El carácter irracional e indescriptible de la atávica experiencia amorosa y, probablemente, la
existencia de un instinto religioso natural, hacen que otro aspecto íntimamente relacionado con el amor sea la superstición. El horóscopo, la adivinación, o la utilización de sustancias, objetos y rituales con cualidades pretendidamente mágicas o milagrosas, son, entre otras, creencias y prácticas que persisten desde la antigüedad, algunas de las cuales, como las religiones, están fuertemente arraigadas desde hace milenios (véase la sección Perspectiva espiritual en este mismo artículo). El advenimiento del Racionalismo en el siglo XVII y el vertiginoso desarrollo de la ciencia en el último siglo contribuyeron en gran medida a reducir el impacto de la superstición sobre el pensamiento. No obstante, aún existen determinadas culturas, como las de tribus africanas por ejemplo, donde es posible encontrar el pensamiento puramente mágico, así como significativos sectores de la población del mundo civilizado que, al margen de las religiones, aceptadas y asumidas socialmente, todavía relacionan el amor con lo sobrenatural, y testimonio de ello son las ventas de libros sobre la Nueva Era o el lucrativo negocio de los adivinadores y cartomantes a través de medios de comunicación como la televisión o la radio. En palabras de Helen Fisher, el amor es el resultado de reacciones químicas, y el conocimiento de tal hecho no es óbice para su disfrute: Yo tengo que decirles que sí, que todo es química. Cada vez que producimos un pensamiento, o tenemos una motivación, o experimentamos una emoción, siempre se trata de química. Sin embargo, es posible conocer todos y cada uno de los ingredientes de un pastel de chocolate, y que aún nos guste sentarnos y comerlo. De la misma manera, podemos conocer toda la química que hay detrás del amor romántico –todavía no la conocemos toda, pero estamos empezando a conocerla en parte- y aun así ser capaces de captar toda su enorme magia.
Helen Fisher, en una entrevista.43
Perspectivas sobre el amor Perspectiva popular
Courtship (Cortejo). Óleo sobre lienzo de Edmund Blair Leighton, 1903.
Pareja de perros en «situación amorosa».
Pareja ante el mar durante una puesta de sol. La naturaleza constituye un poderoso inspirador del amor.
Popularmente, el amor se considera un sentimiento. En los casos más comunes, dicho
sentimiento se basa en la atracción y la admiración de un sujeto hacia otro. Habitualmente se asocia el término con el amor romántico —una relación pasional y sexual entre dos personas que produce una influencia muy importante en sus vidas—, que intensifica las relaciones interpersonales entre ambos sujetos, quienes, partiendo de su propia insuficiencia, desean el encuentro y la unión con aquel que han juzgado ser el complemento para su existencia. Sin embargo, se aplica también a otras relaciones diferentes —tales como el amor platónico o el amor familiar—, y, en un sentido más amplio, del amor hacia Dios, el arte, la belleza, la humanidad o la naturaleza, lo que suele asociarse con la empatía y otras capacidades. En la mayoría de los casos, implica un gran afecto por algo que ocasiona felicidad o placer al que ama. El amor es un concepto en contraste frecuente con el odio, el desprecio o el egoísmo. No obstante, también está relativamente extendida la idea de que «solo hay un paso del amor al odio (o viceversa)», y son típicas las «peleas de enamorados», así como, en algunas personas, las relaciones patológicas de amor-odio, producidas estas últimas, según un estudio de la Universidad de Yale, por una autoestima baja.44 Para Helen Fisher, la convivencia del amor y el odio en las relaciones amorosas es algo que, hasta cierto punto, tiene sentido, ya que lo sugiere el hecho de que, en muchos aspectos conductuales y fisiológicos, las respuestas del amor y el odio son análogas (ver la sección Aspectos antropológicos de este mismo artículo). Culturas como la budista consideran al apego y al deseo emociones negativas que producen ira y sufrimiento; el amor y el ego son incompatibles. En la filosofía budista, el amor real es el amor compasivo. Con independencia de su origen —incluso en el caso del amor—, el apego produce sufrimiento (espiritual). El movimiento hippie, surgido en los años 1960, presentaba en sus inicios un acercamiento similar al apego. Asimismo, este movimiento utilizó el amor como uno de los principales baluartes de la contracultura de los años 1960, ejemplificado en el eslogan make love, not war ('haz el amor, no la guerra'). Cabe resaltar el uso actual de la palabra amor para designar tanto el amor espiritual y el amor romántico como el propio acto sexual —mediante la expresión «hacer el amor». Hasta mediados del siglo XX, esa expresión estaba reservada para el galanteo.45 Las personas tienden a aplicar el concepto del amor de un modo intuitivo desde y hacia otros animales (normalmente próximos en la escala evolutiva o que muestran signos interpretables como inteligencia) y hacia otros seres vivos como las plantas. En el primer caso, a menudo se debe a que los signos externos al ser humano son interpretados de forma antropocéntrica; por ejemplo, el gesto de un perro que acude a lamer la mano del dueño se interpreta como una demostración de amor; sin embargo, los procesos psicológicos que producen ese tipo de comportamientos en el perro responden, según los conocimientos científicos actuales, a otro tipo de motivaciones mucho menos complejas que las de los seres humanos, como lo puede ser, por ejemplo, la necesidad de mantenimiento de la manada, heredada de su ancestro evolutivo, el lobo.46 En el caso de las plantas, es el hecho de que sepamos que la planta también es un ser vivo, como nosotros, lo que la hace objeto de nuestro amor. En ciertos casos, se llega al extremo de pensar que el amor en sí mismo beneficia a la planta. Y, realmente, la beneficia, aunque de forma indirecta, a través de nuestras acciones.
DMT: La molécula del espíritu (DMT: The Spirit Molecule): Las revolucionarias investigaciones de un medico sobre la biologia de las experiencias misticas y cercanas a la muerte