Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Laura soñaba desde muy pequeña con ser pintora y poder atrapar el cielo. Antes de echar a
andar, aprendió a pintar. Era su manera de correr sin moverse. Porque pintando, podía viajar y si
cerraba los ojos, podía ver colores que sólo existían en su mente.
Laura lo pintaba todo: pintaba en las hojas, en el suelo, en la pizarra que le compró su madre, en
las servilletas de papel y hasta en la pared, porque para ella era un lienzo enorme que la llamaba por
su nombre.
También pintaba en las baldosas de la calle, con tizas de colores que se llevaba el agua de la
lluvia. Y en la arena, sólo necesitaba un palo para crear un castillo rodeado de estrellas.
Así que a nadie le sorprendió que con tres años agarrara los pinceles y jugara a ser
Velázquez. Ni que con cuatro quisiera apuntarse a clases de dibujo.
A Laura le encantaba pintar arco iris. Los pintaba en todos sus dibujos, porque adoraba los
colores. También le gustaba pintar flores, escuchar al viento y contemplar las nubes. Y cada año
esperaba impaciente la llegada de la primavera, porque con ella llegaba su flor favorita: el diente de
león.
Laura soplaba con todas sus fuerzas para pedir un deseo. Y luego observaba cómo se lo
llevaba el viento al país de los deseos, un lugar muy lejano en donde imaginaba que alguien los iba
archivando para que no se perdieran.
Soplaba un diente de león, y otro y otro más. Un año y otro año. Y siempre pedía el mismo deseo.
Cuando aprendió a escribir, con cinco años, apuntó el deseo que pedía a los dientes de león en una
hoja y lo guardó en una cajita.
-Seguro que pide ser una gran pintora de mayor- pensaba su madre.
Pasaron los años y Laura siguió pintando arco iris, flores y montañas. Y pidiendo deseos. Hasta
que se hizo mayor y empezó a pintar cuadros y más cuadros.
Sin saber muy bien cómo, de pronto se vio organizando su primera exposición. Su madre estaba
orgullosa de ella y Laura, muy nerviosa.
Todo salió perfecto y vendió tres cuadros. Uno de ellos, de un diente de león al atardecer, en
primavera.
Su madre recordó la pasión de su hija por esa flor y los deseos que cada año le pedía.
– ¡Se ha cumplido tu deseo!- le dijo.
– Sí- contestó ella.
Y tras la inauguración de la exposición, cada una se fue a su casa.
Sin duda, muchos sueños se cumplen. Pero no suelen llegar por sorpresa. Los sueños se conquistan con
esfuerzo, dedicación y perseverancia.
Completa:
También nos anima a reflexionar sobre la importancia de las personas que nos acompañan a lo
largo del camino hacia la conquista de nuestros sueños.
¿Quién nos apoya y nos ayuda siempre que lo necesito y nos anima a seguir adelante? -- -
- - - - - - - - - - - - - - - - - - - --- - -- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -