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Un tratamiento muy particular por

Hypnoman

en Control Mental (https://www.miprimita.com/categoria/591)

Un Tratamiento Particular (I)

Autor: Hypnoman

Prólogo: El miedo escénico.

- ¿Estás segura?
-dijo Paula lanzándole una mirada desconfiada.

- ¿Segura?, No, Segurísima. Si me solucionó el problema a mí, lo


tuyo es un juego de niños

Paula y Patricia eran compañeras de trabajo en una empresa


que dictaba cursos de computación. Pero la verdadera vocación
de Paula era ser actriz. Era la alumna más destacada del grupo
de teatro al que asistía. La más brillante. Sea cual fuere la obra
que ensayaran a ella le tocaba el papel principal y lo
representaba como una actriz experimentada. Su voz era clara,
sus movimientos naturales y cautivaba hasta a sus propios
compañeros. Pero el problema al que se refería Patricia también
tenía que ver con su vocación: Paula sufría lo que en la jerga se
denomina "miedo escénico". Cuando el ensayo se realizaba con
público, se transformaba: la invadía una absoluta inseguridad,
sus movimientos se hacían torpes, sus gestos sobreactuados,
se trababa al hablar y en más de una oportunidad olvidaba los
textos. La peor de las alumnas del grupo, comparada con Paula,
era la más consolidada de las actrices de Hollywood. Lo más
grave era que, entre el público, generalmente se encontraban
productores, directores y gente del medio, los llamados
"cazadores de talentos" que no podían entender cómo se le
había encomendado a semejante "mamarracho" el papel
principal de la obra. El final era siempre el mismo: Al momento
del estreno, a Paula se le asignaban papeles más que
secundarios, que duraban apenas unos segundos, y, aún así, se
le notaba el nerviosismo y la inseguridad. Esto la había sumido
en la más absoluta depresión, a punto tal de pensar seriamente
en dejar el grupo y abandonar su recién iniciada carrera.

- Pat, por más bueno que sea este médico, el problema soy yo. Cualquier
tratamiento va a durar meses y ya no tengo ni tiempo ni ganas de seguir.-
¡Dejate de macanas!, acordate lo que me pasó a mí. En menos de un mes
el tipo me cambió la vida. ¿Por qué con vos no puede pasar lo mismo?.
Capítulo Uno: Patricia

El caso de Patricia fue un poco más complejo: Ella sufrió un


terrible accidente de tránsito, al atropellarla un camión mientras
manejaba su pequeña moto. Tuvo múltiples fracturas en las
piernas, su cadera fisurada e infinidad de contusiones y
traumatismos en todo el cuerpo. Estuvo más de 3 meses
internada cuando los médicos decidieron que podía continuar la
convalescencia en su casa. Pero la historia tampoco tuvo un
final feliz: Patricia no podía caminar. Le hicieron infinidad de
estudios y pruebas y el diagnóstico era siempre el mismo: No
existían problemas físicos ni lesiones cerebrales que le
impidieran movilizarse. Seguramente había un bloqueo
sicológico, producto del trauma que le provocó el accidente, que
hacían inútiles los intentos de la muchacha de poder volver a
caminar. El bajón anímico fue tremendo. La trayectoría entre el
hospital y su casa, en silla de ruedas, fue el recuerdo más triste
de su vida y aún hoy, estando completamente recuperada, ese
recuerdo aparecía en sus pesadillas. Durante muchísimo tiempo
Patricia la pasó postrada en su cama. No quería ni ver la silla y
sólo salía de la cama para higienizarse, con la ayuda de su
madre o de su hermano. Lo único que hacía era ver televisión,
recibir la visita de algunos de sus amigos y hablar por teléfono.
Precisamente, estando en compañía de su amiga Brenda,
mientras miraban uno de esos patéticos programas de
televisión por cable, apareció la publicidad de un sicólogo que
pregonaba sus técnicas especiales para curar cualquier tipo de
trauma, fobia, complejo o todo aquello que suele atacar la
mente humana. Patricia no le prestó la más mínima atención,
pero Brenda giró la cabeza hacia su amiga y le dijo:

- ¿Por qué no lo llamás y le pedís una consulta?- ¿A quién?- A ese médico,


el de la propaganda.- Dejate de joder. ¿Te parece que tengo ganas de
seguir viendo médicos?- No perdés nada, Pat. Aparte habló de técnicas
especiales...¿quién te dice?- .....son todos iguales.
Esa última frase a Brenda le sonó como una claudicación. Si
insistía un poco más, seguro la convencía. Pero no había
retenido en su mente el número de teléfono, por lo tanto prestó
atención al aparato hasta que volvieran a pasar la publicidad.
No tuvo que esperar mucho, esos programas son tan malos que
son muy pocos los anunciantes que se animan a comprar un
espacio, así que al finalizar el siguiente bloque del programa, la
imagen del sicólogo apareció en la pantalla y Brenda tomó
papel y lápiz para anotar el número.

- ¡Listo!, ya mismo lo llamo- ¡Pará, loca! ¿Quién te dijo que yo voy a ir a ver
a ese coso?- Cerrá el pico que esto lo manejo yo. Aparte ¿lo viste bien?,
está bastante fuerte el doc.
Marcó el número, esperó unos segundos y una voz femenina
atendió:

- Consultorio del Dr. Martins, buenas tardes, habla Adriana


Brenda explicó el problema de su amiga y negoció la entrevista.
Le dió su nombre completo, edad y su teléfono. Cuando la
secretaria le dió la dirección del consultorio, aclaró:

- Me veo en la obligación de comentarle que el consultorio está en un


primer piso, por escaleras, así que su amiga deberá arbitrar los medios
para poder sortear este obstáculo....
- ¡Todo mal!, ¿te das cuenta? -dijo Patricia mientras Brenda le
comentaba el motivo por el que había cancelado la consulta.

Una hora después, Brenda, bastante desanimada porque quería


mucho a su amiga, se despidió y Patricia decidió continuar con
su aburrida rutina. Mientras dormitaba un poco, escucho golpes
en la puerta de su habitación. Era su madre:

- Pat, teléfono.... un tal doctor Martins-¿Quién.... y ese quién es?- Qué se


yo, hija. Te parece que puedo acordarme de los nombres de todos los
médicos que te atendieron.
Era cierto. A Patricia la habían revisado decenas de médicos,
sin contar a los residentes y a los estudiantes avanzados que la
exploraron como a un conejillo de indias...

- ¿Sí...?- Buenas noches, Srta. Patricia, mi nombre es Michael Martins, soy


sicólogo y alguien allegado a usted pidió una entrevista.- Sí, pero....- Ya se,
no me diga nada, conozco el inconveniente, por ese motivo es que la
estoy llamando. Es un error imperdonable de mi parte no poder atender a
alguien con su problema por la mala elección que hice de mi consultorio.
Por eso es que quiero hacerle una propuesta.- Le agradezco, pero..... fue
idea de mi amiga..... no se si quiero someterme a.....- Por favor,
escúcheme. Si su problema es sicológico, le aseguro que en mucho
menos de lo que usted espera, se va a curar. Es demasiado joven y tiene
mucha vida por delante para desperdiciarla sin luchar. No le estoy
hablando de años de tratamiento, ni siquiera de meses.... me animaría a
decirle que en muy pocos días usted va a estar caminando nuevamente.
Cualquier otra persona que le hubiese dicho lo mismo, hubiese
recibido una carcajada en la cara. Pero este hombre era
diferente. Su voz era suave, casi monótona, hablaba lentamente
y con seguridad... sí, transmitía seguridad. Y eso era lo que le
estaba faltando a Patricia..... como dijo Brenda: ¿Qué podía
perder?

- Lo escucho. Me habló de una propuesta- Exacto. Y me alegra que lo


intente. Si usted no se opone, yo no tendría ningún inconveniente en
realizar la consulta en su domicilio y coordinar la cantidad de veces por
semana que la puedo ir a visitar.- Vea Dr.....¿Martins?. No se si estoy en
condiciones de abonarle honorarios extraordinarios por la molestia suya
en trasladarse hasta mi casa....- No sigas, Patricia, ¿me permite tutearla?.
Ya te dije que me siento responsable por no poder recibirte en mi
consultorio, por lo tanto he decidido no cobrarte un centavo por cada
consulta que realicemos en tu domicilio. Después de todo, te aclaro que
serán muy pocas. En cortísimo tiempo serás vos la que, por tus propios
medios, me visitarás a mí.
Fue una inyección anímica muy grande. ¿Y si era cierto? Se
tenía que tener mucha confianza este médico para hacerle
semejante proposición. En estas épocas nadie va a hacer
beneficencia así porque sí.... y menos un sicólogo. Arreglaron la
cita y, sin saberlo, para Patricia ése era el comienzo de su nueva
vida.

Ahora, era Patricia la que estaba tratando de convencer a Paula


para que acudiera al consultorio del Dr. Martins, de la misma
manera que Brenda lo había hecho con ella. Absolútamente, la
vida de Patricia había cambiado. No sólo porque había vuelto a
caminar, en los plazos prometidos por el médico, sinó que hasta
su caracter se había modificado. Siempre había sido una chica
tímida, recatada, con muchos inconvenientes para relacionarse
con los muchachos de su edad, debido a su pobre interés por
ella misma. Casi no se maquillaba, usaba ropa muy vulgar y los
fines de semana decidía quedarse en su casa viendo una
película antes de salir con sus amigas a los pubs o a los
boliches de onda que solían frecuentar. Había tenido pocas
relaciones sentimentales y todas terminaban de la misma
manera: sus "novios" la abandonaban porque se aburrían de su
forma de ser. Después del accidente la cosa empeoró: a todo lo
expuesto hubo que agregarle un carácter agrio y taimado. Se
sentía una inválida y quería pasarle la responsabilidad de su
desgracia a los que más la querían y se ocupaban de ella. Pero
después de conocer al Dr. Martins todo cambió radicalmente:
ahora era una chica alegre, divertida, extrovertida. Usaba ropa
muy provocativa y le quedaba muy bien. Su cola era perfecta y
los pantalones que usaba la hacían lucir sublime. Si hasta había
decidido hacerse una operación en los pechos, para darles más
volumen, cuando comenzara a cobrar la indemnización por el
accidente. Siempre estaba maquillada, en este último tiempo
había tenido más relaciones que en toda su vida y ahora era ella
la que siempre decidía ponerle fin a las mismas cuando
aparecía algún hombre nuevo. En más de una oportunidad
comenzaba una nueva relación sin terminar la anterior, y en su
trabajo era una verdadera odisea cuando la llamaban tres o
cuatro hombres por día para profesarle su amor. Nadie podía
creer semejante cambio y todos lo atribuían al valor que ella le
daba, ahora, a su vida.

- Bueno Pat, te voy a hacer caso. Voy a ir a ver a ese doctor. Pero con una
condición: Quiero que me acompañes a la primera consulta.- ¡ Hecho !
Capítulo Dos: La primera cita

La sala de espera era bastante pequeña, pero muy acojedora.


Las paredes estaban pintadas con colores cálidos y los cuadros
que estaban colgados sobre ellas, si bien eran algo sicodélicos,
invitaban a ser mirados. Sonaba una música suave y relajante,
tipo "new age" que le ayudó a vencer a Paula los nervios
iniciales. Si hasta Patricia, que se encontraba a su lado, parecía
absorta, como fuera de la realidad. Su cara estaba relajada, sus
ojos perdidos en el infinito y hasta en algún momento Paula
pensó que su amiga dormía, salvo por el detalle que estaba con
los ojos abiertos. En una esquina de la sala había un escritorio y
detrás de él estaba Adriana, la secretaria del doctor, una mujer
de unos cuarenta años, muy bella y de modales muy educados
que coincidían con el ambiente plácido del lugar. No había
espacio para mucha más gente, pero era razonable: los turnos
eran cada dos horas, ése era el tiempo que Martins dedicaba a
sus pacientes, y no había motivo, entonces, para que se juntara
mucha gente en la sala de espera. Cinco minutos antes de la
hora fijada para la consulta, la puerta del consultorio se abrió y
salió un hombre de unos 35 años, que antes de cerrar giró su
cabeza hacia el interior y se despidió:

- Entonces, será hasta el jueves, doctor- Hasta el jueves, Luis. Que sigas
muy bien
Luego de unos segundos que a Paula le parecieron
interminables, por la ansiedad, se abrió nuevamente la puerta y
salió el doctor Michael Martins. Mientras intercambiaba algunas
palabras con su secretaria, Paula notó la reacción de Patricia.
Parecía como si hubiese despertado de su letargo y miraba con
ojos embelezados al profesional. Se notaba que había algo más
que admiración en esa mirada. "¡Qué piba ésta!", pensó Paula,
"seguro que quiere tener algún fato con el médico." El doctor se
dirigió hacia ellas y Patricia se levantó de la silla como
impulsada por un resorte.

- Patricia, que alegría verte. ¿Cómo andan tus cosas?- Muy bien, doctor-
Me alegro mucho. Me imagino que la señorita será Paula. Encantado de
conocerte- Igualmente
Se notaba que era un tipo de hombre interesante. Alto, robusto,
con el pelo totalmente canoso, más bien matizado. Irradiaba
seguridad por donde se lo mire.

- Pasa, por favor


Inmediatamente Paula tomó la mano de Patricia y comenzó a
"arrastrarla" para que entrara ella también. Patricia permanecía
inmovil, como esperando la anuencia del doctor.

- Puede acompañarte tu amiga, no hay problema. Ella ya conoce


el lugar -dijo Martins cuando se dió cuenta de la situación.

El consultorio, contra lo esperado, era más amplio que la sala de


espera, pero todavía más cálido y acogedor. Las paredes de un
color pastel suave y la iluminación, tonalizada, resaltaba el color
de las paredes dando sensación de intimidad. A diferencia de
cualquier otro consultorio, no se veían los típicos cuadritos con
diplomas y asistencias a cursos de posgrado o convenciones.
Por el contrario, las paredes mostraban más de esos cuadros
"sicodélicos", a decir de Paula, pero éstos eran mas imponentes,
costaba más sacarle los ojos cuando uno se disponía a
mirarlos. La misma música, suave y relajante, que habían
escuchado en la sala, se hacía oir también allí. Además, el
ambiente estaba impregnado de un aroma más que agradable.
Contribuía a que la persona se sintiese plácida, cómoda,
confortada. Paula decidió que cuando tuviese más confianza
con el médico le preguntaría cómo conseguir esa fragancia.
Realmente se sentía bien, con ganas de comenzar a eliminar
sus problemas. "La lógica de este médico es implacable", pensó
Paula, "Si va a tener a alguien aquí adentro, por casi dos horas,
hablando de sus miedos y sus problemas, es razonable que por
lo menos se sienta cómodo". La que no era implacable era la
lógica de Paula. En ningún momento estaba en los planes del
Dr. Martins que sus pacientes estuviesen, casi dos horas, .........
hablando. En una esquina de la habitación había dos sillones de
una plaza, en uno de los cuales se sentó Patricia, la espalda
erguida y apoyada contra el respaldo del sillón, las piernas
juntas y en ángulo recto, con las plantas de los pies apoyadas
contra el piso y las manos apoyadas sobre sus muslos. La
típica pose que adopta una azafata cuando el avión se dispone
a despegar. No era la manera habitual de sentarse de su
compañera. Paula recordaba que en el trabajo se
"despanzurraba" en los sillones y en más de una oportunidad
había recibido el reto de sus superiores. "Definitivamente, ésta
piba cada día está más loca", pensó.

- Bueno, Paula, si bien estoy un poco al tanto de tu problema, por lo que le


has dicho a Adriana, mi asistente, cuando pediste la consulta, me gustaría
que seas vós, con tus palabras la que me lo explique. Te escucho.
Paula no sabía por dónde comenzar. Ya había hecho terapia
otras veces, por problemitas diferentes, y sabía que en las
primeras sesiones era conveniente arrancar desde muy abajo.
Su niñez, su familia, su adolescencia. Y así empezó. Para luego
atacar de lleno el problema que la había traído allí. El Dr. Martins
la escuchaba atentamente, apenas recostado sobre el respaldo
de su gran sillón, las piernas cruzadas, la mirada fija en Paula y
su lapicera recorriendo, lentamente, sus labios. Si bien a Paula
le había costado empezar a articular sus ideas, a esta altura
parecía poseída por un torrente de palabras. Hablaba con
soltura, gesticulaba, reforzaba las ideas con entonaciones
precisas, como si estuviese representando el mejor papel de su
vida. Tal era la seguridad y la comodidad que le inspiraba ese
hombre que parecía que se conocían de toda la vida. Pero....no
era el Doctor el que inspiraba esos sentimientos..... era esa
lapicera....esa lapicera qu parecía tener vida propia. Su
capuchón era brillante, tan brillante que mientras recorría los
labios del médico emitía como haces de luz. Paula no podía
sacarle los ojos de encima. Acompañaba con la mirada sus
movimientos y hablaba...hablaba....hablaba. Era tal el
magnetismo que ejercía sobre Paula, que en un momento el Dr.
Martins la separó bruscamente de su boca y la inclinó hacia
adelante, como apuntando a la muchacha. Y ella,
inconscientemente, como obedeciendo un orden, entendió que
era el momento de parar de hablar. El Doctor pareció entender la
situación, esbozó una imperceptible sonrisa y comenzó a
hablar.

- Bien, los dos sabemos que tu problema es bastante común. Hay mucha
gente que sufre de lo mismo pero quizás tu caso es más acuciante debido
a tu vocación actoral. Y también sabrás que este tipo de problemas exigen
un largo tratamiento. La gente que manifiesta mucha inseguridad levanta
muchísimas barreras entre ella y los demás. El objetivo del tratamiento es
ir derribando cada una de esas barreras. Y eso es lo que lleva tiempo.
Algunas son superficiales y se pueden derribar en poco tiempo, pero otras
llevan muchísimo trabajo. Además, cuando creemos haber terminado con
una, el tiempo que transcurre entre una sesión y otra nos juega en contra,
porque durante ese lapso se vuelve a levantar y, como imaginarás, es
necesario, otra vez, volver a empezar.
Paula ya no escuchaba. Cuando Martins le confirmó que era un
tratamiento prolongado, un montón de sensaciones de angustia,
impotencia, bronca y frustración se agolparon en su cerebro y
dejó de prestar atención a las argumentaciones del médico.
Pensar que hasta hace unos segundos se encontraba con la
confianza al tope, realmente se estaba convenciendo que esa
persona le iba a solucionar sus pesares y ahora, todo se
derrumbaba. Miró a Patricia, como buscando apoyo en su
amiga, pero Patricia seguía indiferente, como ausente, mirando
al doctor, pendiente de su más mínimo movimiento. ¿Cómo
podía ser que en este momento tan especial, ella se estuviese
preocupando por una conquista?, ¿Tanto había cambiado su
amiga?. Volvió la vista hacia el Dr. Martins, en rigor de verdad
hacia su lapicera. Parecía ridículo pero mirarla era lo único que
le daba un poco de paz, un poco de consuelo. Martins hacía ya
un rato que había terminado de argumentar y miraba
detenidamente las reacciones de Paula. Podía adivinar todos y
cada uno de los pensamientos que ocupaban su mente, y
cuando ella volvío la vista hacia él, aplicó el golpe de efecto:

- Pero, afortunadamente, no todos los sicólogos se quedan con


los tratamientos que han estudiado en la universidad y creo ser
un pionero en el uso de tratamientos alternativos. Tu amiga
Patricia puede dar fe de ello. -Paula, instintivamente, volvió la
cabeza hacia su amiga y pudo notar que la sola mención de su
nombre, por parte del doctor, provocó en ella un gesto de
devoción, como si le estuviese agradeciendo, nó lo que hizo por
ella, sino el sólo hecho de haber pronunciado su nombre.- Por
eso quiero que sepas que ha partir de hoy has comenzado a
solucionar tu problema. Si te sometes al tratamiento que tengo
pensado para vós, ya vas a notar los primeros resultados
apenas te vayas de aquí.
El shock fue terrible. Todos los sentimientos que Paula estaba
experimentando se dieron vuelta con las últimas palabras de
Martins. De la angustia, la bronca y la frustración, pasó, en
milésimas de segundo, a la exhultación y a esa sensación de
poder llevarse el mundo por delante, que hacía tiempo no
experimentaba. Sea cual fuese ese tratamiento, ella lo iba a
cumplir a rajatabla. "En este momento soy capaz de venderle el
alma al diablo", pensó. Nunca tuvo una idea tan acertada. Sus
defensas habían comenzado a caer y, sin saberlo, ya estaba en
las manos del Dr. Michael Martins.

- Esas barreras que durante años has levantado entre vós y los demás,
pueden ser derribadas todas juntas y rápidamente y de esa manera poder
llegar a tu verdadero ser, y desde allí poder inyectarte la suficiente
confianza en tí misma para que nunca más vuelvas a sentir miedos e
inseguridades. Para eso tendré que hacer uso de la hipnosis. ¿Has oído
algo acerca de la hipnosis?
Paula relacionaba la hipnosis con esos shows televisivos en
donde una persona le hacía comer a otra una cebolla,
haciéndole creer que era una manzana, o quizás cuando
dormían a alguien y lo ponían, rígido, entre dos caballetes para
que una tercera persona se le subiera arriba, pero no mucho
más. No entendía como podía ayudarla en su problema. Pero a
esa altura poco le importaba. Si había que recurrir a la hipnosis,
que así sea.

- A través de la hipnosis, puedo lograr llevarte a un estado de relajación


muy grande, en el cual te sentirás muy tranquila, confiada y por sobre todo
segura. De esa manera no habrá nada en tu inconsciente que se
interponga entre nosotros, y de esa manera podré, a través de la
sugestión, darte consignas que puedan reforzar todas las zonas de tu
mente. Lo mismo hice con Patricia, borrando los miedos que ella tenía de
no volver a caminar nunca más. Esos miedos eran los que la mantenían
paralizada, y una vez vencidos, no tuvo ningún problema en iniciar una
rápida recuperación. Y allí ves los resultados.
Nuevamente Paula observó a su amiga. Parecía no darse
cuenta que estaban hablando de ella. Sólo reaccionaba cuando
Martins pronunciaba su nombre, y lo hacía levantando un poco
más su cabeza y mirando atentamente al doctor. A Paula se le
cruzó la imagen de un perro que está escuchando la
conversación de dos personas, sin entender nada, por supuesto,
pero que reacciona cuando su dueño pronuncia su nombre,
parando las orejas y mirando a su amo.

- Bueno, Doctor. Usted me dijo que hoy mismo voy a comenzar a


ver los resultados de su terapia. No perdamos más tiempo
entonces. - dijo Paula, con una convicción total en su voz.

Capítulo Tres: El comienzo de la sumisión

- Paula, quiero que fijes tu atención en algo, por ejemplo, mi


lapicera - "Sí, la lapicera....es hermosa esa lapicera", pensó
Paula- quiero que mires la lapicera y que me escuches. Olvida
todo, sólo existe la lapicera y mi voz. Todo lo que necesito es
que te relajes, nada más, todo lo que quieres hacer es relajarte,
y cuánto más observes la lapicera, más facil te será
concentrarte y alcanzarás más rapido la relajación total. - los
ojos de Paula estaban fijos sobre la lapicera, que se movía
hacia un lado y hacia el otro, lentamente, muy lentamente. Paula
seguía ese movimiento acompasado con su mirada atenta.-
Muy bien, Paula. Sólo mira y escucha. Relájate y escucha. Tus
brazos te pesan, tus ojos te pesan, es difícil mantenerlos
abiertos... sólo relájate... comenzaré a contar para que te
duermas... 10, comienzas a sentirte soñolienta... 9, se te hace
difícil pensar, sólo mira y escucha...- Paula lucía serena, con la
placidez que da la calma - ... 5, es cada vez más difícil mantener
los ojos abiertos, sólo déjalos caer... 4, la cabeza cae para
adelante, sólo déjala caer... 3, cada vez más dormida... 2,
duermes profundamente, relajada y confiada, tranquila y segura,
por sobre todo... muy segura,... muy segura... 1, has entregado
tu mente a mi voz, te sientes segura escuchándome, duermes
profundamente pero mi voz llega a tu mente muy clara. No
puedes dejar de obedecer porque eso te da tranquildad y
seguridad....¡DUERME!

La cabeza de Paula cayó pesádamente sobre su pecho. Su


respiración era intensa y regular. Sus brazos cáidos a cada lado
de su cuerpo. Martins confirmó su trabajo:

- Paula, estás hipnotizada, profundamente hipnotizada... ¿Cómo te


sientes?
- Bien -respondió, con una voz grave, como un susurro

- ¿Te sientes segura?- Muy segura- ¿Qúe te hace sentir tan segura?- Su
vóz...., Su voz me hace sentir muy segura- ¿Qué harías para seguir
escuchando mi voz?- Cualquier cosa- Mi voz soy Yo, Paula... ¿Harías
cualquier cosa por mí? ¿Obedecerías a cualquier cosa que yo te pida?.
Sabés que haciéndolo te sentirás más y más segura y eso te provocará
más y más felicidad. Porque tú quieres seguridad, harías cualquier cosa
por sentir seguridad...Paula: ¿Harías cualquier cosa por mí?
- Siiiiii...cualquier cosa. Haría cualquier cosa por vos -respondió
Paula, tuteando por primera vez al doctor, lo que para Martins
fue la prueba final de su entrega total.

Cuando Martins comprobó que Paula estaba totalmente en su


poder, volvió la vista hacia donde se encontraba Patricia, quien
permanecía indiferente de todo lo que ocurría, con su mirada
fija hacia el doctor y chasqueó los dedos. Cómo impulsaba por
una fuerza sobrenatural, Patricia se puso de pie,
inmediatamente se arrodilló y se puso en cuatro patas, con los
brazos extendidos hacia adelante y la cabeza, casi besando el
piso. Era una postura de total humillación, casi de adoración.
Sin levantar la cabeza, se le escuchó decir:

- ¿Qué más puedo hacer por tí, Amo?- Por ahora nada más, mi pequeña
esclava. Ya has hecho bastante trayéndome a tu amiga. Me siento muy
complacido contigo y yo se que eso te provoca mucha felicidad. ¿No es
así, mi fiel esclava?- Absolutamente, mi Señor. Me siento muy feliz de
poder cumplir tus órdenes. He hecho todo lo que me has pedido. La he
traído aquí y la has hipnotizado. Tu sabes que yo no existo sin tí. Soy lo
que tú quieres que sea. - Muy bien, Patricia. Tu amo está contento. Te
mereces una recompensa. Levántate.
Rápidamente, Patricia se levantó del suelo y se dirigió a su
"amo". Martins la tomó de la cintura y comenzó a besar su
cuello, con ni siquiera la mitad de la pasión con la que la
muchacha le devolvía los besos. Se la notaba ardiente,
terriblemente excitada y totalmente entregada a ese hombre.
Mientras tanto las manos de Martins se dirigieron al perfecto
culo de Patricia y comenzó a manosearlo sin el menor pudor.
Inmediátamente ella llevó las manos a su cintura y se levantó el
vestido, exhibiendo un conjunto de encaje negro, absolútamente
provocativo, que disimulaba los pequeños senos de Patricia.
Acariciando las manos de Martins, las guió nuevamente hacia
sus nalgas y ayudó a manoseárselas. Michael dejó de sobar el
cuerpo de Patricia y se dirigió hacia Paula, que seguía
profundamente dormida en la silla, sin percatarse en absoluto
de todo lo que estaba sucediendo.

- Paula, quiero que me escuches atentamente. Cuando te lo ordene,


abrirás los ojos pero seguirás absolutamente en trance hipnótico. Harás
todo lo que yo te diga, sin dudar ni pensar. Y también te daré ordenes para
que cumplas cuando despiertes. Y esas órdenes quedarán grabadas en tu
subconsciente, como marcadas a fuego y las cumplirás también sin
dudar, sin objetar absolútamente nada. A cambio de eso obtendrás una
recompensa: Cada vez que cumplas mis órdenes te sentirás más segura
de tí misma, más desinhibida. Irás perdiendo prejuicios poco a poco, con
cada orden mía que obedezcas. Te encantará estar entre la gente, mostrar
tus actitudes, demostrar que eres la mejor actriz. Sin prejuicios, sin
inhibiciones, sin tener verguenza a nada ni a nadie. Pero para eso tendrás
que obedecer ciegamente, entregarte a mi voluntad. ¿Has entendido mis
ordenes?. Resúmelas en una frase- Sí, haré todo cuanto me pidas. Haría
cualquier cosa por vos, si me lo pidieras. Tu palabra es Ley.- Muy bien,
Paula. ¡ Abre los ojos !
Los abrió, pero su mirada era vidriosa, como perdida. Quería
obedecer. Sentía la necesidad de que ese hombre le ordenara
algo. Sabía que obedecería ciegamente y presentía que al
obedecer iba a sentirse muy feliz, que obedecer a ese hombre
era el motivo principal de su vida. Obedecer......., obedecer.........,
obedecer.

Capítulo Cuatro: Nace una esclava

En esas condiciones, Paula se quedó esperando instrucciones.


A su lado estaba Patricia, de pie, su vestido en el piso,
exhibiéndose completamente en ropa interior. Paula la miró
indiferente. En el trance en el que estaba sumergida, la
presencia de su amiga en esas condiciones no le llamó en
absoluto la atención. Fue un solo instante, luego volvió a mirar a
Martins porque necesitaba obedecer:

- Habrás notado que Patricia ya no usa más la ropa interior


vulgar y barata. Desde que me conoció a mí usa la lencería más
sexy que pueda encontrar. Se desvive por comprar los conjuntos
más excitantes y provocativos. A partir de ahora, Paula, tú vas a
hacer lo mismo. Por otra parte, cuando salgas de aquí sentirás
la necesidad de cambiar tu look. Te cortarás el pelo bien cortito
y le darás una tonalidad rojiza. Cambiarás totalmente tu
vestuario, comenzarás a usar ropa sensual y provocativa. Y
además vas a estar más cerca de Patricia. Sé que son
compañeras de trabajo, pero desde este momento serán
íntimas amigas. Yo diría que algo más que eso. Se seducirán
mutuamente. Ella será tu guía, cuando no estés frente a mí y
cumplirán, juntas o separadas lo que se les ordene - "Sí,
cumpliré....obedeceré...", pensaba Paula mientras escuchaba.-
Pero antes de seguir, veamos cómo empiezan a caer una por
una tus inhibiciones. Paula: te ordeno que te quites la ropa y me
muestres tu cuerpo.
Sin dudar un sólo instante, Paula comenzó a quitarse la camisa,
exhibiendo unos pechos muy grandes, apenas sujetados por un
corpiño común. Era de baja estatura, tenía el pelo hasta los
hombros y esos enormes pechos le daban un aire muy sexy. Si
bien su cola no era tan perfecta como la de Patricia, tenía lo
suyo. Martins la observó con detenimiento mientras se quitaba
la pollera, quedando, como su amiga, en bombacha y corpiño.
Patricia, mientras tanto, había comenzado a acariciar su propio
cuerpo. No tenía permitido masturbarse, y mucho menos llegar
al orgasmo si su "amo" no se lo ordenaba. De todos modos los
movimientos que hacía con sus manos y su cuerpo, no eran
para darse placer a sí misma, sinó para excitar a su señor.
Michael miró a Patricia, le hizo un gesto de aprobación, que fue
correspondido con una mirada llena de amor y sumisión, y le
dijo:

- Pat, deberíamos comenzar con la primer parte del tratamiento. Tú la


recuerdas... ¿nó?. Explícale lo que tiene que hacer...
Todo este tiempo que había pasado bajo la influencia de
Martins, había convertido a Patricia en una esclava perfecta,
capaz de entender hasta las más sutiles insinuaciones y los
más profundos deseos de su "amo".

- Paula, -comenzó con la explicación Patricia- el amo quiere que


le hagas la chupada de verga más grande que hayas hecho en
tu vida. Le agradaría mucho que utilices tu boca, tus labios, tu
lengua y tu garganta. Y no te preocupes de tener tu propio
placer. Todos tus sentimientos, todos tus pensamientos estarán
dedicados a darle placer al amo. Y cuando logres hacerlo
acabar, te tragarás todo el semen, sin dejar caer ni una sola gota
al suelo. Luego limpiarás toda su pija con tu lengua, hasta no
dejar ni rastros de semen. Y como dice siempre el amo:
"Obedecer la orden ayudará a tu recuperación". ¿Lo harás?
- Siiiiiii... - respondió Paula, inmediata y desesperadamente. No
veía la hora de cumplir la orden. Quería chupar esa pija, era lo
que más quería en el mundo. "¿Me permitirá llamarlo Amo?",
"¿Por qué Patricia puede llamarlo así y a mi todavía no me lo
ordenó"?, "¡Quiero que sea mi Amo y Señor!", eran los
pensamientos de Paula. Sumisión total.

Sin el menor atisbo de resistencia, Paula se arrodilló delante de


Martins, bajo el cierre de su pantalón, sacó su miembro ya
erecto y comenzó a masturbarlo hasta que logrará una erección
total, tarea que no le demandó demasiado tiempo. Introdujo el
pene en su boca y comenzó a acariciar el glande con su lengua,
mientras lo seguía masturbando con sus labios. Martins no
sabía si Paula era una experta o si el trance era tan fuerte que la
llevaba a realizar el trabajo a la perfección. Quizás las dos
cosas estaban relacionadas. La cuestión es que el doctor,
acostumbrado a recibir esos placeres, estaba asombrado con el
accionar de su nueva "esclava". Paula movía su lengua y sus
labios frenéticamente y había llevado la pija de Martins casi
hasta su garganta, cómo se lo habían ordenado. Viendo la cara
del doctor, sabía que estaba cumpliendo bien la orden recibida y
se sentía muy feliz. No le importaba en absoluto sentir placer,
sólo quería darlo, sólo quería ver el placer reflejado en la cara de
ese hombre. Ésa era su recompensa. Mientras tanto Patricia
había comenzado a masturbarse con más intensidad. Cómo no
podía llegar al orgasmo, sin la autorización de su "señor", éso la
llevaba manosearse más y más. Mientras con una mano
acariciaba sus pechos, sus pezones ya eran una roca y parecían
querer perforar el corpiño que los aprisionaba, la otra mano se
había sumergido dentro de su bombacha y, seguramente, uno o
más de sus dedos ya estaban totalmente introducidos dentro de
su vagina y estarían explorando el clítoris. Martins,
imprevistamente, decidió sacar su miembro de la boca de
Paula, lo cual repercutió en las dos muchachas de manera
diferente. Mientras Patricia alimentó la ilusión de que ahora le
tocaría su turno, Paula pensó que su "señor" estaba
disconforme con su trabajo y preguntó:

- ¿Estoy cumpliendo mal tu orden.......amo? -Martins se


sorprendió. Era la primera vez que una de sus "esclavas" lo
llamaba "amo", sin la necesidad de habérselo ordenado
mediante una consigna hipnótica. Se dió cuenta que su nueva
"adquisición" le iba a retribuir muchos réditos, tal era la
desesperación de Paula por solucionar su problema. En muy
poco tiempo sería una esclava perfecta y la utilizaría para las
cosas más increíbles. Había logrado un grado de sumisión tan
grande y en tan sólo una sesión, que Martins ya estaba
comenzando a planear lo que le haría hacer en el futuro.

- Nada de eso, mi pequeña esclava, lo has hecho muy bien. Sólo que no
quiero acabar todavía.
La palabra esclava, dicha de la boca de su amo, y la
confirmación de que había cumplido bien lo que se le había
ordenado, llevó a Paula a tener un orgasmo, el primero de los
tantos que tendría en su "esclavizada" vida.

Patricia había dejado de masturbarse, pendiente de la siguiente


acción que tomaría Martins, mientras su amiga seguía de
rodillas, la espalda erguida y la cabeza alta, mirando también al
médico, en una típica postura de adoración. Michael las observó
a las dos y decidió que era un buen momento para darles un
poquito de placer, cómo si fuese un domador que dá un terrón
de azucar a sus mascotas, después de haber hecho un buen
número circense.

- Ahora, chicas, me gustaría ver un buen acto de amor lésbico.


Paula, quiero que observes detenidamente a Patricia. Mientras
te hablo, obsérvala. Cuanto más la mires, más atracción
sentirás hacia ella. Llegara un momento en que desearás con
toda tu alma que te seduzca, que avance sobre tí. Y cuando lo
haga te sentirás la mujer más feliz del mundo. Pero tendrás
prohíbido llegar al orgasmo, hasta que yo te lo ordene. Siempre
que tengas cualquier tipo de relación sexual, conmigo o delante
de mí, no podrás acabar sin mi consentimiento. Tu mente
llenará tu cuerpo de placer, oleadas inaguantables de placer,
pero tu misma mente te negará la satisfacción del orgasmo
hasta que no escuches mi orden. Y cuando eso suceda, esos
orgasmos serán los más fuertes que hayas tenido en tu vida.
Me los deberás a mi, a tu amo y señor, y reforzarán todas las
órdenes con las que serás programada. Por cada orgasmo
dejarás definitivamente una parte de tu voluntad y me la
transferirás a mí. A cambio de tu voluntad, irás ganando
seguridad ante los demás y ante los proyectos personales y
laborales que te propongas perseguir. En poco tiempo llegarás a
tus dos metas más ansiadas en tu vida. Por un lado serás la
mejor actriz, la más segura, con un futuro brillante y próspero. Y
por el otro, serás la esclava más dócil, la más sumisa, la más
perfecta. -Mientras Paula retenía en su mente todas las órdenes
que le imponía Martins, no dejaba de observar a Patricia.
¿Cómo podía ser que en todo éste tiempo no se había detenido
a mirarla?. Era hermosa, muy hermosa. Sus ojos la
encandilaban. Su cuerpo era perfecto. Las curvas de sus
caderas eran una invitación a abrazarla. Sus manos eran
sensuales. Cómo quisiera que esas manos se posaran sobre su
cuerpo, masajearan sus enormes pechos, exploraran su pubis,
se introdujeran en su concha..... y la masturbaran. Y su
culo....era imponente ese culo. No tenía ninguna duda que podía
caer facilmente seducida ante el culo de Patricia. Cómo le
gustaría besarlo, recorrerlo con su lengua, manosearlo. ¡Por
Dios!, cómo le gustaba Patricia, si tan sólo le hiciera alguna
insinuación erótica, ella no dudaría en caer ante sus encantos.

- Veo en tus ojos mucha ansiedad Paula. Creo que Patricia siente lo
mismo por tí. ¿No es cierto, Pat? Claro que sí, sientes lo mismo por Paula.
Y tú ya sabes que no puedes tener orgasmos sin mi consentimiento. Es
tuya, Patricia. Haz lo que quieras con ella.
Patricia se acercó y la tomó de los brazos, poniéndola de pie.
Mientras Paula la miraba embelezada y llena de amor, su amiga
comenzó a soltar los breteles de su corpiño hasta quitárselo por
completo. Los grandes pechos de Paula, liberados de su sostén,
tomaron su verdadera dimensión y asombraron al propio
Martins, que miraba apoyado en su escritorio. Mientras tanto,
Patricia seguía con la tarea de desvestir totalmente a Paula,
quitándole la bombacha, mientras le besaba el cuello y
masajeaba sus pezones, que en segundos, tal era la febril
calentura de su amiga, se transformaron en dos picos
punteagudos, de un rojo muy intenso. Paula estaba sumergida
en oleadas de placer cuando sintió el calor húmedo de la lengua
de Patricia sobre su sexo. Haciéndo camino con las manos,
separando los labios vaginales de Paula, la lengua de Patricia
comenzó su gratificante trabajo. Paula notaba la proximidad del
orgasmo, pero cada vez que creía llegar, una fuerza
inconsciente lo contenía, lo que le provocaba aún más
calentura. Era inaguantable pero nunca se había sentido tan
plena. Sólo pensaba en cómo disfrutaría cuando pudiese
acabar, gimiendo de placer, descompuesta ante el orgasmo
descomunal que se avecinaba. Patricia sabía que su amiga
estaba disfrutando y cuando, de reojo, observaba a su amo,
sentía que él también estaba complacido con el espectáculo,
por lo cual reforzaba su lengüeteo sobre el clítoris de Paula,
para hacerla gemir más...y más. La postura de Patricia no era
nada casual. Había tendido a Paula en el piso, con las piernas
abiertas y ella estaba en cuatro patas haciendo su trabajo. En
esa posición su culo se volvía más exhuberante y apuntaba
directo a los ojos de Martins. Se podía decir que éste
"imaginaba" el trabajo que estaba realizando Patricia,
observando los excitantes movimientos del culo de su "más
antigua" esclava. Y así era, pues el doctor había comenzado a
masturbarse, escuchando los gemidos de Paula y el trasero casi
desnudo de Patricia, apenas cubierto por su diminuta tanga.
Con la idea ya pensada de lo que iba a ocurrir minutos después,
Martins lanzó la orden esperada:

- Quiero que acabes ya, Paula


La explosión del orgasmo no tardó en llegar. Mientras su cuerpo
se estremecía, interminablemente, Patricia decidió prolongarlo
lo más posible, introduciendo su lengua, casi por completo, en
la empapada concha de Paula. Mientras acababa, Paula no
sabía que dentro suyo estaba comenzando a nacer una fiel
esclava, hasta que su mente comenzó a hilvanar frases que su
boca comenzó a recitar.

- Soy tu esclava, amo..... haz de mí lo que quieras....... no soy


absolútamente nada sin tí..... quiero ser tu mascota más
fiel......cógeme...... cógeme, por favor..... haz que mi cuerpo obedezca a tu
mente...... quiero ser tú más fiel esclava..... tú más puta esclava.
Martins les ordenó que se detuvieran. Patricia ardía en deseos
de acabar, pero a ella todavía no le había llegado la orden, por lo
que su calentura era incontenible. Paula, apenas recuperándose
de su orgasmo, su cuerpo estaba dando sus últimos y
espasmódicos movimientos, volvió a mirar los ojos de su amo,
quien con el miembro totalmente erecto, les ordenó:

- Ahora, Paula, vas a terminar la tarea que has dejado inconclusa. Y vós,
Patricia, vas a masturbarte salvájemente mientras nos miras. Cuando yo
comience a eyacular, las dos tendrán un furioso orgasmo, el doble de
intenso del que ha tenido nuestra esclava Paula hace unos instantes...
Paula se acercó de rodillas hasta el pene del doctor y comenzó
a hacerle una mamada más intensa que la anterior. Esta vez, no
sólo quería tragarse todo el semen y limpiar con su lengua cada
milímetro de su pija, sinó que sabía que eso le proporcionaría un
orgasmo más fuerte que el anterior. Mientras tanto, Patricia,
observaba magnetizada los movimientos frenéticos de la
cabeza de su amiga y sin darse cuenta, cuatro de sus dedos
estaban introducidos más de la mitad en su vagina. Martins no
pudo aguantar demasiado. El espectáculo del día había sido
muy fuerte y en pocos minutos comenzó a eyacular. Paula
tragaba con devoción todo el semen que salía de la pija de su
amo, mientras alcanzaba un orgasmo infinítamente más fuerte
que el anterior, el cual reforzaba aún más su sometimiento y su
esclavitud mental. Patricia, en tanto, se había tirado sobre el
sillón donde en algun momento estuvo sentada, y se entregaba
a un terrible orgasmo de similares características.

Martins miró su reloj. Todavía quedaban poco más de 10


minutos para finalizar la sesión, y decidió que debía reforzar el
subconsciente de Paula, para aprovechar el estado de sumisión
total en el que se encontraba. Le ordenó que se sentara en la
silla, donde había comenzado todo, luego de habérles ordenado
que se vistieran y de haber mandado a Patricia a su lugar
original y comenzó con su inducción final:

- Paula, quiero que observes nuevamente mi lapicera, en


especial su atractivo capuchón y quiero que recuerdes la paz, la
relajación y el placer que te provoca observarla -
inmediátamente Paula fijó la vista en el objeto y su cara se
iluminó, como si fuera una ferviente devota observando una
aparición divina-
Ahora, a la cuenta de tres, vas a cerrar los ojos
y dormirás profundamente, pero, más que nunca, prestarás
atención y registrarás absolutamente todo lo que te ordene.
Quedará grabado en tu mente y sólo yo, nadie más que yo,
podrá borrarlo de allí. ¿Has entendido?
Uno....dos.....tres.

Los párpados de Paula cayeron como si pesaran varios kilos


cada uno, pero su cabeza permaneció rígida, como esperando
las órdenes que iba a recibir.

- Cada vez que vengas a mi consultorio, mientras esperas en la sala,


entrarás en un estado de total relajación. Perfectamente consciente, pero
relajada. Cuando estés ante mí te comportarás normalmente, pero
cuando chasqueé mis dedos delante de tus ojos, te convertirás
nuevamente en mi esclava. Entrarás en ese trance hipnótico que tanto te
agrada y que tantos placeres te ha provocado. Serás mi instrumento.
Todo lo que yo te ordene será obedecido ciegamente y siempre tendrás tu
recompensa. Cuando, en unos instantes, chasqueé mis dedos, ambas
despertarán, no recordarán absolutamente nada de lo que sucedió y vós,
Paula, te sentirás mejor, mucho mejor. Más segura de tí misma, pero con
la imperiosa necesidad de seguir acudiendo a las sesiones. Además, noté
que desde que has entrado has observado mi lapicera con mucho amor.
Cuando despiertes, ese amor hacia la lapicera se transferirá a mi persona.
Cada vez que finalicemos una sesión, sentirás una atracción especial
hacia mí. Hasta el punto que, aún estando despierta, te será difícil
contradecir cualquiera de mis mandatos. ¿Ha quedado todo esto grabado
en tu mente?- Sí, mi amo. Imborrablemente grabado.
- Pues, muy bien entonces -Martins levantó las dos manos,
apuntó hacia los rostros de sus esclavas y chasqueó los dedos.

Patricia, acostumbrada a las sesiones, sólo tomó conciencia de


la hora y se lamentó de haberse dormido durante la sesión y de
haberse perdido detalle de la larga conversación que supuso
habían mantenido su amiga y el doctor. Paula, en cambio, abrió
los ojos confundida y preguntó que había sucedido.

- Lo que tenía que pasar, Paulita. ¿Me permites que te llame así?. Hemos
ahondado profundamente en tu interior y creo que hemos hecho un buen
avance. ¿Cómo te sientes?
- Bien.....es más, ¡muy bien! -exclamó Paula, sinceramente
convencida que su ánimo era diferente. Se sentía otra persona.
Si bien sentía un gusto raro en su boca, no le importó en
absoluto al notar que se sentía más confiada, más segura.

Mientras el Dr. Martins anotaba algo en un cuaderno,


seguramente la fecha de su próxima sesión, Paula, no sabía
porqué, pero lamentaba que esta hubiese finalizado, y deseó
que el almanaque corriese rápido para volver a estar
nuevamente allí. Mientras miraba al médico usar su lapicera, se
sorprendió que en algún momento hubiese sentido una especial
atracción por la misma. Después de todo era una lapicera
común y corriente. El que no era común y corriente era el Dr.
Martins. Estaba empezando a notarlo distinto, su carácter era
dominante y estaba comenzando a agradarle. Además lo
notaba.....seductor..... sí, decididamente....muy seductor.

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