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Historia de Arica 1 

 
Período Arcaico 
Acha, Chinchorro, Camarones, Quiani 
Del Período Arcaico al Formativo 
Azapa, Faldas del Morro, Laucho 
Período Intermedio Temprano 
Alto Ramírez 
Período Intermedio Medio 
Cabuza, Tiwanaku y Las Maytas 
Período Intermedio Tardío 
Cultura Arica 
 
Arica y San Pedro de Atacama 
 
Historia de Arica (2ª parte) 
Economía colonial de Arica 
Arica en la Conquista de Chile 
Chilenización de Arica 
Agresiones planetarias 
Arica peruana y casi boliviana 
 
Desentrañando la Historia de Arica 
 
Nota. Varias de las “fotos” de nuestro pasado son sólo dibujos, para no “piratear”
fotografías que no estoy autorizado para reproducir. Tal vez algún día consiga el
privilegio de fotografiar las piezas originales del Museo Arqueológico local para
compartirlas con los lectores. 
 
 
El Complejo Chinchorro y sus momias 
 
Aunque no fueron los primeros habitantes de Arica, empezaremos dedicando una
sección especial al Complejo Cultural Chinchorro, por la trascendencia que ha tenido a
nivel local e internacional. En el libro “Culturas de Arica” publicado en 1985 por la
Universidad de Tarapacá, ciertamente la más importante fuente de información
arqueológica y etnológica que dispone la comunidad ariqueña, se afirma que la
momificación en el Complejo Chinchorro se inició hace 8.000 años. De ser así,
precederían en 2 a 3.000 años a las primeras momias egipcias. Este récord de
antigüedad tuvo un modesto efecto en el extranjero pero acaloró las mentes de algunos
conciudadanos de juicios ligeros: eso tendría que significar —argumentaban— que
Arica fue cuna de una avanzada "civilización" de asombrosa sabiduría. 
 
Lamento destruir esa ingenua extrapolación de los hechos. En primer lugar, esa
antigüedad está exagerada por posibles errores en la datación de los restos. Las primeras
momias aparecen en la desembocadura del valle Camarones hace unos 7.000 años, por
cierto aún antes que las egipcias. Los chinchorros siguen ostentando el récord en
materia de momificación, pero no eran más que unos salvajes ingeniosos, sin otra
organización social que la de grupúsculos (posiblemente hostiles) de pocas decenas de
personas semidesnudas (un taparrabos de totora y una cinta para el pelo; ojotas y
camisas aún desconocidas) (foto) que vivían dándose puñetazos, hábiles fabricantes de
utensilios de pesca, viviendo en agujeros en la arena rodeados de moscas, infestados por
parásitos propios de una higiene deplorable y con una inmensa mortalidad infantil
producto de la inmundicia de su entorno habitacional. Eso es precisamente lo que los
hace tan peculiares, pues las momias de Egipto provienen de una sociedad bien
estructurada y son siempre restos mortuorios de individuos de elite, mientras que las del
Chinchorro provienen de cazadores-recolectores primitivos sin una clara estratificación
social. 
 
¿Cómo entonces se explica su antigüedad?. Fácil: ellos tuvieron la suerte de llegar a
Arica, uno de los más favorables nichos planetarios para el asentamiento de humanos
primitivos. Cuando hace 7.000 años buena parte de la humanidad era nómade por
desconocimiento de la agricultura y debía cambiar continuamente de hábitat pues las
actividades cazadoras-recolectoras agotaban el recurso alimentario, los chinchorros se
instalaban en un lugar de clima excepcional, sin animales feroces, insectos venenosos y
etnias enemigas y acariciado por un mar con una biomasa muy superior a la del
promedio del planeta. No había que ser "civilizado" (dominar la agricultura) para
hacerse sedentario, pues el recurso marítimo era inagotable para una población que
crecía con lentitud por la elevada mortalidad producto de la ausencia de conceptos
básicos de higiene. 
 
Los chinchorros desarrollaron una ingeniosa tecnología de pesca (foto) y caza de
animales marinos (foto). Entre sus presas estaban los lenguados, jureles y similares, lisa,
caballa, corvinas, pejeperros, lobos de mar y delfines. Entre los moluscos, preferían a
los locos y choros (Choromytilus sp.) antes que a las lapas, machas y almejas. También
tuvieron el envidiable privilegio de disfrutar de los camarones de agua dulce de nuestros
valles (Cryphios caementarius), aparentemente uno de sus manjares favoritos (foto).
Además disponían de gran variedad de aves, algunas muy fáciles de cazar como los
pelícanos, y seguramente éste fue un recurso alimentario confiable e independiente del
estado del mar. Max Uhle informa el hallazgo de la momia de feto enterrada “a bordo”
de la réplica en miniatura de una embarcación de totora provista de ¿una vela? del
mismo material, aunque tal vez sea demasiado temprano para aceptar sin más
argumentos que esta forma de propulsión haya aparecido tan precozmente. 
 
Sedentariedad (nota) y recurso alimentario fácil de obtener significa tiempo libre.
Cuando hacía mucho que los chinos comenzaran su gestión agrícola y que en el Oriente
Próximo se hubiera domesticado a las ovejas y a las cabras, los chinchorros no hacían
más que pescar, mariscar y a veces tratar de cazar vizcachas (foto), algún auquénido o
un venado andino (taruka), para lo cual debían introducirse en los valles. Satisfecha el
hambre con relativa facilidad y sin la exigente demanda de tiempo que impone la
agricultura, tenían tiempo disponible para el complejo proceso de momificación que
parece haberse iniciado en la desembocadura del valle Camarones. 
 
La información arqueológica del Complejo Chinchorro parte con gente que utilizaba
un método primitivo para momificar lactantes y fetos, el que luego se hizo muy
complejo y aplicaron a mujeres adultas (con menos frecuencia a varones) en un proceso
que debió ocupar muchos días de trabajo. Tal vez la única evidencia arqueológica de
grupos que estuvieran "aprendiendo" a momificar sea la de Camarones (nota). 
 
¿Porqué tomarse tantas molestias con los cadáveres durante miles de años?. El
Hombre de Acha que antecedió a los chinchorros en unos 2.000 años no fue
momificado en forma artificial, aunque recibió un entierro formal y premeditado, lo cual
revela ya una preocupación por el destino de los muertos. Sin embargo, Colagero
Santoro y Vivien Standen hacen notar que hay antecedentes “precursores”. En el sitio
Acha-3 de Arica, anterior a los cementerios de Camarones, no encontraron momias
artificiales, pero sí prácticas funerarias que se parecen a las de Chinchorro: entierros
múltiples con cadáveres en posición extendida, uno al lado del otro y cubiertos por
cueros de animales y esteras de totora. De ello deducen que el proceso de momificación
artificial al que nos referimos es una invención local, no importada de otras latitudes. 
 
Pero parece que los chinchorros estaban a miles de años de inventar el concepto del
alma o el del más allá. En primer lugar, sus momias no pueden interpretarse como un
culto a sus antepasados, pues se aplicó con más frecuencia a niños y aún a fetos. Luego,
cuande eran finalmente enterradas, no se acompañaban de ofrendas de alimentos. Es
posible que para ellos las momias fueran algo así como agentes mágicos, especies de
muñecos para interactuar con lo desconocido, y las utilizaran por algún tiempo y
aprovecharan su entierro ulterior como una gestión política para esbozar un sentido de
territorialidad o unidad de la banda ("esta tierra es mía pues aquí yacen mis momias y
en consecuencia los recursos alimentarios y de agua de esta zona me pertenecen"). Debe
aclararse que no todos los cadáveres eran momificados: muchos eran simplemente
enterrados y de ellos sólo queda el esqueleto. 
 
Las momias han sido encontradas en fosas comunes (absolutamente excepcional en
el ámbito andino) junto a cadáveres no procesados, estiradas en decúbito dorsal
(también excepcional a partir de Faldas del Morro) y algunas con señales de haber sido
"retocadas" varias veces, lo que indica que se les usó de alguna manera, tal vez como
"muñecos mágicos", por años antes de concederles el reposo eterno (foto). Muy
recientemente se detectaron cortes óseos que sugieren que en algún momento y por lo
menos con algunas de las momias, se realizaron prácticas caníbales, posiblemente
ceremoniales. Como manifestación de la "insistencia" cultural por la cabeza que
persistirá por mucho tiempo en la zona, algunas de ellas no tienen cabeza o ésta no
corresponde al cuerpo. 
 
Pasada la “etapa de aprendizaje”, las primeras momias subsecuentes eran las que
más costaba hacer, las que los expertos de hoy denominan "momias de preparación
complicada", resultando algo así como un muñeco armado a partir de los huesos,
recubierto por piel y estabilizado por palos que reemplazaban o reforzaban a los huesos.
Las más antiguas eran negras, porque el cuerpo se cubría con manganeso y sobre la cara
se ponía una máscara de arcilla pintada con el mismo material (foto). Se faenaban los
cadáveres retirando y conservando la piel. Los músculos, vísceras y otras partes blandas
eran desechadas. Las piernas y los brazos eran separados del cuerpo y se abría el cráneo
para extraer el encéfalo. Las manos y los pies, demasiado complicados, se dejaban
desecar sin disección. Los huesos se pelaban completamente. Luego se ensamblaba el
esqueleto y se le estabilizaba con maderos y amarras y las cavidades se rellenaban con
arcilla, ceniza, arena, plumas, cuero de auquénido, vegetales, sangre de lobo de mar,
huevos de aves y otros materiales. En seguida se colocaba el cráneo y la mandíbula en
su lugar, bien amarrados al conjunto y se cubría todo con lo que hubiera quedado de piel
del cadáver o con cuero de lobo de mar, se le instalaba una peluca corta o se colocaba el
mismo pelo del muerto y se le hacía una máscara facial de arcilla de color negro. Sé de
por lo menos una momia de Camarones (caleta vecina, al sur de Arica), a la cual se le
elaboró algo más complicado que una simple peluca: un complicado peinado con pelos
afianzados bajo la membrana que cubre a los huesos del cráneo. 
 
Un tercer tipo de momias muy peculiares lo constituye las “estatuillas”, especies de
muñecos antropomorfos de menos de 30cm de largo y posiblemente contemporáneos
con las momias rojas, con una cabeza desproporcionada y habitualmente sin
extremidades. Las que son de arcilla pueden contener huesos de fetos humanos y de
otros animales. Pero también hay estatuillas de madera, lo que concuerda con la
impresión de que lo que se pretendía era elaborar un muñeco más que inmortalizar a un
individuo. 
 
Con el tiempo, hace unos 4.500 años, se refinó la técnica y aparecieron las momias
rojas (foto), llamadas así porque el cuerpo se pintaba con ocre rojo, aunque la mascarilla
facial seguía siendo negra. Ya no se desarticulaban las extremidades ni se descarnaban
los huesos sino que se vaciaban los órganos a través de una laparotomía y toracotomía
dignas de un cirujano, se cortaba la cabeza para retirar el encéfalo, los músculos se
extraían a través de incisiones en la región inguinal, rodillas y hombros y la carcasa que
quedaba se secaba con brasas y luego se rellenaba de vegetales, barro, lana y se armaba
todo con palos introducidos a través de las incisiones, para darle rigidez a la forma
humana. Entonces se suturaban las incisiones con cabellos, se le ponía una peluca larga
hecha del mismo pelo del muerto, se le hacía una máscara facial y se cubrían los
órganos sexuales con cobertores de cuero y/o minifalda de lana o fibra vegetal. Hay una
variedad en la cual la piel se retiraba completamente en tiras que al final se reponían
como quien venda un cuerpo entero. Hay diversas variaciones del proceso, pero en
general las momias de preparación complicada recibían un tratamiento interno
(evisceración, secado al fuego o brasas, relleno con material ajeno) y externo
(descuerado y reposición de la piel) y eran reforzadas con calor por adentro. 
 
Lo que debe resaltarse es que había una amplia variedad de detalles en el proceso de
momificación, lo que sugiere un alto grado de experimentación y/o estilos. Unas pocas
momias, por ejemplo, eran descarnadas a través de incisiones dorsales; en otras su
superficie era embarrilada con tallos de totora antes de la envoltura final y algunas de
Caleta Patillos, al sur de Iquique, portaban un turbante voluminoso entre cuyas capas se
encuentran herramientas de hueso y de conchas de moluscos. En Patillos se encontró un
complejo fardo momificado, con un aspecto exterior que sugiere un cuerpo entero, pero
cuya cabeza es de un adulto y en lo que sería el tórax hay dos cuerpos elaborados de
neonatos y el fardo contiene además un cuchillo de piedra, conchas marinas, elementos
de un collar y otras ofrendas. Este demuestra que, más que un intento de momificar a
una persona, el objetivo era crear una especie de maniquí. Un argumento más para
suponer que no había una clara preocupación por el más allá, sino un intento por
elaborar un objeto "mágico". 
 
El párrafo anterior contiene algunos de los argumentos que sustentan mi
escepticismo frente a la opinión de que las momias Chinchorro pueden describirse con
la ¿simpleza? de las publicaciones accesibles al público. Los investigadores de todas las
disciplinas y en todo el mundo tienden a definir patrones en base a la evidencia inicial, y
a tratar de acomodar la evidencia ulterior a sus ideas preconcebidas. No me excluyo de
este sesgo cuando reviso las conclusiones de algunas de mis primeras investigaciones en
el ámbito de la Medicina. En definitiva, creo que, pese a lo mucho que se ha escrito al
respecto, tarde o temprano se deberá redefinir nuestro conocimiento de estas momias.
Como en otros temas referentes a nuestro pasado, tengo la sospecha de que apenas
hemos rasguñado la superficie de la evidencia que podría aparecer su hubiera fondos,
tiempo y disposición para estudiar al universo de momias Chinchorro, ¿la mayor parte
de las cuales? están aún bajo tierra. Por ahora podemos suponer que la práctica de la
momificación se inició en Camarones y pronto se extendió a otras latitudes, en
particular a Arica, donde se le adoptó con entusiasmo. Pero, ¿no le parece raro que en
sus comienzos se priorizara a los individuos de “menor valor” para una sociedad
primitiva: fetos, lactantes y mujeres?. Hay en esto una conceptualización inesperada,
aparentemente ilógica, pero que debe haber tenido alguna motivación poderosa.
Mientras no la conozcamos estamos muy lejos de creer que comprendemos a los
Chinchorros... 
 
Pese a lo anterior, puede suponerse que para las momias Chinchorro conocidas era
más importante el proceso de momificación que el ulterior entierro. Por lo que fuera,
cuando ya no servía tenerlas a la vista, se les enterraba sin tanta dedicación cerca del
lugar de residencia del grupo, con cadáveres no procesados. 
 
Después de las momias rojas se abandonó el procesamiento del cadáver y su uso
como “muñeco”. Simplemente se dejaban desecar (con o sin evisceración), y tal vez ya
cuando yacía en su tumba lo cubrían con una capa de barro: ya no eran transportables.
Hace unos 3.500 años los muertos ya eran enterrados individualmente envueltos en una
capa de lana de auquénido, con un complicado turbante como adorno cefálico y
ofrendas de alimentos. Sin duda, ya la muerte había adquirido un significado diferente:
aparecía tal vez el concepto del "más allá". 
 
Los chinchorros eran excelentes pescadores, maestros en la fabricación de momias-
maniquíes y tal vez primitivos navegantes, pero afirmar que eran tan inteligentes y que
contaban con una organización social tan sofisticada y poderosa que pudieron construir
embarcaciones mayores de totora e irse de paseo al Japón, como hace años lo sugirió un
aventurero gestor de una poco convincente expedición que tuvo un fuerte apoyo oficial,
implica una urgente necesidad de proveerse de una brújula cultural (foto). 
 
El destino final de la gente del Chinchorro sólo puede suponerse. Max Uhle
proponía que los que continuaron el modo de vida del Arcaico pasaron a ser los
primitivos Changos que encontraron los españoles en las costas del norte de Chile y que
adquieren importancia durante el comienzo de la explotación del salitre en el siglo XIX,
pues en sus balsas de cuero de lobo infladas transportaban el cargamento a los barcos.
Pero no es descabellado suponer que algunos incorporaron la agricultura,
protagonizaron el profundo cambio social y cultural consecuente (Formativo) y tal vez,
en último término, originan la línea evolutiva de la Cultura Arica. Lo último es una
mera especulación. Parafraseando a Llagostera ("Patrones de Momificación Chinchorro
en las Colecciones Uhle y Nielsen", Revista Chungará,Nº1;2003), los complejos
turbantes de las momias de Patillos, ¿pudieron tal vez ser el antecedente de los de
Faldas del Morro del Formativo?. Vaya uno a saber... 
 
Arica, componente esencial del Mundo Andino 
 
Si nos olvidamos por ahora del norte del Perú con su "Ideal" andino Wari-Inca y nos
concentramos en la cuna de nuestra cultura, podríamos definir a un curioso "país" que
llamaremos circuntitikaka (foto). Su núcleo político y religioso estuvo inicialmente
formado por las diversas etnias que poblaban las riberas del lago Titikaka: Chiripa,
Wankarani, Pukara, culminando con el imperio Tiwanaku. La tardía gestión incaica
influyó con menos fuerza y sólo indirectamente en Arica y su sierra. 
 
Continuando la descripción de la evolución del Mundo Andino ya esbozada,
enfoquemos nuestra atención en lo que sucedió en Arica, particularmente en sus costas
y valles bajos. 
 
 
Período Arcaico 
 
Mucho antes de Chinchorro se empezaron a ocupar nuestros valles en la vecindad de
la costa, hace 9.700 años en Tiliviche y 9.000 años en Arica. El origen de las
poblaciones costeras arcaicas de Arica es poco claro. Posiblemente provenían del sur
del Perú, pero sus genes se relacionan con los de las etnias amazónicas. 
 
El Hombre de Acha-2 
La más temprana evidencia de ocupación humana de Arica, de hace unos 9.000
años, se encuentra en una terraza de origen fluvial ubicada en el límite meridional de la
ciudad actual, lo que hoy un basurero informal frente al aeródromo El Buitre, al otro
lado de la carretera (mapa). Si persistieran los cursos de agua, la terraza formaría una
especie de isla entre la Quebrada de Acha y el río San José. Muñoz y Chacama
describen a principios de la década de 1980 un asentamiento humano primitivo en el
sitio Acha-2 constituido por una decena de recintos habitacionales circulares con un
fogón central, delimitados por una doble hilera de piedras y trozos de formaciones
calcáreas de origen marino, las que pudieron servir para afirmar postes de madera que
sostenían paredes de material liviano, conformando tal vez una vivienda cónica. La
Universidad de Tarapacá publicó en 1993 un libro que describe con detalle el sitio
(”Acha-2 y los orígenes del poblamiento humano en Arica”, editado por Iván Muñoz,
Bernardo Arriaza y Arthur Aufderheide). 
 
Se encontró una tumba con el cadáver de un varón de 25 a 30 años que yacía en
decúbito lateral, con las piernas flectadas, envuelto por cuero de auquénido y estera
vegetal encima (foto), con ofrendas que contribuyen a suponer que había alguna
preocupación por el más allá, aunque éste parece ausente en el ulterior Complejo
Cultural Chinchorro. Algunas de estas características, así como la técnica empleada para
confeccionar la estera y detalles morfológicos del cadáver, son semejantes a las de los
primeros restos de los individuos de la Fase Cultural Chinchorro, Morro-1 (Allison) y
Camarones-14 (Schiappacasse y Niemayer). Estaríamos, entonces, en un ámbito
forjador de la peculiaridad Chinchorro que aparece 2.000 años después. Por añadidura,
cerca de allí (Acha-3), se encontraron entierros colectivos de 8.000 años de antigüedad
(Santoro) en decúbito dorsal con las piernas extendidas, como lo hicieran después los
chinchorros. Sin embargo, ninguno de estos cadáveres fue momificado en forma
artificial. 
 
Los instrumentos de piedra encontrados en el lugar son apropiados para la caza de
auquénidos y peces (foto), la mayor parte de calcedonia (depósito a decenas de
kilómetros de la costa) y algunos de obsidiana, un vidrio natural que se encuentra en la
cordillera (foto). La alimentación del Hombre de Acha-2 se basaba principalmente en
moluscos y peces en menor proporción, con un poco de carne de ¿auquénidos? y
alimentos vegetales. Siguiendo la argumentación de los autores del libro referido, esto
podría explicar porqué este campamento, seguramente transitorio, se instaló a varios
kilómetros del borde costero. Tal vez esta gente habitaba parte del año más cerca de la
costa, pero el campamento en referencia pudo servir para capturar uno que otro
auquénido que se aventuraba por esos lares y posiblemente para acercarse un poco a los
depósitos de calcedonia que necesitaban para sus herramientas. 
 
Sin embargo, aunque cazadores ocasionales, priorizaron los recursos marinos,
pescando con anzuelos de espina de cactus (foto) y arpones y buceando moluscos. De
hecho, la primera víctima de las enfermedades laborales de Chile pudo haber sido el
individuo en referencia, pues muestra osteomas (protuberancias óseas) del conducto
auditivo, los que se producen por el buceo frecuente en aguas frías (foto). Era pues,
bastante sordo pese a su corta edad. Al respecto, un dato curioso: por los restos de
conchas encontrados, parece que buceaba en las costas rocosas que están al sur del
Morro y por alguna desconocida razón no explotó las machas que posiblemente eran
recolectables con facilidad en la playa Chinchorro o algo parecido. 
 
El Hombre de Acha revela, de acuerdo a Muñoz y Chacama, un “patrón de
movilidad de subsistencia”: había que aprovechar todos los recursos que nuestra
generosa tierra podía ofrecer, miles de años antes de que la agricultura esclavizara a la
población ariqueña que, por su crecimiento demográfico, ya no pudo seguir
dependiendo de la mera caza, pesca y recolección. 
 
Aunque parecería lógico presumir que el Hombre de Acha fue el precursor de los
Chinchorros en base a la cronología, la posición del cuerpo en las tumbas y algunas
similitudes morfológicas, hay evidencias que no me cuadran. Una de ellas es que el
primero parece tener una concepción del más allá más parecida a la nuestra que a lo que
sugieren los ¿muñecos mágicos? (momias) del Complejo Chinchorro. Otra es la
atención brindada al cadáver de un adulto varón (Acha), mientras que los Chinchorros
empezaron a preocuparse de los muertos con cadáveres de menores y de mujeres.
Finalmente, el Hombre de Acha era tan alto como un individuo actual del promedio
(1,68m), mientras que los Chinchorros eran bastante bajos: hasta 1,5m para las mujeres
y entre 1,55 y 1,65m para los varones. Por cierto, transcurrieron unos 2.000 años entre
el asentamiento de Acha y los primeros exponentes del Complejo Chinchorro, tiempo
suficiente para que se modificaran creencias y fenotipos. Pero la lógica me sugiere que
los Chinchorros disponían de más abundantes y fáciles recursos alimentarios y está
claro que una mejor alimentación durante la niñez ha ido incrementando la estatura del
hombre moderno (los asiáticos nacidos en los EEUU son más altos que sus
contemporáneos criados en Asia). Entonces, si los Chinchorros descienden del Hombre
de Acha, ¿porqué se achicaron?. ¿No será otro grupo humano que llegó desde otros
lugares lejanos?. Ya lo dije: hay mucho, mucho que desconocemos y cualquier intento
de ofrecer una continuidad étnica y/o cultural no tiene mucho más valor que un ejercicio
mental. A la vez, no habiendo más, corresponde suponer lo lógico pero guardar
prudentes reservas. En mi opinión, esto no sólo es válido para el Período Arcaico, sino
para mucho que lo que creemos que ocurrió miles de años después. 
 
Otros grupos arcaicos de las tierras bajas 
El patrón de movilidad de subsistencia mencionado se aplica a otros grupos
humanos vecinos a Arica. Hubo poblaciones de pescadores que habitaron la costa del
valle Camarones hace unos 4.000 años y que ocupaban ocasionalmente un lugar a 40km
tierra adentro, Conanoxa, seguramente para proveerse de la calcedonia que necesitaban
para sus instrumentos líticos (Schiappacasse). 
 
Pero no debe pensarse en un estilo de vida homogéneo para nuestros antecesores
arcaicos, como claramente lo demuestra la singularidad Chinchorro. Mucho antes de los
usuarios del Conanoxa arcaico, hace más de 6.000 años según Lautaro Núñez, en
Tiliviche (un estrecho valle entre Arica e Iquique), cazadores arcaicos habrían
empezado a criar cuyes para su alimentación, en un asentamiento no permanente. 
 
Lo descrito configura un esquema de utilización de nuestras tierras bajas por grupos
no homogéneos de cazadores de los valles y pescadores del litoral, que utilizaban como
podían nuestros recursos alimentarios y la materia prima para su industria lítica,
estableciendo asentamientos ocasionales ocupados con mayor o menor intensidad según
sus necesidades. La densidad poblacional debió ser reducida, pues los recursos se
agotan. Entonces, aparece la especialización y el perfeccionamiento técnico en el
ámbito arcaico: se gesta el Complejo Cultural Chinchorro. Los osteomas acústicos
seguirían afectando a un significativo porcentaje de varones adultos del Arcaico. 
 
Del Período Arcaico al Formativo 
 
Hace miles de años, los altiplánicos, ya con una larga tradición trashumante y
presionados por factores climáticos, el crecimiento demográfico que trajo la
domesticación de los auquénidos (fotos) y la introducción de la agricultura, se vieron
obligados a expandirse y a ocupar espacios de la puna aún más inhóspitos que el
Titikaka. 
 
Hace tal vez unos 3.500 años, ciudadanos de las estructuras sociales que
antecedieron a la cultura Pukara del norte del Titikaka, ya habían establecido con
nuestras costas un estilo de comercio mediado por caravanas de llamas y de esta forma
tuvieron acceso a nuestros productos y de paso interactuaron con ariqueños costeros,
influyendo fuertemente en su desarrollo. 
 
Caleta Quiani 
Hacia finales del Arcaico la gente empieza a abandonar sus viviendas precarias y a
agruparse en comunidades más estables, pero siguen siendo “arcaicos” por la carencia
de cerámica. Tal vez un esbozo de esa tendencia en Arica pueda encontrarse en Caleta
Quiani (foto). 
 
Uno de los cementerios del lugar, cerca de donde hoy están las industrias pesqueras,
tendría casi 4.500 años de antigüedad y debe interpretarse como el de una población
Chinchorro que con el tiempo, hace unos 3.500 años, abandona la momificación
artificial. Siguen siendo pescadores-recolectores viviendo en habitaciones muy
primitivas: una excavación superficial que contiene un fogón, con un parapeto
semicircular de pieles para protegerlo del viento (foto). Utilizaban anzuelos de concha
de bivalvos y de espinas de cactus (parece que por entonces existía una especie de
cactus con espinas curvas, hoy extinguida). Aunque el sitio muestra muy unas pocas
tumbas, le damos un espacio porque muestra una instancia en la cual aparecen cestos
decorados, se empieza a utilizar la lana (vaya cambio, antes “las frazadas” eran de pieles
o esteras vegetales), se abandonan las sepulturas colectivas para reemplazarlas por
tumbas individuales con el cuerpo recostado y las piernas flectadas y se supone que se
empiezan a utilizar algunos cultivos en  forma rudimentaria (calabazas). 
 
El abandono de la momificación artificial y las tumbas individuales debe haber
implicado un cambio de trascendencia en las creencias religiosas y el concepto del más
allá. Sin duda, esta población está ad portas de una novedosa versión del ethos
ariqueño. La especial atención que recibía la cabeza, un fenómeno que se haría más
evidente con posterioridad, se manifiesta en el complejo adorno cefálico que resultaba
en un moño corto de ubicación alta y lateral (foto). 
 
La etapa de transición entre el Período Arcaico y el Intermedio Temprano plantea
una interrogante de importancia: ¿fueron nuestros habitantes costeros (como los
contemporáneos de Caleta Quiani, por ejemplo) o fueron inmigrantes altiplánicos los
que introducen la agricultura?. Supondremos que la primera posibilidad es la correcta,
aunque no sea más que para enfatizar el concepto de que tal vez no se ha dimensionado
debidamente la influencia de culturas costeras nortinas en el desarrollo de las de Arica y
se ha centrado casi toda la atención en la indiscutible influencia altiplánica. 
 
 
Poblaciones ariqueñas de Desarrollo Formativo 
 
Esta etapa de la evolución cultural se caracteriza por el inicio de la agricultura y la
cerámica, el establecimiento de aldeas más que campamentos transitorios y una muy
primitiva metalurgia. Se ha comparado a este período con el Neolítico Temprano de
Europa. Se empleaban anzuelos de material óseo y/o vegetal y hasta de cobre, arpones y
arcos y flechas y aparecen los implementos para inhalar alucinógenos por la nariz
(Faldas del Morro) (fotos). Entre los primeros cultivos se cuenta el algodón (foto), las
calabazas (Cucurbita maxima), ají (Capsicum sp.), achira (Canna edulis) y pallares
(Phaoelus lunatus, unos porotos grandes). También se disponía de camotes (batatas,
Hipomea batata) de los valles de la precordillera, algo de maíz del nivel medio de los
valles y yuca (mandioca, Manihot sp.) “importada” desde hace unos 3.000 años desde el
territorio amazónico al este del altiplano (foto). Con la agricultura, desaparece la
práctica de la momificación artificial. El Desarrollo Formativo nos lleva al Período
Intermedio Temprano. 
 
En 1981 Santoro define la Fase Azapa como una etapa experimental de explotación
agro-alfarera en los pantanos del valle homónimo no lejos de la costa, que se inicia hace
unos 3.300 años y perdura hasta el 500-600 a.C. Hay en esta fase elementos culturales
como el grabado de calabazas, la técnica de tejido y serpientes en cobre fundido, que
sugieren la influencia de poblaciones costeras del sur del Perú (Paracas). En ese
momento se inicia una profunda transformación del estilo de vida de los ariqueños.
Supongo que el crecimiento demográfico obliga a buscar recursos de mayor
rendimiento (agricultura) quién sabe si con la ayuda de la influencia altiplánica, la que
empieza a hacerse sentir en nuestras tierras bajas. Por cierto, eso implica una mayor
servidumbre humana al proceso de procuración de alimentos y ya no hay tiempo para
preparar momias. 
 
Una población contemporánea en etapa formativa es la de Faldas del Morro,
conformada por pescadores-recolectores con una agricultura incipiente, cuya
peculiaridad reside en la introducción de la cerámica (implementos primitivos con
forma de calabaza), de la textilería a telar y de la metalurgia (cuchara y anzuelos de
cobre, alfileres para sujetar el turbante). Estamos ya en un período de incipiente
sedentariedad (800 a.C.), la que en todo el mundo coincide con la aparición de la
cerámica, pues los nómades no pueden tener muchos artículos personales que cuesta
acarrear o que se rompen con facilidad. En esta etapa aparecen los alucinógenos (fotos).
Los entierros mostraban la influencia del sur peruano: se abandonan las fosas comunes
con cuerpos en decúbito dorsal y aparecen tumbas individuales con el cuerpo recostado
de lado, las piernas flectadas y envuelto por tejido de lana. El primitivo taparrabos de
fibra vegetal de Chinchorro y Caleta Quiani se enriquece: faldellines de cordones de
lana o cuero, camisas y chalas. Se empieza a hacer más evidente una especial reverencia
por la cabeza humana, perfeccionándose los turbantes que ya se usaban en el Complejo
Chinchorro y en Caleta Quiani, llegando ahora a constituir complicadas elaboraciones
de madejones de lana multicolor enrollados sobre la cabeza (foto), además de que
algunos cuerpos fueron descabezados tiempo después del entierro. La deformación
artificial del cráneo, ya presente en Chinchorro, se populariza y se hace más radical. 
 
Poco después (530 a.C. hasta 700 d.C.), los pobladores de la Playa El Laucho,
aunque siguen siendo pescadores-recolectores pero con una agricultura experimental,
impulsan nuestro desarrollo “importando” del altiplano la tecnología del arco y flecha.
Los fardos funerarios son similares a los de Faldas del Morro, pero generalmente dan la
espalda al mar, aunque algunos cuerpos están sentados mirando el mar. En general, hay
un ligero avance tecnológico en relación a Faldas del Morro, aparente en la textilería
por poner un ejemplo. No es descabellado pensar que ya iniciaran prudentes
navegaciones montados sobre una madera. 
 
Según me explicó Espoueys, lo que debe recalcarse de las fases Faldas del Morro y
El Laucho es el inicio de una sociedad con esbozos de organización comunitaria, es
decir, la banda desaparece para dar paso a la comunidad. La aparición de caravaneros
altiplánicos introduce y estimula el uso de artículos suntuarios (adornos, por ejemplo) y,
como ellos venían “a comprar”, había que producir. 
Fase Cultural Alto Ramírez  (500 a.C a 600 d.C.) 
 
El intercambio cultural y comercial con el altiplano —mediado por caravanas de
llamas— se intensifica progresivamente, generando la primera instancia de
establecimiento de un enclave cultural en nuestros valles. 
 
La cultura Alto Ramírez, la primera en establecer una economía agropecuaria en
Arica, tiene sus orígenes en asentamientos de Azapa a unos 10km de la playa, de los que
se tienen datos desde hace más de 3.000 años. En su primera etapa coexiste con los
últimos Chinchorros, con un nivel cultural y estilo de vida similar a los de Faldas del
Morro y otros grupos definidos para la Fase de Transición (Formativo). Como su
agricultura estaba casi en etapa experimental, parte de su alimentación dependía de la
recolección de bulbos de totora, cebollines silvestres y productos del mar y de la caza y
pesca, para lo cual utilizaban las estólicas (ya empleadas por los europeos del
paleolítico) (fotos) y anzuelos de cobre. 
 
Posteriormente, hace 2.500 años, cuando la unidad socio-política Pukara estaba
estableciéndose en el norte de la cuenca del Titikaka, Alto Ramírez ha madurado hacia
una cultura peculiar con un estrato de elite gobernante, diferente del resto de Arica, de
fuerte influencia altiplánica (Pukara y luego Tiwanaku Temprano) y tan exitosa que
domina al valle de Azapa y se extiende al sur del Perú y hasta el río Loa, incluyendo el
valle Camarones (Conanoxa), Pica, Huatacondo y San Pedro de Atacama. Entre tanto,
en la costa estaban los asentamientos de El Laucho ya descritos. 
 
En este período se consolida la agricultura (ají, quinua (foto), algodón, porotos, yuca
o mandioca (foto), camote o batata, pallar y aparecen los cultivos intensivos de maíz), la
metalurgia a escala reducida (cobre, oro, plata), la cestería y textilería especializadas y
se introducen conceptos e imágenes altiplánicas (foto) como los diseños geométricos
(foto), figuras de rostros con apéndices faciales que tal vez representen al dios Tunupa,
el decapitador, los sacrificios humanos y se intensifica el culto a la cabeza humana que
se inicia en las postrimerías del Período Arcaico (Chinchorro) y se hace tan evidente en
Faldas del Morro. Ahora el cráneo aparece como un objeto ritual, a veces provisto de
una envoltura con un asa para transportarla en ceremonias rituales. Nótese que en el
actual Perú, los paracas de la época también manifestaban un enfático culto a la cabeza
humana (foto) y su cerámica tiene representaciones de cabezas-trofeo. 
 
La gente de Alto Ramírez vivía en recintos circulares o rectangulares en el sector
que hoy lleva el mismo nombre, un terreno plano al sur del río San José, limitado por
cerros al oriente y al poniente, con un curso de agua serpenteante que provenía del sur
(quebrada de Llosyas) (mapa). 
 
Como en algunos lugares del altiplano, la práctica funeraria consistía en depositar a
los cadáveres de costado, con las piernas dobladas, a menudo decapitados,
desmembrados, o con la columna violentada al ser doblada hacia atrás, cubriéndolos con
esteras y tierra, formando así pequeños cerros o túmulos, algunos de los cuales persisten
en las tierras colindantes al Club de Golf (hacia el oriente) y en el cementerio de San
Miguel de Azapa, sobre los cuales se han agregado tumbas modernas, haciendo de éste
uno de los cementerios en uso más antiguos del mundo. Se ha postulado que estos
túmulos funerarios se inspiran en las peculiares pirámides desprovistas de puntas que
edificaban en la vecindad del Titikaka las etnias Chiripa y Pukara. El túmulo más
antiguo de Azapa data de 490 a.C. y el más conspicuo, en el extremo noroeste del sitio
AZ-14, lo llaman “el abuelo” y en su cumbre hay un letrero advirtiendo que es un
patrimonio cultural que no puede ser destruido (foto), un loable esfuerzo de don Luis
Briones que sólo ha tenido un éxito parcial, pues muchos túmulos han sido arrasados
por los agricultores contemporáneos para utilizar el terreno (foto) y hasta por
maquinaria pesada durante el gobierno militar, justamente cuando se habían iniciado
gestiones para que el lugar fuera declarado patrimonio cultural. 
 
Las perturbaciones del cadáver se deben a que no siempre se enterraban a tiempo
(entierros “secundarios”, posteriores a la descomposición del cadáver) y algunas veces
habrían sido sacrificados en un rito destinado a satisfacer a un tétrico personaje
altiplánico que tuvo amplia difusión en el Mundo Andino: el Decapitador. 
 
En contraste con las manifestaciones funerarias, las habitaciones eran muy
primitivas, probablemente de paredes de caña y techo de totora o similar. Para sus
labores de pastoreo disponían de perros y hondas. Calzaban zandalias más elaboradas
que las chalas de las poblaciones de la Fase de Transición y usaban las típicas camisas
andinas sin mangas (unku), fajas y gorros multicolores en forma de hongo, tejidos con
lana (foto). La cerámica era casi tan primitiva en su diseño como la de Faldas del
Morro, pero su técnica de elaboración era superior (foto). 
 
Hay algo que merece destacarse de la Fase Alto Ramírez. Por alguna razón,
probablemente vinculada a la necesidad de establecer claramente su identidad ante la
creciente influencia foránea, prácticamente todos sus habitantes tenían el cráneo
deformado artificialmente. Aunque los contactos con los altiplánicos pueden trazarse
hasta el Complejo Cultural Chinchorro, es en esta etapa cuando aquellos parecen
adquirir un especial interés por nuestras tierras. Interpretando con algo de fantasía la
evidencia arqueológica, podría suponerse que los altiplánicos comenzaron a enviar a
“agentes” para “convertir” a nuestros autóctonos, con su tecnología agrícola como
sólido argumento. De hecho, Horta, con la evidencia de la Colección Blanco Encalada
que Espoueys donó al Museo de Historia Nacional de Santiago y al Museo Chileno de
Arte Precolombino, supone que la tapicería inusitadamente sofisticada que Muñoz
describió en 1989 para Alto Ramírez pudo haber provenido del Altiplano, como ya lo
había propuesto Focacci. Ofrezco otro argumento, de lo que me relató Espoueys como
novedosa una hipótesis de trabajo no publicada. Actualmente involucrado en el estudio
de las deformaciones craneales, le llamó la atención la inesperada cantidad de
individuos braquicefálicos en el sitio AZ-115, al lado del actual Museo Arqueológico de
Azapa, antes territorio de la Fase Alto Ramírez. Estos “cabezones”, diferentes a los
cráneos autóctonos y concentrados en un lugar tan específico, permiten suponer que
podrían ser la evidencia física de esta misión de proselitismo altiplánico. Por otra parte,
no sería descabellado suponer que parte de la identidad de esta fase cultural pudo
depender del arraigo de caravaneros altiplánicos que formaron familias con mujeres
locales; una mera suposición, pertinente para recordar que los protagonistas de la
historia son seres humanos y no entes pasivos que se amoldan a las fases culturales, sino
que las definen día a día tratando de hacer su vida como mejor pueden. 
 
Fase Cultural Cabuza, Tiwanaku y Las Maytas 
 
La fuerte influencia altiplánica que caracteriza al Período Intermedio Medio en
Arica representa la segunda instancia de cambio cultural trascendente inducido por las
etnias foráneas. Los cabuzas aparecen en nuestros valles altos y medios cerca del año
500, con sus peculiares gorros de cuatro puntas (fotos), sus “keros” (qiru, vasos
ceremoniales para la chicha) (foto), camisas de mejor factura (foto), fajas-bolsa, arcos y
flechas e incorporando instrumentos de madera como azadones, armas como la macana
(una piedra hecha firme en el extremo de un palo, al estilo de una maza o garrote) (foto)
y la coca y que vivían de las llamas y alpacas y del cultivo del maíz, calabazas, porotos,
quinua, camote y otros productos agrícolas que se comercializaban en las vecindades
del Titikaka, transportados mediante caravanas de llamas, posiblemente protegida por
“militares” (foto). Sus muertos eran enterrados en posición fetal, envueltos en camisas
de lana, en fosas cilíndricas cavadas bajo la superficie del terreno, con un piso de tejido
vegetal. 
 
Parecen haber manifestado cierta nostalgia biológica a su hábitat natural altiplánico,
manifestada a través de una elevada mortalidad infantil y perinatal. Entre sus creencias
se destaca la idolatría al cóndor, los felinos, los camélidos y el falo. La utilización de
alucinógenos es poco frecuente y parece reservarse a las prácticas shamánicas (foto).
Con ellos se inician los enterramientos en cuclillas, costumbre que perduraría hasta la
llegada de los españoles,  la cerámica decorada como ofrenda funeraria y aparecen los
“orejones” en Arica, individuos de clase de elite que perforaban los lóbulos de sus
orejas, práctica que sería muy común en el incanato, casi 1.000 años después (nota). 
 
No cabe duda que los cabuzas no formaron asentamientos marginados de la
población ariqueña, sino que de muchas maneras se integraron con ellos. Su relación
con los habitantes de Alto Ramírez debió haber sido estrecha, pues a menudo utilizaron
los mismos espacios que éstos para sus cementerios y depositaron ofrendas sobre los
túmulos funerarios. Es posible suponer que la población cabuza de bajo estrato social
estuvo conformada por ariqueños que de una u otra manera fueron adoctrinados por los
altiplánicos. Posteriormente, cuando unos dos siglos después aparece el estilo cultural
Las Maytas, los cementerios cabuza, típicamente instalados a los pies de las laderas del
valle, tienen las tumbas propias de la etnia en la parte alta y se continúan hacia abajo por
las Maytas. Con esto quiero enfatizar lo que repito con insistencia en el texto: en Arica
se vivió, ya desde el Arcaico y hasta el Intermedio Tardío, una intensa interacción
complementaria de diversas etnias, aunque a veces con algunos ribetes de
enfrentamiento (nota). 
 
Poco antes de la aparición de los cabuzas, se consolida en la región circunlacustre un
fenómeno sociopolítico trascendental: el reino Tiwanaku, al sur del Titikaka, se
sobrepone al reino Pukara del norte y adquiere la hegemonía de todo ese territorio y
consolida en Arica la trascendente influencia cultural tiwanakota a través de una blanda
dominación controlada desde Moquegua, cuya expresión local son los cabuzas y que
sólo declinaría hace unos 1.000 años, evento que marcará el origen el Período
Intermedio Tardío. 
 
Una de las características interesantes del "Ideal" andino circuntitikaka es su
ancestral concepto de territorialidad. Para satisfacer sus afanes de autosuficiencia los
altoandinos llegaron a ocupar distintos pisos ecológicos estableciendo un dominio
territorial discontinuo, como un país formado por distintas islas pero que aquí no
estaban separadas por un océano sino por territorios desocupados o pertenecientes a
otras jerarquías. Es lo que Murra describe en 1972 como “control vertical de múltiples
pisos ecológicos”. La única frontera claramente demarcada del vasto y benévolo
Imperio Tiwanaku fue la que establecieron sus contemporáneos Wari —de conceptos
sociales diametralmente opuestos— cuando los últimos se apoderaron de parte de
Moquegua hace unos 1.500 años y fortalecieron su posición con la magna ciudad
construida en la meseta del Cerro Baúl (foto). En el resto del territorio, el núcleo socio
político religioso, necesitando los productos de los valles bajos y del mar, estableció en
la parte media de los valles asentamientos controlados por su propia gente, quienes
“convencieron” en vez de subyugar a los locales como lo habrían hecho los waris o la
"civilización" occidental. 
 
De esta manera, lo clásico es pensar que la territorialidad altiplánica, aún después de
que el Imperio colapsara en una miríada de Reinos Lacustres independientes, implicaba
un núcleo central puneño tremendamente dependiente de enclaves territoriales (tal vez
salpicados) en los valles bajos, sin conexión territorial con el núcleo, a la manera de un
archipiélago, estando el todo conectado por las caravanas de llamas. La costa seguiría
controlada por los “ariqueños”, pero con fuertes lazos comerciales con los colonos
altiplánicos. Todo esto suena bien, pero es discutible  (nota). 
 
Durante el Período Medio aparece lo que sería el inicio de una identidad ariqueña
bien constituida ya en el siguiente período. El germen de nuestra identidad, opacada por
los aymaras durante la dominación incaica del Período Tardío, es la Fase Cultural Las
Maytas, la cual, aunque tal vez sometida y ciertamente muy influenciada por los
altiplánicos, inicia una evolución cultural que posiblemente revitaliza la influencia
costera del sur del Perú, tratando de alejarse de lo altiplánico de manera evidente a
juzgar por lo que nos han legado, su cerámica y textilería. 
 
La cerámica Maytas, aunque inicialmente conserva elementos propios de Cabuza,
agrega el blanco a la decoración negra sobre fondo rojo, haciendo interactuar a los
colores en una continua complementación que con fuerza y por primera vez en Arica
evoca la filosofía andina de los opuestos complementarios (foto). Aparece así de pronto
en Arica un estilo autóctono (Uribe), seguramente consecuencia de un ideal regional (a
falta de material escrito sólo podemos juzgar a través de restos materiales menos
explícitos), que es el origen de la Fase San Miguel de la Cultura Arica. 
 
En cuanto a la textilería, se conserva la técnica de elaboración Cabuza y otros
parámetros, pero éstos nunca muestran elementos decorativos complejos (Horta),
mientras que en la tradición Maytas la decoración de ch’uspas (bolsas que se cuelgan
como una cartera), inkuñas (paños cuadrangulares de uso ceremonial y para el
transporte de objetos livianos) y otras piezas, empieza a tener complejas figuras
decorativas, entre las cuales resalta la serpiente bicéfala (foto), supuestamente
importada de la costa peruana pues ya estaba presente en Paracas, la que persiste en la
decoración San Miguel del período ulterior (Cultura Arica), demostrando la ya referida
influencia de la costa del sur del Perú, evidente a partir de Faldas del Morro. Insisto,
entonces, que no todo nuestro progreso proviene del altiplano. Una excelente revisión
de la textilería de Azapa es el artículo de Helena Horta en la Revista Chungará
(29;1997). 
Desarrollos Regionales del Intermedio Tardío 
 
El fin del Tiwanaku (de lengua pukina) marca en el altiplano el inicio de la
expansión del idioma aymara y de una economía basada principalmente en el pastoreo
—extendiendo las posibilidades de asentamiento en lugares poco apropiados para la
agricultura—  y de la necesidad de proteger a la comunidad de los afanes hegemónicos
de los vecinos viviendo en poblados estratégicamente ubicados y con estructuras
defensivas (pukaras). De esta época provienen las chullpas, casas-tumbas reservadas
para personajes de alcurnia, manifestación cultural que llega a involucrar la cabecera de
los valles ariqueños. 
 
El lapso de tiempo que se extiende desde el colapso del Tiwanaku, hace unos 1.000
años, hasta que fuimos afectados por la dominación incaica,  se denomina Período
Intermedio Tardío. En forma similar a lo que ocurrió en la zona circunlacustre, una
extensa área que incluye el sur del Perú, el norte de Chile y hasta el noroeste argentino
fue afectada por un estilo de organización social atomizada en forma de señoríos locales
(Desarrollos Regionales) que en lo comercial interactuaban eficientemente con los
grupos de otros niveles ecológicos. El Intermedio Tardío presenció el apogeo de nuestra
propia organización social, económica y militar (Cultura Arica), cuya influencia se
extiende desde Mollendo hasta Taltal. 
 
Cultura Arica 
 
Arica y San Pedro de Atacama. ¿Cómo y porqué difieren? 
 
En páginas anteriores describimos brevemente las relaciones de Arica con las etnias
altiplánicas. Es probable que casi simultáneamente con el establecimiento de los
primeros andinos en el altiplano se iniciara la ocupación de Arica, cuando el territorio
de San Pedro ya estaba poblado. Cien siglos después, la riqueza arqueológica de Arica
es apenas conocida por unos pocos iniciados, mientras que San Pedro es un polo de
atracción internacional que genera un envidiable flujo turístico. Arica tiene una costa
privilegiada, está cerca de otros fértiles valles y hacia su interior hay territorios
relativamente fértiles (el corredor que existe entre la Sierra Huaylillas y la Cordillera de
los Andes, donde están Chapiquiña, Belén, Saxamar, etc.) y más allá está el extremo sur
de la culturalmente prolífica región circuntitikaka. En cambio, San Pedro está ubicado
en el "corredor" serrano que queda entre la Cordillera de Domeyko y los Andes, pero
éste es un salar, al oriente hay sólo montañas no habitables y al poniente más montañas
y un gran desierto. Lo único no desértico vecino al salar es el río Loa, ubicado al
noroeste. 
 
Ofreceremos una apretada (y en consecuencia criticable) síntesis del desarrollo
cultural de ambos lugares. 
 
Período Arcaico 
 
La zona de San Pedro (río Loa, cerca de Toconao y de Calama) fue habitada antes
que Arica (más de 11.000 años, contra los 9.000 años del Hombre de Acha).
Geográficamente desconectados con el Titikaka, los atacameños adoptaron el estilo de
vida trashumante (siguiendo a los rebaños de auquénidos) que ya describimos para los
altiplánicos, en vez de involucrarse con la costa como lo hicieran los chinchorros. Pero a
diferencia de los altiplánicos, los atacameños dependían de un nicho ecológico formado
por oasis y pequeños ríos, en contraste con la ecología altiplánica, por lo que su
evolución cultural no es la misma, aunque sigue patrones similares. Desde allí se
contactaban con el noroeste argentino actual, la costa, el valle del río Loa y el altiplano,
mientras los ariqueños de la época (Chinchorro) tenían un rango de movilidad mucho
menor. 
 
Los atacameños destacan por el énfasis en la industria lítica (puntas de proyectiles e
instrumentos de piedra), indispensable para su actividad cazadora, mucho más
sacrificada que la recolección de recursos marinos. Obviamente, el fenómeno cultural
Chinchorro estuvo ausente en San Pedro, pero ellos también tuvieron un (modesto)
ejemplo de semi-sedentariedad preagrícola inducida por la abundancia del recurso
alimentario (de camélidos, aves y roedores en vez de peces y mariscos), hace poco
menos de 5.000 años, en la Quebrada de Tulán. 
 
Hace unos 5.000 años, los altiplánicos domesticaron a los auquénidos, instaurando
luego un régimen de enriquecedoras caravanas que los contactaban con mucha mayor
facilidad con Arica y el sur del actual Perú que con el lejano San Pedro. Pero para esa
época también en San Pedro (Puripica) y en Chiu Chiu hay evidencias de una incipiente
domesticación de vicuñas y guanacos y cuando ya las llamas se usaban como bestias de
carga, los atacameños establecieron sus propias rutas de intercambio, orientadas
principalmente a la zona de Jujuy (Argentina) y alrededores. 
 
Cabe destacar que San Pedro no acapara todo el ámbito cultural de esa zona. Podría
decirse que éste es la máxima expresión de la versión “salar” de esa cultura, pero hay
otra que llamaremos “versión Río Loa”, producto del largo trayecto norte-sur de este
río, cuyas aguas se originan cerca de los umbrales del altiplano (foto). 
 
Hace 3.500 años la ganadería de llamas era la principal actividad de los atacameños,
compitiendo con la caza de auquénidos, la que se prolongó por mucho tiempo. De los
cazadores arcaicos se hereda (y luego se conserva) un estilo de arte rupestre con figuras
de auquénidos muy naturalistas, que luego evoluciona hacia los más sofisticados
petroglifos del territorio chileno. Mientras, en Arica los chinchorros tal vez fueron los
que estaban iniciando la agricultura y los altiplánicos comenzaban a vislumbrar la
posibilidad de utilizar nuestros valles.  
 
Período Intermedio Temprano (Desarrollo Formativo) 
 
Hace más de 3.000 años aparecen los primeros agricultores de Arica y se adquiere
una progresiva sofisticación que culmina con la fase Alto Ramírez, protagonizada por
una etnia fuertemente influenciada por los altiplánicos, que se deformaba artificialmente
el cráneo para utilizar gorros en forma de hongos y enterraba a sus muertos en los
túmulos funerarios que abundan en el valle de Azapa. En San Pedro la agricultura
aparece más o menos en la misma época (también manteniendo la antigua costumbre de
deformar los cráneos) y el Desarrollo Formativo culmina con las aldeas de Tulor, hoy
enterradas bajo la arena por el avance de la duna y caracterizadas por "casas" formadas
por habitaciones circulares de barro (foto). Aunque cultivaban más o menos los mismos
productos, se habían iniciado en la metalurgia y estaban a un nivel de desarrollo cultural
similar al nuestro, estas etnias ya diferían notoriamente en algunas de sus costumbres.
Las semillas de algarrobo y de chañar, por ejemplo, constituyeron siempre una
importante fuente de alimentos en San Pedro. 
 
A lo largo de río Loa se establece una compleja interacción étnica. Allí destaca
Lasana como el eje de un complejo cultural importante para los atacameños. Pero la
proximidad con Lipez (vecindario de Salar de Uyuni), la facilidad de tránsito desde y
hacia la actual Bolivia y el curso ascendente del río, atrajo a poblaciones altiplánicas
“bolivianas” que instalaron asentamientos en la zona. 
 
Tiwanaku y Desarrollo Regional: Cultura Atacameña y Cultura Arica. 
 
Hace unos 2.500 años las comunidades sedentarias atacameñas inician una
evolución cultural peculiar, la Cultura Atacameña (hasta con idioma propio, el kunza) al
estilo de las Culturas Regionales del Perú, mientras en Arica íbamos entrando
aceleradamente a un ámbito cultural influenciado por las etnias altiplánicas y
desaparecía el complejo cultural del Chinchorro. 
 
Algunos siglos después, Arica y sus valles son controlados casi completamente por
el Tiwanaku, etnia que había llegado a primar sobre sus vecinas en el Titikaka y cuya
organización influencia también a los atacameños, pero con algunas variantes. Para sus
prácticas ceremoniales,  los altiplánicos que interactuaban con los ariqueños preferían el
alcohol  (abundancia de keros (foto), vasos ceremoniales para la chica) más que los
alucinógenos provenientes de los territorios orientales que apetecían los encargados de
San Pedro (tablillas y pipetas, mucho más abundantes y muchísimo más finamente
elaboradas). Acá se usaban gorros de 4 puntas (cabuza) (foto), completamente
diferentes (pero no más inútiles para el sol) que los gorros atacameños. El viaje de las
caravanas de llamas desde Tiwanaku a Azapa demoraba algo más de una semana, y un
mes y medio para San Pedro. Nosotros proveíamos productos marítimos y agrícolas,
mientras San Pedro sólo podía aportar minerales (cobre y bronce) y adornos como
piedras semi-preciosas. Lo cierto es que el Tiwanaku invirtió esfuerzos significativos
para mantener el contacto con San Pedro. 
 
Antes del estrecho contacto que los atacameños tuvieron con los tiwanakotas,
fumaban en pipas de arcilla el polvo de la semilla de la Vilca (Piptadenia colubrina)
(foto), una fabácea originaria del oriente de los Andes. Esta contiene 5-hidroxi-dimetil-
triptamina (bufotenina), de propiedades alucinógenas. Al parecer los altiplánicos
establecieron un ritual de intoxicación previo a las sesiones de negociación con los
atacameños, ahora inhalando el polvo por la nariz mediante un tubo que casi
invariablemente termina en forma de una cabeza de llama. Es curioso que en Arica los
cabuzas del altiplano se drogaran sólo en forma excepcional, probablemente durante
ceremonias rituales. Puede suponerse que éstos eran originalmente agricultores
“provincianos” del altiplano, marginales, mientras que el contacto con los atacameños
lo establecieron y mantuvieron los caravaneros, necesariamente más vinculados al
centro de poder del Tiwanaku. 
 
Cuando colapsa el Tiwanaku, hace unos 1.000 años, aparece la Cultura Arica, pero
ya hacía 3 siglos que la Cultura Atacameña estaba consolidada basándose en el estilo de
señoríos locales que nosotros también adoptamos. Tras el colapso del Tiwanaku, la
versión atacameña “Río Loa” consolida el complejo cultural Lasana II, probablemente
el centro que agrupaba a otras poblaciones “chilenas” de oasis vecinos (Chiu Chiu y
Calama). Este es contemporáneo a otros dos centros culturales, San Pedro y el de los
altiplánicos establecidos en la caja del Río Loa. 
 
Período Tardío (dominio Inca) 
 
Controlar a San Pedro, encerrado por la hostilidad de la geología circundante, era
más fácil que controlar a Arica, sus valles y su sierra. Aquí los incas pusieron a los
altiplánicos como intermediarios y aparentemente empezaron a implementar a
Zapahuira como centro administrativo. En San Pedro construyeron un pequeño centro
administrativo vecino al pukara de Quitor (foto), Katarpe, desde donde controlaban a los
señores regionales residentes en el pukara y a quienes permitieron mantener su jerarquía
y poder sobre la población local, siempre y cuando cumplieran con los tributos. Sin
embargo, como es obvio suponer por la inmensamente mayor capacidad productiva de
Arica y lo demuestra la inusitada cantidad y calidad de khipus encontrados en Arica, a
ésta se le concedió mucha más importancia que a San Pedro. 
 
Concluyendo 
 
En Arica, los chinchorros dejaron pasar mucho tiempo antes de implementar un
desarrollo cultural trascendente, permitiendo a los altiplánicos influenciar el destino de
nuestro territorio hasta la emergencia de la Cultura Arica. En San Pedro y Lasana, los
atacameños hicieron en la puna salada y en el Río Loa respectivamente, lo que los
altiplánicos en la puna seca: tomaron con naturalidad las riendas de su destino y
negociaron con habilidad sus riquezas y excedentes. 
 
¿Será posible que los jóvenes que hoy controlan tan eficientemente la actividad
turística de San Pedro nos estén dando un ejemplo de cómo la historia vuelve a
repetirse?. ¿Vamos a seguir siendo chinchorros cultural y administrativamente
adormecidos por la bondad de nuestra tierra o vamos a recapacitar y definir de una vez
el destino que Arica se merece?. 

El lago Titikaka es el Centro del Mundo 


 
La evidencia disponible describe a primitivos cazadores recolectores nómades que
llegaron a las alturas altiplánicas hace 11-12.000 años, al término del último período
glacial, cazando animales que pronto se extinguirían por la caza indiscriminada y/o los
cambios climáticos del comienzo de una nueva era en la historia planetaria, el Holoceno
(caballos americanos, megaterios y similares). Ignorantes en materias agrícolas, los
primeros andinos debieron entonces recurrir a la caza de aves, roedores menores (foto) y
auquénidos (fotos). Los últimos siguen un ciclo migratorio estacional, desde y hacia la
puna altiplánica y los valles transversales, lo que, a la inversa de lo que por entonces
estaba ocurriendo en las riberas del Nilo, obligó a nuestros antecesores a continuar su
vida trashumante, siguiendo el desplazamiento cíclico de los auquénidos hasta que al
final las domesticaron y fueron a su vez "domesticados". Cuando aparece un esbozo de
agricultura, hace unos 5-6.000 años, no se limitaron a una estricta vida sedentaria como
en Mesopotamia y en Mesoamérica, sino que aprovecharon los distintos pisos
ecológicos de su ciclo trashumante para cultivar papas y quinua (foto) en las riberas del
Titikaka y maíz, calabazas, ají y otras plantas en los valles, siguiendo una estrategia
para asegurar la producción agrícola contra los eventos inesperados similar a la que
utilizan los Fondos Mutuos para reducir el riesgo de la inversión bursátil. Se dice que en
el altiplano se perdía el 40% de las cosechas. 
 
A diferencia del resto del mundo, donde las sociedades se iniciaron gracias a la
abundancia de recursos teóricamente inextinguibles, los altiplánicos subsistieron en un
ámbito particularmente hostil gracias a una estructura social austera, administrada en
aras del bien común, no basada en rimbombantes e hipócritas principios éticos como en
el mundo occidental, sino que obligatoriamente respetuosa del bien común y
admirablemente cuidadosa de los derechos individuales pese a que, aunque nos cueste
aceptarlo, a nadie se le hubiera permitido "ganarse la lotería", sublimarse de las
obligaciones terrenales y convertirse en ángel regordete o enamorarse al estilo de
Romeo y Julieta y desestabilizar el orden existente, en armonía con las exigencias de la
Pachamama. 
 
Muy tempranamente los altiplánicos descubrieron la maravilla geológica, climática,
marítima y económica que es Arica y su sierra y seguramente organizaban expediciones
a la costa destinadas a conseguir alimentos y (posiblemente, dada la naturaleza
humana), mujeres. Hace unos 9.000 años el "Hombre de Acha" se asentó
transitoriamente cerca de la costa, donde hoy hay un vertedero de basura frente al
Aeródromo El Buitre, al otro lado de la carretera. Desde allí podían cazar los guanacos
que había en Azapa y (principalmente) recolectar mariscos y pescar con anzuelos de
espinas de cactus en la costa marítima desde el Morro al sur. Si ellos originaron al
hombre del Complejo Chinchorro (iniciado hace unos 7.000 años o más) o si éstos
tuvieron un origen diferente es materia de discusión, pero lo cierto es que nuestro
Hombre de Acha comparte con ellos algunas características del cráneo. 
 
Ya describimos el ”componente" cordillerano del Mundo Andino. El Complejo
Chinchorro marca en Arica el inicio del "componente" andino costero arcaico,
probablemente extendido a lo largo de las costas de lo que hoy es Perú y el norte de
Chile, caracterizado por la relativa sedentariedad derivada de la riqueza del recurso
alimentario (productos del mar, componentes del 90% de su dieta) y por la carencia de
agricultura y cerámica. Eran hábiles pescadores y utilizaron anzuelos especializados,
como los de concha de choro (Choromytilus chorus), cuyo brillo natural permitía pescar
en las pozas sin utilizar carnada, y otros de hueso y de piedra con barbas de espina para
la pesca en la playa (foto). Así capturaban lenguados, pejeperros, lisas, caballas,
corvinas y hasta peces que prefieren aguas más profundas como los jureles y especies
afines. Además disponían de una abundante provisión de camarones de río, moluscos de
mar (locos y lapas) y bivalvos como machas y almejas. 
 
En la zona de Arica (sur del Perú actual, Azapa, Camarones, Pisagua y hasta
Antofagasta), nuestros primitivos antecesores tuvieron tiempo de sobra para
involucrarse en inusitadas y complejas gestiones de momificación artificial que ya han
sido tratadas con cierto detalle. 
 
Pues hasta aquí hemos llegado a una gestión altiplánica solidaria, más o menos
respetuosa, trashumante y poco autoritaria que induce una gestión costera de
idiosincrasia peculiar pero siempre más o menos integrada al mundo altiplánico. 
 
Mientras ejercían su influencia sobre nuestras costas, los habitantes de los márgenes
del Titikaka definían su propio desarrollo social, ético y económico, el cual es
controlado por Tiwanaku hace unos 1.700 años. El estándar circuntitikaka significa
trashumancia cíclica, ruralidad, respeto a los aportes multiétnicos, influencia cultural
más que militar, respeto a las idolatrías. Paradojalmente, ellos mismos impulsan sin
querer, más allá del "componente" costero o cordillerano, el otro "Ideal" andino en el
norte del actual Perú, despótico, urbanista, destructor de idolatrías, más acorde con el
"Ideal" occidental griego, macedonio y romano: el mundo Wari, el cual estará presente
en nuestros siguientes intentos por mostrar lo que fue el Mundo Andino. No podríamos
explicar lo que significó la hegemonía inca sin ellos y no podríamos entender al Mundo
Andino sin los incas, pero ellos no fueron para el Mundo Andino más que lo que fueron
los romanos para el Mundo Helénico. 
 
Sin embargo, el Mundo Andino —si bien puede definirse como un fenómeno
cultural peculiar, con principios y costumbres comunes— es muy complejo a causa de
la multiplicidad de etnias, ámbitos ecológicos de gran diversidad en cuanto a capacidad
productiva, calidad de los recursos alimentarios explotables, condiciones climáticas y
estructuras sociales adaptadas al acondicionamiento geológico de los entornos
disponibles. A esto se agrega su fraccionamiento ulterior en una miríada de Estados
definidos por la gestión de los invasores europeos. La fórmula “Mundo_Andino =
Imperio Inca” implica un profundo desconocimiento de la aventura cultural andina. 
 
En términos generales, hay dos estándares o “ideales” andinos: el derivado de la
gestión circuntitikaka y el Wari-Inca del centro y norte del Perú actual (ver esquema
cronológico). Arica resume en cierto modo la gestión del primero, mientras que Cuzco,
Trujillo y el norte peruano en general, responden al segundo. Paracas-Nazca puede
considerarse como un complejo más o menos independiente. 
 
Lo anterior pretende expresar que es difícil comprender al Mundo Andino como una
gestión uniforme a lo largo del territorio que ocupó. No pudiendo describirlo en su
totalidad, visualizarlo desde Arica ofrece una buena alternativa para iniciar definiciones
básicas. Obviamente, si uno residiera en el norte del Perú, los detalles serían muy
diferentes. 
 
La literatura disponible es abundante en lo que se refiere al “ideal” Wari-Inca.
Nuestra visión desde Arica es diferente y menos conocida. 
 

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