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revolución industrial

vivian trías

El siglo que transcurre entre el Congreso de Viena en 1815 y el asesinato del


heredero del Trono de Austria - Hungría en 1914, o sea desde el fin de las guerras
napoleónicas hasta el principio de la Primera Guerra Mundial, es el gran siglo de
Inglaterra.
A esos cien años de indiscutida preponderancia británica, hay quienes los llaman
“el siglo de la reina Victoria”, aludiendo al nombre de quien, desde la monarquía,
simboliza mejor el brillo de Gran Bretaña. Otros, en cambio, prefieren el título de
la “Pax Britannica”, con lejana reminiscencia de la “Pax Romana” y apuntando
rectamente a un largo período de paz entre las potencias, impuesta por los
intereses de la nación tutelar.

En esa centuria Inglaterra organiza el “sistema del imperialismo liberal” del cual
es el epicentro y la City el cerebro.
Tal incontrastable supremacía se debe a que, por entonces, las islas británicas
eran abiertamente favorecidas por la ley del desarrollo desigual. En efecto, son
las primeras en llevar adelante la Revolución Industrial; lo que les confiere una
superioridad económica y tecnológica que pone en sus manos los trabajos del
ajedrez político en escala planetaria.
Luego otras naciones, Francia en primer término, irán accediendo a su propia
industrialización, y a fin de siglo las nuevas potencias. Alemania y Estados
Unidos ante todo, sobrepasan el poder del reino unido: la ley del desarrollo
desigual vira en su contra y se inicia la irreversible decadencia. ¿Por qué dicha ley
jugó en favor de los británicos hasta colocarlos en la cúspide del poderío
mundial? Es una pregunta que equivale a otra: ¿Por qué la Revolución Industrial
ocurrió primero en Gran Bretaña?

¿Por qué la Revolución Industrial ocurrió primero en Inglaterra?


Un manojo de causas determinan el triunfo de la Revolución industrial en Gran
Bretaña, mucho antes que el resto del continente europeo.
Algunas tienen que ver con su privilegiada geopolítica. Su situación periférica
con respecto a la masa continental eurásica, su control de los accesos marítimos
europeos, su fácil apertura hacia las principales rutas oceánicas. Otras se refieren
a su riqueza en yacimientos de carbón y a su favorable ubicación con respecto a
las ricas minas de hierro, lo que facilitó el desarrollo de la industria de hierro y
acero y le otorgó enormes ventajas en ese sector verdaderamente clave de la
economía moderna.
Pero lo esencial son las particularidades de su historia.
La sociedad británica, como hecho vivo y concreto, es una combinación específica
de formaciones económico-sociales, sujetas a las leyes generales de la historia y
a las suyas propias e intransferibles.

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Esa combinación sui géneris, esas leyes singulares determinan que un
feudalismo menos recio y vigoroso que en Francia, por ejemplo, abra camino a
una temprana tendencia a la hegemonía del rey y al ascenso de las clases
mercantiles y manufactureras.
Tal vez las frecuentes y terribles invasiones que sufre y su marginalidad con
respecto al curso de lo más substancial de la historia medieval, concurran en
apreciable medida a aquella consecuencia.
Jan Dhondt escribe: “La relación de fuerzas entre el poder central y los elementos
a él opuestos tomó en Inglaterra un sesgo muy diferente que en el imperio
franco”
“En Inglaterra existía… una tendencia, tradicional y acentuada desde un
principio, a la concentración”.
“La tendencia inglesa a la unificación del país bajo un solo poder real era tan
intensa que el rey Egberto de Wessex (802-839) se hizo prestar juramento por los
señores de Mercia y Northumbria, únicos monarcas de Inglaterra no sometidos a
él directamente, dando, además, a la idea imperial un impulso notable”.
Ya Alfredo el Grande comprendió que era imprescindible poseer una auténtica
flota de guerra.
En 1066 Guillermo el Bastardo, duque de Normandía, gana la batalla de Hastings
y se hace coronar rey en Westminster. En 1070 ha sometido a los señores,
vigorizando el poder real y reconstruyendo una sociedad feudal donde la
dispersión del poder y la invertebración política están mucho menos acentuadas
que en Francia.
Nunca más el territorio inglés fue conquistado por nadie. Friedlander y Oser
asignan mucha importancia a esa circunstancia.
Mientras las naciones continentales eran trizadas por guerras ininterrumpidas y
crueles, Inglaterra actuó en ellas sólo como un típico poder financiero y
abastecedor de armas y uniformes, contribuyendo a su propio progreso
económico. Se estima que hacia el 1300, por lo menos la mitad de los campesinos
ya eran libres.
El Parlamento y la práctica del autogobierno local son de origen inglés. No es de
extrañar que J. U. Nef hable de una “primera revolución industrial” inglesa entre
1540 y 1640. Caracterizada por inversiones en industrias nuevas como la minería,
la metalurgia, las cervecerías, la refinación de azúcar, la fabricación de jabón,
alumbre, cristal y sal. El auge de la extracción de carbón se inicia en el reinado de
Isabel y de allí a la revolución de 1688 su producción aumenta un 1.500 %; pasa
de 170.000 a 2.500.000 tn. Nivel que Francia recién alcanza en 1834.
En la época isabelina se cumplen las formidables rapacerías marítimas de Drake
y el idioma inglés asume su espléndida lozanía con el teatro shakesperiano. Pero
antes, Enrique VII había despojado a la Iglesia romana de cerca de 1.400.000
libras en bienes muebles y unas 100.000 libras anuales de rentas de tierras,
minas, molinos, bosques, etc.

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Es significativo que el único gran edificio público de los años isabelinos fuera el
“Royal Exchange”; local de los mercados reales.
A mediados del siglo xii Inglaterra estaba madura para la primera de sus
revoluciones, destinada a desbrozar la ruta del capitalismo: la revolución
puritana encabezada por Oliverio Cromwell.
Mientras al rey lo apoyan los nobles y la clase media rural, en las filas rebeldes
revistan los ricos comerciantes y los propietarios acomodados de tierras. En 1651
el Parlamento aprobó la Ley de Navegación, pilar del desarrollo naviero
británico, obligando al transporte en barcos ingleses de las mercaderías
importadas de todos los continentes. En 1640 más de la mitad de los pares
habían recibido su título después de 1603 y muchos provenían de la clase media
enriquecida en los negocios. Es la génesis de la burguesía. La revolución de 1688-
89 -la “Gloriosa Revolución”- no sólo afianza y profundiza los cambios ya
considerados, sino que concurre a canalizarlos en un estilo evolutivo, pacífico y
seguro.
La privanza del dinero y de los negocios en el gobierno, explica acontecimientos
que Friedlander y Oser consideran claves para la gestación de la Revolución
Industrial en Inglaterra antes que en otro lado.
La abolición de los odiados monopolios comerciales, un nuevo y ágil régimen de
patentes, la desaparición temprana del régimen de gremios que trababan tan
rígidamente el desarrollo de la industria y la movilidad de la mano de obra, así
como las garantías políticas que el país ofrecía a los perseguidos de otras
latitudes. Después de la Revocación del Edicto de Nantes en 1685, decenas de
miles de tejedores flamencos y obreros especializados franceses emigraron a
Inglaterra. Cromwell había autorizado la entrada de los inmigrantes lombardos
y judíos que habrían de desempeñar papel tan decisivo en el progreso de la
banca inglesa (Lombard Street se llamará la calle de los banqueros). El abuelo de
Disraell emigró desde Venecia en 1748.
Por otra parte, los cercamientos de los campos arrojan al trabajo fabril una
apreciable cantidad de hombres dispuestos a emplearse por salarios muy bajos.
Lo mismo puede afirmarse de los progresos ingleses en el campo de la ciencia
aplicada. En 1660 se funda la Real Academia para el Progreso de la Ciencia
Natural Mediante la Experimentación; Isaac Newton será uno de los primeros
presidentes.Al despuntar el siglo xviii la gestación y el inicio de la revolución
industrial estaban a la puerta.

la revolución agrícola, el mercantilismo


y el “old Colonial system” del siglo xviii

Hoy ha quedado incontrastablemente demostrado que la revolución agrícola de


la primera mitad del siglo XVIII, es la causa decisiva de la Revolución Industrial
que se inicia en Inglaterra, en su segunda mitad. Hacia 1750 las exportaciones
inglesas de cereales representaban alrededor del 15% del consumo interno y
andaban por las 200.000 toneladas. Las islas se estaban convirtiendo -¡quién lo
diría un siglo después!- en el “granero de Europa”. Es la consecuencia de la honda

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revolución agrícola que se ha desarrollado, según algunos, desde los últimos
años del siglo xvii.
En esencia consiste en la transferencia a la sociedad británica, poco poblada, de
las técnicas agrícolas avanzadas en uso en los Países Bajos (Meca de los
agrónomos inglese), cuya alta densidad demográfica las ha estimulado para
poder saciar el hambre.

Los elevados rendimientos agrícolas obtenidos en Flandes y Bramante,


significan, además, elevada productividad en Inglaterra donde la superficie
cultivada por hombre es mucho mayor. Más tarde los propios ingleses
perfeccionan dichas técnicas y Arthur Young hace escuela por toda Europa. Se
destaca la supresión del barbecho, rotando el cultivo de cereales con plantas que
enriquecen la tierra en nitrógeno, como la alfalfa, el trébol y el ray-grass. Lo que
implica duplicar las tierras en uso y preservar su feracidad.
En la sociedad tradicional, en que el 80% de la población activa se dedicaba a la
agricultura, el excedente sobre el consumo no sobrepasaba del 20 al 30%. De
modo que las fluctuaciones de las cosechas lindaban con la escasez y
periódicamente estallaban crisis agrícolas graves.
La revolución agrícola elevó el excedente a más del 50%. Las épocas de hambre
desaparecieron y el progreso de los agricultores permitió a muchos de ellos
convertirse en los iniciales empresarios industriales cuando, aún, el utillaje era
modesto y barato y con la venta de una granja podía instalarse una pequeña
manufactura que diera trabajo a ocho operarios.
Si esto es la base de lo que Marx llamó acumulación primitiva, no la agota ni
mucho menos. También son decisivos el saqueo colonial, los capitales
provenientes de la trata de negros, el comercio a larga distancia, el contrabando
y los lucros de la piratería.
En la era mercantilista, a la supremacía española del siglo xvi, siguieron la
privanza holandesa y francesa. El siglo xvii y finalmente el ascenso a la cumbre
de Gran Bretaña en el xviii. Rápidos y espectaculares movimientos de la ley del
desarrollo desigual. La Ley de Navegación de 1651 convirtió a Inglaterra en gran
potencia marítima y es un pilar fundamental del “primer imperio”; el “Old
Colonial System”. Dispuso la dependencia de las colonias del Parlamento
dominado por negociantes y facilitó una acelerada y eficaz madurez del
mercantilismo, en que la estricta dualidad monopolista del “pacto colonial” es
pieza clave.

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