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Curso:

Prevención de la violencia contra la mujer y


los integrantes del grupo familiar asociados al
Consumo de alcohol y otras drogas
MÓDULO III

SESIÓN 5
Prevención de la
violencia
CURSO
Prevención de la violencia contra la mujer y los integrantes del grupo familiar asociados al
Consumo de alcohol y otras drogas

La violencia se puede prevenir. Este no es un dogma de fe, sino una afirmación


fundamentada en datos científicos. Prevención de la violencia: la evidencia engloba un
conjunto de siete orientaciones basadas en revisiones rigurosas de la bibliografía que
analiza las pruebas científicas (también llamadas evidencia o datos probatorios) sobre
la eficacia de las intervenciones dirigidas a prevenir la violencia interpersonal y la
autoinfligida. Cada orientación se centra en una estrategia general de prevención de la
violencia, y bajo esa perspectiva analiza los datos sobre la eficacia de las
intervenciones específicas.
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Prevención de la violencia contra la mujer y los integrantes del grupo familiar asociados al
Consumo de alcohol y otras drogas

Las estrategias de prevención de la violencia abarcadas en estas siete


orientaciones son:
1. Desarrollar relaciones sanas, estables y estimulantes entre los
niños y sus padres o cuidadores
2. Desarrollar habilidades para la vida en los niños y los adolescentes
3. Reducir la disponibilidad y el consumo nocivo de alcohol
4. Restringir el acceso a las armas de fuego, las armas blancas y los
plaguicidas
5. Fomentar la igualdad en materia de género para prevenir la
violencia contra la mujer
6. Cambiar las normas sociales y culturales que propician la violencia
7. Establecer programas de identificación, atención y apoyo a las
víctimas.
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Prevención de la violencia contra la mujer y los integrantes del grupo familiar asociados al
Consumo de alcohol y otras drogas

Reseña general de las intervenciones de prevención de la


violencia con algunos datos que demuestran la eficacia por
tipo de violencia
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Consumo de alcohol y otras drogas

1. Desarrollar relaciones sanas, estables y estimulantes entre los niños y sus padres o cuidadores

Se ha demostrado que las intervenciones que fomentan una relación estimulante entre padres (o cuidadores) e hijos
durante los primeros años de vida previenen el maltrato infantil y disminuyen la agresividad en la infancia. Además, están
apareciendo pruebas de que estas intervenciones disminuyen el número de condenas y actos de violencia en la
adolescencia y las primeras etapas como adulto y, probablemente, disminuyan la violencia en la pareja y la violencia
autoinfligida en la vida adulta. En los programas de visitas a domicilio, personal capacitado visita a padres e hijos en los
hogares y les proporciona asesoramiento y apoyo en materia de salud, desarrollo educativo para el niño y preparación a los
padres con vistas a mejorar la salud del menor, fomentar la capacidad de los padres para cuidar a los hijos y evitar el
maltrato infantil. Los programas en materia de educación de los hijos, como el Triple P, suelen desarrollarse en un centro y
se ofrecen a grupos; el objetivo es evitar el maltrato de menores mediante el perfeccionamiento de las aptitudes de crianza
de los padres, el aumento de sus conocimientos sobre el desarrollo de sus hijos y la promoción de estrategias positivas para
el trato con ellos.
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2. Desarrollar habilidades para la vida en los niños y los adolescentes

Los datos de las investigaciones indican que las habilidades para la vida adquiridas mediante los programas de desarrollo
social (que intentan desarrollar competencias sociales, emocionales y conductuales) pueden prevenir la violencia juvenil,
mientras que los programas de refuerzo preescolar (que proporcionan a los niños aptitudes académicas y sociales a una
edad temprana) parecen prometedores. Las habilidades para la vida ayudan a los niños y los adolescentes a afrontar
eficazmente las dificultades de la vida diaria. Programas de esta naturaleza dirigidos a la infancia pueden prevenir la
agresividad, reducir la participación en actos violentos, mejorar las aptitudes sociales, estimular el buen rendimiento
escolar y aumentar las perspectivas laborales. Todos estos efectos son más pronunciados en los niños de familias y
vecindarios económicamente desfavorecidos.
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3. Reducir la disponibilidad y el consumo nocivo de alcohol

La disponibilidad del alcohol puede regularse mediante la reducción de las horas o los días en los que se puede
vender y del número de puntos de venta al por menor de bebidas alcohólicas. En general, se ha visto que una
reducción del número de horas de venta está asociada con menos actos violentos y, por Prevención de la violencia:
la evidencia el contrario, una mayor densidad de puntos de venta se asocia con más actos de violencia. Los modelos
económicos indican con toda claridad que el aumento del precio del alcohol (por ejemplo, mediante la subida de los
impuestos, los monopolios controlados por el estado y las políticas de precio mínimo) hace disminuir el consumo y,
en consecuencia, se reduce la violencia.
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4. Restringir el acceso a las armas de fuego, las armas blancas y los plaguicidas

Datos incipientes sugieren que limitar el acceso a las armas de fuego y los plaguicidas puede prevenir los
homicidios (la mayoría de los cuales se producen en hombres jóvenes de 15 a 29 años), los suicidios y las
lesiones, y reducir los costos que representan para la sociedad estas formas de violencia. No obstante, se
necesitan estudios más rigurosos.
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5. Fomentar la igualdad en materia de género para prevenir la violencia contra la mujer

Aunque debe investigarse más, algunos datos indican que las intervenciones en las escuelas y las comunidades
pueden promover la igualdad de género y prevenir la violencia contra la mujer, al cuestionar los estereotipos y las
normas culturales que otorgan a los hombres el poder y el control sobre las mujeres. Los programas escolares
abordan las actitudes y normas de género antes de que se arraiguen profundamente en los niños y los jóvenes. Los
ensayos sobre programas como Citas Seguras (Safe Dates), de los Estados Unidos, y el Proyecto de Relaciones
Juveniles (Youth Relationship Project), de Canadá, que también aborda la violencia en las citas, han informado
resultados satisfactorios. Los resultados de estudios de evaluación respaldan las intervenciones en las comunidades
orientadas a prevenir la violencia contra la mujer mediante el fomento de la igualdad de género. Los datos de
investigación indican que los programas que combinan microfinanzas con formación en materia de equidad de género
reducen la violencia en la pareja.
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6. Cambiar las normas sociales y culturales que propician la violencia

Las reglas o las expectativas de comportamiento —normas— dentro


de un grupo cultural o social pueden fomentar la violencia. Las
intervenciones que cuestionan las normas sociales y culturales que
propician la violencia pueden prevenir ese tipo de actos y se han
utilizado ampliamente, pero los datos en los que basan su eficacia son
actualmente escasos. Se requieren evaluaciones más rigurosas de
intervenciones de esa naturaleza. La eficacia de las intervenciones que
abordan la violencia en las citas y el abuso sexual entre adolescentes y
adultos jóvenes, que cuestionan las normas sociales y culturales
relacionadas con el sexo, está respaldada por algunos estudios. Otras
intervenciones parecen prometedoras, como las que actúan sobre la
violencia juvenil y la educación con actividades recreativas (para el
que se ha acuñado en inglés el término “edutainment”), por ejemplo,
programas educativos mediante juegos, cuyo objetivo es reducir la
violencia infligida en la pareja.
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7. Establecer programas de identificación, atención y apoyo a las víctimas

Hay datos incipientes sobre la eficacia de las intervenciones


siguientes: instrumentos de detección sistemática o tamizaje
orientados a identificar a las víctimas de la violencia infligida por
la pareja y remitirlas a los servicios correspondientes;
intervenciones psicosociales, tales como la terapia conductual
cognoscitiva centrada en el trauma, orientadas a reducir los
problemas de salud mental ligados a la violencia, como el
trastorno de estrés postraumático; y órdenes de protección, que
prohíben al agresor comunicarse con la víctima, orientadas a
reducir la victimización reiterada en las personas que han sufrido
la violencia infligida por su pareja. Diversos ensayos demuestran
que los programas de apoyo y defensa —que prestan servicios
de asesoramiento, orientación, planificación de la seguridad y
remisión a otros organismos— aumentan el comportamiento
seguro de las víctimas y reducen otros daños.
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FUENTE:
Organización Panamericana de la Salud, 2013. Prevención de la violencia: Evidencia

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