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Tema 9 LAS CATEGORÍAS GRAMATICALES II. (Persona, tiempo, modo, aspecto y voz).

OBJETIVOS

Completar el conocimiento de las categorías gramaticales con la aproximación a las categorías


asociadas al verbo.
Analizar diferentes soluciones formales mediante las cuales se manifiestan estas categorías en
lenguas de distinto comportamiento.
Resaltar el carácter deíctico de alguna de las categorías, que ha de ponerse en relación con el
concepto de shifters que Jakobson maneja en el artículo citado.

ESQUEMA

0. Introducción.

1. La persona.
1.1. Los valores personales.
1.2. Manifestación morfológica.
1.3. El plural de persona.

2. El tiempo.
2.1. Tiempo gramatical.
2.2. Manifestación formal.
2.3. Referencia temporal.

3. El aspecto.
3.1. Origen teórico de la categoría.
3.2. Manifestación formal.
3.3. Aspecto y modo de la acción.

4. Modalidad y modo.
4.1. Manifestación formal.
4.2. Clases de modos.
4.3. Intersección con el tiempo.

5. La voz.
5.1. Voz e información.
5.2. Diátesis.
5.3. La voz como manifestación morfológica.

CONTENIDOS BÁSICOS

Si en el tema precedente nos hemos ocupado de las categorías nominales, en éste atenderemos al
resto de las mismas, en general asociadas al verbo, con las precisiones que haremos a lo largo del
desarrollo del mismo.

1. LA PERSONA

Es una de las categorías gramaticales asociadas al verbo. Queda definida como la relación que
se establece entre los participantes en el hecho relatado y los participantes en el hecho discursivo,
simbolizada (Pr/Pd). No obstante, también afecta a los pronombres personales de manera muy especial y al
resto de pronombres y nombres en el sentido que veremos.
1.1. Los valores personales

La sustancia de la persona ha de ser entendida como tres valores semántico-funcionales, uno


relativo a la persona que habla, sujeto de la enunciación, a la que llamamos primera (YO), otro relativo a
la persona que escucha o a quien se habla, al que llamamos segunda (TÚ), receptor de la enunciación, y
otro que ni es sujeto ni receptor de la enunciación, al cual puede referirse el enunciado, tercera persona
(ÉL). Sin embargo, el enunciado puede referirse a las tres personas YO, TÚ y ÉL, o dicho de otro modo,
las tres pueden ser sujetos del enunciado. Junto a estas relaciones que definen las tres personas, cada una
incluye rasgos de naturaleza deíctica que identifican las personas con puntos de orientación egocéntrica,
para efectuar el anclaje de los enunciados según el eje personal. A ello nos referiremos en un tema
posterior.

1.2. Manifestación formal de la persona

La persona se manifiesta morfológicamente en los pronombres y en las desinencias verbales.


Otros elementos afectados por la persona, como los nombres, sin formas específicas para la misma, la
expresan por medio de la concordancia con las formas verbales de tercera persona. En el caso de los
demostrativos y posesivos la persona se pone de manifiesto doblemente: i) su funcionalidad sintáctica de
tercera se señala a través de la concordancia con formas verbales, ii) pero añaden un contenido deíctico de
primera, segunda y tercera, respectivamente, del que dan cuenta las formas específicas respectivas que
adoptan. Así, éste, ése aquél, mío, tuyo, suyo y el resto de formas concuerdan con formas verbales de
tercera persona, en singular o plural, según corresponda; sin embargo, éste contiene un rasgo deíctico
personal de primera persona, ése un rasgo deíctico de segunda y aquél un rasgo deíctico de tercera. Lo
mismo podemos decir de las formas de los posesivos.

La persona en determinadas lenguas no se explicita a través de desinencias verbales, sino a


través de las formas de los pronombres personales, como ocurre en sueco, en donde a las formas de los
pronombres les sigue el mismo lexema verbal sin variaciones: El presente del verbo arbeta ‘trabajar’ es
jag (yo), du (tú), han (él), vi (nosotros), ni (vosotros), de (ellos) arbetar; el imperfecto del mismo verbo
es: jag, du, han, vi, ni, de arbetade; el presente del verbo sova ‘dormir’ es jag, du, han, vi, ni, de sover; el
imperfecto de este verbo es jag, du, han, vi, ni, de sov.

1.3. El plural de la persona

El valor plural lo entendemos normalmente como equivalente a una suma de entidades singulares
iguales, de tal manera que el plural del singular “silla” es igual a la suma de al menos dos sillas
singulares. Sin embargo, el plural de “persona” no se puede entender como suma de dos singulares, por lo
que respecta a la primera y segunda, en este mismo sentido. El plural de primera, no equivale a una suma
de YO + YO, ni el de segunda siempre es una suma de TÚ + TÚ. Hay que entender el plural de persona
como una suma de valores que requiere siempre que entre ellos se encuentre el singular correspondiente.
Así, el plural de tercera persona ELLOS = ÉL + ÉL + (ÉL)... se comporta como cualquier otro plural; el
de segunda, VOSOTROS, puede comportarse como cualquier plural y ser igual a TÚ + TÚ + (TÚ)...,
pero también puede equivaler a TÚ + ÉL + (ELLOS); y el de primera, NOSOTROS, puede equivaler a
YO + TÚ o VOSOTROS, o YO + ÉL o ELLOS, en cualquiera de sus especificaciones. Siempre en el
plural de primera, entre los valores singulares, figura el singular de primera, en el de segunda existe al
menos un valor de segunda, y el de tercera, está integrado por valores de tercera. No obstante, todas las
lenguas no se comportan de igual modo, pues existen algunas lenguas que tienen dual y trial.

2. EL TIEMPO

Según la caracterización de Jakobson el tiempo define el hecho relatado por referencia al hecho
discursivo (Hr/Hd).

2.1. El tiempo gramatical

La complejidad del concepto de tiempo es ampliamente conocida, no sólo en el ámbito de la


lingüística, sino en el de la filosofía y en el de la ciencia en general. Lo que a nosotros nos interesa es
como se organiza en la lengua, teniendo en cuenta que la visión del mismo no es igual en todas las
culturas.
En general, el tiempo se ha conceptualizado como un fluir, que bien podría ser representado
icónicamente por un vector, del que se ha de tener en cuenta su tamaño y su sentido, y sobre el que se
situarían los sucesos en relación con un punto de referencia integrante del propio vector. Así, los
acontecimientos podrían ser anteriores, simultáneos o posteriores al momento del punto 0 de referencia u
origo.
Esta relación puede ser entendida como un fluir del tiempo en el mundo, que ordena
temporalmente los acontecimientos, o como un mundo o conjunto de acontecimientos que se sitúan sobre
un marco temporal. De una u otra forma el tiempo coordenará los acontecimientos, en relación con la
estructura de la sustancia temporal, en un antes /después o un ahora/entonces. Esto posibilitará en unos
casos la simultaneidad de los sucesos y el tiempo de codificación en el que se sitúa el hablante, y en otros,
el anclaje de los hechos “antes”, “después” o “entonces”, con respecto al tiempo de codificación, y, en
consecuencia, propiciará el carácter deíctico de esta categoría, aspecto sobre el que volveremos dentro
del tema dedicado a la pragmática.

2.2. Manifestación formal

La temporalidad se codifica en la lengua con tres recursos: a) a través de los demostrativos trata
de oponer el “ahora” al “entonces”, “este momento” a “aquel momento”, introduciendo el sistema
espacial en el temporal; b) por medio del tiempo verbal, con la organización básica “presente”, “pasado”
y “futuro”; c) a través de los lexemas adverbiales: hoy, mañana, ayer, etc.

2.3. Referencia temporal

El tiempo es la relación aludida, recogida en el sistema como categoría morfológica, que permite
hacer referencias temporales. Mas esta referencia no sólo se efectúa con morfemas verbales, sino con
adverbios temporales, e incluso con nombres, como los referidos a los días de la semana, a los meses,
años, siglos, etc.

La referencia temporal efectuada a través del sistema verbal se lleva a cabo poniendo en relación
los acontecimientos del enunciado (Hr) con el momento de emitir ese enunciado, con el momento de la
enunciación (Hd). Si la relación es de coincidencia tenemos el tiempo presente; si es de anterioridad, el
pasado y si es de posterioridad, el futuro:

Sea el tiempo en el que se sitúa el hablante para el hecho discursivo.

Sea el momento del acontecimiento relatado.

Si la relación es de coincidencia o simultaneidad, la denominamos PRESENTE

Si es de anterioridad la denominamos PASADO y si es de posterioridad,

FUTURO

Podemos señalar todavía otras referencias relativas como esquema teórico del que pueden
participar las lenguas, sin que tengan que responder a todas las posibilidades mediante soluciones
morfológicas:

PASADO PRESENTE FUTURO

ANTEPASADO POSTPASADO ANTEFUTURO POSTFUTURO


3. EL ASPECTO

Es una categoría específicamente verbal, no deíctica. Da cuenta de los hechos en sí sin relación
al discurso. Según el esquema que venimos utilizando la simbolizamos como (Hr). Como toda acción
tiene un comienzo, un desarrollo y un final. La manera en que se presenten esos tres momentos determina
el aspecto. En eslavo el aspecto se llama vid, como modo de presentar la acción expresada por el verbo.
Especialmente atiende a si la acción se contempla como acabada y completa, David se duerme, o por el
contrario, si se presenta en su desarrollo, David duerme. Este desarrollo se puede constatar si añadimos a
la oración un complemento temporal, David duerme toda la noche. Tal prueba no da como resultado una
oración aceptable, *David se duerme toda la noche. Sólo podríamos aceptarla si entendiéramos que se
duerme una y otra vez.

Podemos representar esquemáticamente la acción como un vector, que si se presenta sin


principio ni fin es acción imperfectiva: ; si está limitada por extremos, perfectiva:
En uno y otro caso esa acción puede presentar modulaciones. Puede ser vista
insistiendo en el comienzo: aspecto incoativo, como amanecer; focalizando el final,
como morir: , aspecto resultativo; insistiendo en la acción: , aspecto
durativo, sigue lloviendo; aspecto iterativo etc.

3.1. Evolución teórica del concepto

Los estoicos se ocuparon del aspecto, o por lo menos lo reconocían como “terminación”, pero
fue a partir de la oposición Infectum/ Perfectum entre formas del verbo latino cuando los gramáticos
checos se ocuparon del aspecto en las lenguas eslavas. Constatando que en estas lenguas existen parejas
de verbos que se refieren a los mismos hechos, presentándolos, uno, como acción considerada según su
desarrollo interno, no acabada, imperfectiva; otro, como acción tomada en su totalidad, acabada,
perfectiva. Si pisat’ significa ´“escribir”, zapisat’ significa “apuntar”. En relación con las lenguas
romances el estudio consistió en determinar los mecanismos formales a través de los cuales se expresa
esta categoría una vez aceptada su existencia.

3.2. Manifestación formal

El aspecto se manifiesta de diferente manera en las distintas lenguas e incluso dentro de la


misma. Puede aparecer gramaticalizado o lexicalizado. Puede manifestarse a través de morfos específicos
como ocurre en las lenguas eslavas: délat’ / s-délat’, “hacer”, acción imperfectiva o perfectiva,
respectivamente. En algunos casos no indica la globalidad de la acción perfectiva en su perspectiva
terminal, sino como una perspectiva inversa o inicial, es lo que ocurre con la forma del ruso zasnul ‘se
durmió’ que presenta la acción en una perspectiva inicial con respecto a prosnulsia, ‘se despertó’, que da
cuenta de la acción también perfectiva en una perspectiva terminal. Es un mismo verbo con dos prefijos
diferentes.

En las lenguas flexivas, como el español, el aspecto también se expresa a través de morfos, pero
de manera sincrética junto al resto de morfemas verbales contenidos en el morfo de las formas
imperfectivas y de los auxiliares de las formas perfectivas.

Aunque en el apartado siguiente haremos precisiones al respecto, otra forma de concretar


formalmente los valores aspectuales es a través de perífrasis: La madre rompió a llorar en donde, en
nuestra lengua, a la acción llorar se le imprime un modo aspectual incoativo; en Peter used to eat here,
en inglés, como en español la correspondiente Pedro suele comer aquí el verbo auxiliar añade un modo
de acción aspectual habitual a eat o comer.

Los verbos pueden contener ya lexicalizadas diferencias aspectuales, pues no es igual nacer o
morir, que son acciones puntuales, que perseguir o ascender, que son acciones aspectualmente en
proceso, léxicamente imperfectivas. Además, el modo aspectual contenido en el verbo puede ser también
alterado por influencia de los derivativos: renacer, gimotear, etc.
3.3. Aspecto y modo de acción

Aunque hasta ahora nos hemos referido de manera general al aspecto como todo lo que afecta al
desarrollo interno de la acción, es necesario hacer precisiones al respecto. Primero, una cosa es el aspecto,
que es una categoría referida al desarrollo interno de la acción en sí, puesta de manifiesto
gramaticalmente. Por tanto, éste es el que encaja en este tema de acuerdo con el título del mismo.
Segundo, otra cosa son las referencias aspectuales aludidas que no son resultado de gramaticalización en
sentido estricto. Éstas son matizaciones externas a la acción que la corrigen aspectualmente, lo que se
puede conseguir con recursos gramaticales también, morfológicos como en gimotear, o sintácticos como
en las perífrasis. Y tercero, otra cosa es la cualidad aspectual de la acción contenida semánticamente en el
verbo, que nos los hace ver, a unos, como ESTADOS: estar, permanecer, yacer; a otros, como ACTIVIDADES:
andar, batir, regar, REALIZACIONES a otros: ‘escribir un cuento’, ‘pegar un tiro’; y por último, a otros como
LOGROS: atrapar, reconocer, entender.

Podemos concretar las anteriores particularidades reconociendo con el nombre de aspecto la


categoría gramatical, y con el de modo de acción (Aktionsart) los demás matices aspectuales aludidos.

4. MODALIDAD Y MODO

El modo es otra categoría que pone en relación elementos del enunciado con elementos de la
enunciación, como señala Jakobson, participantes en el relato y hechos relatados con los participantes en
el hecho discursivo (PrHr/Pd). Dicho de otro modo, en los enunciados se pone de manifiesto la actitud del
hablante ante los hechos que refiere el verbo. Las diferentes actitudes ante los hechos constituyen la
modalidad. Cuando la modalidad se categoriza da como resultado el modo. De manera muy clara el modo
imperativo que existe en las lenguas es resultado de la categorización de una actitud directiva ante los
hechos que relata el verbo: ¡Sal de ahí!. El hablante puede tener una actitud optativa, dubitativa,
desiderativa, o de posibilidad: Quizás llegue a tiempo, ¡Ojalá vaya todo bien!. Incluso de aceptación de
los hechos como verdaderos o reales: Hoy es lunes.

4.1. Manifestación formal

La modalidad se expresa en las lenguas con morfos que se añaden a las formas verbales para
imprimir al significado léxico un giro modal, como ocurre, por ejemplo, en turco, donde existen morfos
dispuestos para este fin, como el potencial -bil- que, añadido al lexema verbal, le da un matiz de
posibilidad: gel-irim “yo vengo” y gel-bil-irim “puedo venir”.

Pero es normal que se manifieste a través de todo un sistema flexivo, como ocurre en español,
con morfos especializados para indicativo, subjuntivo, condicional, imperativo, infinitivo, etc. En ésta y
en las demás lenguas flexivas, los valores modales se encuentran en sincretismo con los de otras
categorías en los morfos desinenciales verbales.

También puede expresarse con perífrasis, como ocurre en inglés, pues prácticamente sólo tiene
indicativo. Para el condicional usará un auxiliar: She would eat; “ella comería”; para el imperativo usa la
forma indicativa, open, o una perífrasis con el verbo let: let me write the letter, ”déjame escribir la carta”.
Es decir, para efectuar las perífrasis, utilizará verbos que léxicamente expresen la modalidad.

4.2. Clases de modos

Estas modalidades se categorizan en las lenguas bajo tres modos principales: el IMPERATIVO ya
aludido, que categoriza una actitud directiva, en general, aunque puede tener diferentes matices como son
los ruegos, consejos, admoniciones, etc. El INDICATIVO es el modo de asunción de la verdad de la realidad
referida por el verbo, cuando esta actitud está categorizada. En tanto que el SUBJUNTIVO es el modo que da
cuenta de una modalidad que tiene que ver con una actitud, por parte del hablante, de no asunción de lo
expresado por el verbo, con diferentes matices: duda, posibilidad, deseo, etc.

Sin embargo, no existe en nuestras lenguas un modo interrogativo o un modo exclamativo, que
sin duda son dos modalidades muy definidas con significantes muy caracterizados universalmente, a
través de la modulación enunciativa.
4.3. Intersección con el tiempo

En los modos subjuntivo y potencial la capacidad temporal se ve fuertemente distorsionada, pues


las diferencias modales con frecuencia son utilizadas con valor temporal. En esperaba que llegase el
subjuntivo opera indicando tiempo futuro con respecto al verbo principal. Incluso formas claramente
temporales son utilizadas con valor modal, como ocurre en español con el futuro en ejemplos como serán
las siete, que indica posibilidad o inferencia. También para ordenar: Amarás a Dios. O en casos como
Tendría que haber ido a clase, o tuvo que ir a la escuela, se hacen conjeturas respecto al cumplimiento o
no de la referencia verbal, más que indicar el tiempo.

5. LA VOZ

Esta categoría verbal se define como relación existente entre los participantes en el relato y los
hechos relatados, según refleja la fórmula (Pr/Hr). Este fenómeno ha sido entendido como una relación
gramaticalizada del orden de los participantes y el hecho referido por el verbo. También se ha explicado
la voz como sinónimo de diátesis, término de origen griego que significa ”estado, actitud”. Pone de
relieve la identidad correferencial de un sujeto de una oración y un complemento de otra, siendo ambos,
además, agentes del mismo verbo. Entre el sujeto de arrancó, en el niño arrancó una flor y el
complemento de fue arrancada, en una flor fue arrancada por el niño, existe correferencialidad, además
en ambos ejemplos “el niño” es el agente. Puede ser entendida, por lo tanto, como la manifestación
morfológica de las relaciones gramaticalizadas antedichas.

5.1. Voz e información

La voz gramaticaliza la relación de los participantes en los hechos relatados y los propios
hechos, ordenándolos en virtud de la capacidad informativa de los enunciados, topicalizando unos
elementos, y no otros, de acuerdo con el estado de información conocida y nueva. Si de los
acontecimientos que expresa un enunciado como el policía persiguió al delincuente, conocemos “el
policía”, de lo que informaremos es de que “persiguió al delincuente”, situando esto después de “el
delincuente”, mas si para contar los mismos hechos conocemos “la persecución del delincuente”, lo que
figurará como tópico será esto, y “el policía” se incluirá, como información nueva, en lugar posterior.

Hay lenguas en que esta vinculación de la voz y la capacidad informativa de los enunciados se
pone de manifiesto en soluciones muy llamativas, como ocurre en árabe, donde se dispone de una forma
pasiva para ocultar el agente y otra distinta si el agente se considera irrelevante. En esta lengua la pasiva
se denomina majhul “(verbo con agente) desconocido”, que no admite explicitar el agente. Junto a la
forma activa kasara “rompió” que llevará agente explícito, existe la forma pasiva kusira “fue-roto”, con
agente desconocido u oculto, y otra forma pasiva inkasara “estuvo-roto”, en donde el actor no figura por
irrelevante.

También, en otras lenguas, como sucede en la nuestra, se elimina muchas veces el agente en la
pasiva por razones informativas similares: la luz ha sido apagada; asimismo, para dar relieve informativo
a la acción, recurrimos a soluciones de carácter impersonal: se difundió la noticia.

5.1. La diátesis

Como hemos dicho, diátesis y voz se han utilizado como sinónimos. Es mejor verlas como
fenómenos muy relacionados, pero no como términos que designen el mismo fenómeno.

Diátesis es, como dice J.C. Moreno, la asociación inicial que cada verbo establece entre las
relaciones sintácticas de los argumentos exigidos y las relaciones semánticas que la estructura semántica
del verbo determina. Un verbo como hacer tiene dos argumentos, uno SUJ y otro OBJ. DIR. Es sujeto el SN
que tiene asignado el papel semántico de agente, determinado en la estructura de valencias del verbo. Es
objeto directo el SN al que se le asigna el papel semántico de paciente. Esta asignación es la no marcada,
la normal. Un verbo como doler, presenta otras exigencias semánticas en su estructura y, en
consecuencia, determina otras asociaciones ente valores semánticos y argumentos sintácticos a él
asociados. El SN sujeto no tiene asignado el papel de agente, sino el de “localización” y el SN objeto
tiene el papel de “experimentador, no el de “paciente”, como podemos comprobar en el ejemplo
siguiente: la cabeza le duele a Juan.
Los dos verbos de los ejemplos tienen dos diátesis diferentes, puesto que el SN sujeto se asocia
en un caso con “agente” y en otro con “localización”.

5.2. La voz como manifestación morfológica

El verbo presenta una flexión que formaliza las categorías hasta aquí expuestas: número,
persona, tiempo, aspecto y modo. Pero morfológicamente opone unas variaciones a otras para dar cuenta,
según otro parámetro, de que no se ha producido, o se ha producido una variación en la diátesis inicial del
verbo, respectivamente. Si la diátesis inicial del verbo que asocia, por ejemplo, el agente al sujeto se
mantiene, la flexión del verbo se conoce como voz activa. Pero puede variar morfológicamente para
indicar, precisamente, que la relación inicial diatética ha variado y que el agente se ha disociado del
sujeto, en cuyo caso adopta una manifestación morfológica diferente, a la que llamamos voz pasiva. En
un ejemplo como los Reyes Magos reparten juguetes, existe una relación inicial diatética entre el agente
del verbo repartir, y su sujeto los Reyes Magos, que se expresa mediante la forma de voz activa del verbo
repartir. Es ésta, en consecuencia, la forma no marcada. Si el agente deja de ser sujeto, la relación inicial
queda rota, por lo que se recurre a un mecanismo morfológico que dé cuenta de la distorsión, al cual
conocemos como voz pasiva: los juguetes son repartidos por los Reyes Magos.

Podemos, pues, definir la voz como un fenómeno de naturaleza morfológica. Es un cambio en la


forma del verbo para señalar un cambio en la configuración diatética del mismo. Si la forma normal del
verbo formaliza la diátesis normal del verbo, un cambio en la diátesis normal se expresa con un cambio
en la forma normal. La voz activa, que es la no marcada, da cuenta de la diátesis no marcada. La diátesis
marcada se pone de manifiesto a través de la voz pasiva. De cualquier modo esto precisa matizaciones
que exceden el planteamiento de este trabajo.

En español la voz pasiva se manifiesta formalmente por medio de una perífrasis,


fundamentalmente, flexionando el verbo auxiliar ser y añadiendo el participio pasado del verbo
correspondiente, por ejemplo el ladrón es perseguido por el policía. También, en algunos casos,
anteponiendo la partícula de pasiva se a la forma verbal. En otras lenguas, como sucede en latín, se
expresa la voz pasiva cambiando los morfemas desinenciales: amant, forma activa que significa “aman”,
se opone a amantur, forma pasiva que significa “son amados”. En árabe, como hemos visto, las diferentes
voces pasivas se manifiestan con distintos morfos internos discontinuos: kasara “rompió”, voz activa;
kusira “fue roto”, voz pasiva de agente desconocido; inkasara, “estuvo roto”, voz pasiva de agente
irrelevante.

BIBLIOGRAFÍA BÁSICA COMENTADA

Como en el tema anterior el libro citado de J. C. MORENO, Curso Universitario, Tom. I es


imprescindible en el sentido aludido, así como el artículo de R. JAKOBSON. Para la persona puede
consultarse R. ESCAVY, El pronombre, Universidad de Murcia, 1987, aunque aquí se trate referida al
pronombre. Para la persona y para el tiempo como categorías deícticas el libro de J. A. VICENTE, La deíxis.
Egocentrismo y subjetividad en el lenguaje, Universidad de Murcia, 1994 es rotundo. Un tratado
accesible por su claridad para aproximarnos a la categoría del aspecto, de M. VEYRAT RIGAT, es Aspecto,
Perífrasis y Auxiliación: un enfoque perceptivo, Universidad de Valencia,1993. Para la voz, además del
citado de J.C. MORENO, puede consultarse R. SIMONE, Fundamentos de lingüiística, Ariel, Barcelona,1993,
de los que hemos tomado algunos ejemplos. Para el modo y la modalidad el libro de F.R. PALMER, Mood
and modality, puede consultarse por los datos que ofrece sobre la naturaleza y tipología de este
fenómeno.
TEXTOS DE APOYO

Una teoría lingüística de la persona verbal no puede constituirse más que sobre el fundamento de
las oposiciones que diferencian las personas; y se resumirá por entero en la estructura de dichas
oposiciones. Para sacarla en claro podrá partirse de las definiciones que emplean los gramáticos árabes.
Para ellos, la primera persona es al-mutakallimu, “el que habla”; la segunda al-muhatabu, “al que se
dirige uno”; pero la tercera es al-γa’ibu, “el que está ausente”. En estas denominaciones está implicada
una noción justa de las relaciones entre las personas; justa sobre todo por revelar la disparidad entre la 3ª
persona y las dos primeras. Al contrario de lo que nuestra terminología haría creer, no son homogéneas.
Es lo primero que hay que sacar a la luz.
En las dos primeras personas hay a la vez una persona implicada y un discurso sobre esta
persona. “Yo” designa al que habla e implica a la vez un enunciado a cuenta de “yo”: diciendo “yo” no
puedo no hablar de mí. En la 2ª persona, “tú” es necesariamente designado por “yo” y no puede ser
pensado fuera de una situación planteada a partir de “yo”; y al mismo tiempo, “yo” enuncia algo como
predicado de “tú”. Pero de la 3ª persona, un predicado es enunciado, sí, sólo que fuera de “yo-tú”; de esta
suerte tal forma queda exceptuada de la relación por la que “yo” y “tú” se especifican. En este punto y
hora la legitimidad de esta forma como “persona” queda en tela de juicio.

E. BENVENISTE: “Estructura de las relaciones de persona en el verbo”, Problemas de Lingüística


General, Siglo XXI, Madrid, 1974 (4ª ed., 1º, 1966).

De acuerdo con todo esto, la mayoría de los gramáticos y lingüistas modernos se aferran a la
identidad de tiempos y Tiempo. Muchos ni mientan la cuestión por ser cosa que, al parecer, se da ya por
bien sabida; otros, por el contrario, la mencionan llevados más por redondear la doctrina que por plantear
conscientemente un problema. Y así en la gramática histórica de Brunot Bruneau se dice sencillamente: “
Los tiempos expresan el Tiempo propiamente dicho: los tiempos del francés ordenan la acción indicada
por el verbo en el pasado, el presente o el futuro”. Otro lingüista, B. M. Charleston, procede en su trabajo
con más cautela, al parecer, y con toda precaución metodológica. Primero define el concepto de Tiempo
teniendo en cuenta los debates más recientes de las ciencias naturales y de la filosofía y luego pasa a
definir los tiempos. Pero todo desemboca en lo mismo, pues su definición de tiempo verbal reza así: “Un
tiempo verbal (tense) es una forma verbal, parte de un sistema de formas verbales, que varía de un
idioma a otro, empleada por un hablante para indicar relaciones de Tiempo (time relations)...”

H. WEINRICH: Estructura y función de los tiempos del lenguaje, Gredos, Madrid, 1974, p. 15.

Hay un punto terminológico final. Los términos ‘modo’ y ‘modalidad’ han sido utilizados
ambos. Lo que puede parecer ser prima facie muy deseable para hacer una clara distinción entre los dos
términos, de manera exactamente paralela a la distinción entre tiempo gramatical y tiempo cronológico,
número y enumeración, género y sexo, al ser uno gramatical y el otro nocional o semántico; pero existen
problemas, discutidos de la mejor manera si son consideradas otras propuestas.

F.R. PALMER. Mood and modality, p. 7.

El aspecto, pues, es una categoría compleja que se expresa de manera léxica (lenguas eslavas),
flexiva o perifrástica, es decir, a través, sobre todo, de los tiempos verbales y las perífrasis, aunque
también se expresa de manera semántica cuando caracteriza un acontecimiento verbal en su naturaleza
objetiva... El “modo de acción” (...) supone una descripción semántica interna de la cualidad objetiva del
proceso (...) es, pues, una categoría semántica y designa un estado de cosas objetivo, dado fuera del
sujeto pensante; (...) El aspecto, en cambio, supone una presentación externa del proceso, no
condicionada lexemáticamente, y que está marcada por la manera de ver del hablante, por la
subjetividad.

J.A. VICENTE MATEU: Egocentrismo y subjetividad en el lenguaje, págs. 121-122.

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