Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Desde esta perspectiva suele argumentarse que la culpa es del entorno, de la familia,
de la zona, que no hay nada que hacer. Es un problema estructural: “A estos sujetos,
el sistema no les interesa”.
Las soluciones que se dan son: aislar a los sujetos y minimizar el problema. (Hay que
aceptar la realidad como es, no hay nada que hacer, es ley de vida...).
Por otra parte, el proyecto educativo, por definición, es único e integrador, por lo tanto,
en la escuela, no debemos conformarnos con las soluciones estructurales, con
desarrollar prácticas educativas para la clasificación de los sujetos y para la exclusión
de aquellos que no responden al estándar predefinido. Desde la perspectiva de estos
modelos, se trata de adaptamos a la diversidad y damos a cada uno una respuesta
según sus circunstancias.
Por otro lado, tendríamos una respuesta especializada, esto es, consistente en
programas específicos destinados a hacer frente a aspectos determinados del
problema de comportamiento antisocial o a manifestaciones más concretas del mismo
(que técnicamente denominaríamos prevención secundaria y terciaria; Trianes y
Muñoz, 1997; Diaz-Aguado 1992; Díaz-Aguado y Royo, 1995; Gargallo y García, 1996 ;
Pérez, 1996, Díaz-Aguado, Dir., 1992; 1994; 1996, 2001, 2002, Ortega y Colbs, 1998 y
Ortega y otros, 2000). Se trata de programas desarrollados por expertos, algunos de
los cuales se presentan más adelante por los propios autores.
Finalmente, hemos de considerar , tal como indica Díaz Aguado más adelante, que
para prevenir la violencia desde la escuela es preciso llevar a cabo, además de
actividades con contenidos explícitamente orientados a dicho objetivo, innovaciones
metodológicas que adecuadamente aplicadas, desde cualquier materia, pueden ser de
gran eficacia para prevenir la violencia y otros problemas relacionados con ella.
Innovaciones que se caracterizan por incrementar el poder y el protagonismo del
alumnado en la construcción de los conocimientos y los valores, así como por
distribuirlo mejor al estructurar el trabajo en equipos heterogéneos de aprendizaje.
Referencias
GARGALLO, B. Y GARCÍA, R. (1996): "La promoción del desarrollo moral a través del
incremento de reflexividad. Un programa pedagógico" Revista de Educación, 309, pp.
287-308.
MOOIJ, T. (1997): Por la seguridad en la escuela, Revista de Educación, 313, pp. 29-
52.
MORENO, J.M., TORREGO, J.C. ET AL. (1996): "Trabajar en los márgenes; una
experiencia de asesoramiento en un centro del sur metropolitano de Madrid", en
Lorenzo, M. y Bolívar, A. (Eds.): Trabajar en los márgenes: Asesoramiento y formación
en contextos educativos problemáticos, Granada, ICE de la Universidad de Granada,
pp. 5-32.
PÉREZ PÉREZ, C. (1996): "La mejora del comportamiento de los alumnos a través del
aprendizaje de normas”, Revista de Educación, 310, pp. 361-378.
La educación entre pares: Los modelos del alumno ayudante y mediador escolar
ISABEL FERNÁNDEZ GARCÍA. Directora del I.E.S Pradolongo de Madrid
En este artículo nos vamos a centrar en aquellas escuelas que albergan
propuestas de mediación, de ayuda y de toma de decisiones por los propios
implicados en la resolución de los conflictos, desarrollando con cierto
detenimiento el modelo del alumno ayudante que entendemos que incide
directamente en el clima escolar de los grupos aula y en la escuela en su
conjunto.
Uno de los grandes retos de la educación es preparar a los chicos y chicas para una
sociedad cambiante donde las relaciones interpersonales y los valores de ciudadanía y
responsabilidad social y personal son claves necesarias para su vida presente y futura.
Los alumnos aprenden a través del currículum oculto los procedimientos y estrategias
de la convivencia dentro de grupos heterogéneos que indirectamente les preparan para
su inserción en la sociedad en edades maduras. De ahí que sea necesario en la
escuela aprender a compartir y a solidarizarse con el compañero, sea este un igual o
un diferente. Este aprender juntos el arte de convivir se ha convertido en la última
década en uno de los objetivos educativos de mayor calado y, como bien indican los
diferentes estudios sobre conflictividad escolar, el tema que más preocupa al
profesorado y a la sociedad en su conjunto.
Teniendo en cuenta que las cuotas de conflictividad en las escuelas han aumentado y
ante la falta de respuestas eficaces desde la misma institución escolar a través de los
métodos establecidos en la legislación de Derechos y Deberes de los Alumnos, y de los
Reglamentos de Régimen Interno de los centros escolares algunas escuelas han
empezado a indagar sobre métodos alternativos que ayudan a una mejor convivencia y
que afectan a la organización de los centros y a las tradiciones y formas de actuar ante
los conflictos. En este artículo nos vamos a centrar en aquellas escuelas que albergan
propuestas de mediación, de ayuda y de toma de decisiones por los propios implicados
en la resolución de los conflictos, desarrollando con cierto detenimiento el modelo del
alumno ayudante que entendemos que incide directamente en el clima escolar de los
grupos aula y en la escuela en su conjunto.
El enfoque de resolución de conflictos en las escuelas
Por otro lado, hay que profundizar sobre el sentido que tiene no solo el enfoque de
resolución de conflictos sino la puesta en práctica a través de los iguales como los
protagonistas de la intervención educativa.
Es difícil precisar qué se entiende por educación entre pares con rigor dado que se
puede abarcar tanto situaciones informales de asociación espontánea de iguales,
como propuestas cooperativas pedagógicas o de actividad concretas, hasta sofisticar
su intervención y abarcar sistemas altamente estructurados como los servicios de
mediación escolar y de ayuda.
Todos estos elementos son claves al analizar las relaciones entre iguales en el marco
escolar. Así, es obvio entender que la organización social de la clase en caso de ser
propensa a un sentimiento de compañerismo y amistad entre los diferentes miembros
del grupo es conducente a un mejor rendimiento académico mientras que un clima
social negativo inhibe el éxito académico, ya que el aprendizaje no existe
aisladamente sino en el contexto de una multitud de otros factores que afectan a su
desarrollo. Las relaciones en el grupo-aula y en su caso dentro del centro escolar
están íntimamente interconectadas entre sí y pueden promover un buen clima de
centro o por el contrario ser causa de malestar y de desconfianza y agresividad.
Sin embargo no todos los adolescentes son capaces de desarrollar unas relaciones
sociales satisfactorias con sus iguales y hay un porcentaje sensible de jóvenes en
situación de riesgo, dado que su situación de debilidad social ante sus iguales les
coloca en la mira de posibles agresiones. Estos serán el objetivo de las intimidaciones
y/o actos contra su persona, o en su caso el chivo expiatorio de grupos de alumnos,
teniendo serias repercusiones en su desarrollo personal y autoestima. La necesidad de
compartir con los iguales a esta edad es crucial para un desarrollo evolutivo
satisfactorio y en su defecto puede ser precursor de problemas psicológicos y de
adaptación social en la víctima o de actos antisociales y predelictivos en el agresor,
como se desprende de los diferentes estudios sobre maltrato escolar. Ortega y Mora
(2000) y Olweus (1998).
Por lo que la vida social del alumnado y las relaciones informales del aula son tema de
interés para el proceso educativo de los individuos. El maltrato entre alumnos, que se
da en todos los centros escolares, puede y debe intervenirse como elemento de
convivencia, además de considerarse un problema específico de ciertos individuos y de
ahí que la escuela tenga una responsabilidad importante en guiar y dar claves para
favorecer unas relaciones personales saludables y equilibradas.
Al intervenirse los conflictos a través de los iguales se consigue una mayor credibilidad
ante los compañeros dado que los acuerdos a los que se llegan suelen mantenerse en
el ámbito de lo privado atendiendo a las necesidades de los implicados y no tanto
basándose en principios de autoridad como es el caso en gran número de
intervenciones en las que aparece un profesor implicado. La simetría de la relación
facilita una mayor confianza y cercanía dado que la comunicación se mantiene en un
nivel próximo tanto en el tipo de lenguaje como de percepción de intereses.
Estos sistemas se articulan creando figuras singulares cuyo papel de negociación tiene
cabida en el organigrama general del centro dentro de la participación de los alumnos.
Tanto los alumnos mediadores Torrego y otros (2000) como “el alumno ayudante”
(Fernández y Orlandini, 2001), (Fernández, Villaoslada y Funes, 2002) son claros
exponentes de este enfoque. En el caso de los alumnos mediadores se complementa
con otros miembros de la comunidad educativa, profesores, padres/madres y personal
no docente que de forma neutral participan en la mediación del conflicto entre dos
partes. Este modelo demanda un nivel organizativo sofisticado al crear un equipo de
mediadores dispuesto a intervenir cuando sean requeridos.
En este modelo se crea un grupo de alumnos que tras recibir una formación en
técnicas de escucha activa y desarrollo de la empatía y resolución de problemas ayuda
a sus compañeros en situación de indefensión, confusión, dificultades académicas y
dificultad de relación con sus iguales e incluso con el profesorado. Es una propuesta
multidimensional que incluye actividades de grupo clase e intervenciones individuales.
Se construye a partir de los grupos clase introduciendo el papel de “alumno ayudante”
dentro de la organización del aula, a quien se le adjudican tareas específicas en el
desarrollo del día a día. A diferencia del delegado de curso, este no está regulado por
los Reglamentos Orgánicos de Centro y no actúa como representante oficial del grupo,
sino que sus intervenciones son actos voluntarios basados en una mejora de la calidad
de las relaciones.
Los objetivos generales del modelo son los siguientes:
En estos modelos los alumnos son seleccionados o bien por sus propios compañeros,
por profesores o a voluntad propia. La selección de los alumnos que participan en los
programas y la formación para su puesta en práctica y desarrollo personal son piezas
claves para su buen funcionamiento. Una vez que reciben la formación se constituye el
equipo de alumnos ayudantes que actúan cada uno en su grupo aula, convirtiéndose
esta en la unidad de análisis de la convivencia, si bien mantienen reuniones periódicas
con su equipo de nivel para el tratamiento en grupo de los problemas de las diferentes
aulas.
Implicaciones organizativas
Es evidente la necesidad de implicación de los equipos directivos en el
funcionamiento de estos modelos en los centros escolares, dado que ambos modelos
exigen una estructura escolar que los apoye e impulse. La puesta en marcha de los
equipos de mediación y de ayuda van asociados a un interés en el centro escolar por
un tratamiento diferente de los conflictos en la búsqueda de nuevas vías de solución.
Los equipos directivos son los primeros que deben creer en sus beneficios y facilitar
tanto tiempos como espacios para que se reúnan y tomen decisiones los implicados,
además de asumir y valorar la tarea de este alumnado.
Para que estos modelos puedan desarrollarse se requiere tiempo de dedicación a ellos
ya que la puesta en común de los equipos y la discusión grupal de los temas de
convivencia son precisos para la toma de decisiones, como espacio dado que se ha de
desarrollar dentro del medio escolar en lugares adecuados para la puesta en común y
la toma de decisiones. De igual forma se articulan como elementos del Plan de Acción
Tutorial con el beneplácito y participación de los tutores e impulsados por el
departamento de orientación y la jefatura de estudios.
Conclusión
Los modelos de ayuda entre iguales, en los que la acción educativa tanto en la toma de
decisiones como en la intervención se centra en el propio alumnado, abogan por una
implicación directa de los alumnos en la resolución de los conflictos y requiere de una
organización escolar que asuma y favorezca dicha participación en el día a día de las
escuelas. Los sistemas de ayuda se convierten en servicios de mejora de la
convivencia aportando propuestas, procedimientos y valores para su tratamiento.
Ambos modelos: alumnos mediadores y ayudantes, tienen una doble meta; se obtiene
beneficio para el propio alumno involucrado en la ayuda, pues hay una clara mejora de
sus potencialidades personales e imagen social y por otro lado su puesta en práctica
promueve un trabajo intensivo de los participantes en la marcha del centro escolar y se
crea una red de apoyo y de colaboración para el centro en su conjunto que a su vez
conduce a una mayor implicación e identificación con el centro.
Referencias
COWIE, H. Y WALLACE, P. (2000): Peer support in action. London, Sage Publication.
COWIE H. AND SHARP S. (1996): Peer counselling in schools. London, D. Fulton
Publishers.
ERWIN, P (1998): Friendship in childhood and adolescence. London. Routledge
FERNÁNDEZ, I Y ORLANDINI, G (2001); “La ayuda entre iguales”. Cuadernos de
Pedagogía, nº 304 julio-agosto. Pp.97-100.
FERNÁNDEZ, I., VILLAOSLADA, E. Y FUNES, S (2002): El conflicto en el centro
escolar. El modelo del alumno ayudante como intervención educativa. Madrid. La
Catarata.
OLWEUS,D (1998): Conductas de acoso y amenaza entre escolares. Madrid. Ed.
Morata.
ORTEGA, R Y MORA-MERCHÁN, J (2000): Violencia escolar. Mito o realidad. Sevilla.
Mergablum.
SLOMKOWSKI, C Y DUNN, J (1996): “Adolescents' and parents conception of parental
authority and personal autonomy”. Child Development, 65, 1147-62
TORREGO, J.C. (COOR) (2000): Mediación de conflictos en instituciones educativas.
Madrid. Narcea.
Los principios teóricos con los que se diseñó el ANDAVE estaban basados en los que
habían sustentado el proyecto SAVE (Ortega, 1997), que se desarrollaba con éxito en
escuelas de Sevilla (Ortega y Del Rey, 2001). Estos principios se pueden resumir, de
forma muy sumaria, en la conjunción de dos grandes planos de la cultura y la actividad
escolar: el plano de enseñanza-aprendizaje y el plano de las relaciones
interpersonales. Una concepción sistémica y ecológica de la convivencia escolar,
donde cada proceso puede ser causa o efecto de la aparición de otros. Una visión que
incluye la idea de que la enseñanza y el aprendizaje no son actividades técnicas sino
un proceso complejo de interacción formativa que se soporta sobre una red de
relaciones interpersonales en la que hemos distinguido (Ortega y Mora-Merchán, 1996)
microsistemas humanos articulados entre sí. El microsistema de relaciones
profesor/alumnado, o ámbito del aprendizaje; el de relaciones docentes o ámbito de
planificación de la enseñanza y el microsistema de los iguales, o ámbito del
conocimiento y los valores compartidos.
Sobre este esquema, que aquí hemos simplificado, se ha ido diseñando una
intervención ecológica, que valora como muy necesaria la adaptación de sus
propuestas al contexto concreto en el cual estas se han de pensar. Todo ello ha
supuesto la necesidad de que los docentes y, en general, los agentes educativos, se
impliquen en procesos de toma de decisiones propias, después de la recepción de
información y formación desde la cual valorar la idoneidad de las iniciativas. El modelo
SAVE establece una suerte de participación de toda la comunidad educativa en el
análisis del clima y las relaciones interpersonales que acontecen en el centro escolar
para, desde este análisis, tomar las decisiones que se valoran como más oportunas y
convenientes.
De este modo fue como pusimos en marcha un modelo de acción coordinada cuya
principal fue mejorar el clima y las relaciones de convivencia en los centros educativos
de Andalucía, proporcionando estrategias educativas e instrumentos psicoeducativos
para la detección, análisis diagnóstico, intervención y mejora de los problemas de
violencia y maltrato entre iguales. Concretamente, los dos objetivos generales fueron,
por un lado, sensibilizar, informar y formar a los agentes educativos para la prevención
de la violencia mediante la educación de la convivencia, y por otro, establecer procesos
de atención directa e indirecta a los escolares afectados e implicados en problemas de
violencia escolar, haciendo especial atención al maltrato entre iguales.
Con esta finalidad el ANDAVE se diseñó en cinco líneas de trabajo, consideradas como
líneas de actuación para la Administración y para el equipo investigador que tenía la
responsabilidad de planificarlas y ofrecer el apoyo técnico y de personal especializado
para que se llevaran a cabo. Por otro lado, la Administración debía sufragar los gastos
que ocasionara la puesta en funcionamiento de lo programado. Las cinco líneas de
trabajo eran: a) investigación; b) sensibilización social; c) formación de agentes
educativos; d) producción de materiales didácticos; y d) atención directa a escolares,
mediante una línea permanente de teléfono de ayuda.
Una síntesis de los resultados de esta exploración puede verse en Ortega y Angulo
(1998), por lo que destacaremos aquí solo los acontecimientos que se refieren a
violencia escolar. Hay que recordar que la exploración permite diferenciar dos grandes
tipos de problemas de malos tratos: los episodios que suceden algunas veces
(violencia episódica) y los que acontecen muchas veces (violencia persistente) según la
percepción del que hace el autoinforme, es decir, del que se siente a sí mismo como
una víctima de sus compañeros y habla de ello. En el primero de los supuestos,
encontramos que el 22,5% de los escolares se autonominaron víctimas y el 27,25%
agresores episódicos, es decir, chicos y chicas que manifestaron que a veces se veían
involucrados en la dinámica bully/victim. En el segundo caso, es decir lo que
consideramos malos tratos persistentes, hallamos que el 3,5% de los escolares se
consideran víctimas frecuentes de sus compañeros, mientras el 1,5% de ellos se
proclaman agresores persistentes de sus iguales.
Los tipos de malos tratos que se describen en este estudio son los que se pueden
agrupar en las categorías de violencia directa (verbal, física y psicológica) y violencia
indirecta como la exclusión social. La tabla 1 expresa estos datos en porcentajes
directos que indican la nominación de las formas más frecuentes de maltrato
observadas por los escolares con independencia de que ellos las hayan padecido o
provocado así como independientemente de la severidad o no del problema. Como
vemos, es la agresión verbal injustificada la que está más presente, pero también
resulta preocupante la presencia de formas psicológicas de violencia como son las
amenazas y de formas sociales e indirectas como la exclusión social.
Tabla 1: Tipos de malos tratos en escuelas de Educación Secundaria en Andalucía.
(Tomado de Ortega y Angulo, 1998) (Datos redondeados. Porcentajes directos de
nominación del tipo. Elección abierta).
Curso/Edad
Tipos de malos tratos 1º (12-13) 2º (13-14) 3º (14-15) 4º (15-16)
No sabe y otros 22% 19% 13% 9%
Maltrato verbal 51% 53% 63% 70%
Abuso físico 27% 33% 32% 27%
Robo 4% 3% 4% 3%
Amenaza 28% 29% 34% 27%
Exclusión social 18% 15% 32% 41%
A lo largo de los casi cuatro años de existencia, se han realizado tres campañas de
reparto y difusión de las tres grandes líneas de información. Cada campaña ha estado
centrada en un logotipo único, pero fue transformando sus contenidos al servicio del
proceso de mentalización que intentábamos conseguir. Tres han sido los mensajes
globales de cada una de las tres campañas distribuidoras. La primera se centró en el
mensaje: “Compañerismo sí. Maltrato No. No te calles”. Este mensaje se centró en
la explicación sencilla y gráfica sobre qué es y cómo prevenir el abuso entre escolares
y la necesidad de informar de ello al profesorado y los familiares y pedir ayuda directa
al teléfono que estaba al servicio de las víctimas. El mensaje central de la segunda
campaña fue: “Educar la convivencia para prevenir la violencia”. Esta edición
estuvo especialmente destinada a dar a conocer la existencia de unos materiales
didácticos específicos disponibles para todos aquellos que desearan implementar
programas educativos sobre el tema. Finalmente, la tercera campaña se realizó sobre
la idea de “Construir la convivencia para prevenir la violencia” tratando de
transmitir que no hay un camino único para actuar contra la violencia escolar, sino un
camino que hay que construir entre todos de forma original e innovadora. Se trataba de
volver sobre la necesidad de articular el esfuerzo de todos en todos los sentidos, desde
la intervención directa a la indirecta.
Sin embargo, el material que resultó ser de mayor utilidad para el profesorado fue La
convivencia escolar: Qué y cómo abordarla (Ortega y colbs., 1998), un libro que fue
elaborado por el equipo completo de la Universidad que venía colaborando en el
proyecto ANDAVE y que disponía de experiencia previa en el desarrollo del SAVE. La
Administración Educativa Regional financió y distribuyó de manera gratuita por todos
los centros escolares de la Comunidad Autónoma dicho material. En él los docentes
pueden encontrar desde textos teóricos sobre investigaciones realizadas sobre el
problema de la violencia escolar, hasta propuestas de actividades para realizar en el
aula, proyectos educativos y técnicas específicas a llevar a cabo con agresores y
víctimas, además de una lista de bibliografía comentada de recursos que pueden
resultar interesantes para docentes y orientadores escolares.
El Teléfono Amigo fue un servicio telefónico gratuito que se mantuvo desde febrero de
1997 hasta junio de 2001, era atendido por especialistas en el tema de la prevención
de la violencia escolar y estaba abierto a todos los posibles usuarios de la Comunidad
Autónoma. Se diseñó para que cualquier chico/a que, viéndose implicado en problemas
de violencia o abusos por parte de sus compañeros, no encontrara, por distintas
razones, otra vía que le ayudara a salir de ellos. Este servicio atendía directamente
proporcionando ayuda y consejo a quienes llamaban y también informando a los
servicios centrales de Inspección educativa cuando el caso lo demandaba. Los
servicios centrales registraban el riesgo que podría significar la llamada y actuaban
según lo establecido por la Administración Educativa.
El Teléfono Amigo prestó un servicio de atención de 24 horas al día, cinco horas diarias
(entre las diez de la mañana y las tres de la tarde o entre las dos y las siete de la tarde)
eran de atención directa por parte de un asesor o asesora (miembro del grupo de
investigaciones psicopedagógicas), y el resto del tiempo estaba disponible un
contestador donde se podían dejar demandas que posteriormente serían atendidas. En
síntesis, los servicios ofrecidos se pueden resumir en: servicio de escucha, de
asesoramiento psicológico (resolución de conflictos, habilidades sociales, autoestima,
cambio de expectativas sociales, técnicas de afrontamiento); servicio de asesoramiento
educativo, servicio de asesoramiento administrativo, y asesoramiento docente. Así, a
través del Teléfono Amigo se ha dado información y se ha prestado apoyo a todos
aquellos docentes y familias que necesitaban orientación sobre cómo abordar casos de
violencia escolar. De esta forma, el teléfono se articulaba con las otras cuatro líneas de
actuación produciéndose la red de coordinación entre las líneas del ANDAVE, tal y
como indica el modelo ecológico en el que se sustenta.(ver Gómez y Palacios, 1998;
Ortega, Kulis, Ortega, 2001).
Nada de ello hubiera sido posible sin el hecho, muy relevante, de haber trabajado
directamente con la Administración Educativa que tiene el poder para tomar decisiones
que afectan de forma directa o indirecta a las escuelas y a los escolares y docentes.
Cuando desde instancias internacionalistas, como el Consejo de Europa, se insiste en
que la lucha contra la violencia es algo que afecta a todos, se suele concretar en que
son las Administraciones de los Estados y las Regiones las que tienen la
responsabilidad de hacerlo. En nuestra opinión esta es una opción que no puede ser
marginal, sino central, de ahí que valoremos positivamente haber trabajado tan cerca
de los poderes públicos, aunque no es fácil ni sostenible.
Referencias
GÓMEZ, B; PALACIOS, R. (1998). Ayudamos desde fuera: el Teléfono Amigo. En: R.
Ortega y Cols. (1998). La convivencia escolar: qué es y cómo abordarla. Sevilla:
Consejería de Educación y Ciencia. Junta de Andalucía.
ORTEGA, R. (1997). El proyecto Sevilla Anti-violencia Escolar. Un modelo de
intervención preventiva contra los malos tratos entre iguales. Revista de Educación,
313: 143-158.
ORTEGA, R. y ANGULO, J.C.. (1998). Violencia escolar. Su presencia en Institutos de
Educación Secundaria de Andalucía. Revista de Estudios de Juventud, 42: 47-61.
ORTEGA, R. y Colbs (1998). La Convivencia Escolar: qué es y cómo abordarla. Sevilla,
Consejería de Educación y Ciencia.
ORTEGA, R.; DEL REY, R. (2001). Aciertos y desaciertos del proyecto Sevilla Anti-
violencia Escolar (SAVE). Revista de Educación, 324: 253-270.
ORTEGA, R.; DEL REY, R.; FERNÁNDEZ, I. (2003). Working together to prevent
school violence: The Spanish response. En P. K. Smith (Ed). Violence in schools: the
response in Europe. London. RoutledgeFalmer.
ORTEGA, J.; KULIS, M; ORTEGA, R. (2001). The Educational Authority Responses to
Bullying in Schools Telefono Amigo in Andalucia. Paper presentado en International
Conference Violence in Schools and Public Policies. París.
ORTEGA, R. y MORA-MERCHAN, J.A. (1996). El aula como escenario de la vida
afectiva y moral. Cultura y Educación, 3: 5-18.
ORTEGA, R. y MORA-MERCHÁN, J.A. (1997). Agresividad y violencia. El problema de
victimización entre escolares. Revista de Educación, 313: 7-27.
ORTEGA, R. y MORA-MERCHÁN, J.A. (2000). Violencia escolar. Mito o realidad.
Sevilla, Mergablum.
ORTEGA, R. y otros (2000). Educar la convivencia para prevenir la violencia. Madrid,
Antonio Machado Libros.