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Revista Salamandra Volumen 05
Revista Salamandra Volumen 05
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Literatura Distancia
Álvaro Solis
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Literatura
2) Descripción Ficticia: Donde reinan las sombras
Matilde no quiso voltear para ver qué había difuntos de otras épocas vagaban todavía de
detrás de su espalda. Sabía de sobra que ese noche. Los jóvenes Nicasio y Eufrosina, se
“alguien” estaba ahí, observándola sorprendieron que en una ladera poco visible,
calladamente. No tenía caso tratar de verla con existiera una humilde choza. Dirigieron sus
mayor detenimiento pues muchas veces la pasos hacia ella y cuando atravesaron el umbral
había visto. No podía percibir sus rasgos pues tuvieron la plena seguridad de que ahí no vivía
no los tenía claros. La primera vez fue algo nadie. Eufrosina, no quiso buscar más, estaba al
espantoso pues desapareció en un santiamén. tal punto agotada por la caminata que dijo
Tanto fue el terror que se echó a correr para quedarse ahí hasta ver si alguien llegaba. Y
esconderse bajo la falda de su mamá. Apenas nadie lo hizo a lo largo de muchos años.
tenía cuatro años y ya enfrentaba los horrores Aún recuerda cómo era la choza en esos días, y
de lo desconocido. su abuelo le decía que no había cambiado nada
Y es que estaba en medio de un lugar en el que con el paso del tiempo. Habían cambiado él y
por años se dijo que había adoratorios de los Eufrosina, se habían ajado el rostro con arrugas
antiguos ancestros. Ahora era conocido como y se habían llenado de hijos, pero la choza
San Gabriel Mictlantepec. Su abuelo Nicasio le seguía siendo la misma.
contaba de todos las figurillas de barro Su techo de dos aguas se conservaba entero,
mezclados con huesos que ellos habían cuando llovía no se colaba ni una sola gota de
encontrado por toda la ladera del cerro. Mucha agua. A pesar de tener una apariencia exterior
gente llegó a este lugar con la esperanza de pequeña, por dentro era todo lo contrario.
encontrar tesoros ocultos, pero nadie fue capaz Dentro de sus paredes se podían refugiar veinte
de encontrar nada y pronto se fueron. Sólo su personas con cierta comodidad y todavía
abuelo encontró esta choza donde ahora vivía quedaba espacio para algunos animales.
Matilde con sus padres Josefa y Teófilo y su Siempre le sorprendió ese efecto, más no se
abuelo Nicasio, que ya estaba ciego. preguntaba a qué se debía. Sus paredes de una
Decía su abuelo que cuando salió del pueblo mezcla de carrizo y lodo, todavía conservaban
donde nació, ya con quince años a cuestas, llegó la cubierta de cal que originalmente le echaron.
a este lugar sin proponérselo. Iba con él su Adentro, era sorprendentemente agradable,
abuela Eufrosina, con sus catorce primaveras y pues cuando hacía frío afuera, en el interior, un
un embarazo de seis meses. Iban huyendo del rico calorcillo cubría sus cuerpos. Y al contrario,
castigo de los padres de su novia. Llegaron a un cuando eran los días de verano y un bochorno
cerro, del cual se contaban leyendas, en las que se encerraba en todas las demás chozas
decían que era un lugar donde las almas de de la zona, en la suya un clima fresco era la
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bienvenida que recibía a Nicasio cuando de Eufrosina. Pero de ese rencor, hace años se
llegaba de terminar las labores del campo. habían olvidado. Los nietos hicieron el milagro
Lo mejor de todo, es que a su alrededor siempre de reconciliar a los hijos desobedientes con sus
se conservaba la vegetación verde, a pesar de familias.
que en invierno, los demás cerros se vestían de Matilde no se cansaba de oír a su abuelo cada
un tono ocre pálido. Era la época que la pequeña vez que se lo decía. Quería creer que en ese
laguna que abastecía al pueblo más cercano lugar nada malo podía suceder. Don Nicasio
sólo conservaba el mínimo de agua. Pero ellos nunca se preguntó si haber encontrado ese sitio
no tenían problema alguno pues a unos veinte abandonado tenía un costo. Matilde desde
pasos tenían una noria que era suficiente para pequeña supo que nadie más que ella podía
atender todas sus necesidades. pagarlo, que le tocaba recompensar a ese
Nicasio siempre se consideró afortunado al “alguien” por tener un techo donde
encontrar esta choza. En realidad no tuvo que resguardarse. A sus ocho años tenía la certeza
poner ni hacer nada. Quizá sólo una buena de que no estaba sola con sus padres y su
remozada le hacía falta, pero hasta ahí. Los abuelo. El porqué ella era la única que percibía a
morillos que sostenían la casa estaban fuertes, esa persona y a otras más, no lo sabía. Muchas
no estaban picados como podía suponerse de veces trató de decirle a su mamá de lo que le
una choza que tenía años de haberse pasaba, pero ella la tachaba de loca. Que si
construido. El sencillo mobiliario se componía seguía con esas cosas la llevaría con el cura del
de dos sillas de una madera que por los años de pueblo para que le sacara los espíritus que la
uso parecía haberse hecho más resistente. En la hubieran poseído. La sola idea de que alguien
pared que da al cerro, estaba una cama hecha de extraño a ella, se hubiera apoderado de su
tiras de madera reforzadas con mecates que no cuerpo la aterraba. Se aguantaba el miedo y ya
estaban podridos. Cuántas noches no colmo de no decía nada. Su mamá entonces dejaba de
ardores a Eufrosina ahí hasta la madrugada. La asustarla, segura de que debía de calmar las
humilde cocina era de barro, con un tronco en angustias de su pequeña. No sabía hacerlo de
cada esquina, que de tan negra casi no se veía otro modo.
por la penumbra que reinaba en la choza, a no Era cuando corría con el miedo persiguiéndola
ser que abrieran una sencilla ventana que hasta su modesta cama. Se acurrucaba lo más
dejaba ver una vista hermosísima del lugar de que podía en la esquina, como queriendo
donde habían salido huyendo. Entre dos peñas encontrar en ella una seguridad que su madre le
se divisaba el pueblo de su infancia. Ahí estaban negaba. Su corta edad le hacía sentirse como un
los angustiados padres de Nicasio y los furiosos conejo que al menor ruido saltaría despavorido
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muda guardia y salía de la casa, atravesando la que era un idolo de barro, y a duras penas
puerta de carrizos, sin abrirla siquiera. Tuvo distinguió que la cabeza del dios era una
un momento de valentía y quiso seguirla, calavera, ataviado con una penacho de plumas
cuando notó que su madre se levantaba y lo que parecían serpientes. Las sombras
primero de la cama, donde su padre dormía entonces hicieron una especie de reverencia. Un
profundamente. Matilde no podía saber por la ritmo de conchas y flautas inundó el ambiente,
oscuridad reinante, si su madre estaba con notas lánguidas e hipnóticas, mientras
despierta o hacía las cosas, aún dormida. Los Josefa mostraba el dios a los cuatro lados del
rayos de una luna llena, iluminaron el rostro de universo.
Josefa y Matilde se dio cuenta que ese objeto que Matilde no sabía que hacer ni que pensar. El
guardaba tan celosamente lo mantenía terror no le dejaba espacio para actuar. Josefa
prisionero en su regazo. Josefa salió de la choza mientras tanto, urgaba entre sus ropas y sacó un
vestida con un raído fondo de cuerpo entero, cuchillo de obsidiana. Era el momento de hacer
que hacía años imploraba ser remendado. un sacrificio, cuando ella dirigía el filo del arma
Matilde esperó un momento, para enseguida hacia una de sus muñecas, un grito interrumpió
levantarse también y salir. Lo que vio la llenó de la ceremonia. Era Matilde que al verse
asombro. El cerro que durante el día estaba sorprendida por la sombra que todas las noches
vacío, en esta ocasión pudo ver cómo la visitaba, no pudo contenerse al descubrir el
centenares de sombras y lo que ella imaginó rostro de la muerte misma. Josefa, al ver que se
como luces de luciérnagas, subían la ladera del trataba su hija, la llamó. Había llegado la hora
cerro hasta llegar a la cima. Su madre de alimentar al dios, como lo habían hecho su
encabezaba esa increíble pero silenciosa madre y sus hermanos. Matilde tenía que tomar
procesión. su lugar y completar la ceremonia. En una sola
Matilde, en su curiosidad, subía noche se convertiría en el adulto que tanto había
atropelladamente. Cuando al fin lo logró supo deseado. Moriría la niña y nacería la
que su vida cambiaría totalmente. Ahí, en una sacerdotisa. Para Josefa el tiempo había
especie de altar, estaba Josefa, con el misterioso terminado. No cabía la curiosidad infantil en
objeto, manteniéndolo izado por arriba de su cuestiones sagradas.
cabeza, como en una especie de ofrecimiento a
antiguos dioses. Sus ropas de mujer humilde se
habían transformado en los de una sacerdotisa
azteca. Con especial cuidado, sacó al objeto de
su funda carmesí y Matilde entonces pudo ver Narciso Serrano
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Cultura Alternativa
Antonio Rodríguez
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Olor y sabor
Cultura Alternativa
El mercado es una de las expresiones más En el Mercado se crea una atmósfera típica de
importantes en la cultura indígena y popular. la región, una música que habla de todos los
Uno de estos es el Mercado Benito Juárez de personajes que habita en ella, los
Oaxaca, donde podemos encontrar mujeres coloquialismos, la frases que derraman los
indígenas que aparecen con sus huipiles paisanas como ”pásale marchanta”, “güerita
coloridos, en él se encuentran más de 700 pruébalo”.
puestos. En el recorrido de este mercado
podemos encontrar vendedores que expenden Ante todo esto no puedo olvidarme de las
frutas, verduras, piezas de barro, ropa y una TLAYUDAS, las blanditas comúnmente dichas
gran variedad de artículos que resulta a estas ricas tortillas grandes y delgadas, con un
realmente fascinante. La vista y el paladar se sabor a tierra fresca, étnica. Las podemos comer
recrean ante la profusión de mercancías. con frijol molido, quesillo y una sabrosa salsa
oaxaqueña.
En este lugar se admira la típica cerámica verde
de Atzompa, el barro negro de Coyotepec , los Es por eso que la vida cotidiana del espacio
sarapes de lana de Teotitlán , la cuchillería con oaxaqueño puedo encontrar grandes ocasiones,
inscripciones, los machetes de un especial espacios, en los cuales se vive la tradición.
temple , los juguetes de barro , huipiles y textiles
teñidos en diversos colores, cestos, anillos,
encajes e infinidad de objetos de la variada
artesanía oaxaqueña.
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Tomado de“Viviendo mañana”
Antonio Rodríguez
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