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[PROCESO DE INTEGRACIÓN EN EL
CONTINENTE EUROPEO]
PARTICIPANTE:
[FABIOLA C. FERNÁNDEZ C.
C.I: 29.944.141
SECCIÓN: “A”
MATERIA: PROBLEMÁTICA DE LA INTEGRACION LATINOAMERICANA]
Proceso de Integración en el Continente Europeo
La Unión Europea es una asociación económica y política única en su género, compuesta por 27
países europeos que abarcan juntos gran parte del continente. La organización que se convertirían
en la UE se creó en el periodo posterior a la segunda guerra mundial.
Sus primeros pasos consistieron en impulsar la cooperación económica con la idea de que, a
medida que aumentara la interdependencia económica entre los países, disminuirían las
posibilidades de un conflicto.
De los seis miembros fundadores, se ha pasado a una UE con 27 socios y con diversos países
candidatos a la adhesión.
La Comunidad Económica Europea (CEE) fue una unión económica creada por el Tratado de Roma
de 1957. Cuando en 1993 se formó la Unión Europea, la CEE se incorporó a ella y pasó a llamarse
Comunidad Europea (CE).
La Comunidad Europea, que sustituye a la CEE, desaparece como tal en el año 2009, cuando,
mediante el Tratado de Lisboa, incorpora las instituciones de la CE al marco más amplio de la
Unión Europea (UE), pasando está a sustituir y suceder a la Comunidad Europea.
En otras palabras, se trataba de un acuerdo comercial para eliminar las barreras que existían para
el intercambio de bienes entre estas economías europeas. Para esto, servía de precedente el
acuerdo que mantenían previamente Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo, bajo el nombre de
«Benelux«.
Los Tratados de Roma, firmados el 25 de marzo de 1957, son dos de los tratados que dieron origen
a la Unión Europea. El primero estableció la Comunidad Económica Europea (CEE) y el segundo
estableció la Comunidad Europea de la Energía Atómica (CEEA o Euratom), este buscaba coordinar
las investigaciones de los países miembros para un uso pacífico de la energía nuclear. Ambos
tratados junto con el de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), creada unos años
antes, conforman los «tratados constitutivos» de las Comunidades Europeas.
Ambos tratados fueron firmados por Alemania Federal, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo, y los
Países Bajos. Tras ser ratificados por los parlamentos de cada estado, los tratados entraron en
vigor el 1ro., de enero de 1958. El tratado de la CEE ha sido modificado en numerosas ocasiones.
Desde entonces se ha cambiado de nombre desde el Tratado Constitutivo de la Comunidad
Económica Europea al Tratado Constitutivo de la Comunidad Europea y finalmente, Tratado de
Funcionamiento de la Unión.
Es decir, el Tratado de Roma consistió en un pacto entre seis países europeos para aumentar el
nivel de intercambio comercial. Con el Tratado de Roma se dio lugar no solo a la libre transacción
de bienes y servicios entre los signatarios, sino también al libre movimiento de personas y de
capitales. Este tratado buscaba además ir más allá de un acuerdo económico, apuntando a una
integración política en Europa.
Es decir, con este acuerdo, se sentaban las bases para una mayor unión entre los países del viejo
continente. Todo ello, a fin de conseguir un mayor crecimiento económico en la región, pero
también reduciendo la desigualdad.
La Unión Europea ha enfrentado en los últimos años serios problemas que han puesto en duda su
viabilidad. Europa se ha visto cimbrada por la crisis global y ha mostrado su vulnerabilidad frente a
embates externos de carácter financiero; en ese sentido, la Unión Europea no se ha visto
fortalecida como era el objetivo de su creación.
Los indicadores económicos han mostrado que los países de la Unión Europea están enfrentando
fluctuaciones en su actividad económica a partir de la recesión de 2009, obligando a responder en
un primer momento con políticas expansivas de la demanda agregada vía aumento del déficit
público y de los niveles de endeudamiento, y en un segundo momento con políticas de ajuste y
reducción del gasto.
El contexto de crisis global en el cual la Unión Europea es un protagonista central la obliga a tener
una mayor participación económica y social. El mayor reto que tiene es resolver sus problemas
internos, una vez que lo logre podrá actuar en bloque frente a problemas provenientes de fuera
de la zona europea, sino lo resuelven, se acrecentaran los conflicto económicos y sociales, mismos
que pueden complicar más el escenario actual y retardar el proceso de integración europea.
Además, los bajos índices de natalidad harán aún más difícil que Europa alcance elevadas tasas de
crecimiento económico en los próximos años. Se prevé que la tasa de dependencia de la población
de edad avanzada en la UE se duplique en 2080, situándose en tan solo dos personas en edad de
trabajar por cada una de más de 65 años.
La inmigración ofrece una solución al problema, pero se está encontrando con una feroz
resistencia entre los gobiernos de Europa, donde los partidos de derecha radical que se oponen a
la inmigración y a las políticas de la Unión Europea están en alza. La propia UE carece de una
política eficaz para hacer frente a los barcos cargados de refugiados que atraviesan el
Mediterráneo en cantidades nunca antes vistas.
Ni que decir tiene que Europa siempre se ha enfrentado a desafíos, pero, hoy en día, para muchos
la Unión Europea parece parte del problema, más que de la solución.
Retomemos las cuestiones de fondo: ¿En los cinco próximos años, vamos a ver un salto adelante
en el proceso de integración europea? La respuesta rápida es que se trata de un plazo demasiado
breve como para que los cambios de orden internacional y los efectos de la triple transición
tecnológica, climática y demográfica se traduzcan en cambios radicales en las inercias actuales de
la UE.
También es un horizonte temporal corto para valorar si, en el futuro inmediato, los beneficios de
la integración van a verse lastrados por los costes de la heterogeneidad. Es plausible, no obstante,
que en los próximos cinco años empiecen a vislumbrarse las condiciones necesarias para una
aceleración, de forma todavía poco definida, de la integración europea. Esa es la conclusión que se
desprende, cuando menos, de la revisión de las perspectivas de diferentes áreas en las que
podemos esperar novedades a medio plazo.
Históricamente, Europa ha tendido a ofrecer su cara menos proactiva justo antes de responder a
los retos de forma inesperadamente ambiciosa. Este podría ser el caso, aunque, por supuesto, solo
lo sabremos avanzada la próxima década.