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Hypnoman
Autor: Hypnoman
- ¿Estás segura?
-dijo Paula lanzándole una mirada desconfiada.
- Pat, por más bueno que sea este médico, el problema soy yo. Cualquier
tratamiento va a durar meses y ya no tengo ni tiempo ni ganas de seguir.-
¡Dejate de macanas!, acordate lo que me pasó a mí. En menos de un mes
el tipo me cambió la vida. ¿Por qué con vos no puede pasar lo mismo?.
Capítulo Uno: Patricia
- ¡Listo!, ya mismo lo llamo- ¡Pará, loca! ¿Quién te dijo que yo voy a ir a ver
a ese coso?- Cerrá el pico que esto lo manejo yo. Aparte ¿lo viste bien?,
está bastante fuerte el doc.
Marcó el número, esperó unos segundos y una voz femenina
atendió:
- Bueno Pat, te voy a hacer caso. Voy a ir a ver a ese doctor. Pero con una
condición: Quiero que me acompañes a la primera consulta.- ¡ Hecho !
Capítulo Dos: La primera cita
- Entonces, será hasta el jueves, doctor- Hasta el jueves, Luis. Que sigas
muy bien
Luego de unos segundos que a Paula le parecieron
interminables, por la ansiedad, se abrió nuevamente la puerta y
salió el doctor Michael Martins. Mientras intercambiaba algunas
palabras con su secretaria, Paula notó la reacción de Patricia.
Parecía como si hubiese despertado de su letargo y miraba con
ojos embelezados al profesional. Se notaba que había algo más
que admiración en esa mirada. "¡Qué piba ésta!", pensó Paula,
"seguro que quiere tener algún fato con el médico." El doctor se
dirigió hacia ellas y Patricia se levantó de la silla como
impulsada por un resorte.
- Patricia, que alegría verte. ¿Cómo andan tus cosas?- Muy bien, doctor-
Me alegro mucho. Me imagino que la señorita será Paula. Encantado de
conocerte- Igualmente
Se notaba que era un tipo de hombre interesante. Alto, robusto,
con el pelo totalmente canoso, más bien matizado. Irradiaba
seguridad por donde se lo mire.
- Bien, los dos sabemos que tu problema es bastante común. Hay mucha
gente que sufre de lo mismo pero quizás tu caso es más acuciante debido
a tu vocación actoral. Y también sabrás que este tipo de problemas exigen
un largo tratamiento. La gente que manifiesta mucha inseguridad levanta
muchísimas barreras entre ella y los demás. El objetivo del tratamiento es
ir derribando cada una de esas barreras. Y eso es lo que lleva tiempo.
Algunas son superficiales y se pueden derribar en poco tiempo, pero otras
llevan muchísimo trabajo. Además, cuando creemos haber terminado con
una, el tiempo que transcurre entre una sesión y otra nos juega en contra,
porque durante ese lapso se vuelve a levantar y, como imaginarás, es
necesario, otra vez, volver a empezar.
Paula ya no escuchaba. Cuando Martins le confirmó que era un
tratamiento prolongado, un montón de sensaciones de angustia,
impotencia, bronca y frustración se agolparon en su cerebro y
dejó de prestar atención a las argumentaciones del médico.
Pensar que hasta hace unos segundos se encontraba con la
confianza al tope, realmente se estaba convenciendo que esa
persona le iba a solucionar sus pesares y ahora, todo se
derrumbaba. Miró a Patricia, como buscando apoyo en su
amiga, pero Patricia seguía indiferente, como ausente, mirando
al doctor, pendiente de su más mínimo movimiento. ¿Cómo
podía ser que en este momento tan especial, ella se estuviese
preocupando por una conquista?, ¿Tanto había cambiado su
amiga?. Volvió la vista hacia el Dr. Martins, en rigor de verdad
hacia su lapicera. Parecía ridículo pero mirarla era lo único que
le daba un poco de paz, un poco de consuelo. Martins hacía ya
un rato que había terminado de argumentar y miraba
detenidamente las reacciones de Paula. Podía adivinar todos y
cada uno de los pensamientos que ocupaban su mente, y
cuando ella volvío la vista hacia él, aplicó el golpe de efecto:
- Esas barreras que durante años has levantado entre vós y los demás,
pueden ser derribadas todas juntas y rápidamente y de esa manera poder
llegar a tu verdadero ser, y desde allí poder inyectarte la suficiente
confianza en tí misma para que nunca más vuelvas a sentir miedos e
inseguridades. Para eso tendré que hacer uso de la hipnosis. ¿Has oído
algo acerca de la hipnosis?
Paula relacionaba la hipnosis con esos shows televisivos en
donde una persona le hacía comer a otra una cebolla,
haciéndole creer que era una manzana, o quizás cuando
dormían a alguien y lo ponían, rígido, entre dos caballetes para
que una tercera persona se le subiera arriba, pero no mucho
más. No entendía como podía ayudarla en su problema. Pero a
esa altura poco le importaba. Si había que recurrir a la hipnosis,
que así sea.
- ¿Te sientes segura?- Muy segura- ¿Qúe te hace sentir tan segura?- Su
vóz...., Su voz me hace sentir muy segura- ¿Qué harías para seguir
escuchando mi voz?- Cualquier cosa- Mi voz soy Yo, Paula... ¿Harías
cualquier cosa por mí? ¿Obedecerías a cualquier cosa que yo te pida?.
Sabés que haciéndolo te sentirás más y más segura y eso te provocará
más y más felicidad. Porque tú quieres seguridad, harías cualquier cosa
por sentir seguridad...Paula: ¿Harías cualquier cosa por mí?
- Siiiiii...cualquier cosa. Haría cualquier cosa por vos -respondió
Paula, tuteando por primera vez al doctor, lo que para Martins
fue la prueba final de su entrega total.
- ¿Qué más puedo hacer por tí, Amo?- Por ahora nada más, mi pequeña
esclava. Ya has hecho bastante trayéndome a tu amiga. Me siento muy
complacido contigo y yo se que eso te provoca mucha felicidad. ¿No es
así, mi fiel esclava?- Absolutamente, mi Señor. Me siento muy feliz de
poder cumplir tus órdenes. He hecho todo lo que me has pedido. La he
traído aquí y la has hipnotizado. Tu sabes que yo no existo sin tí. Soy lo
que tú quieres que sea. - Muy bien, Patricia. Tu amo está contento. Te
mereces una recompensa. Levántate.
Rápidamente, Patricia se levantó del suelo y se dirigió a su
"amo". Martins la tomó de la cintura y comenzó a besar su
cuello, con ni siquiera la mitad de la pasión con la que la
muchacha le devolvía los besos. Se la notaba ardiente,
terriblemente excitada y totalmente entregada a ese hombre.
Mientras tanto las manos de Martins se dirigieron al perfecto
culo de Patricia y comenzó a manosearlo sin el menor pudor.
Inmediátamente ella llevó las manos a su cintura y se levantó el
vestido, exhibiendo un conjunto de encaje negro, absolútamente
provocativo, que disimulaba los pequeños senos de Patricia.
Acariciando las manos de Martins, las guió nuevamente hacia
sus nalgas y ayudó a manoseárselas. Michael dejó de sobar el
cuerpo de Patricia y se dirigió hacia Paula, que seguía
profundamente dormida en la silla, sin percatarse en absoluto
de todo lo que estaba sucediendo.
- Nada de eso, mi pequeña esclava, lo has hecho muy bien. Sólo que no
quiero acabar todavía.
La palabra esclava, dicha de la boca de su amo, y la
confirmación de que había cumplido bien lo que se le había
ordenado, llevó a Paula a tener un orgasmo, el primero de los
tantos que tendría en su "esclavizada" vida.
- Veo en tus ojos mucha ansiedad Paula. Creo que Patricia siente lo
mismo por tí. ¿No es cierto, Pat? Claro que sí, sientes lo mismo por Paula.
Y tú ya sabes que no puedes tener orgasmos sin mi consentimiento. Es
tuya, Patricia. Haz lo que quieras con ella.
Patricia se acercó y la tomó de los brazos, poniéndola de pie.
Mientras Paula la miraba embelezada y llena de amor, su amiga
comenzó a soltar los breteles de su corpiño hasta quitárselo por
completo. Los grandes pechos de Paula, liberados de su sostén,
tomaron su verdadera dimensión y asombraron al propio
Martins, que miraba apoyado en su escritorio. Mientras tanto,
Patricia seguía con la tarea de desvestir totalmente a Paula,
quitándole la bombacha, mientras le besaba el cuello y
masajeaba sus pezones, que en segundos, tal era la febril
calentura de su amiga, se transformaron en dos picos
punteagudos, de un rojo muy intenso. Paula estaba sumergida
en oleadas de placer cuando sintió el calor húmedo de la lengua
de Patricia sobre su sexo. Haciéndo camino con las manos,
separando los labios vaginales de Paula, la lengua de Patricia
comenzó su gratificante trabajo. Paula notaba la proximidad del
orgasmo, pero cada vez que creía llegar, una fuerza
inconsciente lo contenía, lo que le provocaba aún más
calentura. Era inaguantable pero nunca se había sentido tan
plena. Sólo pensaba en cómo disfrutaría cuando pudiese
acabar, gimiendo de placer, descompuesta ante el orgasmo
descomunal que se avecinaba. Patricia sabía que su amiga
estaba disfrutando y cuando, de reojo, observaba a su amo,
sentía que él también estaba complacido con el espectáculo,
por lo cual reforzaba su lengüeteo sobre el clítoris de Paula,
para hacerla gemir más...y más. La postura de Patricia no era
nada casual. Había tendido a Paula en el piso, con las piernas
abiertas y ella estaba en cuatro patas haciendo su trabajo. En
esa posición su culo se volvía más exhuberante y apuntaba
directo a los ojos de Martins. Se podía decir que éste
"imaginaba" el trabajo que estaba realizando Patricia,
observando los excitantes movimientos del culo de su "más
antigua" esclava. Y así era, pues el doctor había comenzado a
masturbarse, escuchando los gemidos de Paula y el trasero casi
desnudo de Patricia, apenas cubierto por su diminuta tanga.
Con la idea ya pensada de lo que iba a ocurrir minutos después,
Martins lanzó la orden esperada:
- Ahora, Paula, vas a terminar la tarea que has dejado inconclusa. Y vós,
Patricia, vas a masturbarte salvájemente mientras nos miras. Cuando yo
comience a eyacular, las dos tendrán un furioso orgasmo, el doble de
intenso del que ha tenido nuestra esclava Paula hace unos instantes...
Paula se acercó de rodillas hasta el pene del doctor y comenzó
a hacerle una mamada más intensa que la anterior. Esta vez, no
sólo quería tragarse todo el semen y limpiar con su lengua cada
milímetro de su pija, sinó que sabía que eso le proporcionaría un
orgasmo más fuerte que el anterior. Mientras tanto, Patricia,
observaba magnetizada los movimientos frenéticos de la
cabeza de su amiga y sin darse cuenta, cuatro de sus dedos
estaban introducidos más de la mitad en su vagina. Martins no
pudo aguantar demasiado. El espectáculo del día había sido
muy fuerte y en pocos minutos comenzó a eyacular. Paula
tragaba con devoción todo el semen que salía de la pija de su
amo, mientras alcanzaba un orgasmo infinítamente más fuerte
que el anterior, el cual reforzaba aún más su sometimiento y su
esclavitud mental. Patricia, en tanto, se había tirado sobre el
sillón donde en algun momento estuvo sentada, y se entregaba
a un terrible orgasmo de similares características.
- Lo que tenía que pasar, Paulita. ¿Me permites que te llame así?. Hemos
ahondado profundamente en tu interior y creo que hemos hecho un buen
avance. ¿Cómo te sientes?
- Bien.....es más, ¡muy bien! -exclamó Paula, sinceramente
convencida que su ánimo era diferente. Se sentía otra persona.
Si bien sentía un gusto raro en su boca, no le importó en
absoluto al notar que se sentía más confiada, más segura.