÑA, Joaquín. Fusagasugá: Geografía y monografía histórica del municipio. Bogotá: Edito-
rial Prensa Católica, 1955.
72 VELANDIA, Roberto. hace mención también de la descripción de Girón hecha en 1892, afir-
mando que la “piedra de Chinauta, en la hacienda de su nombre de propiedad de don Daniel
Umaña, en el potrero La Barranca, tiene 15 metro cuadrados de superficie y gran cantidad de fi-
guras humanas y de animales (...) que son más interesantes los de Anacutá, en la hacienda de los
señores Nicolás Osorio y Jacinto Díaz (...) al frente se encuentra otra llamada El Lavadero (...)
relaciona también las piedras de Mata de Guadua y Pie de la Peña y otras de la parte alta del río
Chocho [Panche] (...).” VELANDIA, Roberto. Enciclopédia Histórica de Cundinamarca. Tomo
II. Bogotá: Biblioteca de Autores Cundinamarqueses, Cooperativa Nacional de Artes Gráficas,
1979, p. 1133-1136.
73 TRIANA, Miguel. La civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1984.

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76 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

sitios más significativos para los imaginarios de los habitantes de la región


desde épocas prehispánicas.

Un relato oral sobre el origen del puente de Pandi evidencia cómo


una apuesta entre el cacique Sutagao Pandee y el diablo, que consistía en
la construcción de un puente para poder pasar en días de invierno, cuan-
do el río Sumapaz se crecía, terminó con la furia del diablo por su exceso
de confianza y al mismo tiempo con el nacimiento del puente centro de la
disputa y algunas inmensas rocas -seguramente las mismas que fueron ta-
lladas- regadas fundamentalmente en los antiguos terrenos de la hacienda
La Puerta y que hoy son ocupados parcialmente por la inspección de poli-
cía de Chinauta. Empero, gran parte de aquel arte rupestre fue destruido
en el marco de un amplio proceso de construcción, que implicó entre
otras cosas la ubicación de la zona en cuestión como área suburbana.

El nacimiento y desarrollo de La Puerta


Parte 12: FANNY GARZÓN
El antiguo escenario prehispánico fue modificado por el nacimiento
de la Hacienda La Puerta74, una de las primeras y más perdurables evi-
dencias de la implantación de las políticas españolas para la extracción de
riqueza de América; en este caso centro de la encomienda regional. No es
posible datar con exactitud todavía el nacimiento de esta propiedad y me-
nos la construcción de la casa central, empero, en el momento en el que
se ordena juntar a los indios en un poblado exclusivo para ellos, que es el
de Fusagasugá, por parte del Oidor Bernardino de Albornoz75 la zona que
se reseña como lugar de hospedaje de dicho funcionario español es una
que parece dar cuenta de la misma que luego aparecerá como propiedad
de la hacienda76.

74 No existen datos suficientes que soporten las razones para que a esta propiedad se le diera ese
nombre, empero los españoles continuamente relacionaban las condiciones geográficas de las
zonas donde ubicaban sus propiedades con el apelativo que les daban. Es así, que podemos
afirmar que el nombre La Puerta proviene justamente de la condición de entrada, primero al
territorio Chibcha y segundo al cambio climático que se sucede en este lugar, al iniciar el tránsito
de lo cálido al frío y viceversa.
75 Ver: MARTÍNEZ, Raúl. “El pueblo de indios de Fusagasugá”. En: Cuadernos de Cultura Regio-
nal. Fusagasugá: Jefatura de Cultura, Alcaldía Municipal, 2005.
76 Archivo General de la Nación, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I. Nume-
ración antigua: caja 345; Numeración nueva: caja 192, carpeta 706-707.

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77 e Félix Raúl Martínez Cleves

Hacienda La Puerta
Actualmente la casa de la antigua
hacienda se encuentra afectada por la
construcción de la doble calzada entre
Bogotá y Girardot.

La importancia de La Puerta en el periodo colonial se ejemplifi-


ca con el hecho de que gran parte de los documentos de los residentes
blancos de la región son producidos allí, y esto se incrementa cuando se
refiere a testimonios escritos por parte de los “blancos” de la zona, ante la
inexistencia de un pueblo exclusivo para ellos, pues hasta fines del siglo
XVIII solamente existían pueblos de indios (Fusagasugá, Pasca, Pandi
y Tibacuy). La Puerta fue residencia temporal de los funcionarios de la
Corona en sus visitas a la región, como por ejemplo, el Oidor Joaquín
de Aróstegui y Escoto quien estuvo por estas tierras en febrero de 176077,
dando cuenta dentro del padrón elaborado por él de la presencia de tres
vecinos (recuérdese que en muy pocos informes de este tipo se relacionan
las mujeres y otros grupos sociales).

Asimismo, los documentos fechados por los “blancos” en 1772 se


radicaban desde La Puerta, constituyéndose en el bastión de este grupo
que se habían ruralizado ante su fracaso de hacer ciudad con el caso de
Altagracia de Sumapaz, y que por tanto dirigió los intereses a obtener
un lugar para sus actos colectivos, ese lugar sería Fusagasugá, pueblo de
indios extinguido justamente por un acto elaborado y expedido desde la

77 Archivo General de la Nación, Fondo B.J. Caycedo, Caja 43, Legajo 3, Folio, 88. Una copia de
este documento reposa en la Notaria Primera de Fusagasugá.

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78 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

hacienda en cuestión, como se anota en los documentos que guardan las


mencionadas disposiciones reales:

En ejecución de lo cual el dicho señor doctor Don Fran-


cisco Antonio Moreno, por auto de veinte y tres de di-
ciembre del mismo año, nombró escribano y amanuense,
y en su virtud pasaron con dicho señor a la hacienda de
La Puerta, en donde se formó un interrogatorio (...).78

Interrogatorio que produjo datos sobre el descenso en el número de


indios y la posterior desaparición del poblado para éstos y el nacimiento
de una parroquia. La historia de la hacienda La Puerta está igualmente
cruzada por la presencia de grupos sociales bastante diversos, como es el
caso de los negros esclavos, de quienes se empieza a tener noticia desde
la segunda mitad del siglo XVIII y hasta entrado XIX. Algunas investi-
gaciones en curso desde el Archivo Histórico nos permiten hacer estas
indicaciones. En el Archivo Parroquial de Fusagasugá79 se pueden hacer
un seguimiento del cómo las mujeres, en su mayoría mulatas libres, se
casaban con los negros esclavos, procurando seguramente su libertad y
contribuyendo a incrementar el mestizaje. Los negros estaban en La Puer-
ta con una finalidad especial, sacarle el máximo de provecho a uno de los
trapiches más grandes de la región y ubicado en la mencionada propie-
dad. El trabajo de este pequeño ingenio, consistía en el procesamiento
de la caña de azúcar (producto traído por los españoles a América) para
la producción de panela. No está por demás afirmar que Fusagasugá fue
uno de los centros paneleros más importantes del país hasta entrado el
siglo XX y que en ese concierto la producción de La Puerta fue muy
significativa.

78 MORENO Y ESCANDÓN, Francisco Antonio. Indios y mestizos de la Nueva Granada. A finales


del XVIII. Introducción de MELO, Jorge Orlando y trascripción a cargo de COLMENARES,
Germán y VALENCIA, Alonso. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, Volumen 124, 1985.
79 Ver: Libros de nacimientos, el de matrimonios y el de defunciones.

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79 e Félix Raúl Martínez Cleves

A fines del siglo XVIII Jorge Tadeo Lozano adquirió la hacienda de


La Puerta80. Su compra estaba soportada sobre la idea de sacarle provecho
a un descubrimiento reciente hecho por Antonio de la Torre y Miranda
(en 1783)81, se trataba de la quina, arbusto muy codiciado por José Ce-
lestino Mutis y que encontró por todos los montes de Fusagasugá. Mutis
coordinó los estudios científicos y permitió primero la exportación de
quinas a Europa por parte de Antonio Nariño. La Puerta fue a fines del
siglo XVIII e inicios del XIX un singular escenario ante las continuas
visitas de importantes personajes, a los que se pueden sumar el nombre
de Alejandro Humboldt.

En el escenario de la hacienda se gestaban trascendentales procesos


para el país y Fusagasugá. En este último caso implicó que la produc-
ción de quinas atrajera las inversiones de comerciantes bogotanos y el
aumento del precio de las propiedades, antecedentes a la llegada de la
caficultura a mediados del siglo XIX y que también se implementó en La
Puerta, aun cuando sus condiciones climáticas le condujeron a dedicarse
de forma prioritaria a la ganadería y la continuación en el procesamiento
de la caña de azúcar. Isaac Holton82, viajero norteamericano, daba cuenta
en los años ochenta del siglo XIX, de la razón de La Puerta -propiedad
por ese entonces de Lucas García- como la que tiene “uno de los mejores
trapiches del país”.

El paso de La hacienda La Puerta a la Inspección de Chinauta

La historia de la hacienda La Puerta en el siglo XX está ligada a la


historia de la familia Williamson y su participación en la industria cafete-
ra; sea también el espacio para decir que hace falta un trabajo sobre este
núcleo familiar y su participación en el desarrollo material de la región.

80 Roberto Velandia, afirma que fue Jorge Tadeo Lozano quien realizó la proyección del área
urbana de Fusagasugá a principios del siglo XIX. Empero, es preciso aclarar que los términos
usados en los documentos a veces tiene significados distintos a lo largo de las épocas, y que esa
proyección bien pudo ser simplemente la promoción entre los estancieros (habitantes blancos
rurales) de vivir en el poblado. p.1108
81 Ver: MORENO, Pilar. Antonio de la Torre y Miranda. Viajero y poblador, siglo XVIII. Bogotá:
Editorial Planeta, 1993.
82 HOLTON, Isaac. La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. Bogotá: Publicaciones del Banco
de la República, 1981.

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80 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá
Parte 13: HAZZET ACEVEDO
Ambos procesos -la riqueza cafetera y la construcción de vías- per-
mitieron que se promoviera la idea de construir una carretera que co-
municara a Sibaté con el Boquerón, pasando por Fusagasugá, el llano de
Novillero y La Puerta. Para realizar el trazado de este proyecto se contrató
al ingeniero fusagasugueño Enrique Pabón Lievano. Sin embargo, la na-
ciente Arbeláez hizo los esfuerzos necesarios para que la mencionada ruta
pasara por aquel municipio y no por el llano de La Puerta83. Esta vía que
solamente se inició en 1905, fue terminada parcialmente en 1930.

La existencia desde el mundo prehispánico del camino por la ruta


de Chinauta se mantuvo durante la colonia y parte del siglo XIX y sola-
mente intereses políticos cambiaron esa condición. Pero fue hasta 1944,
cuando por Ordenanza Departamental (No. 21) se dispuso la construc-
ción de la carretera por La Puerta, obra que se inició en los años 50 y que
terminó hasta los 70. Este nuevo intento de disminuir las horas de viaje
y comunicar de forma más rápida a Bogotá con Buenaventura, produjo
un cambio bastante considerable en La Puerta, ya que dejaría su condi-
ción de hacienda para dar paso al fraccionamiento y que respondía a una
alta demanda de turistas que pusieron sus ojos en la terraza más baja y
plana para la construcción de fincas de recreo84, fruto del desarrollo que
traía consigo el paso de la carretera por -prácticamente- la mitad de la
hacienda.

El otorgamiento de la personería jurídica a la junta de acción co-


munal en 196585, primero, y la creación de la Inspección Departamental
de Policía de Chinauta y los Panches86, después, era ejemplo de este desa-
rrollo. Hasta el punto de que en 1979 gran parte de la antigua hacienda
colonial era un sector suburbano.

83 Ver VELANDIA, Roberto. Op, Cit., p. 1131.


84 Ver sobre este tema: MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá. Una ciudad soñada. Prólogo de ZAMBRA-
NO, Fabio. Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2002. 2005.
85 La personería jurídica fue aprobada por Resolución 5009 del 10 de noviembre de 1965 del
Ministerio de Justicia.
86 La ordenanza que creo fue la No. 62 de 1972.

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81 e Félix Raúl Martínez Cleves

En 1982 el Ministerio de Gobierno reconoció la Personería de la Junta


de Acción Comunal de la vereda La Puerta87 y días después, dicha resolución
fue demandada por la Junta de Chinauta alegando que “la documentación
allegada para el trámite y obtención del reconocimiento legal no correspon-
de a la realidad de los hechos que se pretenden acreditar ante esa entidad”88.
Este proceso terminó cancelando la personería de la junta de La Puerta y
dando cuenta de la situación que se presentaba con este hecho: se trataba
de un choque entre lo viejo y lo nuevo, el primero identificado con la
Hacienda La Puerta, que intentaba según lo dice el fallo, que el territorio
que se exponía para la nueva organización fuera justamente el terreno de
dicha propiedad; mientras que la otra parte, representaba lo nuevo, el
desarrollo comercial y turístico.

Casona La Venta

Casona La Venta, antes de ser demolida

La casa central de la hacienda La Venta, perteneciente a la Fami-


lia García-Escamilla desde 1880, es una de las pocas construcciones que

87 Resolución No. 004083 del 23 de diciembre de 1982 del Ministerio de Gobierno.


88 Resolución No. 003289 de 30 de octubre de 1985 del Ministerio de Gobierno.

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82 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

quedan en el municipio con orígenes en el siglo XIX89. Se edificó en el


contexto del auge cafetero suscitado en todo el departamento de Cundi-
namarca y que tuvo uno de sus principales focos en Fusagasugá90, pano-
rama que marcó el desarrollo urbano de esta ciudad.

Durante 1907 su propietario Lucio Escamilla donó parte del te-


rreno -80 metros- para la construcción de un cementerio laico91, que
buscaba beneficiar a practicantes de otras religiones distintas del catoli-
cismo y a personas que hubieran tenido su deceso por causas violentas.
Sin embargo, según las evidencias ubicadas en algunos documentos del
Archivo Histórico de Fusagasugá nunca fue utilizado, a pesar de que al-
gunas administraciones municipales hicieron allí inversiones. Esta parte
del terreno de La Venta fue utilizado desde 1962 para la construcción del
actual hospital San Rafael, actualmente en servicio92.

La casa de La Venta no sólo tuvo importantes visitantes como lo


narran algunos periódicos de los primeros cincuenta años en Fusagasugá
o la misma tradición oral. Sino dentro del conjunto urbano a partir de los
años 60 con el inicio del loteo de zonas de la hacienda, las cuales dieron
origen a gran parte de la comuna suroccidental y que hoy alberga cerca
de 20.000 habitantes. Este último proceso comenzó con la compra en
1962 de un lote para la construcción de vivienda por parte de la Admi-
nistración Municipal, lo que se debía a las condiciones topográficas del
terreno93.

El proceso de urbanización en el sector de la hacienda La Venta estuvo


motivado por las intenciones de unir nuevamente a Fusagasugá con el cami-

89 Notaria Primera de Fusagasugá, Escritura No. 61, 17 de abril de 1880. El terreno fue adquirido
a José Tomás Caicedo.
90 Ver sobre contexto cafetero entre otros: PALACIOS, Marco. El café en Colombia. 1850-1970.
Bogotá: El Colegio de México, El Ancora Editores, 1983. MARULANDA, Elsy. Colonización y
conflicto, las lecciones del Sumapaz. Bogotá: Tercer Mundo Editores, Instituto de Estudios Políti-
cos y Relaciones Internacionales, 1991. LONDOÑO, Rocío. “Los nuevos hacendados de la pro-
vincia del Sumapaz (1890-1930)”. En: SILVA, Renán. Territorios, regiones y sociedades. Bogotá:
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Valle, CEREC, 1994.
91 Notaria Primera de Fusagasugá, Escritura No. 34 del 3 de febrero de 1907. Archivo Histórico
de Fusagasugá, Fondo Alcaldía, Caja 1926-1926.
92 MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá. Una ciudad soñada. Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2002.
93 Ibíd.

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83 e Félix Raúl Martínez Cleves

no que conducía de Bogotá al sur del país -el que es de origen prehispánico94
y que fue mejorado desde el siglo XIX gracias a la necesidad de trans-
portar las cargas de café que circulaban y salían de la región-, pues desde
la construcción de la carretera Panamericana a partir de los años 50 del
siglo XX la vía dejó de cruzar el centro de la ciudad y bordeó la zona
urbana por el occidente. La ruta le había proveído de riqueza desde an-
tes de la llegada española y permitió que sobreviviera hasta el arribo de
la caficultura desde 1870, principalmente. Por lo tanto, era de inmensa
importancia para Fusagasugá volver a tener dentro de su perímetro urba-
no el camino, y ello fue posible gracias al loteo y construcción de zonas
pertenecientes a La Venta desde los años sesenta del siglo XX.

El inmueble en cuestión posee doble importancia. Por un lado es


huella del pasado cafetero de la región y todo lo que ello implicó en la
arquitectura y el conjunto de la historia local, regional y nacional; y por
otro, en su terreno puede observarse los caminos que cruzaban y cruzan
por Fusagasugá y que le han surtido de vida a la ciudad.

Quinta Coburgo

Edificación alzada a mediados del siglo XIX por la familia Cordo-


vez. En 1875 fue adquirida por el señor Demetrio Paredes y años después
pasó a manos de José Bonnet y su esposa Tonny. Este lugar fue escenario
de importantes reuniones sociales e ilustres visitas, entre las que se cuenta
a José Asunción Silva, Rafael Reyes y Enrique Olaya Herrera.

En 1883 se redactaron allí varios artículos de la constitución de


1886. En 1905 se constituyó en la finca de descanso del presidente Rafael
Reyes. Desde allí ordenó la construcción de la carretera Bogotá, Siba-
té, La Aguadita, Fusagasugá. Se dice que algunos de sus árboles fueron

94 Ver: LANGEBAEK, Carl. Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, Siglo XVI.
Bogotá: Publicaciones del Banco de la República, 1987. MORENO, Pilar. Antonio de la Torre
y Miranda. Viajero y poblador, Siglo XVIII. Bogotá: Editorial Planeta, 1993. HOLTON, Isaac
La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. Bogotá: Publicaciones del Banco de la República,
1981. HETTNER Alfred. Viajes por los Andes Colombianos (1882-1884). Bogotá: Publicaciones
del Banco de la República, 1976. VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier. Nueva geografía de
Colombia escrita por regiones naturales. Tomo I. Bogotá: Imprenta de Vapor, 1901.

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84 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

La Quinta Coburgo es la única con declaración como Monumento


Nacional en Fusagasugá

plantados por José Asunción Silva, quien los trasladó de la hacienda La


Palma. En 1929 fue proclamada en Coburgo la candidatura presidencial
de Enrique Olaya Herrera, elecciones donde obtuvo el triunfo.

La familia Bonnet fue una de las más prestigiosas de Fusagasugá y


su mano todavía está en el ambiente, puesto que su donación de un te-
rreno en 1926, permitió que la carrera sexta se extendiera hacia el sur y se
construyera el coliseo de deportes, el coliseo de exposiciones y la Escuela
Santander.

La casa de esta propiedad ha tenido varios usos luego de haber sido


donada a mediados del siglo XX, puesto que allí han estado las oficinas
de la policía, la Casa de la Cultura, la UMATA, entre otras. El Concejo
Municipal estableció, debido a ser el único patrimonio nacional de la
ciudad, su destino para un museo que todavía está por gestarse.
Parte 14: NÉSTOR ALBARRACÍN
Casa del Molino

La Casa del Molino como se le ha conocido desde hace más de 60


años por su primer destino, fue construida en los primeros años del siglo
XX por Germán Cubillos y su familia para usarse como molino produc-
tor de energía, la cual se utilizaba para aserradero y su conducción al mu-
nicipio de Pasca. Se trataba de una de las construcciones más importantes

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85 e Félix Raúl Martínez Cleves

Fotografía de mediados del siglo XX

de aquel entonces, no sólo por el uso de los materiales, sino por su altura,
la mayor al exceptuar la iglesia.

Desde 1994 la Casa del Molino fue adquirida por el Departamento


de Cundinamarca y el Municipio de Fusagasugá, con el apoyo del enton-
ces Ministerio de Salubridad Pública, momento desde el cual funcionó
allí el Centro Piloto de Higiene. Dicho escenario se constituyó en un
modelo de nuevas prácticas médicas en el país, pues se dedicó fundamen-
talmente a la prevención y promoción. Durante esta época la edificación,
sirvió de albergue para una importante cantidad de personas que salían
del lugar donde vivían ante uno de los fenómenos de la violencia sucedida
en este caso durante los años cincuenta.

Según parece, el albergar tanta gente y sobre todo un número signi-


ficativo de niños y niñas huérfanas, favoreció el deterioro del último nivel
de la propiedad –un tipo de altillo-, por razón de que era el dormitorio de
los infantes quienes ante la ausencia de sanitarios y pañales contribuyeron
con sus líquidos urinarios al daño definitivo del piso de madera que tenía
el espacio en cuestión.

La década de los sesenta trajo consigo el desinterés por la propiedad


en la medida que las tareas para las cuales se destinaba comenzaron a

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86 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

sustituirse por el hospital, situación que se acrecentó con la inauguración


de la nueva sede del Hospital San Rafael en 1972. Sin embargo, no tardó
mucho en ser nuevamente habitado, ahora desde los años setenta por
instituciones educativas, actividad que se continuó en la década siguiente.
Para los últimos años de los ochenta nuevamente cayó en desuso y ter-
minó convirtiéndose en el lugar para depositar objetos, tarea que afectó
considerablemente sus condiciones físicas. Por tanto, en el año 1996,
durante el gobierno del alcalde César Manrique, se decidió remodelar el
lugar con el objetivo de ubicar allí las oficinas de la Fiscalía que serviría a
toda la región. Organismo –la Fiscalía en su conjunto- que funciona en la
Casa del Molino desde entonces.

La reclusión de extranjeros en el hotel


Sabaneta
El arribo de extranjeros, y de forma especial de alemanes, a Fusa-
gasugá y la región del Sumapaz no data de mediados del siglo XX. En
cambio, es posible tener noticia desde el siglo XVI con el paso de las
huestes de Nicolás de Federman; así mismo, lo hará Humboldt y otros
tantos científicos y viajeros entre los siglos XVIII y XIX. Medardo Rivas,
por ejemplo, en su texto Los trabajadores de tierra caliente indicaba la

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87 e Félix Raúl Martínez Cleves

Fotografía publicada en 1944 por el periódico El Espectador

necesidad de acoger a los alemanes, especialmente por las condiciones de


su mano de obra.

Pero ¿por qué escoger a Fusagasugá como escenario para la reclu-


sión de alemanes, italianos y japoneses en el marco de la Segunda Guerra
Mundial?

Desde principios del siglo XX había crecido una tendencia antinor-


teamericana debido a la pérdida del Canal de Panamá y sus políticas in-
ternacionales para con Latinoamérica. A lo anterior, es necesario agregar-
le que esta zona de fuerte influencia liberal asociaba las prácticas fascistas
con las actuaciones conservadoras. La decisión, entonces, de confinar los
extranjeros en Fusagasugá tuvo dos motivaciones. La primera de ellas es la
cercanía del presidente de ese momento –Alfonso López Pumarejo- con
la región. La segunda, fue la proximidad con Bogotá y la construcción
desde la segunda mitad del siglo XIX de propiedades con ciertos lujos que
tenían como función el veraneo.
Parte 15: DANIEL TRIVIÑO
En el caso de la primera motivación, Colombia había entrado en
la guerra debido al hundimiento de 3 goletas colombianas en el Cari-

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88 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

be por parte de submarinos alemanes, hecho del que hasta hoy no se


han clarificado sus causas. Así, el gobierno nacional terminó –dice David
Bushnell95- contribuyendo en la defensa del Canal de Panamá y redujo
el temor estadounidense para con la zona. Empero, Estados Unidos soli-
citaba vía su embajador en Bogotá hechos concretos al presidente López
Pumarejo, quien había hecho todo lo posible para dilatar la solicitud del
confinamiento de los extranjeros originarios del eje, ante su cercanía a
uno de esos grupos, los alemanes. Sin embargo, la autoridad presidencial
estaba lo suficientemente débil como para no seguir dando largas a las
continuas peticiones del diplomático, más cuando recibiría apoyo nor-
teamericano en caso de posibles disturbios contra el gobierno. Semejante
situación no sería muy distinta de lo sucedido de forma posterior en la
intervención colombiana en la guerra de Corea.

Ante las pocas opciones, el camino era ofrecer al grupo de extran-


jeros –escogidos por su supuesta peligrosidad- un lugar con ciertas con-
diciones de bienestar, el hotel Sabaneta en Fusagasugá. Este municipio
había sido visitado por el mismo López de forma relativamente periódica
desde el gobierno de Enrique Olaya (1930-1934), debido a la cercanía de
este último con varias de las familias más prestantes de la región.

Así, el 25 de marzo de 1944 se inició la concentración de los “súb-


ditos del eje” –como fueron llamados. Los fusagasugueños habían atibo-
rrado la plaza central y toda la carrera sexta hasta el camino que conducía
al sitio de reclusión, bordeando la quebrada La parroquia –lugar que hoy
ocupa la Avenida de Las Palmas. Los primeros 44 alemanes, de un grupo
de 150 extranjeros serían recibidos con todo el morbo que una población
acostumbrada a la calma puede emanar; sumado a ello, estaba la lectura
de unos lugareños más radicales que veían el “demonio” encarnado en la
presencia de aquellos hombres.

La empolvada carretera que conducía desde Bogotá en esos días pa-


saba por todo el centro de la ciudad, constituyéndose en la artería que
nutría de sabores, olores y colores. Fusagasugá había crecido bastante para

95 BUSHNELL, David. “Colombia y la causa de los aliados en la segunda guerra mundial”. En:
Revista Credencial Historia. No. 67. Bogotá: Julio, 1995

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89 e Félix Raúl Martínez Cleves

mediados del siglo XX en comparación a los últimos años del siglo XIX,
pero no había roto la antigua estructura urbana, limitada por quintas,
chalets y haciendas. Sabaneta era justamente una de esas propiedades,
había aparecido a fines del siglo XIX como chalet y con el crecimiento de
los veraneantes años después la familia Palau –de origen español- la había
convertido en un exclusivo hotel, no sólo por las condiciones económi-
cas de los visitantes, también por los elementos arquitectónicos hechos
evidentes en la piscina, el gimnasio ubicado al aire libre, los exuberantes
jardines y senderos, entre otros.

En el marco de esas condiciones materiales la reclusión no sería en


ningún momento un “campo de concentración” dadas las libertades con
las que contaban los extranjeros. El geógrafo Ernesto Guhl dio cuenta de
lo que allí sucedía:

Ser alemán era complicado. Cuando Colombia se decla-


ró beligerante frente a Alemania, tuve que salir {de la
Escuela Normal Superior}. Se prohibió emplear súbditos
alemanes, así no fueran nazis. Mi destino entonces era
Fusagasugá. Me salvé porque me casé con una colom-
biana. Tiempo después estuve en Fusagasugá. Veníamos
de Pasca con Miguel Fornaguera, Milciades Cháves y

Ruinas de Sabaneta en el año 2003.


Fuente: Libro Historia y geografía de Fusagasugá, 2003.

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90 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Roberto Pineda. Nos detuvimos y allí estaban los ale-


manes del llamado campo de concentración jugando
naipes. ¡Vagabunderías! Me da risa. Aquí no tienen ni
idea de lo que es un campo de concentración”96.

La reclusión constituyó un referente singular para los imaginarios


de los fusagasugueños de aquella época, trasladado de cierta manera has-
ta nuestros días. Para algunos, como Jorge Lombo97, eran “veraneantes
forzosos, gente adinerada, tranquila y práctica”, para otros se trataban de
verdaderos “hijos del demonio”. Desde el mismo día de su recibimiento
en las calles céntricas ya se divisaba lo que sería la forma posterior de
observar a aquellos extranjeros; un hombre, luego de gritar “abajo los
nazis”, fue encerrado por un día, esto ya daba cuenta de las reservas de los
lugareños para con los visitantes. Sin lugar a dudas, el gobierno no estaba
dispuesto a que estos hombres respetables, sobre todo los alemanes, fue-
ran maltratados, pero igualmente, poco podían hacer ante los informes
de los Aliados que eran reproducidos a su vez en un parlante que hacía las

96 BONILLA, María Elvira. “Solamente se ve lo que se sabe. Entrevista a Ernesto Guhl”. en Boletín
Cultural y Bibliográfico, No. 1, Volumen XXI, Biblioteca Luis Ángel Arango, 1984.
97 Entrevista a Jorge Lombo, 1984, aparecida en GALVIS, Silvia y DONADIO, Alberto. Colombia
Nazi. Medellín: Editorial Litoimpersos, 2002, p.250.

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91 e Félix Raúl Martínez Cleves

veces de emisora y donde se demonizaba constantemente a los miembros


del Eje.

Pero el morbo edificó una práctica entre los fusagasugueños98, la


cual se trataba de ir a observar a los extranjeros al final de la tarde, pasa-
tiempo similar a lo que sucede cuando llega un circo. El hecho de verlos
tras una cerca de piedra bastante baja implicaba la elaboración de co-
mentarios sobre el tapiz de lo que se escuchaba sobre ellos en la emisora
local. De este modo las historias que demonizaban el lugar comenzaron
a pulular, pues según se decía se escuchaban gritos de terror, se hacía
brujería o simplemente el hotel estaba hechizado gracias a la influencia
de aquellos hombres.

Esos relatos tenían otros soportes, uno de ellos el lenguaje amplia-


mente indescifrable, sumado a las actuaciones nunca antes vistas como
tomar el sol o nadar con muy poca ropa, o el hecho de que las mujeres
que los visitaban se vistieran con pantalón99. Este último caso implicó la
denuncia de muchas señoras de la ciudad ante el párroco, pues conside-
raban que semejante situación era inmoral. Al final, el cura explicó a las
fusagasugueñas que el vestir de esa manera se debía a la necesidad de las
extranjeras de evitar que el viento de estas tierras les levantara las faldas y
en ese momento cometieran realmente un acto inmoral.

Las condiciones estaban echadas para que luego de marcharse los


obligados visitantes el Hotel Sabaneta dejara su opulencia, y no porque
haya quedado quebrado, pues el gobierno se encargaba de retirarles de las
cuentas bancarias de los extranjeros el costo de su estadía. Lo atractivo
que era antes de 1944 cambió por las maneras terroríficas en que los fu-
sagasugueños lo presentaban con todos los relatos que construyeron a lo
largo de la verja. Cuál sería el impacto de los imaginarios construidos que
el hotel terminó cerrando y la propiedad llevó a cabo un lento proceso
de deterioro, acelerado por los usos que desde los últimos años se le han
dado.

98 También descrita por LÓPEZ, Alfonso. Los elegidos. México: Editorial Guarania, 1953.
99 GALVIS, Silvia y DONADIO, Albero. Colombia Nazi. Op.cit. p. 252.

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92 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

A los fusagasugueños no les interesó salvar una construcción que


para todos estaba “embrujada”, situación que fue apoyada por el desinte-
rés de los administradores de la ciudad en lo concerniente al cuidado de
los bienes de interés cultural, evidenciado en la ausencia de políticas pú-
blicas sobre el tema. Hoy quedan solamente algunas ruinas que se obser-
van entre elementos de construcción que se venden allí, y por supuesto,
los espantos que por las noches siguen deambulando los senderos que la
naturaleza se ha encargado de borrar.
Fin parte 15

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93 e Félix Raúl Martínez Cleves

tercera parte
Mujeres: Pensar Obrando

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94 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

c d

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95 e Félix Raúl Martínez Cleves
Parte 16: JULIANA RAMÍREZ
Las memorias del fuego
Apuntes sobre la historia de las mujeres
fusagasugueñas

Mujer antigua global

La mujer fecundadora ancestral de la tierra, es madre de la memoria,


de esa capacidad de mantener atada una sociedad a pesar de las dificulta-
des, no en vano en la mitología griega:

Hesíodo invoca a la Titán de la memoria, la bella y


lánguida Mnemosyne, cuya presencia se considera in-
dispensable precondición del razonamiento humano.
Mnemosyne, como fruto de su relación con Zeus, ha
concebido nueve hijas, las Musas. Una de ellas es Clío,
la historia, quien comparte con sus hermanas la misión
de aliviar los problemas de los mortales, prometiéndo-
le el olvido de sus preocupaciones mediante el ejercicio
de sus virtudes artísticas. Hija de dios y de titán, Clío
desciende de la estirpe de Cronos, su abuelo paterno, el
destronado dios del tiempo; mientras que su genealogía
materna la vincula a divinidades protectoras de la sabi-
duría. La relación de Clío con su madre Mnemosyne es
estrecha y cotidiana, sus vínculos son innegables y una
es condición necesaria de la otra. Historia y memoria
encuentran, así, su ligazón primigenia en una de las
metáforas mitológicas más antiguas de Occidente100.”

La mujer es conservación y multiplicación de la cultura, que no sólo


se hace con libros, también con oralidad, con gestos, signos y símbolos.
Pero los discursos de poder han construido una imagen funcional de la
mujer como bien lo ilustra Eduardo Galeano:

100 Introducción: Historia y Memoria, p. 1. Documento extraído de Internet, enero de 2005.

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96 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Detrás de todo gran hombre, hay una mujer. Frecuente


homenaje, dudoso elogio: reduce a la mujer a la con-
dición de respaldo de silla. La función tradicional: la
mujer es hija devota, abnegada esposa, decora, consuela
y calla. En la historia oficial, esta sombra fiel sólo mere-
ce silencio. A lo sumo, se otorga una que otra mención a
las señoras de los próceres. Pero en la historia real, otra
mujer asoma por entre los barrotes de la jaula. A veces,
no hay más remedio que reconocer su existencia101.”

Desconsolador que nuestras mujeres también admitan que no “hay


más remedio que reconocer su existencia” y terminen sintiéndose como
el respaldo de la silla, todavía más, cuando de prehistoria se trata. Los
medios han construido el imaginario de cómo los primeros grupos de
mujeres eran arrastradas del cabello por un fuerte y barbado hombre que
posee un garrote, amenazando utilizarlo si su trofeo -la mujer- decide
resistirse a semejante trato.

Pero la teoría de la historia ha planteado una mujer distinta. Pues


fue ella quien de forma primaria ejerció el poder en la sociedad huma-
na, así lo dejan ver estudios contemporáneos, que sostienen además su
importancia en descubrimientos cruciales como los de la agricultura y el
fuego, que cambiaron para siempre la historia de la humanidad. Luego,
en el inicio del Neolítico su poder daría paso al de los hombres, para que
fueran ellos los escritores de los libros en los que los héroes, los forjadores
de la sociedad sean machos, repletos de hombría y desconocedores de lo
femenino en la construcción del planeta.

En su paso de animal a sociedad el hombre no pudo romper con


su legado: el instinto. Ese mismo que provoca que en la mayoría de las
especies la hembra sea preñada por el macho y luego éste desaparezca,
abandonando a sus hijos. La mujer, sin embargo, de forma muy similar
a las hembras simios cuando le muestran la cola al macho en signo de
poder, logró controlar su cuerpo, constituyéndose en una de las primeras
formas de dominar la raza humana.

101 GALEANO, Eduardo. Ser como ellos y otros artículos. Ediciones Reed: 1994, p. 10.

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97 e Félix Raúl Martínez Cleves

Lo anterior, debe sumarse a la división del trabajo, proceso en el


cual la mujer se quedaba en la vivienda. En primera instancia por su
característica natural de cuidar sus crías, y segundo, por las condiciones
físicas que la evolución le otorgó. Esto le permitió que no sólo cuidara a
sus hijos y los educara, reproduciendo el conocimiento alcanzado por su
comunidad, también que por medio de la observación descubriera cómo
una semilla caída al piso retoñara y con ello el principio de la agricultura;
al igual que, con su dedicación y paciencia mantuviera el fuego, dos ele-
mentos fundamentales en el desarrollo posterior de la humanidad.

La mujer en el siglo XVIII


Las mujeres desde fines del siglo XVIII
fueron el motor de la actividad comercial
en Fusagasugá, contribuyendo en
mantener la vivacidad económica del
municipio

Estos tres elementos son baluarte de la memoria colectiva, pues


mientras los hombres iban a cazar y pescar, y cuando tenían éxito hasta
fiestas hacían (este es posiblemente el origen de la fiesta, al celebrarse sus
esporádicos triunfos), la mujer construía la sociedad, reproduciendo los
saberes, desde aprender a comer, pasando por la utilización de las armas
hasta los mecanismos para la agricultura. Esta historia no tiene un final
feliz, el hombre al iniciarse el Neolítico se da cuenta que su líquido se-
minal es el que permite la reproducción de la especie, de la comunidad,
y esto según él le da el poder suficiente para controlarla. Sustituyendo
con instinto, con natura, el proceso mental desarrollado por las hembras,
abriendo paso a la formación de los estados y la constitución de la pirámi-
de social donde el rey o faraón -hombre- ostentaba el poder.

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98 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

En términos de vida, la mujer no ha sido proveedora


de vida, solo receptáculo...el logos equivalente al semen
masculino, poseía la virtud de crear; éste arrojaba se-
men; la jora, la mujer era ánfora que contenía la si-
miente102.”
Parte 17: ÁNGELA CAMARGO
La enamorada mujer medieval

Las mujeres derrocaron estados, fueron utilizadas para construir


otros, no sólo alcanzaron el poder siendo reinas, sino que hacían parte
de complejas relaciones políticas que buscaban a través del matrimonio
imponer gobiernos en inmensos territorios. Pero en este uso de la mujer
como objeto, surgió el amor cortesano, en el que los cuentos de hadas son
lo suficientemente explícitos. En este hermoso ritual domina el verbo,
y lo hace porque lo provoca, lo hace por encima del sentido de la vista,
de los efectos producidos por la luz que tanto gustan a los hombres103,
así las mujeres son enamoradas por ogros, sapos y dragones, que las con-
mueven con sus relatos de vida, hasta extasiarlas y provocar que sus besos
lleguen a horripilantes labios para que la magia convierta a estas feas es-
pecies en encantadores príncipes.

Este final desde luego es una construcción masculina, que no per-


mitiría que una bella mujer estuviese con un monstruo, a pesar de que
ella se enamoró y rompió sus preceptos por él.

Las mujeres no sólo son gestoras de grandes estados, provocadoras


de amores, sino contenedoras de las más fuertes emociones humanas;
lo masculino es guerra, contienda cuerpo a cuerpo, sed de sangre que
satisface al corazón de este género. Así, las prostitutas son amortiguadores
sociales, logran controlar las ansias de violencia que motivan a los hom-
bres a entablar constantes disputas con otros estados, a batirse en duelo

102 Ver al respecto: LÓPEZ, Martha. “Patrimonio, memoria y devenir mujer”. En: TORRES, Carlos.
VIVIESCAS, Fernando. y PÉREZ, Edmundo. Compiladores. La ciudad: hábitat de diversidad
y complejidad. Santafé de Bogotá: Universidad Nacional, Cátedra Manuel Ancízar (Pensar la
Ciudad: una mirada hacia el próximo milenio), Facultad de Artes, 2000, p. 267.
103 Ibid.

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99 e Félix Raúl Martínez Cleves

y juegos de caballería, cuando fueron censuradas no solo los muertos


crecieron, asimismo las violaciones.

En el imaginario dominante, la mujer es por doquier


naturaleza: es igual a la tierra, igual a metonimia con
los flujos de su cuerpo y remeda el orden de los ciclos;
en la medida que se asimila a la naturaleza, se le su-
pone apropiable, y por tanto se toma posesión de ella;
la mujer ha sido signo de intercambio simbólico entre
los hombres y esto ha hecho decir a Levi-Strauss que la
cultura se instaura sobre la base de la circulación de las
mujeres; el referente es un Umun de poder, que marca
y determina el intercambio sexual de las mujeres104.”

Mientras esto sucedía en la historia global, nuestra mu-


jer local también construía sus estructuras sociales y se consti-
tuía en la tenedora y contenedora de la memoria local, esa mis-
ma que, como señala Martha López, trasciende el tiempo y el
espacio, porque renueva el vínculo esencial de la mujer, el comienzo,
el nacimiento, que lo masculino desprecia, prefiriendo la muerte105.
Pero hasta el origen de la palabra historia acentúa en relación mujer-
inicio, pues historia deriva del griego histeria, el mismo grito dado por
seres humanos al nacer.

Mujer, chicha y memoria

Nuestra mujer Sutagao fue la contenedora de la memoria, ya que


ella fue la productora por excelencia de la chicha, licor que identifica los
rasgos culturales chibchas, pues era extraída del maíz, fruto de la madre
tierra. La chicha es mujer, no sólo por la relación espiritual entablada
con aquella madre tierra, sino porque la preparación de esta bebida es

104 Ibid, p. 267.


105 Ibid, p. 271.

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100 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

La chicha
El mayor número de chicherías,
ubicadas en las carrera sexta entre
calles primera y sexta, eran atendidas
por mujeres. Del cobro del impuesto
a dicha bebida se financiaron
muchas de las obras públicas de la
primera mitad del siglo XX

responsabilidad femenina, es ella quien al masticar el grano y gracias a


las composiciones químicas de su saliva convierte el almidón en azúcar
e inicia el proceso de fermentación; conocimiento transmitido durante
generaciones.

La bebida fue utilizada por los indígenas de dos maneras. La prime-


ra, como refresco, utilizado diariamente en medio de las labores cotidia-
nas y sin mayor fermentación. La segunda, como licor, donde la fermen-
tación pululaba y se utilizaba para beber en la fiesta, momento en el que
se hacían prácticas religiosas, invocando a los dioses y protegidos a su vez
por uno de ellos, cuando menos mientras duraba la celebración, quien se
denominaba Nemcatacoa, divinidad festiva, similar, sí se quiere, a Baco.
En este marco, la mujer preserva su cualidad desde el inicio de la huma-
nidad, la de guardiana de la memoria, pues no sólo prepara la chicha,
sino que motiva que la oralidad -mecanismo de comunicación por ese
entonces- reaparezca constantemente.

Con la llegada de los españoles, la mujer, contenedora de la me-


moria, se hace reproductora social, pues es ella quien tras largos siglos de
imposiciones religiosas, mestizaje y conservación de la palabra al lado de
la chicha, reconstituirá los baluartes de la familia hispanoamericana. Pero
como si lo anterior fuera poco, en nuestro caso específico las indias de la
región asumieron las cargas de los sueños masculinos, encarnados en sus

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101 e Félix Raúl Martínez Cleves

fugas que pretendían desligarse de la dominación europea y que buscaba,


por su puesto, su libertad. Las mujeres fueron encarceladas porque sus
esposos huyeron y no continuaron por obvias razones el pago del tributo,
pero mientras los hombres no regresaran no serían liberadas; aceptaron el
duelo público junto con sus hijos, convirtiéndose como aquel prehistóri-
co legado: en las abandonadas.

Al respecto el Oidor Joaquín de Aróstegui en 1760 ordenaba la sus-


pensión de esta práctica:

... así mismo se manda por providensia general el que


no prendan a las mugeres como acostunbravan tener-
las en la cárcel hasta tanto que parecieran sus maridos,
atento a que el tributo es personal y carga únicamente
sobre la persona... ni los hijos por el padre...”

Empero, la pretensión de Aróstegui no era liberar de semejante car-


ga a las mujeres, era en cambio no permitir que el adoctrinamiento de los
indios cesara y con ello su dominación,

... y para que todos los indios de aquel pueblo vayan con
toda livertad y sin el menor temor a oir el santo sacrifi-
cio de las misas los domingos y demás dias de fiesta que
les obliga: se mande por providencia que con ningún...
se les cobre en semejantes dias tributo ni otra deuda
particular sea la que fuere = y atento a que todas estas
providencias se den en beneficio espiritual y temporal de
los indios a que deben aplicar su zelo todos los curas se
les exorta, ruega y encarga así al actual cura economo
del pueblo...”

Las mujeres tendrían que llevar sobre sus espaldas el costo de las
condiciones de frontera que tenía el Sumapaz y por supuesto Fusagasugá
en el concierto colonial -donde está zona poseía débil control político y

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102 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

social-, por eso la preocupación del visitador Aróstegui, y como conse-


cuencia de ello la fuga de indios, el recibimiento de otros provenientes de
variadas regiones y un mosaico mestizo incomparable, con indios, blan-
cos, negros, mestizos y mulatos. Todo parece indicar que años después
de la visita del funcionario de la Corona ellas dejaron de pasar por tales
penurias, pero también al poco tiempo todos los indios e indias fueron
desplazados a Pasca debido a los intereses de algunos blancos, pero igual-
mente a la fuga y disminución de los indios tributarios.

Todavía sabemos muy poco sobre los procesos desarrollados por los
negros y negras esclavas en Fusagasugá, pero es evidente en los libros pa-
rroquiales el cómo las mujeres, en su mayoría mulatas libres, se casaban
con los negros esclavos, procurando seguramente su libertad. Lo anterior
y las quejas de distintos funcionarios reales por el alto mestizaje no sólo
son evidencia del débil control social y político, también es posible suge-
rir que ante esa escasa vigilancia la mujer motivada por el amor y no por
la conveniencia podía entablar relaciones “ilícitas” con quien mejor le pa-
reciera, estaba teniendo derecho a su cuerpo, al goce; ese mismo mutilado
constantemente por las instituciones (de orden masculino).
Fin parte 17
La mujer republicana y trabajadora

Todo lo anterior, la mujer global antigua, la medieval, la prehispá-


nica y colonial, es un proceso que evidencia toda una herencia de jerar-
quización social, política y económica, donde lo femenino, y todo lo que
a ello huela, era entendido como el “espaldar de la silla”; empero es ese
espaldar el que permite que lo masculino no se caiga y rompa su cuerpo
con el piso.

La mujer era considerada como un objeto, bien sagrado


o bien de placer. En el primer caso, el modelo impuesto
era el de virgen-madre, en virtud del cual podía acceder
a la vida religiosa, en cuyo caso quedaba bajo la tutela
de la comunidad, en calidad de esposa de Cristo y ma-
dre espiritual. La otra alternativa paradigmática que

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103 e Félix Raúl Martínez Cleves

se ofrecía a la mujer era el matrimonio, que suponía


renunciar a las libertades y derechos mínimos que tenía,
en beneficio de su esposo. La de ser objeto de placer, se
reservaba generalmente a las mujeres del pueblo, que
personificadas en la mujer indígena desde la conquista,
constituían parte del botín de guerra y objeto de pose-
sión del invasor europeo106.”

A pesar de la óptica masculina de posición secundaria de


la mujer, la presencia de ésta en la historia decimonónica de Fu-
sagasugá es considerable, más si se tiene en cuenta su partici-
pación en la vida económica de la población. El censo de 1859
mostraba 417 artesanos de los cuales el 75% eran mujeres107,
reflejando la mano de obra femenina y la manutención de la actividad
comercial de la localidad -condición prehispánica-, que fue ayudada con
la elaboración y venta de chicha, prácticas que mantuvieron a Fusagasugá
como la aldea más grande de la zona.

Empero, este tipo de actividades limitadas a un carácter domesticó y


en buena parte urbana, no fueron las únicas, pues las mujeres constituían
el 30% de la personal que participaba en las labores agrícolas108. Seme-
jantes datos ubican al supuesto sexo débil en una posición privilegiada
dentro de la consecución de la riqueza local. Es también evidente que la
importancia en términos económicos de Fusagasugá fue a mediados del
siglo XIX relativamente baja en comparación con otras zonas de Cun-
dinamarca, pero será a partir de fines de esa centuria cuándo entrará de
manera definitiva en el concierto departamental y nacional, y en este
contexto las mujeres continuaran con sus contribuciones, opacadas por la
historia masculina y la participación masiva de este género en los procesos
políticos que conducirán a las famosas “luchas agrarias”.

106 VELÁSQUEZ, Magdala. “Condición jurídica y social de la mujer”. En: Varios Autores. Nueva
Historia de Colombia. IV Educación y Ciencia, Luchas de la Mujer, Vida Diaria. Bogotá: Planeta
Colombiana Editorial S.A., 1989, p. 10.
107 AGN, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, Caja 38. Citado por PALACIOS, Marco. El café en
Colombia, 1850-1970. Bogotá: El Colegio de México y El Ancora Editores, 1983, p.149.
108 Ibíd.

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104 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

El trabajo callado de la mujer haciendo maletas, preparando chicha


y guarapo, vendiendo abarrotes y ayudado en las jornadas de recolección
en el campo, fue todavía más opacado con la legislación del siglo XIX que
terminó enmarcado en las imposiciones de la regeneración que dejaron
a la mujer en una posición servil y sin participación jurídica. Muy pocos
fueron los logros, en la mayoría politiqueros dados a las mujeres desde el
punto de vista legal hasta la Constitución de 1991, como sucedió con el
permiso para que pudieran elegir y ser elegidos, no era sólo una opción
que les daba un “gobierno abierto”, en cambio, se trataba de un mecanis-
mo para que Rojas Pinilla adquiriera una base electoral amplia. Empero
a estas prácticas, las mujeres aprovecharon la rendija y se incluyeron en el
poder político colombiano, y por desde luego local.

Y mientras nuestras mujeres debían llevar nuevas segregaciones, for-


taleciendo más su posición de espaldar de silla dentro de las normas dadas
por los hombres, en distintos lugares del mundo ellas estaban exigiendo
sus derechos, a pesar de las recriminaciones masculinas. Ese es el caso
del tan famoso 8 de marzo -que además hoy nos congrega-, el que según
la historiadora canadiense Renée Côté no se produjo la muerte de unas
obreras que hacían una huelga en una fábrica textil de 1857, pues de ello
no existen pruebas documentales y mucho menos que un hecho relativa-
mente aislado diera el piso para establecer una jornada internacional de
las mujeres109.

Las investigaciones de historiadoras feministas seña-


lan que lo que pasó en 1857 fue, en verdad, la rea-
lización de una marcha convocada en el mes de
marzo por el sindicato de costureras de la compañía
textil de Lower East Side, de Nueva York, que reclama-
ban una jornada laboral de sólo 10 horas.

Diez años después, en 1867, también en el mes de mar-

109 CÔTÉ, Renée. citada por PORTUGAL Ana María. 8 de marzo día internacional de la mujer.
Especial Isis Internacional, www. isisinternacional.com, 03 de marzo de 2005.

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105 e Félix Raúl Martínez Cleves

zo, tuvo lugar una huelga de planchadoras de cuellos de


la ciudad de Troy, en Nueva York, quienes formaron un
sindicato y pidieron un aumento de salarios. Después de
tres meses de paro, las huelguistas se vieron obligadas a
regresar al trabajo sin haber logrado su demanda.

La historia del 8 de marzo está cruzada por situa-


ciones y hechos que muestran un escenario más com-
plejo y rico en acontecimientos marcados por la Pri-
mera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la lucha
por el sufragio femenino, las pugnas entre socialistas
y sufragistas, y el creciente auge del sindicalismo fe-
menino durante las primeras décadas del siglo XX en
Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.

Los orígenes del Día Internacional de la Mujer están


ligados a los partidos socialistas de Estados Unidos y
Europa, en particular al protagonismo de las mujeres
del Partido Socialista Norteamericano que, desde 1908,
instauraron unas jornadas de reflexión y acción deno-
minadas Woman’s Day. La primera tuvo lugar el 3 de
mayo de 1908, en el teatro Garrick de Chicago, con
el objetivo central de hacer campaña por el sufragio y
contra la esclavitud sexual110.”

Este proceso que inicialmente no tiene nada que ver con las arte-
sanas y agricultoras de Fusagasugá llegó años después luego de muchos
filtros, para apoyar las diversas participaciones de las mujeres en la exigen-
cia de sus derechos no sólo laborales, sino políticos y fundamentalmente,
sociales.

110 Ibíd.

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106 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

La revolución silenciosa de la mujer

Las chicheras fueron importantes líderes políticos, poco historiadas


ante la ausencia de fuentes documentales, pero continuaron con el lega-
do de contenedoras y activadoras de la memoria. Las chicherías, lugar
exclusivo para los hombres de fines del siglo XIX y XX, eran atendidas
en su gran mayoría por mujeres, sus propietarias y productoras del “licor
soberano”. Allí, los machos definían las tácticas de protestas a utilizar en
defensa de sus derechos, vulnerados por los hacendados cafeteros, mien-
tras las mujeres escuchaban y grababan las distintas retóricas para que
al día siguiente ellas mismas reanudaran las conversaciones rotas por la
embriaguez.

Eran estas mujeres sin nombre, discriminadas por las que podían
participar en fiestas de los salones del entonces Club Fusagasugá, las mis-
mas que conservaban y difundían la memoria local, que provocaron que
los movimientos sociales se fortalecieran, se constituyen al igual que en
un escenario anterior en reproductoras sociales, es decir, mantienen la cua-
lidad de trascender el tiempo y el espacio e ir al origen, recordando, ate-
sorando, pero continuamente restituyendo, para que la sabiduría popular
fuera y sea usada.

Pero las mujeres no sólo mantienen la memoria, también el con-


junto de la sociedad pues es principalmente desde los años veinte del
siglo XX cuando los hombres comenzaron a realizar actividades de hecho
en favor de defender sus derechos a la tierra y se vincularon en procesos
violentos que no han cesado hasta hoy; ellas, a pesar de su exclusión en la
construcción de nación, son las artífices de que los colombianos, los su-
mapaceños y los fusagasugueños no cruzáramos el límite, pues continua-
ron procreando, educando sus hijos y conservando antes que cualquier
otra cosa, la religiosidad que caracteriza al habitante de este complejo
país.

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107 e Félix Raúl Martínez Cleves

Nuevamente y gracias a la guerra, las mujeres del común de estas tierras


onduladas son abandonadas, teniendo que responder en el soporte familiar111,
principio de las sociedades. Son muy pocos los ejemplos que hasta el momen-
to han llegado a nosotros como el traído por la socióloga Rocío Londoño112
con Rosa Mora, un hermoso personaje del Sumapaz que hizo parte activa
del movimiento agrario, por su puesto con una posición femenina que
contribuyó de manera efectiva en el desarrollo de dicho proceso. Este
hermoso ejemplo no sólo valdría una conferencia completa, sino su lec-
tura por parte de todas y todos Ustedes. Pero así como existieron mujeres
ligadas a ese tipo de movimientos, otras como las cocineras de la plaza de
mercado (que funcionaba en la plaza mayor), resistieron por más de 30
años la amenaza de que fueran sacadas de aquel lugar por razones “estéti-
cas”, pero ellas en pacifica afrenta y a partir de memoriales se quedaron.
Esto no podría valorarse lo suficiente -sobre todo por los machos- si no se
dice que a quienes resistían eran los mismos hacendados y comerciantes
cafeteros que se habían tomado el poder municipal y contra los que Rosa
Mora y todo el movimiento agrario luchaban.

Empero, un relato más, esta vez de una joven de Villeta, hace evi-
dente lo que sucedía (¿sucedía?) no sólo en el occidente de Cundinamar-
ca, y por supuesto en Fusagasugá, sino en todo el país con los horrores de
la violencia y esas situaciones provocadas por los conflictos:

Dicen, por ejemplo que cuando uno está en el campo y


escucha llorar a alguien, que no puede preguntarle por
qué le pasa ni nada, porque uno lo escucha cada vez
más cerca. Eso le pasó a mi abuelito. Él tiene una finca
donde cultiva café. En una garita guardan el café en

111 Por aquel entonces, primera mitad del siglo XX, varias mujeres son abandonadas por sus esposos
enfermos y que le obliga a quedarse en lazaretos o en otro tipo de lugares, como hospitales, sin
poder salir; en tanto, las mujeres a pesar de múltiples solicitudes al Estado local terminan res-
pondiendo solas con sus hijos, preocupadas no sólo por su alimento, también por sus educación
y por eso tantas solicitudes de madres al Concejo Municipal en favor de recibir una beca con la
cual sus niños puedan estudiar y “ser alguien en la vía”. Ver: Archivo Histórico de Fusagasugá,
Fondo Concejo y Fondo Alcaldía.
112 LONDOÑO, Rocío. “Rosa Mora, un personaje femenino del Sumapaz”, Revista Gaceta, No. 10,
Colcultura, abril - mayo, 1991.

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108 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

esteras para que se seque. Esa noche tenían que quedarse


a cuidar el café, mis tíos y mi abuelito. Ya jugaron nai-
pes hasta la medianoche, y despuecito de la medianoche,
comenzaron a que lloraba una mujer muy lejos. Pues
entonces ellos se preocuparon: en esa época de la violen-
cia a flor de piel acá en Colombia, se estaban matando
liberales y conservadores. Entonces se asustaron y salie-
ron a ver. Entonces uno de ellos comenzó a llamarla, a
decirle que dónde está. Pero cada vez que él la llamaba,
se oía más cerca y más cerca y más cerca. Al darse cuenta
de que acercaba demasiado, pues entonces se encerraron
adentro de la garita y apagaron luces y dejaron de ju-
gar cartas... Y como ya lo sentían alrededor de la casa,
ellos sentían como una especie de remolino alrededor de
ellos, y la oían llorar y que corría por todo alrededor de
la caseta. Y por donde ella pasaba entraba viento y les
levantaba las cartas y todo. Y esa noche les tocó ponerse
a rezar para que fuera. Y ellos decían que rezaron hasta
el rosario, que ellos nunca lo rezan porque los hombres
nunca rezan el rosario acá. Sólo las mujeres. Pero que
hasta el rosario se pusieron a rezarlo. Y se fue. Desapare-
ció. De un momento a otro se dejó de escuchar113.”

Y como dice Néstor Ganduglia al referirse a este relato:

De hecho, en esta época de la violencia está a flor de


piel de aquí en Colombia. Aún hoy, aunque tengamos
naipes para olvidar y un hogar cálido en qué encerar-
nos, todavía nos llegan los ecos (¿lejanos?) de antiguas y
nuevas guerras fratricidas. Y ojala, aunque duela y dé
miedo, no perdamos nunca la disposición de escuchar.

113 GANDUGLIA, Néstor. El saber escondido en mitos y leyendas populares. Una exploración del
universo mágico y sus significaciones. Fusagasugá: Memoria del Encuentro Departamental del pro-
yecto: procesos de recuperación de memoria y tradición oral para la construcción de identidades
sociales en Cundinamarca, Asociación Signo Latinoamérica, 2003.

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109 e Félix Raúl Martínez Cleves

Y tampoco nos falte esa sensibilidad femenina capaz de


ayudarnos a recuperar la dimensión de la tragedia, para
que ésta y todas las guerras no dejen de pasarnos, cada
tanto, por el corazón. Porque hay todavía miles de la-
mentos escondidos en pueblos y veredas. Quizás ahora,
más que nunca, tengamos que aprender, como aquellos
campesinos, a ganarle al horror... haciendo cosas de mu-
jer114.”

La visión masculina del mundo le ofreció al siglo XX y hasta hoy


un interés y a su vez un profundo desprecio por la muerte, contradicción
de los hombres que los llevan por los caminos exclusivos de una ciencia
sin personas y que hasta hoy no ha hecho personas más felices. La mujer,
al trascender el tiempo, no necesariamente se incluye en esa modernidad
de un solo sexo, ella continúa aquí en Fusagasugá, esas mismas de barrios
y veredas, de apellidos pocos pomposos, dando privilegio al nacer, a la
vida. De lo contrario, la sociedad hubiera sucumbido, pues ellas no solo
atesoran la memoria y la restituyen, sino que a fuerza de peticiones, han
logrado espacios.

Pero no se crea que en Fusagasugá, como en otros lugares del mun-


do , las mujeres no intentan por otros medios resquebrajar el poder
115

masculino, ese es el caso de las brujas, que en nuestro caso concreto se


pueden representar con las brujas del Quininí o la bruja del Jordán, las
mismas que revoloteaban por Fusagasugá persiguiendo a los hombres,
infieles y borrachos en su mayoría (que después del susto llegan muy
juiciosos a sus casas), poniéndolos a caminar para atrás, hasta que ellos
tomaban sus machetes para desaparecerlas; quizás ellas representan en la
sabiduría popular lo mismo que lo masculino ha generado en lo feme-
nino, miedo. Y sean una moraleja repleta de misteriosa poesía donde el
sistema de valores no acepta que el mundo se siga fraccionando.

114 Ibíd.
115 MALUF, Sonia. Encontros nocturnos. Bruxas e bruxarías da Lagos de Conceicao. Río de Janeiro:
Editora Rosa dos tempos, 1993. Citado por GANDUGLIA, Nestor. Op. cit.

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110 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Otro hermoso relato, esta vez el de Don Ramiro Aguilera, es evi-


dencia de cómo esa sabiduría popular refleja las opciones que nuestra
sociedad ha tomado, donde además de los matices femeninos de aban-
donada, está el amor para hacer frente a las discriminaciones sociales que
combatieron los movimientos agrarios. Aquí algunos fragmentos:

La joven y bella Ana Isabelita Flórez, de dieciséis años


de edad, visitaba quincenalmente con su padre Fran-
cisco Flórez, los aserríos de la hacienda El Chocho y allí
conoció al apuesto Washington Sneider Zimbaqueba,
quien siendo obrero de dicha hacienda, hijo de una
campesina de origen Sutagao y de un ciudadano esta-
dounidense, era el encargado de cuidar los caballos de
carga y de silla de Don Francisco y su hija. Ana Isabelita
Flórez, había estudiado en los mejores colegios de Bogotá
y era de familia muy rica. A pesar de ello, se enamoró de
Washington Sneider, quien no sólo era pobre sino anal-
fabeto, razón por la cual Don Francisco, al enterarse,
prohibió rotundamente los amores de su hija. El peón
Washington Sneider fue expulsado de la hacienda y la
joven Ana Isabelita fue encerrada en su casa de Bogotá,
para evitar el encuentro de los enamorados.

Pero una mañana, Ana Isabelita empacó un par de


vestidos, tomó dos grandes maletas y las llenó con las
joyas de su madre y una gran cantidad de monedas
de oro y plata que sus padres guardaban en el sótano,
y escapó presurosa de su casa. Tomó el bus de la flota
Sumapaz llegando al caserío de La Aguadita, donde
Washington Sneider la esperaba desde su partida. Se
tomaron de la mano y huyeron a la montaña para evi-
tar ser capturados, hasta llegar al sitio donde el joven
había preparado su vivienda en un tronco hueco de
un viejo roble, en la cima del cerro de La Aguadita,

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111 e Félix Raúl Martínez Cleves

La mujer en Fusagasugá
Las mujeres no sólo mantuvieron los
hogares, sino que introdujeron la moda
en Fusagasugá. Periódicos y revistas
sugerían las prendas que debían llevar
para no provocar escándalos públicos

donde además cavó un espacio dentro de la parte alta


del tronco del árbol para que sirviera de escondite en
caso de que hasta allí llegaran sus perseguidores. Los
dos enamorados vivían felices en medio de la natura-
leza, y luego de ocho meses y esperando un bebé, vie-
ron desde el cerro que un grupo de personas armadas se
acercaba en su búsqueda. Entonces, Ana Isabelita subió
al hueco del árbol donde se escondió junto con las dos
grandes maletas llenas de joyas y monedas.

Washington Sneider, cerró y trancó el escondite y co-


rrió cañada abajo para hacerle frente a sus perse-
guidores con quienes se encontró a la orilla del Río
Barroblanco. Al verlo cerca dispararon sus armas
y cayó al río con más de diez tiros en su cuerpo que
fue arrastrado por las frías aguas hasta ser rescatado
su cadáver bajo el puente de La Aguadita.

Los perseguidores olvidaron que cerca de Washington


estaría su joven compañera, quien encerrada y aprisio-
nada dentro del tronco del viejo roble, sin ninguna posi-
bilidad de escapar, esperó que pasara el día, la noche y el

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112 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

día siguiente. Desesperada por escapar, arañaba el tronco


hasta verter sangre de sus dedos, y al no poder salir, presio-
nada por la angustia, el hambre y asfixiada, murió jun-
to con su hijo quedando sepultados en el tronco del árbol
junto con las dos maletas que guardaban el tesoro.

Con el paso de los años la naturaleza borró el camino,


la gente olvidó esta historia de amor y allá en el cerro de
La Aguadita, hay un tesoro escondido y dos cuerpos que
deben ser sepultados en la tierra...116”

La respuesta a la pregunta de por qué referirse a la tradición oral


y no mayoritariamente a la escrita, se debe a que el papel y la letra son
ejemplos sustanciales de poder y de la importancia de lo visual para lo
masculino. Este es nuestro archivo femenino -la oralidad- por excelencia.

Por otro lado, nuestra mujer moderna local, gracias a la condición


de cruce de caminos en Fusagasugá se ha encontrado mucho antes con
modas y movimientos que el resto de la región y otros lugares del país.
Esa condición espacial permitió el arribo de emigrantes con nuevas cultu-
ras, como las alemanas que trajeron el pantalón y que indujeron a nues-
tras mujeres a usarlo, liberándose de su sello físico: la falda. La oralidad
nos recuerda cómo algunas señoras del pueblo fueron a quejarse con el
cura por que las mujeres que venían a visitar a los alemanes, japoneses e
italianos recluidos en Sabaneta, traían pantalones; la respuesta del clérigo
fue que el pantalón evita mayores escándalos, pues el viento levantaba las
faldas. Era el principio del uso de uno de los signos más importantes en
la ubicación de las mujeres en otros estrados de la sociedad.

La mujer fusagasugueña es difícil de definir desde los conceptos


masculinos, donde preferimos lo inmóvil -los objetos-, pues ella transita
entre las permanencias y los cambios. Un ejemplo claro de esto son las
maestras, pues desde 1927, con la apertura de la Instituto Pedagógico
Nacional para Señoritas el magisterio será ampliamente dominado en

116 Relato de Don Ramiro Aguilera, habitante de La Aguadita, Fusagasugá, 2003.

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113 e Félix Raúl Martínez Cleves

número por mujeres y con reformas posteriores como la del gobierno de


Olaya Herrera con la posibilidad por parte de la mujer de realizar estu-
dios secundarios y la inclusión de estudiantes universitarias desde 1932,
se instaló en una de sus actividades por excelencia, la de enseñar, pero a su
vez, su participación en el ámbito académico permitirá que se relacione
con contemporáneas corrientes de pensamiento que le favorecerán para
ganar espacios en la sociedad machista.

El camino en la órbita educativa es en el caso de Fusagasugá muy


especial, pues los cerca del 80% de los actuales docentes son mujeres, este
proceso que se inicia con la creación de escuelas para niñas a principios
del siglo XX, que se fortaleció con la creación del Colegio Departamen-
tal Femenino en 1961 (aunque es preciso decir que las hermanas de la
Presentación funcionan desde 1906 y el Colegio Santander lo hará con
énfasis femenino en los años 60) y desde 1970 con la puesta en fun-
cionamiento de la actual Universidad de Cundinamarca con el nombre
de ITUC, se cerró la brecha en el acceso a la educación y los limitan-
tes femeninos a las actividades como la costura y las áreas comerciales,
para incluirse en actividades como la educación física. Y recientemente la
apertura de la Escuela de Policía (Seccional Sumapaz) a las mujeres, en un
campo destinado por su supuesta característica viril a los hombres.

Las mujeres, no sólo se incluyen en los procesos educativos, también


continúan durante todo el siglo XX y hasta hoy, en actividades económi-
cas concentradas en el comercio y la artesanía, aunque su participación
en las tareas agrícolas no cesará, solamente que su traslado a la ciudad
buscando una mejor vida, provocó su disminución en este sector117.
Las comerciantes mantendrán la vida de Fusagasugá, que se sostiene en el
largo aliento con este sector de la economía desde antes de la llegada de
los españoles, con chicherías, cantinas, bares, almacenes o en inmediacio-
nes de cualquier calle. Desde el artesanado señalado anteriormente para

117 Un interesante ejemplo de la búsqueda de una mejor vida por parte de las mujeres es el tema
musical de Jorge Velosa La china que yo tenía, pues en él hace evidente no sólo la migración que
marcó al país de forma más significativa desde los años cincuenta del siglo XX, pero también la
óptica masculina de objeto, por ello se pierde y se angustian los hombres antes los cambios de
las mujeres.

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114 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

el siglo XIX y continuado para el XX en el caso principalmente urbano,


o el desarrollado desde mediados de la centuria pasada con los Clubes
Artesanales ubicados en las áreas rurales y promovidos por la Federación
de Cafeteros, donde se usaba el fique, la piola, palos de café y otras fibras
para la elaboración de bolsos, carpetas, sandalias y muchos más objetos
para la decoración, que llegó a tener al mismo tiempo 300 mujeres capa-
citando y trabajando; hasta los promovidos de forma más reciente por las
administraciones municipales y organizaciones privadas como el famoso
Club de Amas de Casa.

Este somero trabajo tiene una gran deuda para con las mujeres con-
temporáneas, lo cual se debe a un profundo respeto que guardo por las
voces vivas, pues sería osado de mi parte hablar de los diversos procesos de
los últimos 20 años, sabiendo que son ellas las indicadas para continuar
hilando estas historias que acabo de relatar. Todavía más, cuando una de
las primeras secretarías de la mujer se creó en Fusagasugá durante la ad-
ministración del entonces alcalde César Manrique, pero que por “razones
de prepuesto” terminó en una consejería que se esfuerza por recobrar su
vitalidad, desde luego, con la ayuda de muchas organizaciones de mujeres
que tienen su alma puesta en un desarrollo equilibrado.

A manera de conclusión

Nuestras actuales mujeres son el resultado de los esfuerzos y luchas


calladas de sus antecesoras; han ganado espacios, se han hecho nombrar
a la fuerza -no física- en los estrados públicos. Pero también, muchas
de ellas, las de los oficios maltratados del hogar, las violentadas, las que
no han podido darle goce a sus almas y cuerpos, son las que cargan esa
permanencia, originaría de ese mundo animal al que pertenece la hu-
manidad, y que todavía les hace que las llamemos las abandonas, pues
desde que el hombre salió en manadas a cazar, pasando por las jornadas
agrícolas apropiadas por éstos hasta llegar a su fuga del dominio español
y su muerte en las inacabables guerras, son ellas las que asumen las cargas
no asumidas por los hombres, que no sólo radica en la crianza de los hijos

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115 e Félix Raúl Martínez Cleves

y la manutención de una familia, igualmente, en el soporte de la sociedad


en su conjunto.

La mujer es sabiduría y tiempo, es memoria. Su capacidad de hablar


y escuchar, su oralidad, ha contribuido de manera importante a que esta
sociedad nuestra -y hablo cuando menos la de Fusagasugá- no cruce el
límite, hasta el punto de que ya no haya regreso. El primer sentido que
se desarrolla es el oído; esa cualidad oral con el que la mujer ha educa-
do y luchado, ha ido a la universidad, pero también ha formado a sus
hijos desde el lánguido platero, y uno de los últimos es la vista, de la
que vive el hombre deseando instintivamente el cuerpo femenino, pero
nunca dispuesto a escuchar, pues esa es una cosa de mujeres, quizás como
decía Néstor Ganduglia tengamos que hacer más cosas de mujeres para
terminar con este espiral de violencia, tal y como lo hizo Isabelita cuando
huyendo de su padre creyó que la maleza eran hermosas flores que ador-
naban el jardín de su casa, que no es nada menos que soñar.

Nuestras mujeres fusagasugueñas tiene muchas luchas por delan-


te, no sólo las que se pueden hacer desde las distintas organizaciones,
también desde la estufa de sus cocinas, para hacer de sus vidas y las de
sus hijas un lugar de oportunidades, tal y como lo hacían las esclavas de
Surinam, citadas al principio de este trabajo, al llevar semillas para fecun-
dar la tierra a donde llegaban después de huir. Tienen efectivamente que
darse cuenta que no están solas y que este rápido recorrido por la historia
es evidencia de lo que han ganado, pero también de lo que perdieron, es
necesario entonces que continúen con más fuerza fecundado esta tierra
que tanto le hace falta.

Amancebamiento y vida íntima en el


Sumapaz a fines del siglo XIX
Ya traía a colación Carlo Ginzburg, en la entrada de su libro El queso
y los gusanos, una cita bastante celebre de uno de los poemas de Bertolt
Brecht en el que se preguntaba si habrán sido los reyes de Tebas quienes

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116 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

la construyeron, refiriéndose a lo primordial que ha sido para la historia


los nombres de “celebres” personajes, pero al mismo tiempo lo oscuro que
resultan grupos sociales como los pobres, las mujeres y los niños, por sólo
nombrar algunos.

Uno de esos casos que puede pasar desapercibido es un proceso judicial118


llevado a cabo contra Antonio Vargas y Eugenia Camacho por amanceba-
miento. Pero ¿qué importa un suceso como este a los actuales habitantes
del mundo? En estos días de sobrecarga de información, donde la vida
íntima hace parte de lo comercial, es justamente uno de esos casos el que
nos puede mostrar la diferencia, la ruptura, las continuidades, los proce-
sos en que estamos inmersos. La mediatez nos ofrece el rostro del ahora,
ya no el pensarnos en el tiempo, olvidamos ser conscientes de nuestra
estadía en este planeta como efímeros seres humanos.

Veamos la historia...

Apenas si había acabado de despuntar la aurora cuando unos hom-


bres, que hacían las veces de policía, irrumpieron en la casa de Antonio
Vargas. Era la mañana del día 29 de enero de 1893, aquellos sujetos de-
bían cumplir la orden de sacar de aquel lugar, no importara la forma, a
Eugenia Camacho. Mientras se escuchaban los gritos de resistencia por
parte de Eugenia y unos cuantos “madrazos” por parte de Antonio, los
hombres le enunciaban el delito: amancebamiento.

El día anterior Luisa Guevara, esposa de Antonio, había interpuesto


la demanda ante el Alcalde de Arbeláez, funcionario que en aquel enton-
ces tenía esas tareas. La sospecha era suficiente, no se debía permitir en
una población tan conservadora como aquella por esos días, semejantes
situaciones que ponían en vilo la moral pública, pues los acusados no ha-
cían otra cosa, y eso lo repetirá el fiscal, que vivir juntos de forma “pública
y escandalosamente”.

118 El proceso judicial referido se encuentra en el Archivo General del Municipio de Fusagasugá,
ubicado a su vez en la Casona Balmoral.

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117 e Félix Raúl Martínez Cleves

Eugenia, de 22 años de edad, fue montada en un escuálido burro


y llevada fuera del pueblo, exactamente a la hacienda El Chocho, y aquí
empiezan las preguntas a este, en apariencia, simple caso. ¿Por qué fue lle-
vada allí y no donde su madre en Pandi, población de la que era natural?
Una primera y rápida respuesta es la contradicción de dicha propiedad,
pues aunque tuviera un reglamento interno que le hacía una “república
independiente”, con violaciones a la dignidad de los trabajadores y mone-
da propia, también se había constituido en el lugar de las oportunidades
para los desterrados, donde eran recibidos, sin importar los sueños o las
violaciones a la ley, como mano de obra fresca, que se prefería sin emo-
ciones levantiscas.

El proceso tardó hasta el 18 de julio de 1899, fecha en la cual el


Juez Segundo del Circuito de Sumapaz, ubicado en Fusagasugá, dictó
sentencia. Durante todo este tiempo se ordenó la recolección de pruebas,
las cuales se fundamentaban en algunos testimonios de vecinos de Arbe-
láez quienes certificaban que los inculpados habían vivido juntos, bajo un
mismo techo mientras Luisa Guevara se encontraba en Bogotá. En lo que
coincidían los testimonios de las partes era en el hecho de que ninguno
los había visto en relaciones de tipo carnal, pero para el fiscal (y varios
testigos) el que vivieran bajo un mismo techo ya era signo de delito.

Luisa Guevara, según lo expone un inspector del barrio Las Aguas


en Bogotá, vivía allí con su madre, pues a ella había sido encomendada
después de que en varias ocasiones se había “volado” del lado de su espo-
so -Antonio Vargas-, según algunos testigos porque éste la golpeaba, sin
embargo, no se encontraba justificación, según el abogado defensor, para
que en la capital del país se dedicara a la “vida alegre”.

Antonio, quien contaba con 53 años para 1893, alegó que aquella
mujer -Eugenia Camacho- no había hecho otra cosa que servirle a él y
a sus hijos. Para Vargas el delito no existía, pues Luisa, que se marchó
dejando los niños a su cuidado, nunca había estado casada con él. ¿Cómo
soportar semejante afirmación cuando varios testigos lo señalaban como
el esposo de Luisa? La respuesta es más compleja de lo que parece, e im-
plica el proceso de secularización que en buena parte sufrieron las normas

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118 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

colombianas durante el siglo XX, aceleradas desde la Constitución de


1991. En esa época, período de la Regeneración, donde la brecha entre
Iglesia y Estado era bastante escasa, un delito como el cuestionado no era
cosa exclusiva de lo civil, también existían, a veces más fuertes, implica-
ciones religiosas.

Antonio sostenía que aunque había desposado a Luisa en el lecho


de muerte de ésta y que luego había vivido con ella y tenido hijos, esto
nunca implicó que se hubieran casado, pues ello requería de la ceremonia
en el templo. Lo que podía parecer una mera disculpa se convirtió en algo
palpable que el abogado defensor utilizó (sin mucho éxito), pues la parti-
da de matrimonio nunca apareció. Sin embargo, el Juez en su sentencia lo
consideró un simple sofisma, pues el hecho estaba consumado y el juego
de palabras se constituía en una situación propia de las clases populares.

Eugenia Camacho había gritado lo suficientemente fuerte, mientras


la arrancaban de los brazos de Antonio, como para que se escuchará en
todo el pueblo. Semejante escena se debía a algo mucho más fuerte que
la pasión, que el amor mismo, que por esa época era cosa privada, de la
intimidad, intimidad rota con la industrialización de los sentimientos
durante el siglo XX. Ese clamor y esas lágrimas eran motivados por el hijo
que llevaba en su vientre, el que confirmaba lo carnal de la relación, el
que soportaba que la situación fuera un delito pues se hacía escandaloso
para la moral colectiva del pueblo. La existencia fugaz -pues murió con 4
meses de gestación- de esa vida solo sería corroborada en 1896 cuando se
escuchó por primera vez la voz de Eugenia, quien sostenía que aquel hijo
era fruto del tipo de amor de aquella época, pues Antonio le había pro-
metido tierras y un caballo ensillado, y para ella eso había sido suficiente;
lo que nunca imaginó es que dicho juramento le fuera a traer semejantes
consecuencias: 4 meses de cárcel para ella y 6 meses apara Antonio, y
suponemos por ahora, que la separación de aquellos amancebados para
siempre.

Para concluir diremos... Es lamentable el espacio que tenemos para


narrar y analizar el cambio en las emociones humanas, las estructuras
mentales modificadas en el siglo XX en Colombia y el mundo desde un

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119 e Félix Raúl Martínez Cleves

proceso sucedido en el Sumapaz a fines del siglo XIX. Empero, podemos


decir que este documento nos presenta varias preguntas en las que vale
detenerse: ¿Por qué la necesidad y la tardanza causada en el proceso ju-
dicial con el único objeto de demostrar lo escandaloso que era el hecho
de que Eugenia y Antonio vivieran juntos, si ella lo había confesado tres
años antes de la sentencia? ¿Cuáles son los detalles del cambio del tipo de
intimidad existente entre fines del siglo XIX y la actualidad, momento
-este último- en el que lo carnal de aquel entonces es pan de cada día?
¿Por qué el interés de Luisa Guevara de incriminar a su marido, si al fin
de cuentas ella se había marchado de su lado?

Seguramente son muchos los cuestionamientos, pero la puerta está


abierta...

El campesinado fusagasugueño y el cerro


Fusacatán
La historia del cerro Fusacatán es, en parte, la historia del campesi-
nado fusagasugueño. El tránsito de lugar sagrado, frontera con las comu-
nidades nativas del altiplano cundiboyacense, al de proveedor de energía,

Cerro de Fusacatán, visto desde la Avenida de Las Palmas.

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120 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

abastecedor de productos de exportación y finalmente, lugar despreciado


por los citadinos.

Su valor ancestral

La madre tierra, respetada, venerada y admirada por los indígenas


que en estas tierras habitaban, dio origen a los padres de este escarpado
valle: el padre, el cerro tutelar por excelencia, el Fusacatán, atravesado
en sus entrañas por el motor de la vida, el agua; la madre, la Quininí,
encantadora, seductora de la noche, allí acaban los días, allí es la frontera,
el lugar honrado. Fusagasugá se parió en medio de los dos, no es en vano
que la traducción de la palabra Fusagasugá fuera según algunos escritores
“pueblo al pie de la montaña”, aquí se observa la reverencia a un accidente
geográfico, como símbolo del origen de un pueblo.

El cerro Fusacatán, que es todo un sistema montañoso -no sólo la


parte más alta- fue el escenario de rituales indígenas, pues desde allí se
divisa todo el valle (de aproximadamente 40 kilómetros), sin contar que
está más cerca al cielo. Algunas leyendas todavía recuerdan esa magnitud,
no en vano, los mohanes siguen guardando una laguna o el cerro adquie-
re vida cuando le agreden su sangre, el agua. En adición a lo anterior,
estaban los caminos, que se presentaban como arterías bajando del cerro,
eran conductos por donde la diversidad se respiraba, cuando los muiscas
descendían con la sal y las mantas, para encontrar en la zona más plana, el
oro, la miel y los cueros, provenientes del otro lado de la Quininí.

Su primera agresión

Los españoles arribaron por los vértices de los padres, el Fusacatán y


la Quininí; los hicieron suyos, poniéndoles nombres en español, hasta el
punto de que poco se sabe hoy de su significado. Pero la dominación no
se detuvo allí. Se convirtió el Fusacatán en punto militar, lugar para evitar
que los indios flecheros -Panches y Pijaos- ingresaran al antiguo territorio
muisca, que por ese entonces ya era propiedad del rey de España.

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121 e Félix Raúl Martínez Cleves

La región, olvidada por cerca de dos siglos, era considera solamente


cada seis meses para cobrar el tributo y fue albergue de españoles pobres
que al no poder construir su ciudad -Altagracia- se ruralizaron, es decir,
encontraron en lo que hoy llamamos campo su subsistencia, a pesar de
sus apellidos, su pobreza seguía latente: no había metales preciosos y la
mano de obra era reducida, traducción de riqueza en el periodo colonial.
Pero con los españoles, llegaron como dijimos la letra, la palabra domi-
nante, entonces la ciudad se volvió el lugar bueno por excelencia, mien-
tras el campo era representación de oscuridad, de penumbra y a veces,
porque no, de maldad.

Pero a fines del siglo XVIII, se iniciaría la convalecencia del Fu-


sacatán, ya había sido herido cuando los españoles decidieron atra-
vesarlo con un camino para herradura, ahora el descubrimiento de la
quina en 1783 por parte de Antonio de la Torre y Miranda, atraería
la Expedición Botánica completa, inclusive a José Celestino Mutis, re-
cordado escuetamente por haber estado en la Hacienda de La Palma
y ser padrino de unos niños de estas tierras. Ese descubrimiento119,
justamente en el cerro Fusacatán (aunque también existía en el cañón
del río Chocho), cambió su vida, allí empezaría su deforestación. Mutis
marchó hacia Fusagasugá para indicar la forma de recolectar adecuada-
mente la corteza de mencionado arbusto, pero a su muerte las directrices
cayeron en desuso, primando llenar los bultos sin importar el producto,
hasta extinguir la quina del cerro y buena parte de la región.

La pobreza no dejó pensar, la educación no existió, y el cerro fue


cambiando su color. Hasta que a mediados del siglo XIX ya no se podía
encontrar nada de la dichosa quina, que había puesto el nombre de Fusa-
gasugá en Europa, pues la madre tierra de estos lares había salvado cientos
de vidas al otro lado del mar contribuyendo al desarrollo industrial.

119 Antonio Nariño solicitó, por ejemplo, el permiso correspondiente (en que le otorgaría tiempo
después) para la extracción de 3.000 arrobas de quina de los montes de Fusagasugá (el cerro
Fusacatán fundamentalmente), con el objetivo de comercializarla en Europa.

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122 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

La segunda agresión

La producción de quina, como dice Marco Palacios, animó la com-


pra de tierras en esta zona, largas extensiones de baldíos fueron vendidos
por el gobierno nacional, sin saber muy bien sus límites y mucho menos
la existencia de habitantes. Ese fue el inicio de lo que luego se conocería
como los conflictos agrarios de los años veinte y treinta del siglo XX, poco
estudiados por nosotros y mucho menos enseñado a nuestros niños, la
ignorancia nos ha hecho pensar que ese es un pasado guerrillero, maligno
por excelencia. Lejos estamos de la realidad.

Esa apropiación fue incongruente, hasta el punto que las tierras co-
munales, en buena parte ubicadas en el cerro Fusacatán pasaron a manos
privadas, los mandatarios de entonces se las repartieron entre ellos, o en
su defecto “transaron” -diríamos hoy- a unos cuantos indios. Así la base
del cerro, antes lugar de un cementerio, fue el escenario de la hacienda
Pekín (hoy en gran parte el barrio que lleva ese nombre, así como la vere-
da) que ocuparía prácticamente toda esta montaña, que según se leía por
ese entonces, era la montaña de Fusagasugá, en otras palabras, la montaña
de todos, pero pasó a unas cuantas manos.

El problema sería todavía más grave cuando se entiende que du-


rante el siglo XIX y parte del XX el agua tomada por los habitantes del
poblado provenía del cerro, tomaron entonces los fusagasugueños de esos
días los desechos de unos cuantos, porque también esas corrientes de
agua se hicieron cloacas. De este cerro, se extrajo la madera con la cual se
construirían las casas del área urbana, las de los ricos y los pobres, al igual
que las de Bogotá, pues aquella ciudad ya había deforestado sus cerros
orientales, ahora nos tocaba a nosotros, como efectivamente se hizo, pues
no sólo para la construcción se utilizó, también como combustible (con
el carbón).

El Fusacatán sería nuevamente violentado a fines del siglo XIX e


inicios del XX, pues guarneció a las guerrillas liberales durante la guerra
de los Mil Días. Ya no era un lugar sagrado, lo que importaba ahora eran
la madre tierra, los partidos políticos y el miedo a la muerte -como bien lo

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123 e Félix Raúl Martínez Cleves

deja ver el licenciado Omar Lanza en una de sus obras de teatro- habían
suprimido el origen paterno del cerro.

La tercera agresión

La muerte de muchos hacendados y la presión de los campesinos


organizados, con cabezas visibles y de trascendencia significativa (Erasmo
Valencia, Jorge Eliecer Gaitán y Juan de la Cruz Valencia, por ejemplo),
produjo el fraccionamiento de las grandes haciendas, fundamentado a su
vez por la ley 200 de 1936 que perseguía una reforma agraria, la cual al
fin de cuentas no suplió las necesidades de todos y terminó arrojando en
muchos casos a los trabajadores del campo a las laderas, pues ya no había
tierra para muchos de ellos. De 70 propiedades existentes en los años 20,
se pasó a 4.207 en 1953; y de terrenos de cientos de fanegadas, se pasó a
fincas de entre ½ y 10 fanegadas.

El tránsito de latifundio a minifundio, trajo consigo la diversifica-


ción de la agricultura, al café, la caña y el plátano, se sumó arveja, frijol,
mora, papá, y un sinnúmero de productos que enriquecerían los platos de
los habitantes de la ciudad, pero la ausencia de recursos que funcionaran
como capital, hizo de la gran mayoría de las cosechas todo un juego de
azar, del que dependía la subsistencia diaria, mensual y anual. La necesi-
dad de conseguir el sustento, provocó una exigencia extra a la otrora ma-
dre tierra, la ladera de los cerros y en este caso el Fusacatán se desgastaron
cada vez más. ¡El buche vacío no da esperas!

A las dificultades de los campesinos con el clima, las plagas y la Caja


Agraria, se sumaron la construcción del ideario fantástico de las ciudades,
ahora, principalmente desde los años cincuenta -en adición a la violen-
cia- las nuevas generaciones comenzaron a creer que las oportunidades
estaban en las capitales o en las urbes de considerado tamaño, como Fu-
sagasugá. En el periodo inter-censal de 1964 a 1973, la población urbana
llegó al 63%. El campo estaba siendo abandonado.

El crecimiento sin planeación del área urbana de Fusagasugá pro-


vocó el incremento de urbanizaciones y barrios desde los años 60, con

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124 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

ello el cerro Fusacatán se vería seriamente afectado pues se construyó en


primera instancia sobre su ladera, el barrio Pekín, pero luego otros que en
los últimos años han mostrado su problema de factibilidad. Esa zona era
del padre protector no de los usurpadores urbanos. Por eso, hoy muchas
casas se derrumban, pero junto a esto, se encuentra el resultado de años
de deforestación, de maltrato (a veces justificado).

Fusagasugá le ha dado la espalda a su cerro tutelar, ha olvidado de


donde nació, ha prestado su cara para la Quininí, pero no como madre,
ahora como un intento de buscar más allá de estas tierras, olvidando las
nuestras, por suponer otras. El Fusacatán ya no es un símbolo de la fecun-
didad de la madre tierra, ahora es signo de consumo, de turismo salvaje;
es una desmemoria. El cerro, como los campesinos de esta zona, y diría-
mos que de la región entera, está en vilo, esperando proyectos, esperando
TLCs, esperando la mano amiga, no para mendigar, pues si hay alguien
que muestre el tesón por el trabajo es el campesino. Para nuestra montaña
ya no hay mohanes, ni lagunas que la guarden, como dice el futuro poeta
Luis Alberto Rodríguez:

Observa como le han tapado,


las venas abiertas que adornaban su paisaje,
para evitar los olores de la contaminación,
que el desarrollo le ha provocado.

Nuestra historia no es para llorar, mejor, para entender que existen


formas de respirar este lugar. Los líderes campesinos de los veinte y treinta
nos lo enseñaron, Juan de la Cruz Varela, lo sostenía en sus intervencio-
nes en el Concejo Municipal de Fusagasugá. Allí está la inspiración, para
darle el rostro, para darle el alma, y volver a nuestro padre, hijo de la
madre tierra: pensemos colectivamente, esa es la apuesta.

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125 e Félix Raúl Martínez Cleves

cuarta PARTE
Fusagasugá, una torre de Babel

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126 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

c d

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127 e Félix Raúl Martínez Cleves

Historia de la fiesta en Fusagasugá


La chicha deidad soberana. Apuntes sobre la
historia prehispánica de la fiesta

La chicha120 es el contacto con la madre tierra, con el maíz. El tipo


de licor identifica los rasgos culturales de una sociedad, que en nuestro
no podía ser otro que la chicha; en el altiplano, la vertiente y hasta en el
valle, es el maíz el producto agrícola por excelencia.

La chicha es mujer, no sólo por la relación espiritual entablada con


la madre tierra -con el maíz-, sino porque la preparación de esta bebida
es responsabilidad femenina, es ella quien al masticar el grano y gracias a
las composiciones químicas de su saliva convierte el almidón en azúcar e
inicia el proceso de fermentación.

La bebida fue utilizada por los indígenas de dos maneras. La prime-


ra, como refresco, utilizado diariamente en medio de las labores cotidia-
nas y sin mayor fermentación. La segunda, como licor, donde la fermen-
tación pululaba y se utilizaba para beber en la fiesta, momento en el que
se hacían prácticas religiosas, invocando a los dioses y protegidos a su vez
por uno de ellos, cuando menos mientras duraba la celebración, quien se
denominaba Nemcatacoa, divinidad festiva, similar, sí se quiere, a Baco.
En este marco, la mujer preserva su cualidad desde el inicio de la huma-
nidad, la de guardiana de la memoria, pues no sólo prepara la chicha,
sino que motiva que la oralidad -mecanismo de comunicación por ese
entonces- reaparezca constantemente.

En este marco, la mujer preserva su cualidad desde el inicio de la


humanidad, la de guardiana de la memoria, pues no sólo prepara la chi-
cha, sino que motiva que la oralidad, mecanismo de comunicación por
ese entonces, reaparezca constantemente; aun cuando, no está de sobra
aclarar que con la ayuda de los chamanes, también promotores de la re-
novación de las tradiciones, de su vida en comunidad.

120 La palabra chicha es de origen Quechua.

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128 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Las fiestas prehispánicas -con este marco de antecedentes- se cons-


tituían efectivamente en la reproducción de la memoria, con una marcha
desde la casa del cacique que transitaba por un camino -suna- que se
dirigía hacia un lugar más amplio, público por excelencia. Durante el
tránsito se danzaba, se bebía chicha y se recordaban los ancestros, lo que
fueron y su futuro.

Lo poco que se conoce sobre la Sutagaos, y por supuesto su fiesta,


es por medio de los cronistas, quienes suministraban percepciones desde
una óptica europea e impositiva, así las cosas, algunos de los lugares como
La Aguadita y el Quininí fueron catalogadas como centro de hechicerías,
la medicina nativa como prácticas demoníacas. Son desde luego versio-
nes, que se gravaron con la idea de su homosexualidad y condición de
asaltantes, en realidad hacer semejantes afirmaciones ocultaba la condi-
ción de cruce de caminos y durante estas actividades se realizaban cele-
braciones, dependientes de la ubicación de los astros.

Para nuestros indios [la música] representa una vivencia trascenden-


tal y ellos la toman como sus demás formas de arte: danza, teatro, magia,
etc.  y a modo de práctica religiosa. Ello nos explica la enorme importan-
cia que la música tiene para los indígenas y por qué preside la mayor parte
de sus actividades vitales121.

San Pedro y la chicha. Sincretismo a flor de piel

La cultura europea se impuso a la nativa, violencia evidente que


se hace palpable en la fiesta. Los rituales indígenas son sustituidos por
celebraciones cristianas; Año Nuevo, Semana Santa, Corpus Christi, San
Pedro, San Juan y Navidad, desplazan a la luna y a las estrellas. El aguar-
diente debe desplazar a la chicha y al guarapo, la llegada de un nuevo
cacique se hace marginal con el arribo de un nuevo rey, virrey, corregidor
o cura.

121 ABADÍA, Guillermo. La música folklórica colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Co-
lombia, Dirección de Divulgación Cultural, 1973, pág. 9.

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129 e Félix Raúl Martínez Cleves

La plaza central
El principal escenario de las actividades
festivas ha sido la plaza mayor o central
de la ciudad, ya que desde el periodo
colonial se considera a este lugar como
el origen de toda la vida urbana

El desplazamiento a La Aguadita o al Quininí, se remplazó por mi-


sas y corridas de toros. El nuevo espacio urbano, que dio cabida al pueblo
de indios de Fusagasugá, se originaba en un cuadrado, denominado la
plaza mayor, fue el escenario de procesiones, misas, baile y música. En
torno a ella se rezaba, pues en cada una de sus esquinas existía una ermita
(característica del pueblo de indios), junto a las cuales los indios se dete-
nían mientras se escuchaban cantos gregorianos.

La fiesta incluye también nuevos aires musicales, por ende distin-


tos instrumentos para interpretarla, tales como la guitarra, la vihuela,
campanas, arpas, flautas, trompetas, mandolinas y hacia los siglos XVII
y XVIII se comenzaron a encontrar los violines, tambores, clavicordios,
acordeones y órganos.

Las instituciones coloniales de los cabildos y cofradías no pudieron


evitar que se conservaran y se mezclaran tradiciones indígenas autóctonas
y tradiciones africanas con creencias religiosas cristianas y valores cultu-
rales españoles. Esta mezcla de una y otra cultura, en una nueva síntesis,
es la que se denomina como sincretismo que, en opinión de Fals Borda,
fue otro de los mecanismos de supervivencia utilizados por las clases do-
minadas122.

122 HERRERA, Cenedith. Sones y tones de la música colonial. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.

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130 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

El siglo XIX y el inicio de la riqueza en la fiesta

Los días de fiesta del siglo XIX se iniciaban a las cuatro de la maña-
na, ya que generalmente coincidía con un día de mercado; era por tanto
necesario resolver la venta de productos en la mañana para después de
mediodía adentrarse en el desfogue de las emociones humanas. Durante
esta centuria se sumaron a las fiestas de origen cristiano, las políticas, en
donde se comenzó a conmemorar la independencia.

Toros y Manolas
Las corridas de toros han tenido una
amplia participación en la vida festiva
local, y hasta la existencia de una
coliseo para semejante actividad,
fueron realizadas en la plaza mayor
(parque central)

Lentamente comenzaban a brotar de entre el cerro Fusacatán los


primeros rayos del sol, los cuales eran acompañados con los repiques de
las campanas de la iglesia y este sonido se mezclaba con el de las chicha-
rras y algunos toches, mientras se iba calentando el aire. Adjunto a ello,
aparecían los colores de los vestidos de quienes habían poblado en tampo-
co tiempo la plaza, los cuales no eran muy engalanados y que consistían
para los hombres en calzoncillos (pantalones cortos) de lienzo, los cuales
fueron algún día blancos pero la intemperie y el trabajo les dio una to-
nalidad amarillenta, además de este color existía negro y azul ; la camisa
parecía haber sufrido el mismo cambio de apariencia que los pantalones
de la mayoría de aquellos sujetos, siendo el blanco quien reinaba en dicha
prenda (aunque las coloraciones claras también se hacían presentes), la

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131 e Félix Raúl Martínez Cleves

cual era suelta y generalmente enrollada hasta un poco más abajo del
codo. Pero esta vestimenta debía ser adornada por la ruana y el sombrero,
la primera variaba entre el azul, negro, blanco y ocre, los cuales se diferen-
ciaban por las formas de las líneas que la adornaban, como un recuerdo
vivo del interés indígena por las líneas, espirales y rombos; en cuanto al
sombrero, las opciones eran pocas, puesto que en su mayoría provenían
de Santander y se les llaman de jipijapa, los cuales se limitan a un color
crema, que con el paso de los días y el sudor se oscurecía.

Pero todavía nos hace falta la vestimenta femenina, con la que co-
queteaban y seducían enamorando a los hombres, o cuando menos pro-
vocando el renacimiento de los sentidos más naturales. Las fusagasugue-
ñas y las visitantes de la región difícilmente se podían distinguir ya que su
apariencia era bastante similar, solamente sus rostros mestizos les daban
una identidad. El vestido empezaba (de los pies a la cabeza) con una
falda que llegaba hasta los tobillos y que en su mayoría era de color azul
oscuro o negro, donde su simpleza aparecía de forma peculiar, siendo su
tela algo más delgada que el pantalón de los hombres; en tanto, el torso
era cubierto por una blusa blanca de las mismas características de la falda
en cuanto al tejido se refiere, que no tiene nada más que su anchura y un
cierto escote sugiriendo lo más profundo de las entrañas humanas; dicha
prenda era cubierta por una ruana (chal) delgada y del mismo color de la
camisa; mientras que, la cabeza se cubría por un sombrero que poseía el
mismo origen del masculino pero que se diferencia por su copa más alta
y su alas puestas con mayor detenimiento hacía abajo, en algunos casos,
que eran muy pocos, se llevaba una mantilla, la cual consistía en no más
de un trozo de tela oscuro que se colocaba entre el sombrero y la cabeza.

Nótese que en la anterior descripción no se enuncia el uso de al-


pargatas, lo cual se debe a que este artículo no era general y en cambio el
andar descalzo parecía más habitual, por razón de ello todas estas gentes
daban gracias por un día como éste donde el amanecer dejaba entre-
ver que no llovería, puesto que las calles próximas a la plaza no estaban
empedradas y los días de lluvia se convertían en lodazales difíciles para
transitar con tantas bestias y personas enterradas en aquellas vías. Pero en

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132 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

esta fecha no fue el caso, y pronto el polvo hizo los estragos en las vías
respiratorias de nuestros paisanos.

En tanto, un gran número de fusagasugueños que vivían en la parte


urbana y en zonas cercanas a ella empezaban a llegar con mucho afán,
ya que las campanas de la iglesia aceleraron su repique, anunciando que
estaba por empezar la santa misa. Pero a la par, estos sujetos (de todas las
clases sociales) traían consigo algunas bolsas y canastos para mercar luego
de purificarse en la única iglesia del pueblo. (Esto es una verdadera torre
de babel, donde la fe se convierte en el leguaje unificador). Este último
sería el lugar donde se dio inicio la celebración espiritual, puesto que el
cura se sentaba con la imagen del niño Dios en sus rodillas esperando que
los cristianos lo besaran en signo de su alegría por el nacimiento.

Esta celebración no hubiera sido la misma sin música, ella le im-


pregna la alegría. Mientras que era ofrecido el tributo espiritual al hijo
de Dios sonaban de forma estrepitosa algunos tambores y cohetes, ellos
le acaban de anunciar a los perezosos, que eran pocos, un nuevo día de
fiesta, de los escasos donde los fusagasugueños podían desfogar todas sus
emociones acumuladas durante largas jornadas de trabajo o, sencillamen-
te, la rutina que es propia de un conglomerado urbano. Lentamente to-
dos los habitantes de esta pequeña ciudad habían cumplido con su deber
cristiano y esto le insinuaba al cura que era hora de empezar la eucaris-
tía, por lo tanto, organizó rápidamente una procesión hasta dentro de la
iglesia; lugar donde se recibía toda esta gente por un pequeño coro, algo
desafinado, apoyado por una orquesta, si es que se podía llamar orquesta
a este grupo compuesto por un violín, dos clarinetes y una pandereta, los
cuales habían animado la noche anterior un baile (o una fiesta) celebrado
en la casa de uno de los personajes más importantes de la región: el inglés
Joseph Blagsbor.

Aquella fiesta solamente agotó a sus participantes por el trasnocho,


pero de resto su realización cansaba por el aburrimiento de aquellas clases
sociales sujetas ciertas normas de comportamiento; sin duda, muchos de
los asistentes hubieran deseado asistir a la celebración realizada en la plaza
donde la música, el baile y la chicha dieron un marco sin igual. Esto no

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133 e Félix Raúl Martínez Cleves

quiere decir que estas actividades no hayan existido, aun cuando la chi-
cha era remplazada por algún vino y uno que otro aguardiente. Además,
aquella reunión social tenía una gran participación, no en vano todos
los invitados ocupaban un amplio salón, aunque no sobra aclarar que
mayoritariamente las sillas que estaban en su entorno eran ocupadas por
niños y mujeres, muchas de las cuales iban solas ante la buena reputación
de las fusagasugueñas. Pero esta fiesta era insípida, le hacía falta la alegría
popular, ya que al sonar la “orquesta” algunos invitados se levantaban y
bailaban como por cumplir un deber social, a lo que se sumaba que no
sabían adecuadamente los pasos de aquellos ritmos.

Toreros y toros
Al parecer la construcción del Coliseo
de Ferias se terminó en 1957, luego de 12
años de trabajos. Esa obra contribuyó en
los deseos de “limpiar” la plaza mayor,
ya que allí también se realizaban otras
festividades y el mercado.

No es posible mentir si se dice que lo mejor de aquella fiesta era su


comida, la cual estaba compuesta por carne asada, pavo, tortas sazonadas
con ajo y otros platos condimentados con limón y ají, demostrando la
ventaja que poseía la ciudad al estar ubicada en un cruce de camino, no
en vano aprovechaba lo que llegaba a ella o cuando menos de la actividad
practicada por la mayoría de los participantes de la fiesta: comerciantes.
Pero estos alimentos eran servidos por un tipo desgarbado y con no muy
buenos modales, el cual hacía pasar primero a las mujeres, como su único
signo de cortesía, y luego bruscamente le servía a los hombres mientras
llenaba su propio plato; en tanto, cada uno de los invitados tomaba sus

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134 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

bebidas en copas de cristal dejadas en una mesa que estaba junto a la que
soportaba la comida, las cuales se ubicaron en el extremo contrario al de
los músicos.

Pero continuemos con lo que ocurría el día de Navidad. Luego de


una extensa misa, por más de dos horas y con la iglesia a reventar, la gente
se dirigió en su gran mayoría al mercado que ya estaba puesto en la plaza.
Al estar allí tomaban la opción de ir escogiendo los productos o de digerir
un chocolate con arepa en la parte oriental de aquel receptáculo, lugar
predilecto para la ubicación de unas señoras con sobrepeso que vendían
alimentos preparados, los cuales se concentraba principalmente en pro-
ductos que tenían su origen en ganado vacuno o porcino. Para quienes
habían tomado la primera opción su labor se demoraba entre una y dos
horas dependiendo del regateo, acto común entre los pobladores de esta
región y que no tenía distinción de clase, puesto que no había actividad
más democrática en Fusagasugá que ir a mercar; aun cuando a muchos de
los integrantes de las clases sociales más favorecidas les parecía repúgnate
esta labor, no sólo por sentir los cuerpos de personas mal vestidas junto
al suyo, sino por sus olores y las condiciones de desaseo en que pronta-
mente estaba la plaza por los residuos de productos, visitantes y las heces
de animales.

Este activo intercambio comercial solamente fue detenido por el


paso de una procesión que le daba la vuelta a la plaza, ya que se debía
guardar un completo respeto y por lo tanto era obligación quitarse el
sombrero y demostrar gestos faciales de sumisión ante la figura de uno de
los tantos santos que existen, poniendo aquel elemento vestuario junto
al pecho y agachando la cabeza como signo de fervor natural de quienes
fueron algún día dominados por la corona española. A pesar de que esta
ciudad tenía en su gran mayoría una población que profesaba el liberalis-
mo, el cual había sido fundado como partido hace poco, no eran ateos,
su religiosidad estaba puesta a flor de piel.

Las horas avanzaron ágilmente para los fusagasugueños y vecinos de


poblaciones cercanas que venían a comprar su mercado en esta ciudad;
mientras tanto algunos comerciantes se preparaban para la continuación

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135 e Félix Raúl Martínez Cleves

de este día de fiesta, bien sea abriendo sus chicherías y el billar, trayendo
algunos juegos o terminando de conseguir las tablas para encerrar la plaza
ya que se realizaría una corrida de toros. Cerca de mediodía el mercado
había finalizado, siendo prácticamente un éxito ya que casi todo se vendió
y los pobladores locales y foráneos se habían proveído de alimentos para
ocho días, lo sobrante se guardaba en algunos locales que tenían las casas
de la calle real.

El cura, luego de su almuerzo, salió al atrio, como quien se cree el


patrón de Fusagasugá, lo cual se debía a que el baile se había iniciado
rápidamente entorno a la plaza y el sacerdote actuaba como regente del
orden social (además pretendía controlar la hora, ya que era de las po-
cas personas poseedoras de tan valioso objeto: el reloj), aunque no sobra
aclarar que luego de algunas horas y bastantes totumadas de chicha y
guarapo el control se hizo débil, propicio para relaciones amorosas que
desbordaban todo el recato de horas atrás. Pero no todas las personas que
venían a esta fiesta se iban a bailar, algunos de ellos tomaban la opción de
irse a jugar billar o solucionar la sed, que producía este día tan caluroso,
en las chicherías.

Además, se practicaban algunos juegos de azar prohibidos en Bogotá


y entre los que se contaban la lotería, el cual consistía en que cada uno de
los participantes (generalmente cinco) tenía un tablero con 16 dibujos en
su interior, estas mismas figuras estaban en fichas sueltas ubicadas dentro
de una bolsa y que se iban sacando y nombrando en voz alta a la vez que
los participantes tapaban la figura (de estarlo) en su cartón con granos de
maíz y cuando formaban línea recta de cuatro figuras gritaban “lotería”.

La diversión todavía tenía mucho por delante, y muestra de ello es la


realización de un juego denominado vara de premio, donde se enterraba
un largo tronco que había sido antes encebado y donde los participantes
pretendían escalar para alcanzar la punta que poseía una recompensa a
tan “grasoso” pasatiempo. Pero ello solamente se hacía mientras el to-
rero, traído de Bogotá, llegaba a la plaza, la cual había sido encerrada
rápidamente con palos. A este espectáculo concurrían muchos bogotanos

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136 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

porque al parecer en la capital era prohibido por razón de la cantidad de


muertos y heridos que producía.

Esta actividad era singular, no sólo porque era en Navidad el único


día del año cuando se realizaba, sino que el toro perdía rápidamente su
braveza y el torero se acobardaba de igual forma, por lo tanto, los fu-
sagasugueños, que ya se habían tomado algunas totumadas de chicha,
suficientes como para arriesgar la vida, entraban al ruedo a molestar a un
triste semoviente y algunos de ellos llegaban hasta el punto de montarlo.
Esto último es lo verdaderamente atractivo, puesto que a ello el toro sí
responde saltando en favor de desalojar de su lomo a quien lo monta y las
caídas producen el efecto deseado: risas y comentarios burlescos, como si
se odiara al participante.

Tierra Grata
La principal festividad de mediados
del siglo XX exaltaba el apelativo que
el presidente Enrique Olaya Herrera le
dio a Fusagasugá por su hospitalidad,
Tierra Grata.

Pero el cansancio del toro cerraba este espectáculo, más no la fiesta,


la cual continuaba al caer la noche, con la iluminación de todo el entorno
de la plaza con faroles de petróleo y velas de cebo, que por cierto, produ-
cían un olor desagradable, no distinto de lo que sucedía en la mañana,
durante el mercado. Además, se continuaba con la toma de chicha y gua-
rapo, los juegos de azar y el baile al sonido de algunos tambores. Pocas
veces en el año se podían ver las estrellas desde la calle, ya que la ausencia

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137 e Félix Raúl Martínez Cleves

de luz artificial había provocado que los ritmos urbanos (y rurales) estu-
vieran dirigidos por la presencia del sol; era reconocer una ciudad desde
una óptica distinta, que solamente era explorada por alguno que otro
ladrón y las parejas que se juraban amor eterno en medio de lo ilícito.
Pero estos personajes debían andar por entre las oscuras calles sorteando
no sólo los perros o la presencia de algún individuo que los conozca, sino
los despojos humanos (heces) que eran arrojados a la calle en medio de la
complicidad de la noche y aunque era un hábito arraigado a los seres hu-
manos nos produce vergüenza deshacernos de la escoria de nuestros cuer-
pos, pretendiendo ser limpios de la inmundicia propia de los seres vivos.

Acababa de pasar la medianoche cuando muchos de los felices ciu-


dadanos comenzaban a tambalearse y algunos terminaban cayendo; era el
efecto de la chicha y del guarapo hábil endulzante de las penas humanas
y actor fundamental en esta comedia citadina. Los fusagasugueños que
quedaban colaboraban en la montura de los borrachos a sus bestias, las
cuales parecían tener un potente radar que les permitía llevar por el ca-
mino adecuado a los desvanecidos fiesteros, que difícilmente se bajaban
del animal al llegar a su rancho, dando fin en el catre, estera o escaño a
un activo día. A la mañana siguiente las quejas del fuerte dolor de cabeza
causado por el exceso de chicha eran mezcladas con las anécdotas, narra-
das siempre desde la óptica de un olvidadizo relator.

Pero pronto vendría una nueva celebración, que no fue menos im-
portante que la anterior, se trató del año nuevo, donde al calor de las
totumas se recordaron las picardías de la fiesta anterior, y todos rieron, y
todos bailaron.

Las festividades modernas


El siglo de la modernidad traería consigo el fortalecimiento de las
fiestas patronales, motivadas entre otras cosas, por un amplio negocio de
licor. En suma a ello estaban las religiosas originarias de la colonia, las pa-
trias, políticas (elecciones), y ahora las fundamentadas en atraer a turistas.
Todo ello con una amalgama cultural suscitado por la migración que no

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138 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

ha dejado de traer gente a Fusagasugá, primero buscando trabajo en los


cafetales y luego con la promesa de una vida mejor.

La fiesta dejó de realizarse de manera exclusiva en la plaza y los


salones de las casas de los personajes más influyentes del municipio, para
producirse en las chicherías, cantinas, bares, prostíbulos, discotecas y clu-
bes. Este tipo de nuevos escenarios va a tener a la chichería como uno
de los más significativos, no sólo por su número, también porque fue
allí al lado del licor y la música -a veces el baile- los machos definían las
tácticas de protestas a utilizar en defensa de sus derechos, vulnerados por
los hacendados cafeteros, mientras las mujeres escuchaban y grababan las
distintas retóricas para que al día siguiente ellas mismas reanudaran las
conversaciones rotas por la embriaguez.

Eran estas mujeres sin nombre, discriminadas por las que podían
participar en fiestas de los salones del entonces Club Fusagasugá, las mis-
mas que conservaban y difundían la memoria local, que provocaron que
los movimientos sociales se fortalecieran, se constituyen al igual que en
un escenario anterior en reproductoras sociales, es decir, mantienen la cua-
lidad de trascender el tiempo y el espacio e ir al origen, recordando, ate-
sorando, pero continuamente restituyendo, para que la sabiduría popular
fuera y sea usada.

Pero también el desarrollo material de la ciudad contribuiría a los


cambios en los rituales interactivos de la fiesta, pues desde 1922 comenzó
a existir la noche con la energía eléctrica, empero este paso para construir
lo que hoy se llama vida nocturna de forma una tanto más democrática
se tardó hasta los años setenta, cuando se incrementó de manera consi-
derable las discotecas, espacios en los que no sólo se bebe, sino donde la
música sirve para hacer un hervidero de cuerpos humanos.

Expofusa

Fusagasugá, originalmente un cruce de caminos, un mercado por


excelencia, ha sido matizada con los colores de productos agrícolas, ani-
males, bebidas, vestidos, junto a decenas de utensilios más y una inmen-

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139 e Félix Raúl Martínez Cleves

sidad de hombres y mujeres. Estos últimos, con sus sombras desde el


amanecer, llenan los distintos sitios que han dado cabida al comercio,
primero en un claro en la maraña de la vegetación virgen, después la plaza
mayor, luego la plaza de mercado y ahora toda la ciudad es el escenario de
una torre de babel, donde se encuentran millares de rostros y manos para
ofrecer y demandar cualquiera de los artículos puestos sobre una mesa,
bajo un toldo o en inmediaciones de los establos.

Expofusa
La exposición equina es una de las
más importantes actividades dentro
de Expofusa, debido a los criaderos de
esos animales en inmediaciones del
municipio y la experiencia de muchos
años de los caballistas locales.

Durante los mercados, la venta y exposición de aquella inmensidad


de productos era bastante habitual, sin embargo, fue en el marco de la
riqueza cafetera -que inundó todo el Sumapaz-, cuando Fusagasugá, la
capital de la provincia, decidió mediante el Acuerdo Municipal No. 1
de 1904 crear las ferias ganaderas para fomentar, decía el acto adminis-
trativo, el comercio del municipio y la región. La legalización de esta
habitual actividad se constituyó en el principal precedente de la actual
EXPOFUSA.

En el año 2006 se realizó el número cincuenta de uno los eventos


feriales más importantes de Cundinamarca y que, como decíamos, se re-
monta a tiempos inmemoriales, solamente que es hecho y enumerado
de manera continua desde hace aproximadamente cinco décadas, lo cual

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140 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

coincide con la puesta en funcionamiento del Coliseo de Ferias y Exposi-


ciones -hoy llamado Óscar Cruz- a mediados de la centuria anterior. Este
escenario, que dio albergue a las exposiciones equinas, pero que a su vez,
fue el referente para turistas y fusagasugueños que se apoderaron de la
carrera sexta y por extensión del centro de la ciudad, será sustituido por el
Centro Agrotecnológico de Comercialización y Exposiciones del Suma-
paz “Quebrajacho”. El nuevo lugar dará cabida a comerciantes, avances
tecnológicos y un sinfín de oportunidades para la riqueza regional, tal y
como lo deseaban los administradores municipales a principios del siglo
XX cuando le dieron vida legal a una de las esencias de Fusagasugá, su
comercio.

Festival Floral

El Festival Floral se creó con el Acuerdo Municipal No. 24 de 2 de


septiembre de 1985, con la pretensión de incentivar el turismo, aglutinar
a viveros, jardines, floristerías y demás organizaciones dedicadas a la pro-
ducción y comercialización de la flora, que además sirviera como excusa
para embellecer la ciudad con el concurso de jardines exteriores y de esta
manera hacer el honor a su apelativo, Ciudad Jardín.

El concurso de jardines dejó de hacerse prontamente, pero el es-


píritu de la actividad se ha repetido de manera continua desde 1986,

Festival Floral
La importancia del cuidado de las flores
en Fusagasugá proviene de la década
de 1930, pero en especial desde los
años cincuenta, cuando la señora Bertha
de Ospina gestó lo que hoy se conoce
como vivero.

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141 e Félix Raúl Martínez Cleves

permitiéndonos decir que el próximo año junto a los cincuenta años de


Expofusa, Fusagasugá se vestirá de bromelias y orquídeas para celebrar los
veinte años del establecimiento definitivo del festival floral.

La ciudad seguirá adornándose por desfiles de silleteros, en donde


entidades públicas y privadas no ahorran en esfuerzo para presentar logo-
tipos, mensajes y una infinidad de formas elaboradas con flores, que ni-
ños y adultos trasladan sobre sus hombres por las calles más importantes,
al sonido de los ritmos más sobresalientes del interior del país.

Rumba Criolla

La Rumba Criolla
La Rumba Criolla que se practica en la
actualidad es un juego coreográfico y
no necesariamente constituye la manera
de bailar de los fusagasugueños en los
años 1930, cuando nació el ritmo.

La Rumba Criolla fue reconocida por la Ordenanza Departamental


No. 14 de 27 de julio de 1994 como aire folclórico oficial del Departa-
mento de Cundinamarca y como aire folclórico de Fusagasugá con el
Acuerdo Municipal No. 39 del 19 de noviembre de 1994; con el que ade-
más se creó un festival para divulgar y promocionar esta manifestación
artística, que se ha dicho nació en este municipio ante ciertas evidencias
sobre el natalicio de uno de sus mayores exponentes, Emilio Sierra Ba-
quero.

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142 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

A pesar de que el Acuerdo Municipal mencionado establece legal-


mente la realización del festival de la Rumba Criolla, algo similar ya se
había hecho en 1992 con el I Festival de la Rumba Criolla, en la que la
administración municipal de aquel entonces convocó a un grupo integra-
do por Loly Luz Triana, Edilberto Ortiz y Eduardo Villamil, quienes en
muy poco tiempo construyeron una versión coreográfica, que se funda-
mentaba en el cortejo -tema constantemente utilizado en las danzas del
mundo- y esto a su vez de uno de los temas más importantes de Sierra,
“Vivan los novios”. Esta propuesta tuvo algunas modificaciones para el II
Festival, llevado a cabo en 1995 y con el soporte del acto administrativo
logrado por el Concejo Municipal y desde 1996 el I Reinado de la Rum-
ba Criolla.

Se ha dicho que el nacimiento de la Rumba Criolla se produjo en la


década de los treinta, en el marco de una amplia riqueza generada por el
cultivo, procesamiento y comercialización del café, junto el incremento
de la población motivado por la migración venida a Fusagasugá en busca
de nuevas oportunidades. Este panorama seguramente posibilitó el sur-
gimiento de un nuevo ritmo, que en realidad es fruto de la amalgama
de culturas, elemento que da esencia a Fusagasugá: la diversidad. No es
en vano, que se afirme lo democrático del aire musical, pues se supone
que se escuchaba tanto en la plaza central, como en los salones del Hotel
Sabaneta y del Club Fusagasugá (hoy Fusacatán).

El Reinado de la Rumba Criolla sobrepasó los estrados locales y en


la actualidad se realiza el Reinado Departamental, el que congrega a casi
una decena de candidatas de diferentes municipios cundinamarqueses y
hasta del Distrito Capital. De la misma manera, ha sido llevado a otros
reinados, festivales y encuentros por los grupos de danza de Fusagasugá,
principalmente, obteniendo decorosos lugares al competir con ritmos au-
tóctonos de las zonas que invitan, o mucho más antiguos que la danza de
Cundinamarca.

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143 e Félix Raúl Martínez Cleves

Festival Orquídeas

Fusagasugá, Una orquídea


para el mundo
Muchas de las especies de flores que
hoy se producen en Fusagasugá,
acompañaron los árboles dedicados al
sombrío de los cafetales que rodearon la
ciudad durante muchos años.

Las condiciones ambientales de Fusagasugá han permitido que a la


exuberancia de la flora sea más que evidente. Por eso, las orquídeas entre
otras plantas se dan casi que al natural, en inmediaciones del quebrajo
territorio, sobre cualquier roca, como adorno de los altos árboles que
dieron sombra al café y desde los años treinta -con el jardín Luxemburgo-
de forma sistemática, proceso que creció a mediados del siglo XX con los
cultivos de la señora Bertha de Ospina y que fueron el inicio definitivo
para la constitución desde decenas de viveros dedicados a la producción
plantas y en especial de la orquídea.

El Festival de Orquídeas no es una casualidad, es el resultado de que


Fusagasugá tenga una larga trayectoria en el cultivo de flores y que por
ello es hoy conocida como Ciudad Jardín, por lo tanto, desde el 2003,
año en el que comenzó a realizarse en las instalaciones de la Unidad Edu-
cativa Carlos Lozano y Lozano durante la semana santa, momento que
ha sido utilizado como el marco perfecto para la atracción de turistas y
lugareños. Este año el escenario fue el Centro de Alto Rendimiento de
Cundinamarca, CERCUN, en donde la exposición creció no sólo en ex-
positores, sino en visitantes y compradores.

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144 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Nuestro Himno
Decía Manuel Zapata Olivella, que uno de los elementos funda-
mentales de la cultura, para que sea cultura, es su transmisión, su proceso
comunicativo. En este marco, la música, desde la antigüedad, se constitu-
yó en elemento fundamental para exteriorizar los sentimientos, siendo de
manera efectiva un lenguaje. Ese mismo que ofrece principios constituti-
vos de identidad a individuos y grupos sociales, por lo tanto, los himnos
como representación de la comunicación, de la música, del lenguaje en
sí mismos, son discursos repletos de diferencia, de distinción, de mostrar
lo que se es, pero al mismo tiempo lo que no se es, en comparación con
otros individuos y grupos.

Desde el principio de la humanidad los cánticos se constituyeron


en elementos distintorios, pero sería en la Edad Media con el nacimiento
definitivo de los estados - nación, cuando se daría mayor relevancia a ese
grupo de elementos que afianzaban la cercanía con un rey, con un estado.
La revolución francesa sí que supo la importancia de eso llamado identi-
dad, tomándose la tarea de construirla, de afianzarla sobre el pasado -por
más oscuro que fuera, pero también enseñando sobre el país, concen-
trando el poder de las armas e intentando regular la moneda. Son estos
elementos fundamentales en la construcción de las naciones modernas,
y toda Latinoamérica lo intentaría repetir durante el nacimiento de sus
repúblicas en el siglo XIX.

En el caso de Fusagasugá la construcción de la identidad tuvo per-


cances bien significativos, pues el proyecto de la elite, inaugurado a fines
del siglo XIX, fue incompleto, pues mientras se instalaban servicios pú-
blicos y se celebraban fiestas en el club Fusagasugá, olvidaron edificar un
proyecto colectivo, seguramente porque para dicho proyecto la historia
es fundamental y ellos -los más poderosos- tenían muy pocas cosas que
contar, a no ser la cita de Medardo Rivas sobre la industria cafetera ini-
ciada por Manuel Aya Caicedo. No es en vano que hasta 1979, la fecha
de la supuesta fundación del municipio fuera una madeja de sospechas o
que el pasado colonial o decimonónico fuera una sucesión de visitas de

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145 e Félix Raúl Martínez Cleves

funcionarios radicados en Bogotá. ¿Acaso la destrucción de los archivos


del siglo XVIII y XIX fue pura casualidad?

Alcaldía de Fusagasugá.

Otro de los inconvenientes más importantes radicaba en la gama


de colores, olores, texturas y sonidos que invadieron a Fusagasugá desde
fines del siglo XIX, provenientes, primero de Boyacá y el oriente de Cun-
dinamarca, luego del Tolima y posteriormente, de todo el país, y hasta
de otras latitudes del mundo. Efectivamente, la multiplicidad de maletas
repletas de bienes culturales estaba a la orden del día, cada uno con su
plato, vestido y canto épico de la región de origen. Recuérdese que en el
artículo 3 de la ley 397 de 1997, se contempla el respeto por la diversi-
dad; pero a veces poco lo hacemos. La tardanza de los administradores de
la ciudad se reflejó en que apenas en 1958 se adoptó un escudo, elemento
característico de todas las urbes del mundo. Sumado a lo anterior sola-
mente hasta 1983 se legalizó (Decreto 020) el uso de una bandera que
se venía utilizando, según parece desde mediados de siglo, cuando un al-
calde militar ordenó utilizar, ante la inexistencia de una y la necesidad de
hacerlo por la formación castrense del burgomaestre, la de la policía, pero
al revés para que no fuera la misma de la institución que brindaba dicha

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146 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

solución; el inconveniente del significado de cada uno de los colores se


agrava porque ni en el Decreto 020 de mayo 7 de 1983, ni el Acuerdo
Municipal 023 del 06 de agosto de 1994 se indica la razón para que ese
distintivo represente a los fusagasugueños.

Pero como si lo anterior fuera poco, el himno, compuesto por el


maestro Domingo Nieto, que era interpretado durante la década de los
ochenta, tampoco fue legalizado, siendo justamente ese inconveniente
y la ausencia para con el municipio del “resalte de sus hechos históricos
y deportivos, que hable de sus valores humanos y destaque la hidalguía
de sus gentes, la belleza e inteligencia de sus mujeres y haga honor a la
hermosura de sus atractivos turísticos”, según lo expresaba el Decreto
146 de junio de 12 de 1989 con el que convocó a concurso abierto para
seleccionar un himno que por ende, continua el acto administrativo, es
“indispensable”.

El proceso para la gestación del emblema musical fue lento, requirió


de la ampliación del plazo para recibirse las propuestas ante la ausencia de
trabajos. Finalmente, fueron siete obras, de las cuales el jurado compues-
to por Milton Gutiérrez Luque (Director de Cultura de la Corporación
de Cultura y Turismo de Cundinamarca) y Julio Roberto Raveno (Profe-
sor de Música del SENA) seleccionó a Blanca Aurora Álvarez de Sarmien-
to, bajo el seudónimo de “fusagasugueña soñadora”. Esta creación luego
tendría arreglos orquestales del músico, por mucho tiempo director de la
banda municipal, Hugo Pinzón Pinzón.

Tuvieron que pasar dos años desde que se oficializó la decisión del
jurado por medio del Decreto 332 del 28 de noviembre de 1989, hasta
que el Concejo Municipal lo aprobó por medio del Acuerdo 21 de 1991,
mostrando los tiempos que se toman las ciudades para construir los dis-
tintos elementos que requiere. En ese mismo acto de la corporación lo-
cal, se estableció la obligatoriedad de su interpretación en todos los actos
públicos del municipio y su ubicación como símbolo - paradójicamente
llamado patrio- junto con la bandera y el escudo. Se había reanimado,
por un soplo legal la vitalidad de buena parte de nuestra cultura.

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147 e Félix Raúl Martínez Cleves

Es bastante tardía la premisa de indispensable, pues mientras los


estados y las ciudades de Latinoamérica construían sus emblemas a más
tardar iniciado el siglo XX, nuestro municipio creyó necesarios esos ele-
mentos al finalizar dicha centuria. La identidad no puede aparecer de un
día para otro, en un intento desesperado por recuperar algo perdido, tal
y como se ha hecho de manera muy desafortunada en nuestro municipio
en casos que no señalaré en esta ocasión. El problema de esta situación no
está en la ausencia de pertenencia de las nuevas generaciones, esa premisa
es más bien obtusa, es indispensable ir a la esencia de la dificultad: ¿Cómo
ha construido Fusagasugá su cultura -no sus artes?

Por eso, debieron pasar 16 años para que nuestro himno tuviera
nuevos arreglos musicales, aun cuando el decreto que lo adoptó como ofi-
cial preveía el destino de recursos para sus grabaciones y reproducciones;
y 13, para confirmarse como parte de todos, pues la intención de algunos
personajes por sustituirlo hace algún tiempo lo que termino fue avivando
su defensa y demostrando que ya hace parte de todos y que era necesario,
en cambio, su mejoramiento para ser divulgado con mayor fuerza.

De esta manera, nuestro cuadro identitario estaba en gran parte fi-


nalizado, sin embargo, su conocimiento masivo es limitado, una de las
acciones con la cuales se edifica el término identidad -tantas veces prosti-
tuido- ha estado al margen: la educación. Es cierto que los últimos años
se han hecho cosas interesantes, pero todavía hace falta mucho camino
por recorrer desde la transmisión de nuestra cultura, esa facultad tan im-
portante que tienen los docentes. Para ello, es preciso evitar caer en la te-
sis de que el patrimonio es exclusivo de unas casas viejas, o de hojas ama-
rillentas de cierto libro. Nuestra riqueza como lo estipuló la UNESCO en
1982 y luego la Ley General del Cultura (397) en 1997, es además de lo
tangible, lo intangible, aquel “conjunto de formas de cultura tradicional y
popular o folclórica, es decir, las obras colectivas que emanan de una cul-
tura y se basan en la tradición. Estas tradiciones se transmiten oralmente
o mediante gestos y se modifican con el transcurso del tiempo a través
de un proceso de recreación colectiva. Se incluyen en ellas las tradiciones
orales, las costumbres, las lenguas, la música, los bailes, los rituales, las

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148 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

fiestas, la medicina tradicional y la farmacopea, las artes culinarias y todas


las habilidades especiales relacionadas con los aspectos materiales de la
cultura, tales como las herramientas y el hábitat”.

Como se denota, la oralidad es fundamental, tal y como se crea y


recrea de manera constante nuestro himno, pues a pesar de estar escrito
en varios lugares, su entonación le hace vivo todos los días. Por eso, seña-
lábamos con anterioridad el tiempo que se ha tomado y que tomará para
constituirse en uno de nuestros símbolos colectivos; para hacerlo de una
manera esporádica, didáctica, sin apuros, sin presiones. De lo contrario,
la cultura de todos, será de unos cuantos, de unos que pueden visitar mu-
seos, mientras las masas son violentadas silenciosamente por los realtys,
las franjas de farsandula (perdón farándula) o los noticieros mismos. En
tanto, el “pueblo hermoso, noble y generoso” será mera utopía.

Nuestra Fusagasugá ha sido capaz de construir su propia identidad,


muchas veces desconocida, pero siempre incluyente, de lo contrario por
qué siguen llegando vecinos de otras geografías. Aquí, el lenguaje expues-
to en el sonido, es el fundamento de la vida comunitaria. Asimismo,
como lo menciona Eduardo Galeano, la memoria -la colectiva- está en el
aire que respiramos. Todo esto requiere trabajo, estudio y disposición de
quienes tienen la oportunidad de regir la ciudad. Al final, con el objetivo
de hacer de Fusagasugá la de “embrujos y sueños”, como armoniosamen-
te nos lo dejó para la posteridad Blanca Aurora Álvarez.

Tipos populares de Fusagasugá 1843-1856 - Edward Mark Walhouse.

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149 e Félix Raúl Martínez Cleves

Historia mágica de Fusagasugá


Fusagasugá, como todos los lugares del mundo, conserva entre las
voces de sus habitantes relatos llenos de magia, los que le dan al territorio
un encanto, una razón especial para conocer de cerca sus misterios. A
continuación, esbozaremos algunos, pero la inmensa mayoría están escri-
tos en el libro abierto de las memorias de los fusagasugueños. Esta es la
otra historia y geografía de Fusagasugá. Los relatos conservan gran parte
de los ritmos de su formato original, que desde luego es oral.

El diablo del puente de Sardinas

Hace tiempo escuché de un señor con sus años, que un


tipo que se estaba tomando unas cervezas un sábado des-
pués de trabajar en una tiendita que había donde hoy
está el paradero del Fusacatán, se le hizo tarde y cuando
se dio cuenta ya estaba oscureciendo, entonces dijo que
se iba, pero el dueño de la tienda le dijo: no don José,
mire que están asustando en el puente de Sardinas. El
tipo no le puso cuidado al de la tienda y en cambió le
dijo que le vendiera unos panes y que si se le aparecía
el dichoso diablo para eso tenía su machete. Don José
cogió camino, entre oscuro y claro, con los panes en la
mano y sin ningún miedo. Cuando llegó al puente ya
no se veía nada y de repente escuchó una voz fuerte que
le decía: José suelte los panes. Y José le decía que no.
Luego de repetirle varias veces esa solicitud, José arrojó
los panes y dijo: pues vengase, que yo no le tengo miedo.

Apenas terminaba de decir eso cuando sintió el primer


golpe, que lo dejó lejos, pero él se paró y sacó su machete,
y eso se dio duro. Pero al otro día José no aparecía y lo
buscaban por todos lados, y todavía más grave cuando
en el puente encontraron sangre. Después de tres días

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150 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

de estar buscándolo le hallaron debajo del puente ama-


rrado a éste y el machete cerca al río partido en tres
partes, lo curioso de todo es que estaba moreteado, pero
no tenía ninguna cortadura, entonces de quién era la
sangre. Don José contó esa historia hasta que se murió y
él decía que la sangre era del diablo y que éste le pedía
que botara los panes, porque el pan es bendito y con eso
en la mano no le podía hacer nada, por eso decía que si
la gente no era capaz de enfrentar al diablo, pues que se
cargara hartos panes, esos lo protegían.”

Relato de Orlando - Barrio Fusacatán, 2003.

La guaca del resguardo

Yo escuché de mi abuelo que en la vereda el Resguar-


do, por el camino que va para Silvania, por el lado
del Cementerio y que era muy transitado por los
campesinos, cada rato aparecía una luz, como ama-
rilla y azul y que segaba por un momento a los que
la veían. Dicen que esa luz es señal de una guaca.

Un buen día, un campesino decidió excavar el lugar


donde aparecía la luz, hasta que halló una olla llena
de oro y otras cosas, como de entierro, pero al destaparla
salió una luz tan fuerte que lo dejó ciego y un humo que
los asfixió, pero sólo por un rato ya después se puso bien

El campesino llevó el tesoro a su casa se puso a comprar


cosas a diestra y siniestra, pero después de unos días le dio
una enfermedad lo más de rara y se terminó muriendo.

Decía mi abuelo que el campesino se murió por las mal-


diciones de los espíritus de los muertos, de los indios, que

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151 e Félix Raúl Martínez Cleves

estaban guardando la olla y que les caía a quien cogiera


lo que no era suyo.”

Relato de Doña María - Barrio Santander, 2003.

El puente del Águila

Un día un borracho, que se llamaba Adán, después


de haberse pegado una borrachera con chicha has-
ta la madruga en una de las chicherías de las que
había en Calle Caliente y que se llamaba el Mayor
Punto. El borrachito cogió camino para su casa en el
sur del pueblo y tenía que pasar por un puente vie-
jo construido hace años sobre la quebrada Sabane-
ta; ese puente era muy bonito porque estaba cubierto.

Pero Don Adán no llegó a su casa y solamente tres días des-


pués lo encontró un campesino por allá en el cerro Fusaca-
tán en medio del monte, todo asustado, y le preguntaron

Antiguo Puente del Aguila.

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152 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

que le había pasado y, entonces, él dijo que cuando llegó


al puente había un águila grande en el techo y que abrió
las alas, pegándole un susto que le quitó la borrachera.

El águila lo cogió en sus garras y lo botó por allá en el


Fusacatán, donde estuvo perdido hasta que el campesino
lo encontró. Cuentan que después de ese susto no volvió
tomar tanta chicha y que cuando se emborrachaba, lo
hacía temprano para no pasar tan tarde por el puente.

Después de eso la gente comenzó a llamar el puente


como el Puente del Águila, y dejaron de pasar tarde de
la noche por ese sitio. Yo creo que todavía asustan no
sólo porque es muy oscuro y los ladrones hacen su agosto,
sino por toda ese mugre que se ve en esa quebrada; ya
no se aparece el águila pero todavía da como susto pasar
por allá.”

Relato de Don Jaime - Barrio Llano Largo, 2003.

El Parque Bonet en 1930 hoy aquí esta el coliseo.

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153 e Félix Raúl Martínez Cleves

QUINTA PARTE
Historiando Ando
Una historia para las niñas y
los niños de Fusagasugá

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154 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

c d

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155 e Félix Raúl Martínez Cleves

Historiando ando
Ven, disfruta de la historia de nuestra Fusagasugá, de la cual tú ha-
ces parte. A lo largo de las siguientes páginas descubrirás que la gente del
pasado se parece mucho a ti, más de lo que crees.

Hace miles de años, entre el 7.500 y el 3.000 antes del presente,


llegaron las primeras personas a esta tierra. Eran muy pocas, vivían en
cavernas o debajo de cualquier cosa que les pudiera proteger del frío o el
sol, se vestían con pieles de animales y comían de lo obtenido en la caza,
la pesca y la recolección de frutos de los árboles.

Luego -aproximadamente hace unos 800 años- su número aumen-


tó, gracias al cultivo de productos agrícolas como el maíz. Además de
cazar y pescar, recolectar y cultivar, se dedicaron a intercambiar con otros
grupos que vivían cerca de aquí – como los Muiscas, Panches y Pijaos- las
cosas que sobraban.

De esta manera, nuestros ancestros —los Sutagaos, como se hacían


llamar— conseguían todo lo que necesitaban: comida, vestido (mantas),
armas –como flechas-, vasijas, adornos para sus cuerpos y elementos para
hacerles ofrendas a sus dioses. La vida en sus casas circulares era feliz, y los

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156 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

niños jugaban, ayudaban a sus padres y esperaban la noche para escuchar


historias en las que sus mayores les enseñaban sus tradiciones.

Pero la felicidad se rompió con la llegada de unos hombres muy ex-


traños, no sólo por el color de su piel (blanca), sino por su vestido y forma
de hablar. Estas personas venían de España a buscar riqueza y apoderarse
de todas esas tierras que ves a tu alrededor.

En 1539, aquellos hombres —los españoles— pusieron sus pies


sobre nuestro bello paisaje e intentaron hablar con nuestros Sutagaos,
pero no se entendieron; necesitaron un indígena que les tradujera lo que
intentaban decirse, el cual al parecer lo debieron traer de zonas cercanas
a la actual Bogotá.

Los españoles querían que los Sutagaos vivieran en un poblado con


una plaza, una iglesia, un lugar donde se solucionaban los inconvenientes
que pudieran presentarse —llamado Cabildo (como la actual Alcaldía)
—, pero esto era muy distinto de cómo habían vivido durante muchos
años nuestros nativos. Por eso, los hombres extraños tardaron bastante en
lograr que los indígenas les hicieran caso.

Solamente hasta el 5 de febrero de 1592 se logró que los Sutagaos


habitaran un lugar llamado Pueblo de Indios, y fue un señor llamado Ber-
nardino de Albornoz quien estableció definitivamente ese poblado, en el
mismo lugar donde hoy está nuestra ciudad.

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157 e Félix Raúl Martínez Cleves

Como te podrás imaginar, nuestros ancestros sufrieron mucho;


sin embargo, intentaron vivir lo mejor posible, mezclando sus antiguas
creencias con las que habían traído los españoles.

De este modo, comenzaron a ir a la iglesia, pero también continua-


ron contando historias sobre el modo como habían llegado a estas tierras
y algunas otras que entretenían bastante a los niños. Narraban historias
sobre la luna, el sol, las estrellas y las montañas, y hasta el origen del pro-
pio nombre de su comunidad.

Las cosas que cambiaron fueron muchas. La forma de la casa ya


no era circular —desde ese momento fue rectangular—, la comida tuvo
nuevos productos —como las carnes de res y de cerdo, el aceite y los
condimentos— pero éstos se mezclaron con los ya existentes —como el
maíz, la miel y hasta la chicha, que terminó por gustarles a los españoles.
La tierra que antes le pertenecía a toda la comunidad, desde ese momen-
to, era propiedad del Rey de España y administrada por unas personas
llamadas encomenderos, alcaldes, corregidores y alguaciles; así como, de
todo lo producido debían entregar una importante parte a estos señores.

Nuestros Sutagaos sufrieron un nuevo cambio en 1776, porque se


dispuso que debían marcharse para Pasca y dejar sus casas y solares –en
donde tenían los cultivos para sustento. ¿Te imaginas qué sintieron? Se-
guramente, mucha tristeza, por tener que dejar el lugar donde crecieron,
jugaron, trabajaron y soñaron.

A pesar de su llanto, el 7 de mayo de 1776 se decidió que el lugar


donde vivían nuestros tatarabuelos indígenas fuera desde ese momento
habitado por los blancos, quienes eran descendientes de esos primeros
españoles que llegaron a estas tierras y vivían regados por todas las mon-
tañas que ves a tu alrededor.

A partir de ese momento perdemos el rastro de nuestros Sutagaos,


pero quizá tú descubras qué pasó finalmente con ellos y le puedas contar
al resto de los fusagasugueños la solución de este enigma, que hasta ahora
nadie ha resuelto.

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158 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Los blancos que comenzaron a habitar Fusagasugá, y de los cuales


también descendemos, fueron quienes continuaron haciendo cada día
más bonito nuestro municipio.

Ellos, además de participar en la Guerra de Independencia, se de-


dicaron durante todo el siglo XIX a cultivar productos como la quina y
la caña de azúcar. La tradición de comerciantes que tenían los primeros
hombres que habitaron nuestras tierras no se perdió, y por eso se conti-
nuó vendiendo aguardiente, chicha, chocolate, huevos, panela y hasta
maletas de cuero, productos que eran comprados principalmente por los
viajeros que pasaban por Fusagasugá al dirigirse al sur del país y a Bogotá
–como todavía sucede.

Además de trabajar, también hacían fiestas en las que se bailaba y se


reía, corridas de toros donde los animales mansos eran la burla de todos
los asistentes, juegos como la lotería (muy parecida a la que hoy conoces)
y el subir a una vara muy alta que había sido untada de manteca y que
tenía en su punta un premio.

A mediados del siglo XIX se comenzó a cultivar el café y este pro-


ducto atrajo mucha gente de diversos lugares del país en busca de trabajo.
Esas personas trajeron sus costumbres —como la comida, el vestido, la
forma de hablar y hasta los juegos que se realizaban en los sitios donde
habían nacido. Si les preguntas a tus abuelos, ellos te podrían contar más
al respecto y aprenderías cosas muy divertidas.

Con el cultivo del café llegó mucha riqueza, no sólo por el gran nú-
mero de personas que vinieron a vivir en Fusagasugá sino porque durante
los primeros cincuenta años del siglo XX nuestro municipio comenzó a
tener cosas que antes no poseía.

Por ejemplo, nuestra ciudad solamente se alumbraba con faroles du-


rante algunos días del año, pero desde 1922 tuvo luz eléctrica, la misma
que hoy se utiliza para que funcione el televisor, el x-box o para alumbrar
las calles en la noche. Asimismo, comenzó a tener acueducto, pues antes

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159 e Félix Raúl Martínez Cleves

de 1923 todos los fusagasugueños tomaban el agua de la quebrada La


Parroquia, la cual cruzaba por donde hoy está la Avenida de Las Palmas.

Como ves, la vida cambió bastante, porque se pudo caminar en la


noche, usar electrodomésticos y bañarnos con tan sólo abrir la llave de
la ducha.

Fusagasugá continuó haciéndose más y más grande, aunque desde


1940 el cultivo de café disminuyó, porque siguió llegando gente, unos
buscando trabajo y otros para disfrutar del clima. Esos pobladores de
nuestro municipio se dedicaron, en su gran mayoría, a comerciar, tal y
como lo hacían nuestros ancestros indígenas.

Es posible que algunos de los miembros de tu familia practiquen esa


actividad; eso es comerciar y sirve para conseguir dinero, con el cual se
adquieren las cosas que necesitamos todos los días.

El cultivar y criar vaquitas todavía se hace, pero no tanto como


antes, pues mucha gente que vivía en el campo decidió venir a trabajar
a la ciudad, buscando una mejor vida para ellos y sus hijos, aunque no
siempre esta ilusión se lograra.

También, algunos de nuestros paisanos se dedicaron a cuidar galli-


nas (avicultura) y a cultivar flores o plantas en viveros en las afueras de la
ciudad.

Además de estas actividades que se desarrollan en Fusagasugá, que-


dan muchos otros oficios entre los cuales puedes escoger para cuando seas
grande y seguir el camino trazado por nuestros ancestros de hacer mejor
cada día nuestro municipio.

Nuestra ciudad se hace más grande todos los días ¿Te has dado
cuenta de eso? ¿Sabes por qué? A esta bella ciudad llegan muchas personas
desde distintos lugares, porque muchos caminos se unen aquí, y deciden
quedarse para que sus hijos o nietos vivan mejor.

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160 e Aproximación a la Historia de Fusagasugá

Lo anterior ha permitido que Fusagasugá reciba muchas cosas de


otros lugares; es así como revolvemos, sin ningún problema, papa y pláta-
no en un solo plato, o disfrutamos rápidamente de los avances tecnológi-
cos, como los computadores, x-box o modernos televisores.

Fusagasugá es un lugar amable, gracias a que aquí se reúnen muchas


costumbres; por eso escuchamos rock, reggaetón y hip-hop junto a rum-
ba criolla, torbellinos, vallenatos y otro gran número de manifestaciones
musicales, y cultivamos muchas otras expresiones artísticas. Todo esto la
hace más rica, un sitio de donde nadie quiere irse.

La Historia no se acaba aquí, se continúa escribiendo, es algo que no


se detiene, y tú puedes ser un personaje muy importante en esta Historia.

¿De qué manera lo podrías hacer?

¡Sencillo! Soñando una Fusagasugá mejor y haciendo todo lo que


esté a tu alcance para que esos sueños se hagan realidad.

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