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Lunes de barrio

La función inicia a las 6:00 de la mañana, cuando la modista sale a despedir a su hijo. Le desea
un buen día en el trabajo, seguido de preguntas de tipo: "¿A qué hora regresas hoy?"
"¿Guardaste la cartera?" "¿Dónde vas a almorzar?" "¿Si limpiaste esos zapatos?". El
interrogado responde de forma monótona "No lo sé" "Si, mamá" "No sé" "Si, señora". "Con
juicio" añade ella al final, para luego quedarse de pie, observando cómo desaparece al doblar
la esquina. A las 6:30 la vecina del frente se asoma a verificar si ya han abierto la tienda. Hace
una mueca al ver que sigue cerrada y regresa a su casa.

El tendero abre su negocio a las 7:00, su esposa de lengua inquieta, aguarda con desespero la
llegada de algún cliente dispuesto a recibir su ración de chisme diaria. "Tener un negocio es
agotador, no te deja tiempo para atender la casa" dice con frecuencia, siempre olvida
mencionar que es su otra labor, el tráfico de información, la que consume todo su tiempo. A
las 10:40 la señora Gladys cruza la calle y pasa por la tienda, a esa hora, llena de gente. Todos
la saludan y ella los saluda a todos. Transcurridos 5 minutos, aparece su hija. Su rostro refleja
preocupación y cansancio. "¿Han visto a mi mamá?" Pregunta, "La descuidé para ver el
almuerzo y se me escapó". "Hacía allá" le responden, señalando la dirección que la dama había
seguido.

A las 3:00 un hombre se pasea por la calle, con un perro blanco en brazos. "Te vendo este
rottweiler" le dice a todo el que se le cruce. Ellos se ríen de forma discreta, ya acostumbrados a
ese tipo de ofertas responden "No tengo la plata para comprarte ese perro". A las 5:20 un
hombre distinto saca su puesto de arepas, el aroma desprendido convoca a los clientes,
quienes, entre pedido y pedido, aprovechan para intercambiar, compartir y hasta inventar
información. La esposa del tendero mira desde la ventana, la lengua le "pica". A las 6:00 el
puesto de arepas cierra. A las 6:15 la señora Gladys vuelve a salir a la calle y el episodio de
búsqueda y rescate se repite.

A las 8:45 el hijo de la modista regresa del trabajo. Ella sale a recibirlo con un beso y otro par
de preguntas: "¿Cómo te fue?" "¿Qué almorzaste?" "¿Te sirvo la cena?". Él sonríe y le besa la
frente. La puerta se cierra tras ellos.
Más tarde, a las 9:30, vuelve a salir, esta vez, al parque, no sin antes atravesar una nueva
entrevista: "¿A dónde vas?" "¿A qué hora piensas volver?" "¿Si recuerdas que mañana tienes
que madrugar?".
Finalmente, a las 11:00 regresa, le pone seguro a la puerta y se dirige a dormir. Su madre lo
espera despierta para interrogarlo por última vez.

La obra termina con una calle vacía, apenas iluminada por las lámparas.

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