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INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

X X I J OR N A D A S
DE
HISTORIA MARÍTIMA

LA ORDEN DE MALTA,
LA MAR Y LA ARMADA

CICLO DE CONFERENCIAS - MARZO 2000

CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTO


DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL, N.° 37
MADRID, 2000
Cubierta: Galera magistral del G. M. Rohan.

O Instituto de Historia y Cultura Naval, 2001


Impreso en España - Printed in Spain

Depósito Legal: M. 16.854-1983


ISSN: 0212-467-X
NIPO: 076-00-026-6

Imprime: Gráficas Lormo, S. A.


Isabel Méndez, 15 - 28038 Madrid

2
SUMARIO

Pág.
Presentación ........................................................................................................5

Don Diego de Brochero de Paz y Anaya (c. 1535-1625), por Patrick


Williams ....................................................................................................... 7

La asistencia sanitaria en las galeras y navíos de la Religión, por Manuel


Gracia Rivas................................................................................................ 15

Rodas 1309-1523. La defensa del Cristianismo en el Mediterráneo orien-


tal, por Juan Alejandro Magaz van Ness ..................................................... 29

Reconocimiento del Emperador a la ayuda naval prestada por la Orden


de Malta, por Valentín de Céspedes y de Aréchaga .................................... 65

Precedencia del estandarte y galera capitana de Malta en las escua-


dras de la mar, por Daniel Carrillo de Albornoz y Alonso.......................... 81

Dos caballeros nielitenses en dos asedios: Pedro y Melchor de Montserrat,


por José Cervera Pery................................................................................ 103

La Orden de Malta entre el Gran Sitio y Lepanto, por Carlos Morenés y


Mariátegui ................................................................................................. 113

La Marina melitense y la Armada española en el siglo Xvtn, por Hugo


O'Donnell y Duque de Estrada .................................................................. 129

3
Entre los días 29 y 31 de marzo del pasado año tuvieron lugar las II
Jornadas sobre la Orden de Malta, la mar y la Armada de las que estas actas
pretenden ser eficaz testimonio escrito.
En aquella memorable ocasión, se contó con la colaboración del Gran Ma-
gisterio de la Orden de Malta y de su embajada en España, de su Asamblea Espa-
ñola, y de la Universidad Complutense de Madrid, y con la presencia del conde
don Carlo Marullo di Condojanni, gran canciller de la Orden de Malta y rector de
la Academia Melitense, quien quiso resaltar así la importancia que la Orden con-
cedía a este acontecimiento académico.
La Orden de Malta ha sido un factor secular de gran importancia para la
historia y la formulación de la civilización occidental en sus aspectos fundamen-
tales y, sin embargo, no es mucho lo que se conoce de ella.
Su vinculación con la Armada española, especialmente acentuada desde el
establecimiento en el archipiélago maltés, ha sido larga, honda y efectiva, y las
escuadras de la Religión lucharon, codo a codo, con las fuerzas navales españolas
en sus campañas contra turcos y berberiscos, durante los siglos xvi y XVII. En el
siglo XVIII, numerosos marinos ilustrados ostentaron sobre su pecho la cruz
octogonal de las Bienaventuranzas evangélicas: Ensenada, Juan, los Valdés,
Liniers, Malaspina y Fernández de Navarrete son únicamente algunos de los más
significados.
El mejor cuerpo documental comentado sobre la actividad conjunta hispa-
no-melitense sigue siendo ahora la meritorísima obra del coronel de Intendencia
de la Armada don Jaime Salvá, consulta inexcusable de cuantos se han sentido
atraídos por el glorioso pasado naval de la Orden.
Por todo ello, en 1994, los mismos convocantes de las presentes Jornadas
organizaron un primer seminario en el que se analizaron muy diversos aspectos
de la historia compartida.
Este segundo seminario ha pretendido continuar el esperanzador trabajo ini-
ciado conjuntamente por la Armada española y la Orden de Malta y también
celebrar un triple acontecimiento del máximo relieve histórico: la conmemoración
del 900 Aniversario de la fundación de la Orden de San Juan de Jerusalén, de
Rodas y de Malta, la del V Centenario del nacimiento del emperador Carlos V,

5
ilustrísimo cedente de la isla de Malta a los Caballeros, y el aniversario de ese
mismo acto de liberalidad, en 1530, con que se iniciaría una nueva etapa
histórica pletórica de colaboraciones y generadora de vínculos especialísimos
con las escuadras españolas.
La Marina de la Orden no existe ya desde hace dos siglos, pero ofrece un
tesoro histórico para su investigación al detalle y el tratamiento de su trayectoria,
favorecida hoy por el hecho de que la Orden no está comprometida con los inte-
reses de la política y centra su actividad en la asistencia hospitalaria de tan acri-
solada como antigua raíz, esencia y razón de ser de la misma Institución.
Profunda sensibilidad hacia la historia y hacia la hospitalidad son, por otra
parte, unas características diariamente probadas por la Armada española y por su
Instituto de Historia y Cultura Naval que ha acogido, por segunda vez, y como
hicieran antaño sus precedentes, a los sanjuanistas.

Hugo O'DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA


Director del Instituto Complutense de la Orden de Malta

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DON DIEGO DE BROCHERO
DE PAZ Y ANAYA (c. 1535-1625)
CORSARIO, ALMIRANTE E ADMINISTRADOR

Patrick WILLIAMS
Universidad de Portsmouth

La política del reinado de Felipe III se viene habitualmente tildando de


pacifista en su aspecto exterior y de negligencia por lo que respecta a la
atención de sus fuerzas marítimas.
Empieza ahora a ser evidente que este veredicto precisa ser seriamente revi-
sado, por lo menos en cuanto a los esfuerzos de la Corona en el Mediterráneo.
La carrera de don Diego Brochero, un marino polifacético y un notable adminis-
trador, es una, entre muchas, que ayuda a trazar una perspectiva más fidedigna.
El estudio de la carrera de Brochero sirve, en gran manera, para evocar la
fuerza de resistencia de las fuerzas navales españolas, y tal vez, sobre todo, su
capacidad de recuperación. Esto no debe sorprendernos ya que debemos recordar
la frase de Cesáreo Fernández Duro: "la nota característica de la Marina en el
reinado de Felipe III es la de reforma" (1). Pues bien, Brochero está detrás de
estas reformas. Su biografía también nos habla, tanto de las conexiones entre las
estructuras navales atlánticas y mediterráneas del reino, como de la importancia
de los Caballeros de San Juan de Jerusalén al servicio de la Corona (y de la
Cristiandad) en la continua lucha del Mediterráneo, y también de la forma en la
que la Orden proporcionó algo parecido a una escuela práctica para los caballe-
ros-aventureros españoles.
La propia carrera de Brochero, en fin, muestra que la Armada española ofrecía
una promoción clara a los talentos; el que otrora fuera corsario de la cruz blanca sobre
fondo rojo, llegó a convertirse en consejero de guerra y mayordomo de la reina.
Diego de Brochero de Paz y Anaya, bailío de Lora, Gran Prior de la Orden
de San Juan de Jerusalén fue uno de los más distinguidos e interesantes servidores
de la dinastía de los Habsburgo en España. Su extensa vida —murió a los noventa
y pico años de edad— se vio coronada por una carrera profesional polifacética:
ejército, armada, administración estatal, consejería de guerra, corte real. Su historia
engloba la historia de la España austríaca del siglo de oro. La experiencia adqui-

(1) C. FERNÁNIDF2 DURO: La Armada Española. 2 vols.. Madrid. 1884-5, II, p. 425.

7
rida a lo largo de su vida no se limitó sólo al marco del Mediterráneo, sino
que se extendió a la defensa de la Monarquía austríaca y a todo su ámbito.
Para enmarcar en su contexto histórico a don Diego de Brochero, acaso
convenga hacer referencia a dos contemporáneos suyos, también caballeros
profesos de la Orden de Caballeros de San Juan, don Francisco de Valencia
y don Fernando Girón cuyas carreras fueron en muchos respectos similares
a la de Brochero, si bien en menor grado.
Francisco de Valencia, nacido hacia 1544 en Zamora, provenía de una fami-
lia militar; un hermano suyo cayó en la conquista de Granada. Su iniciación en las
armas tuvo lugar en Italia en 1555 al servicio del gran duque de Alba, bajo cuyo
patrocinio y el de su familia durante más de treinta años, su carrera floreció (2).
Valencia ingresó en la Orden de San Juan y en 1577 fue capturado por piratas
berberiscos. Transportado a Argelia, compartió cautiverio con Miguel de Cervantes,
quien continuó cautivo, una vez que él sufragara su propio rescate y, en compañía
de Antonio de Toledo, hijo natural del duque de Alba, recobrara su libertad (3).
Retornó a España a tiempo de participar en el mayor triunfo político del reinado de
Felipe la conquista de Portugal. Felipe II en persona ordenó su presencia en Badajoz
y lo nombró, de nuevo a las órdenes del duque de Alba, maestre de campo del tercio
de Extremadura, en cuyo desempeño cimentó su reputación (4).
En la década de 1580 ascendió paulatinamente en la Orden de San Juan. En
1584 ocupó el cargo de Procurador del Tesoro y lugarteniente del Gran Canciller,
para dos años después, en 1586, acceder a este máximo honor. Ese mismo año fue
nombrado bailío de las Nueve Villas y el 9 de enero del año siguiente, bailío de
Lora, puesto que posteriormente ocuparía don Diego de Brochero (5).
En su ascenso imparable, sirvió en 1597 como embajador extraordinario en
la corte de Francia. Nombrado miembro del Consejo de Guerra, en él que sirvió
desde 1598 hasta 1605, su posición en el centro del gobierno fue clave en la
influencia que ejerció sobre la política gubernamental (6). Valencia falleció el
21 de octubre de 1606 y se le dio sepultura en la capilla de San Bernardo en la

(2) E. FERNÁNDEZ-PRIETO DOMÍNGUEZ Y LOSADA: Nobleza de Zamora, Madrid. 1953, pp.


335, 884-5; y A. PARDO Y MANUEL. DE VILLENA y F. SUÁREZ DE TANGIL Y DE ANGULO, Índice de Pruebas
de los Caballeros que han vestido el hábito de San Juan de Jerusalem (Orden de Malta) en el
Gran Priorato de Castilla y León desde el ano 1514 hasta la fecha. Madrid, 1911, p. 149.
(3) Nobleza de Zamora. pp. 884-5; W. BYRON: Cervantes. A Biography, London,
1979, pp. 209, 213.
(4) Felipe II al duque de Medina Sidonia, Puente del Arzobispo, 22 Marzo 1580, y el
mismo a Francisco de Valencia, Badajoz, 2 Agosto 1580, Colección de Documentos Inéditos
para la Historia de España, XXVII, pp. 272, 357.
(5) Índice de Pruebas de los Caballeros ... de San Juan de Jerusalem, p. 149.
(6) P. WILLIAMS: The Court and Councils of Philip III of Spain', un published
doctoral thesis, University of London, 1973, 'The Council of War', pp. 247-61.

8
catedral de Zamora. Su carrera, que abarcó la cruzada contra el Islam en el
Mediterráneo, su participación en las campañas de conquista de los tercios y
en el Consejo de Guerra, cabe parangonada, ambos hombres formaron parte
del Consejo a partir de 1602, con la de Diego de Brochero.
Hernando de Girón Ponce de León desplegó una carrera aún más distingui-
da. Bailío del Santo Sepulcro de la Orden de San Juan le fue concedido el título
de marqués de Sosraga. Sus acciones le llevaron a ser inmortalizado en una obra
maestra de Francisco de Zurbarán, Defensa de Cádiz contra los ingleses que
conmemoró el brillante papel de la conducción de la defensa de Cádiz llevada a
cabo por Girón contra una ingente fuerza inglesa en el año de 1625, que había
zarpado de Plymouth y de Portsmouth.
La vida profesional de Girón puede interpretarse como una auténtica cro-
nología militar de los reinados de Felipe II, Felipe III y Felipe IV en el período
comprendido entre los decenios de 1580 y 1620 (7). En Flandes actuó como
capitán del ejército, en la Armada de la Mar Océana como maestre de Campo, y
en Aragón le fue encomendado el mando del castillo de Jaca. En 1608. se lo
nombró consejero de Guerra yen 1618, ya septuagenario, fue enviado en una
embajada a Francia. En noviembre de este mismo año él pidió ser relevado de
su puesto, alegando ser 'pobre, viejo, (esta] muriendo de hambre y con muchas
obligaciones', relevo que le fue concedido en 1620, año en que retornó, tras un
lento y laborioso viaje, a Madrid (8).
Girón reanudó su labor en el Consejo de Guerra y dos años después, en 1622, el
Conde de Olivares, que era amigo íntimo suyo, hizo que fuera elegido para
reemplazar a don Baltasar de Zúñiga en el Consejo de Estado (9). Se ofreció para
liberar Cádiz, a este efecto fue nombrado gobernador de la provincia, del asedio de la
fuerza expedicionaria inglesa mandada por Lord Wimbledon y el conde de Essex, y
la narración de sus acciones, escrita por un historiador contemporáneo, reflejan
perfectamente el protagonismo que Zurbarán le otorgó en su lienzo a él. En palabras
de Luis de Gamboa y Eraso : Sin embargo de su poca salud y mucha edad, el
corazón sacaba todos los días a campaña al señor don Fernando Girón, que desde
su silla llegaba a los mayores riesgos, ordenando lo que ejecutaba valerosamente
Diego Ruyz ... (10). Girón se retiró en 1627 y expiró dentro de dos años.

(7) L. DE SALAZAR Y CASTRO: Advertencias Históricas, Madrid, 1688, p. 228.9.


(8) WILLIAMS: 'Court and Councils of Philip 111', p. 173.
(9) El embajador veneciano en Londres recordó que Olivares 'has had his intimate friend
Don Fernando Giron nominated to take the place of the late Don Baldassare, and he has also
introduced him into the Council of State to strengthen his party', Alvise Comer al Senado de
Venecia. 23 oct. 1622, Calendar of State Papers, Venice, xvii, p. 483.
10 Citado por J. H. &mon y José de la PEÑA. Memoriales y Cartas del Conde Duque de
Olivares, 2 tomos, Ediciones Alfaguara, Madrid. 1978-81, i, p. 185, n.° 29.

9
Diego de Brochero rebasó a ambos en edad y en consecuciones políticas y
militares. Como Valencia, vio la luz del día tierra adentro, en Salamanca (11).
No está claro cuándo entró en la Orden de San Juan, probablemente en 1567,
año que él fija como la fecha de la iniciación de su carrera naval. Su captura a la
edad de treinta y cinco años, por los turcos en Chipre en 1570, supuso un
cautiverio de cinco años en galeras; logró sobrevivir a la condena de al remo,
que significaba una cuasi sentencia de muerte: muy pocos lo lograban más allá
de seis años. Debió, según él, su redención a sus propios medios económicos; no
obstante, no se han descubierto documentos que corroboren sus palabras.
A su regreso a España, decidió volver a Malta. Armó a su costa un galeón
para dedicarse al corso, determinado por sus experiencias, que lo habían endure-
cido física y moralmente, y se embarcó en una lucha acérrima contra el Islam,
lucha que, a su vez, le proporcionó gran provecho personal.
En la noche del 18 de febrero de 1583, una flota cretense sorprendió a
Brochero en el puerto de San Nicollo della Vlemona (Cerigo, Italia) y capturó su
barco sin la menor resistencia. Brochero y doscientos de sus hombres fueron hechos
prisioneros, con su barco que era una galera inglesa. La tripulación fue entregada a
la Inquisición en Roma, y a sus manos sufrió tortura, luego todos fueron asados
vivos en una parrilla en una plaza pública de la ciudad (12). Brochero fue puesto en
libertad, según él gracias a la intercesión de Felipe II, del Papa y del Maestre de la
Orden de San Juan. La verdad, probablemente, fue más prosaica, pero él, como
muchos hombres de su temple y de la época, no se restringía a los confines de la
verdad; su afirmación de que, durante su cautividad, fue transportado a
Constantinopla no nos ha sido posible confirmar.
Una vez libre, Brochero volvió a su vida aventurera y en el verano de 1587
lo vemos enfrascado en una serie de ataques a la marina mercante veneciana: el
senado de la Serenísima se quejó furiosamente contra los caballeros de Malta a
quienes calificó de corsarios que lucían cruces (13).
Es en esta época cuando Brochero comenzó su transición de corsario a ser-
vidor real. En 1588, Pedro de Toledo, futuro marqués de Villafranca, lo nombró
su teniente al frente de la flota de galeras de Nápoles. Al año siguiente, el prínci-
pe Doria lo transfirió a las galeras del rey; cuando su hijo, Andrea Doria, se
desplazó a España, él lo acompañó. En 1590 Brochero recabó del rey el ser nom-
brado General de la Armada de la Mar del Sur: su petición fue denegada, no

(11) Detallas biográficas, Petición de Don Diego Brochero, 1590, (dentro de una
consulta del Presidente del Consejo de Indias, 26 marzo 1590), Archivo General de las Indias,
Indiferente General 741. f. 213.
(12) Alberto TENErm: Piracy and the Decline of Venice 1580-1615, London, 1967, p. 35.
(13) Ibid.. p. 39.

10
obstante, había logrado suscitar el interés real (14). Destinado a Blavet, Bretaña,
inició correspondencia con Felipe II acerca del mejoramiento de la armada real;
a su juicio, la madera con que se construían los barcos en España no se sometía
a una eficiente curación (15).
El asesoramiento de Brochero confirmó en Felipe II sus méritos y en 1594, lo
mandó llamar a la corte; en diciembre de ese año, alcanzó él el clímax de su vida
profesional con su designación de Almirante General de la Armada Real del Mar
Océano (16). Durante diez años, hasta 1604, desempeñó el puesto de segundo en
comando, bajo la jefatura de Luis de Fajardo. En 1596, Brochero defendió Lisboa
contra los ingleses que habían saqueado Cádiz, saqueo que constituyó la mayor humi-
llación que sufrió Felipe II. Brochero sugirió como represalia contra Isabel I de Ingla-
terra, el envío de una segunda armada, cuyo objetivo no fue claro, si Bretaña, Inglate-
rra o Irlanda. Trató de reclutar, para sus fines, los servicios de un piloto holandés, Jan
Bartholomeo, para que dirigiese la flota en un ataque a la isla de Wight. Una vez
asegurada la isla, según Brochero le explicó a Bartholomeo, ellos serían capaces con
sus galeras de desembarcar sus efectivos en Pórtsmouth y alrededores. Desde su
punto de vista, sería una operación relativamente fácil dado que la flota inglesa que
había atacado Cádiz, con toda probabilidad habría sido desbandada (17).
Brochero se consideraba una gran estratega naval; sus observaciones y juicios
respecto del fracaso de la Gran Armada en 1588 los proclamaba vigorosamente.
Felipe II convenía con el dictamen general de que el mando de naves debería estar
en manos competentes y no en las de capitanes de infantería, criterio que él siguió
en la formación de la nueva flota atlántica. Brochero, por su parte, se oponía al
nombramiento de marinos porque carecían de las cualidades que deberían poseer
para imponer su mando; además no se trataba de nobles, de hombres cuyo rango
social sería respetado por aquellos bajo sus órdenes. Brochero, por todos sus años
en el mar él conservaba la mentalidad de un soldado; pensaba que si un capitán
poseía la adecuada cualidad social, al cabo de cuatro días en el mar, él sabría
mucho más que otros que habían estado navegando toda su vida. Asimismo
afirmaba: No es cuestión de adquirir conocimientos lo que requiere muchos años
de estudio, el principal requerimiento es que el individua que sea adecuado para
el puesto, y, al mismo tiempo muestre valor en el combate y diligencia en preparar
a los galeones para enfrentarse con los temporales (18).

(14) Petición de Brochero, op. cit.


(15) DAVID GOODMAN: Spanish Naval Power, 1589- Reconstruction and Defeat,
1665. Cambridge, 1997, p. 112.
(16) Ibid., pp. 8-9.
(17) R. B. WERNHAM: The Return of the Armadas: The Years of the Elizabethan War
Last against Spain, 1595-1603, Oxford, 1994. p. 132.
(18) GOODMAN: Spanish Naval Po►ver, pp. 187, 222-3.

11
Brochero era un hombre agresivo; en 1600 en Galicia se vio enfrentado en un
conflicto con la Audiencia de Galicia y el rey mandó que se le impusiera arresto
domiciliario. El Consejo de Guerra intercedió en su favor y el rey dispuso que se lo
dejase libre y que no se hiciera mención alguna futura sobre este incidente (19).
Entre 1600 y 1603 Brochero formó parte de la escolta que aguardaba, en
las Azores, el arribo de la flota de Indias, cuya decadencia empezaba a iniciarse.
Se le encomendó el control de la flota en la última de las cuatro armadas
enviadas contra Inglaterra, y que fue la única que logró hollar tierra inglesa,
Kinsale. La elección de este sitio fue desacertado y los ingleses, al mando del
conde de Mountjoy, se hallaban preparados y casi inmediatamente los españoles
fueron cercados y hubieron de rendirse (20).
Tal fracaso acarreó severas críticas y recriminaciones. No obstante, en
1602 Brochero fue elegido consejero de Guerra; no sólo sus distinguidos
servicios lo hacían indispensable a la Corona, sino que también contaba con la
protección de poderosos amigos. El duque de Lerma giró instrucciones para que
en la investigación seguida sobre este desastre no se involucrara a Brochero
quien sólo se había limitado a obedecer fielmente sus órdenes. Los miembros
del Consejo de Guerra encargados no prestaron oídos sordos y lo eximieron de
toda responsabilidad; Felipe II aceptó sus conclusiones (21).
Felipe III reformó radicalmente el Consejo de Guerra, que así se convirtió en
un órgano mayor y mucho más profesional que bajo su padre, y que pasó a ser una
parte más importante y eficiente del gobierno. El cargo de miembro del Consejo era
ad honorem, Felipe III otorgó a Brochero, mientras ejerciera éste, sus emolumentos
como Almirante General del Mar Océano. No se le concedió, por lo tanto, un
sueldo como tal, ello habría sido impropio en un hombre de honor. Tal prurito se
soslayó manteniéndole sus dietas de almirante, creándose así un subterfugio nuevo,
que lo convertía de hecho en un consejero profesional de este organismo (22).
En el Consejo de Guerra de Felipe III, Diego de Brochero demostró ser el
más diligente de todos sus miembros. Sus funciones en el Consejo las compagi-
naba con sus deberes navales; en 1603 fue artífice de la derrota de una escuadra
anglo-francesa en las inmediaciones de cabo San Vicente; en 1605-06 permane-
ció destinado en Lisboa (23). Pese a sus múltiples actividades, su porcentaje de

(19) Consulta del Consejo de Guerra, 27 marzo 1600, Archivo General de Si


mancas [AGS] Guerra Antigua [GA] 569. sin fol.
(20) J. J. SILKE: The Spanish Intervention in Ireland at the end of the Elizabethan Wars,
Liverpool, 1970, passim.
(21) !bid.. pp. 170-4.
(22) Consulta de la Junta de Fábricas. 23 julio 1603, AGS GA 604, sin fol. y
consulta del Consejo de Guerra. 7 oct. 1603. ibid.
(23) Luis CABRERA DE CÓRDOBA: Relaciones de las Cosas Sucedidas en la Corte de Espa-
ña desde 1599 hasta 1614, Salamanca, 1997 (ed. Ricardo García Cárcel), p. 266.

12
asistencia a las sesiones del Consejo de 1603 a 1622 alcanzó el setenta y ocho por
ciento. En diecisiete de esos años asistió a más de tres cuartas partes. En nuestras
investigaciones, no hemos encontrado a ningún consejero de Felipe III que hiciera
acto de presencia en los consejos de una manera más regular y desde luego nadie
que asistiera tan regularmente durante un período tan prolongado (24).
En su calidad de consejero de guerra, Brochero poseía acceso a las altas
esferas del gobierno y disponía de esa forma de una perspectiva que le permitía
airear sus juicios y opiniones sobre la necesidad de una reforma de la flota espa-
ñola. Se consagró en cuerpo y alma a la renovación de la marina real. Sus dos
objetivos consistían, por un lado, en una reforma radical de la estructura de la
marina y de la construcción de las naves y, por otro, en la adquisición de la técni-
ca y pericia de países extranjeros, en particular, Inglaterra y Holanda.
A estos efectos, elaboró, previas consultas con el duque de Medina Sidonia, un
largo memorando, Discurso dirigido al rey por el almirante Diego de Brochero
sobre la necesidad de reformas en la organización de la Marina, que dirigió al rey
y en el que censuraba la subvaloración de los marineros, el armamento defectuoso
utilizado en los barcos y la corrupción endémica de la administración naval (25).
Acudió al rey para solicitar la elevación social del estatus de los marineros y recabó
que todos los que sirvieran en los galeones deberían ser considerados soldados, y
llamados de manera acorde, en vez de marineros, dada la calificación despectiva de
ocupación despreciable con que se motejaba al oficio de la marinería (26).
En 1605 emprendió la extensa tarea de rediseñar más largas y más
estrechas las naves españolas. Su propósito era producir barcos que fuesen más
pequeños y más livianos. Encargó la construcción de quince navíos de guerra de
menos de doscientas toneladas (27). Abogó por la creación de un registro de
marineros y la estipulación y definición de los deberes y derechos de los
funcionarios en cada estrato de la Marina, desde almirantes hasta grumetes.
Desafortunadamente, el primer intento de diseñar barcos mediante comité
fracasó. No obstante, se procedió a un avance importante: dos brazales de hierro
se colocaron en el casco cuya misión era fijar el límite de flotación permitido
con el fin de impedir que los armadores, en su codicia, sobrecargaban los barcos
y los ponían en peligro. Esta medida fue consecuencia del naufragio en el mar
de las Antillas de barcos, con enormes tesoros a bordo, deficientemente
diseñados. Cabe añadir, a título de curiosidad, que los españoles crearon la línea
de flotación doscientos setenta años antes que un tal Plimsoll (28).

(24) WILLIAMS: The Court and Councils of Philip 111, pp. 255-6.
(0) C. FERNÁNDEZ DURO: Armada Española, pp. 226-7.
(25) GOODMAN: Spanish Naval Power, p. 242.
(1) !bid., pp. 116-17, 122.
(26) FERNÁNDEZ DURO: Armada Española, p. 428, n. I.

l3
En el escalafón jerárquico de la marina española, Brochero introdujo una
serie de nuevos cargos. Asimismo instituyó cambios estructurales en la organiza-
ción de la flota con tres escuadras permanentes cuya misión era la vigilancia de las
costas de Vizcaya, Portugal y Andalucía. En marzo de 1607, se inició la cons-
trucción de las naves para la escuadra de la Guarda del Estrecho. En la batalla de
Gibraltar en 1607, el despliegue realizado por la flota española no pudo ser más
desastroso, su aniquilación fue total, acaso el momento más deprimente en la
historia naval de España desde el descalabro de 1588.
El proceso de reconstrucción se reveló lento, arduo y costoso. Brochero
prosiguió su labor de organizar comités para el diseño de navíos: en 1613 un
nuevo comité comenzó su tarea, que culminó, de nuevo, en una total frustración.
En 1615 sirvió en calidad de capitán general de la gente del mar, acompañó a la
infanta Ana al río Bidasoa en la llamada Jornada de las entregas y en la que tuvo
lugar el intercambio de una novia francesa por una española. Este hecho constitu-
yó la culminación de su vida profesional: al viejo corsario se le confiaba la segu-
ridad personal de una princesa del reino (29).
Sus deberes continuaron absorbiendo su tiempo. En 1618 fue comisionado
para coordinar una operación conjunta con el viejo enemigo, Inglaterra, en una
acción punitiva contra Argelia, que no llegó a realizarse. Después de esto, él fue
enviado al Señorío de Vizcaya con objeto de organizar una escuadra para la de-
fensa de la costa norte (30). A la vez, se puso también bajo su jurisdicción, la
inspección de presidios, puertos y defensas de esta costa.
Su prestigio a lo largo de los tres reinados no se vio afectado por los fallos
de política que cometió. Incluso el advenimiento de Felipe IV en el trono,
ocurrido en 1621 a la muerte de Felipe III, lo benefició: fue elegido, como fue
uno de sus cofundadores, para la Junta de Armadas, que debía supervisar la
renovación de la Marina española (31).
En 1625 Brochero vio una nueva apoteosis en su vida. El 28 de marzo besó
manos como Gran Prior de la Orden de San Juan del Reino de Castilla, culmina-
ción extraordinaria de una vida extraordinaria y excepcional tributo de respeto
por sus distinguidos y meritorios servicios (32). Don Diego de Brochero feneció
tres meses después, el 30 de julio de 1625, rebasados ya los noventa años de
edad. Sus restos mortales fueron trasladados a Salamanca e inhumados en el con-
vento de los religiosos Mínimos (33).

(29) GOODMAN, Spanish Naval Power, pp. 116-17.


(30) Consulta del Consejo de Guerra, 21 junio 1618, AGS GA 828, sin fol.
(31) GOODMAN: Spanish Naval Power, p. 33.
(32) A. GONZÁLEZ PALENCIA: Noticias de Madrid, 1621-1627. Madrid, 1942, p. 25.
(33) ANDRÉS DE ALMANSA Y MENDOZA: Cartas de Andrés de Almansa y Mendoza,
Novedades de esta Corte... 1621-1626. Madrid, 1886, p. 333.

14
LA ASISTENCIA SANITARIA EN LAS
GALERAS Y NAVÍOS DE LA RELIGIÓN
Manuel GRACIA RIVAS
Teniente coronel Médico

Para quienes hemos consagrado una parte de nuestra actividad profesional


al estudio de la Sanidad Naval española, constituye toda una sorpresa comprobar
que la organización sanitaria, a bordo de las galeras y navíos de la Religión,
supera en muchos aspectos, las características de la estructura asistencial que, en
el pasado, tuvieron tanto nuestra Armada como otras potencias marítimas, y en-
contrar en ella normas que, por su avanzada concepción, no tienen parangón en
su época.
Lo primero que llama la atención en la sanidad naval melitense es la impor-
tancia que, desde el inicio, tuvo la asistencia hospitalaria como complemento de
la que era dispensada a bordo de sus unidades navales, mientras que en el resto
de los países, la creación de hospitales permanentes, para la atención de los
hombres de la mar, fue muy posterior al establecimiento de una infraestructura
sanitaria a bordo de los buques.
En el caso concreto de las marinas peninsulares, conviene recordar que la
presencia de profesionales sanitarios a bordo de nuestros buques está documen-
tada desde el siglo mit (1), pero los primeros hospitales navales con carácter per-
manente no fueron creados hasta mediados de siglo XVII (2). En épocas anterio-
res, la atención hospitalaria de las dotaciones corría a cargo de pequeños estable-
cimientos creados y financiados por cofradías gremiales o por fundaciones cari-
tativas privadas (3), aunque en las grandes empresas de la monarquía hubo siem-
pre una formación hospitalaria móvil que, desplegada en tierra, tenía a su cargo la

(1) El primer médico conocido que prestó servicios a bordo fue Jucef Abentreví, un físico
judío a quien Jaime I llevó, en 1229, en la expedición para la conquista de Mallorca.
(2) El primero que puede ser reconocido como tal, fue fundado en Cartagena, en 1621,
para atender a los soldados que se solían juntar en esa ciudad, así para pasar a Italia, como a
los que enfermaban en las armadas y galeras...
(3) En la segunda mitad del siglo xv fueron surgiendo en distintos puertos del litoral
peninsular las Cofradías de la gente de mar, de carácter gremial, que en algunos casos contaron
con pequeños centros asistenciales. A imagen de ellas, fueron fundadas la Cofradía de Nuestra
Señora del Buen Aire por los marineros de la Carrera de Indias y la Cofradía de Nuestra Señora
de la Caridad y Piedad, para la atención de la gente de cabo de las galeras de España. Esta última
tenía entre sus obligaciones estatutarias la fundación de cuatro hospitales.

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asistencia sanitaria de la marinería y de la gente de guerra que, en ellas,
tomaba parte.

El carisma fundacional de la Orden

Sin embargo, la Orden que hoy conocemos, de una manera simplificada,


con el nombre de «Malta» (4), fue fundada a comienzos del siglo xi para cuidar y
proteger a los peregrinos que visitaban los Santos Lugares. Con este objetivo, su
fundador, el beato Gerardo, había creado en Jerusalén un hospital, bajo la
advocación de San Juan Bautista.
Este carisma «hospitalario» de la Orden va a ser el que le imprima su
carácter primordial a lo largo de toda su historia y el que, en la actualidad,
sigue alentando su actividad a través de las obras asistenciales que desarrolla en
numerosos países. Porque, cuando por iniciativa de su primer Gran Maestre,
Raimundo de Podio o Despuig, la orden se transforma en militar, lo hacen
fundamentalmente en defensa de esos pobres y enfermos a los que habían
consagrado su vida todos los miembros de la orden: Frates pauperibus serventes,
freires al servicio de los pobres (5).
No es de extrañar, por lo tanto, que el hospital constituyese el eje de la vida
de una Orden a la que daba nombre y que, a partir de aquel primitivo estableci-
miento, levantado junto al Santo Sepulcro, fuera surgiendo una compleja red
asistencial en la que encontraban acogida todos aquellos peregrinos que se des-
plazaban hasta Jerusalén (6).
Más tarde, cuando los caballeros se vieron obligados a abandonar Tierra
Santa, la presencia del hospital continuó viva hasta su establecimiento en la
isla de Malta que Carlos V les había entregado en 1530.
Lo primero que sorprende en estos hospitales es tanto su capacidad como sus
condiciones de habitabilidad. Del primitivo hospital de Jerusalén se ha dicho que
tenía capacidad para 2.000 enfermos, cifra extraordinaria para aquella época y
aunque es probable que en ella sean incluidos tanto los enfermos hospitalizados,
como los peregrinos que acudían para recibir alimento y atención, no cabe duda
que nos encontramos ante una enorme concentración de personas que planteaba la

(4) Su denominación oficial es la de Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San


Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.
(5) Las referencias a la historia de la Orden están tomadas de la obra de Carlos
MORENÉS Y MARIATEGUI, Historia resumida de la Soberana Orden de Malta, publicada por el
Instituto Complutense de la Orden de Malta en 1995. A pesar de su brevedad ofrece una
interesante panorámica de los avatares históricos de la Orden.
(6) Hacia el año 1120, la Orden estaba establecida en Antioquía. Jaffa, Cesarca,
Haifa. Jericó y San Abraham.

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necesidad de adoptar estrictas medidas higiénicas para evitar el desencadenamiento
de aquellas terribles epidemias que, con tanta frecuencia, aparecían con ocasión de
cualquier tipo de concentraciones humana y, con mayor motivo, cuando las perso-
nas que se reunían estaban enfermas o con las defensas quebrantadas por el es-
fuerzo realizado tras un largo peregrinaje en condiciones, muchas veces, penosas.
Aunque de aquel hospital jerosolimitano no han quedado restos, sí se con-
servan los edificios que la Orden mandó levantar para dar asistencia a los enfer-
mos en Rodas y en Malta. En esta última isla han pervivido, tanto el hospital
construido en Birgu, primitivo emplazamiento de la capital, como la Sacra
infenneria de La Valetta, la ciudad levantada tras el gran sitio de 1565 y cuya
magnificencia nos sorprende, en la actualidad, al contemplar el magnífico edifi-
cio que la albergó y en el que destaca la gran sala de hospitalización,
transformada en un Centro Internacional de Congresos.

Organización de los hospitales de la Orden

Pero mucho más que su arquitectura, lo que llama la atención en los hospi-
tales de la Orden es su organización, cuyas primeras bases se sentaron en
época temprana, muy próxima a la fundación del hospital de Jerusalén que
serviría de modelo para los que, posteriormente, fueron creados.
Para comprender el alcance de este sistema organizativo conviene recordar
que las primeras normas se dictan a comienzos del siglo xii. En esos momentos,
la atención espiritual a los enfermos ocupa un lugar preferente. Por ello, la
primera medida que se debe adoptar con todo el que ingresa en el hospital es la
de procurar que se confiese y comulgue antes de ser conducido al lecho, en el que
recibirán la visita periódica del capellán (7).
Por otra parte, todas las noches, los sacerdotes y clérigos de la Casa, des-
pués de completas, acudían en procesión al hospital, precedidos por el Senescal,
para recitar ante los enfermos la gran plegaria (8), de la que conservamos una
versión muy próxima a la original (9):

(7) Regla del Gran Maestre Raimundo del Puy (Despuig), confirmada por Eugenio III en
1153. art. 22. Se establecía. asimismo, que el capellán visitara a los enfermos "vestido de blanco"
y que cuando se trasladara el cuerpo del Señor, fuera delante un acompañante (diácono,
subdiácono o acólito) con una antorcha o vela, junto con el agua bendita (art. 4).
(0) ClERBIDE MARTINENA, Ricardo: Estatutos antiguos de la Orden de San Juan de
Jerusalén. Pamplona. 1999, pág. 30.
(8) Corresponde al n.° 4 de los Usos y costumbres que aparecen intercalados en el códice
navarro del Archivo Histórico Nacional de Madrid entre las disposiciones aprobadas en el capítulo
general celebrado en Limasol, el 23 de noviembre de 1304.

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Señores enfermos, oremos para que Dios nos envíe la paz del cielo a la
tierra. Oremos por los frutos de la madre tierra, para que Dios los multiplique de
tal modo que sea para su servicio y para que la cristiandad se mantenga firme.
Oremos al Señor para que asista a su representante en la tierra, a los cardenales
de Roma, al patriarca de Jerusalén y a los legados de la Santa Iglesia; que Dios
les asista de tal modo que todo lo hagan en su servicio y en su honor y para la
salvación de sus almas y provecho de la cristiandad. Oremos por el maestre del
Hospital y por el reino de Jerusalén; que Dios los tenga a su servicio, que sea en
su honor y para la salvación de sus almas y la de los enfermos, así como para la
de todos y todas las personas que llevan el hábito de nuestra Orden. Oremos por
el rey de Francia, de Inglaterra y de España; por los V reyes, por el rey de
Chipre y por el de Armenia; por todos los reyes, condes y barones; por los
cristianos pobres y ricos de Occidente y de Oriente; que el Señor les de fuerza,
poder y buena voluntad para acudir en socorro de la tierra de Jerusalén. Oremos
por todos aquellos que está en poder de los sarracenos; que Nuestro_ Señor les
otorgue la libertad por medio de vuestras oraciones. Oremos por todos los demás
y por el pueblo cristiano; que Dios ►nos otorgue cuanto necesitamos para el
alma y el cuerpo. Oremos por todos aquellos que fundaron la Casa del Hospital,
por los que la mantienen y la mantendrán con sus plegarías, oraciones, limosnas
y otros bienes espirituales; que Dios los tenga en su servicio y que conduzca sus
almas al gozo del paraíso. Oremos por las almas de nuestros padres y madres,
por nuestros bienhechores y por todo el pueblo cristiano que ha pasado de este
mundo al otro; que Dios les de el descanso eterno. Amen.
Junto a estas normas de tipo espiritual, la atención dispensada a los enfer-
mos puede ser calificada de exquisita para la época (10). Ya en 1176, el Gran
Maestre Frey Jobert había establecido el denominado privilegio del pan blanco
para los enfermos, en virtud del cual todos los hospitalizados debían recibir, úni-
camente, pan de trigo durante su permanencia en el centro (11) y, en 1181, el
Gran Maestre Roger de Molíns reguló otros muchos aspectos referidos al hospi-

El texto puede ser anterior a la caída de Jerusalén, a cuyo reino se cita expresamente en las
plegarias, aunque más adelante se hace referencia a los reyes de Francia, de Inglaterra y de Espa-
ña, por lo que o bien el título de rey de España fue introducido con posterioridad, como parece
probable, o la alusión al reino de Jerusalén ha de ser considerada como un recuerdo de un pasado
ya desaparecido.
(10) En 1181, el Gran Maestre Roger de Molíns dispuso que donde estén las casas de los
enfermos, los comendadores las sirvan y las administren de acuerdo con las necesidades de los
enfermos, con buen corazón, y les respondan y sirvan benignamente. Esta norma pone de mani-
fiesto que, además del hospital de Jerusalén, había centros de asistencia en otros lugares.
(11) Con este objeto otorgó las rentas de dos casas situadas en Jerusalén: La
denominada Casa de Santa María y la del granero o de Cafaer.

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tal, entre los que destacaban el que cada enfermo dispusiera de su propia cama
con cubrecamas y sus correspondientes sábanas (12). Al mismo tiempo estable-
ció la obligación de hacer cunas para los niños que nacían en la Casa, de las
madres peregrinas acogidas allí, para que fueran colocados en ellas, evitando
que la madre los pudiera sofocar mientras dormía. Por otra parte, se facilitaba a
todos los enfermos pellizas y botas de calzan así como bonetes de lana, lo que
demuestra el nivel asistencial de este establecimiento en el que prestaban sus
servicios cuatro médicos sabios con capacidad para diagnosticas diversas
orinas y enfermedades y aconsejar las oportunas medicinas (13), junto con una
serie de sirvientes, nueve por sala, que por orden de los freires eran los
encargados de lavarles la cabeza, los pies y los vestidos, además de hacer los
lechos y cuantos servicios fueran de provecho para los enfermos.
El mantenimiento de este nivel asistencial entrañaba gastos considerables
por lo que Roger de Molíns fijó las obligaciones anuales que los distintos
prioratos y bailatos tenían en relación con el hospital. El priorato de Francia
debía contribuir con 100 piezas de tela para renovar los cubrecamas de los
pobres enfermos, el de Saint Gilles con la misma cantidad para colchas; Italia
con 2.000 brazadas de fustán (14), la misma cantidad con la que debían
contribuir el priorato de Pisa y el de Venecia; mientras que a la bailía de
Antioquía le correspondían 2.000 brazadas de tela de algodón con todo lo
necesario para los cobertores de los enfermos. Parte de los gastos de la botica
eran sufragados por el priorato de Montpellier y el bailato de Tartaria que
aportaban, cada uno, dos quintales de azúcar para la preparación de medicinas y
jarabes; y a cargo del prior de Constantinopla corría el suministro de 200 filtros.
Anteriormente he señalado la calidad del pan que se distribuía entre los
enfermos a los que, tres días por semana, se les daba carne fresca, de cerdo o de
carnero, que podía ser sustituida por una gallina a repartir entre dos, cuando era
imposible la adquisición de otro tipo de carne.
El hospital no era únicamente un centro asistencia¡ para la atención a los
enfermos sino que, en el mismo, encontraban acogida los pobres y necesitados a
30 de los cuales se les daba de comer todos los días, y tres veces a la semana se

(12) El lecho individual representaba todo un avance digno de ser tenido en cuenta,
cuando era normal acomodar al menos a dos enfermos por lecho, si se disponía de ellos;
práctica habitual en nuestros ejércitos en el siglo XVI.
(13) La observación de la orina e incluso su prueba por los médicos era un procedimiento
de diagnóstico habitual en la época. Por esta razón no es correcto afirmar que en el hospital de
Jerusalén se practicasen. por vez primera. "análisis de orina", como ha sido señalado en algunas
ocasiones.
(14) El fustán era una tela gruesa de algodón con pelo por una de sus caras,
similar a lo que denominamos felpa.

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distribuía pan, vino y cocido a todos los que se acercaban a sus puertas. El reparto
de camisas, calzones y zapatos nuevos era una práctica habitual al igual que la
entrega de limosnas y, para ello, existían unos freires a cuyo cargo estaba la prepa-
ración de la ropa y la reparación de los zapatos que muchos benefactores donaban
al hospital para su posterior entrega a los menesterosos.
Todo este dispositivo se quiebra cuando el reino de Jerusalén cae en poder
de Saladino el 18 de mayo de 1291, aunque su recuerdo perdurará como un
ideal asistencial a lo largo de toda la historia de la Orden.
Mientras, tanto en San Juan de Acre como en Chipre, cuando sean
expulsados de Tierra Santa, existieron enfermerías para la atención de los
caballeros enfermos o heridos que aunque no son pueden ser equiparadas con el
hospital jerosolimitano, mantuvieron un elevado nivel asistencial y fueron
objeto de especial atención por parte de los diferentes capítulos generales.
En ellas hubo médicos cualificados para la atención de los enfermos con el
nivel suficiente para que, en 1268, les fuera permitido comer en la mesa de los
freires lo que estaba vedado a los maestres sargentos y ballesteros (15). Eran
profesionales que residían en la propia casa y que, en el momento de su incorpo-
ración, prestaban juramento en presencia del freire enfermero y de otros siete
freire, uno por cada lengua, de desempeñar su oficio de tal modo que pongan al
servicio de los enfermos todos los conocimientos que entiendan son necesarios
para su cuidado (16). Cada día visitaban a los enfermos en dos ocasiones, acom-
pañados por el freire enfermero, una figura clave en la organización de estos
pequeños centros asistenciales en los que se mantuvo la calidad de las comidas,
poniendo a disposición de los asistidos, siempre que era posible, dos tipos de
carnes y sustituyendo el vino siempre que no fuera de su agrado, aunque sin que
se excusara un nivel de disciplina propio de una corporación en la que primaban
los aspectos militares y así, por ejemplo, era retirada la comida a aquellos enfer-
mos sorprendidos jugando al ajedrez o leyendo romances (17), del mismo modo
que se establecían algunos límites a la asistencia a los baños.
El baño es una práctica higiénica que en la cultura orienta¡, ocupa un lugar
relevante como punto de encuentro y esparcimiento al igual que ocurría en Gre-
cia y Roma. Estas prácticas eran habituales entre los caballeros que dispusieron,
en ocasiones, de instalaciones adecuadas para este fin, aunque debió ser frecuen-
te, asimismo, el acudir a los baños públicos. Así puede entenderse una norma

(15) Capítulo General celebrado en San Juan de Acre en 1268. Gran Maestre
Hugo de Revel.
(16) Disposiciones aprobadas en el Capítulo General celebrado en Limasol (Chipre) bajo
la presidencia del Gran Maestre Guillermo de Villaret, en 1300.
(17) Ordenanzas aprobadas en el Capítulo General celebrado en San Juan de
Acre y confirmadas por el Gran Maestre Hugo Revel en 1262.

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aprobada en 1300, cuando ya se encontraban establecidos en Chipre, por la cual se
prohibía a los caballeros que fueran a los baños salvo en caso de necesidad y con
conocimiento de su baile. Y si le es autorizado, vayan tres o cuatro juntos, sin que
pudieran comer o dormir en ellos. En el caso de los enfermos la autorización era
competencia del enfermero y así aparece en los "Usos y costumbres" de la Orden,
lo viene a demostrar que se trataba de un hábito, no estrictamente higiénico,
ampliamente difundido que era preciso regular (18).
La conquista de la isla de Rodas representó un nuevo paso dentro de la
historia de la Orden y el reverdecer de su tradición hospitalaria, nunca apagada,
pues en 1314 se dispuso la construcción de un hospital en la isla (19), en honor
de Nuestra Señora y de San Juan Bautista con una dotación de 30.000 besantes
procedentes de legados testamentarios y de las cuestaciones que, con este fin, se
hicieron en todas las dependencias administrativas de la Orden.
Es imposible dejar constancia de todas las normas y disposiciones que
regulaban el funcionamiento de los hospitales creados por la Orden en Rodas y,
posteriormente, en Malta (20), pero he creído oportuno hacer referencia al
último de los aprobados antes de la toma de la isla por las tropas de Napoleón y
que está fechado el 21 de abril de 1796 por entender que puede ofrecernos una
interesante visión comparativa con aquel primer hospital de Jerusalén, al que me
he referido anteriormente (21).
El hospital que, tradicionalmente, estaba a cargo del prior de la lengua de
Francia, se regía en esos momentos por una Veneranda Congregazion, instituida
por el Supremo Consejo para su gobierno político y económico, estando com-
puesta por el hospitalario, su lugarteniente, dos caballeros grandes cruces y cua-
tro caballeros de otras tantas naciones elegidos por el Gran Maestre.

(18) En los citados Usos y costumbres se indica que los freires enfermos cuando quieran
ir a los baños o algún otro lugar de esparcimiento, deben solicitar permiso al enfermero. Hay que
insistir en la referencia a los baños u otro lugar de esparcimiento para comprender el sentido de
las limitaciones impuestas.
(19) Capítulo General celebrado en 1314 bajo la presidencia del Gran Maestre Folco
de Villaret.
(20) El primer hospital fundado, tras la llegada de los caballeros a la isla de Malta,
fue el del Santo Spirito en la ciudad de Rabat.
En 1532, el Gran Maestre Villiers de l'lsle Adam funda el hospital de Birgo que fue
ampliado en 1538. El edificio se conserva todavía en la calle de Santa Escolástica.
En Birgo, en las proximidades del fuerte de Sant'Angelo se levantaba también el
hospital de la lengua de Italia. edificado entre 1553 y 1555, en cuya fachada se encuentra la
inscripción «fu te domine speravi».
Pero el más importante centro asistencial de la Orden fue la Sacra Infermeria, de La
Valetta, de la que dependían una serie de establecimientos menores.
(21) Se conserva en la National Library de Malta. Archivo de la Orden de Malta. Ms. 1.714.

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Al frente del mismo había un comendador, cabeza y gobernador de la
Sacra Enfermería y un prodomo encargado de facilitar los comestibles de
buena calidad que sean necesarios, así como de la ropa.
De la atención espiritual se encargaban el prior y los vicepriores, mientras
que los aspectos sanitarios estaban encomendados a tres médicos principales y
tres médicos secundarios, junto con seis cirujanos, tres principales y tres secun-
darios.
Tanto los médicos como los cirujanos principales eran designados por el
Gran Maestre con un sueldo anual de 350 escudos. Los secundarios podían ser
presentados por los principales como practicantes. Tras ser aceptados por el
hospitalario y haber obtenido la graduación en la universidad eran promovidos
al empleo de médico o cirujano secundario con un sueldo anual de 200 y 175
escudos, respectivamente. Además, el hospitalario designaba a seis barberos
con sueldos que oscilaban entre los 120 y los 72 escudos anuales, para auxiliar
a los cirujanos.
El hospital disponía asimismo, como era habitual en este tipo de estableci-
mientos, de un conjunto de empleados entre los que destacaban el escribano y
el armoriere. El primero de ellos tenía a su cargo el libro registro en el que se
anotaban las entradas y salidas de enfermos y los testamentos. El armoriere
tenía a su cargo la custodia de la plata.
Del cuidado de las salas se encargaban los guardianes que debían
mantenerlas calientes, cuando eran necesario, y perfumarlas con "rosa marina"
todos los días por la mañana y por la tarde.
El sistema de trabajo de este personal era el de una semana de guardia y
una semana de descanso, mientras que los médicos y cirujanos prestaban
servicio dos meses seguidos y descansaban durante cuatro.
El reglamento regula con minuciosidad el funcionamiento de la botica o
spezieria al frente de la cual había un comendador que ejercía el cargo de comi-
sario durante un período de dos años. En ella trabajaban seis laborantes y dos
muchachos como auxiliares que preparaban las medicinas solicitadas mediante
receta expedida por los médicos y que se distribuían de manera gratuita.
Esta botica que tuvo gran importancia no solamente atendía a la Sacra
Infermería, sino que preparaba medicinas para otros muchos lugares que apare-
cen reseñados en el reglamento: El hospital de mujeres de La Casetta; prisión de
esclavos; pobres de La Valetta, Victoriosa, Senglea y Conspicua; conventos de
capuchinos de La Valetta y Victoriosa, de menores observantes y carmelitas de
La Valetta; monjas de Santa Úrsula, Santa Catalina, Santa María Magdalena,
Santa Escolástica y Santa Margarita; lazaretos de La Valetta, Vilhena y Victorio-
sa; hospicio de inválidos; pajes del Gran Maestre y alumnos.
No falta tampoco una referencia a la cura antivenérea y a la dependencia

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destinada a este fin en el hospital, en la que se dispensaban las fricciones de
compuestos mercuriales utilizadas entonces, con indicación expresa al tratamiento
de los caballeros y de aquellas personas que han recibido las sagradas órdenes lo
que viene a demostrar la difusión de la sífilis en todos los estratos sociales.
El recuerdo de esta gran obra hospitalaria permanece vivo tanto por la mag-
nificencia de sus instalaciones como por las múltiples referencias que se conser-
van del nivel asistencial dispensado a los enfermos acogidos en ella que, como
era tradición en la Orden, disponían de camas individuales, perfectamente equi-
padas, y de un servicio de vajilla que llama poderosamente la atención, tanto por
su calidad como por el elevado número de piezas que lo integraban (22); al mis-
mo tiempo, su nivel científico alcanzó las más altas cotas de la ciencia en su
época, merced a la formación recibida, tanto en las universidades europeas de las
que procedían muchos de sus facultativos, como de las propias escuelas de Medi-
cina y Cirugía fundadas, en 1676, por el Gran Maestre Nicolás de Cotoner.

Las fuerzas navales de la Orden

La Orden dispuso, muy pronto, de buques cuyo cometido fundamental era


el de mantener un enlace fluido con las encomiendas de Occidente. Entre ellos
había naves de carga en las que se transportaban los pertrechos necesarios y en
las que se conducía a los peregrinos que se dirigían a los Santos Lugares, bajo la
protección de los caballeros de la Religión, pero también contaba con embarca-
ciones ligeras utilizadas como "avisos" siempre que era necesario.
Cuando el Gran Maestre Jean de Villiers evacua San Juan de Acre, en
1291, a bordo de una carraca de la Orden, parece que va a quebrarse la ejemplar
trayectoria de unos caballeros que habían sabido enlazar su vocación
hospitalaria con un servicio militar que había hecho de ellos uno de los más
firmes baluartes de la Cristiandad en Tierra Santa.
Sin embargo, nada más establecerse en Chipre, al amparo de aquel rey que,
junto a la corona de la isla, reunía los derechos legítimos sobre el desaparecido
trono de Jerusalén, la Orden cobra nuevo vigor con la incorporación de caballe-
ros llegados de todo el mundo, impresionados por el valor de que han hecho
gala en unos hechos de armas que han causado admiración en todas las naciones
de Occidente.

(22) Saqueado por las tropas napoleónicas, pueden contemplarse algunas muestras sig-
nificativas en el Museo de Bellas Artes de Malta, que tiene una sala de su planta baja dedicada a la
Sacra Enfermería.

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Es entonces, cuando con sorprendente intuición la Orden se percata de que
el escenario sobre el que se va a dirimir el futuro de la Cristiandad es el mar.
Por ello, quienes comenzando como hospitalarios supieron transformarse en
hombres de armas, se convierten, ahora, en gente de mar para continuar su
labor a bordo de unas naves que, con las fórmulas de la Religión al aire del
Mediterráneo, van a constituirse, muy pronto, en el firme valladar sobre el que
se estrellarán los sueños expansionistas del Islam.
En Chipre, la Orden inicia su andadura como potencia marítima y es en el
Capítulo General celebrado en Limasol, el 5 de noviembre de 1300, bajo la presi-
dencia del Gran Maestre Guillermo de Villaret, cuando se dispone que sea crea-
do y legislado el cargo de almirante con autoridad sobre las galeras y de las
gentes de armas ..., con una asignación personal de cien besantes a detraer las
ganancias que produzcan las galeras y los barcos armados de la Orden.
Sus fuerzas no serán nunca muy importantes: Seis galeras y algún buque
redondo, junto con unidades ligeras, fueron hasta el siglo XVIII los efectivos
navales habituales, a bordo de los cuales servían los caballeros llegados de todos
el mundo, en cumplimiento de la obligación que tenían de correr caravanas,
cuatro campañas marítimas de seis meses de duración cada una de ellas que se
convirtieron en la mejor escuela naval de la época, en la que forjaron su carácter y
adquirieron una excelente preparación unos hombres que luego sobresalieron en
las Marinas de sus países de procedencia.
Su constante actividad, junto a la pericia y bravura de la que hicieron gala
los marinos de la Orden en Chipre, Rodas y más tarde en Malta, convirtieron a
estas unidades en una temida fuerza de la que se afirmaba que cada galera de la
Religión era capaz de sostener combate con cuatro turcas.
Y. efectivamente, fue la galera el tipo de buque sobre el que se asentó el
poder naval de Malta, hasta el punto de que, unidades de este tipo, continuaron en
servicio hasta la conquista de la isla por Napoleón, aunque a comienzos del siglo
XVIII comenzaron a entrar en servicio los navíos de alto bordo que eran construi-
dos en la propia isla de Malta.
Durante todo ese siglo, las fuerzas navales de la Orden, estuvieron consti-
tuidas por dos agrupaciones: Una de ellas integrada por navíos y fragatas y la otra
por cuatro galeras.

La atención sanitaria a bordo de los buques de la Orden

Para dar respuesta a las necesidades sanitarias del personal embarcado se


constituyó un servicio de Sanidad, encargado de la atención tanto de los caballe-
ros como de la gente de cabo y de ese abigarrado conjunto de personas que for-

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maban parte de la chusma: Buena boyas, forzados y esclavos. En 1576, su
número era de 693, mientras que un siglo después, en 1663, alcanzaba la
cifra de 2.190 hombres.
Al frente de la escuadra de galeras se encontraba un Médico del que
dependía el personal embarcado en cada una de ellas. Habitualmente, cada
galera contaba con un cirujano embarcado, asistido por uno o más barberos.
El médico era el responsable último de la asistencia sanitaria y del control
de lo que hoy denominaríamos "bajas por enfermedad". Antes de la salida de la
escuadra para efectuar una "caravana", visitaba a los enfermos hospitalizados en
la Sacra Enfermería y los que eran atendidos en sus domicilios para comprobar
su estado y tomar una decisión acerca de la conveniencia de que se
reincorporaran a su destino o permanecieran rebajados. Además, en compañía
del protomédico de la isla y de un responsable administrativo debía verificar el
estado de las medicinas que se embarcaban en cada galera y de las cajas de
instrumental de cada cirujano.
Navegaba a bordo de la capitana y tenía a su disposición un esquife para que,
siempre que el tiempo lo permitiera, pudiera efectuar una ronda por todas las
galeras, al igual que hacía en puerto, con objeto de visitar, personalmente, a todos
los enfermos. En cada galera le acompañaban el cirujano y sus asistentes con dos
libros en los que quedaban registrados los datos de cada enfermo y los tratamien-
tos prescritos. Al igual que sucedía en los hospitales de tierra, la primera preo-
cupación frente a un enfermo o herido era el advertirle de la conveniencia de
confesarse por considerar más importante la salud de su alma que la del cuerpo.
En los navíos era frecuente la presencia de varios cirujanos y barberos. En-
tre la dotación del San Juan, en 1769, figuraban un cirujano, un barbero y dos
asistentes. También era habitual el embarque de médicos, sobre todo en el caso
de que se tratara del buque insignia de la agrupación. Así sucede a bordo del
San Zacarías, en el que se encontraba un médico junto con un auditor.
A través de las Ordinaciones para el buen gobierno de los bajeles,
promulgadas en 1709 (23), podemos conocer las cuidadosas normas de índole
higiénica que habían sido establecidas.
Todos los navíos contaban con una enfermería que se limpiaba todos los
días y que era perfumada con pino. A los enfermos ingresados se les recogía la
ropa para ser lavada, estando completamente prohibido que pudiera ser
utilizada por el personal sano.
Antes de repartirles la comida era preciso lavar, cuidadosamente, las
manos de los enfermos y, por otra parte, se ponía una especial atención en la

(23) Nacional Library of Malta. Archivo de la Orden de Malta. Ms. 1.761

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aguada, de manera que nunca se debía hacer si no se encontraba agua en
buenas condiciones.
Cada navío recibía, antes de su salida de puerto, una caja con las medicinas
necesarias cuyo cuidado estaba encomendado, como ocurría en todas las Mari-
nas, a los responsables del buque, aunque correspondía al cirujano verificar su
estado, poniendo especial atención para impedir que las medicinas se estropearan
como consecuencia de las altas temperaturas. Al rendir viaje, la caja era devuelta
a la farmacia del hospital para que los remedios sobrantes pudieran ser
reaprovechados.
Siempre que los buques se encontraban en puerto debían contar con un bar-
bero de guardia por si se produjera un accidente. Éstos tenían la obligación de
tener a su alcance un estuche con el material necesario para las primeras curas.
La obsesión por las enfermedades venéreas queda patente en estas
ordinaciones en las que se señalan los tratamientos adecuados para estos
casos, aunque se prohibe expresamente la unción mercurial a bordo de los
buques, debiendo ser enviados los enfermos al hospital para que, en la sala
dispuesta al efecto denominada «falanga», recibieran este tratamiento.
La comunicación entre los buques y el hospital era constante, siendo obliga-
torio que el personal sanitario destinado en ellos acudiera a la Sacra Enfermería a
prestar sus servicios, siendo condición indispensable para la promoción de bar-
beros y cirujanos la labor realizada en sus salas.
Dentro de la organización sanitaria de la Orden, durante su permanencia en
Malta, se ha destacado la importancia de las medidas de cuarentena impuesta a
todos los buques que llegaban a sus aguas, cuyas dotaciones eran obligadas a
cumplir el período de aislamiento en los lazaretos establecidos, entre los que des-
tacaban el de la isla Manuel y el de la "Barriera", aunque no fueron los únicos.
Este ejemplar dispositivo no pudo impedir, sin embargo, el desencadena-
miento de algunas epidemias como las de 1592, 1596 y 1598 que obligaron a la
creación de hospitales de emergencia para los afectados; entre ellos la antigua
enfermería de Birgu y algunos conventos.
La epidemia más importante fue la que se desencadenó en 1675 y, en
cuyos precedentes, figura un hecho curioso que viene a poner de manifiesto
la dificultad existente para el mantenimiento de las medidas de cuarentena
cuando no se cuenta con la colaboración de los afectados.
En junio de 1674, un marinero perteneciente a la dotación de uno de los
buques que estaban siendo sometidos a cuarentena, saltó por la borda, alcanzando
la ciudad, refugiándose en la iglesia que los carmelitas tenían en Birgu. El hecho
provocó una enorme conmoción, tanto por el peligro que entrañaba el com-
portamiento del marinero como por el hecho de que, al haberse acogido a lugar
sagrado, gozaba de su inmunidad y, por lo tanto, no podía ser detenido. Por inter-

26
vención del Gran Maestre, y no sin cierta resistencia, el obispo accedió a autori-
zar la entrada de la fuerza pública y el incidente pudo ser solucionado.

Conclusión

A través de este rápido recorrido hemos podido constatar la importante pa-


pel desempeñado por la Sanidad melitense tanto a través de sus centros
hospitalarios como a bordo de sus unidades navales.
Como correspondía a una Orden hospitalaria, ante todo, su contribución en
el campo de la Sanidad ha sido muy importante, a lo largo de toda su historia y,
en muchas ocasiones, sus procedimientos de actuación fueron muy superiores a
los que eran habituales en otros lugares.
No querría, sin embargo, dejar de resaltar que todos sus recursos sanitarios
estuvieron siempre, tanto al servicio de sus caballeros, como del personal civil
de los lugares en los que asentaron sus casas.
A la labor desarrollada en Jerusalén, Rodas o Malta habría que sumar la
que fue llevada a cabo en toda esa constelación de pequeñas encomiendas que,
extendidas por todo el mundo, dispensaron su apoyo económico a los grandes
hospitales de la Orden manteniendo, al mismo tiempo, pequeños centros
asistenciales en los que eran atendidos peregrinos, pobres y menesterosos.
Quiero recordar también la disposición de la Orden para acudir, de inmedia-
to, en socorro de las víctimas de catástrofes naturales. Así ocurrió, en 1693, en
Augusta (Sicilia) o con los damnificados por el terremoto de Messina en 1783, a
los que se socorrió desde Malta con todas las galeras, en las que se llegó a embar-
car un hospital de campaña, y a bordo de las cuales fueron conducidas hasta los
hospitales de la isla más de 500 personas.
El fin de la presencia de los caballeros de Malta en la isla que les dio
nombre no supuso, tampoco, el fin de su extraordinaria labor humanitaria en la
mar y así, durante la campaña italo-abisinia de 1912, la Asamblea italiana de la
Orden, fletó un buque-hospital, el Regina Margeritta, en el que fueron
transportados 12.000 heridos.
Ahora, cuando en todos los países cobra mayor fuerza el concepto de
"ayuda humanitaria" y la opinión pública exige la puesta en marcha de
mecanismos eficaces, para ayuda de todas esas víctimas de las guerras y de las
catástrofes naturales que golpean nuestra sensibilidad desde las ventanas de los
informativos televisivos, estoy seguro de que las naves de la Religión volverán
a surcar los mares para acudir, como entonces, en ayuda de todas esas personas
que, en cualquier lugar del mundo, tienden su mano hacia nosotros.

27
Biblíogra fía

CASSAR, Paúl: "The hospital of the Orden of St. John in Malta" in Scientia, XII
(1946), pp. 55-71.
— Medical History in Malta. London, 1964. pp. 44-67.
— "Medical Lif at Birgu in the Past". Cap. 9 de la obra Birgu. A Maltese Maritime
City. Malta, 1993.
CIERBIDE MARTINENA, Ricardo: Estatutos antiguos de la Orden de San Juan de
Jerusalén. Pamplona, 1999.
CRITIEN, A. "The Holy Infirmary plate". Scientia IX (1943), pp. 107-118.
— Holy lnfirmary sketches. Malta, 1946.
— "A round of the Holy Infirmary wards". Scientia XIV (1948), pp. 112-127.
— "The foundlings under the Order and after". Scientia, XV (1949), pp. 3-
19. MORENÉS Y MARIÁTEGUI, Carlos: Historia resumida de la Soberana
Orden de Malta. Madrid, 1995.
SALVÁ, Jaime: La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra los
turcos y berberiscos en lo siglos xvi y xvti. Madrid, 1944.
WISMAYER, Joseph M.: The Fleet of the Order of St. John, 1530-1798. Malta,
1997.

28
RODAS 1309-1523. LA DEFENSA
DEL CRISTIANISMO
EN EL MEDITERRÁNEO ORIENTAL
Juan A. MAGAZ VAN NESS
Investigador

En primer lugar me gustaría agradecer a la viuda de Berthold, conde de


Waldslein-Wartenberg, caballero y medievalista de la Orden, por haberme
abierto su archivo particular de Viena para poder realizar este trabajo.
Pere Tafur, un cordobés en su viaje a Oriente Próximo, visitó la isla de
Rodas en 1436 y relató: "es uno de los más increíbles lugares de piedad que haya
visto jamás, los caballeros acogen a cualquier enfermo, le curan y le absuelven de
sus pecados".

La llegada de los caballeros a Rodas

A principios del siglo xiv la presión contra los sanjuanistas empezó a ser tan
fuerte en Chipre que tuvieron que empezar a buscar otro sitio para establecerse.
Existía la opción fácil de ir a Francia, donde contaba con grandes posesiones o
expanderse por el complicado este europeo. Factores que influyeron en esta
última fueron por un lado la buena relación con las confesiones, con los árabes,
sirios y judíos, de los que aprendieron técnicas médicas y arquitectónicas para la
construcción de hospitales, palacios y castillos.
Chipre pertenecía al Imperio Bizantino hasta 1210 y las tensiones con la fe
Latina Occidental fueron en aumento con el prior de la Iglesia Griega Laodicea,
además hay que incluir la influencia siria. En esta incómoda situación no se podía
cumplir la regla de la Orden: "la defensa de Nuestros Señores los enfermos".
El pirata Vignolo de Vignolis era el propietario de la isla de Rodas. El en-
tonces Gran Maestre de la Orden de San Juan, fr. Fulko de Villaret propuso la
conquista de la isla. Ofrecía muchas ventajas, ofrecía como la situación estratégi-
ca, sus características morfológicas con sus numerosas bahías y acantilados, va-
lles fructíferos y elementos defensivos ya construidas por los piratas y corsarios
como Filermo, Lindos Ferakios y Lardos. A esto se unió la parca defensa que
ofreció la escasa población de Rodas (cinco o seis mil habitantes) y por otro lado
el terremoto que azotó la isla en 1304 que pudo haber deteriorado las estructuras
liiiii Mille;Itche n '•' . .
1
zion "mande al Sayi.nero,
!va akroue larca Renda:24 airno' approparao l'hola dr, odt, pl
malora" amante contra 9.1' In/9 ' AZRA:roluta me disté
yande, "maro/ o,nas molla p .' e trattorseri in
ola rade maks ~adula che Y tila envnlierii. adratau
.

ta da CiAalla iciernatio,ribellc dela mnudore d'adra:tico, dal .5ntale


ottenatane l'inadnitzing con ele! e51:isti: dol.Pontetrzce Clernemen" de ¿Re
els Pranzig e 41,apoli it 4' Cenome.ri, 91p. riasci con insoromin zorpreva
con tarda a u u. di 4garto del:loskrítacelsata poso dogo quell'Irola da
Ottonia no Re do jaral; non rolan:en:e 'veteas vq4AGr:zi dell' agsrenore, osa
col zacear:ro d'Anadeo TrOonte rli Jauola tobbo a rüú-ant dall 'ilrip reta.

Pid Arana:a 124 la gatee% che .lili racfiero contra i :un: Cdvinlinz lezne a de y
pardo dalla 4_.• _nitar di Granertro, raartfolaila laale dopo Ocre nata
readmito da G ioaanni XXII> indi a pie 4 nnanuc3 ralrandari a ulere
prima:al 7 3 o pandici ~sí da. .sflasnnero -

Fr. Fulko de Villaret. Gran Maestre (1304-1317)

30
defensivas. Así, el Gran Maestre pensó que con unos pocos medios podía
hacerse con la isla.
Contó con la ayuda de 31 caballeros, un pequeño contingente de soldados de
a pie y dos buques de entre 35-40 metros de eslora y seis metros de ancho, con dos
mástiles y remos, accionados por esclavos turcos. El 27 de septiembre de 1306, tras
tres días de enfrentamiento
pudo haberse con el castillo
de Feraklos. En tres años y
habiendo reunido a un
ejército de casi 5.000
hombres se hizo con la
estratégica fortaleza de
Filermo y el 15 de agosto de
1310 abrió las puertas de la
ciudad de Rodas; aunque un
año antes, el Papa Clemente
V, en contra de la voluntad
del emperador bizantino
• reconoció la propiedad de la
SI
Lelos
Kabonosli:
Orden. Los Caballeros
(g-j11 % 15"1"'"'" € "
e
) , )
Sanjuanistas poseían Rodas
14/ ................
y las islas limítrofes de
Calchi, Limonia, Simi, Pis-
copi, Nisiro, Kos, Candino,
Lero y Castel-Rosso, pero
endeudaron las arcas de los
bancos italianos.
El Gran Maestre fr.
Mapa de la zona de Levante y rutas de las embarcaciones. Fulko de Villaret con la
bula papal "Ad
providendum Christi"
recibió los bienes de la
orden del Temple que si bien pudo aliviar la mala situación financiera por un
momento su mala gestión llevó a una rebelión de los suyos que se hicieron fuertes
en un castillo de la isla y nombraron a su supuesto Gran Maestre fr. Maurice de
Pagnac. Enterado del asunto el Papa Juan XXII envió a dos comisarios para que
solventaran esta situación pero finalmente la muerte del intruso y la retirada de fr.
Fulko de Villaret, hicieron que las aguas volvieran a su cauce. El mismo Papa
confirma los derechos y la posesión de la isla el 30 de abril de 1317 a condición
de que realizaran reformas dentro de la organización de la Orden. En los primeros
años no faltaron detractores a la Orden corno los Papas Clemente VI en 1351 e
Inocencio VI en 1355 que amenazaron
31
seriamente con la disolución de la Orden, intentando reconvertirla en una organi-
zación meramente militar. Estos intentos contrastan con la política de otros Papas
como Inocencio VIII que llegó a presidir el Capítulo General de 1445, elevó la
categoría de Gran Maestre al de Cardenal y unificó las órdenes de San Lázaro, la
del Santo Sepulcro y de Monte Morillón a la de San Juan, esto último confirmado
por el Papa Julio II en 1505. También confirmaron los privilegios en especial
sobre la integridad de la Orden y la especial protección Papal del que gozaban.
Poco a poco los Grandes Maestres fueron construyendo un Estado con soberanía
propia que tuvo que enfrentarse a la Iglesia de Roma con la constante amenaza de
disolución durante el siglo xiv, argumentando la situación de bancarrota y los
deseos absolutistas de los Grandes Maestres, pero la alejada localización, la acu-
ñación de moneda propia, el sistema judicial autónomo y las relaciones bilaterales
con los países fronterizos entre otros, fueron creando un Estado Soberano. Merece
la pena describir la organización, las fuentes y el sistema judicial penal.
A la cabeza del gobierno de la Orden de San Juan está el Gran Maestre. El
primero en Rodas fue como ya se mencionó anteriormente fr. Fulko de Villaret.
Los siguientes Grandes Maestros tampoco fueron muy laxos hasta que por deci-
sión capitular se limitó el poder pero por poco tiempo porque fr. Juan
Fernández; de Heredia estaba en manos de los albaneses y tras su liberación se
volvió a la situación anterior de "primus inter pares".
El tratamiento también evolucionó: los Maestres llevaban su título
personal hasta que en 1437 adoptaron el título de Gran Maestre y en 1462
con el tratamiento de "reverendisimus et excellentisimus".
Entre los derechos y obligaciones destacan estar en Convento, tomar las
decisiones de los Capítulos Generales y el control de las administraciones y de
los hospitales. Los viernes se reservaban para las audiencias. Ejercía derecho de
gracia y última instancia de la Justicia. A partir de 1354 tuvo el derecho de crea-
ción y otorgamiento de encomiendas. Su Corte la componían cuatro capellanes,
un ayudante de cámara el maestro de armas y tres hermanos de orden ampliados
en 1420 a doce comendadores tres por cada priorato.
Los demás derechos están relacionados con la disciplina de Convento
que se mencionara más adelante,
En un segundo nivel encontramos el Capítulo General, el consejo de la Or-
den y el Consejo Ampliado de la Orden. El primero apenas sufre variaciones hasta
que el Gran Maestre Heredia amplió su composición con dos priores por cada
priorato, bailíos y comendadores pudiendo ser representados por terceros. Con
cierta regularidad debían reunirse y así lo hicieron pero no siempre en Rodas
dadas las dificultades técnicas y que el Papa Juan XXII permitió a partir de su
decisión de 17 de septiembre de 1325. Las reuniones eran largas y podían durar
meses. En segundo lugar el Consejo de la Orden compuesto por el Gran Maestre,

32
bailíos conventuales y en prior de la Iglesia, era el principal órgano
decisorio. Podía asistir bajo requerimiento el procurador del Común Tesoro
con voz pero sin voto.
Los presentes aconsejaban al Gran Maestre sobre las decisiones a tomar,
informaban sobre el estado de salud de los enfermos de los hospitales y era el
Tribunal de última instancia, todos los viernes. El Consejo Ampliado instituido
en 1370 lo componían los anteriores más tres priores y dos hermanos de orden de
cada lengua. Su función fue la de realizar pequeñas tareas administrativas, tomar
decisiones de pequeña envergadura y el nombramiento del Castellano de Rodas y
el bailío encargado del Comercio.

La administración

El cargo administrativo más importante de la orden fue el de bailío elegido


por el Gran Maestre y Consejo de la Orden debiendo tener más de 25 años de
edad, asumir el cargo durante 10 años y residir en el convento. En el Capítulo
General de 1445 se estableció definitivamente la relación de las
administraciones a cada una de las lenguas. Así:

Gran Comendador Provence


Hospitalario Francia
Mariscal Auvergne
Drapero Aragón
Turcopolier Inglaterra
Almirante Italia
Gran Bailío Alemania

Al frente de todos estaba el bailío Conventual que desde 1383 era elegido por
el Gran Maestre y el Consejo de la Orden y que no podía bajo ningún concepto
abandonar el convento.
El Gran Comendador era el máximo responsable de la administración finan-
ciera aportada por el Común Tesoro, institución que fue reformada en 1433.
Se recibían ingresos regulares de las responsiones que corresponden a un
porcentaje fijo de cada una de las encomiendas, desde 1/3 a 1/5 que siempre
debían de ser aportados sin que mediara excusa alguna con fecha límite de 14 de
septiembre (más tarde se cambió al día de San Juan). Otros ingresos extraordina-
rios provenían de los spolium, es decir, el valor de los bienes muebles de la enco-
mienda tras la muerte del comendador; mortuorium que eran los ingresos de la
encomienda hasta la muerte del comendador; el vacante o ingresos de la enco-

33
mienda hasta el nombramiento de nuevo comendador; y por último las
imposiciones como los ingresos extraordinarios.
A pesar de que en esta época se recibieron los bienes de la Orden del
Temple, Bula "Ad Providendum Christi" de 3 de mayo de 1312 del Papa
Clemente V los ingresos aumentaron, pero la situación endeudada de la
Orden fue bastante generalizada durante esta época debido al aumento de la
lucha contra el infiel y la tardía llegada de las partidas de dinero que debían
recorrer un largo camino.
Respecto a la reforma aludida del Común Tesoro la institución ya no queda-
ba en manos de una persona sino que se nombraban dos procuradores que ten-
drían acceso al tesoro o caja de Rodas, por cada lengua se nombraba un auditor
que asesoraba, aconsejaba e investigaba las cuentas de las lenguas. Fue una refor-
ma importante, ya que ampliaba los miembros del convento.
Drapero. Institución que desde 1462 estuvo vinculada a la lengua de Aragón
que tenía como misión controlar la uniformidad de los miembros, elección de
telas. Evolucionó hasta convertirse en ente fiscalizador del Común Tesoro. Esto
les llevó a una serie de nuevas obligaciones como el cuidado de los pobres y
representación de los derechos de los prisioneros, enfermos, viudas y viudos hasta
el Consejo de la Orden.
Tesorero General. Se ocupaba de las cuentes y la fiscalización en Rodas y
a quien el Gran Maestre Lastic encomendó la custodia del sello de la Orden.
Hasta 1448 siempre estuvo en manos de un capellán o sirviente de armas, para
luego volver a ser confiado a un caballero.
Mariscal. De gran importancia en la isla cuya misión fundamental era la
defensa en tierra de la isla. A sus órdenes se encontraban aquellos marineros que
estuvieren en tierra. Se le confió el estandarte de la Orden, la vigilancia de las
torres, que en el caso de castillo de la ciudad de Rodas se hacía las veinticuatro
horas turnándose para ello las lenguas y eran retribuidos por ello. También ins-
peccionaba a los caballos, alimentos y enfermos que llegaban a la isla. Su función
con el tiempo fue delegándose al ejército terrestre a un capitán, las estrategias de
defensa al Castellán de Rodas, ambos elegidos por el Consejo.
Almirante. Figura independiente del mariscal, cuya función era la defensa
marítima de la isla, el control de los barcos con mercancías y control de las
tripulaciones y remeros. También en su figura se fueron delegando funciones a
partir de 1466. El capitán de la Armada controlaba las flotas de guerra y
nombraba los patrones de las pequeñas embarcaciones de apoyo. No hubo una
regulación extensa acerca de estas figuras, dado que se encontraban sujetas a
la costumbre y al derecho romano, por lo que ni siquiera la Orden se preocupó
en regularlo.
Turcopolier. Cargo muy vinculado a las órdenes del almirante y del mariscal

34
y cuya importancia fue en aumento en el siglo Xiv. Encargado de comandar
pequeñas tropas de vigilancia costera.
Gran Bailío. Creado en 1428, tuvo la misión de cuidar de la fortaleza de
San Pedro (Budrum) y que acogía a los esclavos provenientes de Turquía,
Egipto. Elegido por el Gran Maestre ejercía su función por un período de cuatro
años. Debía visitar como mínimo una vez al año la fortaleza con una galera para
separar aquellos que fueran aptos para la guerra y armarlos. Además debía
procurarles comida regularmente, organizar los entrenamientos y proveerles de
munición suficiente.

Concilium (izquierda), Tesorería (centro). Sguard um (derecha).

Hospitalario. Fue el cargo que justificaba la existencia de la Orden, y cuya


misión estaba en la lista de obligaciones fundamentales de cualquier caballero. Si
bien tuvo varias reformas la dirección de los hospitales se encomendaba a los
"infirmiere" elegidos por el Gran Maestre y el Consejo por dos años. Éstos tenían
a dos "prodomi" elegidos por los anteriores, los cuales daban cuenta mensual del
funcionamiento del hospital, realizaban el inventario anual con el hospitalario,
entregaban el estado de cuentas y presupuesto al Común Tesoro. Cada hospital
tenía un capellán para cualquier acto de fe y las cuatro misas obligatorias a la
semana (de las demás se encargaba el prior). El Gran Maestre Milly impuso un
canon por sus servicios y les liberó del servicio en los barcos en caso de guerra.
Gran Canciller. En 1462 con la división de las lenguas de Castilla por un
lado, León y Portugal por otro, esta institución se vinculó con la primera. Debía
saber leer y escribir y sellar los documentos de la Cancillería y en caso de ausen-
cia del Gran Maestre. Se sabe que algunos fueron Nuño Portello 1465, Aries

35
González del Río 1471 y Pedro Modarra 1480. Un vicecanciller le sustituía en
caso de ausencia y era elegido por el Gran Maestre. Además proponía a los
diplomáticos, recibía las credenciales de los extranjeros y mandaba a los
emisarios para negociaciones de Estado. En las relaciones exteriores además de
tener un representante permanente en Roma, tuvo relaciones diplomáticas con los
estados vecinos como Jerusalén, Roma y Damiete, Alejandría (1410-s. XVI).
Prior de la Iglesia. Máximo representante de la Iglesia en la isla a quien
se le confiaba el mantenimiento de la fe, de los instrumentos eclesiásticos,
el inventario de los bienes y debía finalizar su cargo con un detallado
informe de las carencias y actividades.

La regla de fr. Raimundo de Podio siguió usándose durante el período de


Rodas además de las anteriores decisiones capitulares, aunque claro está se fue
adaptando a las nuevas circunstancias pero no cambió en lo principal. Se elevó
a Código la norma fundamental de la Orden promovida por el Papa Eugenio IV
en 1444 para lo que se eligieron como presidentes a fr. Roche Chovard de
Francia, fr. Robert Botil de Inglaterra y Raimundo Zacosta de España. Tras dos
años de trabajos para unificar los criterios de las lenguas y sucesivas consultas a
expertos consiguen unificar un texto que es confirmado por el Papa Nicolás V,
el 22 de febrero de 1446. Importante en este texto fue la independencia que se
establece respecto de la regla de San Agustín.
El Gran Maestre español fr. Raimundo Berenguer confirma en 1366 la deci-
sión del Capítulo General de 1283 de distinguir entre Regla y Estatuto pudiéndose
alegar para la primera las decisiones capitulares. Así, por ejemplo, se reguló en
1445, la limosna, la obligación de dejar encendida una vela de noche, el silencio
en las comidas y en las habitaciones y la obligación de clausura (eliminado en
1459). El Papa Pío II endureció el ayuno para la Natividad del Señor, Septuagési-
ma hasta el miércoles de ceniza y cada miércoles del año además de las obligadas.
En 1478 queda sin efecto el Estatuto de Raimundo de Podio excepto la obligación
de los tres votos y el mero citar de dicho Estatuto en las demás regulaciones. Se
aprueba el Código d'Aubusson que de acuerdo a la costumbre todo caballero debe
comprometerse a la lucha contra el infiel con las armas (se comprueba en el texto
lo difícil que fue articular este precepto), pena a los que infrinjan la Regla y los
Estatutos, establece la uniformidad, la veneración a las reliquias, obligación de
rezo, ayunos y ayuda a los enfermos, adeudar al Común Tesoro, participación en
los Capítulos Generales, obediencia al Gran Maestre, entrenamiento con armas,
declaración anual de posesiones; prohibe para las encomiendas la transmisión y
confiarlas a terceros, cerrar actos mercantiles sin, permiso del superior, fijar
intereses, enajenar propiedades, obtener deudas, redactar testamentos; abandonar
el convento sin permiso, señalar a los que han sido expulsa-

36
dos de la Orden y a las concubinas. no obedecer así como desobedecer a
las normas de la iglesia.
Fueron miembros con votos como en la época anterior los caballeros, sacer-
dotes y sirvientes, las tres clases. Si bien en el Capítulo General de 1330 se dife-
renció a los sacerdotes entre conventuales y de obediencia según se quedaren en
convento o en la Encomienda. A los sirvientes se les permitió ser admitidos en
convento (sirvientes de armas) con derecho a encomienda mientras que los
sirvienti que sólo poseían encomienda se les denominaba sirvienti de oficio.
Respecto a la admisión, además de los impedimentos eclesiásticos y las
normas de la Orden en 1.428 se incluyó el homicidio consumado. Los sirvienti no
podían solicitar el ascenso a la categoría de Caballero tras la decisión capitular de
1357 pero podían llevar el cinturón de caballero no cambiando por ello de clase,
respecto a los capellanes sacerdotes y clérigos la admisión sigue la norma de
Gran Maestre Hugo Revel de 1265. Los habitantes de Rodas no podían ser admi-
tidos en la Orden aunque así lo intentaron los de descendencia italiana.
Dos notas a añadir son en primer lugar el noviciado que duraba un año y en
segundo lugar la edad mínima para ser admitido fue de 14 años cumplidos según
el Capítulo General de 1428.
En cuanto a la permanencia en convento al comienzo de la época de Rodas
permaneció la norma de 1302 según la cuál de estar con el Gran Maestre 65
caballeros y 15 sirvienti, entre ellos 14 españoles. En 1459 se aumentó la cifra
total a 180 con 30 capellanes además de 50 caballeros repartidos entre los casti-
llos, otros tantos para la flota. En vista del peligro turco en 1478 la cifra siguió
aumentando hasta los 450 llegando a una cota de 550 en 1513. Aun así se puede
tener la certeza de que siempre fueron más dado que éstos eran los que estaban
en el convento y no se incluyen los que estaban de paso o para combatir. En lo
que respecta España.
1480 1513 1522
Castilla y Portugal 12 88 57
Aragón 22 66 52

En general siguieron en vigor los derechos, deberes y obligaciones del Esta-


tuto de Raymundo de Podio hasta 1459. Se implantaron algunas reformas. El
convento es sustituido por el "colagitir" dado que cada lengua administraba y
poseía su albergue y casa entendiendo como tal la unificación de los mismos
dentro de un espacio determinado dependientes de cada lengua. Abandonar este
área estaba penalizado pero los paseos en el "colagiun" estaban permitidos dado
que se entendía que estaban dentro del convento. Todos ellos vivían separados
por lenguas en sus albergues de procedencia, las comidas eran comunes con el
Gran Maestre y dormían en celdas individuales si la lengua se lo podía permitir

37
dado que cada lengua de-
bía cubrir sus costes.
A mediados del siglo
xiv fue en aumento el lujo
en los ornamentos de los
caballeros. Así en el capi-
tulo de 1466 se obligó a los
caballeros a vestir de negro
sin lujos ni joyas de oro.
Lo que sí se permitía era
vestir de corto en los
castillos y los barcos, en
caso de viaje. El manto
rojo con cruz y escudo
sólo se llevaba en caso de
guerra. Respecto a la cruz
fr. Caoursin le explicó al
Papa Inocencio VIII en su
audiencia de 1485 su sig-
nificado: las ocho puntas
como símbolo de las
bienaventuranzas y los
cuatro brazos como
símbolo de los puntos
cardinales. Se reguló
duramente el uso de la cruz
Caoursin. Ataque turco de 1480. hasta el punto que se tuvo
que prohibir
estatutariamente el uso del
mismo por cualquiera en 1445. Otro dato curioso es la obligación de los caballeros y
sirvientes del uso de caballo estando prohibido el mulo como animal de transporte
excepto si estaba el hermano enfermo.
Las obligaciones religiosas incluían el rezo de 150 padrenuestros diarios,
ayuno, reverencia ante el Gran Maestre y comunión tres veces al año; Participar
en las procesiones (Candelaria, Ascensión de María, Resurrección, Corpus
Christi, San Juan Bautista, los domingos en el hospital, los viernes por la paz y
tras terremotos). El cisma del siglo xv tuvo sus consecuencias en la decadencia de
la vida religiosa de Rodas. También se eliminó la pena de 40 días en caso de
indebida entrada en el coro o púlpito o apoyarse en el altar. Aun así los caballeros
de Rodas fueron conservadores debiendo empezar una liturgia tras finalizar la
anterior, la obligación de homilía los festivos los días de adviento y cuaresma, El

38
Gran Maestre fr. Pierre de Comeillán introdujo la obligación de "vía crucis"
todos los viernes.
Aquellos hermanos que cayeran enfermos tenían preferencia en los
hospitales de la Orden tras confesarse. Caso de que falleciera debía de ser
enterrado con el manto de la Orden, se tenían que leer treinta misas, ciento
cincuenta padrenuestros encender un vela y donar un denario a los pobres.
Una pequeña mención hay que hacer a las sarjuanistas. Según el estatuto de
Hugo Revel los priores y comendadores podían admitir a las mujeres en la Orden
debiendo probar la nobleza y mantenerse separadas de los hermanos. Fue en esta
época cuando se crearon los distintos conventos como el convento de San
Giovannino en Florencia (3 de marzo de 1392), fundado por el Gran Maestre
Caraccioli aunque en la península Ibérica fue donde más se expandieron: el Con-
vento de Sevilla (27 de mayo 1490), Sijena (s. >uy) el convento de Évora en
1519; además de los de Alemania en Abbingwee, Haselhausen y Jerngum o
Beaulicu y Toulouse en Francia.
En cuanto a la ciudadanía de Rodas en el momento de la posesión de la
isla no hubo nobleza, pero poco a poco se fue estableciendo cierta nobleza,
sobre todo proveniente de Italia. Hay que tener en cuenta que la mayoría de la
población era griega y que toda ella estaba sometida al "servitus marinae" lo
que les obligaba a enrolarse en las galeras cuando lo solicitaren los almirantes.
Por méritos extraordinarios obtenían la "libertas marinae" del Gran Maestre.
Los grupos sociales fueron en primer lugar los agricultores cuya posesión
de la tierra fue de semiarriendo según el modelo italiano, dependiente del señor.
Un segundo gran grupo lo componían los italianos sobre todo grandes
familias como los Doria, Barbo, Querini, Cibo que se establecieron en la
Isla con objetivos comerciales.
En tercer lugar estaban hay que citar la colonia judía, cifrada en 37 familias
en 1320, traídos desde el principio por el Gran Maestre fr. Fulko de Villaret. Las
tensiones fueron en aumento al ser inculpados de sucesivas traiciones lo que
llevó a su bautismo forzoso en 1502 o exilio forzado en cuarenta días.
Una muy estricta regulación compilada en el "Capitula Rodi" definió
claramente las normas de comportamiento y disciplina de cada uno de ellos, lo
cual evitó enfrentamientos entre ellos. Además se imponían muy duras penas
pecuniarias desde los cinco Byzantinos por tirar de la barba de alguno hasta los
300 Byzantinos por entrar armado en casa ajena; penas de prisión por deudas
hasta penas de muerte por robo superiores a un marco de plata. Estas penas
eran impuestas por la "Curia Rodi" a cuyo frente estaba el Castellán de Rodas
siendo única y última instancia de apelación en los primeros años. Más adelante
se podía llegar hasta la audiencia del Gran Maestre, los viernes. Una vez
iniciado el proceso no se podía negociar una solución pacífica ni

39
ninguna de las partes se podía retrotraer de las acusaciones, aspecto peculiar
del derecho en la época.
En Rodas permaneció el mismo sistema penal que en Chipre, es decir, con
penas de siete días,
cuarenta días y condena
perpetua, al igual que el
tribunal llamados
guardium. Se instituyó
solamente una nueva pena
la prisión, siempre en una
fortaleza. El Tribunal o
sguardium lo componían
representantes de cada una
de las lenguas nombrados
por el bailío conventual y
un presidente nombrado
por el Gran Maestre o por
el mariscal según la
Jurisdicción del delito. Los
primeros tenían que
nombrarse al cabo de un
día mientras que el ma-
riscal tenía un día más,
siempre con la aprobación
del Consejo.
El proceso era oral
según el derecho germáni-
co, pudiendo ser represen-
tado por terceras personas,
los escritos no estaban per-
mitidos, las negociaciones
Cuidados y atención a los enfermos en Rodas. eran secretas, el tiempo era
ilimitado sin interrupcio-
nes y resolvía casos pe-
nales, civiles y criminales. Tras las alegaciones y en secreto las partes tiraban dos
dados uno afirmativo y otro negativo. El presidente las contaba y hacía público el
resultado. Si no se estaba acuerdo con el resultado se recurría al sguardium superior
con dos representantes más de su lengua. Una tercera instancia con tres
representantes de su lengua se instituía si aún permanecía el desacuerdo. En última
instancia, estaba el sguardium del Bailío encabezado por el bailío de más antigüedad
de las lenguas aunque también podía ser el prior. El sguardium del Bailío admitía a
trámite quejas de los hermanos de con-
40
vento al Gran Maestre, mariscales y demás estamentos superiores. En casos muy
graves con permiso del Gran Maestre se podía llevar el caso al Consejo. El
sguardium no tenía capacidad para juzgar las competencias del Consejo y las
actuaciones entre caballeros por un lado y capellanes y sirvientes de armas por
otro sobre los derechos del Común Tesoro, los privilegios y las facultades del
Gran Maestre.
Las penas que podía imponer el sguardium eran tres. En primer lugar el
arresto de siete días cuando se juraba por dos veces, impedir la acción del Conse-
jo, comer sin el Manto de la Orden y calumniar a un hermano de Orden. Se cum-
plía esta condena a base de pan y agua el cuarto y sexto día, en oración continua
leyendo salmos mientras el sacerdote le azotaba. En segundo lugar el arresto de
cuarenta día cuando un hermano pegaba a otro sin sangre excepto por nariz o
boca, jurar por tres veces, huir, desobediencia, realizar juegos de azar con dinero,
jugar a las cartas, entrometerse en asuntos ajenos y comer en posadas o similares.
Discurría la condena en términos similares que los reseñados pero sin ropas.
En tercer lugar estaba la pérdida del hábito, la más grave, de casos de here-
jía, sodomia, muerte, robo, huida a los infieles, pérdida de la Cruz de la Orden,
huida del campo de batalla, cesión de posesiones a los infieles, abandonar la
fortaleza que se defienda por otro sitio que no sea la puerta principal, abandonar
a los hermanos por tres veces sin permiso del Gran Maestre, incorporarse a otras
órdenes, falso testimonio, saqueo, falsa denuncia a un hermano de Orden, herir
con sangre a un hermano y jurar cuatro veces. Para que se cumpliera esta pena el
procedimiento era largo: notificación al consejo de la Orden, reunión de los
conventuales con juicio ante el sguardium del Bailía, el condenado podía defen-
derse y pedir el indulto tres veces por las instancias mencionadas parándose el
proceso en el momento que ganara en alguno de ellos. Finalmente la retirada del
hábito se realizaba de manera ritual por el dirigido por el Maestro de armas para
ser luego encarcelado de por vida. No obstante podía pedir la indulgencia, caso
de que fuera concedida por la Asamblea de Conventuales entraba de nuevo en la
Orden vestido con una camisa, un lazo al cuello y una vela en la mano para que
el Maestre lo admitiera de nuevo.
Innovadora fue en esta época la pena de prisión en fortaleza en caso de
pegar a un extraño y el que huyera por dos veces, castigo que se vinculó a la
pérdida del privilegio de ancianidad, en los casos anteriormente mencionados,
además de entrar en casa ajena sin permiso del cabeza de familia, estar con con-
cubinas y envolverse en disturbios con la población local durante las fiestas.
Sería raro pensar que los hermanos de orden no se relacionaran con los
habitantes locales todo lo contrario hay noticias de viajeros que demuestran lo
contrario, a pesar de la pena de arresto de cuarenta días. Así entre 1500 y 1501
se produjeron bastantes alborotos que llenaron las mazmorras de Lindos.

41
También hay claras
noticias sobre las codicia-
das y bellas mujeres que
no pocos problemas oca-
sionaban entre los herma-
nos del convento como lo
describe un viajero de Co-
lonia en 1472 a quien se
fijó más en las judías; o
como le ocurrió a Ra-
madan el médico de
Soleimán que describe la
belleza perfumada y los
ostentosos ropajes de las
griegas; o fr. Bapúste de
Chastelny cuando su espo-
so fue herido por el Caba-
llero los cogió "in fragan-
ti" con su mujer y, cumplió
dos años de arresto. Más
grave fue la desobediencia
militar del comendador lo
que condenó a la pérdida
de hábito a fr. Pedro Péres
Cabillo en 1472.
Dominio turco de la isla Caoursin.
Rodas se encontraba
en la ruta de los peregri-
nos a Tierra Santa.
Normalmente viajaban en Naves con 5 ó 7 velas y un calado de 2 a 3 brazas y no
tenían remos. Más grandes eran las galeras con un calado de cinco a seis brazas y
de 100 a 200 remeros. En caso de guerra los peregrinos eran apeados en el primer
puerto y proseguirían su ruta en pequeñas fustas. El viaje de ida lo realizaban de
junio a agosto y el de vuelta en los meses siguientes hasta octubre. Se han llegado
a contar hasta 200 peregrinos diarios. Esto no sólo era una entrada constante de
dinero sino que también suponía un problema en materia de seguridad, sanidad y
orden público aunque lo más frecuente era perder el barco tras una ajetreada
noche con rodesias conocidas por su gran belleza. En la isla encontraban un
momento de descanso, de turismo por la ciudad visitando las reliquias de la
iglesia de San Juan (una monedas de plata de Judas, una espina de la corona de
Jesús, impresiones en cera de la Cruz de Cristo) hasta un pequeño zoo que poseía
el Gran Maestre. También veían solución para sus enfermedades,

42
Los invitados ilustres que viajaban a Tierra Santa con una gran corte eran recibi-
dos con trompetas y gran pompa por el Gran Maestre, normalmente lo hacían en
el viaje de vuelta para informar al Gran Maestre de la novedades en Oriente. Los
adinerados nobles compraban pimienta, kaviar, azafrán, oro, corales, alfombras.
Rodas y sus islas aledañas eran bastante ricas en la producción de ganado
()Vino, caprino, porcino y caballos; la fruticultura, vino, cereales azúcar y lana
estaba ampliamente implantada. La industria de loza se desarrolló por orden del
Gran Maestre Villeneuve en Lindos. Aun así no se podía cubrir de forma
autónoma todo el mercado por lo que dependía del comercio con otros lugares,
cuya seguridad era bastante precaria. No es de extrañar que llegaran a acuerdos
con piratas y corsarios. Los sistemas para hacerles frente fueron algo más
pacíficos. El Gran Maestre Helion de Villeneuve ideó un sistema de
salvoconductos que expedía cualquier caballero, a partir de 1466 sólo el Gran
Maestre, por el cual debían entregar un 10% de su botín al Gran Maestre a
cambio de que pudieran venderlo a precio fijo en el mercado y protección en sus
aguas, si no hacían uso de ese derecho no les estaba permitido atracar en el
puerto y vendían su mercancía ilegalmente. Las noticias que se tiene es que
muchos de estos piratas preferían hacer uso de este derecho antes de tener que
tirar el botín por la borda beneficiando al que lo encontrare, dado que en Rodas
existía el derecho de playa. A principios del siglo quince el trasiego de piratas
fue bastante grande, algunos como el corsario catalán Nicolás Sampier lo
utilizaba como lugar seguro tras lograr sus capturas venecianas o genovesas. La
irritación italiana fue en aumento ante el dominio y la permisividad de los
catalanes hacia los suyos, recuérdese que se hablaba catalán en el puerto, lo cual
les llevó a un bloqueo comercial contra Rodas del 10 de mayo de 1438 hasta que
el 4 de abril de 1439 se firmara la paz. Los genoveses aún molestos por las
pérdidas ocasionadas capturaron un barco catalán que se encontraba bajo la
protección del Gran Maestre, el asunto fue a más hasta el punto que tuvo que
intervenir el Papa para pedir disculpas por la captura por error de los catalanes.
Interesante en Rodas fue el derecho de asilo que si bien no estaba muy extendido
sí que fue establecido bajo justificados argumentos aunque hay que decir que la
aplicación de este derecho en las encomiendas no fue igual.
El mercado de esclavos también estaba a la orden del día, incluso aquellos
que suministraban los piratas. Se pagaba un buen precio por ellos según relatan
los viajeros. Rodas siempre necesitó de los esclavos para la construcción de las
fortificaciones y defensas como también de remeros (una galera precisaba de 50
a 100 remeros). Incluso en 1458 el Gran Maestre realizó tratos con el Rey de
Chipre para que trajera esclavos de Egipto a cambio de azúcar. El trato, no fue
mucho mejor, lo único que llama la atención son las vacaciones que tenían en
Navidad, Semana Santa, Pentecostés y el 15 de agosto.

43
No podemos decir que todos los caballeros vivieran tan mal en un
ambiente de penuria y constante amenaza.
El Papa Clemente VI sabía que poseían caballos de gran valor, vestían
muy bien, eran aficionados a la caza y la cría de halcones y que poseían
grandes tesoros, por lo que instó al Gran Maestre a que lo distribuyera entre los
pobres. No sabemos en que medida obedeció al Papa pero sus sospechas eran
ciertas pero lo que no dejaron de lado fue la cría de halcones que servía de
regalo para los ilustres visitantes a la isla y reyes de toda Europa. Por ello
estaba prohibida su caza desde Raimundo Berenguer y conocidos son los
grandes envíos de estas aves a reyes como Ludovico XI de Francia (60
ejemplares en 1498) a Ludovico XII, Felipe de Saboya o Ludovico Sforza.
Sirvió como moneda de cambio para las relaciones diplomáticas y la creación
de ligas contra los infieles en los últimos años de Rodas.
También cultivaron las artes, las ciencias en especial la medicina y la litera-
tura. En cuanto a esta última me gustaría destacar al Gran Maestre fr. Juan
Fernández de Heredia que escribió varios libros. El más importante fue la trilogía
de la «Gran Crónica de España (1385-1395) escrita en lengua castellana.
Cuenta a modo de crónica la historia de España a partir de textos traducidos
por él. En segundo lugar la Crónica de los Conquistadores (1393) es un relato
geográfico de los imperios de grandes conquistadores y traducida a otros idio-
mas. En tercer lugar y quizás el más interesante la "Flor de las Ystorias de Orien-
te", una ampliación de un libro anterior "Libro Ultramarino", donde describe
lugares y costumbres de los pueblos de Oriente como también la influencia de las
cruzadas en Tierra Santa. Este libro debió de inspirar según Waldstein, los viajes
de Marco Polo y Cristóbal Colón tras su traducción a diversas idiomas. El mismo
autor también opina que este libro pudo servir de propaganda para que los papas
apoyaran futuras cruzadas que finalmente no se llevaron a cabo.
Desde el primer momento la misión encomendada a los caballeros de Rodas
era clara, el control de las rutas comerciales y la defensa del Cristianismo. Un
complejo sistema de alianzas entre los paises hicieron más•fáciles estos objetivos.
Los sanjuanistas no se quedaron aparte en las alianzas de 1332 aportando 20
galeras o cuando en 1334 se unieron a los venecianos, al rey de Chipre y a los
franceses para hacer frente al turco. Diez años más tarde, estando a la cabeza de la
flota de Rodas fr. Giovanni di Biandrate fructifica, la alianza con el Vaticano,
Francia, Venecia y Chipre que conquistó la ciudad de Smyrna quedando en manos
de los cristianos durante 50 años. Tres años más tarde fr. Arnaldo Pérez Tortes,
capitán de las galeras derrotó a los turcos en su asedio a la isla de Imbros. Estas
alianzas duraban poco y dependían de los intereses estratégicos y comerciales de
sus miembros por lo que se iban descolgando. A pesar de eso la alianza Rodas,
Chipre y Venecia posibilitó la conquista de Satalia (1361), la conquista de

44
Alejandría hasta reducirla a escombros por un ataque sorpresa a los Egipcios en
1365, batalla en la que participaron 16 galeras de San Juan y en los sucesivos años
seguirían conquistando ciudades de Alexandretta, Laodiquea, Tortada, Trípoli y la
costa de Siria. Frente a estas conquistas en la isla de Rodas el Gran Maestre
Rogerio de Pins tuvo que hacer frente a la peste y una desastrosa situación finan-
ciera por lo que no dudó en vender sus joyas y muebles para socorrer a los desva-
lidos, lo que le valió el apelativo de el "limonesno" o "padre de todos los pobres".
Elegido Gran Maestre en 1365 Raimundo Berenguer comendador de Castell-
Saurasín, ante los preparativos de los turcos y mamelucos mandó a cien caballeros
a Italia a por refuerzos. Sus atrevidas empresas consiguieron grandes botines y la
liberación de los cristianos en Alejandría. Cuatro galeras de Rodas comandadas por
Pedro I de Chipre atacaron a los turcos entre 1366 y 1367. De esta batalla no
volvieron 100 caballeros, Aun así el Sultán de Egipto Maletta, atemorizado por la
fuerza de los de Rodas, facultó a los caballeros a residir en Jerusalén con los
privilegios de circular libremente por la ciudad a pie o a caballo y la exención de
pago. Tantas conquistas pueden justificar que el Papa Gregorio XI estuviera
decidido a usar el emplazamiento estratégico de Rodas y la valía de sus moradores
para hacer frente a los turcos. Con Juillac de Gran Maestre embarcaron a Rodas
cuatrocientos freires de los que 73 eran españoles en 1375. Dos años más tarde
sería elegido Gran Maestre fr. Juan Fernández de Heredia. Pudo sacar a flote una
arruinada Orden envuelta en empresas bélicas imposibles de pagar siendo
esclavizado en la torna de la ciudad de Patros pero pudo comprar su libertad.
Mandó construir mayores defensas en las murallas y la capilla del Convento cuyos
primeros capellanes perpetuos fueron fr. Juan Diez, fr. Guillermo Gallardo y fr.
Deodato Casto. Atrajo a la isla a una gran cantidad de catalanes y aragoneses lo
que convenció sobre las posibilidades de comercio.
A finales del siglo Xiv con Gran Maestre Filiberto de Naillac comienza el
declive de Rodas: ataques de los mongoles ocasionan la pérdida de la ciudad de
Smyrna del que a duras penas sale con vida Naillac; las infructuosas negociacio-
nes con los turcos; además influyeron las consecuencias del cisma de la Iglesia,
la corrupción y el impago de las "responsiones" de las encomiendas.
La influencia española a principios del siglo xv empezó a ser cada vez más
importante. Las personas de la Orden que viajaban en las cocas de la costa
levantina a Rodas eran controladas por el convento, tanto su llegada como su
partida. Las razones podían ser varias como por requerimiento del Gran Maestre o
por colaboración militar. Las salidas en el siglo quince de castellanía de Amposta
eran frecuentes que van desde las cinco licencias de 1400 a las trece de 1418 hasta
la veintena a lo largo del siglo. Están documentadas las licencias de partida de
freires como Ronico Carbón comendador de Casas Nuevas de Huesca, Juan Saga,
Juan Ram preceptor de Uldecona, Artario Diez de la Senia y Afanar, Nicolás Obiu

45
comendador de Castell-
sisear, Esberto Villamani
drapero y comendador de
Mallén, Domingo Ferrer,
Juan Roldán, Guillermo
Jou, Artario Ries, Sancho
de Heredia, Ramón
Montecano comendador
de Valencia, Ramón San
Clemente comendador de
Alfambra, Pedro Lacasta
comendador de Aviñón,
Ramón de Liñán comen-
dador de Añón. Constan
también licencias de
Castellanes para viajar de
Radas a otros sitios como
los concedidos a Dionisio
Vilagut comendador de
Villalba para ir al Castillo
de Carboneras, Francisco
Ril que fue a Chipre en
1463, Miguel Moñón y
Miguel Inde que fueron a
Roma.
Con tantos peninsu-
Ataque a la torre de San Nicolás (1522). Caoursin. lares en la isla no es de
extrañar que fuera elegi-
do Fluvián de la Riviera
Gran Maestre. Tuvo que hacer frente a un mal momento financiero pero construyó
nuevas murallas y la torre de San Jorge. Fr. Luis Calbes fue enviado por el rey
Alonso de Aragón para apaciguar la defensa de la Religión, Destacó fr. Juan de
Estargires que con licencia del Sumo Pontífice lidera una comisión de
investigación de cuentas acerca de los gastos de construcción de buques que en
1423 sumaban 20 galeras y 12 naves. En política exterior consigue el compromiso
de paz con el Sultán Maniluk de Egipto, cosa que no consigue con el otomano
Murad II. Llegó incluso a pagar al primero de ellos 15.000 florines de oro para
rescatar al Rey de Chipre. para estar en paz con él. Fueron momentos de relativa
tranquilidad y de intenso comercio lo que posibilitó una entrada de dinero como las
donaciones de fr. Juan Vilagut y el mercader Miguel Ros. Se reformó la
organización de la Orden sobre todo en lo que respecta al reparto por

46
lenguas de los cargos ante posibles ataques del enemigo. Estos ataques se cum-
plieron, era el sultán Jakmak az-Zabir que con dieciocho galeras toma rumbo a
la isla a los que los caballeros lucieron frente con siete galeras en 1440. En julio
de 1444 tras atacar zonas de la península griega, el sultán de Egipto intentó con
un ejército de seis a ocho mil soldados durante cuarenta días hacerse fuerte en la
isla. Tras cinco años de intensas campañas bélicas se firmó un tratado de paz
con Egipto que incluía el intercambio de prisioneros. El Gran Maestre fr. Lastic
ordenó reforzar la vigilancia costera reconstruyendo las defensas y transfirió
mayores competencias de defensa a los turcopolieres. Por otro lado los turcos
que arrasaron con las islas de Simi Nisiros y Cos (1455). El peligro con el que
se encontraban los habitantes de las islas hizo que se tomara la decisión de llevar
a la población de las islas aledañas a Rodas para su mayor protección. El Papa
Pío II, deseoso de hacer la guerra contra los turcos, cuenta con los Caballeros de
Rodas a cambio de indulgencias y privilegios, armó a cuatro galeras que al
mando de Zacosta hicieron tanto daño a Mahomed que tuvo que pedir una
tregua a los cristianos.
Se quejaron los venecianos, que también combatieron en el sitio, del trato de
los de Rodas y pidieron explicaciones al Papa Pablo II. Los venecianos en vista
que no obtuvieron la respuesta deseada armaron 42 galeras para pedir las
restituciones a los de Rodas que finalmente obtuvieron. Mientras tanto Mahomed
encontró tiempo para rearmar la flota; en la isla se fortifican la Torre de San
Nicolás financiada por el duque de Borgoña monumento cm clara influencia del
gótico civil de la península ibérica y que aún hoy sigue usándose como faro, las
murallas y se hace acopio de víveres y armas como el gran cañón que se constru-
yó en la puerta de Koskino. Un ejemplo es la orden que en 1477 reciben fr. Juan
Cardona de Mallorca y fr. Pedro Fernando de Heredia conventuales de
castellanía de Amposta para transportar el trigo comprado por Francisco de
Bossotes de Sicilia a Rodas. Hubo el presentimiento de que en cualquier
momento podían atacar los turcos, así llegamos al sitio de 1480.
Fernando El Católico tuvo gran interés en el mediterráneo oriental y tener allí
una fuente de ingresos exclusiva y frenar a los ejércitos de los infieles. Topa con
dos grandes problemas la inestabilidad del Mediterráneo y los turcos. El esfuerzo
de los Reyes Católicos contra estos últimos se refleja en todas las embajadas que
tenían el aviso del inminente peligro. Mientras Venecia alcanzó una paz con el
Sultán en enero de 1479, para defender sus intereses comerciales, Rodas queda
defendida en exclusiva por los caballeros con la única ayuda de Fernando El
Católico. El mismo año, los turcos se apoderan de Leucade y el Gran Maestre
d'Aubusson se preparó para resistir. Pidió ayuda internacional a lo que Fernando El
Católico respondió con tropas y abastecimiento de armas y pertrechos de guerra
transportadas en la nao Santa María; una flotilla de galeras, naves

47
y fustas capitaneadas por fr. Eduardo de Carmeni comendador de Longo. A
dichas tropas se les concedió el perdón como lo refleja un documento
fechado en 20 de octubre de 1480 de Simancas.
El turco Mahomed, tras exitosas azañas bélicas en Constantinopla en 1480
enrola un ejército entre 70.000 y 100.000 hombres en 160 barcos que se avista en
Rodas un 21 de mayo. Desembarcan en la colina de San Esteban de la cual se
apoderan. Luego atacaron con saña la torre de San Nicolás y en el transcurso de
seis días dispararon contra la misma trescientas balas de metal y mármol. Cons-
truyeron un ancho puente sobre la bahía del puerto de una punta a otra pero la
soga que fijaba la misma a tierra firme fue heroicamente cortada por el inglés fr.
Gervas Roger. Un segundo intento para llevar a cabo esta operación táctica llevó a
que 2.500 enemigos se ahogaran. No sólo atacaron por mar sino que por el flanco
firme dispararon 2.500 balas que no consiguen dañar lo suficientemente la
muralla cristiana. Hicieron frente los caballeros con gran valentía a este ataque. El
asedio continuó por la zona defendida por Italia, el barrio de la judería, pero en el
último momento hombres, mujeres, niños y religiosas derribaron algunas casas
para construir un gran foso que impidió el avance enemigo. El segundo intento de
los turcos fue aún más duro iniciándose de noche y que se desarrolló más en la
mar hasta que los turcos se retiraron humillados. El Gran Maestre luchó como uno
más desde todos los flancos incluso con sus numerosas heridas. Ayudó a esta
humillación la llegada de dos naos procedentes de Valencia con escala en Nápoles
enviados por Fernando El Católico.
La entrada de las naos en el puerto Rodas es relatada de forma distinta por
los cronistas valencianos pero es seguro que atravesaron la armada turca bajo un
intenso fuego, es seguro que uno de los capitanes fue Luis Pexón y entró primero
a puerto mientras que la otra nao era comandada por Francisco Pastor o Felipe
Vives Boil (algunos dicen que pudo ser el futuro Gran Maestre de Montesa Felipe
Vivas de Cañamás y Boil) y que tuvo algunos problemas para entrar a puerto pero
en el último momento un viento a favor le salvó. Ambos transportaban armas y
bagajes suficientes para humillar posteriormente al invasor. A ambos capitanes les
concedieron diversos privilegios como autorización para blasonar con las armas
de la Orden y un hijo bastardo de Luis Pexó recibió el hábito de la Orden. Tras la
batalla hubo cuantiosas pérdidas materiales y humanas (9.000 muertos y 15.000
heridos por el lado turco; 231 caballeros muertos por el lado cristiano). El cronista
Caoursoin cuenta la providencial función de una tormenta que asustó tanto al
enemigo al verse una gran cruz oro en el cielo, que precipitó su retirada. Aquello
que no destruyeron los turcos lo derribaron los más de 1.000 terremotos que según
las crónicas durante 18 meses azotaron las islas durante el siguiente año. Aun así
el Gran Maestre, en agradecimiento por haber vencido al turco, mandó construir
la iglesia de Santa María de la Victoria, para los latinos, la

48
iglesia de San Pantaleón para los griegos y financió la reconstrucción de la
sinagoga. A pesar de que en esta ocasión Rodas se salvó, los rodios sabían que
en cualquier momento volverían y que el peligro no había desaparecido así
continuaron obras de constante fortificación, para lo cual se llamaron a
ingenieros italianos como Bartolucci. Scuola o Matteo Gioenni.
libodu lalxfacca:rcarmoni. Lomo rburcicolloqurn o .3day~

4
k1.

Terremoto. 1481 (izquierda). el Sultán firma la paz con el Gran Maestre (derecha).

Gracias a esta ayuda se pudo hacer frente al turco y de acuerdo con la polí-
tica exterior de los reyes españoles establecer bases por todo el mediterráneo
para asegurar el trafico comercial: Barcelona, Génova, Venecia, Florencia,
Roma, Gaeta Catellmare, Salermo, Rodas, Creta y Alejandría.
La ayuda de los Reyes Católicos no cesa económicamente mediante la re-
caudación de dinero a cambio de indulgencias y la exención de tributo en el
aprovisionamiento en Mallorca, por el envío regular de armas, víveres y hombres
como fr. Jaime Despuig y fr. Ramón Ciscar que marchan a Rodas en 1481.
Tras la muerte de Mahomed II, sus hijos Bayaceto y Djem, intentan hacerse
con el trono. Djem intentó asesinar infructuosamente a su hermano Bayazeto y
huyó a Rodas. Recibido con grandes honores por el Gran Maestre d'Aubusson

49
Bayazoto intenta comprar
la libertad de su hermano
IY pagando durante siete
años 35.000 ducados para la
reconstrucción de las
murallas. Gran Maestre
d'Aubusson obtiene auto-
rización para trasladarlo del
Papa Inocencio VIII, pero en
el último momento interviene
el nuevo Papa Alejandro VI
quien pide su custodia a lo
que el Gran Maestre tuvo que
acceder. Djem fallece en
extrañas circunstancias,
hecho que aprovecha
Bayazeto para conquistar las
pequeñas islas alrededor de
Rodas. Los caballeros de
Rodas intentaron solucionar
diplomáticamente la presión
de los turcos aunque normal-
mente finalizaba con
enfrentamientos en la mar. En
1482 se empieza a tener
noticias de una carraca
El turco Djem refugiado político en Rhodas. Caoursin.
llamada San Juan
Bautista. Comandada por
fr. Giacomo de Castineau,
participó este barco en 1507, en el enfrentamiento egipcio que supuso la captura de
la gran carraca Mogarbina en aguas cretas. Era un barco con siete velas, cuarenta
cañones, siete cubiertas, camarotes tapizados, 800 marineros de tripulación y toda
ella forrada con plomo para evitar los cañonazos. Disponía incluso de horno propio
para proveer de pan fresco a los tripulantes. Esta gran embarcación sería
rebautizada con el nombre de Santa María. Sobrevivió a la pérdida de Rodas y
sirvió de barco de huida de los cristianos tras la capitulación.
En 1510 hay que mencionar la gran victoria del escuadrón de galeras co-
mandadas por el capitán general fr. Philippe Villiers de I'Isle d'Adam, más tarde
Gran Maestre, destruyendo la logística militar turco-egipcia en el golfo de Laiazzo
neutralizando el transporte de una gran cantidad de madera destinada al mar Rojo

50
para hacer frente a los portugueses en el Océano Indico. El ataque a los egipcios
fue también comandado por el portugués Andrea, marqués de Amaral, que hizo
frente a 25 navíos, llevándose como botín la gran carraca, 11 navíos y cuatro
galeras,
El Gran Maestre fr. Can-etto prefirió siempre la vía diplomática entablando
conversaciones con el embajador de Persia en Rodas. Se llegó al acuerdo de reti-
rar 300 naves de la costa turca acto que fue supervisado por fr. Juan de Homedes,
fr. Nicolás Cervera y fr. Hugo de Moncada. Manda también a fr. Diego de
Lorenzana, comendador de Castrillo de Castrofuerte a negociar el intercambio de
prisioneros con el Sultán Abuinfar Tomombei. En 1516, 150 galeras turcas se
acercan a Rodas y se entrevistan con el Gran Maestre fr. Carretto y prometen una
tregua para Rodas pero que no duró mucho porque meses más tarde bloqueaban
las rutas comerciales a la isla.
Unos años más tarde, el poder de los turcos nunca fue tan grande. Soleimán
I gana a los persas en 1514, toma Siria en 1516 y anexiona Egipto en 1517.
Asume el poder envenenando a su padre Bayaceto tras asesinar a sus dos
hermanos Acomat, y Korkoud, pero sigue la máxima de su abuelo Mahomed 11
"las dos puertas del Imperio en Occidente serán Beigrado y Rodas". Murió en
1521 pero en tan sólo ocho años duplicó la extensión del Imperio y triplicó los
recursos. Le sucede Solimán II que en seguida mandó una carta amenazadora al
recién elegido Gran Maestre fr. Philippe Villiers de l'Isle d'Adam.
Poco a poco se presagiaba lo que iba a ocurrir años más tarde. Otranto cae
en manos de los turcos, el Papa Sixto IV plantea la creación de una Liga contra
los turcos al que respondió el representante de Fernando El Católico si los demás
países hacían lo propio, pero "alea iactae est" (la suerte esta echada).

El sitio de Rodas

Elegido como Gran Maestre fr. Philippe Villiers de l'Isle d'Adam embarca
en el puerto de Marsella en la carraca La Mogrebina con una escolta de cuatro
falucas ligeras. Durante el viaje les sorprendió una tormenta en aguas de Sicilia
que causó diversas víctimas tras la caída de un rayo. Llegaron al puerto de Rodas
en septie►nbre de 1521. Nada más llegar recibió una carta del rey turco Solimán
felicitándole por el nombramiento y la victoria sobre el Rey de Hungría. Le pro-
pone una alianza pacífica tal que el Gran Maestre responde con arrogancia lo que
provocó la irritación del turco y para probar sus intenciones apresó un bergantín.
Poco después llegaron a la isla de Lango treinta galeras llenas de turcos. No tardó
el Gran Maestre en tomarse en serio esta amenaza para aprovisionar la isla con
500 soldados, reparar las fortificaciones con el ingeniero Gabriel Martinenglu

51
recibido en la Orden sin pruebas con título de Gran Cruz, arrasó con las iglesias de
extramuros para evitar la profanación, abasteció los almacenes con grano, armas y
municiones. Hallábanse en la isla 600 caballeros, 4.500 soldados y la flota
compuesta por las galeras San Juan, Santa María, Santa Catalina, San Miguel y
Santa Ana, una fusta, dos
bergantines, grandes
bajeles, un galeón, una
nave (Marrietta y otra
gallega) y el galeón arma-
do del Gran Maestre. El
sitio comenzó en 1522
atacando los turcos la
zona defendida por los
aragoneses. La defensa
reunió a seis mil hombres
y de ellos 300 caballeros.
Influyó la fácil entrada de
los musulmanes por la
traición de fr. André
d'Amaral por su enfado al
no ser elegido Gran
Maestre. Así el 26 de ju-
nio de 1522 desde el
monte de San Esteban se
avista una poderosa flota
otomana con más de 450
velas entre galeazas,
Reparto de la ciudad de Rodas por lenguas (1522).
grandes naos, galeones de
larga eslora, fustas,
bergantines; se calcula
que con el tiempo llegaron a haber 40.000 turcos. Intentaron al principio los turcos
atacar por mar pero dada la férrea defensa con la que se encontraron decidieron
virar a Oriente para hacerlo por tierra. Mientras tanto el Gran Maestre manda
despachos a España, Roma y Francia en petición de ayuda que finalmente no llegó
dado que estaban dichos monarcas demasiado ocupados en sus asuntos internos y
la poca fortuna que tuvieron en dichos envíos sobre los que se volverá más
adelante. Se renueva el reparto de la defensa de la ciudad de Rodas por lenguas
siendo la parte más débil la que le tocaba a España por sus bajos muros y poco
profundos fosos. Trabajaban miles de hombres para la construcción de trincheras,
minas y contraminas, fosos y baluartes con la constante amenaza del infiel. La
salida ya era imposible por tierra y por mar. También hay

52
noticias de astutas operaciones de espionaje y desinformación al enemigo lo que
les desanimó hasta el punto que los generales turcos tuvieron que pedir a
Solimán para que acudiese en persona a reanimar a su flota. Los turcos se
empeñaron en tomar la torre de San Nicolás con sus cuatro cañones y durante
más de dos meses los dos mil proyectiles hirieron a no más de diez cristianos.
Empeñados los turcos por tomar la torre de San Nicolás hicieron una gran
mina y por el bando cristiano fr. Cristóbal de Solí con quinientos hombres a sus
órdenes intentó contraminar al enemigo. En septiembre una gran explosión causa
el derrumbamiento de las torres y parte de la defensa de Inglaterra. Este ataque, el
más sangriento es defendido por los sanjuanistas estoicamente hasta que el turco
decide retirarse, dejando atrás más de tres mil bajas. Pasaron unos días y vuelven a
intentarlo por la zona inglesa con nueva victoria cristiana tras dos mil víctimas
enemigas. Bastante cabreados los capitanes por la poca maña de Mustafá esta vez y
por sorpresa intentan atacar por el flanco italiano, de nuevo en vano.
Intentaron, pues, de nuevo, la voladura de la zona defendida por Inglaterra
llegando a la parte española derruyendo sus muros y defensas pero pudieron ser
reprimidos con bravura. Tras una breve retirada del turco para recobrar fuerzas
atacaron por las cinco lenguas aprovechando las brechas realizadas en la defensa
de la ciudad de Rodas siendo esta vez la parte defendida por los españoles la más
afectada. La represalia animada por un Gran Maestre herido que combatía de zona
en zona animando a los suyos fue tan grande sicológicamente para el turco que
nuevamente dio señal de retirada. Siguieron momentos de calma con grandes
tormentas, un invierno crudo que obliga a sacrificar naves para darse calor.
Rearmados, descansados y motivados, los turcos comienzan una cruel bata-
lla con todas sus fuerzas, comenzando a atacar el día de San Andrés, 30 de no -
viembre, especialmente por el baluarte español, el más débil. Tras una derrota, y
muchos muertos, Solimán se convence de lo difícil que es tomar la ciudad, aun-
que la situación en la ciudad no debió de ser mejor sin pólvora, sin alimentos y
muchas bajas. El Gran Maestre envió a sus embajadores al Gran Turco para ne-
gociar la capitulación. Según la misma se permitió a los caballeros abandonar la
plaza con sus armas, banderas y artillería, los que se quedaren se les garantizaba
cinco años de respeto, franquicia tributaria y libre ejercicio de la religión y el
sultán facilitaría las naves necesarias para su retirada a Candia cosa que ocurrió
el 1 de enero de 1523. Así, embarcaron 180 caballeros heridos —420 murieron a
manos de los turcos— y 4.000 griegos de la isla en cincuenta embarcaciones con
sus pertrechos, reliquias y la Virgen de Filermo fueron despedidos con tristeza de
la isla
Respecto a la infructuosa ayuda internacional el priorato de Navarra y
castellanía de Amposta armaron un galeón con armas y municiones interceptada
en aguas de Córcega por los turcos, que aunque consiguió escapar no llegó más

53
allá de las aguas de Messina. El prior de Castilla León, fr. Diego Álvarez de
Toledo, armó una carraca que salió de Cartagena pero fue atacada por corsarios
berberiscos destrozando el palo mayor. Un caballero francés fletó tres naves
desde Génova y otras tres que salieron de Marsella pagadas por seis prioratos
de Francia que fueron abatidas en aguas de la citada Messina. En el mismo
lugar también pereció la escuadra italiana. Los ingleses no llegaron más lejos
de su isla debido a una gruesa tormenta.
Para terminar este resumen histórico de un momento importante dentro de la
Orden de San Juan y el triste final tras ocho años de itinerancia entre Candia,
Messina, Civitavecchia, Venecia, Viterbo, Niza, Villafranca y Siracusa hasta que
el 23 de marzo de 1530 por medio del Papa Clemente VII les fue entregada la
isla de Malta asumiendo la propiedad el 12 de noviembre del mismo año. Aquí
empieza una nueva época de esplendor que no me toca relatar muchas gracias
por su atención.

54
APÉNDICE I

GRANDES MAESTRES EN RODAS

Nombre Nombramiento Cese


Fulko de Villaret 24-11-1304 1317 (+1-9-1327)
Helion de Villeneuve 18-6-1319 5-1346
Deodato de Gozón 28-6-1346 4-7-1353 (+7-12-1253)
Pierre de Corneillan 12-1253 24-8-1355
Roger de Pins 09-1355 28-5-1365
Raimundo Berenguer 1365 16-2-1374
Robert de Juilly 03-1374 29-7-1377
Juan Fernández de Heredia 30-7-1377 03-1396
Ricardo Caracciolo 4-1383 18-5-1395
Philibert de Naillac 1396 05-1421
Antonio Fluvián de la Riviera 07-1421 29-10-1437
Jean de Lastic 6-11-1437 19-5-1454
Jakob Milly 1-6-1454 17-8-1461
Pedro Raimundo de Zacosta 08-1461 21-2-1467
Giovanni Baptista Orsini 4-3-1467 8-6-1476
Pierre d'Aubusson, 17-6-1476 3-7-1503
Emery d'Amboise 10-7-1503 13-10-1512
Guy de Blanchefort 22-11-1512 24-11-1513
Fabricius del Carretto, 14-12-1513 10-1-1521
Philippe Villiers de 1'Isle d'Adam 22-1-1521 21-8-1534

55
APÉNDICE II

CARGOSPÚBLICOSENRODAS

Grandes Comendadores
Fernando Valuona 1317
Guillaume di Retania, 1330
Doedato de Gozón 1340-1346
Roger Montand 1359
Pontius de Monte 1367
Geoffroi de Rostagni 1373
Bertrand de Flotte 1375-1382
Hugo Giraudi 1390
Jean de Flotte 1392
Jean Venterdi 1428
Jean Claret 1437
Jean Cavaglione 1443-1446
Rainiond Tesio 1454
Gabriel Vigel 1459
Pierre Raffini 1461-14621471
Pierre Ferran 1471
Guillaume Ricardi 1478
Melchiore Cossa 1501

Draperos
Arnald ab Ulivo 1330
Mendoria di Valuona 1366
Raimundo Conachi 1382
Pedro de Villafranca 1390
Antonio Fluviano 1421
Raimundo Robert d'Eril 1428

56
Rafael Zaplana 1437
Raimundo Zacosta 1437
Pedro Sarnes 1446
Esbert de Villamarina 1462
Juan Despilles 1471
Nicolás Zaplana 1475-
1478
Wilhelm di Catellani 1480
Esbert de Villanueva 1498
Dies Lupo di Staron 1501
Lupo Diez Discoron 1504

Mariscales
Feredic de Foucherol 1330
Gerar de Montaigu 1341
Etienne de Montaigu 1359
Gragorette di Mondragón 1366
Pontius de Tornovo 1367
Pierre de Coulant 1382-
1391
Lucio de Valines 1409
Antoine de Chamant 1428
Guido de Lurio 1454
Jean Coretto 1459-
1466
Lois de Rillac 1471
Gullaume de Chalus 1478
Louis Bourel 1498
Antoine Audi 1501
Antoine Coral 1504
Jacob de Virieu 1521

Hospitalarios
Federico Malaspina 1317
Gerard de Monteacuto 1330
Pietro de Rolubucelli 1366
Regnault de Gensme 1382
Cuisein 1382
Quide de Molai 1471-
1475
Charles de Norai 1480
Jacob de Castel Chalon 1501 57
Antoine Cabot 1504
APÉNDICE III

CARGOS MARÍTIMOS EN RODAS

Almirantes
Fulko de Villaret 1299
Sancho de Aragón 1306
Manuel Caretto 1330
Giovanni di Bandriate 1335-1337
Rogero di Parma 1340
Ferlino d'Airasca 1356-1370
Palamede di Giovanni 1382-1400
Domenico d'Alemagna. 1392
Buffilo Panizatti 1401-1402
Ludovico Vagnone 1407-141.3
Bonifacio d'Airasca 1417
Ferlino Malaspina 1417
Giacomo d'Alemagna 1420
Federico Malaspina 1427-1428
Roberto di Diana 1431-1433
Angelo Muscettula 1434-1439
Giorgio Montafia 1440
Giorgio di Piozzasco 1442
Fantino Quirini 1441-1452
Giorgio Montaña 1452-1455
Sergio de Serpando 1456-1465
Giorgio di Piozzasco 1465-1.466
Cencio Orsini 1467-1468
Cristoforo Corradi di Lignana 1470-1483
Merlo di Piozzasco 1478-1480
Gaspare di Piozzasco 1484

58
Ludovico di Scalenghe 1492-1509
Fabricio del Can•etto 1509-1513
Costanzo Operti 1513-1515
Carlo Gesualdo 1518
Paolo d'Acola 1519
Bernardino d'Airasca 1521-1525

Lugartenientes del almirante


Bonifacio d'Airasca 1415
Ferlino Malaspina 1415
Giovanni Lescat 1441
Bartolomeo Gozonibus 1444
Giacomo Acciaioli 1446
Juan Bautista Carafa 1450
Orlando de Rossi de Parma 1459
Bartolomeo Gozonibus 1460
Giorgio de Coronis 1460
Giacomo di Alessandria 1460
Giovanni di Hally 1461
Nicolo di Coronis 1460-1462
Giorgio Piozzasco 1464
Goffredo de Non 1466
B. de Siva 1472
Arnaldino di Provana 1476-77
Merlo Piozzasco 1478
Ludovico di Sealenghe 1484-85
Constanzo Operti 1509-1513
Domenico Gozonibus 1518
Silvestro de Manchediis
de Quatamelia 1521

Capitanes generales
Fulko de Villaret 1312
Albert Schwarzburg 1318-1320
Giovanni di Bandriate 1344-1347
Amaldo Péres Tortes 1347
Raimundo Berenguer 1357
Ferlino d'Airasca 1361-1365
Juan Fernández de Heredia 1376
Philibert de Naillac 1394

59
Buffilo Panizati 1401
Louis Saint Sebastien 1440
Jacques Milly 1442
Fantino Quirini 1444
Guglielmo de Lastú 1451
Guillaume d'Aunay 1451
Gonsalvo Quiroga 1454-1455
Nicoló de Coronis 1460-1466
Giovanni de Cardona 1470
Cristoforo Corradi di Lignana 1471
Jakob Vantberg 1471
Giorgio di Piozzasco 1472
Pierr d'Aubusson 1473
Jean Weston 1475
Edoardo di Gamrdino 1480
Carlo Almeen 1481
Alvaro de Studinghe 1482
Emeric Amboise 1489
Tomas Dorwarth 1500
Fabrizio del Carretto 1501
Diomendes de Vilaragut 1501
Louis de Scalanghe 1503
Francesco Zappata 1503
Antoine Chaboz 1502-1503
Jean Hartzar 1504
Guitto Sastri 1505
Phlipp Villiers de I'Isle Adam 1510
Francesco Pam 1511
Constanzo Operti 1513
Guido Ragusa 1515
Francesco Flotta 1519
Giovanni Battista Carafa 1519
Michele Darguillemont 1521-1522
Giraume Carmel 1521

Capitanes de Galeras
Francesco Flotta 1519
Roberto d'Aube detto
Roccamartina 1523

60
Capitanes de galeras (pequeñas) de la Orden
Pietro di Balino 1415
Diego de Almeida 1503
Honorato Cibaut 1519 Santa María
Teodoro di Saluzzo 1519 Santa Caterina
Bartolomeo di Montfort 1519 Santa Ana
Metteo Provana 1523 Santa Caterina
Fernando de la Matta 1523 San Juan

Capitanes de carracas
Gabriel Ducher 1519 Santa María
Guglielmo Veston 1523 Santa María

Capitanes de galeones
Giovani Martino Pinson 1519
Francesco Benedetes 1523 San
Buenaventura
Giovanni Battista Schiattese 1523 Siciliano

Capitanes de otros barcos de vela


López Cardona 1519 Marietta
Giovanni Batista Spinola 1519 Gagliega
Pietro di Curadengo 1519 San Giovanni
Giovanni Maringo Farfán 1523 La Perla

61
ESTRUCTURA DE LA ORDEN EN RODAS

GRAN MAESTRE

CAPITULO GENERAL CONSEJO DE LA ORDEN CONSEJO AMPLIADO


Consejo de la Orden, Priores, Bailios Gran Maestre, Bailío Conventual Consejo de la Orden, 3 priores
Prior de la Iglesia 2 caballeros de cada lengua

CONVENTO LENGUAS

Gran Conservador Tesorero Mariscal Almirante Turcopolicr Bran Hospitalario Gran Prior 8 Lenguas
Comendador del Tesoro General Bailío Canciller de la
(Drapero) Iglesia
TU--11
Común Tesoro Capitán del Capitanes de Infermicre,Vice canciller 23 (24)
2 procuradores ejército la armada 2 promodi prioratos 19
8 auyores Pri9 búhos
tenrcire V
Comcndaor del granero, Castellanas de Patrones de Caballeros Diplomáticos 640 encomincdas
arsenal y artillería las fortalezas las fIcras y sirvientes

Caballeros y Caballeros y Caballeros Capellanes y Sirvietui


sirvientes sirvientes
Desde 1445
Gran Provenza
Hospitalario Francia
Mariscal Auvcrgne
Drapero Aragón
Turcopolicr Inglaterra
Almirante Italia
Gran Bailío Alemania
BIBLIOGRAFÍA

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Kulturgeschichte del Johanniterordens inz Mittelalter, Bóhlau Verlag
Wien Kóln Graz, Wien 1988, passim.
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63
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DIE MARINE DES JOHANNITER-MALTESER. RITTER-ORDENS. 500 Jahre
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AYUDA NAVAL VALENCIANA A RODAS EN 1480, Joaquín Sanz de Bremond
y Vicente Manglano. passim, Comunicación 25, I Simposio de la Orden de
Malta, A.H.S.O.M. CS C3 D3.
CAVALIERI DI MALTA, Una 'esencia verso il futuro, Marcello Maria Marroeco
Trischitta, Associacione dei Cavalieri Italiani del S.O.M., Casa Rodi, páginas
18-25.
ARCHIVO PRIVADO DE BERTOLD WALDSTEIN-WARTENBERG.Viena.
Traducciones: Juan Alejandro Magaz.
Fotografía: Moritz Schaeffer.

64
RECONOCIMIENTO DEL EMPERADOR
EN LA AYUDA NAVAL PRESTADA
POR LA ORDEN DE MALTA
ACCIONES NAVALES DEL SIGLO XVII

Valentín CÉSPEDES Y DE ARÉCHAGA


Investigador de la Orden

No quisiera empezar sin agradecen muy sinceramen-


te, a los organizadores de este Il Seminario sobre la Orden
de Malta, la Mar y la Armada, el haber vuelto a contar con-
migo en esta edición, pues me siento muy honrado por ello.

Introducción

La Orden de San Juan de Jerusalén, se asienta en la isla de Malta, en el año


1530, tras perder la isla de Rodas sitiada por los turcos. Desde entonces, se
erige en el gran baluarte de la cristiandad, frente al poder turco.
En los siguientes 70 largos años del siglo, la Orden —intitulada ahora de
Malta— acudió con rapidez a los combates a los que fue requerida su presencia.
Forjándose por ello, un gran nombre dentro de las escuadras de la cristiandad.
No podemos pasar por alto la presencia de los sanjuanistas, en la victoriosa
batalla de Lepanto, donde sacrificaron su galera capitana, luchando hasta morir
cuantos caballeros se encontraban en ella, quedando con vida únicamente el ge-
neral y dos heridos que fueron finalmente rescatados del naufragio.
Año tras año, las galeras y navíos de San Juan, cruzaron sin interrupción las
aguas del Mediterráneo, protegiendo y defendiendo de las armadas turcas y los
corsarios berberiscos, tanto las costas cristianas del sur de Europa, como el co-
mercio marítimo. Llevando a cabo labores de una auténtica fuerza de policía del
mar.
En el archivo de la Orden en Malta, se conservan los informes que los co-
mendadores de la Orden hacían cada año sobre la escuadra sanjuanista. Nos ha-
blan de continuas operaciones navales, acciones anfibias, correrías por las costas
de Berbería y de Sicilia, de navegaciones por el Levante, de los frecuentes abas-
tecimientos de agua fresca y embreado de las galeras en secretas bahías del Egeo,
llevando a cabo operaciones de inteligencia para tratar de averiguar las intencio-

65
nes de la armada turca, de gloriosas victorias y tristes derrotas. En definitiva,
las increíbles aventuras de los caballeros, de sus tripulaciones y sus barcos.
Por desgracia, no tenemos espacio suficiente, para describir en detalle todos
estos episodios y nos centraremos tan solo en algunos de ellos, basándonos en el
estudio de la documentación (1), que se conserva de la secretaría de la Sacra
Asamblea custodiada en el Archivo Histórico Nacional de Madrid. Haciendo una
mención especial, a la concesión por parte del Emperador Fernando II de Alema-
nia, del título de Alteza Serenísima al Gran Maestre Alosius Wignacourt.

Concesión de la sede de Malta

En 1522, Solimán II el Magnífico, tras seis meses de sitio toma la isla


de Rodas, sede de la Orden de San Juan desde hacía más de 200 años. El
Maestre, a la sazón, Philipo Viller de Liste D'Adam, se ve obligado a ceder
la fortaleza ante los 300.000 turcos que le ponían un férreo sitio.
Ocho años más tarde, en 1530, y tras varias sedes itinerantes, el Emperador
Carlos V de Alemania, como Rey de España y Rey de Sicilia, hace donación (2) a
la Orden de San Juan, de las islas de Malta y del Gozo, en forma de feudo libre.
Con el deseo de que tenga segura residencia y asiento el muy Reverendo y
Venerable Gran Maestre y los muy amados nuestros —dice el Emperador—
caballeros de la Religión de San Juan, quienes tras la pérdida de Rodas,
ocupada violentamente por los turcos, hace mucho años que van vagando sin
tener una sede permanente. Y para que puedan hacer las cosas concernientes a
su Religión en beneficio de la Cristiandad, y ejercitar sus fuerzas y armas
contra los pérfidos enemigos, de la religión cristiana.
Por tanto, concedemos y damos al reverendo Gran Maestre y a la Religión,
en feudo perpetuo, noble, libre y franco, las ciudades, castillos, los lugares y
nuestras islas de Trípoli, de Malta y del Gozo, con todos sus territorios y jurisdic-
ciones; con mero y mixto imperio; con poder de horca y cuchillo sobre hombres
y mujeres. Con la condición que en el futuro nos reconozcan a Nos y a nuestros
sucesores como Reyes de Sicilia. Bajo feudo solamente de un alcotán o halcón,
que se ha de presentar cada año, en la fiesta de Todos los Santos, en manos del
virrey, en señal de verdadero reconocimiento del feudo y quedando por ello, li-
bres y exentos de cualquier otro servicio militar que se debiere por obligación o
los vasallos dieren por costumbre.

(I) Legajos: 8.036 a 8.044. Sección de Órdenes Militares. Archivo Histórico Nacional.
Madrid. [Desde ahora AHNi
(2) Expediente 9. Legajo: 8.039. Sección de Órdenes Militares. AHN.

66
No podíamos dejar pasar por alto este hecho, cumpliéndose este año el
500 aniversario del nacimiento del César.

Intervención en la batalla de Lepanto

En tiempos del rey Felipe II, en la junta de armadas que se dio cita contra los
turcos el año 1571 frente a las costas de Lepanto —capitaneada por Don Juan de
Austria— se dispuso que la capitana del duque de Saboya, ocupase el lugar dere-
cho de la galera real, junto a la capitana del Papa, capitaneada por el general
Marco Antonio Colonna.
El Papa Pío V —después San Pío V— antes de la batalla extendió un
motu propio (3) en el que concedía el lugar principal en la escuadra que se
formase a la capitana de Malta.
A pesar de este reconocimiento, la capitana de Malta, ocupó el último
puesto del lado derecho de la armada, llevando bajo su mando las seis
galeras que iban junto a ella.
La de San Juan llevaba a su izquierda la galera de Don Juan de Cardona,
capitán general de las galeras de Sicilia, quien tras el combate declaró (4), que en
el transcurso de la batalla quedaron en primera línea de fuego, adelantándose la
capitana de Malta, un cuerpo de galera en el momento de embestir a los turcos,
de forma que sufrió un terrible ataque en el que murieron valerosamente todos
los caballeros que en ella iban.

Consideraciones acerca de las armadas de la Orden de San Juan

El importante cargo de comandante de flota se creó en 1312, con el


título de capitán de galeras.
A partir de 1553, se cambió el nombre por el de capitán general de galeras.
Desde 1656, el puesto se otorgaba a los caballeros grandes cruces, y
tenían tratamiento de excelencia, pero solamente para utilizarlo fuera de
Malta, como símbolo de igualdad entre todos los caballeros.
El capitán general de galeras, tenía derecho a hablar en los Consejos,
acerca de todos aquellos asuntos relacionados con la armada. El almirante de la
flota, le daba posesión de las galeras, en un acto similar a la toma de posesión
de una tierra.

(3) Expediente 10. Legajo: 8.036. Sección de Órdenes Militares. AHN.


(4) Expediente 9. Legajo: 8.036. Sección de Órdenes Militares. AHN.

67
En la mar, el capitán general de galeras, mandaba la flota desde la nave
capitana, barco que portaba el estandarte, que solía ser una galera de mayor
tamaño que las demás, y estaba pintada de negro, en contraste con el resto
que iban pintadas de rojo.
La segunda galera en rango, se denominaba Padmna, el resto de las
galeras, se denominaban galeras comunes y eran comandadas por capitanes
de galeras, elegidos por períodos de dos años.
A partir de 1625, la dotación de las galeras comunes era de 180 soldados.
Desde 1631, los capitanes de galeras tenían que ser mayores de 25 años, haber
ingresado en la Orden al menos 10 años antes y haber terminado cuatro caravanas.
Durante la larga existencia de la Orden de San Juan, gran parte de las
construcciones navales de su escuadra, estaba construida en los astilleros de
la Orden, bien en Rodas, bien en Malta.
La experiencia de siglos haciendo la guerra en la mar sin interrupción,
inspiró la construcción en Malta de renombradas galeras por ser las más
rápidas, las más fuertes y mejor armadas del Mediterráneo.
Con frecuencia y como consecuencia de la falta de madera para construir
barcos en la isla, la Orden, encargaba la construcción de sus navíos en puertos
de Italia y Francia, exportando a dichos puntos su tecnología.
En contraste con las galeras de la edad media, la moderna galera del siglo
xvi era más larga y más afilada y su estructura era diferente. Mientras que en
las antiguas los remeros se sentaban y trabajaban sobre el casco, en las
modernas remaban a cubierto. A proa había un pequeño castillo de combate y a
popa una especie de tienda para el general y sus ayudantes. Las velas sólo se
empleaban para navegar. Durante el combate permanecían plegadas para no
entorpecer la acción de los remeros.
En el xvi, la prioridad de la capitana de Malta de ir tras la capitana del
Papa en las juntas de armada cristianas, fue discutida permanentemente. Y
repetidamente confirmado por los reyes de la cristiandad. La posición de
batalla en las armadas aliadas, que con frecuencia situaba a la capitana de Malta
a la derecha del estandarte, respondía a este antiguo privilegio.
Cuando las naves maltesas no recibían los honores que les correspondían,
abandonaban la formación aliada, tal y como ocurrió con las galeras venecianas
durante la guerra de Candia.

Situación naval a comienzos del siglo xvii

La armada sanjuanista, tras la actuación en Lepanto, estuvo presente en


multitud de hechos de mar, por todo el Mediterráneo.

68
Hay que destacar que desde el siglo xv en adelante, las actividades de la
Orden fueron apoyadas en la guerra por sus corsarios, quienes recibían una auto-
rización formal de la Orden que les permitía hacer correrías bajo su bandera. Los
corsarios perseguían su propio lucro personal, y a cambio entregaban un porcen-
taje de las capturas al Tesoro de la Orden. En el período que va entre 1670 y 1679,
tenemos constancia de al menos 30 barcos corsarios malteses.
Tras la muerte, en 1601, del Gran Maestre aragonés Martín Garcés, es
elegido para el cargo Alosius de Wignacourt, de origen francés, quien se
distinguió por su prudencia y su coraje.
Bajo su Magisterio, la Orden llevó de nuevo la guerra a los infieles. Su
primera empresa fue un descenso por las costas de Berbería en 1602, expulsando a
los corsarios allí establecidos. Los caballeros saquearon Lepanto, Patras y Lango
una de las islas dependiente de Rodas. Además sorprendieron a la fortaleza de
Lajazzo, arrasando las fortificaciones. Poco después, tomaron Corinto, empresa de
la que obtuvieron un gran botín.
El Sultán Achmet I, hijo de Mahomet III, tras las derrotas infligidas por los
sanjuanistas, juró vengarse de ellos, y en 1615 envió una flota de 60 navíos que
condujo a 5.000 turcos que llegaron a desembarcar en la isla de Malta. Sin em-
bargo el Gran Maestre, había hecho levantar nuevas fortificaciones tanto en
Malta como en el Gozo; particularmente sobre las costas, en la bahía de San
Pablo, en Marsa Scala, en Marsa Scirocco y en la isla de Comino. Los cañones
tomados a los turcos en los diversos combates que se han citado, fueron
empleados en las fortificaciones, y se dispusieron planes para poner a los
habitantes a cubierto. Todas estas acciones obligaron a los turcos invasores a
reembarcar de vuelta a sus puertos de origen.
Continuando describiendo los hechos acaecidos durante el maestrazgo de
Wignacourt, señalaremos, que su primera gran obra, fue un acueducto construido
en 1610. Llevando el agua desde una fuente que existía en Día Chandul, más allá
de la villa Notable, hasta La Valette. Esta obra costó 151.000 ecus malteses; de los
que el Gran Maestre contribuyó con 115.000 ecus.
Durante esta época, había una gran cantidad de moneda falsa circulando
en la isla de Malta, por lo que se dispusieron varias medidas para atajar esta
situación. La más importante fue que en lo sucesivo toda la moneda que se
batiese debería llevar el escudo de armas del Gran Maestre. Las acuñadas bajo
el maestrazgo de Alosius de Wignacourt llevaban (en campo de plata) tres
flores de lis (de gules), surmontadas de un lambel (de sable).
Durante este tiempo, una serie de hechos ocasionaron serios disturbios en el
seno de la Orden de Malta; entre los que destacaremos la llegada del duque de
Brie, hijo ilegítimo del duque Enrique de Lorena y las pretensiones del Inquisidor
y del obispo de Nápoles tratando de apoderarse de la autoridad del Gran Maestre.

69
En 1620, se intentaron nuevas empresas contra los turcos, y ya las tropas
de la Orden habían asaltado con éxito Castel Tornese, principal depósito de la
Morea, cuando los caballeros fueron advertidos de que un cuerpo de la armada
de La Puerta compuesto por 4.000 soldados avanzaba para cortarles la retirada.
Los caballeros, sin perder un solo hombre en la acción, reembarcaron en sus
galeras rumbo a Malta.
Durante una jornada de caza, una insolación acabó con la vida de
Wignacourt. Murió el 14 de septiembre de 1622, a la edad de 75 años, después
de 21 años de Maestrazgo.
La marina de la Orden, tal y como hemos dicho al principio, aumentó mu-
cho durante su reinado, y es de destacar, que el gran galeón construido en
Amsterdam en 1617 y costó 60.000 ecus de oro, fue considerado uno de los
mejores barcos del Mediterráneo en su época.
Wignacourt, fue honrado por el emperador Fernando II con el título de
Serenísimo reconocido por Su Santidad Clemente VIII.
Alosius de Wignacourt fue el primero en usar el título de Gran Maestre en
los documentos públicos.

Prerrogativas de los monarcas españoles

Con anterioridad al emperador Fernando II, el rey Felipe III de España, en


Consejo de Estado celebrado en San Lorenzo, el 14 de julio de 1611, dispuso (5):
Que en todas las juntas de armadas que se convocasen, se diese la precedencia al
estandarte de San Juan, en razón de los muchos servicios prestados a la cristiandad
y a la universalidad de naciones y nobleza de que se compone.
Y Felipe IV, en 1622, volvió a ordenar la precedencia de las galeras de
San Juan, revocando una orden que en sentido contrario había dado en 1621.
El propio rey Luis XIII de Francia, ordenó que durante el asalto de la
fortaleza de la Rochela el galeón de la Religión ocupase el puesto de la patrona
real, tal era la fama y valor de las escuadras de Malta por todo el Mediterráneo.
En fechas posteriores, Carlos II de España, fue más allá, al declarar por
medio de una real cédula (6), firmada el 10 de junio de 1692, que de acuerdo al
Consejo reunido el pasado día 7, todos los servicios hechos en las galeras de la
Religión de San Juan se regulasen y reputasen como si fuesen hechos en uno de
sus ejércitos de guerra viva. Con anterioridad, este mismo monarca, ordena a
través de una serie de misivas fechadas en 1685, a su virrey de Sicilia, que pague

(5) Expediente 11. Legajo: 8.036. Sección de Órdenes Militares. AHN.


(6) Expediente 13. Legajo: 8.039. Sección de Órdenes Militares. AHN.

70
a un caballero de San Juan, concretamente don Pedro Dávila Carrillo y Guzmán,
la dieta de 30 escudos por servir en las galeras de Malta durante un año.

Título de Alteza Serenísima al Gran Maestre

Por todas estas consideraciones, además de la de afianzarse un aliado, en


caso de que Viena fuese sitiada por La Puerta, el 17 de julio de 1620 el emperador
Fernando II de Alemania, otorgó el título de Alteza Serenísima (7) a Alosio de
Wignacourt, Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén, para él y sus
sucesores legítimos en esta dignidad; en consideración a los insignes y muchos
méritos suyos, de sus predecesores y de toda la celebradísima Orden de San Juan,
que hoy defiende la isla de Malta y está compuesta por caballeros de la más noble
sangre de Europa.
El Emperador, ensalza el voto sanjuanista, de pelear contra los enemigos,
vertiendo su sangre y dando su vida en tierra y en mar, poniéndola en peligro
por los demás, y por estar en guardia día y noche sin temer al mar, al viento,
tempestades, poderes, ni armada enemiga alguna por poderosa que fuese.
Incluso llega a comparar a la Religión de San Juan, con el Caballo de
Troya, al decir que: de ella salen por todo el Mediterráneo insignes seguidores
de Marte, dios de la guerra, a luchar contra los infieles.
Y todas estas virtudes, bajo el amparo y buen gobierno del Gran Maestre,
han dado imborrable renombre a la Orden de San Juan en oriente y occidente,
haciendo que todas las potencias se fijen en Malta por su poder, sus baluartes y
grandes fortalezas. Gracias a las cuales todos sus habitantes gozan de cómodas
casas y seguro hospedaje, frente a los asaltos, ya sean de piratas o de turcos.
Por tanto, Fernando II por la gracia de la divina clemencia electo emperador
de Romanos siempre Augusto, rey de Alemania. de Hungría, Bohemia, Dalmacia,
Croacia, Eslavonia, etc., archiduque de Austria, duque de Borgoña, Bravante,
Estiria, Carintia, Carniola, etc., marqués de Moravia, etc., duque de Luxemburgo y
de la alta y baja Silesia, de Wurtemberg, y Teka, príncipe de Suecia, conde de
Ausburgo, Tirol, Fereta, Kiburgo y Goritia; Langravio de Alsacia, marqués del
Sacro Romano Imperio, de la alta y baja Lusatia, señor de la marca Eslavónica, de
Pordenon, Salive, etc. Erige, levanta y agrega, al número y consorcio de los
príncipes ilustrísimos, según que por las presentes eregimos, levantamos y agre-
gamos por verdaderos príncipes y al título de Ilustrísimo al dicho Reverendo Ilustre
Alosius de Wignacourt Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusa-

(7) Expediente 8. Legajo: 8.036. Sección Órdenes Militares. AHN.

71
lén y a sus sucesores en el dicho gran maestrazgo elegidos recta y legítimamente
en infinito, decretando y firmemente estableciendo por este nuestro cesáreo edic-
to, que, desde ahora y siempre perpetuamente, el susodicho Reverendísimo Ilus-
trísimo Alosius de Wignacourt, Gran Maestre de la Orden de San Juan de Jerusa-
lén, príncipe amado nuestro y los sucesores en la dicha dignidad recta y legítima-
mente elegidos en virtud de esta nuestra erección, exaltación y agregación desde
ahora en adelante sean y se llamen y nombren Reverendísimos Ilustrísimos Prín-
cipes y sean honrados y reputados como los demás príncipes ilustrísimos por
todas y cualesquier persona de cualquier estado, grado, orden, condición o digni-
dad, así por escrito como de palabra.
Todo ello bajo la pena de 500 marcos de oro a los contraventores de
esta merced, yendo a parar la mitad al fisco imperial y la otra mitad al gran
magisterio.
A partir de la concesión al Gran Maestre de esta distinción, se empezó
a utilizar este nuevo tratamiento en los escritos.
La carta (8)que dirige Pietro Henrico D'Strolendorf, vicepresidente del Con-
sejo Aulico del Imperio al Gran Maestre, notificando la concesión de este privile-
gio, va dirigida al Serenísimo y Reverendísimo señor, el señor Gran Maestre de
Malta. Dándole a continuación el tratamiento de Serenísimo Príncipe.
Lo mismo hace el propio Fernando II cuando se lo comunica en una carta
personal (9): al Reverendísimo e Ilustrísimo Alosio de Wignacourt, Gran
Maestre de la Orden de San Juan de Jerusalén. Príncipe devoto sinceramente
querido por Nos.
Hay otros ejemplos, podemos citar la copia de la carta (10) que Su Alteza
Serenísima escribe a Su Majestad el Rey de España el 28 de diciembre de 1629,
en que se niega una Procura del Tesoro, para poder en virtud de ella conseguir sus
mejoramientos y la gran cruz al Comendador frey Don Diego Messía de Aledo,
por no residir en el convento.
Y un oficio (11), fechado en Malta el 13 de mayo de 1630, en que con
licencia de Su Alteza Serenísima Frey Antonio de Paula, nuestro dignísimo
Gran Maestre, tuvo la Muy Ilustre Lengua de Castilla y Portugal, el muy
ilustre señor Lugarteniente de Gran Canciller frey Don Tomás de Hoces,
maestre de casa de S.A.S., Comendador de las Encomiendas de Benavente y
Rubiales, y de Tocina...

(8) Expediente 8. Legajo: 8.036. Sección Órdenes Militares. AHN.


(9) Expediente 8. Legajo: 8.036. Sección Órdenes Militares. AHN.
(10) Cartas de 1629. Legajo: 8.044. Sección de Órdenes Militares. AHN.
(11) Cartas de 1630. Legajo: 8.044. Sección de Órdenes Militares. AHN.

72
La guerra de Candia (1645-1669)

En 1638, bajo el gran magisterio de Juan Pablo Lascaris, las galeras de Malta
se apropiaron de 20 depósitos turcos escoltados por tres navíos. Los navíos de
escolta cayeron en manos de los caballeros, conducidos por Charolt.
En carta (12) enviada, por un informador, desde Venecia al Gran Maestre,
con fecha de 21 de mayo de 1639 se dice que: "Hace dos días han venido cartas
de Constantinopla fechadas el 9 de abril con aviso secreto de que de Persia había
llegado un turco con intención de volver sus armas contra los cristianos, y que
por avisos de judíos, se sabe que pretende Ragoza, para hacer allí plaza de armas.
El caymecan, que es confidente del bailío de esta república de Venecia, le ha
dado a entender, que duda de su vida caso de llegar el Gran Turco y que se están
acomodando los palacios reales lo que es señal de su inminente llegada. El bailío,
esperaba salir de la cárcel por medio del nuevo Bajá del Mar, y le había escrito
acerca del asunto, mas él, ha respondido que por las diferencias que había entre
La Puerta y los venecianos no se podía tomar una resolución por el momento,
que se armase de paciencia hasta la venida del Gran Turco a que se le diera la
libertad. También dicen, que el rey de Persia tenía en pie un buen ejército con
intención de volver sobre Babilonia, y que quizá le será forzoso al Gran Turco
volver a la partes de Musul.
Que hacía dos días, que el Sultán Mustafá había sido enterrado en La
Mosquea Real y no sin sospechas que el Gran Turco le había hecho morir como
hizo a sus otros hermanos. El comercio de los turcos y venecianos ha desaparecido
del todo. Y además de ésto, digo a V. E. que los días pasados, un gentil hombre de
los más importantes del Pregadi preguntó a un amigo mío, que ¿qué nuevas tenía
de Malta? Y si se atendía a la fortificación de la isla. Esto advierto a V. E., porque
semejantes preguntas, no son un misterio, y se debe pensar sobre ellas".
Tal era el ambiente del Mediterráneo en este momento.
Durante el carnaval de 1639 algunos jóvenes caballeros disfrazaron de je-
suitas, lo que provocó un gran enfado entre los miembros de la Compañía de
Jesús. Estos religiosos pidieron y obtuvieron pena de prisión para los sanjuanistas.
La severidad del castigo suscitó una revuelta en la isla, se forzaron las puertas de
la prisión, y una vez los prisioneros fueron liberados, se obligó a marchar de la isla
a los jesuitas, excepto cuatro de ellos que se escondieron en la ciudad.
Mientras tanto, los de San Juan, continuaron sus victorias en la mar, las
actividades militares de los navíos de la Orden de Malta eran causa de
continua aflicción para el Gran Turco.

(12) Expediente 6. Legajo: 8.036. Sección de Órdenes Mlitares. AHN.

73
En 1640 las galeras tomaron seis navíos corsarios en el puerto de Túnez y
en 1644 las galeras de Malta, capitaneadas por frey Gabriel des Chambres de
Boisbaudran, capturaron en aguas de Candia, una gran galera perteneciente al
Gran Turco, abordo de la cual viajaban una de sus esposas con su hijo y varios
peregrinos musulmanes.
El Gran Turco Ibrahim, muy disgustado por esta acción, envió un
heraldo a declarar la guerra al Gran Maestre, por lo que inmediatamente, se
tomaron las medidas necesarias para mantener el control de la isla, llegando
a Malta gran número de caballeros.
El Gran Maestre Lascaris, por medio de sus informadores, destacados por
el Mediterráneo, recibía constantemente "cartas de aviso". De una de estas cartas
(13), enviada desde Constantinopla y fechada el 6 de febrero de 1640, podemos
leer que:

"Las amenazas de sitiar a Malta se continúan, pero el Beir Bajá y Pieli Agá
lugarteniente del Jersanal y otros que tienen más experiencia, han hecho esta
empresa tan dificultosa que el Gran Turco entró en cólera contra ellos, y
habiéndosele mostrado la planta de la fortaleza no ha dejado otras veces de tratar
de sitiarla, pero habla esto con menos calor de lo que mostraba por el pasado y
así se dice que se trata de invadir tierra del rey de España en caso que se rompa el
designio contra Malta, y es cosa cierta que el Gran Turco aprieta al Gran Bajá del
Mar, para que se haga aquí y en toda parte, el mayor número de galeras que sea
posible, si bien se piensa que para sitiar Malta serán necesarios dos años para
preparar los pertrechos. Por lo que se asegura, que la armada que se prepara para
la próxima primavera, saldrá a infestar las tierras del rey de España".

Finalmente, los turcos volvieron sus armas contra la isla de Candia, pose-
sión veneciana y presa más fácil, y tan pronto como los caballeros supieron que
la isla era atacada fueron en su socorro.
El 3 de mayo de 1645, se estableció un nuevo impuesto sobre el grano que
se introducía en Malta, cobrándose tres tarines por salma de trigo y dos por cada
una de cebada. El comendador frey don Fernando de Aldana, embajador de la
sagrada religión cerca de la persona de S. M. el rey de España, escribe (14) al
Rey en nombre del Gran Maestre solicitando que no se aplique el impuesto en
Malta, aduciendo que la isla desde tiempo inmemorial, ha tenido y tiene confir-
mada la exención por muchos privilegios de los reyes de Sicilia antecesores del
Rey de España, y particularmente por el emperador Carlos V, para no pagar nin-

(13) Expediente 6. Legajo: 8.036. Sección de Órdenes Militares. AHN.


(14) Cartas de 1645. Legajo: 8.044. Sección de Órdenes Militares. AHN.

74
gún género de tributo, ni imposición, por la extracción del grano que se sacasen
del reino de Sicilia, para la provisión de Malta y el Gozo, por tanto no pueden
ser despojados de este privilegio.
La isla está en continuo peligro expuesta al enemigo, y en perpetua
milicia, en defensa de Sicilia y de la mayor parte del cristianismo.
El Rey, como en situaciones semejantes, no las gravó con este impuesto,
para no imposibilitar su defensa, ya que ocasionaría que los habitantes de las
islas, las dejasen.
En esos años, se funda la Librería de Malta y un decreto de 1650
dispuso que los libros pertenecientes a los caballeros que fallecieran no se
vendiesen junto con sus demás efectos personales, sino que se trasladasen a
esta nueva institución.
Durante los 25 largos años de guerra, la armada maltesa, socorrió a los
venecianos ininterrumpidamente. En la gran victoria de Dardanelos en 1657,
tomaron parte decisiva, bajo el mando de quien luego sería Gran Maestre de
la Orden, frey Gregorio Carafa.

Situación naval a finales del siglo xvit

La flota de Malta tuvo una mayor importancia en la alianza cristiana, que


se constituyó tras el sitio de Viena de 1683. Jugando un importante papel, en
las operaciones navales y anfibias en la Morea, empujando a las fuerzas
otomanas a los Balcanes, y reconquistando la península del Peloponeso por
medio de los numerosos ataques terrestres y marítimos de los aliados.
Los artículos del Tratado de Carlowitz en 1699 regularon el radio de
acción de la armada de la Orden, limitándolo a las aguas del centro y oeste del
Mediterráneo, quedando excluidos de las del este. La nueva situación político
naval, el resultado de la concentración de su armada en el Mediterráneo oeste, e
incluso en el Atlántico, la pérdida de dos galeras el año 1700 y el deseo de tener
una escuadra capaz de navegar incluso en los meses de invierno bajo cualquier
climatología, fueron el motivo decisivo de la constitución de una segunda
escuadra de la Orden de San Juan.

Finalmente, no puedo dejar de agradecer muy sinceramente a María Pilar


de la Barreda y Manso y a Carmen de Aréchaga y Rodríguez-Pascual las traduc-
ciones de textos y documentos, respectivamente, en lenguas francesa e italiana, así
corno a María José de Céspedes y de Aréchaga el diseño de los gráficos que
completan este trabajo.

75
Bibliografía

CANrrú, César: Historia Universal. Tomo V, épocas XV y XVI. Madrid, 1856.


Imprenta de Gaspar y Roig.
CÉSPEDES, Valentín de: Aportaciones inéditas a una historia común.
Cuadernos monográficos del Instituto de Historia y Cultura Naval, número
23. Madrid, 1994.
DAUBER ROBERT VON Y SPADA, Antonio: La Marina del Sovrano Militare Ordine
di Malta. Brescia, 1992. Editorial Grafo.
FURSE, Barón Edouard Henri: Memories Numismatiques de L'Ordre Souverain de
Saint Jéan de Jerusalem. Roma, 1889. Forzani & C. Imprimeurs de Sénat.
OZCÁRIZ, Miguel de: Epítome chronológico de todos los Gran Maestres de la
Sagrada Religión de San Juan Jerosolimitano, que ahora se llaman de
Malta. Pamplona, 1766. Imprenta de Antonio Castilla.

76
MALTA SANTA ESPAÑA
SEDE

Fa bricio León X Carlos I


Carreto
1513 1513 1516

1 1
Philipo Adriano VI
Villers
lisledamo
1521 1522

Clemente VII
1523

Pedro Ponte Pablo III


1534 1534

Claudio de la Julio III


Seogla
1553 1550

Juan Valleta Marcelo II Felipe II


1567 1555 1556
Pedro San Pío V
Guidaloti del
Monte
1568 15(x6

Juan Casier Gregorio XIII

1572 1572

Hugo de Sixto V
Laubenz
N'erdal
1582 1585

Urbano VII
1590

Gregorio XIV
159()

Inocencio IX
1591

Martín Clemente Felipe III


Garcés VIII
1595 1592 1598

Alosio León XI
Wignacourt
1601 1605

Pablo V

1605

Luis Méndez
de
Vasconcelos
1622 Gregorio XV Felipe IV

1 1621 1621
Antonio de
Paule

78
1623 Urbano VIII
1623

Juan Pablo

Lascaris Inocencio X
1636
164.1

Martín de
Redin
1657

Alejandro
Aneto VII
Clermont 1655
1660

Clemente IX
Rafael
Carlos II
('otoner 1667
1660
1665
Clemente X
Nicolás
('otoner 1670
1663

Venerable
Gregorio Inocencio XI
("arra fa 1676
1680

Alejandro
Adriano de VIII
Wignacourt 1689
1690

Inocencio XII
Raimundo
Perellós 1691 1700
1697 1720
1700

Nota: La lecha
indica In
sucesión.

79
NOTA PARA NUESTROS SUSCIPTORES

El Instituto de Historia y Cultura Naval realiza periódicamente la


revisión de la lista de suscriptores, que comprende, entre otras cosas, la
comprobación y depuración de datos de nuestro archivo. Con este motivo
solicitamos de la amabilidad de nuestros suscriptores que nos comuniquen
cualquier anomalía que hayan observado en su recepción. ya porque estén
en cursos o comisiones de larga duración, ya porque hayan cambiado de
situación o porque tengan un nuevo domicilio. Hacemos notar que cuando la
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Por otro lado recordamos que tanto la REVISTA como 10S Cuadernos
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C/. Juan de Mena, 1, I.°
28071 Madrid.
Teléfono 91 379 50 50.
Fax: 91 379 59 45.

80
PRECEDENCIA DEL ESTANDARTE Y
GALERA CAPITANA DE MALTA
EN LAS ESCUADRAS DE LA MAR
Daniel CARRILLO DE ALBORNOZ Y ALONSO
Investigador de la Orden

Es de todos conocida la pretensión y la efectiva posesión en la precedencia


de la capitana de Malta que alegaban gozar los navíos de la Religión de San
Juan cuando, en las escuadras y juntas de la mar, coincidían con otras potencias
navales. Siempre con la excepción respecto de la nave del Santo Padre de
Roma y de la de Su Majestad Católica, por ser los señores naturales, espiritual
y territorial respectivamente, de la Orden de Malta.
Este hecho histórico se nos manifiesta cabalmente, en todo su barroco len-
guaje jurídico de la época, en el documento que me honro en presentar, creo
que por primera vez , íntegro y transcrito directamente del manuscrito que se
halla en la Biblioteca Nacional, y que procedo a describir brevemente.

Descripción codicológica y paleográfica

Como un islote perdido en medio del mar de los "papeles históricos y


curiosos" de Felipe IV, se halla el Ms. 18.668, n.° 62, de la Biblioteca Nacional
de Madrid. Su aislamiento es destacable pues su natural ubicación debiera estar
en la Sección de Estado del Archivo General de Simancas, junto a los demás
papeles de "asuntos exteriores" de nuestra monarquía moderna. Su título de
"Memorial que dieron los embaxadores de Malta al Rey Ntro. Señor contra la
República de Génova", así lo atestigua; aunque, como es notorio a todo aquel
que ha buceado en las procelosas aguas de la investigación histórica, los azares
archivísticos son inescrutables.
Se halla en un legajo de papeles sueltos cuya carpetilla n.° 62, contiene 20
hojas útiles en folio, o sea, que tiene escritas 39 páginas de las 40 resultantes,
quedando blanca solamente el vuelto del último folio. Se trata de un manuscrito
unitario, según su estructura, y está completo y bien conservado. Es relevante su
foliación (ff. 393-411) que nos revela haber estado inserto y copiado en un libro
Cartulario y, posteriormente, tras la destrucción de éste, se cosieron formando
individualidades los folios que poseían unidad de contenido por sí mismos.

81
Paleográficamente hablando está escrito en una humanística bastardilla del
siglo )(vil.

Contenido, tradición y registro documental

Este Memorial que dirige el Gran Maestre de la Orden de San Juan de


Malta al rey de España Felipe IV, a través de sus embajadores, ordinario uno y
extraordinarios los otros dos, es de fecha de 10 de octubre de 1621 y está
ordenado de la manera siguiente: Tras el lema que encabeza indicando
sucintamente el contenido del documento que precede, se halla el memorial
propiamente dicho que traza una interesante y completa historia de la posesión
inmemorial que alega la Religión en la cuestión de la precedencia de su
estandarte y galera capitana en las juntas de armada, cuando concurre con otras
soberanías mediterráneas. Se inserta una completa cronología de las jornadas
contra el turco y berberiscos desde 1532, que fue la empresa de Corón, hasta
1601 que fue la de Argel por el príncipe Andrea Doria.
Interesantísima y sin desperdicio la extensa Apología que se hace de la Or-
den y de sus caballeros donde se resalta que aquélla y éstos son merecedores de
las mercedes y la gratitud del rey de España y sus reinos por los servicios que
les prestan contra el infiel.

La declaración de Don Juan de Austria dada en galera en septiembre de


1571, año de la victoria en la batalla naval por antonomasia, insiste en que la
mudanza que se tomó en aquel memorable 7 de octubre en materia de
precedencias y colocación de las galeras capitanas fue circunstancial y queda
el derecho a salvo de la Religión y de Saboya, "para poder tratar dél con
mayor comodidad", siguen las declaraciones del capitán general Don Juan de
Cardona dada en Pamplona en 1597 que aporta su visión de testigo presencial
en Lepanto e insiste en que aquel día: "era de manos y no de ceremonia púsose
la Capitana de Malta en parte donde pelearon los caualleros que en aquella y
van hasta morir".

La siguiente declaración, dada en Madrid en el mismo año es del comenda-


dor Don Alonso de Bazán que nos dice: "Digo que siempre vi y entendí que el
estandarte de la Religión de San Juan tuvo más preheminente lugar que las de
Saboya y Génoua ..."; estas declaraciones se aprovecharon mayormente para la
sentencia de Felipe III, que de acuerdo con el Consejo de Estado, declara la pre-
cedencia de la Religión contra la república de Génova. No es de extrañar que el
Gran Maestre y sus embajadores inserten íntegramente esta Real Providencia de

82
1611 que declara: "... la dicha precedencia en favor de la Religión de San
Juan por entender que le toca justa y legítimamente ...", "... pues ninguna ay
en quien concurran causas tan particulares ...".
El último diploma que se encuentra en nuestro manuscrito es un Edicto Im-
perial de la Majestad cesárea de Femando II de Austria, que otorga al Gran
Maestre Alosio de Wuirnacourt, que es de nuestro documento de 1621, el título de
Ilustrísimo, levantándolo al número de los príncipes. Fue dado en Viena en 1620.
A renglón seguido nos viene dada la fecha de expedición de este Memorial
en el Sacro Convento de Malta de 7 de julio de 1621 por registro del vicecanciller
que es, desde luego, un caballero de la Lengua de Castilla.
Inmediatamente después figura el traductor oficial funcionario de los Con-
sejos y Tribunales del rey de España, que tradujo del latín al castellano. Esto es
cuanto al Edicto Imperial, pues el Memorial en sí, pudo venir ya en castellano,
o quizás en italiano. El copista registrador termina el primero de septiembre de
1621. Dándosele el pase regio un mes después.
Una vez expuesta la tradición documental, hemos de ir a un registro del
documento o, como dicen los diplomatistas: "La Fortuna documental", esto es la
suerte que ha tenido este manuscrito en concreto en cuanto a su transmisión. Pues
bien, el Ms. 18.668, n.° 62 de la B. N. de Madrid se encuentra mencionado por
D. Jaime Salvá, en su obra fundamental y, publica fragmentos significativos del
memorial en su obra de 1944, pero no la incluye íntegra en su fundamental
apéndice. Otros autores cuando estudian la historia marítima de la Orden de San
Juan, y en concreto la cuestión de las precedencias también lo citan
fragmentariamente. El único estudioso, que yo sepa, que realiza no una edición.
sino una transcripción, también manuscrita, es el erudito caballero de Malta D.
Martín Fernández de Navarrete, que confrontó el Ms. en 1792 y que luego se
publicará en la benemérita Colección de Documentos y Manuscritos, llamada
Colección Navarrete, en su tomo X que se encuentra en la Biblioteca del Museo
Naval; ha sido de ayuda para realizar la mía propia, que es la que presento en el
Apéndice Documental que figurará en las Actas tras esta comunicación. El moti-
vo de prescindir de la transcripción de Navarrete es que, a pesar de la preciosa
letra dieciochesca que emplea está muy alejada de una perfecta lectura, además,
no desarrolla todas las abreviaturas y el mayor defecto es que además de no sepa-
rar y numerar los renglones del Ms., efectúa una transcripción no muy literal. En
el Apéndice Documental, empero, sólo se presentará foliado y paginado, con un
criterio cuasi facsimilar pero más sencillo tipográficamente.
Por todo lo cual creo en el provecho que podían sacar los estudiosos de
la publicación íntegra de unos textos que si bien son conocidos lo son de
manera fragmentaria y, además, casi nunca citando la fuente documental de
donde manan.

83
Para terminar esta presentación del documento se ha de resaltar que tanto el
Memorial como las declaraciones citadas, así como otras de distintos personajes
que la Religión no deseo incluir en el Memorial de 1621 estudiado, y también el
privilegio Imperial aparecen, desde luego, en los Archivos en los que tienen que
estar, a saber: El de la Orden de San Juan en España, que está en el A.H.N., como
heredero de los privativos de la lengua de Castilla (Consuegra y Santa María de
la Horta) y Aragón (S. Juan de los Panetes). Las vicisitudes trágicas que sufrió
Consuegra con la Francesada hacen que su importantísima documentación se
encuentre fragmentada, aunque posea bellas ediciones antiguas de imprenta del
Memorial que deberían ser cotejadas con este Manuscrito de la B. N. para la
definitiva edición crítica de los documentos de la Orden de Malta en Archivos
españoles. Fuera de España no hace falta ni mencionar la B. N. de Malta en La
Valetta y el Archivo del Gran Magisterio de Roma donde también se localizan
originales y copias.

Insignias de mando

Siendo la Iglesia y el Ejército las dos instituciones más respetuosas con la


jerarquía , son las cuestiones de precedencia materia sumamente importante:
pues es el lugar que corresponde ocupar, especialmente en toda ocasión en que se
concurra con otros. Las disensiones por su causa han sido motivo de gravísimos
conflictos en la historia de las relaciones públicas, ocasionándose batallas y gue-
rras por cuestiones de protocolo. No debe verse en esto una vana cuestión de
orgullo ni de mera vanidad, pues son expresión de las prerrogativas y de la
Dignidad del cargo del que se está investido, y que no es posible dejar deprimir
porque está por encima de la persona y de los intereses particulares.
En el Derecho Diplomático establecido por el Congreso de Viena en
1815 se estatuye que la posesión de ciertos derechos honoríficos merece el
respeto internacional.
Respecto de las naves de la Religión de San Juan, nos dice Salvá:
"Siempre ocupó la capitana de Malta el puesto de patrona real, es decir, el
costado derecho de la real. Y en concurrencia con la del Papa, el izquierdo".
El profesor Olesa Muñido en su fundamental obra: "La organización naval
de los estados mediterráneos y en especial de España durante los siglos xvi y
>mí" nos explica magistralmente las diferentes clases de insignias mediante las
cuales, y en la práctica marítima, se demostraban los honores debidos.

FANAL: insignia de mando por excelencia que se coloca en lo alto de la


popa y se encendía de noche para orientación de los que navegaran en conserva;

84
ha de encenderlo la galera con el mando superior embarcado. La real, con el
capitán general de la mar.
Cuando la real lleva tres, la capitana dos, y las galeras uno.
ESTANDARTE: se llevaba arbolado en lo alto de un asta de circa cinco
metros en la espalda junto al estanterol, en la banda diestra. Ante el Estandarte
Real, todas las capitanas de escuadra abaten el propio, poniendo el calcés, bande-
ra cuadrada.
SALUDOS: a quien tenga derecho de precedencia, si se deja mejor
puesto las capitanas no lo abaten.
Los CUATRALBOS: en ausencia del general, no lo llevan, sólo
banderas, flámulas y gallardetes. Las demás galeras no llevan.

Es claro que todas estas normas supradichas rigen igualmente en los buques
de vela o barcos redondos, pues como las galeras ostentan las mismas insignias
de mando aunque poseen mayor manga y eslora. Galeones y bajeles son buques
de la Religión ya desde finales del siglo xvi. La centuria décimoseptima ve la
gloriosa emulación entre los remos y las velas, no siendo infrecuente que las
galeras venzan o apresen a un velero. Será ya en el siglo xviii cuando las galeras
irán perdiendo importancia marítima frente a los bergantines y fragatas. Cuando
Bonaparte expulsa a la Orden de San Juan de la isla de Malta en los últimos años
de esta centuria, las galeras que estaban en el puerto de La Valette eran ya una
reliquia histórica frente a los navíos de Napoleón

Colofón

Mas la cruz plateada, símbolo de pureza y santidad, que navega en el ensan-


grentado mediterráneo de sus acciones históricas, seguirá recordando a las gene-
raciones venideras que un puñado de hombres, caballeros y sirvientes, sacrificaron
sus vidas en la lucha contra el infiel; sin dejar de recordar como españoles, que la
Orden de Malta, no sólo cumplió como feudo de Sicilia y rindiendo el debido
vasallaje al rey de Aragón, sino que también fue una eficacísima e imprescindible
aliada y amiga de la Corona de España durante sus casi trescientos años de
permanencia en ese baluarte de la cristiandad en la vanguardia contra el Islam.
Antemural de la defensa europea frente al fundamentalismo africano, peligro
que como los gobiernos del sur de Europa saben, puede ser un problema de lo más
actual hoy en día. Quiera Dios que las costas de Italia, España y sus islas no se
vean espantosamente asoladas por modernos Barbarrojas y Draguts que talen sus
bosques y cosechas, maten sus hombres y cautiven sus mujeres como sucedía en
los siglos Xvi y XVII, en que las galeras de la Religión de Malta frenaron la

85
expansión otomana por la Europa mediterránea, como no pudo hacer la
Europa eslavo-ortodoxa que vio la media luna frente a los muros de Viena.
Gracias a la Soberana Orden Militar de San Juan de Jerusalén y de Rodas
y de Malta y a las galeras hermanas de los reinos hispánicos e italianos súbditos
todos de Su Majestad Católica, el choque de civilizaciones que el actual
profesor estadounidense Huntington ha pronosticado será el gran conflicto
universal, se ha retrasado hasta el momento presente, ya que todavía Sevilla,
Palermo, Valencia y Nápoles son ciudades cristianas.

Apéndice documental
(f. 393/ p. 1)
10 de Octubre 1621
MEMORIAL que dieron los embaxadores de Malta al Rey Nro. Sr.
Contra la República de Génoua.
(+) SEÑOR
El Prior de Inglaterra fray Cessar Ferreti. El Comendador Don Luis de
Montada y el Comendador fray Miguel Pontalier Thalamey, Conservador
conuentual, embaxadores de la Religión de San Juan, en nombre del Gran Maestre
y de la Religión, dizen: Que hallándosse la Religión en posesión de preceder con su
galera capitana a la República de Génova y teniendo confirmada esta possesión
inmemorial con dos sentencias de sus magestades abuelo y padre de V. magestad
que están en el cielo, en que ampararon a la Religión en su possesión, V. magestad
mandó publicar decreto en el qual se ordena que en la junta del Armada de Galeras
donde se hallare el Real Estandarte de V. magestad en dar el lugar y posta a la
Capitana de la Religión y República de Génova se guarde el orden II

( f. 393v / p. 2 )
que dio el señor Don Juan de Austria en la vatalla naval, ordenando ansí mismo al
señor Príncipe Filiberto que dé y señale en los puertos donde se hallare el lugar y
posta que le pareciere a las Capitanas de las dichas esquadras y que esta se obserue
y guarde en el interim que se determina por justisia la deferencia que cerca de la
procedencia tiene la República con la Religión no obstante qualesquier órdenes que
huuiere en contrario y porque este decreto es derechamente contra la posesión
inmemorial que tiene la Religión, y contra las dichas sentencias, y de querer
suspender a la Religión la possesion que tiene, amás del agravio que recibe, podría
ser causa que sucedan muy grandes daños e inconvenientes difíciles de remediar.
Los dichos Embaxadores, en nombre del Gran Maestre y de la Religión suplican
humildemente a V. Magd. possesion inmemorial que tiene de pregeder con su
estandarte al de la República de Génova, pues se le deve a su Capitana //

86
(f. 394 / p. 3)
de derecho, como muestra en algunas ratones que presenta aparte. Esperando
de la poderosa mano de V. magestad que no sólo será seruido de mandar que a
la Religión se le mantenga en el lugar y possesion inmemorial que tiene sino
que V magestad a de favorecer a la Religión con las mayores y más señaladas
mercedes que jamás puede hauer recivido de ninguno otro Príncipe Christiano.

Señor

El Prior de Inglaterra, Fray Cessar Ferreti, el Comendador Don Luis de


Moncada y el Comendador Fray Miguel Pontalier Thalamey conseruador
conuentual, embaxadores de la Religión de San Juan en nombre de su Maestre
de la Religión, dizen: Que todos los Reyes y Príncipes guando llegan a gozar de
aquellas supremas monarquías, suelen hacer a sus vasallos, y aun a los que no
lo son, singulares gracias y copiosas mercedes, y en las cossas que caminan por
tela, de Justicia mandan a sus ministros y consejeros que la guarden y adminis-
tren, sin hacer agravio a nadie, por ser este el camino derecho para augmentar
los rey- //

(f. 394v / p. 4)
nos y para que los vassallos viban en paz y aun que V. magestad como soberano
Señor ha mostrado en el principio del gouierno desta gran monarchia la grandega
de su Real ánimo en las mercedes y gracias que a hecho a diuersas personas, sólo la
Religión de San Juan no las ha recivido aunque las tiene merecidas como la
esperaua de la poderosa mano de V. magestad. Pues con estar compuesta de tantas
naciones, y de cavalleros vassallos de tan diversos Príncipes como tiene la
Christiandad, toda ella trata solamente del servicio de V. magestad empleándose
continuamente en guardar sus reynos, en obedecer sus reales mandamientos, en
poner todos a una el pecho en defensa de la Santa fe católica, gastando sus
haziendas y patrimonios peleando contra sus enemigos, vertiendo la sangre por ella
hasta perder la vida, sin atender a otro interés que el del servicio de Dios y de V.
magestad, y esto con tantas veras y tan valeroso ánimo como la ha mostrado y
muestra la experiencia de que no pequeños zelos tienen otros Príncipes por ver que
sus vassallos en siendo del hábito de San Juan olvidan su natural y que como si
fueran vassallos de la Real Corona de España sirven a V. magestad en quantas //

(f. 395 / p. 5)
ocasiones las ofregen, como si fuere su Rey y Señor natural, y aunque la Religión
recibe muy grandes benefficios de los demás Príncipes y tiene en sus reynos y

87
estados muchas rentas, todas ellas las gasta en servicio de V. magestad, y en sus-
tentar aquellas plazas y fortalezas. Siendo pues esto verdad, considera V.
magestad el justo dolor y sentimiento que tendrá la Religión, pues guando con
más veras trata de su Real Servigio y guando esperava regivir por ello mercedes,
ha sido V. magestad servido de mortificarla con mandar publicar un decreto en
perjuizio de la possesion inmemorial que tiene de pregeder con su estandarte al de
la República de Génova, que si bien a prima facie el decreto no parege perjudicial
a la possesion que la Religión tiene por mandar en el que se obserue el orden que
dió el Señor Don Juan de Austria en la vatalla naual donde mandó que la Capitana
del Señor Duque de Saboya fuese al lado derecho de la Real, y que la Capitana de
la Religión ocupase el cuerno derecho de la vatalla, de cuya orden reclamaron am-
bos generales teniendo cada vno por más honrrado el lugar que al otro se le havia
dado y que no obstante esto el Señor Don Juan declaró que la //

(f. 395v / p. 6)
deferencia en ragon desta pregedencia quedasse en el mismo estado que estava
antes que se juntasen en aquella Armada, reseruando su derecho a saluo a cada
una de las partes, porque no entendía ni hera su voluntad, perjudicar a ninguna de
ellas, y tomó aquel despidiente (sic) por ser aquel día de manos y no de ceremo-
nia; y que si bien susedió todo lo dicho sin que por parte de la República de
Genoua se hallase palabra, todavía porque en el Decreto se ordena al Príncipe
Filiberto que en el interim que V. magestad manda determinar esta caussa, por
escusar inconvenientes que podían suceder en los puertos donde se hallase dé el
lugar que le paregiese a las dichas Capitanas de la Religión y de Génova, y que lo
tendrá por bien hecho, suspendiendo para ello las de qualquier otro orden que
huuiere en contrario, siendo todo lo susodicho contra la possesion inmemorial que
tiene la Religión en su favor de sus Magestades padre y abuelo de V. magestad
por las quales determinaron con acuerdo de su Consejo de Estado que a la Reli-
gión le tocaua la dicha pregedengia y que la mantenían //

(f. 396 / p. 7)
y mandauan mantener en la possesion con el dicho decreto y orden. Recibe
la Religión muy notorio agravio, como lo muestra con los datos de possesion
y ratones siguientes:

1532 En el año de 1532, en la Empresa de Coron tomó la Capitana de


la Religión el lugar más preheminente;
1535 En el año de 1535, en la Empresa de Túnez, donde se hallo el invictissimo
Emperador Carlos quinto de gloriosa memoria, la Religión pregedio a la República;
1538 En el año de 1538 guando el Armada de la Liga fue a la PREVISSA,

88
hallándose la Religión con su esquadra y con su gran carraca, tuvo el mismo
lugar;
1541 En el año de 1541, en la Empresa de ARGEL, donde se halló también el
Emperador Carlos Quinto nauegando la esquadra de la Religión junto a Córgega,
donde se hallava S. Magestad y corriendo fortuna la dicha esquadra, aferró el cauo
corsso y preguntando el Emperador qué esquadra hera aquella y hauiéndole dicho
que de la Religión replicó S. Mgd: «no podía navegar con este tiempo, si no las
galeras de la Religión de San Juan». Y estando en la popa //

(f. 396v / p. 8)
guando se suele dar el nombre de las demás esquadras, y mouiéndose la
Capitana de Nápoles para tomarle después de la Capitana del Papa, mandó S.
Mgd. Cessárea que no se le diesse a ella ni a ninguna otra Capitana primero que
a la de la Religión, señalándole el lugar y posta al lado siniestro de la Real, por
estar al lado derecho la Capitana del Papa, que gouernaua don Virginio Vrsino,
Conde de la Anguilara (sic). Todo lo qual sugedio en Córgega, dominio de la
República y presente la esquadra de sus galeras.
1550 En el año de 1550, en la empresa de África, llegando la esquadra
de la Religión a Palermo a fin de juntarse con la Armada Real, teniendo la
Capitana de la República el lugar preeminente se quitó del y se la dió a la
Capitana de la Religión.
En el año de 1563, en la empresa del Peñón, hauiendo muerto el Gral. D.
Feo. de Mendoga y tratando de elejir nuevo Gral., se propuso que el estandarte
Real se arbolasse en la Capitana de la Religión, en tanto que se nombrara general
que después lo fue Don Sancho de Leyua; de donde se sigue que la Capitana de la
Religión hera la más preeminente
1564 En el año de 1564 , en el segundo viage del PEÑÓN //

(f. 397 / p. 9)
siendo Don G. de Toledo Gral. de la mar tomo la Capitana de la Religión el
lugar al lado izquierdo de la Real, porque a el lado derecho se hallaua la
Capitana del Rey de Portugal
En esta ocasión ordenó D. G. de Toledo que la escuadra de la Religión
acompañase a la Real de Portugal y fue para traer a la Armada dos galeones y
quatro carauelas de Portugal que hauían quedado en Gibraltar, y la Capitana de
la Religión tomó el nombre de la Real y las demás galeras de la essquadra de
Portugal le tomaron de la Capitana de la Religión y nauegaron a su ouediencia
En este mismo tiempo escribió el Rey Nto. Sr. abuelo de V. mgd. a D.
G.' de Toledo o la Capitana de la Religión le diese el lugar preeminente que
le tocaua y que no permitiese que con ellas se vsase nouedad ninguna

89
1566 En el año de 1566 obedeciendo D. G.' de Toledo el orden de Su mgd.
hallándose con el Armada en Migina (sic) y en ella la Capitana de Saboya,
llegando después del de la Religión, y hallando el puesto que le tocaua ocupado
de la Capitana de Saboya, le mandó D. G. quitar del y le dió a la Capitana de la
Religión, acto este de possesión no solo //

(f.397v / p. 10)
contra la República pero contra cualquier otro estandarte
1571 En el año de 1571 en la vatalla naual, la deferencia de la pregedencia
no fue de la República, sino de la Capitana de Saboya, como queda dicho, y no
obstante ésto el Sr. D. Juan reservó su derecho a la Religión, como también se
le reservó la buena memoria del Papa Pío Quinto por su motu propio (sic), con
la cláusula sublata y decreto irritante
1574 En el año de 1574, en el quel se perdió la goleta, estando las esquadras
en Palermo, la Capitana de la República se quitó del lado derecho que tenía y le
dió a la Capitana de la Religión y viniendo después la Capitana del Papa la de la
Religión le dió su lugar, tomando después della la más preemiente.
De manera que por todo lo dicho se muestra claro que siempre que en
ocasión de armada se han juntado estas dos esquadras, la de la Religión fue
tenido el lugar preheminente al de la República pregediéndoles sin contradic-
ción alguna.
Lo qual es tanta verdad que a más desto muchos generales de la mar han
hecho dello declaración y dan entera ffee, y en particular D. Juan de Cardona
dize que en treinta años que hauía exergitado //

(f. 396 / p. 11)


el cargo de general hauía visto que al estandarte de la Religión se le hauía desde
siempre el lugar más preeminente y pregeder a todos los estandartes de Sres. y
señorías sin ninguna competencia, expegificando y señalando el lugar que hera
al lado de la Real. Y dize más, que en la vatalla naual pelearon los cavalleros de
la Religión de tal manera que en la Capitana no quedaron sino el General y
otras doscientos caualleros malheridos.
Don Alonso de Baqan certifica que en todas las juntas de armadas de V. mgd.
hallándose el estandarte de la Religión vió darle el lugar preheminente fuera de la
Capitana del Papa afirmando hauerlo visto en el socorro de Mazalquivir yen la
primera y segunda jornada del Peñón y dize también que en Palermo se le dió el
Sr. Don Juan de Austria en la jornada cuando se perdió la Goleta confesando que
se halló presente, señalando los tiempos, jornadas y circunstancias, y lo firmó de
su mano señalando aora, con el dicho decreto un nuevo puesto un nuevo lugar a la
esquadra de la Religión y suspendiendo el que ha tenido y poseyeido

90
siempre no sólo como queda dicho, es contrario a la possesión inmemorial
que tiene la Religión, pero es derechamente //

(f. 398v / p. 12)


contra la sentencia dada y defrendada del Rey ntro. Sr. padre de V. M. con
particular acuerdo de su Consejo de Estado y después de hauer oydo a ambas
partes por espacio de mucho tiempo declarando la determinación en favor de la
Religión con la berificación de los actos de possesión y en las declaraciones de
D. Juan de Cardona, de D. Alonso Bagan , y en la relagión de otros Capitanes
Generales y personas particulares de mucha esperiencia y noticia, de cuya
verdad no se puede dudar, dando por la dicha sentencia S. M. la pregedengia a
la Capitana de la Religión contra la República y mandando en ella sus generales
de la mar que la conserven y mantengan en la possesión que tienen y que amás
dello la mouía a mandarlo ver que ultra a la dicha possesión concurrían en la
Religión causas muy particulares y justas por las quales se le deue la dicha
pregedengia y por ser tan general y abragar todas las naciones de la
Christiandad, amás de ser tan antigua y obligándole a ello la justicia de la
Religión y el sauer que hauía mandado S. M., abuelo de V. M. en el año de mili
y quinientos y nouenta y siete al Príncipe Doria, Gral. de la mar //

(f. 399 / p. 13)


que declarase la precedencia delos dichos estandartes en favor de la Religión y
la amparase en la possesión inmemorial que tenía y hauiendo de poner en
execución el Real mandamiento y orden expreso de S. M. en la jornada que el
Príncipe Doria hizo a Argel el año de 1601. guando llegó la esquadra de la
Religión a juntarse con el Armadá, como su mgd. hauían escrito al Gran
Maestre por no dar a la Capitana de la Religión el lugar que le tocaua de justicia,
como su mgd. le hauía mandado ordenó el Príncipe al General de la Religión
que fuese con sus galeras a tomar lengua (sic) a Levante, Agion y orden contra
el Real servicio de V. M. porque siendo aquella esquadra la más bien armada y
de las mejores que surcan el mar y sus pilotos y marineros de los más pláticos
(sic) y experimentados del Mediterráneo, quién mejor que ellos podía guiar el
armada para que la jornada tuviera el deseo que se deseaua?, pero exitus acta
probant presto se vio el effecto: Hizo el Príncipe su viage y sucedió en la
jornada lo que todo el mundo saue: fueron las galeras de la Religión a Levante
hecharon gente en la MOREA y metiéndose la tierra //

(f. 399v / p. 14)


adentro convatieron valerosamente el castillo de Passana o Nicastro y después de
hauerle desmantelado se bolvieron a embarcar con presa de quatrocientos escla-

91
vos dándoles Dios gloriosa victoria en cambio del menosprecio e injusticia notoria
que les hizo el Príncipe. Lo que no higo el Príncipe Doria higo el general del Rey
de Francia en el año que la reyna madre que oy vive pasó a casarse a Francia, que
fue embarcada en la Capitana de Florencia y quiso que aquella Capitana precediese
a la de la Religión que con su esquadra fue en aquel viage por hauerla pedido el rey
de Francia al Gran Maestre y así ordenó la Reyna que la Capitana de la Religión
con sus galeras fuese en la vanguardia y llegado a Marsella donde estaua la Real de
Francia mandó la Reyna que se diese el mejor lugar a la Capitana de Florencia, al
lado de la Real pero el General del rey de Francia, y toda la noblega que con el se
hallaua replicó que no se podía quitar aquel lugar a la Capitana de la Religión, cuyo
capitán general que entonces hera el Baylio D. Pedro González de Mendoga tomó
lugar y posta al lado derecho de la //

(f. 400 / p. 15)


Real y aunque la Reyna le embió a mandar que desocupase el puesto, sino
que le mandaría hechar a fondo respondió que primero perdería la vida que dejar el
lugar que a su capitana le tocaua de justicia y ansí quedó en su puesto y el
Christianíssimo rey de Francia aprovó lo hecho y dió sentencia declarando la
precedencia en favor de la Religión. La sentencia que dió S. M. el año de onze la
pusieron en execución el Sr. Príncipe Filiberto, el conde de Lemos siendo virrey de
Nápoles y el duque de Osuna, de Sigilia y en confirmación della después acá el
estandarte de la Religión ha precedido al de la República como sucedió última-
mente en Megina siendo General de la Religión fray Señorin (sic) de Gatinara
Baylio de Santa Eufemia, que tomó su lugar preheminente estando allí la esquadra
de la República y así hauiendo pasado la sentencia en cosa juzgada no deuen las
diferencias estar suspendidas por que obsta por la ley común la exceción de la cosa
juzgada y así no es bien que la dicha sentencia queda derogada por aquel decreto,
particularmente por tan mal juzgadas ratones de inconvenientes //

(f. 400v / p. 16)


como representa la República, porque teniendo la Religión canonizada su
possesión inmemorial por el Sr. Emperador Carlos Quinto y por la Mgd. de
Phelipe II y por el Rey Ntro. Sr. don Felipe 3°, padre de V. M., alterándose y
suspendiéndose con el dicho decreto no cesarán antes bien se augmentarían los
inconvenientes no siendo ratón que por la diferencia que tiene la República se
despoje de su possesión a la Religión pues no solo a ella, pero con ninguna persona
se ha de comentar desposeyéndola de lo que tiene con título legítimo y por
sentencia pasada en cosa juzgada y si esto ha lugar en los tribunales ordinarios,
mucho más lo a de hauer en el Consejo de V. M. siendo el mayor del mundo.
Después de la dicha sentencia y después de hauerse puesto en execución, la

92
República hizo muy apretada instancia para que se alterase y los medios que
busco fueron tan grandes y tan poderosos que sin reparar en los inconvenientes
que acá se tocan con las manos, se procuró el dicho decreto pero no obstante ésto
ni la continua solicitud de la República, S. M. que esté en el Cielo no permitió que
el decreto se publicasse antes bien, todas las vezes que el Comendador //

(f. 400 bis / p. 17)


D. Lorengo de Figueroa embaxador ordinario de la Religión hablo a S.
Magestad y le suplicó fuese seruido de fauoreger a justicia de la Religión y ampa-
rarle en la possesión en que estaua para que no se le hiciese agravio siempre
respondió S. Magestad "Yo no haré agravio a la Religión", y así no se publicó el
decreto en tanto que le duró la vida. Sin estar informado V. magestad ni hauer
oydo por parte de la Religión la ragon justicía y possesión inmemorial que tiene,
fue seruido de mandar publicar este decreto, lo qual V. M. no huviera hecho si
estuiviera bien informado porque siendo tan gelosso de la justicia y tiniendo (sic)
tanta la Religión, como lo sabe todo el mundo. parege por las infragiones y decla-
raciones que están presentadas, ni el decreto se huuiere publicado ni la Religión
tiuiera (sic) tan justa ratón de quexarse a V. magestad como lo hage.
La República de Génoua a dado a entender que no acudirá con su esquadra
a la junta de armadas de galeras que higiera V. magestad, sino fuere dándole ese
lugar preeminente y quiere dar este torcedero porque se despoje a la Capitana de
la Religión de la pregedencia que por tantos //

(f. 400 BISv / p. 18)


títulos se le deue, y es cosa muy terrible que aya pretendido esto con tanta
fuerga y violengia, no siendo su esquadra ni la mejor ni la más numerossa de
galeras, ni la más bien armada de las que andan por la mar.
Por la dicha sentencia no pierde la República de Génoua lugar prehemiente
ni reputación porque le preceda la Capitana de la Religión: no el lugar preemi-
nente porque jamás la tuuieron sus galeras, ni pregedieron al de la Religión; no la
reputación, porque no hauiendo tenido lugar preheminente, ni la pierden ni la
pueden perder. Pero la esquadra de la Religión perderíalo todo: el lugar, porque
le tocaba de justicia y perdería mucho en perderle, la reputación, porque
hauiéndole ganado a costa de tanta sangre y de tan gloriosas hazañas, ese día la
pierde, que pierde la possesión inmemorial que tiene tan merecida y bien ganada,
como lo sabe todo el mundo y si de las dos esquadras ha de faltar alguna del
servicio de V. magestad, es justo considerar qual dellas han mayor falta: Véase
que gente trae la una y la otra, el exército de entrambas y las ocasiones en que las
dos se hallavan y hallara V. magestad: Que la de la República anda siempre
desarmada y que su exército, ni es tratar de la guerra ni de //

93
(f. 401 / p. 19)
buscar ocasiones, sino digan de cien años a esta parte qué viages han hecho ellas
solas en levante? Qué vaxeles de enemigos han tomado? o si han pasado de esa
otra parte del faro de Migina, si no es a la sombra de los estandartes de V.
magestad? y también hallará V. M. que las galeras de la Religión van
continuamente armadas de la más ilustre soldadesca y de la más noble infantería
que tiene toda la Christiandad, que su exergicio es buscar ocasiones de pelear en
defensa de la fee en guarda de los reynos de V. M. oponiéndose a todo el poder
otomano y hallándose por momentos a sus puertas haciendo los hechos más
heroycos que se han bisto ni leydo en historias. Considere V. magestad quál de las
dos esquadras hará más falta, si falta de su Real Servigio.
Esta possesión inmemorial la ha gozado la Religión pacífica sin contradigión
alguna y sin que nadie se la impidiesse, ni se hallará por declaración de Generales,
ni por informagión de personas particulares, pláticas (sic), ni experimentadas en la
mar que en tiempo alguno la República de Génoua tuuiere ambigión ni
pretendiese pregeder con su estandarte al de la Religión hasta que el Príncipe
Andrea de Oria fue General de la mar, que por honrrar las galeras //

(f. 401v / p. 20)


de su patria, procuró estoruar y escurezer la possesión que la Religión tiene,
comentando la República a su sombra a pretender la precedencia y por no tocarle
a hauido después acá las declaraciones de los Generales i las sentencias en favor
de la Religión como queda dicho.
Con hauerse publicado el dicho decreto el qual es derechamente contra la
possesión inmemorial y contra las sentencias que ay a favor de la Religión, pareze que
es poner duda y escurezer la justicia de la Religión y de no mandarlo remediar V. M. y
mandar amparar a la Religión en su possesión amás del perjuizio que recibe se
podrían seguir muy grandes desórdenes e inconvenientes que por hauerlos prevenido
S. M. que esté en el cielo, lo declaró en su Real Cedula el año de once, con las
palabras siguientes: "Por no hauerlo declarado y executado pudieran hauer sucedido
algunos inconvenientes de mucha consideración, y están a pique de suceder cada día
"y en quanto al lugar y posesión dixo también: "Por entender que justa y legíti-
mamente le toca "todo lo qual se deue mirar con mucho acuerdo y conssideración. //

(f. 402. p. 21)


y pues los príncipes cristianos por los señalados seruigios que reciuieron de la
Religión la honrraron con tantos dones, mercedes y fauores procurando su
acrecentamiento y conseruación por el bien que della recibe toda la Christiadad
siruiendo como sirue a Vuestra Magestad también espera que la ha de honrrar
fauorecer como lo hicieron los predecesores de Vuestra Magestad.

94
Por tanto los dichos embaxadores en nombre del Gran Maestre y de la Reli-
gión suplican muy humildemente a Vuestra Magestad para que no sucedan tantos
inconuenientes y desórdenes se sirua Vuestra Magestad de mandar que a la capi-
tana de la Religión se le ampare en el lugar y preheminencia que le toca de prece-
der a la de la República conforme a la posesión inmemorial que tiene y a las
sentencias dadas en su fauor que a más de que Vuestra Magestad proueerá en ello
justicia de la qual nadie puede tener queja boluerá Vuesta Magestad por la honrra
de tantos caualleros naturales y estrangeros como tiene para el servido de Vuestra
Magestad y ella lo reciuirá por muy señalada merced como la espera de la podero-
sa mano de Vuesta Magestad cuya vida prospere el Cielo feligisimos años. //

(f. 402v / p. 22)


Don JUAN DE AUSTRIA Capitán General de la Santa Liga, etc. Hauiendo
uenido a seruir a esta armada de la Santa Liga tres galeras del Señor Duque de
Saboya y por capitán general dellas Mos de Leni y pedídome como a capitán
general de la dicha liga que no consintiese que la galera capitana de la Religión
de San Juan de Hierusalem huiese de pregeder a la del dicho señor Duque
alegando que estaua en posesión de pregeder la suya a la de la dicha Religión por
algunas ratones que para ello daua y hauiendo ansí mismo venido a seruir en la
dicha armada fray Pedro Justiniano prior de Megina capitán general de las
galeras de dicha Religión pedídoseme que se diese la precedencia a su galera
capitana alegando ansí mismo posesión y diuersas caussas y razones por donde
se le deuía y pareciéndome no ser cosa justa hacer declaración en materia desta
calidad sin proceder ordenadamente mandando tomar primero información del
derecho de las partes no siendo como no es mi intención perjudicar al que cada
una dellas tiene sino administrar justicia me paregió señalar a cada vna de //

(f. 403 / p. 23)


las dichas capitanas el lugar donde hauía de yr: es a sauer que la galera capitana del
dicho señor duque se pusiese a la mano derecha de mi esquadra junto a la capitana
del Papa que va a cargo de Marco Antonio Colonna, Capitán General de Su
Santidad y que la galera capitana de la dicha Religión ocupase el cuerno derecho
de la dicha esquadra quedando a su cargo el hordenar lo que huuisen de hazer seis
galeras las más juntas a la dicha capitana de la dicha Religión que fuesen en el
dicho cuerno; pareciéndome como me pareció y al presente me parege que desta
manera cada vna de las dichas dos capitanas llebaua lugar honrrado y les quedaua a
saluo su derecho para poder tratar dél con mayor comodidad. Y hauiendo des pues
acudido a mi los dichos Mos de Leni y Prior de Megina agrauiándose ambos
pidiendo cada vno el lugar que al otro se le hauía dado por estimarle más honrrado
y respondiéndoles yo que han de pasar lo que en esta parte hauía man-

95
dado no siendo como dicho es mi intención de agrauiar a ninguno dellos. Para
cautela de ambas partes me ha parecido hager la presente por la qual digo //

(f. 403v / p. 24)


y declaro que la precedencia y contención de las dichas dos galeras capitanas se
quede en el mismo grado y lugar que estaua antes que en esta armada se juntasen
y el derecho a saluo a cada vna dellas para según su justicia como dicho lo es. En
fée de lo qual firmé esta de mi mano sellada con mi sello y refrendada del
secretario infraescritto de que he ordenado que se de vna a cada vno de los dichos
capitanes generales. Fecha en galera al cauo de Spartiuento a 17 de setiembre de
1571. Don Juan. Por mandado de su Alteza Juan de Soto.
Don JUAN DE CARDONA Mayordomo de Sus Altezas del Consejo de
Guerra de Su Magestad Visorrey y Capitán General del Reyno de Nauarra sus
fronteras y comarcas Por la presente Certifico y hago fee a todos los que la vieren
y fuere presentada que en treynta años que fuí Capitán General de las galeras de
Nápoles y Sicilia siempre vi dar al estandarte de las galeras de San Juan el mejor
lugar //

(f. 404 / p. 25)


y preceder a todos los otros estandartes de señores y señorías sin ninguna compe-
tencia y así fuera de estandarte de Su Santidad o de magestad le dauan el mejor
lugar y yua el de Malta al lado de la Real o Capitana que guiaua aunque huuiese
otro estandarte como arriva se dize y me acuerdo que el día que el señor Don
Juan de Austria dió la Vatalla al armada del Turco siendo yo capitán general de
las galeras de Sigilia cupo a la capitana de Malta ser la postrera galera del lado
derecho de la vatalla que esta esquadra de la vatalla lleuaba nombrada el dicho
señor Don Juan y la esquadra de la mano derecha Ileuaba nombrada el príncipe.
Juan Andrea de Oria en esta esquadra quedó mi galera la prostera pegada con la
vatalla de manera que venimos a quedar la capitana de Malta y la mía lado por
lado siendo ella de la esquadra de la vatalla y yo de la otra esquadra derecha y al
mismo tiempo de enbestir la capitana de Malta se adelantó casi un cuerpo de
galera y las del enemigo entraron de manera que le mataron y hirieron quantos
caualleros tenía dentro sin escapar sino el general //

(f. 404v / p. 26)


y otros dos heridos y luego fue socorrida y preguntando después de la victoria como
hauía estado en aquel lugar la capitana de Malta y no caue la Real con el señor Don
Juan me dijeron que el señor Don Juan hauía querido tener cerca de sí al Príncipe de
Parma el qual entiendo yua en la capitana de Génoua i a la capitana del Duque de
Saboya porque el duque pretendía hauer sido los suyos Reyes de Chipre y

96
como era este día de manos y no de ceremonia púsose la capitana de Malta en parte
donde pelearon los caualleros que en ella yuan hasta morir. Y esto es lo que he
visto y por la verdad he dado la presente firmada de mi mano e sellada con el sello
de mis armas y refrendada por el secretario infrascrito. Hecha en Pamplona a ocho
de julio de mill y quinientos y nouentta y siete años. Don Juan de Cardona.
Por mandado de Su Excelencia Jayme Bruñón, secretario.
Don ALONSO BACAN Comendador del Visso y Sancta Cruz Capitán
General del Rey nuestro señor Hauiéndome pedido Don Manuel de Guzmán //

(f. 405 / p. 27)


Comendador de la encomienda de Fresno y embaxador de la Religión de
señor San Juan en nombre della declarase en las ocasiones y jornadas que yo me he
hallado en armadas de Su Magestad que se han hecho con las galeras en las quales
ayan acudido a seruir las de Malta, Saboya y Génoua quién prefería a mejor lugar
Digo que siempre vi y entendí que el estandarte de la Religión de San Juan tuuo
más preheminente lugar que las demás fuera del Papa y que si el año de la vatalla
naual no se le dió el señor Don Juan de Austria que esté en el cielo fue por los
respetos que el fue seruido y sentido el general de la Religión que se hiciese con el
nouedad no tomó lugar ninguno hasta que se le diesse el que le tocaua como se
hauía hecho antes en el Socorro de Mazalquiuir y en las dos jornadas del Peñón
primera y segunda y después Su Alteza mismo se le dió en Palermo en el viage
guando se perdió La Goleta que fue el año de setenta y quatro y yo no se //

(f. 405v / p. 28)


ni he oydo cosa en contrario de lo que aquí digo por hauerme hallado en estas
jornadas que es de lo que yo puedo certificar de vista. Y para que dello conste di
esta firmada de mi nombre y sellada con el sello de mis armas. Dada en Madrid,
a seis de junio de mill y quinientos y nouenta y siete años, Don Alonso de
Bazán. Gabriel Carrizo secretario.
EL REY
Por quanto hauiéndoseme suplicado y hecho mucho a instancia de algunos
años a esta parte por el Gran Maestre de la Religión de San Juan y la República
de Génoua para que fuese seruido de declarar el lugar que sus galeras capitanas
y estandartes deuen y han de tener guando se junten con mis armadas y la galera
real y los capitanes generales y particulares de mis reynos y esquadras y sus
estandartes pretendiendo cada vna de las dichas dos partes pregeder //

(f. 406 / p. 29)


a la otra y oydas vna muchas vezes las razones que cada vna dellas han alegado
en el discurseo del tiempo que se ha tratado desta diferencia y visto y entendido

97
también lo que por mandato del Rey mi señor y padre que santa Gloria aya y mío
informaron don Juan de Cardona y algunos otros de mis capitanes generales que
han sido diversas esquadras de galeras y otras personas particulares de mucha
esperiencia y noticia de cuia verdad no se puede dudar y que todos ellos unifor-
memente declaran y afirman que en las ocasiones donde ha hauido juntas de
armada y galeras mías y de potentados y repúblicas de muchos años a esta parte
de que ellos se acordauan y tenían noticia siempre hauían visto y entendido que
en las dichas juntas de armada mías y de galeras y estandartes de potentados con
el de mi galera real y otras capitanas de las esquadras de mis reynos y las de la
dicha República se dió la precedencia al estandarte y galera capitana de la Reli-
gión de San Juan precediendo al //

(f. 406v / p. 30)


estandarte y galera capitana de la dicha República de Génoua. Y considerando
ansí mismo que el Rey nuestro señor hauiendo entendido la justicia de la dicha
Religión resoluió el año de 1597 y ordenó al Príncipe Juan Andrea de Oria enton-
ces su general de la mar que declarase la precedencia en su fauor y le diese el
lugar que le tocaua siempre que se ofresiese la ocasión y concurriesen juntos su
estandarte y el de la dicha República y que por no hauerlo declarado y executado
pudieran hauer sucedido algunos inconuenientes de mucha consideración y están a
pique de suceder cada día por no estar aora la dicha precedencia tan asentada y
clara como estuuo en tiempos pasados. He resuelto con comunicación y acuerdo
de mi consejo de Estado, donde mandé que se tratasse esta caussa, de declarar la
dicha precedencia en fauor de la Religión de San Juan por entender que justa y
legítimamente le toca y que en todas las otras partes donde han concurrido sus
galeras con las de dicha República a precedido siempre //

(f. 407 / p. 31)


el estandarte de la dicha Religión. Por tanto en virtud de la presente así lo declaro y
ordeno y mando al mi general de la mar que por tiempo fuere y a qualquier otra
persona o personas a cuyo cargo estuuieren las galeras y armadas que por mi mandado
se juntaren y a todos mis capitanes generales de las mis esquadras de España, Nápoles,
Sicilia, Genoua que al presente son y por tiempo fueren que siempre que se ofrezca el
casso y concurran las dichas dos esquadras de Malta y Génoua con mi galera real o
con qualquiera de mis capitanas y estandartes siendo requeridos con esta mi cédula o
su traslado auténtico den la real y verdadera posesión de pregedencia entrambas partes
a la capitana y estandarte de la Religión de San Juan y la mantengan y conseruen en
ella agora y en qualquier tiempo sin que esta declaración aya de dar ningún derecho
nueuo a ninguna de las otras religiones que al presente ay ni le pueda ni deua valer
esta consesquencia ni exemplo pues ninguna //

98
(f. 407v / p. 32)
ay en quien concurran caussas tan particulares ni justas como en la dicha Religión
de San Juan ni ninguna que sea tan general ni que abrace todas las naciones de la
Christiandad como ella ni tan antigua fuera de la posesión en que ha estado desta
pregedencia su estandarte con el de la dicha República de Génoua como ha cons-
tado por la aueriguación que sobre esto se ha hecho en que se funda esta mi decla-
ración. Dada en San Lorengo, a catorce de julio de mil l y seiscientos y once años.
YO EL REY. (Rúbrica).
Este es un traslado bien y fielmente sacado de vn privilegio original dado
por la magestad cesárea del Emperador Ferdinando II al Gran Maestre de la
Religión de San Juan. Su tenor del qual es como sigue:
FERDINANDO II. por la diuina clemengia Emperador de Romanos,
siempre Augusto //

(f. 408 / p. 33)


rey de Alemania, de Vngria, Bohemia, Dalmacia, Croagia, Esclauonia, etc.,
archiduque de Austria, duque de Borgoña, de Brabante, Stiria, Carintia, Carniola,
etc., marqués de Morauia, etc., duque de Lugemburg y Silesia alta y baja, Witemberg
y Tecla, Príncipe de Sueuia conde de Abspurg, Tyrol, Ferreto, Kyburgo y Goricia,
lanzgraue de Algatia. marques del Sacro Imperio, de Borgouia y de Lusatia alta y
baja, señor de Marchia Esclauonia, puerto de Naon y Salinas, etc. Por venidera
memoria hacemos notorio a todos por el tenor de las presentes de la manera que el
resplandor del sol con la luz de sus rayos ilustra todo el mundo augmentando y
biuificando a los cuerpos inferiores así el Emperador de Romanos a quien Dios
colocó en la suprema altura de las dignidades cuya magestad como más perfecta luz
de honrras y dignidades resplandese entre los demás mortales y esparge largamente
los effetos de su venignidad. Por ende Nos que por la diuina //

(f. 408v / p. 34)


permisión estamos en la alteza y magestad de la dignidad imperial quedando en las
demás hórdenes de hombres diuersos géneros de ornamentos tenemos por bien a
exemplo de nuestros predecesores emperadores romanos y reyes tener particular
cuydado de distribuyr honrras según los merecimientos de cada vno dando el
primer lugar a los Varones, Príncipes y Magistrados para que su auctoridad con la
nuestra sea augmentada y illustrada no tan solamente con sus súbditos pero
también con mayor prerrogativa con los otros pueblos y príncipes suyos. Auida
pues consideración de los insignes y muchos merecimientos del Reuerendo y
Ilustre del todo aficionado amado nuestro Alosio de Vuinacourt Gran Maestre de la
órden de San Juan de Jerusalem, etc., y de sus predecesores en la dignidad y de
toda la celebradísima órden de Sant Juan de Hierusalem que oy es defenssa a la

99
isla de Malta primaria de la República Christiana en el mar Mediterráneo
que augmentada de la más noble sangre de Europa siempre hazen //

(f. 409 / p. 35)


voto de pelear contra los enemigos vertiendo su sangre y dando su vida en tierra
y mar poniéndola a peligro por la salud pública estando en guarda de noche y de
día y siempre aperceuidos sin temer las aguas ni vientos tempestades poder ni
armada del enemigo por muy poderosa que sea; de la qual Religión como del
cauallo troyano salen tan insignes sequazes de Marte para todas las partes de la
Christiandad que dan nombre a los reynos y a las casas de los reyes y príncipes.
Y acordándonos de los exemplos de ánimo generoso y inuencible con que este
militar órden debajo del amparo y feliz gouierno del dicho Gran Maestre a
ganado inmortal renombre tomando por fuerza en la guerra muchos castillos
marítimos ansí en el orientte como en el ocidente boluiéndolos su poder y la isla
de Malta adornada con diuersos baluartes y fortalezas sumptuosíssimas con todo
aparato de guerra con otros lugares cirvunvezinos como son las islas de Gozo y
Comino fortalegidas con no menos industria //

(f. 409v / p. 36)


que trabajo de tal manera que gozan los vezinos dellas con comodidad sus casas y
los christianos en ellas seguro hospedaje de los asaltos de piratas, turcos y otros
bárbaros; y ayudadas todas estas cosas con el singular valor y prudencia del dicho
Reuendo Ilustre Gran Maestre de la Orden. Y hauiéndonos dado la ouediencia a
Nos y al Sacro Romano Imperio y a nuestra Augusta Casa de Austria por medio
de su embaxador el honorable noble y amado nuestro Francisco Marguet, enbiado
a nuestra corte Cesárea merece gozar por muchas caussas de los frutos de nuestra
merced y amor y así: De motu propio y de nuestra cierta giengia y con ánimo
determinado sano y maduro consejo y por la autoridad Cesárea y plenitud del
poder de que ussamos en nombre del Omnipotente Dios de cuyo manantial mana
toda honrra y dignidad de Principado erigimos y leuantamos y agregamos al nú-
mero y consorcio de los Príncipes Illustrísimos segun que por las presentes
eregimos leuantamos y agregamos por uerdaderos príncipes //

(f. 410 / p. 37)


y al título de Illustrísimo al dicho Reuerendo Ilustre Alosio de Vuinacourt Gran
Maestre de la órden de San Juan de Hierusalem y a sus sucesores en el dicho
Maestrazgo elegidos recta y legítimamente en infinito decretando y firmemente
statuyendo por este nuestro Cesáreo edito que desde agora para siempre
perpétuamente el susodicho Reuerendísimo y Illustrísimo Alosio de Vuinacourt
Gran Maestre de la orden de San Juan de Hierusalem, Príncipe amado nuestro y

100
los sucesores en la dicha dignidad recta y legítimamente elegidos en virtud desta
nuestra ereción y exaltación y agregación desde agora en adelante sean y se lla-
men y nombren Reuerendísimos y Illustrísimos Príncipes y sean honrrados
tratados y reputados como los demás príncipes Illustrísimos por todas y
qualesquier personas de qualquier estado grado órden condición o dignidad así
por escrito como de palabra o en otra manera siempre que dellos hablaren y
hicieren mención para que los demás príncipes ilustrísimos vestidos con la
acostumbrada vestidura de príncipes de que vssan //

(f. 410v / p. 38)


en las solemnidades y actos acostumbrados o en qualquier parte y en todos los
lugares que dan y deuan gogar de todas y qualesquier honrras dignidades prerro-
gativas esempciones preheminencias libertades derechos preuilegios insignias
gracias y indultos reales y otros así en juicio como fuera dél en todas las cosas
estatutos y caussas así espirituales eclesiásticas y seglares de que vssan y gozan así
por costumbre como de derecho los demás príncipes illustrísimos en qualquier
parte del mundo en dar y recibir derechos y en todas y qualesquier cosas
pertenegientes al ilustrísimo estado y condición de los príncipes. Y no sea lícito a
hombre alguno quebrantar esta nuestra carta de ereción exaltación amplificación
creación dispensación declaración concesión decreto voluntad y gracia ni venir
contra ella con atreuimiento temerario y si alguno intentare hazerlo sepa que ipso
facto a más de nuestra grauísima indignación y del Sacro Imperio a incurrido en la
pena de quinientos marcos de oro puro sin esperanga de perdón que le aplicará //

(f. 411 / p. 39)


la mitad al fisco o a nuestros imperiales cofres y la otra mitad a la parte agrauiada.
En testimonio de lo qual firmamos las presentes letras de nuestra mano selladas con
nuestro sello cesáreo. Dan en nuestra ciudad de Vienna a diez y seis días del mes de
jullio del año del Señor de mill y seiscientos y veinte, y de nuestros reynos del
Romano el primero del de Vngría el tercero y del de Bohemia el quarto.
FERDINANDO En lugar del Reuerendísimo señor Juan Vuicardo archicangiller y
electo de Maguncia violo P. E Co. de VIm. Por mandado de la Sacra Cesárea
Magestad Hermano Questenberg. Concuerda con el original. Datt en Malta en
nuestro Sacro Conuento a siete de jullio de mili y seiscientos y veinte y un años.
Registrada en la chancillería fray don Eugenio Remírez, vicecanciller Tradugido de
latín en castellano por mí Francisco Castañer que por mandato del Rey nuestro
señor traduzco sus escrituras y de sus consejos y tribunales. Por don Alonso Gracián
Berruguete. En Madrid, a primero de septiembre de 1621 años.

101
Resumen de la conferencia de D. Daniel Carrillo de Albornoz

Surgida con ocasión de mi transcripción del manuscrito 18.668 n.° 62 de la


Biblioteca Nacional de Madrid, cuyo título "MEMORIAL QUE DIERON LOS
EMBAXADORES DE MALTA AL REY NTR.° SR. CONTRA LA REPÚBLI-
CA DE GÉNOVA" del año de 1621 dirigido por el Gran Maestre de la Orden de
San Juan al rey Felipe IV, donde se razona el derecho de precedencia de su estan-
darte y galera capitana en las Juntas de Armada cuando concurría con otras Sobe-
ranías del Mediterráneo; en el que se dice: Por entender que justa y legítima-
mente le toca y en todas las otras partes donde Izan concurrido sus galeras con
las de dicha República a precedido siempre el estandarte de dicha Religión. Se
inserta una completa cronología de aquellas ocasiones bélicas en que tuvo oca-
sión la Religión de San Juan de demostrar su precedencia, desde el año 1532
hasta el año 1601; avalado el Memorial con tres cartas de grandes marinos de la
época, más el Privilegio Imperial concedido a los Grandes Maestres en 1620.
Creo que la divulgación de este Memorial, documento unitario de carácter oficial,
es importante para la gloriosa Historia Naval, tanto de los Reinos Hispánicos
como de la Religión de San Juan de Malta.

· Acerca de este caballero de la lengua de Castilla (véase P. GUERRERO VENTAS, el


archivo prioral-sanjuanista de Consuegra, Toledo 1985. p. 21: «Primero legajo de CÁMARA
PRIORAL», núm. 32. Un poder otorgado por el Ilmo. Sr. Baylio Dn. Eugenio Ramírez
Maldonado. lugarteniente de gran prior que fue en estos Reynos de Castilla y León. ... Fecha a
los 20 de agosto de 1640 a.s.
P. 126. Cajones de Encomiendas, cajón de la encomienda de Yévenes
Núm. 4. Un traslado autorizado de los apeos que se hicieron... por el Venerando Baylío
F.R. Dn. Eugenio Ramírez Maldonado en el año de 1636.
Núm. 8. Un traslado autorizado de los autos y apeos de los bienes y demás derechos ...
que se hicieron por su comendador Fr. Dn. Eugenio Ramírez. en ... 1635.
Núm. 9. Unos autos y apeos y deslizamiento ... que hizo de dicho Veneramdo Baylío.
Dn. Eugenio Ramírez dicho año.

102
DOS CABALLEROS MELITENSES
EN DOS ASEDIOS:
PEDRO Y MELCHOR DE MONTSERRAT
José CERVERA PERY
General auditor
del Cuerpo Jurídico Militar

En el año de 1994, en ocasión de celebrarse el Primer Seminario sobre la


Orden de Malta, la Mar y la Armada, tuve el honor de ser designado para
pronunciar la Conferencia inaugural cuyo tema fue: "La orden de Malta y la
Armada: una vinculación histórica". En ella expuse a rasgo generales, como no
puede encontrarse ninguna acción emprendida contra los infieles musulmanes
por armas españolas en las que no estén presentes los caballeros sanjuanistas,
con sus galeras, sus vistosos estandartes y sus nutridos escuadrones de
caballeros y soldados.
La España recién hecha tras la toma de Granada, tiene ya magnitud y rango
de potencia naval, y la impulsión atlántica tras los descubrimientos y los
asentamientos, es principal centro de atención del despliegue hispano; pero al
Mediterráneo habrá de exigirle también una atención constante y mantenida ante
la acechanza turca, más peligrosa sobre todo tras la toma de Constantinopla y la
piratería berberisca que en lograda conexión otomana era más que una amenaza
sobre los caballeros cristianos de la Europa mediterránea.
Durante el siglo Xvi, y concretamente bajo los reinados de Carlos I y Felipe
II, brilló la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan, después Orden de
Malta, con extraordinario esplendor, viendo reiteradamente atacados sus baluartes
por el poder turco cuyos poderosos efectivos se estrellaban impotentes frente a sus
muros. Pero el marco de colaboración de la Orden de San Juan en las acciones
navales hispanas mantiene una constante de continuidad. No es, sin embargo, el
tema que hoy me ocupa la revisión histórica de la participación de la Orden de
Malta, una vez establecidos en dicha isla por la real voluntad de Carlos V, que fue
su principal valedor tras la expulsión de los caballeros hospitalarios de Rodas, y
donde los vemos en 1532 en la empresa de Coron, en 1535 en la conquista de
Túnez y la Goleta, en 1541 en la desdichada expedición a Argel, en 1550 en la
conquista de la Medehia, y en 1563 y 1564 en las expediciones al Peñón de La
Gomera, para sufrir en 1565, el gran asedio o sitio de Malta, en el que uno de los
caballeros melitenses, de nuestra convocatoria, don Melchor de Montserrat ha-

103
liaría gloriosa muerte como defensor del castillo de San Telmo, cuyas trágicas
circunstancias serán expuestas oportunamente. El otro protagonista, su hermano
don Pedro, caballero de la Orden y comendador de Ambel, participó en el sitio de
Rodas en 1532, en el que fue herido de gravedad, y tuvo más tarde destacadísima
actuación en las actividades hospitalarias hasta el extremo de que dentro de la
Orden fue embajador ante Carlos V, ante el Papa Paulo IV, la reina Doña María
de Inglaterra y Felipe II, quien satisfecho de sus servicios lo nombra virrey, lugar-
teniente y capitán general del Reino de Cerdeña, de cuyo cargo no pudo posesio-
narse por sorprenderle la muerte en Bruselas en 1556.
Son, por tanto, dos fechas distanciadas entre sí; 1522-1523 en las que
transcurre el sitio y expulsión de Rodas de los caballeros sanjuanistas, y en que
se halla presente frey Pedro de Montserrat, y la de 1565 en que se produce uno
de los hechos de mayor trascendencia historia en los anales de la Orden con el
sitio de Malta; y aquí nuestro héroe es frey Melchor de Montserrat, el hermano
menor de don Pedro. Son por tanto dos caballeros melitenses en dos asedios,
como reza el título de la conferencia.
Don Pedro de Montserrat y Berga era natural de la villa de Canet,
Maestrazgo de Montesa en el Reino de Valencia, siendo el tercer hijo de don
Pedro Montserrat Sebastián, y de doña Sibila Berga y Cervera, vecina de Canet
Lo Roig, casados con dispensa de afinidad hacia 1495.
Doña Sibila según la tradición fue una gran señora de señaladas virtudes a la
que el pueblo llamó "la santa", mientras que don Pedro (padre) era tenido por un
caballero principal de enérgico carácter y mediana hacienda.
De la infancia de frey Pedro de Montserrat y Berga se conoce poco, pero en
1506 don Francisco Montserrat Vives, baylío de Caspe, escribió desde Rodas con
gran interés a don Pedro Montserrat y servía con su primo hermano, para que le
enviase a su sobrino Pedro y tomase el hábito de la Orden cuya bula fue obtenida
en 1510, posible fecha del cruzamiento del interfecto, que ya en ese tiempo debía
haberse trasladado a Rodas; y así el 1 de octubre de 1518 don Pedro escribía a su
tío don Francisco en Caspe, refiriéndose a la concesión de actividad para la
castellanía de Amposta.
También otro caballero de la Orden, frey Pablo de Santa Pau de Zaragoza
escribía en 1517 a don Pedro Montserrat y Sebastián, asegurándole que su hijo
habría de ser un grande hombre. Y efectivamente que lo fue, porque vuelto de
Rodas, curado milagrosamente de una herida de arma blanca, y desahuciado por
los médicos, desempeñó los cargos de Gran Conservador de la Religión del Se-
ñor, Comendador de Ambel, presidente de la Asamblea de la castellanía de
Amposta y Recibidor del Común Tesoro, y años más tarde uno de los conserva-
dores o jueces de dicha castellanía creada por la bula de Paulo III "Ad Romani
Pontifice Autoritatem" dada en 20 de junio de 1542. Bienhechor destacado de la

104
villa de Ambel, durante los muchos años que poseyó la encomienda, levantó a
sus expensas la capilla del Santo Cristo y de las Reliquias, en la cual fundó el
hospital. A él se deben también varias de las reliquias que se veneran en la
iglesia ambeliana; la del "Lignum Domin", la de San Sebastián, San Bartolomé,
Santa Sofía y otras. Dichas reliquias las consiguió de los sanjuanistas de Caspe,
del convento cisterciense de Rueda, del palacio de los condes de Ribagorza y de
los duques de Villahermosa, don Martín de Aragón y doña Luisa de Borja,
hermana ésta de San Francisco de Borja, conocida como la santa duquesa.
Como se ve don Pedro era hombre emprendedor y buen "gestor" como se diría
en el lenguaje de hoy, por la consecución de tan preciados objetos.
Fijado el personaje, de tan sugestivos condicionantes, veamos ahora el
escenario al que se circunscriben sus actividades bélicas, en los inestables años
en que la Orden de San Juan de Jerusalén, tiene que hacer frente a la amenaza
turca. La isla de Rodas cuya posesión geoestratégica es notoria, está situada muy
cerca de las costas de Asia Menor y ha sido desde la antigüedad una de las
llaves del Mediterráneo oriental.
Con una extensión de 1.389 kilómetros cuadrados, es la mayor isla del ar-
chipiélago del Dodecaneso, enclavada en el extremo más oriental del mar Egeo y
separada de Turquía por el estrecho de Mármara. Su historia comienza con la
ocupación de la isla por los mismos pueblos dorios que previamente habían con-
quistado la Grecia continental. Aliada de Atenas primero y de Esparta después, al
comienzo del siglo iv antes de Cristo, sus habitantes levantaron la estatua del
coloso que fue considerada como una de las siete maravillas del mundo por los
antiguos, pero en el año 227 de la misma era la ciudad fue destruida por un mare-
moto.
Aliada a Roma, Rodas apoyó a Pompeyo y sufrió un asalto en el año 43
antes de C., tras el que perdió su antigua importancia comercial. Integrada en el
imperio bizantino, cayó dos veces en poder de los árabes por breve tiempo. Más
tarde entró en la órbita de Venecia, hasta que en 1309 se apoderaron de ella los
caballeros hospitalarios de San Juan de Jerusalén, que la convirtieron en una
fortaleza frente a los turcos que la hicieron objeto de violentos y repetidos ata-
ques. Precisamente a partir de su establecimiento en Rodas, la Orden por
derecho de conquista, adquirió el carácter de soberana, fue reconocida por el
Papa y todos los príncipes de la cristiandad.
Los caballeros hospitalarios soportaron, con heroica entereza cuatro angus-
tiosos asedios turcos en 1440, 1444, 1469 y 1480, y en todos supieron salir a
flote. Pero el quinto, iniciado en 1522, y en el que estuvo presente frey Pedro de
Montserrat, resultó fatal para los caballeros. Tras seis meses de heroica resisten-
cia, los supervivientes del asedio evacuaron la isla con honores de guerra, sin
entregar ni sus armas ni sus banderas. Pero Rodas se había perdido para siempre.

105
Un asedio por mar comporta la presencia de buques tanto por parte de los
asediantes, como de los defensores de la ciudad sitiada. La Orden de San Juan no
era aún la potencia naval que llegaría a ser más tarde, pero con el Gran Maestre
Gozon en las campañas navales se contabilizaron 118 buques turcos apresados y
cinco mil esclavos. La importancia de estas cifras es evidente, porque la flota
sanjuanista por carecer de soporte demográfico proporcionado a su poder naval,
necesitaba apremiantemente disponer de personal que impulsara los remos de sus
galeras y que constituyendo una reserva de mano de obra hiciera posible nuevos
armamentos. De ese modo los rendimientos eran mejores y la pericia náutica
junto al valor y bizarría hacían lo demás. Así, la numerosa escuadra armada esta
vez por el sultán de Egipto, que atacó Rodas en 1440 fue puesta en fuga por la
flota de la Religión, muy inferior en numero, y aunque en 1479 y 1480, empren-
dió Muhamad nuevos y furiosos ataques contra la isla, fracasó contundente.
Rodas parecía inexpugnable.
La flota de la Orden no se limitaba al servicio logístico, y las tripulaciones
de a bordo constituían excelentes contingentes para la defensa del puerto fortifi-
cado. Bajo el mando del ilustre Gran Maestre Pedro de Zubisson que primero
había sido capitán de galeras, por lo que conocía bien la aguja de marear, los
sanjuanistas acertaron a romper el gran asedio turco, como se ha dicho, repetidas
veces, antes de 1522, llegando al máximo de la importancia política y militar de
Rodas que seguía constituyendo el baluarte avanzando de la civilización
cristiana europea.
Pero la suerte parecía echada. Después de haber conquistado Egipto, y en
1521 la importante fortaleza cristiana de Belgrado, Solimán el Magnífico aspira-
ba a desembarazarse del gran bloque estratégico formado por los estados insula-
res de los caballeros sanjuanistas, situados entre los importantes puertos musul-
manes de Alejandría y Constantinopla. Pero antes de romper abiertamente con
los caballeros de la Orden, en la que acababa de ser elegido como Gran Maestre
el francés, Felipe Villiers de L'Ile-Adam, Solimán le envió una carta, en la que
además de felicitarlo por el nombramiento, le participaba sus victorias sobre el
rey de Hungría, y con protestas de sincera amistad, le proponía nada menos que
una alianza, como la que mantenía con el "cristianísimo" Francisco I de Francia.
Villiers, que no casaba con las componendas de su paisano Rey, contestó al turco
en términos arrogantes, poniéndole de manifiesto la contradicción entre sus ofre-
cimientos amistosos y los actos de piratería a los que se dedicaban sus vasallos.
La carta del Gran Maestre irritó a Solimán, que ya no se anduvo con artimañas y
se preparó concienzudamente para el ataque.
Intentaron los turcos dar la batalla por mar, entendiendo que una victoria
naval les haría en poco tiempo dueños de la isla y mandaron como vanguardia
una flota de veinte galeones bien armados mientras que el resto de la armada

106
permanecía distante y a la expectativa. Pero los caballeros no caían en la
provocación dispuestos a aceptar combate donde más conviniese, y mientras
tanto fortificaban más los puntos clave de la isla.
Pero el 26 de junio de 1522, los serviolas o atalayas del monte San Esteban
anunciaron que estaba a la vista una poderosa flota turca, compuesta de más de
cuatrocientas velas, entre galeazas, naos grandes, galeones de larga eslora y ligero
andar, galeras más pesadas, fustas, bergantines y otras naves de diversos tipos y
aparejos. Todo un muestrario de poderío naval, que fructificó en una extraordi-
naria operación anfibia, cuyo éxito obligó a los defensores de la isla a adoptar
todos los dispositivos de una tenaz y mantenida resistencia, repartiéndose la de-
fensa de la plaza entre las diversas Lenguas que integraban la Orden. Los caballe-
ros franceses tenían a su cargo el trozo de muralla desde la torre llamada de
Francia hasta la puerta D'Aubisson en homenaje al famoso Gran Maestre del
apellido. La llamada puerta de San Jorge estaba a cargo de los caballeros alema-
nes. Una tercera zona estaba defendida por los caballeros de la Lengua del
Auverne, y seguían a éstos los españoles, entre los que figuraba como "persona de
mérito y riesgo" Pedro de Montserrat. Precisamente el flanco defendido por los
españoles era el de más peligro por ser el foso muy bajo y angosto. La quinta zona
estaba reservada a la lengua inglesa que merecía el honor de tener por capitán al
mismo Gran Maestre. Venían luego los caballeros provenzales y la última
posición era de los italianos, aunque en el decir de un cronista de la época "todos
rivalizaban en ánimo y esfuerzo en la pelea y en derramar generosamente su
sangre en defensa de la Religión".
El 29 de agosto llegó Solimán para imprimir mayor actividad e ímpetu a las
operaciones del sitio, por lo que enardecidos, los atacantes batieron duramente la
torre de San Nicolás, logrando abrir en ella una brecha, aunque tal fue el ardor de
sus defensores que tuvieron que desistir de su empeño de tomarla. Se peleaba sin
cuartel sabedores unos y otros de lo mucho que había en juego.
Habiéndole sido adversa la fortuna a los turcos los combates parciales, aun-
que habían conseguido romper varios flancos de la resistencia, pasaron al asalto
general ansiosos de coronar su esfuerzo con una victoria definitiva que devolvie-
ra el prestigio a sus armas. Cavaban minas que llenaban de barriles de pólvora
pronta a explotar y no hurtaban los lances cuerpo a cuerpo de los que no siempre
salían bien parados, y al amanecer del 24 de septiembre acometieron la ciudad
por cinco partes, pero ya los defensores estaban repartidos por las torres y muros
y mentalizados para resistir en todos los puntos atacados que fueron los baluartes
de las distintas Lenguas. Cayó el baluarte de España, que era el más débil, y fue
reconquistado a sangre y fuego, pero llegó el invierno y contribuyó a disminuir la
actividad de los sitiadores, fatigados del continuo trabajo y de las inclemencias
del tiempo. No obstante, el 30 de noviembre, día de San Andrés, volvieron al

107
ataque con mayor encono, y el baluarte de España fue particularmente atacado
con fuerzas considerables saltando impetuosamente los mahometanos por enci-
ma de las ruinas, arrollando a los cristianos, agotados de fatiga y plantando sus
banderas por encima del muro. En este ataque fue gravemente herido el futuro
comendador de Ambel, Pedro de Montserrat
La numantina defensa no podía prolongarse más, pero Solimán era cons-
ciente de lo mucho que le costaría apoderarse por la fuerza de las ruinas de una
ciudad tan tenazmente defendida, y apeló a la astucia ofreciendo al Gran Maestre
la capitulación, haciendo vida y merced de vidas y haciendas si la ciudad se ren-
día, mostrándose dispuesto a que la guarnición saliera con los honores de la guerra
si aceptaba la rendición. La capitulación fue firmada y los caballeros de la Orden
salieron con todos los honores, junto a los habitantes del la isla que quisieron
seguirlos. El sultán garantizaba también el culto católico y se comprometía a
facilitar naves para transportar a Candia a los que quisieran expatriarse, y el 25 de
diciembre entraron los turcos en la ciudad, rompiendo puertas, sin el menor res-
peto a las capitulaciones, comenzando por profanar la iglesia de San Juan que
convirtieron en mezquita, arrasaron los sepulcros de los grandes maestres y co-
metieron toda clase de saqueos y espredaciones.
Así terminó, después de seis meses de sitio, y de luchas palmo a palmo
sobre el terreno, la dominación de la Orden de San Juan de Jerusalén sobre la isla
de Rodas, desde que el Gran Maestre Falco de Villaret la conquistó. Ante sus
muros perdió Bolikan más de sesenta mil hombres, de los doscientos mil que
puso en el empeño, sin contar los que perecieron a consecuencia de las enferme-
dades que originaron los padecimientos de la campaña. Pérdidas grandes en
hombres tuvieron también los sanjuanistas, que tan tenazmente habían
combatido. Un socorro oportuno hubiera podido salvar a los sitiados, pero las
querellas particulares existentes entre los soberanos de Europa impidieron que se
les apoyara eficazmente.
Del sitio y pérdida de Rodas en 1522, al asedio y socorro de Malta en 1565
van treinta y tres años y es un paréntesis demasiado largo para pasarlo por alto, en
nuestro encuentro ahora con el segundo de los hermanos Montserrat Berga, frey
Melchor, gobernador del castillo de San Telmo héroe y mártir por las circunstan-
cias de su muerte. Sigamos, pues, el hilo de los aconteceres. Villiers de L'Ille
Adams embarcó en cincuenta bajeles los restos de su gente y cerca de cuatro mil
vecinos que quisieron seguirle, llegando después de muchas penalidades a Candia,
de donde pasó a Mesina y después a Roma en demanda de nueva residencia, y una
embajada de la Orden vino a España para rogar a Carlos I que hiciera donación a
los sanjuanistas de las islas de Malta y de Gozo, a lo que gustoso accedió el
monarca, muy identificado con la Orden y en gratitud a los servicios prestados por
ella en sus notables colaboraciones con las armadas de España.

108
Malta, la nueva y definitiva sede de los caballeros, a la que gobernaron
hasta que en 1798 fueron expulsados por Napoleón, tiene una historia agitada
como decisivo enclave mediterráneo. Según la leyenda, el año 60 de la era cris-
tiana San Pablo naufragó y llegó hasta aquella costa donde inició la conversión
al catolicismo de sus habitantes. Con la división del imperio romano en el 395,
Malta correspondió a la región oriental dominada por Constantino. En el 870
cayó en poder de los árabes que influyeron en su idioma y cultura, pero en
1091 las huestes normandas de Roger de Sicilia ocuparon enclaves
musulmanes en la isla, aunque será el emperador Federico III Hoenstaufen el
que expulse definitivamente a los árabes en 1245.
Malta entrará en la órbita hispánica a finales del siglo my tras su conquista
por los almogávares de Roger de Lauria para Pedro III de Aragón y allí permane-
cerán hasta 1530 en que Carlos V —como se ha dicho— hace donación de la isla
a los caballeros de San Juan de Jerusalén. El emperador se aseguraba, mediante el
pago simbólico de un halcón maltés cada año, el permanente servicio y coopera-
ción de un aguerrido ejército y unas fuerzas navales que aunque reducidas en
número y cortas de tonelaje, estaban bien curtidas en la lucha contra la Marina
islámica y la piratería berberisca.
Rodeado de un mar enemigo y hostil, los caballeros de la Orden desde su
nuevo y estratégico asentamiento, lucharan codo a codo, con los españoles en
las más esenciales empresas marítimas, y así la flota de la Orden participó
valerosamente en la operación anfibia imperial contra Túnez en 1535 y contra
Argel en 1541. Los éxitos navales de la flota maltesa preocuparon no poco a
Solimán, y comportó el aumento de la presión otomana contra Malta, mientras
que sus tropas, al mando de Barbarroja, se apoderaban de Trípoli en 1551. Con
ello el "Magnífico" disponía de una excelente cabeza de puente, para intentar el
asalto final de la isla y expugnar de ella a los sanjuanistas, tal y como había
ocurrido en Rodas.
Llegamos por tanto a los prolegómenos del "sitio de Malta" iniciado en 1565,
y en la que tan destacado protagonismo va adquirir el segundo Montserrat frey
Melchor, gobernador del castillo de San Telmo y hombre de confianza del Gran
Maestre Juan de la Valette Parisot, que junto al virrey de Sicilia, don García de
Toledo, serán los impulsores de la defensa, y del socorro que los caballeros
recibieron del segundo, al frente de una poderosa flota dotada de gran potencial
bélico y enviada por Felipe II.
La gloriosa resistencia de la Orden ante el asedio ha sido llamada por algún
historiador "la Stalingrado del siglo xvi», porque la ofensiva otomana de las tropas
de Solimán fue en toda regla y con lo más escogido de los mandos turcos y Píali
Pachá, Dragut, Uluch Ali, Hassan Diali y Ali Portuo, junto al propio Barbarroja.
Utilizando el factor sorpresa, por no ser tiempo habitual en que los turcos

109
solían reanudar sus operaciones militares, se presentaron frente a Malta con más
de doscientas velas entre galeras, galeotas y mahonas, conduciendo más de
30.000 hombres, a los que se sumaron luego los 6.000 que condujeron Dragut
desde Trípoli y Hassan desde Argel, con 11 galeras el primero y 23 el segundo.
Piali asumió como almirante el mando de las fuerzas de mar y el general
Mustafá, veterano de la campaña de Hungría el de las fuerzas de tierra. Las
divergencias de criterio entre uno y otro y una vieja rivalidad patente,
favorecieron los intereses cristianos, y La Valette pudo enviar mensajeros en
solicitud de socorro al Papa y los principales príncipes de la Cristiandad.
Al reunirse en consejo para determinar el plan de campaña a seguir, surgie-
ron las discrepancias entre Piali y Mustafá sobre los puntos a atacar prevalecien-
do el criterio del almirante de hacerlo por el castillo de San Telmo, del que
Montserrat parecía ser gobernador y, por lo que los sitiados a la vista del empla-
zamiento de la artillería turca, lo reforzaron con cien caballeros, varias compa-
ñías de españoles y sesenta forzados a los que el Gran Maestre dio libertad y
armas exhortándoles a pelear como buenos cristianos. El ataque, efectivamente,
comenzó el 24 de mayo por el sitio esperado; el fuerte de San Telmo, situado en
la lengua de tierra que une los dos puertos de la isla, defendiendo sus bocas y
sirviendo de avanzada a la ciudad y a su fortaleza principal, el Burgo, sostenida
a su vez por otros fuertes. Los ataques duraron varios días con derroche de
pólvora y sangre y bajas de ambas partes, por lo que el Gran Maestre ordenó a
Montserrat que con treinta caballeros y soldados resistiera dentro del fuerte. El 9
de junio volvieron a intentar el asalto, lanzándose contra San Telmo más de
cinco mil turcos, alzando escalas sobre el muro y comenzando a subir por ella
sin hacer caso de la fuerte resistencia de los sitiados ni del fuego de artillería y
arcabucería con que los recibían y diezmaban. La escena sería merecedora de la
mejor película de acción.
El 15 de junio volvieron a atacar en oleadas y nuevamente fueron rechazados
por los defensores cada vez más mermados de hombres. Los arcabuceros turcos
lograron subir sobre la parte batida del torreón, y allí sucumbieron en la lucha el
bailío de Negroponte, el aragonés Guaras y el frey Melchor de Montserrat, y
deseando vengarles, el caballero catalán, capitán Massó, arremetió contra los
jenízaros y no tardó en hallar el mismo glorioso fin.
Son verdaderamente espeluznantes las páginas con las que historiadores como
Balbi o Salvá nos han dejado de la definitiva toma y asalto de los ya derruidos
muros del castillo o fuerte de San Telmo; muros convertidos en montones de
escombros por el fuego incesante de la artillería y donde aún permanecían los pocos
caballeros supervivientes. Pero aquel montón de escombros había costado a los
turcos seis mil hombres, y más de treinta días de asedio en los que hicieron más de
18.000 disparos de cañón. Los otomanos, con ciega sed de venganza,

110
persiguieron y degollaron con salvaje crueldad a cuantos cristianos alcanzaron.
Los cadáveres de los caballeros de San Juan fueron marcados con una profunda
cruz en el pecho, trazada por las cimitarras turcas, y sus corazones arrancados.
Al comendador Montserrat le cortaron la cabeza y la clavaron en una pica
donde permaneció expuesta varios días. Milagrosamente rescatada, hoy se con-
serva en la capilla de la iglesia de Ambel que su hermano frey Pedro mandó
erigir. Pero el Gran Maestre La Valette no se mostró insensible ante tanta trope-
lía, tomando la represalia de degollar a muchos prisioneros turcos y lanzar con
sus cañones sus cabezas al campo enemigo. Duras exigencias de una guerra sin
cuartel ni tregua entre el infiel y la cristiandad.
Malta, no obstante la pérdida de San Telmo y otros fuertes, resistió
heroicamente y obtuvo el anhelado socorro.
El 26 de agosto de 1565 una poderosa escuadra cristiana abandonaba Mesina
navegando en tres agrupaciones, la de García de Toledo, virrey de Sicilia y alma
de la expedición, Sancho de Leyva y Juan de Cardona con Juan Andrea Doria de
reconocimiento. El 8 de setiembre, día previsto para el asalto final turco, la es-
cuadra cristiana contorneó Malta. Sitiados y sitiadores comprendieron que el so-
corro venía y los primeros se sintieron a salvo. La retirada enemiga fue precipitada
y en desorden, y ya el 12 de septiembre habían desaparecido del horizonte todas
las velas musulmanas. Hassan se dirigió a Argel, mientras que Piali y Mustafá lo
hicieron a Oriente, persiguiéndolos don García de Toledo aunque sin resultados
hasta Grecia. Dragut no pudo retirarse a ninguna parte pues fue una de las muertes
más significativas en el campo turco.
Las estadísticas con su frialdad rigurosa dieron la justa medida de lo que
había sido el sitio que había durado cuatro meses. 60.000 cañonazos disparados;
260 caballeros de la cristiandad, muchos de ellos sanjuanistas, muertos en com-
bate, y casi 8.000 soldados. La pérdida de los turcos no fue menor de los 30.000
hombres y entre los que se contaban también destacados jefes. Felipe II felicitó a
Don García de Toledo que desde Malta había empujado el poderío de Solimán,
"desde el punto de su culminación hasta el plano inclinado de su decadencia".
Durante algún tiempo se pensó que la cabeza conservada en la iglesia de
Ambel fuese la de don Pedro de Montserrat y no la de su hermano, pero en el
archivo del marqués de Cruilles, se encuentra una valiosa carta del prior de Ambel
frey Miguel Muñoz, párroco que fue de aquella iglesia entre los años de 1613 a
1621, en la cual manifiesta a la familia de los Montserrat que la cabeza es de don
Melchor de Montserrat, caballero de la Orden de Malta y gobernador del castillo de
San Telmo en dicha ciudad, en la cual murió en lucha contra los turcos en 1565.
Reza así dicha carta: "Díceme Vuestra Merced en su carta que ha entendido el
cuidado que yo he tenido y tengo de que esté con alguna decencia la cabeza del
santo frey Melchor de Montserrat, tío de Vuestra Merced, el cual, con su

111
hermano frey Pedro, tengo por muy cierto fueron a gozar de Dios cuando murie-
ron, pues el nombre que dejaron nos asegura esto; pídeme V. M. esta cabeza; no es
posible en esto poder yo corresponder a la voluntad de V. M. por dos respectos; el
uno que viviendo en esta villa, mandó a edificar un santuario de muy grande y
consideración a invocación del Santo Cristo, en el cual santuario hace nuestro
Señor muchísimos milagros y también que este santo quiso y fue su voluntad (y
aquí viene la confusión del párroco) que su cabeza fuese traída y enterrada en este
santuario, desde cuyas tierras; púlela con alguna decencia más de lo que estaba, por
corresponder a la obligación que a Vuestras Mercedes tengo que esta reconoceré
todos los días de mi vida. Firmado frey Miguel Muñoz, Prior de Ambel. Posdata
La cabeza con todo el pellejo está, y si se hubiese puesto como ahora está cuando la
trajeron a Ambel, es cierto estuviera de la manera que estaba el día que la cortaron,
porque me hacen relación que ha estado más de cuarenta años con todos los
cabellos de la cabeza y barba como tenía el día en que murió.
Dejemos a los eruditos y a los científicos sus dictámenes sobre el caso. A mí
me emocionó contemplarla, pues en ella se condensan las páginas de una esclare-
cida memoria. Con los dos Montserrat —el de Rodas y el de Malta—, converge
toda una historia viva de vigente heroísmo. Alzados aún sus estandartes por la fe
de Cristo que confesaron y por la que lucharon, me viene a la memoria la frase del
poeta: "paradojas de la guerra; miseria de la que nacen futuras excelsitudes"...

112
LA ORDEN DE MALTA
ENTRE EL GRAN SITIO Y LEPANTO
Carlos MORENÉS Y MARIÁTEGUI
Subdirector del Instituto Complutense de la Orden de Malta

Alguna vez me han preguntado por qué la Orden de Malta,


que durante el siglo xvi se empleó a fondo en la mayoría de las
acciones militares y navales del Mediterráneo, participó sin em-
bargo con una reducida presencia en la batalla de Lepanto. Desde
luego sorprende que la Religión, poseedora habitual de una flota de
cuatro a siete galeras y otros buques, aportara sólo tres de ellos,
un reducido número de caballeros y no más de 600 soldados a esta
gloriosa batalla naval. No por ello su actuación fue menos sonada y
heroica que en ocasiones anteriores. Los caballeros de Malta su-
frieron en Lepanto uno de los más duros castigos de la flota aliada.
Setenta de ellos murieron en el combate. Desafortunadamente no
conocemos sus nombres por una imperdonable omisión de los cro-
nistas y responsables de las actas de la Orden en aquella época.

Vamos a intentar exponer las causas de esta relativamente pequeña presencia en la


Santa Liga y para ello nos referiremos a la situación de la Orden desde el
gran asedio de Malta hasta la víspera de la famosa batalla naval. Nos ocu-
paremos, por tanto, de un período de solo seis años, comprendido entre el
11 de septiembre de 1565 cuando la poderosa flota de Solimán el Magnífi-
co abandonaba el sitio de Malta dejando 30.000 cadáveres en la pequeña
isla, y el 7 de octubre de 1571, cuando las galeras de Malta, unidas a la flota
aliada, se encontraron frente a los turcos en el golfo de Lepanto.

En septiembre de 1565 una gran armada enviada por Felipe II llegó al socorro de
Malta, asediada por Solimán desde hacía cuatro meses. La decisión Real de
acudir en ayuda de los caballeros no sólo estaba motivada por evidentes
razones estratégicas, pues la pérdida de Malta podría haber arrastrado la de
la cercana Sicilia. Felipe tuvo que recordar también en esos momentos los
numerosos e impagables servicios que los sanjuanistas habían prestado a la
Corona española en las campañas mediterráneas. Probablemente por ambas
razones, el Rey no sólo envió un fuerte contingente sino también a los más
brillantes de sus capitanes. Allí se encontraron el propio virrey

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García de Toledo, Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria, Álvaro de Sande,
Juan de Cardona, Sancho de Leyva, Gonzalo de Bracamonte, Ascanio della
Cornia, Lope de Figueroa y Barradas, Sancho de Londoño, Gil de Andrada,
Bernardino de Mendoza y otros muchos.

Ante el desembarco de los españoles, el turco levantó el sitio y emprendió la


huida. Pero el que huía no era un ejército a punto de vencer la resistencia
de los caballeros y conquistar la pequeña isla. Era un ejército diezmado y
prácticamente derrotado después de ciento veintidós días de infructuoso
asedio. Las tropas de la Gran Puerta estaban al límite de su resistencia
física y moral frente al reducido e indestructible grupo de héroes. Sólo
trescientos caballeros, sobre los quinientos cuarenta y tres que estaban al
comienzo del asedio, quedaron con vida para comprobar que habían salva-
do la isla y con ella habían cerrado a doble llave la puerta de poniente.
Desde la conquista de Rodas, los turcos no habían sufrido ninguna derrota
significativa en el Mediterráneo y el gran fracaso de Malta supuso el prin-
cipio del fin para su creciente imperio. Fue, en definitiva, el último intento
turco para acceder al Mediterráneo occidental.

Sin embargo la flota de Solimán no se puso a tiro de los cañones sanjuanistas y


apenas sufrió daños durante el asedio. Se retiró prácticamente intacta, aun-
que seriamente mermada en marinería, tripulaciones y remeros. A raíz de
este suceso se tomó en occidente verdadera conciencia del peligro
otomano. Felipe II decidió reforzar al máximo la flota y antes de finalizar el
año cerca de 80 nuevas galeras se encontraban en construcción en
Barcelona, Nápoles y Sicilia.

El gran sitio de Malta fue celebrado en su época con grandes festejos y


solemnes ceremonias. Tanto el Papa como aquellos soberanos que habían hecho
oídos sordos a las llamadas de socorro de los caballeros, no dudaron en felicitarles
efusivamente mientras que, en un escandaloso ejercicio de cinismo, criticaron
ferozmente la tardanza del rey Felipe en enviar el auxilio a la isla. Malta se en-
cuentra en el apogeo de su gloria. Todas las cortes europeas se deshicieron en
elogios y celebraciones por la victoria, incluso Isabel de Inglaterra que había
confiscado todos los bienes de la Orden en su país, organizó un servicio de acción
de gracias en la catedral de San Pablo, mientras el arzobispo de Canterbury orde-
naba rezos de agradecimiento durante seis semanas. La victoria fue vista en la
Inglaterra protestante como la salvación de Europa.
Pío IV ofreció el capelo cardenalicio a La Vallete. El Gran Maestre, dolido
por la falta de ayuda del Papa durante el asedio, rechazó dignamente el honor

114
alegando que no podría compatibilizar los dos cargos. "Además —añadió el Gran
Maestre al Papa en su contestación algo crispada— la cruz blanca de Malta no
queda tan bien sobre fondo rojo como sobre fondo negro", en alusión a su hábito
y al de los cardenales

Tras la victoria, Felipe II, único soberano que acudió en socorro de la isla,
ofreció al Gran Maestre una lujosa espada de parada y un puñal,
considerados entre las más notables joyas de la orfebrería alemana del
siglo xvt. Desde entonces, todos los 8 de septiembre, en la misa de acción
de gracias con que la Orden conmemoraba la heroica gesta, el Gran
Maestre blandía esta espada desnuda durante la lectura del Evangelio. Era
la única ocasión en que en el mundo cristiano se podía desenfundar una
espada en una iglesia. Las dos armas, robadas por Bonaparte, se
encuentran hoy en el museo del Louvre de París. La hoja de la espada no
es la original pues fue desmontada en Francia para su protección frente a
una revuelta y posteriormente pérdida.

Volvamos a la isla de Malta para comprobar cuál fue el precio de la gloria para
los caballeros. Tras la sonada victoria y tras los homenajes y parabienes
de toda la Cristiandad, se encontraba una isla en situación calamitosa.
Cadáveres por doquier, los núcleos de población rural quemados, sus
fuertes en ruinas, las murallas hundidas, las casas derruidas, los
almacenes completamente vacíos, sin víveres ni dinero para comprarlos,
los supervivientes demacrados y en su mayoría heridos, los cañones
reventados por la intensidad de fuego a la que habían sido sometidos. Las
tropas del rey Felipe, como dice la historiadora Engels, se encontraron
con un ejército de espectros entre ruinas.

En el siguiente mes de octubre, cuando apenas habían salido los caballeros de esta
durísima prueba, unas noticias amenazadoras llegaron a la isla. Solimán se
disponía a un nuevo asedio de lo que él llamaba "nido de escorpiones". El
Sultán ordenó que se preparase una flota de 500 velas y que 50.000 remeros
estuvieran preparados para el mes de marzo. Los caballeros supervivientes
del gran asedio, arruinados y sin apenas defensas, se prepararon de nuevo
para el combate. La victoria del Turco era segura y los sanjuanistas se
aprestaron a morir ante la indiferencia de los príncipes europeos que sólo
aportaron vagas promesas. Algunos caballeros aconsejan el abandono de la
isla pero el Gran Maestre se niega en rotundo. No quiere rendirse ante la
catástrofe cuando no lo había hecho ante el enemigo. Además ha recibido
una petición expresa del Papa en la que, entre otras cosas, le dice Vues-

115
tra simple presencia en Malta inflamará el coraje de los cristianos e im-
pondrá respeto al Otomano por terror al nombre que lo fulminó el año
pasado. Sin embargo La Valette, indignado con los príncipes europeos,
utilizó la amenaza de trasladar el convento a Sicilia mientras estudiaba la
oferta de la isla de Córcega hecha a la Orden por los genoveses y por los
propios corsos.

Felipe II, que hubiera sufrido directamente las consecuencias de este abandono,
se apresuró de nuevo a socorrer a los caballeros. A finales de diciembre
de 1565, envió 30.000 ducados en metálico y otros 20.000 en víveres y
municiones. En junio de 1566, las galeras del rey Prudente llegaron a la
isla bajo el mando de Juan Andrea Doria con seis mil infantes españoles,
alemanes e italianos a las órdenes del marqués de Pescara. Partirá V. S.
deste puerto de Mesina con la bendición de Dios, con todas las galeras
que hay en él, y otros navíos que van con municiones y vitualla y con
todo juncto irá derecho a la isla de Malta ... (1). Prometió el Rey, en el
caso de que Malta sufriera un ataque, el envío de 3.000 alemanes y 5.000
españoles más (2). Felipe también tomó otras medidas: mantuvo la flota
en Sicilia y reforzó las fortificaciones de La Goleta. El Rey francés, como
siempre en vergonzosa alianza con el infiel turco, se frotó las manos
pensando que tras Malta caería Sicilia y no prestó la menor ayuda. Los
embajadores enviados por el Gran Maestre vuelven de Francia con sólo
300 gentileshombres voluntarios y 800 soldados reclutados por ellos.
Todos son recogidos por las galeras de Malta en Siracusa y transportados
a la isla. Los rumores sobre un próximo ataque turco se intensificaron y el
Gran Maestre solicitó más ayuda. Sus enviados recorren las cortes
europeas. La comunicación de La Vallete con Felipe II es constante.
Entrecruzan numerosas cartas y emisarios, entre ellos frey Antonio de
Maldonado y frey Pedro de Boninsegna.

Doria y Pescara permanecieron una temporada en el pequeño reino sanjuanista


donde ocuparon el tiempo entre ceremonias religiosas, maniobras milita-
res, grandes comidas y también partidas de cartas con fuertes apuestas.
Doria, muy aficionado al juego, llegó a perder una de sus galeras, aunque
el ganador renunció a ella a cambio de una importante cantidad de dinero.
Todos los días las galeras de Doria, cumpliendo las instrucciones recibi-
das, hicieron guardia alrededor de la isla hasta el anochecer (3). En el mes

(1) Carta de D. García a J. Andrea Doria. Colecc. Navarrete, tomo 12, doc. 60, fol. 390.
(2) Carta de Felipe II al Gran Maestre. NLM. Arch. 91. f. 167 v.

116
de julio se comprobó que la armada turca estaba actuando en las lejanas
islas griegas y la época ya no era buena para emprender campañas en
poniente. El 8 de agosto las dieciocho galeras españolas zarparon de
Malta con Pescara y sus tropas. El Gran Maestre regaló al marqués un
rico vaso de oro que la reina de Inglaterra envió a su antecesor Villiers
de I' Isle Adam.

En 1566 un extraordinario suceso cambió el rumbo de la historia y los proyectos


del Sultán. El arsenal de Constantinopla, donde se construían a toda má-
quina un gran número de galeras y galeotas, sufrió un atentado en su pol-
vorín y el fuego devoró todos los buques en construcción. No se ha llegado
a saber la paternidad de tan eficaz sabotaje, pero existen sospechas de que
los causantes fueron agentes del Gran Maestre de Malta. Los turcos sin
embargo atribuyeron el sabotaje a Venecia. Tres años después, en 1569, el
arsenal de la Serenísima sería también devorado por un pavoroso incendio.
Ante la imposibilidad de organizar una gran flota, el Sultán abandonó el
proyecto de Malta y dirigió sus ejércitos contra Hungría.

El segundo domingo de febrero de 1566, el Gran Maestre La Valeta celebró un


Capítulo General dedicado a la reconstrucción de la isla y al estudio de
medidas de defensa inmediatas, entre ellas la rehabilitación y dotación del
arruinado fuerte de San Telmo. Se ordena a los españoles frey Francisco de
Guevara y frey Jerónimo Sagra que, de inmediato, abastezcan al fuerte de
Sant Angelo de artillería, municiones y armas y que llenen sus cisternas de
agua. Se decidió también la edificación de una nueva ciudad en lugar más
seguro que las penínsulas del Burgo y Senglea. En junio llega a Malta el
gran prior de Castilla, frey Fernando Álvarez de Toledo, con varias galeras.
En el mes de diciembre arriba a Malta, enviado por el Papa, el ingeniero
Francesco Laparelli. Seis días después de su llegada, Laparelli entregó su
primer informe. Seis meses después ya tenía los planos completos. El Gran
Maestre envió embajadores a las principales cortes europeas para recaudar
fondos. El Papa promete 15.000 escudos, el Rey de Francia, 140.000 libras,
el de Portugal 30.000 cruceiros y Felipe II, 90.000 libras. Pero estas
cantidades eran insuficientes. Sólo las murallas de la nueva ciudad costaban
235.000 escudos. Todos los comendadores europeos venden sus
pertenencias, incluso sus muebles, pero aún así el dinero no alcanza. El
comendador Mendoza es enviado a España para pedir ayuda al príncipe de
Éboli, Rui Gómez de Silva, gran amigo del Gran Maestre y muy afecto a la

(3) Carta de D. García a 1. Andrea Doria. Colecc. Navarrete, tomo 12. doc. 60. fol. 390.

117
Religión. Éboli prestó 50.000 escudos a dos años y sin interés. También el
Papa dona la misma la cantidad. El comendador Francisco Guiral es envia-
do a Mesina con la galera San Juan para recoger este donativo. El 28 de
marzo de 1566 se comienzan las obras de la nueva ciudad-convento-forta-
leza situada en el monte Sceberras frente a la antigua capital del Burgo,
rebautizada Vittoriosa, y a espaldas del fuerte de San Telmo. Para ello
fueron contratados ingenieros y operarios italianos. Ocho mil personas tra-
bajaron sin descanso, incluidos los días festivos por especial dispensa del
Papa. Las galeras hacían continuos viajes en busca de materiales a Sicilia y
a Italia. Incluso remontaron el Ródano hasta Lyon en busca de cañones de
sus famosas fundiciones. Las piedras de las murallas derribadas por los
turcos fueron reutilizadas. Toda la población maltesa se volcó en la ayuda.
La actividad era febril. Como dice el comendador Bartolomeo del Pozzo
refiriéndose a ello, no hay nada que haga a los hombres más industriosos
que la necesidad. El Gran Maestre no se separó de los obreros durante la
construcción de la nueva ciudad, incluso almorzaba con ellos. Como no
había dinero para pagarles, mandó acuñar monedas de cobre de distintos
valores según su tamaño y válidas sólo en la isla. A medida que van llegan-
do remesas de dinero, estas monedas son canjeadas con exactitud. Es sig-
nificativa la leyenda que figuraba en ellas non aes sed fides, que viene a
decir que más vale la palabra que el vil metal. Poco a poco la ciudad, de
trazado moderno y avanzado, fue tomando forma. Sus calles rectas y per-
pendiculares entre sí, estaban así diseñadas para facilitar el movimiento de
tropas entre los bastiones que la rodean.

Durante estos años, numerosos caballeros españoles desempeñaron cargos de res-


ponsabilidad en Malta. Entre otros, Juan Antonio Fuster, Juan de Vargas,
Pedro Rodríguez de León, Jerónimo de Huete, Fernando de Alarcón,
Mateo Ferrer, Pedro Junyent, Rodrigo Maldonado, Juan Téllez de Guzmán,
García de Mendoza, Diego Enríquez de Guzmán, Galcerán de Ros, Adrián
Maimón, Francisco Martínez de Marcilla, Jerónimo de Acuña, Miguel de
Homedes, Antonio Maldonado, Juan de Carvajal, Francisco de San Cle-
mente, Luis de Rengifo o Gastón de Moncada. Otros españoles fueron de-
signados para distintos cargos en las galeras, como Francisco Guiral y
Francisco de Zanonguera, capitanes, Salvador Lavata capitán de la Santa
Ana, García de Mendoza, "nauclerus" de la Capitana, etc.

En septiembre de este año de 1566, murió Solimán el Magnífico, el legislador,


feroz y a la vez noble y generoso enemigo de los Grandes Maestres Villiers
de I'Isle Adam y La Valette. Le sucede su hijo Selim, de mucha menos

118
talla que su formidable padre. Baste con decir que su apelativo era "el
borracho".

El enorme galeón del Gran Maestre fue enviado a España para recoger en el
puerto de Rosas al comendador Diego de Solís con toda la recaudación en
dinero y especies de las encomiendas ibéricas. A su vuelta fue descubierta
una vía de agua que alcanzó grandes proporciones. El capitán hubo de
desfondar las barcas de salvamento para que la tripulación y el pasaje no
abandonaran el buque. Después de cinco días de angustia se pudo contro-
lar la situación, aunque para alijerar la carga hubo que tirar al mar varias
piezas de artillería destinadas a la defensa de la isla. Entre tanto las
galeras de la Orden reanudaron sus actividades en la mar. También algún
caballero armó buques por su cuenta. Entre éstos destaca el llamado
Romegas que se haría famoso en Lepanto. En la primavera de 1567
conquistó dos bergantines turcos y atacó Zuaga, cerca de Trípoli, y Zuara,
donde capturó sesenta esclavos que fueron destinados a la construcción
de Valletta. Otro marino ilustre, Saint Aubin se acercó, en 1566, a las
costas turcas para informarse de los movimientos enemigos; en la ruta de
vuelta capturó una galera llena de especies y se hizo con 90 esclavos. La
galera fue regalada al Papa por el Gran Maestre.

La salud de La Valette se deterioraba rápidamente. A su ancianidad se unían los


quebrantos que había padecido a lo largo de su vida, como un año de cau-
tiverio remando en una galera turca y heridas en el sitio de Malta. El Gran
Maestre tuvo que soportar además algunos disgustos que, a pesar de su
entereza, adelantarían su muerte. Entre otros, los asesinatos de su secreta-
rio, el comendador español Melchor de Eguaras, muerto de un tiro de arca-
buz cuando volvía de despachar con el Maestre, y el de una joven y bella
ahijada suya o los excesos de algunos jóvenes caballeros, eufóricos por la
reciente victoria. Por su parte, el Papa Pío V, presionado por algunos
intrigantes cardenales de la Curia, empezó a repartir entre ellos las ricas
encomiendas y prioratos italianos de la Orden, eximiendo a sus titulares del
pago de responsiones a Malta. Las constantes protestas del Maestre sólo
obtuvieron buenas y también engañosas palabras del Papa que siguió con
sus nombramientos. Éstos y otros contratiempos provocaron en el ad-
mirable y heroico La Valette una gran melancolía, lo que hoy sin duda
hubiera sido diagnosticado como una fuerte depresión. Para distraerse or-
ganizó una cacería con aves de presa. El fuerte calor del mes de julio —los
que hayan estado en la isla en este mes del año saben lo que supone— le
causó una insolación que le produciría la muerte dos semanas después, el

119
22 de agosto de 1568. En sus últimos momentos La Valette recomendó
como sucesor a don Antonio Álvarez de Toledo, de la Casa de Alba, gran
prior de Castilla y personaje de gran valía. Pero las consiguientes e inevita-
bles intrigas y la oposición de otro español, el Gran Cruz Maldonado, in-
clinaron la suerte en dirección de un italiano: Pietro del Monte. También
hubo otros aspirantes al gran magisterio, como el caballero Gran Cruz Fran-
cisco de San Clemente, gran conservador y Pilier de la lengua de Aragón,
del que tendremos ocasión de hablar más tarde. Pero San Clemente, siendo
respetado y capaz, era a la vez tan tacaño en la administración de su alber-
gue que los aragoneses allí alojados padecían verdadera hambre.

El nuevo Gran Maestre frey Pietro del Monte celebró unos impresionantes fune-
rales por su antecesor. El cadáver de La Valette fue depositado en la
iglesia conventual de San Lorenzo, en el Burgo, y luego transportado a
través del gran puerto a la pequeña iglesia recién construida de Nuestra
Señora de la Victoria, en Valletta. Más tarde se trasladaría a la cripta de
iglesia conventual de San Juan, que en aquel momento se encontraba aún
en los cimientos. La galera capitana llevó los restos del Gran Maestre.
Navega rodeando el monte Sceberras, desarmada, desarbolada y
remolcada por otras dos galeras armadas y recubiertas de paños negros.
Arrastran sobre el agua banderas y estandartes tomados a los turcos. Dos
galeras más, con ornamentos lúgubres, dan escolta. En ellas va el nuevo
Gran Maestre, el obispo de Malta y todos los dignatarios de la Orden.

Del Monte continuó la reconstrucción de la isla y la edificación de la nueva capi-


tal Valletta con sus más de tres kilómetros y medio de murallas y
bastiones. Un español, frey Raimundo Fortún, fue nombrado comisario de
las fortificaciones. Para contribuir a la construcción de los albergues de las
lenguas, solicitó el Maestre una contribución voluntaria a todas las enco-
miendas europeas. También se preocupó de restablecer la Marina de la
Orden. Pronto las galeras de la Religión se hicieron a la mar con regulari-
dad y las presas enemigas comienzan a caer una tras otra. El tesoro de la
Orden comenzó a reponerse. Los caballeros interceptaron el rico tráfico de
Alejandría y otros puertos hacia Constantinopla, llegando a hacer varias
presas en las mismas bocas del Nilo. Sus continuos cruceros por Levante
obligaron a la flota turca a actuar a la defensiva. Enterado el Maestre que
cinco bergantines turcos estaban haciendo mucho daño en las costas de
Sicilia, envío a sus cuatro galeras que capturaron a los corsarios y libera-
ron a gran número de esclavos cristianos.

120
Del Monte, necesitado de recursos para la reconstrucción de la isla, despachó
patentes de corso bajo pabellón sanjuanista contra un impuesto del 10%
sobre las presas. Estas acciones, también emprendidas por algún caballero
a título particular, es lo que llamaban el corso a danno d'infedele. La acti-
vidad de corso y contra-corso de la Orden de Malta se intensificó a partir
de Lepanto. Las grandes campañas de españoles y venecianos contra el
turco y sus feudos africanos disminuyeron sensiblemente y la flota de la
Orden y los propios caballeros se vieron libres para actuar por su cuenta.
Sin embargo el corso maltés nunca fue más importante que las acciones
regulares de la flota. Como ejemplo podemos decir que, en su momento de
mayor esplendor a principios del siglo xvii, las rentas percibidas por corso
no pasaron del 4% de los ingresos totales de la Orden.

En mayo de 1569 llegó a la isla una visita que produjo una enorme satisfacción
al Gran Maestre. Se trata del padre Alonso Estudillo, comisionado por las
comendadoras de San Juan del monasterio de Sijena para someterse de
nuevo a la obediencia de la Orden de la que se habían separado durante
algunos años.

El invierno de 1569-70 fue uno de los peores del Mediterráneo. Las condiciones
de la mar fueron tan duras que apenas hubo navegación. Como consecuen-
cia, se recibía poca información de las actividades turcas. Los sanjuanistas
se encontraban aún en situación crítica por el reciente asedio cuando llega-
ron a la isla noticias de Constantinopla. Selim, el sucesor de Solimán, pre-
para de nuevo un ataque contra Malta. Sus temidas galeras, de color verde
y rojo, comenzaron devastadoras razzias por las costas de África en busca
de chusma y tripulaciones. Los arruinados caballeros consiguieron un prés-
tamo de 70.000 escudos; con él llenan los almacenes, levan nuevas tropas
en el continente y organizan los restos de las milicias de la isla. Las cose-
chas son recogidas y almacenadas. Todos los sanjuanistas europeos son
llamados a convento. España también se prepara y se refuerzan las plazas
de África, de Nápoles y Sicilia. El Gran Maestre envió las galeras a Sicilia
para fletar, por las buenas o por la fuerza, barcos mercantes con provisio-
nes. Pero el marqués de Pescara, virrey de Nápoles, pensó que era más
urgente avituallar la Goleta y embargó las galeras de la Religión y los mer-
cantes contratados, después de asegurar al Gran Maestre que cuando apro-
visionase La goleta iría con todos sus buques a la defensa de Malta. De
buenas intenciones está el mundo lleno y Pescara vuelve de La goleta el 1
de mayo de 1570 con la escuadra en estado desastroso. Una epidemia le
hizo perder a la mitad de la chusma.

121
Afortunadamente Selim tenía otras intenciones. Su primer visir, Mohamed
Sokolli le aconsejó dirigirse a España para apoyar la rebelión de los
moriscos pero el Sultán había puesto sus ojos en Chipre, última posesión
cristiana en Levante que pertenecía a la república de Venecia. Era el
momento oportuno para rematar la conquista de Rodas con la ocupación
de esta isla. En España se ventilaba la rebelión de los moriscos y su aliada
Venecia no podía contar con su apoyo.

Tras la muerte del terrible Dragut en el asedio de Malta, un nuevo nombre


suena con fuerza en el corso musulmán. Es el renegado calabrés Uluch Alí, uno de
los más temibles enemigos que tuvo la cristiandad en el Mediterráneo, convertido
en bey de Argel por el sultán turco Selim. Uluch Alí envió a los moriscos
andaluces armas, municiones y sobre todo promesas que atizaron el fuego de la
insurrección. El sultán Selim aprovechó la situación y en julio de 1570 desembar-
có en Chipre. Mientras, la escuadra de Uluch Alí se movía en aguas de Sicilia. El
Papa Pío V convocó una coalición para acudir en socorro de la isla asediada y
entre los convocados se encontraron como siempre los caballeros de Malta.
El 26 de junio de 1570 la flota de la Religión, al mando de su general, el
bailío aragonés Francisco de San Clemente, se dirige a Mesina para unirse a las 51
galeras de Juan Andrea Doria. Pero Doria ya había zarpado de Mesina hacia
Bicerta con la pretensión de sorprender a Uluch Alí y derrotarle, dejando así el
paso libre a Levante. El marqués de Pescara, aprovechó la llegada de los malteses
y le llevaran a Trapani. Una vez prestado este servicio al virrey, el almirante San
Clemente decidió, en contra de sus capitanes, volver a Malta alegando dos moti-
vos. En primer lugar que no se sentía autorizado para reunirse con Doria en
Bicerta y que debía recibir instrucciones de sus superiores. Por otra parte el
capitán de la Santa Ana, frey Francisco de Labata, había muerto después de una
rápida enfermedad y según San Clemente, su sustituto debía ser nombrado en la
isla. Un corsario marsellés, llamado "Pata de Palo", trajo el aviso que el temible
Uluch Alí estaba en la zona con un buen número de galeras. Ante la proximidad
del argelino, el virrey, el obispo y los marinos de Trapani desaconsejaron a San
Clemente la partida. Sus cuatro capitanes de galera le pidieron al menos zarpar de
amanecida para navegar con visibilidad. Pero la decisión del general estaba to-
mada: volver a su base lo antes posible. Como los aprovisionamientos en Malta
eran caros, San Clemente, contraviniendo las ordenanzas de la Orden, aprovechó
para cargar su galera con gran cantidad de provisiones e incluso vacas y ovejas
para el consumo del Albergue de Aragón, del que era Pilier. Finalmente, el 14 de
julio de 1570, al anochecer, las cuatro galeras de Malta zarparon de Trapani. Al
amanecer se encontraban ya a la altura de la costa oeste de la isla de Gozo, a unas

122
veinte millas de tierra. De pronto, a tiro de mosquete de la capitana, surgieron
entre la bruma unos puntos negros. Las cuatro galeras de Malta se vieron rodeadas
por siete galeras y doce galeotas de Uluch Alí. El argelino pensó en un primer
momento que era la avanzadilla de la armada de Doria y estuvo a punto de eludir
el combate. Ante la superioridad enemiga — casi cinco contra uno— las galeras
de Malta se dispersan. La capitana vira en redondo y sin la menor señal, iza la
gran vela bastarda y emprende la huida. Uluch Alí se da cuenta de su error y se
lanza en su persecución con doce de sus galeras. Los comandantes de los otros
tres buques cristianos, sin órdenes y atónitos ante la actitud del general, quedaron
indecisos. La San Juan sigue a la capitana. Durante toda la mañana mantuvieron
una distancia de cuatro millas, pero el viento amaina y los barcos berberiscos, más
ligeros, empiezan a ganar terreno. El piloto de la San Juan cometió un error y la
galera fue finalmente alcanzada a cinco millas de Licata, en Sicilia. Su co-
mandante, el francés Voguedemar se rindió sin combate. San Clemente por su
parte, había recorrido ya las poco más de 40 millas de vuelta a Sicilia y decidió
buscar refugio bajo la protección del castillo de Licata. Pero a bordo es el caos.
San Clemente no controlaba el buque. El cómitre no se atrevía a dar latigazos a la
chusma y el piloto, perdidos los nervios, falló la bocana del puerto. Dos galeras
perseguidoras se echaron encima y sólo la decisión de los caballeros, que se lan-
zaron a la crujía y obligaron a la chusma a reanudar la boga, les salvó del aborda-
je. Un poco más lejos estaba la torre de Montechiaro, en la desembocadura del río
Fiumara. La galera entró de popa en el estuario y fondeó, pero su desastroso
gobierno le hizo dar de través contra la costa y quedó encallada. El general San
Clemente, cargado con su vajilla de plata, abandonó la galera y la tripulación,
embarcó en el esquife y se refugió en la cercana torre. En su huida abandonó
también el sagrado estandarte de la Religión, el mismo que vio morir con genero-
sidad y valentía a tantos caballeros de Malta. Un joven griego, Miguel Calli,
ayudado por el caballero Granfigliacci, lo arrió, lo dobló y a golpes de espada se
abrió paso entre los galeotes que habían roto sus cadenas. Unos meses después
este mismo estandarte ondearía a popa de la nueva capitana de Malta en Lepanto.
Mientras el general huía a golpe de remo, los azabs de Uluch Alí se arrojaron al
agua y masacraron con sus cimitarras a caballeros, tripulantes y soldados. Cua-
renta hombres fueron muertos o hechos prisioneros.
Mientras tanto, siete galeotas habían emprendido la persecución de la patrona
Nuestra Señora de la Victoria y de la Santa Ana, que pusieron rumbo a poniente
alejándose de la costa para evitar que los marineros intentaran ganarla a nado.
Cinco de ellas les pisan las popas. Los dos capitanes, uno de ellos el español frey
Jerónimo de Hoces, decidieron pasar al ataque y morir como caballeros de Malta.
Después de animar a sus soldados y de liberar de sus cadenas y armar a la
chusma, a una señal convenida abatieron las entenas, hicieron una rápida cia-

123
boga volviendo la proa al enemigo y se aprestaron al abordaje. Pero la Santa Ana
enredó la vela bastarda en el árbol de mesana y falló la maniobra. La Patrona
volvió a arbolar la entena e iza velas de nuevo, mientras que la Santa Ana quedó
al pairo rodeada por las galeotas enemigas que abren un intenso fuego de morte-
ros y arcabucería. El capitán Hoces supo que había perdido, pero entiende que
hay dos maneras de hacerlo: la de San Clemente y la suya. Pide a gritos a la
Patrona que se salve y emprende una lucha perdida de antemano. Después de
cuatro horas de combate, la galera, abordada por proa, por popa y por las dos
bandas, sucumbió ante la llegada de las dos galeotas rezagadas. Veinte caballeros
murieron en la Santa Ana, entre ellos los españoles Miguel Cruzat, Pedro de
Cañizar, Francisco de Barragán, Diego Enríquez y el propio Jerónimo de Hoces.
Los pocos supervivientes fallecieron a consecuencia de las heridas. Pero su he-
roico comportamiento sirvió no sólo para salvar el honor sino también a la patro-
na Nuestra Señora de la Victoria que pudo ganar la costa de Sirgenti, en Sicilia.
La Religión perdió en este combate tres de sus cuatro buques y sesenta y cuatro
caballeros y hermanos sirvientes, tantos como perdería poco después en Lepanto.
Doce españoles figuraban entre los muertos, heridos y cautivos. El argelino trató
con respeto y consideración a los caballeros cautivos de la Santa Ana a la vez
que lo hizo con desprecio y dureza con el resto. Uluch Alí vuelve triunfante a
Argel y desde allí envió a Constantinopla, como obsequio al Sultán, la galera
Santa Ana con los caballeros prisioneros.
Entre ellos estaba el enérgico frey don Diego Brochero, de 37 años. El
que sería tiempo después famoso político y almirante de Felipe II pasó nada
menos que cinco años remando en las galeras turcas. Una vez liberado,
Brochero desarrolló una intensa y agresiva actividad de corso. Entre otras
muchas presas, capturó un barco veneciano que comerciaba con el enemigo
turco. Venecia en represalia tomó, mediante una estratagema, dos galeras
maltesas. El asunto pasó a mayores y a punto estuvo de provocar la guerra
entre Malta y Venecia. El propio Brochero llegó a caer prisionero de la
Serenísima. El conflicto se solucionó después de una fuerte presión
diplomática de Felipe II, de su embajador en Roma, el conde de Olivares y
don Pedro González de Mendoza, embajador especial ante el Papa para este
asunto y de otras personalidades de la época.
Continuemos con la triste historia de San Clemente que, desde su refugio en
Montechiaro, presenció abrumado el desastre. En su desesperación intentó quitarse
la vida pero el capitán Mecca y el comendador Nicolás Grimaldi lo desarmaron y
lo trasladaron al castillo de Licata. Cuando la noticia llegó a Malta se produjo una
indignación general, pues rara era la casa que no hubiese perdido un pariente en el
desastre. El Gran Maestre Del Monte designó comisarios para determinar las
responsabilidades y ordenó la detención del general, del piloto Orlando

124
y del cómitre Scarmuri. Estos dos últimos, que habían sido inmediatamente apre-
hendidos por el capitán de la Patrona, fueron enviados a Malta, juzgados, conde-
nados a la horca y ejecutados. San Clemente consiguió huir a Roma disfrazado de
capuchino. Allí pidió la protección del embajador de España, que intercedió ante el
Papa, y envió un mensaje al Gran Maestre solicitando su perdón y pidiéndole
permiso para retirarse de por vida al monasterio de Montserrat. Finalmente, ante la
promesa del Gran Maestre de que la Orden no le haría daño físico, abandonó Roma
en dirección a la isla, provisto de un salvoconducto papal. Pero el bravo pueblo
maltés no pudo reprimir su indignación y formando un motín recibió a San
Clemente bajo una lluvia de palos, golpes y pedradas. Para evitar que fuera
descuartizado por la muchedumbre, los caballeros tuvieron que conducirle por mar
a la cárcel del fuerte de Sant Angelo. Ante la presión popular, el Gran Maestre
decidió juzgarlo. Hacer dejación de su mando, sucumbir al miedo y sobre todo
abandonar el sagrado estandarte de la Religión, fueron las graves acusaciones.
Durante el juicio, San Clemente, desesperado, se hizo el loco y dos médicos de la
Sacra Enfermería tuvieron que acreditar su perfecto estado de salud mental. Se le
condenó a la degradación y a la pérdida del hábito, pena prevista en el Título
décimo-octavo de los Estatutos para los casos de abandono del estandarte y de
omisión de socorro a hermanos de Orden en combate. Para no incumplir la promesa
hecha al Papa, la Orden lo puso en manos de la justicia secular, inhibiéndose de su
suerte. El 19 de octubre, se produjo la solemne y estremecedora ceremonia de la
degradación y de la privación del hábito. Todos los caballeros de la isla, en
formación, estaban presentes ante el palacio del Gran Maestre. San Clemente, de
rodillas, oyó cómo era declarado "miembro infame y pútrido" mientras que el
sargento mayor le arrancaba la capa y las insignias de su grado. El 22 de septiem-
bre, es decir, dos meses después del desastre, el ex-general de las galeras de la
Religión fue entregado a la justicia secular por sus avergonzados e indignados
hermanos de Orden. La justicia ordinaria, la castellanía, competente sólo sobre la
población civil de la isla, condenó a muerte a San Clemente. Tres días después fue
estrangulado en su celda y su cuerpo arrojado al mar en un saco lastrado con
piedras. Así fue castigada, más que la inevitable derrota, la imprudencia y la
cobardía de San Clemente. Ésta fue la única ocasión en la larga historia de la Orden,
en que se juzgó un acto de esta índole frente al enemigo.
La derrota supuso una verdadera y también excepcional catástrofe para
los sanjuanistas, sobre todo considerando que occidente estaba en vísperas de
la Santa Liga. Además la galera Capitana, perdida, acababa de ser terminada
en Marsella y estaba considerada como una excelente y rápida embarcación.
Para afrontar los cuantiosos gastos motivados por la reconstrucción de la
isla y la fábrica de nuevas defensas, el Gran Maestre decidió levantar un crédito
de 125.000 escudos bajo la garantía de los bienes de la Religión. El Papa ayudó a

125
la Orden concediéndole tres décimas sobre el reino de Nápoles, que junto a otras
tres otorgadas un año antes, representó unos ingresos de 60.000 ducados. Llega-
ron también las "ricettas" de España acompañadas de gran cantidad de telas y
paños enviados de Barcelona. Mientras ocurrían todos estos sucesos, el turco
continuaba el asedio de Chipre. En septiembre Selim ya es dueño de Nicosia, la
capital. Sólo Famagusta resiste. Pero la flota convocada por el Papa para la ayuda
de Chipre no corrió con mejor suerte que la escuadra de San Clemente. Ante la
caída de Nicosia, los almirantes deciden volver a sus bases. Esta vez el desastre
no fue provocado por el enemigo sino por los elementos. Una fuerte tormenta
echó a pique 13 galeras venecianas y ocho de Marcantonio Colonna. La coalición
había sido un fracaso inútil y quedó disuelta.
El 18 de marzo de 1571 se terminó en Malta la ciudad de Valletta. Los
caballeros abandonaron el Burgo y se trasladaron a la nueva capital, acompaña-
dos del pueblo maltés. El Gran Maestre comenzó a tomar medidas para restaurar
la disciplina, que había sufrido un cierto relajamiento tras el asedio. Obligó a los
caballeros, bajo graves penas, a residir en Valetta y a estar prestos para el comba-
te. El 30 de mayo el Papa, después de once meses de negociaciones, tomó la
decisión de convocar la Santa Liga, una alianza teóricamente perpetua para de-
fensa de la cristiandad contra el enemigo turco. A requerimiento del Pontífice, el
Gran Maestre fue inmediatamente informado por su embajador en Roma, el co-
mendador fr. Giovanni Francesco La Motta.
El virrey de Sicilia, don Fernando de Ávalos, marqués de Pescara, pidió al
Gran Maestre que enviase su flota a la reunión general de Mesina. Pero la Orden,
recién sucedido el desastroso encuentro con Uluch Alí, no tenía flota. Los caba-
lleros se encuentran en un serio aprieto. Sólo poseen una galera, la patrona Nues-
tra Señora de la Victoria que escapó de aquel terrible encuentro con el bey de
Argel. Otra galera, la Santiago se encontraba en construcción en el arsenal de
Marsella pero era imposible terminarla a tiempo. A pesar de estar justificada su
ausencia, los caballeros, inasequibles al desaliento, no quieren dejar de asistir a la
cita y prepararon rápidamente una segunda galera, la San Pedro, que era de
propiedad particular de un caballero francés. Felipe II conocía bien la valentía de
los sanjuanistas en combate y quiso que estuvieran presentes en la Liga. Por ello
donó un casco de galera, que no pudo arbolar y armar por la premura. Sería bau-
tizada con el nombre de San Juan, patrón de la Orden. El virrey Pescara prestó al
Gran Maestre 10.000 escudos y 60 esclavos para chusma. 200 remeros malteses
fueron contratados como buonevoglies. Frey Pedro Giustiniani, prior de Mesina y
general de las galeras, partió hacia Nápoles para buscarla. Aprovechó la ocasión
para cumplimentar al cardenal Granvela, que había sustituido a Pescara en el
virreinato. El 30 de julio de 1571, Giustiniani estaba de vuelta en Malta con la
nueva galera a remolque y una importante suma de dinero recaudada en las enco-

126
miendas. Los caballeros, superando todas sus dificultades, consiguieron aparejar
las tres galeras para el combate en un tiempo récord. Intentaron armar una
cuarta, pero la falta de remeros y marineros les impidió su propósito. Para suplir
esta carencia, el Gran Maestre decidió reforzar las tripulaciones con más
caballeros y soldados de lo habitual. Todos los sanjuanistas presentes en la isla
se ofrecen voluntarios pero sólo hay 190 plazas a bordo. Finalmente, tras una
estricta selección, los 190 elegidos embarcaron con espíritu de privilegiados por
la fortuna. Sólo volverían 120 de ellos. El Consejo de la Orden designó los
distintos cargos de la pequeña flota, entre otros al gran bailío de Alemania, frey
Joaquín Spar, capitán general de tierra si hubiera lugar a un desembarque y
sargento mayor al español frey Tomás Coronel. Para evitar conflictos entre los
mandos se ordenó que el general Giustiniani precediese al gran bailío de
Alemania en la mar y que éste tuviese el mando y la precedencia en caso de
combatir en tierra. Si el gran bailío muriese en combate, el prior nombraría un
nuevo general de tierra y si falleciese el prior, Spar sería regente de las galeras.
El 1 de agosto, cuando las distintas escuadras de la Liga pusieron rumbo a
Mesina para ponerse a las órdenes de Don Juan de Austria, llegó la noticia de la
caída de Famagusta después de setenta y cinco días de heroica resistencia. Su
gobernador, Antonio Bragadino, sufrió un espantoso suplicio: después de
cortarle la nariz y las orejas, fue desollado vivo.
El 10 de agosto de 1571 los tres buques malteses, bien armados y con la
máxima tripulación, zarpan del puerto de Valetta para reunirse en Mesina con la
flota de Marco Antonio Colonna. Uno de ellos, la patrona San Juan va al mando
del español frey Alonso de Tejada. Frey Tomás Coronel fue designado sargento
mayor en la empresa. Entre los caballeros se encuentra el gascón frey Maturin de
Lescaut Romegas, conocido como el "bravo Romegas", a quien el Papa en perso-
na había pedido que pasara a su servicio dándole el cargo de superintendente de
las galeras pontificias. El 24 de agosto llegó Don Juan de Austria a Mesina. El
general Giustiniani cumplimentó al almirante en jefe en nombre del Gran
Maestre. Don Juan ordenó que la escuadra de la Religión llevase a Malta a don
Ruy Díaz de Mendoza para devolver la cortesía a Del Monte. Poco tiempo
después de zarpar llegaron noticias del enemigo y Don Juan envía a una fragata
para alcanzar a los buques de Malta y hacerles llegar la contra orden. El día 14 de
agosto, desde el cabo de Espartivento, dictó una Cédula sobre el puesto de la
capitana de Malta en la armada de la Liga. El 16 de septiembre don Juan dio la
orden de levar anclas. A los pocos días de navegación un violento tramontano
obligó a la armada a fondear en el golfo de Taranto. La capitana de Malta,
arrastrada por la violencia del viento, estuvo a punto de varar en la playa.
Finalmente la flota se hizo de nuevo a la mar.
El 22 de ese mismo mes, Pío V expide la bula Cum sicut accepinzus, dictan-

127
do privilegios de precedencia a favor de las galeras de Malta. Los sanjuanistas no
sólo navegaron a bordo de sus propios buques. Muchos de ellos estaban repartidos
entre la flota aliada, llegando a desempeñar importantes cargos. Entre otros el
prior de Hungría, frey Gabriel Serbellone, general de la Artillería; frey Vicenzo
Caraffa, consejero de guerra de don Juan; frey Juan Vázquez Coronado, capitán
de la galera del propio don Juan y frey Gil de Andrada, comandante de una de las
escuadras de galeras, ambos del consejo de Su Alteza; "el bravo Romegas", di-
rector de la escuadra pontificia; frey Gaspar Bruni, capitán de la capitana del Papa;
frey Pagano y frey Andrea Doria, hermano y sobrino de Juan Andrea o el español
frey Francisco de Guevara, también tuvieron puestos de responsabilidad. El 7 de
octubre turcos y cristianos se encuentran frente a frente en Lepanto. Lo que
sucedió después es bien conocido de todos.
Para terminar quiero señalar, como balance final, una cifra que pone de
manifiesto el comportamiento de los caballeros de Malta en su función militar.
Durante el período de seis años al que nos hemos referido, la Orden de Malta
perdió en combate más de 380 freires, es decir dos tercios de su número total.
El triste episodio del general Francisco de San Clemente fue sólo una gota
amarga y excepcional en el océano de bravura, coraje y sacrificio que, tanto en
Tierra Santa como en el Mediterráneo, fue en definitiva la historia y la vida de
los caballeros de la San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta.

Bibliografía:

Bosco, G.: Dell'istoria della Sacra Religione et lanza. Militia di San


Giovanni Gerosolimitano. Roma, 1594.
FUNES, Fr. Juan Agustín de: Coronica (sic) de la Ilustrissima Milicia y
Sagrada Religión de San Juan Bautista de Jerusalem. Valencia, 1626
PETIET, Claude: L'Ordre de Malte face au 7nrcs. 1996.
SALAVÁ, Jaime: La Orden de Malta y las acciones navales españolas contra
turcos y berberiscos en los siglos xvi y Xvii. Madrid, 1944

128
LA MARINA MELITENSE
Y LA ARMADA ESPAÑOLA
EN EL SIGLO XVIII
Hugo O'DONNELL Y DUQUE DE ESTRADA
instituto Complutense de la Orden de Malta

Respuestas a las nuevas amenazas tecnológicas en el siglo xvIII

La galera, esa nave alargada, baja y rasa, muy lanzada de proa, de doble
propulsión rémico-bélica, había sido la gran baza náutica y naval de la Orden
de Malta durante los siglos anteriores.
Sin embargo, en el primer tercio del siglo XVIII, se cuestiona su utilidad
ante la aparición y adopción por parte de las soberanías berberiscas
norteafricanas, especialmente de Argel, de un nuevo tipo sucesor que a unas
mayores cualidades marineras unía un artillado por las bandas mucho más
efectivo que las grandes piezas proeles de las galeras y la menuda artillería de sus
bordas. Nos estamos refiriendo al xébecq, al jabeque.
En las confrontaciones entre escuadras y grandes unidades de las potencias,
no pasa de ser un buque auxiliar o aviso, como sus precedentes las galeotas, las
fragatas, y las fustas, pero en la terrible guerrilla de sorpresas y de caza medite-
rránea, con su cubierta plana y poco arqueada, para desenvolverse mejor la infan-
tería en los abordajes, supuso una verdadera revolución. De líneas rasas, pero de
fuerte construcción, podían sostener una batería de 24 cañones de a ocho libras
acercándose a las 300 toneladas de porte. Sus tres palos para velas latinas, de los
que el trinquete estaba muy caído hacía proa y el mesana muy atrás; su proa,
muy aguda, lanzada y robusta de la que sale la roda, como un espolón, nos
recuerda la de la galera, pero a popa, sus dos aletas muy salientes sostienen un
tablado que sobresale mucho en la toldilla, como una plataforma volante.
La reacción de España y de la Orden de Malta ante esta novedad por
parte de sus antagonistas será diferente.
España comenzará por suprimir su escuadra de galeras cartagenera, de-
clarando el Cuerpo a extinguir por iniciativa del marqués de la Ensenada,
caballero de San Juan, en 1748, y a instancias del marqués de la Victoria, se
inicia una política de construcción de jabeques al año siguiente con cuatro
grandes: el Cazador, Volante, Liebre y Galgo, cuyos nombres nos hablan ya
de su cualidad veloz. El jefe de escuadra Barceló llegaría a sacar el máximo

12 9
1' f fintar Illnllu.rr nwr, uní itehrk olrt.

Grabado del siglo XVIII que representa el combate entre una galera de Malta y un jabeque
argelino.

partido de estas naves que sus paisanos baleares ya habían adoptado en su


comercio y en su corso.
Sin embargo, a finales de siglo, se vuelve a replantear la cuestión y triunfan
de nuevo los partidarios de las galeras, o al menos de los que propugnan conser-
var alguna, dada la utilidad que suponen para los desembarcos. Se tendrá que
acudir entonces, como veremos, a Malta, que aún las conserva, porque ya las
atarazanas españolas han sido desmontadas y se ha perdido la técnica de su cons-
trucción. El desguace de la última de las de la primera época construidas en
España, la Capitana, convertida en hospital flotante, se realizaría en 1764, no
volviéndose a aceptar el tipo hasta varios lustros después, por influencia,
insistimos, melitense. Finalmente, tras la adquisición de dos galeras maltesas, que
veremos con más detalle, volverá a construirse el tipo en Mahón y en Cartagena
entre 1786 y 1789, cuando ya desde ese primer año han dejado de construirse
jabeques, ocupando su lugar las fragatas de hasta 40 cañones.
La Orden de Malta, no se plantea suprimir su tradicional escuadra de galeras
en torno a la que existe toda una organización que va mucho más allá de su propia
infraestructura interna —hasta la Sacra Infermería de Valetta está fabricada
pensando en las condiciones de estos barcos para depositar sus enfermos directa-
mente en sus muelles—, ni en construir jabeques en serie, aunque sí admitirá
jabeques corsarios con su bandera y construirá alguno de menor de entre 30 y 60
toneladas, sino que aprovechará la ocasión para convertirse en una potencia mo-

130
derna acometiendo la construcción de grandes portes del tipo más moderno:
navíos de dos puentes y fragatas.
Curiosamente, cuando España decide volver a tener galeras, se encuentra
con que la Orden está dispuesta a deshacerse de alguna de las suyas, más por
razones de gasto que técnicas o tácticas.
Las galeras melitenses se conservan, pues, aunque modernizadas; de
arboladura más compleja, de mayor tamaño y robustez, con la pieza
principal o cañón de crujía montada sobre cureña de ruedas.
Se han estilizado aún más, con una proporción entre eslora y manga de siete a
uno; cuentan con tres palos (trinquete, mayor y mesana) y una gran complejidad de
juego de velas para cada ocasión, del excelente lienzo crudo doble y "cottonina"
maltesa, también empleados en los toldos de invierno y verano.
A su armamento se han incorporado todos los avances bélicos del siglo que
incluyen en la santabárbara, junto con los tradicionales lingotes de plomo de a
quintal para fabricar las balas y las tradicionales armas blancas, las cajas de car-
tuchos para fusil y pistola (hasta 10.000 por unidad a flote) y las de granadas,
bombas incendiarias y camisas de fuego; todo ello estibado en baúles forrados
de cobre.
Hasta la Segunda Guerra Mundial se conservaba en el Maritime Museum
de Malta una de estas unidades dieciochescas, amarrada al antiguo Muelle de
Galeras, junto a Castel St. Angelo, hundida tras un bombardeo de la Luftwaffe.
La Orden no renunciará nunca al tipo, y cuando Napoleón, en 1798, con-
quiste la isla, llevará consigo la última galera operativa de su historia, con buena
parte del botín que le servirá para sufragar su campaña egipcia, corriendo la
suerte del resto de la escuadra en Aboukir.

Dotación y guarnición en las galeras melitenses del siglo XVIII

La organización de las galeras de la Religión durante los siglos xvi y xvii,


con proyección también al xvlit, ha sido estudiada, con la seriedad que siempre
le caracterizó, por Olesa Muñido, pero se hace necesario plantearla en el siglo
que analizamos, basados en la documentación que afortunadamente se conserva,
no sólo en la National Library de Valetta (1), sino en el propio Museo Naval de
Madrid.

(1) En el Archivo de la Orden de Malta de la Biblioteca Nacional de Malta se encuentra


abundante información sobre la organización de las galeras, bajo diversos títulos como
"Ordinazioni pel buen governo" o "Instruzioni date al capitani e generali di galere".

131
En una galera "Sensile" o sencilla de la Sacra Religión Jerosolimitana em-
barcaban la dotación o "Equipaggio" con sus oficiales; la chusma o "Ciurma" y
los criados. Un total de 517 hombres en una sola galera dieciochesca.
La dotación completa de una galera melitense está constituida por los
denominados "Officiali Cavalieri", los "Officiali Marinari", la "Gente di Capo",
la "Milizzia" y la "Ciurma".
El mando máximo corresponde al "Capitano", con su segundo, el
"lugotenente col nome di Padrone" .
El "Re", que no es ya sólo el comandante de los caballeros que se hallan
de guardia, como señala Olesa (2), sino también es el veedor "che fa di parti di ri
ved itori".
El "Cercamar", antiguo director de la artillería, ahora es más bien otro su-
pervisor del amunicionamiento, "per la polvere". Los "Caravanisti", en número
de diez, son caballeros o novicios de la mejor escuela de mando. Son muchos
menos que en épocas anteriores, en que podían embarcar hasta 50.
Todo este grupo forma los denominados "Oficiales Caballeros",
equivalentes en la Armada española a los oficiales "De mar y guerra", es decir, a
los mandos del Cuerpo General; y junto a ellos, dos sacerdotes de la Orden: el
"Priore", con especiales responsabilidades respecto de los jóvenes novicios, y el
"Missionario" o capellán.
Los oficiales de Mar, "Officiali Marinari", son numerosos, perteneciendo a
esta categoría también a los que podríamos considerar comparativamente perte-
necientes a los cuerpos patentados.
Lo son, naturalmente, el "Piloto" con el copiloto, "Compagno di Piloto"; el
"Comitro" o responsable de la maniobra y propulsión de la galera, también con
su segundo, el "Sotto Comitro"; el jefe de artillería o maestre artillero, "Capo
Maestro Cannoniere"; el contador, o "Scrivano", que ha sustituido al antiguo
"Greffier", con su "Sotto Scrivano", el "Chirurgo" o jefe de Sanidad, y el
"Agozzino" o alguacil de esclavos, figura idéntica al "Agozzino" pontificio y al
"Agozzin" veneciano.
En una categoría inferior se encuadraba la "Gente di Cabo", que también
incluía a otros oficios diferentes de los marineros o gente de cabo que se
conoce en España como "Maestranza". En este grupo estaba el "capitano dei
Marinari", que no es más que un suboficial o contramaestre, figura descono -
cida para Olesa que se fija más en épocas anteriores; los tres "Consiglieri" o
consejeros de los pilotos, gente experimentada e "inteligente" en la navega-

(2) OLESA MUÑIDO, F. F.: La Organizacion naval de los estados mediterráneos y en espe-
cial de España durante los siglos xvi y XVII. Madrid, 1968. Tomo II, pág. 1.102.

132
ción mediterránea; otros suboficiales como el "Sottocomitto de Mezzania"
que es un tercer cómitre, colocado a mitad de la crujía y verdadero director
de boga, y el "Sottocomitto di Silenzio", especialista en la boga nocturna y
silenciosa en puertos y formaciones enemigas, como observadores
infiltrados; los tres maestros carpinteros: el "Maestro dn Ascia", el "Maestro
Calefato" y el "Maestro Remolaro", supervisor este último de los remos; los
auxiliares del escribano, el "Scrivanetto" y el "Paglionere", "marinaro in
Servizio dello scrivano".
En un primer escalón sanitario el "Barberotto", que es un mero sangrador.
Los artilleros son marineros y no forman cuerpo militar como en España
las brigadas de Artillería de Marina respecto a los navíos, sino como lo son
los artilleros de galeras españoles. Hay normalmente dos primeros artilleros
"Primi Cannoneri", dos segundos y un tercero o aprendiz.
La marinería de cabo la componen 18 marineros de primera clase y 45 de
segunda, más 11 mozos o pajes, de los que nueve son proeles —la maniobra a proa
en galeras es fundamental— y tienen derecho a sueldo y ración y dos son "Muzzi"
o aprendices con sólo derecho a "panne e piettanza".
La tropa embarcada constituye la "Milizzia" al mando de un oficial caballero
"II Sotto Maggiore" que cuenta con un "Sargente", un "Sotto Sargente"; los cuatro
cabos generales o "Caporali di galera" y sus auxiliares, los cuatro "Lanze di
Galera" (cabos segundos), y el cabo especialista "Caporale de Granadieri" —en el
siglo xvitt se empieza a utilizar la granada de mano en tierra y mar— con su
correspondiente auxiliar "Lanza de Granadieri".
Cincuenta soldados, con un pífano ("Piffaro"), un tambor ("Tamburro")
y un maestro armero ("Armiere").
La chusma, "Ciurmia" la componen un centenar de "Marinari de Remo";
176 galeotes, "Sclavi e Forzati" y 50 especialistas voluntarios, "Buonavogli".
A todos éstos hay que añadir la llamada "Famiglia del Capitano",
consistente en nueve personas del servicio de los caballeros y que atienden la
mesa del capitán a la que se sientan.

La nueva flota de navíos

Desde principios de siglo, tanto el imperio otomano, como las soberanías


norteafricanas van adoptando, poco a poco, junto con los barcos tradicionales,
los buques de alto bordo de impulsión bélica, dotados de cubiertas lo
suficientemente resistentes como para soportar el peso de cañones sobre ellas,
a los que sólo en grupo y en circunstancias muy favorables pueden atacar con
éxito las galeras. La seguridad de las caravanas turcas por su parte ha

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134
tiempo: el navío de dos puentes que constituía ya el nervio de las escuadras
de las potencias marítimas.
El Gran Maestre Perellás lleva a cabo su costosa determinación tras la pér-
dida de la galera capitana con la mayor parte de su armamento ante un buque
berberisco de mayor porte, ya que como se especifica en la bula pontificia de
creación de la nueva escuadra se instituye ésta "a fin de vencer a un enemigo de
la Cristiandad con más facilidad ahora que con gran vergüenza infestan de conti-
nuo el mar con naves más poderosas" (4).
Para el mantenimiento de los "quatro podrosi vasselli" el propio Gran
Maestre correría con los gastos de uno y los de los demás el Hospital, es decir, la
Orden, precisándose para estos últimos la importante suma de 140.000 escudos de
marca que se consigue con la imposición por diez años una "annua tassa" sobre los
frutos de todos los prioratos, bailías, encomiendas, pensiones y cualesquiera otros
bienes exentos.
El buque insignia de la nueva escuadra habría de tener un porte de 66
cañones y una dotación de 400 hombres; juntamente con él se construirían
dos más de 54 cañones y 300 hombres.
Los dos primeros de ellos el San Juan y el Santiago se fabrican en el
más moderno de los astilleros del Mediterráneo, Tolón, pero la técnica de la
propia Orden, con asesoramiento francés, es capaz de construir el Santa
Catalina. A estos navíos se suma el generoso donativo del propio frey
Raimundo.
Perellás que sufraga los gastos de un cuarto buque no planeado, el San-
tísima Virgen del Pilar y San José, entrando todos en servicio en 1701, cuan-
do España, no dispone en el Mediterráneo más que una quincena de galeras y
en el Atlántico una docena de anticuados galeones.
La escuadra de galeras sigue siendo de gran utilidad contra naves meno-
res y por ello se la mantiene aunque reduciendo su número de ocho a seis,
para acudir con ese ahorro al incremento de gastos producido por la construc-
ción y mantenimiento de los nuevos navíos, obteniéndose a estos mismos
efectos del papa la autorización para incrementar las "responsiones" o tasas
anuales en un 2,50%.
La escuadra de galeras continúa por su parte el ritmo de sus presas menores,
libres de inoportunos encuentros con buques superiores de los que les libran sus
navíos. Éstos acaban por ser cinco, tras la decisión del gran maestre frey Antonio
Manuel de Vilhena de construir otro del tipo del San Vicente, el más moderno de

(4) Copia del breve spedito de S. Santitá Clemente Xl. 15 Aprile 1701. National Library of
Malta (N.L.M), Arehivio Ordine di Malta (A.O.M), Ms. 1761.

135
los fabricados, con 52 cañones y 232 hombres de dotación, aunque ello sea a
costa de reducir el número de galeras a cuatro.
La bondad de los navíos pronto no tuvo parangón con los de sus opositores
que inician una etapa de convenios con las potencias cristianas, reduciéndose su
actividad corsaria.
Llegados a este punto, los grandes navíos de dos puentes empiezan a resul-
tar desproporcionados y costosos, y se vuelve a plantear la elección de un nuevo
tipo de buque de guerra, superior en todo caso al utilizado por el enemigo que ha
adoptado preferentemente, como hemos visto, el jabeque, decidiéndose la cons-
trucción de fragatas, buques de una sola cubierta y con menos de 40 cañones en
una sola batería, pero resistentes, fuertes y muy marineros.
Para ello decide frey Enmanuel de Rohan vender el San Juan y el San Joa-
quín al rey de Nápoles en 177.227 scudi y reemplazarlos por fragatas que costa-
ron por ser de nueva construcción 217.000 scudi, resultando un desfase para el
Común Tesoro de 40.000 scudi que se esperaba cubrir con el menor costo del
mantenimiento de las fragatas.

Organización y actividades de la escuadra de navíos

Dependiente del Gran Maestre y del Soberano Consejo se crea la


"Congregatione dei Vasselli" compuesta de un venerable Gran Cruz y de cuatro
comisarios, uno por cada nación (5).
Su misión es la de a todos los aspectos políticos, militares y económicos
para el buen gobierno de los nuevos buques. Principalmente da las directrices y
planea campañas, enrola y licencia, nombra y depone y vigila el mantenimiento
y los servicios.
El mando operativo de la escuadra lo ostenta el comandante de los navíos,
elegido por el Consejo por cinco años.
La organización en los navíos era parecida, pero no igual, a la de las
galeras. En el navío insignia (el San Giovanni) embarcaba el comandante de los
navíos y su lugarteniente general.
Cada buque cuenta con un "Capitano di Paviglioni", un "Maggiore", un
primer y segundo teniente, tres "Insegne" o alféreces más los cuatro
"Caravanisti", su prior y el "Proveditore" u oficial de cuenta y razón.
Todo el equipaje lo componen 454 hombres (unos 400 para los otros na-

(5) Regoli et Ordinationi per il buon governo della squadra de i vasselli del Sacro Ordine
militare de S. Giovanni Gerosolimitano. 1709. N.L.M. A.O.M. Ms. 1.761.

136
víos), de ellos 200 marineros de tres clases y 88 de tropa entre soldados y
granaderos. Los artilleros, como en galeras no forman cuerpo, pero son más nu-
merosos (unos 30 de diferentes categorías).
En cada navío embarcan cuatro jóvenes caballeros caravanistas o novicios
con 19 años, conocedores ya del ejercicio de la caravana y armados de buenos
fusiles o mosquetes. Los navíos, requieren mucho más de personal técnico que
de meros combatientes, por ello, la participación de caballeros aprendices se
reduce a los que verdaderamente están dispuestos a seguir la carrera de las
armas en el mar, en las listas de la Religión, o bien como corsarios con ese
mismo pabellón, o en el de naciones aliadas.
El realidad el buque es una doble escuela: de caravanistas, dirigidos por su
maestro o prior, y de futuros marineros, de "muzzi", que constituyen un 10% de
la dotación, de entre 14 y 16 años, de buen cuerpo y mejor espíritu,
organizándose "come un Seminario di Marinaria". Patiño, al crear la Real
Compañía de Caballeros Guardia Marinas emplearía el mismo término de
"seminario donde la juventud de la nobleza española se habría de enseñar a
desarmar las fuerzas de los elementos con la industria de su ingenio y de su arte"
(6).
En los buques de alto bordo se emplean óboes, pífanos, trompetas y tambo-
res, con gran profusión, notablemente superior a la española en número y tipos
de instrumentos.
En un primer momento, hasta 1705, se estudia una táctica combinada de
galeras y navíos que no da resultado por ser buques de tan diferentes necesidades
y utilización que se evidenciaba imposible el llevar a cabo una dirección unitaria
de las operaciones. A partir de ese momento las galeras seguirán actuando por su
cuenta y lo propio harán los navíos que según la ocasión operarán independiente-
mente, ya que su poder lo permite, o formando flotilla.
Las presas de los nuevos buques se suceden con éxitos tan sonados como la
captura del Rosa de Túnez, de 40 cañones, que se incorporaría a la flota de
navíos melitense con el nombre de Santa Cruz, en 1706; el hundimiento de la
capitana de Trípoli por el San Juan, el apresamiento de La Media Luna por el
Santa Catalina, en 1713, los de los tunecinos Sol de Oro y Puercoespín por el
San Jorge, en 1721. En 1723 entre el San Juan y el San Vicente se captura la
vicealmiranta de Túnez y las acciones ya incluso se extienden al Atlántico,
como la realizada en 1725 entre cabo Espartel y cabo San Vicente a la que de
1742 a 1752 seguirían otros nueve cruceros por esas aguas nunca hasta entonces
visitadas por naves de la Religión.

(6) Real Orden de 15 de abril de 1717.

137
Vista parcial de un fresco del Palacio Magistral de La Valeta en el que aparecen dos galeras
de la Religión. junto al navío San Giovanni.

138
En 1732 , entre el San Antonio y el San Jorge, capturan nada menos que la
sultana del convoy que iba de Constantinopla a Egipto, y al año siguiente les
toca la vez a tres navíos argelinos menos poderosos y artillados.
Formando escuadra pueden colaborar eficazmente con las de sus aliados; así
con la española en el socorro de Orán de 1707 en el que el lugarteniente de los
navíos frey Antonio Francisco de Castel Saint Pierre cubre con su fuego el des-
embarco de caballería e infantería que salvaría la plaza, que se habría de perder sin
embargo al año siguiente; con la de Venecia en los años 1715 y 1716 en las
operaciones contra los turcos de Morea y Corfú. Con ocasión de la guerra con
Marruecos, el 14 de marzo de 1775, por conducto de su embajador en España frey
Fernando de Melgarejo, la Orden ofreció a Carlos III el servicio de dos navíos y
de la escuadra de galeras, ofrecimiento agradecido pero no aceptado por el Rey
que consideraba que sus fuerzas bastaban y dejaba "al arbitrio del señor Gran
Maestre el emplear separadamente las suyas del modo que gustare contra las
potencias africanas, mediante el instituto de su Religión" (7).

Relaciones institucionales y comerciales entre las armadas española y


melitense

El tiempo no permite señalar, como correspondería aquí, las múltiples


relaciones y actuaciones personales de aquellos marinos que, como en otras
partes de Europa, reunieron sin mayor problema las condiciones de súbditos del
Rey y caballeros de San Juan.
Nuestros marinos españoles obtuvieron siempre licencia del Gran Maestre
para servir con toda honorabilidad en la Marina nacional, y, por su parte, el rey
de España habitualmente concedía permisos temporales de larga duración para
cumplir con las obligaciones que imponía la Sacra Religión.
Aunque desde el reinado de Carlos III se observa una mayor dificultad en
el otorgamiento de licencias temporales, reduciéndose éstas a motivaciones de
salud o traslados para "cambiar de aires", lo cierto es que, de no estar en plena
campaña o en estado de guerra, se vienen concediendo autorizaciones a los
jóvenes marinos españoles para cumplir su tiempo de prácticas en "caravanas",
y no perder antigüedad en la Orden.
Por otra parte, el grado, los méritos y la antigüedad adquiridos en una u
otra Marina, venían siendo reconocidos por la de la opción final o temporal del
aspirante.

(7) Carta al Sr. D. Fernando de Melgarejo. embajador de Malta. Aranjuez. 7 de


abril de 1777. Archivo General de Simancas. Guerra. Legajo 2.008.

139
En otro orden de cosas, las relaciones bilaterales estuvieron siempre
presididas por una deferencia entrañable y un trato exquisito, apreciándose a
finales de siglo, coincidiendo con la proyección española hacia Oriente, un
notable incremento de transacciones.
El tradicional halcón, prenda del vasallaje desde tiempos de Carlos V,
fue religiosamente entregado anualmente, junto con otros obsequios de
animales norteafricanos, especialmente apreciados en la Corte de Madrid.
Dos gacelas que desde Barcelona a Aranjuez viajaron para deleite de
Carlos III en 1772, despertaron la admiración de cuantos lugareños del
tránsito se reunieron para verlas.
La recluta de pilotos y marineros malteses fue continua, por las buenas
relaciones existentes, los mejores sueldos de la Real Armada y los
incentivos concedidos, y el tradicional espíritu emigrante maltés (8).
Con motivo de la compra de las dos galeras en 1785, se reclutan inicialmente
250 marineros voluntarios y se piden y conceden temporalmente dos pilotos, un
contramaestre segundo y 79 hombres de mar con la obligación de restituirse a
Malta lo antes posible. La cifra total acabará siendo de 352 marineros.
Los pilotos pronto pretenderán continuar al servicio de Carlos III,
pidiéndose exhaustivos informes sobre ellos para admitirlos en el Cuerpo, más
en razón de agravios alegados por sus compañeros españoles que por
cualquiera otra consideración.
La ropa de la marinería maltesa era de excelente calidad. De esta época es la
misión de los navíos Soberano y Firme al mando de don Juan de Lángara, con el
encargo de adquirir ropa para la marinería española y de llevar muestras para los
uniformes de las tropas del cuerpo de Batallones (Infantería de Marina).
En el Firme embarcarían con destino a Cartagena mil capotes de mar o
"marselleses", mil camisas, 500 chaquetas, 500 pares de calzones y 500 chalecos
para marineros. No se llegarían a contratar sin embargo los uniformes de soldado
(chupa y calzón blanco) pese a sólo costar 22 reales cada conjunto y de ser "de
tan buena calidad de género de algodón que puede lavarse continuamente con
agua de la mar y lo usan los soldados en las galeras de la Religión", en aras del
proteccionismo y "por el perjuicio que se seguiría a nuestras fábricas" como se
hace constar en un informe de la Junta del Departamento de Cádiz (9).
Durante casi todo el siglo XVIII el interés de España por el Mediterráneo
oriental fue prácticamente nulo; sin embargo, la deseada paz con Argel no pare-
cía poderse conseguir sin establecer relaciones diplomáticas con el decadente

(8) Noticia de los sueldos y condiciones que se ofrecía a los marineros que entraban al
servicio del rey de España. Museo Naval. Colee. Vargas Ponce. Vol. Hl. Tomo IV. Doc. 170.
(0) Museo Naval. Ms. 1374. Dto. 231.

140
pero aún emblemático Sultán turco. En esta maniobra diplomática de aproxima-
ción, la Orden de Malta iba a ser de una gran utilidad, aportando los conocimien-
tos hidrográficos de sus pilotos que servirán de base a las importantes tareas que
llevarán a cabo los diferentes buques españoles que, como venía siendo habitual,
compartían sus misiones políticas con otras en beneficio de la ciencia. Aun antes
de 1782, fecha del primer tratado con la Puerta, las relaciones hispano-turcas se
vieron favorecidas por el auxilio de los sanjuanistas.
El navío San Pascual será debidamente auxiliado por los caballeros en
su viaje a Constantinopla de 1784; en 1790 el piloto de la fragata Soledad
recibirá el oportuno asesoramiento y en 1795, el de su misma condición don
Nicolás de Módena.
El único punto de cierta fricción en las relaciones diplomáticas lo constitui-
ría el deseo de mantener una neutralidad a toda costa por parte de los caballeros
en las diversas guerras entre españoles e ingleses. El Gran Puerto era utilizado
por el corso español para vender sus presas, e incluso para armar sus barcos, lo
que se consideraba por los ingleses como acto hostil por parte de los anfitriones
que lo permitían; por ello se tuvieron que adoptar ciertas medidas restrictivas
que no siempre fueron comprendidas por Madrid.
En todo caso, nunca llegaron a enturbiar la buena correspondencia general,
pese a que los incidentes llegaron a llenar tres grandes legajos de archivo (10).

La adquisición de galeras melitenses

Aprovechando el viaje de la escuadra de Gabriel de Aristizábal a Turquía,


se inician las conversaciones para adquirir galeras en Malta, tras haber compro-
bado que su construcción sería mucho más costosa en España y la calidad de las
maltesas muy superior (11).
Se trataba de grandes galeras de 155 pies franceses con seis pulgadas de eslora
y 22 pies de manga en las que cada pieza de madera exigía una calidad y una
procedencia. La isla de Malta es estéril y no produce maderas de construcción, pero
los grandes bosques de las encomiendas europeas de la Orden las proporcionaban.
El roble de Rumanía, tan bueno o mejor que el inglés, era necesario para las
fuertes piezas de la quilla, codaste, roda, cuadernas y crujía. El pino calabrés se
utilizaba para las obras muertas y su forro interior. El pino de Flandes y de Venecia
era el utilizado para la cámara, entarimados y pañoles.

(10) Scritture sui fatti degli Spagnoli e degli inglesi pregiudiziali alfa neutralita del
Porto della Religione. N.L.M., A.O.M. Mss. 1.778-1.780.
(11) Todo el expediente se encuentra en el Museo Naval. Ms. 1.682

141
General de las Galeras de Malta, en una acuarela de época.
142
Los puntales de la bodega exigían madera de castaño y para entablar la
propia cámara y hacer el timón se requería madera de nogal. La de haya era
suficiente para remos y apoyos del toldo.
El pino del Norte, en grandes piezas monóxilas se utilizaba, al igual que en
España, para las arboladuras, y la motonería empleaba álamo negro ya que care-
cían de las maderas tropicales americanas de las que disponía España.
En un principio se pensó en construir las nuevas galeras en las atarazanas
de Birgu o de La Valetta, pero pronto surgió la oportunidad de comprarlas
hechas a un precio de ganga.
La situación por la que pasan en estos momentos las finanzas de la Orden,
y los gastos en galeras pueden excusarse, disponiéndose, como se dispone, de
buques de guerra de alto bordo; por otra parte, la escasa actividad de presas ha
dejado de proporcionar la mano de obra forzada exclusiva de estos barcos, por
lo que permanecen con la chusma incompleta.
El Gran Maestre, a través del bailío Argote, encargado de negocios en Mal-
ta, ofrece a la venta dos de sus cuatro galeras, a libre elección de los adquirentes.
Inmediatamente, los primeros calafates y maestros carpinteros del navío
Triunfante reconocen las galeras informando del excelente estado de la Generala,
construida hacía sólo un año, del buen estado de la Magistral, que aunque con tres
años de vida tenía una fácil y poco costosa carena, de la mala situación de la
Victoria, con la misma edad que la anterior, pero quebrantada por una reciente
varada, y del buen estado también de la más veterana de todas, la San Luis, con
cinco años, es decir, la mitad de la vida ordinaria de este tipo de buques.
Elegidas la Magistral y la Generala, el Gran Maestre cambia de opinión y
decide conservar la joven Generala, ofreciendo a cambio la San Luis. El precio
es aceptado inmediatamente, ascendiendo a 135.869 escudos malteses por las
dos, es decir, valorando los cascos en 2/3 y 1/2, respectivamente, de su valor de
construcción.
Tras una habilitación equivalente a un centenar de miles de escudos, se ha-
cen los buques para España el 5 de mayo de 1785, al mando, respectivamente, de
los capitanes de fragata, don José de Vargas y don Juan Martínez.
El Gran Maestre había adelantado el dinero para los adobíos, víveres y pa-
gas de personal, pero pide ahora una gracia excepcional a Carlos III: la de que la
"Cámara del Común Tesoro" cobre en duros de buena plata mejicana para
"evitar el premio del cange" es decir, libres de derechos, lo que le es concedido.
Pero la mejor cata de las relaciones entre las dos potencias navales la cons-
tituyeron sin duda los numerosos marinos ilustrados españoles que ostentaron
sobre su pecho la cruz octogonal y de los que Ensenada, Juan, los Valdés,
Arriaga, Malaspina, Liniers y Fernández de Navarrete, son únicamente los más
significados.

143
CUADERNOS MONOGRÁFICOS DEL INSTITUTO DE HISTORIA Y CULTURA NAVAL

1.- 1 JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 0.- IX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA


ESPAÑOLA
ESPAÑA Y EL ULTRAMAR HISPÁNICO HASTA LA DESPUÉS DE LA GRAN ARMADA.- LA HISTORIA
DESCONOCIDA (1599-16...)
ILUSTRACIÓN (Agotado)
1.- CICLO DE CONFERENCIAS
2.- II JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 1.A
0.- LA ESCUELA NAVAL MILITAR EN EL
MARINA DE LA ILUSTRACIÓN (Agotado)
CINCUENTENARIO DE SU TRASLADO (Agotado)
3.- SIMPOSIO HISPANO-BRITÁNICO
1.- LA ORDEN DE MALTA, LA MAR Y LA ARMADA
LA GRAN ARMADA (Agotado)
ESPAÑOLA
4.- III JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA 2.- XI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
LA ESPAÑA MARÍTIMA DEL SIGLO XIX (II)
MARTÍN FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, EL
(Agotado)
MARINO HISTORIADOR (1765-1844)
5.- IV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA LA
ESPAÑA MARÍTIMA DE SIGLO XIX (II) 3.- XII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
(Agotado) ESPAÑOLA
0.- FERNÁNDEZ DURO (Agotado) DON ANTONIO DE ULLOA, MARINO Y
CIENTÍFICO
1.- ANTEQUERA Y BOBADILLA
4.- XIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
6.- V JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
LA MARINA ANTE EL 98.- ANTECEDENTES DE ESPAÑOLA
UN CONFLICTO ÁLVARO DE MENDAÑA: EL PACÍFICO Y
SU DIMENSIÓN HISTÓRICA
7.- 1 JORNADAS DE POLÍTICA MARÍTIMA
5.- CURDOS DE VERANO DE LA UNIVERSIDAD
ESPAÑOLA
COMPLUTENSE DE MADRID
LA POLÍTICA MARÍTIMA ESPAÑOLA Y
SUS PROBLEMAS ACTUALES MEDIDAS DE LOS NAVÍOS DE LA JORNADA DE
INGLATERRA
2.- LA REVISTA GENERAL DE MARINA Y SU
6.- XIV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA D.
PROYECCIÓN HISTÓRICA
JUAN JOSÉ NAVARRO, MARQUÉS DE LA
8.- VI JOSNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA VICTORIA, EN LA ESPAÑA DE SU TIEMPO
ESPAÑOLA
7.- XV JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
LA MARINA ANTE EL 98.- GÉNESIS Y
ESPAÑOLA FERROL EN LA
DESARROLLO DEL CONFLICTO
ESTRATEGIA MARÍTIMA DEL SIGLO
3.- MAQUINISTAS DE LA ARMADA (1850-1990)
XIX
9.- 1 JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES 8.- XVI JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
DE LA ARMADA (I) ESPAÑOLA
ASPECTOS NAVALES EN RELACIÓN CON LA
10.- 11 JORNADAS DE HISTORIOGRAFÍA CRISIS DE CUBA (1895-1898)
CASTILLA Y AMÉRICA EN LAS PUBLICACIONES
9.- CICLO DE CONFERENCIAS - MAYO 1998 LA
DE LA ARMAADA (II)
CRISIS ESPAÑOLA DEL 98: ASPECTOS
11.- VII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA NAVALES Y SOCIOLÓGICOS
ESPAÑOLA 10.- CICLO DE CONFERENCIAS - OCTUBRE 1998
POLITICA ESPAÑOLA Y POLÍTICA NAVAL VISIONES DE ULTRAMAR: EL FRACASO DEL 98
TRAS EL DESASTRE (1900-1914) 2.- LA CARPINTERÍA Y LA INDUSTRIA NAVAL
4.- EL BRIGADIER GONZÁLEZ HONTORIA
EN EL SIGLO XVIII
12.- VIII JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
35.- XX JORNADAS DE HISTORIA MARÍTIMA
ESPAÑOLA
JUAN DE L4 COSA
EL ALMIRANTE LOBO. DIMENSIÓN HUMANA Y
3.- LA ESCUADRA RUSA VENDIDA POR
PROYECCIÓN HISTÓRICA
ALEJANDRO I A FERNANDO VII EN
5.- EL MUSEO NAVAL EN SU BICENTENARIO 1992 1817
6.- EL CASTILLO DE SAN LORENZO DEL PUNTAL.-LA
MARINA EN LA HISTORIA DE CÁDIZ

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