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El perdón y la culpa

Sé que perdonar es difícil, pero para algunos sea especialmente difícil


perdonarse a uno mismo. Y hay arranques de tristeza y de ira. Y estoy triste
porque no me perdono a mí mismo. Me podrán decir porque te echas culpa ya
está Dios te perdono. Y? Dios me perdono. Y?. Culpa de la familia que forme,
como si hubiera sido obra mía o me hubiese casado conmigo mismo. Culpa de
la enfermedad que pase como herencia, como si la enfermedad que contraje
fuera obra mía. Y estoy triste porque no se perdonan los fracasos, porque
alimento mis errores trayéndolos recurrentemente a mi memoria, porque la
memoria me hace vivir nuevamente mi herida y hace abrirla nuevamente. Como
me paro delante de eso? si encima para mi es verdad. Yo tengo culpa. Son
como cadenas que se unen y me van encerrando y atando eslabón por eslabón,
cárceles en las que me encierro voluntariamente.

A veces es tristeza del corazón sentir adentro algo como que amarga la
existencia, porque cargo con una responsabilidad, es un fracaso.
Uno lo pasa a la educación de los hijos esa culpa, falla, o circunstancias
ajenas me involucran mal. Sea el caso uno u otro me consumo en la tristeza.
Pierdo el rumbo. Para que me case para qué fui padre. Porque hice esto mal.
Ella es así porque yo soy así. O tantas otras que no hacen más que uno este
pendiente de cuando viene el miedo a volver a echarme culpas. Y es eso
miedo. Porque los pasos son con culpabilidad no son firmes entonces
crecemos solos o en relación con miedo. Me arrancaron verde. Mis bases no
son sólidas. Hecho culpas o agredo que es una manera de defenderme por las
dudas de cualquier error. No se rectifica el camino y todo lo que hice es
tiempo perdido.
La solución dicen que es nunca dejarse consumir por la tristeza, sino rectificar
en lo posible el rumbo. Aprender y mirar el futuro con esperanza. Pero cuando
uno está anclado en la culpa eso es imposible.

La falta de perdón para uno mismo suele generar tristeza, y una y otra tiene su
origen en el orgullo. Y así como el orgullo del que es simplemente vanidoso, es
el más corriente y menos peligroso; en cambio, pasarse la vida dando vueltas a
los propios errores suele ser señal de un orgullo más refinado y destructivo.
Mira como me flagelo, no hace falta que vos me lo marques yo me doy cuenta
de mi error. Eso también es agredirse.
Tengo que aprender a aceptarse serenamente. Aceptar, que no tengo que
claudicar en la inevitable lucha que siempre acompaña a toda vida bien
plantada, debo encontrar un equilibrio sensato entre exigirme y
comprenderme.

Hacer frente a esos desánimos que acompañan los propios errores y fracasos
no es fácil, porque del otro lado estoy yo y yo me conozco, quien me va a
manipular si es mi mente contra mi mente. Son instantes de hundimiento y de
desazón, bajones de ánimo que pretenden ganarnos la vida.

Entonces me tengo que parar a ver las razones que lo producen. A veces da
vergüenza ver cómo nos desanimamos ante cosas tan tontas, cosas de tan
poca importancia pueden hacernos pasar de la euforia al abatimiento, o
viceversa, de forma tan rápida. Tengo que hacer un esfuerzo de reflexión, un
serio intento para ser objetivo, para ver cómo alejar esas sombras de
pesimismo que nos asaltan inadvertidamente a todos y que tantas veces no
dejan ver la cara linda de la vida.
Porque nací con tal enfermedad, porque me dejaban de lado porque yo
convulsionaba, porque mi mama murió un día antes que yo me enterara que
estaba tan enferma, porque me agredí, porque mi papa para que no sufra me
escondía cosas de la vida. Porque porque y porque. Hasta llegar al extremo de
no poder disfrutar, si hasta los logros y la alegrías no las vivía plenamente.
Todo tenía que tener un porque.

Todos hemos pecado, y una de las consecuencias del pecado es la culpa.


Podemos estar agradecidos por los sentimientos de culpa, porque éstos nos
llevan a buscar el perdón. Al momento en que una persona se vuelve del
pecado para poner su fe en Jesucristo, su pecado le es perdonado. El
arrepentimiento es parte de la fe que conduce a la salvación (Mateo 3:2; 4:17;
Hechos 3:19).
Si aceptas perdonarte perdonares. A. grum. Resumen

Nuestra propia reconciliación.


Lo que es más difícil es reconciliarse con uno mismo. Existen dos bandos en
guerra en nuestro interior. No somos capaces de perdonarnos para que no se
note desde afuera. No aceptamos nuestro pasado. Me criaron mal. No me
dieron amor. No me trataron como al hijo de.
Hay quien pasa toda su vida en rebelión contra su destino. Le echan en cara a
sus padres y unos muertos a la esposa marido hijo o lo que tenga cerca. Para
eso estoy entrenado, muy bien entrenado. La sociedad no me dio la
oportunidad. Siempre la culpa la tiene el otro. Complejo de víctima, que
manipula. Falta de reconciliarse con el pasado no aceptando la propia
responsabilidad en su historia. Son acusadores, los otros son. Estas quejas
constantes hacen que renuncie a vivir. Cuantas veces pensé la muerte como
solución a todo lo que me hacen.
En vez de vivir juzgo, tengo derecho a juzgar a todos. Pascal Bruckner dice q
es un mal de la época, ser víctima permanente entonces no asumo
responsabilidades. Esto va a tener repercusiones y yo no quiero ninguna
repercusión. Así con mi culpa estoy bien.
Debo reconciliarme con mi pasado. Siempre hay situaciones por la que si podía
elegir no me hubiera gustado pasar.
Acusar a los otros. Y si los padres se desviven los hijos nunca están
satisfechos. No existen los padres ideales. Es verdad que a veces un padre o la
madre no ofrece confianza. Hipotecas muy difíciles de levantar. Heridas
abiertas. Pero toda herida es curable.
Todos tenemos que alguna vez reconciliarnos con nuestra historia, para eso
tenemos que reconciliarnos con nuestras vivencias y sufrimientos. Cuando
estamos dispuestos a aceptar nuestras heridas, podemos empezar a cicatrizar
y transformar.
Aceptar las heridas, dejar de cargar responsabilidad en los otros. Cicatrizar
supone tolerancia al dolor y la indignación con los que la han abierto.
Reconciliarme con mis heridas llevar también el perdón de los que la han
causado.
El perdón es proceso que lleva tiempo. No es un acto de la voluntad. Sin
perdón no hay reconciliación con el pasado.
Se hace responsable a Dios. Él es culpable, porque nací en ese momento en
esa casa con esa gente. Dios me dejo nacer y no se ocupó más de mí.
Irrenconciliado totalmente, roto por dentro, protestando todo contra Dios.
Hasta es difícil convencerme de que tengo que perdonar a Dios..
El sí dado a nosotros mismos.
Significa decir si a lo q soy ahora y aceptar como soy debilidades y virtudes.
Sensibilidad incapacidad y mediocridad. Reconocer con amor mis deficiencias.
Lo q contradice mi auto concepto. Mis impaciencias angustia y complejo de
inferioridad
Necesito un proceso a lo largo de la vida. Puedo creer q esto arreglado y luego
aparecen signos de debilidad q nos irritan y que nos gustaría negar. En este
momento es importan dar un sí y aceptar cuanto hay en nosotros. Un sí a lo q
descubro en mí. Con mis sombras. Sombra es lo q no he tolerado. Lo q excluí.
No es la imagen ideal q de mi forme. Nos movemos en dos polos razón y
sentimiento. Disciplina e improvisación. Amor y odio. Entra ánima y anime.
Espíritu e instinto.
Uno polo se desarrolla en la primer par te de la vida y el otro queda relegado.
El desatendido queda en las sombras pero no está inactivo. Desde ahí da
señales de que esta y bien vivo.
Sentimientos reprimidos se exterioriza en forma de sentimentalismo.
Agresividad reprimida para no deformar la imagen. Soy duro y frio. O soy
depresivo, que es dirigir la agresividad contra uno mismo. En la mitad de la
vida nos sentimos provocados a mirar a la sombra. Y reconciliarnos con ella.
Sino hago así o viene la enfermedad o se produce interiormente un desgarro
que no deja rotos. En mi existe amor y odio a pesar de todos los esfuerzos
religiosos y morales quedan en nosotros instintos criminales. Sentimientos
masoquistas. Agresividad, ira. Depresión angustia y timidez.
Hay en nosotros zonas ateas. Quien no enfrenta la sombra las proyecta sobre
el otro.
En los demás esta la indisiplina que no veo en mi . me enojo con el que quiero
hechando a todos en cara su incoherencia.
Aceptar no es regodearse, es admitir su existencia. Se necesita humildad para
ver mi realidad. Humilditas significa aceptar el humus y la reconciliación con
nuestra tierra. No es fácil. Nadie puede cambiar su cuerpo o sí. Muchos sufren
por sus imperfecciones. No responde su cuerpo al ideal de la moda. En el
espejo veo todo poco atractivo. Solo parecerá bello si puedo amarlo como es.
La belleza es la capacidad de hacer transparente la belleza de Dios.
Esto es posible si acepto mi cuerpo y lo presento a Dios. Solo así puedo ser
traspasado por su amor. Los que están atormentados por su pasado o algún
faltante aconsejo. Sentarse ante cristo fijar en el la mirada y decir todo está
bien así. Todo puede ser bueno sin dejar de ser como es. Todo tiene sentido
así. Le doy gracias por ser como soy. Doy gracias por mi historia por mi
alternativa de exaltar y deprimir. Por mis caminos falsos. Tú has sido mi guía.
Gracia por mi cuerpo que es único. En el estoy a gusto porque es templo del ES
y lugar de tu gloria.
Decir esto no es fácil. Cuando veo mi pobreza ella me amordaza de agradecer
y cuando me rebelo me resulta amarme. No depende de mí sino de mi punto de
vista. Si me veo sin prejuicios será bello y veré una obra de dios. Si veo mi
historia como don de dios y doy gracias por eso lograre la paz. Caeré en la
cuenta q todo es bueno y lo malo me ayuda a mantenerme. Y confío más en
dios y menos en mí. Cuando me reconcilio con mis faltas si de todo corazón
creemos q dios nos ha perdonado y nos aceptó como somos. No tomar en serio
el perdón de dios hace que digamos que creemos en su perdón nos
confesamos pero en el fondo no se han perdonado. Sigo culpando el fallo
pasado. Esto es un lastre. Muchos q hicieron crueldades se juzgan por eso.
Después de años aparece el recuero y no son capaces de perdonarse.
Tampoco creen q dios los haya perdonado. Y se atormentan con auto
condenas. Llevan dentro un juez duro y sin corazón. Pero dios es muchos más
misericordioso que nosotros q nosotros mismos. 1Jn 3,20
Creer en que dios perdona es poner a Dios en lugar de mi inmisericordia.

La certeza y la plenitud de nuestra persona no nacen de lo que hacemos, viene


de lo que nos ha sucedido y que nos lleva del dolor y la tristeza, al gozo y a la
alegría.
En la raíz del gozo y de la alegría está la palabra “TERNURA”. Nos invita a un
nuevo renacer, la Navidad es el misterio de la ternura, de la ternura de Dios
hacia mí. Ternura que no significa contentarse con el sentimiento de María o
de Cristo, porque contentarse con el sentimiento que experimento, es como
quedarse en lo que hacemos nosotros.
La Ternura de María no quiere quedarse en un sentimiento, sino abandonarse a
otro que ofrece la Navidad. Fijemos la atención en la palabra ternura. Esta
encarnación viene a mí, es Hombre como nosotros, es una ternura desmedida.
Más fuerte que el lazo que une al hombre con la mujer, con el hermano. Mil
veces más profunda y penetrante que el abrazo de un hombre a su mujer. Es
necesario en la palabra ternura tomar conciencia de la identidad que el niño ha
establecido conmigo, es a través de la ternura de su madre, esta madre de la
ternura nos da el fruto que vino a salvarnos de nuestras culpas.
Ternura por ser querido, por haber sido mirado y elegido, por escuchar a
alguien que me dice, como a Zaqueo: «Hoy voy a tu casa», como al buen
ladrón: «Estarás siempre conmigo».

Con el perdón de la acción ternura al pecado, nuestro pecado ya no es


determinante, ya no nos tiene esclavizados.
Este perdón es continuo, nos lleva a pedir con todo el corazón, a desear con
toda el alma la adoración que nos libre de la tentación. El mal seguirá siendo
mal, pero sólo en este contexto de perdón comprendemos que es lo que
hacemos mal. Nos abrirá sus brazos y nos pondremos de rodillas ante Él... y
lloraremos... y empezamos a entender todo». ¿Por qué llorar de esta forma?
Porque estoy comprendiendo qué es el mal y qué es el pecado.
El pecado es el error, lo que mina nuestra descendencia. Pero cuando pasa el
humo del estallido del pecado, esta ella allí, su ternura nos espera. Esto es lo
que nos libera en forma lenta, casi pasa desapercibida para mí. Pero para los
otros no, para los demás no, algo se transformó y no me di cuenta, cuando el
espíritu santo que trabaja en la cruz se apodera de mí, me invita y ahí esta ella
la madre con toda su ternura y el niño invitándome a esta navidad en el
espíritu. Esto es lo que nos libera, y comienzan a nacer y formarse en nosotros,
en nuestros pensamientos acciones que se asimilan a la Ternura.
Necesito la Ternura de María?

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