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Solari, Néstor. Derecho de las familias, Ciudad Autónoma de Buenos Aires: La Ley, 2017, p. 123.
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Código Civil y Comercial de la Nación. Libro Segundo, Titulo III.
3. Como en el resto de las consignas, me gustaría comenzar haciendo una breve
definición del concepto. Cuando hablamos de convenciones matrimoniales nos
referimos a aquellos acuerdos que los futuros cónyuges pueden realizar haciendo
ejercicio del principio de la autonomía de la voluntad por medio del cual regularan
aspectos de las relaciones jurídicas patrimoniales entre si y para con terceros una vez
celebrado el matrimonio.
Ahora bien, en cuanto al objeto que pueden tener dichas convenciones, el código es
claro, estableciendo de manera taxativa el contenido restringido que pueden tener las
mismas. Así, en su artículo 446, el Código Civil y Comercial de la Nación nos dice que
únicamente pueden ser objeto de estas convenciones:
a) “La designación y avalúo de los bienes que cada uno lleva al matrimonio”, esto es,
la individualización de los bienes de cada uno al momento de celebrar el matrimonio
con el fin de evitar que esos bienes se presuman gananciales ante una presunta
disolución del mismo.
b) “La enunciación de las deudas”, así, de igual manera que en el inciso “a” se
determinan aquí las deudas que cada uno posee al momento de la celebración del
matrimonio.
c) “Las donaciones que se hagan entre ellos”.
d) “La opción que hagan por alguno de los regímenes patrimoniales previstos en este
Código”, pudiendo optar así los futuros cónyuges entre el régimen de separación de
bienes y el régimen de comunidad.
4. Entre los regímenes patrimoniales que el código dispone como opción para la
celebración del matrimonio encontramos el régimen de comunidad y el régimen de
separación de bienes. Las principales características de los mismos son:
a) Régimen de separación de bienes: este régimen se caracteriza principalmente por el
hecho de que cada uno de los cónyuges mantiene la propiedad de sus bienes asi como la
administración de los mismos. Es por ello que cuando un matrimonio haya optado por
este régimen (que, vale aclarar hay que hacerlo de manera expresa ya que de no hacerlo
se aplicara supletoriamente el régimen de comunidad) no se generara una masa común
de bienes gananciales que deban ser divididos al momento de la disolución del
matrimonio.
Ahora bien, es preciso aclarar que, más allá del hecho de que cada cónyuge mantenga
la propiedad de sus bienes y la libre administración de los mismos, existe, como
excepción a esta regla, la protección de la vivienda familiar por medio de la cual la ley
exige la conformidad del otro cónyuge para disponer de la misma.
A su vez, otras de las limitaciones impuestas por el orden público a este régimen son el
deber de contribución (Art. 455) que establece la obligación de los cónyuges de
contribuir a su propio sustento, al del hogar y al de los hijos comunes de acuerdo con
sus recursos y la responsabilidad solidaria (Art. 461) según la cual “los cónyuges
responden solidariamente por las obligaciones contraídas por uno de ellos para
solventar las necesidades ordinarias del hogar o el sostenimiento y la educación de los
hijos”.
b) Régimen de comunidad: como ya se dijo, cuando lo contrario no se aclare, el
matrimonio celebrado deberá atenerse a las disposiciones relativas al régimen de
comunidad.
Este régimen se caracteriza principalmente por generar, una vez celebrado el
matrimonio, una masa común con los bienes de ambos cónyuges (bienes que se
denominaran gananciales) y, por lo tanto, tiene la característica distintiva de que, al
momento de la disolución del mismo, esa masa de bienes se dividirá por mitades
correspondientes una a cada (ex) cónyuge.
Además, entre sus principales ventajas se encuentra el hecho de que no crea, mientras el
matrimonio subsista, una diferencia entre ambos cónyuges por lo que ambos dos se
verán beneficiados enriqueciéndose de manera conjunta, comprendiendo así un sistema
equitativo que, en adición, vale destacar, posee diversos mecanismos de protección de
los bienes propios de los cónyuges.