Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
a la historia de
Fusagasugá
Fusagasugá, 2011
Diseño y Diagramación
Gildardo Adolfo Tovar Bonilla
Fusagasugá D’Impacto
All rights reserved
Impresión
Fusagasugá D’Impacto
PRIMERA PARTE
Fusagasugá, una ciudad de caminos - 23
Un balance sobre el paisaje y la historia de Fusagasugá - 25
El pueblo de indios de Fusagasugá - 39
SEGUNDA PARTE
Nidos de Caica Entre la Maleza - 67
Algunos sitios de interés histórico: Quinta Balmoral,
Casona La Tulipana, Hacienda La Puerta, Casona La Venta,
Quinta Coburgo, Casa del Molino - 69
La reclusión de los extranjeros en Sabaneta - 86
TERCERA PARTE
Mujeres: Pensar Obrando - 93
Memorias del fuego - 95
Amancebamiento y vida íntima - 115
El campesinado fusagasugueño y el cerro Fusacatán - 119
Fusagasugá Moderna
c d
El Sumapaz hasta los años setenta había sido limitado a ciertas re-
ferencias por parte de investigadores del ámbito nacional. Los trabajos
Libro Primero
La Notaría Primera de Fusagasugá
conserva algunos de los más antiguos
documentos sobre el pasado local.
Es posible hallar allí textos elaborados
a fines del siglo XVIII, pasando por
mapas y planos y hasta las actuales
escrituras públicas.
trabajos, a no ser por los elaborados sobre las temáticas de café y conflictos
agrarios. Rocío Londoño llamaba la atención, hace ya varios años -y no
por ello ha perdido su validez-, sobre la ausencia de investigaciones y se-
ñalaba, además, los espacios temporales en los que este inconveniente era
más acentuado. Al respecto decía:
19 LONDOÑO, Rocío. “Los nuevos hacendados de la provincia del Sumapaz (1890-1930)”. Op.cit.
Informaciones de los méritos y servicios del capitán Alonso de Olalla, y de su hijo Juan López de
Herrera, unos de los primeros descubridores y conquistadores de las provincias de Venezuela y del
Nuevo Reino de Granada, en particular de las provincias y valle de Moquegua, y de los sutagaos,
y de los puertos del río grande de la Magdalena. Santa Fe, 12 de febrero de 1585. Hay otra
información de oficio, Santa Fe, 8 de abril de 1584
primera parte
Fusagasugá, Una Ciudad de Caminos
c d
Relieve de Fusagasugá
Figura Votiva
Fusagasugá, Cundinamarca.
600 d.C. - 1600 d.C.
Territorio Sutagao
Todavía los estudios sobre la comunidad indígena de los Sutagaos
son muy someros y tangenciales, por lo tanto, las afirmaciones sobre las
prácticas religiosas, sociales y políticas, son bastante básicas y se aseme-
jan a las realizadas fundamentalmente por los Muiscas; más, si se tiene
en cuenta que durante mucho tiempo se han incorporado, por parte de
Tunebos
Laches
Guanes
SANTANDER
ANTIOQUIA
MUZOS
BOYACA
CALDAS
Río Magdalena
MUISCAS
TEGUAS
TOLIMA
PANCHES Bogotá
TOCAIMA
TIBACUY
FUSAGASUGA
GIRARDOT
CUMACA PASCA
ARBELAEZ
MELGAR PANDI GUAYUPES
ICONONZO SAN BERNARDO
VENECIA
CUNDAY
CABRERA
PIJAOS
ena
agdal
Río M
TOLIMA
META
HUILA
Territorio Sutagao
Petroglifos Quebrajacho
Estos petroglifos fueron hallados en el momento
de construcción del complejo Agrotecnológico
Quebrajacho, entre los años 2002 y 2003
Piedrapintada Pandi
“...está dividido en seis cuadratines,
cada uno de los cuales encierra dos
signos cursivos, de tan limpios perfiles
que hacen desaparecer la hipótesis
de que pudieran ser el resultado del
capricho casual del pintor. Nueve de las
veinticuatro letras del alfabeto griego
descubre allí el ojo maravillado del
observador.”
Fuente: http://www.rupestreweb.info/martinez.html
El señor Lázaro M. Girón copió y describió varias pictografías que se encuentran grabadas
en bloques rodados en los sitios de Chinauta y Anacutá (distrito de Fusagasugá). Aquello
es una danza loca de objetos animados e inanimados
concepto del tributo. A pesar de las suplicas hechas por los indígenas, el
traslado se hizo efectivo y desde ese momento se perdió el rastro de la
comunidad nativa de la región.
Campesinos y hacendados
El interés por la región que se motivó con la extracción de quina,
colaboró inicialmente y de forma importante para la adquisición de tie-
rras durante los primeros sesenta años del siglo XIX, lo cual se hizo con
la compra de terrenos, declarados como baldíos por el gobierno nacional,
Introducción
Los Sutagaos
Cerámica
Son pocas las piezas de cerámica
utilizada por los sutagaos que se
conservan, la mayoría de ellas provenían
del Altiplano Cundiboyacense,
principalmente de Tocancipá.
20 CARL, Langebaek, Mercados, poblamiento e integración étnica entre los Muiscas. Siglo XVI. Bogotá:
Publicaciones del Banco de la República, 1987.
cas, usaban esta práctica con un sentido religioso antes que económico.
Lo anterior también muestra cómo el desarrollo de los Sutagaos no era
tan limitado como se ha pensado hasta ahora, pues el comprender las ma-
nifestaciones culturales de sus vecinos los ubicaba en lugar privilegiado
al actuar como intermediarios de grupos que con precariedad lograban
entenderse. Empero, es preciso tener precaución y no sobredimensionar-
los, pues su “rol marginal” era constante, tanto en lo político, como en lo
económico22, ante las inmensas ventajas de la oferta ambiental y produc-
tiva de las tierras frías, la cual permitió la construcción de una sociedad
de importante complejidad -los Muiscas.
22 Ibíd., p. 150.
23 URICOCHEA, Ezequiel. Memoria sobre las Antigüedades Neo-Granadinas. Bogotá: Biblioteca del
Banco Popular, Volumen 24, 1984.
24 Ibid., p. 43.
Saguanmanchica
Sostiene Ezequiel Uricochea que
Saguanmachica desplegó un amplio
ejército para controlar a los sutagaos,
ya que el sitio donde se ubicaban estos
últimos resultaba importante para el
acceso y control de recursos como el
oro.
Fuente: http://old.lablaa.org/blaavirtual/revistas/
credencial/agosto1993/agosto2.htm
25 Ver: VELANDIA, Roberto. Enciclopédia Histórica de Cundinamarca, Tomo II. Bogotá: Biblioteca
de Autores Cundínamarqueses, Cooperativa Nacional de Artes Gráficos, 1979.
Dos años más tarde fue necesario designar con la Real Cédula del
15 de enero de 1592 al Oidor Bernardino de Albornoz para lograr sujetar
a los indios, pues de dicha dominación dependían las finanzas de la Co-
rona, en la medida que los encomenderos de la región tuvieran las fuen-
tes necesarias para cumplir con sus obligaciones tributarias, además del
desarrollo urbano de Altagracia. Es así que el 5 de febrero Albornoz em-
prendió camino junto con algunos funcionarios entre los que se contaban
escribano, alguacil e intérprete.27 Ese mismo día arribó a Fusagasugá y, sin
demora alguna, ordenó que se comunicara al cacique,
26 Archivo General de la Nación (en adelante AGN), Sección Colonia, Fondo Visitas Cundina-
marca, Tomo XII, folios 280 y 281.
27 Roberto Velandia afirma que era necesario traer interprete para comunicarse con los Sutagaos,
pues éstos no hablaban lengua Chibcha, pero este supuesto es bastante ingenuo y olvida la hete-
rogeneidad de dicho lenguaje y sus variaciones de una zona a otra dentro del territorio Muisca y
sus inmediaciones.
28 AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I, Caja 192, Carpeta 7066-707,
Folio 16v.
29 AGN, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I, Caja 192, Carpeta 7066-707,
Folio 18r.
30 Ver: SALCEDO, Jaime. Urbanismo Hispano-Americano. Siglos XVI, XVII y XVIII. Bogotá: Cen-
tro Editorial Javeriano, 1996, p 123.
31 “Instrucción para el gobierno de las Indias, Alcalá, 20 de marzo y Zaragoza, 29 de marzo”, en
Colección de Documentos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamérica. CSIC, Instituto
Balmes, I, Madrid: 1953, p. 9. Citado por DE SOLANO, Francisco. “Política de Concentración
de la población indígena (1500-1800): objetivos, proceso, problemas, resultados”, en, HARDOY, Jorge y
SCHAEDEL, Richard. Asentamientos urbanos y organización socioproductiva en la historia de América
Latina. Buenos Aires: Ediciones SIAP, 1977, p. 90.
33 Ibid., p 371.
tas por los españoles; y por otro lado, los actores de la ciudad de Altagra-
cia quienes, sin un lugar propio para manifestar su poder, tuvieron que
usar los espacios públicos del pueblo de indios para aplicar justicia.
35 “En la traza limeña la iglesia aparece siempre en la manzana del levante, de manera que, al mantener su
orientación tradicional, la iglesia debe, forzosamente, dar su fachada a la plaza. Una posible explicación a este
cambio en la posición relativa de la iglesia en la plaza es que en algunos fundadores se estuviera abriendo paso ya
la nueva corriente del humanismo renacentista, una de cuyas consecuencias arquitectónicas fue la concepción del
espacio en perspectiva, la aparición del concepto de plaza con fachadas de fondo y la percepción del continuum,
un espacio fluido, fugado desde plaza hasta el interior de los edificios.” PANOFSKY, Erwin. La perspectiva
como forma simbólica. Barcelona: Tusquts Editor, 1973. Citado por SALCEDO, Jaime. Op.cit., p.
66-67.
36 Ver: SALCEDO, Jaime. Op.cit. y MARTÍNEZ, Carlos. Reseña urbanística sobre la fundación de
Santafé en el Nuevo Reino de Granad. Bogotá: 1973.
39 “Instrucción dada a los Padres Jerónimos. Madrid, 13 de septiembre de 1516.” Citada por DE SOLANO,
Francisco. Op.cit., 1977, p 91.
40 En Fusagasugá se hizo realidad hasta el hospital, que en la segunda mitad del siglo XVIII era
mencionado como casa-hospital, no obstante, sabemos muy poco sobre este equipamiento ur-
bano.
41 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1108 y 1110.
42 SALCEDO, Jaime. Op. cit., p. 151.
43 Ley citada por SALCEDO, Jaime. Ibíd., p. 106.
Traslado de los autos sobre el salario que se ha de pagar a Luis Enriquez por su visita a las iglesias
de los pueblos de Rajica, Guasca y Fusagasuga.
[1599, julio, 30, Santa Fe 1599, noviembre, 11, Santa Fe].
En este informe se da cuenta sobre el pago de salarios por obras en las iglesias.
se hizo cada vez más continua en la segunda mitad del siglo XVIII. La
finalidad de colaborar con las arcas públicas difícilmente se cumplía y
terminaron, luego del traslado de los indios a Pasca, por rematarse duran-
te el siglo XIX con el fin de financiar obras públicas ante un Municipio
constantemente quebrado; sin embargo, ello significó la reducción pos-
terior de los ingresos locales y las limitaciones para el crecimiento urbano
durante los primeros 50 años del siglo XX.
En este documento se concede poder al vecino de este valle Ignacio Perez de la Cadena, para realizar
la demolición del Pueblo de Indios de Fusagasugá, hecho que no se produjo sino parcialmente hasta el
siglo XIX.
Indígenas en el
siglo XIX
vida rural les hacía pasar desapercibidos. Por eso, el esfuerzo por procurar
hacer suyo el más grande de los poblados de la región y romper para siem-
bre esa carga de vergüenza que tenían por su fracaso en la construcción
de ciudad y el estar obligados a compartir actividades cotidianas con sus
dominados.
Parte 7: ANA HERRERA
Algunos meses después de la respuesta negativa del Fiscal Protector
fue promulgada la Real Cédula del 3 de agosto de 1774, que junto con
la del 20 de diciembre de 1707, sustentó la reagrupación de pueblos de
indios, la venta de resguardos y la conformación de pueblos para blancos
en gran parte de Hispanoamérica. Estas pretensiones buscaban la rees-
tructuración de todo el Imperio, no sólo en el campo social, sino político
y principalmente económico, ante los problemas fiscales de la Corona
generados por las constantes guerras en Europa, la inflación y la disminu-
ción de los tributos ante el decrecimiento de los indios. En este contexto
jurídico y ante la solicitud latente de los “vecinos de Altagracia”, el Virrey
Manuel Guirior ordenó la visita del Fiscal Francisco Antonio Moreno y
Escandón al partido de Fusagasugá para la
49 Ibíd., p. 74.
51 AGN, Sección Colonia, Fondo Poblaciones, Tomo VII, folio 23. Citado también por VELANDIA,
Roberto. Op. cit., p. 1097 y 1098.
y ambientales del traslado de los indios a sitios distintos a los suyos. Ge-
neraba este proceso de desalojo una fractura social que para este caso -el
de Fusagasugá- se constituiría en el puntillazo final para la desaparición
definitiva de los Sutagaos como comunidad, pues el vínculo ancestral con
su tierra se rompió; su modo de vida, en términos económicos, dados
por el tipo de oferta ambiental que tenía la vertiente y principalmente el
clima templado, desapareció; además, su orden político se vio enrarecido
y golpeado de muerte, al reunir en un mismo lugar indígenas de diferen-
tes étnicas, que, en palabras de Francisco de Solano, 52 “creó tensiones
sociales permanentes”.
Fuente: Datos extraídos por el Fiscal Francisco Antonio Moreno y Escandón de los libros
parroquiales de los pueblos. Francisco Antonio Moreno y Escandón, Op. cit., p. 72 y 73.
54 AGN, Sección Colonia, Fondo Visitas Cundinamarca. Tomo XII, folio 192v.
55 La medida designada para estos solares fue de 25 varas.
existían en torno a la plaza56. Fue necesario que desde 1815, Jorge Tadeo
Lozano, impulsara un crecimiento en la concentración de residentes del
poblado57, hecho que no implicó cambios substanciales. Solamente el de-
sarrollo producido por el café, sumado a la migración constante desde fi-
nes del siglo XIX, le dieron una cara distinta a lo que todavía tenía aroma
a pueblo de indios. Sin embargo, como ya se dijo, la ciudad, y por ende
su territorio (que en este caso es la región del Sumapaz), logra conservar a
su manera todas esas experiencias vividas para que lo actual se constituya
en el resultado de todo un precipitado histórico.
A manera de conclusión
Fin parte 9
56 MORENO DE ANGEL, Pilar. Antonio de la Torre y Miranda. Viajero y poblador, siglo XVIII.
Bogotá: Editorial Planeta, 1993, p.234 -242.
57 VELANDIA, Roberto. Op. cit., p. 1108.
segunda parte
Nidos de Caica entre la Maleza
c d
58 CAICEDO, José. “Carta dirigida a Alberto Urdaneta”. En: Papel Periódico Ilustrado. 15 de abril
de 1882, Número 13, Año 1.
59 RIVAS, Medardo. Los trabajadores de Tierra Caliente. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular,
1972.
60 MARULANDA, Elsy. Colonización y conflicto. Las lecciones del Sumapaz. Bogotá: IEPRI, Tercer
Mundo Editores, 1991.
61 RIVAS, Medardo. Op. Cit.
62 Ubicadas en el Archivo Histórico de Fusagasugá.
Casona de Balmoral
La Casona Balmoral fue intervenida
entre 2001 y 2003, durante 2007
se realizaron trabajos para detener
el deterioro de los imágenes de sus
paredes exteriores. Allí funciona
actualmente el Archivo General
Municipal, guardián de la memoria
escrita de Fusagasugá y el Sumapaz.
tenía en sus viviendas tantas de estas obras, en paredes y cielos rasos, sin
contar que han sido atribuidos a pintores de origen italiano, hecho que
no ha sido desmentido ni confirmado. Por otro, se constituyeron en una
especie de libros de historia y geografía universal, con los cuales los veci-
nos podían observar lugares, que en la mayoría de los casos no conocerían
sino por ese medio.
63 MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá. Una ciudad soñada. Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2005.
64 Juicio de sucesión de la señora Dora Schoeder de Aya protocolizado por la escritura No. 100 de
enero 21 de 1933 en la Notaria 3 de Bogotá y la partición fue aclarada por escritura No. 592 de
agosto 31 de 1936 en la misma Notaria.
Casona La Tulipana
Parte 11: JAIME LÓPEZ
La Tulipana
Actualmente funciona en
esta Casona una fracción
de las escuelas de artes
de la Jefatura de Cultura de
Fusagasugá.
65 Maximiliano Aya, que al hacer parte de la familia Aya se hizo un importante comerciante de café
y otros productos, como extensión a esa importancia integró la dirigencia de la ciudad actuando
en distintos estrados de la administración municipal.
66 La división extrajudicial efectuada entre Maximiliano Aya y otros fue celebrada por escritura
No. 1.900 de julio 16 de 1954 en la Notaria 6 de Bogotá.
67 Ver: Notaria Cuarta, Escritura No. 953 del 04 de marzo de 1952, Bogotá.
68 Ver: Archivo del Concejo Municipal de Fusagasugá y el Archivo Central del Municipio de Fu-
sagasugá. Acuerdos Municipales.
69 RODRÍGUEZ, Luís Alberto y MARTÍNEZ, Raúl. Memorias. Fusagasugá: Colegio de Primaria.
La Tulipana, 2002.
Hacienda La Puerta
Este fue uno de los escenarios más significativos del territorio ocu-
pado por los Sutagaos, comunidad indígena que hacía presencia en bue-
na parte de la caída occidental del páramo del Sumapaz. Igualmente, es
posible que se haya constituido en uno de los más significativos puntos
de encuentro de los Sutagaos, pues no está de sobra anotar que lo hoy co-
nocido como áreas urbanas (o poblaciones) no existían entre aquel grupo,
ya que hacían presencia de forma dispersa. La anterior apreciación está
soportada por los hallazgos arqueológicos hechos en dicha zona, entre los
que se pueden contar el esqueleto de un mastodonte encontrado por el
71 Ver: PEÑA, Joaquín. Fusagasugá: Geografía y monografía histórica del municipio. Bogotá: Edito-
rial Prensa Católica, 1955.
72 VELANDIA, Roberto. hace mención también de la descripción de Girón hecha en 1892, afir-
mando que la “piedra de Chinauta, en la hacienda de su nombre de propiedad de don Daniel
Umaña, en el potrero La Barranca, tiene 15 metro cuadrados de superficie y gran cantidad de fi-
guras humanas y de animales (...) que son más interesantes los de Anacutá, en la hacienda de los
señores Nicolás Osorio y Jacinto Díaz (...) al frente se encuentra otra llamada El Lavadero (...)
relaciona también las piedras de Mata de Guadua y Pie de la Peña y otras de la parte alta del río
Chocho [Panche] (...).” VELANDIA, Roberto. Enciclopédia Histórica de Cundinamarca. Tomo
II. Bogotá: Biblioteca de Autores Cundinamarqueses, Cooperativa Nacional de Artes Gráficas,
1979, p. 1133-1136.
73 TRIANA, Miguel. La civilización Chibcha. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular, 1984.
74 No existen datos suficientes que soporten las razones para que a esta propiedad se le diera ese
nombre, empero los españoles continuamente relacionaban las condiciones geográficas de las
zonas donde ubicaban sus propiedades con el apelativo que les daban. Es así, que podemos
afirmar que el nombre La Puerta proviene justamente de la condición de entrada, primero al
territorio Chibcha y segundo al cambio climático que se sucede en este lugar, al iniciar el tránsito
de lo cálido al frío y viceversa.
75 Ver: MARTÍNEZ, Raúl. “El pueblo de indios de Fusagasugá”. En: Cuadernos de Cultura Regio-
nal. Fusagasugá: Jefatura de Cultura, Alcaldía Municipal, 2005.
76 Archivo General de la Nación, Sección Archivo Anexo, Fondo Reales Cédulas, Tomo I. Nume-
ración antigua: caja 345; Numeración nueva: caja 192, carpeta 706-707.
Hacienda La Puerta
Actualmente la casa de la antigua
hacienda se encuentra afectada por la
construcción de la doble calzada entre
Bogotá y Girardot.
77 Archivo General de la Nación, Fondo B.J. Caycedo, Caja 43, Legajo 3, Folio, 88. Una copia de
este documento reposa en la Notaria Primera de Fusagasugá.
80 Roberto Velandia, afirma que fue Jorge Tadeo Lozano quien realizó la proyección del área
urbana de Fusagasugá a principios del siglo XIX. Empero, es preciso aclarar que los términos
usados en los documentos a veces tiene significados distintos a lo largo de las épocas, y que esa
proyección bien pudo ser simplemente la promoción entre los estancieros (habitantes blancos
rurales) de vivir en el poblado. p.1108
81 Ver: MORENO, Pilar. Antonio de la Torre y Miranda. Viajero y poblador, siglo XVIII. Bogotá:
Editorial Planeta, 1993.
82 HOLTON, Isaac. La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. Bogotá: Publicaciones del Banco
de la República, 1981.
Casona La Venta
89 Notaria Primera de Fusagasugá, Escritura No. 61, 17 de abril de 1880. El terreno fue adquirido
a José Tomás Caicedo.
90 Ver sobre contexto cafetero entre otros: PALACIOS, Marco. El café en Colombia. 1850-1970.
Bogotá: El Colegio de México, El Ancora Editores, 1983. MARULANDA, Elsy. Colonización y
conflicto, las lecciones del Sumapaz. Bogotá: Tercer Mundo Editores, Instituto de Estudios Políti-
cos y Relaciones Internacionales, 1991. LONDOÑO, Rocío. “Los nuevos hacendados de la pro-
vincia del Sumapaz (1890-1930)”. En: SILVA, Renán. Territorios, regiones y sociedades. Bogotá:
Departamento de Ciencias Sociales, Universidad del Valle, CEREC, 1994.
91 Notaria Primera de Fusagasugá, Escritura No. 34 del 3 de febrero de 1907. Archivo Histórico
de Fusagasugá, Fondo Alcaldía, Caja 1926-1926.
92 MARTÍNEZ, Raúl. Fusagasugá. Una ciudad soñada. Fusagasugá: Alcaldía de Fusagasugá, 2002.
93 Ibíd.
no que conducía de Bogotá al sur del país -el que es de origen prehispánico94
y que fue mejorado desde el siglo XIX gracias a la necesidad de trans-
portar las cargas de café que circulaban y salían de la región-, pues desde
la construcción de la carretera Panamericana a partir de los años 50 del
siglo XX la vía dejó de cruzar el centro de la ciudad y bordeó la zona
urbana por el occidente. La ruta le había proveído de riqueza desde an-
tes de la llegada española y permitió que sobreviviera hasta el arribo de
la caficultura desde 1870, principalmente. Por lo tanto, era de inmensa
importancia para Fusagasugá volver a tener dentro de su perímetro urba-
no el camino, y ello fue posible gracias al loteo y construcción de zonas
pertenecientes a La Venta desde los años sesenta del siglo XX.
Quinta Coburgo
94 Ver: LANGEBAEK, Carl. Mercados, poblamiento e integración étnica entre los muiscas, Siglo XVI.
Bogotá: Publicaciones del Banco de la República, 1987. MORENO, Pilar. Antonio de la Torre
y Miranda. Viajero y poblador, Siglo XVIII. Bogotá: Editorial Planeta, 1993. HOLTON, Isaac
La Nueva Granada: veinte meses en los Andes. Bogotá: Publicaciones del Banco de la República,
1981. HETTNER Alfred. Viajes por los Andes Colombianos (1882-1884). Bogotá: Publicaciones
del Banco de la República, 1976. VERGARA Y VELASCO, Francisco Javier. Nueva geografía de
Colombia escrita por regiones naturales. Tomo I. Bogotá: Imprenta de Vapor, 1901.
de aquel entonces, no sólo por el uso de los materiales, sino por su altura,
la mayor al exceptuar la iglesia.
95 BUSHNELL, David. “Colombia y la causa de los aliados en la segunda guerra mundial”. En:
Revista Credencial Historia. No. 67. Bogotá: Julio, 1995
mediados del siglo XX en comparación a los últimos años del siglo XIX,
pero no había roto la antigua estructura urbana, limitada por quintas,
chalets y haciendas. Sabaneta era justamente una de esas propiedades,
había aparecido a fines del siglo XIX como chalet y con el crecimiento de
los veraneantes años después la familia Palau –de origen español- la había
convertido en un exclusivo hotel, no sólo por las condiciones económi-
cas de los visitantes, también por los elementos arquitectónicos hechos
evidentes en la piscina, el gimnasio ubicado al aire libre, los exuberantes
jardines y senderos, entre otros.
96 BONILLA, María Elvira. “Solamente se ve lo que se sabe. Entrevista a Ernesto Guhl”. en Boletín
Cultural y Bibliográfico, No. 1, Volumen XXI, Biblioteca Luis Ángel Arango, 1984.
97 Entrevista a Jorge Lombo, 1984, aparecida en GALVIS, Silvia y DONADIO, Alberto. Colombia
Nazi. Medellín: Editorial Litoimpersos, 2002, p.250.
98 También descrita por LÓPEZ, Alfonso. Los elegidos. México: Editorial Guarania, 1953.
99 GALVIS, Silvia y DONADIO, Albero. Colombia Nazi. Op.cit. p. 252.
tercera parte
Mujeres: Pensar Obrando
c d
101 GALEANO, Eduardo. Ser como ellos y otros artículos. Ediciones Reed: 1994, p. 10.
102 Ver al respecto: LÓPEZ, Martha. “Patrimonio, memoria y devenir mujer”. En: TORRES, Carlos.
VIVIESCAS, Fernando. y PÉREZ, Edmundo. Compiladores. La ciudad: hábitat de diversidad
y complejidad. Santafé de Bogotá: Universidad Nacional, Cátedra Manuel Ancízar (Pensar la
Ciudad: una mirada hacia el próximo milenio), Facultad de Artes, 2000, p. 267.
103 Ibid.
La chicha
El mayor número de chicherías,
ubicadas en las carrera sexta entre
calles primera y sexta, eran atendidas
por mujeres. Del cobro del impuesto
a dicha bebida se financiaron
muchas de las obras públicas de la
primera mitad del siglo XX
... y para que todos los indios de aquel pueblo vayan con
toda livertad y sin el menor temor a oir el santo sacrifi-
cio de las misas los domingos y demás dias de fiesta que
les obliga: se mande por providencia que con ningún...
se les cobre en semejantes dias tributo ni otra deuda
particular sea la que fuere = y atento a que todas estas
providencias se den en beneficio espiritual y temporal de
los indios a que deben aplicar su zelo todos los curas se
les exorta, ruega y encarga así al actual cura economo
del pueblo...”
Las mujeres tendrían que llevar sobre sus espaldas el costo de las
condiciones de frontera que tenía el Sumapaz y por supuesto Fusagasugá
en el concierto colonial -donde está zona poseía débil control político y
Todavía sabemos muy poco sobre los procesos desarrollados por los
negros y negras esclavas en Fusagasugá, pero es evidente en los libros pa-
rroquiales el cómo las mujeres, en su mayoría mulatas libres, se casaban
con los negros esclavos, procurando seguramente su libertad. Lo anterior
y las quejas de distintos funcionarios reales por el alto mestizaje no sólo
son evidencia del débil control social y político, también es posible suge-
rir que ante esa escasa vigilancia la mujer motivada por el amor y no por
la conveniencia podía entablar relaciones “ilícitas” con quien mejor le pa-
reciera, estaba teniendo derecho a su cuerpo, al goce; ese mismo mutilado
constantemente por las instituciones (de orden masculino).
Fin parte 17
La mujer republicana y trabajadora
106 VELÁSQUEZ, Magdala. “Condición jurídica y social de la mujer”. En: Varios Autores. Nueva
Historia de Colombia. IV Educación y Ciencia, Luchas de la Mujer, Vida Diaria. Bogotá: Planeta
Colombiana Editorial S.A., 1989, p. 10.
107 AGN, Fondo Enrique Ortega Ricaurte, Caja 38. Citado por PALACIOS, Marco. El café en
Colombia, 1850-1970. Bogotá: El Colegio de México y El Ancora Editores, 1983, p.149.
108 Ibíd.
109 CÔTÉ, Renée. citada por PORTUGAL Ana María. 8 de marzo día internacional de la mujer.
Especial Isis Internacional, www. isisinternacional.com, 03 de marzo de 2005.
Este proceso que inicialmente no tiene nada que ver con las arte-
sanas y agricultoras de Fusagasugá llegó años después luego de muchos
filtros, para apoyar las diversas participaciones de las mujeres en la exigen-
cia de sus derechos no sólo laborales, sino políticos y fundamentalmente,
sociales.
110 Ibíd.
Eran estas mujeres sin nombre, discriminadas por las que podían
participar en fiestas de los salones del entonces Club Fusagasugá, las mis-
mas que conservaban y difundían la memoria local, que provocaron que
los movimientos sociales se fortalecieran, se constituyen al igual que en
un escenario anterior en reproductoras sociales, es decir, mantienen la cua-
lidad de trascender el tiempo y el espacio e ir al origen, recordando, ate-
sorando, pero continuamente restituyendo, para que la sabiduría popular
fuera y sea usada.
Empero, un relato más, esta vez de una joven de Villeta, hace evi-
dente lo que sucedía (¿sucedía?) no sólo en el occidente de Cundinamar-
ca, y por supuesto en Fusagasugá, sino en todo el país con los horrores de
la violencia y esas situaciones provocadas por los conflictos:
111 Por aquel entonces, primera mitad del siglo XX, varias mujeres son abandonadas por sus esposos
enfermos y que le obliga a quedarse en lazaretos o en otro tipo de lugares, como hospitales, sin
poder salir; en tanto, las mujeres a pesar de múltiples solicitudes al Estado local terminan res-
pondiendo solas con sus hijos, preocupadas no sólo por su alimento, también por sus educación
y por eso tantas solicitudes de madres al Concejo Municipal en favor de recibir una beca con la
cual sus niños puedan estudiar y “ser alguien en la vía”. Ver: Archivo Histórico de Fusagasugá,
Fondo Concejo y Fondo Alcaldía.
112 LONDOÑO, Rocío. “Rosa Mora, un personaje femenino del Sumapaz”, Revista Gaceta, No. 10,
Colcultura, abril - mayo, 1991.
113 GANDUGLIA, Néstor. El saber escondido en mitos y leyendas populares. Una exploración del
universo mágico y sus significaciones. Fusagasugá: Memoria del Encuentro Departamental del pro-
yecto: procesos de recuperación de memoria y tradición oral para la construcción de identidades
sociales en Cundinamarca, Asociación Signo Latinoamérica, 2003.
114 Ibíd.
115 MALUF, Sonia. Encontros nocturnos. Bruxas e bruxarías da Lagos de Conceicao. Río de Janeiro:
Editora Rosa dos tempos, 1993. Citado por GANDUGLIA, Nestor. Op. cit.
La mujer en Fusagasugá
Las mujeres no sólo mantuvieron los
hogares, sino que introdujeron la moda
en Fusagasugá. Periódicos y revistas
sugerían las prendas que debían llevar
para no provocar escándalos públicos
117 Un interesante ejemplo de la búsqueda de una mejor vida por parte de las mujeres es el tema
musical de Jorge Velosa La china que yo tenía, pues en él hace evidente no sólo la migración que
marcó al país de forma más significativa desde los años cincuenta del siglo XX, pero también la
óptica masculina de objeto, por ello se pierde y se angustian los hombres antes los cambios de
las mujeres.
Este somero trabajo tiene una gran deuda para con las mujeres con-
temporáneas, lo cual se debe a un profundo respeto que guardo por las
voces vivas, pues sería osado de mi parte hablar de los diversos procesos de
los últimos 20 años, sabiendo que son ellas las indicadas para continuar
hilando estas historias que acabo de relatar. Todavía más, cuando una de
las primeras secretarías de la mujer se creó en Fusagasugá durante la ad-
ministración del entonces alcalde César Manrique, pero que por “razones
de prepuesto” terminó en una consejería que se esfuerza por recobrar su
vitalidad, desde luego, con la ayuda de muchas organizaciones de mujeres
que tienen su alma puesta en un desarrollo equilibrado.
A manera de conclusión
Veamos la historia...
118 El proceso judicial referido se encuentra en el Archivo General del Municipio de Fusagasugá,
ubicado a su vez en la Casona Balmoral.
Antonio, quien contaba con 53 años para 1893, alegó que aquella
mujer -Eugenia Camacho- no había hecho otra cosa que servirle a él y
a sus hijos. Para Vargas el delito no existía, pues Luisa, que se marchó
dejando los niños a su cuidado, nunca había estado casada con él. ¿Cómo
soportar semejante afirmación cuando varios testigos lo señalaban como
el esposo de Luisa? La respuesta es más compleja de lo que parece, e im-
plica el proceso de secularización que en buena parte sufrieron las normas
Su valor ancestral
Su primera agresión
119 Antonio Nariño solicitó, por ejemplo, el permiso correspondiente (en que le otorgaría tiempo
después) para la extracción de 3.000 arrobas de quina de los montes de Fusagasugá (el cerro
Fusacatán fundamentalmente), con el objetivo de comercializarla en Europa.
La segunda agresión
Esa apropiación fue incongruente, hasta el punto que las tierras co-
munales, en buena parte ubicadas en el cerro Fusacatán pasaron a manos
privadas, los mandatarios de entonces se las repartieron entre ellos, o en
su defecto “transaron” -diríamos hoy- a unos cuantos indios. Así la base
del cerro, antes lugar de un cementerio, fue el escenario de la hacienda
Pekín (hoy en gran parte el barrio que lleva ese nombre, así como la vere-
da) que ocuparía prácticamente toda esta montaña, que según se leía por
ese entonces, era la montaña de Fusagasugá, en otras palabras, la montaña
de todos, pero pasó a unas cuantas manos.
deja ver el licenciado Omar Lanza en una de sus obras de teatro- habían
suprimido el origen paterno del cerro.
La tercera agresión
cuarta PARTE
Fusagasugá, una torre de Babel
c d
121 ABADÍA, Guillermo. La música folklórica colombiana. Bogotá: Universidad Nacional de Co-
lombia, Dirección de Divulgación Cultural, 1973, pág. 9.
La plaza central
El principal escenario de las actividades
festivas ha sido la plaza mayor o central
de la ciudad, ya que desde el periodo
colonial se considera a este lugar como
el origen de toda la vida urbana
122 HERRERA, Cenedith. Sones y tones de la música colonial. Bogotá: Universidad Nacional de
Colombia.
Los días de fiesta del siglo XIX se iniciaban a las cuatro de la maña-
na, ya que generalmente coincidía con un día de mercado; era por tanto
necesario resolver la venta de productos en la mañana para después de
mediodía adentrarse en el desfogue de las emociones humanas. Durante
esta centuria se sumaron a las fiestas de origen cristiano, las políticas, en
donde se comenzó a conmemorar la independencia.
Toros y Manolas
Las corridas de toros han tenido una
amplia participación en la vida festiva
local, y hasta la existencia de una
coliseo para semejante actividad,
fueron realizadas en la plaza mayor
(parque central)
cual era suelta y generalmente enrollada hasta un poco más abajo del
codo. Pero esta vestimenta debía ser adornada por la ruana y el sombrero,
la primera variaba entre el azul, negro, blanco y ocre, los cuales se diferen-
ciaban por las formas de las líneas que la adornaban, como un recuerdo
vivo del interés indígena por las líneas, espirales y rombos; en cuanto al
sombrero, las opciones eran pocas, puesto que en su mayoría provenían
de Santander y se les llaman de jipijapa, los cuales se limitan a un color
crema, que con el paso de los días y el sudor se oscurecía.
Pero todavía nos hace falta la vestimenta femenina, con la que co-
queteaban y seducían enamorando a los hombres, o cuando menos pro-
vocando el renacimiento de los sentidos más naturales. Las fusagasugue-
ñas y las visitantes de la región difícilmente se podían distinguir ya que su
apariencia era bastante similar, solamente sus rostros mestizos les daban
una identidad. El vestido empezaba (de los pies a la cabeza) con una
falda que llegaba hasta los tobillos y que en su mayoría era de color azul
oscuro o negro, donde su simpleza aparecía de forma peculiar, siendo su
tela algo más delgada que el pantalón de los hombres; en tanto, el torso
era cubierto por una blusa blanca de las mismas características de la falda
en cuanto al tejido se refiere, que no tiene nada más que su anchura y un
cierto escote sugiriendo lo más profundo de las entrañas humanas; dicha
prenda era cubierta por una ruana (chal) delgada y del mismo color de la
camisa; mientras que, la cabeza se cubría por un sombrero que poseía el
mismo origen del masculino pero que se diferencia por su copa más alta
y su alas puestas con mayor detenimiento hacía abajo, en algunos casos,
que eran muy pocos, se llevaba una mantilla, la cual consistía en no más
de un trozo de tela oscuro que se colocaba entre el sombrero y la cabeza.
esta fecha no fue el caso, y pronto el polvo hizo los estragos en las vías
respiratorias de nuestros paisanos.
quiere decir que estas actividades no hayan existido, aun cuando la chi-
cha era remplazada por algún vino y uno que otro aguardiente. Además,
aquella reunión social tenía una gran participación, no en vano todos
los invitados ocupaban un amplio salón, aunque no sobra aclarar que
mayoritariamente las sillas que estaban en su entorno eran ocupadas por
niños y mujeres, muchas de las cuales iban solas ante la buena reputación
de las fusagasugueñas. Pero esta fiesta era insípida, le hacía falta la alegría
popular, ya que al sonar la “orquesta” algunos invitados se levantaban y
bailaban como por cumplir un deber social, a lo que se sumaba que no
sabían adecuadamente los pasos de aquellos ritmos.
Toreros y toros
Al parecer la construcción del Coliseo
de Ferias se terminó en 1957, luego de 12
años de trabajos. Esa obra contribuyó en
los deseos de “limpiar” la plaza mayor,
ya que allí también se realizaban otras
festividades y el mercado.
bebidas en copas de cristal dejadas en una mesa que estaba junto a la que
soportaba la comida, las cuales se ubicaron en el extremo contrario al de
los músicos.
de este día de fiesta, bien sea abriendo sus chicherías y el billar, trayendo
algunos juegos o terminando de conseguir las tablas para encerrar la plaza
ya que se realizaría una corrida de toros. Cerca de mediodía el mercado
había finalizado, siendo prácticamente un éxito ya que casi todo se vendió
y los pobladores locales y foráneos se habían proveído de alimentos para
ocho días, lo sobrante se guardaba en algunos locales que tenían las casas
de la calle real.
Tierra Grata
La principal festividad de mediados
del siglo XX exaltaba el apelativo que
el presidente Enrique Olaya Herrera le
dio a Fusagasugá por su hospitalidad,
Tierra Grata.
de luz artificial había provocado que los ritmos urbanos (y rurales) estu-
vieran dirigidos por la presencia del sol; era reconocer una ciudad desde
una óptica distinta, que solamente era explorada por alguno que otro
ladrón y las parejas que se juraban amor eterno en medio de lo ilícito.
Pero estos personajes debían andar por entre las oscuras calles sorteando
no sólo los perros o la presencia de algún individuo que los conozca, sino
los despojos humanos (heces) que eran arrojados a la calle en medio de la
complicidad de la noche y aunque era un hábito arraigado a los seres hu-
manos nos produce vergüenza deshacernos de la escoria de nuestros cuer-
pos, pretendiendo ser limpios de la inmundicia propia de los seres vivos.
Pero pronto vendría una nueva celebración, que no fue menos im-
portante que la anterior, se trató del año nuevo, donde al calor de las
totumas se recordaron las picardías de la fiesta anterior, y todos rieron, y
todos bailaron.
Eran estas mujeres sin nombre, discriminadas por las que podían
participar en fiestas de los salones del entonces Club Fusagasugá, las mis-
mas que conservaban y difundían la memoria local, que provocaron que
los movimientos sociales se fortalecieran, se constituyen al igual que en
un escenario anterior en reproductoras sociales, es decir, mantienen la cua-
lidad de trascender el tiempo y el espacio e ir al origen, recordando, ate-
sorando, pero continuamente restituyendo, para que la sabiduría popular
fuera y sea usada.
Expofusa
Expofusa
La exposición equina es una de las
más importantes actividades dentro
de Expofusa, debido a los criaderos de
esos animales en inmediaciones del
municipio y la experiencia de muchos
años de los caballistas locales.
Festival Floral
Festival Floral
La importancia del cuidado de las flores
en Fusagasugá proviene de la década
de 1930, pero en especial desde los
años cincuenta, cuando la señora Bertha
de Ospina gestó lo que hoy se conoce
como vivero.
Rumba Criolla
La Rumba Criolla
La Rumba Criolla que se practica en la
actualidad es un juego coreográfico y
no necesariamente constituye la manera
de bailar de los fusagasugueños en los
años 1930, cuando nació el ritmo.
Festival Orquídeas
Nuestro Himno
Decía Manuel Zapata Olivella, que uno de los elementos funda-
mentales de la cultura, para que sea cultura, es su transmisión, su proceso
comunicativo. En este marco, la música, desde la antigüedad, se constitu-
yó en elemento fundamental para exteriorizar los sentimientos, siendo de
manera efectiva un lenguaje. Ese mismo que ofrece principios constituti-
vos de identidad a individuos y grupos sociales, por lo tanto, los himnos
como representación de la comunicación, de la música, del lenguaje en
sí mismos, son discursos repletos de diferencia, de distinción, de mostrar
lo que se es, pero al mismo tiempo lo que no se es, en comparación con
otros individuos y grupos.
Alcaldía de Fusagasugá.
Tuvieron que pasar dos años desde que se oficializó la decisión del
jurado por medio del Decreto 332 del 28 de noviembre de 1989, hasta
que el Concejo Municipal lo aprobó por medio del Acuerdo 21 de 1991,
mostrando los tiempos que se toman las ciudades para construir los dis-
tintos elementos que requiere. En ese mismo acto de la corporación lo-
cal, se estableció la obligatoriedad de su interpretación en todos los actos
públicos del municipio y su ubicación como símbolo - paradójicamente
llamado patrio- junto con la bandera y el escudo. Se había reanimado,
por un soplo legal la vitalidad de buena parte de nuestra cultura.
Por eso, debieron pasar 16 años para que nuestro himno tuviera
nuevos arreglos musicales, aun cuando el decreto que lo adoptó como ofi-
cial preveía el destino de recursos para sus grabaciones y reproducciones;
y 13, para confirmarse como parte de todos, pues la intención de algunos
personajes por sustituirlo hace algún tiempo lo que termino fue avivando
su defensa y demostrando que ya hace parte de todos y que era necesario,
en cambio, su mejoramiento para ser divulgado con mayor fuerza.
QUINTA PARTE
Historiando Ando
Una historia para las niñas y
los niños de Fusagasugá
c d
Historiando ando
Ven, disfruta de la historia de nuestra Fusagasugá, de la cual tú ha-
ces parte. A lo largo de las siguientes páginas descubrirás que la gente del
pasado se parece mucho a ti, más de lo que crees.
Con el cultivo del café llegó mucha riqueza, no sólo por el gran nú-
mero de personas que vinieron a vivir en Fusagasugá sino porque durante
los primeros cincuenta años del siglo XX nuestro municipio comenzó a
tener cosas que antes no poseía.
Nuestra ciudad se hace más grande todos los días ¿Te has dado
cuenta de eso? ¿Sabes por qué? A esta bella ciudad llegan muchas personas
desde distintos lugares, porque muchos caminos se unen aquí, y deciden
quedarse para que sus hijos o nietos vivan mejor.