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San Pío X,
ruega por nosotros
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MISAL Y DEVOCIONARIO

LIBRO DE ORACIONES,
CÁNTICOS Y
EJERCICIOS ESPIRITUALES
DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

Con el texto que se utiliza en los retiros


dados según el espíritu y las normas
del R.P. Francisco de Paula Vallet

Fraternidad Sacerdotal San Pío X


Distrito de América del Sur
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Hecho el depósito que marca la ley 11.723


© by Fundación San Pío X
Impreso en Argentina - Printed in Argentina
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orAciones
PADre nuestro (Oración dominical)
PATER NOSTER, qui es in PADre nuestro, que
cælis: sanctificétur nomen estás en los cielos, santifica-
tuum: advéniat regnum tuum: do sea tu nombre; venga a
fiat volúntas tua sicut in cælo nosotros tu reino; hágase tu
et in terra. voluntad, así en la tierra co-
mo en el cielo.
Panem nostrum quotidiá- el pan nuestro de cada día
num da nobis hódie: et dimítte dánosle hoy; y perdónanos
nobis débita nostra, sicut et nuestras deudas, así como
nos dimíttimus debitóribus nosotros perdonamos a nues-
nostris. Et ne nos indúcas in tros deudores; y no nos dejes
tentatiónem; sed líbera nos a caer en la tentación; mas lí-
malo. branos del mal.
Amen. Amén.
Ave MAríA (Salutación angélica)
AVE MARíA, grátia plena, Dios te sAlve, María,
Dóminus tecum, benedícta tu llena eres de gracia, el señor
in muliéribus, et benedíctus es contigo; bendita tú eres
fructus ventris tui, Jesus. entre todas las mujeres, y
bendito es el fruto de tu vien-
tre, Jesús.
Sancta María, Mater Dei, santa María, Madre de
ora pro nobis peccatóribus, Dios, ruega por nosotros pe-
nunc et in hora mortis nostræ. cadores, ahora y en la hora
Amen. de nuestra muerte. Amén.
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creDo (Símbolo de los Apóstoles)


creo en Dios, Padre CREDO in Deum Patrem
todopoderoso, creador del omnipoténtem, Creatórem cæ-
cielo y de la tierra. li et terræ.
Y en Jesucristo, su único Et in Jesum Christum, Fí-
Hijo, nuestro señor; que fue lium ejus únicum, Dóminum
concebido por obra y gracia nostrum; qui concéptus est de
del espíritu santo, nació de Spíritu Sancto, natus ex María
santa María virgen; padeció Vírgine; passus sub Póntio Pi-
bajo el poder de Poncio Pila- láto, crucifíxus, mórtuus et se-
tos, fue crucificado, muerto y púltus; descéndit ad ínferos,
sepultado; descendió a los in- tértia die resurréxit a mórtuis;
fiernos, al tercer día resucitó ascéndit ad cælos, sedet ad
de entre los muertos; subió a déxteram Dei Patris omnipo-
los cielos, está sentado a la téntis; inde ventúrus est judi-
diestra de Dios Padre todo- cáre vivos et mórtuos.
poderoso; desde allí ha de
venir a juzgar a los vivos y a
los muertos.

creo en el espíritu santo; Credo in Spíritu Sanctum;


la santa iglesia católica, la Sanctam Ecclésiam Cathóli-
comunión de los santos; el cam, Sanctórum Communió-
perdón de los pecados; la re- nem; remissiónem peccató-
surrección de la carne; la vi- rum; carnis resurrectiónem; vi-
da perdurable. Amén. tam ætérnam. Amen.
confíteor (Confesión de los pecados)
Yo PecADor me confie- CONFíTEOR Deo omnipotén-
so a Dios todopoderoso, a la ti, beátæ Maríæ semper Vírgi-
bienaventurada siempre vir- ni, beáto Michaéli Archángelo,
gen María, al bienaventurado beáto Joánni Baptístæ, sanctis
san Miguel Arcángel, al bie- Apóstolis Petro et Paulo, óm-
naventurado san Juan Bau- nibus Sanctis, (et tibi Pater),
tista, a los santos Apóstoles quia peccávi nimis, cogitatió-
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ne, verbo et ópere: mea culpa, Pedro y Pablo, a todos los


mea culpa, mea máxima culpa. santos (y a vos, Padre), que
pequé gravemente por pen-
samiento, palabra y obra:
por mi culpa, por mi culpa,
por mi grandísima culpa.
Ideo precor beátam Maríam Por tanto, ruego a la bie-
semper Vírginem, beátum Mi- naventurada siempre virgen
chaélem Archángelum, bea- María, al bienaventurado
tum Joánnem Baptístam, san Miguel Arcángel, al bie-
sanctos Apóstolos Petrum et naventurado san Juan Bau-
Paulum, omnes Sanctos, (et te, tista, a los santos Apóstoles
Pater), oráre pro me ad Dómi- Pedro y Pablo, a todos los
num Deum nostrum. santos (y a vos, Padre), que
roguéis por mí a Dios nues-
tro señor.

Miseréatur nostri omnípo- el Dios omnipotente ten-


tens Deus, et dimíssis peccátis ga piedad de nosotros y, per-
nostris, perdúcat nos ad vitam donados nuestros pecados,
ætérnam. Amen. nos lleve a la vida eterna.
Amén.
Indulgéntiam, absolutiónem el señor omnipotente y
et remissiónem peccatórum misericordioso nos conceda
nostrórum tríbuat nobis omní- la indulgencia, la absolución
potens et miséricors Dóminus. y el perdón de nuestros peca-
Amen. dos. Amén.

GlÓriA PAtri
(Alabanza a la Santísima Trinidad)
GLóRIA PATRI, et Fílio, et GloriA Al PADre, y al
Spirítui Sancto. Hijo, y al espíritu santo.
Sicut erat in princípio, et como era en el principio,
´
nunc, et semper, et in sæcula ahora y siempre, y por los si-
sæculórum. Amen. glos de los siglos. Amén.
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ofreciMiento Al corAZÓn De Jesus


Al levantarme, haré la señal de la cruz y el ofrecimiento del día. Re-
cordaré mis propósitos de fervor, y en especial el punto del Examen
Particular.
¡Oh Jesús mío! Por medio del Corazón Inmaculado de Ma-
ría Santísima os ofrezco las oraciones, obras y trabajos del pre-
sente día, para reparar las ofensas que se os hacen, y por las
demás intenciones de vuestro Sagrado Corazón.

orAciones De lA MAñAnA
Por la señal † de la Santa Cruz, de nuestros † enemigos líbra-
nos Señor † Dios Nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo † y del Espíritu Santo.
Amén.
Pongámonos en la presencia de Dios y adorémosle.
Santísima y Augustísima Trinidad, único Dios en tres perso-
nas, creo que estáis aquí presente. Os adoro con los sentimien-
tos de la más profunda humildad y os rindo de todo corazón el
homenaje que es debido a vuestra soberana Majestad.
Acto de fe. Dios mío, creo firmemente todas las verdades
que habéis revelado y que enseñáis por vuestra iglesia, por-
que vos no podéis ni engañaros ni engañarnos.
Acto de esperanza. Dios mío, espero con firme confianza
que me daréis, por los méritos de nuestro señor Jesucristo,
vuestra gracia en este mundo y, si observo vuestros manda-
mientos, la felicidad eterna en el otro, porque vos lo habéis
prometido y sois fiel a vuestras promesas.
Acto de caridad. Dios mío, os amo de todo corazón y por
encima de todas las cosas, porque sois infinitamente bueno
e infinitamente amable, y amo a mi prójimo como a mí mis-
mo por amor a vos.
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Demos gracias a Dios por los beneficios que nos ha hecho


y ofrezcámonos a Él.
Dios mío, os agradezco humildemente todos los beneficios
que hasta ahora me habéis hecho. Por efecto de vuestra bondad
he llegado a este nuevo día, y quiero emplearlo únicamente en
serviros. Os consagro todos los pensamientos, palabras, obras,
penas y alegrías de este día. Bendecidlo todo, Señor, para que
nada haya que no esté animado de vuestro amor y que no tien-
da a vuestra mayor gloria.
Tomemos la firme resolución de evitar el pecado
y practicar la virtud.
Adorable Jesús, divino modelo de la perfección a la que de-
bemos aspirar, me aplicaré cuanto pueda a hacerme semejante a
Vos: dulce, humilde, obediente, casto, celoso, paciente, caritati-
vo y resignado como Vos; y me esforzaré particularmente en no
recaer en las faltas que cometo tan a menudo y de las que deseo
sinceramente corregirme.
Pidamos a Dios las gracias que nos son necesarias.
Dios mío, Vos conocéis mi flaqueza, nada puedo sin el auxi-
lio de vuestra gracia. No me la neguéis, oh Dios mío; conce-
dédmela en proporción de mis necesidades; dadme fuerzas
suficientes para evitar todo el mal que prohibís, para practicar
todo el bien que de mí esperáis, y para que yo sepa sufrir pa-
cientemente todas las penas que os pluguiere enviarme.
Pater, Ave, Credo, Confíteor (pág. 5 y 6).
Invoquemos a la Santísima Virgen, a San José,
a nuestro Ángel Custodio y a nuestros Santos Patronos.
¡oh señora mía! ¡oh Madre mía! Yo me ofrezco del todo
a Vos; y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, to-
do mi ser. Ya que soy todo vuestro, oh Madre de bondad, guar-
dadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
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oh san José, custodio y padre de vírgenes, a cuya fiel guar-


da fueron encomendadas la misma inocencia, Cristo Jesús, y la
Virgen de las vírgenes, María; por estas dos queridísimas pren-
das, Jesús y María, os suplico y ruego me concedáis la gracia de
que, preservándome de toda inmundicia, sirva siempre con pu-
ro corazón, casto cuerpo y mente sin mancilla, a Jesús y a Ma-
ría.
Ángel de Dios, que eres mi custodio: pues a Ti me encomen-
dó la soberana piedad, ilumíname, protégeme, dirígeme y go-
biérname. Amén.
Gloriosos santos, cuyos nombres tengo el honor de llevar,
protegedme, rogad por mí, para que pueda servir a Dios como
vosotros sobre la tierra, y glorificarle eternamente con vosotros
en el cielo. Amén.

orAciones De lA nocHe
Pongámonos en la presencia de Dios y adorémosle:

Os adoro, oh Dios mío, postrado con profunda humildad an-


te vuestra presencia soberana. Creo en Vos, porque sois Verdad
infalible. Espero en Vos, porque sois Bondad infinita, fiel a
vuestras promesas. Os amo con todo mi corazón, porque sois
sumamente amable, y amo a mi prójimo como a mí mismo por
amor a Vos.
1º Demos gracias a Dios por los beneficios que nos ha hecho:
¿Cómo podré agradeceros, oh Dios mío, todos los beneficios
que de Vos he recibido? Habéis pensado en mí desde toda la
eternidad, me habéis sacado de la nada, habéis dado vuestra vi-
da para redimirme, y día tras día, seguís colmándome de infini-
dad de favores. ¿Qué haré en agradecimiento de tanta bondad?
Venid, Espíritus bienaventurados, y ayudadme a alabar al Dios
de las misericordias, que no cesa de prodigar sus gracias a la
más indigna e ingrata de sus criaturas.
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2º Pidamos a Dios la gracia de conocer nuestros pecados:


Espíritu Santo, fuente de luz eterna, disipad las tinieblas que
me ocultan la fealdad y la malicia del pecado. Inspiradme un
horror tan grande a él, que llegue a aborrecerlo, si posible fue-
ra, tanto como Vos mismo, y prefiera mil veces la muerte antes
que volver a cometerlo.
3º Examen de conciencia
EXAMEN GENERAL
Examinemos nuestra conciencia sobre los pecados cometidos durante
este día, para con Dios, para con el prójimo, para con nosotros
mismos… de pensamiento… palabra… obra… omisión…
EXAMEN PARTICULAR
Apuntar el número de faltas.
4º Pidamos a Dios perdón por nuestros pecados:
Vedme aquí, Señor, lleno de confusión y transido del más vi-
vo dolor por mis pecados. Los detesto delante de Vos, con ver-
dadero pesar de haber ofendido a un Dios tan bueno, tan digno
de amor. ¿Podíais esperar esto de mí, después de haberme ama-
do hasta derramar vuestra sangre por mí? Verdaderamente, Se-
ñor, mi ingratitud ha sido extrema. Os pido humildemente
perdón, y por vuestra misma bondad, cuyos efectos he experi-
mentado tantas veces, os suplico me concedáis gracia para ha-
cer, desde hoy, hasta la muerte, sincera penitencia.
5º Formemos el firme propósito de no pecar más:
¡Cuánto quisiera, Señor, no haberos ofendido jamás! Pero ya
que he tenido esta desgracia, quiero probaros la sinceridad de
mi arrepentimiento siendo mejor en adelante. Desde ahora re-
nuncio al pecado y a toda ocasión de pecar. Muy especialmen-
te evitaré las ocasiones en que con mayor frecuencia he recaído.
Y con vuestra gracia, que con humildad os pido y espero firme-
mente, me esforzaré en el fiel cumplimiento de mis obligacio-
nes, y nada será capaz de detenerme cuando se trate de vuestro
divino servicio. Amén.
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Pater, Ave (pág. 5).


Credo, Confíteor (pág. 6).
Encomendémonos a Dios, a la Santísima Virgen,
a San José y a todos los Santos:

Bendecid, oh Dios mío, el descanso que voy a tomar para re-


parar mis fuerzas a fin de serviros mejor. Virgen Santísima, Ma-
dre de Dios y después de Él mi más firme esperanza, San José,
Ángel de mi Guarda, Santos Patronos míos, y todos los Ánge-
les y Santos, interceded por mí, protegedme durante esta noche,
todo el tiempo que dure mi vida y particularmente en la hora de
mi muerte. Amén.
Roguemos por los vivos y por los fieles difuntos:

Bendecid, oh Señor, a mis padres, familiares, amigos y ene-


migos; proteged a todos los que me habéis dado por Superiores,
tanto espirituales como temporales. Socorred a los pobres, a los
afligidos, a los presos, a los viajeros, a los enfermos, a los ago-
nizantes y a los que van a morir sin agonía. Convertid a los he-
rejes y cismáticos, iluminad a los infieles, venced la contumacia
de los judíos. Dios de bondad y misericordia, tened piedad de
las almas de los fieles que están en el Purgatorio, especialmen-
te de aquellas por las que estoy más obligado a rogar. Dadles el
reposo y la luz eterna. Amén.
Oración a todos los Santos:

Almas bienaventuradas que tenéis la dicha de estar ya en la


gloria, obtenedme dos cosas del que es nuestro Dios y nuestro
Padre: que no le ofenda jamás mortalmente y que corrija en mí
todo lo que le desagrade. Amén.
Antes de acostarte, rocía con agua bendita tu lecho y reza algo,
por ejemplo: tres Avemarías por tu perseverancia, añadiendo
luego las jaculatorias: Jesús, José, María… (pág. 247).
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el ÁnGelus
Se reza por la mañana, el mediodía y la noche, para honrar la Santa
Encarnación del Hijo de Dios, y glorificar a su Santísima Madre…

ÁnGelus Dómini nun- EL ÁNGEL DEL SEñOR anun-


tiávit Maríæ. ció a María.
et concépit de spíritu Y concibió por obra del Es-
sancto. píritu Santo.
Ave María… (pág. 5). Dios te salve, María…
ecce ancílla Dómini. He aquí la esclava del Se-
ñor.
fiat mihi secúndum ver- Hágase en mí según tu pala-
bum tuum. bra.
Ave María… Dios te salve, María…
et verbum caro factum Y el Verbo se hizo carne.
est.
et habitávit in nobis. Y habitó entre nosotros.
Ave María… Dios te salve, María…
ora pro nobis, sancta Dei Ruega por nosotros, Santa
Génitrix. Madre de Dios.
R. ut digni efficiámur R. Para que seamos dignos
promissiónibus christi. de alcanzar las promesas de
Nuestro Señor Jesucristo.
orémus. Grátiam tuam, Oremos. Te rogamos, Se-
quæsu´ mus, Dómine, ménti- ñor, infundas tu gracia en
bus nostris infúnde; ut qui nuestras almas, para que quie-
Ángelo nuntiánte, christi fí- nes hemos conocido la Encar-
lii tui incarnatiónem cognó- nación de tu Hijo anunciada
vimus, per passiónem ejus et por el Ángel, por los méritos
crucem, ad resurrectiónis de su Pasión y su Cruz, llegue-
glóriam perducámur. Per mos a la gloria de la resurrec-
eúmdem christum Dómi- ción. Por el mismo Jesucristo,
num nostrum. Amen. Nuestro Señor. Amén.
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Durante el Tiempo Pascual se reza el Regína Cœli:


REINA DEL CIELO, alégrate, reGínA cœli lætáre,
aleluya. allelúia.
Porque el que mereciste lle- Quia quem meruísti por-
var en tu seno, aleluya. tare, alleluía.
Resucitó como había dicho, resurréxit sicut dixit, alle-
aleluya. lúia.
Ruega por nosotros a Dios, ora pro nobis Deum, alle-
aleluya. lúia.
Gózate y regocíjate, Virgen Gaude et lætáre, virgo
María, aleluya. María, allelúia.
R. Porque verdaderamente R. Quia surréxit Dóminus
resucitó el Señor, aleluya. vere, allelúia.
Oremos. Oh Dios, que te orémus. Deus, qui per re-
dignaste alegrar al mundo por surrectiónem fílii tui Dómi-
la resurrección de tu Hijo, ni nostri Jesu christi, mun-
Nuestro Señor Jesucristo: con- dum lætificáre dignátus es,
cédenos, te rogamos, que por præsta quæsu ´ mus, ut per
la Virgen María, su Madre, al- ejus Genitrícem vírginem
cancemos los goces de la vida Maríam, perpétuæ capiámus
eterna. Por el mismo Jesucris- gáudia vitæ. Per eúmdem
to, Nuestro Señor. Amén. christum Dóminum nos-
trum. Amen.

BenDiciÓn De lA MesA
Bendecidnos, Señor, y bendecid estos alimentos que vamos
a tomar, recibidos de vuestra mano generosa y providente.
Amén.
AcciÓn De GrAciAs
Os damos gracias por todos los beneficios que nos habéis he-
cho, oh Señor y Omnipotente Dios, que vivís y reináis por los
siglos de los siglos. Amén.
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lA sAntA MisA
Todos los beneficios de la cristiandad y la salvación de nues-
tras almas vienen de la Cruz de Jesús y de Jesús crucificado:
Nuestro Señor es quien organizó todas las cosas alrededor de
esta fuente de vida que es su sacrificio del Calvario, perpetuado
en la Santa Misa. No es nada extraño, por lo tanto, que la Misa
sea desde siempre el centro de la vida de la Iglesia.
Es esencial para cada cristiano estudiar y meditar la doctrina
católica de la Misa, medio maravilloso elegido por la sabiduría
divina para devolvernos la vida espiritual y sobrenatural. Tres
puntos merecen una atención especial en estos tiempos de apos-
tasía:
1º la transubstanciación. Nuestro Señor afirmó repetidas
veces que nos dejaba su propio cuerpo (San Mateo 16, 26; San
Marcos 14, 22; San Lucas 22, 19; I Corintios 11, 24). Por eso
la Santa Iglesia Católica mantuvo siempre con la mayor firmeza
que por la consagración del pan y del vino, toda la substancia
del pan se convierte en la substancia del cuerpo de Cristo, y to-
da la substancia del vino en la substancia de su sangre. La pa-
labra clave para defender esta fe verdadera contra los ataques
siempre renacientes de la herejía y de la impiedad fue solemne-
mente definida por el Concilio de Trento (año 1562): Transubs-
tanciación (Dz. 877).
2º sacrificio propiciatorio. Pero la Misa no es solamente
un sacramento, es también un verdadero sacrificio, por el cual
conseguimos todos los favores de Dios, su gracia y el perdón de
nuestros pecados. El mismo Cristo que se ofreció una sola vez
de manera sangrienta en el altar de la Cruz, se inmola nueva-
mente de manera incruenta en la Misa.
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3º la Misa tradicional. Denominamos Misa tradicional a


la Misa celebrada en latín y según el rito anterior al Concilio Va-
ticano II. Este rito fue canonizado para siempre por el Concilio
de Trento, y autorizado a perpetuidad por el Papa San Pío V en
su bula “Quo Primum tempore”. He aquí el texto del Conci-
lio de Trento:
“Porque conviene tratar santamente las cosas santas, y por-
que este sacrificio es la más santa de todas las cosas, la Iglesia
católica, deseando que Misa y comunión se realicen dignamen-
te y con la debida reverencia, instituyó hace ya muchos siglos
este santo canon (regla o rito de la Misa tradicional). Se en-
cuentra tan puro de cualquier error, que no hay nada en él que
no respire la más grande santidad y piedad, elevando admira-
blemente hacia Dios el alma de los que lo ofrecen. Está en
efecto enteramente compuesto de las mismas palabras del Señor,
de las tradiciones recibidas de los Apóstoles, y de las devotísi-
mas instituciones de los Santos Pontífices” (Dz. 942).
Bien diferente es el rito nuevo de la Misa, tal como se gene-
ralizó a partir del año 1969, celebrado las más de las veces en
lengua vulgar. Fue elaborado con fines ecuménicos, y con la
participación de 6 pastores protestantes. Según el testimonio de
los mejores teólogos católicos, este rito nuevo “se aleja de ma-
nera impresionante, tanto en conjunto como en detalle, de la te-
ología católica de la Misa” (Cardenales Ottaviani y Bacci, Carta
a Pablo VI). Esta nueva misa, por lo tanto, debe ser absoluta-
mente rechazada por quienes quieren conservar el verdadero es-
píritu de la Iglesia y salvar sus almas.
obligación de asistir a la Misa. El primer precepto de la
Iglesia obliga a los fieles a asistir a la Misa todos los domingos
y fiestas de guardar. En Argentina, estas fiestas son la Circun-
cisión del Señor (1º de enero), la Asunción (15 de agosto), la In-
maculada Concepción (8 de diciembre) y la Natividad del Señor
(25 de diciembre). Faltar a Misa por propia culpa un domin-
go o fiesta de guardar es un pecado mortal. Quien llega a Misa
después del Credo no cumplió con el precepto. El que no puede
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asistir a Misa debe santificar de otro modo el domingo.


Todo cristiano debiera poseer un misal y saber usarlo para
poder seguir de cerca las admirables oraciones de la liturgia.
Otra excelente manera de asistir a Misa consiste en meditar la
Pasión de Nuestro Señor, o rezar el Santo Rosario.
Postura de los fieles durante la Misa
- A la entrada del sacerdote: levantarse.
- Oraciones al pie del altar: de rodillas si es Misa rezada. En
la Misa cantada hay que permanecer de pie hasta el Gloria.
- Gloria: de pie. (Sentarse cuando el sacerdote se sienta).
- Colecta: de pie (salvo Misas de violeta: de rodillas).
- Epístola, Gradual, Aleluya: sentado.
- Evangelio: de pie.
- Credo: de pie (arrodillarse al: “…incarnatus est…”). (Sen-
tarse cuando el sacerdote se sienta).
- Ofertorio: sentado (después del “oremus”).
- Prefacio: de pie.
- Canon de la Misa: de rodillas (desde el fin del Sanctus).
- Pater: de pie hasta el Agnus Dei inclusive.
- Agnus Dei: de rodillas hasta la oración de la Comunión in-
clusive.
- La Sagrada Comunión se recibe siempre de rodillas y en la
boca.
- Poscomunión: de pie.
- Después del “Ite, Missa est”: de rodillas.
- Último Evangelio: de pie.
- Oraciones finales: de rodillas.
- Salida del sacerdote: de pie.
Evidentemente, las personas mayores o enfermas pueden sen-
tarse cuando fuera necesario. Por otra parte, las señoras y seño-
ritas deben observar la regla establecida por San Pablo,
conservando la cabeza cubierta durante la Misa. Evitarán igual-
mente llevar pantalones, para no vestir como el varón, según va-
rias advertencias del Antiguo Testamento siempre guardadas por
la Tradición de la Iglesia.
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Damos a continuación el Ordinario de la Misa tradicional,


con el propio de la Misa del Sagrado Corazón de Jesús.

orDinArio De lA MisA
ASPÉRGES
El agua bendita es un sacramental, que obra en virtud de las
oraciones de la Iglesia. Nos ayuda a rechazar los ataques
de los demonios y a purificarnos de las faltas veniales.
Durante el año (Salmo 50, 9):
Me rociarás con hisopo, Se- Aspérges me, Dómine, hys-
ñor, y quedaré limpio; me la- sópo, et mundábor: lavábis
varás, y seré más blanco que la me, et super nivem dealbábor.
nieve. Salmo: Ten piedad de Ps.: Miserére mei, Deus, se-
mí, Señor, según tu gran mise- cúndum magnam misericór-
ricordia. Gloria al Padre… diam tuam. Glória Patri…
Me rociarás… Aspérges me…
En Tiempo pascual (Salmo 117, 1):
Vi el agua que salía del tem- Vidi aquam egrediéntem de
plo, del lado derecho, aleluya; templo a látere dextro, allelúia;
y todos a quienes llegó esta et omnes ad quos pervénit
agua se han salvado y cantan: aqua ista salvi facti sunt et di-
Aleluya, aleluya. Salmo: Ala- cent: allelúia, allelúia. Ps.:
bad al Señor porque es bueno, Confitémini Dómino, quóniam
porque hace brillar eternamen- bonus: quóniam in sæculum
te sus misericordias. Gloria al mi´ sericórdia ejus. Glória Pa-
Padre… Vi el agua que… tri… Vidi aquam…
Después de la aspersión, el celebrante, vuelto al altar, dice:
Muéstranos, Señor, tu mise- Osténde nobis, Dómine, mi-
ricordia. (T.P.: Aleluya). sericórdiam tuam. (Allelúia).
R. Y danos tu Salvador. R. et salutáre tuum da
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nobis. (T.P.: Allelúia). (T.P.: Aleluya).


Dómine, exáudi oratiónem Escucha, Señor, mi oración.
meam.
R. et clamor meus ad te R. Y llegue a Ti mi clamor.
véniat.
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Orémus. Exáudi nos, Dó- Oremos. Escúchanos, Se-
mine sancte, Pater omnípo- ñor santo, Padre omnipotente,
tens, ætérne Deus: et míttere Dios eterno; y dígnate enviar
dignéris sanctum Ángelum del cielo a tu santo Angel para
tuum de cælis, qui custódiat, que guarde, sostenga, proteja,
fóveat, prótegat, vísitet, atque visite y defienda a todos los
deféndat omnes habitántes in que están reunidos en este
hoc habitáculo. Per Christum templo. Por Jesucristo, Nues-
Dóminum nostrum. R. Amen. tro Señor. R. Amén.

PriMerA PArte De lA MisA


PREPARACIóN A LOS SANTOS MISTERIOS
El Celebrante, al pie del altar, hecha la debida reverencia,
dice, alternando con el Ministro, arrodillado a su izquierda:
† In nómine Patris, et Fílii, † En el nombre del Padre, y
et Spíritus Sancti. Amen. del Hijo, y del Espíritu Santo.
Amén.
Ant. Introíbo ad altáre Dei. Ant. Me acercaré al altar de
Dios.
R. Ad Deum qui lætíficat R. A Dios que alegra mi ju-
juventútem meam. ventud.
SALMO 42 JÚDICA ME
El alma, perseguida por el mundo y el demonio, busca refugio
en Dios, su esperanza y su alegría. Este salmo se omite
en las Misas de los difuntos.
Júdica me, Deus, et discér- Hazme justicia, ¡oh Dios!, y
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defiende mi causa contra la ne causam meam de gente non


gente malvada: del hombre sancta: ab hómine iníquo et
perverso y engañoso, líbrame. dolóso érue me.
R. Pues Tú, ¡oh Dios!, eres R. Quia tu es, Deus, forti-
mi fortaleza: ¿por qué me re- túdo mea: quare me repulís-
chazas, y por qué ando triste y ti, et quare tristis incédo,
oprimido por mi enemigo? dum afflígit me inimícus?
Envía tu luz y tu verdad: Emítte lucem tuam et veri-
ellas me guiarán y conducirán tátem tuam: ipsa me deduxé-
a tu monte santo, y a tus mora- runt, et adduxérunt in montem
das. sanctum tuum et in tabernácu-
la tua.
R. Y me acercaré al altar de R. et introíbo ad altare
Dios: a Dios que alegra mi ju- Dei: ad Deum qui lætíficat
ventud. juventútem meam.
Te alabaré el son de la cíta- Confitébor tibi in cíthara,
ra; ¡oh Dios, Dios mío! ¿Por Deus, Deus meus: Quare tris-
qué estás triste, alma mía, y tis es, ánima mea, et quare
por qué me conturbas? contúrbas me?
R. Espera en Dios, que aún R. spera in Deo quóniam
le alabaré, Salvador de mi vi- adhuc confitébor illi: salutá-
da y mi Dios. re vultus mei et Deus meus.
Gloria al Padre, y al Hijo, y Glória Patri, et Fílio, et Spi-
al Espíritu Santo. rítui Sancto.
R. Como era en el princi- R. sicut erat in princípio,
pio, ahora y siempre, y por los et´ nunc, et semper, et in
siglos de los siglos. Amén. sæcula sæculórum. Amen.
Ant. Me acercaré al altar de Ant. Introíbo ad altáre Dei.
Dios.
R. A Dios que alegra mi ju- R. Ad Deum qui lætíficat
ventud. iuventútem meam.
Nuestra ayuda † está en el Adjutórium nostrum † in
nombre del Señor. nómine Dómini.
R. Que hizo el cielo y la tie- R. Qui fecit cœlum et ter-
rra. ram.
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El Celebrante, profundamente inclinado, reza el Yo, pecador,


y el Ministro responde:
R. Misereátur tui omnípo- R. Dios todopoderoso ten-
tens Deus, et dimíssis peccá- ga misericordia de ti, y, perdo-
tis tuis, perdúcat te ad vitam nados tus pecados, te lleve a la
ætérnam. vida eterna.
Amen. Amén.
confíteor Deo omnipotén- Yo, pecador me confieso…
ti… (véase pág. 6). (véase pág. 6).
Misereátur vestri omnípo- Dios todopoderoso tenga
tens Deus, et dimíssis peccátis misericordia de vosotros y,
vestris, perdúcat vos ad vitam perdonados vuestros pecados,
ætérnam. os lleve a la vida eterna.
R. Amen. R. Amén.
† Indulgéntiam, absolutió- † El Señor omnipotente y
nem et remissiónem peccató- misericordioso nos conceda
rum nostrórum, tríbuat nobis indulgencia, absolución y per-
omnípotens et miséricors Dó- dón de nuestros pecados.
minus.
R. Amen. R. Amén.
Deus, tu convérsus vivificá- Vuélvete a nosotros, oh
bis nos. Dios, y nos darás vida.
R. et plebs tua lætábitur R. Y tu pueblo se alegrará
in te. en Ti.
Osténde nobis, Dómine, mi- Muéstranos, Señor, tu mise-
sericórdiam tuam. ricordia.
R. et salutáre tuum da R. Y danos tu Salvador.
nobis.
Dómine, exáudi oratiónem Escucha, Señor, mi oración.
meam.
R. et clamor meus ad te R. Y llegue a Ti mi clamor.
véniat.
Dóminus vobiscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Orémus. Oremos.
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El sacerdote sube al altar y reza en voz baja,


pidiendo perdón por sus pecados.
Te suplicamos, Señor, que ´ mus,
Aufer a nobis, quæsu
borres nuestras iniquidades, Dómine, iniquitátes nostras: ut
para que merezcamos entrar ad Sancta sanctórum puris me-
con pureza de alma en el San- reámur méntibus introíre. Per
tuario. Por Jesucristo, Nuestro Christum Dóminum nostrum.
Señor. Amén. Amen.
Rogámoste, Señor, que por Orámus te, Dómine, per
los méritos de tus Santos, cu- mérita Sanctórum tuórum,
yas reliquias yacen aquí (besa quorum relíquiæ hic sunt, et
el ara), y de todos los Santos, ómnium Sanctórum: ut indúl-
te dignes perdonar todos mis gere dignéris ómnia peccáta
pecados. Amén. mea. Amen.
INTROITO
El sacerdote lee a la derecha del altar la antífona del comienzo de la
Misa, llamada “Introito”, que así como la Epístola, el Evangelio, etc.,
varía según los días. En este Libro ponemos las partes
variables de la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.
Los pensamientos de su co- Cogitatiónes cordis ejus in
razón persisten de generación generatióne et generatiónem:
en generación: librar sus almas ut éruat a morte ánimas eórum
de la muerte, y saciarlas en su et alat eos in fame. Ps.: Exsul-
hambre. Salmo: Alegraos, jus- táte, justi, in Dómino, rectos
tos, en el Señor; los rectos de- decet collaudátio. Glória Pa-
ben alabarle. Gloria al… Los tri… Cogitatiónes cordis
pensamientos… ejus…
Después vuelve al centro del altar para decir los
´
KYRIE ELÉISON
´ eleison es una elevación del alma hacia Dios Padre,
El Kyrie
Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Recemos estas nueve
invocaciones en unión con los nueve coros angélicos.
Señor, ten misericordia de Kyrie,
´ eléison.
nosotros (tres veces). R. Kyrie,
´ eléison.
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Kyrie,
´ eléison.
R. christe, eléison. Cristo, ten misericordia de
Christe, eléison. nosotros (tres veces).
R. christe, eléison.
Kyrie,
´ eléison. Señor, ten misericordia de
R. Kyrie,
´ eléison. nosotros (tres veces).
´ eléison.
Kyrie,
GLóRIA IN EXCÉLSIS
El “Glória in Excélsis” es un canto de alabanza y de alegría a la
gloria de Dios y de Nuestro Señor Jesucristo. Comienza por
el himno que los ángeles cantaron en la noche de Navidad.
Se omite en los tiempos de penitencia, v.gr., en Adviento,
Cuaresma y también en las Misas de Difuntos.
Glória in excélsis Deo. Gloria a Dios en las alturas.
et in terra pax homínibus Y en la tierra paz a los hom-
bonæ voluntátis. bres de buena voluntad.
laudámus te. Benedíci- Te alabamos. Te bendecí-
mus te. Adorámus te. Glo- mos. Te adoramos. Te glori-
rificámus te. ficamos.
Gratias ágimus tibi prop- Te damos gracias por tu in-
ter magnam glóriam tuam. mensa gloria.
Dómine Deus, rex cælés- Señor Dios, Rey de los Cie-
tis, Deus Pater omnípotens. los, Dios Padre todopoderoso.
Dómine fili unigénite, Je- Señor Hijo unigénito, Jesu-
su christe. Dómine Deus, cristo. Señor Dios, Cordero de
Agnus Dei, fílius Patris. Dios, Hijo del Padre.
Qui tollis peccáta mundi, Tú, que quitas los pecados
miserére nobis. Qui tollis del mundo, apiádate de noso-
peccáta mundi, súscipe de- tros. Tú, que quitas los peca-
precatiónem nostram. Qui dos del mundo, acoge nuestra
sedes ad déxteram Patris, súplica. Tú, que estás sentado
miserére nobis. Quóniam tu a la diestra del Padre, apiádate
solus sanctus. tu solus Dó- de nosotros. Porque Tú sólo
minus. tu solus Altíssimus, eres Santo. Tú sólo Señor. Tú
Jesu christe. sólo Altísimo, Jesucristo.
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Con el Espíritu Santo en la cum sancto spíritu, in


gloria de Dios Padre. glória Dei Patris.
Amén. Amen.
El sacerdote besa el altar y se vuelve hacia el pueblo para saludarle.
Este saludo recíproco que se repite varias veces durante la Misa,
indica la unión que ha de existir entre el sacerdote y los fieles
durante la celebración de los santos misterios.
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
COLECTA
Después, el Celebrante lee la oración que se llama “Colecta”, porque
el sacerdote reúne en ella, para ofrecerlas a Dios, las oraciones de
todos los fieles. Se termina así: “Por Jesucristo Nuestro Señor”, para
mostrar que no podemos ir al Padre Celestial si no es por su Divino
Hijo. El sacerdote reza las colectas, levantadas las manos hacia
Dios, según la costumbre de los primeros cristianos y en memoria
de Jesucristo crucificado. Hará lo mismo para
las demás oraciones y para el “Canon”.
¡Oh Dios!, que te dignas Deus qui nobis in corde Fí-
prodigarnos misericordiosa- lii tui, nostris vulneráto peccá-
mente los infinitos tesoros de tis, infinítos dilectiónis the-
tu amor en el corazón de tu Hi- sáuros misericórditer largíri
jo, herido por nuestros peca- dignáris; concéde, quæsu ´ mus,
dos; haz que, al ofrecerle el ut illi devótum pietátis nostræ
devoto obsequio de nuestra præstántes obséquium, dignæ
piedad, cumplamos con el de- quoque satisfactiónis exhibeá-
ber de una digna reparación. mus offícium. Per eúmdem
Por el mismo Señor Nuestro Dóminum nostrum Jesum
Jesucristo, tu Hijo, que conti- Christum, Fílium tuum, qui te-
go vive y reina en unidad del cum vivit et regnat in unitáte
Espíritu Santo, Dios, por todos Spíritus Sancti, Deus, per óm-
los siglos de los siglos. ´ la sæculórum.
nia sæcu
R. Amén. R. Amen.
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seGunDA PArte De lA MisA


INSTRUCCIóN
EPíSTOLA (Efesios 3, 8-12; 14-19)
Hermanos: A mí, el menor de todos los santos, se me ha da-
do esta gracia, la de anunciar a las naciones la riqueza insonda-
ble de Cristo y publicar el plan de este misterio, oculto desde
tantos siglos en Dios, creador de todas las cosas, para que, por
medio de la Iglesia, se manifieste a los principados y potestades
de los cielos la multiforme sabiduría de Dios, según el eterno
designio, realizado por medio de Nuestro Señor Jesucristo, por
quien, mediante la fe en Él, tenemos confianza y acceso libre a
Dios. Por esto doblo mis rodillas ante el Padre de Nuestro Señor
Jesucristo, del cual proviene toda paternidad en el cielo y en la
tierra; para que, según la riqueza de su gloria, os conceda por su
Espíritu el ser fortalecidos por su virtud en el hombre interior, y
el que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, estando
arraigados y cimentados en la caridad; a fin de que podáis com-
prender con todos los santos cuál sea la anchura, y la longitud,
la altura y la profundidad y conocer el amor de Cristo que supera
a todo conocimiento. Así seréis llenos de la plenitud misma de
Dios.
Al terminar la Epístola, se responde:
Deo grátias. Demos gracias a Dios.
GRADUAL
Dulcis et rectus Dóminus, Dulce y recto es el Señor;
propter hoc legem dabit delin- por eso enseñará el camino a
quéntibus in via. V. Díriget los que se extravían. Dirigirá
mansuétos in judício, docébit a los pacíficos por la justicia,
mites vias suas. enseñará a los mansos sus ca-
minos.
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ALELUYA
Aleluya, aleluya. Tomad mi Allelúia, allelúia. Tóllite ju-
yugo sobre vosotros, y apren- gum meum super vos et dísci-
ded de mí, que soy manso y te a me, quia mitis sum et
humilde de corazón; y halla- húmilis corde, et inveniétis ré-
réis reposo para vuestras al- quiem animábus vestris. Alle-
mas. Aleluya. lúia.
TRACTO
En las misas votivas después de Septuagésima
se omite el aleluya y se dice el tracto:
Compasivo y misericordio- Miséricors et miserátor Dó-
so es el Señor, lento para la có- minus, longánimis et multum
lera y de gran misericordia. miséricors. Non in perpétuum
No dura su enojo perpetua- irascétur, neque in ætérnum
mente, ni siempre amenaza. comminábitur. Non secúndum
No se porta con nosotros se- peccáta nostra fecit nobis, ne-
gún merecen nuestros peca- que secúndum iniquitátes nos-
dos, ni nos retribuye conforme tras retríbuit nobis.
a nuestras iniquidades.
ALELUYA PASCUAL
En Tiempo Pascual, omitidos el gradual y el aleluya,
se dicen dos aleluyas.
Aleluya, aleluya. Tomad mi Allelúia, allelúia. Tóllite ju-
yugo sobre vosotros, y apren- gum meum super vos et dísci-
ded de mí, que soy manso y te a me, quia mitis sum et
humilde de corazón; y halla- húmilis corde, et inveniétis ré-
réis descanso para vuestras al- quiem animábus vestris. Alle-
mas. Aleluya. lúia.
Venid a mí todos los que an- Veníte ad me omnes qui la-
dáis agobiados y cargados, y borátis et oneráti estis et ego
yo os aliviaré. Aleluya. refíciam vos. Allelúia.
El Celebrante, profundamente inclinado en medio del altar, dice:
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Munda cor meum, ac lábia Purifica mi corazón y mis


mea, omnípotens Deus, qui lá- labios, Dios omnipotente, que
bia Isaíæ prophétæ cálculo purificaste los labios del pro-
mundásti igníto: ita me tua feta Isaías con un carbón en-
grata miseratióne dignáre cendido; dígnate con tu grata
mundáre, ut sanctum Evangé- misericordia purificarme de
lium tuum digne váleam nun- manera que pueda anunciar
tiáre. Per Christum Dóminum dignamente tu Santo Evange-
nostrum. Amen. lio. Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
Jube, Dómine, benedícere. Dame, Señor, tu bendición.
Dóminus sit in corde meo, et El Señor esté en mi corazón y
in lábiis meis: ut digne et com- en mis labios, para que anun-
peténter annúntiem Evangé- cie digna y debidamente su
lium suum. Amen. Evangelio.
Hagamos con el sacerdote la señal de la Cruz, sobre la frente,
sobre la boca y sobre el pecho, para mostrar así que el Santo
Evangelio debe ser la regla de nuestros pensamientos, de
nuestras palabras y de los afectos de nuestro corazón.
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Sequéntia Sancti Evangélii Continuación del Santo
secúndum… Evangelio según….
R. Glória tibi, Dómine. R. Gloria a Ti, Señor.
EVANGELIO (San Juan 19, 31-37)
En aquel tiempo: Como era el día de la Preparación, para que
los cuerpos no quedasen en la cruz el sábado (porque era muy
solemne aquel sábado), suplicaron los judíos a Pilatos les que-
brasen las piernas, y los quitasen de allí. Vinieron, pues, los sol-
dados, y rompieron las piernas del primero, y del otro
crucificado con él. Al llegar a Jesús, viéndolo ya muerto, no le
quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le abrió el
costado con la lanza, y al instante salió sangre y agua. Y quien
lo vio, lo asegura, y su testimonio es verdadero. Y él sabe que
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dice la verdad, para que también vosotros creáis. Pues esto ocu-
rrió en cumplimiento de la Escritura, que dice: No quebranta-
réis ni uno de sus huesos. Y otro lugar de la Escritura que dice:
Verán al que traspasaron.
Al fin del Evangelio se responde:

R. Alabanza a ti, Cristo. R. laus tibi, christe.


CREDO (SíMBOLO DE NICEA)
Los fieles, unidos al sacerdote, pronuncian el Símbolo
o profesión de fe solemne del Concilio de Nicea.
Creo en un solo Dios, Padre credo in unum Deum, Pa-
todopoderoso, Creador del cie- trem omnipoténtem, factó-
lo y de la tierra, de todas las rem cæli et terræ, visibílium
cosas visibles e invisibles. ómnium et invisibílium.
Y en un solo Señor, Jesu- et in unum Dóminum Je-
cristo, Hijo unigénito de Dios. sum christum, fílium Dei
unigénitum.
Y nacido del Padre antes de et ex Patre natum ante
todos los siglos. ´ la.
ómnia sæcu
Dios de Dios, Luz de Luz, Deum de Deo, lumen de
Dios verdadero de Dios verda- lúmine, Deum verum de Deo
dero. vero.
Engendrado, no hecho; con- Génitum, non factum,
substancial al Padre; por quien consubstantiálem Patri: per
todas las cosas fueron hechas. quem ómnia facta sunt.
El cual, por nosotros los Qui propter nos hómines,
hombres y por nuestra salva- et propter nostram salútem
ción, bajó de los cielos (genu- descéndit de cælis (genufle-
flexión). xión).
Y por obra del Espíritu et incarnátus est de spíri-
Santo se encarnó de María Vir- tu sancto ex María vírgine:
gen, Y SE HIzO HOMBRE. et HoMo fActus est.
Crucificado también por crucifíxus étiam pro no-
nosotros, bajo el poder de Pon- bis: sub Póntio Piláto passus
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et sepúltus est. cio Pilato, padeció y fue sepul-


tado.
et resurréxit tértia die, se- Y resucitó al tercer día, con-
cúndum scriptúras. forme a las Escrituras.
et ascéndit in cælum: se- Y subió al cielo, está sen-
det ad déxteram Patris. tado a la diestra del Padre.
et íterum ventúrus est Y otra vez ha de venir con
cum glória, judicáre vivos et gloria a juzgar a los vivos y a
mórtuos: cujus regni non erit los muertos; y su Reino no ten-
finis. drá fin.
et in spíritum sanctum, (Creo) en el Espíritu Santo,
Dóminum et vivificántem: Señor y vivificador, el cual
qui ex Patre filióque procé- procede del Padre y del Hijo.
dit.
Qui cum Patre et fílio si- Quien con el Padre y el Hijo
mul adorátur, et conglorifi- juntamente es adorado y glori-
cátur: qui locútus est per ficado; el cual habló por los
Prophétas. Profetas.
et unam, sanctam, cathó- (Creo) en la Iglesia, que es
licam, et apostólicam ecclé- Una, Santa, Católica y Apostó-
siam. lica.
confíteor unum Baptísma Confieso un solo Bautismo
in remissiónem peccatórum. para el perdón de los pecados.
et exspécto resurrectió- Y espero la resurrección de
nem mortuórum. los muertos.
et vitam ventúri sæcu ´ li. Y la vida del siglo venidero.
Amen. Amén.

tercerA PArte De lA MisA

CELEBRACIóN DEL MISTERIO


El sacerdote y los fieles empiezan esta parte de la Misa
deseándose mutuamente el socorro de Dios.
Besa el altar y, vuelto al pueblo, dice:
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El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.


R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
OFERTORIO
Antes de empezar la celebración del misterio con el ofrecimiento
del Pan y del Vino, que van a ser transformados en el Cuerpo y en
la Sangre de Jesucristo, el sacerdote exhorta a los fieles a rezar,
diciendo: Orémus… Oremos…
Después reza la oración que se llama Ofertorio. Esta oración
recuerda las disposiciones que deben animar a los fieles,
unidos al sacerdote, en el oblación del Santo Sacrificio.

Improperios y miserias Impropérium exspectávit


aguardó mi Corazón, y espera- cor meum et misériam, et sus-
ba quien se condoliese de mí, tínui qui simul mecum con-
mas no le hubo; quien me con- tristarétur et non fuit; conso-
solase, y no lo hallé. lántem me quæsívi et non in-
véni.
En las Misas votivas del Tiempo Pascual se cambia el ofertorio:
No pediste holocausto ni sa- Holocáustum et pro peccáto
crificio por el pecado. Enton- non postulásti: tunc dixi: Ecce
ces dije: Heme aquí. Al vénio. In cápite libri scriptum
principio del libro está escrito est de me ut fácerem voluntá-
de mí que haga, oh Dios mío, tem tuam: Deus meus, vólui et
tu voluntad; y tu ley está escri- legem tuam in médio cordis
ta en medio de mi corazón. mei, allelúia.
Aleluya.
OFRECIMIENTO DE LA HOSTIA
El sacerdote descubre el cáliz, toma la patena y ofrece a Dios
por anticipado, la Hostia y Víctima inmaculada, Jesucristo,
cuyo Cuerpo será consagrado momentos más tarde.
Recibe, Padre Santo, Dios Súscipe, sancte Pater, omní-
todopoderoso y eterno, esta potens ætérne Deus, hanc im-
hostia inmaculada, que yo, in- maculátam hóstiam, quam ego
digno siervo tuyo, te ofrezco a indígnus fámulus tuus óffero
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tibi Deo meo vivo et vero, pro Ti, Dios mío, vivo y verdade-
innumerabílibus peccátis, et ro, por mis innumerables peca-
offensiónibus, et negligéntiis dos, ofensas y negligencias; y
meis, et pro ómnibus circums- por todos los circunstantes; y
tántibus, sed et pro ómnibus fi- también por todos los fieles
délibus christiánis vivis atque cristianos, vivos y difuntos; a
defúnctis: ut mihi et illis profí- fin de que a mí y a ellos apro-
ciat ad salútem in vitam ætér- veche para la salvación y vida
nam. Amen. eterna. Amén.
OFRECIMIENTO DEL CÁLIz
El sacerdote ruega por sí mismo, por los asistentes y por todos los fie-
les. Terminando esta oración, el sacerdote hace la señal de la cruz con
la patena encima del lugar donde va a colocar la hostia, para recordar
nuevamente la pasión de Jesucristo y la cruz sobre la cual ofreció su
sacrificio. Luego, del lado de la epístola, pone vino y un poco de agua
en el cáliz. Las gotas de agua significan la unión de las dos na-
turalezas, divina y humana, en la encarnación.
Deus, @ qui humánæ subs- ¡Oh Dios, @ que maravillo-
tántiæ dignitátem mirabíliter samente creaste en dignidad la
condidísti, et mirabílius refor- naturaleza humana y con ma-
másti: da nobis, per hujus aquæ yores maravillas la reformas-
et vini mystérium, ejus divi- te! Concédenos, por el miste-
nitátis esse consórtes, qui hu- rio de esta agua y vino, que
manitátis nostræ fíeri dignátus participemos de la divinidad
est párticeps, Jesus Christus, de Aquel, que se dignó partici-
Fílius tuus, Dóminus noster: par de nuestra humanidad, Je-
Qui tecum vivit et regnat in sucristo, tu Hijo, Señor nues-
unitáte Spíritus Sancti, Deus, tro: El cual vive y reina conti-
´ la sæculórum.
per ómnia sæcu go en unidad del Espíritu San-
Amen. to, Dios, por todos los siglos
de los siglos. Amén.
El sacerdote ofrece el cáliz, diciendo:
Offérimus tibi, Dómine, cá- Ofrecémoste, Señor, el cáliz
licem salutáris, tuam depre- de salvación, implorando tu
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clemencia, para que con suave cántes cleméntiam: ut in cons-


fragancia suba ante el acata- péctu divínæ majestátis tuæ,
miento de tu divina Majestad pro nostra et totíus mundi sa-
por nuestra salvación y la de lúte cum odóre suavitátis as-
todo el mundo. Amén. céndat. Amen.
El sacerdote se inclina profundamente:
Con espíritu de humildad y In spíritu humilitátis et in
corazón contrito seamos reci- ánimo contríto suscipiámur a
bidos por Ti, Señor; y de tal te, Dómine: et sic fiat sacrifí-
manera sea ofrecido hoy nues- cium nostrum in conspéctu tuo
tro sacrificio en tu presencia, hódie, ut pláceat tibi, Dómine
que Te sea grato, Señor Dios. Deus.
Ven, Dios santificador, om- Veni, sanctificátor omnípo-
nipotente y eterno, y @ bendi- tens ætérne Deus: et béne @
ce este sacrificio preparado a dic hoc sacrifícium, tuo sancto
tu santo nombre. nómini præparátum.
LAVÁBO
Esta misteriosa ceremonia nos enseña cuán puras deben ser
nuestra vida y nuestras obras, si es que de veras
queremos acercarnos dignamente al Señor.
Lavaré mis manos entre los Lavábo inter innocéntes
inocentes, y me acercaré a tu manus meas: et circúmdabo al-
altar, Señor. táre tuum, Dómine:
Para escuchar el cántico de Ut áudiam vocem laudis, et
alabanza, y contar todas tus enárrem univérsa mirabília
maravillas. tua.
Amé, Señor, la hermosura Dómine, diléxi decórem do-
de tu casa, y el lugar donde ha- mus tuæ, et locum habitatiónis
bita tu gloria. glóriæ tuæ.
No condenes, oh Dios, mi al- Ne perdas cum ímpiis,
ma con los impíos, ni mi vida Deus, ánimam meam, et cum
con los varones sanguinarios. viris sánguinum vitam meam:
Cuyas manos están llenas In quorum mánibus iniqui-
de maldad, y su diestra colma- tátes sunt: déxtera eórum re-
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pléta est munéribus. da de sobornos.


Ego autem in innocéntia Mas yo he caminado en la
mea ingréssus sum: rédime inocencia; líbrame y apiádate
me, et miserére mei. de mí.
Pes meus stetit in dirécto: in Mis pies están firmes en el
ecclésiis benedícam te, Dómi- camino recto: en las reuniones
ne. te alabaré, Señor.
Glória Patri, et Fílio, et Spi- Gloria al Padre, y al Hijo, y
rítui Sancto. al Espíritu Santo.
Sicut erat in princípio, et Como era en el principio, y
nunc, et semper, et in sæcu ´ la ahora, y siempre, y por los si-
sæculórum. Amen. glos de los siglos. Amén.
El sacerdote, inclinándose en el centro del altar, suplica a
la Santísima Trinidad que se digne aceptar este sacrificio
ofrecido a la gloria de Nuestro Señor Jesucristo, en honor
de su Madre y de sus Santos, y para nuestra salvación.
Súscipe, sancta Trínitas, Recibe, ¡oh Santa Trinidad!,
hanc oblatiónem, quam tibi esta oblación que te ofrecemos
offérimus ob memóriam pas- en memoria de la Pasión, Resu-
siónis, resurrectiónis et ascen- rrección y Ascensión de Nues-
siónis Jesu Christi, Dómini tro Señor Jesucristo; y a honra
nostri: et in honórem beátæ de la bienaventurada siempre
Maríæ semper Vírginis, et beá- Virgen María, y de San Juan
ti Joánnis Baptístæ, et sanc- Bautista, y de los Santos Após-
tórum apostolórum Petri et toles Pedro y Pablo, y de estos
Pauli, et istórum, et ómnium Santos (cuyas reliquias yacen
sanctórum: ut illis profíciat ad en el ara), y de todos los San-
honórem, nobis autem ad salú- tos; para que redunde en honra
tem: et illi pro nobis intercéde- de ellos, y en nuestra salvación;
re dignéntur in cælis, quorum y para que se dignen interce-
memóriam ágimus in terris. der por nosotros en el cielo
Per eúmdem Christum Dómi- aquellos cuya memoria vene-
num nostrum. Amen. ramos en la tierra. Por el mis-
mo Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.
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34

ORÁTE, FRATRES
El sacerdote besa el altar, se vuelve hacia los fieles
y les invita a unirse a él, en una oración ferviente.
Orad, hermanos, para que Oráte, fratres: ut meum ac
este Sacrificio mío y vuestro vestrum sacrifícium acceptábi-
sea aceptable a Dios Padre to- le fiat apud Deum Patrem om-
dopoderoso. nipoténtem.
Contestemos con el que ayuda:
R. Reciba el Señor de tus R. suscípiat Dóminus sa-
manos este Sacrificio para ala- crifícium de mánibus tuis ad
banza y gloria de su nombre, y laudem et glóriam nóminis
para provecho nuestro y de sui, ad utilitátem quoque
toda su santa Iglesia. nostram, totiúsque ecclésiæ
suæ sanctæ.
El sacerdote responde:
Amén. Amen.
SECRETA
Ahora el sacerdote lee en voz baja las oraciones que por este motivo
se llaman “Secretas”. Estas oraciones tienen como fin pedir a Dios
que reciba favorablemente la oblación que está sobre el altar, y que
transforme nuestros corazones por su gracia, a fin de que puedan
ser presentados como una ofrenda agradable.
Mira, Señor, el inefable ´ mus, Dómi-
Réspice, quæsu
amor del corazón de tu queri- ne, ad ineffábilem cordis di-
do Hijo, para que el don que te lécti Fílii tui caritátem: ut
ofrecemos te sea grato, y nos quod offérimus sit tibi munus
sirva para expiación de nues- accéptum et nostrórum expiá-
tros delitos. Por el mismo Se- tio delictórum. Per eúmdem
ñor Nuestro Jesucristo, tu Dóminum nostrum, Jesum
Hijo, que contigo vive y reina Christum, Fílium tuum, qui te-
en unidad del Espíritu Santo, cum vivit et regnat in unitáte
Dios. Spíritus Sancti, Deus.
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35

PREFACIO
El Prefacio es la introducción a la solemne oración del Canon. Es una
invitación apremiante para elevar los corazones hacia Dios, para dar-
le gracias por el gran misterio que se va a cumplir en la Consagración.
El Prefacio cambia según las fiestas. Ponemos a continuación
el Prefacio común, el Prefacio de la Santísima Trinidad
y el Prefacio del Sagrado Corazón.
Per ómnia sæcu
´ la sæculó- Por todos los siglos de los
rum. siglos.
R. Amen. R. Amén.
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Sursum corda. Elevad los corazones.
R. Habémus ad Dóminum. R. Los tenemos en el Se-
ñor.
Grátias agámus Dómino Demos gracias a Nuestro
Deo nostro. Señor Dios.
R. Dignum et justum est. R. Digno y justo es.
Vere dignum et justum est, En verdad es digno y justo,
æquum et salutáre, nos tibi equitativo y saludable, que en
semper et ubíque grátias áge- todo tiempo y lugar te demos
re: Dómine, sancte Pater, om- gracias, Señor Santo, Padre
nípotens ætérne Deus: per omnipotente y eterno Dios, por
Christum Dóminum nostrum. Cristo Nuestro Señor. Por
Per quem majestátem tuam quien los Ángeles alaban a tu
laudant Ángeli, adórant Do- majestad, las Dominaciones
minatiónes, tremunt Potestá- la adoran, tiemblan las Potes-
tes. Cæli cælorúmque Virtú- tades, los Cielos y las Virtudes
tes, ac beáta Séraphim, sócia de los cielos, y los bienaven-
exsultatióne concélebrant. turados Serafines la celebran
Cum quibus et nostras voces ut con igual júbilo. Te rogamos
admítti júbeas, deprecámur, que con sus alabanzas recibas
súpplici confessióne dicéntes: también las nuestras cuando te
decimos con humilde confe-
sión:
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Prefacio de la santísima trinidad


(se reza en la fiesta de la Santísima Trinidad
y en todos los domingos del año)

Verdaderamente es digno y Vere dignum et justum est,


justo, equitativo y saludable æquum et salutáre, nos tibi
que en todo tiempo y en todo semper et ubíque grátias áge-
lugar te demos gracias, Señor re: Dómine sancte, Pater om-
santo, Padre omnipotente y nípotens, ætérne Deus: Qui
eterno Dios; que con tu unigé- cum unigénito Fílio tuo et
nito Hijo y con el Espíritu Spíritu Sancto unus es Deus,
Santo eres un solo Dios y un unus es Dóminus: non in
solo Señor, no en una sola per- uníus singularitáte persónæ,
sona, sino en la trinidad de sed in uníus Trinitáte substán-
una misma sustancia. Por lo tiæ. Quod enim de tua glória,
que, lo que Tú nos has revela- revelánte te, crédimus, hoc de
do de tu gloria, lo creemos Fílio tuo, hoc de Spíritu Sanc-
también, sin diferencia ningu- to sine differéntia discretiónis
na, de tu Hijo y del Espíritu sentímus. Ut in confessióne
Santo: de manera que, confe- ´
veræ sempiternæque Deitátis,
sando una verdadera sempiter- et in persónis propríetas, et in
na Deidad, adoramos la pro- esséntia únitas, et in majestáte
piedad en las personas, la uni- adorétur æquálitas. Quam
dad en la esencia, y la igualdad láudant Ángeli atque Archán-
en la Majestad. La que alaban geli, Chérubim quoque ac Sé-
los Ángeles y los Arcángeles raphim: qui non cessant cla-
y también los Querubines y los máre quotídie, una voce dicén-
Serafines, los cuales no cesan tes:
de aclamarte a diario, diciendo
en coro:
Prefacio del sagrado corazón
(se dice en la fiesta del Sagrado Corazón
y en las Misas votivas del Sagrado Corazón)

Verdaderamente es digno y Vere dignum et justum est,


justo, equitativo y saludable æquum et salutáre, nos tibi
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semper et ubíque grátias áge- que en todo tiempo y en todo


re: Dómine sancte, Pater om- lugar te demos gracias, Señor
nípotens, æterne Deus: Qui Santo, Padre omnipotente y
Unigénitum tuum, in Cruce eterno Dios; que quisiste que tu
pendéntem, láncea mílitis Unigénito, pendiente de la
transfígi voluísti: ut apértum cruz, fuese atravesado por la
Cor, divínæ largitátis sacrá- lanza del soldado, para que su
rium, torréntes nobis fúnderet Corazón abierto, sagrario de tu
miseratiónis et grátiæ; et, divina liberalidad, derramase
quod amóre nostri flagráre sobre nosotros los torrentes de
numquam déstitit, piis esset ré- la misericordia y de la gracia;
quies, et pœniténtibus paté- y como nunca dejó de arder por
ret salútis refúgium. Et ídeo nuestro amor, fuese para las al-
cum Ángelis et Archángelis, mas piadosas un lugar de des-
cum Thronis et Dominatióni- canso, y un refugio de
bus, cumque omni milítia salvación abierto para los peni-
cæléstis exércitus, hymnum tentes.  Y por eso, con los Án-
glóriæ tuæ cánimus, sine fine geles y los Arcángeles, con los
dicéntes: Tronos y las Dominaciones, y
con toda la milicia del ejército
celestial, cantamos un himno a
tu gloria, diciendo sin cesar:
SANCTUS
En el “Sanctus”, la Iglesia proclama la santidad y la gloria
de la Santísima Trinidad, y saluda con gozo al Salvador
que va a bajar al altar.
sanctus, sanctus, sanctus, Santo, Santo, Santo es el
Dóminus Deus sábaoth. Ple- Señor, Dios de los ejércitos.
ni sunt cæli et terra glória Llenos están los cielos y la tie-
tua. Hosánna in excélsis. rra de tu gloria. ¡Hosanna en
las alturas!
Benedíctus qui venit in nó- Bendito el que viene en el
mine Dómini. Hosánna in nombre del Señor. ¡Hosanna
excélsis. en las alturas!
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Cuando el sacerdote celebra honra a Dios, alegra a los ángeles,


edifica a la Iglesia, ayuda a los vivos, da descanso a los difuntos
y se hace partícipe de todos los bienes (Imitación de Cristo)
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cAnon De lA MisA
La oración que comienza por “Te igitur”, para terminarse en el
“Pater”, se llama Canon, de una palabra griega que significa “Regla”.
Es la oración por excelencia del Santo Sacrificio de la Misa; oración
casi siempre invariable, regulada por los Apóstoles y la tradición per-
petua de la Iglesia. Encierra las palabras sacramentales de la Consa-
gración. La señal @ indica las señales de la cruz que el sacerdote hace
sobre el cáliz y la hostia, recordándonos así que solamente por los mé-
ritos de Jesús crucificado podemos obtener las bendiciones divinas. El
sacerdote entra en un recogimiento más profundo y reza en voz baja.
Ruega en primer lugar por la Santa Iglesia, por el Papa, por
el Obispo y por todos los que son fieles a la fe de la Iglesia.
Te ígitur, clementíssime A Ti, ¡Padre clementísimo!,
Pater, per Jesum Christum, Fí- por Nuestro Señor Jesucristo,
lium tuum, Dóminum nos- tu Hijo, humildemente roga-
trum, súpplices rogámus ac mos y pedimos que aceptes y
pétimus, uti accépta hábeas et bendigas estos @ dones, estas
benedícas hæc @ dona, hæc @ @ ofrendas, estos @ santos y
múnera, hæc @ sancta sacrifí- puros sacrificios; los cuales te
cia illibáta; in primis, quæ tibi ofrecemos primeramente por
offérimus pro Ecclésia tua tu Santa Iglesia católica, para
sancta cathólica: quam pacifi- que te dignes pacificarla, pro-
cáre, custodíre, adunáre et ré- tegerla, mantenerla unida y go-
gere dignéris toto orbe terrá- bernarla por toda la redondez
rum: una cum fámulo tuo Papa de la tierra, juntamente con tu
nostro N. et Antístite nostro N. siervo nuestro Papa N., nuestro
et ómnibus orthodóxis, atque Obispo N., y todos los que pro-
cathólicæ et apostólicæ fidei fesan íntegramente la fe cató-
cultóribus. lica y apostólica.
MEMENTO DE VIVOS
El sacerdote hace mención aquí de los que desea encomendar a Dios
más particularmente. Ruega también especialmente por los que
asisten a la Misa. Formulen, con él, sus intenciones particulares:
Meménto, Dómine, famuló- Acuérdate, Señor, de tus
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siervos y siervas N. y N. (nom- rum, famularúmque tuárum N.


bren a los que quieran enco- et N., et ómnium circumstán-
mendar), y de todos los tium, quorum tibi fides cógnita
circunstantes, cuya fe y devo- est, et nota devótio, pro quibus
ción te son conocidas; por los tibi offérimus: vel qui tibi óf-
cuales te ofrecemos, o ellos ferunt hoc sacrifícium laudis,
mismos te ofrecen, este sacri- pro se, suísque ómnibus: pro
ficio de alabanza por sí y por redemptióne animárum suá-
todos los suyos, por la reden- rum, pro spe salútis et incolu-
ción de sus almas, por la espe- mitátis suæ: tibíque reddunt
ranza de su salud y conserva- vota sua æterno Deo, vivo et
ción, y rinden sus votos a Ti, vero.
Dios eterno, vivo y verdadero.
INVOCACIóN DE LOS SANTOS
El sacerdote, para hacer a Dios favorable su oración, invoca
a la Santísima Virgen y a todos los Santos, especialmente
a los Santos Apóstoles, a los primeros Papas y a los
principales Mártires de la Iglesia de Roma, madre
de todas las Iglesias y centro del mundo católico.

Unidos por la comunión de Communicántes, et memó-


los Santos, veneramos prime- riam venerántes, in primis
ramente la memoria de la glo- gloriósæ semper Vírginis Ma-
riosa siempre Virgen María, ríæ, Genitrícis Dei et Dómini
Madre de nuestro Dios y Señor nostri Jesu Christi: sed et beáti
Jesucristo, y también la Joseph, ejúsdem Vírginis
del Bienaventurado José, Es- Sponsi, et beatórum Apostoló-
poso de la misma Virgen, y la rum ac Mártyrum tuórum, Pe-
de tus Santos Apóstoles y tri et Pauli, Andréæ, Jacóbi,
Mártires Pedro y Pablo, An- Joánnis, Thomæ, Jacóbi, Phi-
drés, Santiago, Juan, Tomás, ´ Matthæi,
líppi, Bartholomæi, ´
Santiago, Felipe, Bartolomé, ´ Lini, Cle-
Simónis et Thaddæi:
Mateo, Simón y Tadeo; Lino, ti, Cleméntis, Xysti, Cornélii,
Cleto, Clemente, Sixto, Corne- Cypriáni, Lauréntii, Chrysógo-
lio, Cipriano, Lorenzo, Cri- ni, Joánnis et Páuli, Cosmæ et
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Damiáni: et ómnium Sanctó- sógono, Juan y Pablo, Cosme


rum tuórum; quorum méritis y Damián, y de todos tus San-
precibúsque concédas, ut in tos; por cuyos méritos y rue-
ómnibus protectiónis tuæ mu- gos concédenos que en todo
niámur auxílio. Per eúmdem seamos fortalecidos con el au-
Christum Dóminum nostrum. xilio de tu protección. Por el
Amen. mismo Cristo Nuestro Señor.
Amén.

HANC íGITUR
El sacerdote extiende las manos sobre la hostia y el cáliz,
para recordar, según un rito de la antigua Ley,
que Nuestro Señor Jesucristo, Víctima inocente,
ha sido cargado ante su Padre con el peso de nuestros pecados.
(El acólito toca la campanilla)

Hanc ígitur oblatiónem ser- Rogámoste, pues, Señor, re-


vitútis nostræ, sed et cunctæ cibas propicio esta ofrenda de
´ mus, Dó-
famíliæ tuæ, quæsu tus siervos y también de todo
mine, ut placátus accípias: tu pueblo; que ordenes en tu
diésque nostros in tua pace paz nuestros días, y nos libres
dispónas, atque ab ætérna de la condenación eterna, y
damnatióne nos éripi, et in nos cuentes en el número de
electórum tuórum júbeas gre- tus elegidos. Por Cristo Nues-
ge numerári. Per Christum tro Señor. Amén.
Dóminum nostrum. Amen.

Quam oblatiónem tu, Deus, Te rogamos, ¡oh Dios! que


in ómnibus, quæsu´ mus, bene te dignes hacer esta ofrenda
@ díctam, adscríp @ tam, ra @ en todo ben @ dita, apro @ ba-
tam, rationábilem, acceptabi- da, rati @ ficada, razonable y
lémque fácere dignéris: ut no- aceptable, a fin de que se nos
bis Cor @ pus et San @ guis fiat convierta en el Cuer @ po y
dilectíssimi Fílii tui Dómini San @ gre de tu amadísimo
nostri Jesu Christi. Hijo, Nuestro Señor Jesucris-
to.
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CONSAGRACIóN DEL PAN


El sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración en nombre
de Nuestro Señor Jesucristo, o mejor dicho, el que consagra
por boca del sacerdote es el mismo Jesucristo.
El cual, la víspera de su Pa- Qui prídie quam paterétur,
sión, tomó pan en sus santas y accépit panem in sanctas ac
venerables manos (toma la venerábiles manus suas, et ele-
Hostia); y levantando sus ojos vátis óculis in cælum ad te
al cielo, a Ti, Dios, su Padre Deum Patrem suum omnipo-
omnipotente, dándote gracias téntem, tibi grátias agens, be-
(inclina la cabeza), lo ben @ ne @ díxit, fregit, dedítque dis-
dijo, lo partió, y se lo dio a sus cípulis suis, dícens: Accípite,
discípulos, diciendo: Tomad y et manducáte ex hoc omnes.
comed todos de él.
PorQue es to es Hoc est eniM
Mi cuer Po. cor Pus MeuM.
ELEVACIóN Y ADORACIóN
(El acólito toca la campanilla al hacer el sacerdote la
genuflexión, al elevar la hostia, y al arrodillarse de nuevo).
El sacerdote adora a Jesucristo presente en el altar, y eleva
la Sagrada Hostia para que sea adorada por los fieles arrodillados;
mirémosla y digamos en voz baja, con gran fe, piedad y amor:
“Señor mío y Dios mío”.
CONSAGRACIóN DEL VINO
El sacerdote pronuncia después las palabras que cambian
la sustancia del vino en la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo.
De un modo semejante, des- Símili modo postquam ce-
pués de haber cenado, toman- nátum est, accípiens et hunc
do también este precioso cáliz præclárum cálicem in sanctas
en sus santas y venerables ma- ac venerábiles manus suas:
nos (toma el Cáliz), dándote item tibi grátias agens, bene @
asimismo gracias, lo ben @ di- díxit, dedítque discípulis suis,
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dícens: Accípite, et bíbite ex jo, y dio a sus discípulos, di-


eo omnes. ciendo: Tomad y bebed de él
todos.
Hic est eniM PorQue este es el
cAliX sÁnGuinis Mei, cÁliZ De Mi sAnGre,
novi et ÆtÉrni Del nuevo Y eterno
testAMÉnti: testAMento,
MYstÉriuM fíDei: Misterio De fe:
Qui Pro voBis Que Por vosotros
et Pro Multis Y Por MucHos
effunDÉtur serÁ DerrAMADA
in reMissiÓneM PArA lA reMisiÓn
PeccAtÓruM. De los PecADos.

Hæc quotiescúmque fecéri- Cuantas veces esto hicié-


tis, in mei memoriam faciétis. reis, hacedlo en memoria mía.
El sacerdote eleva el Cáliz para presentarlo a la adoración
de los fieles. Hagamos un acto de fe y de adoración.

OBLACIóN DE LA SAGRADA VíCTIMA


El sacerdote, en nombre de la Santa Iglesia ofrece a Dios Padre
el Cuerpo y la Sangre de su Divino Hijo, como la única
ofrenda digna de la Divina Majestad.
Unde et mémores, Dómine, Por tanto, Señor, nosotros,
nos servi tui, sed et plebs tua tus siervos, y tu pueblo santo,
sancta, ejúsdem Christi Fílii en memoria de la sagrada Pa-
tui Dómini nostri tam beátæ sión del mismo Cristo, tu Hi-
passiónis, nec non et ab ínferis jo, Señor nuestro, como de su
resurrectiónis, sed et in cælos Resurrección de entre los
gloriósæ ascensiónis: offéri- muertos, y también de su glo-
mus præcláræ majestáti tuæ de riosa Ascensión a los cielos,
tuis donis ac datis, hóstiam @ ofrecemos a tu excelsa Majes-
puram, hóstiam @ sanctam, tad de tus propios dones y dá-
hóstiam @ immaculátam, Pa- divas, la Hostia @ pura, la
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Hostia @ santa, la Hostia @ in- nem @ sanctum vitæ ætérnæ,


maculada, el Pan @ santo de et Cálicem @ salútis perpétuæ.
vida eterna, y el Cáliz @ de
perpetua salud.
El sacerdote ruega a Dios que se digne aceptar este sacrificio
como ha aceptado de las manos de los Patriarcas sus sacrificios,
figuras del de Nuestro Señor Jesucristo.
Sobre los cuales dígnate Supra quæ propítio ac seré-
mirar con rostro propicio y se- no vultu respícere dignéris: et
reno, y aceptar como te dig- accépta habére, sicúti accépta
naste aceptar los dones de tu habére dignátus es múnera
siervo, el justo Abel, y el sacri- puéri tui justi Abel, et sacri-
ficio de nuestro patriarca fícium patriárchæ nostri
Abraham, y el que te ofreció tu Ábrahæ: et quod tibi óbtulit
sumo sacerdote Melquisedec: summus sacérdos tuus Mel-
sacrificio santo, Hostia inma- chísedech, sanctum sacrifí-
culada. cium, immaculátam hóstiam.
El sacerdote se inclina profundamente, suplicando a Dios
todopoderoso, que reina en el cielo, que reciba allí
la oblación del sacrificio ofrecido aquí en la tierra.
Suplicámoste humildemen- Súpplices te rogámus, om-
te, ¡oh Dios todopoderoso!, nípotens Deus: jube hæc per-
mandes sean llevados estos férri per manus sancti Ángeli
dones por manos de tu santo tui in sublíme altáre tuum, in
Ángel a tu sublime altar, ante conspéctu divínæ majestátis
el acatamiento de tu divina tuæ: ut quotquot ex hac altáris
Majestad; para que todos participatióne sacrosánctum
cuantos, participando de este Fílii tui Cor @ pus et Sán @
altar (lo besa), recibiéremos el guinem sumpsérimus, omni
sacrosanto Cuer @ po y San @ benedictióne cælésti et grátia
gre de tu Hijo, seamos colma- repleámur. Per eúndem Chri-
dos de toda bendición y gracia stum Dóminum nostrum.
celestial. Por el mismo Cristo Amen.
Nuestro Señor. Amén.
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MEMENTO DE DIFUNTOS
El sacerdote pide para las almas del Purgatorio la entrada en el
cielo en virtud del divino sacrificio. Unidos al sacerdote, los fieles
encomiendan a Dios las personas difuntas que les son queridas.
Meménto étiam, Dómine, Acuérdate también, Señor,
famulórumfamularúmque tuá- de tus siervos y siervas N. y N.
rum N. et N., qui nos præces- (aquí se nombran los difuntos
sérunt cum signo fídei, et dór- que se quieren encomendar),
miunt in somno pacis. que nos precedieron con la se-
ñal de la fe, y duermen el sue-
ño de la paz.
Ipsis, Dómine, et ómnibus A éstos, Señor, y a todos los
in Christo quiescéntibus, lo- que descansan en Cristo, rogá-
cum refrigérii, lucis et pacis, ut moste les concedas el lugar de
indúlgeas, deprecámur. Per refrigerio, de luz y de paz. Por
eúmdem Christum Dóminum el mismo Cristo Nuestro Se-
nostrum. Amen. ñor. Amén.
NOBIS QUOQUE PECCATóRIBUS
Mientras dice: “También a nosotros pecadores”, el sacerdote levanta
un poco la voz y se da un golpe de pecho, como muestra de humildad,
y con los asistentes se reconoce pecador. Para ellos y para él mismo,
va a pedir el cielo en la compañía de los Santos, de los cuales nombra
algunos mártires, honrados en Roma con un culto particular.
Nobis quoque peccatóribus También a nosotros, peca-
fámulis tuis, de multitúdine dores, tus siervos, que espera-
miseratiónum tuárum speránti- mos en la muchedumbre de tus
bus, partem áliquam, et socie- misericordias, dígnate darnos
tátem donáre dignéris, cum alguna participación en com-
tuis sanctis Apóstolis et Marty- pañía de tus Santos Apóstoles
ribus: cum Joánne, Stéphano, y Mártires: de Juan (Bautista),
Matthía, Bárnaba, Ignátio, Esteban, Matías, Bernabé, Ig-
Alexándro, Marcellíno, Petro, nacio, Alejandro, Marcelino,
Felicitáte, Perpétua, Ágatha, Pedro, Felicidad, Perpetua,
Lúcia, Agnéte, Cæcília, Anas- Águeda, Lucía, Inés, Cecilia,
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Anastasia, y de todos los San- tásia, et ómnibus Sanctis tuis,


tos; en cuya compañía te roga- intra quorum nos consórtium,
mos nos admitas, no por non æstimátor mériti, sed vé-
nuestros méritos, sino por tu niæ, quæsu´ mus, largítor ad-
generosa clemencia. Por Cris- mítte. Per Christum Dóminum
to Nuestro Señor. nostrum.
Por el cual creas siempre, Per quem hæc ómnia, Dó-
Señor, todos estos dones, los mine, semper bona creas,
santi @ ficas, los vivi @ ficas, sanctí @ ficas, viví @ ficas, be-
los ben @ dices y nos los co- ne @ dícis, et præstas nobis.
municas.
En el momento en que va a terminar la oración del Canon, la Santa
Iglesia proclama que, por Nuestro Señor Jesucristo, Dios nos concede
todas las gracias y recibe toda gloria. Después el sacerdote ofrece de
nuevo a nuestras adoraciones la Santa Hostia, durante la Elevación
menor.
PEQUEñA ELEVACIóN
Por @ Él, con @ Él y en @ Per ip @ sum, et cum ip @so,
Él, a Ti, Dios Padre @ omnipo- et in ip @ so, est tibi Deo Patri
tente, en unidad del Espíritu @ @ omnipoténti, in unitáte Spí-
Santo, es dada toda honra y ritus @ Sancti, omnis honor et
gloria. glória.
(El acólito toca la campanilla).
Acabada la grande y solemne oración del Canon, el sacerdote,
para asociar a ella a los fieles, dice en alta voz:
Por todos los siglos de los Per ómnia sæcula
´ sæculó-
siglos. rum.
Amén. R. Amen.
PATER NOSTER
El sacerdote, como preparación a la Comunión, dice en alta voz
el “Pater”. Esta oración dispone admirablemente para unirse
a Dios, y para recibir sus gracias, ya que encierra, como dice
San Agustín, todo lo que podemos y debemos pedirle para
su gloria, para nuestro bien y el bien del prójimo.
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Orémus. Præcéptis salu- Oremos. Amonestados con


táribus móniti, et divina insti- preceptos saludables, e instrui-
tutióne formáti, audémus díce- dos por la enseñanza divina,
re: nos atrevemos a decir:
Pater noster, qui es in cælis: Padre nuestro, que estás en
sanctificétur nomen tuum: ad- los cielos, santificado sea tu
véniat regnum tuum: fiat vo- nombre; venga a nosotros tu
lúntas tua sicut in cælo et in reino; hágase tu voluntad, así
terra. en la tierra como en el cielo.
Panem nostrum quotidiá- El pan nuestro de cada día
num da nobis hódie: et dimítte dánosle hoy; y perdónanos
nobis débita nostra, sicut et nuestras deudas, así como nos
nos dimíttimus debitóribus otros perdonamos a nuestros
nostris. Et ne nos indúcas in deudores; y no nos dejes caer
tentatiónem. en la tentación.
R. sed líbera nos a malo. R. Mas líbranos del mal.
El celebrante dice en voz baja:
Amen. Amén.
El sacerdote sigue en voz baja desarrollando la última petición
del “Padre Nuestro”: “Mas líbranos del mal”.
´ mus, Dó-
Líbera nos, quæsu Líbranos, Señor, te rogamos,
mine, ab ómnibus malis, præ- de todos los males pasados,
téritis, præséntibus et futúris: presentes y venideros; y por la
et intercedénte beáta et glorió- intercesión de la bienaventu-
sa semper Vírgine Dei Genitrí- rada y gloriosa siempre Virgen
ce María, cum beátis Apóstolis María, Madre de Dios, con tus
tuis Petro et Paulo, atque An- bienaventurados Apóstoles Pe-
dréa, et ómnibus Sanctis, da dro y Pablo, y Andrés, y todos
propítius pacem in diébus los Santos, danos propicia paz
nostris: ut, ope misericórdiæ en nuestros días, para que, ayu-
tuæ adjúti, et a peccáto si- dados con el auxilio de tu mi-
mus semper líberi, et ab omni sericordia, seamos siempre
perturbatióne secúri. Per eúm- libres de pecado y seguros de
dem Dóminum nostrum Jesum toda perturbación. Por el mis-
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mo Jesucristo, Nuestro Señor, Christum Fílium tuum. Qui te-


tu Hijo, que contigo vive y cum vivit et regnat in unitáte
reina en unidad del Espíritu Spíritus Sancti Deus.
Santo, Dios.
Y dice, alzando la voz:
Por todos los siglos de los Per ómnia sæcula
´ sæculó-
siglos. rum.
R. Amén. R. Amen.
DESEO DE LA PAz
El sacerdote ha dividido la Hostia como lo hizo Nuestro Señor en la
última Cena, tomando una parte de ella como para invitar a los fieles
a tomar la suya, y continúa en voz alta:
La paz @ del Señor esté @ Pax @ Dómini sit @ semper
siempre con @ vosotros. vo @ bíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
El sacerdote pone la porción de la Hostia en el Cáliz, para indicar
la reunión del Cuerpo y de la Sangre de Jesús, en el momento de
su Resurrección, prenda de la nuestra.
Esta mezcla y consagración Hæc commíxtio et conse-
del Cuerpo y Sangre de Nues- crátio Córporis et Sánguinis
tro Señor Jesucristo nos sirva Dómini nostri Jesu Christi, fiat
al recibirla para la vida eterna. accipiéntibus nobis in vitam
Amén. ætérnam. Amen.
AGNUS DEI
El sacerdote, antes de recibir a Nuestro Señor en la Santa Comunión,
implora su misericordia, llamándole con el nombre tan dulce
que le dio San Juan Bautista: “Cordero de Dios”.
Se da tres golpes de pecho diciendo:
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tollis pec-
los pecados del mundo, ¡apiá- cáta mundi: miserére nobis.
date de nosotros!
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tollis pec-
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cáta mundi: miserére nobis. los pecados del mundo, ¡apiá-


date de nosotros!
Agnus Dei, qui tollis pec- Cordero de Dios, que quitas
cáta mundi: dona nobis pa- los pecados del mundo, ¡danos
cem. la paz!
En las Misas de difuntos, el sacerdote dice:
Agnus Dei… dona eis ré- Cordero de Dios… dales el
quiem. descanso.
Y agrega la tercera vez:
…dona eis réquiem sempi- …dales el descanso eterno.
térnam.
ORACIONES DEL SACERDOTE
ANTES DE LA COMUNIóN
En la primera, que se omite en las Misas de difuntos,
el sacerdote pide a Nuestro Señor paz y unión para la Santa Iglesia.
Después de esta oración, en las Misas solemnes,
tiene lugar la ceremonia del Beso de la Paz,
como signo de unidad de espíritu y de afecto, que nos
fue tan insistemente recomendada por Nuestro Señor.
El sacerdote empieza besando el altar,
como para recibir la paz de Jesucristo mismo:
Dómine Jesu Christe, qui Señor Jesucristo, que dijiste
dixísti Apóstolis tuis: Pacem a tus apóstoles: La paz os de-
relínquo vobis, pacem meam jo, mi paz os doy; no mires mis
do vobis: ne respícias peccáta pecados, sino la fe de tu Igle-
mea, sed fidem Ecclésiæ tuæ: sia; y dígnate darle paz y man-
eámque secúndum voluntátem tenerla unida según tu volun-
tuam pacificáre et coadunáre tad. Tú, que vives y reinas,
dignéris: Qui vivis et regnas, Dios, por los siglos de los si-
´ la sæcu-
Deus, per ómnia sæcu glos. Amén.
lórum. Amen.
Dómine Jesu Christe, Fili Señor Jesucristo, Hijo de
Dei vivi, qui ex voluntáte Pa- Dios vivo, que por voluntad
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del Padre, cooperando el Espí- tris, cooperánte Spíritu Sancto,


ritu Santo, diste con tu muerte per mortem tuam mundum vi-
vida al mundo: por este tu sa- vificásti: líbera me per hoc sa-
crosanto Cuerpo y Sangre, lí- crosánctum Corpus et Sángui-
brame de todas mis iniquidades nem tuum ab ómnibus iniqui-
y de todos los males, y haz que tátibus meis et univérsis malis:
siempre esté yo adherido a tus et fac me tuis semper inhærére
mandamientos, y no permitas mandátis, et a te numquam se-
que jamás me separe de Ti; parári permíttas: Qui cum eó-
que, con el mismo Dios Padre dem Deo Patre, et Spíritu
y con el Espíritu Santo, vives y Sancto vivis et regnas, Deus,
reinas, Dios, por los siglos de ´ la sæculórum. Amen.
in sæcu
los siglos. Amén.
La comunión de tu cuerpo, Percéptio Córporis tui, Dó-
¡Señor Jesucristo!, que yo, in- mine Jesu Christe, quod ego
digno, pretendo recibir, no me indígnus súmere præsúmo,
sea ocasión de juicio y conde- non mihi provéniat in judícium
nación: antes por tu piedad et condemnatiónem: sed pro
me sirva para defensa de alma tua pietáte prosit mihi ad tuta-
y cuerpo, y para remedio de méntum mentis et córporis, et
mis males: Que vives y reinas ad medélam percipiéndam:
con Dios Padre, en unidad del Qui vivis et regnas cum Deo
Espíritu Santo, Dios, por todos Patre in unitáte Spíritus Sanc-
los siglos de los siglos. Amén. ti, Deus, per ómnia sæcu ´ la
sæculórum. Amen.
El celebrante toma en sus manos la Sagrada Hostia, diciendo:
Tomaré el pan celestial, e Panem cæles
´ tem accípiam,
invocaré el nombre del Señor. et nomen Dómini invocábo.
El sacerdote se golpea el pecho tres veces, y, aplicando a su alma
las palabras conmovedoras del centurión del Evangelio, dice:
Señor, yo no soy digno de Dómine, non sum dignus, ut
que entres en mi casa; mas di intres sub tectum meum: sed
una sola palabra y mi alma tantum dic verbo, et sanábitur
quedará sana. ánima mea.
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COMUNIóN DEL SACERDOTE


Después el sacerdote comulga, tomando la Sagrada Hostia
y la preciosa Sangre.
Corpus Dómini nostri Jesu El Cuerpo de Nuestro Señor
Christi custódiat ánimam Jesucristo guarde mi alma pa-
meam in vitam ætérnam. ra la vida eterna. Amén.
Amen.
Luego, en acción de gracias, el sacerdote
recita estos versículos de salmos:
Quid retríbuam Dómino pro ¿Con qué pagaré al Señor
ómnibus quæ retríbuit mi- todos los beneficios que de él
hi? Cálicem salutáris accí- he recibido? Tomaré el cáliz
piam, et nomen Dómini invo- de la salvación, e invocaré el
cábo. Laudans invocábo Dó- nombre del Señor. Con ala-
minum, et ab inimícis meis banzas invocaré al Señor, y me
salvus ero. libraré de mis enemigos.
Sanguis Dómini nostri Jesu La sangre de Nuestro Señor
Christi custódiat ánimam Jesucristo guarde mi alma pa-
meam in vitam ætérnam. ra la vida eterna. Amén.
Amen.
COMUNIóN DE LOS FIELES
Si comulgan los fieles, el ayudante reza el Confíteor y responde al
Misereátur y al Indulgentiam (como en las páginas 6 y 7). Luego, el
sacerdote toma la Sagrada Hostia y la presenta a los fieles diciendo:
Ecce Agnus Dei, ecce qui He aquí el Cordero de Dios:
tollit peccáta mundi. he aquí el que quita los peca-
dos del mundo.
Entonces, los fieles, mientras se golpean el pecho,
dicen por tres veces junto con el celebrante:
Dómine, non sum dignus, Señor, yo no soy digno de
ut intres sub tectum meum: que entres en mi casa; mas di
sed tantum dic verbo, et sa- una sola palabra y mi alma
nábitur ánima mea. quedará sana.
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El sacerdote da la comunión a cada fiel, diciendo:


El Cuerpo @ de Nuestro Se- Corpus @ Dómini nostri
ñor Jesucristo guarde tu alma Jesu Christi custódiat ánimam
para la vida eterna. Amén. tuam in vitam ætérnam.
Amen.
Se debe comulgar con respeto, de rodillas y nunca en la mano.
Si no se comulga sacramentalmente, por lo menos puede
hacerse una comunión espiritual o de deseo (pág. 135).

cuArtA PArte De lA MisA


ACCIóN DE GRACIAS
El sacerdote presenta el cáliz al que ayuda, para las abluciones. Es de-
cir, purifica en primer lugar el cáliz y después los dedos con el agua y
el vino. Hace esto empezando su acción de gracias, que continúa, re-
zando, al lado de la Epístola, la antífona denominada “Comunión”.
Haz, Señor, que conserve- Quod ore súmpsimus, Dó-
mos con alma pura lo que con mine, pura mente capiámus: et
la boca recibimos, y que este de múnere temporáli fiat nobis
don temporal nos sirva como remédium sempitérnum.
remedio sempiterno.
Tu cuerpo, Señor, que he Corpus tuum, Dómine,
sumido, y tu sangre, que he be- quod sumpsi, et sanguis, quem
bido, adhiéranse a mi corazón, potávi, adhæreat viscéribus
y haz que no quede mancha de ´ ta; ut in me non
meis: et præs
maldad en mí, a quien han ali- remáneat scélerum mácula,
mentado estos puros y santos quem pura et sancta refecérunt
sacramentos. Tú que vives y sacraménta: Qui vivis et reg-
reinas por los siglos de los si- nas in sæcu´ la sæculórum.
glos. Amén. Amen.
COMUNIóN
Uno de los soldados abrió Unus mílitum láncea latus
con la lanza su costado y al ejus apéruit, et contínuo exívit
punto salió sangre y agua. sanguis et aqua.
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En las Misas votivas del Tiempo Pascual se cambia la comunión:


Si quis sitit véniat ad me et Si alguno tiene sed, venga a
bibat, allelúia, allelúia. mí y beba, aleluya, aleluya.
POSCOMUNION
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Orémus. Præbeant
´ nobis, Oremos. Infúndannos, Se-
Dómine Jesu, divínum tua ñor Jesús, tus santos misterios
sancta fervórem; quo dulcíssi- un fervor divino; y después de
mi cordis tui suavitáte percép- recibir la suavidad de tu dulcí-
ta, discámus terréna despícere simo corazón, enséñennos a
et amáre cæléstia: Qui vivis et despreciar lo terreno y amar lo
regnas cum Deo Patre in uni- celestial. Tú que vives y rei-
táte Spíritus Sancti, Deus, per nas con Dios Padre en unidad
´ la sæculórum.
ómnia sæcu del Espíritu Santo, Dios, por
todos los siglos de los siglos.
R. Amen R. Amén.
El sacerdote pasa al centro, besa el altar y, vuelto al pueblo, dice:
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Ite, missa est. Idos, la Misa ha terminado.
R. Deo grátias. R. Demos gracias a Dios.
En las Misas de difuntos:
Requiescant in pace. Descansen en paz.
R. Amen. R. Amén.
El sacerdote se inclina en medio del altar y suplica por última vez
a la Santísima Trinidad que tenga por agradable el sacrificio
que acaba de ofrecer.
Pláceat tibi, Sancta Tríni- Séate agradable, ¡oh Santa
tas, obséquium servitútis Trinidad!, el homenaje de tu
meæ: et præsta; ut sacrifí- siervo, y este sacrificio que
cium, quod óculis tuæ majes- yo, indigno, he ofrecido a los
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ojos de tu Majestad, te sea tátis indígnus óbtuli, tibi sit


aceptable, y a mí y a todos acceptábile, mihíque et ómni-
aquellos por quienes lo he bus, pro quibus illud óbtuli, sit,
ofrecido sea, por tu piedad, te miseránte, propitiábile. Per
propiciatorio. Por Cristo Christum Dóminum nostrum.
Nuestro Señor. Amén. Amen.
BENDICIóN
Después besa el altar, eleva los ojos y las manos,
y vuelto al pueblo lo bendice:
Bendígaos Dios omnipoten- Benedícat vos omnípotens
te, Padre, Hijo @ y Espíritu Deus, Pater, et Fílius, @ et Spí-
Santo. ritus Sanctus.
R. Amén. R. Amen.
ÚLTIMO EVANGELIO
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
Principio del Santo @ Evan- Inítium Sancti @ Evangélii
gelio según San Juan. secúndum Joánnem.
R. Gloria a Ti, Señor. R. Glória tibi, Dómine.
En el principio era el Verbo, In princípio erat Verbum,
y el Verbo estaba en Dios, y el et Verbum erat apud Deum, et
Verbo era Dios. Él estaba des- Deus erat Verbum. Hoc erat
de el principio en Dios. Por Él in princípio apud Deum. Om-
fueron hechas todas las cosas, nia per ipsum facta sunt: et si-
y sin Él nada se hizo de cuanto ne ipso factum est nihil, quod
ha sido hecho. En Él estaba la factum est. In ipso vita erat,
Vida, y la Vida era la Luz de et vita erat lux hóminum: et
los hombres; y la Luz resplan- lux in ténebris lucet, et té-
dece en las tinieblas, y las ti- nebræ eam non comprehendé-
nieblas no la recibieron. runt.
Hubo un hombre enviado Fuit homo missus a Deo,
de Dios, cuyo nombre era cui nomen erat Joánnes. Hic
Juan. Éste vino como testigo a venit in testimónium, ut testi-
dar testimonio de la Luz, a fin mónium perhibéret de lúmine,
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ut omnes créderent per illum. de que por él todos creyesen.


Non erat ille lux, sed ut testi- No era él la Luz, sino enviado
mónium perhibéret de lúmine. para dar testimonio de la Luz.
Erat lux vera, quæ illúmi- El Verbo era la Luz verda-
nat omnem hóminem venién- dera que alumbra a todo hom-
tem in hunc mundum. In bre que viene a este mundo.
mundo erat, et mundus per ip- En el mundo estaba, y el mun-
sum factus est, et mundus do fue hecho por Él: mas el
eum non cognóvit. In própria mundo no le conoció. Vino a
venit, et sui eum non recepé- los suyos, y los suyos no le re-
runt. Quotquot autem recepé- cibieron. Pero a cuantos le re-
runt eum, dedit eis potestátem cibieron, a los que creen en su
fílios Dei fíeri, his, qui cre- nombre, dióles poder de llegar
dunt in nómine ejus: qui non a ser hijos de Dios, los cuales
ex sanguínibus, neque ex vo- no nacen de sangre, ni de con-
luntáte carnis, neque ex vo- cupiscencia de carne, ni de vo-
luntáte viri, sed ex Deo nati luntad de varón, sino de Dios
sunt (genuflexión). Et Ver- (aquí dobla la rodilla). Y el
bum caro factum est, et habi- Verbo se hizo carne, y habitó
távit in nobis: et vídimus gló- entre nosotros; y vimos su glo-
riam ejus, glóriam quasi Uni- ria, gloria como del Unigénito
géniti a Patre, plenum grátiæ del Padre, lleno de gracia y de
et veritátis. verdad.
R. Deo grátias. R. Demos gracias a Dios.
PRECES PRESCRITAS POR S.S. LEóN XIII
DESPUÉS DE LAS MISAS REzADAS
El Papa Pío XI, en 1930, pidió rezarlas por la conversión de Rusia.
Se rezan de rodillas, con el sacerdote.
Ave, María… Dios te salve, María… (tres
veces).
R. sancta María… R. Santa María…
salve, regína, Mater mi- Dios te salve, Reina y Ma-
sericórdiæ, vita, dulcédo et dre de misericordia, vida, dul-
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zura y esperanza nuestra, Dios spes nostra, salve. Ad te cla-


te salve. A ti llamamos los mámus, éxsules fílii Hevæ.
desterrados hijos de Eva. A ti Ad te suspirámus, geméntes
suspiramos, gimiendo y lloran- et fléntes, in hac lacrimárum
do en este valle de lágrimas. valle. eia ergo, advócata
Ea, pues, Señora, abogada nostra, illos tuos misericór-
nuestra, vuelve a nosotros esos des óculos ad nos convérte.
tus ojos misericordiosos. Y et Jesum, benedíctum fruc-
después de este destierro tum ventris tui, nobis, post
muéstranos a Jesús, fruto ben- hoc exsílium, osténde. o cle-
dito de tu vientre. ¡Oh cle- mens, o pia, o dulcis virgo
mentísima!, ¡oh piadosa!, ¡oh María!
dulce Virgen María!
Ruega por nosotros santa Ora pro nobis, sancta Dei
Madre de Dios. Génitrix.
R. Para que seamos dignos R. ut digni efficiámur
de alcanzar las promesas de promissiónibus christi.
Nuestro Señor Jesucristo.

Oremos. ¡Oh Dios, nuestro Orémus. Deus refúgium


refugio y fortaleza! Mira pro- nostrum et virtus, pópulum ad
picio al pueblo que a Ti clama; te clamántem propítius réspi-
y por la intercesión de la glo- ce: et, intercedénte gloriósa et
riosa e inmaculada Virgen Ma- immaculáta Vírgine Dei Geni-
ría, Madre de Dios; de San tríce María, cum beáto Joseph,
José, su Esposo; de tus santos ejus Sponso, ac beátis Apósto-
apóstoles Pedro y Pablo, y de lis tuis Petro et Paulo, et ómni-
todos los Santos, escucha mi- bus Sanctis, quas pro conver-
sericordioso y benigno las sú- sióne peccatórum, pro libertá-
plicas que te dirigimos, pi- te et exaltatióne sanctæ Matris
diéndote la conversión de los Ecclésiæ, preces effúndimus,
pecadores y la libertad y exal- miséricors et benígnus exáudi.
tación de la santa Madre Igle- Per eúmdem Christum Dómi-
sia. Por el mismo Jesucristo, num nostrum.
Nuestro Señor.
R. Amén. R. Amen.
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Sancte Michaël Archángele, San Miguel Arcángel, de-


´
defénde nos in prælio; contra fiéndenos en la batalla; sé
nequítiam et insídias diáboli nuestro amparo contra la per-
esto præsídium. ímperet illi versidad y asechanzas del
Deus, súpplices deprecámur: demonio. Reprímale, Dios,
tuque, princeps milítiæ cælés- pedimos suplicantes; y tú,
tis, Sátanam aliósque spíritus príncipe de la milicia celes-
malígnos, qui ad perditiónem tial, arroja al infierno, con
animárum pervagántur in el divino poder, a Satanás y a
mundo, divína virtúte in infér- los demás espíritus malignos
num detrúde. que andan dispersos por el
mundo para la perdición de las
almas.
R. Amen. R. Amén.

Cor Jesu sacratíssimum Corazón sacratísimo de Je-


(tres veces). sús (tres veces).
R. Miserére nobis. R. Ten misericordia de no-
sotros.

Mi sA De fu ne rAles
INTROITO
Réquiem ætérnam dona eis, Dales, Señor, el descanso
Dómine: et lux perpétua lúceat eterno, y brille para ellos la luz
eis. Ps.: Te decet hymnus, perpetua. Sal.: Se te debe, oh
Deus, in Sion, et tibi reddétur Dios, la alabanza en Sión, en
votum in Jerúsalem: exáudi tu honor se ofrecerán votos en
oratiónem meam, ad te omnis Jerusalén; escucha mi oración,
caro véniet. Réquiem ætér- Tú a quien se dirige todo ser
nam… de carne. Dales, Señor…
COLECTA
Oh Dios, de quien es propio compadecerse siempre y perdo-
nar; humildemente te rogamos por el alma de tu siervo (sierva)
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N., que hoy has hecho salir de este mundo; no la dejes caer en
las manos del enemigo para olvidarla por siempre, antes ordena
a tus ángeles la reciban y la introduzcan en su patria, el paraíso,
de suerte que, habiendo puesto en ti su esperanza y su fe, no ten-
ga que sufrir los castigos del infierno, sino que entre en pose-
sión de la alegría eterna. Por Nuestro Señor…

EPíSTOLA (I Tesalonicenses 4, 12-18)


San Pablo consuela a los fieles con la esperanza de la resurrección.
Hermanos: No queremos dejaros en la ignorancia respecto a
los difuntos, para que no os entristezcáis, como esos otros que
no tienen esperanza. Porque si Jesús murió y resucitó, así tam-
bién Dios, a los que mueran en Jesús los reunirá con él. Porque
os lo afirmamos sobre la palabra del Señor: nosotros los vivos,
los que aún estaremos cuando venga el Señor, no nos adelanta-
remos a los muertos. Porque a la señal dada, a la voz del arcán-
gel, al son de la trompeta divina, el Señor en persona bajará del
cielo y los que murieron en Cristo resucitarán primero. Después,
nosotros los vivos, los que hayamos quedado, seremos arreba-
tados juntamente con ellos sobre las nubes, al encuentro de
Cristo en los aires, y así estaremos siempre con el Señor. Con-
solaos, pues, mutuamente con estas palabras.

GRADUAL
Dales, Señor, el descanso eterno y brille para ellos la luz per-
petua. Eterna será la memoria del justo; no temerá la sentencia
de condenación.

TRACTO
Libra, Señor, las almas de los fieles difuntos de los lazos de
sus pecados. Ayúdeles tu gracia para que puedan escapar a la
sentencia de condenación. Y gozar eternamente la dicha de vivir
en tu luz.
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SECUENCIA
Dies iræ, dies illa, Día de ira, el día aquél, que
Solvet sæclum in favílla: reducirá al mundo a cenizas; lo
Teste David cum Siby´ lla. atestiguan David y la Sibila.

Quantus tremor est futúrus, Cuán grande será el terror,


Quando judex est ventúrus, cuando aparezca el juez para
Cuncta stricte discussúrus! sentenciarlo todo con rigor.

Tuba, mirum spargens La trompeta, esparciendo


sonum atronador sonido por entre los
Per sepúlcra regiónum, sepulcros, nos empujará a to-
Coget omnes ante thronum. dos ante Dios.

Mors stupébit et natúra, Se asombrarán muerte y na-


Cum resúrget creatúra, turaleza, al resucitar la criatura
Judicánti responsúra. para responder ante el Juez.

Liber scriptus proferétur, El libro, ya completo, será


In quo totum continétur, leído, en el que todo se halla
Unde mundus judicétur. consignado, para abrir el pro-
ceso del mundo.

Judex ergo cum sedébit, Cuando el juez se haya sen-


Quidquid latet, apparébit: tado, se revelará todo secreto;
Nil inúltum remanébit. nada quedará sin castigo.

Quid sum miser tunc ¿Qué he de decir entonces,


dictúrus? miserable de mí? ¿A qué abo-
Quem patrónum rogatúrus, gado recurriré cuando aún el
Cum vix justus sit secúrus? justo apenas estará seguro?

Rex treméndæ majestátis, Oh Rey de terrible majestad,


Qui salvándos salvas gratis, que a los que salvas, salvas por
Salva me, fons pietátis. pura bondad; sálvame, fuente
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de piedad.

Acuérdate, dulce Jesús, de Recordáre, Jesu pie,


que soy la causa de tu venida; Quod sum causa tuæ viæ:
no me pierdas en aquel día. Ne me perdas illa die.

Al buscarme, fatigado te Quærens me, sedísti lassus:


sentaste; me has redimido su- Redemísti Crucem passus:
friendo en la cruz; no sea vano Tantus labor non sit cassus.
tanto trabajo.

Justo juez de las venganzas, Juste judex ultiónis,


concédeme el perdón antes del Donum fac remissiónis
día de la cuenta. Ante diem ratiónis.

Gimo como reo; la culpa ru- Ingemísco, tamquam reus:


boriza mi cara; perdóname, Se- Culpa rubet vultus meus:
ñor, a mí que te lo suplico. Supplicánti parce, Deus.

Tú que has absuelto a María Qui Maríam absolvísti,


y has escuchado al buen la- Et latrónem exaudísti,
drón; también a mí me has da- Mihi quoque spem dedísti.
do esperanza.

Mis plegarias no son dignas; Preces meæ non sunt


pero tú, buen Señor, sé benig- dignæ:
no, para que no arda en el fue- Sed tu bonus fac benígne,
go eterno. Ne perénni cremer igne.

Dame un lugar entre tus ove- Inter oves locum præsta,


jas y apártame de los cabritos, Et ab hædis me sequéstra,
colocándome a tu diestra. Státuens in parte dextra.

Confundidos por ti los mal- Confutátis maledíctis,


ditos, condenados a recias lla- Flammis ácribus addíctis:
mas, llámame con los elegidos. Voca me cum benedíctis.
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Oro supplex et acclínis, Te ruego suplicante y pros-


Cor contrítum quasi cinis: ternado, con el corazón deshe-
Gere curam mei finis. cho como ceniza, que tomes en
tus manos mi destino supremo.

Lacrimósa dies illa, Día de lágrimas, el día


Qua resúrget ex favílla aquél, en que saldrá del polvo
Judicándus homo reus. el hombre culpable a presencia
del Juez.

Huic ergo parce, Deus: Perdónale, pues, oh Dios. Y


Pie Jesu Dómine, tú, piadoso Señor Jesús, dales a
Dona eis réquiem. Amen. todos el descanso. Amén.

EVANGELIO (San Juan 11, 21-27)


En aquel tiempo, dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieses esta-
do aquí, no hubiese muerto mi hermano; no obstante, aún aho-
ra sé que Dios te concederá cuanto le pidieres. Dícele Jesús:
Tu hermano resucitará. Respondióle Marta: Bien sé que resu-
citará cuando la resurrección, en el último día. Díjole Jesús:
Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en mí, aunque hu-
biere muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá
jamás. ¿Crees esto? Respondióle: Sí, Señor, yo he creído que
tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, que has venido a este
mundo.

OFERTORIO
Oh Señor, Jesucristo, Rey de gloria, libra las almas de todos
los fieles difuntos del castigo del infierno y del profundo abis-
mo: líbralas de las fauces del león. No las suma el abismo, ni
caigan en la noche, sino que San Miguel, el abanderado, las in-
troduzca en la santa luz, que en otro tiempo has prometido a
Abraham y a su descendencia.
Te ofrecemos, Señor, este sacrificio y estas preces de alaban-
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za. Recíbelas en sufragio de las almas cuya memoria hoy cele-


bramos. Haz, Señor, que pasen de la muerte a la vida que en
otro tiempo has prometido a Abraham y a su descendencia.

SECRETA
Te rogamos, Señor, mires propicio al alma de tu siervo (sier-
va) N., por quien te ofrecemos este sacrificio de alabanza, im-
plorando humildemente a tu majestad que, por estos sagrados
ritos de expiación, merezca llegar al descanso eterno. Por Nues-
tro Señor Jesucristo…

COMUNIóN
Brille, Señor, para ellos la luz perpetua: con tus santos en la
eternidad, porque eres bueno. Dales, Señor, el descanso eterno
y brille para ellos la luz perpetua: con tus santos en la eternidad,
porque eres bueno.

POSCOMUNIóN
Te suplicamos, oh Dios todopoderoso, que el alma de tu sier-
vo (sierva) N., que ha emigrado hoy de este mundo, purificada
con este sacrificio y limpia de sus pecados, merezca conseguir
a la vez el perdón y el descanso eterno. Por Nuestro Señor…

resPonso
No entres en juicio con tu Non intres in judícium cum
siervo, Señor, porque nadie servo tuo, Dómine, quia nullus
podrá justificarse en tu presen- apud te justificábitur homo, ni-
cia, si tú mismo no le otorgas si per te ómnium peccatórum
la remisión de todos sus peca- ei tribuátur remíssio. Non er-
dos. No sometas a una senten- go eum, quæsu ´ mus, tua judi-
cia de estricta justicia al que te ciális senténtia premat, quem
recomienda, por la oración, la tibi vera supplicátio fídei
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christiánæ comméndat: sed, fe verdadera, sino que, con la


grátia tua illi succurrénte, me- ayuda de tu gracia, pueda li-
reátur evádere judícium ultió- brarse de la condenación, él,
nis, qui, dum víveret, insigní- que mientras ha vivido, ha lle-
tus est signáculo sanctæ Trini- vado impresa la señal de la san-
tátis: Qui vivis et regnas in ta Trinidad. Tú que vives y
sæcu
´ la sæculórum. Amen. reinas en los siglos de los si-
glos. Amén.
Líbera me, Dómine, de Líbrame, Señor, de la muer-
morte ætérna, in die illa tre- te eterna en aquel día terrible.
ménda. Quando cæli movén- Cuando se han de conmover
di sunt et terra. * Dum véneris cielos y tierra, * cuando ven-
judicáre sæcu
´ lum per ignem. gas a juzgar al mundo por el
fuego.
Tremens factus sum ego, et El miedo me invade y tiem-
tímeo, dum discússio vénerit blo, mientras llega el juicio y la
atque ventúra ira. * Quando ira que se acercan, * cuando se
cæli movéndi sunt et terra. han de conmover cielos y tie-
rra.
Dies illa, dies iræ, calamitá- Día de ira el día aquél, día de
tis et misériæ, dies magna et infortunio y de aflicción, día
amára valde. * Dum véneris grande, día de gran amargura, *
judicáre sæcu
´ lum per ignem. cuando vengas a juzgar al mun-
do por el fuego.
Réquiem ætérnam dona eis, Dales, Señor, el descanso
Dómine: et lux perpétua lúceat eterno y brille para ellos la luz
eis. perpetua.
Líbera me, Dómine, de Líbrame, Señor, de la muer-
morte ætérna, in die illa tre- te eterna en aquel día terrible.
ménda. Quando cæli movén- Cuando se han de conmover
di sunt et terra. * Dum véneris cielos y tierra, * cuando ven-
´ lum per ignem.
judicáre sæcu gas a juzgar al mundo por el
fuego.

Ky´rie, eléison. Christe, Señor, ten piedad. Cristo,


eléison. Ky´rie, eléison. ten piedad. Señor, ten piedad.
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El celebrante dice Pater noster, y a continuación da dos vueltas


al catafalco, rociándolo primero con agua bendita
y después incensándolo; luego, continúa:
Y no nos dejes caer en la Et ne nos indúcas in tenta-
tentación. tiónem.
R. Mas líbranos del mal. R. sed líbera nos a malo.
Del poder del infierno. A porta ínferi.
R. Libra, Señor, su alma. R. Érue, Dómine, ánimam
ejus.
Descanse en paz. Requiéscat in pace.
R. Amén. R. Amen.
Escucha, Señor, mi ora- Dómine, exáudi oratiónem
ción. meam.
R. Y llegue a ti mi clamor. R. et clamor meus ad te
véniat.
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
Se reza la oración de la misa, y luego:
Dale, Señor, el descanso Réquiem ætérnam dona ei,
eterno. Dómine.
R. Y brille para él la luz R. et lux perpétua lúceat
perpetua. ei.
Descanse en paz. Requiéscat in pace.
R. Amén. R. Amen.
Su alma y las almas de to- Ánima ejus, et ánimæ óm-
dos los fieles difuntos, por la nium fidélium defunctórum
misericordia de Dios, descan- per misericórdiam Dei re-
sen en paz. quiéscant in pace.
R. Amén. R. Amen.
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vísPerAs Del DoMinGo

Deus, † in adjutórium Ven, ¡oh Dios! † en mi ayu-


meum inténde. da.
R. Dómine, ad adjuván- R. Apresúrate, Señor, a so-
dum me festína. correrme.
Glória Patri, et Fílio, * et Gloria al Padre, y al Hijo, y
Spirítui Sancto. al Espíritu Santo.
R. sicut erat in princípio, R. Como era en el princi-
et nunc, et semper, * et in pio, y ahora, y siempre, y por
´ la sæculórum. Amen.
sæcu los siglos de los siglos. Amén.
Allelúia. Aleluya.
Desde Septuagésima hasta Pascua, en lugar de Aleluya, se dice:
Laus tibi, Dómine, Rex Alabado seas, Señor, Rey
ætérnæ glóriæ. de la gloria eterna.
Ant. 1. Dixit Dóminus Dómino meo: Sede a dextris meis.
Ant. 1. Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra.

salmo 109: Dixit Dóminus Dómino meo


Salmo mesiánico, en que se alaba a Cristo, el Mesías,
en el día de su resurrección, como Hijo de Dios,
como Rey victorioso sobre sus enemigos y sobre la muerte,
y como sumo y eterno Sacerdote del Altísimo.
Dixit Dóminus † Dómino Dice el Señor † a mi Señor:
meo: * Sede a dextris meis: “Siéntate a mi diestra,
Donec ponam inimícos Mientras pongo a tus ene-
tuos, * scabéllum pedum tuó- migos por escabel de tus pies”.
rum.
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Extenderá el Señor desde Virgam virtútis tuæ emíttet


Sión el cetro de tu poder: Do- Dóminus ex Sion: * domináre
mina en medio de tus enemi- in médio inimicórum tuórum.
gos.
Tuyo es el principado desde Tecum princípium in die
el día de tu nacimiento; seme- virtútis tuæ in splendóribus
jante al rocío, te he engendra- sanctórum: * ex útero ante lu-
do desde la aurora. cíferum génui te.
Ha jurado el Señor y no se Jurávit Dóminus, et non
arrepentirá: “Tú eres sacerdo- pœnitébit eum: * Tu es sacér-
te para siempre a la manera de dos in ætérnum secúndum ór-
Melquisedec”. dinem Melchísedech.
El Señor está a tu diestra; Dóminus a dextris tuis, *
machacará a los reyes el día de confrégit in die iræ suæ reges.
su ira.
Juzgará a las naciones, las Judicábit in natiónibus, im-
llenará de ruinas; triturará las plébit ruínas: * conquassábit
cabezas en una gran extensión. cápita in terra multórum.
En el camino beberá del to- De torrénte in via bibet: *
rrente; y por eso erguirá la ca- proptérea exaltábit caput.
beza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y Glória Patri, et Fílio, * et
a Espíritu Santo. Spirítui Sancto.
Como era en el principio, y Sicut erat in princípio, et
ahora, y siempre, y por los si- nunc, et semper, * et in sæcu
´ la
glos de los siglos. Amén. sæculórum. Amen.
Ant. Dixit Dóminus Dómino meo: sede a dextris meis.
Ant. Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra.
Ant. 2. Magna ópera Dómini, exquisíta in omnes voluntátes
ejus.
Ant. 2. Grandes son las obras del Señor: búscanlas cuantos
en Él se complacen.
salmo 110: confitébor tibi Dómine
Los admirables beneficios hechos por Dios a Israel son figura de lo que
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Cristo hace por la Iglesia: la liberación de Egipto es figura de la libe-


ración del imperio del demonio, el maná lo es del Pan eucarístico, y la
tierra prometida lo es del Cielo, la verdadera patria del cristiano.
Confitébor tibi, Dómine, in Te alabaré, Señor, con todo
toto corde meo: * in consílio mi corazón, en la reunión de
justórum, et congregatióne. los justos y en su asamblea.
Magna ópera Dómini: * ex- Grandes son las obras del
quisíta in omnes voluntátes Señor; búscanlas cuantos en Él
ejus. se complacen.
Conféssio et magnificéntia Su obra es gloria y magnifi-
opus ejus: * et justítia ejus ma- cencia, y su justicia permane-
´ lum sæcu
net in sæcu ´ li. ce por los siglos de los siglos.
Memóriam fecit mirabílium Hizo memorables sus mara-
suórum, miséricors et miserá- villas; el Señor clemente y
tor Dóminus: * escam dedit ti- compasivo, da de comer a los
méntibus se. que le temen.
Memor erit in sæcu´ lum tes- Se acuerda siempre de su
taménti sui: * virtútem óperum alianza. Ha mostrado a su
suórum annuntiábit pópulo pueblo el poderío de sus
suo: obras:
Ut det illis hæreditátem Dándole la herencia de las
géntium: * ópera mánuum ejus gentes. Fidelidad y justicia
véritas, et judícium. son las obras de sus manos.
Fidélia ómnia mandáta Son firmes todos sus man-
ejus: confirmáta in sæcu ´ lum damientos, establecidos por
´ li, * facta in veritáte et
sæcu los siglos de los siglos, obra de
æquitáte. verdad y de equidad.
Redemptiónem misit pópu- Ha redimido a su pueblo, ha
lo suo: * mandávit in ætérnum ratificado por siempre su
testaméntum suum. alianza.
Sanctum, et terríbile nomen Su nombre es santo y terri-
ejus: * inítium sapiéntiæ timor ble. El principio de la sabidu-
Dómini. ría es temer al Señor.
Intéllectus bonus ómnibus Los que esto hacen tienen
faciéntibus eum: * laudátio buen entendimiento; su ala-
´ lum sæcu
ejus manet in sæcu ´ li. banza permanece por los siglos.
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Gloria al Padre… Glória Patri…


Como era en el principio… Sicut erat in princípio…
Ant. Magna ópera Dómini, exquisíta in omnes voluntátes
ejus.
Ant. Grandes son las obras del Señor: búscanlas cuantos en
Él se complacen.
Ant. 3. Qui timet Dóminum, in mandátis ejus cupit nimis.
Ant. 3. Quien teme al Señor pone toda su voluntad en sus
mandamientos.

salmo 111: Beátus vir qui timet Dóminum


Bienaventuranza y recompensa del justo que ama a Dios,
temiéndolo y sirviéndolo, y a su prójimo,
practicando con él las obras de misericordia.
Bienaventurado el hombre Beátus vir, qui timet Dómi-
que teme al Señor, y se deleitanum: * in mandátis ejus volet
en sus mandamientos. nimis.
Su casta será poderosa so- Potens in terra erit semen
bre la tierra; la raza de los rec-
ejus: * generátio rectórum be-
tos será bendecida. nedicétur.
Habrá en su casa hacienda y Gloria, et divítiæ in domo
riquezas, y su justicia perma- ejus: * et justítia ejus manet in
necerá por los siglos. ´ lum sæcu
sæcu ´ li.
En las tinieblas brilla una Exórtum est in ténebris lu-
luz para los rectos: el Clemen-men rectis: * miséricors, et mi-
te, el Misericordioso, el Justo.
serátor, et justus.
Le va bien al varón que se Jucúndus homo qui miseré-
compadece y presta, y regula tur et cómmodat, dispónet ser-
sus asuntos según la justicia; mónes suos in judício: * quia
jamás será conmovido. in ætérnum non commovébi-
tur.
En memoria eterna persisti- In memória ætérna erit jus-
rá el justo. No temerá la sen- tus: * ab auditióne mala non ti-
tencia de condenación. mébit.
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Parátum cor ejus speráre in Firme está su corazón y


Dómino, confirmátum est cor confiado en el Señor, incon-
ejus: * non commovébitur do- movible su valor; libre de te-
nec despíciat inimícos suos. mor, espera ver confundidos a
sus enemigos.
Dispérsit, dedit paupéribus: Es pródigo y distribuye a
´ lum los pobres. Su justicia perma-
justítia ejus manet in sæcu
´ li: * cornu ejus exaltábi- nece por los siglos; su frente
sæcu
tur in glória. con gloria se levanta.
Peccátor vidébit, et irascé- Lo ve el impío y se irrita;
tur, déntibus suis fremet et ta- rechina los dientes y se consu-
béscet: * desidérium peccató- me; los deseos del impío se
rum períbit. frustrarán.
Glória Patri… Gloria al Padre…
Ant. Qui timet Dóminum, in mandátis ejus cupit nimis.
Ant. Quien teme al Señor pone toda su voluntad en sus man-
damientos.
Ant. 4. Sit nomen Dómini benedíctum in sæcu ´ la.
Ant. 4. Sea bendito el nombre del Señor hasta el fin de los si-
glos.
salmo 112: laudáte púeri Dóminum
Alabanza a Dios, porque aún siendo infinitamente excelso y elevado,
mira misericordiosamente desde su gloria a los pobres
y a los humildes para consolarlos y ensalzarlos.
Laudáte, púeri, Dóminum: Alabad, siervos del Señor,
* laudáte nomen Dómini. alabad el nombre del Señor.
Sit nomen Dómini benedíc- Sea bendito el nombre del
tum, * ex hoc nunc, et usque in Señor, ahora y por todos los si-
´ lum.
sæcu glos.
A solis ortu usque ad occá- Desde donde sale el sol has-
sum, * laudábile nomen Dómi- ta donde se pone, sea alabado
ni. el nombre del Señor.
Excélsus super omnes gen- Excelso sobre todas las gen-
tes Dóminus, * et super cælos tes es el Señor; su gloria es
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más alta que los cielos. glória ejus.


¿Quién es semejante al Se- Quis sicut Dóminus Deus
ñor, nuestro Dios, que tiene su noster, qui in altis hábitat, * et
trono en las alturas, y desde allí humília réspicit in cælo et in
mira los cielos y la tierra? terra?
Levanta del polvo al indi- Súscitans a terra ínopem, *
gente, y saca del estiércol al et de stércore érigens páupe-
desvalido, rem:
Para darle asiento entre los Ut cóllocet eum cum princí-
príncipes, entre los príncipes pibus, * cum princípibus pópu-
de su pueblo. li sui.
Hace morar en su casa a la Qui habitáre facit stérilem
estéril, gozosa de ser madre de in domo, * matrem filiórum
numerosos hijos. lætántem.
Gloria al Padre… Glória Patri…
Ant. Sit nomen Dómini benedíctum in sæcu ´ la.
Ant. Sea bendito el nombre del Señor hasta el fin de los si-
glos.
Ant. 5. Deus autem noster in cælo: ómnia quæcúmque vó-
luit, fecit.
Ant. 5. Nuestro Dios está en los cielos: y ha hecho todo cuan-
to quiso.
´ to
salmo 113: in éxitu israël de Ægyp

Las maravillas realizadas por Dios en favor de Israel a la salida


de Egipto muestran que Él es el único Dios verdadero,
y por eso Israel confía en Él y lo alaba; mas los ídolos
y falsos dioses de los paganos son vanidad e impotencia.
Cuando Israel salió de Egip- In éxitu Israël de Ægyp´ to, *
to, y la casa de Jacob del pue- domus Jacob de popúlo bárba-
blo extranjero: ro:
Hizo de Judá su santuario; Facta est Judæa sanctificá-
de Israel, su dominio. tio ejus, * Israël potéstas ejus.
Vióle el mar y se puso en Mare vidit, et fugit: * Jordá-
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nis convérsus est retrórsum. fuga; el Jordán volvió sobre


sus pasos.
Montes exsultavérunt ut Saltaron los montes como
aríetes, * et colles sicut agni carneros, y como corderos los
óvium. collados.
Quid est tibi, mare, quod fu- ¿Qué tienes, ¡oh mar!, que
gísti: * et tu, Jordánis, quia huyes, y tú, Jordán, que vuel-
convérsus es retrórsum? ves sobre tus pasos?
Montes, exsultástis sicut ¿Vosotros, montes, que sal-
aríetes, * et colles, sicut agni táis como carneros; vosotros,
óvium. collados, como corderos?
A fácie Dómini mota est te- Tiembla la tierra ante la faz
rra, * a fácie Dei Jacob. del Señor, ante la faz del Dios
de Jacob;
Qui convértit petram in Quien hace de la piedra la-
stagna aquárum, * et rupem in go de aguas; de la roca, fuente
fontes aquárum. de aguas vivas.
Non nobis, Dómine, non No a nosotros, Señor, no a
nobis: * sed nómini tuo da gló- nosotros, sino a tu nombre da
riam. la gloria.
Super misericórdia tua, et Por tu misericordia y tu fi-
veritáte tua: * nequándo di- delidad. ¿Por qué han de decir
cant gentes: Ubi est Deus eó- las gentes: “Dónde está su
rum? Dios”?
Deus autem noster in cælo: Nuestro Dios está en los
* ómnia quæcúmque voluit, cielos, y ha hecho todo cuanto
fecit. quiso.
Simulácra géntium argén- Los ídolos de los gentiles
tum, et aurum, * ópera má- son plata y oro, obra de la ma-
nuum hóminum. no de los hombres.
Os habent, et non loquéntur: Tienen boca y no hablan;
* óculos habent, et non vidé- tienen ojos, y no ven.
bunt.
Aures habent, et non áu- Tienen orejas y no oyen; tie-
dient: * nares habent, et non nen narices, y no huelen.
odorábunt.
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Tienen manos y no palpan; Manus habent, et non palpá-


tienen pies, y no andan; no sa- bunt: pedes habent, et non am-
le de su garganta un murmu- bulábunt: * non clamábunt in
llo. gútture suo.
Semejantes a ellos sean los Símiles illis fiant qui fáciunt
que los hacen, y todos cuantos ea: * et omnes qui confídunt in
en ellos confían. eis.
La casa de Israel confía en Domus Israël sperávit in
el Señor, él es su protector y su Dómino: * adjútor eórum et
escudo. protéctor eórum est.
La casa de Aarón confía en Domus Aaron sperávit in
el Señor, él es su protector y su Dómino: * adjútor eórum et
escudo. protéctor eórum est.
Los que temen al Señor Qui timent Dóminum, spe-
confían en el Señor, él es su ravérunt in Dómino: * adjútor
protector y su escudo. eórum et protéctor eórum est.
Acordóse el Señor de noso- Dóminus memor fuit nostri:
tros y nos bendijo. * et benedíxit nobis.
Bendijo a la casa de Israel, Benedíxit dómui Israël: *
bendijo a la casa de Aarón. benedíxit dómui Aaron.
Bendijo a todos los que te- Benedíxit ómnibus, qui ti-
men al Señor, a los pequeños y ment Dóminum, * pusíllis cum
a los grandes. majóribus.
Multiplíqueos el Señor a Adjíciat Dóminus super
vosotros, a vosotros y a vues- vos: * super vos, et super fílios
tros hijos. vestros.
Sed benditos del Señor, que Benedícti vos a Dómino, *
hizo el cielo y la tierra. qui fecit cælum, et terram.
Los cielos, son cielos del Cælum cæli Dómino: * te-
Señor; pero la tierra se la dio a rram autem dedit fíliis hómi-
los hijos de los hombres. num.
No alaban los muertos al Non mórtui laudábunt te,
Señor, ni cuantos bajan al país Dómine: * neque omnes, qui
del silencio. descéndunt in inférnum.
Pero nosotros, los que vivi- Sed nos qui vívimus, bene-
mos, sí alabamos al Señor, dícimus Dómino, * ex hoc
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73

´ lum.
nunc et usque in sæcu desde ahora y por toda la eter-
nidad.
Glória Patri… Gloria al Padre…
Sicut erat in princípio… Como era en el principio…
Ant. Deus autem noster in cælo: ómnia quæcúmque vóluit,
fecit.
Ant. Nuestro Dios está en los cielos: y ha hecho todo cuanto
quiso.
CAPíTULO (II Corintios 1, 3-4)
El capítulo que sigue se dice en las vísperas de los domingos
de Epifanía y Pentecostés.
Benedíctus Deus, et Pater Bendito sea Dios, Padre de
Dómini nostri Jesu Christi, Pa- Nuestro Señor Jesucristo,
ter misericordíarum, et Deus Padre de las misericordias y
totíus consolatiónis, qui conso- Dios de toda consolación, que
látur nos in omni tribulatióne nos consuela en todas nuestras
nostra. tribulaciones.
R. Deo grátias. R. Gracias a Dios.
HIMNO
Durante el año, se reza el Lucis Creator,
atribuido a San Gregorio Magno.
Lucis Creátor óptime ¡Oh Creador excelente de la
Lucem diérum próferens, luz! Tú que hiciste la luz del
Primórdiis lucis novæ, día, por los principios de esta
Mundi parans oríginem: nueva luz diste principio a la
creación del mundo.
Qui mane junctum vésperi Al tiempo que va de la ma-
´
Diem vocári præcipis: ñana a la tarde nos mandas lla-
Illábitur tetrum chaos, marlo día: ahora que viene la
Audi preces cum flétibus. oscura noche, oye nuestras
plegarias y llanto.
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No sea que el alma, cargada Ne mens graváta crímine,


de culpas, pierda el don de la Vitæ sit exsul múnere,
vida eterna, al no pensar en na- Dum nil perénne cógitat,
da perenne y al atarse con nue- Seséque culpis ílligat.
vos pecados.
Llame a las puertas del cie- Cæléste pulset óstium:
lo y arrebate el premio de la vi- Vitále tollat præmium:
da: evitemos todo lo dañino, Vitémus omne nóxium:
veámonos limpios de toda Purgémus omne péssimum.
maldad.
óyenos, Padre piadosísimo; Præsta, Pater piíssime,
y tú, Hijo igual a Él, que con el Patríque compar Únice,
Espíritu Santo Consolador, rei- Cum Spíritu Paráclito
nas por todos los siglos de los ´
Regnans por omne sæculum.
siglos. Amén. Amen.
Suba, Señor, mi oración.
Dirigátur, Dómine, orátio
mea.
R. Como incienso en tu R. sicut incénsum in con-
acatamiento. spéctu tuo.
MAGNIFICAT (San Lucas 1, 46-55)
Este cántico de alabanza y acción de gracias, inspirado a la Santísima
Virgen cuando su prima Santa Isabel la saludó como Madre de Dios y
bendita entre todas las mujeres, celebra las maravillas que Dios reali-
zó en Ella, la fidelidad y misericordia de Dios, y los inmensos benefi-
cios que la Encarnación debía alcanzar a Israel y a toda la humani-
dad. Se canta de pie, porque forma parte del santo Evangelio.
Mi alma engrandece al Se- Magníficat * ánima mea
ñor: Dóminum:
Y mi espíritu rebosa de go- Et exsultávit spíritus meus *
zo en Dios, mi Salvador. in Deo, salutári meo.
Porque ha puesto sus ojos Quia respéxit humilitátem
en su humilde sierva. He aquí ancíllæ suæ: * ecce enim ex
que en adelante me llamarán hoc beátam me dicent omnes
bienaventurada todas las gene- generatiónes.
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raciones.
Quia fecit mihi magna qui Porque el Poderoso ha he-
potens est: * et sanctum no- cho en mi favor grandes cosas.
men ejus. Santo es su nombre.
Et misericórdia ejus a pro- Su misericordia se extiende
génie in progénies * timénti- de generación en generación
bus eum. sobre los que le temen.
Fecit poténtiam in bráchio Ha desplegado la fuerza de
suo: * dispérsit supérbos men- su brazo; ha dispersado a los
te cordis sui. soberbios de corazón.
Depósuit poténtes de sede, Ha derribado a los podero-
* et exaltávit húmiles. sos de sus tronos y ensalzado
a los humildes.
Esuriéntes implévit bonis: * A los hambrientos ha col-
et dívites dimísit inánes. mado de bienes y a los ricos
los ha despedido vacíos.
Suscépit Israël, púerum Ha tomado bajo su amparo
suum, * recordátus misericór- a Israel, su siervo, recordando
diæ suæ. su misericordia.
Sicut locútus est ad patres Como lo había prometido a
nostros, * Abraham, et sémini nuestros padres, a Abraham y
´ la.
ejus in sæcu a su descendencia para siem-
pre.
Glória Patri… Gloria al Padre…
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Aquí se reza la oración del día, y luego se concluye:
Benedicámus Dómino. Bendigamos al Señor.
R. Deo grátias. R. Gracias a Dios.
Fidélium ánimæ per miseri- Las almas de los fieles di-
córdiam Dei requiéscant in pa- funtos, por la misericordia de
ce. Dios, descansen en paz.
R. Amen. R. Amén.
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coMPletAs
Del DoMinGo
El oficio de Completas es el que completa y termina el día cristiano.
Es verdaderamente la oración de la Noche, y la más hermosa de
todas. El lector pide la bendición, y luego recita la lección breve:
Bendígame, Padre. Jube, domne, benedícere.
BENDICIóN
Concédanos el Señor Dios Noctem quiétam, et finem
todopoderoso una noche tran- perféctum concédat nobis Dó-
quila y un dichoso fin. minus omnípotens.
R. Amén. R. Amen.
LECCIóN BREVE (I Pedro 5, 8-9)
Hermanos, sed sobrios, y Fratres: Sóbrii estóte, et vi-
velad, porque el diablo, vues- giláte: quia adversárius vester
tro enemigo, como león ru- diábolus tamquam leo rúgiens
giente anda a vuestro círcuit, quærens quem dévoret:
alrededor buscando a quien cui resístite fortes in fide. Tu
devorar. Resistidle, firmes en autem, Dómine, miserére no-
la fe. Y tú, Señor, ten miseri- bis.
cordia de nosotros.
R. Demos gracias a Dios. R. Deo grátias.
CONFESIóN
Nuestro † auxilio está en el Adjutórium † nostrum in
nombre del Señor. nómine Dómine.
R. Que hizo el cielo y la tie- R. Qui fecit cælum et te-
rra. rram.
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Pater noster… Padre nuestro… (en silen-


cio).
A continuación, se recita el Confiteor: primero el sacerdote,
luego el coro, como en la Misa. Y se dice:
Confíteor… (pág. 6). Yo, pecador… (pág. 6).
Misereátur… El Dios todopoderoso…
Indulgéntiam… El Señor omnipotente…
Convérte nos Deus salutáris Conviértenos, Dios, Salva-
noster. dor nuestro.
R. et avérte iram tuam a R. Y aparta tu ira de noso-
nobis. tros.
Deus, in adjutórium meum Dios mío, ven en mi auxi-
inténde. lio.
R. Dómine, ad adjuván- R. Señor, apresúrate a soco-
dum me festína. rrerme.
Glória Patri… Gloria al Padre…
Ant. Miserére mihi, Dómine, et exáudi oratiónem meam.
Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.

salmo 4: cum invocárem exaudívit me


Oración confiada del atribulado que se refugia en Dios.
Cum invocárem exaudívit Cuando le invoqué, me oyó
me Deus justítiæ meæ: * in tri- Dios, que es mi justicia; * en
bulatióne dilatásti mihi. la tribulación me ensanchaste.
Miserére mei, * et exáudi Ten piedad de mí y oye mi
oratiónem meam. oración.
Fílii hóminum, úsquequo Hijos de hombres, ¿hasta
gravi corde? * ut quid dilígitis cuándo seréis insensatos?
vanitátem, et quæri
´ tis mendá- ¿Por qué amáis la vanidad y
cium? seguís la mentira?
Et scitóte quóniam mirificá- Sabed que el Señor ha favo-
vit Dóminus sanctum suum: * recido maravillosamente a su
Dóminus exáudiet me cum Santo: el Señor me escucha
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cuando le invoco. clamávero ad eum.


Temblad y no pequéis; den- Irascímini, et nolíte peccá-
tro de vuestros corazones, en re: quæ dícitis in córdibus ves-
vuestros lechos, recapacitad y tris, * in cubílibus vestris com-
compungíos. pungímini.
Sacrificad sacrificios justos Sacrificáte sacrifícium jus-
y esperad en el Señor. Muchos títiæ, et speráte in Dómino. *
dicen: “¿Quién nos hará ver la Multi dicunt: Quis osténdit no-
felicidad?” bis bona?
Alza, ¡oh Señor!, sobre no- Signátum est super nos lu-
sotros la luz de tu faz. Tú po- men vultus tui, Dómine: * de-
nes en mi corazón una alegría dísti lætítiam in corde meo.
mayor
Que la del tiempo de copio- A fructu fruménti, vini, et
sa cosecha de trigo y de vino. ólei sui * multiplicáti sunt.
En paz en el Señor dormiré In pace in idípsum * dór-
y descansaré. miam, et requiéscam;
Porque tú, Señor, me has es- Quóniam tu, Dómine, sin-
tablecido firmemente en la es- guláriter in spe * constituísti
peranza. me.
Gloria al Padre… Glória Patri…
salmo 90: Qui hábitat in adjutório Altíssimi
Antes del descanso de la noche, el cristiano se entrega
en los brazos de su Dios.
El que habita al amparo del Qui hábitat in adjutório Al-
Altísimo y mora a la sombra tíssimi, * in protectióne Dei
del Todopoderoso, cæli commorábitur.
Ése es el que dice al Señor: Dicet Dómino: Suscéptor
“Sé tú mi refugio y mi fortín, meus es tu, et refúgium meum:
mi Dios, en quien confío”. * Deus meus, sperábo in eum.
Porque Él me librará de la Quóniam ipse liberávit me
red del cazador, de la peste ex- de láqueo venántium, * et a
terminadora. verbo áspero.
Con sus alas te cubrirá, y Scápulis suis obumbrábit ti-
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bi: * et sub pennis ejus sperá- hallarás refugio bajo sus plu-
bis. mas:
Scuto circúmdabit te véritas Su fidelidad te será escudo
ejus: * non timébis a timóre y coraza: no temerás los terro-
noctúrno. res nocturnos,
A sagítta volánte in die, a Ni la saeta que vuela de día
negótio perambulánte in téne- ni la peste que vaga en las ti-
bris: * ab incúrsu, et dæmónio nieblas, ni el contagio que aso-
meridiáno. la a plena luz.
Cadent a látere tuo mille, et Aún cuando cayeren mil a
decem míllia a dextris tuis: * tu lado, y diez mil a tu derecha,
ad te autem non appropinquá- tú no serás alcanzado.
bit.
Verúmtamen óculis tuis Con tus mismos ojos mira-
considerábis: * et retributió- rás y verás el castigo de los im-
nem peccatórum vidébis. píos.
Quóniam tu es, Dómine, Porque tú eres, Señor, mi
spes mea: * Altíssimum po- esperanza; al Altísimo tienes
suísti refúgium tuum. por fortaleza tuya.
Non accédet ad te malum: * No te llegará la desgracia, ni
et flagéllum non appropinquá- se acercará plaga alguna a tu
bit tabernáculo tuo. tienda,
Quóniam Ángelis suis man- Pues ha dado misión a sus
dávit de te: * ut custódiant te ángeles para que te guarden en
in ómnibus viis tuis. todos tus caminos.
In mánibus portábunt te: * Y ellos te llevarán en sus
ne forte offéndas ad lápidem manos para que tu pie no tro-
pedem tuum. piece en piedra alguna.
Super áspidem, et basilís- Pisarás sobre áspides y ví-
cum ambulábis: * et conculcá- boras, y hollarás al león y al
bis leónem et dracónem. dragón.
Quóniam in me sperávit, li- Puesto que se ha acogido a
berábo eum: * prótegam eum, mí, yo le salvaré; le defenderé,
quóniam cognóvit nomen porque conoce mi nombre.
meum.
Clamábit ad me, et ego Clamará a mí, y Yo le escu-
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charé; junto a él estoy en la tri- exáudiam eum: cum ipso sum


bulación; le libraré y le glori- in tribulatióne: * erípiam eum
ficaré. et glorificábo eum.
Le daré hartura de largos Longitúdine diérum replébo
días, y le mostraré mi Sal- eum: * et osténdam illi salutá-
vador. re meum.
Gloria al Padre… Glória Patri…
salmo 133: ecce nunc benedícite Dóminum
Invitación a los siervos de Dios a que prosigan
sus alabanzas durante la noche.
Bendecid, sí, al Señor, vos- Ecce nunc benedícite Dó-
otros, todos los siervos del Se- minum, * omnes servi Dómi-
ñor. ni:
Los que permanecéis en la Qui statis in domo Dómini,
casa del Señor, en los atrios de * in átriis domus Dei nostri.
la casa de nuestro Dios,
Alzad vuestras manos, por In nóctibus extóllite manus
la noche, hacia el santuario y vestras in sancta, * et benedí-
bendecid al Señor. cite Dóminum.
Bendígaos desde Sión el Se- Benedícat te Dóminus ex
ñor, el que hizo los cielos y la Sion, * qui fecit cælum et te-
tierra. rram.
Gloria al Padre… Glória Patri…
Ant. Miserére mihi, Dómine, et exáudi oratiónem meam.
Ant. Ten piedad de mí, Señor, y escucha mi oración.
HIMNO
Antes que la luz desaparez- Te lucis ante términum,
ca, te pedimos, Creador de las Rerum Creátor, póscimus,
cosas, que con tu clemencia Ut pro tua cleméntia
veles por nuestra custodia. Sis præsul et custódia.

Aleja de nosotros los sueños Procul recédant sómnia,


y los fantasmas de la noche; y Et nóctium phantásmata;
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Hostémque nostrum cómpri- reprime a nuestro enemigo pa-


me, ra que permanezcan puros
Ne polluántur córpora. nuestros cuerpos.

Præsta, Pater piísime, Concédenos esto, piísimo


Patríque compar Únice, Padre; y tú, Unigénito, igual al
Cum Spíritu Paráclito, Padre, que con el Espíritu
Regnans per omne sæcu ´ lum. Consolador, reinas por todos
Amen. los siglos. Amén.
CAPíTULO (Jeremías 14, 9)
Tu autem in nobis es, Dómi- Tú estás, ¡oh Señor!, en me-
ne, et nomen sanctum tuum in- dio de nosotros, y tu santo
vocátum est super nos: ne de- nombre ha sido invocado so-
relínquas nos, Dómine, Deus bre nosotros; Señor, Dios
noster. nuestro, no nos desampares.
R. Deo grátias. R. Demos gracias a Dios.
In manus tuas, Dómine, * En tus manos, Señor, enco-
Comméndo spíritum meum. miendo mi espíritu.
R. in manus… R. En tus manos…
Redemísti nos, Dómine, Nos redimiste, Señor, Dios
Deus veritátis. de verdad.
R. comméndo… R. Encomiendo…
Glória Patri, et Fílio, et Spi- Gloria al Padre, y al Hijo, y
rítui Sancto. al Espíritu Santo.
R. in manus… R. En tus manos…
Custódi nos, Dómine, ut pu- Cúidanos, Señor, como a la
píllam óculi. pupila de tus ojos.
R. sub umbra alárum R. Bajo la sombra de tus
tuárum prótege nos. alas protégenos.

Antífona. Salva nos, Dómi- Antífona. Sálvanos, Señor,


ne, vigilántes, custódi nos dor- mientras vigilamos, y cúidanos
miéntes: ut vigilémus cum cuando dormimos, para que vi-
Christo, et requiescámus in pa- gilemos con Cristo, y descanse-
ce. (T.P.: Allelúia). mos en paz. (T.P.: Aleluya).
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CÁNTICO DE SIMEóN (San Lucas 2, 29-32)


Tras haber contemplado con sus ojos la Luz del mundo, el santo an-
ciano Simeón se siente feliz de dormirse en la paz del Señor.
Ahora deja ir a tu siervo, Nunc dimíttis servum tuum,
Señor, según tu palabra, en la Dómine, * secúndum verbum
paz. tuum in pace.
Porque han visto mis ojos a Quia vidérunt óculi mei *
tu Salvador, salutáre tuum,
Que has preparado en favor Quod parásti * ante fáciem
de todos los pueblos, ómnium populórum,
Luz para iluminación de las Lumen ad revelatiónem
gentes y gloria para tu pueblo, géntium * et glóriam plebis
Israel. tuæ Israël.
Gloria al Padre… Glória Patri…
Ant. Sálvanos, Señor… Ant. Salva nos…
ORACIóN
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
Oremos. Visita, Señor, esta Orémus. Vísita, quæsu- ´
morada; arroja de ella todas las mus, Dómine, habitatiónem
asechanzas del enemigo; habi- istam, et omnes insídias in-
ten en ella tus santos ángeles imíci ab ea longe repélle: Án-
para que nos guarden en paz, y geli tui sancti hábitent in ea,
tu bendición permanezca qui nos in pace custódiant; et
siempre sobre nosotros. Por benedíctio tua sit super nos
Nuestro Señor Jesucristo, tu semper. Per Dóminum nos-
Hijo, que contigo vive y reina trum Jesum Christum, Fílium
en unidad del Espíritu Santo, tuum, qui tecum vivit et regnat
Dios por todos los siglos de los in unitáte Spíritus Sancti,
siglos. Deus, per ómnia sæcula
´ sæcu-
lórum.
R. Amén. R. Amen.
El Señor esté con vosotros. Dóminus vobíscum.
R. Y con tu espíritu. R. et cum spíritu tuo.
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Benedicámus Dómino. Bendigamos al Señor.


R. Deo grátias. R. Demos gracias a Dios.
BENDICIóN
Benedícat et custódiat nos Bendíganos y guárdenos el
omnípotens et miséricors Dó- omnipotente y misericordioso
minus, Pater, † et Fílius, et Señor, Padre, † Hijo, y Espíri-
Spíritus Sanctus. tu Santo.
R. Amen. R. Amén.
ANTíFONAS FINALES A LA SANTíSIMA VIRGEN
Alma redemptóris
Desde Adviento hasta la Purificación
Alma Redemptóris Mater, ¡Santa Madre del Redentor,
quæ pérvia cæli que sigues siendo puerta
Porta manes, et stella maris, abierta del cielo y estrella del
succúrre cadénti, mar! socorre al pueblo que
Súrgere qui curat, pópulo: cae, pero que procura levantar-
tu quæ genuísti, se. Tú, que engendraste con
Natúra miránte, tuum sanc- pasmo de la naturaleza a
tum Genitórem, tu santo Creador. Virgen an-
Virgo prius ac postérius, tes y después de haber recibi-
Gabriélis ab ore do de boca de Gabriel aquel
Sumens illud Ave, peccató- Ave, ten piedad de los pecado-
rum miserére. res.
Durante el Adviento
Ángelus Dómini nuntiávit El ángel del Señor anunció
Maríæ. a María.
R. et concépit de spíritu R. Y concibió por obra del
sancto. Espíritu Santo.
Orémus. Grátiam tuam, Oremos. Te rogamos, Se-
´ mus, Dómine, méntibus
quæsu ñor, infundas tu gracia en
nostris infúnde: ut qui Ángelo nuestras almas, para que quie-
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nes hemos conocido la Encar- nuntiánte, Christi Fílii tui in-


nación de tu Hijo anunciada carnatiónem cognóvimus, per
por el Ángel, por los méritos passiónem ejus et crucem, ad
de su Pasión y su Cruz, llegue- resurrectiónis glóriam perdu-
mos a la gloria de la resurrec- cámur. Per eúmdem Christum
ción. Por el mismo Jesucristo, Dóminum nostrum.
Nuestro Señor.
R. Amén. R. Amen.
Desde el día de Navidad hasta la Purificación
Después del parto, oh Vir- Post partum, Virgo, inviolá-
gen, has permanecido intacta. ta permansísti.
R. Madre de Dios, interce- R. Dei Génitrix, intercéde
de por nosotros. pro nobis.
Oremos. ¡Oh Dios!, que Orémus. Deus, qui salútis
por la fecunda virginidad de la ætérnæ, beátæ Maríæ virgini-
bienaventurada siempre Vir- táte fecúnda, humáno géneri
gen María has concedido al præmia ´ præstitísti: tríbue,
´
género humano los bienes de quæsumus; ut ipsam pro nobis
la salvación eterna, haznos intercédere sentiámus, per
sentir la intercesión de aqué- quam merúimus auctórem
lla, por quien hemos merecido vitæ suscípere, Dóminum nos-
recibir al autor de la vida, Je- trum Jesum Christum Fílium
sucristo, tu Hijo y Señor nues- tuum.
tro.
R. Amén. R. Amen.
Ave regína cælórum
Desde la Purificación hasta Pascua
Salve, Reina de los cielos, Ave, Regína cælórum,
Salve, Señora de los Ángeles; Ave, Dómina Angelórum:
Salve, raíz, salve, puerta por Salve, radix, salve, porta,
la cual entró la Luz al mundo. Ex qua mundo lux est orta:
Gózate, Virgen gloriosa, her- Gaude, Virgo gloriósa,
mosa más que todas. Salve, Super omnes speciósa,
¡oh Virgen agraciadísima! y Vale, o valde decóra,
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Et pro nobis Christum exóra. por nosotros ruega a Cristo.


Dignáre me laudáre te, Vir- Permíteme que te alabe,
go sacráta. Virgen sagrada.
R. Da mihi virtútem con- R. Dame fuerzas contra tus
tra hostes tuos. enemigos.
Orémus. Concéde, miséri- Oremos. Concede, Dios mi-
cors Deus, fragilitáti nostræ sericordioso, una ayuda a
præsídium: ut, qui sanctæ Dei nuestra fragilidad, para que ce-
Genitrícis memóriam ágimus; lebrando la memoria de la
intercessiónis ejus auxílio, a Santa Madre de Dios, poda-
nostris iniquitátibus resurgá- mos, con el auxilio de su inter-
mus. Per Christum Dóminum cesión, levantarnos de nuestros
nostrum. pecados. Por el mismo Cristo
Señor nuestro.
R. Amen. R. Amén.
regína cæli
Durante el Tiempo Pascual
Regína cæli, lætáre, Reina del cielo, alégrate;
allelúia: aleluya:
Quia quem meruísti portáre, Porque El que mereciste lle-
allelúia: var en tu seno, aleluya:
Resurréxit, sicut dixit, Resucitó, como había dicho,
allelúia. aleluya.
Ora pro nobis Deum, Ruega por nosotros a Dios,
allelúia. aleluya.
Gaude et lætáre, Virgo Ma- Gózate y alégrate, Virgen
ría, allelúia. María, aleluya.
R. Quia surréxit Dóminus R. Porque verdaderamente
vere, allelúia. resucitó el Señor, aleluya.
Orémus. Deus, qui per re- Oremos. Oh Dios, que te
surrectiónem Fílii tui, Dómini dignaste alegrar al mundo por
nostri Jesu Christi, mundum la resurrección de tu Hijo,
lætificáre dignátus es: præsta, Nuestro Señor Jesucristo: con-
´ mus; ut per ejus Genitrí-
quæsu cédenos, te rogamos, que por la
cem Vírginem Maríam, perpé- Virgen María, su Madre, alcan-
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cemos los goces de la vida tuæ capiámus gáudia vitæ. Per


eterna. Por el mismo Jesucris- eúmdem Christum Dóminum
to, Nuestro Señor. nostrum.
R. Amén. R. Amen.
salve regína
Desde la Trinidad hasta Adviento
Dios te salve, Reina… Salve, Regína… (pág. 55).
Ruega por nosotros, santa Ora pro nobis, sancta Dei
Madre de Dios. Génitrix.
R. Para que seamos dignos R. ut digni efficiámur
de alcanzar las promesas de promissiónibus christi.
Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos. Omnipotente y Orémus. Omnípotens sem-
eterno Dios, que con la coope- pitérne Deus, qui gloriósæ Vír-
ración del Espíritu Santo has ginis Matris Maríæ corpus et
preparado el cuerpo y el alma ánimam, ut dignum Fílii tui ha-
de la gloriosa Virgen y Madre, bitáculum éffici mererétur,
María, para que fuese digna Spíritu Sancto cooperánte,
morada de tu Hijo, concédenos præparásti: da, ut cujus com-
a los que nos alegramos con su memoratióne lætámur; ejus
conmemoración, que por su pia intercessióne, ab instán-
piadosa intercesión nos vea- tibus malis et a morte perpé-
mos libres de los males presen- tua liberémur. Per eúmdem
tes y de la muerte eterna. Por Christum Dóminum nostrum.
el mismo Jesucristo, Nuestro
Señor.
R. Amén. R. Amen.
Se termina el oficio con el versículo que sigue:
El auxilio divino † perma- Divínum auxílium † máneat
nezca siempre con nosotros. semper nobíscum.
R. Amén. R. Amen.
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eXPosiciÓn Del
ssMo. sAcrAMento

Al sAntísiMo sAcrAMento
AVE VERUM
AVE VERUM Corpus natum SALVE VERDADERO Cuerpo,
De María Vírgine: nacido de María Virgen, ver-
Vere passum, immolátum daderamente atormentado e in-
In cruce pro hómine: molado en la Cruz, por el
Cujus latus perforátum hombre: cuyo costado traspa-
Fluxit aqua et sánguine. sado virtió agua y sangre. Haz
Esto nobis pregustátum que te gustemos en el trance de
Mortis in exámine. la muerte. ¡Oh Jesús dulce!
O Jesu dulcis! O Jesu pie! ¡Oh Jesús piadoso! ¡Oh Jesús,
O Jesu, fíli Maríæ! hijo de María!
ADóRO TE
ADóRO TE, devóte, TE ADORO devotamente,
latens Déitas, Deidad oculta,
Quæ sub his figúris Que bajo estas Especies te
vere látitas: ocultas verdaderamente.
Tibi se cor meum A Ti mi corazón se somete
totum súbjicit, totalmente,
Quia te contémplans Pues al contemplarte desfa-
totum déficit. llece por completo.

Visus, tactus, gustus La vista, el tacto, el gusto,


in te fállitur, son aquí falaces;
Sed audítu solo Sólo con el oído se llega a
tuto créditur; tener fe segura.
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Creo todo lo que ha dicho el Credo quidquid dixit


Hijo de Dios, Dei Fílius:
Nada hay más verdadero Nil hoc verbo
que esta palabra de la Verdad. veritátis vérius.

En la cruz se ocultaba sólo In cruce latébat


la Divinidad, sola Déitas,
Mas aquí se oculta hasta la At hic latet simul
humanidad. et humánitas:
Pero yo, creyendo y confes- Ambo tamen credens
ando entrambas cosas, atque cónfitens;
Pido lo que pidió el ladrón Peto quod petívit
arrepentido. ´ tens.
latro pœni

Tus llagas no las veo, como Plagas, sicut Thomas,


las vio Tomás; non intúeor,
Pero te confieso por Dios Deum tamen meum
mío. te confíteor:
Haz que crea yo en ti siem- Fac me tibi semper
pre más y más, magis crédere,
Que en ti tenga esperanza, y In te spem habére,
te ame. te dilígere.

¡Oh recordatorio de la O memoriále


muerte del Señor, mortis Dómini,
Pan vivo, que das vida al Panis vivus, vitam
hombre! præstans hómini:
Concede a mi alma el vivir Præsta meæ menti
de ti, de te vívere,
Y saborear siempre tu dul- Et te illi semper
zura. dulce sápere.

Piadoso pelícano, Jesús Se- Pie pellicáne,


ñor, Jesu Dómine,
Límpiame a mí, inmundo, Me immúndum munda
con tu sangre; tuo sánguine:
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Cujus una stilla Una de cuyas gotas puede


salvum fácere salvar
Totum mundum quit Al mundo entero de todo
ab omni scélere. pecado.

Jesu, quem velátum ¡Oh Jesús, a quien ahora veo


nunc aspício, velado!
Oro, fiat illud Te pido que se cumpla lo que
quod tam sítio, yo tanto anhelo:
Ut te reveláta Que viéndote finalmente ca-
cernens fácie, ra a cara,
Visu sim beátus Sea yo dichoso con la vista
tuæ glóriæ. Amen. de tu gloria. Amén.
O SACRUM CONVíVIUM
O SACRUM CONVíVIUM! in ¡OH SAGRADO CONVITE! en
quo Christus súmitur: recólitur que se recibe al mismo Cristo;
memória passiónis ejus: mens se renueva la memoria de su
implétur grátia: et futúræ gló- Pasión: el alma se llena de gra-
riæ nobis pignus datur, alle- cia; y nos es dada una prenda
lúia. de la gloria futura, aleluya.
O SALUTÁRIS HóSTIA
O SALUTÁRIS HóSTIA, ¡OH VíCTIMA DE SALVACIóN,
Quæ cæli pandis óstium, que abres la puerta del cielo!
Bella premunt hostília, Arrecian las guerras del ene-
Da robur, fer auxílium. migo; danos fortaleza, concé-
denos auxilio.
Uni trinóque Dómino Al Señor uno y trino sea
Sit sempitérna glória, eterna gloria; Él nos dé la vida
Qui vítam sine término sin fin en la Patria.
Nobis donet in pátria. Amen. Amén.
PANGE LINGUA
PANGE LINGUA gloriósi CANTA, LENGUA MíA, el mis-
Córporis mystérium, terio del Cuerpo glorioso y de
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la Sangre preciosa, que el Rey Sanguinísque pretiósi,


de las naciones, Hijo de Madre Quem in mundi prétium
fecunda, derramó por rescatar Fructus ventris generósi
al mundo. Rex effúdit géntium.
A nosotros se dio, nos nació Nobis datus, nobis natus
de una Virgen sin mancilla; pa- Ex intácta Vírgine,
só su vida en el mundo sem- Et in mundo conversátus,
brando su divina palabra, y Sparso verbi sémine,
terminó el lapso de su destie- Sui moras incolátus
rro con un prodigio final. Miro clausit órdine.
En la noche de la última ce- In suprémæ nocte cœnæ,
na, sentado a la mesa con los Recúmbens cum frátribus,
hermanos, cumplidas las re- Observáta lege plene,
glas del convite legal, diose a Cibis in legálibus,
sí mismo con sus propias ma- Cibum turbæ duodénæ
nos en alimento a los doce. Se dat suis mánibus.

El Verbo hecho carne, por Verbum caro, panem verum,


su palabra hace que su carne Verbo carnem éfficit,
sea el Pan verdadero, y que el Fitque sanguis Christi merum:
vino se convierta en la sangre Et si sensus déficit,
de Cristo; y si los sentidos no Ad firmándum cor sincérum
lo perciben, la fe basta al cora- Sola fides súfficit.
zón puro para creerlo.

A lA sAntísiMA virGen
INVIOLÁTA
INTACTA, íntegra, y casta INVIOLÁTA, íntegra, et casta
eres, ¡oh María! es, María:
Que has sido constituida Quæ es effécta fúlgida cæli
puerta refulgente del cielo. porta,
¡Oh Madre augusta y carísi- O Mater alma Christi carís-
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sima: ma de Cristo!
Súscipe pia laudum præcó- Recibe piadosa nuestras vo-
nia. ces de alabanza.
Te nunc flágitant devota A ti acuden ahora nuestros
corda et ora, devotos corazones y labios,
Nostra ut pura péctora sint Para que sean puros nues-
et córpora. tras almas y cuerpos.
Tua per precáta dulcísona: Por tus plegarias melodio-
Nobis concédas véniam per sas concédenos el perdón por
sæcu
´ la. todos los siglos.
O benígna! O Regína! O ¡Oh bondadosa! ¡Oh Rei-
María! Quæ sola invioláta na! ¡Oh María! La única que
permansísti. permaneciste sin mancilla.
SUB TUUM PRÆSíDIUM
SUB TUUM PRÆSíDIUM con- BAJO TU AMPARO nos acoge-
fúgimus, Sancta Dei Génitrix: mos, Santa Madre de Dios: no
nostras deprecatiónes ne des- deseches nuestras súplicas, ni
pícias in necessitátibus: sed a te olvides de nuestras necesi-
perículis cunctis líbera nos dades; antes líbranos siempre
semper, Virgo gloriósa et be- de todos los peligros, oh Vir-
nedícta. gen gloriosa y bendita.
AVE MARIS STELLA
AVE MARIS STELLA, SALVE, ESTRELLA DEL MAR,
Dei Mater alma Madre de Dios santa,
Atque semper Virgo, Y siempre Virgen,
Felix cæli porta. Feliz puerta del cielo.
Sumens illud Ave Tú, que recibiste el Ave
Gabriélis ore, del ángel Gabriel,
Funda nos in pace, Afiánzanos en la paz,
Mutans Hevæ nomen. y trueca el nombre de Eva.
Solve vincla reis, Desata los lazos de los reos,
Profer lumen cæcis, Alumbra a los ciegos,
Mala nostra pelle, Ahuyenta nuestros males
Bona cuncta posce. Y alcánzanos todos los bienes.
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92

Muéstrate Madre nuestra, Monstra te esse matrem,


Y por ti acoja nuestras preces Sumat per te preces,
El que naciendo por nosotros Qui pro nobis natus
Se hizo Hijo tuyo. Tulit esse tuus.
¡Oh Virgen incomparable, Virgo singuláris,
Dulce como ninguna! Inter omnes mitis,
Librándonos de la culpa, Nos, culpis solútos,
Haznos mansos y castos. Mites fac et castos.
Haz pura nuestra vida; Vitam præsta puram,
Seguros los caminos; Iter para tutum,
Para que viendo a Jesús, Ut, vidéntes Jesum,
Siempre nos alegremos. Semper collætémur.
Loor a Dios Padre; Sit laus Deo Patri,
Gloria a Cristo soberano Summo Christo decus,
Y al Espíritu Santo; Spirítui Sancto,
A ellos un solo honor. Amén. Tribus honor unus. Amen.
Ruega por nosotros, Santa Ora pro nobis, Sancta Dei
Madre de Dios. Génitrix.
R. Para que seamos dignos R. ut digni efficiámur pro-
de alcanzar las promesas de missiónibus christi.
Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIóN
Concédenos, Dios y Señor Concéde nos fámulos tuos,
nuestro, a nosotros tus sier- quæsu ´ mus, Dómine Deus, per-
vos, gozar de perpetua salud pétua mentis et córporis sani-
de alma y cuerpo; y por la glo- táte gaudére: et, gloriósa beátæ
riosa intercesión de la biena- Maríæ semper Vírginis inter-
venturada siempre Virgen cessióne, a præsénti liberári
María, vernos libres de las tristítia, et ætérna pérfrui lætí-
tristezas presentes, y disfrutar tia. Per Christum Dóminum
de las alegrías eternas. Por Je- nostrum. Amen.
sucristo, Nuestro Señor.
Amén.
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93

orAciÓn A sAn JosÉ


A vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado Jo-
sé; y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísi-
ma Esposa, solicitamos también confiadamente vuestro
Patrocinio. Por el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada,
Madre de Dios, por el amor paternal que profesasteis al Niño
Jesús, os suplicamos que volváis benigno los ojos a la herencia
que Jesucristo conquistó con su Sangre, y que nos socorráis con
vuestro poder en nuestras necesidades.
Proteged, prudentísimo Custodio de la Divina Familia, el li-
naje escogido de Jesucristo; preservadnos, Padre amantísimo,
de todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asis-
tidnos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el
combate que al presente libramos contra el poder de las tinie-
blas. Y del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del pe-
ligro de la muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa
Iglesia de Dios, contra las asechanzas de sus enemigos y contra
toda adversidad. Amparad a cada uno de nosotros con vuestro
perpetuo patrocinio, a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos,
y sostenidos por vuestros auxilios, podamos vivir santamente,
morir piadosamente y obtener la felicidad eterna del Cielo.
Amén.

orAciÓn Por lAs vocAciones


Señor, danos sacerdotes.
Señor, danos santos sacerdotes.
Señor, danos muchos santos sacerdotes.
Señor, danos muchas santas vocaciones religiosas.
San Pío X, ruega por nosotros.

orAciÓn Por el PAPA


Orémus pro Pontífice nostro Oremos por nuestro Pontífi-
N. ce N.
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94

R. El Señor lo conserve, y R. Dóminus consérvet


le dé vida, y le haga bienaven- eum, et vivíficet eum, et beá-
turado en la tierra, y no lo en- tum fáciat eum in terra, et
tregue en manos de sus enemi- non tradat eum in ánimam
gos. inimicórum ejus.
Tú eres Pedro. Tu es Petrus.
R. Y sobre esta piedra edi- R. et super hanc petram
ficaré mi Iglesia. ædificábo ecclésiam meam.
Oremos. Oh Dios, pastor y Orémus. Deus, ómnium fi-
rector de todos los fieles, mira délium pastor et rector, fámu-
propicio a tu siervo N., a quien lum tuum N., quem pastórem
has querido elegir para Pastor Ecclésiæ tuæ præésse voluísti,
de tu Iglesia: haz, te suplica- propítius réspice: da ei, quæ-
´
mos, que aproveche, con la pa- sumus, verbo et exémplo, qui-
labra y el ejemplo, a aquellos bus præest, profícere; ut ad
a quienes preside: para que lle- vitam, una cum grege sibi cré-
gue, junto con la grey a él con- dito, pervéniat sempitérnam.
fiada, a la vida sempiterna. Per Christum Dóminum nos-
Por Jesucristo, Nuestro Señor. trum. Amen.
Amén.

tAntuM erGo
Adoremos de rodillas tan TANTUM ERGO Sacraméntum
augusto sacramento; y las ce- Venerémur cérnui;
remonias del Antiguo Testa- Et antíquum documéntum
mento cedan el lugar al nuevo Novo cedat rítui:
rito; supla la fe la incapacidad Præstet fides suppleméntum
de nuestros sentidos. Sénsuum deféctui.
Alabanza, cantos de júbilo, Genitóri, Genitóque
gloria, honor, poder y acción Laus et jubilátio;
de gracias demos al Padre y al Salus, honor, virtus quoque
Hijo; e igual homenaje tribute- Sit et benedíctio;
mos al que de ambos procede, Procedénti ab utróque
el Espíritu Santo. Amén. Compar sit laudátio. Amen.
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95

Panem de cœlo præstitísti Les has dado, Señor, el pan


eis. (T.P.: Allelúia). del cielo. (T.P.: Aleluya).
R. omne delectaméntum R. Que contiene en sí todas
in se habéntem. (Allelúia). las delicias. (Aleluya).
Orémus. Deus, qui nobis Oremos. Oh Dios, que bajo
sub Sacraménto mirábili pas- un sacramento admirable, nos
siónis tuæ memóriam reli- has dejado el memorial de tu
quísti: tríbue, quæsu
´ mus, ita Pasión; concédenos, Señor, ce-
nos Córporis et Sánguinis tui lebrar de tal modo los sagrados
sacra mystéria venerári; ut re- misterios de tu cuerpo y san-
demptiónis tuæ fructum in no- gre, que sintamos sin cesar en
bis júgiter sentiámus: Qui nosotros el fruto de tu reden-
´ la sæcu-
vivis et regnas in sæcu ción. Tú que vives y reinas por
lórum. los siglos de los siglos.
R. Amen. R. Amén.

DesPuÉs De lA BenDiciÓn
con el sAntísiMo sAcrAMento
ALABANzAS EN REPARACIóN DE LAS BLASFEMIAS
Bendito sea Dios.
Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Consolador.
Bendita sea la augusta Madre de Dios, la Santísima Virgen
María.
Bendita sea su santa e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María, Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo Esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.
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96

Motetes PArA Diversos tieMPos


tiempo de Adviento

RORÁTE CÆLI
¡ENVIAD, CIELOS, vuestro ro- RORÁTE CÆLI desúper, et
cío de lo alto; y que las nubes nubes pluant justum!
lluevan al Justo! R. Enviad… R. roráte…
No te irrites, Señor, no te Ne irascáris, Dómine, ne ul-
acuerdes más de nuestras ini- tra memíneris iniquitátis: ecce
quidades. Mira que la ciudad cívitas Sancti facta est desérta:
santa está desierta; Sión ha que- Sion desérta facta est: Jerúsa-
dado desierta, Jerusalén está lem desoláta est: domus sanc-
desolada, la casa de tu santifi- tificatiónis tuæ et glóriæ tuæ,
cación y de tu gloria, en donde ubi laudavérunt te patres nos-
te alabaron nuestros padres. R. tri.
Enviad… R. roráte…
Hemos pecado, y nos hemos Peccávimus, et facti sumus
hecho semejantes al hombre in- tamquam immúndus nos, et
mundo, y todos hemos caído cecídimus quasi fólium uni-
como la hoja. Nuestras malda- versi: et iniquitátes nostræ
des nos han arrebatado como el quasi ventus abstulérunt nos:
viento. Escondiste tu faz de abscondísti fáciem tuam a no-
nosotros y nos has estrellado en bis, et allisísti nos in manu ini-
castigo de nuestra iniquidad. quitátis nostræ.
R. Enviad… R. roráte…
Mira, Señor, la aflicción de Vide, Dómine, afflictiónem
tu pueblo, y envía al que has de pópuli tui, et mitte quem mis-
enviar. Envía al Cordero Do- surus es: emítte Agnum domi-
minador de la tierra, de la pie- natórem terræ, de petra desérti
dra del desierto al monte de la ad montem fíliæ Sion: ut áufe-
hija de Sión; para que Él mis- rat ipse jugum captivitátis nos-
mo nos quite el yugo de nues- træ.
tro cautiverio. R. Enviad… R. roráte…
Consolaos, consolaos, pue- Consolámini, consolámini,
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97

pópule meus, cito véniet salus blo mío, que pronto vendrá tu
tua: quare mæróre consúmeris, salvación. ¿Por qué te consu-
quia innovávit te dolor? Sal- mes de tristeza y el dolor te ha
vábo te, noli timére: ego enim demudado? Te salvaré, no te-
sum Dóminus Deus tuus, sanc- mas; pues Yo soy el Señor y
tus Israël, Redémptor tuus. Dios, el Santo de Israel y tu Re-
R. roráte… dentor. R. Enviad…
tiempo de navidad
ADÉSTE, FIDÉLES (ver pág. 289)
tiempo de cuaresma
MISERÉRE MEI DEUS
MISERÉRE MEI DEUS, secún- TEN PIEDAD DE Mí, OH DIOS,
dum magnam misericórdiam conforme a tu gran misericor-
tuam. dia.
Et secúndum multitúdinem Según la multitud de tus mi-
miseratiónum tuárum, dele ini- sericordias, borra mi iniqui-
quitátem meam. dad.
Ámplius lava me ab iniqui- Lávame más y más de mi
táte mea: et a peccáto meo culpa, y de mi pecado purifíca-
munda me. me.
Quóniam iniquitátem meam Porque reconozco mis crí-
ego cognósco: et peccátum menes, y mi pecado está siem-
meum contra me est semper. pre ante mí.
Tibi soli peccávi, et malum Contra ti solo he pecado, hi-
coram te feci: ut justificéris in ce lo malo a tus ojos; para que
sermónibus tuis, et vincas cum aparezcas justo en tus senten-
judicáris. cias y vencedor en tus juicios.
Ecce enim in iniquitátibus Mira que fui engendrado en
concéptus sum: et in peccátis la iniquidad, y en pecado me
concépit me mater mea. concibió mi madre.
Ecce enim veritátem dile- Porque amas la verdad me
xísti: incérta et occúlta sapién- has manifestado los juicios
tiæ tuæ manifestásti mihi. ocultos de tu sabiduría.
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98

Purifícame con el hisopo y Aspérges me hyssópo, et


seré limpio; lávame, y queda- mundábor: lavábis me, et su-
ré más blanco que la nieve. per nivem dealbábor.
Me harás oír una palabra de Audítui meo dabis gáudium
gozo y de alegría, y se alboro- et lætítiam: et exsultábunt os-
zará mi humillado ser. sa humiliáta.
Aparta tu semblante de mis Avérte fáciem tuam a pec-
pecados, y borra todas mis ini- cátis meis: et omnes iniquitá-
quidades. tes meas dele.
Crea en mí, oh Dios, un co- Cor mundum crea in me
razón limpio, y renueva en mi Deus: et spíritum rectum ínno-
interior un espíritu firme. va in viscéribus meis.
No me arrojes de tu presen- Ne projícias me a fácie tua:
cia, no retires de mí tu santo et spíritum sanctum tuum ne
espíritu. áuferas a me.
Tórname la alegría de tu Redde mihi lætítiam salutá-
salvación, y sosténme con ge- ris tui: et spíritu principáli con-
neroso espíritu. fírma me.
Enseñaré tu camino a los Docébo iníquos vias tuas: et
transgresores, y volverán a ti ímpii ad te converténtur.
los pecadores.
Líbrame, oh Dios, Dios de Líbera me de sanguínibus,
mi salvación, de la sangre de- Deus, Deus salútis meæ: et ex-
rramada, y mi lengua aclama- sultábit lingua mea justítiam
rá tu justicia. tuam.
Abre, Señor, mis labios y Dómine, labia mea apéries:
mi boca anunciará tu alaban- et os meum annuntiábit lau-
za. dem tuam.
Porque no te complaces en Quóniam si voluísses sacri-
sacrificios; si ofrezco un holo- fícium, dedíssem útique: holo-
causto, no lo aceptarás. cáustis non delectáberis.
El sacrificio para Dios, es el Sacrifícium Deo spíritus
espíritu contrito; un corazón contribulátus: cor contrítum et
contrito y humillado, oh Dios, humiliátum, Deus, non despí-
no lo desprecias. cies.
Favorece, Señor, en tu bon- Benígne fac, Dómine, in bo-
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na voluntáte tua Sion: ut ædi- dad a Sión, vuelve a edificar


ficéntur muri Jerúsalem. los muros de Jerusalén.
Tunc acceptábis sacrifícium Entonces aceptarás justos
justítiæ, oblatiónes et holo- sacrificios, ofrendas y holo-
cáusta: tunc impónent super caustos; entonces se ofrecerán
altáre tuum vítulos. novillos sobre tu altar.
Miserére mei, Deus: mise- Ten piedad de mí, oh Dios,
rére mei. ten piedad de mí.
PARCE, DóMINE
PARCE, DóMINE, parce pó- PERDONA, SEñOR, perdona a
pulo tuo: ne in ætérnum iras- tu pueblo: no estés airado con-
cáris nobis. tra nosotros eternamente.
tiempo de Pasión
VEXíLLA REGIS
VEXíLLA REGIS pródeunt: LOS ESTANDARTES DEL REY
Fulget crucis mystérium, avanzan: refulge el misterio de
Qua vita mortem pértulit, la Cruz, en que la Vida pade-
Et morte vitam prótulit. ció muerte, y su muerte nos
dio la vida.
Quæ, vulneráta lánceæ Del costado herido por el
Mucróne diro, críminum hierro cruel de la lanza, para
Ut nos laváret sórdibus, lavar nuestras manchas, manó
Manávit unda et sánguine. agua y sangre.
Impléta sunt quæ cóncinit Cumplióse entonces lo que
David fidéli cármine, cantó David en fiel poema, di-
Dicéndo natiónibus: ciendo a las naciones: “Reinó
Regnávit a ligno Deus. Dios desde el madero”.
Arbor decóra et fúlgida, ¡Árbol hermoso y refulgen-
Ornáta Regis púrpura, te, engalanado con la púrpura
Elécta digno stípite del Rey! Tú fuiste elegido en
Tam sancta membra tángere. tu noble tronco para tocar
miembros tan santos.
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Dichosa cruz, de cuyos bra- Beáta, cujus bráchiis


zos estuvo colgado el precio Prétium pepéndit sæcu
´ li,
del mundo, balanza en que se Statéra facta córporis,
pesó el cuerpo que arrebató al Tulítque prædam tártari.
infierno su presa.
¡Salve, oh Cruz, única espe- O Crux, ave, spes única,
ranza! En este tiempo de Pa- Hoc Passiónis témpore
sión aumenta en los justos la Piis adáuge grátiam.
gracia, borra los crímenes de Reísque dele crímina.
los culpables.
¡Oh Trinidad, fuente de sal- Te, fons salútis, Trínitas,
vación! Alábete todo espíritu; Colláudet omnis spíritus:
a los que das la victoria por la Quibus Crucis victóriam
Cruz, añade también su pre- Largíris, adde præmium.
´
mio. Amén. Amen.
tiempo pascual

O FíLII ET FíLIÆ
Aleluya, aleluya, aleluya. Allelúia, allelúia, allelúia.
OH HIJOS E HIJAS: el Rey ce- O FíLII ET FíLIÆ:
lestial, el Rey de la gloria, de Rex cæléstis, Rex glóriæ,
la muerte resucitó hoy, alelu- Morte surréxit hódie,
ya. allelúia.
En la mañana del domingo, Et mane prima sábbati,
a la puerta del sepulcro se ad óstium monuménti
acercaron los discípulos, alelu- accessérunt discípuli,
ya. allelúia.
Un ángel sentado y vestido In albis sedens Ángelus
de blanco predijo a las santas prædíxit muliéribus:
mujeres, que en Galilea estaba In Galilæa´ est Dóminus,
el Señor, aleluya. allelúia.
En esta fiesta santísima ha- In hoc festo sanctíssimo
ya alabanza y júbilo: Bendiga- sit laus et jubilátio,
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benedicámus Dómino, mos al Señor, aleluya.


allelúia.
De quibus nos humíllimas, Por todo esto demos a Dios
devótas atque débitas: las más rendidas, devotas y de-
Deo dicámus grátias, bidas gracias, aleluya.
allelúia.
Para dar gracias
TE DEUM
TE DEUM laudámus: te Dó- A Ti como a Dios alaba-
minum confitémur: mos; a ti como a Señor confe-
samos.
Te ætérnum Patrem omnis A Ti por eterno Padre vene-
terra venerátur. ra toda la tierra.
Tibi omnes Ángeli; tibi cæli A Ti los Ángeles todos, a ti
et univérsæ Potestátes; los cielos y todas las Potesta-
des,
Tibi Chérubim et Séraphim A Ti los Querubines y los
incessábili voce proclámant: Serafines con voz incesante
proclaman:
Sanctus, Sanctus, Sanctus, Santo, Santo, Santo, Señor
Dóminus Deus Sábaoth. Dios de los ejércitos.
Pleni sunt cæli et terra ma- Llenos están los cielos y la
jestátis glóriæ tuæ. tierra de la majestad de tu glo-
ria.
Te gloriósus Apostolórum A Ti te aclama el glorioso
chorus, coro de los Apóstoles,
Te Prophetárum laudábilis El venerable número de
númerus, Profetas
Te Mártyrum candidátus Y el radiante ejército de los
laudat exércitus. Mártires.
Te per orbem terrárum sanc- A Ti te confiesa la Santa
ta confitétur Ecclésia, Iglesia por toda la tierra,
Patrem imménsæ majestá- Como Padre de majestad in-
tis: mensa.
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También venera a tu verda- Venerándum tuum verum et


dero y único Hijo: únicum Fílium:
Y también al Espíritu Santo Sanctum quoque Paráclitum
Paráclito. Spíritum.
¡Oh Cristo! Tú eres el Rey Tu Rex glóriæ, Christe.
de la gloria.
Tú eres del Padre el Hijo Tu Patris sempitérnus es Fí-
sempiterno. lius.
Tú, para liberar al hombre Tu ad liberándum susceptú-
no desdeñaste en bajar al seno rus hóminem, non horruísti
de la Virgen. Vírginis úterum.
Tú, venciendo al aguijón de Tu devícto mortis acúleo,
la muerte, abriste a los creyen- aperuísti credéntibus regna
tes el reino de los cielos. cælórum.
Tú estás sentado a la diestra Tu ad déxteram Dei sedes,
de Dios en la gloria del Padre. in glória Patris.
Creemos que volverás co- Judex créderis esse ventú-
mo juez del mundo. rus.
A Ti, pues, te rogamos que ´ mus, tuis fá-
Te ergo quæsu
te acuerdes de tus siervos, a mulis súbveni: quos pretióso
quienes redimiste con tu pre- sánguine redemísti.
ciosa Sangre.
Y haz que con tus Santos Ætérna fac cum sanctis tuis,
seamos contados en la gloria. in glória numerári.
Salva, Señor, a tu pueblo y Salvum fac pópulum tuum,
bendice a tu heredad. Dómine, et bénedic hereditáti
tuæ.
Y rígelos, y condúcelos has- Et rege eos, et extólle illos
ta la eternidad. usque in ætérnum.
Todos y cada uno de nues- Per síngulos dies benedíci-
tros días te bendecimos. mus te;
Y alabamos tu nombre por Et laudámus nomen tuum in
todos los siglos de los siglos. sæcu
´ lum, et ín sæcu
´ lum sæcu´ -
li.
Dígnate, Señor, en este día Dignáre, Dómine, die isto
guardarnos sin pecado. sine peccáto nos custodíre.
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Miserére nostri, Dómine: Ten piedad de nosotros, Se-


miserére nostri. ñor, ten piedad de nosotros.
Fiat misericórdia tua, Dó- Descienda sobre nosotros,
mine, super nos, quemádmo- Señor, tu misericordia, como
dum sperávimus in te. lo hemos esperado de Ti.
In te, Dómine, sperávi: non En Ti, Señor, esperé; no se-
confúndar in ætérnum. ré confundido eternamente.

Benedicámus Patrem et Fí- Bendigamos al Padre, y al


lium cum Sancto Spíritu. Hijo con el Espíritu Santo.
R. laudémus et supere- R. Alabémosle y ensalcé-
´ la.
xaltémus eum in sæcu mosle por todos los siglos.
Benedíctus es, Dómine, in Bendito eres, Señor, en lo
firmaménto cæli. más alto del cielo.
R. et laudábilis, et glorió- R. Y digno de alabanza, y
sus, et superexaltátus in glorioso y ensalzado por todos
´ la.
sæcu los siglos.
Dómine, exáudi oratiónem Señor, escucha mi oración.
meam.
R. et clamor meus ad te R. Y llegue a Ti mi clamor.
véniat.
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Orémus. Deus, cujus mise- Oremos. Oh Dios, cuya mi-
ricórdia non est númerus, et sericordia no tiene límites y cu-
bonitátis infinítus est thesáu- yos tesoros de bondad son
rus: piíssimæ majestáti tuæ pro infinitos; damos gracias a tu
collátis donis grátias ágimus, piadosísima majestad por los
tuam semper cleméntiam exo- dones recibidos, rogando siem-
rántes; ut, qui peténtibus pos- pre a tu clemencia que, pues
tuláta concédis, eósdem non concedes lo que piden a los que
déserens, ad præmia´ futúra te lo suplican, no nos desampa-
dispónas. Per Christum Dómi- res, sino que nos hagas dignos
num nostrum. Amen. de los premios futuros. Por Je-
sucristo Nuestro Señor. Amén.
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AlGunos evAnGelios
AnunciAciÓn (25 de marzo)
(San Lucas I, 26 - 38)

En aquel tiempo: Envió Dios al ángel Gabriel a Nazaret, ciu-


dad de Galilea, a una virgen desposada con un varón llamado Jo-
sé, de la casa de David, y el nombre de la virgen era María. Y
habiendo entrado el ángel donde ella estaba, le dijo: Dios te sal-
ve, llena de gracia; el Señor es contigo; bendita tú eres entre to-
das las mujeres. Turbóse ella al oír esto y discurría qué podría
significar este saludo. Dícele, pues, el ángel: No temas, María,
porque has hallado gracia ante Dios. Sábete que vas a concebir
en tu seno y dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús.
Éste será grande y le llamarán el Hijo del Altísimo. El Señor
Dios le dará el trono de David, su padre; y reinará en la casa de
Jacob eternamente, y su reino no tendrá fin. Dijo entonces Ma-
ría al ángel: ¿Cómo ha de ser esto, pues yo no conozco varón?
Y el ángel le respondió: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y
la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por lo cual el
Santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu
parienta Isabel, que en su vejez ha concebido también un hijo; y
la que se llamaba estéril, se halla en el sexto mes; porque nada
hay imposible para Dios. Dijo entonces María: He aquí la escla-
va del Señor; hágase en mí según tu palabra.

fiestA De toDos los sAntos


(1º de noviembre) - Bienaventuranzas
(San Mateo V, 1 - 12)
En aquel tiempo: Viendo Jesús a las turbas, subióse a un mon-
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te, y como se hubo sentado, se le acercaron sus discípulos.


Abriendo entonces su boca, les enseñaba diciendo: Bienaventu-
rados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los
cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la
tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán con-
solados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justi-
cia, porque ellos serán hartos. Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Biena-
venturados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
Bienaventurados los que hacen obra de paz, porque ellos serán
llamados hijos de Dios. Bienaventurados los que padecen per-
secución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
Bienaventurados seréis cuando os ultrajen y os persigan y digan,
mintiendo, todo mal contra vosotros por mi causa. Gozaos en-
tonces y alborozaos, porque es grande vuestra recompensa en los
cielos.
MisAs Del DíA De nAviDAD
Misa del Gallo
(San Lucas II, 1 - 14)
En aquel tiempo: Se promulgó un edicto de César Augusto
que mandaba empadronarse a todo el mundo. Este primer em-
padronamiento fue hecho gobernando la Siria Quirino. Y todos
iban a empadronarse, cada cual a la ciudad de su estirpe. José,
pues, como era de la casa y familia de David, subió desde Naza-
ret, ciudad de Galilea, a la ciudad de David, llamada Belén, en
Judea, para inscribirse con su esposa, María, la cual estaba en-
cinta. Y estando allí, aconteció que se cumplieron los días del
parto. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en paña-
les, y lo recostó en un pesebre, porque no quedaba lugar para
ellos en el albergue. Había unos pastores en aquellas cercanías,
que vivían en el campo y que, de noche, vigilaban guardando su
ganado. El ángel del Señor se les apareció y la gloria de Dios
los envolvió en su claridad, y tuvieron gran temor. Pero díjoles
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el ángel: No temáis, porque os anuncio un grande gozo, que lo


será también para todo el pueblo: y es que hoy os ha nacido el
Salvador, que es el Cristo Señor, en la ciudad de David. Ésta se-
rá para vosotros la señal: Hallaréis un niño envuelto en pañales
y puesto en un pesebre. Y de pronto apareció con el ángel un
ejército numeroso de la milicia celestial alabando a Dios y di-
ciendo: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz a los hom-
bres de buena voluntad!

Misa de la Aurora
(San Lucas II, 15 - 20)
En aquel tiempo decíanse los pastores entre sí: Vamos a Belén
y veamos lo sucedido y lo que el Señor nos acaba de hacer saber.
Y fueron presurosos y encontraron a María, a José y al Niño, re-
costado en un pesebre. Al verlo, conocieron la revelación que les
había sido hecha referente a aquel Niño. Y todos los que lo oye-
ron se admiraron de lo que contaban los pastores. Pero María con-
servaba todas estas palabras y las meditaba en su corazón. Y
regresaron los pastores glorificando y alabando a Dios por todo lo
que habían oído y visto, según se les había anunciado.
Misa del día

(Se lee el inicio del Evangelio según San Juan, pág. 54,
que habitualmente se recita en todas las Misas)

fiestA De lA sAGrADA fAMiliA


(San Lucas II, 42 - 52)
Cuando tuvo Jesús doce años, subieron sus padres a Jerusa-
lén, según la costumbre del día de la fiesta; y acabados aquellos
días, cuando volvían, quedóse el Niño Jesús en Jerusalén sin
que sus padres lo advirtiesen. Y, creyendo que estaba con los
de la caravana, hicieron una jornada de camino, y le buscaban
entre los parientes y conocidos. Mas, al no hallarlo, regresaron
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a Jerusalén en su busca. Al cabo de tres días le hallaron en el


templo, sentado en medio de los doctores, oyéndolos y pregun-
tándoles. Todos cuantos le oían se pasmaban de su sabiduría y
de sus respuestas. Y al verle, se admiraron. Y su madre le dijo:
Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira cómo tu
padre y yo te buscábamos angustiados. Y les respondió: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las cosas
que son de mi Padre? Mas ellos no entendieron lo que les habló.
Y bajó con ellos y vino a Nazaret; y les estaba sujeto. Y su ma-
dre conservaba fielmente todos estos recuerdos en su corazón.
Y Jesús crecía en sabiduría, en edad y en gracia delante de Dios
y de los hombres.

PAsiÓn Y resurrecciÓn seGÚn sAn MAteo


(capítulos 26, 27 y 28)
CAPíTULO 26. María de Betania unge a Jesús. Cuando Je-
sús hubo acabado todos estos discursos, dijo a sus discípulos:
“La Pascua, como sabéis, será dentro de dos días, y el Hijo del
hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”. Entonces
los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunie-
ron en el palacio del pontífice que se llamaba Caifás; y delibera-
ron prender a Jesús con engaño, y darle muerte. Pero, decían:
“No durante la fiesta, para que no haya tumulto en el pueblo”.
Ahora bien, hallándose Jesús en Betania, en casa de Simón el le-
proso, una mujer se acercó a Él, trayendo un vaso de alabastro,
con ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de
Jesús, que estaba a la mesa. Los discípulos, viendo esto, se eno-
jaron y dijeron: “¿Para qué este desperdicio? Se podía vender
por mucho dinero, y darlo a los pobres”. Mas Jesús, notándolo,
les dijo: “¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una bue-
na obra conmigo. Porque a los pobres los tenéis siempre con vo-
sotros, pero a Mí no me tenéis siempre. Al derramar este
ungüento sobre mi cuerpo, lo hizo para mi sepultura. En verdad,
os digo, en el mundo entero, dondequiera que fuere predicado
este Evangelio, se contará también, en su memoria, lo que aca-
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ba de hacer”.
Judas vende al Maestro. Entonces uno de los Doce, el lla-
mado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes, y dijo: “¿Qué
me dais, y yo os lo entregaré?” Ellos le asignaron treinta mone-
das de plata. Y desde ese momento buscaba una ocasión para
entregarlo.
la última cena. El primer día de los Ázimos, los discípulos
se acercaron a Jesús, y le preguntaron: “¿Dónde quieres que te
preparemos la cena de Pascua?” Les respondió: “Id a la ciudad,
a cierto hombre, y decidle: «El Maestro te dice: Mi tiempo está
cerca, en tu casa quiero celebrar la Pascua con mis discípulos»”.
Los discípulos hicieron lo que Jesús les había mandado, y pre-
pararon la Pascua. Y llegada la tarde, se puso a la mesa con los
Doce. Mientras comían les dijo: “En verdad, os digo, uno de vo-
sotros me entregará”. Y entristecidos en gran manera, comenza-
ron cada uno a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?” Mas Él respondió
y dijo: “El que conmigo pone la mano en el plato, ése me entre-
gará. El Hijo del hombre se va, como está escrito de Él, pero ¡ay
de aquel hombre, por quien el Hijo del hombre es entregado!
Más le valdría a ese hombre no haber nacido”. Entonces Judas,
el que le entregaba, tomó la palabra y dijo: “¿Seré yo, Rabí?” Le
respondió: “Tú lo has dicho”.
Mientras comían, pues, ellos, tomando Jesús pan, y habién-
dolo bendecido, lo partió y lo dio a los discípulos diciendo: “To-
mad y comed, esto es mi cuerpo”. Y tomando el cáliz, y
habiendo dado gracias, se lo dio, diciendo: “Bebed de él todos,
porque ésta es mi sangre de la Alianza, la cual por muchos será
derramada para la remisión de los pecados. Os digo: desde aho-
ra no beberé de este fruto de la vid hasta el día aquel en que lo
beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi Padre”.
Jesús predice a Pedro su negación. Y entonado el himno,
salieron hacia el Monte de los Olivos. Entonces les dijo Jesús:
“Todos vosotros os vais a escandalizar de Mí esta noche, por-
que está escrito: «Heriré al pastor, y se dispersarán las ovejas
del rebaño». Mas después que Yo haya resucitado, os precede-
ré en Galilea”. Respondióle Pedro y dijo: “Aunque todos se es-
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candalizaren de Ti, yo no me escandalizaré jamás”. Jesús le res-


pondió: “En verdad, te digo que esta noche, antes que el gallo
cante, tres veces me negarás”. Replicóle Pedro: “¡Aunque deba
contigo morir, de ninguna manera te negaré!” Y lo mismo dije-
ron también todos los discípulos.
Agonía de Jesús. Entonces Jesús llegó con ellos al huerto lla-
mado Getsemaní, y dijo a los discípulos: “Sentaos aquí, mien-
tras voy allí y hago oración”. Y tomando consigo a Pedro y a los
dos hijos de zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse.
Después les dijo: “Mi alma está triste, mortalmente; quedaos aquí
y velad conmigo”. Y adelantándose un poco, se postró con el
rostro en tierra, orando y diciendo: “Padre mío, si es posible, pa-
se este cáliz lejos de Mí; mas no como Yo quiero, sino como Tú”.
Y yendo hacia los discípulos, los encontró durmiendo. Enton-
ces dijo a Pedro: “¿No habéis podido, pues, velar una hora con-
migo? Velad y orad, para que no entréis en tentación. El espíritu
está pronto, mas la carne es débil”. Se fue de nuevo, y por se-
gunda vez oró así: “Padre mío, si no puede esto pasar sin que Yo
lo beba, hágase tu voluntad”. Y vino otra vez y los encontró dur-
miendo; sus ojos estaban, en efecto, cargados. Los dejó, y yén-
dose de nuevo, oró una tercera vez, diciendo las mismas palabras.
Entonces vino hacia los discípulos y les dijo: “¿Dormís ahora y
descansáis? He aquí que llegó la hora y el Hijo del hombre es
entregado en manos de pecadores. ¡Levantaos! ¡Vamos! Mirad
que ha llegado el que me entrega”.
la Divina víctima es apresada y llevada ante el sanhedrín.
Aún estaba hablando y he aquí que Judas, uno de los Doce, lle-
gó acompañado de un tropel numeroso con espadas y palos, en-
viado por los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El
traidor les había dado esta señal: “Aquel a quien yo daré un be-
so, ése es; sujetadle”. En seguida se aproximó a Jesús y le dijo:
“¡Salud, Rabí!”, y lo besó. Jesús le dijo: “Amigo, ¿a qué has ve-
nido?” Entonces se adelantaron, echaron mano de Jesús, y lo
prendieron. Y he aquí que uno de los que estaban con Jesús lle-
vó la mano a su espada, la desenvainó y dando un golpe al sier-
vo del sumo sacerdote, le cortó la oreja. Díjole entonces Jesús:
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“Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que empuñan la


espada, perecerán a espada. ¿O piensas que no puedo rogar a mi
Padre, y me dará al punto más de doce legiones de ángeles? Mas
¿cómo entonces se cumplirían las Escrituras de que así debe su-
ceder?” Al punto dijo Jesús a la turba: “Como contra un ladrón
habéis salido, armados de espadas y palos, para prenderme. Ca-
da día me sentaba en el Templo para enseñar, ¡y no me prendis-
teis! Pero todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que
escribieron los profetas”. Entonces los discípulos todos, aban-
donándole a Él, huyeron.
Los que habían prendido a Jesús lo llevaron a casa de Caifás,
el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban
reunidos. Pedro lo había seguido de lejos hasta el palacio del
sumo sacerdote, y habiendo entrado allí, se hallaba sentado con
los satélites para ver cómo terminaba eso. Los sumos sacerdo-
tes, y todo el Sanhedrín, buscaban un falso testimonio contra Je-
sús para hacerlo morir, y no lo encontraban, aunque se
presentaban muchos testigos falsos. Finalmente se presentaron
dos, que dijeron: “Él ha dicho: «Yo puedo demoler el templo de
Dios, y en el espacio de tres días reedificarlo»”. Entonces el su-
mo sacerdote se levantó y le dijo: “¿Nada respondes? ¿Qué es
eso que éstos atestiguan contra Ti?” Pero Jesús callaba. Díjole,
pues, el sumo sacerdote: “Yo te conjuro por el Dios vivo a que
nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”. Jesús le respon-
dió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento ve-
réis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y vinien-
do sobre las nubes del cielo”. Entonces el sumo sacerdote rasgó
sus vestiduras, y dijo: “¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tene-
mos ya de testigos? Ahora mismo, vosotros habéis oído la blas-
femia. ¿Qué os parece?” Contestaron diciendo: “Merece la
muerte”. Entonces le escupieron en la cara, y lo golpearon, y
otros lo abofetearon, diciendo: “Adivina, Cristo, ¿quién es el que
te pegó?”
negación de Pedro. Pedro, entretanto, estaba sentado fuera,
en el patio; y una criada se aproximó a él y le dijo: “Tú también
estabas con Jesús, el Galileo”. Pero él lo negó delante de todos,
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diciendo: “No sé lo que dices”. Cuando salía hacia la puerta, otra


lo vio y dijo a los que estaban allí: “Éste andaba con Jesús el Na-
zareno”. Y de nuevo lo negó, con juramento, diciendo: “Yo no
conozco a ese hombre”. Un poco después, acercándose los que
estaban allí de pie, dijeron a Pedro: “¡Ciertamente, tú también
eres de ellos, pues tu habla te denuncia!” Entonces se puso a
echar imprecaciones y a jurar: “Yo no conozco a ese hombre”.
Y en seguida cantó un gallo, y Pedro se acordó de la palabra de
Jesús: “Antes que el gallo cante, me negarás tres veces”. Y sa-
liendo afuera, lloró amargamente.
CAPíTULO 27. fin del traidor. Llegada la madrugada, todos
los jefes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tuvieron una
deliberación contra Jesús para hacerlo morir. Y habiéndolo ata-
do, lo llevaron y entregaron a Pilato, el gobernador.
Entonces viendo Judas, el que lo entregó, que había sido con-
denado, fue acosado por el remordimiento, y devolvió las trein-
ta monedas de plata a los sumos sacerdotes y a los ancianos,
diciendo: “Pequé, entregando sangre inocente”. Pero ellos dije-
ron: “A nosotros ¿qué nos importa? tú verás”. Entonces él arro-
jó las monedas en el Templo, se retiró y fue a ahorcarse. Mas
los sumos sacerdotes, habiendo recogido las monedas, dijeron:
“No nos es lícito echarlas en el tesoro de las ofrendas, porque es
precio de sangre”. Y después de deliberar, compraron con ellas
el Campo del Alfarero para sepultura de los extranjeros. Por lo
cual ese campo fue llamado Campo de Sangre, hasta el día de
hoy. Entonces se cumplió lo que había dicho el profeta Jeremías:
“Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio del que fue
tasado, al que pusieron precio los hijos de Israel, y las dieron por
el Campo del Alfarero, según me ordenó el Señor”.
Jesús ante Pilato. Entretanto, Jesús compareció delante del
gobernador, y el gobernador le hizo esta pregunta: “¿Eres Tú el
rey de los judíos?” Jesús le respondió: “Tú lo dices”. Y mien-
tras los sumos sacerdotes y los ancianos lo acusaban, nada res-
pondió. Entonces Pilato le dijo: “¿No oyes todo esto que ellos
alegan contra Ti?” Pero Él no respondió ni una palabra sobre na-
da, de suerte que el gobernador estaba muy sorprendido.
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Pospuesto a un ladrón. Ahora bien, con ocasión de la fiesta,


el gobernador acostumbraba conceder al pueblo la libertad de un
preso, el que ellos quisieran. Tenían a la sazón un preso famo-
so, llamado Barrabás. Estando, pues, reunido el pueblo, Pilato
les dijo: “¿A cuál queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a
quien llaman Cristo?” Porque sabía que lo habían entregado por
envidia. Mas mientras él estaba sentado en el tribunal, su mujer
le mandó decir: “No tengas nada que ver con ese justo, porque
yo he sufrido mucho hoy, en sueños, por Él”. Pero los sumos sa-
cerdotes y los ancianos persuadieron a la turba que pidiese a Ba-
rrabás, y exigiese la muerte de Jesús. Respondiendo el
gobernador les dijo: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”
Ellos dijeron: “A Barrabás”. Díjoles Pilato: “¿Qué haré enton-
ces con Jesús, a quien llaman Cristo?” Todos respondieron:
“¡Sea crucificado!” Y cuando él preguntó: “Pues ¿qué mal ha
hecho?”, gritaron todavía más fuerte, diciendo: “¡Sea crucifica-
do!” Viendo Pilato, que nada adelantaba, sino que al contrario
crecía el clamor, tomó agua y se lavó las manos delante del pue-
blo diciendo: “Yo soy inocente de la sangre de este justo. Voso-
tros veréis”. Y respondió todo el pueblo diciendo: “¡Caiga su
Sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Entonces les sol-
tó a Barrabás; y a Jesús, después de haberlo hecho azotar, lo en-
tregó para que fuese crucificado.
coronación de espinas. Entonces los soldados del goberna-
dor llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él toda
la guardia. Lo despojaron de los vestidos y lo revistieron con un
manto de púrpura. Trenzaron también una corona de espinas, y
se la pusieron sobre la cabeza, y una caña en su derecha; y do-
blando la rodilla delante de Él, lo escarnecían, diciendo: “¡Sal-
ve, rey de los judíos!”; y escupiendo sobre Él, tomaban la caña
y lo golpeaban en la cabeza. Después le pusieron sus vestidos,
y se lo llevaron para crucificarlo.
crucifixión. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, de
nombre Simón; a éste lo requisaron para que llevara la cruz de
Él. Y llegados a un lugar llamado Gólgota, esto es, “del Crá-
neo”, le dieron a beber vino mezclado con hiel; y gustándolo, no
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quiso beberlo. Los que lo crucificaron se repartieron sus vesti-


dos, echando suertes. Y se sentaron allí para custodiarlo. So-
bre su cabeza pusieron, por escrito, la causa de su condenación:
“Este es Jesús el rey de los judíos”. Al mismo tiempo crucifi-
caron con Él a dos ladrones, uno a la derecha, otro a la izquier-
da. Y los transeúntes lo insultaban meneando la cabeza y
diciendo: “Tú que derribas el Templo, y en tres días lo reedifi-
cas, ¡sálvate a Ti mismo! Si eres el Hijo de Dios, ¡bájate de la
cruz!” De igual modo los sacerdotes se burlaban de Él junto con
los escribas y los ancianos, diciendo: “A otros salvó, a sí mismo
no puede salvarse. Rey de Israel es: baje ahora de la cruz, y cree-
remos en Él. Puso su confianza en Dios, que Él lo salve ahora,
si lo ama, pues ha dicho: «De Dios soy Hijo»”. También los la-
drones, crucificados con Él, le decían las mismas injurias.
Muerte de Jesús. Desde la hora sexta, hubo tinieblas sobre
toda la tierra hasta la hora nona. Y alrededor de la hora nona,
Jesús clamó a gran voz, diciendo: “¡Elí, Elí, ¿lama sabactani?”,
esto es: “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”
Al oír esto, algunos de los que estaban allí dijeron: “A Elías lla-
ma éste”. Y en seguida uno de ellos corrió a tomar una esponja,
que empapó en vinagre, y atándola a una caña, le presentó de be-
ber. Los otros decían: “Déjanos ver si es que viene Elías a sal-
varlo”. Mas Jesús, clamando de nuevo, con gran voz, exhaló el
espíritu.
Prodigios. Y he ahí que el velo del templo se rasgó en dos,
de arriba abajo; tembló la tierra, se agrietaron las rocas, se abrie-
ron los sepulcros y los cuerpos de muchos santos difuntos resu-
citaron. Y, saliendo del sepulcro después de la resurrección de
Él, entraron a la Ciudad Santa, y se aparecieron a muchos. En-
tretanto, el centurión y sus compañeros que guardaban a Jesús,
viendo el terremoto y lo que había acontecido, se llenaron de es-
panto y dijeron: “Verdaderamente, Hijo de Dios era éste”. Ha-
bía también allí muchas mujeres que miraban de lejos; las cuales
habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole. Entre ellas se
hallaban María la Magdalena, María la madre de Santiago y de
José, y la madre de los hijos de zebedeo.
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la sepultura. Llegada la tarde, vino un hombre rico de Ari-


matea, llamado José, el cual también era discípulo de Jesús. Se
presentó delante de Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces
Pilato mandó que se le entregase. José tomó, pues, el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia, y lo puso en el sepulcro suyo,
nuevo, que había hecho tallar en la roca. Después rodó una gran
piedra sobre la entrada del sepulcro, y se fue. Estaban allí Ma-
ría la Magdalena, y la otra María, sentadas frente al sepulcro.
custodia del sepulcro. Al otro día, el siguiente de la Prepa-
ración, los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y fueron
a Pilato, a decirle: “Señor, recordamos que aquel impostor dijo
cuando vivía: «A los tres días resucitaré». Manda, pues, que el
sepulcro sea guardado hasta el tercer día, no sea que sus discípu-
los vengan a robarlo y digan al pueblo: «Ha resucitado de entre
los muertos», y la última impostura sea peor que la primera”. Pi-
lato les dijo: “Tenéis guardia. Id, guardadlo como sabéis”. Ellos,
pues, se fueron y aseguraron el sepulcro con la guardia, después
de haber sellado la piedra.
CAPíTULO 28. resurrección de Jesús. Después del sábado,
cuando comenzaba ya el tercer día de la semana, María la Mag-
dalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. Y he ahí que
hubo un gran terremoto, porque un ángel del Señor bajó del cie-
lo, y llegándose rodó la piedra, y se sentó encima de ella. Su ros-
tro brillaba como el relámpago, y su vestido era blanco como la
nieve. Y de miedo a él, temblaron los guardias y quedaron co-
mo muertos. Habló el ángel y dijo a las mujeres: “No temáis,
vosotras; porque sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está
aquí: porque resucitó, como lo había dicho. Venid y ved el lugar
donde estaba. Luego, id pronto y decid a sus discípulos que re-
sucitó de los muertos, y he aquí que os precederá en Galilea; allí
lo veréis. Ya os lo he dicho”. Ellas, yéndose a prisa del sepul-
cro, con miedo y gran gozo, corrieron a llevar la nueva a los dis-
cípulos de Él. Y de repente Jesús les salió al encuentro y les dijo:
“¡Salud!” Y ellas, acercándose, se asieron de sus pies y lo ado-
raron. Entonces Jesús les dijo: “No temáis. Id, avisad a los her-
manos míos que vayan a Galilea; allí me verán”.
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soborno de los soldados. Mientras ellas iban, algunos de la


guardia fueron a la ciudad a contar a los sumos sacerdotes todo
lo que había pasado. Éstos, reunidos con los ancianos, delibera-
ron y resolvieron dar mucho dinero a los soldados, diciéndoles:
“Habéis de decir: Sus discípulos vinieron de noche, y lo robaron
mientras nosotros dormíamos. Y si el gobernador llega a saber-
lo, nosotros lo persuadiremos y os libraremos de cuidado”. Ellos,
tomando el dinero, hicieron como les habían enseñado. Y se di-
fundió este dicho entre los judíos, hasta el día de hoy.
Aparición de Jesús en Galilea. Los once discípulos fueron,
pues, a Galilea, al monte donde les había ordenado Jesús. Y al
verlo lo adoraron; algunos, sin embargo, dudaron. Y llegándose
Jesús les habló, diciendo: “Todo poder me ha sido dado en el cie-
lo y sobre la tierra. Id, pues, y adoctrinad a todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo, y enseñándoles a observar todo cuanto os he mandado. Y
mirad que Yo con vosotros estoy todos los días, hasta la consu-
mación del siglo”.

PAsiÓn Y resurrecciÓn seGÚn sAn JuAn


(capítulos 18 a 21)
CAPíTULO 18. Jesús es tomado preso. Después de hablar
así, se fue Jesús acompañado de sus discípulos al otro lado del
torrente Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con
ellos. Y Judas, el que lo entregaba, conocía bien este lugar, por-
que Jesús y sus discípulos se habían reunido allí frecuentemen-
te. Judas, pues, tomando a la guardia y a los satélites de los
sumos sacerdotes y de los fariseos, llegó allí con linternas y an-
torchas, y con armas. Entonces Jesús, sabiendo todo lo que le
había de acontecer, se adelantó y les dijo: “¿A quién buscáis?”
Respondiéronle: “A Jesús el Nazareno”. Les dijo: “Soy Yo”.
Judas, que lo entregaba, estaba allí con ellos. No bien les hu-
bo dicho: “Yo soy”, retrocedieron y cayeron en tierra. De nue-
vo les preguntó: “¿A quien buscáis?” Dijeron: “A Jesús de Na-
zaret”. Respondió Jesús: “Os he dicho que soy Yo. Por tanto si
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me buscáis a Mí, dejad ir a éstos”; para que se cumpliese la pa-


labra, que Él había dicho: “De los que me diste, no perdí ningu-
no”. Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó
e hirió a un siervo del Sumo Sacerdote, cortándole la oreja de-
recha. El nombre del siervo era Malco. Mas Jesús dijo a Pe-
dro: “Vuelve la espada a la vaina; ¿no he de beber el cáliz que
me ha dado el Padre?”
Jesús ante Anás y caifás. negación de Pedro. Entonces
la guardia, el tribuno y los satélites de los judíos prendieron a
Jesús y lo ataron. Y lo condujeron primero a Anás, porque éste
era el suegro de Caifás, el cual era Sumo Sacerdote en aquel año.
Pero Anás lo envió atado a Caifás, el Sumo Sacerdote. Caifás
era aquel que había dado a los judíos el consejo: “Conviene que
un solo hombre muera por el pueblo”.
Entretanto Simón Pedro seguía a Jesús, como también otro
discípulo. Este discípulo, por ser conocido del Sumo Sacerdo-
te, entró con Jesús en el palacio del Pontífice; mas Pedro per-
manecía fuera, junto a la puerta. Salió, pues, aquel otro
discípulo, conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera, y
trajo adentro a Pedro. Entonces, la criada portera dijo a Pedro:
“¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?” Él res-
pondió: “No soy”. Estaban allí de pie, calentándose, los cria-
dos y los satélites, que habían encendido un fuego, porque hacía
frío. Pedro estaba también de pie con ellos y se calentaba.
El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y
sobre su enseñanza. Jesús le respondió: “Yo he hablado al
mundo públicamente; enseñé en las sinagogas y en el Templo,
adonde concurren todos los judíos, y nada he hablado a escon-
didas. ¿Por qué me interrogas a Mí? Pregunta a los que han
oído, qué les he enseñado; ellos saben lo que Yo he dicho”. A
estas palabras, uno de los satélites, que se encontraba junto a
Jesús, le dio una bofetada, diciendo: “¿Así respondes Tú al
Sumo Sacerdote?” Jesús le respondió: “Si he hablado mal, prue-
ba en qué está el mal; pero si he hablado bien ¿por qué me gol-
peas?”
Entretanto Simón Pedro seguía allí calentándose, y le dijeron:
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“¿No eres tú también de sus discípulos?” Él lo negó y dijo: “No


lo soy”. Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de
aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dijo: “¿No te vi
yo en el huerto con Él?” Pedro lo negó otra vez, y en seguida
cantó un gallo.
Jesús ante Pilato. Entonces condujeron a Jesús, de casa de
Caifás, al pretorio: era de madrugada. Pero ellos no entraron en
el pretorio, para no contaminarse, y poder comer la Pascua. Vi-
no, pues, Pilato a ellos, afuera, y les dijo: “¿Qué acusación traéis
contra este hombre?” Respondiéronle y dijeron: “Si no fuera un
malhechor, no te lo habríamos entregado”. Díjoles Pilato: “En-
tonces tomadlo y juzgadlo según vuestra Ley”. Los judíos le
respondieron: “A nosotros no nos está permitido dar muerte a
nadie”; para que se cumpliese la palabra por la cual Jesús signi-
ficó de qué muerte había de morir.
Pilato entró, pues, de nuevo en el pretorio, llamó a Jesús y le
preguntó: “¿Eres Tú el Rey de los judíos?” Jesús respondió:
“¿Lo dices tú por ti mismo, o te lo han dicho otros de Mí?” Pi-
lato repuso: “¿Acaso soy judío yo? Es tu nación y los pontífi-
ces quienes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?” Replicó
Jesús: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de es-
te mundo, mis servidores combatirían a fin de que Yo no fuese
entregado a los judíos. Mas ahora mi reino no es de aquí”. Dí-
jole, pues, Pilato: “¿Conque Tú eres rey?” Contestó Jesús: “Tú
lo dices: Yo soy rey. Yo para esto nací y para esto vine al mun-
do, a fin de dar testimonio a la verdad. Todo el que es de la ver-
dad, escucha mi voz”. Pilato le dijo: “¿Qué es la verdad?”
Jesús y Barrabás. Apenas dicho esto, salió otra vez afuera
y les dijo a los judíos: “Yo no encuentro ningún cargo contra él.
Pero tenéis costumbre de que para Pascua os liberte a alguien.
¿Queréis, pues, que os deje libre al rey de los judíos?” Y ellos
gritaron de nuevo: “No a Él, sino a Barrabás”. Barrabás era un
ladrón.
CAPíTULO 19. Jesús azotado y coronado de espinas. En-
tonces, pues, Pilato tomó a Jesús y lo hizo azotar. Luego los
soldados trenzaron una corona de espinas, que le pusieron so-
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bre la cabeza, y lo vistieron con un manto de púrpura. Y acer-


cándose a Él, decían: “¡Salve, Rey de los judíos!”, y le daban
bofetadas.
ecce Homo. Pilato salió otra vez afuera, y les dijo: “Os lo
traigo fuera, para que sepáis que yo no encuentro contra Él nin-
gún cargo. Entonces Jesús salió fuera, con la corona de espinas
y el manto de púrpura, y (Pilato) les dijo: “¡He aquí al hombre!”
Los sumos sacerdotes y los satélites, desde que lo vieron, se pu-
sieron a gritar: “¡Crucifícalo, crucifícalo!” Pilato les dijo: “To-
madlo vosotros, y crucificadlo; porque yo no encuentro en Él
ningún delito”. Los judíos le respondieron: “Nosotros tenemos
una Ley, y según esta Ley, debe morir, porque se ha hecho Hijo
de Dios”. Ante estas palabras, aumentó el temor de Pilato. Vol-
vió a entrar al pretorio, y preguntó a Jesús :“¿De dónde eres Tú?”
Jesús no le dio respuesta. Díjole, pues, Pilato: “¿A mí no me
hablas? ¿No sabes que tengo el poder de librarte y el poder de
crucificarte?” Jesús le respondió: “No tendrías sobre Mí nin-
gún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto; por esto quien
me entregó a ti, tiene mayor pecado”.
la condenación. Desde entonces Pilato buscaba cómo de-
jarlo libre, pero los judíos se pusieron a gritar diciendo: “Si suel-
tas a éste, no eres amigo del César: todo el que se pretende rey,
se opone al César”. Pilato, al oír estas palabras, hizo salir a Je-
sús afuera; después se sentó en el tribunal en el lugar llamado
Lithóstrotos, en hebreo Gábbatha. Era la preparación de la Pas-
cua, alrededor de la hora sexta. Y dijo a los judíos: “He aquí a
vuestro Rey”. Pero ellos se pusieron a gritar: “¡Muera! ¡Mue-
ra! ¡Crucifícalo!” Pilato les dijo: “¿A vuestro rey he de cruci-
ficar?” Respondieron los sumos sacerdotes: “¡Nosotros no
tenemos otro rey que el César!” Entonces se lo entregó para que
fuese crucificado.
la crucifixión. Tomaron, pues, a Jesús; y Él, llevándose su
cruz, salió para el lugar llamado “El cráneo”, en hebreo Gólgo-
tha, donde lo crucificaron, y con Él a otros dos, uno de cada la-
do, quedando Jesús en el medio. Escribió también Pilato un
título que puso sobre la cruz. Estaba escrito: “Jesús Nazareno,
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el Rey de los judíos”. Este título fue leído por muchos judíos,
porque el lugar donde Jesús fue crucificado se encontraba pró-
ximo a la ciudad; y estaba redactado en hebreo, en latín y en
griego. Mas los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pila-
to: “No escribas «el Rey de los judíos», sino escribe que Él ha
dicho «Soy el Rey de los judíos»”. Respondió Pilato: “Lo es-
crito, escrito está”.
Cuando los soldados hubieron crucificado a Jesús, tomaron
sus vestidos, de los que hicieron cuatro partes, una para cada
uno, y también la túnica. Esta túnica era sin costura, tejida de
una sola pieza desde arriba. Se dijeron, pues, unos a otros: “No
la rasguemos, sino echemos suertes sobre ella para saber de
quién será”; a fin de que se cumpliese la Escritura: “Se repartie-
ron mis vestidos, y sobre mi túnica echaron suertes”. Y los sol-
dados hicieron esto.
María al pie de la cruz. Junto a la cruz de Jesús estaba de
pie su madre, y también la hermana de su madre, María, mujer
de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y,
junto a ella, al discípulo que amaba, dijo a su madre: “Mujer, he
ahí a tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí a tu madre”.
Y desde ese momento el discípulo la recibió consigo.
Muerte de Jesús. Después de esto, Jesús, sabiendo que to-
do estaba acabado, para que tuviese cumplimiento la Escritura,
dijo: “Tengo sed”. Había allí un vaso lleno de vinagre. Empa-
paron, pues, en vinagre una esponja, que ataron a un hisopo, y
la aproximaron a su boca. Cuando hubo tomado el vinagre, di-
jo: “Todo está cumplido”, e inclinando la cabeza, entregó el es-
píritu.
la lanzada. Como era la Preparación a la Pascua, para que
los cuerpos no quedasen en la cruz durante el sábado (porque
era un día grande el de aquel sábado), los judíos pidieron a Pi-
lato que se les quebrase las piernas, y los retirasen. Vinieron,
pues, los soldados y quebraron las piernas del primero, y luego
del otro que había sido crucificado con Él. Mas llegando a Je-
sús y viendo que ya estaba muerto, no le quebraron las piernas;
pero uno de los soldados le abrió el costado con la lanza, y al
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instante salió sangre y agua.


Y el que vió ha dado testimonio, y su testimonio es verdade-
ro, y él sabe que dice la verdad, a fin de que vosotros también
creáis. Porque esto sucedió para que se cumpliese la Escritura:
“No le quebraréis ningún hueso”. Y también otra Escritura que
dice: “Volverán los ojos a Aquel a quien traspasaron”.
sepultura de Jesús. Después de esto, José de Arimatea, que
era discípulo de Jesús, pero ocultamente, por miedo a los judíos,
pidió a Pilato llevarse el cuerpo de Jesús, y Pilato se lo permi-
tió. Vino, pues, y se llevó el cuerpo. Vino también Nicodemo,
el que antes había ido a encontrarlo de noche; éste trajo una mix-
tura de mirra y áloe, como cien libras. Tomaron, pues, el cuer-
po de Jesús y lo envolvieron en fajas con las especies
aromáticas, según la manera de sepultar de los judíos. En el lu-
gar donde lo crucificaron había un jardín, y en el jardín un se-
pulcro nuevo, donde todavía nadie había sido puesto. Allí fue
donde, por causa de la Preparación de los judíos, y por hallarse
próximo este sepulcro, pusieron a Jesús.
CAPíTULO 20. Aparición a la Magdalena y a los apóstoles.
El primer día de la semana, de madrugada, siendo todavía oscu-
ro, María Magdalena llegó al sepulcro; y vió quitada la losa se-
pulcral. Corrió entonces a encontrar a Simón Pedro, y al otro
discípulo a quien Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado del
sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”. Salió,
pues, Pedro y también el otro discípulo, y se fueron al sepulcro.
Corrían ambos, pero el otro discípulo corrió más a prisa que Pe-
dro y llegó primero al sepulcro. E, inclinándose, vio las fajas
puestas allí, pero no entró. Llegó luego Simón Pedro, que le se-
guía, entró en el sepulcro y vió las fajas puestas allí, y el suda-
rio, que había estado sobre su cabeza, puesto no con las fajas,
sino en lugar aparte, enrollado. Entonces, entró también el otro
discípulo, que había llegado primero al sepulcro, y vió, y creyó.
Porque todavía no habían entendido la Escritura, de cómo Él de-
bía resucitar de entre los muertos. Y los discípulos se volvieron
a casa.
Pero María se había quedado afuera, junto al sepulcro, y llo-
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raba. Mientras lloraba, se inclinó al sepulcro, y vió dos ángeles


vestidos de blanco, sentados el uno a la cabecera, y el otro a los
pies, donde había sido puesto el cuerpo de Jesús. Ellos le dije-
ron: “Mujer, ¿por qué lloras?” Díjoles: “Porque han quitado a
mi Señor, y yo no sé dónde lo han puesto”. Dicho esto se vol-
vió y vió a Jesús que estaba allí, pero no sabía que era Jesús. Je-
sús le dijo: “Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?” Ella,
pensando, que era el jardinero, le dijo: “Señor, si tú lo has lleva-
do, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré”. Jesús le di-
jo: “María”. Ella, volviéndose, dijo en hebreo: “Rabboni”, es
decir: “Maestro”. Jesús le dijo: “No me toques más, porque no
he subido todavía al Padre; pero ve a encontrar a mis hermanos,
y diles: voy a subir a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios y vues-
tro Dios”. María Magdalena fue, pues, a anunciar a los discípu-
los: “He visto al Señor”, y lo que Él le había dicho.
A la tarde de ese mismo día, el primero de la semana, y es-
tando, por miedo a los judíos, cerradas las puertas de donde se
encontraban los discípulos, vino Jesús y, de pie en medio de
ellos, les dijo: “¡Paz a vosotros!” Diciendo esto, les mostró sus
manos y su costado; y los discípulos se llenaron de gozo, vien-
do al Señor. De nuevo les dijo: “¡Paz a vosotros! Como mi Pa-
dre me envió, así Yo os envío”. Y dicho esto, sopló sobre ellos,
y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo: a quienes perdonareis los
pecados, les quedan perdonados; y a quienes se los retuviereis,
quedan retenidos”.
incredulidad de tomás. Ahora bien Tomás, llamado Dídi-
mo, uno de los Doce, no estaba con ellos cuando vino Jesús.
Por tanto le dijeron los otros: “Hemos visto al Señor”. Él les
dijo: “Si yo no veo en sus manos las marcas de los clavos, y no
meto mi dedo en el lugar de los clavos, y no pongo mi mano en
su costado, de ninguna manera creeré”. Ocho días después, es-
taban nuevamente adentro sus discípulos, y Tomás con ellos.
Vino Jesús, cerradas las puertas, y, de pie en medio de ellos, di-
jo: “¡Paz a vosotros!” Luego dijo a Tomás: “Trae acá tu dedo,
mira mis manos, alarga tu mano y métela en mi costado, y no
seas incrédulo, sino creyente”. Tomás respondió y le dijo:
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“¡Señor mío y Dios mío!” Jesús le dijo: “Porque me has visto,


has creído; dichosos los que han creído sin haber visto”.
Otros muchos milagros obró Jesús, a la vista de sus discípu-
los, que no se encuentran escritos en este libro. Pero éstos han
sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios, y, creyendo, tengáis vida en su nombre.
CAPíTULO 21. Aparición junto al mar de tiberíades. Des-
pués de esto, Jesús se manifestó otra vez a los discípulos a la
orilla del mar de Tiberíades. He aquí cómo: Simón Pedro, To-
más, llamado Dídimo; Natanael, el de Caná de Galilea; los hi-
jos de zebedeo, y otros dos discípulos, se encontraban juntos.
Simón Pedro les dijo: “Yo me voy a pescar”. Le dijeron: “Va-
mos nosotros también contigo”. Partieron, pues, y subieron a la
barca, pero aquella noche no pescaron nada. Cuando ya venía
la mañana, Jesús estaba sobre la ribera, pero los discípulos no
sabían que era Jesús. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿tenéis algo
para comer?” Le respondieron: “No”. Díjoles entonces: “Echad
la red al lado derecho de la barca, y encontraréis”. La echaron,
y ya no podían arrastrarla por la multitud de los peces. Enton-
ces el discípulo, a quien Jesús amaba, dijo a Pedro: “¡Es el Se-
ñor!” Oyendo que era el Señor, Simón Pedro se ciñó la túnica
(porque estaba desnudo) y se echó al mar. Los otros discípulos
vinieron en la barca, tirando de la red (llena) de peces, pues es-
taban sólo como a unos doscientos codos de la orilla. Al bajar
a tierra, vieron brasas puestas, y un pescado encima, y pan. Je-
sús les dijo: “Traed de los peces que acabáis de pescar”. Enton-
ces Simón Pedro subió (a la barca) y sacó a tierra la red, llena
de ciento cincuenta y tres grandes peces; y a pesar de ser tantos,
la red no se rompió. Díjoles Jesús: “Venid, almorzad”. Y nin-
guno de los discípulos osaba preguntarle: “¿Tú quién eres?”, sa-
biendo que era el Señor. Aproximóse Jesús y tomando el pan
les dio, y lo mismo del pescado. Esta fue la tercera vez que Je-
sús, resucitado de entre los muertos, se manifestó a sus discípu-
los.
el primado de Pedro. Habiendo, pues, almorzado, Jesús
dijo a Simón Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas tú más
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que éstos?” Le respondió: “Sí, Señor, Tú sabes que yo te quie-


ro”. Él le dijo: “Apacienta mis corderos”. Le volvió a decir por
segunda vez: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” Le respondió:
“Sí, Señor, Tú sabes que te quiero”. Le dijo: “Pastorea mis
ovejas”. Por tercera vez le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me
quieres?” Se entristeció Pedro de que por tercera vez le pre-
guntase: “¿Me quieres?”, y le dijo: “Señor, Tú lo sabes todo.
Tú sabes que yo te quiero”. Díjole Jesús: “Apacienta mis ove-
jas”.
sobre Pedro y Juan. “En verdad, en verdad te digo, cuando
eras más joven, te ponías a ti mismo el ceñidor, e ibas adonde
querías. Pero cuando seas viejo, extenderás los brazos, y otro
te pondrá el ceñidor, y te llevará adonde no quieres”. Dijo esto
para indicar con qué muerte él había de glorificar a Dios. Y ha-
biéndole hablado así, le dijo: “Sígueme”. Volviéndose Pedro,
vió que los seguía el discípulo al cual Jesús amaba, el que, du-
rante la cena, reclinado sobre su pecho, le había preguntado:
“Señor, ¿quién es el que te ha de entregar?” Pedro, pues, vién-
dolo, dijo a Jesús: “Señor: ¿y éste, qué?” Jesús le respondió:
“Si me place que él se quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a
ti? Tú sígueme”. Y así se propagó entre los hermanos el rumor
de que este discípulo no ha de morir. Sin embargo, Jesús no le
había dicho que él no debía morir, sino: “Si me place que él se
quede hasta mi vuelta, ¿qué te importa a ti?”
Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y que
las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
Jesús hizo también muchas otras cosas: si se quisiera poner-
las por escrito, una por una, creo que el mundo no bastaría para
contener los libros que se podrían escribir.

DoMinGo De PentecostÉs
epístola (Hechos 2, 1-11)
Al cumplirse, pues, los días de Pentecostés, estaban todos
los discípulos juntos en un mismo lugar. Y vino de pronto un
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ruido del cielo, como de viento que soplaba impetuoso, que lle-
nó toda la casa en donde estaban. Y se les aparecieron como
lenguas de fuego que se repartieron y pusieron sobre cada uno
de ellos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y comen-
zaron a hablar varias lenguas, según les dictaba el mismo Espí-
ritu Santo. Residían a la sazón en Jerusalén judíos piadosos de
todas las naciones del mundo. Divulgado este suceso, acudió
mucho gentío, y quedaron pasmados al ver que cada uno oía ha-
blar a los apóstoles en su propia lengua. Todos estaban atónitos
y maravillados, y decían: Todos estos que hablan, ¿no son gali-
leos? Pues ¿cómo les oímos nosotros hablar a cada uno en nues-
tra lengua nativa? Partos, medos y elamitas, los que moran en
Mesopotamia, Judea y Capadocia, en el Ponto y Asia, en Frigia
y Panfilia, en Egipto y en tierras de la Libia, que confina con
Cirene, y los que han venido de Roma, judíos y prosélitos, los
cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las ma-
ravillas de Dios.
secuencia veni sancte spíritus
Ven, Espíritu Santo, Veni, Sancte Spíritus,
Y envía desde el cielo Et emítte cæli
´ tus
Un rayo de tu luz. Lucis tuæ rádium.
Ven, Padre de los pobres; Veni, pater páuperum,
Ven, dador de las gracias; Veni, dator múnerum,
Ven, lumbre de los corazones. Veni, lumen córdium.
Consolador óptimo, Consolátor óptime,
Dulce huésped del alma, Dulcis hospes ánimæ,
Dulce refrigerio. Dulce refrigérium.
Descanso en el trabajo, In labóre réquies
En el ardor tranquilidad, In æstu tempéries,
Consuelo en el llanto. In fletu solátium.
¡Oh luz santísima!, O lux beatíssima,
Llena lo más íntimo Reple cordis íntima,
De los corazones de tus fieles. Tuórum fidélium.
Sin tu ayuda, Sine tuo númine,
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Nihil est in hómine, Nada hay en el hombre,


Nihil est innóxium. Nada que sea inocente.
Lava quod est sórdidum, Lava lo que está manchado,
Riga quod est áridum, Riega lo que es árido,
Sana quod est sáucium. Cura lo que está enfermo.
Flecte quod est rígidum, Doblega lo que es rígido,
Fove quod est frígidum, Calienta lo que es frío,
Rege quod est dévium. Dirige lo que está extraviado.
Da tuis fidélibus, Concede a tus fieles,
In te confidéntibus, Que en tí confían,
Sacrum septenárium. Tus siete sagrados dones.
Da virtútis méritum, Dales el mérito de la virtud,
Da salútis éxitum, Dales el puerto de la salud,
Da perénne gáudium. Dales el eterno gozo.
Amen. Allelúia. Amén. Aleluya.
evangelio (San Juan 14, 23-31)
En aquel tiempo: Dijo Jesús a sus discípulos: Todo el que me
ama, guardará mis mandatos, y mi Padre le amará, y vendre-
mos a él, y haremos mansión dentro de él. El que no me ama,
no guarda mis preceptos. Y la doctrina que habéis oído, no es
mía, sino del Padre que me ha enviado. Estas cosas os he di-
cho estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu San-
to, que os enviará el Padre en mi nombre, él os enseñará todas
las cosas, y os recordará todo cuanto os he dicho. La paz os de-
jo, mi paz os doy: no os la doy yo como la da el mundo. No
se turbe vuestro corazón ni tema. Habéis oído lo que os he di-
cho: Me voy, y vuelvo a vosotros. Si me amaseis, ciertamente
os alegraríais de que me vaya al Padre; porque el Padre es ma-
yor que yo. Y os lo digo ahora, antes que suceda, para que lo
creáis cuando llegue el momento. Ya no hablaré mucho con
vosotros, pues viene el príncipe de este mundo. Contra mí,
ciertamente, nada puede, pero es necesario que conozca el mun-
do que amo al Padre, y que, como me ha mandado el Padre, así
hago.
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DevociÓn A lA
sAGrADA eucAristíA
La Eucaristía es el más grande de todos los sacramentos, y
produce en el alma efectos admirables si se recibe con las debi-
das disposiciones.
¿Qué es el sacramento de la eucaristía? La Eucaristía es
un sacramento en el cual, por la admirable conversión de toda
la substancia del pan en el Cuerpo de Jesucristo y de toda la
substancia del vino en su preciosa Sangre, se contiene verdade-
ra, real y sustancialmente el Cuerpo, la Sangre, el Alma y la Di-
vinidad del mismo Jesucristo Nuestro Señor, bajo las especies
del pan y del vino, para nuestro sostén espiritual.
efectos. Unión estrecha con Jesucristo, aumento de la vida
de la gracia y del fervor de la caridad, fuerza más grande contra
el pecado y disminución de la concupiscencia, perdón de los pe-
cados veniales, prenda de la resurrección gloriosa: tales son los
beneficios de este alimento divino y celestial remedio.
Disposiciones. El fruto de la comunión se obtiene en propor-
ción del fervor con el cual se recibe. Sin embargo, para comul-
gar con provecho, incluso cada día, las únicas condiciones
requeridas son:
1º Estar en estado de gracia;
2º Tener una intención recta y piadosa, es decir, el deseo de
agradar a Dios y hacerse mejor;
3º Observar el ayuno eucarístico. Aunque éste haya sido re-
ducido por Pablo VI a una hora, se recomienda seguir observan-
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do la ley anterior: abstenerse durante tres horas antes de la co-


munión, de alimentos sólidos y de bebidas alcohólicas; y de be-
bidas no alcohólicas durante una hora; el agua no rompe el
ayuno (Motu proprio del 19 de marzo de 1957).

obligación. Hay obligación de comulgar todos los años por


Pascua Florida o de Resurrección y, además, en peligro de muer-
te. Pero el deseo de la Iglesia, respondiendo al deseo de Nues-
tro Señor, es que los fieles comulguen más a menudo, e incluso,
si lo pueden, todos los días, ya que la Eucaristía debiera ser “el
remedio cotidiano de nuestras dolencias cotidianas”.

orAciones PArA
Antes De coMulGAr
Dios mío, que, por la Inmaculada Concepción de la Virgen,
preparaste a tu Hijo digna morada, te rogamos que, así como,
por previsión de la muerte de tu mismo Hijo, preservaste a nues-
tra Madre de toda mancha, así, por su intercesión, nos concedas
llegar limpios a recibir a tu Hijo, que vive y reina contigo en
unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los si-
glos. Amén.
Acto de fe. Señor mío Jesucristo, yo creo firmemente que en
la Hostia consagrada, que voy a recibir, está vuestro Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad. Lo creo porque Vos lo habéis dicho
y porque me lo enseña la Iglesia.
Acto de gratitud. Os doy gracias por todos los beneficios
que me habéis hecho, especialmente por haberme perdonado mis
pecados en la confesión y, sobre todo, porque queréis que os re-
ciba en la Comunión.
Acto de adoración. Os adoro en este Sacramento, y os re-
conozco por mi Creador, Redentor, Soberano Dueño y sumo
Bien.
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Acto de esperanza. Porque sois infinitamente bueno, espe-


ro que me habréis perdonado todos mis pecados; y porque sois
poderoso y misericordioso, espero que en esta comunión me da-
réis todas las gracias que necesito para salvarme.

Acto de humildad. ¡Oh Señor! Cuando considero que mi


cuerpo es tan miserable, y mi alma ha sido tan pecadora, y que
Vos, siendo Dios eterno y perfectísimo, queréis venir a mí, me
avergüenzo, y, humillado, reconozco mi indignidad. Me acer-
caré a recibiros aunque indigno de tal favor, solamente porque
Vos así lo queréis.

Acto de contrición. ¡Señor! Detesto todos mis pecados que


me hacen indigno de recibiros. Perdonádmelos una y mil ve-
ces, que propongo con vuestra gracia no ofenderos más, huir de
las ocasiones y hacer penitencia de mis culpas.

Acto de perdón. Antes de acercarme a recibiros, quiero per-


donar a todos los que me han ofendido, para que Vos me perdo-
néis. No quiero conservar odio ni rencor a mis prójimos, y por
amor vuestro los perdono.

Acto de caridad y deseo. Os amo, Jesús mío, porque sois


infinitamente bueno y digno de ser amado, pues sois mi Padre,
mi Redentor y mi Dios.
Deseo ardientemente recibiros en mi corazón; venid, Señor,
y tomad posesión de todo mi ser.

Al ir a comulgar y volviendo de la Sagrada Mesa, se guar-


dan las manos juntas o los brazos cruzados, y los ojos bajos.
“En el acto de recibir la Sagrada Comunión hemos de estar
arrodillados, tener la cabeza medianamente levantada, los ojos
modestos y vueltos a la Sagrada Hostia, la boca suficientemen-
te abierta y la lengua un poco fuera sobre el labio” (Catecismo
de San Pío X). Sólo el sacerdote y nadie más puede tocar la
Santísima Eucaristía con sus manos consagradas.
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orAciones PArA
DesPuÉs De coMulGAr
La acción de gracias es el momento más precioso:
si puede, prolónguelo durante un cuarto de hora.
Luego, durante el día, recuerde que ha recibido
a Nuestro Señor, y viva en consecuencia.

Acto de adoración. ¡Oh Señor y Dios mío! Jesús, mi amor


y mi todo, que te has dignado bajar hasta mí y unirte conmigo,
te adoro humildemente. Junto mis adoraciones profundas con
aquellas que los Ángeles y los Santos te tributan en el cielo.
Acto de agradecimiento. Señor, Tú miraste mi bajeza.  En-
fermo estaba, y me sanaste; pobre, y me colmaste de bienes.
¿Qué te daré, ¡oh Dios mío! por los dones que de Ti recibí?  In-
vocaré tu santo Nombre y eternamente cantaré tus misericor-
dias.
Acto de ofrecimiento. ¿Qué puedo ofrecerte, ¡oh Dios mío!,
por haber querido no sólo visitarme, sino identificarme contigo?
A tu gloria consagro mi cuerpo, mi alma y cuanto tengo.  Dispón
de mí según tu voluntad.
Acto de petición. Amantísimo Redentor mío, que acabas de
tomar posesión de mí, no permitas que el enemigo de mi salva-
ción me arrebate el tesoro precioso que llevo en mi corazón; pre-
sérvame del pecado; defiéndeme contra las tentaciones, y haz
que hasta la muerte persevere en la observancia de tu santa Ley.
Amén.
oración por los vivos y difuntos. Derrama, Señor, tus ben-
diciones sobre mis padres, bienhechores, amigos y enemigos;
protege a mis superiores espirituales y temporales; socorre a los
pobres, presos, afligidos, viajeros, enfermos y agonizantes; ilu-
mina a los infieles; convierte a los herejes y pecadores; da a las
almas de los fieles difuntos la luz y el descanso eternos. Amén.
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ORACIóN A JESÚS CRUCIFICADO


Miradme, ¡oh mi amado y buen Jesús!,
postrado en vuestra santísima presencia; os
ruego con el mayor fervor imprimáis en mi
corazón vivos sentimientos de fe, esperanza
y caridad, verdadero dolor de mis pecados y
propósito firmísimo de enmendarme, mien-
tras que yo, con todo el amor y con toda la
compasión de mi alma, voy considerando vuestras cinco llagas,
teniendo presente aquello que dijo de vos, ¡oh buen Jesús!, el
Santo Profeta David: “Han taladrado mis manos y mis pies, y
se pueden contar todos mis huesos”.
(Indulgencia plenaria, rezando esta oración de rodillas, después de
comulgar, delante de alguna imagen de Cristo crucificado, y añadien-
do algunas preces por las intenciones del Romano Pontífice).

ASPIRACIONES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA

Alma de cristo, santifíca- Ánima christi, sanctífica me.


me. Cuerpo de Cristo, sálva- Corpus Christi, salva me.
me. Sangre de Cristo, embriá- Sanguis Christi, inébria me.
game. Agua del costado de Aqua láteris Christi, lava me.
Cristo, purifícame. Pasión de Pássio Christi, confórta me.
Cristo, confórtame. ¡Oh buen O bone Jesu, exáudi me.
Jesús!, óyeme. Dentro de tus Intra tua vúlnera,
llagas, escóndeme. No permi- abscónde me.
tas que me aparte de Ti. Del Ne permíttas me separári a te.
enemigo maligno, defiéndeme. Ab hoste malígno,
En la hora de mi muerte, llá- defénde me.
mame. Y mándame ir a Ti, pa- In hora mortis meæ, voca me.
ra que con tus santos te alabe, Et jube me veníre ad te,
por los siglos de los siglos. ut cum Sanctis tuis laudem te
Amén. ´ la sæculórum. Amen.
in sæcu
(300 días cada vez; siete años, una vez al día después de comulgar;
plenaria al mes).
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ORACIóN DE SAN IGNACIO


tomad, señor, y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi
entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y mi poseer;
Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es vuestro: dispo-
ned de todo según vuestra voluntad. Dadme vuestro amor y gra-
cia, que ésta me basta.
(Tres años de indulgencia una vez al día; plenaria al mes).

ORACIóN DE SAN BUENAVENTURA


traspasa, oh dulcísimo señor Jesús, lo más profundo de mi
alma con la suavísima y saludable herida de tu amor, caridad
santísima, verdadera y serena, a fin de que desfallezca y se de-
rrita siempre sólo en amor tuyo y deseo de poseerte. Que te an-
síe y desfallezca en tus atrios, que sólo aspire a verse libre para
unirse a Tí.
Haz que mi alma tenga hambre de Ti, oh Pan de los Ángeles,
alimento de las almas santas, pan nuestro cotidiano, lleno de for-
taleza, de dulzura, de sabor, de toda delicia y suavidad.
Oh Jesús, a quien los Ángeles desean siempre contemplar,
haz que mi corazón tenga sin cesar hambre de Ti, se alimente
de Ti, y que tu dulzura colme lo más profundo de mi alma. Que
siempre tenga sed de sabiduría y de ciencia, fuente de eterna luz,
torrente de delicias, abundancia de la Casa de Dios. Que no am-
bicione otra cosa sino poseerte, que Te busque y Te encuentre,
que a Ti me dirija y a Ti llegue, en Ti piense, de Ti hable, y to-
do lo haga en alabanza y gloria de Tu nombre, con humildad y
discreción, con amor y deleite, con facilidad y afecto, con per-
severancia hasta el fin. Que sólo Tú seas mi esperanza, toda mi
confianza, mi riqueza, mi deleite, mi contento, mi gozo, mi des-
canso y mi tranquilidad, mi paz, mi suavidad, mi olor, mi dul-
zura, mi alimento, mi comida, mi refugio, mi auxilio, mi
sabiduría, mi herencia, mi posesión, mi tesoro, en el cual estén
siempre fija, firme y profundamente arraigados mi alma y mi
corazón.
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ORACIóN UNIVERSAL DEL PAPA CLEMENTE XI

creo, señor, pero afirma mi fe; espero en Ti, pero asegura


mi esperanza; Te amo, pero inflama mi amor; me arrepiento, pe-
ro aumenta mi arrepentimiento.
Te adoro como primer principio; Te deseo como mi fin últi-
mo; Te alabo como mi bienhechor perpetuo; Te invoco como mi
defensor propicio.
Dirígeme con tu sabiduría, conténme con tu justicia, consué-
lame con tu clemencia, protégeme con tu poder.
Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en Ti,
mis palabras para hablar de Ti, mis obras para actuar según Tu
voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por Ti.
Quiero lo que Tú quieres, porque Tú lo quieres, como Tú lo
quieres, y en tanto Tú lo quieras.
No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me
engañe el mundo, no me atrape en sus redes el demonio.
Concédeme la gracia de depurar la memoria, de refrenar la
lengua, de recoger la vista, y mortificar los sentidos.
Te ruego, Señor, ilumina mi entendimiento, inflama mi vo-
luntad, purifica mi corazón, santifica mi alma.
Que llore las iniquidades pasadas, rechace las tentaciones fu-
turas, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes ne-
cesarias.
Concédeme, oh buen Dios, amor a Ti, odio a mí, celo del pró-
jimo, desprecio del mundo.
Que procure obedecer a los superiores, asistir a mis inferio-
res, favorecer a mis amigos, perdonar a mis enemigos.
Que venza la sensualidad con la mortificación, la avaricia con
la generosidad, la ira con la mansedumbre, la tibieza con la
devoción.
Hazme prudente en las determinaciones, constante en los
peligros, paciente en las adversidades, humilde en la prosperi-
dad.
Haz, Señor, que sea en la oración fervoroso, en las comidas
sobrio, en mis deberes diligente, en los propósitos constante.
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Que me aplique a alcanzar la inocencia interior, la modestia


exterior, una conversación edificante, una conducta regular.
Que me esfuerce por someter mi naturaleza, secundar a la gra-
cia, observar Tu ley y merecer la salvación.
Dame a conocer cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo ce-
lestial y divino, cuán breve lo temporal, cuán perdurable lo eter-
no.
Haz que me prepare para la muerte, que tema el juicio, que
evite el infierno y que obtenga el paraíso.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

ORACIóN DE SANTO TOMÁS


Gracias te doy, señor, Padre santo, Dios eterno y omnipo-
tente, porque a mí, pecador e indigno siervo tuyo, sin mérito al-
guno de mi parte, sino sólo por tu gran misericordia, te has
dignado saciarme con el precioso Cuerpo y Sangre de tu Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo.
Te ruego que esta Santa Comunión no sea para mí ocasión de
castigo, sino saludable intercesión para obtener el perdón; que
sea para mí armadura de fe y escudo de buena voluntad, muer-
te de todos mis vicios, exterminio de todos mis apetitos carna-
les, aumento de caridad y paciencia, de humildad y obediencia,
y de todas las virtudes; que sea firme defensa contra las insidias
de todos mis enemigos, visibles e invisibles; que sea perfecto
sosiego de mi cuerpo y de mi espíritu, firme unión contigo, úni-
co y verdadero Dios, y feliz consumación de mis días.
Te ruego te dignes llevarme a mí, pecador, a aquel convite
inefable, donde Tú, con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus
Santos luz verdadera, satisfacción plena, gozo perdurable, dicha
completa y felicidad perfecta.
Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
ORACIóN DEL PADRE PíO DESPUÉS DE SU MISA
Quédate conmigo, señor, porque es necesario tenerte presen-
te para no olvidarte. Tú sabes con qué facilidad te abandono.
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Quédate conmigo, Señor, porque soy débil y tengo necesidad


de tu fortaleza para no caer tantas veces.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti dis-
minuye mi fervor.
Quédate conmigo, Señor, porque Tú eres mi vida y sin Ti que-
do en tinieblas.
Quédate conmigo, Señor, para mostrarme tu voluntad.
Quédate, Señor, conmigo, para que oiga tu voz y la siga.
Quédate, Señor, conmigo, porque deseo amarte mucho y es-
tar en tu compañía.
Quédate conmigo, Señor, si quieres que te sea fiel.
Quédate conmigo, Señor, porque aunque mi alma sea tan po-
bre, desea ser para Ti un lugar de descanso, un nido de amor…
Quédate, Jesús, conmigo, porque se hace tarde y el día decli-
na… Esto es, se acerca la muerte, el juicio, la eternidad…
Quédate conmigo; necesito redoblar mis fuerzas a fin de no
desfallecer en el camino y para esto tengo necesidad de Ti.
Se hace tarde y viene la muerte.
Me inquietan las tinieblas, las tentaciones, las arideces, las
cruces, las penas… ¡Cuánta necesidad tengo de Ti!
Haz que te conozca, como tus discípulos, al partir el pan. Es-
to es: que la unión eucarística sea la luz que disipe las tinieblas,
la fuerza que me sostenga y la única alegría de mi corazón.
Quédate, Señor, conmigo, porque cuando llegue la muerte
quiero estar unido a Ti, si no realmente por la Santa Comunión,
sí al menos por la gracia y el amor.
¡Quédate, Jesús, conmigo! No te pido la divina consolación,
porque no la merezco, pero el don de tu santísima presencia…
¡eso sí, te lo pido!
¡Quédate, Señor, conmigo! A Ti solo busco; tu amor, tu gra-
cia, tu voluntad, tu corazón, tu espíritu, porque te amo y no quie-
ro otra recompensa que amar.
Quiero un amor ferviente y profundo.
Quiero amarte con todo mi corazón, aquí en la tierra, para se-
guir amándote con perfección por toda la eternidad.
Así sea.
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coMuniÓn esPirituAl
o De Deseo
Consiste en desear con fe y con amor recibir a Nuestro Señor
en el Sacramento de la Eucaristía. Si se tiene la desgracia
de estar en pecado mortal, se debe implorar siempre primero
la misericordia divina, por medio de un acto de contrición.

FóRMULA DE SAN ALFONSO MARíA DE LIGORIO


Creo, Jesús mío, que estáis realmente presente en el Santísi-
mo Sacramento del Altar. Os amo sobre todas las cosas y deseo
recibiros en mi alma. Pero como ahora no puedo recibiros sa-
cramentado, venid a lo menos espiritualmente a mi corazón.
Como si ya os hubiese recibido, os abrazo y me uno todo a
Vos. No permitáis, Señor, que jamás me separe de Vos. Amén.
FóRMULA MÁS BREVE DE SAN ALFONSO
Creo, Jesús mío, que estáis en el Santísimo Sacramento; os
amo y os deseo recibir; venid a mi corazón. Os abrazo y os pi-
do que no os apartéis de mí.

FóRMULA DEL CARDENAL MERRY DEL VAL


A vuestros pies me postro, ¡oh Jesús mío!, y os ofrezco el
arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la na-
da, ante vuestra santa presencia. Os adoro en el Sacramento de
vuestro amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibiros en la po-
bre morada que os ofrece mi alma. Esperando la dicha de la Co-
munión Sacramental, quiero poseeros en espíritu.
Venid a mí, puesto que yo vengo a Vos, ¡oh mi Jesús!, y que
vuestro amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo
en Vos y espero en Vos. Así sea.
(Indulgencia de tres años cada vez; plenaria al mes).
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visitAs Al
sAntísiMo sAcrAMento
Visite cada día con amor a Jesús presente en el Sagrario. Fomente
esta costumbre en sus niños, incluso los más pequeños. Para la Hora
Santa, se puede usar el admirable libro de San Alfonso. Las oraciones
que siguen pueden servir también para la acción de gracias.

ORACIóN DE SAN ALFONSO MARíA DE LIGORIO


AL SANTíSIMO SACRAMENTO
señor mío Jesucristo, que, por el amor que tenéis a los hom-
bres, estáis de día y de noche en este Sacramento, lleno de pie-
dad y de amor, esperando, llamando y recibiendo a todos los que
vienen a visitaros; creo que estáis presente en el Santísimo Sa-
cramento del Altar. Os adoro desde el abismo de mi nada y os
doy gracias por todos los beneficios que me habéis hecho, es-
pecialmente porque me habéis dado en este Sacramento vuestro
Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad; por haberme concedido por
mi abogada a vuestra Santísima Madre, la Virgen María; y ha-
berme ahora llamado a visitaros en este lugar santo.
Adoro vuestro amantísimo Corazón y deseo adoraros por tres
fines: el primero, en agradecimiento de esta tan rica dádiva; el
segundo, para desagraviaros de todos los ultrajes que habéis re-
cibido de vuestros enemigos en este Sacramento; y el tercero,
porque deseo en esta visita adoraros en todos los lugares de la
tierra, donde estáis Sacramentado con menos culto y más olvi-
do.
¡Jesús amoroso! Os amo con todo mi corazón; pésame de
haber ofendido, tantas veces, a vuestra infinita bondad, y pro-
pongo enmendarme, asistido de vuestra gracia. Miserable co-
mo soy, me consagro todo a Vos, y entrego y pongo en vuestras
divinas manos mi voluntad, afectos, deseos y todo cuanto soy y
puedo. De hoy en adelante haced, Señor, de mí todo lo que os
agrade. Lo que yo quiero y os pido es vuestro santo amor, el
entero cumplimiento de vuestra santa voluntad, y la perseveran-
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cia final. Os encomiendo las almas del Purgatorio, especialmen-


te las más devotas del Santísimo Sacramento y de María Santí-
sima, y os ruego también por todos los pecadores.
En fin, amado Salvador mío, uno todos mis afectos y deseos
con los de vuestro Sacratísimo Corazón, y así unidos, los ofrez-
co a vuestro Eterno Padre, y por el amor que os tiene, le pido en
vuestro nombre que los oiga y admita benignamente. Amén.

ESTACIóN AL SANTíSIMO SACRAMENTO

Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.


R. Por siempre sea bendito y alabado. Amén.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como un pobre
ante un gran Señor; dadme, Señor, la limosna de vuestra divina
gracia.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como un sier-
vo ante su Amo; dadme, Señor, el sustento de vuestro Cuerpo y
libradme de mi gran miseria.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como un enfer-
mo ante el Médico; sanad, Señor, las heridas de mi alma con el
bálsamo de vuestra sangre.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como el discí-
pulo ante su Maestro; enseñadme, Señor, a practicar vuestra di-
vina voluntad.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como un hijo
ante su Padre; no me privéis, Señor, de la herencia paterna que
es la patria celestial.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Heme aquí, Buen Jesús, en vuestra presencia, como una ove-
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ja ante su Pastor; guardad, Señor, el rebaño de vuestra Santa


Iglesia y atended benignamente las intenciones de nuestro Pa-
dre Santo.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

QUINCE MINUTOS EN COMPAñíA


DE JESÚS SACRAMENTADO
El cristiano: ¡Hablad, señor!, que vuestro humilde siervo
os escucha.
Jesús: No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme
mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sen-
cillamente, como hablarías al más íntimo de tus amigos, como
hablarías a tu madre, a tu hermano.
El cristiano: ¡señor!, necesito haceros una súplica en fa-
vor de alguien.
Jesús: Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de
tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hi-
ciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho; no vaciles en
pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidar-
se en cierto modo de sí mismos para atender a las necesidades
ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a
quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves pade-
cer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de
los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime
por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa.
Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga
del corazón; ¿y no ha de salir del corazón el ruego que me diri-
jas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
El cristiano: Para mí, también, necesito mucho.
Jesús: Hazme, si quieres, una como lista de tus necesidades,
y ven, léela en mi presencia. Dime francamente que sientes so-
berbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres, tal vez, egoís-
ta, inconstante, negligente… y pídeme luego que venga en ayuda
de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para sacudir de en-
cima de ti tales miserias. No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay
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en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tu-


vieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad…, y
poco a poco se vieron libres de ellos. Ni menos vaciles en pe-
dirme bienes espirituales y corporales; salud, memoria, éxito fe-
liz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y
lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes
favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué nece-
sitas? ¿Qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos
que tengo de favorecerte!
El cristiano: ¡señor!, vuestra bondad me confunde. sí, os
pido gracias abundantes para no sucumbir más a mis pasio-
nes. Mas, tengo otras penas…
Jesús: Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas
con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿Quién lastimó tu
amor propio? ¿Quién te ha despreciado? Acércate a mi Cora-
zón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del
tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme
que, a semejanza de Mí, todo lo perdonas, todo lo olvidas, y, en
pago, recibirás mi consoladora bendición. ¿Temes por ventura?
¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser
infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi
Providencia. Contigo estoy; aquí a tu lado me tienes; todo lo
veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo. ¿Sientes des-
vío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora, ol-
vidadas, se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo?
Ruega por ellas y Yo las volveré a tu lado si no han de ser obs-
táculo a tu santificación.
El cristiano: confiando en vuestro corazón misericordio-
so, ruego por todas estas intenciones. no miréis mis peca-
dos, sino vuestras santas llagas, y, por vuestra sagrada
Pasión, dignaos escuchar todas mis peticiones.
Jesús: Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los
hombres se los engaña fácilmente: a Dios, no; háblame, pues,
con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte
ya más a aquella ocasión de pecado, de privarte de aquel obje-
to que te dañó, de no leer más aquel libro que exaltó tu imagi-
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nación, de no tratar más a aquella persona que turbó la paz de


tu alma? ¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con
aquella otra, a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy
como enemiga? Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupacio-
nes habituales: al taller, a la familia, al estudio…, pero no olvi-
des los quince minutos de grata conversación que hemos teni-
do aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda en cuanto
puedas silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad
con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Vir-
gen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más
amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encon-
trarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consue-
los.

VELA AL SANTíSIMO

Cuando está expuesto el Santísimo Sacramento, ya durante


el ejercicio de las Cuarenta Horas, ya en cualquiera otra ocasión,
no puede quedar sin alguna persona que vele devotamente. Por
esta causa, durante las horas en que el Buen Jesús Sacramentado
está expuesto en el altar, los cristianos devotos se distribuyen en
diferentes turnos para que ni un solo momento deje de haber
algún adorador.
Los ejercicios que se pueden practicar durante estos ratos tan
piadosos y recogidos de la Vela al Santísimo, son todos aquellos
que tienen por objeto la veneración de la Sagrada Eucaristía y
todas las devociones que se refieren a la Santísima Trinidad y,
en particular, a la persona de Jesús, tales como las dedicadas a
la Sagrada Pasión y al Sagrado Corazón. También son ejercicios
muy apropiados las fórmulas de las oraciones más solemnes,
como las Letanías de los Santos o el Trisagio a la Santísima Tri-
nidad. Puede cada uno practicar el ejercicio de piedad que más
devoción le dé, y así puede emplear el tiempo de la Vela en la
meditación, en el rezo del Salterio, del Santo Rosario o en cual-
quiera otra práctica de devoción sólida y aprobada por la Igle-
sia.
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DevociÓn A nuestro
señor Jesucristo

DevociÓn A lA PAsiÓn De
nuestro señor Jesucristo
“No hay cosa tan eficaz para curar las llagas de nuestra conciencia
y purgar y perfecionar nuestra alma como la frecuente y continua
meditación de las llagas de Cristo y de su Muerte y Pasión”
(San Bernardo, Sermón 62, Cant.)

reloJ De lA PAsiÓn

Para recordar durante el día, al dar la hora:


A las 5 horas: Jesús en prisión.
A las 6 horas: Jesús ante el Sanhedrín.
A las 7 horas: Jesús ante Pilatos.
A las 8 horas: Jesús ante Herodes.
A las 9 horas: Flagelación.
A las 10 horas: Coronación de espinas.
A las 11 horas: Jesús sube al Calvario.
A las 12 horas: Crucifixión.
A las 13 horas: Jesús perdona al Buen Ladrón.
A las 14 horas: Jesús nos entrega a Su Madre.
A las 15 horas: Muerte de Jesús.
A las 16 horas: El Corazón de Jesús abierto por la lanza.
A las 17 horas: Descendimiento de la Cruz.
A las 18 horas: Soledad de la Virgen.
A las 19 horas: Lavatorio de los pies.
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A las 20 horas: Institución de la Eucaristía.


A las 21 horas: Oración de la Unión.
A las 22 horas: Agonía de Getsemaní.
A las 23 horas: Prendimiento.
A las 24 horas: Tribunales de la noche.
el víA crucis
Vía Crucis significa camino de la cruz, y consiste en recorrer
con el pensamiento el camino que recorrió Jesucristo, desde que
le cargaron la cruz en el pretorio de Pilatos, hasta la cumbre del
monte Calvario. Según las revelaciones a Santa Brígida, tras la
muerte de Jesucristo, el mayor consuelo de la Virgen era reco-
rrer los pasos de aquel sagrado camino, regado con la sangre de
Jesucristo. Es una de las devociones más útiles, más agradables
a Dios, enriquecida con una indulgencia plenaria por cada vez
que se la practique. Lo esencial para ganar las indulgencias del
Vía Crucis es:
1º Estar en estado de gracia.
2º Recorrer las estaciones; mas, si fuese grande el concurso,
bastaría volverse a cada estación, sin moverse de un lugar a
otro.
3º Meditar la Pasión.
4º No interrumpir el ejercicio.
5º Hacerlo donde está canónicamente erigido el Vía Crucis.
Los impedidos física o moralmente de hacer esta devoción en
tales lugares, pueden rezar con corazón contrito veinte Padre-
nuestros, Avemarías y Glorias, teniendo en la mano un Crucifi-
jo bendecido para este fin, y ganarán las mismas indulgencias.
PRÁCTICA DEL VíA CRUCIS
Por la señal…
Acto de contrición (pág. 257).
oración preparatoria
¡Oh amabilísimo Jesús mío!: heme aquí postrado ante tu di-
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vino acatamiento, implorando tu misericordia en favor de tan-


tos pecadores infelices, de las benditas almas del purgatorio, y
de la Iglesia universal. Aplícame, te ruego, los merecimientos
infinitos de tu sagrada Pasión, y concédeme los tesoros de in-
dulgencia con que tus Vicarios en la tierra enriquecieron esta de-
voción del “Vía Crucis”. Acéptalos en satisfacción de mis
pecados, y en sufragio de los difuntos a quienes tengo más obli-
gación de socorrer.
Y tú, Madre dolorosísima de mi Redentor, por aquella amar-
gura que inundó tu corazón cuando acompañaste a tu santísimo
Hijo al Calvario, haz que se empape mi alma en los sentimien-
tos que embebían entonces la tuya. Alcánzame vivo dolor y de-
testación de mis pecados, y aliento para abrazarme con la cruz,
y seguir las huellas de tu dulcísimo Hijo Jesús, nuestro sumo
Capitán y Rey eterno. No me niegues estas gracias, Madre mía:
haz que, teniendo ahora parte en la pena de tu Hijo y en tu que-
branto, merezca ser partícipe de su triunfo y de tus alegrías en
la gloria. Amén.
Primera estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE
Adorámoste, Cristo, y Te bendecimos.*
R. Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
¡Oh Jesús, dulce Salvador mío, que siendo el Creador del
cielo y de la tierra, has aceptado ser juzgado y condenado por

* Este versículo y los siguientes se repiten en cada estación. Pueden


cantarse en latín:
Adorámus te, Christe, et benedícimus tibi.
R. Quia per sanctam crucem tuam redemísti mundum.
Después de cada estación se dice:
Miserére nostri, Dómine.
R. Miserére nostri.
Fidélium ánimæ, per misericórdiam Dei, requiéscant in pace.
R. Amen.
Entre las estaciones se canta una estrofa del Stabat Mater (pág. 192).
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un tribunal humano, para que yo no sea condenado en el tribu-


nal divino! Concédeme la gracia de llorar mis pecados que son
la causa de tu muerte.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Señor, ten piedad de nosotros.
R. Piedad, señor, piedad.
Que las almas de los fieles difuntos, por la misericordia de
Dios, descansen en paz.
R. Amén.
segunda estación
JESÚS SALE CON LA CRUz A CUESTAS
¡Oh Jesús, que dijiste: “Si alguno quiere venir en pos de mí,
niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame”! Dígnate fortale-
cerme, a fin de que acepte cristianamente todas las cruces que
tu amor me envíe para alcanzar mi salvación.
Padrenuestro, etc.
tercera estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEz
¡Oh Jesús!, que caído bajo el peso de la Cruz te levantas tan
generosamente, dígnate darme el valor necesario para levantar-
me en seguida, por medio de la oración y la penitencia, cuando
tenga la desgracia de caer en el pecado o en el desaliento.
Padrenuestro, etc.
cuarta estación
JESÚS ENCUENTRA A SU SANTíSIMA MADRE
¡Oh dolorosísima Madre mía, que, unida a Jesús, participas-
te de un modo tan perfecto en la Pasión de tu Divino Hijo! Díg-
nate concederme la gracia de llorar contigo y de tener mi
corazón traspasado como el tuyo, por tantos sufrimientos como
Jesús padeció por mi salvación.
Padrenuestro, etc.
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Quinta estación
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRENEO
¡Oh Jesús, que quieres que nosotros añadamos nuestra peque-
ña gota de agua al cáliz de tu pasión! Dígnate enseñarnos a su-
frir de buen grado por Ti los pequeños sacrificios y las penas de
cada día, y a unir nuestros trabajos y nuestros sufrimientos a los
tuyos.
Padrenuestro, etc.
sexta estación
LA VERóNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
¡Oh Jesús, que dejas el retrato de tu Divino Rostro en el velo
de la Verónica! Dígnate imprimir de tal manera tu imagen en
mi alma, que fortalecido por el valeroso ejemplo de esta santa
mujer, nunca jamás me deje arrastrar por el cobarde respeto hu-
mano.
Padrenuestro, etc.
séptima estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEz
¡Oh Jesús, que abrumado por mis pecados tan numerosos caes
por segunda vez! Perdón por todas mis faltas. De ahora en ade-
lante, acudiré a la oración en las tentaciones, sin desalentarme
jamás; huiré de las ocasiones peligrosas y, con tu gracia, quiero
no volver a caer.
Padrenuestro, etc.
octava estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN
¡Oh Jesús, que dices a las mujeres de Jerusalén: “No lloréis
por Mí, sino por vosotras y por vuestros hijos”! Dígnate conce-
derme la gracia de llorar mis pecados y de considerarlo todo a
la luz de tus juicios.
Padrenuestro, etc.
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novena estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEz
¡Oh Jesús, que una vez más Te levantas para entregarte al ver-
dugo por mi salvación! Dígnate concederme la perseverencia
hasta la muerte, sin desesperar jamás.
Padrenuestro, etc.

Décima estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
¡Oh Jesús, tan cruelmente despojado de tus vestiduras! Per-
dón por todos los escándalos de la moda. Dígnate inspirarme,
con el sentido de la modestia cristiana, un vivo horror de todo
lo que ofende a la virtud de la pureza, y haz que para permane-
cer puro tenga el valor de mortificar mi vista y todos mis senti-
dos.
Padrenuestro, etc.

undécima estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUz
¡Oh Jesús, que para salvarme has soportado el cruel suplicio
de la crucifixión! Dígnate enseñarme a mortificar mi carne y
todas mis pasiones desordenadas.
Padrenuestro, etc.

Duodécima estación
JESÚS MUERE EN LA CRUz
¡Oh Jesús, que en tu agonía perdonaste a tus verdugos, abris-
te el Cielo al ladrón arrepentido, y nos diste a tu Madre para que
fuese la Madre de nuestras almas! Dígnate, por tu muerte dolo-
rosa, concedernos la gracia de morir, desde ahora, al pecado y
de tener una santa muerte en tu amor.
En unión con tu muerte y en expiación de mis pecados, acep-
to desde ahora la muerte que te plazca enviarme. ¡Corazón ago-
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nizante de Jesús, y Tú, Corazón Inmaculado y Doloroso de Ma-


ría! Os confío mi última hora y la última hora de todos los pe-
cadores.
Padrenuestro, etc.

Decimotercera estación
JESÚS MUERTO EN LOS BRAzOS DE SU MADRE
¡Oh dolorosísima Madre mía, son mis pecados los que han
crucificado a tu Divino Hijo! Dígnate enseñarme a contemplar
cada día estas Santas Llagas, y a refugiarme en ellas con el pen-
samiento en las tentaciones.
Padrenuestro, etc.

Decimocuarta estación
JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO
¡Oh Madre mía dolorosa! No quiero abandonar el sepulcro
en el que dejas el cuerpo ensangrentado de Jesús sin prometer-
te, ayudado de tu intercesión, vivir como buen cristiano hasta la
muerte.
Padrenuestro, etc.

oración final
(de San Alfonso María de Ligorio)

Señor mío Jesucristo, que para redimir al mundo de la escla-


vitud del demonio, quisiste nacer entre nosotros mortal y pasi-
ble, ser circuncidado, reprobado de los judíos y entregado por
Judas con ósculo sacrílego, ser preso y, como inocente cordero
que llevan al matadero, ser presentado ignominiosamente en los
tribunales de Anás, Caifás, Pilatos y Herodes; ser acusado por
testigos falsos, azotado crudelísimamente, coronado de espinas,
herido con bofetadas, golpeado con una caña, escupido y cubier-
to de oprobios, despojado de tus vestidos, crucificado, levanta-
do en la Cruz entre dos ladrones, abrevado con hiel y herido con
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una lanza, por esas tus amargas penas que yo, aunque indigno
pecador, voy meditando, y por tu Pasión y Muerte, líbrame de
los tormentos del infierno y dígnate llevarme a donde llevaste a
aquel dichoso ladrón, que fue crucificado contigo, ¡oh Jesús
mío!, que con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por los
siglos de los siglos. Amén.
LETANíAS DE LA PRECIOSíSIMA SANGRE
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros,
cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos,
cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos,
cristo, éscúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios,
ten misericordia de nosotros.
Sangre de Cristo, el Unigénito del Padre Eterno,
sálvanos.*
Sangre de Cristo, Verbo de Dios Encarnado,
Sangre de Cristo, del Nuevo y Eterno Testamento,
Sangre de Cristo, derramada sobre la tierra en la agonía,
Sangre de Cristo, vertida copiosamente en la flagelación,
Sangre de Cristo, brotada de la coronación de espinas,

* A cada invocación, se responde: sálvanos.


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Sangre de Cristo, derramada en la Cruz,


Sangre de Cristo, precio de nuestra salvación,
Sangre de Cristo, sin la cual no hay perdón,
Sangre de Cristo, bebida eucarística y limpieza de las almas,
Sangre de Cristo, manantial de misericordia,
Sangre de Cristo, vencedora de los demonios,
Sangre de Cristo, fortaleza de los mártires,
Sangre de Cristo, sostén de los confesores,
Sangre de Cristo, que haces germinar las vírgenes,
Sangre de Cristo, consuelo en el peligro,
Sangre de Cristo, alivio de los afligidos,
Sangre de Cristo, solaz en las penas,
Sangre de Cristo, esperanza del penitente,
Sangre de Cristo, consuelo del moribundo,
Sangre de Cristo, paz y ternura para los corazones,
Sangre de Cristo, prenda de vida eterna,
Sangre de Cristo, que libras a las almas del Purgatorio,
Sangre de Cristo, acreedora de todo honor y gloria,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Perdónanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
escúchanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten piedad de nosotros.
Oh, Señor, nos has redimido en tu Sangre.
R. Y nos has hecho reino de nuestro Dios.

Oremos. Dios omnipotente y eterno, que has hecho de tu Hi-


jo Unigénito el Redentor del mundo, y has querido ser aplacado
por su Sangre, concédenos, te suplicamos, que de tal modo ado-
remos el precio de nuestra salvación, que por su virtud nos sal-
vemos de los peligros de la vida presente y alcancemos el gozo
de sus frutos eternamente en el Cielo. Por el mismo Señor Nues-
tro Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del
Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.
(7 años de indulgencia; plenaria al mes).
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DevociÓn Al sAGrADo
corAZÓn De JesÚs
origen. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús es, en su
esencia, tan antigua como la Iglesia.
En el Calvario, Nuestro Señor manifestó por primera vez su
Corazón divino a través de la herida abierta en su costado por la
lanza del soldado.
Para propagar esta devoción en su forma actual, Nuestro Se-
ñor Jesucristo se sirvió de San Juan Eudes († 1680) y de un mo-
do especial de una humilde religiosa de la Visitación, Santa
Margarita María de Alacoque (1646-1690). Un día de la octa-
va de Corpus (en junio de 1675), Nuestro Señor, descubriendo
su Corazón, le dijo: “He aquí este Corazón que tanto ha ama-
do a los hombres, que nada ha perdonado hasta agotarse y con-
sumirse para manifestarles su amor; y en pago sólo recibe de
la mayor parte ingratitudes, por sus irreverencias y sacrilegios,
por las indiferencias y desprecios que tienen por mí en este Sa-
cramento de amor. Y lo que siento más todavía es que corazo-
nes que me están consagrados me tratan de esta misma
manera”. Y el Divino Maestro confió a su sierva la misión de
enriquecer al mundo entero con el socorro de esta devoción.
objeto y fin. La devoción al Sagrado Corazón de Jesús hon-
ra al corazón adorable que late en el pecho del Salvador. Le
honra también como símbolo conmovedor del amor de Dios pa-
ra con nosotros que se manifiesta especialmente en la obra de
nuestra salvación y en el Sacramento de la Eucaristía. La vista
de este Corazón Sagrado, abrasado de amor por los hombres,
nos incita a amar a Jesucristo con verdadero amor. Testigos de
la indiferencia de muchos, nos esforzamos con nuestro amor y
celo, en reparar tanta ingratitud.
Prácticas. Según el deseo del Divino Maestro: celebrar con
piedad la fiesta del Sagrado Corazón.
Dedicar el primer viernes de cada mes al Sagrado Corazón,
especialmente haciendo en este día una fervorosa comunión.
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Ofrecer cada mañana al Sagrado Corazón de Jesús las accio-


nes del día.
Por amor a Nuestro Señor, huir del pecado y luchar contra
nuestros defectos
Colocar en nuestra casa una hermosa imagen del Sagrado Co-
razón de Jesús, para participar de las bendiciones prometidas a
quienes le tributen este homenaje y hacer la ceremonia de la En-
tronización.

Promesas del sagrado corazón de Jesús

1. Reinaré a pesar de mis enemigos y de los que a ello se


opongan.
2. Daré a mis devotos todas las gracias necesarias a su esta-
do.
3. Pondré paz en sus familias.
4. Les aliviaré en sus trabajos.
5. Bendeciré todas sus empresas.
6. Les consolaré en sus penas.
7. Seré su refugio seguro durante la vida y sobre todo en la
hora de la muerte.
8. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el océa-
no infinito de mi misericordia.
9. Las almas tibias se harán fervorosas.
10. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
11. Bendeciré las casas en que mi imagen sea expuesta y hon-
rada.
12. No dejaré morir eternamente a ningún devoto que se ha-
ya consagrado a mi Divino Corazón.
13. Derramaré la unción de mi caridad sobre las Comunida-
des religiosas que se pongan bajo mi especial protección, y se-
ré su salvaguardia en sus caídas.
14. Los que trabajen en la salvación de las almas lo harán
con éxito y sabrán el arte de conmover los corazones más em-
pedernidos, si tienen una tierna devoción a mi Corazón divino
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y trabajan por inspirarla y establecerla en todas partes.


15. Las personas que propaguen esta devoción recibirán por
ello grandes recompensas y tendrán su nombre escrito en mi Co-
razón, y jamás será borrado de él.
16. Prometo, en el exceso de la misericordia de mi cora-
zón, que mi amor todopoderoso concederá a todos los que
comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos la gra-
cia de la penitencia final; no morirán en mi desgracia ni sin
recibir los sacramentos, y mi corazón será su seguro refu-
gio en aquella hora.

el primer viernes de mes

Es una excelente manera de honrar al Sacratísimo Corazón


de Jesús. Celebre cada primer Viernes comulgando y asistien-
do al acto de la tarde, en el que se suele dar la bendición con el
Santísimo.

LETANíAS DEL SAGRADO CORAzóN DE JESÚS


Señor, ten misericordia de no- Ky´ rie, eléison,
sotros (2 veces). Ky´ rie, eléison.
Cristo, ten misericordia de no- Christe, eléison,
sotros (2 veces). christe, eléison.
Señor, ten misericordia de no- Ky´ rie, eléison,
sotros (2 veces). Ky´ rie, eléison.
Cristo, óyenos, Christe, audi nos,
Cristo, óyenos. christe, audi nos.
Cristo, escúchanos, Christe, exáudi nos,
Cristo, éscúchanos. christe, exáudi nos.
Dios Padre celestial, Pater de cælis, Deus,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.*
Dios Hijo, Redentor del mun- Fili, Redémptor mundi, Deus,
do,
* A partir de aquí, se responde: Miserere nobis.
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Spíritus Sancte, Deus, Dios Espíritu Santo,


Sancta Trínitas, unus Deus, Trinidad Santa, un solo Dios,
Cor Jesu, Fílii Patris ætérni, Corazón de Jesús, Hijo del
Eterno Padre,
Cor Jesu, in sinu Vírginis Ma- Corazón de Jesús, formado por
tris a Spíritu Sancto formá- el Espíritu Santo en el seno de
tum, la Virgen Madre.
Cor Jesu, Verbo Dei substan- Corazón de Jesús, unido sus-
tiáliter unítum, tancialmente al Verbo de
Dios,
Cor Jesu, majestátis infinítæ, Corazón de Jesús, de Majestad
infinita,
Cor Jesu, templum Dei sanc- Corazón de Jesús, templo san-
tum, to de Dios,
Cor Jesu, tabernáculum Altís- Corazón de Jesús, Tabernácu-
simi, lo del Altísimo,
Cor Jesu, domus Dei et porta Corazón de Jesús, casa de Dios
cæli, y puerta del Cielo,
Cor Jesu, fornax ardens caritá- Corazón de Jesús, horno ar-
tis, diente de caridad,
Cor Jesu, justítiæ et amóris re- Corazón de Jesús, asilo de jus-
ceptáculum, ticia y de amor,
Cor Jesu, bonitáte et amóre Corazón de Jesús, lleno de
plenum, bondad y de amor,
Cor Jesu, virtútum ómnium Corazón de Jesús, abismo de
´ sus,
abys todas las virtudes,
Cor Jesu, omni laude digníssi- Corazón de Jesús, dignísimo
mum, de toda alabanza,
Cor Jesu, rex et centrum óm- Corazón de Jesús, Rey y cen-
nium córdium, tro de todos los corazones,
Cor Jesu, in quo sunt omnes Corazón de Jesús, en quien es-
thesáuri sapiéntiæ et sciéntiæ, tán todos los tesoros de la sa-
biduría y de la ciencia,
Cor Jesu, in quo hábitat omnis Corazón de Jesús, en quien ha-
plenitúdo divinitátis, bita toda la plenitud de la divi-
nidad,
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Corazón de Jesús, en quien el Cor Jesu, in quo Pater sibi be-


Padre se complació mucho, ne complácuit,
Corazón de Jesús, de cuya ple- Cor Jesu, de cujus plenitúdine
nitud todos hemos recibido, omnes nos accépimus,
Corazón de Jesús, deseo de los Cor Jesu, desidérium cóllium
eternos collados, æternórum,
Corazón de Jesús, paciente y Cor Jesu, pátiens et multæ mi-
de mucha misericordia, sericórdiæ,
Corazón de Jesús, rico para Cor Jesu, dives in omnes qui
con todos los que te invocan, ínvocant Te,
Corazón de Jesús, fuente de vi- Cor Jesu, fons vitæ et sanctitá-
da y de santidad, tis,
Corazón de Jesús, propiciación Cor Jesu, propitiátio pro pec-
por nuestros pecados, cátis nostris,
Corazón de Jesús, saturado de Cor Jesu, saturátum oppró-
oprobios, briis,
Corazón de Jesús, triturado por Cor Jesu, attrítum propter scé-
nuestros delitos, lera nostra,
Corazón de Jesús, hecho obe- Cor Jesu, usque ad mórtem
diente hasta la muerte, obédiens factum,
Corazón de Jesús, perforado Cor Jesu, láncea perforátum,
por una lanza,
Corazón de Jesús, fuente de to- Cor Jesu, fons totíus consola-
da consolación, tiónis,
Corazón de Jesús, vida y resu- Cor Jesu, vita et resurréctio
rreción nuestra, nostra,
Corazón de Jesús, paz y recon- Cor Jesu, pax et reconciliátio
ciliación nuestra, nostra,
Corazón de Jesús, víctima de Cor Jesu, víctima peccatórum,
los pecados,
Corazón de Jesús, salud de los Cor Jesu, salus in te sperán-
que en Ti esperan, tium,
Corazón de Jesús, esperanza Cor Jesu, spes in te morién-
de los que en Ti mueren, tium,
Corazón de Jesús, delicia de Cor Jesu, delíciæ Sanctórum
todos los santos, ómnium,
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Agnus Dei, qui tollis peccáta Cordero de Dios, que quitas


mundi, los pecados del mundo,
Parce nobis, Dómine. Perdónanos, Señor.
Agnus Dei, qui tollis peccáta Cordero de Dios, que quitas
mundi, los pecados del mundo,
exáudi nos, Dómine. Escúchanos, Señor.
Agnus Dei, qui tollis peccáta Cordero de Dios, que quitas
mundi, los pecados del mundo,
Miserére nobis. Ten piedad de nosotros.
Jesu, mitis et húmilis Cor- Jesús, manso y humilde de
de. corazón.
R. fac cor nostrum se- R. Haz nuestro corazón se-
cúndum cor tuum. mejante al tuyo.
Orémus. Omnípotens et Oremos. Omnipotente y
sempitérne Deus, réspice in sempiterno Dios, mira al Co-
Cor dilectíssimi Fílii tui, et in razón de tu amantísimo Hijo, y
laudes et satisfactiónes, quas a las alabanzas y satisfaccio-
in nómine peccatórum tibi nes que te ofreció en nombre
persólvit, iísque misericór- de los pecadores, y concede
diam tuam peténtibus, tu vé- propicio tu perdón a éstos que
niam concéde placátus, in imploran tu misericordia en
nómine ejúsdem Fílii tui Jesu nombre de tu mismo Hijo Jesu-
Christi, qui tecum vivit et reg- cristo: que contigo vive y reina
nat in sæcu´ la sæculórum. por los siglos de los siglos.
Amen. Amén.
(7 años de indulgencia; plenaria al mes).

CONSAGRACIóN DEL GÉNERO HUMANO


AL SAGRADO CORAzóN DE JESÚS
(prescrita por el Papa Pío XI para la fiesta de Cristo Rey)
¡Dulcísimo Jesús, Redentor del género humano! Miradnos
humildemente postrados delante de vuestro altar; vuestros so-
mos y vuestros queremos ser; y a fin de vivir más estrechamen-
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te unidos con Vos, todos y cada uno espontáneamente nos con-


sagramos en este día a vuestro Sacratísimo Corazón.
Muchos, por desgracia, jamás os han conocido; muchos, des-
preciando vuestros mandamientos, os han desechado. ¡Oh Je-
sús benignísimo!, compadeceos de los unos y de los otros, y
atraedlos a todos a vuestro Corazón Santísimo.
¡Oh Señor! Sed Rey, no sólo de los hijos fieles que jamás se
han alejado de Vos, sino también de los pródigos que os han
abandonado; haced que vuelvan pronto a la casa paterna para
que no perezcan de hambre y de miseria.
Sed Rey de aquellos que, por seducción del error o por espí-
ritu de discordia, viven separados de Vos; devolvedlos al puer-
to de la verdad y a la unidad de la fe, para que en breve se forme
un solo rebaño bajo un solo Pastor. Sed Rey de los que perma-
necen todavía envueltos en las tinieblas de la idolatría o del is-
lamismo: dignáos atraerlos a todos a la luz de vuestro reino.
Mirad, finalmente, con ojos de misericordia a los hijos de
aquel pueblo que en otro tiempo fue vuestro predilecto: des-
cienda también sobre ellos, como bautismo de redención y de
vida, la sangre que un día contra sí reclamaron.
Conceded, ¡oh Señor!, incolumidad y libertad segura a vues-
tra Iglesia; otorgad a todos los pueblos la tranquilidad en el or-
den; haced que del uno al otro confín de la tierra no resuene sino
esta voz: ¡Alabado sea el Corazón divino, causa de nuestra sa-
lud! A Él se entonen cánticos de honor y de gloria por los si-
glos de los siglos. Amén.

ACTO DE REPARACIóN
(prescrito para la fiesta del Sagrado Corazón)
¡Oh dulcísimo Jesús, cuyo inmenso amor a los hombres no
ha recibido en pago de los ingratos más que olvido, negligencia
y menosprecio!, vednos postrados ante vuestro altar, para repa-
rar, con especiales homenajes de honor, la indigna frialdad de
los hombres y las injurias con que, en todas partes, hieren vues-
tro amantísimo Corazón.
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Mas recordando que también nosotros alguna vez nos man-


chamos con tal indignidad, de la cual nos dolemos ahora viva-
mente, deseamos ante todo obtener para nuestras almas vuestra
divina misericordia, dispuestos a reparar, con voluntaria expia-
ción, no sólo nuestros pecados sino también los de aquellos que,
alejados del camino de la salvación y obstinados en su infideli-
dad, o no quieren seguiros como a Pastor y Guía o, conculcan-
do las promesas del bautismo, han sacudido el suavísimo yugo
de vuestra ley.
Nosotros queremos expiar tan abominables pecados, especial-
mente la inmodestia y la deshonestidad de la vida y de los ves-
tidos, las innumerables asechanzas tendidas contra las almas
inocentes, la profanación de los días festivos, las execrables in-
jurias proferidas contra Vos y contra vuestros Santos, los insul-
tos dirigidos a vuestro Vicario y al Orden Sacerdotal, las
negligencias y horribles sacrilegios con que es profanado el mis-
mo Sacramento del Amor, y, en fin, los públicos pecados de las
naciones que oponen resistencia a los derechos y al magisterio
de la Iglesia por Vos fundada.
¡Ojalá que nos fuese dado lavar tantos crímenes con nuestra
propia sangre! Mas, entretanto, como reparación del honor di-
vino conculcado, uniéndola con la expiación de la Virgen vues-
tra Madre, de los Santos y de las almas buenas, os ofrecemos la
satisfacción que Vos mismo ofrecisteis un día sobre la cruz al
Eterno Padre y que diariamente se renueva en nuestros altares,
prometiendo, de todo corazón, que en cuanto nos sea posible y
mediante el auxilio de vuestra gracia, repararemos los pecados
propios y ajenos y la indiferencia de las almas hacia vuestro
amor, oponiendo la firmeza en la fe, la inocencia de la vida y la
observancia perfecta de la ley evangélica, sobre todo de la cari-
dad, mientras nos esforzamos además por impedir que seáis in-
juriado y por atraer a cuantos podamos para que vayan en
vuestro seguimiento.
¡Oh benignísimo Jesús! Por intercesión de la Santísima Vir-
gen María Reparadora os suplicamos que recibáis este volunta-
rio acto de reparación; concedednos que seamos fieles a vuestros
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mandatos y a vuestro servicio hasta la muerte y otorgadnos el


don de la perseverancia, con el cual lleguemos felizmente a la
gloria, donde, en unión del Padre y del Espíritu Santo, vivís y
reináis, Dios, por todos los siglos de los siglos. Amén.
(Cinco años de indulgencia; plenaria al mes).

CONSAGRACIóN DE LA FAMILIA AL
SAGRADO CORAzóN DE JESÚS

entronización del sagrado corazón en las familias


El Corazón de Jesús es Rey de los individuos, de las familias, de las so-
ciedades. ¡Quiere y debe reinar por su Corazón! No reina en muchos
corazones que Lo ignoran, en tantos hogares donde reina la indiferen-
cia o el paganismo, en nuestras sociedades modernas que Lo excluyen,
persiguen o desprecian. Y sin embargo, tiene que reinar, y sin Él no hay
paz posible. Proclamemos su realeza en nuestras familias, colocando
su imagen en el lugar de honor, símbolo sagrado y permanente de
adoración, de reparación, de sumisión de amor filial. Una familia tras
otra, reconquistemos a su amor al mundo entero. Será la prenda
infalible y única de la paz, la alegría y la felicidad.

Modo de hacer la consagración de la familia


al sacratísimo corazón de Jesús
Ante todo, el sacerdote bendice la imagen con la oración del Ritual;
después, en el lugar preparado previamente, el jefe de la familia hace
el ofrecimiento de la casa al Señor:

Dignaos visitar, amadísimo Señor Nuestro Jesucristo, con to-


do el amor de vuestro divino Corazón, en compañía de vuestra
dulce Madre María, esta casa que os ofrecemos según nuestra
pobreza. Hoy, que os echan tantos de todas partes, nosotros os
recibimos muy gustosos en nuestra casa y os tendremos en ella
perpetuamente. Aquí estamos todos reunidos para recibiros.
Queremos, Señor, que viváis a nuestro lado, que participéis en
nuestra suerte, de nuestras alegrías y de nuestras tristezas, de
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nuestra riqueza y de nuestra pobreza, de nuestra salud y de nues-


tra enfermedad, de nuestro honor y de nuestra humillación. San-
tificad el juego de nuestros niños, el amor de nuestros jóvenes,
el trabajo de nuestros hombres y los recuerdos de nuestros an-
cianos.
Os pedimos que nos iluminéis en nuestras dudas, que nos ad-
virtáis en nuestros peligros, que nos defendáis en nuestras ten-
taciones, que nos dirijáis en nuestras resoluciones, especialmente
en la elección de nuestra vida y estado; y, sobre todo, que per-
donéis nuestros pecados y nos inflaméis siempre en vuestro di-
vino amor.
Atraednos, Señor, más y más hacia Vos. No apartéis de no-
sotros vuestros ojos en nuestra muerte. Vivid con nosotros, co-
mo un padre en medio de sus hijos, siendo Vos nuestro Rey y
nosotros vuestros vasallos; Vos mandando y nosotros obedecien-
do, y conservándonos siempre en vuestro santo temor y filial
amor. A los de nuestra familia que están en el cielo, traedlos a
este acto con Vos. Si algunos de nuestros parientes están en el
Purgatorio, libradles ya de aquellas penas, y a todos los que es-
tán ausentes acá en la tierra, como los juntamos nosotros ahora
en el recuerdo, juntadlos hoy Vos en nuestro corazón por el amor
y la caridad.
Bendecid, Señor, a los de la casa, y a los amigos aquí presen-
tes.
¡Señor! No somos dignos de que entréis en nuestra pobre mo-
rada. Pero Vos, que fuisteis a la del Centurión, y entrasteis en la
de zaqueo y vivisteis en la de María Magdalena, dignaos entrar
y vivir aquí siempre, hasta que todos vayamos pasando de esta
casa a la vuestra del Cielo. Amén.

(Aquí se rezan un Padrenuestro, Avemaría y Requiem por los difuntos


de la familia). A continuación se lee de rodillas la siguiente

fórmula de consagración

¡Oh Sacratísimo Corazón de Jesús, Vos manifestasteis a San-


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ta Margarita María el deseo de reinar sobre las familias cristia-


nas: venimos hoy a proclamar vuestro absoluto dominio sobre
la nuestra!
De hoy en adelante, queremos vivir de vuestra vida, quere-
mos que en el seno de nuestra familia florezcan las virtudes a
cuyos poseedores prometisteis la paz en la tierra, y queremos
desterrar de nosotros el espíritu mundano que Vos condenas-
teis. Vos habéis de reinar en nuestros entendimientos por la
sencillez de nuestra fe, y en nuestros corazones por el amor de
Vos solo, en el cual arderán para Vos solo, procurando mante-
ner viva esta llama con la frecuente recepción de la divina Eu-
caristía.
Dignaos, oh Corazón divino, presidir nuestra reuniones, ben-
decid nuestras empresas espirituales y temporales, apartad nues-
tros cuidados, santificad nuestras alegrías, consolad nuestras
penas. Si alguno de nosotros tiene la desgracia de ofenderos,
recordadle, oh Corazón de Jesús, que sois bueno y misericor-
dioso para con los pecadores arrepentidos. Y cuando suene la
hora de la separación, cuando venga la muerte a lanzar el due-
lo en medio de nosotros, todos, así los que se vayan como los
que se queden, estaremos conformes con vuestros eternos de-
cretos. Nos consolaremos pensando en que ha de venir un día
en el cual toda la familia, reunida en el Cielo, podrá cantar eter-
namente vuestras glorias y beneficios.
Dígnese el Corazón Inmaculado de María, dígnese el glorio-
so Patriarca San José presentar a Vos esta consagración y re-
cordárnosla todos los días de nuestra vida.
¡Viva el Corazón de Jesús, nuestro Rey y nuestro Padre!

Advertencias: Para ganar las indulgencias concedidas a es-


te hermoso acto es necesario:
En primer lugar, que asista un sacerdote (la primera vez que
se hace el acto de consagración) y que éste sea quien haga la
consagración.
En segundo lugar, se debe usar la fórmula de consagración
de San Pío X, que es la que aquí se ha puesto.
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DevociÓn A cristo reY


HIMNO A CRISTO REY
Te sæculórum Príncipem A Ti, oh Cristo, aclamamos
Te, Christe, Regem géntium, por príncipe de los siglos, Rey
Te méntium, te córdium de las naciones; a Ti confesa-
Unum fatémur árbitrum. mos único dueño de las almas
y de los corazones.
Scelésta turba clámitat: La multitud criminal grita:
“Regnáre Christum nólumus”. “No queremos que Cristo rei-
Te nos ovántes ómnium ne”; mas nosotros, entre aplau-
Regem suprémum dícimus. sos, te aclamamos supremo
Rey de todos.
O Christe, Princeps Pácifer! ¡Oh Cristo, Príncipe de la
Mentes rebélles súbjice: Paz! Somete a los obstinados
Tuóque amóre dévios, y congrega a los desviados de
Ovíle in unum cóngrega. tu amor en un solo redil.

Ad hoc cruénta ab árbore Para ello pendes del árbol


Pendes apértis bráchiis, sangriento con los brazos
Diráque fossum cúspide, abiertos y traspasado el pecho
Cor igne flagrans éxhibes. por aguda lanza, y muestras el
corazón abrasado.
Ad hoc in aris ábderis Para ello te ocultas en los
Vini dapísque imágine, altares bajo las especies deM
Fundens salútem fíliis pan y vino, vertiendo de tu
Transverberáto péctore. abierto costado la salud para
tus hijos.
´
Te natiónum Præsides A Ti te honren con público
Honóre tollant público, culto los jefes de las naciones,
Colant magístri, júdices, te adoren los magistrados y los
Leges et artes éxprimant. jueces; las leyes y las artes te
enaltezcan.
Submíssa regum fúlgeant Brillen las insignias reales a
Tibi dicáta insígnia: Ti consagradas; haz que vuel-
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van sometidos a tu suave cetro Mitíque scéptro pátriam


la patria y los hogares de los Domósque subde cívium.
ciudadanos.
Gloria a Ti, oh Jesús, que ri- Jesu, tibi sit glória,
ges los reinos del mundo, en Qui sceptra mundi témperas,
unión del Padre y del Espíritu Cum Pater, et almo Spíritu,
Santo, por los siglos de los si- In sempitérna sæcula.
´ Amen.
glos. Así sea.
Su imperio se acrecentará. Multiplicábitur ejus impé-
rium.
R. Y la paz no tendrá fin. R. et pacis non erit finis.
Oremos. Omnipotente y Orémus. Omnípotens sem-
sempiterno Dios, que quisiste pitérne Deus, qui in dilécto
por tu muy amado Hijo, Rey Fílio tuo, universórum Rege,
del universo, restablecer todas ómnia instauráre voluísti:
las cosas; concede propicio concéde propítius; ut cunctæ
que todos los pueblos gentiles, famíliæ géntium, peccáti vúl-
separados por la herida del pe- nere disgregátæ, ejus suavís-
cado, obedezcan a su dulcísi- simo subdántur império: Qui
mo imperio. Que contigo vive tecum vivit et regnat per
y reina, por los siglos de los si- ómnia sæcula
´ sæculórum.
glos. Amén. Amen.
ORACIóN DEL PADRE VALLET PARA EL REINADO
SOCIAL DEL CORAzóN DE JESUCRISTO REY

Oh Dios de amor, Rey de la Eterna Gloria, que habéis esta-


blecido el Corazón divino de vuestro Hijo Jesucristo por Rey y
centro de todos los corazones, haced, os suplicamos, que este
Corazón Sagrado reine efectiva y eficazmente en toda la socie-
dad humana, para que por Él se extienda por todo el mundo, in-
formándolo y santificándolo, vuestro Reino Celestial, que es
“Reino de Verdad y de Vida, de Santidad y de Gracia, de Justi-
cia, de Amor y de Paz”.
Haced, pues, ¡oh Padre Celestial!, que los ideales, las aspira-
ciones, las preocupaciones, los deseos, los afectos, las delicade-
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zas, las ternuras, los amores, las misericordias del generosísimo


y pacientísimo Corazón de vuestro Hijo Jesús inspiren e infor-
men las intenciones, los sentimientos, las actividades, la vida to-
da:
• Del Padre Santo con respecto a toda la cristiandad y de to-
da la cristiandad con respecto del Padre Santo.
• De toda la Jerarquía eclesiástica para con sus subordinados,
y de éstos para con todos los que la componen.
• De todo el clero parroquial y de todos los sacerdotes para
con los fieles que les están encomendados, y de todos éstos pa-
ra con ellos.
• De todas las Congregaciones Religiosas entre sí; de sus su-
periores para con sus inferiores, y de éstos para con sus supe-
riores y entre ellos mismos.
• De todos los jefes, soberanos y gobernantes de todos los
Pueblos, Naciones y Estados para con todos los otros Estados y
Naciones, para con sus vasallos y súbditos; y de todos éstos con
respecto a sus gobernantes y a los otros Pueblos.
• De los patrones todos: jefes, gerentes, directores de todas
las empresas económicas, en pro de sus dependientes y obreros,
y de éstos todos con respecto a sus jefes, principales y patrones.
• De todos los padres de familia para con sus esposas, hijos y
servidumbre, y de éstos todos con respecto a ellos y también en-
tre sí.
• De todos los ricos y poderosos; de todos los que disponen
de cualesquiera medios con que poder socorrer a los necesita-
dos, aliviar a los que sufren, liberar a los oprimidos, apoyar a
los indefensos, consolar a los tristes y amargados, y de todos los
desgraciados para con sus bienhechores.
¡Que todos los ofendidos y maltratados aprendan del Cora-
zón de vuestro Hijo a devolver bien por mal, a perdonar a sus
deudores y a rogar por sus enemigos!
¡Que toda la sociedad humana redimida por la Sangre del Ver-
bo Encarnado sea, en fin, inflamada con las mismas ansias que
ardían en la “Hoguera de Caridad” del Corazón de vuestro Hijo
Jesucristo, Rey y Señor del Universo! Amén.
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ORACIóN A CRISTO REY


¡Oh Cristo Jesús! Os reconozco por Rey universal. Todo
cuanto ha sido hecho, ha sido creado para Vos. Ejerced sobre
mí todos vuestros derechos. Renuevo mis promesas del Santo
Bautismo renunciando a Satanás, a sus pompas y a sus obras; y
prometo vivir como buen cristiano. Y particularmente me com-
prometo a hacer triunfar, según mis medios, los derechos de
Dios y de vuestra Iglesia. Corazón Divino de Jesús, os ofrezco
mis pobres acciones para obtener que todos los corazones reco-
nozcan vuestra Sagrada Realeza y que así el reinado de vuestra
paz se establezca en el mundo entero. Así sea.
(Indulgencia plenaria una vez al día con las condiciones acostum-
bradas).

DevociÓn Al Dulce
noMBre De JesÚs
LETANíAS DEL SANTíSIMO NOMBRE DE JESÚS
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros,
cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos, cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos, cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.*
Trinidad Santa, un solo Dios,

* De aquí en adelante, continúa contestándose: ten misericordia de


nosotros.
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Jesús, Hijo de Dios vivo, Jesús, camino y vida nuestra,


Jesús, esplendor del Padre, Jesús, alegría de los Ángeles,
Jesús, pureza de luz eterna, Jesús, Rey de los Patriarcas,
Jesús, rey de la gloria, Jesús, maestro de los Apósto-
Jesús, sol de justicia, les,
Jesús, Hijo de la Virgen Ma- Jesús, doctor de los Evangelis-
ría, tas,
Jesús amable, Jesús, fortaleza de los Márti-
Jesús admirable, res,
Jesús, Dios fuerte, Jesús, luz de los Confesores,
Jesús, padre del siglo futuro, Jesús, pureza de las Vírgenes,
Jesús, Ángel del gran conse- Jesús, corona de todos los San-
jo, tos,
Jesús todopoderoso, Sénos propicio,
Jesús pacientísimo, Perdónanos, Jesús.
Jesús obedientísimo, Sénos propicio,
Jesús, manso y humilde de co- escúchanos, Jesús.
razón, De todo mal,
Jesús, amante de la castidad, líbranos, Jesús.*
Jesús, que nos honras con tu De todo pecado,
amor, De tu ira,
Jesús, Dios de paz, De las astucias del demonio,
Jesús, autor de la vida, Del espíritu de fornicación,
Jesús, ejemplar de las virtu- De la muerte eterna,
des, De la negligencia en oír tus
Jesús, celador de las almas, inspiraciones,
Jesús, nuestro Dios, Por el misterio de tu santa en-
Jesús, nuestro refugio, carnación,
Jesús, padre de los pobres, Por tu natividad,
Jesús, tesoro de los fieles, Por tu infancia,
Jesús, buen pastor, Por tu vida, toda divina,
Jesús, verdadera luz, Por tus trabajos,
Jesús, sabiduría eterna, Por tu agonía y pasión,
Jesús, bondad infinita, Por tu cruz y desamparo,

* De aquí en adelante, se contesta: líbranos, Jesús.


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Por tus desfallecimientos, Cordero de Dios, que quitas


Por tu muerte y sepultura, los pecados del mundo,
Por tu resurrección, escúchanos, Jesús.
Por tu ascensión, Cordero de Dios, que quitas
Por la institución de tu santísi- los pecados del mundo,
ma Eucaristía, ten piedad de nosotros, Je-
Por tus gozos, sús.
Por tu gloria, Jesús, óyenos,
Cordero de Dios, que quitas Jesús, óyenos.
los pecados del mundo, Jesús, escúchanos,
Perdónanos, Jesús. Jesús, escúchanos.
Oremos. Señor nuestro Jesucristo, que dijiste: Pedid y reci-
biréis, buscad y hallaréis, llamad y os abrirán: te suplicamos nos
concedas el afecto de tu divinísimo amor, para que te amemos
de todo corazón, de palabra y de obra, y nunca cesemos de ala-
barte.
Haz, Señor, que estemos siempre poseídos del temor y junta-
mente del amor de tu santo Nombre, porque nunca privas de tu
providencia a los que afirmas en la solidez de tu amor: Que vi-
ves y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
(7 años de indulgencia; plenaria al mes).

los nueve oficios Del


sAGrADo corAZÓn De JesÚs
Cada mes se saca por sorteo un “oficio”, y desde el primer
viernes de aquel mes hasta el primer viernes del mes siguiente
se esfuerza uno en cumplirlo perfectamente uniéndose espiri-
tualmente a un coro de Ángeles.
Esta piadosa devoción se remonta a Santa Margarita María.
Algunas palabras de la Santa parecen indicar que Nuestro Se-
ñor mismo es el principal autor de ella.
El 8 de junio de 1686 le escribe a una religiosa, que el Sagra-
do Corazón “le ha dado su oficio, haciendo de ella su MEDIA-
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TRIz (oficio de «Mediador o Promotor»), para pedir al Padre


Eterno que haga conocer este Sagrado Corazón… Además,
Nuestro Señor quiere una REPARADORA que pida humildemente
perdón a Dios por todas las injurias que le son hechas en el
Santísimo Sacramento… (Oficio de «Reparador»)”.
“El Sagrado Corazón —escribe otra vez— desea que estos
oficios se saquen por sorteo…” En otra parte, la Santa dice:
“No sé de otra devoción que sea más propia para elevar en po-
co tiempo un alma a la más alta perfección…”
La experiencia demuestra la verdad de esta afirmación, y
¡cuánto adelantan en el fervor los que con todo su corazón se
entregan a la práctica de esta devoción!
La redacción que publicamos es la misma que está en uso en
la Fraternidad San Pío X. Puede servir también para los no re-
ligiosos: basta sustituir las palabras “Congregación, comunidad,
etc.”, por la de familia o grupo.

(Las fórmulas y oraciones que siguen no son obligatorias.


Son solamente para ayudar.)

i - el ProMotor (MeDiADor)
(Desde las 12 hasta las 3 de la tarde: Tronos)

Fin especial: Promover la devoción al Sagrado Corazón de


Jesús y esforzarse por llegar a ser, unido al Corazón Inmacula-
do de María, como el “mediador” entre Dios y los hombres, en
orden al establecimiento del Reino Universal del Corazón de
Cristo Rey.

Promesa particular: Hecha a Santa Margarita María, como


podemos creer piadosamente, para los que cumplan este oficio:
“Jesús mismo será su Mediador (de una manera más especial)
ante su Padre Eterno”.

Virtud especial: Rogar y sacrificarse para implorar las gra-


cias celestiales que hagan que el Sagrado Corazón reine en la
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sociedad humana. Y esforzarse por atraer a los hombres a su


amor e imitación.

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“¡Oh Señor Jesucristo! Por medio del Corazón Inmaculado
de María, y unido al Coro de los Tronos, ofrezco a vuestro Di-
vino Corazón todas mis oraciones, actividades y sufrimientos
de este mes por todas las intenciones por las que os inmoláis
continuamente en los Altares.
“Más particularmente las ofrezco suplicando al Padre Ce-
lestial que ilumine a los pobres hombres para que conozcan
por fin las aspiraciones, los ideales, los afectos, las delica-
dezas y todas las excelentes y eminentes virtudes de vues-
tro Corazón, y así sean inducidos todos a tomarlas como regla
de conducta entre sí, en su vida privada, y en todas sus relacio-
nes sociales, políticas y religiosas. De este modo vendrá a no-
sotros vuestro reino y se establecerá plenamente sobre la tie-
rra.
“Las ofrezco para que el Espíritu Santo inflame a los hom-
bres en el amor hacia vuestro Divino Corazón y en el deseo
de ver al mundo abrasado del fuego que habéis venido a traer.
“Las ofrezco, en fin, para que la Santísima Virgen interpon-
ga su poderosa mediación, para que todo el mundo, sobre todo
los que confían en vuestra bondad, experimenten los poderosos
y saludables efectos del Reino de vuestro «Corazón de Majes-
tad Infinita». Así sea”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 12


hasta las 3 de la tarde). A las doce, transportándose en espíritu
ante el Santísimo Sacramento, se dirá:
“Jesús, Rey de Corazón Divino, uniéndome al Corazón In-
maculado de María y al Coro de los Tronos para suplir mi in-
suficiencia, os adoro en espíritu durante todo el día, pero más
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169

particularmente durante estas tres horas, en las Sagradas Hos-


tias donde permanecéis realmente por mi amor; y me refugio
con ardiente afecto en lo más íntimo de Vuestro Sagrado Cora-
zón.
“Que todos los hombres, conociendo sus tesoros inagotables
y repudiando los placeres y satisfacciones mundanas, vengan a
gustar las delicias inefables que reserváis en este Corazón pa-
ra los que os aman”.

Jaculatoria: “Corazón Sagrado de Jesús, venga a nosotros


tu reino” (300 días de indulgencia).

3. visita al santísimo. Después de un profundo acto de fe


y de adoración a Jesús en el Santísimo Sacramento, procurando
unirse a los sentimientos de Mediador que palpitan en su Cora-
zón, se dirá:
“¡Oh Corazón Sagrado de Jesús! Uniéndome al Corazón In-
maculado de la Santísima Virgen, y a los espíritus celestiales
del Coro de los Tronos, os pido con vivas instancias que, por
los méritos infinitos de vuestro Corazón, os dignéis reinar co-
mo Maestro Supremo en nuestra Congregación, y en el Cora-
zón de cada uno de sus hijos; en todas las otras Congregaciones
Religiosas, en la Santa Iglesia Jerárquica, en toda la sociedad
humana, sobre todo en tantos millones de almas que os han cos-
tado vuestra sangre, pero que no os adoran porque no os cono-
cen. Os pido además que nos concedáis la gracia de cumplir
fielmente la adoración en espíritu y la virtud del Oficio” (recor-
darla por un simple pensamiento).

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, acordándose, por ejemplo, de las Cinco Llagas de Jesús
Crucificado, hacer algunos actos como los que siguen:
a) Esforzarse por reproducir en nosotros las aspiraciones y
virtudes de nuestro Rey.
b) Aprovechar las ocasiones para promover la devoción al Sa-
grado Corazón.
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170

c) Repetir la oración o la jaculatoria correspondiente al Ofi-


cio, o simplemente decir: “Corazón Sagrado de Jesús, deseo ar-
dientemente que todos los hombres os conozcan y os adoren
cada vez más”.
d) Ofrecer en espíritu las misas que se celebran en el mundo,
para que la Verdad, la Justicia y la Misericordia del Corazón de
Jesús, reinen en la tierra.

ii - el rePArADor
(Desde las 3 hasta las 6 de la tarde: Potestades)

Fin especial: Está particularmente encargado de pedir per-


dón por los ultrajes y ofensas que los hombres hacen a la Divi-
na Majestad, sobre todo en el Sacramento de su Amor.

Promesa particular: “El que se emplea en reparar los peca-


dos de los otros es tan agradable a Nuestro Señor que, según su
promesa, puede humildemente tener confianza de que él a la vez
obtendrá misericordia”.

Virtud especial: La exacta observancia de las Reglas y otros


deberes de estado, venciendo todos los obstáculos y todos los
respetos humanos que nos lo pudieran estorbar.

Máxima: El que se esfuerza en desagraviar a la Divina Ma-


jestad de los ultrajes que se le infieren puede, con razón, espe-
rar que el Señor le perdonará la pena debida por sus propios
pecados y que tendrá de él una especial misericordia

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Adorable Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de Ma-
ría, y unido al Coro de las Potestades, os ofrezco todas las ora-
ciones, obras y sufrimientos de este mes, por todas las inten-
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ciones por las que os inmoláis sobre los Altares. Os las ofrez-
co más particularmente para daros una satisfacción, ofreceros
una reparación y obtener de vuestra misericordia el perdón de
los ultrajes y ofensas de los hombres; sobre todo de las que han
cometido contra el Santísimo Sacramento de la Eucaristía. Así
sea”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 3 has-


ta las 6 de la tarde). A las tres, transportándose en espíritu ante
el Santísimo Sacramento, se dirá:
“Jesús, Rey de Corazón Divino, uniéndome al Corazón In-
maculado de María y al Coro de las Potestades para suplir mi
insuficiencia, os adoro en el Santísimo Sacramento del Altar du-
rante todo el día, pero más particularmente durante estas tres
horas, encerrándome en vuestro Corazón Sagrado como en una
prisión de Amor y ofreciendo vuestros méritos infinitos a la Ma-
jestad Divina ofendida y ultrajada en este Sacramento adora-
ble”.

Jaculatoria: “¡Oh Dios mío! Os ofrezco los méritos infini-


tos de vuestro Sagrado Corazón en reparación sobre todo de las
injurias que recibís en el Santísimo Sacramento”.

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
“¡Oh Corazón Divino de Jesús! Unido al Corazón Inmacu-
lado de la Santísima Virgen y a los espíritus celestiales del Co-
ro de las Potestades, quiero pediros perdón y desagraviaros de
las misas mal celebradas, de las comuniones hechas con tibie-
za, sobre todo por las almas que os están especialmente consa-
gradas, y de las faltas cometidas en la Comunidad que más han
podido desagradar a vuestro Divino Corazón. Os pido también
que me concedáis la gracia de cumplir fielmente la adoración
en espíritu y la virtud del Oficio” (recordarla por un simple pen-
samiento).
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Acto de reparación (para leerlo durante la visita): “Os ado-


ro, Jesús, Rey amantísimo, por todos los que no os adoran, os
amo por todos los que no os aman; deseo reparar toda la ingra-
titud que vuestro Corazón recibe de los hombres, y para mos-
traros mi amor, os doy mi corazón y me consagro enteramente
a Vos, ahora y por toda la eternidad. Así sea”.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, hacer algunos de los actos propuestos a continuación,
en honor de las Cinco Llagas de Nuestro Señor:
a) Observar la más afectuosa y profunda reverencia hacia el
Santísimo Sacramento.
b) Hacer algún acto de observancia regular o renovar la in-
tención de hacerlo.
c) Vencer todo respeto humano en el cumplimiento de cual-
quier deber.
d) Pedir perdón por las flaquezas y tomar la resolución de re-
pararlas enseguida.
e) Ofrecer en espíritu de reparación las Santas Misas que con-
tinuamente se celebran en toda la tierra.

iii - el ADorADor
(Desde las 6 hasta las 9 de la tarde: Dominaciones)

Fin especial: Uniendo sus humildes alabanzas a las que


el Sagrado Corazón rinde continuamente a la Santísima Trini-
dad, el Adorador se esforzará en suplir con frecuentes adora-
ciones el deplorable y general olvido de Dios que hay en el mun-
do.

Promesa particular: “El Padre busca tales adoradores… que


adoren a Dios en espíritu y en verdad” (Palabras de Nuestro Se-
ñor a la samaritana).

Virtud especial: Guardar la más profunda reverencia en las


iglesias y capillas guardando verdadero recogimiento y respe-
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tuoso silencio, sobre todo porque Jesucristo habita en ellas.

Máxima: No se podrá verdaderamente adorar si no se imita


a quien se adora.

Nota: Acordarse principalmente de los desgraciados indife-


rentes y mundanos.

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Divino Corazón de Jesús, por el Corazón Inmaculado de
María y asociado al Coro de las Dominaciones, os ofrezco las
oraciones, obras y sufrimientos de este mes, por todas las in-
tenciones por las que Vos os inmoláis en los altares. Os las
ofrezco en particular para reparar el olvido de Dios que hay en
el mundo, uniendo mis alabanzas a las que Vos ofrecéis conti-
nuamente a la Santísima Trinidad. Y os consagro y dedico pa-
ra vuestra mayor gloria todo el bien que se haga en toda la
tierra. Así sea”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 6 has-


ta las 9 de la tarde). A las seis, transportándose en espíritu ante
el Santísimo Sacramento, se dirá:
“Divino Corazón de Jesús, por medio del Corazón Inmacu-
lado de María y en unión del Coro de las Dominaciones, para
suplir mi insuficiencia, os adoro durante todo el día, pero más
profundamente durante estas tres horas, en el Santísimo Sacra-
mento del Altar, deleitándome interiormente con el cántico
que los Bienaventurados entonan en el cielo a la Santísima Tri-
nidad: Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos”.

Jaculatoria: “Jesús, Dios mío, yo os adoro aquí presente en


el Sacramento de vuestro amor” (100 días de indulgencia arro-
dillándose delante del Santísimo Sacramento).
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3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
“Divino Corazón de Jesús, os adoro con toda mi alma por el
Corazón Inmaculado de María. Por su intercesión, y en unión
del Coro de las Dominaciones, os suplico que concedáis a ca-
da miembro de esta Comunidad, en nombre de la cual yo hago
esta visita, a todos los miembros de esta Congregación, a los
religiosos de otras órdenes y a todos los sacerdotes seculares,
el espíritu de fervor y de celo para cumplir las obligaciones de
su estado.
“Yo os ofrezco también, oh Corazón Sagrado, vuestros méri-
tos infinitos en reparación del deplorable y general olvido de
Dios en el mundo, suplicándoos en cambio que nos concedáis
la gracia de observar fielmente la adoración en espíritu y de
cumplir la virtud del Oficio” (recordarla por un simple pensa-
miento).
“Oh Corazón Divino, verdadero adorador y perfectísimo
amante de la Divinidad, tened misericordia de mí” (tres veces
en honor de la Santísima Trinidad).

Oración del Oficio: “Oh Jesús mío, digno adorador de la


Majestad Divina, me uno con toda mi alma a las continuas ado-
raciones que rendís a Vuestro Padre Celestial en lo más íntimo
de vuestro Divino Corazón; yo quisiera que de mi alma brota-
sen todos los sentimientos de amor, que Vos comunicáis a la San-
tísima Virgen y a vuestros Santos, para honraros y glorificaros
dignamente por toda la eternidad”.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, en honor de las cinco Llagas de Nuestro Señor:
a) Pedir que se observe el más profundo respeto en las igle-
sias y capillas en donde habita Jesucristo en el Santísimo Sacra-
mento.
b) Durante este mes, tener siempre la más recogida actitud,
en la capilla o en las iglesias.
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c) Yendo a visitar al Santísimo Sacramento, hacer el equiva-


lente de la segunda adición de la segunda semana (de los Ejer-
cicios Espirituales de San Ignacio: “Poner delante de mí a
dónde voy y delante de quién…”), acordándose de Aquél que
espera nuestras adoraciones.
d) Cuando se sale, en viendo un campanario o una iglesia, sa-
ludar a Dios que allí se ha hecho prisionero, dulce compañero
de nuestro destierro.

iv - el AMAnte
(Desde las 9 de la noche hasta las 6 de la mañana: Serafines)

Fin especial: Reparar la indiferencia y la frialdad de los co-


razones consagrados a Dios.

Promesa particular: “Si desterráis todo sentimiento de amor


propio y todo respeto humano, gustaréis la suavidad de su dul-
ce intimidad” (Santa Margarita María).

Virtud especial: La fidelidad de la esposa que roba el cora-


zón del esposo con sus puros y ardientes afectos. Exactitud en
las cosas pequeñas. Pero todo por amor y en todas las cosas.

Máxima: Nadie puede obtener el Cielo, donde se goza la ple-


nitud del amor, si este amor no lo acompaña en el camino.

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Adorable Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de Ma-
ría y asociado al Coro de los Serafines, os ofrezco todas mis
oraciones, obras y sufrimientos de este mes por todas las inten-
ciones por las que Vos os inmoláis en los altares. Os las ofrez-
co en particular para reparar la indiferencia de los corazones
que os están consagrados”.
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2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 9 de


la noche hasta las 6 de la mañana). A las nueve, transportándo-
se en espíritu ante el Sagrario, se dirá:
“Oh Corazón Divino de Jesús, os adoro en las Sagradas Hos-
tias consagradas del Sagrario, por el Corazón Inmaculado de
María y en unión del coro de los Serafines, para suplir mi insu-
ficiencia, y encierro mi corazón dentro de vuestro Sagrario, en
vuestra dulce compañía”.

Antes de dormirse: “Yo dormiré, pero mi corazón permane-


cerá en vela dentro del de mi Amado”. — “Dulce Corazón de
Jesús, haced que yo os ame más y más”.

Antes de la oración de la mañana: “Os adoro, Corazón Di-


vino de mi adorable Redentor, por el Corazón Inmaculado de
María y, dando fervientes acciones de gracias a los espíritus ce-
lestiales que se han dignado suplir mi ausencia delante de Vos
con sus ardientes oraciones, os renuevo, oh Corazón Dulcísi-
mo, mis protestas de amor. Y por el mismo Corazón Purísimo
de vuestra Madre y la intercesión del Coro de los Serafines os
suplico que os dignéis inflamar en el fuego de vuestro divino
amor los corazones tibios y lánguidos para que ahora y eterna-
mente vivamos abrasados en vuestras celestiales llamas. Tam-
bién os suplico que nos concedáis la gracia de guardar
fielmente la adoración en espíritu y de poner en práctica la vir-
tud del Oficio” (recordarla por un simple pensamiento).

Jaculatoria: “Oh Corazón amabilísimo, que nuestro corazón


se abrase en el fuego del Vuestro en el tiempo y en la eterni-
dad”.

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
“Oh Corazón amantísimo de Jesús, horno divino en el que
arde el fuego del amor que Vos habéis venido a traer a la tierra
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y del que querríais ver inflamados todos nuestros corazones.


Que todos ellos se abrasen hasta consumirse en esta llama de-
liciosa.
“Ángeles de la Corte celestial, os ruego que digáis al Autor
de mi vida que yo quisiera amarlo hasta desfallecer en su dul-
císimo amor”.
La última vez que se va a la capilla, por la noche, antes de
acostarse, decir después de un acto de la más afectuosa adora-
ción: “Oh Corazón adorable de Jesús, yo suplico al Corazón
Inmaculado de María y a los espíritus celestiales del Coro de
los Serafines que os amen y os adoren en mi lugar y en mi nom-
bre todo el tiempo que dure mi descanso”.
Repetir tres veces la jaculatoria: “Oh Corazón amabilísimo,
que nuestro corazón se abrase en el fuego del vuestro en el tiem-
po y en la eternidad”.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día en honor de las cinco Llagas:
a) Hacer lugar al divino amor en nuestro corazón luchando
contra el amor propio, desterrando toda afición puramente na-
tural, todo respeto humano, toda ambición terrestre, todo deseo
de consolación humana.
b) Hacer a menudo algunos actos de amor y de petición de
amor.
c) En todas nuestras acciones y sufrimientos tener el cuidado
de mostrar nuestro amor a Jesús, de ser “del pequeño número
de sus amigos” (Santa Teresa del Niño Jesús).
d) Recordar que la Oración y la Comunión son las dos ho-
gueras donde se inflama el amor divino. Multiplicar durante el
día las comuniones espirituales.

v - el DiscíPulo
(Desde las 6 hasta las 9 de la mañana: Querubines)

Fin especial: La humildad del corazón, la docilidad del buen


discípulo que no quiere, ni sabe, ni enseña a los otros nada que
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no sea lo que el mismo Jesús nos ha enseñado, conformándose


totalmente con ello, muy en particular con mansedumbre. Tra-
bajar para llegar a ser más fiel a las inspiraciones divinas, sobre
todo en la oración, en la lectura y en la Comunión. Rogar para
que los que tienen el cargo de enseñar se sirvan de la doctrina
del Maestro y no le opongan jamás la menor resistencia.

Promesa particular: “Cuanto más silencioso seas, más se-


rás enseñado y más se grabará en tu corazón la importante lec-
ción de tu adorable Maestro: su dulzura y su humildad”.

Virtud especial: Recogimiento y silencio, para estar atento a


las inspiraciones divinas.

Máxima: “Si quieres llegar a ser discípulo del Sagrado Co-


razón de Jesús debes conformarte con sus santas máximas y ha-
certe manso y humilde como él”.

Nota: Acordarse de rogar por los profesores y los escritores,


y más particularmente por los profesores de Universidades, fa-
cultades y seminarios católicos. No olvidarse de los desgracia-
dos protestantes, modernistas, ateos, etcétera…

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Adorable Jesús, por medio del Corazón Inmaculado de Ma-
ría y unido al Coro de los Querubines, yo os ofrezco todas mis
oraciones, obras y sufrimientos de este mes, por todas las in-
tenciones por las que os inmoláis sobre los Altares. Os los ofrez-
co en particular para obtener la gracia de ser dócil a vuestras
enseñanzas y vuestras inspiraciones sobre todo en la oración y
en la Comunión, y para que los que están encargados de ense-
ñar sean fieles a vuestra doctrina y no se aparten jamás de ella.
Amén”.
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2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 6 has-


ta las 9 de la mañana). El discípulo se esforzará en penetrar fre-
cuentemente en el Corazón de Jesús como en una escuela divina,
donde se aprende la ciencia del casto amor de Dios, la cual ha-
ce olvidar la vana ciencia del mundo.
Se unirá al Coro de los Querubines a fin de participar con
ellos en los resplandores y luces que el Corazón de Jesús derra-
ma alrededor de sí.
“Jesús Rey de Corazón divino, uniéndome al Corazón Inma-
culado de María y al Coro de los Querubines para suplir mi in-
suficiencia, os adoro durante todo el día; pero más particular-
mente durante estas tres horas, en el Santísimo Sacramento del
Altar, entrando en vuestro Corazón Divino como en una divina
escuela donde se aprende la ciencia del casto amor que hace
olvidar las vanidades del mundo, deseando poner en práctica
vuestras lecciones para mi perfección”.

Jaculatoria: “Jesús, manso y humilde de Corazón, haced mi


corazón semejante al vuestro” (500 días de indulgencia, plena-
ria al mes).

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
“Oh Divino Corazón de Jesús en el cual están todos los te-
soros de la Sabiduría y de la Ciencia. Oh, cuánto aprenden y
cuán presto, los que llegan a teneros a Vos por Maestro. Ense-
ñadme, oh Corazón amabilísimo y condescendiente, puesto que
Vos habéis decidido recibirme como discípulo vuestro. Haced
mi corazón dócil a vuestras divinas enseñanzas. Guiad a los que
están encargados de instruir y atraed a Vos a los que resisten a
la verdad”.
Se reza el veni creator.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, acordándose, por ejemplo, de las Llagas de Jesús:
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a) Guardar de una manera más particular durante este mes to-


das las Reglas del silencio y del recogimiento.
b) Ponerse en la escuela del Sagrado Corazón. Cuando se ha
de tomar una resolución decirle: ¿Qué queréis que haga?
c) En la oración y las ocupaciones verle, por la fe, diciéndo-
nos: “Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón”.
d) Procurar acordarse interiormente de las lecciones recibi-
das y ponerlas en práctica en orden a nuestra perfección.

vi - lA víctiMA
(Desde las 9 hasta las 12 de la mañana: Virtudes)

Fin especial: Ofrecerse como Víctima a Jesús en unión con


su Corazón Sagrado para que sus divinos designios de aplacar
la Justicia Divina se cumplan. Ofrecerle nuestro corazón para
que haga reposar en él su amor que sufre.

Promesa particular: A los que cumplen el Oficio de Víctima


por él: Que no teman, Él será su fuerza.

Virtud especial: Abnegación sumisa y resignada.

Máxima: Cuando el que sacrifica una Víctima es el amor di-


vino, por muy dolorosos que sean los golpes, parecen suaves.

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Oh Señor Jesucristo, por medio del Inmaculado Corazón de
María, y asociado al Coro de las Virtudes, ofrezco a Vuestro Di-
vino Corazón todas mis oraciones, actividades y sufrimientos
de este mes, unido a las intenciones por las que Vos os inmoláis
en los Altares. Os los ofrezco en particular uniéndome a vues-
tro estado de Víctima en la Santa Misa y en el Santísimo Sacra-
mento, deseoso de participar en vuestra inmolación, con vuestra
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ayuda, en reparación de los pecados del mundo y para aplacar


la cólera divina indignada contra los pecadores y obtener mi-
sericordia”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (desde las 9 has-


ta las 12 de la mañana). A las nueve, transportándose en espíri-
tu ante el Santísimo Sacramento:
“Jesús, Rey de Corazón Divino, uniéndome al Corazón In-
maculado de María, y a los espíritus celestiales del Coro de las
Virtudes, para suplir mi insuficiencia, os adoro durante todo el
día, pero más particularmente durante estas tres horas, y me
ofrezco a vuestro Corazón Divino para participar en vuestro es-
tado de Víctima en la Santa Misa y en el Santísimo Sacramento
del Altar.
“Oh Padre Eterno, puesto que os habéis dignado elegirme
por Víctima, recibid con benevolencia mi sacrificio en unión con
el de vuestro Hijo adorable. Así sea”.

Jaculatoria (por ella se pueden renovar los actos de adora-


ción en espíritu más brevemente): “Corazón de Jesús, Víctima
de amor, haced que yo sea por Vos una hostia viva, santa y agra-
dable a Dios” (50 días de indulgencia para los religiosos que
por esta fórmula renuevan sus votos. San Pío X, 1907).

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
“Corazón Divino de Jesús, uniéndome al Corazón Inmacu-
lado de María y al Coro de las Virtudes, adoro, prosternado en
espíritu, la Justicia divina, llena de santa indignación contra la
desgraciada humanidad estúpidamente levantada contra vues-
tra Majestad, su santa Ley y su Iglesia. Deseo unirme a los sen-
timientos de ardiente caridad y de profunda sumisión de vuestro
Corazón hacia vuestro Padre Eterno, y le suplico con las más
afectuosas instancias quiera aplacarse por vuestros méritos in-
finitos y use de misericordia con el mundo entero”.
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Acto de Reparación (que debería añadirse si hubiese tiem-


po): “Postrado a vuestros pies y ansioso de probaros mi amor,
oh Corazón de Jesús traspasado de dolor a causa de nuestros
pecados, os consagro mi cuerpo y mi alma, todos mis pensa-
mientos, deseos, intenciones, palabras y acciones; os ofrezco
todos los latidos de mi corazón, durante mi vida y en la hora de
la muerte, que acepto de manos de vuestro Padre en espíritu de
inmolación, con todas sus angustias, penas y dolores. Deseo
por ello haceros un acto de desagravio, para reparar todas
nuestras tibiezas e ingratitudes, para daros satisfacción de to-
das nuestras ofensas, sobre todo de las que más han herido el
amor que nos habéis mostrado instituyendo la Santa Misa y per-
maneciendo día y noche en el Santísimo Sacramento; para re-
parar en fin todos los males o escándalos por los cuales yo o el
prójimo hayamos podido causar detrimento a la creencia de
vuestra Presencia real, impedir la reverencia debida a vuestra
Majestad Eucarística y disminuir la confianza en vuestro amor
misericordioso.
“Oh Jesús Hijo de Dios, haced por vuestro Corazón, «en el
que el Padre ha puesto sus complacencias», que yo pueda coo-
perar, a costa de todo, a haceros conocer, amar y glorificar en
el tiempo y por toda la eternidad. Así sea”.

Nota: Que los Sacerdotes cuando celebren la Misa y todos,


en la santa comunión, renueven esta unión al Corazón de Jesús
en espíritu de inmolación.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, acordándose, por ejemplo, de las cinco Llagas de Jesu-
cristo, hacer algunos de los actos que se ponen a continuación:
a) Unirse espiritualmente a Jesucristo en espíritu de Víctima,
ofreciéndose a cada instante del día y de la noche como Vícti-
ma expiatoria y propiciatoria.
b) Aceptar ser tratado como Nuestro Señor lo fue, sobre todo
en el Calvario y en el Santísimo Sacramento.
c) Dar gracias humildemente a Dios por nuestras penas y su-
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frimientos, acordándonos de las palabras de Jesús en su Agonía,


o aquéllas del Salmo: “¡Fiat! ¡Fiat!… Amén”.
d) Hacer actos de mortificación ya sea exteriores, ya sea so-
bre todo interiores.

vii - el esclAvo
(Durante todo el día: Arcángeles)

Fin especial: Honrar el anonadamiento del Corazón de Jesús


en el Santísimo Sacramento, trabajando con fervor en su servi-
cio en calidad de servidor fiel, “servus Christi” (I Cor. 7, 22).
Poner toda nuestra gloria y nuestra dicha en llevar las cadenas
del tierno y generoso amor que tienen al Redentor cautivo en las
Sagradas Hostias.

Promesa particular: Jesús recompensará vuestras acciones


en su servicio, en la medida de vuestro amor.

Virtud especial: Esforzarse en obedecer a los preceptos y con-


sejos de Jesucristo y a las divinas inspiraciones con la mayor
prontitud y fidelidad.

Máxima: Servir al Corazón de Jesús es reinar. Vivir en él, es


un paraíso de dulzura. Morir en Él, es el deseo de las almas fie-
les y amantes. “Jugum meum suave est et onus meum leve” (Mi
yugo es suave y mi carga ligera).

Nota: Acordarse particularmente de los hombres, de los diri-


gentes de las naciones y de los estados, que se han rebelado dia-
bólicamente contra el Divino Maestro.

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Oh Jesús, nuestro Rey y Maestro Divino. Por el Corazón
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de vuestra Esclava Inmaculada y unido a los espíritus celestia-


les del Coro de los fieles Arcángeles, ofrezco a vuestro Corazón
«hecho obediente hasta la muerte”, todas mis oraciones, obras
y sufrimientos de este mes por todas las intenciones por las que
os inmoláis continuamente en los Altares. Os los ofrezco más
particularmente para que os dignéis hacer comprender a los
hombres el amor que os ha inducido a convertiros en su verda-
dero esclavo, obedeciendo hasta la muerte por ellos, y quedan-
do en una incomprensible sumisión a los hombres en el
Santísimo Sacramento.
“Venced, dulce Jesús, por el atractivo de vuestra humildad
eucarística, la resistencia del mundo orgulloso para serviros”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (a cada hora del


día). La primera vez por la mañana, enseguida de levantarse,
transportándose en espíritu ante el Santísimo Sacramento:
“Oh Corazón de mi Maestro Jesús, os adoro en las Sagradas
Hostias, unido al Corazón Inmaculado de María y asociado al
Coro de los Arcángeles, para suplir mi insuficiencia; y renuevo
con todo mi corazón mi esclavitud de amor hacia Vos y mi vo-
luntad de serviros fielmente hasta la muerte. ¡Serviros es rei-
nar!”

Jaculatoria: “Oh Señor, yo soy vuestro esclavo” o también:


“Enseñadme a hacer vuestra Santa Voluntad porque Vos sois
mi Dios”.

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y de profunda y sumisa adoración a Jesús en las Sagra-
das Hostias del Sagrario le dirás humildemente:
“Oh Corazón Divino de Jesús, que habiendo tomado la con-
dición de esclavo, hecho como el último de todos habéis venido
a este mundo para servir y no hacer más que la voluntad de
Vuestro Padre, unido al Corazón Inmaculado de la Santísima
Virgen y a los espíritus celestiales del Coro de los Arcángeles,
os adoro aquí presente y os suplico que me concedáis la gracia
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de que yo también sepa emplearme sin reserva, en vuestro ser-


vicio. Admirado profundamente de veros sometido en este Sa-
cramento, al arbitrio de los hombres, de una manera tan
sorprendente, os ruego que aceptéis todos mis actos de sumi-
sión de este día, para que al menos, vuestra servidumbre euca-
rística llegue a producir en el mundo sus efectos saludables.
“Padre Celestial, haced que vuestro Hijo Encarnado sea en
este Sacramento mejor honrado, más frecuentemente recibido y
ofrecido en sacrificio con mayor fe y amor. Permitidme toda-
vía que os pida la gracia de cumplir fielmente la virtud del Ofi-
cio y de guardar la adoración en espíritu”.

Ofrenda total: “Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi


memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber
y mi poseer; Vos me lo disteis, a Vos Señor lo torno; todo es
vuestro, disponed de todo según vuestra voluntad. Dadme vues-
tro amor y gracia, que ésta me basta”.

4. Práctica de la virtud particular. Al menos cinco veces


por día, en honor de las cinco Llagas, hacer algunos de los ac-
tos siguientes:
a) Actos de particular sumisión a los representantes de Dios.
b) Ejercitarse en la fidelidad en las cosas más pequeñas.
e) Ser fiel y estar atento a las inspiraciones divinas.
d) Ofrecerse a los hermanos con algunos humildes servicios.

viii - el suPlicAnte
(Durante todo el día: Ángeles)

Fin especial: Rogar, suplicar continuamente en unión del Co-


razón de Jesús y por sus méritos infinitos, al Padre Eterno para
obtener misericordia para los pobres pecadores. Pedir que sus
pecados no colmen la medida, y que se conviertan. Acordarse
particularmente de los que se encuentran en algún grave peligro
espiritual o corporal, sobre todo de los que están a punto de mo-
rir; y también de las almas del Purgatorio.
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Promesa particular: “Todo lo que pidáis a mi Padre en mi


nombre, os lo concederá. Pedid y recibiréis”.

Virtud especial: Perseverar en la oración. Orar constante-


mente, con todo el corazón.

Máxima: Este Corazón adorable ha sido abierto para todos.


Entremos en él con toda confianza como en el santuario de la
Divinidad, presentando nuestras oraciones en unión con las de
Jesucristo, y ellas no podrán menos de ser recibidas con toda
bondad.
Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Adorable Jesús, por el Corazón Inmaculado de María y aso-
ciado al Coro de los Ángeles, y en particular a los Ángeles de
la Guarda, os ofrezco las oraciones, las obras y los sufrimien-
tos de este mes, en reparación de todas nuestras ofensas y por
todas las intenciones por las que os inmoláis sobre el Altar. Los
ofrezco en particular al Padre Eterno, suplicándole se digne de-
rramar las inmensas gracias de vuestro Divino Corazón sobre
todos nosotros, sobre todos los que se encuentran en algún gra-
ve peligro espiritual o temporal y especialmente sobre los mo-
ribundos y las almas del Purgatorio”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (todas las horas


del día). A la primera hora del día transportándose delante del
Santísimo Sacramento se dirá:
“Jesús, Rey de Corazón Divino, uniéndome al Corazón In-
maculado de María y asociado al Coro de los Ángeles, espe-
cialmente a los Ángeles de la Guarda para suplir mi
insuficiencia, os adoro durante todo el día y os ofrezco las ora-
ciones, los trabajos y los sufrimientos de hoy, uniéndolos a los
méritos infinitos de vuestro Sagrado Corazón, en reparación
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de todas nuestras ofensas y por todas las intenciones por las


que os inmoláis sobre el Altar. Suplico a vuestra misericordia
que quiera derramar abundantes gracias sobre la Santa Igle-
sia, sobre nuestra Institución, sobre los ejercitantes. Os pido
particularmente por todos los que se encuentran en algún gra-
ve peligro espiritual o temporal, por los agonizantes, por los
que han de morir sin agonía y por las almas del Purgatorio”.

Jaculatoria: “Corazón Sagrado de Jesús, tened piedad de


nosotros” (500 días indulgencia; plenaria al mes).

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y de profunda adoración a Jesús presente en las Sagra-
das Hostias del Sagrario, se dirá:
“Divino Corazón de Jesús, os adoro con todo el afecto de mi
alma por el Corazón Inmaculado de María. Por su intercesión
y unido al Coro de los Ángeles, especialmente de los Ángeles de
la Guarda, suplico a vuestro Sagrado Corazón que derrame
abundantes gracias sobre nosotros para nuestra santificación,
sobre los que se encuentran en algún grave peligro espiritual o
corporal y sobre los que están a punto de morir. Os suplico, en
fin, que os dignéis librar a las almas del Purgatorio. Como
prenda de su rescate os ofrezco vuestras santas Llagas por el
Corazón Inmaculado de María.
“Oh Corazón dulcísimo, dignaos concedernos igualmente la
gracia de guardar fielmente la adoración en espíritu y de cum-
plir la virtud del Oficio”.

Oración (que se puede añadir si hay tiempo): “Padre Santo,


os ofrezco todas y cada una de las Misas celebradas o que se
van a celebrar hoy en toda la Iglesia, a fin de que por la Sangre
de Jesús, vuestro Hijo, y la intercesión de la Bienaventurada
Virgen María, transida de dolor al pie de la Cruz, os dignéis
conceder a los justos el gran don de la perseverancia, a los pe-
cadores la gracia de una perfecta conversión, y a todos los fie-
les de Cristo, sobre todo a mí y a mis hermanos, en el momento
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de la muerte la recepción del Santo Viático, la santa unción y


una muerte preciosa a vuestros ojos. Por el mismo Jesucristo
Nuestro Señor. Así sea”.

4. Práctica de la virtud particular:


a) Cinco veces, en honor de las cinco Llagas, decir con gran
humildad: “Oh divino Corazón, por la Llaga de… concedednos
a todos el espíritu de fervor y la perseverancia final”.
b) Rogar por los 160.000 que mueren y comparecen cada día
ante Dios. “Oh Dios mío, yo os ofrezco todas las Misas que se
celebran hoy en el mundo entero por los pecadores que están
en agonía o que deben morir hoy. Que la sangre preciosa de
Jesucristo Redentor les obtenga misericordia”.
c) Permanecer constante y confiado en nuestro oficio de Su-
plicante aún en medio de las sequedades.
d) Ofrecer, por María, las Santas Llagas de Nuestro Señor,
por la conversión de los pecadores, por las tandas de Ejercicios,
por los antiguos Ejercitantes, etc…

iX - el celADor
(Durante todo el día: Los nueve Coros de Ángeles.
Los Principados)

Fin especial: Procurar por todos los medios posibles la glo-


ria del Sagrado Corazón de Jesús, velando atentamente por la
salvación y perfección del prójimo, especialmente de los propios
hermanos. Pensar en las misiones, sobre todo las de Asia y las
de África.

Promesa particular: “Nuestro Señor reserva a los que hacen


este Oficio incalculables tesoros de gracia y nos asegura que
su nombre será grabado para siempre en su Corazón” (Santa
Margarita María).

Virtud especial: Aprovechar con celo y con una discreta pru-


dencia todas las ocasiones para impedir cualquier ultraje al Sa-
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grado Corazón, extender el amor de este Corazón adorable y au-


mentar el número de sus adoradores con el ejemplo y con la pa-
labra.

Máxima: El Corazón de Jesús desea que le imitemos en este


celo ardiente en que está abrasado para gloria de su Padre.
“Donde no hay celo no hay amor” (San Agustín).

Práctica del oficio

1. (Primer viernes de mes). ofrecimiento de la práctica


del oficio para todo el mes:
“Adorable Jesús, por el Corazón Inmaculado de María y
asociado a los nueve Coros Angélicos y especialmente al Coro
de los Principados, os ofrezco todas mis oraciones, obras y
sufrimientos de este mes por todas las intenciones por las que
os inmoláis sobre los Altares. Os los ofrezco en particular pa-
ra que el Corazón de Jesús sea conocido y adorado en toda la
tierra , y alabado y glorificado por mis hermanos y compañe-
ros”.

2. (todos los días). Adoración en espíritu (a todas las ho-


ras). La primera vez de cinco a seis de la mañana, transportán-
dose en espíritu ante el Santísimo Sacramento, se dirá:
“Divino Corazón de Jesús, os adoro en el Santísimo Sacra-
mento durante todo el día, por el Corazón Inmaculado de Ma-
ría y en unión de los nueve Coros de Ángeles y especialmente el
de los Principados, para suplir mi insuficiencia y ofreceros un
culto de amor ardiente e inflamado”.

Jaculatoria: “Corazón tres veces santo, dignaos consumir


nuestras faltas con el fuego de vuestro santo amor”.

3. visita al santísimo sacramento. Después de un acto de


viva fe y profunda adoración a Jesús presente en las Sagradas
Hostias del Sagrario se dirá de todo corazón:
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“Divino Corazón de Jesús, os adoro con toda mi alma por el


Corazón Inmaculado de María. Por su intercesión y unido a
los nueve Coros de los Ángeles, especialmente al Coro de los
Principados, os pido con instancias que vuestro Corazón sea
conocido en toda la tierra, que los idólatras y los infieles que
no os conocen, y que todos los cristianos que no viven en con-
formidad con su Fe, sean atraídos por vuestro amor.
“Dignaos concedernos la gracia de guardar fielmente la ado-
ración en espíritu y de cumplir la virtud del Oficio” (recordar-
la y decir nueve veces el “Gloria Patri” en honor de los nueve
Coros de los Ángeles, para obtener el reinado del Corazón de
Jesús).

4. Práctica de la virtud particular:


a) Ingeniarse para impedir las ofensas a Dios entre los que
nos rodean.
b) Ofrecer las Santas Llagas de Nuestro Señor por la conver-
sión de los pecadores.
c) Procurar enfervorizar las almas cristianas, especialmente
las de nuestros hermanos, comunicándoles la llama del verda-
dero celo.
d) Dirigir peticiones al Sagrado Corazón para que impida las
ofensas hacia Él y hacia su amor.
e) Rogar para que aumente, por nuestros ejemplos y palabras,
el número de sus verdaderos adoradores.

Primer sábado de mes


en honor del Corazón Inmaculado de María
“Prometo asistir en la hora de mi muerte, con todas las
gracias necesarias para la salvación, a todos los que, duran-
te cinco meses, el primer sábado, se confiesen, reciban la Sa-
grada Comunión, recen un Rosario, y me hagan compañía
durante quince minutos meditando los misterios del Rosa-
rio, en espíritu de reparación” (la Santísima Virgen a Sor Lu-
cía, 10 de diciembre de 1923).
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Devo ciÓn A lA
sAntí si MA vir Gen
“La devoción a María es señal de predestinación” (San Al-
fonso María de Ligorio). “Si amo a María estoy seguro de mi
salvación” (San Juan Berchmans). María, Madre de Jesús, es
verdaderamente Madre de Dios, puesto que Aquel que nació de
Ella es Dios. Con vistas a esta divina maternidad, Dios la ha
preservado del pecado original: por este motivo, Ella es la
inmaculada concepción. Nuestra Señora es también la co-
rredentora: uniendo sus sufrimientos con los de su Hijo Jesús,
mereció para nosotros el perdón de nuestros pecados y la salva-
ción de nuestras almas. Todas las gracias nos vienen por me-
diación de María, y, especialmente en estos últimos tiempos, la
voluntad de Dios es salvar a las almas por la devoción al cora-
zón inmaculado de María.

DevociÓn A nuestrA señorA


De los Dolores
Desde tiempos inmemoriales los cristianos devotos de María
gustaron de meditar y contemplar los siete dolores de Nuestra
Señora, encontrando en ello la fuerza en las tribulaciones. Nues-
tra Señora es llamada también corredentora, por su coopera-
ción singular a la obra de nuestra redención, puesto que en el
Calvario ofreció voluntariamente a su Divino Hijo a Dios Padre
por nosotros. Mientras uno trabaja, puede ir meditando los sie-
te cuadros siguientes, o siete Dolores de la Santísima Virgen:
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i. Predicción del anciano simeón.


ii. Huída a egipto.
iii. Pérdida del niño Jesús en el templo a los doce años.
iv. encuentro con su Hijo en el camino del calvario.
v. Al pie de la cruz, al morir su Divino Hijo.
vi. María recibe en sus brazos el cuerpo difunto de su
santísimo Hijo.
vii. sepultura de Jesús. Desolación de nuestra señora.

STABAT MATER
LA MADRE PIADOSA ESTABA STABAT MATER dolorósa
Junto a la Cruz, y lloraba Juxta crucem lacrimósa,
Mientras el Hijo pendía. Dum pendébat Fílius.
Cuya alma triste y llorosa, Cujus ánimam geméntem,
Traspasada y dolorosa, Constristátam et doléntem,
Fiero cuchillo tenía. Pertransívit gládius.
¡Oh cuán triste y afligida O quam tristis et afflícta
Se vio la Madre bendita, Fuit illa benedícta
De tantos tormentos llena! Mater Unigéniti!
Cuando triste contemplaba Quæ mærébat, et dolébat,
Y dolorosa miraba Pia Mater dum vidébat
Del Hijo amado la pena. Nati pœnas íncliti.
Y ¿qué hombre no llorara Quis est homo, qui non fleret,
Si a la Madre contemplara Matrem Christi si vidéret
De Cristo en tanto dolor? In tanto supplício?
Y ¿quién no se entristeciera, Quis non posset contristári,
Madre piadosa, si os viera Christi Matrem contemplári
Sujeta a tanto rigor? Doléntem cum Fílio?
Por los pecados del mundo Pro peccátis suæ gentis
Vio a Jesús en tan profundo Vidit Jesum in torméntis,
Tormento la dulce Madre. Et flagéllis súbditum.
Vio morir al Hijo amado, Vidit suum dulcem natum
Que rindió desamparado Moriéndo desolátum,
El espíritu a su Padre. Dum emísit spíritum.
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Eia Mater, fons amóris, Oh Madre, fuente de amor,


Me sentíre vim dolóris Hazme sentir tu dolor
Fac, ut tecum lúgeam. Para que llore contigo.
Fac ut árdeat cor meum Y que por mi Cristo amado,
In amándo Christum Deum, Mi corazón abrasado
Ut sibi compláceam. Más viva en Él que conmigo.
Sancta Mater, istud agas. Para que a amarle me anime
Crucifíxi fige plagas. En mi corazón imprime
Cordi meo válide. Las llagas que tuvo en sí.
Tui nati vulneráti, Y de tu Hijo, Señora,
Tam dignáti pro me pati, Divide conmigo ahora
Pœnas mecum dívide. Las que padeció por mí.
Fac me tecum pie flere, Hazme contigo llorar,
Crucifíxo condolére, Y de veras lastimar,
Donec ego víxero. De sus penas mientras vivo.
Juxta crucem tecum stare Porque acompañar deseo
Et me tibi sociáre En la cruz donde le veo
In planctu desídero. Tu corazón compasivo.
Virgo Vírginum præclára, Virgen de vírgenes santa
Mihi jam non sis amára: Llore yo con ansia tanta
Fac me tecum plángere. Que el mismo llanto
dulce me sea.
Fac ut portem Christi mór- Porque su Pasión
tem, y su muerte,
Passiónis fac consórtem, Tenga en mi alma, de suerte
Et plagas recólere. Que siempre sus penas vea.
Fac me plagis vulnerári, Que su Cruz me enamore,
Fac me cruce inebriári, Que en ella viva y more,
Et cruóre Fílii. De mi fe y amor indicio.
Flammis ne urar succénsus. Que me inflame y encienda
Per te, Virgo, sim defénsus Y contigo me defienda
In die judícii. En el día del Juicio.
Christe, cum sit hinc exíre, Que me ampare la muerte
Da per Matrem me veníre De Cristo cuando en tan fuerte
Ad palmam victóriæ. Trance vida y alma estén.
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Porque cuando quede en Quando corpus moriétur,


calma el cuerpo, vaya mi alma Fac ut ánimæ donétur
A su eterna gloria. Paradísi glória.
Amén. Amen.

el secreto De fÁtiMA
El 13 de julio de 1917, la Santísima Virgen María les reveló
a los tres pastorcitos de Fátima un secreto de máxima importan-
cia para el porvenir del mundo. Dicho secreto consta de tres
partes distintas.
La primera parte del secreto se refiere a la devoción al Cora-
zón Inmaculado como medio último para salvar a las almas.
“La primera cosa fue la visión del Infierno: Nuestra Señora, al
pronunciar las últimas palabras antes referidas, abrió de nue-
vo las manos, como en los meses precedentes. El haz de luz re-
flejado pareció penetrar en la tierra, y nosotros vimos como un
gran mar de fuego y en él sumergidos negros y broncíneos de-
monios y almas en forma humana, semejantes a brasas trans-
parentes, que, lanzadas a lo alto por las llamas, volvían a caer
en toda dirección, como chispas de un gran incendio, sin peso
ni equilibrio, entre gritos y lamentos de dolor y desesperación,
que hacían horrorizar y estremecer de espanto. (Fue probable-
mente a la vista de este espectáculo, cuando prorrumpí en aquel
¡Ay! que dicen haberme oído). Los demonios se distinguían por
sus formas horribles y repugnantes de animales espantosos y
desconocidos, pero transparentes como negros carbones en as-
cua. Esta visión duró un instante. Y debemos agradecer a nues-
tra buena Madre celestial el habernos prevenido antes con la
promesa de llevarnos al Paraíso: de otra forma, así lo pienso,
habríamos muerto de terror y espanto. Como pidiendo soco-
rro, levantamos los ojos hacia la Virgen, la cual nos dijo bon-
dadosa y triste: Habéis visto el infierno, a donde van a parar
las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos, el Señor
quiere establecer en el Mundo la devoción a mi Corazón In-
maculado”.
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La segunda parte del secreto se refiere a la devoción al Cora-


zón Inmaculado como medio último para salvar a las nacio-
nes cristianas. “Si se hiciere lo que os diré, muchas almas se
salvarán y vendrá la paz. La guerra va a terminar: pero si no
cesan de ofender al Señor, en el pontificado de Pío XI empeza-
rá otra peor. Cuando veáis una noche iluminada por una luz
desconocida, sabed que aquella es la gran señal que os da Dios,
de que está próximo el castigo del Mundo por sus tantos deli-
tos, mediante la guerra, el hambre y las persecuciones contra
la Iglesia y contra el Padre Santo. Para impedir esto vendré a
pedir la consagración de Rusia a mi Corazón Inmaculado y la
Comunión reparadora en los primeros sábados de mes. Si fue-
ren atendidas mis súplicas, Rusia se convertirá y habrá paz; si
no, ella esparcirá sus errores por el Mundo, suscitando guerras
y persecuciones contra la Iglesia; muchos buenos serán marti-
rizados, y el Padre Santo tendrá mucho que sufrir; varias na-
ciones serán aniquiladas. Al fin, mi Corazón Inmaculado
triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se con-
vertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz. En
Portugal se conservará siempre el dogma de la fe”.
La tercera parte del secreto está íntimamente ligada con la
segunda, y se refiere a la pasión de la iglesia: “Después de las
dos partes que ya he expuesto, hemos visto al lado izquierdo de
Nuestra Señora un poco más en lo alto a un Ángel con una es-
pada de fuego en la mano izquierda, centelleando emitía lla-
mas que parecía iban a incendiar el mundo; pero se apagaban
al contacto con el esplendor que Nuestra Señora irradiaba con
su mano derecha dirigida hacia él; el Ángel señalando la tie-
rra con su mano derecha, dijo con fuerte voz: ¡Penitencia, Pe-
nitencia, Penitencia! Y vimos en una inmensa luz que es Dios
(algo semejante a como se ven las personas en un espejo cuan-
do pasan ante él) a un Obispo vestido de blanco (hemos tenido
el presentimiento de que fuera el Santo Padre). También a
otros Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas subir una
montaña empinada, en cuya cumbre había una gran Cruz de
maderos toscos como si fueran de alcornoque con la corteza;
el Santo Padre, antes de llegar a ella, atravesó una gran ciu-
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dad medio en ruinas y medio tembloroso con paso vacilante,


apesadumbrado de dolor y pena, rezando por las almas de los
cadáveres que encontraba por el camino; llegado a la cima del
monte, postrado de rodillas a los pies de la gran Cruz fue muer-
to por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y fle-
chas; y del mismo modo murieron unos tras otros los Obispos,
sacerdotes, religiosos y religiosas y diversas personas seglares,
hombres y mujeres de diversas clases y posiciones. Bajo los dos
brazos de la Cruz había dos Ángeles: cada uno de ellos con una
jarra de cristal en la mano, en las cuales recogían la sangre de
los Mártires y regaban con ella las almas que se acercaban a
Dios”.

el sAnto rosArio
En todas sus apariciones, Nuestra Señora pide el rezo diario
del Rosario, y son innumerables los textos de los Papas sobre el
Rosario, y las pruebas históricas de su eficacia sobrenatural.
Modo de rezarlo:
Por la señal de la Santa Cruz…
Acto de Contrición (pág. 257) y Credo (pág. 6).
Padrenuestro y tres Avemarías.
Cinco misterios. En cada misterio se reza un Padrenuestro,
diez Avemarías y un Gloria Patri. Después de cada misterio:
Oh Jesús mío, perdona nuestras culpas, líbranos del fuego del
infierno, lleva al Cielo a todas las almas, [y socorre] especial-
mente a las más necesitadas de tu misericordia.

Misterios gozosos
(suelen rezarse los días lunes y jueves)
Primer misterio: la Anunciación. Fruto de este misterio: la
virtud de humildad.
Segundo misterio: la Visitación. Fruto: la caridad fraterna.
Tercer misterio: el Nacimiento del Salvador. Fruto: el espí-
ritu de pobreza.
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Cuarto misterio: la Presentación del Niño Jesús en el Tem-


plo y la Purificación legal de María Santísima. Fruto: la obe-
diencia y la pureza.
Quinto misterio: el Niño Jesús perdido y hallado en el Tem-
plo. Fruto: buscar a Dios en todas las cosas.

Misterios dolorosos
(suelen rezarse los días martes y viernes)
Primer misterio: la Agonía. Fruto: la contrición por nuestros
pecados.
Segundo misterio: la Flagelación. Fruto: la mortificación
corporal.
Tercer misterio: la Coronación de espinas. Fruto: la mortifi-
cación del espíritu y del corazón.
Cuarto misterio: Jesús lleva su Cruz a cuestas. Fruto: la pa-
ciencia en las pruebas.
Quinto misterio: la Crucifixión. Fruto: el don de sí mismo a
la obra de la Redención.
Misterios gloriosos
(suelen rezarse los días miércoles, sábados y domingos)
Primer misterio: la Resurrección de Nuestro Señor Jesucris-
to. Fruto: la fe.
Segundo misterio: la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo
a los cielos. Fruto: la esperanza y el deseo del Cielo.
Tercer misterio: Pentecostés. Fruto: la caridad y los dones
del Espíritu Santo.
Cuarto misterio: la Asunción de Nuestra Señora. Fruto: la
gracia de una buena muerte.
Quinto misterio: la Coronación de la Santísima Virgen en el
Cielo como Reina y Señora de todo lo creado. Fruto: la verda-
dera devoción a la Santísima Virgen.
Después del Rosario:
Oración a San Miguel Arcángel (pág. 57).
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LETANíAS DE LA SANTíSIMA VIRGEN MARíA


Son las letanías más antiguas después de las de los Santos (año 595).
Aprobadas por Sixto V en 1587, llámanse lauretanas o de Loreto.
Señor, ten misericordia Ky´ rie, eléison,
de nosotros,
Señor, ten misericordia Ky´ rie, eléison.
de nosotros.
Cristo, ten misericordia Christe, eléison,
de nosotros,
Cristo, ten misericordia christe, eléison.
de nosotros.
Señor, ten misericordia Ky´ rie, eléison,
de nosotros,
Señor, ten misericordia Ky´ rie, eléison.
de nosotros.
Cristo, óyenos, Christe, audi nos,
Cristo, óyenos. christe, audi nos.
Cristo, escúchanos, Christe, exáudi nos,
Cristo, escúchanos. christe, exáudi nos.
Dios Padre celestial, Pater de cælis, Deus,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.
Dios Hijo, Redentor del mun- Fili, Redémptor mundi, Deus,
do,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.
Dios Espíritu Santo, Spíritus Sancte, Deus,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.
Trinidad Santa, un solo Dios, Sancta Trínitas, unus Deus,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.
Santa María, Sancta María,
Ruega por nosotros. ora pro nobis.*
Santa Madre de Dios, Sancta Dei Génitrix,
Santa Virgen de las vírgenes, Sancta Virgo Vírginum,
Madre de Cristo, Mater Christi,
Madre de la divina gracia, Mater divínæ grátiæ,
* Desde aquí se contesta: ora pro nobis.
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Mater puríssima, Madre purísima,


Mater castíssima, Madre castísima,
Mater invioláta, Madre virginal,
Mater intemeráta, Madre incorrupta,
Mater immaculáta Madre inmaculada,
Mater amábilis, Madre amable,
Mater admirábilis, Madre admirable,
Mater boni consílii, Madre del buen consejo,
Mater Creatóris, Madre del Creador,
Mater Salvatóris, Madre del Salvador,
Virgo prudentíssima, Virgen prudentísima,
Virgo veneránda, Virgen digna de veneración,
Virgo prædicánda, Virgen digna de alabanza,
Virgo potens, Virgen poderosa,
Virgo clemens, Virgen clemente,
Virgo fidélis, Virgen fiel,
Spéculum iustítiæ, Espejo de justicia,
Sedes sapiéntiæ, Trono de sabiduría,
Causa nostræ lætítiæ, Causa de nuestra alegría,
Vas spirituále, Vaso espiritual,
Vas honorábile, Vaso digno de honor,
Vas insigne devotiónis, Vaso insigne de devoción,
Rosa mys´ tica, Rosa mística,
Turris Davídica, Torre de David,
Turris ebúrnea, Torre de marfil,
Domus áurea, Casa de oro,
Foéderis arca, Arca de la alianza,
Iánua Cæli, Puerta del cielo,
Stella matutína, Estrella de la mañana,
Salus infirmórum, Salud de los enfermos,
Refúgium peccatórum, Refugio de los pecadores,
Consolátrix afflictórum, Consuelo de los afligidos,
Auxílium Christianórum, Auxilio de los cristianos,
Regína Angelórum, Reina de los Ángeles,
Regína Patriarchárum, Reina de los Patriarcas,
Regína Prophetárum, Reina de los Profetas,
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Reina de los Apóstoles, Regína Apostolórum,


Reina de los Mártires, Regína Mártyrum,
Reina de los Confesores, Regína Confessórum,
Reina de las Vírgenes, Regína Vírginum,
Reina de todos los Santos, Regína Sanctórum ómnium,
Reina concebida sin pecado Regína sine labe origináli
original, concépta,
Reina elevada al Cielo, Regína in cælum assúmpta,
Reina del Santísimo Rosario, Regína Sacratíssimi Rosárii,
Reina de la paz, Regína pacis,
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tollis peccáta
los pecados del mundo, mundi,
Perdónanos, Señor. Parce nobis, Dómine.
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tollis peccáta
los pecados del mundo, mundi,
Escúchanos, Señor. exáudi nos, Dómine.
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tollis peccáta
los pecados del mundo, mundi,
Ten misericordia de nosotros. Miserére nobis.
Ruega por nosotros, Santa Ora pro nobis, Sancta Dei
Madre de Dios. Génitrix.
R. Para que seamos dignos R. ut digni efficiámur
de alcanzar las promesas de promissiónibus christi.
Nuestro Señor Jesucristo.
Oremos. Te rogamos, Se- Orémus. Concéde nos, fá-
ñor Dios, que nos concedas a mulos tuos, quæsu´ mus, Dómi-
nosotros, tus siervos, gozar de ne Deus, perpétua mentis et
perpetua salud de alma y cuer- córporis sanitáte gaudére: et
po, y por la gloriosa interce- gloriósa beátæ Maríæ semper
sión de la bienaventurada Vírginis intercessióne, a præ-
siempre Virgen María, seamos sénti liberári tristítia et ætérna
librados de la tristeza presente pérfrui lætítia. Per Christum
y disfrutemos de la eterna ale- Dóminum nostrum. Amen.
gría. Por Jesucristo, Nuestro
Señor. Amén.
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ORACIóN A SAN JOSÉ


A vos recurrimos en nuestra tribulación, bienaventurado José;
y después de haber implorado el auxilio de vuestra Santísima Es-
posa, solicitamos también confiadamente vuestro Patrocinio. Por
el afecto que os unió a la Virgen Inmaculada, Madre de Dios; por
el amor paternal que profesasteis al Niño Jesús, os suplicamos
que volváis benigno los ojos a la herencia que Jesucristo con-
quistó con su Sangre, y que nos socorráis con vuestro poder en
nuestras necesidades.
Proteged, prudentísimo Custodio de la Divina Familia, el li-
naje escogido de Jesucristo; preservadnos Padre amantísimo, de
todo contagio de error y corrupción; sednos propicio y asistid-
nos desde el Cielo, poderosísimo Protector nuestro, en el com-
bate que al presente libramos contra el poder de las tinieblas. Y
del mismo modo que, en otra ocasión, librasteis del peligro de la
muerte al Niño Jesús, defended ahora a la Santa Iglesia de Dios,
contra las asechanzas de sus enemigos y contra toda adversidad.
Amparad a cada uno de nosotros con vuestro perpetuo patroci-
nio; a fin de que, siguiendo vuestros ejemplos, y sostenidos por
vuestros auxilios, podamos vivir santamente, morir piadosamen-
te y obtener la felicidad eterna del Cielo. Amén.

MES DEL ROSARIO

El Papa León XIII pidió al universo católico que aprovecha-


ra el mes de octubre para aumentar en nosotros, y en nuestro en-
torno, la devoción del Santo Rosario, poderoso medio para
despertar nuestra fe, santificarnos y obtener el triunfo y la paz
para la Iglesia, frente a los ataques furiosos de la Revolución pa-
ra destruirla.
León XIII quería que cada fiel rece por la mañana la primera
parte del Santo Rosario, durante el día la segunda parte, y por la
noche en la iglesia o en familia la tercera parte, seguida de las
letanías de la Santísima Virgen y de la oración a San José, Pa-
trono de la Iglesia Universal.
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Es muy conocido cuán a menudo vino luego Nuestra Señora


para pedir a todos el rezo diario del Santo Rosario, particular-
mente en Fátima.

el escAPulArio De lA virGen
Del cArMen
En diferentes apariciones, Nuestra Señora prometió preser-
var del infierno y liberar del purgatorio el sábado posterior a la
muerte a los que lleven el escapulario. La Iglesia autorizó la
predicación de estos privilegios y la devoción del escapulario.
condiciones para ser preservado del infierno:
Recibir la imposición del escapulario de un sacerdote autori-
zado para ello, y llevarlo piadosamente durante su vida, es de-
cir, esforzándose de vivir como buen cristiano; llevarlo sobre
todo en la hora de la muerte, y hacer inscribir su nombre en una
cofradía de Nuestra Señora del Monte Carmelo.
condiciones para el privilegio sabatino:
Además de las dos anteriores, es necesario:
1. Guardar la castidad, según el propio estado.
2. Rezar todos los días el oficio parvo (para los sacerdotes,
es suficiente el breviario). Esta condición puede ser cambiada
por otras obras pías por cualquier sacerdote que tenga los pode-
res necesarios (por ejemplo, el rezo diario de una parte del Ro-
sario).

orAciones vAriAs
A lA sAntisiMA virGen
EL “MEMORARE” DE SAN BERNARDO
Acordaos, oh piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído
decir que ninguno que haya acudido a vuestra protección, implo-
rado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido
abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también
acudo, oh Virgen Madre de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso
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de mis pecados me atrevo a comparecer ante vuestra presencia


soberana. No desechéis mi súplica, oh Madre de Dios; antes bien,
escuchadlas y acogedlas favorablemente. Así sea
(Tres años de indulgencia; plenaria al mes).

CONSAGRACIóN DE LA FRATERNIDAD SAN PíO X


A LA SANTíSIMA VIRGEN MARíA Y A
SU CORAzóN DOLOROSO E INMACULADO
A Ti recurrimos, Inmaculada Madre de Dios, en esta hora trá-
gica de la humanidad, en medio de esta tempestad sin preceden-
tes que conmueve desde sus cimientos a la Iglesia. ¡De qué
compasión no estarás embargada ante la pasión de la Iglesia,
Cuerpo Místico de Nuestro Señor, Tú, que de pie junto al Cal-
vario, has participado tan íntimamente a los sufrimientos de tu
Divino Hijo!
Mientras al exterior el comunismo extiende sus errores hasta
infectar la misma Iglesia, en el seno de ésta la peste del falso
ecumenismo envenena innumerables almas, descarriándolas o
manteniéndolas fuera de la unidad de la verdadera fe y de la úni-
ca Arca de salvación.
Quiera Dios, en medio de tantas ruinas y traiciones, según an-
teriores ejemplos, disponer nuestra Fraternidad Sacerdotal co-
mo un pequeño ejército de reconstructores. Mas, conscientes
de su debilidad, ésta se vuelve hoy hacia Ti, Virgen poderosa,
Auxilio de los cristianos. Ante la magnitud de nuestra misión y
desconfiando de nuestras propias fuerzas, ¡oh Virgen terrible co-
mo ejército en orden de batalla, que has recibido desde el co-
mienzo la promesa de aplastar la cabeza de la serpiente!,
queremos ampararnos bajo Tu maternal y poderosa protección.
¡Oh Arca de la Alianza!, en medio de los peligros que nos ame-
nazan, suplicamos a Dios se digne confirmar por medio de Ti
nuestra vocación de servir a la Iglesia.
Por ello, ¡oh Virgen Inmaculada!, prosternados hoy al pie de
Tu trono de gracia y deseosos de acrecentar Tu alabanza y Tu
gloria y a fin de sumar nuestra pequeña parte al amor filial de
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Cristo, Tu Hijo, bajo la advocación de Tu Corazón Doloroso e


Inmaculado, Te consagramos, ¡oh dulcísima Madre!, de un mo-
do irrevocable, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, sus sacer-
dotes, sus seminaristas, sus hermanos, sus hermanas, sus oblatas,
su Tercera Orden y toda su familia espiritual.
Para que seas desde ahora en adelante la Soberana de la Fra-
ternidad, por un acto de perpetua donación entre tus manos, Te
ofrecemos y entregamos nuestros bienes y nuestras casas, para
que Tú seas la verdadera Propietaria. Te entregamos y consa-
gramos nuestros cuerpos y nuestras almas, nos consagramos no-
sotros mismos, para que dispongas de nosotros según Tu
beneplácito. Te entregamos también las almas que nos han si-
do confiadas, para que las protejas con tu amparo maternal. Fi-
nalmente, ¡oh Reina de los Apóstoles!, Te confiamos nuestro
apostolado, para que de ahora en adelante sea Tu apostolado.
Nuestra Fraternidad es desde ahora Tu dominio. ¡Oh Torre
de marfil!, sosténla tan firmemente que jamás se aparte del
buen camino. ¡Oh Virgen Fiel!, guarda a cada uno de sus
miembros aferrados inquebrantablemente a ella. ¡Oh Virgen
purísima! mantén inmaculada nuestra fe, Tú, que has recibido
el poder de exterminar las herejías en el mundo entero. ¡Oh lle-
na de gracia!, conserva en la Iglesia el Sacrificio de la Misa, en
su antiguo y venerable rito romano, portador de gracias, y haz-
nos permanecer fieles a él. ¡Oh Reina de todos los Santos!, haz
florecer entre nosotros la santidad sacerdotal, religiosa y fami-
liar. ¡Oh Madre de la Divina Gracia!, guarda nuestra Fraterni-
dad como una rama fructífera y siempre viva de la Santa Igle-
sia Católica Romana. ¡Oh Madre de la Iglesia!, obténnos la gra-
cia de ser un instrumento cada vez más dócil y más apto en
las manos de Dios, para la salvación del mayor número posible
de almas. Y para poder reconocer que escuchas nuestras ora-
ciones, ¡oh Virgen clemente!, envíanos muchos de esos obreros
a los que llama el Divino Señor de la mies. Concédenos, final-
mente, ¡oh Madre del Sumo Sacerdote!, la gracia de contribuir
a la restauración del sacerdocio católico y así, al esplendor del
alma sacerdotal de Cristo, que finalmente llevará al estableci-
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miento de Su Reino sobre los individuos, las familias y los es-


tados.
Confiados en nuestro título de Apóstoles de Jesús y María, Te
prometemos, ¡oh Reina de los Mártires y Confesores!, que tra-
bajaremos hasta nuestro último suspiro por restaurar todas las
cosas en Cristo, extender su Reino y preparar, oh María, el glo-
rioso triunfo de Tu Corazón Doloroso e Inmaculado. Amén.

CONSAGRACIóN DEL GÉNERO HUMANO


AL CORAzóN INMACULADO DE MARíA
(por el Papa Pío XII)

Reina del Santísimo Rosario, auxilio de los cristianos, refu-


gio del género humano, triunfadora en todos los combates de
Dios, nos prosternamos suplicantes ante vuestro trono, seguros
de obtener misericordia y de recibir las gracias, el apoyo y la
defensa oportuna en las presentes calamidades, no en virtud de
nuestros propios méritos, de los que no podemos presumir, sino
únicamente a causa de la inmensa bondad de vuestro Corazón
maternal.
A Vos, a vuestro Corazón Inmaculado, en esta hora trágica
de la historia de la humanidad, nos confiamos y nos consagra-
mos, no sólo en unión con la Santa Iglesia, Cuerpo Místico de
vuestro amado Jesús, que sufre y sangra en las tribulaciones
que soporta de tantas maneras y en tantos lugares, sino tam-
bién con el mundo entero, desgarrado por feroces discordias, en-
cendido por un incendio de odio, víctima de su propia iniqui-
dad.
¡Que puedas Tú tocar tantas ruinas materiales y morales, tan-
to dolor y angustia de padres y madres, de esposos, de herma-
nos, de niños inocentes; tantas vidas tronchadas en su flor, tantos
cuerpos lacerados en una afrentosa carnicería, tantas almas tor-
turadas y agonizantes, y tantas otras en peligro de perderse pa-
ra toda la eternidad!
¡Oh, Madre de misericordia, obténnos de Dios la paz! y so-
bre todo, aquellas gracias que pueden, en un instante, convertir
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los corazones humanos, esas gracias que preparan, conducen y


aseguran la paz. Reina de la paz, ruega por nosotros y da al
mundo en guerra la paz a la que aspiran los pueblos, ¡la paz en
la verdad, en la justicia, en la caridad de Cristo! Concédele la
paz de las armas y la paz de las almas, para que en la tranquili-
dad del orden se extienda el Reino de Dios.
Concede tu protección a los infieles y a todos los que aún ya-
cen en la sombra de la muerte; concédeles la paz; haz que luzca
para ellos el Sol de la Verdad y que puedan repetir con nosotros
ante el único Salvador del mundo: “Gloria a Dios en las altu-
ras, y sobre la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (San
Lucas 2, 14).
A los pueblos separados por el error y la discordia, y sobre
todo a aquellos que profesan por Vos una devoción singular y
en los cuales casi no hay hogar en que no se venere vuestra ima-
gen (quizás hoy escondida y reservada en espera de días mejo-
res), concédeles la paz, y condúcelos al único rebaño de Cristo,
bajo el único y verdadero Pastor.
Obtén para la Santa Iglesia de Dios la paz y la libertad com-
pletas; detén el diluvio invasor del neopaganismo, fomenta en
los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y el
celo apostólico, a fin de que el pueblo de los que sirven a Dios
crezca en número y en méritos.
De igual modo que al Corazón de vuestro amado Jesús fue-
ron consagrados la Iglesia y todo el género humano, para que,
habiendo puesto toda esperanza en Él, fuese para nosotros sig-
no y prenda de victoria y salvación, así igualmente nosotros
también nos consagramos perpetuamente a Vos, a vuestro Co-
razón Inmaculado, ¡oh Madre nuestra, Reina del mundo!, para
que vuestro amor y vuestro patrocinio apresuren el triunfo del
Reino de Dios, y que todas las naciones, puestas en paz entre
ellas y con Dios, Os proclamen bienaventurada y entonen con
Vos, de un extremo a otro del mundo, un eterno Magnificat de
gloria, amor y reconocimiento al Corazón de Jesús, el único en
el cual ellas pueden encontrar la Verdad, la Vida y la Paz.
Amén.
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CONSAGRACIóN A LA SANTíSIMA VIRGEN


(compuesta por el Padre Francisco de Paula Vallet,
para ser realizada durante los Ejercicios Espirituales)
En presencia de Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu
Santo, y poniendo por testigo al Cielo y a la tierra, declaro so-
lemnemente que yo, N. N., libérrimamente y con todo el afecto
de mi corazón, reconozco hoy a la Inmaculada Virgen María co-
mo Madre y Señora mía.
Y por la profunda y conmovedora operación que produjo en
su Corazón Purísimo la palabra eficaz del Verbo Omnipotente,
su Hijo Jesús, cuando próximo a morir la hizo nuestra Madre y
por tal nos la dio en la persona del Apóstol Juan en el Calvario;
por la inefable aflicción de su alma inocentísima mientras con-
templaba en el Cuerpo exánime del Salvador las crueles heridas
que de pies a cabeza le cubrían y en particular las cinco llagas
de sus manos, pies y costado, le suplico que, a pesar de mi mi-
seria y de mis pecados, se digne reconocerme como hijo suyo y
me reciba benignamente por su siervo y esclavo voluntario y
perpetuo.
Ofrendo aquí a la Beatísima Trinidad las más ardientes accio-
nes de gracias por todos los dones y prerrogativas que se han
dignado otorgarle y pido a Dios su suprema glorificación en el
Universo.
Desde hoy, pues, y para siempre, os consagro a Vos, Madre
mía Santísima, mi alma, mi cuerpo, mi corazón, todo lo que soy
y todo lo que me pertenece, y hago voto y juro solemnemente
defender vuestro honor sin exponerme jamás a mancillar vues-
tras glorias.
Me confío en vuestra protección y me arrojo en vuestro Purí-
simo Corazón de Madre de Dios, molde santísimo y perfectísi-
mo en el que quiero vaciar y formar el mío y os pido y suplico
me consigáis vuestro espíritu para amar y reverenciar a Jesús,
mi Redentor y mi Divino Rey, para seguirle e imitarle lo más
perfectamente que pueda con vuestra perseverante y heroica fi-
delidad hasta el fin de mi vida.
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208

SUB TUUM PRÆSíDIUM


Bajo tu amparo… (ver página 91).
BENDITA SEA TU PUREzA
Bendita sea tu pureza
Y eternamente lo sea,
Pues todo un Dios se recrea
En tan graciosa belleza.
A ti, celestial Princesa,
Virgen sagrada María,
Yo te ofrezco en este día
Alma, vida y corazón;
Mírame con compasión,
No me dejes, Madre mía,
Morir sin tu bendición.

CONSAGRACIóN A MARíA DE SAN LUIS GONzAGA


¡oh señora mía, María santísima! Lleno de confianza en
Vos y en vuestra santa protección, me arrojo desde hoy para
siempre en el seno de vuestra misericordia; os encomiendo mi
alma y mi cuerpo para que los guardéis a la hora de mi muerte.
En vuestras manos pongo mis esperanzas y consuelos, mis pe-
nas y miserias, el curso y fin de mi vida; para que por vuestra
santísima intercesión y méritos, todas mis obras se hagan según
vuestra voluntad y según la de vuestro Hijo. Amén.

CONSAGRACIóN A MARíA SANTíSIMA


del Padre zucchi (llamada oración eficaz)
¡oh señora mía! ¡Oh Madre mía! Yo me ofrezco del todo
a Vos, y en prueba de mi filial afecto os consagro en este día mis
ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi
ser. Ya que soy todo vuestro, ¡oh Madre de bondad!, guardad-
me y defendedme como cosa y posesión vuestra.
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209

ORACION A NUESTRA SEñORA DEL REFUGIO


(contra Satanás)
Augusta reina de los Cielos y Soberana de los Ángeles, Vos
que habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la
cabeza de Satanás, os lo pedimos humildemente, enviad las le-
giones celestiales para que bajo vuestras órdenes, persigan a los
demonios, los combatan en todas partes, repriman su audacia y
los lancen al abismo.
¿Quién como Dios?
Oh, buena y tierna Madre, seréis siempre nuestro amor y
nuestra esperanza.
Oh, divina Madre, enviad a los Santos Ángeles para defen-
dernos y arrojar lejos de nosotros al cruel enemigo.
Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos, guardadnos.

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIóN


(Oración de San Pío X)
¡oh virgen santísima! que habéis sido agradable al Señor y
os convertisteis en su Madre; Virgen Inmaculada en vuestro
cuerpo y en vuestra alma, en vuestra fe y en vuestro amor, mi-
rad con ojos benévolos a los infelices que imploran vuestra po-
derosa protección.
La serpiente infernal, contra quien fue lanzada la maldición
primera, continúa combatiendo y tentando a los pobres hijos de
Eva. Vos, Madre nuestra bendita, nuestra Reina y Abogada, Vos
que habéis aplastado la cabeza del enemigo desde el primer ins-
tante de vuestra concepción, acoged las plegarias que, unidos a
Vos en un solo corazón, os rogamos presentéis ante el Trono de
Dios, para que jamás nos dejemos arrastrar por las emboscadas
que nos son preparadas, sino que todos alcancemos el puerto de
salvación, y que en medio de tantos peligros, la Iglesia y la so-
ciedad cristiana canten una vez más el himno de la liberación,
de la victoria y de la paz.
Amén.
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210

MES DE MARíA
Acordaos… (véase pág. 202).

M adaos
invocaciones
dre mía amantísima, en todos los instantes de mi vida, acor-

A lágrimas para llorar mis pecados. (Avemaría).


de mí, miserable pecador. (Avemaría).
cueducto de las divinas gracias, concededme abundancia de

r teneinataciode nescielosde mis


y tierra, sed mi amparo y defensa contra las

i divino
enemigos. (Avemaría).
nmaculada Hija de Joaquín y Ana, alcanzadme de vuestro
Hijo las gracias que necesito para mi salvación. (Ave-

A labomuer
maría).
gada y refugio de los pecadores, asistidme en la hora de
te y abridme las puertas del Cielo. (Avemaría).

ORACIONES DE FÁTIMA
“Dios mío, yo creo, espero, adoro y os amo, y os pido perdón
por los que no creen, ni adoran, ni esperan, ni os aman”.
“Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, Os adoro
profundamente y Os ofrezco el preciosísimo Cuerpo, Sangre,
Alma y Divinidad de Jesucristo, presente en todos los Sagrarios
de la Tierra, en reparación de los ultrajes, sacrilegios e indife-
rencias con que Él mismo es ofendido. Y por los méritos infi-
nitos de Su Sacratísimo Corazón y del Corazón Inmaculado de
María, Os pido la conversión de los pobres pecadores”.
Lucía de Fátima nos invita a sacrificarnos por los pecadores
y a decir frecuentemente, en especial al hacer un sacrificio:
“Oh Jesús, es por vuestro amor, por la conversión de los pe-
cadores y en reparación de las injurias cometidas contra el In-
maculado Corazón de María”.
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Devo ciÓn A sAn Jo sÉ

ORACIóN A SAN JOSÉ,


PATRONO DE LA IGLESIA UNIVERSAL

(Esta oración se reza después del Rosario: ver pág. 201).

LETANíAS DE SAN JOSÉ


Ky´rie, eléison, Señor, ten misericordia
Ky´ rie, eléison. de nosotros (dos veces).
Christe, eléison, Cristo, ten misericordia
christe, eléison. de nosotros (dos veces).
Ky´ rie, eléison, Señor, ten misericordia
Ky´ rie, eléison. de nosotros (dos veces).
Christe, audi nos, Cristo, óyenos,
christe, audi nos. Cristo, óyenos.
Christe, exáudi nos, Cristo, escúchanos,
christe, exáudi nos. Cristo, escúchanos.
Pater de cælis, Deus, Dios Padre celestial,
Miserére nobis. Ten misericordia de nosotros.
Fili, Redémptor mundi, Deus, Dios Hijo, Redentor del mun-
do,
Miserére nobis. Ten misericordia de nosotros.
Spíritus Sancte, Deus, Dios Espíritu Santo,
Miserére nobis. Ten misericordia de nosotros.
Sancta Trínitas, unus Deus, Trinidad Santa, un solo Dios,
Miserére nobis. Ten misericordia de nosotros.
Sancta María, Santa María,
ora pro nobis. Ruega por nosotros.
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212

San José, Sancte Joseph,


Ruega por nosotros ora pro nobis.*
Ilustre descendiente de David, Proles David ínclyta,
Luz de los Patriarcas, Lumen Patriarchárum,
Esposo de la Madre de Dios, Dei Genitrícis sponse,
Custodio casto de la Virgen, Custos pudíce Vírginis,
Ayo del Hijo de Dios, Filii Dei nutrítie,
Activo defensor de Cristo, Christi defénsor sédule,
Jefe de la Sagrada Familia, Almæ Famíliæ præses,
José justísimo, Joseph justíssime,
José castísimo, Joseph castíssime,
José prudentísimo, Joseph prudentíssime,
José fortísimo, Joseph fortíssime,
José obedientísimo, Joseph obedientíssime,
José fidelísimo, Joseph fidelíssime,
Espejo de paciencia, Spéculum patiéntiæ,
Amante de la pobreza, Amátor paupertátis,
Modelo de trabajadores, Exémplar opíficum,
Gloria de la vida doméstica, Domésticæ vitæ decus,
Custodio de las vírgenes, Custos vírginum,
Protección de las familias, Familiárum cólumen,
Consuelo de los desdichados, Solátium miserórum,
Esperanza de los enfermos, Spes ægrotántium,
Patrono de los moribundos, Patróne moriéntium,
Terror de los demonios, Terror dæmonum,
Protector de la Santa Iglesia, Protéctor sanctæ Ecclésiæ,
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tóllis peccáta
los pecados del mundo, mundi,
Perdónanos, Señor. Parce nobis, Dómine.
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tóllis peccáta
los pecados del mundo, mundi,
Escúchanos, Señor. exáudi nos, Dómine.
Cordero de Dios, que quitas Agnus Dei, qui tóllis peccáta
los pecados del mundo, mundi,

* A partir de aquí se contesta: ora pro nobis.


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213

Miserére nobis. Ten misericordia de nosotros.


Constítuit eum dóminum Lo constituyó señor de su
domus suæ. casa.
R. et príncipem omnis R. Y príncipe de todas sus
possessiónis suæ. posesiones.
Orémus. Deus, qui ineffá- Oremos. Oh Dios, que con
bili providéntia beátum Jo- inefable providencia te dig-
seph sanctíssime Genitrícis naste elegir a San José como
tuæ Sponsum elígere dignátus esposo de tu santísima Madre;
es: præsta, quæsu ´ mus; ut, te pedimos nos concedas que
quem protectórem venerámur merezcamos tener por interce-
in terris, intercessórem mereá- sor en el cielo al que venera-
mur in cælis: Qui vivis et reg- mos como protector en la
nas in sæcu ´ la sæculórum. tierra. Tú que vives y reinas
Amen. por los siglos de los siglos.
Amén.
(Cinco años de indulgencia; plenaria al mes).

ORACIóN PARA PEDIR LA PUREzA


Vírginum custos et pater, Oh San José, custodio y pa-
sancte Joseph, cujus fidé- dre de vírgenes, a cuya fiel
li custódiæ ipsa Innocéntia guarda fueron encomendadas
Christus Jesus, et Virgo vírgi- la misma inocencia, Cristo Je-
num María commíssa fuit; te sús, y la Virgen de las vírge-
per hoc utrúmque caríssimum nes, María; por estas dos
pignus, Jesum et Maríam, ób- queridísimas prendas, Jesús y
secro et obtéstor, ut me, ab María, os suplico y ruego me
omni immundítia præservá- concedáis la gracia de que,
tum, mente incontamináta, pu- preservándome de toda inmun-
ro corde et casto córpore, Jesu dicia, sirva siempre, con puro
et Maríæ semper fácias castís- corazón, casto cuerpo y mente
sime famulári. Amen. sin mancilla, a Jesús y a Ma-
ría.
(Tres años de indulgencia; plenaria al mes).
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214

ORACIóN DE SAN PíO X AL GLORIOSO PATRIARCA


SAN JOSÉ, MODELO DE LOS TRABAJADORES
Glorioso san José, modelo de todos aquellos que se dedican
al trabajo, obtenedme la gracia de trabajar con espíritu de peni-
tencia para la expiación de mis numerosos pecados; de trabajar
en conciencia, poniendo el culto del deber por encima de mis
inclinaciones; de trabajar con reconocimiento y alegría, consi-
derando un honor el emplear y desarrollar por el trabajo los do-
nes recibidos de Dios; de trabajar con orden, paz, moderación y
paciencia, sin retroceder jamás ante la pereza y las dificultades;
de trabajar sobre todo con pureza de intención y desprendimien-
to de mí mismo, teniendo sin cesar ante mis ojos la muerte y la
cuenta que deberé rendir del tiempo perdido, de los talentos inu-
tilizados, del bien omitido y de las vanas complacencias en el
éxito, tan funestas para la obra de Dios. Todo por Jesús, todo
por María, todo a imitación vuestra, ¡oh Patriarca San José! Tal
será mi divisa en la vida y en la muerte.

EL “ACORDAOS” A SAN JOSÉ


Acordaos, oh castísimo Esposo de la Virgen María y amable
protector mío San José, que jamás se ha oído decir que ninguno
haya invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio
sin haber sido consolado. Lleno, pues, de confianza en vuestro
poder, vengo a vuestra presencia y me encomiendo a Vos con
todo fervor. ¡Ah! no desécheis mis súplicas, oh Padre putativo
del Redentor, antes bien acogedlas propicio, y dignaos acceder
a ellas piadosamente.

ORACIóN PARA PEDIRLE A SAN JOSÉ


LA CONFIANzA EN DIOS
Amabilísimo José, cuya firmísima confianza en Dios no dis-
minuyó ningún trabajo, alcánzame de Jesús y María grande fe y
plena confianza en la Divina Providencia. Veo, Santo mío, a
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Jesús en tu regazo, y por eso me acojo a ti como a trono de con-


fianza, y suplico a Jesús que por tu intercesión llene mi cora-
zón de esta virtud, para que haga todas mis obras y padezca
todos mis trabajos con mucha confianza en su divino auxilio.
Amén.

DOLORES Y GOzOS DE SAN JOSÉ


Es una práctica piadosa meditar estos siete Dolores
y Alegrías de San José, rezando siete Padrenuestros,
Avemarías y Glorias en su honor.
1. Dolor al ver a María encinta; alegría al oír la explicación
del Ángel.
2. Dolor al no encontrar en Belén más asilo que una cueva;
alegría al ver a Jesús nacido.
3. Dolor al ver que se derramaba la Sangre del Salvador en
la circunsición; alegría por la imposición del Nombre de Jesús.
4. Dolor por la profecía de San Simeón; alegría por las ala-
banzas del mismo y de Santa Ana.
5. Dolor por la persecución de Herodes; alegría al ver caer
los ídolos de Egipto.
6. Dolor al enterarse que Arquelao reinaba en Judea; alegría
por hallarse seguro en Nazareth.
7. Dolor por haber perdido a Jesús; alegría al encontrarlo de
nuevo.
BREVE CONSAGRACIóN A SAN JOSÉ
(compuesta por el Padre Vallet)
Santísimo Patriarca San José, por el afecto que os unió a la
Virgen Inmaculada, por el amor paternal que profesasteis al Ni-
ño Jesús, dignaos velar sobre nuestra existencia hasta el último
suspiro.
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Devo ciÓn A los


sAntos Án Ge les
ORACIóN AL ÁNGEL DE LA GUARDA
(recomendada por San Vicente Ferrer)
ÁNGEL DE DIOS, que eres mi ÁNGELE DEI, qui custos es
custodio: ya que el Señor me mei: me tibi comíssum pietáte
ha encomendado a Ti, ilumína- supérna, illúmina, custódi, re-
me, guárdame, rígeme y go- ge et gubérna. Amen.
biérname. Amén.
ORACIóN AL ÁNGEL CUSTODIO
(compuesta por Santa Luisa de Marillac)
Ángel mío amado, te suplico que vayas donde descansa mi
Jesús. Di al Divino Salvador que lo adoro, que lo amo con to-
do mi corazón. Invita al adorable Prisionero de Amor a que ven-
ga a mi corazón y establezca en él su morada. Este corazón es
demasiado pequeño para alojar a un Rey tan grande, pero quie-
ro agrandarlo por el amor y por la fe.

ORACIóN AL ÁNGEL DE LA GUARDA


(de San Juan Berchmans)
Ángel santo, amado de Dios, que después de haberme toma-
do, por disposición divina, bajo tu bienaventurada guarda, ja-
más cesas de defenderme, de iluminarme y de dirigirme: yo te
venero como a protector, te amo como a custodio, me someto a
tu dirección y me entrego todo a Ti, para ser de Ti gobernado.
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217

Te ruego, por lo tanto, y por amor de Jesucristo te suplico que


cuando sea ingrato contigo y obstinadamente sordo a tus inspi-
raciones, no quieras, a pesar de esto, abandonarme; antes al con-
trario, ponme pronto en el recto camino, si me he desviado de
él; enséñame, si soy ignorante; levántame, si he caído; sostén-
me, si estoy en peligro, y condúceme al cielo para poseer en él
una felicidad eterna. Amén.
EXORCISMO DE SU SANTIDAD EL PAPA LEóN XIII
CONTRA SATANÁS Y LOS ÁNGELES REBELDES
El Papa León XIII tuvo una visión el día 13 de octubre de 1884, des-
pués de la cual prescribió el rezo de la oración a San Miguel al final de
la Misa, y escribió y publicó el siguiente exorcismo. La parte del texto
que hemos resaltado en negrita figura en la versión original, pero fue
suprimida ulteriormente por algún sucesor de León XIII que quizá en-
contró el texto imposible e impensable. Sin embargo, a cien años de
distancia, este texto nos parece lleno de una verdad candente. Por otra
parte, no hace más que repetir lo que había sido anunciado por la San-
tísima Virgen en La Salette (el 19 de septiembre de 1846): “Roma per-
derá la fe y llegará a ser la sede del Anticristo”. Esta plegaria,
compuesta para ahuyentar al demonio, puede preservar de grandes ma-
les a la familia, a la sociedad o a la Iglesia, si se recita con fervor,
aún por los simples fieles.

En el nombre del Padre…

Salmo 67. Levántese Dios y sean dispersados sus enemigos


y huyan de su presencia los que le odian.
Como se disipa el humo se disipen ellos, como se derrite la
cera ante el fuego, así perecerán los impíos ante Dios.

Salmo 34. Señor, pelea contra los que me atacan; combate


contra los que me hacen la guerra.
Sufran una derrota y queden avergonzados los que me persi-
guen a muerte.
Vuelvan la espalda llenos de confusión los que traman mi da-
ño.
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Sean como polvo frente al viento cuando el Ángel del Señor


los desbarate.
Sea su camino oscuro y resbaladizo, cuando el Ángel del Se-
ñor los persiga.
Porque sin motivo me tendían redes de muerte, sin razón me
abrían trampas mortales.
Que les sorprenda un desastre imprevisto, que los enrede la
red que escondían; que caigan en la misma trampa que me
abrieron.
Mi alma se alegra con el Señor y gozará de su salvación.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.

Oración a San Miguel Arcángel: Gloriosísimo príncipe de


la milicia celestial, Arcángel San Miguel, defiéndenos en la lu-
cha que mantenemos combatiendo “contra los principados y
potestades, contra los caudillos de este mundo tenebroso, con-
tra los espíritus malignos esparcidos por los aires” (Ef. 6, 12).
Ven en auxilio de los hombres que Dios creó incorruptibles a su
imagen y semejanza (Sap. 2, 23), y a tan “alto precio rescata-
dos” (I Cor. 6, 20) de la tiranía del demonio. Con las huestes
de los ángeles buenos pelea hoy los combates del Señor, como
antaño luchaste contra Lucifer, corifeo de la soberbia y contra
sus ángeles apóstatas. Ellos no pudieron vencer, y perdieron su
lugar en el Cielo. “Fue precipitado el gran dragón, la antigua
serpiente el denominado diablo y Satanás, el seductor de todo
el mundo: fue precipitado a la tierra y con él cayeron sus ánge-
les” (Apoc. 12, 8-9).
He aquí que el antiguo enemigo y homicida se ha erguido con
vehemencia. Disfrazado de “ángel de luz” (II Cor. 11, 14) con
la escolta de todos los espíritus malignos rodea e invade la tie-
rra entera, y se instala en todo lugar, con el designio de borrar
allí el nombre de Dios y de su Cristo, de arrebatar las almas des-
tinadas a la corona de la gloria eterna, de destruirlas y perderlas
para siempre. Como el más inmundo torrente, el maligno dra-
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gón derramó sobre los hombres de mente depravada y corrom-


pido corazón, el veneno de su maldad: el espíritu de la mentira,
de la impiedad y de la blasfemia; el letal soplo de la lujuria, de
todos los vicios e iniquidades.
los más taimados enemigos han llenado de amargura a
la iglesia, esposa del cordero inmaculado, le han dado a be-
ber ajenjo, han puesto sus manos impías sobre todo lo que
para ella es más querido. Donde fueron establecidas la se-
de de san Pedro y la cátedra de la verdad como luz para las
naciones, ellos han erigido el trono de la dominación de la
impiedad, de suerte que, golpeado el Pastor, pueda disper-
sarse la grey. Oh invencible adalid, ayuda al pueblo de Dios
contra la perversidad de los espíritus que le atacan y dale la vic-
toria.
La Iglesia te venera como su guardián y patrono, se gloría de
que eres su defensor contra los poderes nocivos terrenales e in-
fernales; Dios te confió las almas de los redimidos para colocar-
los en el estado de la suprema felicidad. Ruega al Dios de la paz
que aplaste al demonio bajo nuestros pies, para que ya no pueda
retener cautivos a los hombres y dañar a tu Iglesia. Ofrece nues-
tras oraciones al Altísimo, para que cuanto antes desciendan so-
bre nosotros las misericordias del Señor (Salmo 78, 8), y sujeta
al dragón, la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, y, una
vez encadenado, precipítalo en el abismo, para que nunca jamás
pueda seducir a las naciones (Apoc. 20).
Después de esto, confiados en tu protección y patrocinio, con
la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, nos disponemos
a rechazar la peste de los fraudes diabólicos, confiados y segu-
ros en el Nombre de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.

He aquí la Cruz del Señor, huid poderes enemigos.


R. Ha vencido el león de la tribu de Judá, la raíz de David.
Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros.
R. como lo esperamos de ti.
Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
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El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.

Oremos. Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invoca-


mos tu santo Nombre y suplicantes imploramos tu clemencia,
para que, por la intercesión de la Inmaculada siempre Virgen
María Madre de Dios, del Arcángel San Miguel, de San José Es-
poso de la Santísima Virgen, de los santos Apóstoles Pedro y
Pablo y de todos los Santos, te dignes prestarnos tu auxilio con-
tra Satanás y todos los demás espíritus inmundos que vagan por
el mundo para dañar al género humano y para la perdición de
las almas. Amén.

Exorcismo: Te exorcizamos todo espíritu maligno, poder sa-


tánico, ataque del infernal adversario, legión, concentración y
secta diabólica, en el nombre y virtud de Nuestro Señor Jesu @
cristo, para que salgas y huyas de la Iglesia de Dios, de las al-
mas creadas a imagen de Dios y redimidas por la preciosa San-
gre del Divino Cordero @. En adelante no oses, perfidísima
serpiente, engañar al género humano, perseguir a la Iglesia de
Dios, zarandear a los elegidos y cribarlos como el trigo @. Te
lo manda Dios Altísimo, a quien en tu insolente soberbia aún
pretendes asemejarte, “el cual quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (II Tim. 2). Te
lo manda Dios Padre @; te lo manda Dios Hijo @; te lo manda
Dios Espíritu Santo @. Te lo manda la majestad de Cristo, el
Verbo eterno de Dios hecho hombre, quien para salvar a la es-
tirpe perdida por tu envidia, “se humilló a sí mismo hecho obe-
diente hasta la muerte” (Fil. 2); el cual edificó su Iglesia sobre
roca firme, y reveló que los “poderes del infierno nunca preva-
lecerían contra ella, y Él mismo había de permanecer con ella
todos los días hasta el fin de los tiempos” (Mat. 28, 20). Te lo
manda el santo signo de la Cruz y la virtud de todos los Miste-
rios de la fe cristiana @. Te lo manda la excelsa Madre de Dios
la Virgen María, quien con su humildad desde el primer instan-
te de su Inmaculada Concepción aplastó tu orgullosa cabeza @.
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Te lo manda la fe de los santos Apóstoles Pedro y Pablo y de


los demás Apóstoles @. Te lo manda la sangre de los Mártires
y la piadosa intercesión de todos los Santos y Santas @. Por
tanto, maldito dragón y toda legión diabólica, te conjuramos
por Dios @ vivo, por Dios @ verdadero, por Dios @ santo, que
“de tal modo amó al mundo, que entregó a su unigénito Hijo,
para que todo el que crea en Él no perezca, sino que viva la vi-
da eterna” (Juan 3); cesa de engañar a las criaturas humanas y
deja de suministrarles el veneno de la eterna perdición; deja de
dañar a la Iglesia y de poner trabas a su libertad. Huye Satanás,
inventor y maestro de toda falacia, enemigo de la salvación de
los hombres. Retrocede ante Cristo, en quien nada has hallado
semejante a tus obras. Retrocede ante la Iglesia una, santa, ca-
tólica y apostólica, la que el mismo Cristo adquirió con su San-
gre. Humíllate bajo la poderosa mano de Dios. Tiembla y huye,
al ser invocado por nosotros el santo y terrible Nombre de Je-
sús, ante el que se estremecen los infiernos, a quien están some-
tidas las Virtudes de los cielos, las Potestades y las Dominacio-
nes; a quien los Querubines y Serafines alaban con incesantes
voces diciendo: Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los Ejér-
citos.

Señor, escucha mi oración.


R. Y llegue a ti mi clamor.
El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Oremos. Dios del Cielo y de la tierra, Dios de los Ángeles,


Dios de los Arcángeles, Dios de los Patriarcas, Dios de los Pro-
fetas, Dios de los Apóstoles, Dios de los Mártires, Dios de los
Confesores, Dios de las Vírgenes, Dios que tienes el poder de
dar la vida después de la muerte, el descanso después del traba-
jo, porque no hay otro Dios fuera de Ti, ni puede haber otros si-
no Tú mismo, Creador de todo lo visible y lo invisible, cuyo
reino no tendrá fin: humildemente te suplicamos que tu glorio-
sa Majestad se digne librarnos eficazmente y guardarnos sanos
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222

de todo poder, lazo, mentira y maldad de los espíritus inferna-


les. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.
De las asechanzas del demonio.
R. líbranos, señor.
Haz que tu Iglesia te sirva con segura libertad.
R. te rogamos, óyenos.
Dígnate humillar a los enemigos de tu Iglesia.
R. te rogamos, óyenos.
(Se rocía con agua bendita el lugar y a los presentes).
Señor, no recuerdes nuestros delitos ni los de nuestros padres,
ni tomes venganza de nuestros pecados (Tobías 3, 3).
Padre nuestro…

LETANíAS DE SAN MIGUEL ARCÁNGEL

Señor, ten misericordia de nosotros,


señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros,
cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos,
cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos,
cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios,
ten misericordia de nosotros.
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223

Santa María, Reina de los Ángeles, ruega por nosotros.*


San Miguel,
San Miguel, lleno de la sabiduría de Dios,
San Miguel, perfecto adorador del Verbo Divino,
San Miguel, coronado de honor y de gloria,
San Miguel, poderosísimo Príncipe de las milicias del Señor,
San Miguel, abanderado de la Santísima Trinidad,
San Miguel, guardián del Paraíso,
San Miguel, guía y consolador del pueblo de Israel,
San Miguel, esplendor y fortaleza de la Iglesia militante,
San Miguel, honor y alegría de la Iglesia triunfante,
San Miguel, lumbrera de los Ángeles,
San Miguel, defensa de los que guardan la fe verdadera,
San Miguel, fuerza de los que combaten bajo el estandarte de la
Cruz,
San Miguel, luz y confianza de las almas en el último instante
de la vida,
San Miguel, socorro poderosísimo,
San Miguel, nuestra ayuda en todas nuestras adversidades,
San Miguel, heraldo de la sentencia eterna,
San Miguel, consolador de las almas detenidas en las llamas del
Purgatorio,
San Miguel, encargado por el Señor de recibir las almas después
de la muerte,
San Miguel, nuestro Príncipe,
San Miguel, nuestro Abogado,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Perdónanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
escúchanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Ruega por nosotros, oh glorioso San Miguel, Príncipe de la
Iglesia de Jesucristo.
* A partir de aquí se contesta: ruega por nosotros.
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224

R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de


nuestro señor Jesucristo.
Oremos. Oh Señor Jesucristo, santificadnos con una bendi-
ción siempre nueva y concedednos por la intercesión de San Mi-
guel esta sabiduría, con la cual aprendamos a reunir tesoros para
el Cielo y a despreciar los bienes del tiempo a cambio de los de
la eternidad. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos.
Amén.

LETANíAS DEL ÁNGEL DE LA GUARDA


Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, ten misericordia de nosotros,
cristo, ten misericordia de nosotros.
Señor, ten misericordia de nosotros,
señor, ten misericordia de nosotros.
Cristo, óyenos,
cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos,
cristo, escúchanos.
Dios Padre celestial,
ten misericordia de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Dios Espíritu Santo,
ten misericordia de nosotros.
Trinidad Santa, un solo Dios,
ten misericordia de nosotros.
Santa María, Reina de los Ángeles,
ruega por nosotros.*
Santo Ángel, que eres mi custodio,
Santo Ángel, a quien yo venero como a mi rey,
Santo Ángel, que me hablas con tanta caridad,

* A partir de aquí se contesta: ruega por nosotros.


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225

Santo Ángel, que me das prudentes consejos,


Santo Ángel, celoso protector mío,
Santo Ángel, que me socorres en mis necesidades,
Santo Ángel, que me amas tiernamente,
Santo Ángel, mi consolador,
Santo Ángel, que me enseñas mis deberes,
Santo Ángel, mi buen pastor,
Santo Ángel, testigo de todas mis acciones,
Santo Ángel, que me defiendes en todo combate,
Santo Ángel, que atiendes continuamente a mi custodia,
Santo Ángel, que me ayudas en todas mis empresas,
Santo Ángel, que intercedes por mí,
Santo Ángel, que me llevas en tus manos,
Santo Ángel, que me diriges en todos mis caminos,
Santo Ángel, que presides todas mis acciones,
Santo Ángel, mi caritativo defensor,
Santo Ángel, que me guías con sabiduría,
Santo Ángel, que me defiendes de los peligros,
Santo Ángel, que me enseñas las verdades de la salvación,
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
Perdónanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
escúchanos, señor.
Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,
ten misericordia de nosotros.
Rogad por nosotros, Santos Ángeles Custodios.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de
nuestro señor Jesucristo.
Oremos. Oh Dios todopoderoso y eterno, que por un efecto
de tu inefable bondad nos has dado a todos un Ángel Custodio,
haz que yo sienta hacia aquél que Tú me has dado en tu gran mi-
sericordia tanto respeto y amor que, ayudado por los dones de
tu gracia y por su auxilio, merezca ir a la patria celestial para
contemplarte, juntamente con él, en los resplandores de tu glo-
ria. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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orAciones Y
Devociones vAriAs

A lA sAntísiMA triniDAD
SíMBOLO DE SAN ATANASIO
(“QUICUMQUE”)
Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que man-
tenga la fe católica; y el que no la guardare íntegra e inviolable,
sin duda perecerá para siempre.
Ahora bien, la fe católica pide que veneremos a un solo Dios
en la Trinidad, y a la Trinidad en la unidad; sin confundir las per-
sonas ni separar las sustancias. Porque una es la persona del Pa-
dre, otra la del Hijo y otra la del Espíritu Santo; pero el Padre y el
Hijo y el Espíritu Santo tienen una sola divinidad, gloria igual y
coeterna majestad. Cual el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu San-
to; increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu San-
to; inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo;
eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y sin em-
bargo, no son tres eternos, sino un solo eterno, como no son tres
increados ni tres inmensos, sino un solo increado y un solo in-
menso. Igualmente, omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo,
omnipotente el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres omni-
potentes, sino un solo omnipotente. Así Dios es el Padre, Dios es
el Hijo, Dios es el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres dio-
ses, sino un solo Dios. Así, Señor es el Padre, Señor el Hijo, Se-
ñor el Espíritu Santo; y, sin embargo, no son tres Señores, sino un
solo Señor; porque así como por la verdad cristiana somos com-
pelidos a confesar como Dios y Señor a cada persona en particu-
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227

lar, así la religión católica nos prohíbe decir tres dioses y señores.
El Padre, por nadie fue hecho ni creado ni engendrado. El Hijo
fue por sólo el Padre, no hecho ni creado, sino engendrado. El
Espíritu Santo, del Padre y del Hijo, no fue hecho ni creado ni en-
gendrado, sino que de ellos procede.
Hay, consiguientemente, un solo Padre, no tres padres; un so-
lo Hijo, no tres hijos; un solo Espíritu Santo, no tres espíritus
santos; y en esta Trinidad, nada es antes ni después, nada mayor
o menor, sino que las tres personas son entre sí coeternas y coi-
guales, de suerte que, como antes se ha dicho, en todo hay que
venerar lo mismo la unidad en la Trinidad que la Trinidad en la
unidad. El que quiera, pues, salvarse, así ha de sentir de la Trini-
dad.
Pero es necesario para la eterna salvación creer también fiel-
mente en la encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. Es, pues,
la fe recta que creemos y confesamos que Nuestro Señor Jesu-
cristo, hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios engendrado de
la sustancia del Padre antes de los siglos, y es hombre nacido de
la madre en el siglo; perfecto Dios, perfecto hombre, subsistente
de alma racional y de carne humana, igual al Padre según la di-
vinidad, menor que el Padre según la humanidad. Mas aun cuan-
do sea Dios y hombre, no son dos, sino un solo Cristo, y uno so-
lo no por la conversión de la divinidad en la carne, sino por la
asunción de la humanidad en Dios; uno absolutamente, no por
confusión de la sustancia, sino por la unidad de la persona. Por-
que a la manera que el alma racional y la carne es un solo hom-
bre; así Dios y el hombre son un solo Cristo. El cual padeció por
nuestra salvación, descendió a los infiernos, al tercer día resuci-
tó de entre los muertos, subió a los cielos, está sentado a la dies-
tra de Dios Padre omnipotente, desde allí ha de venir a juzgar a
los vivos y a los muertos, y a su venida todos los hombres han de
resucitar con sus cuerpos y dar cuenta de sus propios actos, y los
que obraron bien, irán a la vida eterna; los que obraron mal, al
fuego eterno.
Ésta es la fe católica y el que no la creyere fiel y firmemente,
no podrá salvarse.
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228

TRISAGIO EN HONOR
DE LA SANTíSIMA TRINIDAD

Por la señal…
Acto de contrición (pág. 257).
Rezar un Padrenuestro y Gloria, añadiendo:

Santo, Santo, Santo, Señor Dios de los ejércitos; llenos están


los cielos y la tierra de la majestad de vuestra gloria (300 días).
Repetir esta oración veintisiete veces, diciendo al fin de cada nueve
un Padrenuestro con solo un Gloria Patri.

Antífona. A Vos, Dios Padre ingénito; a Vos, Dios Hijo Uni-


génito; a Vos, Espíritu Santo Paráclito; Santa e individua Trini-
dad, de todo corazón os confesamos, alabamos y bendecimos; a
Vos se dé la gloria por infinitos siglos. Amén.
(500 días; plenaria al mes).
Bendigamos al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle por todos los siglos.
Amén.

orAciones vAriAs
ORACIóN DE LA UNIóN
Oh Padre eterno, que por vuestro amor infinitamente miseri-
cordioso, enviasteis al mundo a vuestro Hijo Unigénito, Jesu-
cristo, para que, constituído nuestro abogado, intercediese por
nosotros; acordaos de la oración que aquel Corazón Divino, in-
flamado de amor a Vos y a los hombres, exhaló, después de su
sacrificio Eucarístico, momentos antes de entregarse para la Re-
dención del mundo, según vuestros amorosos designios:
“Padre santo, os ruego hagáis que todos los que me ha-
béis dado, sean una sola cosa; como vos y Yo somos una so-
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la cosa; como vos en Mí y Yo en vos, para que el mundo crea


que vos me habéis enviado; Yo en ellos y vos en Mí, a fin de
que todos sean consumados en la unidad y conozca el mun-
do que vos me habéis enviado y que los amáis a ellos como a
Mí me habéis amado”.
No permitáis, oh Padre Celestial, por la honra y gloria de
vuestro Hijo y vuestra, que se acabe el mundo sin que las supre-
mas ansias del Corazón Sacratísimo de Jesús se vean plenamen-
te cumplidas. Haced, os lo suplicamos, que todos los católicos
y todas sus Instituciones estén siempre íntimamente unidas en-
tre sí. Haced que todas las Iglesias que se separaron de la úni-
ca verdadera y que subsisten todavía, se conviertan a la fe en el
Primado infalible de Pedro y de sus sucesores. Atraed al único
aprisco de vuestra Iglesia Católica Romana, a todas las ovejas
descarriadas en el cisma o en la herejía. Haced que conozcan al
Divino Pastor los pobres mahometanos y paganos. Venced la
contumacia de los desgraciados judíos para que al fin reconoz-
can a su verdadero Rey y Salvador.
Os lo pedimos unidos todos espiritualmente, por el Corazón
de vuestro mismo Hijo Jesucristo, que con Vos y el Espíritu San-
to vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.
nota importante sobre la oración anterior
La oración de la Unión, compuesta por el Padre Vallet, debe com-
prenderse bien. No se trata aquí de ninguna manera de aceptar el
error, de favorecer la mentira o de agradar a la gente diciendo lo mis-
mo que ellos, no porque sea la verdad, sino para no causarles disgus-
to. No olvidemos las palabras de Pío XII a la Compañía de Jesús del
17 de septiembre de 1946: “Tiéndase una mano amiga a los que ye-
rran. Pero para con las opiniones erróneas, no se tenga ninguna in-
dulgencia”. Y estas palabras, más graves aún, de “Humani Generis”:
“…arrebatados por un imprudente «irenismo», algunos parecen con-
siderar como óbice para restablecer la unidad fraterna, lo que se fun-
da en las mismas leyes y principios dados por Cristo y en las
instituciones por Él fundadas, o lo que constituye la defensa y el soste-
nimiento de la integridad de la fe; cayendo lo cual, se unirían, sí, to-
das las cosas, mas sólo en la común ruina”.
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ORACIóN DEL PER SEVE RANTE


¡Oh Dios omnipotente y piadosísimo Padre de Misericordia!
Vos, que con mano bondadosa nos guiasteis a practicar los San-
tos Ejercicios, en donde iluminados por el Espíritu Santo pudi-
mos ver de dónde venimos, qué somos, a dónde vamos; haced
que apreciando lo que valen las cosas del mundo con relación a
la eternidad, podamos perseverar en vuestro santo servicio y al-
canzar la vida eterna. Por los méritos de Jesucristo, y por la in-
tercesión de la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Así sea.

ORACIóN DEL APóSTOL SEGLAR


(Escrita por S.S. Pío XII, con ocasión del
Primer Congreso Mundial del Apostolado Seglar
y leída por él mismo el 14 de octubre de 1951)

¡Oh Jesús, Señor nuestro, que nos habéis llamado al honor de


aportar nuestra humilde contribución a la obra del apostolado
jerárquico! Vos, que habéis rogado al Padre celeste, no que nos
saque del mundo, sino que nos preserve del mal, concedednos
en abundancia vuestra luz y vuestra gracia para vencer en noso-
tros mismos el espíritu de las tinieblas y del pecado, a fin de que
—conscientes de nuestros deberes, perseverando en el bien e in-
flamados del celo por vuestra causa—, con la fuerza del ejem-
plo, de la oración, de la acción y de la vida sobrenatural, nos
hagamos cada día más dignos de nuestra santa misión, más ap-
tos para establecer y promover entre los hombres, nuestros her-
manos, vuestro reino de justicia, de paz y de amor.

ORACIóN POR LOS ENEMIGOS


Oh Dios, amador y custodio perfecto de la caridad, dad a
nuestros enemigos paz y caridad verdadera con el perdón de to-
dos sus pecados, y a nosotros defendednos con vuestro poder de
sus inicuas asechanzas. Amén.
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POR NUESTROS BIENHECHORES


Salvad Dios mío a vuestros siervos, que esperan en Vos. En-
viadles, Señor, vuestro santo auxilio, desde vuestro Santuario.

ORACIóN PARA PEDIR A DIOS


VOCACIONES SACERDOTALES
Oh buen Jesús, divino pastor de las almas, que nos enseñas-
teis a pedir a vuestro Padre y Señor de la mies que envíe opera-
rios a su mies, dignaos suscitar en vuestra Iglesia, y en particular
en nuestra Congregación de San Pío X, muchos y santos sacer-
dotes que, siendo fieles imitadores vuestros, procuren, con el
mismo celo en que ardía vuestro compasivo Corazón, la gloria
de vuestro Padre y la salvación de las almas por Vos redimidas
y a ellos encomendadas. Amén.
María, divina Madre del Sumo y Eterno Sacerdote Jesucris-
to, multiplicad el número de los que, participando de su divino
Sacerdocio y de sus virtudes, continúen sobre la tierra y espe-
cialmente en nuestra Patria, la santísima misión de vuestro di-
vino Hijo.
Pater, Ave y Gloria, y las siguientes jaculatorias:
Sagrado Corazón de Jesús, tened misericordia de nosotros.
María Santísima, Reina del Clero, rogad por las vocaciones.
San Juan Bautista Vianney, rogad por las vocaciones.
Santa Teresita del Niño Jesús, rogad por las vocaciones.

ORACIóN POR LOS SACERDOTES


Guardad, Señor, a vuestros sacerdotes que todos los días os
inmolan en el altar. Protegedlos, porque sin ser del mundo, han
de vivir en medio de él. Cuando los placeres mundanos los se-
duzcan, sacadlos con las delicias de vuestro Corazón. Defen-
dedlos y consoladlos en las horas de amargura cuando crean
estéril toda su vida de sacrificios por las almas; atraedlos por-
que no tienen a nadie más que a Vos. Preservadlos inmacula-
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dos como la Hostia que diariamente estrechan en sus manos.


Bendecid sus pensamientos, palabras y obras. Amén.
Jaculatorias:
¡Oh Señor!, enviad santos sacerdotes y religiosos fervorosos
a vuestra Iglesia.
¡Oh Jesús, Salvador del mundo!, santificad a vuestros sacer-
dotes y seminaristas.
ORACIóN DE LOS ESPOSOS, PIDIENDO LA
VOCACIóN SACERDOTAL PARA SUS HIJOS
Señor, nosotros no somos dignos, pero contempla estos niños
que te presentamos. Son nuestros hijos: el fruto de nuestro amor.
Haz que nuestro hogar sea el primer templo donde ellos descu-
bran la verdadera faz del Sacerdocio. Te prometemos vivir cas-
tamente, para forjar la castidad de vuestros sacerdotes. Te
ofrecemos nuestro sacrificio para lograr que tengan alma de ab-
negado redentor. Te ofrecemos el propósito de hacer reinar en-
tre nosotros y a nuestro alrededor la caridad verdadera para
merecer sacerdotes que, olvidándose de sí mismos, se entreguen
totalmente por la salvación de las almas. Te ofrecemos todo
nuestro anhelo de santificarnos a través de las pequeñeces de
nuestra vida de hogar, para merecer que la Iglesia tenga nuevos
Curas de Ars. Aceptamos anticipadamente todas las condicio-
nes que quieras imponernos para hacernos dignos de semejante
honor. Un sacerdote se conquista con la sangre roja del sacrifi-
cio. Por eso aceptamos el precio que nos exijas, sabiendo que
no nos faltará Tu Gracia para realizar esta obra maestra que con
nuestra colaboración quieres entregar al mundo.
ORACIóN A LA SANTíSIMA VIRGEN
PARA ALCANzAR VOCACIONES RELIGIOSAS
Oh Virgen Inmaculada Madre de Dios y Madre nuestra, lle-
vada al Cielo para dispensarnos tus favores, escucha nuestra hu-
milde plegaria.
Rodeada de gloria, has venido varias veces a la tierra para co-
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municarnos tus mensajes por medio de inocentes niños. Mira


el desamparo moral de tantas almas y envíales apóstoles.
En nuestros hogares, en nuestras asociaciones juveniles, en
los campos y talleres, en las escuelas y oficinas, suscita una le-
gión de jóvenes encendidos en deseos de dar a conocer a Jesús,
tu Hijo, y tu Santo Evangelio.
Oh dulcísima Reina de los Apóstoles, que guiaste con ternu-
ra maternal las primeras vocaciones apostólicas, haz que las al-
mas generosas oigan el llamamiento divino. Alcanza para esos
elegidos la gracia de vencer los obstáculos que pudieran impe-
dir su marcha hacia Dios.
Madre Santísima, aparta de nuestra juventud la indiferencia,
la sensualidad y el egoísmo que ahogan los impulsos sobrena-
turales y enciende en los corazones la llama de la caridad para
los niños, predilectos de Jesús, tu divino Hijo, que vive y reina
en la unidad del Padre y del Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.
PEQUEñOS ROSARIOS DE FERVOR
Son muy fáciles de rezar “en los ratos libres” que hay en los viajes,
en el trabajo, etc… y muy eficaces para obtener el amor de Jesús,
gracias escogidas, por la conversión de los pecadores…

1) rosario de los santos Deseos


(tomado de San Agustín)
En las cuentas pequeñas:
Veni Domine, desíderat ánima mea ad Te.
Venid, Señor Jesús, ¡mi alma arde en deseos hacia Vos!

En las cuentas grandes:


Desídero te millies! Mi Jesu, quando venies? Me lætum
quando facies? Me de Te quando saties?
¡Mil veces Os deseo! Oh Jesús mío, ¿cuándo vendréis Vos?
¿Cuándo vendréis para hacerme feliz? ¿Cuándo vendréis para
saciarme de Vos?
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2) rosario del amor divino


En las cuentas pequeñas:
Amo Te, o bone Jesu! Amo Te o Bónitas infiníta! Amo Te
ex toto corde meo! ex tota ánima mea! ex totis víribus meis! Et
magis atque magis Te amáre volo!
¡Os amo, oh buen Jesús! Os amo, oh Bondad infinita. Os
amo con todo mi corazón, con toda mi alma, con todas mis fuer-
zas. Y quiero amaros siempre más y más.
En las cuentas grandes:
O ignis qui semper ardes et numquam extíngueris! O Amor
qui semper ferves et numquam tepéscis! Accende me! Com-
bure me! Ut ad Te totus incénsus, totus Tuus effíciar!
¡Oh Fuego que ardéis siempre y nunca os apagáis! ¡Oh amor
siempre fervoroso y nunca tibio! ¡Encendedme! ¡Quemadme!
¡Para que ardiendo todo hacia Vos, sea hecho todo Vuestro!
3) rosario de las santas llagas
En las cuentas pequeñas:
Jesús mío, perdón y misericordia, por los méritos de vuestra
Santas Llagas.
En las cuentas grandes:
Padre Eterno, Os ofrezco las Llagas de Nuestro Señor Jesu-
cristo, para curar las de nuestras almas.
4) rosario de la inmaculada concepción
(en las tentaciones)
En las cuentas pequeñas:
Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que re-
currimos a Vos.
En las cuentas grandes:
Glória Patri, et Fílio…
Y sobre la cruz:
Acordaos… (oración de San Bernardo, pág. 202).
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JACULATORIAS
Las “jaculatorias” son como flechas o gritos de amor enviados
hacia los Corazones de Jesús y María. Los santos afirman
que son un modo de oración breve y muy eficaz para llegar
a la perfección de la caridad. He aquí algunas:

1) Al sagrado corazón de Jesús


Jesús, manso y humilde de corazón, haced mi corazón seme-
jante al vuestro.
¡Jesús mío, misericordia!
¡Oh dulcísimo Jesús!, no seáis mi juez, sino mi Salvador.
Sagrado Corazón de Jesús, tened misericordia de nosotros.
Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío.
Sagrado Corazón de Jesús, ¡venga a nosotros tu reino!
Dulce Corazón de Jesús, haced que os ame más y más.
(Al oír una blasfemia:)
Alabado sea el Nombre del Señor.
Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar.

2) A la santísima virgen María


¡Oh Inmaculada! (tres veces).
Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que re-
currimos a Vos.
¡Jesús, María y José!
¡Ave María Purísima! R. ¡Sin pecado concebida!
Dios mío, os amo.
Señor, aumentad nuestra fe.
San José, Patrono de la Iglesia universal, salvadnos.

NOVENA DE LA GRACIA A SAN FRANCISCO JAVIER


Por la señal…
Señor mío Jesucristo… (pág. 257).
Oración. ¡Oh amabilísimo San Francisco Javier, lleno de
caridad! Adoro contigo reverentemente a la Divina Majestad; y
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pues me gozo en gran manera de los singulares dones de gracia


que el Señor te concedió en esta vida y de los de gloria después
de tu muerte, a Él le doy mil gracias y a ti te pido con todo el
afecto del corazón que con tu eficaz valimento me alcances la
gracia más importante de vivir una vida santa y de morir santa-
mente. Además te ruego que me alcances…(aquí se expresa la
gracia espiritual o temporal que se desea).
Y si lo que humildemente te pido no conduce a la mayor glo-
ria de Dios y al mayor bien de mi alma, alcánzame tú, como te
lo suplico, lo que para lo uno o lo otro sea más conveniente.
Padrenuestro, Avemaría, Gloria Patri.
(Tres años de indulgencia por cada día de la novena; plenaria al ter-
minarla).

ORACIóN A SAN IGNACIO DE LOYOLA


(compuesta por San Francisco Javier)
Oh Padre de mi alma, a quien debo la mayor veneración, hu-
millado ante vos como si presente os tuviera, ruego a vuestra
santa caridad que me encomendéis mucho a Dios Nuestro Se-
ñor, para que me dé a sentir su santísima voluntad en esta vida
presente y gracia para cumplirla perfectamente. Amén.

ORACIóN POR LA PAz


(de San Francisco de Asís)
¡Oh Señor! Hazme un instrumento de Tu paz. Que donde
haya odio, siembre amor; donde haya injuria, perdón; donde ha-
ya duda, fe; donde haya oscuridad, luz; donde haya desespera-
ción, esperanza, y donde haya tristeza, alegría.
¡Oh Divino Maestro! Concédeme que no busque ser amado,
sino amar; que no busque ser comprendido, sino comprender;
que no busque ser consolado, sino consolar. Porque dando, re-
cibo; perdonando, es como Tú me perdonas; y muriendo por Ti,
nazco para la vida eterna. Amén.
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ORACIóN POR LAS MISIONES


(compuesta por Pío XII)
Amabilísimo Señor Nuestro Jesucristo, que al precio de vues-
tra preciosísima Sangre habéis redimido al mundo; volved mi-
sericordioso la mirada al pobre género humano, que en
proporción tan crecida yace aún sumergido en las tinieblas del
error y en las sombras de la muerte, y haced que sobre ellas res-
plandezca con toda claridad la luz de la verdad. Multiplicad,
Señor, los apóstoles de vuestro Evangelio; enfervorizad, fecun-
dad, bendecid con vuestra gracia su celo y sus fatigas, a fin de
que, por su medio, todos los infieles os conozcan y se convier-
tan a Vos, su Creador y Redentor. Llamad con insistencia a las
ovejas errantes a vuestro aprisco, y a los rebeldes, para que en-
tren en el seno de vuestra Iglesia, única verdadera. Apresurad,
amabilísimo Salvador, el deseado advenimiento de vuestro rei-
no en la tierra: atraed a vuestro dulcísimo Corazón a todos los
hombres, para que todos puedan participar de los beneficios in-
comparables de vuestra Redención en la felicidad eterna de la
gloria. Amén.
LETANíAS DE LA HUMILDAD
(que Su Eminencia el Cardenal Merry del Val solía
rezar cada día después de celebrar la Santa Misa)
Jesús, manso y humilde de corazón, óyeme.
Del deseo de ser estimado, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser amado, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser conocido, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser honrado, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser alabado, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser preferido, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser consultado, líbrame, oh Jesús.
Del deseo de ser aprobado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser humillado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser despreciado, líbrame, oh Jesús.
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Del temor de ser rechazado, líbrame, oh Jesús.


Del temor de ser calumniado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser olvidado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser ridiculizado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser infamado, líbrame, oh Jesús.
Del temor de ser sospechado, líbrame, oh Jesús.
Que los demás sean más amados que yo,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás sean más estimados que yo,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan elevarse en la opinión del mundo, y que
yo pueda ser disminuido, Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser escogidos y yo puesto de lado,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser alabados y yo despreciado,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser preferidos a mí en todas las cosas,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Que los demás puedan ser más santos que yo, mientras yo sea
tan santo como me fuere posible,
Jesús, dame la gracia de desearlo.
Jesús, manso y humilde de corazón.
R. Haz nuestro corazón semejante al tuyo.
Oración. Señor Jesús, que siendo Dios te humillaste hasta la
muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confun-
da nuestro orgullo y amor propio, concédenos la gracia de imi-
tar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a
nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta
gozar eternamente de Ti en el cielo. Amén.

ter ce rA orDen De sAn Pío X


El objetivo de la Orden Tercera de San Pío X es la santifica-
ción personal y la de aquellas personas que están a cargo de los
miembros.
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Después de observar el reglamento durante un año, el postu-


lante puede ser admitido a pronunciar su compromiso. Las prin-
cipales obligaciones son:
* Asistencia a la Misa de siempre y no a la del Novus Ordo, a
causa del peligro de adquirir un espíritu protestante.
* Abstenerse de la televisión y de cualquier lectura indecente.
* Obligaciones diarias: Oraciones de la mañana y de la noche,
rosario, asistencia a la Misa de siempre y comunión si fuera
posible, o en su defecto un cuarto de hora de meditación.
* Confesión cada quince días, o al menos cada mes.
* Cada dos años: un retiro espiritual.
* Ayuno en las Cuatro Témporas, Vigilias, Miércoles de Ceni-
zas y Viernes Santo.
* Vivir cristianamente según el propio estado, haciendo del ho-
gar familiar un santuario consagrado a los Sagrados Corazo-
nes de Jesús y María; promover y defender el Reinado social
de Nuestro Señor Jesucristo, combatir el liberalismo y el mo-
dernismo, pestes de los tiempos modernos, que entregan la
Iglesia al enemigo.

FóRMULA DE PROFESIóN
EN LA TERCERA ORDEN DE SAN PíO X
“Yo…, en presencia de Dios Todopoderoso, por el honor de
la Bienaventurada e Inmaculada Virgen María, del Bienaven-
turado y Santo Papa Pío X y de todos los Santos:
“Prometo observar los mandamientos de Dios y los estatu-
tos de la Orden Tercera de la Fraternidad San Pío X, contando
con la gracia de Jesús Crucificado, con la intercesión de Ma-
ría, Soberana mía, con los sufragios del Santo Papa Pío X y con
las oraciones de todos los miembros de la Fraternidad y de la
Orden Tercera.
“Dígnese Dios por la observancia de mi profesión, conce-
derme la gracia de la perseverancia final, la salvación de mi al-
ma y la salvación de las almas que me son queridas. Amén”.
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Devo ciÓn en fAvor De


lAs AlMAs Del Pur GAto rio
Los sufrimientos del Purgatorio superan todo lo que se puede sufrir en
esta tierra. Por lo tanto, es un deber de caridad rezar por estas almas,
particularmente por las de nuestros parientes difuntos, y hacer ofrecer
Misas por el descanso de sus almas. Pidamos a Dios para que las
alivie en sus sufrimientos, y les abra pronto las puertas del Cielo.
RESPONSO ORDINARIO DE DIFUNTOS
Se suele rezar este responso en las visitas particulares de pésame y due-
lo por alguna defunción en las familias, en las visitas a los cementerios,
en los caminos donde una lápida o una cruz nos recuerdan alguna muer-
te trágica, y en muchas otras circunstancias de esta vida, en que la
muerte va dejando sus mortales huellas grabadas por doquier.
Si quien lo reza ante un cadáver es un sacerdote, tendrá cuidado
de rociarlo con agua bendita al decir Pater noster, y de hacer
la señal de la cruz a modo de bendición, mientras reza
el Réquiem æternam dona eis, Dómine.
No os acordéis de mis peca- Ne recordéris peccáta mea,
dos, Señor. Dómine.
R. Cuando vengáis a juzgar R. Dum véneris judicáre
el mundo por el fuego. sæcu
´ lum per ignem.
Dirigid, Señor Dios mío, Dírige, Dómine Deus meus,
mi camino en vuestra presen- in conspéctu tuo viam
cia. meam.
R. Cuando vengáis a juzgar R. Dum véneris judicáre
el mundo por el fuego. ´ lum per ignem.
sæcu
Concededles el descanso Réquiem ætérnam dona eis,
eterno. Dómine.
R. Cuando vengáis a juzgar R. Dum véneris judicáre
el mundo por el fuego. sæcu
´ lum per ignem.
Señor, ten piedad de noso- Ky´ rie, eléison.
tros.
Cristo, ten piedad de noso- Christe, eléison.
tros.
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Ky´rie, eléison. Señor, ten piedad de noso-


tros.
Pater noster… (en silen- Padre nuestro… (en silen-
cio). cio).
Et ne nos indúcas in tenta- Y no nos dejes caer en la
tiónem. tentación.
R. sed líbera nos a malo. R. Mas líbranos del mal.
A porta ínferi. De la puerta del infierno.
R. Érue, Dómine, ánimam R. Librad, Señor, su alma.
ejus.
Requiéscat in pace. Descanse en paz.
R. Amen. R. Amén.
Dómine exáudi oratiónem Escucha, Señor, mi ora-
meam. ción.
R. et clamor meus ad te R. Y llegue hasta ti mi cla-
véniat. mor.
Dóminus vobíscum. El Señor esté con vosotros.
R. et cum spíritu tuo. R. Y con tu espíritu.
Por un difunto o difunta
Orémus. Absólve, quæsu ´ - Oremos. Os rogamos, Se-
mus, Dómine, ánimam fámuli ñor, absolváis de todo vínculo
tui N. (vel fámulæ tuæ N.) ab de pecado el alma de vuestro
omni vínculo delictórum: ut in siervo N. (o sierva N.) para
resurrectiónis glória inter sanc- que en la gloria de la resurrec-
tos et eléctos tuos resuscitátus ción viva resucitado (o resuci-
(vel resuscitáta) respíret. Per tada) entre vuestros Santos y
Christum Dóminum nostrum. elegidos, por Cristo Nuestro
R. Amen. Señor. R. Amén.
Por todos los fieles difuntos
Orémus. Fidélium, Deus, Oremos. Oh Dios, Creador
ómnium cónditor et Redémp- y Redentor de todos los fieles:
tor, animábus famulórum, fa- conceded la remisión de sus
mularúmque tuárum, remissió- pecados a las almas de vues-
nem cunctórum tríbue pecca- tros siervos y siervas, para que
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consigan por nuestras piadosas tórum; ut indulgéntiam quam


súplicas el perdón que siempre semper optavérunt, piis suppli-
desearon. Vos que vivís y rei- catiónibus consequántur. Qui
náis por todos los siglos de los ´ la sæcu-
vivis et regnas in sæcu
siglos. lórum.
R. Amén. R. Amen.
Concédele(s) el eterno des- Réquiem ætérnam dona ei
canso, Señor. (eis), Dómine.
R. Y brille para él (ellos) la R. et lux perpétua lúceat
luz perpetua. ei (eis).
Descanse(n) en paz. Requiésca(n)t in pace.
R. Amén. R. Amen.
SALMO DE PROFÚNDIS (Salmo 129)
Desde lo más profundo cla- De profúndis clamávi ad te,
mo a Ti, Señor: oye, Señor, mi Dómine: * Dómine, exáudi
voz. vocem meam.
Estén atentos tus oídos a la Fiant aures tuæ intendéntes:
voz de mi plegaria. * in vocem deprecatiónis meæ.
Si tienes en cuenta, Señor, Si iniquitátes observáveris,
las maldades: Señor, ¿quién te Dómine: * Dómine, quis sus-
podrá resistir? tinébit?
Mas en Ti se halla la cle- Quia apud te propitiátio est:
mencia: y en vista de tu ley * et propter legem tuam sustí-
confío en Ti, Señor. nui te, Dómine.
En la promesa del Señor se Sustínuit ánima mea in ver-
apoya mi alma: en el Señor po- bo ejus: * sperávit ánima mea
ne su esperanza. in Dómino.
Desde el amanecer hasta la A custódia matutína usque
noche, espere Israel en el Se- ad noctem, * speret Israël in
ñor. Dómino.
Porque en el Señor está la Quia apud Dóminum mise-
misericordia; y en su mano ricórdia: * et copiósa apud
hay abundante redención. eum redémptio.
Y Él es el que redimirá a Is- Et ipse rédimet Israël, * ex
rael de todas sus iniquidades. ómnibus iniquitátibus ejus.
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eJercicio De lA BuenA Muerte


(especialmente recomendado por San Juan Bosco
para el día de retiro mensual)

EL MOMENTO DECISIVO DE NUESTRA VIDA


Fuimos creados por Dios y debemos volver a Él. Nuestra vi-
da es un viaje hacia la Casa del Padre que nos espera: una muer-
te santa nos abrirá las puertas del Paraíso introduciéndonos en
los esplendores eternos.
Por consiguiente el momento más importante y decisivo de
la vida es la muerte: de ella depende nuestra eternidad. ¿Será
para ir una eternidad feliz o desgraciada? ¿Y si la muerte te sor-
prendiera ahora imprevistamente, estarías preparado para pre-
sentarte ante el tribunal de Dios?
Es por lo tanto muy conveniente, como lo recomendaba Don
Bosco, que cada mes pienses en la muerte a fin de que puedas:
1. Revisar el estado de tu conciencia y las confesiones pasa-
das, especialmente las que has hecho en el mes anterior para qui-
tar cualquier duda o incertidumbre.
2. Hacer una confesión y una comunión tan esmerada y fer-
vorosa, como si fuera la última de tu vida.
3. Examinar los propósitos hechos en tus ejercicios espiri-
tuales y determinar el trabajo espiritual que debes hacer en el
mes que comienza.
El pensamiento de la muerte no es motivo de tristeza sino de
serenidad y de paz para el alma, luego de contento y alegría.
Nadie murió tan serenamente como Domingo Savio y Miguel
Magone, cuya muerte fue “un sueño de alegría”. Ellos todos
los meses hacían con toda fidelidad el ejercicio de la buena
muerte. Para quien está en gracia de Dios, la muerte es un en-
cuentro fraternal con Jesús, un abandono afectuoso y confiado
en los brazos de un Padre infinitamente bueno.
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ORACIóN DE S.S. BENEDICTO XIII


PARA OBTENER DE DIOS LA GRACIA
DE NO MORIR DE MUERTE REPENTINA
Misericordioso Jesús, por vuestra agonía y sudor de sangre y
por vuestra muerte, libradme, os lo ruego, de la muerte impre-
vista.
Benignísimo Jesús, por vuestra flagelación y coronación de
espinas, por vuestra cruz y pasión amarguísimas y por vuestra
bondad, humildemente os ruego, no permitáis que yo muera re-
pentinamente y sin los santos Sacramentos.
Amadísimo Jesús, mi Dios y Señor, por todos vuestros traba-
jos y dolores, por vuestra preciosa sangre y por vuestras llagas
sacrosantas: por aquellas últimas palabras que dijisteis en la
Cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” y
por las otras: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”,
os ruego me libréis de la muerte repentina. Vuestras manos, oh
Redentor mío, me han hecho y formado enteramente. Dadme,
os suplico, arrepentimiento de mis pecados; concededme un
tránsito feliz y en vuestra gracia, para que pueda amaros de to-
do corazón, alabaros y bendeciros eternamente. Amén.

ORACIóN A NUESTRO SEñOR JESUCRISTO


PARA OBTENER UNA BUENA MUERTE
¡Oh Jesús, Señor mío, Dios de bondad, Padre de misericor-
dia, yo me presento ante vos con el corazón humillado y contri-
to; os recomiendo mi última hora y lo que después de ella me
espera!
Cuando mis pies ya inmóviles me adviertan que mi carrera
en este mundo está próxima a su fin,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando mis manos trémulas y entorpecidas no puedan ya es-
trecharos, ¡oh Bien mío crucificado!, y contra mi voluntad os
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dejen caer sobre el lecho de mi dolor,


Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando mis labios pronuncien por última vez vuestro adora-
ble nombre,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando mis mejillas pálidas y húmedas con el sudor de la
muerte, anuncien mi próximo fin,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando mis oídos próximos a cerrarse para siempre a las con-
versaciones de los hombres se abran para oír vuestra voz al pro-
nunciar la sentencia irrevocable que fijará mi suerte por toda la
eternidad,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando yo quede sumergido en congojas de muerte y mi es-
píritu turbado con el recuerdo de mis pecados y el temor de vues-
tra justicia luche contra el ángel de las tinieblas que tratará de
hacerme dudar de vuestra misericordia,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando derrame las últimas lágrimas reveladoras de mi des-
trucción, recibidlas, ¡oh Jesús mío!, en sacrificio de expiación
de mis pecados, y en aquel momento terrible,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Cuando perdido ya el uso de todos los sentidos, el mundo en-
tero haya desaparecido de mi vista y gima en el estertor de la úl-
tima agonía y en las congojas de la muerte,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
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Cuando mi alma deje mi cuerpo pálido, frío y sin vida, acep-


tad la destrucción de mi ser como un homenaje que yo ofrezco
a vuestra divina majestad y entonces,
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.
Finalmente, cuando mi alma comparezca ante Vos y vea por
primera vez el resplandor inmortal de vuestra Majestad, no la
rechacéis de vuestra presencia: dignaos recibirla en el seno amo-
roso de vuestra misericordia para que eternamente cante vues-
tras alabanzas.
Jesús misericordioso, tened piedad de mí.

oración. ¡Oh Dios!, que condenándonos a muerte nos ha-


béis ocultado el momento y la hora, ayudadnos a vivir siempre
en vuestra gracia para ser dignos de morir en vuestro santo amor.
Os lo pedimos por los méritos de Nuestro Señor Jesucristo que
vive y reina con Vos en unión del Espíritu Santo.
Amén.

ORACIóN A SAN JOSÉ PARA OBTENER


LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE
Glorioso san José, afortunado esposo de María, Vos que me-
recisteis ser custodio de Jesús, y abrazándole tiernamente, go-
zasteis de un Paraíso anticipado, obtenedme del Señor el perdón
de mis pecados, y la gracia de imitar vuestras virtudes, a fin de
que siga siempre el camino que conduce al Cielo.
Vos, que a la hora de la muerte tuvisteis la dicha de ver a Je-
sús y a María en torno de vuestro lecho, y de entregar dulcemen-
te entre sus brazos vuestra alma, defendedme, os lo ruego, en
mi última hora contra los enemigos de mi alma, de suerte que,
confortado con la dulce esperanza del Paraíso, expire pronun-
ciando los santísimos nombres de Jesús, José y María.
Amén.
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Por las intenciones del Sumo Pontífice, para ganar las indulgencias:
Pater, Ave y Gloria.
Por aquel de nosotros que ha de morir primero: Pater, Ave y Glo-
ria.
Por las almas del Purgatorio: Réquiem ætérnam.

A JESÚS, JOSÉ Y MARíA

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.


Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, con Vos descanse en paz el alma mía.
En tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

ACTO DE ACEPTACIóN DE LA MUERTE


(compuesto por San Pío X)
Enriquecido con una preciosa indulgencia plenaria
en el momento de la muerte, si no ha sido retractado.

¡Señor, Dios mío! Ya desde ahora acepto de buena volun-


tad, como venido de vuestra mano, cualquier género de muerte
que os plazca enviarme, con todas sus angustias, penas y dolo-
res.
nota: La indulgencia plenaria para la hora de la muerte se gana re-
zando este acto con amor de Dios, después de confesarse.

Yo, ¿para qué nací? Para salvarme.


Que tengo que morir es infalible;
Dejar de ver a Dios y condenarme
Triste cosa será, pero posible.
Posible, ¿y río, y duermo, y quiero holgarme?
Posible, ¿y tengo amor a lo visible?
¿Qué hago, en qué me ocupo, en qué me encanto?
Loco debo de ser si no soy santo.
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lA confesiÓn

eXAMen De con cien ciA


(Para preparar una buena confesión general,
de toda la vida o del año) *

Es necesario acusar en confesión al menos todos los pecados


mortales que se recuerden. Se debe indicar también su especie
y su número. Para ello, pedir a Dios la gracia de conocer bien
sus faltas, y examinarse atentamente. Para una confesión gene-
ral (de toda la vida o de varios años), se puede usar el examen
detallado que sigue, escribiendo sus pecados según las diferen-
tes épocas de su vida.
ORACIóN PARA EXAMINARSE BIEN
Santísima Virgen María, Madre mía, dignaos obtenerme un
verdadero dolor de haber ofendido a Dios, el firme propósito de
corregirme, y la gracia de hacer una buena confesión.
veni sancte spiritus… (pág. 124).
MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
Primer Mandamiento:
Amar a Dios sobre todas las cosas.
Olvidarse de Dios. Faltar a sus oraciones, o hacerlas mal.
* Las personas que acostumbran a confesarse cada semana o muy a
menudo, bien pueden hacer el examen más sencillo, recorriendo sola-
mente las faltas en que suelen incurrir de ordinario.
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Negar o dudar de alguna verdad de la fe católica. Descuidar su


formación religiosa. Ir a actos de culto de sectas falsas o a reu-
niones de sociedades prohibidas (sectas protestantes, comunis-
mo, masonería, etc.). Leer libros o revistas impíos.
Supersticiones, adivinaciones, horóscopos, etc… Desesperar o
hablar contra la Providencia. Callar pecados mortales en la con-
fesión. Comulgar en pecado mortal. Faltarle el respeto a la Igle-
sia y a sus Ministros. No amar a Dios sobre todas las cosas.
Avergonzarse de las prácticas de piedad.
segundo Mandamiento:
No jurar su santo nombre en vano.
Juramentos falsos, inútiles, o malos (jurar vengarse). Impre-
caciones (deseos malos) contra sí mismo o contra otros. Mal-
decir. Blasfemias o palabras irreligiosas. Usar sin respeto el
nombre de Dios o de los santos, o las palabras de la Sagrada Es-
critura. Faltar a algún voto o promesa hecha a Dios.
tercer Mandamiento:
Santificar domingos y fiestas.
Faltar a misa en domingo o día de precepto.* Llegar a misa
con retraso. Distraerse voluntariamente en ella. Profanar el do-
mingo con reuniones o diversiones peligrosas. Trabajar o man-
dar trabajar, sin necesidad, en trabajos serviles, durante más de
2 ó 3 horas.
cuarto Mandamiento:
Honrar padre y madre.
Hijos: Desobedecer a los padres. Tratarles con dureza y sin
respeto. Causarles pena y disgusto. No asistirles durante su vi-
da y en el momento de su muerte. No rezar por ellos. No to-

* Los días de precepto en Argentina son: Circuncisión de Nuestro Se-


ñor (1º de enero); Asunción de María (15 de agosto); Inmaculada Con-
cepción de María (8 de diciembre) y Navidad (25 de diciembre).
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mar en cuenta sus sabios consejos. Tratar mal a sus hermanos,


reñir con ellos. Desobedecer a los superiores civiles o religio-
sos. Juzgarlos y criticarlos injustamente. Fomentar el mal es-
píritu.
Padres: No hacer rezar en familia. Mal uso de los bienes.
Descuidar la educación de sus hijos, catecismo, primera comu-
nión, etc… Mandarlos a escuelas malas. No vigilarlos, corre-
girlos y castigarlos cuando hace falta. No acostumbrarlos a re-
nunciarse, sacrificarse, vencer sus caprichos. Tratarlos con de-
masiada aspereza y sin paciencia. Permitirles frecuentaciones,
diversiones y películas peligrosas para la fe, la castidad, etc…
Darles mal ejemplo, mentir o discutir en su presencia, etc…
Quinto Mandamiento:
No matar.
Matar, golpear, herir, injuriar. Causar algún daño. Enojarse,
desear vengarse, desear el mal. Odio, rencores. Negarse a per-
donar. Impaciencia. Dureza para con los pobres y los que su-
fren. Malos consejos. Escandalizar a otros e inducirlos a pecar
con ejemplos, conversaciones, modos de vestir, libros malos,
etc… Aborto.* Eutanasia. Imprudencias en la carretera.
sexto y noveno Mandamientos:
No fornicar. No desear la mujer del prójimo.
Detenerse voluntariamente en pensamientos o deseos contra-
rios a la pureza. Conversaciones deshonestas. Libros, diarios,
películas malas, televisión. Miradas culpables. Acciones des-
honestas, solo, o con otros.** Vestidos indecentes. Familiari-
dades entre novios. Todo fraude en el uso del matrimonio.
Onanismo, preservativos, píldoras, esterilización, etc. Negar in-
justamente el débito conyugal.

* El aborto es castigado por la Iglesia con una excomunión.


** Todo lo que sea buscar o admitir el placer sexual fuera del uso lícito
del matrimonio, es pecado mortal.
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Nota: Se deben precisar las circunstancias que cambian la es-


pecie del pecado (adulterio, incesto, homosexualidad, bestiali-
dad…). El que no quiere renunciar a la ocasión próxima del
pecado no puede recibir la absolución ni seguir comulgando.
séptimo y décimo Mandamientos:
No hurtar. No codiciar los bienes ajenos.
Cometer o ayudar a cometer injusticias, fraudes, robos. Cau-
sar daño a otro en sus bienes. No restituir. No pagar sus deu-
das. Engañar en las ventas, contratos, transacciones. Coimas y
otras ganancias injustas. Usura. Precios injustos. Juegos por
dinero.
octavo Mandamiento:
No mentir.
Mentiras. Juicios temerarios. Hablar mal del prójimo. Sem-
brar la discordia con chismes. Calumnias. Falsos testimonios.
Violar un secreto, leer cartas, etc…

PRECEPTOS DE LA IGLESIA
Primer Precepto:
Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar (ver el
tercer Mandamiento de la ley de Dios).
segundo Precepto:
Confesar por lo menos una vez dentro del año, o si hay peligro
de muerte, o si se ha de comulgar.
tercer Precepto:
Comulgar por Pascua Florida.
cuarto Precepto:
Ayuno y abstinencia. *

* Según la disciplina actual, el ayuno obliga solamente el Miércoles de


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Quinto Precepto:
Ayudar a la Iglesia en sus necesidades.

PECADOS CAPITALES
soberbia:
Pensamientos de vanidad. Desprecio de los demás. Suscep-
tibilidad. Terquedad. Ser esclavo del “qué dirán” y de la mo-
da.
Avaricia:
Apego excesivo al dinero o a otras cosas. No hacer limosnas
con algo de mi superfluo.
lujuria:
(Ver sexto y noveno Mandamientos de la Ley de Dios).
envidia:
Tristeza por el bien de los demás. Alegría por el mal que les
ocurre. Sentimientos de envidia, celos.
Gula:
Exceso en el comer y en el beber. Embriaguez.
ira:
(Ver quinto Mandamiento de la Ley de Dios).
Pereza:
Al levantarse. En el trabajo. En las obligaciones religiosas.
Perder el tiempo. Ociosidad.

VIRTUDES QUE DEBEMOS PRACTICAR *


(Examen más detallado para confesarse mejor)
fe.
Debemos: Creer todo lo que Dios nos ha revelado, y nos en-

Ceniza y el Viernes Santo. La abstinencia obliga todos los viernes del


año, aunque puede ser sustituida por otra práctica de piedad. El ayu-
no consiste en una sola comida importante por día; la abstinencia, en
la privación de carnes y grasas animales.
* La vida moral gira alrededor de las tres virtudes teologales y las cua-
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seña por su Iglesia. Amar la Tradición y desconfiar de las no-


vedades. Estudiar el catecismo y la doctrina cristiana. Lectura
espiritual. Hacer frecuentes actos de fe, especialmente al reci-
bir los sacramentos, al rezar, etc… Conformar nuestra conduc-
ta a los principios de la fe. Profesar con valor nuestra fe y saber
defenderla. Ser apóstol. Luchar contra el error.
Es pecado: Rechazar alguna verdad revelada. Consentir en
dudas contra la fe. Indiferentismo (pensar o decir que todas las
religiones son buenas). Vivir todo el día sin Dios. Esconder su
fe por cobardía.
esperanza.
Debemos: Pensar con frecuencia en el Cielo y en los bienes
eternos. Desearlos ardientemente. Despreciar los bienes y pla-
ceres de esta vida. Vivir en un santo temor de ofender a Dios.
Es pecado: Desconfiar de la bondad y providencia de Dios.
Pretender que es imposible vivir como verdadero cristiano. No
pedir la gracia para ello. Poner toda su confianza en sus propias
fuerzas y no en Dios. Presunción (valerse de la misericordia de
Dios para pecar). Ponerse en ocasión de pecado.
caridad.
Debemos: Amar a Dios más que a todo, y al prójimo por amor
de Dios. Hacer frecuentes actos de amor de Dios. Vivir en su
presencia. Buscar agradarle en todo. Deseo de la perfección.
Servirlo con alegría. Procurar que Jesús reine. Examen de con-
ciencia diario. Confesión frecuente. Visita al Santísimo Sacra-
mento. Estimar y honrar a nuestros hermanos. Asistirlos y
ayudarlos. Soportar sus defectos. Delicadeza en el trato con los
demás. Guardarse de la murmuración. Limosnas. Buscar con
celo el bien de las almas.

tro virtudes cardinales. Para cada virtud mencionamos los actos prin-
cipales que se deben practicar, y luego los pecados contrarios.
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Es pecado: Indiferencia religiosa y tibieza espiritual. No obrar


con intención recta. Hacer las cosas para ser visto de los hom-
bres. Afecto excesivo por las creaturas. Odio al prójimo. Des-
precio. Rencores. Juzgar mal a los demás. Hablar mal de
ellos. Murmuración. Envidia. Discordias. Riñas. Dar mal
ejemplo. Causar escándalo. Aprobar la mala conducta de los
amigos.

Prudencia.

Debemos: Obrar en todo con prudencia e inteligencia, según


lo que conviene para alcanzar nuestra salvación y perfección.
Reflexionar antes de actuar. Docilidad para aprender de la ex-
periencia. Docilidad a los consejos del director espiritual, de
los superiores, de los amigos. Organización. Prontitud para
obrar el bien.

Es pecado: Precipitación. Hacer todo “a la buena de Dios”.


Inconstancia. Negligencia. Usar de astucia y pequeños enga-
ños para “salirse con la suya”. Perder el tiempo.

Justicia.

Debemos: Antes morir que cometer cualquier injusticia. Res-


tituir si es el caso. Hacer pasar el bien común antes que
el interés propio. Tener el culto del deber. Amar el traba-
jo bien hecho. Obedecer a sus superiores y buscar el bien de sus
inferiores. Usar sus bienes para la utilidad de todos y
no solamente para la propia. Amar y ayudar a la familia y a la
patria.

Pecados: (ver los Mandamientos de la Ley de Dios). Prome-


ter mucho y no cumplir nada. No devolver lo prestado. Avari-
cia. Llegar siempre tarde al trabajo, a sus citas, ¡a misa!
Descuidar sus obligaciones. No pedir perdón por sus faltas o
errores.
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religión.

Debemos: Entregarnos a Dios con fervor, para cumplir su vo-


luntad. Rezar con atención y perseverancia. Devoción tierna y
sólida a la Santísima Virgen, a los Ángeles y a todos los santos.
Reparar por los pecados y consolar al Corazón Inmaculado de
María. Imitar sus virtudes. Meditación. Rosario solo o en fa-
milia. Adorar a Dios y ofrecerle sacrificios. Asistir con frecuen-
cia a la Santa Misa. Santificar el domingo.

Pecados: Falta de contrición en la confesión, de fervor en la


comunión y acción de gracias, y de atención en las oraciones.
No cumplir sus votos.

fortaleza.

Debemos para salvarnos estar dispuestos a morir o sufrir cual-


quier cosa antes que pecar gravemente. Sufrir con paciencia.
Atacar con valor y audacia los obstáculos puestos al bien. De-
sear hacer cosas grandes. Preparar nuestra alma para el marti-
rio si Dios se dignara llamarnos a él. Perseverar en el bien toda
nuestra vida, a pesar de las dificultades.

Es pecado: Temer más los males temporales que el infierno.


Apartarse del bien por temor o debilidad. Exponerse al peligro
con temeridad, confiando demasiado en sus fuerzas. Ambición,
vanagloria, jactancia, hipocresía (fingir una virtud que no se tie-
ne). Molicie (huir de todo esfuerzo, y rendirse a la primera di-
ficultad). Pereza. Ocio. Desaliento.

templanza.

Debemos usar de los bienes sensibles según las necesidades


de la vida presente. Huir de las cosas torpes, amar la belleza de
la virtud. Abstinencia y sobriedad en las comidas. Pequeñas
privaciones. Ayunos. Castidad y pudor. Evitar todo contacto
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sensual. Huir de las ocasiones. Mortificar la imaginación, pen-


samientos de vanidad, envidias, etc… Mortificar sobre todo la
voluntad propia con la obediencia. Reconocer fácilmente sus
faltas o errores y pedir perdón. No singularizarse en nada. No
buscar el éxito sino el servicio de Dios. Aceptar y amar las hu-
millaciones, que son lo que más nos santifica. Mansedumbre.
Modestia. Amor de la pobreza, moderación y simplicidad.
Amar el silencio, recogimiento.

Pecados: Gula. Comer fuera de tiempo o con exceso. Ha-


blar demasiado y con bufonería. Lujuria (ver el sexto Manda-
miento). Bailes. Miradas malas. Ver y dejar ver programas
malos en la televisión. Droga, etc. Insensibilidad y crueldad.
Soberbia. Susceptibilidad. Respeto humano y miedo del “qué
dirán”. No aceptar ninguna observación. Amor desordenado de
la propia libertad e independencia. Curiosidad en cosas malas
o inútiles. Exceso en el juego y diversiones. No tomar nada en
serio.

Pero no es pecado: pena de muerte contra los criminales.


Guerra justa. Santa indignación contra los que pervierten las al-
mas, difunden el error y escandalizan a los inocentes. (¡Tam-
poco es pecado cortar un árbol o matar un animal!) Para los
casados, es bueno y virtuoso tener muchos hijos, educándolos
cristianamente.

DEBERES DE ESTADO

Examinarse diligentemente sobre el cumplimiento de sus


obligaciones familiares, profesionales, etc… según el propio es-
tado y condición:

- El religioso sobre el cumplimiento de sus votos y reglas, el


sacerdote sobre su breviario, Misa, predicaciones, catecismos,
confesiones, visita a los enfermos, etc…
- Los padres de familia sobre la educación de sus hijos.
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257

- Los esposos sobre su vida doméstica, amor y ayuda mutua


en la virtud, obediencia de la mujer a su marido.
- El estudiante sobre sus estudios, etc…
- El fiel esclavo de María, por su parte, no se olvidará de sus
obligaciones particulares de amar y servir a nuestra Reina y Ma-
dre del Cielo.

MoDo PrÁctico
De confesArse
Luego de haber realizado el examen de conciencia,
se reza el acto de contrición:

Pésame, Dios mío, y me arrepiento de todo corazón de ha-


beros ofendido; pésame por el infierno que merecí y por el Cie-
lo que perdí; pero mucho más me pesa porque pecando ofendí
a un Dios tan bueno y tan grande como Vos. Antes querría ha-
ber muerto que haberos ofendido, y propongo firmemente no
pecar más y evitar todas las ocasiones próximas de pecado.
Amén.
En España se suele rezar el Señor mío Jesucristo:

señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador,


Padre y Redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infini-
ta, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo
corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis
castigarme con las penas eternas del infierno. Ayudado de
vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta.
Amén.

Luego de rezado el acto de contrición, hay que acercarse al


confesor, arrodillándose ante él, diciendo “Ave María Purísima.
Padre, hace … que no me confieso, cumplí (o no) la penitencia
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que se me impuso en la última confesión y me acuso de…” Si


uno no se anima a decirlo todo bien, se puede pedirle al sacer-
dote que nos ayude.

Al terminar la confesión, se puede añadir, sobre todo si en la


confesión uno no se ha acusado de nada grave: “Me acuso, Pa-
dre, de todos los pecados de mi vida pasada y en particular de
aquellos que cometí contra tal mandamiento… o contra la vir-
tud de… Pido perdón a Dios por ellos, y a vos, Padre, peniten-
cia y absolución”.

Atendamos a lo que nos diga el confesor y a la penitencia que


nos impondrá, y mientras nos dé la absolución, digamos con to-
do fervor nuevamente el Acto de Contrición.

DesPuÉs De lA confesiÓn
Se debe cumplir sin demora con la penitencia impuesta por
el sacerdote.
No se debe olvidar agradecer a Dios por la gran gracia del
perdón recibido. Sobre todo, no hay que dejarse llevar por los
escrúpulos. Si el demonio intenta preocuparnos o confundir-
nos, no debemos discutir con él. Jesús no ha instituido el Sa-
cramento de la Penitencia para torturarnos, sino para liberarnos.
Lo que nos pide, a cambio de su amor, es una gran lealtad al
acusarnos de nuestras faltas (especialmente de las graves) y de
la sinceridad al prometer evitar realmente todas las ocasiones de
pecado.
Esto es lo que acabamos de hacer. Agradezcamos a Nuestro
Señor Jesucristo y a su Santísima Madre: “Ve, y no peques más”.

“Señor, abandono mi pasado a vuestra misericordia, mi pre-


sente a vuestro amor, mi futuro a vuestra providencia” (Padre
Pío).
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lAs inDulGenciAs
Se llama indulgencia al perdón de la pena temporal debida
por los pecados que han sido perdonados ya en cuanto a la cul-
pa. Este perdón lo concede la Iglesia fuera del Sacramento de
la Penitencia.
En las Indulgencias, la Iglesia aplica a los vivos (a modo de
absolución) y a los difuntos (a modo de sufragio) las satisfac-
ciones infinitas de Jesucristo y las satisfacciones sobreabundan-
tes de la Santísima Virgen y de los Santos. Estas satisfacciones
constituyen el tesoro espiritual de la Iglesia.

Pueden conceder indulgencias el Sumo Pontífice y aque-


llos a quienes el Sumo Pontífice se lo concediere, ya sea a títu-
lo personal, ya sea a título de derecho anejo a un cargo, como
son los Obispos (canon 912).

CLASES DE INDULGENCIAS

Las indulgencias se dividen en dos clases:


Plenarias: perdonan toda la pena temporal merecida por los
pecados.
Parciales: perdonan sólo una parte de la pena temporal me-
recida por los pecados.

CONDICIONES PARA
GANAR LAS INDULGENCIAS

Primero. Estar bautizado y no tener excomunión (canon 925).


Segundo. Tener intención —por lo menos en general— de
ganarla.
Tercero. Cumplir íntegramente las obras prescritas.
Cuarto. Estado de gracia, por lo menos en el momento de
acabar de cumplir las obras prescritas.
Para ganar la indulgencia plenaria es necesario no tener nin-
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gún pecado venial y, por tanto, estar desligado de todo afecto al


pecado.
Si alguno no llega a ganar una indulgencia plenaria, por al-
gún óbice que él pone, gana una parte del perdón, mayor o me-
nor, según sean sus disposiciones (canon 926).

APLICACIóN DE LAS INDULGENCIAS

A menos que se declare lo contrario, quien gana una Indul-


gencia concedida por el Sumo Pontífice puede aplicarla a las al-
mas del Purgatorio.
Fuera de este caso, no puede aplicarse ninguna Indulgencia
en favor de aquellos que todavía viven, sino que sólo puede ga-
narse para uno mismo.

“CONDICIONES ACOSTUMBRADAS”
Se emplea corrientemente esta expresión para indicar lo que
es preciso hacer para ganar una Indulgencia plenaria. ¿Cuáles
son estas “condiciones”?
Primero. confesión (puede hacerse dentro de los ocho días
que inmediatamente preceden al que tiene fijada la Indulgencia,
y también dentro de la octava que sigue - canon 931).
Segundo. comunión (puede hacerse en la víspera del mis-
mo día y dentro de la octava que sigue - canon 931).
Tercero. oración por las intenciones del sumo Pontífice
(no basta con una oración mental: debe ser vocal —excepto pa-
ra los sordomudos—), elegida libremente por los fieles, a no ser
que haya sido señalada alguna determinada.
Las “intenciones del sumo Pontífice” son: la exaltación de
la Iglesia Católica; la extirpación de las herejías; la propagación
de la fe; la conversión de los pecadores; la paz y concordia de
los príncipes cristianos.
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APostolADo
con los MoriBunDos

los ÚltiMos sAcrAMentos


El apostolado de la buena muerte es uno de los apostolados
más urgentes y más bendecidos por Dios.
Cuando la enfermedad sea suficientemente inquietante, se de-
be prevenir al Sacerdote y dejarle actuar con toda libertad. Si
para que el enfermo acepte la visita del Sacerdote, es necesario
decirle la verdad, se le dará a conocer la gravedad de su estado,
y la necesidad que tiene de recibir los Sacramentos. Todo esto
sin dureza ni exageración, sino con dulzura, pero sin excluir la
mayor franqueza.
falsas razones para no advertir al enfermo
Si lo hago, quizá se asustará…
Si no lo haces, quizá se condenará. ¡Elige!
Además, este espanto, si acaso se produce, entra en los pla-
nes de Dios. Uno no tiene derecho de oponerse a la voluntad de
Dios. Ello no proporciona ventaja, puesto que si Dios determi-
nó curar al enfermo, ninguno de estos santos espantos impedi-
rán al enfermo curar, y si Dios determinó llamarlo, esas pueriles
preocupaciones no retrasarán ni un momento su muerte.
Tales pretendidos espantos jamás hicieron morir a nadie; en
cambio, la visita del sacerdote y los auxilios espirituales conso-
laron a muchos y a no pocos aún los curaron procurándoles la
paz de la resignación, las dulzuras de la esperanza y la gracia
curativa de los Sacramentos.
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¿cuándo hay que administrar el santo viático


y la extremaunción?

En cuanto un enfermo se encuentra, no en los postreros mo-


mentos, sino simplemente en peligro de muerte, debe no sola-
mente confesarse, sino también recibir el Santo Viático; no
solamente el Viático, sino la Extremaunción. ¡Cuantos mueren
sin el Viático, porque entran en delirio mientras sus parientes
deliberan! La Extremaunción debe administrarse también, en
cuanto sea posible, mientras el enfermo goza todavía plenamen-
te de sus facultdes; por lo tanto no debe diferirse hasta la hora
de la agonía.

los preparativos

Antes de la llegada del sacerdote que debe administrar el


Santo Viático y la Extremaunción a ese enfermo querido, aco-
modemos, en cuanto sea posible, su habitación y la llegada a la
casa.
En una mesa cubierta con un mantel blanco, colóquese un
crucifijo, dos velas encendidas, un vaso de agua bendita, con un
ramo de olivo, un vaso de agua y dos platitos.
Arréglese un poco la cama del enfermo, sin cansarlo; póngase
delante de él una servilleta limpia, si debe comulgar; colóquen-
se las frazadas de manera que se pueda fácilmente descubrir los
pies cuando sea necesario.

los últimos momentos

Se deben conservar en el enfermo los sentimientos piadosos:


inspirarle de vez en cuando, pero sin cansarlo, actos muy bre-
ves de arrepentimiento, de resignación, de confianza y de amor.
Se deben hacerle repetir sobre todo los nombres de Jesús y Ma-
ría; colóquense delante de él y bien a la vista, un crucifijo y una
imagen de la Santísima Virgen; háganselos besar de vez en cuan-
do; póngasele en el cuello la medalla de María y el escapulario
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del Carmen. Quítense de la habitación los objetos que podrían


ser una causa de tentación para el enfermo: armas, estampas in-
modestas, ciertos recuerdos; no se deje entrar a personas cuya
presencia podría llevarlo a ofender a Dios.
Cuando se declare la crisis suprema, sugiéransele en el oído
invocaciones más insistentes, pero muy breves: ¡Jesús!, ¡Jesús!,
¡María!, y otras que podrán escogerse entre las que hemos in-
dicado (página 235). Hágansele besar más a menudo el cruci-
fijo y la imagen de la Santísima Virgen; rocíese de tiempo en
tiempo la cama y la habitación con agua bendita; téngase en su
mano la vela bendita y récese o hágase rezar por un sacerdote
las oraciones de la agonía.

RECOMENDACIóN DEL ALMA *


(Extracto del Ritual Romano)
Señor, ruega por él.
ten piedad de nosotros. San José,
Cristo, ruega por él.
ten piedad de nosotros. Todos los Santos Patriarcas
Señor, y Profetas,
ten piedad de nosotros. rogad por él.
Santa María, San Pedro, ruega por él.
ruega por él. San Pablo, ruega por él.
Todos los Santos Ángeles San Andrés, ruega por él.
y Arcángeles, San Juan, ruega por él.
rogad por él. Todos los Santos Apóstoles
San Abel, y Evangelistas, rogad por él.
ruega por él. Todos los Santos Discípulos
Todo el coro de los justos, del Señor, rogad por él.
rogad por él. Todos los Santos Inocentes,
San Abraham, rogad por él.
ruega por él. San Esteban, ruega por él.
San Juan Bautista, San Lorenzo, ruega por él.

* Estas oraciones pueden servir de tema de meditación.


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264

Todos los Santos Mártires, De las penas del infierno,


rogad por él. líbrale, señor.
San Silvestre, ruega por él. De todo mal,
San Gregorio, ruega por él. líbrale, señor.
San Agustín, ruega por el. Del poder del demonio,
Todos los Santos Pontífices líbrale, señor.
y Confesores, rogad por él. Por tu Natividad,
San Benito, ruega por él. líbrale, señor.
San Francisco, ruega por él. Por tu Cruz y Pasión,
San Camilo, ruega por él. líbrale, señor.
San Juan de Dios, Por tu muerte y sepultura,
ruega por él. líbrale, señor.
Todos los Santos Monjes Por tu gloriosa Resurrección,
y Eremitas, rogad por él. líbrale, señor.
Santa María Magdalena, Por tu admirable Ascensión, lí-
ruega por él. brale, señor.
Santa Lucía, ruega por él. Por la gracia del Espíritu
Todas las Santas Vírgenes Consolador,
y Viudas, rogad por él. líbrale, señor.
Todos los Santos y Santas En el día del Juicio,
de Dios, interceded por él. líbrale, señor.
Séle propicio, Aunque pecadores,
perdónale, señor. te rogamos, óyenos.
Séle propicio, Perdónale,
líbrale, señor. te rogamos, óyenos.
De tu cólera, Señor,
líbrale, señor. ten misericordia de él.
Del peligro de la muerte, Cristo,
líbrale, señor. ten misericordia de él.
De la mala muerte, Señor,
líbrale, señor. ten misericordia de él.
Cuando el enfermo está en la agonía, se dice:
¡Sal, oh alma cristiana, de este mundo, en el nombre de Dios
Padre omnipotente que te crió; en el nombre de Jesucristo, Hijo
de Dios vivo, que por ti padeció; en el nombre del Espíritu San-
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to, que en ti se infundió; en el nombre de la gloriosa y Santísima


Virgen María, Madre de Dios; en nombre de San José, ínclito
Esposo de la misma Virgen; en el nombre de los Ángeles y de
los Arcángeles; en el nombre de los Tronos y Dominaciones; en
el nombre de los Principados y de las Potestades; en el nombre
de los Querubines y Serafines; en el nombre de los Patriarcas y
Profetas; en el nombre de los Apóstoles y Evangelistas; en el
nombre de los santos Mártires y Confesores; en el nombre de
los santos Monjes y Eremitas; en el nombre de las santas Vírge-
nes y de todos los Santos y Santas de Dios! Hoy sea tu lugar en
la paz, y tu morada en la santa Sión. Por el mismo Cristo, Se-
ñor nuestro. R. Amén.
ORACIóN
¡Dios misericordioso, Dios clemente, Dios que, según la mu-
chedumbre de tus misericordias, borras los pecados de los que
se arrepienten y lavas las culpas de los pasados crímenes con la
venia del perdón!: mira propicio a este siervo tuyo, y oye los
ruegos con que te pide, confesándolos de todo corazón, la remi-
sión de todos sus pecados. Renueva en él, ¡oh Padre piadosísi-
mo!, cuanto hubiere sido corrompido por la terrena fragilidad,
o violado por engaño diabólico; y júntale con la unidad del cuer-
po de la Iglesia, como miembro de tu redención. Compadéce-
te, Señor, de sus gemidos; compadécete de sus lágrimas, y al
que no tiene confianza sino en tu misericordia, admítele al sa-
cramento de tu reconciliación. Por Jesucristo, Nuestro Señor.
R. Amén.
Encomiéndote a Dios omnipotente, hermano carísimo, y te
encargo a Aquel de quien eres criatura, para que cuando, por
obra de la muerte, hubieres pagado la deuda de la humanidad,
vuelvas a tu Autor, que te formó del barro de la tierra. Salga,
pues, al encuentro de tu alma al desprenderse de tu cuerpo, el
escuadrón espléndido de los Ángeles, venga a ti el senado de los
Apóstoles que te ha de juzgar; salga a tu camino el ejército triun-
fador de los Mártires vestidos de blanco; rodéete la turba ador-
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nada de lirios de los rutilantes Confesores; recíbate el coro jubi-


loso de las Vírgenes, y cíñate el abrazo de la bienaventurada paz
en el seno de los Patriarcas; San José, dulcísimo Patrono de los
moribundos, te anime con gran esperanza; la Santísima Madre
de Dios, María, vuelva a ti benigna sus ojos, y aparezca a tus
ojos blando y festivo el rostro de Cristo Jesús, el cual decrete
que seas agregado a los que de continuo le asisten. Séate des-
conocido todo cuanto horroriza en las tinieblas, lo que rechina
en las llamas, lo que aflige en los tormentos. Retroceda delan-
te de ti Satán con sus satélites; estremézcase a tu llegada ante
los Ángeles que te acompañen, y huya al horrible caos de la no-
che eterna. Levántese Dios y dispérsense sus enemigos, y hu-
yan ante su faz los que le odiaron. Como se desvanece el humo,
desfallezcan; como se derrite la cera en presencia del fuego, así
perezcan los pecadores ante la faz de Dios; y los justos banque-
teen y se regocijen en presencia de Dios. Confúndanse, pues, y
avergüéncense todas las legiones tartáreas, y los ministros de
Satán no osen impedir tu camino. Líbrete del tormento Cristo,
que fué crucificado por ti. Líbrete de la muerte eterna Cristo,
que se dignó morir por ti. Cristo, Hijo de Dios vivo, te ponga
en las siempre verdes amenidades de su Paraíso, y reconózcate
entre sus ovejas aquel verdadero Pastor. Él te absuelva de to-
dos tus pecados y te coloque a su diestra en la muerte de sus es-
cogidos. Veas cara a cara a tu Redentor, y asistiendo siempre
presente, mires con bienaventurados ojos la manifestísima ver-
dad. Colocado, pues entre las compañías de los bienaventura-
dos, goces de la dulzura de la divina contemplación por los
siglos de los siglos. R. Amén.
ORACIóN
Recibe, Señor, a tu siervo en el lugar donde pueda esperar su
salvación de tu misericordia. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo de todos los peligros del in-
fierno, de los lazos, de las penas y de todas las tribulaciones. R.
Amén.
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Libra, Señor; el alma de tu siervo, como libraste a Enoc y


Elías de la muerte común del mundo. R. Amén.
Libra, Senor, el alma de tu siervo, como libraste a Noé del di-
luvio. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Abrahán
de Ur de los Caldeos. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Job de sus
padecimientos. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Isaac del
sacrificio y de las manos de su padre Abrahán. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Lot de So-
doma y de las llamas de fuego. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Moisés de
manos de Faraón, rey de los egipcios. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Daniel del
lago de los leones. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a los tres jó-
venes del horno de fuego ardiente, y de las manos del rey injus-
to. R. Amén
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a Susana de
la falsa acusación. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste a David de
las manos del rey Saúl y de las manos de Goliat. R. Amén.
Libra, Señor, el alma de tu siervo, como libraste de las cárce-
les a San Pedro y San Pablo. R. Amén.
Y como libraste a la beatísima Tecla, virgen y mártir tuya, de
los tres atrocísimos tormentos; así, dígnate librar el alma de és-
te tu siervo y hazle gozar contigo de los bienes celestiales.
R. Amén.
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ORACIóN
Encomendámoste, Señor, el alma de tu siervo N. (o ésta tu
sierva N.), y te rogamos, Señor Jesucristo, Salvador del mundo,
que no te niegues a introducir en los senos de tus Patriarcas a
aquél por quien misericordiosamente descendiste a la tierra. Re-
conoce, Señor, a tu criatura, no formada por dioses ajenos, sino
por Ti, único Dios vivo y verdadero; pues no hay otro Dios fue-
ra de Ti, y nada hay semejante a tus obras.
Alegra, Señor, su alma en tu presencia, y no te acuerdes de
sus antiguas iniquidades, ni de las embriagueces que en él pro-
dujo, ya sea la ira, o ya el ardor del mal deseo. Pues, aunque es
verdad que pecó, con todo eso, no negó al Padre, al Hijo y al
Espíritu Santo, sino que creyó y tuvo en sí el celo de Dios, y
adoró fielmente al Dios que hizo todas las cosas.

ORACIóN
Rogámoste, Señor, que no te acuerdes de los delitos de su ju-
ventud, ni de sus ignorancias culpables; mas, según tu gran mi-
sericordia, ten memoria de él en la gloria de tu claridad.
Ábransele los cielos, regocíjense con él los Ángeles. Admite,
Señor, a tu siervo en tu reino. Recíbale San Miguel, Arcángel
de Dios, que mereció el principado de la milicia celeste. Sál-
ganle al encuentro los santos Ángeles de Dios, y condúzcanle
a la celestial ciudad de Jerusalén. Admítale el bienaventurado
San Pedro Apóstol, a quien entregó Dios las llaves del reino ce-
lestial. Ayúdele San Pablo Apóstol, que fue digno de ser vaso
de elección. Interceda por él San Juan, Apóstol escogido de
Dios, a quien se revelaron los celestiales secretos. Oren por él
todos los Santos y elegidos de Dios que por el nombre de Cris-
to sufrieron tormentos en esta vida; para que, despojado de las
ataduras de la carne, merezca llegar a la gloria del reino celes-
tial, otorgándolo nuestro Señor Jesucristo, que con el Padre y el
Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
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ORACIóN
La clementísima Virgen Madre de Dios, María, piadosísima
consoladora de los afligidos, encomiende a su Hijo el alma de
éste su siervo N. (o ésta su sierva N.), para que, por su maternal
intercesión, no tema los terrores de la muerte, sino que acompa-
ñada por ella penetre alegre en la deseada mansión de la patria
celestial. R. Amén.
A ti acudo, San José, Patrono de los moribundos; y a ti, en
cuyo dichoso tránsito estuvieron solícitos Jesús y María, por es-
tas dos carísimas prendas te encomiendo con empeño el alma
de éste tu siervo N. (o ésta tu sierva N.) que lucha en la extrema
agonía: para que por tu protección sea libre de las asechanzas
del diablo y de la muerte perpetua, y merezca ir a los gozos eter-
nos. Por el mismo Cristo, Nuestro Señor. R. Amén.
Si todavía estuviere el enfermo agonizando con las ansias de
la muerte, se le dirán estas tres devotísimas oraciones con
un Padrenuestro y un Avemaría, cada una en esta forma:

1ª. Ky´ rie, eléison; Christe, eléison; Ky´ rie, eléison.


Pater noster…
Ave María…
ORACIóN
Señor mío Jesucristo, por aquella agonía de muerte que en
el monte Olivete sentiste, y por la fervorosa oración que por
nosotros hiciste, y por aquel sudor que tuviste tan copioso, que
como gotas de sangre corría hasta el suelo: te suplico lo ofrez-
cas todo de nuevo a Dios Padre Todopoderoso, y lo presentes
ante su divino acatamiento en satisfacción de los muchos y gra-
ves pecados de éste tu siervo N. (o ésta tu sierva N.), y líbrale
en esta hora de su muerte de todas las penas y angustias que te-
me haber merecido por sus delitos. Tú, que con el Padre y el
Espíritu Santo vives y reinas por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.
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2ª. Ky´ rie, eléison; Christe, eléison; Ky´ rie, eléison.


Pater noster…
Ave María…
ORACIóN
Señor mío Jesucristo, que te dignaste morir por nosotros en
una cruz: suplícote que todas las hieles y amarguras de tu sagra-
da pasión y muerte afrentosa, que por nosotros padeciste en la
cruz, y más en particular cuando tu santísima alma salió de tu
santísimo Cuerpo, tengas por bien de ofrecerlas y presentarlas a
Dios Padre Todopoderoso por el alma de éste tu siervo N. (o ésta
tu sierva N.), y líbrale en esta hora de su muerte de todas las pe-
nas y aflicciones que teme haber merecido por sus pecados: que
con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por todos los si-
glos de los siglos. R. Amén.
3ª. Ky´ rie, eléison; Christe, eléison; Ky´ rie, eléison.
Pater noster…
Ave María…
ORACIóN
Señor mío Jesucristo, que por boca del Profeta dijiste: Con
amor perpetuo te amé, y por eso lleno de compasión te traje a
mí: suplícote que esa tu misma caridad que te trajo del cielo a la
tierra para sufrir tantas penalidades y amarguras, tengas por bien
de ofrecerla y presentarla a Dios Padre Todopoderoso por el al-
ma de éste tu siervo N. (o ésta tu sierva N.), y líbrale de todas
las pasiones y congojas que teme haber merecido por sus peca-
dos. Salva su alma en esta hora, ábrele la puerta de la vida, y
concédele que se alegre con tus Santos en la eterna gloria. Y
Tú, piadosísimo Señor mío Jesucristo, que con tu sangre precio-
sa nos redimiste, ten misericordia del alma de éste tu siervo (o
ésta tu sierva), y dígnate colocarla en los prados y florestas del
Paraíso, y en los lugares amenos y deleitosos de tu gloria, para
que viva unida contigo, con aquel amor indivisible que de Ti y
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de tus escogidos no se puede jamás apartar; que con el Padre y


el Espíritu Santo vives y reinas por todos los siglos de los si-
glos. R. Amén.
También se puede rezar el Rosario con los presentes.
En cuanto el enfermo haya exhalado su último suspiro,
se reza esta hermosa oración de la Iglesia: el “Subvenite”.

¡Auxiliadle, Santos de Dios! ¡Salidle al encuentro, Ángeles


del Señor!, recibiendo su alma, ofreciéndola en presencia del
Altísimo. Recíbate Cristo que te llamó, y los Ángeles te con-
duzcan al seno de Abraham. ¡Reciban su alma y preséntenla an-
te el Altísimo! Señor, dadle el descanso eterno, y brille para él
la luz perpetua. ¡Presentándole en la presencia del Altísimo!

BAutisMo De niños
en cAso De necesiDAD
Como el Bautismo es absolutamente necesario para la salva-
ción, si un niño muere sin él, pierde el Cielo para siempre. Por
lo tanto:

Primero. Los niños deben ser bautizados lo antes posible.


Es una obligación grave de los padres. ¡Qué responsabilidad
para ellos si por su culpa y negligencia el niño llega a morir sin
el bautismo! (canon 770 del Derecho Canónico).

segundo. En caso de necesidad, cualquier persona puede y


debe bautizar. Este es el motivo por el cual todos debemos sa-
ber bautizar.
Para bautizar hay que derramar agua natural sobre la cabeza
del niño, diciendo al mismo tiempo la siguiente fórmula, sin
omitir ninguna palabra: “Yo te bautizo en el nombre del Pa-
dre y del Hijo y del espíritu santo”. No hay que pronunciar
las palabras primero, y luego derramar el agua, ni derramar el
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agua primero, y luego pronunciar las palabras, sino que es ne-


cesario que las dos cosas se hagan al mismo tiempo. El agua
debe correr por la piel y no solamente sobre los cabellos.
ABUSOS RELATIVOS AL BAUTISMO
Según el espíritu de la Iglesia, los padres solamente deben es-
coger como padrino y madrina a buenos cristianos.
Quedan excluidos de esta función, por el Derecho Canónico,
además de los acatólicos, aquellos a quienes se deben negar pú-
blicamente los sacramentos, como los concubinarios, los divor-
ciados casados por civil y demás pecadores públicos.
Se puede ser verdadero padrino y madrina por procuración.
Los padres cristianos no deben olvidar que los niños peque-
ñitos lleven una medalla bendita de la Santísima Virgen. Es co-
locarlos desde su nacimiento bajo el patrocinio segurísimo de
María.

No me mueve, mi Dios, para quererte,


el Cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor: muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera Cielo yo te amara,
y, aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues, aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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Pe Que ño
cAte cis Mo fAMiliAr
Una de las principales obligaciones de todo cristiano (y so-
bre todo de un padre de familia) es conocer la doctrina revelada
por Dios, enseñada por su Iglesia, y resumida en el Catecismo.
Damos aquí lo más esencial, que todos, pequeños y grandes, de-
ben saber. Los mayores, y especialmente los antiguos ejercitan-
tes no dejarán de procurarse y estudiar un catecismo más
completo, como el “Catecismo Mayor” de San Pío X, o el ca-
tecismo oficial de la Iglesia llamado “Catecismo Romano” o
“Catecismo del Concilio de Trento”.

1. — lo Que DeBeMos creer


— Dios nos ha creado para conocerle, amarle y servirle
en esta vida, y después verle y gozarle eternamente en la
otra.
— Para conocer, amar y servir a Dios, debemos saber y prac-
ticar lo que nos enseña la Doctrina Cristiana, que ha sido predi-
cada por Jesucristo y nos enseña la Iglesia.
— La Doctrina Cristiana comprende las verdades que debe-
mos creer, los deberes que hemos de practicar y los medios que
hemos de emplear para santificarnos.
— Cristiano es el que, estando bautizado, cree y profesa la
Doctrina Cristiana.
— Dios es un ser espiritual, infinitamente perfecto, eter-
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no, creador y dueño y señor de todas las cosas. Está en el


Cielo, en la tierra y en todo lugar.
— Creemos que hay un solo Dios porque la razón nos lo di-
ce y porque Él mismo nos lo ha revelado.
— Decimos que Dios es un ser espiritual porque no tiene
cuerpo.
— Al decir que Dios es infinitamente perfecto, entendemos
que posee todas las perfecciones sin límite alguno.
— Se dice que Dios es eterno porque no ha tenido principio
ni tendrá fin.
— Decimos que Dios es todopoderoso porque hace todo
cuanto quiere, como quiere y cuando quiere.
— Dios cuida de sus criaturas y las conserva y gobierna por
su admirable providencia.
— Ve y sabe todas las cosas a la vez: lo pasado, lo presente y
lo venidero, y hasta nuestros pensamientos.

LOS PRINCIPALES MISTERIOS


— Un misterio es una verdad revelada por Dios y que debe-
mos creer aunque no la podamos comprender.
— los principales misterios de nuestra fe son: la santísi-
ma trinidad, la encarnación y la redención.

EL MISTERIO DE LA SANTíSIMA TRINIDAD


— el misterio de la santísima trinidad es el misterio de
un solo Dios en tres personas. Las tres personas de la Santísi-
ma Trinidad son: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
— Cada una de las tres divinas personas es Dios. Las tres
personas de la Santísima Trinidad son un solo y mismo Dios,
porque tienen una sola y misma naturaleza divina.
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LA CREACIóN
— los ángeles son espíritus puros, creados por Dios para
su gloria y su servicio. Los Ángeles Custodios son los que Dios
ha encargado de cuidar de cada uno de nosotros. Debemos res-
petar y honrar a nuestro Ángel Custodio, honrarlo, invocarlo y
seguir sus inspiraciones.
— Los demonios son ángeles malos que se rebelaron contra
Dios; se ocupan en tentar a los hombres en este mundo y en ator-
mentar a los condenados en el infierno.
— el hombre es una criatura racional, compuesta de
cuerpo y alma. El alma humana es un espíritu inmortal, crea-
da a imagen y semejanza de Dios, para ser unida a un cuerpo.
— El primer hombre y la primera mujer fueron Adán y Eva,
nuestros primeros padres.
— Adán y Eva vivieron en el Paraíso terrenal, hasta que
fueron arrojados de allí en castigo de su pecado. Nuestros pri-
meros padres cometieron un grave pecado de soberbia y de de-
sobediencia, comiendo de la fruta que Dios les había prohibido
comer.
— el pecado de nuestros primeros padres se llama origi-
nal, porque todos lo heredamos de ellos, como de nuestro
primer origen.

EL MISTERIO DE LA ENCARNACIóN
— el misterio de la encarnación es el misterio del Hijo de
Dios hecho hombre. El Hijo de Dios se hizo hombre tomando
un cuerpo y un alma semejantes a los nuestros, en el seno de la
Santísima Virgen, por obra del Espíritu Santo.

Acto de fe: Dios mío, creo firmemente todas las verdades que
cree y enseña vuestra Santa Iglesia, porque Vos, verdad infa-
lible, se las habéis revelado.
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— El Hijo de Dios se hizo hombre para librarnos del pecado


y del infierno, y devolvernos la gracia o amistad de Dios que
habíamos perdido por el pecado.
— el Hijo de Dios hecho hombre se llama Jesucristo.
— Sabemos que Jesucristo es Dios porque Él mismo lo de-
claró y lo demostró. Jesucristo demostró que es Dios, por la
doctrina que enseñó, las profecías que en Él se cumplieron y los
milagros que realizó.
VIDA DE JESUCRISTO
— Jesucristo nació a medianoche del 25 de diciembre, lla-
mado día de navidad o nochebuena. Nació en un pobre es-
tablo de Belén, en Judea.
— Jesús quiere decir Salvador; y Cristo quiere decir ungido
o consagrado. La vida de Jesucristo en Nazareth fue vida de hu-
mildad, pobreza, trabajo y obediencia.
— la santísima virgen María es la Madre de Dios y la
más pura y santa de todas las criaturas. Es Madre de Dios
porque es Madre de Jesucristo que es Dios verdadero. Dios la
preservó de toda mancha de pecado y la enriqueció con gracias
abundantísimas.
— Jesucristo empleó los tres años de su vida pública en anun-
ciar que Él era el Salvador prometido al mundo y en enseñarnos
lo que debemos hacer y evitar para ir al Cielo.

EL MISTERIO DE LA REDENCIóN
— el misterio de la redención es el misterio de la Pasión
y muerte de nuestro señor Jesucristo.
— Jesucristo quiso padecer y morir para satisfacer a Dios por
nuestros pecados y merecernos el Cielo.
— Fue crucificado en el monte Calvario, cerca de Jerusalén.
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Jesucristo murió el día de Viernes Santo, a las tres de la tarde.


Un soldado atravesó el costado de Jesucristo con una lanza que
penetró hasta su adorable Corazón.
— Honramos al sagrado corazón de Jesús por lo mucho
que nos ama y en reparación de las ofensas que recibe de los
pecadores.
— Jesucristo resucitó el día de Pascua, tercer día después
de su muerte.
— Después de haber resucitado, Jesucristo permaneció cua-
renta días en la tierra confirmando a los apóstoles en su doctri-
na y en la verdad de su resurrección.
— Jesucristo subió a los cielos cuarenta días después de
Pascua, el jueves de la Ascensión.
— Al fin del mundo, Jesucristo volverá a la tierra visible-
mente, para juzgar a todos los hombres y darles el premio o
el castigo que hayan merecido.
EL ESPíRITU SANTO
— Honramos especialmente al Espíritu Santo el día de Pen-
tecostés en que bajó sobre los apóstoles, diez días después de la
Ascensión.
— La tercera Persona de la Santísima Trinidad se llama par-
ticularmente con el nombre de Espíritu Santo porque procede
del Padre y del Hijo por vía de espiración y de amor (en latín,
spiratio, de spirare, quiere decir soplar, respirar; así, el Espíritu
Santo es como el soplo del Padre y del Hijo).

Acto de esperanza: Dios mío, espero con firme confianza


que me daréis, por los méritos de Jesucristo, vuestra gracia
en este mundo y vuestra gloria en el otro, porque me lo habéis
prometido y sois fiel en el cumplimiento de vuestras prome-
sas.
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— La santificación de las almas se atribuye en particular al


Espíritu Santo porque es obra de amor, y Él es el amor en el seno
de la Santísima Trinidad.
LA IGLESIA
— no hay más que una sola iglesia verdadera, que es la
establecida por Jesucristo.
— La verdadera Iglesia de Jesucristo se reconoce en que es
una, santa, católica y apostólica. Es una por estar unidos todos
sus miembros por una misma fe, un mismo culto y la obediencia
a una misma cabeza visible: el Papa. Es santa porque es santa
su Cabeza invisible, Jesúcristo, y santos son sus sacramentos,
sus leyes y muchos de sus miembros. Es católica, esto es, uni-
versal, porque abraza a los fieles de todos los tiempos y lugares,
de toda edad y condición. Es apostólica porque cree y enseña
todo lo que los apóstoles creyeron y enseñaron, y porque es go-
bernada por los pastores que legítimamente suceden a los após-
toles sin interrupción.

LAS POSTRIMERíAS
— La muerte es la separación temporal del alma y del cuer-
po.
— Después de la muerte, nuestra alma habrá de comparecer
delante de Dios para ser juzgada sobre sus buenas o malas obras.
— Después del juicio particular el alma va al Cielo, al Infier-
no o al Purgatorio.
— el cielo es un lugar de delicias donde los santos gozan

Acto de caridad: Dios mío, os amo con todo mi corazón y


por sobre todas las cosas, porque sois infinitamente bueno y
amable, y amo a mi prójimo como a mí mismo por amor a
Vos.
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con Dios de felicidad perfecta y perdurable. Van al Cielo to-


dos los que mueren en gracia de Dios y han satisfecho comple-
tamente por sus pecados.
— el infierno es un lugar de tormentos, en donde los con-
denados están separados de Dios para siempre y sufren pe-
nas horribles.
— el Purgatorio es un lugar de penas, donde las almas de
los justos acaban de purificarse de sus pecados antes de ir al
cielo.

2. — lo Que DeBeMos PrActicAr


— Para salvarnos debemos cumplir los mandamientos de la
Ley de Dios y los de la Iglesia.
MANDAMIENTOS DE LA LEY DE DIOS
1. Amar a Dios sobre todas las cosas.
2. No jurar el santo nombre de Dios en vano.
3. Santificar las fiestas.
4. Honrar padre y madre.
5. No matar.
6. No fornicar.
7. No hurtar.
8. No levantar falso testimonio ni mentir.
9. No desear la mujer del prójimo.
10. No codiciar los bienes ajenos.
— El primer mandamiento de la Ley de Dios nos manda ado-
rarle a Él solo y amarle más que a todas las criaturas, y prohi-
ble la idolatría, el sacrilegio y la superstición.
— El segundo mandamiento de la Ley de Dios prohibe jurar
en vano y decir blasfemias e imprecaciones, y nos manda cum-
plir los votos y promesas que hayamos hecho a Dios.
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— El tercer mandamiento de la Ley de Dios nos manda san-


tificar los domingos y fiestas de precepto. Las fiestas de pre-
cepto, en Argentina, además de los domingos, son: Circuncisión
de Nuestro Señor (1º de enero), Asunción (15 de agosto), Inma-
culada Concepción (8 de diciembre) y Navidad (25 de diciem-
bre). Para santificar los días festivos debemos principalmente
asistir a la Santa Misa y no trabajar en obras serviles.
— El cuarto mandamiento de la Ley de Dios nos manda amar,
obedecer y respetar a nuestros padres y asistirlos en sus necesi-
dades. También debemos honrar a las personas de legítima au-
toridad en la Iglesia y en la sociedad.
— El quinto mandamiento de la Ley de Dios prohibe cual-
quier acto que cause daño al prójimo o a uno mismo, en el alma
o en el cuerpo.
— El sexto mandamiento de la Ley de Dios prohibe las ac-
ciones, palabras y miradas contra la pureza; y el noveno, ade-
más, los pensamientos y deseos.
— El séptimo mandamiento de la Ley de Dios prohibe quitar
injustamente lo ajeno contra la voluntad de su dueño y todo lo
que puede causar perjuicio al prójimo en sus bienes.
— El octavo mandamiento de la Ley de Dios prohibe las
mentiras, los falsos testimonios y, en general, todo lo que perju-
dica al prójimo en su honra.

PRINCIPALES PRECEPTOS DE LA IGLESIA


1. Oír misa entera todos los domingos y fiestas de guardar.
2. Confesar por lo menos una vez al año.
3. Comulgar por Pascua Florida.
4. Ayunar cuando lo manda la Iglesia. La disciplina actual
de la Iglesia obliga al ayuno el Miércoles de Cenizas y el Vier-
nes Santo. Hay abstinencia de carne todos los viernes del año
(pero es posible sustituirla por una obra de misericordia).
5. Pagar los diezmos y primicias a la Iglesia de Dios.
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LAS VIRTUDES TEOLOGALES


— lA fe es una virtud sobrenatural, infundida por Dios
en nuestra alma, que nos hace creer firmemente todo lo que
Dios ha revelado y la iglesia nos enseña para que lo creamos.
— lA esPerAnZA es una virtud sobrenatural, infundi-
da por Dios en nuestra alma, que nos hace confiar firmemen-
te que Dios nos dará su gracia en esta vida, y después la
gloria del cielo.
— lA cAriDAD es una virtud sobrenatural, infundida
por Dios en nuestra alma, que nos hace amar a Dios por so-
bre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos por
amor de Dios.

EL PECADO

— el pecado es toda desobediencia voluntaria a la ley de


Dios o de la iglesia.
— Se llama pecado mortal el que se comete en materia gra-
ve, con plena advertencia y libre consentimiento.
— Pecado venial es el que se comete en cosa leve; o en cosa
grave pero sin advertencia o consentimiento plenos.
— El pecado, sea mortal o venial, se puede cometer de cinco
maneras: por el pensamiento, el deseo, la palabra, la obra y la
omisión.
— los pecados capitales son siete: soberbia, avaricia, lu-

comunión espiritual: ¡Oh Jesús mío!, creo en Vos y os ado-


ro realmente presente en el santísimo Sacramento del altar;
me arrepiento de haberos ofendido; os amo y os deseo; venid
a mi corazón; me uno a Vos; nunca os separéis de mí.
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juria, ira, gula, envidia y pereza. se llaman capitales porque


atraen hacia sí a muchos otros pecados.

3. — MeDios De sAlvAciÓn
— la gracia es un don sobrenatural que Dios nos conce-
de gratuitamente, por los méritos de Jesucristo, para ayu-
darnos a conseguir la vida eterna.
— Gracia habitual o santificante es aquella que permanece
en nosotros y hace a nuestra alma santa y agradable a Dios. La
gracia habitual se pierde por el pecado mortal.
— La gracia actual es un auxilio especial y momentáneo que
Dios nos da para ayudarnos a practicar el bien y evitar el mal.
— La gracia de Dios se obtiene principalmente por medio de
los sacramentos y la oración.
LOS SACRAMENTOS
— los sacramentos son signos sensibles instituidos por
Jesucristo para producir la gracia en nosotros y santificar-
nos. son siete: Bautismo, confirmación, eucaristía, Peni-
tencia, extremaunción, orden sagrado y Matrimonio.
— La Confirmación, la Eucaristía, la Extremaunción, el Or-
den Sagrado y el Matrimonio se llaman sacramentos “de vivos”,
porque deben recibirse en estado de gracia, que es la vida so-
brenatural del alma.
— Los sacramentos que pueden recibirse una sola vez son el
Bautismo, la Confirmación y el Orden Sagrado, porque impri-
men un carácter en el alma que dura para siempre.
— el BAutisMo es un sacramento que borra el pecado ori-
ginal, nos hace cristianos e hijos de Dios y de la iglesia. Se
hace derramando agua natural sobre la cabeza del que lo recibe,
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diciendo al mismo tiempo: “Yo te bautizo, en el nombre del Pa-


dre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Ordinariamente, sólo pue-
de bautizar el sacerdote, pero, en caso de necesidad, puede
bautizar cualquier persona que tenga uso de razón.
— la confirMAciÓn es un sacramento por el cual recibi-
mos la plenitud del espíritu santo y la abundancia de sus
dones. Estos dones son siete: sabiduría, entendimiento, conse-
jo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
— la eucAristíA es un sacramento que contiene real y
verdaderamente el cuerpo, sangre, Alma y Divinidad de
nuestro señor Jesucristo, bajo las especies de pan y vino.
— Después de la Consagración, tanto en la hostia como en el
cáliz, está todo entero Jesucristo, Dios y Hombre verdadero; y
del pan y vino sólo quedan las apariencias.
— la Misa es el sacrificio del cuerpo y de la sangre de
Jesucristo ofrecidos a Dios bajo las apariencias del pan y del
vino, por el ministerio del sacerdote. El sacrificio de la Misa
es el mismo que el de la Cruz.
— la comunión es el acto de recibir a Jesucristo en la
eucaristía, para nuestro alimento espiritual. Para comulgar
dignamente se requiere hallarse en estado de gracia, saber lo que
se va a recibir y no haber comido cosa alguna desde tres horas
antes (Pío XII). El que comulga en pecado mortal comete un
grave pecado de sacrilegio.
— La Comunión bien hecha aumenta la gracia santificante,
borra las culpas veniales, preserva de las mortales y es prenda
de vida eterna.
— la PenitenciA es el sacramento instituido para perdo-
nar los pecados cometidos después del Bautismo. Para con-
fesarse bien se necesitan cinco cosas: examen de conciencia,
dolor de los pecados, firme propósito de enmienda, confesión
de los pecados al sacerdote y cumplir la penitencia impuesta por
el confesor.
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— El examen de conciencia se hace recordando los pecados


cometidos contra cada uno de los mandamientos de la Ley de
Dios y de la Iglesia, y las obligaciones del propio estado.
— la contrición es un dolor o sentimiento de haber ofen-
dido a Dios por ser infinitamente bueno y amable y porque
el pecado le disgusta. La atrición es un pesar de haber ofendi-
do a Dios, principalmente por temor de perder el Cielo y de ir al
infierno.
— El firme propósito de enmienda es no querer pecar más.
— Para que la confesión sea buena, estamos obligados a con-
fesar todos los pecados mortales que recordamos haber cometi-
do. Quien voluntariamente escondiese un solo pecado mortal
hace una confesión sacrílega.
— La absolución es el perdón de los pecados que concede el
sacerdote, en nombre de Jesucristo, al penitente bien dispuesto.
— la eXtreMAunciÓn es un sacramento instituido para
el alivio espiritual y aún temporal de los enfermos. Perdona
los pecados que no haya podido confesar el enfermo, aumenta
la gracia santificante, fortalece contra las tentaciones y ayuda a
sufrir con paciencia la enfermedad.
— el orDen sAGrADo es un sacramento que da el poder
y la gracia necesarios para ejercer dignamente las funciones
eclesiásticas.
— Jesucristo estableció el sacramento del MAtriMonio pa-
ra santificar la unión legítima del hombre y la mujer y darles las
gracias necesarias a su estado. Este sacramento da gracia a los
casados para vivir en santa unión y educar cristianamente a los
hijos.
LA ORACIóN
— oración es la elevación del alma a Dios para adorarle,
darle gracias y pedirle favores. Debemos orar en nombre de
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Jesucristo y con atención, humildad, confianza y perseverancia.


— Dios atiende siempre nuestras oraciones si las hacemos
bien y si lo que pedimos conviene a nuestra salvación. Convie-
ne particularmente orar por la mañana y por la noche, los do-
mingos y fiestas, y en las tentaciones y peligros.

4. — verDADes esenciAles
contrA los errores MoDernos
Se llaman “errores modernos” a aquellos errores liberales que enve-
nenan al mundo desde la Revolución francesa. A pesar de haber sido
condenados repetidas veces por los Papas, triunfaron en la Iglesia a
raíz del Concilio Vaticano II y llevan ahora a innumerables almas por
el camino de la apostasía y de la condenación. Contra estos errores
gravísimos, damos aquí algunas “verdades esenciales” entresacadas
de las enseñanzas del Magisterio Tradicional de la Iglesia. Todo cató-
lico deseoso de salvar su alma debe conocer y comprender bien la
doctrina de la Iglesia sobre estos puntos.
— la verdad no depende del hombre, ni la ley moral, ni
Dios, ni la religión. la voluntad del hombre no hace el bien,
ni la verdad, ni el derecho. todas estas cosas escapan por
completo a los caprichos y fantasías de cada uno.
— No basta ser sincero y de buena fe, es preciso estar en la
verdad, es decir tener el pensamiento conforme con la realidad
de las cosas. Aunque se esté convencidísimo de que este pastel
es bueno, si está envenenado sin duda me matará. Aunque me
guste tal religión, si es falsa no me servirá de nada.
— la verdad revelada no puede cambiar: es la misma pa-
ra todos los hombres y para todos los tiempos.* Es tan in-

* “En verdad os digo: antes pasará el cielo y la tierra, que pase una
sola iota o una tilde de la ley, sin que todo se verifique” (del Evangelio
según San Mateo 5, 18).
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mutable como Dios mismo. La conocemos infaliblemente por


la Tradición de la Iglesia y las definiciones solemnes de los Pa-
pas. Nadie, ni siquiera el Papa, puede obligarnos a abandonar-
la para adoptar doctrinas nuevas (Gálatas 1, 8).
— La existencia de un Dios personal, infinito, todopoderoso,
soberanamente sabio y poseedor de toda ciencia, se puede pro-
bar por la razón natural. De modo que son inexcusables todos
los que no le glorifican (Concilio Vaticano I; Romanos 1, 21).
— Dios es quien nos ha creado, y Dios y sólo Dios es quien
nos salvará, si nos sometemos a Él de todo corazón.
— El pecado es el más grave y el más temible de todos los
males. Nunca se puede pecar, aunque sea para salvar el mundo
entero.* Para salvarse, además, es necesario apartarse de las
ocasiones próximas de pecado, como son la televisión o la fre-
cuentación de hombres impíos y doctrinas falsas.
— Nadie puede salvarse por una religión falsa. Hay una so-
la religión verdadera que es la católica. Fuera de ella, esto es,
fuera de la Iglesia romana, no hay salvación. (Condenación del
Ecumenismo por Pío XI, “Mortalium Animos”).
— la iglesia fundada por Jesucristo es misionera: no es
ecuménica y no entra en diálogo con aquellos que están fue-
ra de su seno, sino sólo con vistas a su conversión.
— Todo hombre, mediante el uso de su razón, puede alcan-
zar con certeza las verdades esenciales, como la existencia de

* El que comete un pecado, aunque sea una leve mentira, para salvarse
o salvar a otros de la muerte, por ejemplo, causa un mal mucho más
grande que el bien que pretende conseguir: deshonra a Dios, y contribuye
por su mal ejemplo a arruinar el bien de la virtud en la sociedad. El que,
por el contrario, no vacila en sacrificar su vida antes que pecar, da una
gran gloria a Dios, salva su alma y con su ejemplo de virtud contribuye
poderosamente a la edificación del prójimo, y a la prosperidad, incluso
temporal, de la humanidad. Es, por lo tanto, una ilusión y un engaño
pensar que se puede conseguir un bien por medio del pecado.
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Dios. La verdad de la revelación cristiana está clarísimamente


demostrada por la realización de las profecías y milagros (San
Pío X, Juramento antimodernista).
— El fin principal del matrimonio es la generación de los hi-
jos y su educación para que se salven.
— todo uso del matrimonio en el cual los esposos se es-
fuerzan en quitar al acto su virtud procreativa es contrario
a la ley de Dios y a la ley natural, y los que lo hacen cometen
un pecado mortal (Pío XI, “Casti Connubii”).
— Ni la ecología, ni el peligro de superpoblación, ni los lla-
mados “derechos del hombre” podrán jamás justificar crímenes
abominables como el aborto, la contracepción, la fecundación
artificial, y otras perversiones por el estilo.
— Dios no quiere la igualdad entre las clases sociales, ni
la igualdad entre hombre y mujer. Hizo a todos desiguales
para la armonía y el buen orden de la sociedad y del universo.
Según el derecho natural, el varón es el jefe de la familia, a quien
toca gobernarla para el bien material y espiritual de todos (San
Pío X, “Notre Charge Apostolique”).
— El comunismo es intrínsecamente perverso, y no se puede
admitir en ningún terreno la colaboración con él por parte de los
que quieren salvar la civilización cristiana (Pío XI, “Divini Re-
demptoris”).
— el error y el mal no tienen derechos, ni merecen de por
sí ningún respeto. la libertad del error y de prensa es un
mal y es causa de la perdición de innumerables almas.*
— Todos los gobernantes y todos los que tienen algún poder
en la sociedad tienen la obligación grave de defender en cuanto
les sea posible la religión verdadera, ayudando fielmente a la

* “¿Puede acaso haber muerte más espantosa para el alma, que la li-
bertad para el error?” (San Agustín).
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Iglesia en su misión de salvar las almas. Si no lo hacen, Dios


les pedirá cuenta por ello (Pío XI, “Quas Primas”, sobre la rea-
leza social de Cristo).
— El laicismo o neutralidad del Estado en materia religiosa
es un error condenado por la Iglesia y que lleva a las naciones y
al mundo entero a su perdición. Es obligación imprescindible
del Estado someterse a la Iglesia en todo lo que atañe a la salva-
ción de las almas.
— los nuevos ritos de la misa (posteriores al concilio va-
ticano ii) se alejan de manera impresionante, tanto en con-
junto como en detalle, de la teología católica de la santa Misa
(cardenales ottaviani y Bacci, “Breve Examen Crítico del
Novus Ordo Missæ”). es necesario, por lo tanto, atenerse ex-
clusivamente al rito tradicional, aquel que fue codificado y
autorizado para siempre por el Papa san Pío v (Bula “Quo
Primum Tempore”).
— En todas las cosas, en la sociedad civil como en la Iglesia,
hay que obedecer a Dios antes que a los hombres (Hechos 5,
29). No es lícito obedecer al Papa o a los Obispos cuando nos
mandan algo contrario a la fe católica.
— Dios es infinitamente poderoso, pero no puede hacer una
cosa contradictoria, como por ejemplo un círculo cuadrado. De
la misma manera, Dios es infinitamente bueno, y sin embargo
nunca podrá hacer que un pecador que muera en su pecado se
salve.
— los que hayan hecho el bien en su vida irán a la vida
eterna; pero los que hayan hecho el mal irán al fuego eter-
no. tal es la fe católica, que si alguien no la guarda fiel y fir-
memente, no podrá salvarse (Símbolo de San Atanasio,
también llamado “Quicumque”, pág. 226).
— “los verdaderos amigos del pueblo no son ni los revo-
lucionarios ni los novadores, sino los tradicionalistas” (San
Pío X, “Notre Charge Apostolique”).
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cÁnti cos

tieMPo De nAviDAD
ADÉSTE, FIDÉLES
Adéste, fidéles, Venid, fieles,
læti triumphántes: gozosos, triunfantes:
Veníte, veníte venid, venid
in Béthleem; a Belén;
Natum vidéte ved ya nacido
Regem angelórum, al Rey de los Ángeles,

Veníte, adorémus (bis), Venid y adoremos (bis),


Veníte, adorémus Dóminum. venid y adoremos al Señor.

En, grege relícto, Ved que, dejando el rebaño,


húmiles ad cunas unos humildes pastores
Vocáti pastóres corren al ser llamados
appróperant; a la cuna:
Et nos ovánti También nosotros gozosos
gradu festinémus, apresuremos el paso,

Veníte, adorémus… Venid y adoremos…

Ætérni Paréntis Al resplandor eterno


spléndorem ætérnum, del eterno Padre,
Velátum sub carne velado bajo la carne
vidébimus; le veremos.
Deum infántem A un Dios niño
pannis involútum, en pañales envuelto,
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Venid y adoremos… veníte, adorémus…

Por nosotros se hizo pobre Pro nobis egénum


y está recostado en el heno; et fœno cubántem
calentémosle con piadosos Piis foveámus
abrazos. ampléxibus;
Al que así nos ha amado, Sic nos amántem
¿quién no le amará? quis non redamáret?

Venid y adoremos… Veníte, adorémus…

PASTORES DE LA MONTAñA

1. Pastores de la montaña
oíd el célico cantar
que en los aires acompaña
de la brisa el murmurar:

Glória in excélsis Deo!


Glória in excélsis Deo!

2. El Mesías prometido,
el que cura todo mal,
humilde hoy nos ha nacido
en Belén, en un portal:

Glória in excélsis Deo!


Glória in excélsis Deo!

3. El mismo Dios es su Padre


su trono en el cielo está;
una Virgen es su Madre
hoy nace, y eterno es ya:

Glória in excélsis Deo!


Glória in excélsis Deo!
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tieMPo De cuAresMA
PERDóN, ¡OH DIOS MíO!
Perdón, ¡oh Dios mío! 5. Yo fui quien del duro
perdón e indulgencia, madero inclemente,
perdón y clemencia, te puso pendiente
perdón y piedad. con vil impiedad.
1. Pequé, ya mi alma Perdón, ¡oh Dios mío!…
su culpa confiesa.
Mil veces me pesa 6. Mas ya arrepentido
de tanta maldad. te busco lloroso,
¡oh Padre amoroso!
Perdón, ¡oh Dios mío!… ¡oh Dios de bondad!
2. La gloria he perdido Perdón, ¡oh Dios mío!…
merezco el infierno.
¡Perdón, Padre Eterno! 7. Mil veces me pesa
¡Jesús, perdonad! de haber, obstinado,
tu pecho rasgado,
Perdón, ¡oh Dios mío!… ¡oh Suma Bondad!
3. Por mí en el Calvario Perdón, ¡oh Dios mío!…
tu Sangre vertiste
y prendas me diste 8. Señor, triste vuelvo
de amor y humildad. buscando consuelo,
pequé contra el Cielo,
Perdón, ¡oh Dios mío!… pequé contra Ti.
4. Y yo en recompensa Perdón, ¡oh Dios mío!…
pecado a pecado
la copa he llenado 9. ¡Piedad! Fiel prometo,
de la iniquidad. oh Dios de clemencia,
hacer penitencia
Perdón, ¡oh Dios mío!… y no pecar más.
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¡OH BUEN JESÚS!


1. ¡Oh buen Jesús! Yo creo firmemente
que por mi bien estás en el altar,
que das tu Cuerpo y Sangre juntamente
al alma fiel en celestial manjar,
al alma fiel en celestial manjar.

2. Indigno soy, confieso avergonzado,


de recibir la Santa Comunión:
Jesús, que ves nada y mi pecado,
prepara Tú mi pobre corazón,
prepara Tú mi pobre corazón.
3. Pequé, Señor; ingrato te he ofendido;
infiel te fui, confieso mi maldad:
contrito ya, perdón, Señor, te pido:
eres mi Dios, apelo a tu bondad,
eres mi Dios, apelo a tu bondad.
4. Espero en Ti, piadoso Jesús mío,
oigo tu voz que dice “Ven a Mí”;
porque eres fiel, por eso en Ti confío
todo, Señor, espérolo de Ti,
todo, Señor, espérolo de Ti.
5. Oh buen Pastor, amable y fino amante:
mi corazón se abrasa en santo ardor,
si te olvidé hoy juro que constante
he de vivir tan sólo de tu amor,
he de vivir tan sólo de tu amor.
6. Dulce maná y celestial comida,
gozo y salud de quien te come bien;
ven sin tardar, mi Dios, mi luz, mi vida,
desciende a mí, hasta mi pecho, ven,
desciende a mí, hasta mi pecho, ven.
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A nuestro señor
sAcrAMentADo
CRISTIANOS VENID

Cristianos, venid,
cristianos, llegad:
a adorar a Cristo,
a adorar a Cristo,
que está en el altar.

1. Creo en Dios, en Dios espero,


amo a Dios mi Redentor,
amo a la Iglesia de Cristo,
sin la cual no hay salvación.

2. Son verdades reveladas


que existe un Dios Creador,
que la gloria dará al justo
y el infierno al pecador.

3. Es un Dios en tres personas,


iguales en perfección:
Padre, Hijo, Espíritu Santo,
y no hay más que un solo Dios.

4. Quiso el Hijo hacerse hombre


sin dejar el Ser de Dios,
y nació de Madre Virgen
para nuestra salvación.

5. Predicó el Santo Evangelio


y clavado en Cruz murió;
para salvarnos a todos
la Santa Iglesia fundó.
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6. Siete son los sacramentos


que Jesús instituyó
y en ellos nos da la gracia
que en la Cruz nos mereció.
7. Si la gracia del Bautismo
has perdido, pecador,
puedes recobrarla haciendo
una buena confesión.
TE ADORAMOS, HOSTIA DIVINA
1. Te adoramos, Hostia Divina,
te adoramos, Hostia de amor,
Tú del ángel eres delicia,
Tú del hombre eres honor:
te adoramos, Hostia Divina,
te adoramos, Hostia de amor.
2. Te adoramos, Hostia Divina,
te adoramos, Hostia de amor,
Tú del fuerte eres dulzura,
Tú del débil eres vigor:
te adoramos, Hostia Divina,
te adoramos, Hostia de amor.
DIOS DE LOS CORAzONES
* Dios de los corazones,
Sublime Redentor,
domina a las naciones
y enséñales tu amor * (bis).
1. Señor Jesucristo, que en la última Pascua
tu Sangre divina diste antes de darla:
tu Cuerpo y tu Sangre deseamos con ansias
¡en dónde está el Cuerpo se juntan las águilas!
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Dios de los corazones, Sublime Redentor,


domina a las naciones y enséñales tu amor.
2. Conocen tu nombre la urbe y el río,
la línea que es pampa y el germen que es trigo.
Y cálidas notas de timbre argentino
saludan tu hechura de Dios escondido.
Dios de los corazones, Sublime Redentor,
domina a las naciones y enséñales tu amor.
3. Pasearon el Corpus por nuestros solares
los hombres que luego fundaban ciudades.
Y abrían los surcos para los trigales:
espigas dan hostias y leños, altares.
Dios de los corazones, Sublime Redentor,
domina a las naciones y enséñales tu amor.
4. Bandera, tu Cuerpo fue en la azul atmósfera,
y el cáliz dorado fue el sol de tu gloria.
Antes que el arado rompiera la costra,
de la tierra virgen se elevó tu Forma.
Dios de los corazones, Sublime Redentor,
domina a las naciones y enséñales tu amor.
5. Rey manso que sellas la tierra argentina
con el sello blanco de la Eucaristía:
la patria se aroma de incienso de Misas,
Tú rozas los labios y alientas las vidas.
Dios de los corazones, Sublime Redentor,
domina a las naciones y enséñales tu amor.
6. En torno a tu mesa cien pueblos y razas
nutrió de infinito tu oculta substancia.
Pequeñez inmensa que multiplicada
es pan para el hambre de todas las almas.
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CANTEMOS AL AMOR DE LOS AMORES

1. Cantemos al Amor de los Amores,


cantemos al Señor:
¡Dios está aquí!
venid, adoradores, adoremos
a Cristo Redentor.

¡Gloria a Cristo Jesús!


Cielos y tierra, bendecid al Señor:
¡honor y gloria a Ti, Rey de la gloria,
amor por siempre a Ti, Dios del Amor!

2. Unamos nuestra voz a los cantares


del coro celestial:
¡Dios está aquí!
al Dios de los altares alabemos
con gozo angelical.

¡Gloria a Cristo Jesús!…

3. Los que buscáis solaz en vuestras penas


y alivio en el dolor:
¡Dios está aquí!
y vierte a manos llenas mil tesoros
divinos de dulzor.

¡Gloria a Cristo Jesús!…

4. Que abrase nuestro ser la viva llama


del más ferviente amor:
¡Dios está aquí!
está porque nos ama como Padre,
Amigo y Bienhechor.

¡Gloria a Cristo Jesús!…


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ALABADO SEA EL SANTíSIMO

1. Alabado sea el Santísimo


Sacramento del altar,
y la Virgen concebida
sin pecado original (bis).

2. Celebremos con fe viva


este Pan angelical,
y la Virgen concebida
sin pecado original (bis).

3. Es el Dios que da la vida


y nació en el portal
de la Virgen concebida
sin pecado original (bis).
4. El manjar más regalado
de este suelo terrenal
es Jesús Sacramentado,
Dios eterno e inmortal (bis).

Al sAGrADo corAZÓn
CRISTO JESÚS
1. Cristo Jesús, en Ti la patria espera
gloria buscando con intenso ardor:
guíala Tú, bendice su bandera,
dando a su faz magnífico esplendor.
¡Salve, divino foco de amor!
¡Salva al pueblo argentino,
escucha su clamor:
salva al pueblo argentino,
Sagrado Corazón!
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2. ¡Oh, Corazón, de caridad venero!


Lejos de Ti, no espera salvación;
salva su honor, arroja a su sendero
luz inmortal, destello de tu amor.
3. Siempre jamás nuestra nación creyente
jura ante Dios su pabellón seguir;
sólo ante Ti la pudorosa frente
inclinará sus votos al cumplir.
4. Dicha y honor disfruten los hogares
donde la imagen de tu pecho esté;
digna piedad circunde los altares,
flor celestial de la cristiana fe.
5. Dulce Jesús: poblados y desiertos
piden al par tu santa bendición;
duerman en paz nuestros queridos muertos,
salva el hogar, la patria y religión.

ACTO DE DESAGRAVIO
(con la misma melodía que “Cristo Jesús”)
1. Oh buen Jesús, oh Redentor amado
veme a tus pies cubierto de dolor,
al recordar lo mucho que he pecado
y lo que Tú sufriste por mi amor.
¡Oh, Dios clemente, piedad, perdón!
y salva a nuestra patria,
Sagrado Corazón,
y salva a nuestra patria,
Sagrado Corazón.
2. ¡Qué ingratitud, oh Salvador amable!
Tú por mi bien, estás en el altar;
oras por mí, y con cariño afable,
y tierno amor, me llamas sin cesar.
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299

3. ¡Ah, buen Señor, cuán poco te ama el hombre,


huye de Ti, desdeña tu bondad,
y sin temor, blasfema de tu nombre,
tu Corazón desgarra sin piedad!
4. Mas, buen Jesús, hoy vengo arrepentido
y con fervor imploro tu perdón,
sí, dulce amor, atiende mi gemido,
oye mi voz: ¡perdona a tu nación!
5. Suban, Señor, mis ruegos hasta el Cielo
y en tu bondad te apiades del mortal;
gracia, Señor, por los que en este suelo
no te aman ya, y buscan sólo el mal.
6. Perdón, Señor, perdón manso Cordero
por los que a Ti no quieren adorar;
y con furor, persiguen a tu clero
y la piedad quisieran desterrar.
7. Perdón, Señor, por las profanaciones
que sin cesar recibes en tu altar;
perdón, Jesús, por todas las naciones
que sin tu ley se quieren gobernar.
8. ¡Oh, buen Jesús, perdón por los blasfemos
que sin temor provocan tu rigor!
antes morir, hoy todos prometemos
que maldecir el nombre del Señor.
9. Perdón, Jesús, por nuestra prensa impía,
que por doquier propaga la impiedad;
danos, Señor, la fuerza y la energía
para luchar en pro de la verdad.
10. Perdón, Señor, por los aquí presentes,
que con fervor imploran tu piedad;
danos, Jesús, a todos penitentes,
tu bendición, cual prenda de amistad.
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TÚ REINARÁS
1. ¡Tú reinarás! Éste es el grito
que ardiente exclama nuestra fe,
¡Tú reinarás! Oh, Rey bendito
pues Tú dijiste: “Reinaré”.
Reine Jesús por siempre
reine su Corazón,
en nuestra Patria, en nuestro suelo,
que es de María la nación;
en nuestra Patria, en nuestro suelo,
que es de María la nación.
2. ¡Tú reinarás! Dulce esperanza
que al alma llena de placer;
habrá por fin paz y bonanza,
felicidad habrá doquier.
3. ¡Tú reinarás! Dichosa era
dichoso el pueblo con tal Rey;
será tu Cruz nuestra bandera,
tu amor será la nuestra ley.
4. ¡Tú reinarás! En este suelo
te prometemos nuestro amor:
¡oh, buen Jesús!, danos consuelo
en este valle de dolor.
5. ¡Tú reinarás! Reina ya ahora
en esta casa y población,
ten compasión del que te implora
y acude a Ti en la aflicción.
6. ¡Tú reinarás! Toda la vida
trabajaremos con gran fe
en realizar y ver cumplida
la gran promesa: “¡Reinaré!”
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301

ULTRAMONTANO
1. Ultramontano corre alegre al combate
contra el enemigo de la fe y del altar,
toma tu espada con valor y coraje,
¡Dios te ayudará!
¡Qué importa
si el enemigo es fuerte,
si luchas por la verdad!
¡La Virgen del combate,
pronto, pronto
los aplastará!
2. Anticristianos se han formado en batalla,
desde sus filas se les oye blasfemar;
Nuestra Señora está siendo difamada,
¡vamos a luchar!
3. Contra el enemigo han levantado sus fuerzas
los estandartes de la revolución,
bajo la Misa juntemos nuestras almas:
¡por la Tradición!
4. Arma tu alma fiel apóstol de Cristo
no temas nunca tu sangre derramar,
Dios te lo pide por amor a las almas:
¡vamos a luchar!
5. Fija tus ojos en el Cielo, soldado,
donde verás la Cruz triunfante brillar;
ella será tu recompensa por siempre:
¡vamos a luchar!
6. Nuestra Señora nos dará la victoria,
los enemigos sus blasfemias callarán;
Santa María, por amor a tu Hijo:
¡vamos a luchar!
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302

A nuestrA señorA
A DIOS QUEREMOS
(con la misma melodía que “Tú reinarás”)
1. ¡A Dios queremos! Virgen María,
llena los votos del corazón;
a Ti clamamos, ¡oh, Virgen pía!
escucha, oh Madre, nuestra oración.

Bendice, oh Santa Madre,


la voz de nuestra fe:
¡a Dios queremos! es nuestro Padre,
¡a Dios queremos! es nuestro Rey;
¡a Dios queremos! es nuestro Padre,
¡a Dios queremos! es nuestro Rey.

2. ¡A Dios queremos! Nuestra plegaria


repita el cielo, la tierra, el mar:
suene en la playa más solitaria
donde se eleva cristiano altar.

3. ¡A Dios queremos en la enseñanza!


Porque la infancia desde su albor
lleve en su alma fe y esperanza
y a Jesús ame, su Redentor.

4. ¡A Dios queremos en la familia!


Dios es la llama de nuestro amor:
píos y castos sean los hijos
y a Dios den todos gloria y honor.

5. ¡A Dios queremos en las costumbres!


¡Dios en la ciencia, Dios en la ley!
Bajo su imperio seremos grandes,
libres del yugo de Lucifer.
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LA VIRGEN MARíA
1. La Virgen María es nuestra Protectora,
Nuestra gran Señora, no hay nada que temer:
vence al mundo, demonio y carne,
¡guerra, guerra contra Lucifer! (bis).

2. La Virgen María protege la inocencia


con su gran clemencia, y vence al Tentador:
para que al Cielo vayamos cantando
“Gloria, gloria a Cristo Redentor” (bis).

3. Por miles sus hijos cayeron destrozados,


eran los soldados de Cristo, nuestro Rey:
pero las balas les dieron vida y alas
y volaron y están a sus pies (bis).

4. Somos sus hijos y estamos orgullosos


de esta gran Señora, aquella que una vez
desde el Calvario ofreció a su Hijo
Víctima de Amor por nuestra fe (bis).

EL AVE DE FÁTIMA

Ave, Ave, Ave María;


Ave, Ave, Ave María.
1. Cantad a María 3. Hermosa doncella
con fe y devoción: radiante de albor,
que reina por siempre a tres pastorcillos
su gran Corazón. dirige su voz.

2. El trece de mayo 4. Del Santo Rosario


a Cova de Iría la Reina soy Yo:
bajó de los cielos cambiad ya de vida
la Virgen María. no ofendáis a Dios.
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5. ¡Cuántos al Infierno 7. Hagámosle todos,


van sin remisión! pues, consagración,
Se salvará el mundo y los cinco sábados
por mi Corazón. de reparación.

6. Quiere Dios que cunda 8. La Virgen de Fátima


esta devoción viene en procesión,
en el individuo, a dar su mensaje
familia y nación. a nuestra nación.
OH MARíA, MADRE MíA

¡Oh María, Madre mía,


oh consuelo del mortal,
* amparadme y guiadme
a la Patria Celestial! * (bis)

1. Con el ángel de María


las grandezas celebrad,
transportados de alegría
sus finezas publicad.

2. Quien a Ti ferviente clama


halla auxilio en el pesar,
pues tu nombre luz derrama,
gozo y bálsamo sin par.

3. Pues te llamo con fe viva,


muestra, oh Madre, tu bondad:
a mí vuelve compasiva
esos ojos de piedad.

4. De sus gracias tesorera


te ha nombrado el Redentor;
con tal Madre y Medianera
nada temas, pecador.
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AL CORAzóN BENIGNO DE MARíA


1. Al Corazón benigno de María
ven sin tardar, ¡oh pobre pecador!
En su bondad, aquel que se confía
perdón y paz alcanza del Señor.
Santa María, Madre de Dios,
en este día ruega por nos;
Santa María, Madre de Dios,
en este día ruega por nos,
en este día ruega por nos.
2. ¡Oh pecador! en lágrimas deshecho,
“María” di… María volará.
Ven sin temor, abrígate en su pecho:
el mismo Dios allí te escuchará.
3. Tu Corazón es fuente de pureza,
que no empañó la culpa original:
Dios te colmó de gracia y de belleza
para salvar la triste humanidad.
4. Di, pues, con fe, ante sus pies rendido:
“¡Perdón, mi Dios, de mí ten compasión!”
Al pecador que vuelve arrepentido
no puedes, no, negar su salvación.

QUIERO LLEGAR
1. Quiero llegar hasta tus pies benditos
para implorar sobre mi vida entera
la bendición que ampare mi alegría:
¡Auxiliadora, Madre mía!
2. Por ti viví mis años de inocencia
porque aprendí de labios de mi madre
a invocar tu nombre cada día:
¡Auxiliadora, Madre mía!
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3. Tuya será mi juventud inquieta,


frágil barquilla en borrascosos mares,
pues Tú serás su brújula y su guía:
¡Auxiliadora, Madre mía!
4. Y hasta el postrer momento de mi vida
ruego que ayudes con materna mano
al pecador que sólo en Ti confía:
¡Auxiliadora, Madre mía!

VENID Y VAMOS TODOS


Venid y vamos todos 3. Por ellas, te rogamos,
con flores a porfía, si, cándidas, te placen,
* con flores a María las que en la gloria nacen,
que Madre nuestra es * (bis). en cambio, Tú nos des.
1. De nuevo aquí nos tienes, 4. También te presentamos,
purísima doncella, cual más preciados dones,
más que la luna bella, rendidos corazones
postrados a tus pies. que Tú ya los posees.
2. Venimos a ofrecerte 5. Tu poderosa mano
las flores de este suelo, defiéndanos, Señora,
con cuánto amor y anhelo, y siempre desde ahora
Señor, Tú lo ves. a nuestro lado estés.
UN DíA LA VERÉ

Un día al Cielo iré


y la contemplaré:
un día al Cielo iré
y la contemplaré.
1. ¡Un día la veré! 2. ¡Un día la veré!
con célica armonía, es el cantar del alma,
las glorias de María que mi tormento calma
dichoso cantaré. y aliento da a mi fe.
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3. ¡Un día la veré! 4. Gloriosa en su Asunción,


en la radiante gloria los cielos la coronan,
con himnos de victoria por Reina y por Señora
su nombre ensalzaré. de toda creación.
TOMA VIRGEN PURA

Toma, Virgen pura,


nuestros corazones;
* no nos abandones
jamás, jamás * (bis).
1. Mil querubes bellos 3. Mi alma, Madre, ansía,
orlan tu dosel, en la eternidad,
quiero estar con ellos: con suave armonía
Virgen, llévame; tu loor cantar.
contigo en el Cielo, Y en sublime abrazo
colmado mi anhelo, allí en tu regazo
¡qué feliz seré! a Dios alabar.
Toma, Virgen pura Toma, Virgen pura
nuestros corazones; nuestros corazones;
no nos abandones no nos abandones
jamás, jamás. jamás, jamás.
2. Allí tu hermosura 4. Allí, Madre mía,
por siempre veré, ¡qué dulce será
y eternal ventura la suave ambrosía
con Ella tendré. de tu amor gustar!
Allí, tus loores, Por siempre dichosos,
con himnos de amores, con himnos gloriosos
sin fin cantaré. a Dios ensalzar.
Toma, Virgen pura Toma, Virgen pura
nuestros corazones; nuestros corazones;
no nos abandones no nos abandones
jamás, jamás. jamás, jamás.
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REINA DE COLOMBIA
Reina de Colombia difundes doquier (bis).
por siempre serás,
es prenda tu nombre Reina de Colombia…
de júbilo y paz. 5. Consuelo del justo,
1. Desde tu santuario luz del pecador,
a nosotros ven; nuestras penas calmas,
pues eres la egregia y en tu trono augusto
Virgen del Rosario, de piadosas almas
con corona regia oyes el clamor (bis).
ceñirás tu sien (bis). Reina de Colombia…
Reina de Colombia… 6. Como la heroína,
2. La nación entera gozo de Israel,
con culto filial eres nuestra gloria,
tus glorias pregona, princesa divina,
tu imagen venera, que das la victoria
y en tu honor entona a tu pueblo fiel (bis).
un himno triunfal (bis).
Reina de Colombia…
Reina de Colombia…
7. Madre Inmaculada,
3. A tu paso extienda prez del serafín,
su invicto pendón gloria del Carmelo,
la Patria querida ¡oh! Virgen sagrada
que hoy te da en ofrenda haz que allá en el Cielo
la noble acogida te honremos sin fin (bis).
de su corazón (bis).
Reina de Colombia…
Reina de Colombia…
8. A tal soberana
4. Llena de hermosura, jurando lealtad,
de gracia y poder, hijos de la hermosa
tu imagen avanza tierra colombiana
majestuosa y pura; con voz fervorosa
Tú que la esperanza sus triunfos cantad (bis).
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VIRGEN DEL CARMEN BELLA


1. Virgen del Carmen bella, 2. Salva, Señora, a Chile,
Madre del Salvador mira que es tu nación
de tus amantes hijos guíala por las sendas
oye el cantar de amor. de la virtud y honor.
Dios te salve, María, 3. Tu escapulario santo
del Carmen bella flor: Dios tanto ennobleció
* salve, esperanza mía, que libra del Infierno
salve, raudal de amor * (bis). al pobre pecador.
LA GUADALUPANA
1. Desde el cielo una hermosa mañana (bis),
la Guadalupana (ter)
bajó al Tepeyac.
2. Su llegada llenó de alegría (bis),
de luz y armonía (ter)
todo el Anahuac.
3. Sobre el pecho juntaba sus manos (bis),
y eran mexicanos (ter)
su porte y su faz.
4. Junto al monte pasaba Juan Diego (bis),
y acercóse luego (ter)
al oír cantar.
5. Juan Dieguito, la Virgen le dijo (bis),
este cerro elijo (ter)
para hacer mi altar.
6. Y en su tilma de rosas pintada (bis),
su imagen amada (ter)
se dignó dejar.
7. Desde entonces para el mexicano (bis),
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ser guadalupano (ter)


es algo esencial.
8. Y en sus penas se postra de hinojos (bis),
y eleva sus ojos (ter)
hacia el Tepeyac.

A LA VIRGEN DE LUJÁN
¡Oh María, Madre mía,
Virgencita de Luján!
* Amparadme y guiadme
a la patria celestial * (bis).
1. En un día de milagro
junto al río de Luján,
te quedaste con nosotros
tierna Madre de bondad.
2. Hoy los hijos que te aman
vienen juntos a rezar
por la patria y por el mundo,
implorándote la paz.
3. Ten piedad de nuestras almas,
no queremos más pecar,
en Ti está nuestra esperanza,
no la puedes defraudar.
4. Una gracia te pedimos,
Medianera Universal:
de vivir siempre a tu lado
y de amarte más y más.
5. Que al cerrarse nuestros ojos,
Virgencita de Luján,
contemplemos en el cielo
tu belleza virginal.
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HIMNO ¡VALOR!
(De la Obra de Ejercicios del R.P. Francisco de Paula Vallet)
Valor, marchemos adelante,
Cristo es el Rey y ha de triunfar.
la lucha es sólo de un instante,
cantando, hermanos, avanzad.
Demonio y mundo vamos a vencer
con firme abnegación, llevando nuestra cruz
¡Perseverar, jamás ceder!
Ya de la célica mansión vése brillar eterna luz.
1. Por puro amor un Dios nos crea
Soñando en darnos el Edén:
a mayor gloria todo sea
de Quien es todo nuestro bien.
2. Es infinito, es impasible,
Se encarna y nace Salvador.
Así, morir le es ya posible.
¿Qué harán los hombres por su amor?
3. Por conquistar toda la tierra
Y aún enemigos rescatar,
El Rey de paz llama a la guerra.
¡No es tiempo ya de vacilar!
4. Dos campos hay, hay dos banderas:
la de Jesús, la de Luzbel;
Noble verdad, mañas arteras,
Hay que elegir: ¡Roma o Babel!
5. Pende clavado, en vil madero,
Nuestro gran Dios, nuestro gran Rey.
¡No hay amor ya más verdadero!
Muere el Pastor, y es por su grey.
6. En triunfo grande resucita,
Ya Cristo Rey es vencedor.
Todo a seguirle nos incita.
Que no hay victoria sin dolor.
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312

HiMno veni creÁtor
Ven, Espíritu Creador, Veni Creátor Spíritus,
Visita las almas de tus hijos, Mentes tuórum vísita,
Llena de la divina gracia Imple supérna grátia
Los corazones que creaste. Quæ tu creásti péctora.
Tú, llamado Consolador, Qui díceris Paráclitus,
Don de Dios Altísimo, Altíssimi donum Dei,
Fuente viva, fuego, caridad, Fons vivus, ignis, cháritas,
Y espiritual unción. Et spiritális únctio.
Tú, regalo de siete dones, Tu septifórmis múnere,
Dedo de la diestra Paterna, Dígitus Patérnæ déxteræ,
Tú, prometido del Padre, Tu rite promíssum Patris,
Das los tesoros de tu palabra. Sermóne ditans gúttura.
Ilumina nuestros sentidos, Accénde lumen sénsibus,
Infunde amor en los corazones, Infúnde amórem córdibus,
Y con tu fuerza perpetua Infírma nostri córporis
Sostén nuestra debilidad. Virtúte firmans pérpeti.
Arroja lejos al enemigo, Hostem repéllas lóngius,
Y danos pronto la paz: Pacémque dones prótinus;
Precédenos como guía, ´
Ductóre sic te prævio,
Para que evitemos todo mal. Vitémus omne nóxium.
Sepamos por Ti del Padre, Per te sciámus da Patrem,
Y conozcamos al Hijo, Noscámus atque Fílium:
Y a Ti, Espíritu de ambos, Teque utriúsque Spíritum
Creamos en todo tiempo. Credámus omni témpore.
Gloria a Dios Padre, Deo Patri sit glória,
Y al Hijo, que de los muertos Et Fílio, qui a mórtuis
Resucitó, y al Paráclito, surréxit, ac Paráclito,
Por los siglos de los siglos. ´
In sæculórum sæcula.
Amén. Amen.
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eJercicios
esPirituAles

Según el método de
San Ignacio de Loyola
con el texto que se utiliza en los retiros dados
segun el espiritu y las normas del
r.P. francisco de Paula vallet
AProBAciones PontificiAs

BREVE DEL PAPA PAULO III


(aprobación del libro de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio)
“Para perpetua memoria, por el cuidado que con el cargo
pastoral se nos ha confiado sobre todo el rebaño de Cristo y por
el amor de la divina gloria y alabanza (…) por el tenor de las
presentes letras y de nuestra ciencia cierta aprobamos, alaba-
mos y corroboramos con el patrocinio del presente escrito, los
documentos y Ejercicios predichos, y todas y cada una de las
cosas en ellos contenidas, y exhortamos en el Señor a todos y a
cada uno de los fieles cristianos de ambos sexos, en cualquier
lugar del mundo en que se hallen, a que usen de tan piadosos
documentos y Ejercicios, y a que se instruyan devotamente en
ellos”.
Paulo III (“Pastoralis Officii”, 31 de julio de 1548)
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314

LOS EJERCICIOS DE SAN IGNACIO,


CóDIGO DE LA SALVACIóN Y DE LA PERFECCIóN
“Nos referimos al método introducido por San Ignacio de Lo-
yola, al que cumple llamar especial y principal Maestro de los
Ejercicios Espirituales; cuyo admirable libro de los Ejercicios,
pequeño ciertamente en volumen, pero repleto de celestial sa-
biduría, desde que fue solemnemente aprobado, alabado, y re-
comendado por Nuestro predecesor Paulo III, de feliz memoria,
ya desde entonces (…) sobresalió y resplandeció como código
sapientísimo y completamente universal de normas para dirigir
las almas por el camino de la salvación y de la perfección; co-
mo fuente inexhausta de piedad a la vez muy eximia y muy sóli-
da; y como fortísimo estímulo y peritísimo maestro para
procurar la reforma de las costumbres y alcanzar la cima de la
vida espiritual”.
S.S. Pío XI (“Mens Nostra”, 20 de diciembre de 1929)

EJERCICIOS TRAíDOS POR MARíA


“En el retiro de Manresa, San Ignacio aprendió de la misma
Madre de Dios cómo debiera combatir los combates del Señor.
Recibió como de sus manos este código tan perfecto —es el
nombre que con toda verdad podemos darle— que debe usar to-
do buen soldado de Cristo * (…)

* Desde Paulo III, que aprobó estos Ejercicios en 1548, todos los Papas
los alabaron y recomendaron. No son una escuela de espiritualidad
sino un medio universal e irresistible para todos. Todo lo grande que
hubo en los 4 ó 5 últimos siglos fue estimulado por los Ejercicios. Pío
XI, después de León XIII, cita como prueba los más grandes nombres
de la hagiografía moderna: un benedictino como el Venerable Luis de
Blois, Obispos como San Francisco de Sales y San Carlos Borromeo,
apóstoles como San Vicente de Paúl, Don Bosco, San José Cafasso, el
Padre Lanteri, un dominico como el Venerable Luis de Granada, las
tres Teresas: de Ávila, de Lisieux y, más cerca de nosotros, Santa Teresa
Couderc, etc…
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315

“Queremos hablar de los Ejercicios Espirituales, que, según


la tradición, fueron dados por el Cielo a San Ignacio. No que
no haya que estimar los otros ejercicios de este género, usados
en otra parte, sino que en aquellos que son organizados según
el método ignaciano, todo está dispuesto con tanta sabiduría,
todo está en tan estrecha coordinación, que si no se opone re-
sistencia a la gracia divina, renuevan al hombre hasta el fondo,
y lo hacen plenamente sumiso a la divina autoridad”.
Pío XI
(“Meditantibus nobis”, año 1922)

EFICACIA DEL MÉTODO IGNACIANO


“Vuestro ejemplo nos sirve también para exaltar la eficacia
de los ejercicios de San Ignacio, cuando se guarda fidelidad al
espíritu y al método, como gracias a Dios ocurre entre vosotros.
“El método no ha perdido de ningún modo su eficacia, ni de-
ja de corresponder a las exigencias del hombre moderno. En
cambio es una triste realidad que el licor pierde su fuerza, y la
máquina su potencia, cuando se la diluye en las aguas incolo-
ras de la superadaptación, o cuando se desarma alguna de las
piezas fundamentales del engranaje ignaciano.
“Los Ejercicios de San Ignacio serán siempre uno de los me-
dios más eficaces para la regeneración espiritual del mundo y
para su correcto ordenamiento, pero a condición de que sigan
siendo auténticamente ignacianos…”
Pío XII (a los A.E.P. de Barcelona,
24 de octubre de 1948)

ACTUALIDAD DE LOS EJERCICIOS


“En cuanto a la ascética del libro de los Ejercicios, podría-
mos pensar que San Ignacio lo escribió especialmente para
nuestra época…”
Pío XII a los profesores y alumnos
del Colegio germánico, octubre de 1952
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316

ADVERTENCIAS IMPORTANTES
PARA LOS DíAS DE EJERCICIOS
el silencio más riguroso y una suave concentración o reco-
gimiento interior son absolutamente necesarios.
Durante el paseo o los descansos no deben agruparse ni
acompañarse dos o más ejercitantes.
los tiempos libres deben aprovecharse. Si no se tiene na-
da en particular que hacer, se puede leer, escribir, consultar a los
Padres Directores, hacer alguna visita a Jesús sacramentado o
acudir a la Santísima Virgen María con oraciones.
El ejercitante procurará acudir con la mayor puntualidad a
todos los actos y no omitir ninguno sin avisar.
Queda prohibido entrar en las habitaciones de los demás, así
como en las dependencias del servicio.
no se permite fumar en el comedor durante las comidas.
Se podrá pedir todo lo necesario al encargado de atender a los
ejercitantes.
Quien se sienta indispuesto debe avisarle en seguida al Padre
Director. No debe tenerse reparo alguno en pedirle explicacio-
nes de las cosas que no se hubieren entendido bien al Padre Di-
rector, así como de cuanto no se viera claramente.

orAciÓn Al esPíritu sAnto


Al inicio del retiro:
Ven, Espíritu Creador… Veni Creátor Spíritus… (en
pág. 312).
Al inicio de cada meditación:
Ven, Espíritu Santo, llena Veni, Sancte Spíritus, reple
los corazones de tus fieles y tuórum corda fidélium, et tui
enciende en ellos el fuego de amóris in eis ignem accénde.
tu amor.
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317

En ambos casos se añade lo siguiente:


Emitte Spíritum tuum, et Envía tu Espíritu, y serán
creabúntur. creados.
R. et renovábis fáciem R. Y renovarás la faz de la
terræ. tierra.
Orémus. Deus, qui corda fi- Oremos. Oh, Dios, que ins-
délium Sancti Spíritus illustra- truiste los corazones de los fie-
tióne docuísti, da nobis, in eo- les con la ilustración del
dem Spíritu recta sápere et de Espíritu Santo: haz que sabo-
ejus semper consolatióne gau- reemos, en el mismo Espíritu,
dére. Per Christum Dóminum las cosas rectas y nos alegre-
nostrum. Amen. mos siempre de su consuelo.
Por Jesucristo, Nuestro Señor.
Amén.
AlMA De cristo
Esta oración se dice al final de la mayor parte
de los coloquios.
Ánima christi, sanctífica me. Alma de cristo, santifíca-
Corpus Christi, salva me. me. Cuerpo de Cristo, sálva-
Sanguis Christi, inébria me. me. Sangre de Cristo, embriá-
Aqua láteris Christi, lava me. game. Agua del costado de
Pássio Christi, confórta me. Cristo, purifícame. Pasión de
O bone Jesu, exáudi me. Cristo, confórtame. ¡Oh buen
Intra tua vúlnera, Jesús!, óyeme. Dentro de tus
abscónde me. llagas, escóndeme. No permi-
Ne permíttas me separári a te. tas que me aparte de Ti. Del
Ab hoste malígno, enemigo maligno, defiéndeme.
defénde me. En la hora de mi muerte, llá-
In hora mortis meæ, voca me. mame. Y mándame ir a Ti, pa-
Et jube me veníre ad te, ra que con tus santos te alabe,
ut cum Sanctis tuis laudem te por los siglos de los siglos.
´ la sæculórum. Amen. Amén.
in sæcu
(300 días cada vez; siete años, una vez al día después de comulgar;
plenaria al mes).
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[teXto De sAn iGnAcio] *

1. AnotAciones
Para alcanzar alguna inteligencia de los Ejercicios Espiritua-
les que siguen y para ayuda así del que ha de darlos como del
que ha de recibirlos.

[¿DE QUÉ SE TRATA]


1. Primera anotación. Por este nombre de Ejercicios Espi-
rituales se entiende todo modo de examinar la conciencia, de
meditar, de contemplar, de orar vocal y mentalmente, y de otras
operaciones espirituales, según se dirá más adelante. Porque así
como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales, de
la misma manera todo modo de preparar y disponer el alma pa-
ra quitar de sí los afectos desordenados, y, después de quitados,
para buscar y hallar la voluntad divina disponiendo la vida en
orden a la salvación del alma, se llaman Ejercicios Espirituales.
2. Segunda anotación. La persona que explica a otro la ma-
nera y el método para meditar o contemplar, debe narrar fiel-
mente la historia de la contemplación o meditación, discurrien-
do solamente por los puntos con breve o sumaria declaración;
porque si la persona que contempla, tomando el fundamento ver-
dadero de la historia, discurre y razona por sí misma y ha-lla al-
guna cosa que le haga aclarar y sentir un poco más la
historia, ya por propio razonamiento, ya por estar su enten- di-
miento iluminado por la virtud divina, sacará más gusto y fruto
espiritual que si el que da los ejercicios hubiese decla- rado y
ampliado mucho el sentido de la historia; porque no harta y sa-
tisface al alma el mucho saber, sino el sentir y gustar las cosas
internamente.

* Presentamos el texto en una versión más actualizada. Todo lo que no


pertenece al texto ignaciano está puesto entre corchetes: [ ].
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319

[¡ATENCIóN! ¡DIOS ES DIOS!]


3. Tercera anotación. Como en todos los siguientes Ejerci-
cios Espirituales usamos de los actos del entendimiento discu-
rriendo y de los de la voluntad excitando afectos, advirtamos
que en los actos de la voluntad, cuando hablamos vocal o men-
talmente con Dios Nuestro Señor o con sus Santos, se requiere
de nuestra parte mayor reverencia que cuando usamos del en-
tendimiento entendiendo.

4. Cuarta anotación. Aunque para los Ejercicios siguientes


se toman cuatro semanas, correspondientes a las cuatro partes
en que se dividen los ejercicios (la primera, la consideración y
contemplación de los pecados; la segunda, la vida de Cristo
Nuestro Señor hasta el día de Ramos, inclusive; la tercera, la
Pasión de Cristo Nuestro Señor; la cuarta, la Resurrección y As-
censión con los tres modos de orar), sin embargo no se entien-
da que cada semana haya de tener necesariamente siete u ocho
días.
Porque como sucede que en la primera semana unos son más
tardos para hallar lo que buscan: contrición, dolor, lágrimas por
sus pecados… y también como unos son más diligentes que
otros y más agitados o probados de diversos espíritus, algunas
veces se requiere acortar la semana y otras veces alargarla, y así,
en las semanas siguientes, buscando [siempre] las cosas según
la materia propuesta. Pero poco más o menos se acabarán en
treinta días.

[GRANDES DESEOS]

5. Quinta anotación. Mucho aprovecha al que recibe los


Ejercicios entrar en ellos con gran ánimo y liberalidad para con
su Creador y Señor, ofreciéndole todo su querer y libertad, para
que Su Divina Majestad se sirva de su persona y de todo lo que
tiene, conforme a su santísima voluntad.
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320

[CONSOLACIONES - DESOLACIONES]
6. Sexta anotación. Cuando el que da los Ejercicios siente
que al que se ejercita no le vienen algunas mociones espiritua-
les a su alma, como consolaciones o desolaciones, ni es agitado
de varios espíritus, le debe interrogar mucho acerca de los Ejer-
cicios: si los hace en los tiempos señalados y cómo; asimismo
sobre las adiciones: si las hace con diligencia, preguntándole
particularmente sobre cada una de estas cosas. Se habla de la
consolación y de la desolación en el número 316 y siguientes;
de las adiciones en el número 73 y siguientes.

[CONSEJOS PARA EL DIRECTOR DEL RETIRO.


Anotaciones 7 y 8: Si el ejercitante quiere marcharse]
7. Séptima anotación. Si el que da los Ejercicios ve que el
que los recibe está desolado y tentado, no sea con él duro ni de-
sabrido, sino blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para se-
guir adelante, descubriéndole las astucias del enemigo de la
naturaleza humana y haciendo que se prepare y disponga para
la consolación venidera.
8. Octava anotación. Si el que da los Ejercicios siente en el
que los recibe necesidad de estar instruído sobre las desolacio-
nes, astucias del enemigo y consolaciones, podrá explicarle se-
gún lo necesite, las reglas de la primera y segunda semana, que
son para conocer varios espíritus (números 313 a 336).
[USAR LAS REGLAS DE
DISCRECIóN DE LOS ESPíRITUS]
9. Novena anotación. Es de advertir que cuando el que se
ejercita anda en los Ejercicios de la primera semana, si es per-
sona que no ha sido versada en las cosas espirituales y si es ten-
tado grosera y abiertamente, por ejemplo mostrando impedi-
mentos para ir adelante en el servicio de Dios Nuestro Señor,
como son trabajos, vergüenza y temor por la honra del mundo,
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321

etc., el que da los Ejercicios no le explique las reglas de discre-


ción de espíritus de la segunda semana, porque así como le apro-
vecharán las de la primera semana, así le dañarán las de la
segunda, por ser materia más sutil y más subida de lo que podrá
entender.

[SI EL EJERCITANTE ES TENTADO


BAJO APARIENCIA DE BIEN]
10. Décima anotación. Cuando el que da los Ejercicios sien-
te que el que los recibe es combatido y tentado bajo apariencia
de bien, entonces es el momento de explicarle las reglas de la
segunda semana. Porque comúnmente el enemigo de la natura-
leza humana tienta más, bajo apariencia de bien, cuando la per-
sona se ejercita en la vida iluminativa, que corresponde a los
Ejercicios de la segunda semana, y no [tienta] tanto [en esta for-
ma] en la vida purgativa, que corresponde a los Ejercicios de la
primera semana.

[NO SALIRSE DEL TEMA DEL DíA]


11. Undécima anotación. Es provechoso que el que hace
Ejercicios no sepa en la primera semana cosa alguna de lo que
ha de hacer en la segunda, sino que trabaje de tal modo en la pri-
mera semana para alcanzar lo que busca, como si ninguna cosa
buena esperase hallar en la segunda.

[NO ABREVIAR EL TIEMPO DE LA MEDITACIóN]


12. Duodécima anotación. El que da los Ejercicios ha de ad-
vertir mucho al que los recibe que como en cada uno de los cin-
co ejercicios o contemplaciones que se harán cada día ha de estar
por espacio de una hora, procure siempre que el alma quede sa-
tisfecha pensando que ha estado una hora en el ejercicio, y an-
tes más que menos. Porque el enemigo suele procurar, no poco,
hacer acortar la hora de tal contemplación, meditación u ora-
ción.
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322

[EL CONTRAATAQUE]
13. Decimotercera anotación. Asimismo es de advertir que
así como en el tiempo de la consolación es fácil y suave estar
en la contemplación la hora entera, así en el tiempo de la deso-
lación es muy difícil llenar [la hora]. Por lo tanto, la persona
que se ejercita debe siempre, para obrar contra la desolación y
vencer las tentaciones, estar algo más de la hora completa, para
que no sólo se acostumbre a resistir al adversario sino incluso a
derrotarlo.

[NO HACER VOTO IMPRUDENTE]


14. Decimocuarta anotación. Si el que da los Ejercicios ve
que el que los recibe anda consolado y con mucho fervor, debe
prevenirle de que no haga promesa ni voto alguno inconsidera-
do y precipitado; y cuanto más conociere que es de carácter li-
gero, tanto más le debe prevenir y avisar. Porque, aunque
justamente puede uno mover a otro a tomar estado religioso, en
el cual se entiende que se hace voto de obediencia, pobreza y
castidad, y aunque la buena obra que se hace con voto es más
meritoria que la que se hace sin él, [sin embargo] debe conside-
rar mucho la propia condición y aptitud, y cuánta ayuda o estor-
bo podrá hallar en cumplir la cosa que quisiese prometer.

[SOBRE LA VOCACIóN:
LIBERTAD DE ELECCIóN]
15. Decimoquinta anotación. El que da los Ejercicios no de-
be mover al que los recibe más a pobreza ni a promesa [de po-
breza] que a sus contrarios, ni a un estado o modo de vivir [más]
que a otro. Porque aunque fuera de los ejercicios, lícita y meri-
toriamente, podamos mover a todas las personas que probable-
mente tengan aptitud, a elegir continencia, virginidad, religión
y toda manera de perfección evangélica, sin embargo, en los
Ejercicios Espirituales, [como el alma está] buscando la divina
voluntad, es más conveniente y mucho mejor que el mismo
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323

Creador y Señor se comunique al alma devota abrasándola en


su amor y alabanza y disponiéndola [a seguir] por el camino en
que mejor podrá servirle en adelante. De manera que el que da
los Ejercicios no se decante ni se incline a una parte ni a otra,
sino que estando como un peso en [el punto] medio, deje obrar
inmediatamente al Creador con la creatura y a la creatura con
su Creador y Señor.
[EL “AGERE CONTRA”]
16. Decimosexta anotación. Para lo cual, a saber, para que
el Creador y Señor obre más ciertamente en su creatura, si
por ventura el alma está aficionada e inclinada desordenadamen-
te a una cosa, es muy conveniente que, poniendo todas sus fuer-
zas, se mueva a venir a lo contrario de aquello a que está
aficionada con desorden. Por ejemplo, si está aficionada a bus-
car y obtener un oficio o beneficio, no por el honor y gloria de
Dios Nuestro Señor ni por la salvación espiritual de las almas,
sino por sus propios provechos e intereses temporales, debe afi-
cionarse a lo contrario, instando en oraciones y otros ejercicios
espirituales y pidiendo a Dios Nuestro Señor lo contrario, es
decir, que ni quiera tal oficio o beneficio ni cosa alguna, si su
Divina Majestad, ordenándole sus deseos, no le mudare su
afecto primero. De manera que la causa de desear o tener una
cosa u otra sea sólo el servicio, honra y gloria de la Divina Ma-
jestad.
[CONSULTAR A UN PADRE]
17. Decimoséptima anotación. Mucho aprovecha que el
que da los Ejercicios, no queriendo preguntar ni saber los pro-
pios pensamientos ni pecados del que los recibe, sea informa-
do fielmente de las varias agitaciones y pensamientos que los
varios espíritus excitan en el [ejercitante], porque según el ma-
yor o menor provecho le puede dar algunos ejercicios espiritua-
les convenientes y conformes a la necesidad del alma así agita-
da.
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[PARA LOS QUE NO PUEDEN HACER


TODOS LOS EJERCICIOS]
18. Decimoctava anotación. Según la disposición de las per-
sonas que quieren tomar Ejercicios Espirituales, a saber, según
la edad, letras o ingenio, han de aplicarse tales Ejercicios; para
que no se den a quien es rudo o de poca comprensión cosas que
no pueda descansadamente llevar, y aprovecharse con ellas. Asi-
mismo, según que se quisieren disponer, se debe de dar a cada
uno, para que más se pueda ayudar y aprovechar. Por tanto, al
que se quiere ayudar para instruirse y para llegar hasta cierto
grado de contentar a su alma, se puede dar el examen particular
(número 24), y después el examen general (número 32), junta-
mente por media hora a la mañana el modo de orar sobre los
mandamientos, pecados mortales, etc. (número 238), encomen-
dándole también la confesión de sus pecados cada ocho días, y
si puede tomar el sacramento cada quince, y si se afecta mejor
cada ocho. Esta manera es más propia para personas más rudas
o sin letras, declarándoles cada mandamiento, y así de los peca-
dos mortales, preceptos de la Iglesia, cinco sentidos y obras de
misericordia. Asimismo, si el que da los ejercicios viere que
quien los recibe es de poca capacidad natural, de quien no pue-
de esperarse mucho fruto, más conveniente es darle algunos de
estos ejercicios leves hasta que se confiese de sus pecados; y
después dándole algunos exámenes de conciencia, y orden de
confesar más a menudo de lo que solía, para conservarse en lo
que ha ganado, no proceder adelante en materias de elección, ni
en otros ejercicios que están fuera de la primera semana; ma-
yormente cuando en otros se puede hacer mayor provecho fal-
tando tiempo para todo.
19. Decimonona anotación. Al que estuviere ocupado en co-
sas públicas o negocios convenientes, siendo hombre instruido
e inteligente, tomando una hora y media para ejercitarse plati-
cándole para qué es creado el hombre, se le puede dar asimismo
por espacio de media hora el examen particular, y después el
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325

examen general y modo de confesar y tomar el sacramento, ha-


ciendo tres días cada mañana por espacio de una hora, la medi-
tación del 1º, 2º y 3º pecado (número 45), después otros tres días
a la misma hora la meditación del proceso de los pecados (nú-
mero 55), después por otros tres días a la misma hora haga de
las penas que corresponden a los pecados (número 65), dándo-
le en las tres meditaciones las diez adiciones (número 73), lle-
vando el mismo discurso por los misterios de Cristo nuestro
Señor, que adelante y a la larga en los mismos Ejercicios se de-
clara.

[¡EL SILENCIO!]

20. Vigésima anotación. Al que está más desocupado y que


en todo lo posible desea aprovecharlos, dénsele todos los Ejer-
cicios Espirituales por el mismo orden que proceden, en los cua-
les por vía ordenada tanto más los aprovechará, cuanto más se
aparte de los amigos y conocidos y de toda solicitud terrena; así
como mudándose de la casa donde moraba, y tomando otra ca-
sa para habitar en ella, cuanto más secretamente pudiere; de ma-
nera que le sea posible ir cada día a misa y a vísperas, sin temor
que sus conocidos se lo impidan. De tal apartamiento se siguen
tres provechos principales, entre otros muchos: el primero es
que, al apartarse el hombre de muchos amigos y conocidos, y
asimismo de muchos negocios no bien ordenados, por servir y
alabar a Dios Nuestro Señor, no poco merece delante su divina
majestad; el segundo, estando así apartado, sin tener el entendi-
miento partido en muchas cosas, sino poniendo todo el cuidado
en una sola, a saber, servir a su Creador y aprovechar a su pro-
pia alma, usa de sus potencias naturales más libremente, para
buscar con diligencia lo que tanto desea; el tercero, cuanto más
nuestra alma se halla sola y apartada, se hace más apta para acer-
carse y llegar a su Creador y Señor, y cuanto más así se allega,
más se dispone para recibir gracias y dones de su divina y suma
bondad.
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326

21. eJercicios esPirituAles


para vencerse a sí mismo y ordenar su vida sin
determinarse por ningún afecto que sea desordenado.

22. PRESUPUESTO
Para que tanto el que da los Ejercicios Espirituales como pa-
ra el que los recibe se ayuden más y se aprovechen, se ha de pre-
suponer que todo buen cristiano ha de estar más pronto para
salvar la proposición del prójimo que para condenarla; y si no
la puede salvar, pregúntele cómo la entiende, y si la entiende
mal, corríjalo con amor; y si no basta, busque todos los medios
convenientes para que, entendiéndola bien, se salve.

[PriMerA seMAnA]
23. PRINCIPIO Y FUNDAMENTO
[Fin último: Salvar su alma]

El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a


Dios Nuestro Señor y, mediante esto, salvar su alma.
[Fin próximo: Uso de las creaturas]

Y las otras cosas [que hay] sobre la faz de la tierra son crea-
das para el hombre y para que le ayuden en la prosecución del
fin para que es creado. De donde se sigue que el hombre ha de
usar de ellas tanto cuanto le ayuden a [conseguir] su fin, y ha de
apartarse de ellas tanto cuanto se lo impiden.
[Indiferencia o Lógica del Fundamento: Desear y elegir sólo lo que
nos conduce con más seguridad al fin para que fuimos creados]

Por lo cual es menester hacernos indiferentes a todas las co-


sas creadas en todo lo que queda al arbitrio de nuestra libre vo-
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327

luntad y no está prohibido; de tal manera que, de nuestra parte,


no queramos más salud que enfermedad, riqueza que pobreza,
honor que deshonor, vida larga que corta, y así en todo lo de-
más, solamente deseando y eligiendo lo que más nos conduce
al fin para el que somos creados*.

24. EXAMEN PARTICULAR


Contiene en sí tres tiempos
y dos exámenes de conciencia cada día.
El primer tiempo es que a la mañana, en seguida de levantar-
se, debe uno hacer el propósito de guardarse con diligencia de
[caer en] aquel pecado o defecto particular de que se quiere co-
rregir y enmendar.
25. El segundo, después de comer, es pedir a Dios Nuestro
Señor lo que uno quiere, a saber: gracia para acordarse de cuán-
tas veces ha caído en aquel pecado o defecto particular, y para
enmendarse en adelante. Y seguidamente haga el primer exa-
men pidiendo cuenta a su alma de la cosa propuesta y particu-
lar de la cual se quiere corregir y enmendar, discurriendo de
hora en hora o de tiempo en tiempo, comenzando desde la hora
en que se levantó hasta la hora y punto del examen presente;
y haga en la primera línea de la g= tantos puntos cuantas veces
ha incurrido en aquel pecado o defecto particular, y después pro-

* La indiferencia es la determinación lógica a lo más perfecto, puesto


que estamos en la tierra antes de todo para merecer nuestro destino
eterno que es la posesión de Dios, ¡el Bien Infinito! “Es preciso que os
hagáis indiferente a todo lo que no es Dios, he aquí como alcanzaréis
la cumbre de la perfección a la cual Jesús os ha llamado. ¿Sabe vuestra
merced a qué debe ir mucho? En tener ya aborrecida la vida, y en poco
estima la honra, que no se les dé más perderlo todo, que a quien de
veras lo tiene todo arriesgado por Dios, igualmente lleva lo que lo otro.
No digo yo que soy ésta, mas lo quiero ser” (Santa Teresa de Jesús,
“Libro de la Vida”, cap. 16).
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ponga de nuevo enmendarse hasta el segundo examen que ha-


rá.
26. El tercer tiempo es después de cenar. Se hará el segun-
do examen, también de hora en hora, comenzando desde el pri-
mer examen hasta el segundo presente, y haga en la segunda
línea de la misma g= tantos puntos cuantas veces ha incurrido
en aquel particular pecado o defecto.

27. CUATRO ADICIONES


que se siguen para quitar más pronto
aquel pecado o defecto particular
Primera adición. La primera adición consiste en que cada
vez que uno cae en aquel pecado o defecto particular, ponga la
mano en el pecho doliéndose de haber caído; lo cual se puede
hacer aún delante de muchos, sin que se den cuenta de lo que se
hace.
28. Segunda adición. Como la primera línea de la g= signi-
fica el primer examen y la segunda línea el segundo examen,
mire por la noche si hay enmienda de la primera línea a la se-
gunda, a saber, del primer examen al segundo.
29. Tercera adición. Comparar el segundo día con el prime-
ro, a saber, los dos exámenes del día presente con los otros dos
exámenes del día pasado, y mirar si de un día para otro se ha en-
mendado.
30. Cuarta adición. Comparar una semana con otra y mirar
si en la semana que acaba de pasar se ha enmendado con rela-
ción a la semana precedente.
31. nota. Es de notar que la primera g= grande que sigue
significa el domingo, la segunda más pequeña el lunes, la terce-
ra el martes, y así sucesivamente.
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G
g
g
g
g
g
g

32. EXAMEN GENERAL


de conciencia para purificarse y confesarse mejor
Supongo que hay en mí tres pensamientos, a saber, uno propio
mío, que sale de mi propia libertad y querer, y otros dos que vie-
nen de fuera: uno que viene del buen espíritu y otro del malo.

33. I. — DEL PENSAMIENTO


Hay dos maneras de merecer en el mal pensamiento que vie-
ne de fuera.
La primera es cuando me viene un pensamiento de cometer
un pecado mortal, y lo resisto enseguida, y queda vencido.
34. La segunda manera de merecer es cuando me viene aquel
mismo mal pensamiento, y yo le resisto, y tórname a venir otra
y otra vez, y yo siempre resisto, hasta que el pensamiento va
vencido; y esta segunda manera es más meritoria que la prime-
ra.
35. Se peca venialmente, cuando viene el mismo pensamien-
to de pecar mortalmente, y el hombre le da oído haciendo algu-
na demora o recibiendo alguna delectación sensual, o donde
haya alguna negligencia en rechazar tal pensamiento.
36. Hay dos maneras de pecar mortalmente: la primera es
cuando el hombre da consentimiento al mal pensamiento, para
obrar luego así como ha consentido, o para ponerlo en obra si
pudiese.
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37. La segunda manera de pecar mortalmente es cuando se


pone en acto aquel pecado, y es mayor por tres razones: la pri-
mera por mayor tiempo, la segunda por mayor intensidad, la ter-
cera por mayor daño de las dos personas.
38. II. — DE LA PALABRA
No jurar ni por el Creador ni por criatura alguna, si no fuere
con verdad, necesidad y reverencia. Entiendo que hay necesi-
dad, no cuando se afirma con juramento cualquier verdad, sino
cuando es de alguna importancia en provecho del alma o del
cuerpo o de bienes temporales. Entiendo reverencia cuando al
nombrar a su Creador y Señor, considerando, recuerda aquel ho-
nor y reverencia debidas.
39. Es de advertir que en el vano juramento pecamos más ju-
rando por el Creador que por la criatura; sin embargo, es más
difícil jurar debidamente con verdad, necesidad y reverencia por
la criatura que por el Creador, por las razones siguientes:
1º Cuando nosotros queremos jurar por alguna creatura, en
aquel querer nombrar la creatura no nos hace ser tan atentos ni
advertidos para decir la verdad, o para afirmarla con necesidad,
como en el querer nombrar al Señor y Creador de todas las co-
sas.
2º En el jurar por la creatura no es tan fácil hacer reverencia
y acatamiento al Creador, como jurando y nombrando al mismo
Creador y Señor; porque el querer nombrar a Dios Nuestro Se-
ñor trae consigo más acatamiento y reverencia que el querer
nombrar la cosa creada. Por tanto, es más concedido a los per-
fectos jurar por la creatura que a los imperfectos; porque los per-
fectos, por la asidua contemplación e iluminación del entendi-
miento consideran, meditan y contemplan más que Dios Nues-
tro Señor está en cada creatura según su propria esencia, presen-
cia y potencia; y así, al jurar por la creatura, están más aptos y
dispuestos que los imperfectos para hacer acatamiento y reve-
rencia a su Creador y Señor.
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3º En el asiduo jurar por la creatura, se ha de temer más la ido-


latría en los imperfectos que en los perfectos.
40. No decir palabra ociosa, entendiendo por tal la que ni a
mí ni a otro aprovecha, ni a tal intención se ordena. De suerte
que hablar para todo lo que es de provecho, o tiene intención de
aprovechar al alma propia o ajena, al cuerpo o a bienes tempo-
rales, nunca es ocioso; ni el hablar alguno de cosas que están
fuera de su estado, así como si un religioso habla de guerras o
mercancías. Mas en todo lo que está dicho hay mérito en bien
ordenar, y pecado en el mal enderezar o en vanamente hablar.
41. No infamar ni murmurar; porque si descubro pecado mor-
tal, que no sea público, peco mortalmente; si venial, venialmen-
te; y si defecto, muestro defecto propio; y si la intención es sana,
de dos maneras se puede hablar del pecado o falta de otro:
1º Cuando el pecado es público, así como de una meretriz pú-
blica, y de una sentencia dada en juicio o de un público error
que inficiona las almas.
2º Cuando el pecado oculto se descubre a alguna persona
para que ayude al que está en pecado a levantarse, con tal, sin
embargo, que se tengan razones probables de que podrá ayudar-
le.
42. III. — DE LA OBRA
Tomando por objeto los diez mandamientos, los preceptos de
la Iglesia y las órdenes de los superiores, todo lo que se pone en
obra contra alguna de estas tres partes, según mayor o menor ca-
lidad, es mayor o menor pecado. Entiendo [por] órdenes de los
superiores [todo lo que va revestido de su autoridad], como son
las bulas de cruzadas [concedidas por los Sumos Pontífices para
alcanzar de Dios el triunfo de la Iglesia sobre los infieles] y la
paz [entre los príncipes cristianos], y otras indulgencias [conce-
didas al cumplimiento de ciertas obras, sobre todo] a la confe-
sión [de los propios pecados] y a la recepción del Santísimo
Sacramento; porque no poco se peca entonces, en ser causa de
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que otros desprecien o en despreciar uno mismo tan pías exhor-


taciones y órdenes de nuestros mayores.
43. MODO DE HACER EL EXAMEN GENERAL
Contiene en sí cinco puntos.
El primer punto, es dar gracias a Dios Nuestro Señor por los
beneficios recibidos.
El segundo, es pedir gracia para conocer los pecados y arro-
jarlos [del corazón].
El tercero, es pedir cuenta al alma desde la hora de levantar-
se hasta el examen presente, de hora en hora o de tiempo en
tiempo; primero, del pensamiento, después de la palabra, y des-
pués de la obra, por el mismo orden que se dijo en el examen
particular.
El cuarto, es pedir perdón a Dios Nuestro Señor de las fal-
tas.
El quinto, es proponer enmienda con su gracia. Terminar con
un Padrenuestro.
44. CONFESIóN GENERAL Y COMUNIóN
El que voluntariamente quisiere hacer confesión general,
hallará, entre otros muchos, tres provechos durante los Ejerci-
cios:
1º Dado que quien se confiesa cada año no está obligado a
hacer confesión general, [sin embargo], haciéndola, hay mayor
provecho y mérito, por el mayor dolor actual de todos los peca-
dos y malicias de toda su vida.
2º Como en los Ejercicios Espirituales se conocen más inte-
riormente los pecados y su malicia que en el tiempo en que uno
no se daba así a las cosas internas, alcanzando ahora más cono-
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cimiento y dolor de ellos, sacará mayor provecho y mérito del


que antes hubiera [obtenido].
3º Por consiguiente, estando [el ejercitante] mejor confesa-
do y dispuesto, se halla más dispuesto y más preparado para
recibir el Santísimo Sacramento, cuya recepción no solamen-
te le ayuda a no caer en pecado, sino que también lo conser-
va en aumento de gracia. Esta confesión general se hará mejor
inmediatamente después de los Ejercicios de la primera se-
mana.

45. PriMer eJercicio

Es la meditación, por medio de las tres potencias del alma,


sobre el primero, segundo y tercer pecado. Contiene en sí,
después de una oración preparatoria y dos preámbulos,
tres puntos principales y un coloquio.

46. La oración preparatoria es pedir gracia a Dios Nuestro


Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones
estén puramente ordenadas al servicio y alabanza de Su Divina
Majestad.
47. El primer preámbulo es la composición viendo el lugar.
Aquí es de notar que en la contemplación o meditación [de una
cosa] visible, como es contemplar a Cristo Nuestro Señor, que
es visible, la composición será ver con la vista de la imagina-
ción el lugar corpóreo donde se halla la cosa que quiero contem-
plar. Digo el lugar corpóreo como, por ejemplo, un templo o
monte, donde se halla Jesucristo o Nuestra Señora, según lo que
quiero contemplar. En la [meditación de una cosa] invisible, co-
mo son aquí los pecados, la composición será ver con la vista
de la imaginación y considerar a mi alma encarcelada en este
cuerpo corruptible, y a todo el compuesto en este valle como
desterrado entre brutos animales; digo todo el compuesto de al-
ma y cuerpo.
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48. El segundo preámbulo es pedir a Dios Nuestro Señor lo


que quiero y deseo. La petición ha de ser según la materia pro-
puesta, a saber: si la contemplación es de la resurrección, pedir
gozo con Cristo gozoso; si es de la pasión, pedir pena, lágrimas
y tormento con Cristo atormentado. Aquí será pedir vergüenza
y confusión de mí mismo viendo cuántos han sido condenados
por un solo pecado mortal y cuántas veces yo merecía ser con-
denado para siempre por mis muchos pecados.
49. nota. Antes de cada contemplación o meditación se de-
be hacer siempre la oración preparatoria sin cambiarla; y los dos
preámbulos ya dichos, cambiándolos algunas veces, según la
materia propuesta.
50. El primer punto será aplicar la memoria sobre el primer
pecado, que fue el de los ángeles, y después el entendimiento
discurriendo sobre el mismo [pecado], y después la voluntad;
queriendo recordar y entender todo aquello para avergonzar-
me y confundirme más, comparando un pecado de los ángeles
con tantos pecados míos, y [considerando que si] ellos por un
pecado fueron al infierno, cuántas veces yo lo he merecido por
tantos [pecados]. Digo recordar el pecado de los ángeles, es
decir, que [habiendo] sido creados en gracia y no habiéndose
querido servir de su libertad para honrar y obedecer a su Crea-
dor y Señor y llegando así a caer en la soberbia, fueron conver-
tidos de gracia en malicia y arrojados del cielo al infierno. Y
así, en esta forma, discurrir más en particular con el entendi-
miento y, en consecuencia, excitar más los afectos de la vo-
luntad.
51. El segundo punto consiste en hacer lo mismo que en el
primero, esto es, aplicar las tres potencias (memoria, entendi-
miento y voluntad) sobre el pecado de Adán y Eva, recordan-
do cómo por aquel pecado hicieron penitencia por tanto tiem-
po y cómo por él sobrevino tanta corrupción al género huma-
no, yendo tanta gente al infierno. Digo recordar el segundo
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pecado, es decir, el de nuestros padres, considerando cómo des-


pués que Adán fué creado en el campo damasceno y puesto
en el paraíso terrenal, y Eva formada de su costilla, les fué pro-
hibido [por Dios] comer del árbol de la ciencia; ellos comieron
y, por tanto, pecaron. Y después, vestidos de túnicas de piel
y arrojados del paraíso, vivieron durante toda su vida en mu-
chos trabajos y mucha penitencia, sin la justicia original que
habían perdido. Y así, en esta forma, discurrir más en parti-
cular con el entendimiento, usando la voluntad como está di-
cho.
52. El tercer punto consiste en hacer otro tanto sobre el ter-
cer pecado, el pecado particular de un hombre cualquiera que
por un pecado mortal ha ido al infierno, y [considerar que] otros
muchos innumerables [se han condenado] por menos pecados
de los que yo he hecho. Digo hacer otro tanto sobre el pecado
particular [de un hombre cualquiera], es decir, recordando la
gravedad y malicia del pecado [de ese hombre] contra su Crea-
dor y Señor, discurrir con el entendimiento cómo por pecar y
obrar contra la bondad infinita ha sido justamente condenado
para siempre, y acabar con [actos de] la voluntad como está
dicho.
53. Coloquio. — imaginando a cristo nuestro señor pues-
to en cruz delante de mí, hacer [con él] un coloquio, [pregun-
tándole] cómo de Creador ha venido a hacerse hombre, y de vida
eterna [ha llegado] a muerte temporal y así a morir por mis pe-
cados. Igualmente, mirándome a mí mismo, [ponderar] lo que
he hecho por Cristo, lo que hago por Cristo, lo que debo hacer
por Cristo. Y viéndole así, colgado de la cruz, reflexionar sobre
lo que se me ocurra.
54. El coloquio propiamente se hace hablando, tal como un
amigo habla a otro, o un criado a su señor, ya pidiendo alguna
gracia, ya acusándose de algún mal cometido, ya comunicando
sus cosas y pidiendo consejo en ellas. Se termina con un Padre-
nuestro.
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55. seGunDo eJercicio


Es la meditación de los pecados propios. Contiene en sí,
después de la oración preparatoria y de dos preámbulos,
cinco puntos y un coloquio.
La oración preparatoria será la misma.
El primer preámbulo será la misma composición.
El segundo preámbulo consiste en pedir lo que se quiere ob-
tener. Aquí será pedir dolor crecido e intenso y lágrimas por mis
pecados.
56. El primer punto es el proceso de los pecados, es decir:
recordar todos los pecados de la vida, mirando de año en año,
o de tiempo en tiempo. Y para esto ayudan tres cosas: la prime-
ra, mirar el lugar y la casa donde he habitado; la segunda, el
modo de vida (o las relaciones) que he tenido con otros; la ter-
cera, el oficio en que he vivido.
57. El segundo punto es ponderar los pecados mirando la
fealdad y la malicia que cada pecado mortal cometido tiene en
sí, independientemente de que haya sido prohibido.
58. El tercer punto es mirar quién soy yo, [esforzándome],
por [medio de] ejemplos, en hacerme pequeño [ante mis ojos]:
1º) Cuán poca cosa soy yo en comparación con todos los hom-
bres; 2º) Qué son los hombres en comparación con todos los
ángeles y santos del paraíso; 3º) Considerar qué es todo lo
creado en comparación con Dios; pues yo solo, ¿qué puedo ser?;
4º) Mirar toda mi corrupción y fealdad corpórea; 5º) Mirarme
como una llaga y postema de donde han salido tantos pecados y
tantas maldades y ponzoña tan asquerosísima.
59. El cuarto punto es considerar quién es Dios contra quien
he pecado, según sus atributos, comparándolos con [los defec-
tos] contrarios [que hay] en mí: su sabiduría con mi ignorancia,
su omnipotencia con mi flaqueza, su justicia con mi iniquidad,
su bondad con mi malicia.
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60. El quinto punto será una exclamación de admiración


con crecido afecto recorriendo todas las criaturas, [consideran-
do] cómo me han dejado en vida y conservado en ella: cómo los
ángeles, siendo cuchillo de la justicia divina, me han sufrido y
guardado y rogado por mí; cómo los santos han intercedido y
rogado por mí, y [cómo] los cielos, sol, luna, estrellas y elemen-
tos, frutos, aves, peces y animales [han continuado sirviéndo-
me], y cómo la tierra no se ha abierto para sorberme, creando
nuevos infiernos para que siempre padeciese en ellos.
61. Acabar con un coloquio de misericordia, razonando y
dando gracias a Dios Nuestro Señor porque me ha dado vida
hasta ahora, proponiendo con su gracia la enmienda para lo su-
cesivo. Padrenuestro.

62. tercer eJercicio


Es la repetición del primero y del segundo,
terminado con tres coloquios.
Después de la oración preparatoria y los dos preámbulos, se
repetirá el primer y segundo ejercicio, notando los puntos en que
he sentido mayor consolación o desolación o mayor sentimien-
to espiritual y haciendo pausa en ellos, después de lo cual haré
tres coloquios del modo siguiente:
63. Un primer coloquio con Nuestra Señora, para que me al-
cance gracia de su Hijo y Señor para tres cosas: la primera, pa-
ra que sienta un conocimiento interno de mis pecados y
aborrecimiento de ellos; la segunda, para que sienta el desorden
de mis operaciones, para que aborreciéndolo, me enmiende y
me ordene; la tercera, pedir conocimiento del mundo, para que,
aborreciéndolo, aparte de mí las cosas mundanas y vanas, y aca-
bar con un Avemaría.
El segundo coloquio con el Hijo, para que me alcance del Pa-
dre esta triple gracia, y acabar con la oración Alma de Cristo
(ver pág. 317).
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El tercer coloquio con Dios Padre, para que el mismo Señor


eterno me la conceda, y acabar con un Padrenuestro.

64. cuArto eJercicio


Es un resumen del tercero.
Dije resumen, para que el entendimiento, sin divagar, discu-
rra asiduamente sobre las reminiscencias de las cosas contem-
pladas en los ejercicios pasados, haciendo los mismos tres
coloquios.
65. Quinto eJercicio
Es la meditación del infierno. Contiene en sí, después
de la oración preparatoria y dos preámbulos,
cinco puntos y un coloquio.
La oración preparatoria será la acostumbrada.
El primer preámbulo es la composición [de lugar], que aquí
es ver con los ojos de la imaginación la longitud, anchura y pro-
fundidad del infierno.
El segundo preámbulo es pedir lo que quiero; aquí será pedir
sentimiento interno de la pena que padecen los condenados pa-
ra que, si por mis faltas me olvidase del amor del Señor Eterno,
al menos el temor de las penas me ayude para no caer en peca-
do.
66. El primer punto será ver con los ojos de la imaginación
los grandes fuegos y las almas como en cuerpos incandescen-
tes.
67. El segundo punto será oír con los oídos llantos, alaridos,
voces, blasfemias contra Cristo Nuestro Señor y contra todos
sus Santos.
68. El tercer punto será oler con el olfato humo, azufre, sen-
tina y cosas en putrefacción.
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69. El cuarto punto será gustar con el gusto cosas amargas,


como lágrimas, tristeza y el gusano [remordimientos] de la con-
ciencia.
70. El quinto punto será tocar con el tacto, [imaginándose]
cómo los fuegos tocan y abrasan las almas.
71. Haciendo un coloquio con Cristo Nuestro Señor, recor-
daré cuántas almas están en el infierno, unas porque no creye-
ron en [su] advenimiento; otras [porque], creyendo, no obraron
según sus mandamientos, dividiéndolas en tres clases: la pri-
mera, [las que se condenaron] antes del advenimiento [de Cris-
to]; la segunda, [las que se condenaron] durante la vida [de
Cristo]; la tercera, [las que se condenaron] después de la vida
[de Cristo] en este mundo. Y después darle gracias, porque no
me ha dejado caer, acabando mi vida, en ninguna de estas [cla-
ses]. Igualmente le daré gracias porque hasta ahora ha tenido
conmigo tanta piedad y misericordia, acabando con un Padre-
nuestro.
72. nota. El primer ejercicio se hará a la medianoche; el se-
gundo, en seguida de levantarse a la mañana; el tercero, antes o
después de la misa, pero siempre antes de comer; el cuarto, a la
hora de vísperas; el quinto, una hora antes de cenar. Esta repe-
tición de horas, más o menos, siempre entiendo [que debe ob-
servarse] en todas las cuatro semanas, según que la edad,
disposición y complexión ayudan al ejercitante a hacer cinco
ejercicios o menos.
73. ADICIONES
Para hacer mejor los ejercicios y
para hallar mejor lo que se desea.
Primera adición. La primera adición es que después de acos-
tado, cuando me vaya a querer dormir, piense por espacio de un
Avemaría a qué hora me tengo que levantar y para qué, resu-
miendo el ejercicio que tengo que hacer.
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74. Segunda adición. Cuando me despertare, no dando lu-


gar a otros pensamientos [cualesquiera], advertir en seguida qué
es lo que voy a contemplar en el primer ejercicio de la media-
noche, excitándome a confusión de mis tantos pecados ponién-
dome ejemplos: como el de un caballero que se hallase delante
de su rey y de toda su corte, avergonzado y confundido por ha-
ber ofendido mucho a aquel de quien antes recibió muchos do-
nes y beneficios. Igualmente, en el segundo ejercicio,
considerarme pecador grande y encadenado, que va como ata-
do con cadenas a comparecer ante el sumo y eterno juez, com-
parándome a los encarcelados y encadenados ya dignos de
muerte que comparecen ante su juez temporal. Y vestirme [ocu-
pándome] en estos pensamientos u otros, según la materia pro-
puesta.
75. Tercera adición. Un paso o dos antes del lugar donde he
de contemplar o meditar, me pondré en pie por espacio de un
Padrenuestro y, elevada mi mente al cielo, consideraré cómo
Dios Nuestro Señor me mira, etc., y haré una reverencia o hu-
millación.
76. Cuarta adición. Entrar en la contemplación, ya de rodi-
llas, ya postrado en tierra, ya echado cara arriba, ya sentado, ya
de pie, yendo siempre a buscar lo que quiero. Dos cosas adver-
tiremos [aquí]: la primera es que, si hallo lo que quiero de rodi-
llas, no pasaré adelante [cambiando de posición], y si [encuentro
lo que quiero estando] postrado, lo mismo. La segunda es que
en el punto en que encuentre lo que quiero, allí descansaré, sin
tener ansia de pasar adelante hasta que me satisfaga.
77. Quinta adición. Después de acabado el ejercicio, por es-
pacio de un cuarto de hora, ya sentado, ya paseándome, miraré
cómo me ha ido en la contemplación o meditación. Y si [me ha
ido] mal, miraré la causa de donde procede, y una vez encontra-
da [me excitaré] al arrepentimiento para enmendarme en ade-
lante. Y si [me ha ido] bien, daré gracias a Dios Nuestro Señor
y lo haré otra vez de la misma manera.
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78. Sexta adición. No querer pensar en cosas de placer ni de


alegría, como de gloria, resurrección, etc., porque para sentir pe-
na, dolor y lágrimas por nuestros pecados, nos estorba cualquier
consideración de gozo y alegría; sino que he de tener muy pre-
sente el propósito de quererme excitar al dolor y a sentir pena,
recordando más bien la muerte y el juicio.
79. Séptima adición. Con el mismo fin, privarme de toda
claridad, cerrando ventanas y puertas durante el tiempo que es-
té en la habitación, a no ser para rezar, leer y comer.
80. Octava adición. No reír ni decir cosa que cause risa.
81. Novena adición. Refrenar la vista, excepto al recibir o al
despedir a la persona con quien hable.

[PENITENCIA]
82. Décima adición. La décima adición es penitencia, que
se divide en interna y externa. La interna es dolerse de sus pe-
cados, con el firme propósito de no [volver a] cometer aquellos
[pecados] ni otros cualesquiera. La externa, o fruto de la pri-
mera, es el castigo de los pecados cometidos, y se toma princi-
palmente de tres maneras:
83. La primera manera es acerca del comer. [Y sobre esto se
ha de hacer notar que] cuando quitamos de lo superfluo no es
penitencia, sino templanza. Penitencia es cuando quitamos de
lo conveniente, y cuanto más y más [quitemos], mayor y mejor
[penitencia]; sólo que [se ha de tener en cuenta] que no [se ago-
ten las fuerzas] del individuo ni se le siga [por ello] enfermedad
notable.
84. La segunda manera es acerca del modo de dormir.
Igualmente no es penitencia quitar lo superfluo de cosas delica-
das o suaves, sino que es penitencia cuando en el modo se qui-
ta de lo conveniente. Y cuanto más y más [se quite] mejor; só-
lo que [se ha de tener en cuenta] que no [se agoten las fuerzas]
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del individuo ni se le siga [por ello] enfermedad notable. Tam-


poco se quite [del tiempo] del sueño lo conveniente, a no ser que
[el individuo] tenga el hábito vicioso de dormir demasiado, pa-
ra así venir al [justo] medio.
85. La tercera manera es castigar la carne, dándole dolor sen-
sible. El dolor se da llevando cilicios o sogas o barras de hierro
sobre las carnes, azotándose, llagándose o con otras maneras de
asperezas.
86. Lo que parece más conveniente y más seguro en la peni-
tencia es que el dolor sea sensible en las carnes y que no entre
dentro de los huesos, de manera que dé dolor y no enfermedad.
Por esto parece que es más conveniente lastimarse con cuerdas
delgadas que den dolor por fuera, que no de otra manera que
cause interiormente enfermedad que sea notable.
87. Primera nota. Las penitencias externas se hacen princi-
palmente con tres fines: el primero, para satisfacer por los pe-
cados pasados; el segundo, para vencerse a sí mismo, es decir,
para que la sensualidad obedezca a la razón y todas las partes
inferiores estén más sujetas a las superiores; el tercero, para bus-
car y hallar alguna gracia que uno quiere y desea —como uno
que desea tener contrición interna de sus pecados o llorar mu-
cho sobre ellos o sobre las penas y dolores que Cristo Nuestro
Señor pasaba en su pasión— o para solución de alguna duda en
que uno se halla.
88. Segunda nota. Es de advertir que la primera y segunda
adición se han de hacer para los ejercicios de la medianoche y
al amanecer, y no para los que se harán en otros tiempos. Y la
cuarta adición nunca se hará en la iglesia delante de otros, sino
en secreto, como en casa, etc.
89. Tercera nota. Cuando la persona que se ejercita aún no
halla lo que desea, como lágrimas, consolaciones, etc., muchas
veces aprovecha hacer cambio en el comer, en el dormir y en
otros modos de hacer penitencia; de modo que cambiemos ha-
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ciendo dos o tres días penitencia y otros dos o tres no, porque a
algunos les conviene hacer más penitencia y a otros menos. Y
también porque muchas veces dejamos de hacer penitencia por
amor sensual y por juicio erróneo de que uno no podrá sopor-
tarla sin enfermedad notable; y otras veces, por el contrario, ha-
cemos demasiada pensando que el cuerpo la podrá soportar. Y
como Dios Nuestro Señor conoce infinitamente mejor nuestra
naturaleza, muchas veces en esos cambios da a sentir a cada uno
lo que le conviene.
90. Cuarta nota. El examen particular hágase para quitar de-
fectos y negligencias sobre los ejercicios y las adiciones; y lo
mismo en la segunda, tercera y cuarta semana.

[EL INFIERNO, PENAS MORALES *


Oración preparatoria: la acostumbrada.
Composición de lugar: (por ejemplo), ver el infierno, “estan-
que de fuego y azufre” (San Juan).
La gracia que pedimos: el horror del pecado, puesto que el
pecado es el comienzo de este estado de condenación.
Primer punto: la pena de daño. “Apartaos de mí, maldi-
tos…” ¡Ser maldito de Dios! Separado del Bien Infinito por

* Estas meditaciones son del Padre Vallet. Si bien no se encuentran en


el libro de San Ignacio, en realidad no son más que una repetición del
primer y segundo ejercicio. El mismo Santo las había previsto dicien-
do: “Pueden añadirse otros ejercicios [además de los cinco indicados],
sobre las penas de los pecados, la muerte, el juicio, o los demás tormen-
tos del infierno; es más, parece que raramente deberán omitirse, por-
que tienen gran importancia para retraer el espíritu del amor
desordenado de las cosas visibles, y para que el alma conciba en estas
meditaciones un santo temor de Dios, que la lleve a salvarse” (Direc-
torio de los Ejercicios, cap. 15, número 4).
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siempre jamás. La pena del fuego, por más terrible que sea, no
es nada en comparación con la privación del Bien Infinito.
(Cuanto más grande es el bien que perdimos, tanto mayor es la
pena de haberlo perdido. Usar comparaciones: perder una pe-
queña suma de dinero, una fortuna grande, una esposa queri-
da, etc… Cada vez la pena es más dolorosa). ¿Qué sucede-
rá entonces con quien haya perdido el Bien Infinito? Ahora
bien, el pecado es el comienzo de este estado (con la diferencia
de que aquí abajo, uno no conoce su desgracia, y tiene tiempo
todavía para convertirse. ¿Pero cuando el pecador ya no tenga
tiempo?)
Segundo punto: el remordimiento. “El gusano que roe y no
muere”. El recuerdo de sus faltas… de ese humo y de esa nada
por el cual el pecador renunció al Soberano Bien. ¡Era tan fácil
salvarse! Los llamamientos que el Corazón de Jesús le hacía.
¡Y él no quiso!
Tercer punto: la eternidad. “El infierno del infierno”, dicen
los santos. ¿Por qué los condenados no se convertirán? Porque
ya no tendrán tiempo. “¡Oh, momento a partir del cual ya no
habrá tiempo!… la eternidad…” (San Agustín). Será el eterno
presente. El siempre siempre, jamás jamás… He aquí lo que
aplastará al condenado. Es un castigo tal que ni podemos ima-
ginarlo.
No olviden el coloquio de la misericordia. Aquí abajo toda-
vía tenemos tiempo. Jesús crucificado nos tiende los brazos…

LA MUERTE

Existen numerosos motivos para meditar sobre la muerte: ver


la nada de las cosas de la tierra, preparar su propia muerte, com-
prender la importancia del Apostolado de la Buena Muerte,
etc… Aquí se trata de comprender la gravedad del pecado: por
un solo pecado, toda la humanidad quedó condenada a la muer-
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te por Dios, Justicia infinita pero también Bondad infinita. Se


trata también de llorar nuestros pecados mientras tenemos tiem-
po, y de ordenar nuestra vida.
Oración preparatoria: la acostumbrada.
Composición de lugar: el propio lecho de muerte (por ejem-
plo).
Gracia que pedimos: comprender la gravedad del pecado
mientras tenemos tiempo.
Primer punto. El pecado es “apartarse de Dios para prefe-
rir la creatura”. La muerte nos va a separar de todas las crea-
turas.
Segundo punto. El pecado es abusar del tiempo. La muerte
nos privará del tiempo. “Vendré como un ladrón… nadie sabe
el día ni la hora”.
Terminar con uno o varios coloquios.

EL JUICIO PARTICULAR
Oración preparatoria: la acostumbrada.
Composición de lugar: su alma a solas delante de Dios, te-
niendo que rendir cuentas de todo.
Gracia que pedimos: llorar los propios pecados y ordenar las
cuentas propias con Dios.
Asista a su juicio. Haga desfilar en su espíritu todos sus pe-
cados… Vea su malicia… el ultraje hecho a Dios… ¿y por
quién? Hoy, usted todavía puede obtener el perdón. Aquel día
será demasiado tarde.
Coloquio con Jesús, que aceptó ser arrastrado por nosotros
ante los tribunales de los hombres…
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EL JUICIO GENERAL
Después de la oración preparatoria y dos preámbulos,
asistir con el pensamiento a este juicio final.
Todos estaremos allí. Cristo Rey sobre las nubes del Cielo.
La resurrección de los cuerpos. ¿De qué lado estaremos? Hoy,
todavía podemos decidirlo. Ver nuestras faltas como las vere-
mos en aquel día. El Juicio Universal: Se hará justicia a todos.
A Cristo. A los perseguidos. Todos los pecados serán manifes-
tados. La sentencia… (ver el Dies iræ, pág. 59).
Coloquio de la misericordia. Todavía hay tiempo. ¡Gracias,
Dios mío!…

EL AMOR MISERICORDIOSO INFINITO


Repetición de todos los coloquios de la primera semana.
Primer punto: Dios nos ama con un amor misericordioso in-
finito (pensar bien cada una de estas palabras).
a) Nuestras faltas son por eso mismo más culpables.
b) El amor exige la confianza. No aumentemos nuestras fal-
tas dudando del amor que Dios nos tiene.
Segundo punto: El Sagrado Corazón de Jesús, imagen del
amor infinito de Dios por nosotros (el Buen Pastor - el hijo pró-
digo).
Coloquio afectuoso. Lloremos nuestros pecados que ofen-
dieron tanto a un Dios infinitamente bueno. Prometamos al Co-
razón de Jesús no pecar más, con su gracia… tomar los medios
para ello en el futuro… huir de las ocasiones peligrosas… re-
zar… recibir a menudo los Sacramentos.
Como el padre del hijo pródigo, Jesús lo espera para perdo-
narlo. Vaya, pues, a echarse con contrición y confianza a los
pies de su ministro: el Sacerdote. Lo que Dios le perdonare hoy
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por medio del sacerdote, ya no se lo imputará en el día del jui-


cio. Si el demonio lo turba, invoque a María. Con su ayuda,
Usted está seguro de hacer siempre una buena confesión.]

[seGunDA seMAnA]
[LA REALEzA DE CRISTO
Y SU LLAMAMIENTO]
91. El llamamiento del Rey Temporal ayuda a contemplar la
vida del Rey Eternal.
La oración preparatoria sea la acostumbrada.
El primer preámbulo es la composición de lugar. Aquí con-
siste en ver con los ojos de la imaginación sinagogas, villas y
castillos por donde Cristo Nuestro Señor predicaba.
El segundo preámbulo consiste en pedir la gracia que quiero.
Aquí será pedir gracia a Nuestro Señor para que no sea sordo a
su llamamiento, sino presto y diligente para cumplir su santísi-
ma voluntad.

[PRIMERA PARTE]
92. El primer punto es representarme ante mí a un rey hu-
mano, elegido por gracia de Dios Nuestro Señor, a quien rinden
respeto y obediencia todos los príncipes y todos los hombres
cristianos.
93. El segundo punto es mirar cómo este rey habla a todos
los suyos, diciendo: “Mi voluntad es conquistar toda la tierra de
infieles; por tanto, quien quisiere venir conmigo, ha de estar con-
tento de comer lo que yo como, y lo mismo con el beber y el
vestir, etc. Igualmente ha de trabajar conmigo en el día y vigi-
lar en la noche, etcétera, para que así tenga después parte con-
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migo en la victoria, como la ha tenido en los trabajos”.


94. El tercer punto es considerar qué deben responder los
buenos súbditos a rey tan liberal y tan humano, y, por consi-
guiente, que si alguno no aceptase la petición de tal rey, cuán
digno sería de ser vituperado por todo el mundo y tenido por
perverso caballero.*
[SEGUNDA PARTE]
95. La segunda parte de este ejercicio consiste en aplicar a
Cristo Nuestro Señor el sobredicho ejemplo del rey temporal,
conforme a los tres puntos dichos.
En cuanto al primer punto, si consideramos tal vocación del
rey temporal a sus súbditos, cuánto más digno de consideración
es ver a Cristo Nuestro Señor y Rey Eterno, y ante Él a todo el
universo, al cual, y a cada uno en particular, llama y dice: “Mi
voluntad es conquistar todo el mundo y todos los enemigos y
así entrar en la gloria de mi Padre. Por tanto, quien quisiere ve-
nir conmigo, ha de trabajar conmigo, para que siguiéndome en
la pena también me siga en la gloria”.
96. En el segundo punto, hay que considerar que todos los
que tuvieren juicio y razón ofrecerán todas sus personas al tra-
bajo.
97. En el tercer punto, considerar que los que más quieran
afectarse y señalarse en todo servicio de su Rey Eterno y Señor
universal, no solamente ofrecerán sus personas al trabajo, sino
que incluso, obrando contra su propia sensualidad y contra su
amor carnal y mundano, harán ofrecimientos de mayor estima e
importancia, diciendo:

* Si, para seguir a un gran general, o por una patria terrestre, muchos
lo dejan todo y no dudan en exponerse a la muerte, ¿qué deberemos
hacer cuando Cristo nos llama a seguirlo, cuando Él es el único Salva-
dor?
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98. “eterno señor de todas las cosas: Ante vuestra infini-


ta bondad, ante vuestra Madre gloriosa, y ante todos los san-
tos y santas de la corte celestial, yo hago mi oblación, con
vuestro favor y ayuda, de que yo quiero y deseo y es mi de-
terminación deliberada, con tal que sea vuestro mayor ser-
vicio y alabanza, imitaros en pasar todas injurias y todo
vituperio y toda pobreza, así actual como espiritual, si vues-
tra santísima Majestad me quiere elegir y recibir en tal vi-
da y estado”.
99. Primera nota. Este ejercicio se hará dos veces al día:
a la mañana, al levantarse, y una hora antes de comer o de ce-
nar.
100. segunda nota. Durante la segunda semana y las si-
guientes aprovecha mucho leer algunos ratos los libros de la Imi-
tación de Cristo o de los Evangelios y vidas de Santos.
101. Primer día.

PriMerA conteMPlAciÓn

La Encarnación. Contiene en sí la oración preparatoria,


tres preámbulos, tres puntos y un coloquio.

La acostumbrada oración preparatoria.

102. El primer preámbulo es recordar la historia de la cosa


que he de contemplar. Aquí es [recordar] cómo las tres per-
sonas divinas miraban toda la superficie de la tierra llena de
hombres y, viendo que todos descendían al infierno, determina
en su eternidad que la segunda persona se haga hombre para sal-
var al género humano. Y así, cuando llegó la plenitud de los
tiempos, envía al Ángel San Gabriel a Nuestra Señora (número
262).
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103. El segundo preámbulo es la composición viendo el lu-


gar. Aquí será ver la gran capacidad y redondez del mundo en
la cual están tantas y tan diversas gentes; después, ver en parti-
cular la casa y aposentos de Nuestra Señora, en la ciudad de Na-
zaret, en la provincia de Galilea.
104. El tercer preámbulo es pedir lo que quiero. Aquí será
pedir conocimiento interno del señor, que por mí se ha hecho
hombre para que lo ame más y lo siga más [de cerca].
105. nota. Conviene notar aquí que esta misma oración pre-
paratoria, sin cambiarla, tal como está al principio, y los mis-
mos tres preámbulos, se han de hacer en esta semana y
en las siguientes, cambiando la forma según la materia propues-
ta.
106. El primer punto es ver a las personas, las unas y las
otras. Primeramente, las que están sobre la tierra, en tanta di-
versidad, así en trajes como en gestos, unos blancos y otros ne-
gros, unos en paz y otros en guerra, unos llorando y otros riendo,
unos sanos y otros enfermos, unos naciendo y otros muriendo,
etc.
En segundo lugar, ver y considerar a las tres personas divi-
nas como en su solio real o trono de la Divina Majestad, [que
están] mirando toda la superficie y redondez de la tierra y todas
las gentes en tanta ceguera que mueren y descienden al infier-
no.
En tercer lugar, ver a Nuestra Señora y al Ángel que la salu-
da, y reflexionar para sacar provecho de tal vista.
107. El segundo punto es oír lo que hablan las personas so-
bre la faz de la tierra, es decir, cómo hablan unos con otros, có-
mo juran y blasfeman, etc. Igualmente [oír], lo que dicen las
personas divinas, a saber: “Obremos la Redención del género
humano, etc.”; y después [oír] lo que hablan el Ángel y Nuestra
Señora, y reflexionar después para sacar provecho de sus pala-
bras.
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108. El tercer punto es mirar lo que hacen las personas


sobre la faz de la tierra, como herir, matar, ir al infierno, etc.
Asimismo, lo que hacen las personas divinas, es decir, obrar la
santísima encarnación; e igualmente lo que hacen el Ángel
y Nuestra Señora: el Ángel su oficio de legado, y Nuestra Seño-
ra humillarse y dar gracias a la Divina Majestad. Después, re-
flexionar para sacar algún provecho de cada una de estas co-
sas.
109. Finalmente, se ha de hacer un coloquio pensando lo que
debo hablar a las tres personas divinas o al Verbo Eterno encar-
nado o a su Madre Nuestra Señora, pidiendo, según me sintiere
movido, [lo que puede ayudarme] a seguir e imitar más a Nues-
tro Señor así nuevamente encarnado, diciendo [para acabar] un
Padrenuestro.

110. seGunDA conteMPlAciÓn


El nacimiento.
La acostumbrada oración preparatoria.
111. El primer preámbulo es la historia. Aquí será [recor-
dar] cómo salió de Nazaret Nuestra Señora, casi en el noveno
mes de su embarazo, y, como se puede meditar piadosamente,
sentada en una asna, en compañía de [San] José y de una cria-
da, llevando un buey para ir a Belén a pagar el tributo que Cé-
sar impuso a todas aquellas tierras (número 264).
112. El segundo preámbulo es la composición de lugar. Aquí
será ver con los ojos de la imaginación el camino de Nazaret a
Belén, considerando su longitud, su anchura, y si es llano o por
valles o cuestas. Igualmente ver el lugar o cueva del nacimien-
to, si es grande, si pequeño, si bajo, si alto y cómo estaba dis-
puesto.
113. El tercer preámbulo es el mismo y de la misma forma
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que el de la contemplación precedente.


114. El primer punto consiste en ver a las personas, es de-
cir, ver a Nuestra Señora, a José, a la criada y al Niño Jesús des-
pués de haber nacido, haciéndome yo [como] un pobrecito y
esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos
en sus necesidades como si me hallase presente, con todo aca-
tamiento y reverencia posible. Después reflexionar sobre mí
mismo para sacar algún provecho.
115. El segundo punto consiste en mirar, advertir y contem-
plar lo que hablan, y, reflexionando sobre mí mismo, sacar al-
gún provecho.
116. El tercer punto consiste en mirar y considerar lo que
hacen, como caminar y trabajar para que el Señor nazca en su-
ma pobreza, y al cabo de tantos trabajos de hambre, de sed, de
calor y de frío, de injurias y afrentas, [vaya a] morir en cruz; y
todo esto por mí. Después, reflexionando, sacar algún prove-
cho espiritual.
117. Acabar con un coloquio, como en la contemplación pre-
cedente, y con un Padrenuestro.

118. tercerA conteMPlAciÓn


Es la repetición del primer y segundo ejercicio.
Después de la oración preparatoria y de los tres preámbulos
se hará la repetición del primer y segundo ejercicio, notando
siempre algunas partes más principales donde uno hava sentido
algún conocimiento, consolación o desolación, haciendo al fi-
nal un coloquio y acabando con un Padrenuestro.
119. En esta repetición y en todas las siguientes se llevará el
mismo orden de proceder que en las repeticiones de la primera
semana, cambiando la materia y conservando la forma.
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120. cuArtA conteMPlAciÓn


La cuarta contemplación será la repetición de la primera
y de la segunda, de la misma manera que se hizo en
la repetición anterior.

121. QuintA conteMPlAciÓn

Aplicación de los sentidos sobre la primera


y la segunda contemplación.

Después de la oración preparatoria y de los tres preámbulos,


aprovecha aplicar los cinco sentidos de la imaginación a la pri-
mera y segunda contemplación, de la manera siguiente:
122. [vista] En el primer punto, ver las personas con los
ojos de la imaginación, meditando y contemplando en particu-
lar sobre sus circunstancias, y sacando algún provecho de la vis-
ta.
123. [oído] En el segundo punto, oír con el oído lo que ha-
blan o pueden hablar, y, reflexionando sobre sí mismo, sacar de
ello algún provecho.
124. [olfato y gusto] En el tercer punto, oler y gustar con el
olfato y con el gusto la infinita suavidad y dulzura de la divini-
dad, del alma y de sus virtudes y de todo, según fuere la perso-
na que se contempla, reflexionando sobre sí mismo y sacando
provecho de ello.
125. [tacto] En el cuarto punto, tocar con el tacto, como
abrazar y besar los lugares donde tales personas pisan y se sien-
tan, siempre procurando sacar provecho de ello.
126. Coloquio. Se acabará con un coloquio, como en la pri-
mera y en la segunda contemplación, y con un Padrenuestro.
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[NOTAS]

127. Primera nota. Es de advertir para toda esta semana y


las siguientes que solamente he de leer el misterio de la contem-
plación que inmediatamente voy a hacer, de manera que por en-
tonces no lea ningún misterio que en aquel día o en aquella hora
no haya de contemplar, para que no estorbe la consideración de
un misterio a la del otro.

128. Segunda nota. El primer ejercicio de la Encarnación se


hará a la medianoche; el segundo, al amanecer; el tercero a la
hora de misa; el cuarto, a la hora de vísperas, y el quinto, antes
de la hora de cenar. Se ha de estar por espacio de una hora en
cada uno de los cinco ejercicios, y se observará el mismo orden
en todos los siguientes.

129. Tercera nota. Es de advertir que si el que hace los ejer-


cicios es viejo o débil, o si aunque fuerte, ha quedado en cierto
modo débil por [los ejercicios] de la primera semana, es mejor
que en esta segunda semana, al menos algunas veces, no se le-
vante a medianoche y haga a la mañana una contemplación, otra
a la hora de la misa y otra antes de comer, y una repetición so-
bre ellas a la hora de vísperas, y después, antes de la cena, apli-
que los cinco sentidos.

130. Cuarta nota. En esta segunda semana, de las diez adi-


ciones que se dijeron en la primera semana, se han de cambiar
la segunda, la sexta, la séptima y en parte la décima:

Segunda adición: En seguida de despertarme me representa-


ré ante mí la contemplación que he de hacer, deseando conocer
más al Verbo Eterno encarnado para más servirle y seguirle.

Sexta adición: Recordaré frecuentemente la vida y misterios


de Cristo Nuestro Señor, comenzando desde su Encarnación has-
ta el lugar o misterio que voy contemplando.
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Séptima adición: [El ejercitante] debe cuidarse de tener os-


curidad o claridad, de aprovechar el buen tiempo o el variado,
tanto cuanto sienta que le puede servir o ayudar para hallar lo
que desea.

Décima adición: El ejercitante debe obrar según los miste-


rios que contempla, porque algunos [misterios] requieren peni-
tencia y otros no. De manera que han de hacerse las diez
adiciones con mucho cuidado.

131. Quinta nota. En todos los ejercicios, excepto en el de


la medianoche y en el de la mañana, se hará lo equivalente a la
segunda adición, de la manera siguiente: en cuanto me acuerde
que es la hora del ejercicio que he de hacer, antes que vaya [a
hacerlo], me representaré a donde voy y ante quién, resumien-
do un poco el ejercicio que tengo que hacer, y después hacien-
do la tercera adición, entraré en el ejercicio.
132. El segundo día tómense por primera y segunda contem-
plación la Presentación en el Templo y la Huída a Egipto como
[a lugar de] destierro (números 268 y 269). Y sobre estas dos
contemplaciones se harán dos repeticiones y la aplicación de sen-
tidos de la misma manera que se hizo el día precedente.

133. nota. Aunque el ejercitante sea [de complexión] recia


y [esté bien] dispuesto, algunas veces es provechoso que, desde
este segundo día al cuarto inclusive, haga algún cambio para ha-
llar mejor lo que desea, haciendo una sola contemplación al ama-
necer y otra a la hora de la misa, la repetición sobre ellas a la
hora de vísperas y la aplicación de sentidos antes de la cena.

134. El tercer día [la contemplación será sobre] cómo el Ni-


ño Jesús era obediente a sus padres en Nazaret y [sobre] cómo
después le hallaron en el templo (números 271 y 273). Y así su-
cesivamente hacer las dos repeticiones y aplicar los cinco senti-
dos.
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[Meditación síntesis del espíritu cristiano, por el Padre Vallet.

LAS TRIBULACIONES
DE LA SAGRADA FAMILIA, O SEA:
CONTEMPLACIÓN DE LOS MISTERIOS GOzOSOS.

El ejercitante debe excitar en su corazón grandes deseos de


imitar a Nuestro Señor. Para imitarlo hay que estudiarlo.
“Tened en vosotros los mismos sentimientos que están en
el corazón de Cristo Jesús” (San Pablo, Filipenses 2, 5).
Es el fin de esta segunda semana.

El Hijo de Dios eligió lo mejor para Sí, para su Madre, y pa-


ra su Padre virginal. ¿Estamos de acuerdo?

La acostumbrada oración preparatoria.

Tres preámbulos:
El primer preámbulo es el resumen de la historia: Belén-Na-
zaret-Jerusalén.
El segundo preámbulo es la composición de lugar.
El tercer preámbulo es la petición: gracia de luz para cono-
cerlo, y gracia de fortaleza para seguirlo.

Primer punto. Pruebas de la Sagrada Familia alrededor del


Nacimiento. Belén. Dudas de San José mientras ignora el se-
creto de la Encarnación… Llegada a Belén… El establo para
recibir al Niño Jesús… Huída a Egipto… (ver los Misterios nú-
meros 264 a 269). Dios no perdona los sufrimientos a sus ami-
gos. No olvidemos estas lecciones que el Verbo Encarnado pagó
a tan alto precio. ¿Pensamos como Él acerca de los bienes de
este mundo?

Segundo punto. Nazaret (ver el Misterio número 271). ¿30


años para hacer qué? ¿Qué es lo más importante aquí abajo?
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Poco importa la ocupación del momento. Lo que sí importa es


hacer la voluntad de Dios. La conocemos por la obediencia. Y
para reformar nuestras ideas al respecto, Jesús se condenó, du-
rante 30 años, a trabajar en el más humilde deber de estado, por
obediencia: “Y les estaba sumiso”.
Tercer punto. Jesús a los doce años. Jerusalén (ver el Miste-
rio número 272). Somos de Dios antes que de nuestros padres
o de la patria. Si Dios nos llama a la vocación de servirlo ex-
clusivamente, nadie puede prohibírnoslo. “¿No sabíais que de-
bo estar en las cosas de mi Padre?”
Terminar con uno o varios coloquios fervientes: a San José, a
Nuestra Señora, al Niño Jesús. Pidamos la gracia de compren-
der y compenetrarnos con el espíritu cristiano, y de llegar a pen-
sar y querer como nuestro Divino Modelo.]

PREÁMBULO PARA CONSIDERAR ESTADOS


135. Considerado ya el ejemplo que Cristo Nuestro Señor
nos ha dado para el primer estado, que consiste en la observan-
cia de los mandamientos, cuando Él vivía bajo la obediencia de
sus padres; e igualmente [considerado el ejemplo que el mismo
Nuestro Señor nos ha dado] para el segundo [estado], que es el
de la perfección evangélica, cuando se quedó en el templo de-
jando a su padre adoptivo y a su madre natural para dedicarse
únicamente al servicio de su Padre Eterno; a la vez que contem-
plamos su vida, comenzaremos ahora a investigar y a pedirle
[que nos descubra] en qué vida o estado se quiere servir de no-
sotros su Divina Majestad.
Y así, a modo de introducción a este examen, veremos, en el
primer ejercicio siguiente, la intención de Cristo Nuestro Señor,
y, por el contrario, la del enemigo de la naturaleza humana, y
[veremos también] cómo nos debemos disponer para llegar a la
perfección en cualquier estado o vida que Dios Nuestro Señor
nos dé a elegir.
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136. Cuarto día.


MeDitAciÓn De lAs Dos BAnDerAs
Una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro;
otra de Lucifer, mortal enemigo
de nuestra naturaleza humana.
La acostumbrada oración preparatoria.
137. El primer preámbulo es recordar la historia. Aquí será
cómo Cristo Nuestro Señor llama y quiere a todos bajo su ban-
dera y Lucifer, al contrario, bajo la suya.
138. El segundo preámbulo consiste en la composición de
lugar. Aquí será un gran campo de toda aquella región de Jeru-
salén, donde el sumo capitán general de los buenos es Cristo Je-
sús, y otro campo en la región de Babilonia, donde el caudillo
de los enemigos es Lucifer.
139. El tercer preámbulo es pedir lo que quiero. Aquí será
pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayu-
da para guardarme de ellos, y conocimiento de la vida verdade-
ra que enseña el sumo y verdadero Capitán y gracia para imitar-
le.

[PRIMERA PARTE: SATANÁS, EL ENEMIGO]

140. [Persona] El primer punto consiste en imaginar al cau-


dillo de todos los enemigos como sentándose en aquel gran cam-
po de Babilonia, como en una gran cátedra de fuego y humo, en
figura horrible y espantosa.
141. [Acciones] El segundo punto consiste en considerar có-
mo hace un llamamiento a innumerables demonios y cómo los
esparce a unos a tal ciudad y a otros a otra, y así por todo el mun-
do, no dejando provincias, lugares, estados, ni persona alguna
en particular.
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142. [Palabras o discurso-programa] El tercer punto con-


siste en considerar el sermón que les hace y cómo les ordena im-
periosamente que echen redes y cadenas [a los hombres, de
modo] que primero les tienten de codicia de riqueza, que es lo
que les suele ocurrir a la mayoría, para que más fácilmente lle-
guen [después] a vano honor del mundo y después a crecida so-
berbia. De manera que el primer escalón sea de riquezas, el
segundo de honor, el tercero de soberbia; y de estos tres escalo-
nes induce a los hombres a todos los otros vicios.

[SEGUNDA PARTE: NUESTRO SEñOR JESUCRISTO]


143. Lo contrario se ha de imaginar del sumo y verdadero
Capitán, que es Cristo Nuestro Señor.
144. [Persona] El primer punto es considerar cómo Cristo
Nuestro Señor se coloca en un gran campo de aquella región de
Jerusalén en lugar humilde, hermoso y gracioso.
145. [Acciones] Considerar cómo el Señor de todo el mundo
escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía
por todo el mundo a esparcir su sagrada doctrina por todos los
estados y condiciones de personas.
146. [Palabras o discurso-programa] El tercer punto con-
siste en considerar el sermón que Cristo Nuestro Señor hace
a todos sus siervos y amigos que envía a tal jornada, encomen-
dándoles que quieran ayudar a todos [los hombres] a traer-
los, primero: a suma pobreza espiritual y no menos a la po-
breza actual si su Divina Majestad así lo desease y los quisie-
se elegir [para este estado]; segundo: a deseo de oprobios y
menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humil-
dad. De manera que sean tres escalones: el primero, pobreza
contra riqueza; el segundo, oprobio o menosprecio contra el ho-
nor mundano; el tercero, humildad contra soberbia; y de estos
tres escalones induzcan [a los hombres] a todas las demás virtu-
des.
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[LOS TRES COLOQUIOS]


147. Un primer coloquio con nuestra señora para que me
alcance de su Hijo y Señor la gracia de que yo sea recibido ba-
jo su bandera: primeramente, en suma pobreza espiritual, y no
menos en la pobreza actual si su Divina Majestad así lo desea-
se y me quisiese elegir y recibir [en este estado]; en segundo lu-
gar, pasar oprobios e injurias para imitarlo más en ellos, con tal
que las pueda pasar sin pecado de ninguna persona y sin desa-
gradar a su Divina Majestad. Decir después un Avemaría.
En el segundo coloquio, pedir lo mismo al Hijo para que me
lo alcance del Padre, y decir después la oración Alma de Cristo
(véase pág. 317).
En el tercer coloquio, pedir lo mismo al Padre, para que Él
me lo conceda, y decir [después] el Padrenuestro.
148. nota. Este ejercicio se hará a la medianoche y después
otra vez a la mañana; y se harán dos repeticiones del mismo,
[una] a la hora de la misa y [otra] a la hora de vísperas, acaban-
do siempre con los tres coloquios a Nuestra Señora, al Hijo y al
Padre.
El ejercicio siguiente de los binarios, se hará antes de cenar.

[LOS TRES BINARIOS]


149. El mismo cuarto día, hágase la meditación de los tres
binarios de hombres, para abrazar el mejor [de los tres].
La oración preparatoria es la habitual.
150. El primer preámbulo consiste en recordar la histo-
ria, que es la de tres binarios [o pares] de hombres, cada uno de
los cuales ha adquirido diez mil ducados, pero no como fue-
ra debido, puramente por amor de Dios. Todos quieren salvar-
se y hallar en paz a Dios Nuestro Señor, quitando de sí la di-
ficultad e impedimento que tienen para ello en el afecto a la
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cosa adquirida.*
151. El segundo preámbulo consiste en la composición de
lugar. Aquí será verme a mí mismo ante Dios Nuestro Señor y
todos sus Santos para desear y conocer lo que sea más grato a
su divina bondad.
152. El tercer preámbulo consiste en pedir lo que quiero.
Aquí será pedir gracia para elegir lo que sea para mayor gloria
de su Divina Majestad y salvación de mi alma.
153. El primer binario querría quitar [de sí] el afecto que tie-
ne a la cosa adquirida, para hallar en paz a Dios Nuestro Señor
y saberse salvar, pero no pone los medios hasta la hora de la
muerte.
154. El segundo binario quiere quitar [de sí] el afecto, pero
le quiere quitar de modo que se quede con la cosa adquirida, de
manera que Dios vaya a donde él quiere; y no se determina a
dejar la cosa para ir a Dios, aunque éste sería el mejor estado
para él.
155. El tercer binario quiere quitar [de sí] el afecto, pero de
tal modo quiere quitarlo, que tampoco tiene afición a tener la
cosa adquirida o a no tenerla, sino que solamente quiere querer-
la o no, según Dios Nuestro Señor le mueva la voluntad y según
le parezca mejor para el servicio y alabanza de la Divina Ma-
jestad. Y entretanto, quiere hacerse cuenta de que, en su cora-

* Nuestro Señor en el Evangelio toma el ejemplo del grano echado en


tierra:
a) el que cae en el camino o en las piedras y no produce nada: son los
que se quedan con vagos deseos, no pasando nunca a su realización.
b) el que echan en una tierra mal arada, donde los cardos y las espinas
lo ahogan: son los que no se toman el trabajo de hacer lo que tendrían
que hacer.
c) el buen trigo que cae en una tierra bien preparada, y produce el 30
por ciento, o el 60 por ciento, o incluso el 100 por ciento.
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zón, lo deja todo, esforzándose en no querer aquello ni ninguna


otra cosa, si a ello no le moviere únicamente el servicio de Dios
Nuestro Señor; de manera que el deseo de mejor poder servirle
le mueva a tomar la cosa o a dejarla.
156. El ejercicio se termina haciendo los mismos tres colo-
quios que se hicieron en la contemplación precedente de las dos
banderas.

[NOTA MUY IMPORTANTE]

157. Es de notar que cuando sentimos afecto o repugnancia


a la pobreza actual, cuando no estamos indiferentes [respecto] a
pobreza o riqueza, aprovecha mucho, para extinguir tal afecto
desordenado, pedir en los coloquios [a pesar de la repugnancia
natural], que el Señor nos elija en pobreza actual; e [insistir en]
que [esto] lo queremos, pedimos y suplicamos con tal que sea
para servicio y alabanza de la Divina Bondad.
158. Quinto día. Contemplación sobre la partida de Cristo
Nuestro Señor desde Nazaret al río Jordán y sobre su Bautismo
(número 273).
159. Primera nota. Esta contemplación se hará una vez a la
medianoche y otra vez a la mañana, y [se harán] dos repeticio-
nes de ella: [una] a la hora de misa y [otra] a la hora de víspe-
ras, y la aplicación de sentidos, antes de la cena. En cada uno
de estos cinco ejercicios se hace preceder la acostumbrada ora-
ción preparatoria y los tres preámbulos, según se ha dicho en la
contemplación de la Encarnación y en la del Nacimiento, y se
acaba con los tres coloquios de los tres binarios, o con la nota
que sigue a los binarios.
160. Segunda nota. El examen particular después de comer
y después de cenar, se hará sobre las faltas y negligencias en los
ejercicios y adiciones de este día, y lo mismo en los [días] si-
guientes.
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161. Sexto día. Contemplación sobre cómo Cristo Nuestro


Señor fué desde el Jordán al desierto inclusive (núm. 273 -274).
Se observará en todo la misma forma que en el quinto día.
Séptimo día. Contemplación sobre cómo San Andrés y otros
siguieron a Cristo Nuestro Señor (número 275).
Octavo día. Contemplación sobre el Sermón de la Montaña,
que es el de las ocho bienaventuranzas (número 278).
Noveno día. Contemplación sobre cómo Cristo Nuestro Se-
ñor se apareció a sus discípulos sobre las olas del mar (número
280).
Décimo día. Contemplación sobre cómo el Señor predicaba
en el templo (número 288).
Undécimo día. Contemplación sobre la resurrección de Lá-
zaro (número 285).
Duodécimo día. Contemplación sobre el día de Ramos (nú-
mero 287).
[NOTAS]
162. Primera nota. En las contemplaciones de esta segun-
da semana, según cada uno quiera emplear más o menos tiem-
po, o según se aproveche, puede aumentar o reducir [el núme-
ro de meditaciones]. Si [quiere] aumentarlo, tome los misterios
de la Visitación de Nuestra Señora a Santa Isabel, los pastores,
la Circuncisión del Niño Jesús, [la Adoración de] los tres Reyes
y otros; si quiere reducirlo [puede] quitar [algunos] de los que
aquí están puestos: Porque esto es [solamente] dar una introduc-
ción y modo para después meditar mejor y más cumplidamen-
te.
163. Segunda nota. La materia de las elecciones se comen-
zará a partir de la contemplación de [la partida de Nuestro Se-
ñor de] Nazaret al Jordán, que es el quinto día, [y se procederá
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en ellas] según se declara más adelante.


164. Tercera nota. Antes de entrar en las elecciones aprove-
cha mucho, para cobrar afecto a la verdadera doctrina de Cris-
to, considerar y advertir las siguientes tres maneras de humildad,
y reflexionar sobre ellas a ratos durante todo el día, haciendo los
coloquios según se dirá más adelante.

[LOS TRES GRADOS


(O TRES MANERAS) DE HUMILDAD]

165. El primer grado de humildad es necesario para la sal-


vación eterna. Consiste en abajarme y humillarme tanto cuan-
to me sea posible para obedecer en todo a la ley de Dios Nuestro
Señor, de tal modo que aunque me hiciesen señor de todas las
cosas creadas en este mundo, no me ponga a deliberar si voy a
quebrantar un mandamiento, sea divino, sea humano, que me
obligue bajo pena de pecado mortal.
166. El segundo grado de humildad es más perfecto que el
primero. Consiste en que yo me halle en tal punto que no quie-
ra ni me afecte más en tener riqueza que pobreza, en querer ho-
nor que deshonor, en desear vida larga que corta, con tal que sea
igual para el servicio de Dios Nuestro Señor y para la salvación
de mi alma; y con esto no me ponga a deliberar si voy a come-
ter un pecado venial, ni por todo lo creado, ni aunque me quita-
sen la vida.
167. El tercer grado de humildad es perfectísimo. Incluye
la primera y la segunda [y consiste en esto]: supuesta igual glo-
ria y alabanza de la Divina Majestad, para imitar a Cristo Nues-
tro Señor y hacerme más semejante a él actualmente, quiero y
elijo antes pobreza con Cristo pobre que riqueza, antes oprobios
con Cristo lleno de ellos que honores, y deseo más ser estimado
por vano y loco por Cristo, que primero fue tenido por tal, que
por sabio ni prudente en este mundo.
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168. nota. A quien desea alcanzar este tercer grado de hu-


mildad le aprovechará mucho hacer los tres coloquios ya dichos
[en la meditación] de los binarios, pidiendo que Nuestro Señor
quiera elegirle en este tercer mayor y mejor grado de humildad,
para más imitarle y servirle, con tal que redunde en igual o ma-
yor servicio y alabanza de su Divina Majestad.

[LA ELECCIóN]
PREÁMBULO PARA HACER ELECCIóN
[PRINCIPIO FUNDAMENTAL] *
169. En toda buena elección, en cuanto es de nuestra parte,
el ojo de nuestra intención debe ser simple, mirando solamente
el fin para el cual he sido creado, es decir, para alabar a Dios
Nuestro Señor y salvar mi alma. Y así, cualquier cosa que yo
elija, debe ser para que me ayude a [conseguir] el fin para que
he sido creado, no ordenando ni trayendo el fin al medio, sino
el medio al fin, como sucede a muchos que en primer lugar eli-
gen casarse, lo cual es medio, y en segundo lugar servir a Dios
Nuestro Señor en el casamiento, lo cual (servir a Dios) es fin.
Asimismo hay otros que primero quieren tener beneficios y des-
pués servir a Dios en ellos. De manera que éstos no van dere-
cho a Dios, sino que quieren que Dios vaya derecho a sus afectos
desordenados, y, por consiguiente, hacen del fin el medio y del
medio el fin. De tal manera que lo que habían de poner en pri-
mer lugar, lo ponen en el último. Porque primeramente he de
tener por objeto querer servir a Dios, que es el fin, y en segun-
do lugar adquirir el beneficio o casarme, si más me conviene,
que es el medio para el fin. Así, pues, ninguna cosa me debe
mover a tomar tales medios o a privarme de ellos, sino sólo el
servicio y alabanza de Dios Nuestro Señor y la salvación eterna
de mi alma.

* La mayor parte de las elecciones fracasan o se toman mal por el olvido


de este principio. No se está realmente en esta indiferencia que quiere
el Cielo antes que todo.
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170. ACLARACIóN SOBRE LAS COSAS


EN QUE SE DEBE HACER ELECCIóN

Contiene en sí cuatro puntos y una nota.

Primer punto. Es necesario que todas las cosas sobre las que
queremos hacer elección sean indiferentes o buenas en sí, admi-
tidas por la Santa Madre Iglesia Jerárquica, y no malas o con-
trarias a Ella.

171. Segundo punto. Hay algunas cosas que caen bajo elec-
ción inmutable, como son sacerdocio, matrimonio, etc., y otras
que caen bajo elección mutable, como son adquirir beneficios o
dejarlos, adquirir bienes temporales o rechazarlos.

172. Tercer punto. Una vez que ya se ha hecho elección in-


mutable, como matrimonio, sacerdocio, etc., ya no hay más que
elegir, porque no se puede revocar [la elección]. Sólo se ha de
mirar que si uno no ha hecho elección debida y ordenadamente,
sin afectos desordenados, arrepintiéndose procure hacer buena
vida en su elección; pero esta elección no parece que sea divi-
na, por ser elección desordenada y no recta. Y muchos yerran
en esto haciendo de una elección no recta o mala, vocación di-
vina, porque toda vocación divina es siempre pura y limpia, sin
mezcla de carne ni de alguna otra afección desordenada.

173. Cuarto punto. Si alguno ha hecho elección debida y or-


denadamente de cosas que caen bajo elección mutable, sin mo-
verse por los atractivos de carne ni del mundo, no hay razón para
que haga de nuevo elección, sino que debe perfeccionarse cuan-
to pudiere en la que ya ha hecho.

174. nota. Si esta elección mutable no se ha hecho bien or-


denada y con sinceridad, entonces aprovecha hacer la elección
debidamente, si uno tiene deseo de que salgan de ella frutos no-
tables y muy apacibles a Dios Nuestro Señor.
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175. TRES TIEMPOS PARA HACER SANA Y BUENA ELECCIóN

El primer tiempo es cuando Dios Nuestro Señor de tal mane-


ra mueve y atrae a la voluntad, que sin dudar ni poder dudar, el
alma devota sigue lo que se le ha mostrado, como hicieron San
Pablo y San Mateo al seguir a Cristo Nuestro Señor.

176. El segundo tiempo es cuando se recibe bastante clari-


dad y conocimiento por experiencia de consolaciones y desola-
ciones, y por experiencia de discreción de varios espíritus.

177. El tercer tiempo es tranquilo, considerando primero pa-


ra qué ha nacido cada uno, es decir, para alabar a Dios Nuestro
Señor y salvar su alma; y, deseando este [fin], elige como me-
dio [para conseguirlo] una vida o estado dentro de los límites
[fijados] por la Iglesia, para encontrar ayuda en el servicio de su
Señor y en la salvación de su alma. Llamo tiempo tranquilo a
aquel en que el alma no es agitada de varios espíritus y usa de
sus potencias naturales libre y tranquilamente.

178. Si en el primero o en el segundo tiempo no se hace elec-


ción, he aquí dos modos para hacerla en este tercer tiempo.

PRIMER MODO PARA HACER UNA SANA Y BUENA ELECCIóN

Contiene en sí seis puntos.

Primer punto. Poner ante mis ojos la cosa sobre la cual quie-
ro hacer elección, como un oficio o beneficio para tomar o de-
jar, o cualquier otra cosa que cae bajo elección mutable.

179. Segundo punto. Es menester tener por objeto el fin pa-


ra el que soy creado, que es para alabar a Dios Nuestro Señor y
salvar mi alma y, al mismo tiempo, hallarme indiferente, sin
afecto alguno desordenado, de manera que no esté más inclina-
do ni aficionado a tomar la cosa propuesta que a dejarla, ni más
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a dejarla que a tomarla, sino que me halle en equilibrio, como


la aguja de una balanza, para seguir aquello que sintiere que re-
dunda más en gloria y alabanza de Dios Nuestro Señor y salva-
ción de mi alma.
180. Tercer punto. Pedir a Dios Nuestro Señor que mueva
mi voluntad y poner en mi alma lo que yo debo hacer acerca de
la cosa propuesta, y lo que más sirva para su gloria y alabanza,
y, [por mi parte], discurrir bien y fielmente con mi inteligencia
y elegir conforme a su santísima y beneplácita voluntad.
181. Cuarto punto. Considerar razonando cuántas ventajas
o provechos se me siguen de tener el oficio o beneficio propues-
to únicamente desde el punto de vista de la alabanza de Dios
Nuestro Señor y la salvación de mi alma; y, por el contrario, con-
siderar igualmente los inconvenientes y peligros que hay en te-
nerlo. En la segunda parte, hacer otro tanto, es decir, mirar las
ventajas y provechos de no tenerlo, y, por el contrario, los in-
convenientes y peligros en no tenerlo.
182. Quinto punto. Después que he discurrido y razonado
bajo todos los aspectos sobre la cosa propuesta, miraré a dónde
se inclina más la razón, y así, según el mayor impulso de la ra-
zón, y sin ningún impulso de la sensibilidad, se debe hacer la
deliberación sobre la cosa propuesta.
183. Sexto punto. Hecha tal elección o deliberación, debe ir
el que la ha hecho con mucha diligencia a la oración ante Dios
Nuestro Señor y ofrecerle tal elección, para que su Divina Ma-
jestad la quiera recibir y confirmar si es para su mayor servicio
y alabanza.
184. SEGUNDO MODO PARA HACER UNA SANA Y BUENA ELECCIóN
(Contiene en sí cuatro reglas y una nota)

Primera regla. El amor que me lleva y me hace elegir tal co-


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sa debe descender de arriba, del amor de Dios Nuestro Señor,


de manera que el que elige sienta primero en sí que aquel amor
más o menos [grande] que tiene a la cosa que elige es sólo por
su Creador y Señor.
[¿Qué consejo le daría yo a un amigo?]

185. Segunda regla. Representarme un hombre que nunca


he visto ni conocido y deseando yo toda su perfección, conside-
rar lo que yo le diría que hiciese y eligiese para mayor gloria de
Dios Nuestro Señor y mayor perfección de su alma, y después,
haciendo yo lo mismo en mi caso, guardar la regla que para el
otro propongo.
[¿Qué querría haber hecho en mi lecho de muerte?]

186. Tercera regla. Considerar como si estuviese en el mo-


mento de la muerte, la forma [de proceder] y la norma que en-
tonces querría haber tenido en el modo de la presente elección
y, guiándome por lo que hubiera querido hacer entonces, hacer-
lo ahora fielmente.
[¿Cuánto valen mis razones ante el juicio de Dios?]

187. Cuarta regla. Mirando y considerando cómo me halla-


ré el día del juicio, pensar cómo querría entonces haber delibe-
rado acerca de la cosa presente; y la regla que entonces querría
haber tenido, tomarla ahora, para que entonces me halle con en-
tero placer y gozo.

188. nota. Tomadas las reglas anteriores para mi salvación


y paz eterna, haré mi elección y oblación a Dios Nuestro Señor,
conforme al sexto punto del primer modo de hacer elección.
[REFORMA DE VIDA]
189. Es de advertir que en cuanto a los que están constituí-
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dos en dignidad [en la Iglesia] o están casados, ya dispongan o


no de abundancia de bienes temporales, si no hay lugar a elec-
ción o si no tienen la voluntad muy dispuesta a hacer elección
de lo que cae bajo elección mutable, es muy útil que, en lugar
de hacer elección, se les dé forma y modo para enmendar y re-
formar su propia vida y estado, es decir, para ordenar su exis-
tencia, vida y estado a gloria y alabanza de Dios Nuestro Señor
y salvación de su propia alma. Y para llegar a este fin, cada uno
debe considerar mucho y rumiar [pensar muy despacio], según
los anteriores ejercicios y modos de elegir, cuánta casa y fami-
lia debe tener, cómo la debe regir y gobernar y cómo la debe ins-
truir con su palabra y ejemplo. Asimismo, respecto a sus rentas,
cuánto debe tomar para su famllia y casa y cuánto para emplear-
lo en distribuir a los pobres y en otras obras pías, sin querer ni
buscar ninguna cosa sino en todo y por todo la mayor alabanza
y gloria de Dios Nuestro Señor. Porque piense cada uno que en
las cosas espirituales tanto se aprovechará cuanto se saliere de
su propio amor, querer e interés.

[¿Cuáles deben ser los frutos de este retiro?


Ante todo: Anotar los propósitos principales: hachazos que
hay que dar, relaciones malas que hay que cortar. ¡Antes morir
que pecar! No se debe jugar con el demonio.

Anotar tal vicio que se debe corregir, y los medios precisos


que se han de tomar (página 239).

Virtud que se debe practicar: ver el examen de conciencia (pá-


ginas 248 y siguientes).

Decisión tomada para el estado de vida… (Cesar de consul-


tar a todo el mundo y de vacilar, una vez que la cosa ha sido con-
siderada delante de Dios).
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REGLAMENTO DE VIDA:

CADA DíA

Ejercicios de piedad. Oraciones de la mañana y de la noche,


meditación, rosario en familia, lectura espiritual, examen de con-
ciencia, etc… (precisar bien: ¿en qué momento?, ¿qué lectura?,
etc…) Muchos ejercitantes no perseveran porque no hacen me-
ditación.
CADA SEMANA

¿Cómo santificar el domingo, solo o en familia? Confesión y


comunión frecuentes: ¿Cuando? Retiro mensual. Estudio: todo
cristiano debe reservarse un tiempo semanal para el estudio del
catecismo (San Pío X, Catecismo de Trento), las enseñanzas pon-
tificias, cuestiones familiares, sociales, vidas de santos, etc…
Acción apóstolica, reclutamiento para los retiros, etc…
Piénselo atentamente ante Dios, anote sus propósitos con
la ayuda del sacerdote, y ofrézcalos a Jesús sacramentado
para que los confirme y le ayude a perseverar en ellos.]

[tercerA seMAnA]
190. Primer día.
PriMerA conteMPlAciÓn
Se realiza a medianoche, y es sobre la ida de Nuestro Señor
desde Betania a Jerusalén para celebrar la Última Cena,
incluyendo también los misterios de la Cena (número 289).
Contiene en sí la oración preparatoria,
tres preámbulos, seis puntos y un coloquio.
La acostumbrada oración preparatoria.
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191. El primer preámbulo consiste en recordar la historia.


Aquí será considerar cómo Cristo Nuestro Señor desde Betania
envió a Jerusalén a dos discípulos para que preparasen la cena,
y después Él mismo fué a ella con los demás discípulos. Y des-
pués de haber comido el cordero pascual y tras haber cenado,
lavó los pies a sus discípulos y les dió su santísimo Cuerpo y su
preciosa Sangre; y, después que Judas fue a vender a su Señor,
les hizo un sermón.
192. El segundo preámbulo consiste en la composición de
lugar. Aquí será considerar el camino desde Betania a Jerusa-
lén: si ancho, si estrecho, si llano, etc. Igualmente, el lugar de
la cena: si grande, si pequeño, si de una manera, si de otra.
193. El tercer preámbulo consiste en pedir lo que quiero.
Aquí será pedir dolor, sentimiento y confusión, porque por mis
pecados va el Señor a la Pasión.
194. El primer punto es ver las personas de la cena y, refle-
xionando sobre mí mismo, procurar sacar algún provecho de
ello.
El segundo punto es oír lo que hablan, e igualmente sacar
algún provecho de ello.
El tercer punto es mirar lo que hacen y sacar algún prove-
cho.
195. El cuarto punto * es considerar lo que cristo nuestro
señor padece en su humanidad o quiere padecer, según el
paso que se contempla; y aquí comenzar con gran empeño a es-

* Cuando se contempla un misterio de la Pasión, además de los puntos


que ayudan a penetrar todo misterio de la vida de Nuestro Señor (per-
sonas, palabras, acciones), no hay que olvidar estas tres conside-racio-
nes: a) Jesús quiere sufrir (hubiera podido salvarnos sin sufrir); b)
Jesús esconde su divinidad; c) es por mí que sufre: y yo, entonces, ¿qué
haré por Cristo?
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373

forzarme en excitar en mí el dolor, la tristeza, las lágrimas, y


trabajar del mismo modo en los demás puntos que siguen.
196. El quinto punto es considerar cómo la Divinidad se es-
conde, es decir, cómo podría destruir a sus enemigos y no lo ha-
ce, y cómo deja padecer tan crudelísimamente a su sacratísima
humanidad.
197. El sexto punto es considerar cómo padece todo esto por
mis pecados, etc., y qué debo hacer y padecer yo por él.
198. Acabar con un coloquio con Cristo Nuestro Señor, y al
final con un Padrenuestro.
199. nota. Es preciso advertir, como ya se declaró en parte,
que en los coloquios debemos razonar y pedir según la materia
propuesta, es decir: según me halle tentado o consolado, según
desee alcanzar una virtud u otra, según quiera disponer de mí en
un sentido o en otro, según quiera excitarme al dolor o al gozo
a propósito de la cosa que contemplo; en suma: he de pedir aque-
llo que más eficazmente deseo acerca de algunas cosas particu-
lares. Y de esta manera puede uno hacer un solo coloquio con
Cristo Nuestro Señor, o, si la materia o la devoción le mueve,
puede hacer tres coloquios: uno a la Madre, otro al Hijo y otro
al Padre, de la misma forma que se dijo en la segunda semana
en la meditación de las dos banderas, con la nota que sigue a los
binarios.
200. seGunDA conteMPlAciÓn
A la mañana. Será desde la Cena hasta el huerto inclusive
[la agonía, Judas, el arresto] (número 290) *.
La acostumbrada oración preparatoria.

* Ver también el relato de la Pasión, en las páginas 107-113, y 115-119.


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201. El primer preámbulo consiste en recordar la historia.


Aquí será cómo Cristo Nuestro Señor descendió con sus once
discípulos desde el monte Sión, donde fue la cena, hasta el va-
lle de Josafat. Dejó a ocho de ellos en una parte del valle y a los
otros tres en una parte del huerto, y poniéndose en oración suda
sudor como de gotas de sangre. Después que tres veces hizo
oración al Padre, despertó a sus tres discípulos; a su voz caye-
ron [en tierra] los enemigos; Judas le dió [un beso] de paz; San
Pedro cortó la oreja a Malco y Cristo se la puso en su lugar. Des-
pués lo prenden como a un malhechor y lo llevan primero valle
abajo y después cuesta arriba, hasta la casa de Anás.
202. El segundo preámbulo consiste en ver el lugar. Aquí
será considerar el camino desde el monte Sión al valle de Josa-
fat, y lo mismo el huerto, si es ancho, si largo, si de una mane-
ra, si de otra.
203. El tercer preámbulo consiste en pedir lo que quiero, lo
que es propio pedir en la pasión, que es dolor con Cristo dolo-
roso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas, pena interna
de tanta pena que Cristo pasó por mí.
[NOTAS]
204. Primera nota. En esta segunda contemplación, después
de la oración preparatoria y los tres preámbulos dichos, se ob-
servará en los puntos y coloquios la misma forma de proceder
que en la primera contemplación de la cena, y a la hora de misa
y de vísperas se harán dos repeticiones sobre la primera y se-
gunda contemplación, y después, antes de la cena, se aplicarán
los cinco sentidos sobre las dos contemplaciones antedichas, an-
teponiendo siempre la oración preparatoria y los tres preámbu-
los, según la materia propuesta, de la misma forma que se ha
dicho y declarado en la segunda semana.
205. Segunda nota. Según lo permita la edad, disposición y
complexión, el ejercitante hará cada día los cinco ejercicios o
menos.
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206. Tercera nota. En esta tercera semana se cambiarán en


parte la segunda y la sexta adición.

La segunda adición será que, en cuanto me despierte, ponga


ante mis ojos adónde voy y a qué, resumiendo un poco la con-
templación que quiero hacer, según fuere el misterio, esforzán-
dome, mientras me levanto y me visto, por entristecerme y ape-
narme por tanto dolor y tanto padecer de Cristo Nuestro Señor.

La sexta adición se cambiará procurando no aceptar pensa-


mientos alegres, aunque buenos y santos, como son los de la re-
surrección y de gloria, sino induciéndome a mí mismo al dolor,
a la pena y a la aflicción, recordando frecuentemente los traba-
jos, fatigas y dolores que Cristo Nuestro Señor pasó desde el
momento en que nació hasta el misterio de la pasión en que me
hallo al presente.

207. Cuarta nota. El examen particular sobre los ejercicios


y adiciones presentes, se hará como en la semana pasada.

208. El segundo día, a medianoche, la contemplación será


sobre lo sucedido desde el huerto a la casa de Anás, inclusive
(número 291) y a la mañana, sobre lo sucedido de la casa de
Anás a la casa de Caifás, inclusive (número 292), y después las
dos repeticiones y la aplicación de los sentidos, según está di-
cho.

El tercer día, a medianoche, [contemplación sobre lo sucedi-


do] de casa de Caifás a Pilatos, inclusive (número 293) y a la
mañana [sobre lo sucedido] de Pilatos a Herodes, inclusive (nú-
mero 294) y después las repeticiones y la aplicación de sentidos
en la misma forma que ya se ha dicho.

El cuarto día, a medianoche, [contemplación sobre lo suce-


dido] de Herodes a Pilatos (número 295), contemplando hasta
la mitad de los misterios [ocurridos] en la misma casa de Pila-
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tos, y después, en el ejercicio de la mañana, los misterios res-


tantes del pretorio de Pilatos, y las repeticiones y la aplicación
de sentidos como está dicho.

El quinto día, a medianoche, [contemplación sobre lo suce-


dido] desde la casa de Pilatos hasta ser puesto el Salvador en la
cruz (número 296), y a la mañana desde que fue levantado en la
cruz hasta que expiró (número 297); después las dos repeticio-
nes y la aplicación de los sentidos.

El sexto día, a medianoche, desde el descendimiento de la


cruz hasta el sepulcro exclusive (número 298), y a la mañana
desde el sepulcro inclusive hasta la casa adonde fue Nuestra Se-
ñora después de sepultado su Hijo.

El séptimo día, contemplación de toda la pasión junta en el


ejercicio de medianoche y en el de la mañana, y en lugar de las
dos repeticiones y de [la aplicación de] los sentidos, considerar
[durante] todo aquel día, lo más frecuentemente posible, cómo
el Cuerpo Sacratísimo de Cristo Nuestro Señor quedó separado
y apartado del alma y dónde y cómo [fue] sepultado. Asimis-
mo, considerar la soledad de Nuestra Señora con tanto dolor y
fatiga, y después, por otra parte, la de los discípulos.

209. nota. Quien se quiera alargar más en la pasión, ha de


tomar en cada contemplación menos misterios, es decir, en la
primera contemplación solamente la Cena; en la segunda, el la-
vatorio de los pies; en la tercera, la institución de la Eucaristía;
en la cuarta, el Sermón de la Cena, y así en las otras contempla-
ciones y misterios.

Asimismo, después de acabada la Pasión, tome un día entero


la mitad de toda la Pasión, y el segundo día la otra mitad, y el
tercer día toda la Pasión.

Por el contrario, quien quiera abreviar más en la Pasión, to-


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me a medianoche los misterios de la Cena, a la mañana los del


huerto, a la hora de misa los de la casa de Anás, a la de vísperas
los de la casa de Caifás, antes de la cena los de la casa de Pila-
tos; de manera que no haciendo repeticiones ni aplicaciones de
los sentidos, haga cada día cinco ejercicios distintos, y en cada
ejercicio [contemple] un misterio distinto sobre Cristo Nuestro
Señor. Y después de acabada así toda la Pasión, puede contem-
plar otro día toda la Pasión junta en un ejercicio o en varios, co-
mo le parezca que podrá aprovecharse mejor.

[REGLAS DE TEMPLANzA]

Reglas para ordenarse


en el comer en lo sucesivo.

210. Primera regla. Conviene menos abstenerse del pan,


porque no es manjar sobre el cual el apetito se suele desordenar
tanto, o hacia el que la tentación incite [tanto] como hacia los
otros manjares.

211. Segunda regla. Acerca del beber parece más convenien-


te la abstinencia que no acerca de comer pan; por tanto, se debe
mirar mucho lo que hace provecho para admitirlo y lo que hace
daño para rechazarlo.

212. Tercera regla. Acerca de los manjares, se debe tener la


mayor y más entera abstinencia, porque en este punto el apetito
está más presto a desordenarse y la tentación a incitar. Y así,
para evitar el desorden, la abstinencia en los manjares se puede
observar de dos maneras: la primera, habituándose a comer man-
jares comunes; la otra, [tomándolos] en poca cantidad si son de-
licados.

213. Cuarta regla. Guardándose de no caer en enfermedad


notable, cuanto más quitare uno de lo conveniente alcanzará más
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pronto el [justo] medio que debe tener en su comer y beber. Y


esto por dos razones: la primera, porque ayudándose y dispo-
niéndose así, muchas veces sentirá más las luces interiores, las
consolaciones e inspiraciones divinas que le muestren el [justo]
medio que le conviene; la segunda, porque si con tal abstinen-
cia no se ve uno con tanta fuerza corporal ni disposición para
los ejercicios espirituales, fácilmente llegará a juzgar [qué es]
lo que más le conviene para su sustento corporal.

214. Quinta regla. Mientras uno come, considere, como si


lo estuviese viendo, a Cristo Nuestro Señor comiendo con sus
apóstoles; y [vea cómo come], y cómo bebe, y cómo mira, y có-
mo habla; y procure imitarle. De manera que la consideración
de Cristo Nuestro Señor sea la ocupación principal del espíritu,
y el sustento corporal la secundaria; y así adquirirá [uno] mayor
método y orden sobre el modo de conducirse y gobernarse.

215. Sexta regla. También podrá [uno], durante la comida,


ocuparse en alguna otra consideración, de la vida de los santos,
de alguna contemplación piadosa o de algún negocio espiritual
que haya que hacer, porque estando atento a tal cosa tomará me-
nos deleite y satisfacción sensible en el manjar corporal.

216. Séptima regla. Sobre todo, guárdese [cada uno] de que


no esté todo su espíritu atento a lo que come, y en el comer no
vaya apresurado por el apetito, sino que sea [uno] señor de sí
tanto en la manera de comer como en la cantidad de la comida.

217. Octava regla. Para quitar el desorden aprovecha mu-


cho que después de comer o después de cenar, o en otra hora en
que [uno] no sienta apetito de comer, determine consigo [mis-
mo] la cantidad que le conviene comer en la comida o cena si-
guiente, y así sucesivamente cada día. Y por ningún apetito ni
tentación sobrepase [la cantidad fijada], sino que, al contrario,
para vencer más todo apetito desordenado y [toda] tentación del
enemigo, si está tentado a comer más, coma menos.
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[cuArtA seMAnA]
218. PriMerA conteMPlAciÓn

Aparición de Cristo Nuestro Señor a Nuestra Señora.

La acostumbrada oración preparatoria.


219. El primer preámbulo es la [misma] historia. Aquí es
cómo después que Cristo expiró en la cruz y su cuerpo que-
dó separado del alma y sin dejar de estar unido a la Divinidad,
su alma bienaventurada descendió al infierno, igualmente uni-
da a la Divinidad; sacó de allí a las almas justas y, resucitado,
vino al sepulcro y se apareció en cuerpo y alma a su bendita Ma-
dre.
220. El segundo preámbulo consiste en la composición
de lugar. Aquí será ver la disposición del Santo Sepulcro y
el lugar o casa de Nuestra Señora, mirando en particular las
partes que la componen, e igualmente su habitación, oratorio,
etc.
221. El tercer preámbulo consiste en pedir lo que quiero.
Aquí será pedir gracia para alegrarme y gozarme intensamente
de tanta gloria y gozo de Cristo Nuestro Señor.
222. El primer, segundo y tercer punto son los mismos que
en la contemplación de la Cena de Cristo Nuestro Señor (núme-
ro 194) [personas, palabras, acciones].
223. El cuarto punto consiste en considerar cómo la Divini-
dad, que parecía esconderse en la Pasión, aparece y se mues-
tra ahora tan milagrosamente en la santísima resurrección por
los verdaderos y santísimos efectos que a ella pertenecen.
224. El quinto punto consiste en mirar el oficio de consolar
que ejerce cristo nuestro señor, comparando cómo los ami-
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gos suelen consolarse mutuamente.*


225. Acabar con un coloquio o coloquios, según la materia
propuesta, y con un Padrenuestro.

[NOTA]
226. Primera nota. En las contemplaciones siguientes pro-
cédase en todos los misterios desde la Resurrección hasta la As-
censión inclusive, de la manera que abajo se indica, observando
en lo restante, durante esta semana de la Resurrección, el mis-
mo método que en toda la semana de la Pasión. De manera que
en esta primera contemplación de la Resurección ríjase [el ejer-
citante], en cuanto a los preámbulos, según la materia propues-
ta; en cuanto a los cinco puntos, que sean los mismos, y las
adiciones, las mismas que abajo se indican. Y así en todo lo res-
tante, como repeticiones, aplicación de sentidos, acortar o alar-
gar los misterios, etc., puede regirse por el método de la Semana
de Pasión.
227. Segunda nota. Comúnmente en esta cuarta semana es
más conveniente que en las otras tres pasadas hacer cuatro ejer-
cicios y no cinco: el primero, a la mañana, en seguida de levan-
tarse; el segundo, a la hora de misa o antes de comer, en lugar de
la primera repetición; el tercero, a la hora de vísperas, en lugar
de la segunda repetición; el cuarto, antes de cenar, será la aplica-
ción de sentidos sobre los tres ejercicios del mismo día, notando
y haciendo pausa en las partes más principales y en donde haya
sentido [uno] mayores mociones y gustos espirituales.
* En la contemplación de los misterios de la cuarta semana, a los tres
medios de penetrar el misterio (personas, palabras y acciones) agre-
guemos estas dos consideraciones: a) Jesús muestra su divinidad (la re-
surrección debe excitar grandes sentimientos de fe en la divinidad de
Nuestro Señor en nuestras almas); b) las delicadezas del Corazón de
Jesús para con todos los que han sido algo generosos con Él (la cuarta
semana nos hace comprender que es una gran gracia tener que sufrir
algo por Él. Ya no debemos temer la cruz).
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228. Tercera nota. Aunque en todas las contemplaciones se


fijaron cierto número de puntos, como tres, cinco, etc., la per-
sona que contempla puede poner más o menos puntos, según se
hallare mejor. Y para esto aprovecha mucho que antes de entrar
en la contemplación conjeture y señale en número fijo los pun-
tos que ha de tomar.
229. Cuarta nota. En esta cuarta semana, de las diez adicio-
nes se han de cambiar la segunda, la sexta, la séptima y la déci-
ma.
Segunda adición. En seguida de despertarme pondré ante
mis ojos la contemplación que tengo que hacer, queriéndome
inflamar y alegrar con tanto gozo y alegría de Cristo Nuestro
Señor.
Sexta adición. Recordar y pensar cosas que causen placer,
alegría y gozo espiritual, como son las de gloria.
Séptima adición. Aprovechar la claridad o el tiempo agrada-
ble, como en el verano el fresco y en el invierno el sol o el ca-
lor, tanto cuanto piense o conjeture uno que le puede ayudar a
alegrarse y gozarse en su Creador y Redentor.
Décima adición: En lugar de la penitencia, mire [el ejerci-
tante] la templanza y todo [justo] medio, a no ser en preceptos
de ayunos o abstinencias que mande la Iglesia, porque éstos
siempre han de cumplirse, si no hubiere un justo impedimento.
230. conteMPlAciÓn
PArA AlcAnZAr el AMor Divino *
nota. Primero conviene advertir dos cosas: La primera, que
el amor se debe poner más en las obras que en las palabras.
231. La segunda, que el amor consiste en comunicación de

* A esta contemplación podría llamársela “el Epílogo o Broche de Oro


de los Ejercicios”.
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las dos partes, es decir, en dar y comunicar el amante al amado


lo que tiene o de lo que tiene o puede, y viceversa, el amado al
amante; de manera que si uno tiene ciencia dé al que no la tie-
ne, si tiene honores o riquezas, igualmente, y así el uno al otro
[recíprocamente].
La oración acostumbrada.
232. El primer preámbulo consiste en la composición [de lu-
gar]. Aquí es ver cómo estoy delante de Dios Nuestro Señor, de
los ángeles y de los santos, que interceden por mí.
233. El segundo preámbulo consiste en pedir lo que quiero.
Aquí será pedir conocimiento interno de tanto bien recibido [de
Dios], para que, mostrándome enteramente agradecido, pueda
en todo amar y servir a su Divina Majestad.
234. El primer punto es recordar los beneficios recibidos, co-
mo la creación, redención y dones particulares, ponderando con
mucho afecto cuánto ha hecho Dios Nuestro Señor por mí y
cuánto me ha dado de lo que tiene y, por consiguiente, cuánto
desea el mismo Señor darse a mí en lo posible, según su orde-
nación divina. Y después reflexionar en mi interior, consideran-
do lo que yo debo, con mucha razón y justicia, ofrecer por mi
parte a su Divina Majestad, es decir, todas mis cosas y a mí mis-
mo con ellas, como [hace] el que ofrece [algo a otro] con mu-
cho afecto: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi
memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y
mi poseer; Vos me los dísteis, a Vos, Señor, lo torno; todo es
vuestro, disponed a toda vuestra voluntad; dadme vuestro amor
y gracia, que ésta me basta.
235. El segundo punto es mirar cómo Dios habita en las cria-
turas: en los elementos dándoles el ser, en las plantas dándoles
la vida vegetativa, en los animales dándoles la vida sensitiva, en
los hombres dándoles la inteligencia; e igualmente en mí, dán-
dome el ser, la vida, la sensibilidad y la inteligencia. Asimismo,
habiéndome creado a imagen y semejanza de su Divina Majes-
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tad, ha hecho de mí su templo. Y de nuevo reflexionaré en mi


interior, como se ha dicho en el primer punto, o de otro modo
que me pareciere mejor. Lo mismo se hará en cada uno de los
puntos siguientes.
236. El tercer punto es considerar cómo Dios trabaja y obra
por mí en todas las cosas creadas sobre la faz de la tierra, es de-
cir, que procede como quien trabaja, en los cielos, en los ele-
mentos, en las plantas, en los frutos, en los ganados, etc., dán-
doles y conservándoles el ser, la vida vegetativa y sensitiva, etc.
Después, reflexionaré en mi interior.
237. El cuarto punto es mirar cómo todos los bienes y dones
descienden de arriba, como por ejemplo, mi limitada potencia
de la suma e infinita de arriba; y lo mismo la justicia, la bondad,
la piedad, la misericordia, etc., [descienden de arriba] como los
rayos descienden del sol, las aguas de la fuente, etc. Después,
reflexionar en mi interior, según se ha dicho. Acabar con un co-
loquio y un Padrenuestro.

238. tres MoDos De orAr


PRIMER MODO DE ORAR
Es acerca de los diez mandamientos, de los siete pecados capi-
tales, de las tres potencias del alma y de los cinco sentidos cor-
porales. Y esta manera de orar, más que dar forma ni modo
alguno de orar, es una manera de disponer al alma a este géne-
ro de ejercicios para que se aproveche de ellos y así la ora-
ción sea acepta [a Dios].

I. - SOBRE LOS MANDAMIENTOS


239. Hágase primeramente lo equivalente a la segunda adi-
ción de la segunda semana (número 131), es decir, que antes de
entrar en la oración repose un poco el espíritu, estando uno sen-
tado o paseándose, como mejor parezca, considerando atenta-
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mente a dónde voy y a qué. Y esta misma adición se hará al


principio de todos los modos de orar.
240. Se hará una oración preparatoria para pedir, por ejem-
plo, gracia a Dios Nuestro Señor para poder conocer en qué he
faltado en los diez mandamientos, e igualmente gracia y ayuda
para enmendarme en lo sucesivo, pidiendo también compren-
derlos perfectamente, para observarlos mejor, a mayor gloria y
alabanza de su Divina Majestad.
241. Después, empezando por el primer mandamiento, con-
viene considerar y pensar cómo lo he observado y en qué he fal-
tado, teniendo por regla detenerse por espacio de tres Padre-
nuestros y tres Avemarías. Y si en este tiempo hallo faltas mías,
pediré perdón y remisión de ellas y rezaré un Padrenuestro. Há-
gase de esta misma manera en cada uno de los diez mandamien-
tos.
242. Primera nota. Cuando uno se pone a pensar en un man-
damiento, en el que ve que no tiene ningún hábito de pecar, no
es necesario que se detenga en él tanto tiempo, sino que, según
vea en qué falta más o menos en un mandamiento determinado,
así debe detenerse más o menos en su consideración y escruti-
nio. Obsérvese esta misma regla respecto a los pecados capita-
les.
243. Segunda nota. Después de acabado dicho examen so-
bre todos los mandamientos y de haberme acusado [de mis pe-
cados] contra ellos y pedido gracia y ayuda para enmendarme
en lo sucesivo, se ha de acabar con un coloquio a Dios Nuestro
Señor, según la materia propuesta.

244. II. - SOBRE LOS PECADOS CAPITALES

Acerca de los siete pecados capitales, después de la adición,


hágase la oración preparatoria del modo dicho, y cámbiese la
materia, que aquí es de pecados que se han de evitar y antes era
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de mandamientos que se han de observar. Obsérvense igual-


mente el orden y regla dichos y el coloquio.
245. Para conocer mejor las faltas cometidas, mírense las vir-
tudes opuestas a los pecados capitales, y para evitarlos mejor,
proponga y procure uno tener y adquirir por medio de santos
ejercicios las siete virtudes contrarias a estos [vicios].

246. III. - SOBRE LAS TRES POTENCIAS DEL ALMA


En las tres potencias del alma, obsérvense el mismo orden y
regla que en los mandamientos, haciendo la adición, oración pre-
paratoria y el coloquio.

247. IV. - SOBRE LOS CINCO SENTIDOS


Acerca de los cinco sentidos corporales, el orden es siempre
el mismo; sólo cambia la materia.
248. nota. Quien, en el uso de sus sentidos, quiera imitar a
Cristo Nuestro Señor, encomiéndese en la oración preparatoria
a su Divina Majestad, y después de considerado cada sentido,
diga un Avemaría o un Padrenuestro. Quien, en el uso de sus
sentidos, quisiere imitar a Nuestra Señora, encomiéndese a Ella
en la oración preparatoria, para que le alcance de su Hijo y Se-
ñor esta gracia. Y después de considerado cada sentido, diga un
Avemaría.

249. SEGUNDO MODO DE ORAR


Es contemplar la significación de cada palabra de la oración.
250. Se observará en este segundo modo la misma adición
que en el primero (número 239).
251. La oración preparatoria variará según la persona a
quien se dirige la oración.
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252. El segundo modo de orar consiste en que el que ora, es-


tando de rodillas o sentado, según la mejor disposición en que
se halle y la devoción que sienta, teniendo los ojos cerrados o
fijos en un punto, sin andar con la vista errante, diga [la prime-
ra palabra del Padrenuestro]: Padre, y se detenga en la conside-
ración de esta palabra tanto tiempo cuanto halle significaciones,
comparaciones, gusto y consolación en consideraciones sobre
esta palabra. Y haga lo mismo en cada palabra del Padrenues-
tro o de otra oración cualquiera que quisiera tomar para orar de
este modo.
253. Primera regla. Se empleará una hora en meditar así to-
do el Padrenuestro, y, una vez acabado, se rezará vocal o men-
talmente, del modo acostumbrado, el Ave María, el Credo y la
Salve.
254. Segunda regla. Si el que contempla el Padrenuestro ha-
lla en una o en dos palabras de él tan buena materia de conside-
ración y gusto y consuelo, no se preocupe de seguir adelante
aunque se le pase la hora en aquello en que halla [consolación].
Y acabada la hora, diga el resto del Padrenuestro en la forma
acostumbrada.
255. Tercera regla. Si el que contempla se detuvo en una o
en dos palabras del Padrenuestro durante una hora entera, cuan-
do otro día quiera volver a orar, diga esa o esas palabras del mo-
do acostumbrado, y comience a contemplar en la palabra que
sigue inmediatamente, según se dijo en la segunda regla.
256. Primera nota. Acabado el Padrenuestro en uno o en
varios días, se ha de meditar con el mismo método el Avemaría
y las otras oraciones, de manera que por algún tiempo se conti-
núe este ejercicio sobre alguna de ellas.
257. Segunda nota. Acabada la oración, dirigiéndose a la
persona a quien ha orado, pida en pocas palabras las virtudes o
gracias por las que siente que tiene más necesidad.
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258. TERCER MODO DE ORAR


Será por compás.
La adición será la misma que en el primer y segundo modo
de orar (número 239).
La oración preparatoria, como en el segundo modo de orar
(número 251).
El tercer modo de orar consiste en orar mentalmente dicien-
do con la boca, a cada respiración, una palabra del Padrenues-
tro o de otra oración que se rece, de manera que se diga una sola
palabra entre una respiración y otra; y el tiempo que media de
una a otra respiración, mírese principalmente la significación de
esa palabra o de la persona a quien se reza, o [considérese] la
bajeza de sí mismo, o la diferencia de tanta alteza a tanta baje-
za propia. Procédase de la misma forma en las otras palabras
del Padrenuestro. Y las otras oraciones, como el Avemaría, el
Alma de Cristo, el Credo y la Salve, récense del modo acostum-
brado.
259. Primera regla. Otro día o a otra hora en que uno quie-
ra orar [de este modo], diga el Avemaría a compás y las otras
oraciones del modo ordinario, y así sucesivamente proceda con
las otras [oraciones].
260. Segunda regla. Quien quiera detenerse más en la ora-
ción por compás, puede decir todas las oraciones antes citadas,
o parte de ellas, según el mismo método de la respiración por
compás, como ya se ha declarado.
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los Misterios De lA viDA


261.
De nuestro señor Jesucristo *
nota. Es de advertir en todos los misterios siguientes, que
todas las palabras que están entre paréntesis son del mismo
Evangelio, y no las que están fuera; y en cada misterio por la
mayor parte hallarán tres puntos para meditar y contemplar en
ellos con mayor facilidad.

[MISTERIOS GOzOSOS]
262. ANUNCIACIóN DE NUESTRA SEñORA
(San Lucas 1, 26-38)
Primer punto. El ángel San Gabriel, saludando a Nuestra Se-
ñora, le significó la concepción de Cristo Nuestro Señor: (En-
trando el ángel adonde estaba María, la saludó, diciéndole: Dios
te salve, llena de gracia; concebirás en tu vientre, y parirás un
hijo).
Segundo punto. Confirma el ángel lo que dijo a Nuestra Se-
ñora, significando la concepción de San Juan Bautista, dicién-
dole: (Y mira que Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en su
vejez).
Tercer punto. Respondió al ángel Nuestra Señora: (He aquí

* Estos misterios pueden servir muy bien para quienes no tengan tiempo
de leer cada día un libro de meditación. Cada noche encontrarán aquí,
expuesto en dos o tres puntos por el mismo San Ignacio, el misterio de
la vida de Cristo que podrán comtemplar al día siguiente (o incluso toda
la semana). Todo el mundo debe reservarse un tiempo para la medita-
ción. Todos pueden al menos contemplar durante el trabajo o en la igle-
sia, en la habitación, en la oficina, en el colectivo, etc. San Ignacio
remite al texto correspondiente del Nuevo Testamento: leerlo será muy
provechoso.
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la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra).

263. VISITACIóN DE NUESTRA SEñORA A SANTA ISABEL


(San Lucas 1, 39-56)
Primer punto. Como Nuestra Señora visitase a Isabel, San
Juan Bautista, estando en el vientre de su madre, sintió la Visi-
tación que hizo Nuestra Señora: (Y como oyese Isabel la salu-
tación de Nuestra Señora, gozóse el niño en el vientre de ella, y
llena del Espíritu Santo, Isabel exclamó con una gran voz y di-
jo: Bendita seas tú entre las mujeres, y bendito sea el fruto de tu
vientre).
Segundo punto. Nuestra Señora canta el cántico diciendo:
(Engrandece mi alma al Señor).
Tercer punto. (María estuvo con Isabel casi tres meses, y des-
pués volvió a su casa).
264. NACIMIENTO DE NUESTRO SEñOR JESUCRISTO
(San Lucas 2, 1-14)
Primer punto. Nuestra Señora y su esposo José van de Na-
zareth a Belén: (Ascendió José de Galilea a Belén, para rendir
vasallaje a César con María su esposa, que estaba encinta).
Segundo punto. (Dio a luz a su Hijo primogénito; y lo envol-
vió en pañales, y lo acostó en un pesebre).
Tercer punto. (Llegóse una multitud del ejército del Cielo,
que decía: Gloria a Dios en las alturas).

265. LOS PASTORES


(San Lucas 2, 8-20)
Primer punto. La Natividad de Cristo Nuestro Señor se ma-
nifiesta a los pastores por el ángel: (Os anuncio una gran ale-
gría: hoy os ha nacido el Salvador del mundo).
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Segundo punto. Los pastores van a Belén: (Y fueron a prisa,


y encontraron a María y a José, y al Niño acostado en el pese-
bre).
Tercer punto. (Y los pastores se volvieron, glorificando y ala-
bando a Dios).

266. LA CIRCUNCISIóN
(San Lucas 2, 21)
Primer punto. Circuncidaron al Niño Jesús.
Segundo punto. (Le pusieron por nombre Jesús, el mismo que
le fue dado por el ángel antes que fuese concebido en el seno).
Tercer punto. Tornan el Niño a su Madre, la cual tenía com-
pasión de la sangre que de su Hijo salía.
267. LOS TRES REYES MAGOS
(San Mateo 2, 1-12)
Primer punto. Los tres reyes magos, guiándose por la estre-
lla, vinieron a adorar a Jesús, diciendo: (Hemos visto su estrella
en el Oriente y venimos a adorarlo).
Segundo punto. Lo adoraron y le ofrecieron dones: (Proster-
nándose lo adoraron; y le ofrecieron sus dones: oro, incienso y
mirra).
Tercer punto. (Avisados en sueños que no volvieran a Hero-
des, regresaron a su país por otro camino).
268. LA PURIFICACIóN DE NUESTRA SEñORA
Y LA PRESENTACIóN DEL NIñO JESÚS
(San Lucas 2, 22-39)
Primer punto. Traen al Niño Jesús al templo, para que sea
presentado al Señor como primogénito, y ofrecen por él (un par
de tórtolas o dos pichones).
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Segundo punto. Simeón yendo al templo (lo tomó en sus bra-


zos), diciendo: (Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz).
Tercer punto. Ana (se presentó también en aquel mismo mo-
mento y se puso a alabar a Dios y a hablar de aquel Niño a to-
dos los que esperaban la liberación de Israel).
269. LA HUíDA A EGIPTO
(San Mateo 2, 13-18)
Primer punto. Herodes quería matar al Niño Jesús, y así ma-
tó los inocentes, y antes de la muerte de ellos el ángel advirtió a
José que huyese a Egipto: (Levántate, toma contigo al Niño y a
su Madre y huye a Egipto).
Segundo punto. Partióse para Egipto: (Y él se levantó, tomó
al Niño y a su Madre, de noche, y salió para Egipto).
Tercer punto. (Se quedó allí hasta la muerte de Herodes).
270. CóMO CRISTO NUESTRO SEñOR VOLVIó DE EGIPTO
(San Mateo 2, 19-23)
Primer punto. El ángel advierte a José para que torne a Is-
rael: (Levántate, toma contigo al Niño y su Madre, y vuelve a la
tierra de Israel).
Segundo punto. (Él se levantó, tomó consigo al Niño y a su
Madre y entró en tierra de Israel).
Tercer punto. Como reinaba Arquelao, hijo de Herodes, en
Judea, permaneció en Nazaret.

271. LA VIDA DE NUESTRO SEñOR JESUCRISTO


DESDE LOS DOCE HASTA LOS TREINTA AñOS
(San Lucas 2, 40 y 51-52)
Primer punto. Era obediente a sus padres.
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Segundo punto. (Cristo crecía en sabiduría, en edad, y en gra-


cia).
Tercer punto. Parece que se ejercitaba en el arte de la carpin-
tería, como lo demuestra San Marcos en el capítuo sexto: (¿No
es Éste el hijo del carpintero?).

272. LA IDA DE CRISTO AL TEMPLO


CUANDO TENíA DOCE AñOS
(San Lucas 2, 41-50)
Primer punto. Cristo Nuestro Señor a la edad de doce años
ascendió de Nazaret a Jerusalén.
Segundo punto. Cristo Nuestro Señor se quedó en Jerusalén,
y no lo supieron sus parientes.
Tercer punto. Pasados los tres días, lo hallaron disputando
en el templo, y sentado en medio de los doctores; y, preguntán-
dole sus padres dónde había estado, respondió: (¿No sabíais que
conviene que Yo me ocupe de las cosas de mi Padre?).

273. BAUTISMO DE CRISTO


(San Mateo 3, 13-17)
Primer punto. Cristo Nuestro Señor, después de haberse des-
pedido de su bendita Madre, fue desde Nazaret al río Jordán,
donde estaba San Juan Bautista.
Segundo punto. San Juan bautizó a Cristo Nuestro Señor y,
queriéndose excusar, reputándose indigno de bautizarlo, dícele
Cristo: (Deja ahora; porque así conviene que nosotros cumpla-
mos toda justicia).
Tercer punto. (Vino el Espíritu Santo y la voz del Padre des-
de el cielo, afirmando: Éste es mi Hijo, el Amado, en quien me
complazco).
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274. TENTACIóN DE CRISTO


(San Lucas 4, 1-13; San Mateo 4, 1-11)
Primer punto. Después de haber sido bautizado fue al desier-
to, donde ayunó cuarenta días y cuarenta noches.
Segundo punto. Fue tentado tres veces por el enemigo: (En-
tonces el diablo le dijo: Si Tú eres el Hijo de Dios, di a esta pie-
dra que se vuelva pan; échate de aquí abajo; yo te daré todo esto
si postrándote me adoras).
Tercer punto. (He aquí que ángeles se acercaron para servir-
le).
275. LLAMAMIENTO DE LOS APóSTOLES
Primer punto. Parece que San Pedro y San Andrés fueron lla-
mados tres veces: Primero, a cierto conocimiento [del Salvador],
como consta por el capítulo primero de San Juan. Después, a
seguir en cierto modo a Cristo, con propósito de volver a poseer
lo que habían dejado, como dice San Lucas en el capítulo quin-
to. Y, por último, a seguir para siempre a Cristo Nuestro Señor,
como consta por los capítulos cuarto de San Mateo y primero
de San Marcos.
Segundo punto. Llamó a Felipe, como se narra en el capítu-
lo primero de San Juan, y a Mateo, como él mismo lo dice en el
capítulo noveno.
Tercer punto. Llamó a los otros Apóstoles, de cuya especial
vocación no hace mención el Evangelio.
También se han de considerar las tres siguientes cosas:
La primera, cómo los Apóstoles eran de ruda y baja condi-
ción.
La segunda, la dignidad a que fueron tan suavemente lla-
mados.
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La tercera, los dones y gracias por las cuales fueron eleva-


dos sobre los Padres del nuevo y del Antiguo testamento.
[nota: No omitir estas tres consideraciones cuando se con-
templa el llamamiento de los Apóstoles].
276. EL PRIMER MILAGRO HECHO EN LAS BODAS DE CANÁ
(San Juan 2, 1-11)
Primer punto. Fue convidado Cristo Nuestro Señor con sus
discípulos a las bodas.
Segundo punto. La Madre declara al Hijo la falta del vino di-
ciendo: (No tienen vino); y mandó a los servidores: (Cualquier
cosa que Él os diga, hacedla).
Tercer punto. (Convirtió el agua en vino, y manifestó su glo-
ria, y sus discípulos creyeron en Él).

277. CóMO CRISTO ECHó FUERA DEL TEMPLO


A LOS MERCADERES
(San Juan 2, 13-22)
Primer punto. Echó a todos los que vendían fuera del tem-
plo con un azote hecho de cuerdas.
Segundo punto. Derribó las mesas y dineros de los banque-
ros ricos que estaban en el templo.
Tercer punto. A los pobres que vendían palomas mansamen-
te les dijo: (Quitad esto de aquí; no hagáis de la casa de mi Pa-
dre un mercado).
278. EL SERMóN DE LA MONTAñA QUE HIzO CRISTO
(San Mateo 5)
Primer punto. A sus amados discípulos les habla aparte
de las ocho bienaventuranzas: (1, Bienaventurados los pobres
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en el espíritu; 2, los mansos; 3, los misericordiosos; 4, los


que lloran; 5, los que tienen hambre y sed de justicia; 6, los
limpios de corazón; 7, los pacíficos y 8, los que padecen per-
secuciones).
Segundo punto. Los exhorta a que usen bien sus talentos:
(Así brille vuestra luz ante los hombres, de modo tal que, vien-
do vuestras buenas obras, glorifiquen a vuestro Padre que está
en los cielos).
Tercer punto. Se muestra, no transgresor de la ley, sino
consumador, declarando el precepto de no matar, no fornicar, no
perjurar y de amar a los enemigos: (Yo os digo: Amad a vues-
tros enemigos, y haced bien a los que os aborrecen).

279. CóMO CRISTO NUESTRO SEñOR


SOSEGó LA TEMPESTAD DEL MAR
(San Mateo 8, 23-27)
Primer punto. Estando Cristo Nuestro Señor durmiendo en
la mar, se desató una gran tempestad.
Segundo punto. Sus discípulos, atemorizados, lo desperta-
ron; a los cuales, por la poca fe que tenían, los reprende dicién-
doles: (¿Por qué tenéis miedo, hombres de poca fe?).
Tercer punto. Mandó a los vientos y al mar que sosegasen, y
así, cesando, se tranquilizó el mar, de lo cual se maravillaron los
hombres diciendo: (¿Quién es Éste, que aún los vientos y el mar
le obedecen?).
280. CóMO CRISTO ANDABA SOBRE EL MAR
(San Mateo 14, 22-33)
Primer punto. Estando Cristo Nuestro Señor en el monte, hi-
zo que sus discípulos se fuesen a la navecilla, y despedida la tur-
ba comenzó a hacer oración solo.
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Segundo punto. La navecilla era combatida por las olas, ha-


cia la cual Cristo avanza andando sobre el agua, y los discípu-
los pensaban que era un fantasma.
Tercer punto. Diciéndoles Cristo: (Soy Yo, no temáis), San
Pedro, por su iniciativa, vino a él andando sobre el agua; dudan-
do, comenzó a hundirse, mas Cristo Nuestro Señor lo libró, y lo
reprendió por su poca fe, y después, entrando en la navecilla,
cesó el viento.

281. CóMO LOS APóSTOLES FUERON ENVIADOS A PREDICAR


(San Mateo, 10, 1-16)
Primer punto. Cristo llama a sus amados discípulos, y les da
la potestad de echar los demonios de los cuerpos humanos y cu-
rar todas las enfermedades.
Segundo punto. Les enseña con prudencia y paciencia: (Mi-
rad que Yo os envío a vosotros como ovejas en medio de lobos.
Sed, pues, prudentes como las serpientes, y sencillos como las
palomas).
Tercer punto. Les indica el modo de ir: (No tengáis ni oro, ni
plata. Recibisteis gratuitamente, dad gratuitamente); y dióles
materia de predicar: (Y de camino predicad diciendo: El reino
de los cielos se ha acercado).

282. LA CONVERSIóN DE LA MAGDALENA


(San Lucas 7, 36-50)
Primer punto. Entra la Magdalena adonde está Cristo Nues-
tro Señor sentado a la mesa en casa del fariseo, la cual traía un
vaso de alabastro lleno de ungüento.
Segundo punto. Estando detrás del Señor, cerca sus pies, los
comenzó a regar con sus lágrimas, y con los cabellos de su cabe-
za los enjugaba, y besaba sus pies, y con ungüento los ungía.
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Tercer punto. Como el fariseo acusase a la Magdalena, ha-


bla Cristo en defensa de ella, diciendo: (Se le han perdonado sus
muchos pecados, puesto que ha amado mucho. Y dijo a la mu-
jer: Tu fe te ha salvado: vete en paz).

283. CóMO CRISTO NUESTRO SEñOR DIO DE COMER


A CINCO MIL HOMBRES
(San Mateo 14, 13-21)

Primer punto. Los discípulos, como ya se hiciese tarde, rue-


gan a Cristo que despida a la multitud de hombres que estaban
con Él.
Segundo punto. Cristo nuestro Señor mandó que le trajesen
panes, y mandó que se sentasen a la mesa, y bendijo, partió, y
dio a sus discípulos los panes, y los discípulos a la multitud.
Tercer punto. (Y comieron todos y se saciaron, y con lo que
recogieron de sobrante de los trozos, se llenaron doce canas-
tos).
284. LA TRANSFIGURACIóN DE CRISTO
(San Mateo 17, 1-9)

Primer punto. Tomando como compañía Cristo Nuestro Se-


ñor a sus amados discípulos Pedro, Santiago y Juan, se transfi-
guró, y su cara resplandecía como el sol, y sus vestiduras como
la nieve.
Segundo punto. Hablaba con Moisés y Elías.
Tercer punto. Diciendo San Pedro que hiciesen tres tiendas,
sonó una voz del cielo que decía: (Éste es mi Hijo, el Amado,
escuchadle); ante tal voz, como sus discípulos la oyesen, de te-
mor cayeron sobre sus rostros, y Cristo Nuestro Señor los tocó
y les dijo: (Levantaos; no tengáis miedo; no habléis a nadie de
esta visión, hasta que el Hijo del hombre haya resucitado).
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285. LA RESURRECCIóN DE LÁzARO


(San Juan 11, 1-45)

Primer punto. Marta y María hacen conocer a Cristo Nues-


tro Señor la enfermedad de Lázaro, la cual sabida se detuvo por
dos días, para que el milagro fuese más evidente.
Segundo punto. Antes de resucitarlo, pide a la una y a la otra
que crean, diciendo: (Yo soy la resurrección y la vida; quien cree
en mí, aunque muera, revivirá).
Tercer punto. Lo resucita después de haber llorado y hecho
oración; y la manera de resucitarlo fue ordenándoselo: (¡Láza-
ro, ven fuera!).
286. LA CENA EN BETANIA
(San Mateo 26, 6-10)

Primer punto. El Señor cena en casa de Simón el leproso,


juntamente con Lázaro.
Segundo punto. María derrama el ungüento sobre la cabeza
de Cristo.
Tercer punto. Judas murmura, diciendo: (¿Para qué este des-
perdicio?), mas el Señor excusa otra vez a Magdalena diciendo:
(¿Por qué molestáis a esta mujer? Ha hecho una buena obra con-
migo).

287. DOMINGO DE RAMOS


(San Mateo 21, 1-17)

Primer punto. El Señor envía por el asna y el pollino dicien-


do: (Desatadlos y traédmelos. Y si alguno os dice algo, contes-
taréis que los necesita el Señor; y al punto los dejará ir).
Segundo punto. Subió sobre el asna cubierta con las vestidu-
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ras de los apóstoles.


Tercer punto. Le salen a recibir tendiendo sobre el camino
sus vestiduras y los ramos de los árboles y diciendo: (¡Hosanna
al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Hosanna en las alturas!).

288. LA PREDICACIóN EN EL TEMPLO


(San Lucas 19, 47-48)
Primer punto. Y enseñaba todos los días en el Templo.
Segundo punto. Acabada la predicación, como no había quien
lo recibiese en Jerusalén, se volvía a Betania.

[MISTERIOS DOLOROSOS]
289. LA CENA
(San Mateo 26, 20-29; San Juan 13, 1-30)
Primer punto. Comió el cordero pascual con sus doce após-
toles, a los cuales les predijo su muerte: (En verdad, os digo,
uno de vosotros me entregará).
Segundo punto. Lavó los pies de los discípulos, hasta los
de Judas, comenzando por San Pedro, el cual, considerando
la majestad del Señor y su propia bajeza, no queriendo consen-
tir, decía: (Señor, ¿Tú lavarme a mí los pies?); mas San Pedro
no sabía que en aquello daba ejemplo de humildad, y por eso di-
jo: (Os he dado el ejemplo, para que hagáis como Yo os he he-
cho).
Tercer punto. Instituyó el sacratísimo sacrificio de la Euca-
ristía, como una grandísima señal de su amor, diciendo: (Tomad
y comed: esto es mi cuerpo).
Luego de acabada la cena, Judas sale a vender a Cristo Nues-
tro Señor.
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290. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CENA


HASTA EL HUERTO INCLUSIVE
(San Mateo 26, 30-46; San Marcos 14, 26-42;
San Lucas 22, 39-46)
Primer punto. El Señor, acabada la cena y cantando el him-
no, se fue al Monte de los Olivos, con sus discípulos llenos de
miedo; y dejó a los ocho en Getsemaní, diciendo: (Sentaos aquí,
mientras voy allí y hago oración).
Segundo punto. Acompañado por San Pedro, Santiago y San
Juan, oró tres veces al Señor, diciendo: (Padre mío, si es posi-
ble, pase este cáliz lejos de Mí; mas no se haga como Yo quie-
ro, sino como Tú quieras; y estando en agonía oraba con más
constancia).
Tercer punto. Le vino tanto temor, que decía: (Mi alma está
mortalmente triste); y sudó sangre tan copiosa, que dice San Lu-
cas: (Y su sudor fue como gotas de sangre, que caían sobre la
tierra), lo cual ya supone que las vestiduras estaban llenas de
sangre.
291. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE EL HUERTO
HASTA LA CASA DE ANÁS INCLUSIVE
(San Mateo 26, 47-58; San Lucas 22, 47-54;
San Marcos 14, 43-54)
Primer punto. El Señor se deja besar por Judas, y prender
como ladrón, a los cuales dijo: (Como contra un ladrón ha-
béis salido, armados de espadas y palos, para prenderme. Cada
día me sentaba en el Templo para enseñar, y no me pren-
disteis); y diciendo: (¿A quién buscáis?) cayeron en tierra los
enemigos.
Segundo punto. San Pedro hirió a un siervo del pontífice, al
cual el manso Señor dice: (Vuelve la espada a la vaina), y sanó
la herida del siervo.
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Tercer punto. Desamparado de sus discípulos es llevado a


Anás, adonde San Pedro, que le había seguido desde lejos, lo
negó una vez y a Cristo le fue dada una bofetada diciéndole:
(¿Así respondes Tú al Sumo Sacerdote?).

292. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CASA DE ANÁS


HASTA LA CASA DE CAIFÁS
(San Mateo 26, 58-75; San Marcos 14, 55-72;
San Lucas 22, 55-65; San Juan 18, 17-27)
Primer punto. Lo llevan atado desde la casa de Anás a la ca-
sa de Caifás, donde San Pedro lo negó dos veces; y mirado por
el Señor, saliendo afuera, lloró amargamente.
Segundo punto. Jesús estuvo atado toda aquella noche.
Tercer punto. Además de esto, los que lo tenían preso se bur-
laban de Él, [empezaron a escupirle] y le herían, y le cubrían la
cara, y le daban bofetadas, y le preguntaban: (¡Adivina! ¿Quién
es el que te golpeó? Y proferían contra Él muchas otras pala-
bras injuriosas).

293. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CASA DE CAIFÁS


HASTA LA DE PILATO INCLUSIVE
(San Mateo 27, 1-23; San Lucas 23, 1-5 y 17-25;
San Marcos 15, 1-15)
Primer punto. Toda la multitud de los judíos lo lleva a Pila-
to, y delante de él lo acusan diciendo: (Hemos hallado a este
hombre soliviantando a nuestra nación, impidiendo que se dé
tributo al César).
Segundo punto. Después de haberlo examinado una y otra
vez, Pilato dice: (No hallo culpa en este hombre).
Tercer punto. Fue preferido Barrabás, ladrón: (Dieron voces
todos diciendo: no sueltes a éste, sino a Barrabás).
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294. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CASA DE PILATO


HASTA LA DE HERODES
(San Lucas 23, 6-11)
Primer punto. Pilato envió a Jesús galileo a Herodes, tetrar-
ca de Galilea.
Segundo punto. Herodes, curioso, le preguntó largamente; y
Él ninguna cosa le respondía, aunque los escribas y sacerdotes
lo acusaban constantemente.
Tercer punto. Herodes, junto con su ejército, lo despreció,
vistiéndolo con una vestidura blanca.

295. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CASA DE HERODES


HASTA LA DE PILATO
(San Mateo 27, 24-30; San Lucas 23, 12-16;
San Marcos 15, 16-20; San Juan 19, 1-12)
Primer punto. Herodes lo vuelve a enviar a Pilato, por lo cual
se hacen amigos, siendo que antes eran enemigos.
Segundo punto. Pilato tomó a Jesús y lo azotó, y los solda-
dos hicieron una corona de espinas, y la pusieron sobre su cabe-
za, y lo vistieron de púrpura, y venían a Él y decían: (¡Salve, rey
de los judíos! y le daban bofetadas).
Tercer punto. Lo sacó fuera en presencia de todos: (Jesús sa-
lió fuera, con la corona de espinas y el manto de púrpura, y Pi-
lato les dijo: ¡He aquí al hombre!); y como lo viesen los
pontífices, daban voces diciendo: (¡Crucifícalo, crucifícalo!).

296. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CASA DE PILATO


HASTA LA CRUz INCLUSIVE
(San Juan 19, 13-22)
Primer punto. Pilato, sentado como juez, les entregó a Jesús,
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para que lo crucificasen, después que los judíos lo habían nega-


do por rey diciendo: (¡Nosotros no tenemos más rey que el Cé-
sar!).
Segundo punto. Llevaba la cruz a cuestas, y no pudiéndola
llevar, Simón de Cirene fue obligado a llevarla detrás de Jesús.
Tercer punto. Lo crucificaron en medio de dos ladrones, po-
niendo este título: (Jesús Nazareno, Rey de los judíos).
297. LOS MISTERIOS HECHOS EN LA CRUz
(San Juan 19, 23-37)
Primer punto. Habló siete palabras en la cruz: rogó por los
que lo crucificaban; perdonó al ladrón; encomendó a San Juan
a su Madre, y a la Madre a San Juan; dijo en voz alta: (Tengo
sed) y le dieron hiel y vinagre; dijo que estaba desamparado; di-
jo: (Todo está cumplido); dijo: (Padre, en tus manos encomien-
do mi espíritu).
Segundo punto. El sol se oscureció; las piedras se quebraron;
las sepulturas se abrieron; el velo del Templo se rasgó en dos
partes de arriba abajo.
Tercer punto. Blasfémanle diciendo: (¡Tú, que destruías el
Templo, y lo reedificas en tres días! ¡Sálvate a Ti mismo, ba-
jando de la cruz!); fueron divididas sus vestiduras; herido con
la lanza, su costado manó sangre y agua.
298. LOS MISTERIOS HECHOS DESDE LA CRUz
HASTA EL SEPULCRO INCLUSIVE
(San Juan 19, 38-42)
Primer punto. Fue bajado de la cruz por José y Nicodemo,
en presencia de su Madre dolorosa.
Segundo punto. El Cuerpo fue llevado hasta el sepulcro, en
donde fue ungido y sepultado.
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Tercer punto. Fueron puestas guardias.


[MISTERIOS GLORIOSOS]
299. LA RESURRECCIóN DE CRISTO NUESTRO SEñOR
Y PRIMERA APARICIóN

Primer punto. Se le apareció a la Virgen María, lo cual, aun-


que no se diga en la Escritura, se tiene por dicho, al decir que se
le apareció a tantos otros; porque la Escritura supone que tene-
mos entendimiento, como está escrito: (¿También vosotros es-
táis sin entendimiento?).
300. SEGUNDA APARICIóN
(San Marcos 16, 1-11)
Primer punto. Muy de mañana, María Magdalena, María la
de Santiago y Salomé van al monumento, diciendo: (¿Quién nos
removerá la piedra de la entrada del sepulcro?).
Segundo punto. Ven la piedra alzada y al ángel que dice: (A
Jesús Nazareno buscáis, el crucificado; resucitó, no está aquí).
Tercer punto. Se le apareció a María, quien se quedó cerca
del sepulcro, después de idas las otras.
301. TERCERA APARICIóN
(San Mateo 28, 8-10)
Primer punto. Salen estas Marías del sepulcro con temor y
gozo grande, queriendo anunciar a los discípulos la resurrección
del Señor.
Segundo punto. Cristo Nuestro Señor se les apareció en el
camino, diciéndoles: (¡Dios os salve!); y ellas llegaron y se pu-
sieron a sus pies y lo adoraron.
Tercer punto. Jesús les dice: (No temáis. Id, avisad a mis
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hermanos que vayan a Galilea; allí me verán).


302. CUARTA APARICIóN
(San Lucas 24, 9-12 y 33-34)
Primer punto. Al oír de las mujeres que Cristo había resuci-
tado, San Pedro fue prontamente hasta el sepulcro.
Segundo punto. Entrando al sepulcro, sólo vio los paños con
los que fue cubierto el Cuerpo de Cristo Nuestro Señor y no otra
cosa.
Tercer punto. Mientras San Pedro estaba pensando en estas
cosas, se le apareció Cristo y por eso los apóstoles decían: (Real-
mente resucitó el Señor y se ha aparecido a Simón).
303. QUINTA APARICIóN
(San Lucas 24, 13-35)
Primer punto. Se aparece a los discípulos que iban a Emaús
hablando de Cristo.
Segundo punto. Los reprende mostrando por las Escrituras
que Cristo había de morir y resucitar: (¡Oh hombres sin inteli-
gencia y tardos de corazón para creer todo lo que han dicho los
profetas! ¿No era necesario que Cristo sufriese, para entrar así
en su gloria?).
Tercer punto. Por ruego de ellos se detiene allí y estuvo con
ellos hasta que, dándoles la comunión, desapareció; y ellos, al
volver, les dijeron a los discípulos cómo lo habían reconocido
en la comunión.
304. SEXTA APARICIóN
(San Juan 20, 19-23)
Primer punto. Los discípulos estaban congregados (por mie-
do a los judíos), excepto Santo Tomás.
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Segundo punto. Se les apareció Jesús, mientras las puertas


se encontraban cerradas, y estando en medio de ellos dice: (¡Paz
a vosotros!).
Tercer punto. Les da el Espíritu Santo diciéndoles: (Recibid
el Espíritu Santo: a quienes perdonareis los pecados, les quedan
perdonados).
305. SÉPTIMA APARICIóN
(San Juan 20, 24-29)
Primer punto. Santo Tomás, incrédulo, porque estaba ausen-
te de la aparición precedente, dice: (Si yo no veo en sus manos
las marcas de los clavos, no lo creeré).
Segundo punto. Jesús se les aparece ocho días después, es-
tando cerradas las puertas, y le dice a Santo Tomás: (Trae acá tu
dedo, y no seas incrédulo, sino creyente).
Tercer punto. Santo Tomás creyó, diciendo: (¡Señor mío y
Dios mío!), a lo cual dice Cristo: (Bienaventurados los que han
creído sin haber visto).
306. OCTAVA APARICIóN
(San Juan 21, 1-17)
Primer punto. Jesús se aparece a siete de sus discípulos que
estaban pescando, quienes durante toda la noche no habían pes-
cado nada, y extendiendo la red por su mandamiento (ya no po-
dían arrastrarla por la multitud de los peces).
Segundo punto. Por este milagro, San Juan lo conoció, y di-
jo a San Pedro: (¡Es el Señor!), quien se echó al mar y fue hacia
Cristo.
Tercer punto. Les dio a comer parte de un pez asado y un pa-
nal de miel; y encomendó las ovejas a San Pedro, examinado
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primeramente tres veces en la caridad, y le dice: (Apacienta mis


ovejas).
307. NOVENA APARICIóN
(San Mateo 28, 16-20)
Primer punto. Los discípulos, por mandato del Señor, van al
monte Tabor.
Segundo punto. Cristo se les aparece y dice: (Todo poder me
ha sido dado en el cielo y sobre la tierra).
Tercer punto. Los envió por todo el mundo a predicar, di-
ciendo: (Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo).
308. DÉCIMA APARICIóN
(I Corintios 15, 6)
(Luego fue visto por más de quinientos hermanos a la vez).
309. UNDÉCIMA APARICIóN
(I Corintios 15, 7)
(Posteriormente se apareció a Santiago).
310. DUODÉCIMA APARICIóN
Se le apareció a José de Arimatea, como píamente se medita
y lee en la vida de los Santos.
311. DÉCIMOTERCERA APARICIóN.
(I Corintios 15, 8)
Se le apareció a San Pablo después de la Ascensión: (Y al úl-
timo de todos, como al abortivo, se me apareció también a mí).
Apareció también en Alma a los padres santos del limbo y des-
pués de sacados y vuelto a tomar el Cuerpo, muchas veces se
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les apareció a los discípulos y conversaba con ellos.

312. LA ASCENSIóN DE NUESTRO SEñOR JESUCRISTO


(Hechos 1, 1-12)
Primer punto. Después que por espacio de cuarenta días se
apareció a los apóstoles, dando muchos argumentos y señales y
hablando del reino de Dios, les mandó que en Jerusalén espera-
sen el Espíritu Santo prometido.
Segundo punto. Los condujo al Monte de los Olivos y en pre-
sencia de ellos (fue elevado, y una nube lo recibió haciéndolo
desaparecer a sus ojos).
Tercer punto. Mirando ellos al Cielo, les dicen los ánge-
les: (Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al
Cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha ascendido al
Cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al Cie-
lo).

[312 BIS PENTECOSTÉS. EL ESPíRITU SANTO PROMETIDO


POR NUESTRO SEñOR PARA COMPLETAR SU MISIóN,
Y EL NACIMIENTO DE LA IGLESIA
(Hechos 1 y 2).

Primer punto. El retiro de diez días que hicieron los Apósto-


les, los discípulos y las santas mujeres (con María, Madre de Je-
sús) para prepararse para la venida del Espíritu Santo.
Segundo punto. El descenso del Espíritu Santo enviado del
Padre por Jesús para confirmar su obra.
Tercer punto. La transformación de los Apóstoles y los dis-
cípulos: (Vosotros seréis mis testigos por toda la tierra)].
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409

[reGlAs]
313. reGlAs De Dis cer ni Miento
De los es Pí ritus

PRIMERAS REGLAS
(MÁS PROPIAS DE LA PRIMERA SEMANA)

Para sentir y conocer de alguna manera las diversas mocio-


nes que se excitan en el alma, a fin de admitir las buenas y pa-
ra rechazar las malas.

314. Primera regla. A las personas que van de pecado mor-


tal en pecado mortal, el enemigo acostumbra ordinariamente a
proponerles placeres aparentes, haciéndoles imaginarse delei-
tes y placeres sensuales, para [así] conservarlas más en sus vi-
cios y pecados y aumentárselos. En estas mismas personas, el
espíritu bueno emplea una táctica opuesta, aguijoneándoles y re-
mordiéndoles su conciencia por medio de los reproches de la ra-
zón.
315. Segunda regla. En las personas que intensamente van
purgando sus pecados y subiendo de bien en mejor en el servi-
cio de Dios Nuestro Señor, ocurre lo contrario que en la prime-
ra regla: Porque entonces es propio del mal espíritu excitar a los
[escrúpulos] y a la tristeza y poner impedimentos, inquietan-
do con falsas razones, para que uno no pase adelante; y es pro-
pio del bueno dar ánimo y fuerzas, consolaciones, lágrimas, ins-
piraciones y quietud, facilitando todo y quitando todos los im-
pedimentos para que uno prosiga adelante en el bien obrar.

316. Tercera regla. De la consolación espiritual. Llamo


consolación espiritual cuando en el alma se causa alguna mo-
ción interior, con la que el alma viene a inflamarse en amor de
su Creador y Señor, y, por consiguiente, cuando a ninguna cosa
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creada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Crea-


dor de todas ellas. Igualmente, cuando [uno] derrama lágrimas
que lo mueven a amar a su Señor, sea por el dolor de sus peca-
dos, o de la Pasión de Cristo Nuestro Señor, o de otras cosas di-
rectamente ordenadas a su servicio y alabanza. Finalmente,
llamo consolación a todo aumento de esperanza, fe y caridad y
a toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y
a la propia salvación del alma, aquietándola y pacificándola en
su Creador y Señor.

317. Cuarta regla. De la desolación espiritual. Llamo de-


solación a todo lo contrario de la tercera regla: como oscuridad
del alma, turbación en ella, moción a las cosas bajas y terrenas,
inquietud de varias agitaciones y tentaciones, que la mueven a
desconfianza [y la dejan] sin esperanza, sin amor, hallándose [el
alma] toda perezosa, tibia, triste y como separada de su Creador
y Señor. Porque así como la consolación es contraria a la deso-
lación, de la misma manera los pensamientos que salen de la
consolación son contrarios a los pensamientos que salen de la
desolación.

318. Quinta regla. en tiempo de desolación no se ha de


hacer ningún cambio, sino que se ha de estar firme y constan-
te en los propósitos y determinaciones que se tenían el día ante-
rior a tal desolación, o en la determinación que se tenía en la
consolación anterior. Porque así como en la consolación nos
guía y aconseja más el buen espíritu, así en la desolación [nos
guía y aconseja más] el malo, y con sus consejos no podemos
tomar camino para acertar.

319. Sexta regla. Dado que en la desolación no debemos


cambiar los primeros propósitos, [sin embargo] es muy prove-
choso que nosotros mismos nos movamos intensamente contra
la misma desolación, por ejemplo, insistiendo más en la ora-
ción, en la meditación, en examinarnos mucho y en exten-
dernos en algún modo conveniente de hacer penitencia.
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320. Séptima regla. El que está en desolación considere có-


mo el Señor, para probarlo, lo ha abandonado a sus potencias
naturales para que resista a las varias agitaciones y tentaciones
del enemigo; pues puede [resistir] con el auxilio divino, que
siempre le queda aunque no lo sienta claramente, porque el Se-
ñor le ha sustraído su mucho fervor, su crecido amor y su gracia
intensa, dejándole, sin embargo, con la gracia suficiente para la
salvación eterna.

321. Octava regla. El que está en desolación, trabaje por


perseverar en la paciencia, que es [virtud] contraria a las veja-
ciones que le vienen, y piense que si pone las [debidas] diligen-
cias contra tal desolación, como se ha dicho en la sexta regla,
pronto será consolado.

322. Novena regla. tres son las causas principales por las
que nos hallamos desolados. La primera, por ser tibios, perezo-
sos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales, y así, por
nuestras faltas, se aleja de nosotros la consolación espiritual. La
segunda, porque [Dios] quiere probarnos lo que somos, y hasta
dónde llegamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio
de consolaciones y gracias abundantes. La tercera, porque [Dios
quiere] darnos un verdadero conocimiento y sentimiento íntimo
de que no depende de nosotros adquirir o retener una gran de-
voción, un amor intenso, lágrimas o alguna otra consolación es-
piritual, sino que todo es don y gracia de Dios Nuestro Señor, y
[también] porque [quiere] que en casa ajena no pongamos nido
elevando nuestro espíritu a alguna soberbia o vanagloria, atri-
buyéndonos a nosotros la devoción o los otros efectos de la con-
solación espiritual.

323. Décima regla. El que está en consolación piense cómo


obrará en la desolación que vendrá después, y tome nuevas fuer-
zas para entonces.

324. Undécima regla. El que está consolado, procure humi-


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llarse y abajarse cuanto pueda, pensando de cuán poca cosa es


[capaz] en tiempo de desolación sin tal gracia o consolación.
Por el contrario, el que está en desolación piense que es capaz
de mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus ene-
migos, tomando fuerzas en su Creador y Señor.

325. Duodécima regla. El enemigo se comporta como una


mujer: es débil de fuerza y fuerte de voluntad. Porque así como
es propio de la mujer, cuando riñe con algún hombre, perder áni-
mo y emprender la huída cuando el hombre le muestra rostro
firme; y, por el contrario, si el hombre, perdiendo ánimo comien-
za a huir, la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy gran-
de y sin medida; del mismo modo es propio del enemigo
debilitarse y perder ánimo, retirando sus tentaciones, cuan-
do el que se ejercita en las cosas espirituales muestra rostro
firme frente a las tentaciones del enemigo, haciendo lo dia-
metralmente opuesto [a lo que él sugiere]. Por el contrario,
si el que se ejercita comienza a tener temor y a perder ánimo al
sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la faz de la
tierra como el enemigo de la naturaleza humana en su [encarni-
zamiento] por conseguir, con tan grande malicia, su perversa in-
tención.

326. Decimotercera regla. Asimismo [el demonio], se com-


porta como un vano enamorado, al querer mantenerse en secre-
to y no ser descubierto. Porque así como un hombre vano, que
hablando con mala intención solicita a la hija de un buen padre
o a la mujer de un buen marido, quiere que sus palabras y se-
ducciones permanezcan secretas, y por el contrario, le desagra-
da mucho que la hija al padre o la mujer al marido le descubran
sus vanas palabras y su intención depravada, porque [entonces]
deduce fácilmente que no podrá salir con la empresa comenza-
da, del mismo modo el enemigo de la naturaleza humana,
cuando propone sus astucias y seducciones al alma justa,
quiere y desea que sean recibidas y mantenidas en secreto;
pero cuando [el alma] las descubre a su buen confesor o a
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otra persona espiritual, que conozca sus engaños y malicias,


[entonces] le desagrada mucho, porque deduce que, al ser
descubiertos sus engaños manifiestos, no podrá llegar hasta
el fin con su malicia comenzada.

327. Decimocuarta regla. Asimismo, hace como un caudi-


llo para vencer y robar lo que desea. Porque así como un capi-
tán en campaña, asentando sus reales y mirando las fuerzas y
disposición de un castillo, lo combate por la parte más débil, de
la misma manera el enemigo de la naturaleza humana, ro-
deándonos, mira por todas partes todas nuestras virtudes
teologales, cardinales y morales, y por donde nos halla más
débiles y más necesitados para nuestra salvación eterna, por
allí nos ataca y procura vencernos.

328. OTRAS REGLAS


(MÁS PROPIAS DE LA SEGUNDA SEMANA)
Para discernimiento de espíritus más [sutiles].

329. Primera regla. Es propio de Dios y de sus ángeles dar


en sus mociones verdadera alegría y gozo espiritual, quitando
toda tristeza y turbación que suscita el enemigo. Y de éste es
propio combatir contra tal alegría y consolación espiritual, pre-
sentando razones aparentes, sutilezas y continuos engaños.

330. Segunda regla. Sólo pertenece a Dios Nuestro Señor


dar consolación al alma sin causa precedente, porque es propio
del Creador entrar y salir en ella y moverla a que [se inflame]
por entero en amor de su Divina Majestad. Sin causa, quiero
decir, sin ningún previo sentimiento o conocimiento de algún
objeto que, mediante los actos del entendimiento y de la volun-
tad, haya producido tal consolación.

331. Tercera regla. Cuando hay una causa [precedente], tan-


to el buen ángel como el malo pueden consolar al alma, [aun-
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que] por fines contrarios: el buen ángel, para provecho del al-
ma, para que vaya de bien en mejor; el malo, para lo contrario,
para atraerla a su perversa intención y malicia.

332. Cuarta regla. Es propio del ángel malo, que se transfi-


gura en ángel de luz, entrar en [los sentimientos del] alma de-
vota y salirse con la suya, es decir, sugerir pensamientos buenos
y santos conforme a esta alma justa, y después, poco a poco,
procurar atraer al alma a sus engaños cubiertos y a sus perver-
sas intenciones.

333. Quinta regla. Debemos advertir mucho el decurso


de los pensamientos. Si el principio, medio y fin [del pensa-
miento] es todo bueno e inclinado a todo bien, señal es [de que
procede] del buen ángel. Pero si en el decurso de los pensa-
mientos sugeridos [advertimos que un pensamiento] acaba
en alguna cosa mala o distractiva o menos buena que la que
el alma antes se había propuesto hacer, o que debilita, inquie-
ta o conturba al alma quitándole la paz, tranquilidad y quietud
que antes tenía, es señal de que procede del mal espíritu, ene-
migo de nuestro aprovechamiento y de nuestra salvación eter-
na.

334. Sexta regla. Cuando el enemigo de la naturaleza huma-


na fuere sentido y conocido por su cola serpentina y por el mal
fin a que induce, aprovecha a quien por él fue tentado, que mi-
re enseguida el decurso de los buenos pensamientos que le su-
girió y el principio de ellos, y cómo poco a poco procuró hacerle
descender de la suavidad y gozo espiritual en que estaba hasta
llevarle a su intención depravada; para que con esa experiencia
conocida y notada, se guarde en adelante de sus acostumbrados
engaños.

335. Séptima regla. En los que proceden de bien en mejor,


el buen ángel toca a tal alma dulce, leve y suavemente, como
gota de agua que entra en una esponja; y el malo toca aguda-
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mente y con sonido e inquietud, como cuando la gota de agua


cae sobre la piedra. A los que proceden de mal en peor, dichos
espíritus tocan de un modo contrario; y la causa es que la dispo-
sición del alma es contraria o semejante a dichos ángeles: cuan-
do es contraria entran con estrépito y conmoción, perceptible-
mente: y cuando es semejante, entran en silencio como en casa
propia por la puerta abierta.

336. Octava regla. Cuando la consolación es sin causa,


dado que en ella no haya engaño [posible], por ser sólo de
Dios Nuestro Señor, como está dicho [330], sin embargo, la
persona espiritual a quien Dios da tal consolación, debe mirar y
discernir con mucha vigilancia y atención el tiempo propio de
tal consolación actual, del siguiente en que el alma queda
encendida y favorecida con el favor y residuos de la consola-
ción pasada; porque muchas veces en este segundo tiempo, ya
por su propio razonamiento, [debido] a su [manera] habitual de
razonar y [como] consecuencia de sus conceptos y juicios, ya
por el buen espíritu o por el malo, forma [el alma] diversos pro-
pósitos y pareceres que no son dados inmediatamente por Dios
Nuestro Señor; y, por tanto, es menester que sean muy bien exa-
minados antes que se les dé entero crédito y que se pongan por
obra.

337. reGlAs PArA lA


Distri Bu ciÓn De li Mos nAs

338. Primera regla. Si yo hago la distribución a parientes, a


amigos o a personas a quienes tengo afecto, tendré que consi-
derar cuatro cosas, de las cuales se ha hablado en parte en la ma-
teria de elección. La primera es que aquel amor que me mueve
y me hace dar la limosna, descienda de arriba, del amor de Dios
Nuestro Señor; de forma que sienta primero en mí que el amor
más o menos que tengo a las tales personas es por Dios, y que
en la causa porque más las amo reluzca Dios.
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339. Segunda regla. Quiero mirar a un hombre que nunca


he visto ni conocido; y deseando yo toda su perfección en el mi-
nisterio y estado que tiene, consideraré cómo querría yo que él
tuviese el justo medio en su manera de distribuir, para mayor
gloria de Dios Nuestro Señor y mayor perfección de su alma; y
[luego] yo haré así, ni más ni menos, guardando la regla y me-
dida que para el otro querría y que juzgo ser conveniente.

340. Tercera regla. Quiero considerar, como si estuviese en


el momento de la muerte, la forma y medida que entonces que-
rría haber tenido en el oficio de mi administración; y reglándo-
me por aquélla, guardarla en los actos de mi distribución.

341. Cuarta regla. Mirando cómo me hallaré el día del jui-


cio, pensar bien cómo entonces querría haber usado de este ofi-
cio y cargo del ministerio; y la regla que entonces querría haber
tenido, tenerla ahora.

342. Quinta regla. Cuando alguna persona se siente inclina-


da y aficionada a algunas personas, a las cuales quiere distribuir,
se detenga y rumie bien las cuatro reglas sobredichas, exami-
nando y probando su afección con ellas; y no dé la limosna, has-
ta que su afección desordenada respecto a ellas sea totalmente
expurgada.

343. Sexta regla. Aunque no hay culpa en tomar los bienes


de Dios Nuestro Señor para distribuirlos, cuando la persona es
llamada de nuestro Dios y Señor para el tal ministerio; pero en
el cuánto y cantidad de lo que ha de tomar y aplicar para sí mis-
mo de lo que tiene para dar a otros, hay duda de culpa y exceso:
por tanto, se puede reformar en su vida y estado por las reglas
sobredichas.

344. Séptima regla. Por las razones ya dichas y por otras


muchas, siempre es mejor y más seguro, en lo que a su persona
y estado de casa toca, que se cercene y disminuya cuanto más
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pueda, para más acercarse a nuestro Sumo Pontífice, dechado y


regla nuestra, que es Cristo Nuestro Señor. Conforme a lo cual
el tercer concilio cartaginense (en el cual estuvo San Agustín)
determina y manda que el mobiliario del obispo sea vil y pobre.
Lo mismo se debe considerar en todos [los] modos de vivir,
considerando y teniendo en cuenta la condición y estado de las
personas; como en matrimonio tenemos el ejemplo de San Joa-
quín y Santa Ana, los cuales, partiendo su hacienda en tres par-
tes, la primera la daban a pobres, la segunda al ministerio y
servicio del templo, y la tercera la tomaban para el sustento de
ellos mismos y de su familia.

345. reGlAs so Bre los es crÚ Pu los

Las notas siguientes ayudan a conocer


y discernir los escrúpulos y seducciones
[que nos sugiere] nuestro enemigo.

346. Primera nota. Vulgarmente se llama escrúpulo a aquel


que procede de nuestro propio juicio y libertad, por ejemplo,
cuando yo libremente me creo que es pecado lo que no es peca-
do; como sucede a aquél que, después de haber pisado inciden-
talmente una cruz de paja, estima con su propio juicio que ha
pecado. Esto es propiamente juicio erróneo y no propio escrú-
pulo.

347. Segunda nota. Después que he pisado aquella cruz, o


después que he pensado, dicho o hecho alguna otra cosa, me vie-
ne de fuera un pensamiento de que he pecado; y, por otra parte,
me parece que no he pecado, y, sin embargo, siento en esto tur-
bación en cuanto dudo y en cuanto no dudo: esto es propiamen-
te el escrúpulo y tentación que el enemigo pone.

348. Tercera nota. El primer escrúpulo de la primera nota


es muy aborrecible porque todo él es error, pero el segundo de
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la segunda nota, durante algún tiempo aprovecha no poco al al-


ma que se da a ejercicios espirituales; y, más aún, la purifica y
limpia en gran manera, separándola mucho de toda apariencia
de pecado, según aquello de San Gregorio: “Es propio de las al-
mas buenas ver culpa donde ninguna culpa hay”.
349. Cuarta nota. El enemigo mira mucho si un alma es ne-
gligente o delicada. Si es delicada, procura hacerla extremada-
mente delicada, para más [fácilmente] turbarla y desconcertarla;
por ejemplo, si ve que un alma no consiente en sí pecado mor-
tal ni venial, ni apariencia alguna de pecado deliberado, enton-
ces el enemigo, cuando no puede hacerla caer en cosa que
parezca pecado, procura hacerla juzgar que hay pecado en don-
de no lo hay, como en una palabra o pensamiento sin importan-
cia. Si el alma es negligente, el enemigo procura hacerla más
negligente; por ejemplo, si antes no hacía caso de los pecados
veniales, procurará que de los mortales haga poco caso, y si an-
tes les hacía algún caso, que ahora les haga mucho menos o nin-
guno.
350. Quinta nota. El alma que desea adelantarse en la vida
espiritual, debe proceder siempre de modo contrario a como pro-
cede el enemigo. Es decir, que si el enemigo quiere hacer más
negligente al alma, procure ésta hacerse más delicada; asimis-
mo, si el enemigo procura hacerla más delicada para llevarla al
extremo [contrario], procure el alma afirmarse en el [justo] me-
dio para en todo mantenerse en paz.
351. Sexta nota. Cuando un alma buena quiere, dentro de
las [directivas] de la Iglesia y del espíritu de nuestros superio-
res, decir o hacer alguna cosa para gloria de Dios Nuestro Se-
ñor, y le viene de fuera un pensamiento o tentación de que ni
diga ni haga aquello, por razones aparentes de vanagloria o de
otra cosa, etc., entonces debe elevar el espíritu a su Creador y
Señor, y si ve que aquello es para su debido servicio, o al me-
nos no lo contradice, debe obrar de modo diametralmente opues-
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to a tal tentación, y responder al enemigo con San Bernardo: “Ni


por ti empecé ni por ti acabaré”.

[reGlAs PArA sentir con lA iGlesiA]


352. Se deben guardar las reglas siguientes para sentir exac-
tamente lo que debemos en la Iglesia militante.
353. Primera regla. Depuesto todo juicio [propio], debemos
tener el ánimo preparado y pronto para obedecer en todo a la
verdadera Esposa de Cristo Nuestro Señor, que es nuestra San-
ta Madre la Iglesia Jerárquica.*

* La “Santa Iglesia Jerárquica” es el Papa y los Obispos, cuando trans-


miten la fe revelada por Jesucristo. Ésa es la Esposa fiel de Nuestro
Señor, que tiene un solo corazón con su Esposo, ama lo que Él ama, y
aborrece los errores y herejías que Él aborrece. No hay otra Iglesia, y
fuera de Ella es imposible salvarse. Nuestro Señor prometió que estaría
con Ella, asistiéndola hasta el fin de los siglos. Pero eso no significa
que debamos aceptar las nuevas doctrinas enseñadas hoy en día por
Obispos y Papas imbuidos de las ideas liberales. La doctrina de la Igle-
sia no puede cambiar porque es divina e inmutable, como Dios. Con-
viene recordar aquí la grave advertencia del Concilio Vaticano I: “El
Espíritu Santo no ha sido prometido a los sucesores de Pedro para que,
con su revelación, promulgaran una nueva doctrina, sino para que, con
su asistencia, conservaran santamente y expusieran fielmente la reve-
lación transmitida por los apóstoles, es decir, el depósito de la fe”.
Ahora bien, el golpe maestro de Satanás en nuestros días es, precisa-
mente, lograr difundir los principios revolucionarios dentro de la Iglesia
por parte de la misma autoridad de la Iglesia, y lograr hacer condenar
a quienes conservan la fe católica por aquellos mismos que debieran
defenderla y propagarla (cfr. Mons. Lefebvre, “El golpe maestro de Sa-
tanás”). ¡Ay de los que se dejen engañar! “Aún cuando nosotros mis-
mos, o un ángel del Cielo, os predique un evangelio diferente del que
nosotros os hemos anunciado, sea anatema” (Gálatas 1, 9). Las reglas
dadas aquí por San Ignacio serán una ayuda preciosa para discernir
entre la “verdadera Esposa de Cristo”, y aquellos lobos rapaces contra
los cuales nos previene Nuestro Señor Jesucristo (cfr. San Mateo 7, 15).
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354. Segunda regla. Alabar el confesarse con un sacerdote


y recibir el Santísimo Sacramento [al menos] una vez al año, y
mucho más cada mes, y mucho mejor cada ocho días, con las
condiciones requeridas y debidas.
355. Tercera regla. Alabar el oír Misa a menudo; y lo mis-
mo [alabar] cantos, salmos y largas oraciones en la Iglesia y
fuera de ella; [alabar] asimismo las horas destinadas a todo ofi-
cio divino y a toda [otra] oración y [también] las horas canóni-
cas.
356. Cuarta regla. Alabar mucho [las órdenes y Congrega-
ciones] religiosas, la virginidad y la continencia, y no [alabar]
tanto el matrimonio como estas [cosas].
357. Quinta regla. Alabar votos de religión, de obediencia,
de pobreza, de castidad y de otras perfecciones de supereroga-
ción. Y es de advertir que, como el voto es sobre cosas que se
acercan a la perfección evangélica, en las cosas que se alejan de
ella no se debe hacer voto, como por ejemplo, de ser mercader
o de casarse, etc.
358. Sexta regla. Alabar las reliquias de los Santos, vene-
rándolas y haciendo oración a ellos; alabar estaciones, peregri-
naciones, indulgencias, jubileos, cruzadas y candelas encendidas
en las iglesias.
359. Séptima regla. Alabar constituciones sobre ayunos y
abstinencias, como cuaresmas, cuatro témporas, vigilias, vier-
nes y sábados. Asimismo [alabar] penitencias, no solamente in-
ternas sino aún externas.
360. Octava regla. Alabar las ornamentaciones y los edifi-
cios de las iglesias; asimismo [alabar] las imágenes y venerar-
las según lo que representan.
361. Novena regla. Finalmente, alabar todos los preceptos
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de la Iglesia, y tener el ánimo pronto a buscar razones para de-


fenderlos y de ninguna manera [razones] para atacarlos.

362. Décima regla. Debemos estar más dispuestos a apoyar


y alabar tanto constituciones como disposiciones * y costum-
bres de nuestros mayores, [que a criticarlas]; porque dado que
algunas no sean o no fuesen [dignas de elogio], el hablar contra
ellas, ya predicando en público o ya conversando con el vulgo
de los fieles, más que provecho engendraría murmuración y es-
cándalo, y entonces se indignaría el pueblo contra sus mayores
espirituales o temporales. Sin embargo, así como hace daño ha-
blar mal de los superiores al pueblo sencillo en ausencia de ellos,
así puede ser provechoso hablar de las malas costumbres a las
personas que pueden remediarlas.

363. Undécima regla. Alabar la doctrina positiva y la esco-


lástica: porque así como es más propio de los doctores positi-
vos (como San Jerónimo, San Agustín, San Gregorio, etc.)
mover afectos para amar y servir en todas las cosas a Dios Nues-
tro Señor, así es más propio de los escolásticos (como Santo To-
más, San Buenaventura, el Maestro de las Sentencias [Pedro
Lombardo], etc.) definir y aclarar, según las necesidades de
nuestros tiempos, las cosas necesarias para la salvación eterna,
para [así] mejor atacar y declarar todos los errores y falsos ra-
zonamientos. Porque como los doctores escolásticos son más
recientes [que los positivos], no solamente utilizan la verdadera
inteligencia de la Sagrada Escritura y de los santos doctores po-
sitivos, sino que además, estando ellos iluminados e ilustrados
por la virtud divina, se ayudan de los concilios, cánones y cons-
tituciones de nuestra Santa Madre la Iglesia.

364. Duodécima regla. Debemos guardarnos de hacer com-


paraciones entre los que estamos vivos y los bienaventura-
dos [del cielo], pues en esto se yerra no poco cuando se dice,

* Como bulas de cruzadas y otras indulgencias. Véase número 42.


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422

por ejemplo: “Éste sabe más que San Agustín, es otro San Fran-
cisco o mayor que él, es otro San Pablo en bondad, santidad”,
etc.

365. Decimotercera regla. Para que en todas las cosas lle-


guemos a la verdad, debemos mantener [el principio] de creer
que lo blanco que yo veo es negro, si la Iglesia Jerárquica así lo
determina, creyendo que entre Cristo Nuestro Señor, Esposo, y
la Iglesia, su Esposa, no hay más que un mismo espíritu, que
nos gobierna y rige para la salvación de nuestras almas, porque
nuestra Santa Madre Iglesia es gobernada por el mismo Espíri-
tu y Señor nuestro que dio los diez mandamientos.

366. Decimocuarta regla. Aunque sea mucha verdad que


nadie se puede salvar sin estar predestinado y sin tener la fe y la
gracia, [sin embargo] se ha de mirar mucho el modo de hablar y
discurrir sobre todas estas cosas.

367. Decimoquinta regla. Por costumbre no debemos ha-


blar mucho de la predestinación, pero si de algún modo y algu-
nas veces se habla, háblese de tal modo que el pueblo no caiga
en error alguno, como algunas veces ocurre [cuando alguno] di-
ce: “Si he de salvarme o de condenarme ya está determinado, y
por mis buenas o malas obras no puede ya suceder otra cosa”, y
con este [razonamiento], abandonándose, se descuidan en las
obras que conducen a la salvación y provecho espiritual de sus
almas.

368. Decimosexta regla. Del mismo modo se ha de advertir


que, por hablar mucho de la fe y con mucha insistencia, sin dis-
tinción ni declaración alguna, no se dé ocasión al pueblo a que
sea torpe y perezoso en el obrar, ya cuando la fe aún no está in-
formada por la caridad, ya después.

369. Decimoséptima regla. Asimismo, no debemos hablar


tan largamente e insistir tanto sobre la gracia, que se engendre
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el veneno [del error] que niega la libertad. De manera que de la


fe y de la gracia se puede hablar [tanto] cuanto sea posible me-
diante el auxilio divino, para la mayor alabanza de la Divina Ma-
jestad, pero no de tal suerte ni de modo que las obras y el libre
albedrío reciban detrimento alguno o se tengan en nada, mayor-
mente en nuestros tiempos tan peligrosos.

370. Decimoctava regla. Aunque el servir intensamente a


Dios Nuestro Señor por puro amor se ha de estimar sobre todas
las cosas, [sin embargo] debemos alabar mucho el temor de la
Divina Majestad; porque no solamente el temor filial es cosa
piadosa y santísima, sino que también el temor servil, cuando el
hombre no llega a otra cosa mejor o más útil, ayuda mucho a sa-
lir del pecado mortal, y [una vez que se ha] salido de él, fácil-
mente se llega al temor filial, que es enteramente acepto y grato
a Dios Nuestro Señor, porque es una misma cosa con el amor
divino.

A.M.D.G.
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APÉnDice
PArA GuArDAr lA fe
en nuestros Difíciles Y confusos tieMPos

Hacia el fin de los Ejercicios Espirituales, después de la Misa o


después de la Exposición de clausura, el sacerdote, vuelto de
cara al pueblo y dirigiéndose a los ejercitantes les dice:

Es una tradición en los retiros invitar a los ejercitantes que


van a salir de los santos Ejercicios a que renueven pública y so-
lemnemente las promesas del Santo Bautismo. Los ejercitantes
que quieran hacerlo, tengan la bondad de acercarse al presbite-
rio y ponerse de pie en torno al altar.

Muy amados ejercitantes:

Han terminado ustedes los Ejercicios; esto quiere decir que


han meditado ya las verdades, las realidades, más importantes y
trascendentales: las de su origen y las de su fin.
La existencia la han recibido de Dios que los ha creado.
Su fin es la felicidad eterna en el mismo Dios.
Dios no les ha puesto en este mundo sino para merecerla; y
el alcanzarla no depende más que de ustedes mismos. Bien cla-
ro lo han visto durante estos santos días. Si perseveran ustedes
hasta el fin en las buenas resoluciones tomadas durante estos
Ejercicios, serán admitidos un día a contemplar la Divinidad y
a unirse indisolublemente con Dios, es decir a participar de su
misma felicidad eterna.
Sean, queridos ejercitantes, para siempre, hijos dóciles de la
Santa Iglesia Católica, y tengan siempre bien presentes las obli-
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gaciones que ustedes contrajeron el día feliz en que fueron he-


chos cristianos.
Sean para siempre verdaderos discípulos de Jesucristo, nues-
tro divino Modelo y el Dispensador de todos los bienes espiri-
tuales y temporales.
Sean también para siempre fieles vasallos, soldados valien-
tes de este Soberano y Divino Rey.
Hermanos: este nuestro Rey, siendo además Dios, como es,
se sacrificó por nosotros hasta la muerte y muerte de cruz.
Pues bien, ante todo, respondan pública y categóricamente:
¿Confiesan ustedes delante de todas las personas aquí presen-
tes y están ustedes resueltos a confesar ante el mundo entero su
fe en Jesucristo, Hijo de Dios y Dios como el Eterno Padre?
¡sí, Padre!
Recuerden ustedes que Nuestro Señor Jesucristo declaró que
si alguno tuviese vergüenza de reconocerlo delante de los hom-
bres, Él rehusaría también reconocerlo delante de su Padre Ce-
lestial: ¿Detestan ustedes al mundo con todos sus engaños,
vanidades y locuras?
¡sí, Padre!
Acuérdense de que el mundo aborrece a Jesucristo y es en
realidad de verdad su mortal enemigo: ¿Sabrán ustedes gloriar-
se en la cruz de Jesucristo, sabrán gloriarse si la ocasión llega-
ra, en ser vilipendiados, injuriados y perseguidos por la causa
de Jesucristo y de su Iglesia?
¡sí, Padre!
Acuérdense de que Jesucristo puso precisamente en este
odio del mundo la señal más cierta de los que serían sus elegi-
dos.
Cuando ustedes recibieron el Santo Bautismo, la Iglesia Ca-
tólica, que no atrae ni acepta en su seno sino a pesonas cons-
cientes y decididas, les preguntó a ustedes de la manera más
formal y solemne si abominaban de Satanás, si renunciaban a
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sus obras y a sus pompas mundanas, si querían seguir a Jesu-


cristo fieles hasta el fin.
No eran ustedes entonces, en general, más que unos tiernos
niñitos, no sabían hablar; y haciendo un acto de caridad que no
podrán nunca agradecerles como fuera debido, sus padrinos los
representaron a ustedes ante la Iglesia Católica y tomaron sobre
sí los más graves compromisos; y respondieron por ustedes en
su nombre y prometieron que ustedes serían para siempre fieles
a Jesucristo.
Pero, hoy que ustedes ya son personas del todo conscientes;
hoy, que comprenden ya todo el valor y la extensión de aquellas
promesas, repetidas ya seguramente, el día feliz de su primera
Comunión: ¿Están ustedes dispuestos a renovarlas ahora pú-
blica y solemnemente delante de todas las personas aquí pre-
sentes?
¡sí, padre!
En nombre, pues, de Dios todo amor; de Dios infinitamente
bueno y misericordioso; en nombre de la Santísima Trinidad,
Padre, Hijo y Espíritu Santo; en nombre de Jesucristo, su Rey y
Soberano; en nombre de este dulce Señor que los lleva a to-
dos escritos en su Corazón infinitamente amante; en nombre de
la Santa Iglesia Católica; y, en fin, en nombre también de nues-
tra Fraternidad San Pío X y de toda su familia espiritual, los in-
vitamos a renovar varonilmente tan graves promesas delante del
sagrado altar, con la mano extendida sobre el Sagrado Evange-
lio.
Pero, por de pronto, si están verdaderamente resueltos a ha-
cerlo, hagan antes una pública profesión de fe, rezando en voz
alta el Credo católico.
Creo en Dios, Padre todopoderoso… (ver pág. 6).
Mientras rezan el Credo se pone en manos del Sacerdote el Misal
o un Evangeliario abierto en un evangelio que ocupe las dos páginas,
como, por ejemplo, el de la Pasión. El Sacerdote dice luego:
Ahora, suban ustedes las gradas del altar; extiendan todos a
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la vez la mano derecha sobre el Santo Evangelio y pronuncien


con firmeza las sagradas promesas.
Entonces los ejercitantes, teniendo la mano derecha
extendida sobre los Santos Evangelios, pronuncian la

FóRMULA DE RENOVACIóN DE LAS PROMESAS


DEL SANTO BAUTISMO
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, delante de
la Santísima Trinidad, y en presencia de la Santa Iglesia, renun-
cio a Satanás, abomino del mundo, sus pompas y vanidades, pro-
pongo nunca más ofenderos y seros fiel hasta la muerte.
Los que no hayan podido tocar el Santo Evangelio, pasan luego
sucesivamente a tocarlo. Posteriormente, al terminar la fórmula,
si el Sacerdote no dirige alguna alocuión a los ejercitantes, les dice:

Partan, pues, ya, queridos ejercitantes, a la conquista del mun-


do entero para su Rey Divino. Perseveren hasta el fin como va-
lientes en la empresa santa.

BENDICIóN PAPAL AL TERMINAR


LOS EJERCICIOS

(con indulgencia plenaria)


Reciban antes la Bendición Papal, que con autorización del
Sumo Pontífice les vamos a impartir.
Se realiza un acto más de contrición y de la más firme detestación del
pecado y de todo afecto hacia él. Luego se rezan un Padrenuestro, un
Avemaría y un Gloria Patri por las intenciones del Sumo Pontífice.
Tras las oraciones se imparte la bendición, para lo cual el sacerdote
hace una sola señal de la cruz con el Crucifijo y dice:
Benedíctio Dei Omnipotén- La bendición de Dios Todo-
tis: Patris, † et Fílii, et Spíritus poderoso: Padre, † Hijo, y Es-
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píritu Santo descienda sobre Sancti descéndat super vos et


vosotros y permanezca para máneat semper.
siempre.
R. Amén. R. Amen.
(Decreto de la Sagrada Congregación de Ritos del 11 de mayo de
1911).

ProfesiÓn De fe cAtÓlicA *

1º) Yo, N. N., con fe firme, creo y profeso todas y cada una
de las cosas que se contienen en el símbolo de la fe usado por
la Santa Iglesia Romana, a saber:
Creo en un solo Dios Padre Omnipotente, creador del cielo
y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible.
Y en un solo Señor Jesucristo, Hijo de Dios unigénito, y na-
cido del Padre antes de todos los siglos; Dios de Dios, luz de
luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
consubstancial con el Padre; por quien fueron hechas todas las
cosas; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación,
descendió de los cielos; y se encarnó de la Virgen María por obra
del Espíritu Santo, y se hizo hombre; fue crucificado también
por nosotros bajo Poncio Pilato, padeció y fue sepultado; y re-
sucitó el tercer día según las Escrituras; y subió al cielo, está
sentado a la diestra del Padre; y otra vez ha de venir con gloria
a juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin.
Y en el espíritu santo, Señor y vivificador, que del Padre y
del Hijo procede; que con el Padre y el Hijo juntamente es ado-
rado y conglorificado; que habló por los profetas.
Y en la iglesia, una, santa, católica y apostólica.
Confieso un solo bautismo para la remisión de los pecados.
Y espero la resurrección de los muertos y la vida del siglo
venidero. Amén.

* Todos los sacerdotes o futuros sacerdotes deben hacer públicamente


esta profesión de fe del Concilio de Trento, así como prestar el jura-
mento antimodernista de San Pío X.
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2º) Admito y abrazo firmísimamente las tradiciones de los


Apóstoles y de la Iglesia y las restantes observancias y consti-
tuciones de la misma Iglesia.
3º) Admito igualmente la sagrada escritura conforme al
sentido que sostuvo y sostiene la Santa Madre Iglesia, a quien
compete juzgar del verdadero sentido e interpretación de las Sa-
gradas Escrituras, ni jamás la tomaré e interpretaré sino confor-
me al sentir unánime de los Padres.
4º) Profeso también que hay siete verdaderos y propios sa-
cramentos de la Nueva Ley, instituidos por Jesucristo Señor
Nuestro y necesarios, aunque no todos para cada uno, para la
salvación del género humano, a saber: Bautismo, Confirmación,
Eucaristía, Penitencia, Extremaunción, Orden y Matrimonio;
que confieren la gracia, y que de ellos, el Bautismo, Confirma-
ción y Orden no pueden reiterarse sin sacrilegio. Recibo y ad-
mito también los ritos de la Iglesia Católica recibidos y
aprobados en la administración solemne de todos los sobredi-
chos sacramentos.
5º) Abrazo y recibo todas y cada una de las cosas que han si-
do definidas y declaradas en el sacrosanto Concilio de Trento
acerca del pecado original y de la justificación.
6º) Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sa-
crificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y por los
difuntos, y que en el santísimo sacramento de la Eucaristía es-
tá verdadera, real y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, jun-
tamente con el Alma y la Divinidad, de nuestro Señor Jesucristo,
y que se realiza la conversión de toda la sustancia del pan en su
Cuerpo, y de toda la sustancia del vino en su Sangre; conver-
sión que la Iglesia Católica llama transubstanciación. Confie-
so también que bajo una sola de las especies se recibe a Cristo,
todo e íntegro, y un verdadero sacramento.
7º) Sostengo constantemente que existe el Purgatorio y que
las almas allí detenidas son ayudadas por los sufragios de los
fieles.
8º) Igualmente, que los santos que reinan con Cristo deben
ser venerados e invocados, y que ellos ofrecen sus oraciones a
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Dios por nosotros, y que sus reliquias deben ser veneradas.


9º) Firmemente afirmo que las imágenes de Cristo y de la
siempre Virgen Madre de Dios, así como las de los otros San-
tos, deben tenerse y conservarse y tributárseles el debido honor
y veneración.
10º) Afirmo que la potestad de las indulgencias fue dejada
por Cristo en la Iglesia, y que el uso de ellas es sobremanera sa-
ludable al pueblo cristiano.
11º) Reconozco a la Santa, Católica y Apostólica iglesia ro-
mana como madre y maestra de todas las Iglesias, y prometo y
juro verdadera obediencia al Romano Pontífice, sucesor del bie-
naventurado Pedro, príncipe de los Apóstoles y vicario de Jesu-
cristo.
12º) Igualmente recibo y profeso indubitablemente todas las
demás cosas que han sido enseñadas, definidas y declaradas por
los sagrados cánones y concilios ecuménicos, principalmen-
te por el sacrosanto Concilio de Trento (y por el Concilio ecu-
ménico Vaticano, señaladamente acerca del primado e infali-
bilidad del Romano Pontífice); y, al mismo tiempo, todas las co-
sas contrarias y cualesquiera herejías condenadas, rechazadas y
anatematizadas por la Iglesia, yo las condeno, rechazo y anate-
matizo igualmente.

Se pone entonces de rodillas, y extendiendo su mano derecha


sobre los Santos Evangelios, continúa:

Esta verdadera fe católica, fuera de la cual nadie puede sal-


varse, y que al presente espontáneamente profeso y verazmen-
te mantengo, yo el mismo N. N. prometo, hago voto y juro
que igualmente la he de conservar y confesar íntegra e inmacu-
lada con la ayuda de Dios hasta el último suspiro de mi vida,
con la mayor constancia, y que cuidaré, en cuanto de mí depen-
da, que sea mantenida, enseñada y predicada por mis subordi-
nados o por aquellos cuyo cuidado por mi cargo me incumbie-
re.
Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios.
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JurAMento AntiMoDernistA
(Contra los errores del modernismo, del Motu Proprio
Sacrorum Antistitum, del 1º de septiembre de 1910)
Yo, N. N., abrazo y acepto firmemente todas y cada una de las
cosas que han sido definidas, afirmadas y declaradas por el ma-
gisterio inerrante de la Iglesia:
I
Principalmente aquellos puntos de doctrina que directamente
se oponen a los errores de la época presente.
1º) Y en primer lugar: profeso que Dios, principio y fin de to-
das las cosas, puede ser ciertamente conocido y, por tanto, tam-
bién demostrado, como la causa por sus efectos, por la luz natural
de la razón mediante las cosas que han sido hechas (cfr. Roma-
nos 1, 20), es decir, por las obras visibles de la creación.
2º) En segundo lugar: admito y reconozco como signos certí-
simos del origen divino de la religión cristiana los argumentos
externos de la revelación, esto es, hechos divinos, y en primer
término, los milagros y las profecías, y sostengo que son sobre-
manera acomodados a la inteligencia de todas las edades y de los
hombres, aún los de este tiempo.
3º) En tercer lugar: creo igualmente con fe firme que la igle-
sia, guardiana y maestra de la palabra revelada, fue próxima y
directamente instituída por el mismo verdadero e histórico Cris-
to, mientras vivía entre nosotros, y que fue edificada sobre Pe-
dro, príncipe de la jerarquía apostólica, y sus sucesores para
siempre.
4º) En cuarto lugar: acepto sinceramente la doctrina de la fe
transmitida hasta nosotros desde los Apóstoles por medio de los
Padres ortodoxos, siempre en el mismo sentido y en la misma
sentencia; y por tanto, de todo punto rechazo la invención heré-
tica de la evolución de los dogmas, que pasarían de un sentido a
otro diverso del que primero mantuvo la Iglesia; igualmente con-
deno todo error, por el que al depósito divino, entregado a la Es-
posa de Cristo para que por ella sea fielmente custodiado, sustitu-
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ye un invento filosófico o una creación de la conciencia huma-


na, lentamente formada por el esfuerzo de los hombres y que en
adelante ha de perfeccionarse por progreso indefinido.
5º) En quinto lugar: Sostengo con toda certeza y sinceramen-
te profeso que la fe no es un sentimiento ciego de la religión que
brota de los escondrijos de la subconciencia, bajo presión del co-
razón y la inclinación de la voluntad formada moralmente, sino
un verdadero asentimiento del entendimiento a la verdad recibi-
da de fuera por oído, por el que creemos ser verdaderas las co-
sas que han sido dichas, atestiguadas y reveladas por el Dios
personal, creador y Señor nuestro, y lo creemos por la autoridad
de Dios, sumamente veraz.
II
También me someto con la debida reverencia y de todo cora-
zón me adhiero a las condenaciones, declaraciones y prescrip-
ciones todas que se contienen en la Carta Encíclica Pascendi y
en el Decreto Lamentabili:
1º) Particularmente en lo relativo a la que llaman historia de
los dogmas.
2º) Asimismo repruebo el error de los que afirman que la fe
propuesta por la Iglesia puede repugnar a la historia y que los
dogmas católicos, en el sentido en que ahora son entendidos, no
pueden conciliarse con los más exactos orígenes de la religión
cristiana.
3º) Condeno y rechazo también la sentencia de aquellos que
dicen que el cristiano erudito se reviste de doble personali-
dad, una de creyente y otra de historiador, como si fuera lícito al
historiador sostener lo que contradice a la fe del creyente, o sen-
tar premisas de las que se siga que los dogmas son falsos y du-
dosos, con tal de que éstos no se nieguen directamente.
4º) Repruebo igualmente el método de juzgar e interpretar la
sagrada escritura que, sin tener en cuenta la tradición de la
Iglesia, la analogía de la fe y las normas de la Sede Apostólica,
sigue los delirios de los racionalistas y abraza no menos libre
que temerariamente la crítica del texto como regla única y su-
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prema.
5º) Rechazo además la sentencia de aquellos que sostienen que
quien enseña la historia de la teología o escribe sobre esas ma-
terias, tiene que dejar antes a un lado la opinión preconcebida,
ora sobre el origen sobrenatural de la tradición católica, ora so-
bre la promesa divina de una ayuda para la conservación peren-
ne de cada una de las verdades reveladas, y que además los
escritos de cada uno de los Padres han de interpretarse por los
solos principios de la ciencia, excluída toda autoridad sagrada,
y con aquella libertad de juicio con que suelen investigarse cua-
lesquiera monumentos profanos.
6º) De manera general, finalmente, me profeso totalmente aje-
no al error por el que los modernistas sostienen que en la sagra-
da tradición no hay nada divino, o, lo que es mucho peor, lo
admiten en sentido panteístico, de suerte que ya no quede sino
el hecho escueto y sencillo, que ha de ponerse al nivel de los he-
chos comunes de la historia, a saber: unos hombres que por su
industria, ingenio y diligencia continúan en las edades siguien-
tes la escuela comenzada por Cristo y sus Apóstoles.
7º) Por tanto, mantengo firmísimamente la fe de los Padres y
la mantendré hasta el postrer aliento de mi vida sobre el caris-
ma cierto de la verdad, que está, estuvo y estará siempre en la
sucesión del episcopado desde los Apóstoles; no para que se sos-
tenga lo que mejor y más apto pueda parecer conforme a la cul-
tura de cada edad, sino para que nunca se crea de otro modo,
nunca de otro modo se entienda la verdad absoluta e inmutable
predicada desde el principio por los Apóstoles.

Se pone entonces de rodillas, y extendiendo su mano derecha


sobre los Santos Evangelios, continúa:

Todo esto prometo que lo he de guardar íntegra y sincera-


mente y custodiar inviolablemente sin apartarme nunca de ello,
ni enseñando ni de otro modo cualquiera de palabra o por escri-
to. Así lo prometo, así lo juro, así me ayude Dios y estos San-
tos Evangelios de Dios.
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ínDice De MAteriAs
orAciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
oraciones de la mañana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
oraciones de la noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10

lA sAntA MisA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
ordinario de la Misa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Asperges . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Primera parte: Preparación al Santo Misterio . . . . . . . 19
Segunda parte: Instrucción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25
Tercera parte: Celebración del Misterio . . . . . . . . . . 29
Canon de la Misa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Cuarta parte: Acción de gracias . . . . . . . . . . . . . . . . 52
Preces después de las Misas rezadas . . . . . . . . . . . . . 55
Misa de funerales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Responso de la Misa de funerales . . . . . . . . . . . . . . . 62

vísPerAs Del DoMinGo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

coMPletAs Del DoMinGo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

eXPosiciÓn Del ssMo. sAcrAMento . . . . . . . 87


Al santísimo sacramento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
A la santísima virgen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
oración a san José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
oración por las vocaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
oración por el Papa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
tantum ergo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94
Alabanzas en reparación de las blasfemias . . . . . . . . . 95
Motetes para los diversos tiempos . . . . . . . . . . . . . . . 96
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AlGunos evAnGelios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104


Anunciación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Todos los Santos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Sagrada Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Pasión y Resurrección según San Mateo. . . . . . . . . . . 107
Pasión y Resurrección según San Juan . . . . . . . . . . . 115
Pentecostés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

DevociÓn A lA sAGrADA eucAristíA . . . . . . . 126


oraciones para antes de comulgar . . . . . . . . . . . . . . . 127
oraciones para después de comulgar . . . . . . . . . . . . . 129
comunión espiritual o de deseo . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
visitas al santísimo sacramento . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Estación al Santísimo Sacramento . . . . . . . . . . . . . . 137
Quince minutos con Jesús Sacramentado . . . . . . . . . 138
Vela al Santísimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140

DevociÓn A nuestro señor Jesucristo . . . 141


Devoción a la Pasión de nuestro señor . . . . . . . . . . . 141
Reloj de la Pasión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Vía Crucis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Devoción al sagrado corazón de Jesús . . . . . . . . . . . 150
Promesas del Sagrado Corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
Primer viernes de mes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Entronización del Sagrado Corazón . . . . . . . . . . . . . 158
Devoción a cristo rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Devoción al Dulce nombre de Jesús . . . . . . . . . . . . . 164
los nueve oficios del sagrado corazón de Jesús . . . . 166
I. El promotor (mediador) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 167
II. El reparador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
III. El adorador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172
IV. El amante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 175
V. El discípulo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
VI. La víctima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180
VII. El esclavo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 183
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436

VIII. El suplicante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 185


IX. El celador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 188

DevociÓn A lA sAntísiMA virGen . . . . . . . . . . 191


Devoción a nuestra señora de los Dolores . . . . . . . . . 191
el secreto de fátima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
el santo rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
el escapulario de la virgen del carmen . . . . . . . . . . 202
oraciones varias a la santísima virgen . . . . . . . . . . . 202

DevociÓn A sAn JosÉ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211

DevociÓn A los sAntos ÁnGeles . . . . . . . . . . 216

orAciones Y Devociones vAriAs . . . . . . . . . . 226


A la santísima trinidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
oraciones varias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228
tercera orden de san Pío X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Devoción en favor de las almas del purgatorio . . . . . 240
ejercicio de la buena muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243

lA confesiÓn . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
examen de conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
Mandamientos de la Ley de Dios . . . . . . . . . . . . . . . 248
Preceptos de la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
Pecados capitales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Vírtudes que debemos practicar . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Deberes de estado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 256
Modo práctico de confesarse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
Después de la confesión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 258
las indulgencias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259

APostolADo con los MoriBunDos . . . . . . . . 261


los últimos sacramentos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 261
recomendación del alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263
Bautismo de niños en caso de necesidad . . . . . . . . . . 271
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437

PeQueño cAtecisMo fAMiliAr . . . . . . . . . . . . . 273


1. lo que debemos creer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
2. lo que debemos practicar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
3. Medios de salvación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282
4. verdades esenciales contra los errores modernos 285

cÁnticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289
tiempo de navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289
tiempo de cuaresma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
A nuestro señor sacramentado . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
Al sagrado corazón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
A nuestra señora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302
Himno veni creátor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312

eJercicios esPirituAles . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313


Anotaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 318
Primera semana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326
Principio y Fundamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326
Examen particular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 327
Examen general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 329
Confesión general y comunión . . . . . . . . . . . . . . . . . . 332
Primer ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333
Segundo ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 336
Tercer ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
Cuarto ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 338
Quinto ejercicio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 338
Adiciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 339
[El infierno. Penas morales] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 343
[La muerte] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 344
[El juicio particular] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 345
[El juicio general] . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 346
[El amor misericordioso infinito] . . . . . . . . . . . . . . . 346
segunda semana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 347
La realeza de Cristo y su llamamiento . . . . . . . . . . . . 347
La Encarnación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349
El Nacimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 351
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438

Tercera contemplación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 352


Cuarta contemplación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
Quinta contemplación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 353
[Las tribulaciones de la Sagrada Familia] . . . . . . . . . 356
Preámbulo para considerar estados . . . . . . . . . . . . . . 357
Las dos banderas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
Los tres binarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 360
Los tres grados (o maneras) de humildad . . . . . . . . . 364
Elección . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365
Reforma de vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 369
tercera semana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
Última Cena . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 371
La agonía, Judas, el arresto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 373
Reglas de templanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377
cuarta semana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
Primera contemplación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379
Contemplación para alcanzar el amor divino . . . . . . . 381
Tres modos de orar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383
los misterios de la vida de nuestro señor . . . . . . . . . 388
Misterios gozosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 388
Misterios dolorosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 399
Misterios gloriosos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 404
reglas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 409
Primeras reglas de discernimiento de espíritus . . . . . 409
Segundas reglas de discernimiento de espíritus . . . . . 413
Reglas para la distribución de limosnas . . . . . . . . . . 415
Reglas sobre los escrúpulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417
Reglas para sentir con la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . 419

APÉnDice . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 424
Para guardar la fe en nuestros difíciles y
confusos tiempos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 424
Fórmula de renovación de las promesas del
Santo Bautismo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 427
Profesión de fe católica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 428
Juramento antimodernista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431
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ínDice AlfABÉtico
A
Acción de gracias de la comunión . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Acordaos a María Santísima (de San Bernardo) . . . . . . . . 202
Acordaos a San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
Acto de aceptación de la muerte (de San Pío X) . . . . . . . . 247
Acto de desagravio (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 298
Acto de reparación (para la fiesta del Sagrado Corazón) . . 156
Adéste, fidéles (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289
A Dios queremos (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 302
Adorador (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . 172
Adóro te (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
A la Virgen de Luján (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 310
Al Corazón benigno de María (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . 305
Alabado sea el Santísimo (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297
Alabanzas en reparación de las blasfemias . . . . . . . . . . . . 95
Alma de Cristo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130,. . . . 317
Alma Redemptóris (antífona a la Virgen) . . . . . . . . . . . . . 83
Amante (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . . . 175
Ángelus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
Ánima Christi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Anotaciones (para los Ejercicios Espirituales) . . . . . . . . . 318
Antífonas a la Santísima Virgen . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Aspérges . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
Ave de Fátima (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
Ave María (salutación angélica) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Ave maris Stella (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Ave Regína cælórum (antífona a la Virgen) . . . . . . . . . . . 84
Ave verum (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87
Ayuno y abstinencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280
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440

B
Bautismo de niños en caso de necesidad . . . . . . . . . . . . . . 271
Bendición de la mesa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14
Bendición papal al terminar los Ejercicios . . . . . . . . . . . . 427
Bendita sea tu pureza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 208
Breve consagración a San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215
c
Canon de la Misa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
Cantemos al Amor de los Amores (cántico) . . . . . . . . . . . 296
Cántico de Simeón . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 82
Catecismo familiar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273
Celador (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . . . 188
Comunión espiritual o de deseo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 135
Completas del domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
Confesión (examen de conciencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
Confesión (modo práctico de confesarse) . . . . . . . . . . . . . 257
Confíteor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Consagración a la Santísima Virgen (Padre Vallet) . . . . . . 207
Consagración a María (San Luis Gonzaga) . . . . . . . . . . . . 208
Consagración a María Santísima (Padre zucchi) . . . . . . . . 208
Consagración de la familia al Sagrado Corazón de Jesús .
(fórmula de San Pío X) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158
Consagración de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X a
la Santísima Virgen María y a su Corazón Doloroso
e Inmaculado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 203
Consagración del género humano al Corazón Inmaculado
de María (del Papa Pío XII) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205
Consagración del género humano al Sagrado Corazón de
Jesús (de Pío XI, para la fiesta de Cristo Rey) . . . . . . . 155
Contemplación para alcanzar el amor divino . . . . . . . . . . . 381
Creación (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Credo (Símbolo de Nicea) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28
Credo (Símbolo de los Apóstoles) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6
Cristianos venid (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
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441

Cristo Jesús (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297

D
Deberes de estado (examen de conciencia) . . . . . . . . . . . . 256
Dies iræ (secuencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
Dios de los corazones (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 294
Discernimiento de los espíritus (reglas) . . . . . . . . . . 409, . . . . 413
Discípulo (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . 177
Dolores de María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
Dolores y gozos de San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215

e
Ejercicio de la buena muerte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243
Ejercicios Espirituales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313
Elección (para tiempo de Ejercicios Espirituales) . . . . . . . 365
Encarnación (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275
Entronización del Sagrado Corazón en las familias . . . . . . 158
Escapulario de la Virgen del Carmen . . . . . . . . . . . . . . . . 202
Esclavo (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . . . 183
Escrúpulos (reglas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417
Estación al Santísimo Sacramento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137
Evangelio de la Anunciación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Evangelio de la Misa de funerales . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61
Evangelio de la Sagrada Familia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 106
Evangelio de Navidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
Evangelio de Pentecostés . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
Evengelio de Todos los Santos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104
Examen de conciencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
Exorcismo de S.S. el Papa León XIII contra Satanás y
los ángeles rebeldes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 217

G
Gloria Patri . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Glória in Excélsis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
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442

H
Himno a Cristo Rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161
Lucis Creátor óptime . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73
Te lucis ante términum . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 80
Veni Creátor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312
Humildad (tres grados o maneras) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 364
i
Iglesia (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
Indulgencias (nociones) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 259
Invioláta (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 90
Invocaciones a María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
J
Jaculatorias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235
Jesús, José y María (jaculatoria) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247
Juramento antimodernista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 431
l
La Guadalupana (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309
La Virgen María (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 303
Letanías de la humildad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
Letanías de la Preciosísima Sangre . . . . . . . . . . . . . . . . . . 148
Letanías de la Santísima Virgen María . . . . . . . . . . . . . . . 198
Letanías de San José . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
Letanías de San Miguel Arcángel . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 222
Letanías del Ángel de la Guarda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 224
Letanías del Sagrado Corazón de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . 152
Letanías del Santísimo Nombre de Jesús . . . . . . . . . . . . . . 164
M
Magníficat . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74
Mandamientos de la Ley de Dios (catecismo) . . . . . . . . . . 279
Mandamientos de la Ley de Dios (examen) . . . . . . . . . . . . 248
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443

Medios de salvación (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282


Mes de María . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
Mes del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
Misa de funerales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 57
Miserére mei Deus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Misterios de la vida de Nuestro Señor Jesucristo . . . . . . . . 388
Misterios del Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
n
Novena a la Inmaculada Concepción (de San Pío X) . . . . . 209
Novena de la gracia a San Francisco Javier . . . . . . . . . . . . 235
o
O fílii et fíliæ (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100
O sacrum convívium (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
O salutáris hóstia (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
Oficios del Sagrado Corazón de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . 166
Ofrecimiento al Corazón de Jesús . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Oh buen Jesús (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 292
Oh María, Madre mía (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 304
Oración (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 284
Oración a Cristo Rey . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 164
Oración a Jesús crucificado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 130
Oración a Nuestra Señora del Refugio (contra Satanás). . . 209
Oración a San Ignacio de Loyola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
Oración a San José, Patrono de la Iglesia Universal . .93, . . .201
Oración al Ángel de la Guarda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 216
Oración al Espíritu Santo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 316
Oración al Santísimo Sacramento (de San Alfonso) . . . . . . 136
Oración de la unión (Padre Vallet) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 228
Oración de los esposos, pidiendo la vocación sacerdotal
para sus hijos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
Oración de San Buenaventura (acción de gracias) . . . . . . . 131
Oración de San Pío X al glorioso Patriarca San José,
modelo de los trabajadores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 214
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Oración de Santo Tomás (acción de gracias) . . . . . . . . . . 133


Oración del apóstol seglar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
Oración del Padre Pío después de su Misa . . . . . . . . . . . . 133
Oración del Papa Clemente XI (acción de gracias) . . . . . . 132
Oración del perseverante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
Oración para el Reinado Social del Corazón de Cristo
Rey (Padre Vallet) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 162
Oración para examinarse bien . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 248
Oración para obtener de Dios la gracia de no morir de
muerte repentina (de Benedicto XIII) . . . . . . . . . . . . . . . 244
Oración para obtener una buena muerte (a Nuestro
Señor Jesucristo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 244
Oración para obtener una buena muerte (a San José) . . . . 246
Oración para pedir a Dios vocaciones sacerdotales . . . . . . 231
Oración para pedir a María vocaciones religiosas . . . . . . . 232
Oración para pedir la confianza en Dios (a San José) . . . . 214
Oración para pedir la pureza (a San José) . . . . . . . . . . 10, . . . 213
Oración por el Papa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Oración por la paz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 236
Oración por las misiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 237
Oración por las vocaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
Oración por los enemigos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 230
Oración por los sacerdotes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Oración por nuestros bienhechores . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Oraciones de Fátima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210
Oraciones de la mañana . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8
Oraciones de la noche . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 10
Oraciones de León XIII para después de la Misa . . . . . . . 55
Oraciones para antes de comulgar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127
Oraciones para después de comulgar . . . . . . . . . . . . . . . . 129
Oraciones varias a la Santísima Virgen . . . . . . . . . . . . . . . 202
Ordinario de la Misa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18
P
Padre Nuestro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5
Pange lingua (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89
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Parce Dómine (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99


Pasión y Resurrección según San Juan . . . . . . . . . . . . . . . 115
Pasión y Resurrección según San Mateo . . . . . . . . . . . . . . 107
Pastores de la montaña (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 290
Pecado (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
Pecados capitales (examen) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 252
Penitencia (nociones sacadas de los Ejercicios) . . . . . . . . 341
Perdón, ¡oh Dios mío! (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
Pésame (acto de contrición) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 257
Postrimerías (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 278
Preceptos de la Iglesia (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 280
Preceptos de la Iglesia (examen) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
Primer sábado de mes (promesas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 190
Primer viernes de mes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 152
Principio y Fundamento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 326
Profesión de fe católica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 428
Promesas del Bautismo (fórmula de renovación) . . . . . . . . 427
Promesas del Sagrado Corazón de Jesús . . . . . . . . . . . . . . 151
Promotor (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . . 167

Quicúmque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
Quiero llegar (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305
Quince minutos en compañía de Jesús Sacramentado . . . . 138

Recomendación del alma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263


Redención (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 276
Reforma de vida (para tiempo de Ejercicios) . . . . . . . . . . 369
Regína cæli (antífona a la Virgen) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 85
Reglas de discernimiento de espíritus . . . . . . . . . . . . 409, . . . . 413
Reglas de templanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377
Reglas para la distribución de limosnas . . . . . . . . . . . . . . 415
Reglas para sentir con la Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 419
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Reglas sobre los escrúpulos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 417


Reina de Colombia (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 308
Reloj de la Pasión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
Reparador (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . 170
Responso de la Misa de difuntos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 62
Responso ordinario de difuntos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 240
Roráte cæli (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96
Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Rosario de la Inmaculada Concepción . . . . . . . . . . . . . . . 234
Rosario de las Santas Llagas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234
Rosario de los Santos Deseos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233
Rosario del amor divino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 234

Sacramentos (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 282


Salmo 4: Cum invocárem exaudívit me . . . . . . . . . . . . . . . 77
Salmo 42: Júdica me . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
Salmo 50: Miserére mei Deus . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 97
Salmo 90: Qui hábitat in adjutório Altíssimi . . . . . . . . . . . 78
Salmo 109: Dixit Dóminus Dómino meo . . . . . . . . . . . . . . 65
Salmo 110: Confitébor tibi Dómine . . . . . . . . . . . . . . . . . . 66
Salmo 111: Beátus vir qui timet Dóminum . . . . . . . . . . . . 68
Salmo 112: Laudáte púeri Dóminum . . . . . . . . . . . . . . . . . 69
Salmo 113: In éxito Israël de Ægyp ´ to . . . . . . . . . . . . . . . . 70
Salmo 129: De profúndis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 242
Salmo 133: Ecce nunc benedícite Dóminum . . . . . . . . . . . 80
Salve Regína (antífona a la Virgen) . . . . . . . . . . . . . . . 55, . . 86
Santísima Trinidad (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 274
Santo Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 196
Secreto de Fátima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
Señor mío Jesucristo (acto de contrición) . . . . . . . . . . . . . 257
Símbolo de San Atanasio (“Quicumque”) . . . . . . . . . . . . . 226
Stabat Mater (secuencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 192
Sub tuum præsídium (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
Suplicante (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . 185
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Tantum ergo (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94


Te adoramos, Hostia divina (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . 294
Te Deum (cántico de acción de gracias) . . . . . . . . . . . . . . 101
Templanza (reglas) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 377
Tercera Orden de San Pío X . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Toma, Virgen pura (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
Tomad, Señor, y recibid . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
Tres modos de orar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 383
Trisagio en honor de la Santísima Trinidad . . . . . . . . . . . . 228
Tú reinarás (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 300

Último Evangelio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 54
Ultramontano (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 301
Un día la veré (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306

¡Valor! (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311


Vela al Santísimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 140
Verdades esenciales contra los errores modernos . . . . . . . 285
Veni Creátor (himno) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 312
Venid y vamos todos (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 306
Veni, Sancte Spíritus (secuencia) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
Vexílla Regis (himno) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
Vía Crucis . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142
Víctima (oficio del Sagrado Corazón) . . . . . . . . . . . . . . . . 180
Virgen del Carmen bella (cántico) . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309
Virtudes que debemos practicar (examen) . . . . . . . . . . . . . 252
Virtudes teologales (catecismo) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281
Visitas al Santísimo Sacramento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Vísperas del domingo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65
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Se terminó de imprimir
en el mes de junio de 2014,
en Ediciones del Oeste,
Luis María Campos 1592
Morón, Prov. de Buenos Aires,
Tel.: 4696-2094
Argentina.

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