Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
A veces es tristeza del corazón sentir adentro algo como que amarga la
existencia, porque cargo con una responsabilidad, es un fracaso.
Uno lo pasa a la educación de los hijos esa culpa, falla, o circunstancias
ajenas me involucran mal. Sea el caso uno u otro me consumo en la tristeza.
Pierdo el rumbo. Para que me case para qué fui padre. Porque hice esto mal.
Ella es así porque yo soy así. O tantas otras que no hacen más que uno este
pendiente de cuando viene el miedo a volver a echarme culpas. Y es eso
miedo. Porque los pasos son con culpabilidad no son firmes entonces
crecemos solos o en relación con miedo. Me arrancaron verde. Mis bases no
son sólidas. Hecho culpas o agredo que es una manera de defenderme por las
dudas de cualquier error. No se rectifica el camino y todo lo que hice es
tiempo perdido.
La solución dicen que es nunca dejarse consumir por la tristeza, sino rectificar
en lo posible el rumbo. Aprender y mirar el futuro con esperanza. Pero cuando
uno está anclado en la culpa eso es imposible.
La falta de perdón para uno mismo suele generar tristeza, y una y otra tiene su
origen en el orgullo. Y así como el orgullo del que es simplemente vanidoso, es
el más corriente y menos peligroso; en cambio, pasarse la vida dando vueltas a
los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo.
Mira como me flagelo, no hace falta que vos me lo marques yo me doy cuenta
de mi error. Eso también es agredirse.
Tengo que aprender a aceptarse serenamente. Aceptar, que no tengo que
claudicar en la inevitable lucha que siempre acompaña a toda vida bien
plantada, debo encontrar un equilibrio sensato entre exigirme y
comprenderme.
Hacer frente a esos desánimos que acompañan los propios errores y fracasos
no es fácil, porque del otro lado estoy yo y yo me conozco, quien me va a
manipular si es mi mente contra mi mente. Son instantes de hundimiento y de
desazón, bajones de ánimo que pretenden ganarnos la vida.
Entonces me tengo que parar a ver las razones que lo producen. A veces da
vergüenza ver cómo nos desanimamos ante cosas tan tontas, cosas de tan
poca importancia pueden hacernos pasar de la euforia al abatimiento, o
viceversa, de forma tan rápida. Tengo que hacer un esfuerzo de reflexión, un
serio intento para ser objetivo, para ver cómo alejar esas sombras de
pesimismo que nos asaltan inadvertidamente a todos y que tantas veces no
dejan ver la cara linda de la vida.
Porque nací con tal enfermedad, porque me dejaban de lado porque yo
convulsionaba, porque mi mama murió un día antes que yo me enterara que
estaba tan enferma, porque me agredí, porque mi papa para que no sufra me
escondía cosas de la vida. Porque porque y porque. Hasta llegar al extremo de
no poder disfrutar, si hasta los logros y la alegrías no las vivía plenamente.
Todo tenía que tener un porque.