Está en la página 1de 3

UNIVERSIDAD DE LA SALLE

FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS


FILOSOFÍA POLÍTICA
EDUAR REYES GARZÓN
30031007

ANTICIPACIÓN A LA MODERNIDAD
Santo Tomás, aunque nunca escribió un tratado específico sobre política, no deja de tratar el tema
en sus diferentes reflexiones. En el desarrollo de su pensamiento filosófico y teológico,
encontramos proposiciones y pensamientos del orden político, lo que nos lleva de entrada a
observar la complejidad de este campo en la edad media. En este momento histórico, la política
no funciona como una actividad independiente y autónoma, al contrario, ella está obligada a
relacionarse sin posibilidad de desvinculación con otras disciplinas, en este caso la filosofía y la
teología, lo que constituye el elemento principal de discriminación para no aceptarlo como
pensamiento moderno.

Empero a las múltiples reflexiones hechas por Tomás, quisiera detenerme en el fundamento
político que levanta a partir de la concepción del hombre como alguien que posee «razón».
Acompañado de la influencia de Aristóteles, Tomás afirma:

Corresponde a la naturaleza del hombre ser un animal sociable y político que vive en sociedad, más
aún que el resto de los animales, cosa que nos revela su misma necesidad natural. Pues la
naturaleza preparó a los animales la comida, su vestido, su defensa, por ejemplo, los dientes, garras
o, al menos, velocidad para la fuga. El hombre, por el contrario, fue creado sin ninguno de estos
recursos naturales, pero en su lugar se le dio la razón para que a través de ésta pudiera abastecerse
con el esfuerzo de sus manos de todas esas cosas, aunque un solo hombre no se baste para
conseguirlas todas. Porque un solo hombre por sí mismo no puede bastarse en su existencia. Luego
el hombre tiene como natural vivir en sociedad de muchos miembros (LM p. 6)

Quiere Tomás resaltar que la razón es lo que nos diferencia de otros animales, y es esto, sumado a
la creación del mundo por parte de Dios, lo que nos posibilita la administración y el uso de lo que
encontramos en él. Dicha administración, pensada a nivel político, debe procurarnos el bien
común y el alcance de la felicidad de los hombres. La «animalidad» se usa, por tanto, para
defender la «humanidad» del hombre occidental dotado de razón, al que todos los pueblos deben
prestar atención. La pregunta problema que quisiera plantear sería ¿qué sucede si eso de la razón
no es más sino una creencia? ¿Cómo afectaría esto a nuestro quehacer político?

Aunque el protagonismo de la razón se ubica en la edad moderna, desde Tomás encontramos


elementos que la anticipan. Sin embargo, esta discusión no se centra en una cuestión
epistemológica que piense la manera en que aprendemos y pensamos. Se trata más bien de una
cuestión pragmática que se pregunta por la utilidad y eficacia de la razón. Bien puede decirse que
el fundamento de Tomás está en la fe y en la razón, pero sabemos que más allá de los
fundamentos hay repercusiones en el orden práctico de la vida.
Los que hemos catalogado comúnmente como «grandes pensadores», entre ellos Santo Tomás,
reciben su fama en bondad de la construcción de discursos coherentes, pero ello no quiere decir
que deban levantarse como verdad universal. Precisamente, en Tomás encontramos una
pretensión de verdad, la de hacernos ver que el hombre posee razón. Es decir, que todos tenemos
algo en nuestro interior que nos permitirá comprender de la misma manera un pensamiento
expresado… pero, ¿resulta esto así en la realidad?

Según Tomás, la razón es una fuente de conocimiento que recibe sus contenidos a través de los
sentidos, y se diferencia de la fe que es una fuente de contenidos que provienen directamente de
Dios. Pero es a través de la razón que los hombres se organizan y actúan para procurarse la
satisfacción de sus necesidades. Es deducible entonces, que la razón sea primordial en el ejercicio
político.

Es como si se pensara: “no todo el mundo confiesa la misma fe; pero todos poseen razón; así, es
mejor fundamentar la organización humana sobre la razón, para garantizar que nadie quede por
fuera; sin embargo, privilegiemos al que usa la fe como fuente de conocimiento para demostrar
que es mejor que él tenga protagonismo porque conoce directamente de Dios; pero siempre
tendremos que lo común es la razón, ya que es una para todos”.

Si avanzamos un poco más en el tiempo, con los modernos se procederá a dejar en la autonomía
de los individuos el problema de la fe, y se le dará mayor protagonismo a la razón, lo cual lleva a
una reforma de la moral bastante radical, pues las maneras en que actuamos y las evaluaciones
que se hagan de nuestros actos son susceptibles a reflexiones racionales. La moral pertenecerá a
la razón y no tanto a la fe. Ya no habrá mandatos morales que nos determinen qué es buen o y
qué es malo.

¿Pero si todos poseemos razón, por qué nos cuesta sabernos humanos? ¿o hijos de Dios? ¿Es en
verdad la «humanidad» un grupo que nos abrigue a todos? Traigo a colación la categoría de
«humano», debido a la pretensión de Tomás de que existe un bien común que nos beneficia a
todos, y que por tanto eso es lo que debe procurar el Estado o lo gobernantes. La existencia de un
bien común se justifica entonces en términos «racionales», para que «todos entendamos». Así,
una vez que hemos hecho de la «razón» el fundamento de nuestra actuar político, por qué no nos
preguntamos por sus repercusiones en el mundo práctico de la vida: ¿Si todos poseíamos razón,
por qué no nos fue posible entendernos como un mismo grupo, y por el contrario, debimos vernos
diferentes los unos a los otros para justificar cruzadas e inquisición? ¿Qué sucedió con la
participación de la mujer en la edad media? ¿Pensó Tomás en la mujer como un animal dotado de
razón? ¿Si fue así, por qué la mujer no tuvo la misma participación que el hombre? 1 ¿A dónde nos
arrojó la política que buscaba fundamentos universales? Al expansionismo irracional.

1
Esta pregunta de corte feminista, tan sólo la uso para demostrar que existe una fuerte diferencia entre las
cuestiones epistémicas y las cuestiones prácticas de la vida. Y la diferencia me importa debido a que Tomás
propone fundamentar que existen elementos que nos son propios a todos, lo cual hoy en día conllevaría
serios problemas.
Por ejemplo, además de la razón, Tomás nos propone una concepción de justicia, que no
contempla la existencia de un mundo pluricultural sino la necesidad de una Europa mesiánica: “La
justicia pertenece directamente al derecho, por cuanto regula las relaciones entre los hombres […]
Consiste en dar a cada uno lo que le pertenece según el derecho” (69). Y las preguntas que
hacemos hoy ante semejante afirmación, por los menos desde América Latina, son: ¿Quién
determina qué le pertenece a cada uno? ¿Con qué lo determina, con la razón?

Bien nos ha demostrado la historia, que cada grupo social considera tener la herramienta para
medir a los demás. Por ejemplo, los alemanes nazis consideraron que lo que le pertenecía a los
judíos no era más que la muerte y la desaparición, por ser estos unos pseudohumanos. Ellos
consideraban que le hacían un favor a la humanidad desapareciendo a lo que nos fueran humanos,
y dicha actividad era justificada desde un discurso «racional». Y hoy en día, cuando evaluamos el
pasado, consideramos que los nazis fueron unos animales, ya no humanos, por el salvajismo con
que actuaron y que los judíos eran unos animales por su parecido con las ovejas que se dirigen a
su rebaño, debido a su pasividad. ¿Quién tiene entonces la verdad sobre lo humano? ¿Quién
decide y cómo decide qué le pertenece a cada cuál? ¿Quién determina qué es el bien común?

También podría gustarte