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El auto que le gustaba el agua

En un pequeño pueblito de la costa había un autito color azul llamado Tutú.


A Tutú le encantaba el agua y cuando estaba estacionado frente a la casa de su dueño
siempre tenía la mirada puesta en el cielo. Buscaba esas nubes gordas y negras que avisaban
que iba a llover.
Un día, las nubes comenzaron a hablar entre ellas y se pusieron de acuerdo para que llueva
un rato. Tutú se puso muy contento y puso a funcionar el limpia parabrisas. La lluvia caía y
Tutú decidió dar un paseo por la ciudad, recorrió distintas callecitas y llegó a la plaza,
donde saludo a los árboles que también estaban contentos porque el agua los hace crecer y
estar bien.
Mientras paseaba Tutú se distrajo mirando como se bañaban unos pajaritos y se chocó con
un cartel, lastimándose la trompa. Cuando el dueño lo encontró se preocupó mucho y lo llevó
al mecánico, este lo curó y lo retó diciéndole que siempre, pero siempre tiene que estar muy
atento cuando maneja.

Alvarez German
Quiero la paz
El Rey del corazón vivía muy triste, su reinado podría ser el más rico y prospero de todos,
pero en cambio, siempre había guerra en rodas las regiones de su territorio.
Está situación entristecía mucho al Rey, porque no quería dejar a sus hijos un legado con
odios y rencores. Estuvo meses buscando soluciones, habló con todos los sabios del reino y
alrededores. Aplicó todos los consejos, pero ninguno fue efectivo.
Una mañana, salió a pasear por su jardín, se sentó en una roca y lloró, por no encontrar una
solución. Algunas de sus lágrimas, cayeron sobre una hoja caída de un árbol, donde se
encontraba un duende durmiendo, que se despertó al sentirse mojado por las lagrimas que
le habían caído.
-¿Qué le pasa alteza? ¿Por qué llora si lo tiene todo en la vida? Le preguntó el duende.
- Puedo tener todas las riquezas del mundo, pero el reino de mi corazón está en guerra y
esto me entristece.
El duende se acerco al Rey, y le dijo:
- Usted Alteza lo ha dicho, Usted tiene la respuesta.
-¿Qué quieres decir duende?
-Sólo habrá paz en su corazón, cuando la haya encontrado en su corazón.
-Y ¿Cómo puedo encontrarla? Pregunto el Rey.
-Eso depende de ti. Afirmó el duende. -Tienes que pasar tiempo contigo mismo, conocerte,
descubrir tus sentimientos, ver lo bueno y lo malo que hay en ti, poner soluciones a tus
conflictos, pedir perdón a quien hayas dañado, saber perdonar. Ayudar a tus vecinos y
compañeros, compartir todo lo que tienes, Abrir los brazos a nuevos y antiguos amigos.
Aprender de los demás, sentirte y hacer sentir a los demás libres. Pedir un deseo a una
estrella, Aprender a ser tu mismo. La paz la encontraras cuando te des cuenta que eres
diferente a los demás, pero aún así no hay personas ni mejores ni peores, solo diferentes, y
solo nosotros decidimos como somos.
Estas palabras del duende, el Rey las gravo en su corazón y las trasmitió cada vez que tenía
oportunidad, y poco a poco la paz reinó en su corazón.

Rosa Mayor Moreno


Los osos

En medio de ese pequeño bosque se encontraba un claro con un gran pino azul en el centro,
donde el Oso Tomás jugaba todas las tardes. Después de comer, Tomás le pedía permiso a
su mamá para ir a jugar con sus amigos osos. Cuando estaban todos comenzaban a jugar a la
mancha osos, hacían cinchadas y se trepaban a los árboles, pero lo que más les gustaba era
jugar a las escondidas.
- Yo cuento! Gritó Pablo, el más pequeño de los osos café
Todos corrieron apurados a esconderse. Pablo contó hasta 20 y volvió a levantar la voz.
- 18, 19 y 20, salgoooo.
Uno por uno fueron apareciendo, descubiertos por el astuto osito, pero Tomás, corrió y
corrió sigiloso sin que Pablo lo viese y haciendo postas en los árboles y arbustos que tenía
en el camino llegó al pino azul, pudiendo ganar el juego.
Día tras día los juegos se repetían mientras la primavera pasaba.
La sorpresa más grande ocurrió cuando se reunieron para jugar y descubrieron que
faltaban muchos de los árboles del bosque. Con curiosidad y mucho sigilo los ositos fueron
recorriendo el camino que dejaban los árboles ausentes. ¿Qué habrá pasado?, se
preguntaban hasta que después de mucho caminar encontraron una construcción con
muchos camiones y herramientas alrededor.
Los ositos preocupados regresaron para contarle lo que había sucedido a sus padres, que se
asustaron y los retaron por no haberles avisado antes.
Los osos le contaron a sus hijitos que los hombres utilizan los árboles para las cosas más
diversas y por eso talan bosques enteros cada día y que así ponía en peligro a su hogar.
Tratando de buscar una solución, fueron a ver al guarda parques, que era un hombre bueno
y preocupado por la naturaleza.
Apenas llegaron, comentaron lo sucedido y luego de muchas explicaciones, idas y vueltas, el
guarda parque pudo convencer a los hombres que talaban los árboles de la importancia de
ese bosque para los osos y como entre todos debían volver a reforestar.
Los pequeños árboles que plantaron tardaron años en crecer y los hijitos de Tomás y los
demás ositos pudieron disfrutarlos jugando a su juego preferido. Jugando a las escondidas.

Álvarez Germán
Mi árbol
Tengo un árbol en mi jardín, que está totalmente desnudo. No tiene ni una sola hoja.
A veces pienso que es porque es otoño, pero me he dado cuenta que en primavera no
florece, ni hojas, ni flores, ni frutos, ni nada. Parece un árbol inútil, que no sirve para nada,
no da frutos para comer, ni sombra para cobijarse. Pero a mi me gusta mi árbol, es grande,
fuerte, regio. Aguanta tormentas, frío, heladas, calor, sequía y ahí está presidiendo mi
jardín.
A mi me gusta sentarme debajo de él, apoyarme en él y pensar en mis cosas, en lo que me
gusta, en lo que no me gusta tanto, lo que me entristece, mis enfados, mis sueños, mis
metas. Estoy pensando en hacerme un columpio con sus ramas, así también comparto con mi
árbol mis momentos de juego y de risas. Y mientras preparo unas cuerdas, para atarlas a un
rueda y colgar mi particular columpio en las ramas, se me ocurre que cada vez que tenga un
pensamiento, un sentimiento, un sueño, una intención, una ilusión lo escribiré en tarjetas de
colores y las colgaré en mi árbol.
Mira que bonito está ahora mi árbol, y seguro que en primavera brotarán sus propias hojas
y flores. Tal vez necesita un poco de motivación o simplemente quiere que alguien se
preocupé por él y que alguien lo vistiera, como a nosotros nos gusta que nos cuiden.

Rosa Mayor Moreno


Los picaflores y las rosas
Había una vez un picaflor llamado José al cual le gustaban mucho las rosas y había un jardín
lleno de ellas. José siempre iba allí con sus amigos. El lugar se llamaba "Valle de las Rosas".
Allí José iba a jugar siempre con sus amigos Raúl, Pablo, Pedro y Rosa.
Cierto día fueron nuevamente y vieron que ya no había rosas. Aconsejados por sus padres
decidieron sembrar rosas para que florecieran en la próxima temporada.
Y así fue, se juntaron y sembraron rosas de todos colores.
En la próxima temporada el Valle de las Rosas resplandeció de mil colores y mucha gente
vino a conocer y admirar ese lugar!! Pusieron un guardia-jardinero y nunca más faltaron las
rosas en ese bonito lugar. FIN!!

Nora Abarca Alarcón


La gallinita colorada
Hace mucho tiempo, una gallinita colorada caminaba por una granja donde se encontraba
con otros animalitos. Escarbando y escarbando encontró un grano de trigo.
- "Quién sembrará este trigo?", preguntó.
- "Yo no", dijo el cerdo.
- "Yo no", dijo el gato.
- "Yo no", dijo el perro.
- "Yo no", dijo el pavo.
- "Pues entonces", dijo la gallinita colorada, "lo haré yo". Y ella sembró el granito de trigo.
Muy pronto el trigo empezó a crecer asomando por encima de la tierra. Sobre él brilló el
sol y cayó la lluvia, y el trigo siguió creciendo y creciendo hasta que estuvo muy alto y
maduro.
- "¿Quién cortará este trigo?", preguntó la gallinita.
- "Yo no", dijo el cerdo.
- "Yo no", dijo el gato.
- "Yo no", dijo el perro.
- "Yo no", dijo el pavo.
- "Pues entonces", dijo la gallinita colorada, "lo haré yo". Y ella cortó el trigo.
Luego dijo - "¿Quién trillará este trigo?"
- "Yo no", dijo el cerdo.
- "Yo no", dijo el gato.
- "Yo no", dijo el perro.
- "Yo no", dijo el pavo.
- "Pues entonces", dijo la gallinita colorada, "lo haré yo". Y ella trilló el trigo.
Más tarde comentó -"¿Quién llevará este trigo al molino para que lo conviertan en harina?".

- "Yo no", dijo el cerdo.


- "Yo no", dijo el gato.
- "Yo no", dijo el perro.
- "Yo no", dijo el pavo.
- "Pues entonces", dijo la gallinita colorada, "lo haré yo". Y ella llevó el trigo al molino y muy
pronto volvió con una bolsa de harina.
-"¿Quién amasará esta harina?", preguntó la gallinita.
- "Yo no", dijo el cerdo.
- "Yo no", dijo el gato.
- "Yo no", dijo el perro.
- "Yo no", dijo el pavo.
- "Pues entonces", dijo la gallinita colorada, "lo haré yo". Y ella amasó la harina y horneó un
rico pan.
-"¿Quién comerá este pan?", preguntó la gallinita.
- "Yo!", dijo el cerdo.
- "Yo!", dijo el gato.
- "Yo!", dijo el perro.
- "Yo!", dijo el pavo.
- "Pues no", dijo la gallinita colorada. "Lo comeré YO!". Y se comió el pan con sus pollitos.
Cuento popular
Un regalo de reyes

La noche de reyes, Nico puso las zapatillas con la esperanza de encontrar un robot a la
mañana siguiente. Sin el pastito que juntó para los camellos y el agua a medio tomar, Nico
encontró un paquetito de regalo arriba de las zapas.
Nico lo abrió desesperado, luchando con el envoltorio, para descubrir que no había ni
rastros del robot. Los reyes le habían traído una camiseta azul con el dibujo de un sapo
verde con una capa roja.
Medio que no le gustó mucho la sorpresa y la mamá le pedía que se la pruebe y se ponga
contento porque era un lindo regalo. Nico se puso la remera y se fue a tomar la leche a la
cocina.
Después de jugar durante todo el día se fue a dormir agotado. Con la habitación a media
luz, su mamá le contó una historia de un caballero que tuvo que luchar a trompadas con tres
dragones para salvar a un pueblo oprimido.
Al otro día, cuando se despierto buscó la camiseta azul y descubrió que la camiseta estaba
pero el sapo no.
-¿Se habrá ofendido, porque yo quería un robot de regalo?- se preguntó Nicolás
Y se puso algo triste porque el sapo se había ido sin dejar siquiera una nota. Fue a lavarse
los dientes al baño y en la ventanita escucha unos golpecitos. Nico se asoma y estaba el
sapo con una espadita en la mano.
Sorprendido le pregunta que hace ahí afuera y lo invita a pasar. El sapo le cuenta que
estaba escondido en la remera para pasar desapercibido, pero que tenía una misión que
cumplir y había salido a ver si encontraba a un hechicero que vivía en el barrio y se hacía
pasar por verdulero en el barrio.
El chico escuchó toda la historia y no podía creerlo, le propuso ayudarlo a encontrar al
verdulero hechicero pero el sapo le explicó que era una tarea peligrosa que solo podían
realizar los sapos vengadores y que por el momento lo ayudaría con dejarlo estar en su
camiseta para que nadie se de cuenta.
Orgulloso, Nico lo invitó a pegarse a su camiseta y lo ayudó en esa y otras aventuras en las
que se divirtieron hasta que el sapo vengador debió ir a otra misión, esta vez en Japón.

Álvarez Germán
Deseos ridículos
Esta historia comienza hace muchos años atrás. Una vez, un pobre leñador que estaba harto
de la vida tan penosa que llevaba y solía decir que tenía ganas de ir a descansar, de
jubilarse; porque veía que, jamás se le había cumplido ni uno de sus deseos.
Uno de tantos días que estaba trabajando en el bosque, estaba quejándose y se le apareció
el mismísimo Júpiter, con un rayo en la mano y se asustó tremendamente.
- Deja de temblar -le dijo Júpiter-; vengo a verte porque he escuchado tus quejas y quiero
ayudarte. Yo te prometo, cumplir tus tres primeros deseos, los primeros que quieras
formular sobre cualquier cosa.
Luego de decir esto, Júpiter ascendió a los cielos, y el leñador, muy contento, volvió a su
casa.
- Esta es una gran oportunidad y voy a consultar con mi esposa antes que nada. - se dijo.
Cuando entró a su casa llamó a su mujer y le contó lo que había sucedido.. Al oír su relato, la
esposa pensó en mil proyectos; pero considerando la importancia de ser prudente le dijo a
su esposo:
- Para no cometer una tontería debido a nuestra impaciencia, examinemos juntos lo que nos
conviene hacer en una situación así. Dejemos para mañana nuestro primer deseo y
consultemos con la almohada.
-Estoy de acuerdo -dijo el leñador-. Trae un buen vino para festejar.
Cuando la mujer volvió con el vino, bebió y, saboreando cómodamente, cerca del fuego, dijo
apoyándose en el respaldo de su silla:
-¡Con estas brasas tan buenas, qué bien vendrían unas morcillas!
Apenas acabó de pronunciar estas palabras, vio una larga morcilla que, saliendo de una
esquina de la chimenea, se aproximaba a su mujer serpenteando que lanzó un grito; pero al
darse cuenta que esto sucedía por un deseo tonto de su marido, no dejó de reprocharle lo
que había hecho.
-¡Cuando se podría obtener un imperio, oro, perlas, rubíes, diamantes, vestidos! ¿Y no se te
ocurre desear una morcilla?
-Bueno, me he equivocado -dijo-. Lo haré mejor la próxima vez.
-Bueno, bueno - contestó ella enérgicamente-. ¡Se necesita ser un animal para formular ese
deseo!
Enojado por que su mujer lo retara por haber malgastado un deseo le gritó:
-Los hombres hemos venido al mundo a sufrir. ¡Maldita sea la morcilla, ojalá que se te quede
colgada de la nariz!
Al instante, fue escuchado por Júpiter y la morcilla se quedó pegada a su nariz. Esto
empeoró las cosas y la mujer se irritó más al encontrarse con la morcilla pegada a su nariz.
Luego de esta desgraciada seguidilla de deseos desperdiciados, al leñador no le quedó más
opción que utilizar su último deseo para devolverle la felicidad a su mujer y que se le
despegara la morcilla de la nariz.
Charles Perrault

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