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I

Tumbado, de espaldas sobre mi rincón de nuestra cama, corría sudor por mi sien izquierda
hasta deslizarse a la cuenca del oído, y así sentía el frescor de esa gota, mas aun, no podía
moverme. Estaba con los ojos abiertos, pero sin mover un solo músculo, recto, y firme a su
izquierda. De hecho, era particular la forma en que Claire siquiera sentía que yo carecía de
cansancio por este día. Ella decía sentirme hasta en lo más mínimo, no podía siquiera dormir, si yo
abría los ojos. Eso decía ella, y yo, creía en eso, solía creer en eso, pues era algo bastante lindo,
tierno incluso, pero imposible ser cierto, al menos a un cien por cien, dado que el cansancio vence
hasta al más compenetrado guardia, si de vigilia se trata.

Pensaba, mientras mis ojos siquiera parpadeaban, en prácticamente nada bueno, de


hecho, cuestionaba cada punto de mi vida, cuestionaba cada aspecto pasado, que desembocaba,
de una forma u otra en un futuro poco prometedor. Aun así, cuando mirara de fuera,
desentendiéndome de mi individualidad, no podía ver más allá de eso, no podía sentirme
afortunado. La sensación de haber cometido horribles errores, me mantenía casi condenado.
Claire no tenía culpa alguna, aun así, hay un momento en que quisiera, que siquiera ella existiera,
y lo peor de ello, es que ella ha sido lo mejor que he tenido en mi vida en al menos una vasta
cantidad de años.

Mientras miro al techo del departamento, sin noción alguna del tiempo, no puedo evitar
recordarla, sin mirar su rostro (Creo haber mencionado que estoy inmóvil, y paralizado), de acto
reflejo, como una defensa al auto sabotaje que mi mente creaba. Por fin mi mente piensa en algo
diferente, y eso es en su bello rostro. Sus cabellos castaños, levemente claros, y levemente
rizados, con una caída tan natural como sexy es, que provoca en mí una sensación casi primitiva de
gozo quizás, o similar a la alegría de la niñez con cosas simples. Una sensación poco descriptible en
la edad adulta, que me hace querer abrazarla como si no la hubiese visto luego de un par de años
cautivo por algo injusto, para así morderla y besarla, luego apretarla, y decirle que es mi todo
complementario, que soy feliz de tenerla conmigo, que de saber que existe, puedo sonreír otra
vez, pero algo me detiene siempre que quiero hacerlo, algo me frena a que ella vea lo feliz que me
hace de esa efusiva forma, más allá de un sueño despierto. Así entonces, sigo recordándola, para
caer en la exquisita memoria de su tez canela, que es algo que mis manos dudo hubiesen estado
preparadas para tocar. ¡Es realmente hermosa! De hecho, posee unos ojos expresivos, inquisitivos,
desconfiados, pero conmigo amables y acogedores, incluso cálidos, de un café casi negruzco, con
largas pestañas y redondas cuencas, casi como los de una muñeca victoriana. Fuera de esto, creo
poder decir, que sus labios son lo que más recuerdo, de hecho, éramos colegas en la oficina,
suponiendo que eso aclara que no existía alguna intención adicional por aquellos días de un
Noviembre pasado, donde entonces, ella hablaba y yo solía mirar su boca, solía mirar como
articulaba las palabras, donde era casi un deleite para mi sexualmente receptiva cabeza.
Entendiendo si, que el hecho de que la encontrara increíblemente hermosa y por lo mínimo
atrayente, no implicaba, al menos para mí, algo mayor. Supongo no soy como esos tipos regulares
de un bar cualquiera. En fin, es así como recuerdo su rostro, y recuerdo su voz, su risa, el timbre de
su voz y risa son más que agradables. Me gustan. Recuerdo sus manos al acariciarme con ternura,
y las recuerdo al aferrarse a mí, recorriendo mi espalda antes de un orgasmo. Entonces dejo de
sentir que me odio, dejo de sentir que no valgo más que un costal de huesos viejos, comienzo a
sentirme afortunado entonces, pues, alguien por fin, ve más allá y decide quedarse aquí, a mi lado,
aguantar todo lo complejo que puedo ser, para verme y hacerme crecer. Claire dice quererme tal
cual, y en todos los aspectos, que incluso estos demonios le parecen algo que deba querer de mí.
Cualquier hombre estaría feliz por eso, pero de alguna manera yo no, de alguna manera me hace
feliz, pero no es suficiente y vuelvo a odiarme por eso.

Estaba tumbado producto de un sueño, uno horrible, acaecido hacía ya varios minutos, un
sueño de esos que no quisieras tener jamás. Donde alguien cuerdo, queda con una sensación muy
extraña respecto de por qué ocurrió, pero continúa con su vida. Pero no me considero cuerdo, me
considero roto, lo suficientemente roto, para no saber quién soy, al menos por estos días. El sueño
era simple, despertaba para abrir la ventana a la izquierda de mi cuarto, como normalmente hago
en un día común. Asomaba mi cabeza por la brecha de la ventana abierta, y al mirar a la izquierda,
sin siquiera poder hacer algo, veía caer a una mujer, tan joven y tan hermosa, que hasta eso era
una lástima, dado que sin dudar, dio dos pasos, y luego la gravedad la consumió hasta dejarla
como un desparramo inentendible de extremidades y sangre, regados por el piso del
estacionamiento del edificio. Menciono que vivo en un piso 29, y ella, se lanzó del 30. En el
momento en que vi como caía, mi estómago se hizo un nudo con cada entraña, es más, me aferré
a mi propio rostro, y fue tanto el nervio, que dolía mi piel, mientras gritaba un ahogado grito.
Quería ayudarla, pero no podía, quería salvarla y era tarde. Había visto morir a alguien, y eso me
perseguía aun despierto.

Para cuando abrí los ojos, mi cara era una masa apretada, una deforme mascara que tenía
encajada una mandíbula sobre la otra. Recuerdo, que no pude soltar la mordida hasta un buen
rato más. Duelen mis pómulos de hecho, y me duele hasta tragar. Respecto de cómo me sentía,
pues desperté con una sensación de desolación que no sentía desde hacía varios años, la cual me
hacía sentir débil, vulnerable, y sobre todo inútil. Sé que si hubiera podido decirle a Claire lo que
me ocurría, ella habría despertado, me habría acariciado para decirme que todo estaba bien, me
habría acurrucado y mimado por unos minutos hasta que me calmara, pero no era capaz de eso,
no podía moverme, hasta incluso después de recuperarme de tan dantesco espectáculo que mi
onírico mundo había diseñado, quizás para mostrarme algo. Seguía tieso como la inamovible rama
de un árbol caído.

Pasados ya un buen par de minutos (quizás horas, no recuerdo), pude recuperar la


movilidad completa de mi cuerpo, Claire sintió entonces que me movía, y ella se acercó a mí con
su inconfundible y tan agradable a mis oídos “buenos días bebé “. Desperté entonces, y me
levante no sin antes besarla y decirle cuanto la quiero. Pasé al baño como cualquier mortal, y
mientras me veía al espejo, tocaba mi mandíbula, aun un poco agarrotada. Terminadas las labores
matutinas de higiene, hice el desayuno para ambos. Luego de esto, cada uno terminó sus
quehaceres y partimos así a la oficina.

No hay mucho que comentar sobre esto, Claire y yo trabajamos juntos. Somos ejecutivos
de cuenta de una firma prestigiosa, donde nos ocupamos de rellenar de productos intangibles, a
empresas y personas que no los necesitan, así nuestras cuentas aumentan, y las suyas… Bueno las
suyas se mantienen y a veces se vacían.

Mientras Claire tocaba mi mano, al ir conduciendo, yo meditaba en cuán aburrida y


asquerosa era mi vida, no por ella claramente, sino por trabajar de cuello y corbata, sonreír a tipos
que no me agradan, generar dinero para un tipo que me paga menos del 1% de lo que realmente
él gana, y por sobre todo, por despertarme obligado, comer obligado, la ducha obligado, dejar de
tener sexo a media noche, o en la madrugada, por llegar a tiempo al trabajo, y por sobre todo,
terminar tan hastiado, que tu tiempo libre para lo que amas, y por quien amas, lo gastas bebiendo,
jugando, o simplemente tumbado semi-somnoliento, sin querer moverte porque estás cansado,
pero con el cargo de conciencia de hacer cosas, dado que no tienes tiempo, y has olvidado parte
de ti. Claire dice que es el medio que tenemos para hacer reales nuestros sueños, el de ella aun en
búsqueda, y el mío ser compañero de escenario de los perros grandes del Metal mundial, en el
gran festival Wacken Open air en Alemania, y así tocar con esos tipos, frente miles de fanáticos, y
exponer mi música, mi banda, mi esencia.

El desgano por esta vida ha pasado la cuenta, he bajado mis ingresos, ya que el
entusiasmo no es el mismo que hace 4 años atrás, y mucho menos pienso de la misma manera.
Han sido 4 años largos, de éxito indiscutible en lo económico, pero al costo de que he olvidado
quien soy. En estricto rigor, no he olvidado quien soy, he olvidado como llegar a ser ése a quien
extraño, y me culpo por ello. Una tan asquerosa relación larga y a distancia, redujo mi ego, mi
persona, mi mundo, mi círculo, mi querer y amar, a nada. Todo eso luego de pensar que era
imposible que alguien valorara algo de mí, puesto me había casi metido en la cabeza que no valía
la pena siquiera intentar algo con alguien, apareció la razón de mi odio, para decirme que creyera,
y creí, para morir en el intento, al menos en vida. Claire me ha intentado reconstruir, sabe de
aquella experiencia, y me entiende, pues ella también estaba herida, pero lo mío fue solo 1 año
antes de conocer a Claire, y aún pesa, lo de ella, había pasado hacía más de 7 años, antes de
siquiera besarnos, y también había sido horrible, y pesa, pero no en mí. Al menos ella se encarga
de eso, por mi lado, aun me cuesta trabajo, y ella no tiene nada que ver, y de alguna forma mi
mente la asocia, la mira y piensa que no debe dar nada a cambio, ni exportar ni mostrar nada,
pues “ te dañarán “ o eso me muestra, en su traidor sabotaje, que no puedo controlar.

Es difícil decir, o saber cuán roto estoy, puesto que aparte de roto, estoy vacío, y eso creo
es peor, ya que lo que amo hacer no me da de comer, por tanto no llena ese aspecto, a quien
quiero como compañera de vida, refleja y aflora sentimientos ajenos a ella, pero similares, que me
hace recordar lo que duele que tomen tu corazón, y lo rompan, te enrostren esa rotura y luego te
culpen por ello. Miro alrededor, mi mundo no existe, me fue arrebatado no por voluntad, y lo peor
es que lo permití y me odio por ello. Así es que en este vacío, no hay nada que mirar, ni dónde ir,
un recipiente roto, que siempre guardó nada, yace inerte, y así, supongo, es como vivo. Como por
encima sin ver dónde mirar.

Paso el día en el trabajo, añorando más bien los tiempos de descanso, e incluso la salida,
que ocupando de que el trabajo paga la hipoteca, además de nuestros gustos y salidas con Claire.
Es usual que ambos, salgamos a beber posterior a una larga jornada, discutamos de nosotros,
estemos bien y felices, y de vez en cuando se avenga una tormenta que produzca una leve
discusión. Claire las odia, pero yo siento que nos depura. Es en el caos donde siento que
avanzamos, y ella es en la estabilidad donde siente que se asienta. Si miro a fondo, no hay nada
más que dos humanos intentando conectar, quizás forzándolo. Ella dice que es porque valgo la
pena. Yo desde esta perspectiva no lo creo, me es difícil aceptar que soy algo loable, pues sigo
roto, sigo perdido, y sigo ausente. Claire lo nota, hace ya varios años que lo nota, pero quiere
traerme de regreso, y eso me hace quererla hasta reventar. Se hace cargo de mis heridas, sin
siquiera ser la culpable. Ella es mi complemento, ella es quien tiene el mejor lugar en mí, y cada
día obtiene más de ese lugar. Quizás Claire tiene razón, y sólo el tiempo acallará mis
contradicciones. A veces pienso que soy como un pendejo de 15 años, con un problema
existencial. Pero ya me había roto una vez, me reestructure, volví a estar entero y confié en
alguien, me traicionó, solo para superarlo de buena forma y seguir adelante hasta que un vez que
volví a confiar, no solo me traicionaron, sino me rompieron en tantas piezas, que me es imposible
reconocerme.

¿Debería creer que soy una nueva versión de mí?

Hacia unos cuantos años atrás, solía ser bastante tendiente de mí mismo, no era usual en mí hacer
caso a algo o alguien, y puntualmente escuchaba, solo para tomar lo oído y botarlo a la papelera
de reciclaje de mi cabeza. Han pasado los años, y es difícil ser así. Antes siquiera escuchaba a
quienes componían mi mundo, por importantes que fueran, eran ellos versus yo versus el resto,
tratando de hacer que las cosas tuvieran sentido. Pero en este último tiempo, es a Claire a quien
oigo, le tomo atención, e incluso hago sus consejos, y gran parte de mi piensa que está bien,
mientras que la otra parte se siente atada, menos autentica y autovalente, como si quisiera
encrucijar eso en un mundo que convive en un ensueño eterno y difuso, siendo que es tangible y
real, es decir, ella me dice cosas que funcionan, mi lógica lo entiende, mi mente lo entiende, pero
mi defensa inconsciente es la que no, y la que se opone, la que hace aflorar mi ego, siendo que ella
me hace mejor, o al menos, es lo trilladamente dicho en relación a la pareja cuando se dice “ que
ella saca lo mejor de mí”, pues lo hace, pero en lo profundo de mis pensamientos me niego a mí
mismo escuchándola. Nada de esto lo sabe mi Claire, sería como alejarla a patadas sin motivo,
dado que siempre he agradecido sus sabias palabras, y por sobre todo, he destacado lo bien que
me hace oírlas. En fin. Es un día más, que se agota en el trabajo. Para terminar bebiendo cerveza
oscura, riendo de estupideces, y ocultando otra vez, algo que sé que Claire sabe, y que preguntará,
y deberé desnudarme ante ella, y aceptar lo que sea, ya que si la amo como creo amarla, debería
amarla por su bien, no por el mio.

II

La sombra se derramaba por el suelo, como si se vertiera un limo negro sobre el asfalto,
ésta se movía de un lado a otro, como si la inestabilidad del objeto que la provocaba tuviese una
ataxia aguda. De lejos le observaba, como si fuese un animal, viendo un trozo de carne al que
engullir. De frente a sus pensamientos, no comprendía porque tenía esa idea, esa sensación de
querer ser un dios, que otorga la vida con una mirada, y la quita con una mera brisa, como si de
aquél ser, dependiera poder hacer valer, quien debe existir y quién no.

Conforme pasaban los minutos, estando al asecho, la mirada de aquel desdichado estaba
perdida. Caminaba dos pasos, para luego estar apoyado en alguna pared, poste o jardinera… Al
cabo de unos segundos, éste tomó su celular, dado que estaba sonando al parecer un llamado,
entonces el verdugo agudizó sus sentidos, sintió que podría atacar, pero quizás sería demasiado
obvio. Le podrían escuchar. El individuo terminó su llamada, y guardó entonces su teléfono con
bastante dificultad, ya que al parecer el alcohol tenia comprometida toda su motricidad fina. De
un segundo a otro, sin haber sido capaz de oír pasos o sentir proximidad de algo o alguien, veía
una figura humanoide, de frente a él, luego de haber sentido sendos golpes en su nuca, los cuales
llamaron su atención de única manera. Siquiera gritó, ya que antes de percatarse que le estaban
atacando agresivamente, había hilos de sangre escurriendo por su rostro. Se tomó la cara, la nuca,
levanto la vista, pero ya tenía hendido un cuchillo en su estómago, para así mirar de frente. El tipo
tenía el rostro cubierto, el lugar estaba oscuro, estaban bajo un árbol, entre la acera y la orilla de
las casas de aquella avenida a eso de las cuatro y fracción de la madrugada. Vio un poleron negro
con capucha, guantes negros parecidos al latex que sujetaban con la mano derecha el cuchillo, y
con la izquierda su nuca. Los ropajes vestían a un atacante de 1.85 mts, contextura media, pero su
fuerza era inusitadamente extrema. Por ese par de segundos que pudo visualizar el rostro de
aquel atacante sombrío, sintió miedo, pavor, el dolor no existía, se desvanecía, hasta que el oscuro
humanoide, puso fin a su vano paso por la tierra, enterrándole en su ojo izquierdo, aquel cuchillo,
que desgarró sus entrañas. Cayó al piso, como si pesara toda su vida contra el suelo. Y yació ahí sin
más, hasta la mañana siguiente, con los ojos perdidos en cómo se iba la vida, caminando quizás al
cielo. Él ya no lo sabría, pues su párrafo tenía punto final.

Al sacar el punzón lentamente desde el ojo de su víctima, se escuchaba como si desgarrara


cartílagos, y tendones, como si metieras tus manos en gelatina y el aire con la humedad hicieran lo
suyo al oído humano. Sin poder determinar algo más que el sentir de su acción, de cómo la
bilirrubina le subía por su cuerpo, lo que lo hacía tiritar, miraba al joven, un tipo vestido con jeans
azules, una chaqueta gris para la lluvia, que no cubría sus caderas. Su tez blanquecina estaba
manchada de líquido carmesí, que al paso del tiempo, se pegaba a sus mejillas, pómulos, o por
donde estuviese regado. Su ojo verde miraba al cielo, el otro… bueno el otro parecía una cuenca
que engullía su propio líquido vital, para luego vomitarlo.

Hurgó en el despojo que yacía de espaldas al suelo, en todos sus bolsillos. Encontró un
porta-documentos de piel, que tenía su identificación, y algo de dinero. Solía siempre saber quién
era su víctima, para así recordar que no destruía cosas, que no mataba animales de matadero.
Eran historias, familias, y carreras las que destruía. Eso le hacía sentir algo humano. Entonces, sacó
el documento, el que leía: “Maximiliano Fernando Olguín González”, tenía 28 años, estaba casado,
pero era imposible saber si era padre. Detrás de sus tarjetas de crédito, había una identificación
que acusaba que su víctima era profesor de una escuela local, lo cual sabía, al igual que la ruta y la
costumbre de éste de beber como si fuera su último día, provocando la ironía de su muerte,
falleciendo ebrio y solo. Parecía un botín bastante ostentoso moralmente hablando, el de aquella
noche. Buscó en el cuerpo nuevamente, ahora por el teléfono celular del fenecido Max. Lo tomó
en sus manos y lo giro para quitar la batería y luego quitar el sim card. Todo siendo parte de su
ritual, que sagradamente repetía en cada asesinato, o como él le llamaba “en cada liberación”.
Todo enfocado en estorbar el trabajo policial, dado que así tendría tiempo, al menos, por unos
cuantos días. Entonces, trabajaría la policía en identificar el cadáver, luego registrarían si hay algún
dato en el GPS de su móvil, o quizás alguna baliza alertara de la ubicación, como lo hacen ciertos
modernos equipos móviles, la cual estaría inhabilitada sin Sim y sin batería inserta en el
dispositivo. Las investigaciones irían en pos de ver cámaras de seguridad en las calles, de las que se
aseguraba fueran inexistentes en el lugar, y luego, para buscar el “móvil del asesinato”, como le
llamaban los policías al “por qué” del crimen, como un robo, venganza, o lo que fuera, la
investigación iría en el círculo de aquel personaje ya sin vida, sin encontrar mayor respuesta que
Max estuvo en el lugar y momento equivocado, siendo víctima de un robo bastante violento,
acaecido, quizás por un drogadicto sin conciencia de sí. Lejana realidad, lejana idea del origen de
su muerte

Sin Documentos, sin teléfono, y sin cámaras, retrasaba todo proceso investigativo, al que
se añadía el toque final: no había huellas, ni había rostro que pudiera ser reconocido, ni cabellos
en la escena, sólo un tipo muerto, tuerto, con un montón de alcohol en el cuerpo, y sin enemigos a
la larga.

Era tan meticuloso en su actuar, que esperaba a que no hubiese ruido cercano, de las
casas circundantes, o de la misma calle. Un crimen perfecto.

Tiempo era lo que le apremiaba, toda su vida eso le atormentó, por tanto, su inteligencia
la dirigía en no cometer errores con esto y seguir impune por largo tiempo.

Faltaba el detalle final, su firma por así decirlo. Un detalle que dificultaba aun más
cualquier investigación, y que de lo escabroso del hecho, los policías no podían discernir con qué
fin se realizaba esta acción. Procedió entonces a sacar un pequeño martillo, y una suerte de
alicate, muy similar al usado en cirugías de ortodoncia. Se agachó entonces, le tomó el rostro, no
sin antes examinar cada lado. Lo miró fijo por un par de segundos, y sonrió con los ojos
entrecerrados. Cogió el martillo con su mano derecha, mientras que con la izquierda le afirmaba el
rostro, ladeándolo hacia la derecha y así, sin dudarlo le machacó las mejillas una buena cantidad
de veces, por cada una, procurando no hacerle explotar la mandíbula, ni mancharse de sangre sus
ropas. Con cada golpe, sus rizos temblaban, su piel gelatinosa se cimbraba en hondas, y el ruido
era similar al que se oye en casa de la abuela, al machacar la carne dura, para luego freírla. Lo hizo
tantas veces, hasta sentir que dentro había una masa no muy legible, con unas protuberancias
duras. Así, una vez que a golpes ablandó encías y maxilares, metió sus dedos dentro de la boca del
malogrado Max, con tanto cuidado y precisión, para no perder pieza alguna. Tomó entonces, las
pinzas de acero, y con trabajo digno de un joyero renombrado, procedió a quitar diente por
diente, cada pieza, guardándolas en una caja. Sonaba como si sacaras de cuajo la rama de una
manzana ligada a su centro, en cada ocasión que presionaba con su herramienta la pieza, y con
una violencia medida, las quitaba de su mandíbula semi rota y medio fracturada. Con suero, lavo
las herramientas, y las secó con toallas de papel que tenía preparadas. Guardo la caja que contenía
la dentadura de Max, (la cual era no más grande que la que envuelve un reloj de pulsera) y la
guardó en su bolsillo. Tomo las herramientas, y las envolvió donde las traía… una suerte de paño
de cuero, que tenía bolsillos de la medida exacta de cada herramienta, para evitar que se
movieran y golpearan entre sí. Procedió a levantarse, no sin antes mirar alrededor, y prestar
atención al perímetro donde estaba. Todo seguía igual de quieto, y el reloj avanzaba. Entonces, ya
en pié, tomo rumbo hacia la avenida principal, serpenteando por donde él sabía que no había
cámaras de seguridad. Mientras caminaba se quitaba la máscara, solía guardarla en un pequeño
morral que guardaba bajo la suerte de chaqueta con capucha, de la que era fácil quitar cualquier
líquido. Así, entonces, en una oscura esquina, bajo la sombra cobijadora de un árbol, se quitó el
poleron, se desamarró la mochila, y metió ahí dicha mascara, pero antes se quitó los guantes,
guardándolos en el mismo lugar. Volteo su poleron, el cual era negro por un lado y verde oscuro
por el otro, y se vistió con él, dejando el lado verde hacia fuera, para luego colgarse el morral en su
hombro derecho, se acomodó sus cabellos lisos, color castaño claro. Caminó entonces con plena
seguridad. La noche era como alquitrán envolviendo la luz, se tragaba cada atisbo de claridad, que
sus ojos pudiesen ver.

Mantenía su mente en blanco, siquiera le daba vueltas a lo que pasó. Su seguridad era tal,
que pasó a comprar algo de comer a un antro que se encontraba abierto a esas horas, ofreciendo
sándwich de carne, de dudosa procedencia, a precio asequible. Cogió el sandwich, el bebestible, y
caminó por las calles de un devenido Santiago, mientras masticaba su merienda. Los edificios de
amenazante altura cubrían su marcha, y el viento, que al pasar entre ellos, silbaba como si se
oyeran murmullos. Tomaba atención a eso, y a la blancura de su mente. Se sentía liberado,
tranquilo, y primariamente, él.

Tomo un taxi, así se alejó de donde se encontraba, y luego de unos 10 minutos por la
avenida, comenzó a guiar entre callejuelas y pasajes, al conductor para poder llegar hacia su
destino. Procuró ser de lo más normal con el chofer, le preguntó sobre el modelo del vehículo, de
que si era realmente taxista a tiempo completo, o si trabajaba en otra actividad, y así compartía
con ese desconocido, con el que se dieron cuenta que ambos tenían gusto similar por música, y
por lugares donde se suele tocar dicho estilo. Luego, se bajó del taxi, teniendo en cuenta que éste
lo dejó a unas 10 cuadras de donde vivía.

Continuó la marcha, hasta llegar a su casa. Sacó las llaves, y abrió el portón. Con sumo
cuidado, cada movimiento, procedió a cerrar la primera puerta, caminó por el jardín, y su gato le
saludó con un tenue “ miaw”; Caminó hacia su auto, para guardar en la cajuela, la mochila y el
poleron que llevaba, dejándolos “ ordenados” donde se sabía que ese lugar era para sus cosas de
trekking. Luego, entró a su casa, se quitó los zapatos y los dejó a un lado, en el armario de la
entrada. Subió a pie puntillas hasta su dormitorio, para coronar su día con un reparador descanso.

Temprano en la mañana, mientras bebía café, y se disponía a comenzar el día como un


domingo cualquiera, veía en la televisión como describían su obra. Macabra escena de teatro
realista, efectuada en los suburbios de la ciudad. Lejos, y en tiempo real, y en vivo para él, en dicha
transmisión, un detective daba sus ideas de cómo había sido el crimen, de quién habría podido
cometerlo, e indicaba la gravedad de las lesiones en el rostro de aquel atisbo de rostro humano
que había quedado, ahora convertido en una masa sanguinolenta, amorfa, y poco legible, donde
su ojo verde quedó, eternamente mirando al cielo. Él, sonreía irónicamente, mientras bebía un
sorbo de su café, tomaba un trozo de pan, lo untaba con mantequilla, y se lo echaba en la boca,
masticaba, y sonreía, no sin antes beber otro sorbo de su tazón, con ese líquido negruzco, casi
tanto, que parecía más bien una suerte de vaso graduado con petróleo, que un tazón de café. Así
era como solía beberlo cada mañana, viendo las noticias después de aquellas noches frenéticas y
descontroladas de liberación, su liberación.

III

Me desperté temprano, no creía lo rápido que habían pasado las casi 10 hrs de sueño que
tuve, dado que con Claire disfrutamos de una velada bastante movida, partimos cenando en
nuestro restaurant favorito, para luego ir a bailar un poco esa música de los 80´s que tanto ama
ella, así como esos ritmos electrónicos, en los que mi cabeza sólo piensa en usarlos para su favor
creativo, y transmutarlos en metal e ideas para mi banda. Eran ya las 17:30, y el hambre
apremiaba, más allá de cualquier pensamiento. Intenté despertar a Claire, pero como siempre, se
dio media vuelta y dijo – Ya pues, déjame dormir, estás moviéndote mucho, y aun tengo sueño- a
lo que yo respondí – bebé, son las 17:30, has dormido 10 hrs, o quizás más, cocinemos algo- Claire
sólo mugió, y se echó nuevamente. No pude irme, no pude salir de la habitación, no sin antes
mirarla, admirarla, yacía con sus labios como si quisiera besar, sus ojos cerrados naturalmente, y
su piel mate, hermosa como de costumbre estaba más bella que ayer. Hoy parecía no encerrarme
en mierdas, mi mente parecía estar bajo control, no había ataques, no había sueños que recordar,
pero la molestia persistía, bajo control, pero estaba ahí, como queriendo decirme que el día no
sería perfecto, que algo me botaría al suelo, y pasaría sobre mí, como arrollándome, como un tren
sin rumbo, descarrillado, que mata todo a su paso, lo destruye, para luego burlarse de todos, ya
que sus pesados anclajes y esqueleto, no sufrían siquiera un daño, de lo que pudiese venir encima.
El tren no cambiaba su curso, y dejaba solo destrucción, para luego terminar inerte y sin culpas,
pero el dolor le quedaba al resto, o a mí en este caso, el hastío era peor, pero hoy, hoy lo
controlaba, hoy lo suplía, y era por Claire, pero ella no debía enterarse, jamás debería saberlo,
pues mi imagen hacia ella, siempre fue de alguien que puede limpiar su culo por sí mismo, y así lo
había mantenido estos 4 años.

Tengo esta sensación, de que no hay equilibrio en mi de forma constante, o al menos, de


que deambulo entre cierto caos y un control intrínseco a mi persona, donde batallan como kai kai
y tren tren prácticamente, estos enormes pensamientos que amenazan la cordura por unos
minutos... Luego vuelvo a perder los estribos, por mera necesidad corpórea, por un mal registro
antiguo que me hace sentir que extrañar está mal. Entonces, circunstancialmente, por esta vez se
detona una implosión de cuestionamientos tan transversales, que dudo de incluso, si es bueno ser
de tez clara, para caer luego en un estallido de ira, donde quisiera acallarlos a todos y todo; Irme
quizás lejos, o eventualmente no querer conocer a nadie nunca, ni para atrás ni para delante. Pero
heme aquí, donde nada me ha derrotado nunca, por tanto, la calma vuelve a mí, al recordar que es
una pelea más que dar. Una pelea más que dar y basta. El día es una pelea, una más y basta.

entonces, izó su vista al frente, pudo ver quien era, recordar, en toda expresión qué y cuanto valía,
dado que desde el desfiladero, la gran ciudad parecía ser un par de piedras agrupadas, los
hombres parecían minúsculas hormigas, que trabajaban incesantemente para evitar el frio
invierno. Así, desde una perspectiva superio, de las alturas que rasguñan el azul cielo, entonces
miró y así creyó ser dios, sin saber que realmente era su propio dios...
Entre lo que se haya enterrado vez alguna, y lo que se crea por estos días, no creo valga la pena
seguir pensando en vanas historias antiguas, más vale el progreso.. o eso dicen, es lo divertido de
vivir. Debería pensarse así ? pues, difícil poder conjeturar, dado que mi sinapsis se ha pausado,
esperando casi como agazapada, en su aguda inteligencia, que es lo que depara el seguir con esta
idea expuesta... Quizás pensar dos veces, quizás actuar de forma reactiva, instintiva es la
respuesta... hasta quizas sea mejor dormir asi, y de esta forma, levantarse de entre los muertos no
sea tan malo, pues sería una segunda vida, y no quedaría más que saber vivirla...
De cuando el hombre necesitó fe para seguir, y las circunstancias le hicieron no creer en su propia
realidad, pude entender que podría sostenerme de igual manera. Sin culpar a dioses u hombres,
pude entender que son circunstancias, porque vienen y van, que eso es " vivir" como le llaman. Lo
que me lleva a la otra parte, la cual no quita el hecho de que jamás cometería el mismo error, de al
menos, creer en ese mismo ente... Aún así, sin necesitar nada más que mi cordura, y mi entereza...
me agrada saber que estás de mi lado.

ese tick tack, tick tack ... tick tack, resuena una y otra vez, como si quisiera recordarme algo,
traerme algo a la razón. Supongo pues, que es a la razón, ya que ignoro por completo que es.
Mientras oigo de fondo el caer del agua, con esa cierta presión de una fuente iluminada, situada
en un oscuro parque, donde de fondo un desgarbado pájaro, cruza los cielos, a bajo vuelo quizás
queriendo decir algo, quizás pidiendo algo. Y yo, sentado, mirando la ciudad nula, se supone viva,
pero, desde el verde parque, esto sigue siendo gris, insípido y sobre todo un mal oliente lugar. Asi
es Santiago, y lo recorro para ver si la memoria emotiva me responde lo que la razón no puede. Se
supone, los cabos estaban atados, pero sigue esa cierta pregunta... ese " qué carajos" que ni
siquiera sé a quien preguntar. Continuo el viaje, veremos si más allá, cierto paraje algo me pueda
entregar.

 Entonces, me percaté que caía de forma libre ante este pozo con tintes de dejavú, sintiendo mi
presencia en ese lugar, pero no de la misma forma, no como solía estar en tiempos remotos, algo
asi como si tuviera clara percepcion de que esta vez es de forma voluntaria, y no de manera
arrebatada, incluso ilusa. Así, por cada segundo que iba cayendo, sentía el aire sobre mi rostro,
que incluso desfiguraba mis facciones, y me daba ese picor en los ojos, pero seguía sintiéndome
bien, pues caer no era lo raro. Al parecer lo que desencadenaba esta caída era tan distinto esta
vez, que en cada segundo de dicha caída, podía divisar incluso, cómo poder salir de ella sin ni un
rasguño, esta vez parecía ser una caída limpia, casi con voluntad y consciencia, de esas que a
sabiendas que vas directo al fondo, puedes salir incluso volando si quieres, aunque también sabes
que un segundo más tarde de reacción, y ni el mejor par de alas puede salvarte... Esta vez, parece
ser que es la caída correcta, que es en la que se me
impulsa a ver qué hay en el fondo de dicho pozo, pues nunca he visto su interior, ya que de una
forma u otra, cuando casi llegaba allí, en tiempos pasados sentía como si una gran mano me
apretase rodeando mi torso, jalara hacia arriba para sacarme de ese lugar, así luego zamarrearme
y decirme " estás en tierra y vivo y bien". Como sea, mientras caigo, siento entonces cuando el
viento golpea mi rostro, el vértigo de la caída me da ese dolor en la boca del estomago, en una
obvia reacción por esa adrenalina, que me indican que cada particula de mí, se sintoniza en pos de
que no es defensa la que necesito, y en que al ser de manera casi consentida, el sentir esta
confianza en esta caída, me hace dar giro en mi pensar, sobre que no habrá dios u hombre que
pueda quitarme esta sensación, de ser libre, pero también saber hacia donde voy. Porque al
parecer, esta vez es la caída correcta, en el pozo correcto, y el empujón, fue en el momento justo.
Al parecer, es el momento justo ...

sobre una bola hecha de espinos, pisando descalzo trataba de entender que desde sus
alturas, dando pasos, podía. Veía a mi alrededor, como otros, no tenían de esas bolas, sino
algunas de hule, y otras de cristal, y así hubo donde ver miles de otras personas, en sus miles
de otras bolas, tan distintas, como cada uno de ellos en este mundo, semi árido, y semi
iluminado.... Nunca traté de bajar de dicho esferico conjunto punzante y flagelante, siquiera
pensé que se podía, hasta que un dia, caí, mis pies sangraban, mi cuerpo estaba polvoriento,
no podía pisar, pero la fuerza de mis brazos me hacía avanzar de igual forma... no como
antes, pero si podía avanzar. Al cabo de unas semanas, mis pies estaban sanos, mis brazos
mas fuertes, y era el único en el mundo, a punta de burlas, que podía avanzar sin dicha bola...
avanzaba de una manera diferente, llegaba a los mismos puntos, y aprendí cosas nuevas. El
resto, en sus bolas, miraba con desdejo, extrañeza, y burla.... Yo, miraba hacia arriba, a veces
extrañando mi bola de espinas, pero recordando siempre que el medio no era el punto. El
avance era mío, y daba igual como lo lograra. Dependía de mi... Así conciliaba atesorar
tranquilo esa madeja redonda de espinas, pero no querer desearla denuevo... Me hacía
entender que fui yo quien lograba un cambio, agradable y valeroso, aun cuando mi realidad
fuera otra. Avanzaba distinto, con un pasado en paz, y un futuro a mi anchas, a mis
capacidades y medidas... El mundo comenzaba a ser mio...

Mi coronilla roza las nubes, divaga mi mente, mientras mi quijada se aprieta; en estos
momentos ni idea tengo de hacia donde ir, qué hacer o qué pensar... una idea da vueltas, gira
como un movil a un bebé, solo que la idea se entromete entre mis fibrillas musculares de la
psiqué.... como un desgarro mental en mi racional forma de ver las cosas, aquella que me
niega los mas repudiables deseos que puedo tener, aun cuando casi cada particula de mi
clama por ellos...y crece dentro como un origen. Un origen simple y llano, sobre ajusticiar cierta
verdad, de no querer que otros suelos sean rastrillados con la misma herramienta una vez mas...
Mi deber será ese ? Ni pico idea, pues las luces del tunel del metro, que ya empiezan a distar mas y mas ,
unas de otras, confirman que es hora de caminar, de dejar de pensar en ruedos, y marcar un objetivo... el
que sea, antes que me carcoma la idea, por mucha justicia que sea su móvil...

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