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UNIVERSIDAD NACIONAL MAYOR DE SAN MARCOS

VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN
ESCUELA DE SOCIOLOGÍA

MOVIMIENTO DE MUJERES EN EL PERÚ: DESAFÍOS RESPECTO A


LA DESARTICULACIÓN Y LA PERSPECTIVA INTERSECCIONAL
DE LAS VERTIENTES FEMINISTA, POPULAR Y TRADICIONAL

Trabajo presentado para el curso


de Problemas Sociológicos del Perú
dirigido por el profesor Elliot Díaz Aparicio

Alumnas:

Janis Marcela Bazan Clavijo - 20150071

Jennifer Jeanet López Fuertes - 20150082

Juieta Carrión Rabanal - 20150150

LIMA - PERÚ

2022
INTRODUCCIÓN
A lo largo de la historia, los movimientos sociales han servido para levantar emblemas de
lucha y reivindicaciones de poblaciones hartas de vivir bajo un sistema que las oprime y
vulnera. Los movimientos campesinos o mineros, cuyo trasfondo histórico se data desde la
colonia, de manera general buscan mejores condiciones de trabajo y reconocimiento de su
labor dentro de la economía peruana. Los movimientos indígenas, por su parte, buscan
diferentes derechos que se les ha negado tal como el acceso igualitario a la educación,
autonomía y descentralización por parte del Estado, así como también la revaloración de su
cultura. Otro movimiento social vigente en el Perú son los movimientos ecologistas que
principalmente buscan prevenir o atender desastres ambientales causados por un mal manejo
de nuestra diversidad biológica.

Sin embargo, la lucha de las mujeres no parte de netamente de lo económico, de lo politico o


de lo racial, si no de una serie de demandas ligadas al sexo-género que les han impedido que
se puedan desarrollar igualitariamente dentro de los diferentes espacios en los cuales la mujer
se encuentra. La lucha de las mujeres abarca tanto estas cuestiones relacionadas con el
sexo-genero como con las otras diversas opresiones puesto que no solo existe un solo
prototipo de mujer, si no hay diversas formas de ser mujer. Aquí es donde se entrecruzan lo
económico, lo político, lo racial, lo religioso, lo cultural y entre otros.

Dicho esto, el presente ensayo abordará en su primera parte una revisión histórica del
movimiento de mujeres en el Perú, la cual presenta tres vertientes principales y son: la
vertiente feminista, la vertiente popular y la vertiente surgida de los espacios políticos. Todas
ellas presentan una dinámica que será explicada a lo largo del ensayo. Asimismo, cada una de
estas vertientes tienen su primera generación de representantes las cuales han dejado un
legado que ha servido para construir nuevas dinámicas de organización distintas a como
iniciaron.

Para la segunda parte del ensayo se hablará de la interseccionalidad y los debates que surgen
frente a esta. Las mujeres sufren de distintos sistemas operantes que van en torno a su
identidad y su posición dentro de la sociedad, por lo que es difícil para algunas reconocer sus
propios privilegios. Esto genera una ruptura que se verá ejemplificado en las diferentes
experiencias de mujeres indígenas, afrodescendientes y diversidades que se presentan en este
ensayo.
DESARROLLO

El movimiento de mujeres en el Perú es rico y diverso ya que es uno de los más extendidos
del continente y cuenta probablemente con las más diversificadas expresio­nes y formas de
organización, representando el proceso heterogéneo que se ha jugado en su constitución y la
pluralidad de procesos que muestra la diversidad de realidades de las mujeres en el país. Sin
embargo, también muestra grandes escisiones al no desarrollar un proceso de integración
estable en el que articulen las distintas demandas desde un enfoque interseccional.
Adicionalmente, en la actualidad el reconocido movimiento feminista no solo está compuesto
de mujeres, sino también disidencias que buscan una voz dentro del mismo.

Siendo así podemos distinguir tres vertientes históricas principales diferenciadas del
movimiento de mujeres en el Perú: la vertiente feminista como tal, la vertiente popular y la
vertiente que emerge de los espacios políticos tradicionales. La vertiente feminista dirige sus
esfuerzos de manera explícita a iden­tificar y denunciar la existencia de un sistema de
sexo-género que subor­dina a las mujeres y disidencias, mientras que la popular está
compuesta principalmente por mujeres que buscan satisfacer necesidades y demandas que
surgen de sus roles tra­dicionales como madres y miembros de la sociedad , usando
habilidades producto de su socialización como mujeres. La última vertiente, que surge de los
espacios públicos tradicionales, como partidos políticos, sindicatos, etc., busca modificar
estos espacios para que las mismas puedan tener una mayor participación en la toma de
decisiones .

Revisión histórica

Para entender la historia del movimiento, es necesario comprender que su formación viene
desde hace mucho tiempo atrás, aproximadamente desde el siglo 19, en el cual surgieron en
el Perú importantes grupos de mujeres. La primera generación de ellas, conocidas como las
pioneras, apareció en la década de 1870, e incluía a mujeres urbanas de clase alta que
tuvie­ron acceso a la educación y que expresaron su ambición intelectual y su reclamo a través
de la literatura y del periodismo. Entre ellas destacan Clorinda Matto de Turner , periodista y
escritora reconocida como una de las precursoras del indigenismo peruano; Mercedes Cabello
de Carbonera, escritora que abogó por la independencia de las mujeres al escribir gran
cantidad de artículos literarios y sociales sobre este tema; María Trinidad Henríquez, primera
mujer universitaria y jurista en el Perú; y Juana Manuela Gorriti , literata y periodista al
fundar la revista internacional La Alborada de la Plata . Es así que las demandas de estas
mujeres giraron en torno a la educación femenina y el acceso y control de su propia
producción intelectual y cultural.

La generación siguiente, conocida como la de los noventa, estuvo conformada por profesoras
que centraron su lucha en el derecho a la edu­cación. Teresa González de Fanning, fundadora
del liceo Fanning y literata; y Elvira García y García, educadora y fundadora de varios
colegios como el Liceo peruano para la formación de señoritas, son principales exponentes.
Con el cambio de siglo y hasta el final de la década de 1920 la protes­ta femenina se ramificó,
surgiendo diferentes vertientes del movimiento y los dos primeros grupos feministas:
Evolución Femenina, conducido por María Jesús Alvarado, y más tarde, Feminismo
Peruano, conducido por Zoila Aurora Cáceres.

Décadas más tarde, cuando surgieron los primeros partidos modernos del Perú, tales como el
partido Comunista, El APRA y sindicatos como la CGTP, las mujeres buscaron unírseles
pensando que hallarían allí una voz al ser estos partidos de un carácter progresista e
innovador, además de compartir las opresiones sistemáticas de clasismo y racismo. No
obstante, y a pesar de haber participado en la formación de los mismos, fueron relegadas y
sus reclamos ignorados, mostrando que no eran vista como sujetos con la misma capacidad
de acción que los hombres, y que no eran sus pares en la lucha social. La consecuencia
directa de este hecho, sería que las diferentes expresiones feministas de izquierda se
fragmen­taron y diluyeron y fueron silenciadas por casi 40 años. Ante esto, las mujeres se
organizaron creando espacios propios en donde puedan gestarse sus propias luchas sin
depender de los hombres para accionar, abordando desde la perspectiva feminista el
cuestionamiento de los sistemas racista, anticapitalista, etc.Como ejemplo de estos espacios
surgen las agrupaciones de Manuela Ramos, Flora Tristán, Frente Socialista de Mujeres y
Mu­jeres Autónomas. La suma de dichas organizaciones serían las encargadas de generar los
primeros cuestionamientos hacia nuestra condición como mujer, los conflictos en la familia,
la feminidad impositiva, etc. Tal y como se mencionó anteriormente, estas estuvieron
conformadas por ex militantes mujeres de partidos de izquierda y es por eso que las luchas
iniciales se orientaron a tópicos que no solo incluían a la mujer sino también al hombre, tales
como la explotación a los trabajadores, las huelgas mineras, etc. Por lo tanto, estas
agrupaciones son ejemplo de la ruptura de aquellas feministas que bregaron por las luchas
propias de las mujeres sin intromisiones de terceros, centradas en mejorar su condición y sin
paternalismos proveniente de grupos políticos mixtos que no tomaban en serio la lucha
femenina.

En cuanto la vertiente popular, las mujeres de los barrios marginales también empezaron a
organizarse, ya sea en nue­vos espacios o dando nuevo contenido a las organizaciones
tradicionales de las que ya formaban parte. El origen rural de la mayoría de habitantes de
estos pueblos jóvenes facilitó el desarrollo del trabajo comunitario, horizontal y cooperativo.
Siendo así, que el establecimiento de redes de ayuda mutua, básicamente entre las mujeres,
fue fundamental para salir adelante en términos de educación, alimentación y vivienda,
puesto que al tener todo un origen generalmente andino practicaban principios de
reciprocidad y redistribución tales como la minka. Ya una vez fortalecida esta vertiente,
pasarían a recibir apoyo de instituciones externas tales como ONGs y en menor medida el
gobierno, impulsando aún más su crecimiento. También empezaron a sentir la necesidad de
enfrentar la violencia doméstica que las afectaba profundamente, des­cubriendo que el hecho
de estar expuestas a ello no se debía a un pro­blema individual, sino que era una característica
social compartida por muchas mujeres de su entorno y era capaz de ser combatida.

En estos momentos la vertiente popular es la más grande en el Perú. Tiene varios tipos de
organización, con objetivos y dinámicas específi­cas, en donde las tareas son generalmente
repartidas entre los miembros de estas asociaciones de forma simétrica y recíproca. Existen
también otras complejas expresiones de la capacidad orga­nizativa popular. Una de ellas es la
Federación Popular de Mujeres de Villa EI Salvador (FEPOMUVES) que agrupa a casi
10,000 mujeres del distrito. Esta federación ha centralizado completamente a las diferentes
organizaciones, comedores populares, programa del vaso de leche, co­mités juveniles y de
salud, clubes de mujeres, etc.

Articulación e interseccionalidad

A partir de la revisión histórica brindada, es importante resaltar que los factores estructurales
de clase socioeconómica y raza significaron una brecha en cuanto a las primeras demandas
femeninas organizadas, las cuales no correspondieron con la realidad de aquellas mujeres que
además sufrían la opresión transversal de ser racializadas y/ o pobres. La producción
intelectual y reconocimiento académico distaba abismalmente de otras realidades, como por
ejemplo, la tasa de analfabetismo de la mujer rural o de los trabajos semi esclavizados de las
mujeres negras. Abordar estas problemáticas, sin embargo, implicaba para las mujeres
letradas y blancas reconocer el impacto de sus privilegios y ejercicio de dominación sobre
otras mujeres. De esta manera, es posible reflexionar cómo los inicios del movimiento de
mujeres, tanto del siglo XIX como XX, perpetuaron todavía bases coloniales de opresión.

De esta manera, en la actualidad se evidencia todavía esta fragmentación que corresponde al


legado feminista y movimiento de mujeres tradicional en contraste con la vertiente popular y
organizaciones originarias. Mientras que por un lado, las demandas más comunes del primer
sector se concentran únicamente en derechos sexuales y reproductivos, la violencia de
género, violencia estética, etc. Por otro el lado, la vertiente popular y organizaciones de
mujeres racializadas implica además la lucha territorial, el antirracismo, anticlasicismo, la
reivindicación de prácticas ancestrales y lenguas originarias, los derechos campesinos e
indígenas y participación de estas mujeres en la política, etc.

Es por todo lo anterior que se reconoce una mayor diversidad de críticas y luchas por parte de
este segundo sector, que trasciende la realidad de la mujer como único carácter de opresión.
Se afirma que existe, y que mantienen igual importancia, otros elementos que condicionan
sus vidas y que actúan de forma interdependiente, ya que a partir de sus vivencias estas
mujeres pueden identificar los soportes comunes que son entre sí el machismo, el racismo y
el capitalismo.

Ahora bien, otro carácter importante es que se reconoce dentro de la realidad de que estas
mujeres viven violencia por parte de otras mujeres privilegiadas por estos sistemas
mencionados, lo cual rompe con la “hermandad inquebrantable” que se adjudican feministas
y que aún así ejercen opresión. Uno de los casos más emblemáticos dentro de la capital
surgidos durante el contexto de la pandemia fue cuando varias trabajadoras del hogar
sufrieron de violencia económica por parte de sus empleadoras que les aumentaban el horario
de trabajo pero reduciendoles al mínimo su sueldo.

Como hemos podido ver, en nuestro país en el que existe una subordinación blanca y
centralizada, es otra la experiencia que implica ser una mujer indígena. Melania Canales
Poma, lideresa indígena y directora del ONAMIAP, explica cómo es la distancia de las
demandas de paridad articuladas desde el feminismo limeño/ urbano que excluye todavía el
carácter originario. Del congreso del año 2020, fueron sólo 36 mujeres de 130 representantes,
y de ellas, únicamente una mujer indígena. Asimismo, la dinámica patriarcal de la mujer rural
varía abismalmente de la situación citadina. Canales Poma lo detalla en la entrevista realizada
a Patricia Páez para El País (2020): “La mujer indígena trabaja duro: está laborando en la
chacra, atiende a los hijos, se levanta más temprano y duerme más tarde. Trabaja mucho,
pero no es reconocida. Mientras que los hombres trabajan 8 horas y tienen un salario”

Adicionalmente, otro desafío que enfrentan los movimientos de mujeres en el presente es


también la incorporación, como sujetos políticos de lucha a las disidencias, a las personas
trans las cuales también sufren opresión sistemática no sólo por parte de la
cisheteronormatividad sino además por el machismo. Los hombres trans y personas no
binarias exigen junto a las mujeres, por ejemplo, el derecho al aborto; mientras que mujeres
trans también adolecen del acoso y violencia sexual. Sin embargo, la segregación que existe
especialmente de los espacios feministas tradicionales bajo argumentos biologicistas impiden
nuevamente un diálogo horizontal respecto a la violencia común que viven ambos grupos
humanos, sin que estas mujeres puedan reconocer el privilegio que tiene la correspondencia
corporal con la identidad de género.

Sobre lo mencionado, una de las voces más reconocidas dentro del transfeminismo peruano
es Gahela Cari, ex candidata trans al congreso de nuestro país en el año 2021. En el artículo
escrito por Jacqueline Fowks para el diario El País en ese mismo año, se exponen las distintas
problemáticas que sufre la mujer trans en particular. Gahela explica cómo la esperanza de
vida de las disidencias trans en nuestro país es 5 años menos que en América Latina, siendo
un promedio de 30 años: ”El 89% de las personas trans en Perú no tiene seguro de salud, un
70% son trabajadoras sexuales y el 50% abandonó los estudios básicos, es decir primaria y
secundaria. Y solo un 8% cuenta con un DNI que reconoce su identidad. Lamentablemente
en este país las personas trans vivimos en situación de vulnerabilidad y pobreza no porque
hayamos nacido así, sino porque hemos estado expuestas a discriminación y de transfobia
permanente. El resultado es que nos dedicamos a las labores más precarizadas”.

Ante la situación expuesta, es posible reflexionar sobre qué elementos resultan necesarios
para lograr la integración de los distintos movimientos antipatriarcales. En primer lugar, los
espacios de mujeres tradicionales deben deslindar de la búsqueda de la homogeneidad, la cual
se identifica como un objetivo colonial asimilatorio que invisibiliza la diversidad de
experiencias. Esta generalización de problemáticas debe diferenciarse del compartir
horizontal de vivencias comunes, la cual sí tiene la capacidad de lograr una articulación de
demandas. Por otro lado, tal y como se mencionó anteriormente, es necesario el
reconocimiento de la transversalidad de sistemas operantes sobre las mujeres y disidencias y
por lo tanto, se deben promover espacios donde se pueda dar este diálogo.

Para poder realizar esto, se exige como condicionante una perspectiva interseccional a la hora
de discutir sobre las distintas realidades femeninas, lo cual implicaría cuestionar los distintos
privilegios que tienen las mujeres sobre otras. Sofía Carrillo, mujer afroperuana, periodista y
activista por los derechos humanos, explica esta situación en el artículo realizado para el
portal de Amnistía Internacional Perú (2019). Desde su experiencia de mujer negra, está claro
para ella que no se pueden separar los derechos de las mujeres del derecho a la no
discriminación. “Debemos visibilizar qué grupos de mujeres son los más vulnerados: las
mujeres indígenas, las mujeres afrodescendientes y las mujeres más pobres”, sostiene.
CONCLUSIÓN

Desde sus inicios, las luchas de las mujeres han sido operadas bajo diferentes vertientes, las
cuales brindan un antecedente a lo que futuramente veríamos como una problemática. El
divisionismo en un primer momento fue causado por intentar llevar las luchas netamente de
las mujeres dentro de un espacio mixto, es decir, junto a los hombres. Esto implicó que por
mucho tiempo nuestras propias luchas se vieron minimizadas lo cual nos llevó a
desarticularnos y tener malas experiencias con organizaciones como partidos políticos,
sindicatos entre otros.

Sin embargo, frente al panorama generado por estas malas experiencias es donde
aprenderíamos a formar espacios seguros para las mujeres en el cual se accione sin intereses
de terceros, dándole mayor visibilidad a nuestras luchas y un mejor eje de ejecución para
abordar nuestras problemáticas. De hecho, se originaron diferentes organizaciones
independientes que enriquecieron la crítica en torno a cómo es que se lleva el feminismo
produciendo diferentes reflexiones en torno a este y haciendo que este tenga diversas
ramificaciones.

Finalmente, se proponen una serie de desafíos que debemos atravesar en búsqueda de la


unificación pese a nuestras diferencias. Esto debe empezar con el reconocimiento de los
privilegios que tienen algunas mujeres y cómo es que afectan a otras mujeres. Ya sean
relacionados al estatus académico, económico o social, los privilegios de una terminan
quebrando el ideal de hermandad entre nosotras porque, en vez de ayudar a las demás a estar
en las mismas condiciones, algunas terminan sometimiento de otras.

En torno al debate que existe en torno a incluir como sujetos políticos a las mujeres y
hombres trans dentro del feminismo, nosotras consideramos que no debemos de caer en los
mismos prejuicios y discriminaciones que les hacen a esta comunidad. Asi, partiendo desde
su necesidad de incorporación, junto al anterior desafio podriamos lograr una integración
sorora dentro de la comunidad feminista.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Páez, P. (2020, 9 marzo). El reto de ser mujer e indígena en el Perú. El Paí­s.

https://elpais.com/elpais/2020/03/06/3500_millones/1583499524_327587.html

VALIENTE | Sofía Carrillo: «Callar no es una opción». (2019, 23 mayo). Amnistía

Internacional Perú.

https://amnistia.org.pe/noticia/valiente-sofia-carrillo-no-callar-derechos/

Fowks, J. (2021, 3 abril). Hago política para luchar contra la violencia de género en Perú. El

País.

https://elpais.com/internacional/2021-04-03/hago-politica-para-luchar-contra-la-viole

ncia-de-genero-en-peru.html

Vargas, V. (2008). Feminismos en América Latina Su aporte a la política ya la democracia .

Lima.

https://kolectivoporoto.cl/wp-content/uploads/2015/11/Vargas-Valente-Virginia-Femin

ismos-En-Am%C3%A9rica-Latina.pdf

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