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Clara Coria / ee El sexo oculto del dinero Formas de la dependencia femenina & PAIDOS Buenos Aires ¢ Barcelona * México Cablerta: Gustavo Macri Covi, cara El sex0 oouto del diner : formas dela dependen clas £04, 6 rep. Buonos Ares : Poids, 2008. 476 ps; 22106 om. (Diuigcion) IseN 9769501225624 4. Rolasones interpersonal |, Tulo P edicién, Editorial Argot, Bareclona, 1987 Bediciin, Grupo Editorial Latinoamericano, Buenos Aires, 1990 Hedin, Editorial Paidés, Argentina, 1991 S*edlzién, Baitorial Paidés, Mésico, 1999 Tedicién, Rosa Dos Tempo, Brasil, 1996 © reimpresn, Raitorial Poids, Argentina, 2008 errr no a decor Quon vgurosnmente probit na ator tie ert ene tao dl opi, bj ln acon xa en faye te open grated xn bem por esi medio peal ‘mln nce serge 7 tatamiet ormatien, © 1901 de todas Ins ediciones, Editorial Paidés SAICF, Defensa 589, Buenos Aires email: difusion@areapaidos.com ar worw.paidosargentina comar Queda hecho el depssito que provione la Ley 11.728 TImproso en la Argentina - Printed in Argentina Tmproso en Primera Clase, California 1281, Ciudad de Buenos Aires, en agosto de 2008, ‘Trade: 2000 ejemplares {ISBN 78-950-12-2562-4 Sumario B. Los marcos referenci €.El contenido D. Algunas aclaraciones importante Referencias bibliograticas, 1, La dependencia econémica en les mujeres 1. La dependencia econémica: una forma de subordinacién femenina 2, El fantasma do la prostitucién .. 8. Dinero y sexo: una “transgresién fundamental” (pudor, vergiionza y culpa) Referencias bibliogréficas. 2, Los beneficios de la dependencia econémiea en las mujeres. 1. El beneficio primario: angustia frente a la libertad vivida como transgresi6n svn 2. Los beneficios secundarios de la dependencia econémica 3. La proteccién: un seductor eanto de sirenas.. 4. Una triada sugestiva: dinero chico, espacio restringido y tiempo indiscriminado Referencias bibliogréticas, 8 Amor y dinero. zAltruismo maternal versus especulacién VAT? nen 1. Un paradigma femenino: el ideal maternal 2. “Poderoso caballero es Don Linero” 8. Los honorarios profesionales o el dinero “que se cobra Un dilema dificil de resolver: mala madre o mujer pii- blica?_ Referencias bibliogréficas 4. Los dineros de la sociedad conyugal 1. Una sociedad en que unos son més iguales que otro 2. Dinero “chico” y dinero “grando” 8, El dinero do‘la depondencia.. Referencia bibliogrifica yl dinaro es tuyo” . 1. La “reina” del hogar. 2. {Son los hijos instrumentos dinero? 3. El mito del “poder oculto” Referencias biblidgréticas.. 6, Los hombres y ol acopio de dinero . 1, El dinero, zun indicador de masculinidad?, 2. Time fs money... jana mentira piadose? .. ‘Referencias bibliogrAficas nnn 17, El dinero en los tratamientos psicolégicos: algunos comenta- ‘ios para roflexionar - 1. gTienen los terapeutas la misma actitud frente ala de- pendencia econémica de sus pacientes varones que ala de sus paciontes mujeres? . 2, La dependencia (econémica) femenina en los tratamientos Jcoterapéuticos de mujeres werner a, Bugorenclas para una propuesia alernativa enol abor- daje de 1a dependencia econémica en mujeres Referencias bibliogréficas. 8, Los grupos do reflexién de mujeres. 1. Antecedentes de los grupos de reflexién de mujeres. 21 La especificidad de los grupos do reflexién de mujeres .. 48, Criterios de seleceién: indicaciones y eontraindicacione 4, Eneuadre 55. Modos de intervencién de la coor 6. El cierre en los grupos do reflexién de mujeres 7, La produecién y los grupos de reflexién de mujeres. Referencias bibliografias. 9. Cuando las mujeres se expresan ... - 1. Propuesta para una vide mojor. Hacia una identificacién ‘con patrones propios 2. Carta abierta a mi Bibliografia general complementaria. 6 1 100 1105 108 109 uz 118 193 125 Agradecimientos A mis compateras del CEM, por sus aportes y estimulos. A las mujeres y hombres que participaron en los grupos de reflexién y dejaron en ellos muchas de las semillas que yo recogi. A mis pacientes, por lo mucho que me ensefiaron. A mi amiga Sonia, por su apoyo moral y afectivo. A mi hija Moira, Abramzon, cuyo entusiasmo por vivir y participar activamente alienta mis busquedas y ofrece la pro- mesa de un futuro distinto. A Mabel Burin, compaiiera de ruta, integra, solvente y s0- lidaria, por la cuidadosa lectura de este texto y sus valiosas observaciones. A mi compafiero en la vida, Alby Gellon, interlocutor agu- do, eritico implacable y paciente lector, cuyos comentarios en- riquecieron mis reflexiones y cuyo aliento y amor fueron una compafifa constante. Ya todos aquellos que de manera directa o indirecta me ayudaron a enfrentar los fantasmas que inevitablemente irrumpian en esta experiencia de escribir. ‘A Héctor Fiorini y a Elda Busaechio, quienes me ayudaron a enfrentar los fantasmas que, inevitablemente irrumpian en esta experiencia de escribir. ALA DOCTORA ANDREE CUISSARD Quiero dejar sentado en este espacio mi profundo recono- cimiento a la doctora Andrée Cuissard, cuyo ejemplo de mu- jer luchadora, entusiasta de la vida y cuestionadora de pre- juicios alenté mi tarea. Para regocijo de ambas, acepté encantada prologar este li- bro, pero inconvenientes inesperados le impidieron hacerlo para la fecha de esta. publicacién. ‘Nuestras charlas sobre el tema evocaron sus recuerdos. Re- cuerdos de mujer profesional que en la posguerra “debié ha- cer un escéndalo en Paris, donde vivia, para que le abona- ran sus honorarios profesionales en ausencia de su marido”. Recuerdos en los que resalta con énfasis el malestar y el do- lor de muchas mujeres por la falta de independencia eco- némica... y el esfuerzo personal que signifies para ella de- fender sus derechos a ser independiente. Espero que muy pronto podamos contar con sus reflexi nes sobre el tema. Depico Este uiBRo A las mujeres que sufrieron 1 i y sufren la depend 4 Jas que luchan por adguirir antononia, Pendens las nuevas generaciones que ya lo estén | logrando ya los hombres que toleran los cambios, Crear es transgredir un poco «+0 mucho, vivir con autonomia también. Introduccién A. ORIGENES Allé por 1981, preocupada e intrigada por haber descubier- to en mi propia persona obstaculos que me limitaban en las précticas con el dinero, resolvi indagar en mi y en otras mu- jeres este fenémeno. Me sorprendia, sobre todo, porque mi in- dependencia econémica —a la que acced{ desde mi adolescen- cia—, no podia justificar las limitaciones de mi autonomia. En mi vida habfa tomado decisiones, encarado situaciones nuevas y buscado horizontes divergentes de los patrones es- tablecidos... En fin, era lo que comtinmente se conoce como una mujer independiente... Y sin embargo no lo era en re- lacién al diner Taquicardias inesperadas me asaltaban cuando debia di- rimir cuestiones de dinero, Violencias internas que lograba disimular pero que, aun cuando pasaran inadvertidas para Jos otros, me costaban muchas energfas. Reclamar una denda, precisar un contrato, adquirir un bien material significativo, defender un honorario, establecer con mi marido las areas de competencia econdmica, plan- tear qué consideraba “mio” y qué “nuestro”, establecer crite- ios econdmicos en la relacién con mis hijos, y todas esas “pe- quetieces” de la vida cotidiana no surgfan con espontaneidad._ Lejos de ello, dolores de estémago, cuestionamientos éti-”] cos (“el dinero es denigzante”), malestares estéticos (“es su- | cio y feo”), postergaciones indefinidas (“mafiana lo planteo”), | me asaltaban sin pedir permiso. J uw Me paralizaban o me condicionaban a adoptar actitudes re- vanchistas y/o “a mi qué me importa”. Evidentemente yo era, y no era, una mujer independiente. Mi autonomia tenia patas cortas (como se dice de las men- tiras). Y no tuve més remedio que rendirme a la evidencia de que, en cuestiones de dinero, las cosas no eran como parecian, ni como muchos erefan. Fue grande mi sorpresa, mezcla de alivio y de susto cuando, mirando a mi alrededor, me vi mas que acompajiada. Eramos muchas las mujeres, con independencia econémica ossin ella, que transitabamos por el mundo cargando una lu- cha interna, sin nombre, en lo que nos crefamos, ademds, ex- ~Y¥ alli empezé todo. Decidi darle a mis indagaciones un marco te6rico que me permitiera reflexionar, comparar y extraer hipétesis para contribuir a esclarecer este misterio de la independencia sin_ autonomia !. ~“Elegi como metodologia de trabajo la de los grupos de re- flexién 2, introduciendo algunas modificaciones pertinentes al tema y al hecho de ser grupos exclusives de mujeres * 2 Partiendo de la observacién de que la independencia econdmica no es |, garantia de autonomia resulta necesatio definirlasy diferencias. Defino \; Ia independoncia econémica como la disponibilidad de recursos econémicos, | propios. Defino la autonomfa comola posibilidad de utilizar esos recursos, pu- Giendo tomar decisiones con criterio propio y hacer elecciones que induyan \Vtsna evaluacién de las alternativas posbles¥ do las “otras” personas impli- cadas, Desde esta perspectiva, Ia autonomfa no es “hacer lo que uno quiera” prescindiendo de lo que lorodea, sinoelegir una altornativa incluyendolo que lo rodea. La inde ‘eonémica resulta una condicién necesaria pero no suficiente jogia de trabajo con grupos cuyos antecedentes, son os “grupos operatives” desarrollados por Pichon Riviére en Argentina (1) y los “grupos de trabajo” de Bion en Inglaterra (ID, posteriormente profun- 4izados por Alejo Dellarossa (IID). 2 Los grupos de reflexién con mujeres so iniciaron de manera sistemética institucional en el Centro de Estudios dela Mujer (CEM), institucién de la ‘cual fui cofundadora y miembro de su Comisién Directiva hasta diciembre 12 Elaboré algunas hipétesis y escribi articulos que se difun- dieron en el pais y en el extranjero sobre la problematica que lamé, en sus comienzos, “Mujer y dinero”. Y finalmente —como habia sospechado y previsto desde un principio— realicé grupos de reflexion exclusivamente con hombres para agregar a este complejo mosaico de las précti- cas del dinero en nuestra cultura, algunas de las vicisitudes que también los hombres deben enfrentar. ¥ ademés, porque “como todo el mundo sabe” (y si no ésta es la oportunidad de enterarse) lo que afecta a la mitad de la humanidad afec- ta necesariamente a la otra mitad ‘. Por tiltimo comencé la angustiante y excitante tarea de vol- ver a escribir y corregir reiteradamente los articulos y notas que durante los ultimos cinco afios habia acumulado con la intencién de difundir estas ideas en forma de libro. B. LOS MARCOS REFERENCIALES ‘Nuestras incursiones en la vida y en la ciencia no son in- genuas. Detrés de cada pregunta hay una respuesta previs- ta (aunque no conocida), en cada mirada una seleccién per- ceptiva, en cada apreciaciéa una cantidad de prejuicios. ‘Todo un bagaje de vivencias, pensamientos y creencias que condensan nuestra historia personal, el marco histérico en que nos tocé vivir y los condicionamientos socioculturales, politicos, econémicos y religiosos a los que consciente o in- conscientemente adherimos. de 1985, Algunos de los grupos sobre “mujer y dinero” se llevaron a cabo en el CEM y otros en mi consultorio privado. Duraron entre 6 y 8 meses, con la frecuencia de una reunién semanel. Los integraban de 6 a 8 participantes, muje de clase media, urbana, cuyas edades oscilaban entre los 35 y 70 tos, Toda ells trababan fuera au hogar en setividades emunerscas. 4 Mi decisién de realizar grupos separados por sexos responde a la hipéte- sine ur manera dw mucha oe -eotipo de identidad sexual cuya imagen se defiende a ultranza frente al sexo jesto, Los grupos heterosexuales incluirfan otras variables que hacen més = ‘toma central do investigacin. 13 Es por ello que cuando hablamos de “objetividad” debemos saber que es relativa, y que las conclusiones a que arribe- mos distan mucho de ser “la tinica explicacién posible”. En el mejor de los casos seré un aporte més que ofrezca, des- de una perspectiva nueva, otros elementos de juicio para com- prender el complejo mundo que nos rodea. De este modo desearia que se tomaran mis contribuciones sobre la problemética del dinero. No son nada més, ni nada menos, que un buceo tenaz y perseverante en un tema irri- tante y considerado con frecuencia un tema tabu. Consciente de su complejidad, he puesto todo mi empefio en presentar las ideas con la mayor honestidad posible, in- cluyendo reflexiones que pueden aparecer contradictorias en- tre si o divergentes de las hipétesis formuladas. ~ El dinero, omnipresente en la vida cotidiana e inevitable | en la interaccién social —en nuestra cultura—, es sin embar- | go silenciado y omitido en muchos aspectos. Y estos silencia- mientos no son ingenuos y tampoco inocuos. Responden, por ~el contrario, a profundas y arraigadas creencias e intereses que considero necesario y conveniente explicitar. Intentaré, asf, poner de manifiesto algunos.de estos inte- reses y creencias, comenzando con la explicitacién de los mar- cos teéricos referenciales que delimitaron y condicionaron mis, biisquedas, percepciones, reflexiones y conclusiones en rela- cién al tema DINERO. Mi enfoque intenta articular ciertas variables psicol6gicas y socioculturales. Confluyen en el andlisis e interpretacién de los hechos, co- nocimientos provenientes de mi formacién psicoanalitica, de las teorfas y précticas referidas a los grupos operativos y de Jo que se conoce como los Estudios de la Mujer (Women Studies) °. 5 Los Estudios de la Mujer surgen en los afios 60 como una necesidad de dar respuesta teérica a una serie de interrogantes y problemas que han afee- tado y siguen afectando la vida de las mujeres. Problemas roferides a la des- 4 Quiero subrayar expresamente que el eje centralizador de esta problematica, tanto para las mujeres como para los hom- bres, es el cuestionamiento de la ideologia patriarcal. Ideo- logia que se relaciona estrechamente con la cultura occiden- tal *judeocristiana ’. Asimismo, esta ideologia presenta pun- ‘modelo econémico capitalista._ Expondré muy brevemente los lineamientos principales de la ideologia patriarcal sélo con el fin de orientar al lector. Este igualdad en el terreno social, econiémico, politico y legal; a su exclusién de las reas de ejercicio del poder; ala diseriminacién social y cultural; ala perpe- tuacién do projuicios y estereotipos en relacién al género femenino. Los Bs idios de la Mujer plantean la revisién critica de los conceptos tedricos y tificos que avalan la actual condicién femenina. Promueven el esclare- cimiento de los aspectos ideolégicos, sin fandamento racional, que subyacen, en Ja vida cotidiana condicionando ‘an lugar de subordinacién. Proponen la. construccién de teorfas alternativas que posibiliten un cambio en esta con- dicién. Los Estudios de la Mujer recuieren y suponen un abordaje interdis- ciplinario, En las distintas discipliras, los studios de la Mujer han hecho aportes muy esclarecedares. Han develado muchos de los prejuicios impli toa y puosto de relieve el cardcter estructurante que tiene el “saber institu 0” sobre la formacién del sujeto humano. Gloria Bonder sefiala que “el saber instituido sobre las mujerés... reproduce y contribuye a perpetuar tn eanjuntodeprejudos por omisi o por sanelén sobre I conden fome- nina” (IV). Existe en la actualidad amplia bibliografia al respecto en disciplinas ta- les como psicologfa, sociclogia, biologfa, antropologia, economia, historia, de- echo, educacién. En la Argentina, los Batudios de la Mujer fueron difin dos desde 1979 por el equipo de profesionales que fund6 el Centro de Estu- dios do la Mujer y por las que posteriormente se fueron incorporando, © La cultura occidental —siguiendo la concepcién de José Luis Romer (¥)—"Siarge como resultado de la confluencia de las tres gran romana, 1s hebreoeristiane y la germénica. El legado romano se caracte- ‘iz6, entro otras cosas, por un formelismo que tiende a crear sélidas estruc- ‘turas convencionales que defienden un estilo de vida con valores absolutos, en donde la riqueza y ol poder acompafian a la idea de gloria terrena’”. El le- ‘gado hebreocristiano “consistié ante todo en la organizacién eclesiéstica que 1 imperio habia slojado, en la idea de un orden jerérquico de fundamento divino y en la idea de ciertos deberos formales del hombre frente a la divi- nidad”. El legado gorménico aportéla idea de una vida menos elaborada. ‘que exaltaba sobre todo el valor y la destreza, el gove primario de los sen- tidos y la satisfaccién de los apetitos”. * EL smo, ademés de ser una religién, se constituye en un cu ineuestionables. Estos dogmas tema ya ha sido estudiado y remito para su conocimiento a Jos autores que lo desarrollaron en profundidad, Entre ellos, Hamilton, Fidges, Oakley, Mitchell, Zaretsky, Groult, Aste- larra y Borneman (VD). La ideologia patriarcal es una ideologia en el sentido en que lo plantea Schilder: “Las ideologias son sistemas de ideas y connotaciones que los hombres disponen para mejor orien- tar su accién, Son pensamientos mas o menos conscientes 0 inconscientes, con gran carga emocional, considerados por sus’ portadores como el resultado de un puro raciocinio, pero que, sin embargo, frecuentemente no difieren en mucho de las cre- encias religiosas, con las que comparten un alto grado de evi- dencia interna en contraste con una escasez de prucbas empiricas” (VID. Las ideas predominantes de la ideologia patriarcal giran | alrededor de la suposicién basica de la inferioridad de la mu- jor y la superioridad del varén. Esta suposicién bésica leva a plantear las diferencias entre los sexos como una dife ia jerérquica. En esta jerarquia los varones sé instalan en superior y desde alli detentan el poder, ejercen el con- trol y perpetian un orden que contribuye a consolidar la opre- sion de las mujeres. Esta jerarquizacién de las diferencias justifica y avala la dominacién de la mujer por parte del varén, La suposicién bésica de la superioridad masculina se apo- ya en teorfas biologistas, naturalistas y esencialistas. Expli- ca las diferencias jerérquicas entre los sexos como el resul- tado de factores exclusivamente biolégicos y, por lo tanto, los. i mutables. Identifiea sexo con género sexual, omi- ictores culturales que entran en juego en el apren- dizaje y adjudicacién del género sexual. Al mismo tiempo so: ‘onacan aon elristianism sino que ienen sus origenesen las antiguas ra) Giciones hebroas, laa quo eredan ampliandslesy haciendclasmscompe: | jas. Esos dogmas han contribuido muy firmemente a nutrir y consolidar la ) {deotoga patraveal queso instal ena cultura occidental. Ex para resaltar | esta continuidad q este libro, me referiré a concepciones “judeocristi: nas’ on lugar de cristianes solamente 16 tiene que las mane: ras de ser femenina_y masculina respon- “den a una ese? Y, por lo tanto, los roles sociales serfan ex- esencia. Esta ideologia esta presente en religiones monotefstas como, por ejemplo, el judafsmo y el cristianismo. No sélo en la figura de su maximo exponente, Dios-Padre, sino también —y fundamentalmente— en las aseveraciones de los profe- tas_y apéstoles que resalteron la inferioridad de la mujer como resultado de un designio divino. “Esta ideologia promueve una divisién sexual del trabajo \ por la cual tos hombres son asignados a la produccién y al Ambito puiblico mientras que las mujeres lo son a la_repro- Succién_y_al Ambito privado y doméstico. Esto lleva, entre otras cosas, a que laé actividades femeninas giren alrededor de la maternidad y lo doméstico, contribuyendo a identifi- sar ala mujer con la madre. Las caracteristicas atribuidas i msideradas como “esencialmente feme- | ninas”. La ideologia patriarcal tiende a establecer un estricto con- trol sobre la sexualidad femenina, entre otras cosas, a través de instituciones familiares que exigen, por ejemplo, fidelidad ala mujer pero no al varén. En este sentido, el paso de la poligamia a la monogamia —como lo sefala J. Mitchell (VIID)— no significé igualdad de libertad sexual. — En sintesis; la ideologfa patriarcal —sustentada en el bio- logismo— enfatiza las diferencias entre los sexos como esen- ciales. Convalida una relacién jerarquizada entre ellos. Esta jerarquizacién se expresa, en todas las areas del funciona- miento social, bajo la forma de opresién hacia la mujer. Opre- ica, intel politica, religiosa, psi ©. EL CONTENIDO Este libro est4 destinado a profesionales de distintas dis- ciplinas en ciencias humanas y a mujeres y hombres que se interesen por el tema. 17 ‘Abarca temas referidos a la mujer pero ademds incluye un capitulo en donde se plantea un aspecto particular de la pro- plemética masculina en relacién al dinero. Otros capitulos, como el referido a los tratamientos psicoterapéuticos y a los grupos de reflexién de mujeres, presentan un mayor grado de especificidad para los interesados en un enfoque psi- col6gico. En relaci6n con las mujeres, las temdticas giran alrededor de la situacién de dependencia econémica y sus variadas ex- presiones, Esta dependencia se inserta en una problematica mas amplia y compleja que es la de la marginacién econémica y la de los significados que adquiere el dinero para las mu- jeres. Los cambios culturales que les han permitido a algu- nnas de ellas acceder a la educacién y al dinero no han mo- dificado dicha marginacién ni tampoco las actitudes de su- ordinacién en relacién al varén. Se desarrolla la hipétesis de que existe un conflicto inter- no —no consciente— entre el deseo de acceder a un ideal de mujer —que responde a la imagen de la MADRE con todos los atributos que le adjudica la ideologia patriarcal—, y la necesidad de desenvolverse con eficacia y autonomia en el mundo actual, que le posibilit6 el acceso al ambito pablico y al dinero. Se trata de una ardua e ineruenta lucha que padecen las mujeres sin conciencia de ello y de la que emergen con muy variados resultados. Esta hip6tesis se completa con-el anélisis de ciertos fan- tasmas , fundamentalmente el fantasma de la prostitucién,, que pretende explicar muchas de las dificul s que las mu- jeres presentan en sus précticas cotidianas con el dinero. ©. Alhablar de “fantasmas” me refiero a un conjunto de ideas y vivencias —en parte conscientes y en parte inconscientes— que adoptan la forma de tuna presencia incorpérea. Confluyen en el fantasma distintos temores. Unos provienen de fantasfas inconscientes terrorifieas (como por ejemplo la fan- {asia de castracién). Otros son generados por las transgresiones culturales y el temor a su sancién. Tanto el fantasma de la prostitucién como el de la Smpotencia, evoean y generan profundas vivencias persecutorias. 18 En relacién a los hombres se esboza la situacién de que- dar atrapados en la exigencia de “hacer dinero”. Dinero que es asociado a potencia sexual convirtiéndose, de esta mane- ra, casi on un ind asculinidad. Se explicita un par- ticular modelo de potencia sexual basado en la cantidad —que se entronca con los requerimientos consumistas del sis- tema econémico capitalista—®, y se analiza la expresién time is money como representativa de una situacién-trampa para los hombres con la cual se fomenta la ilusién omnipotente de inagotabilidad. Ilusién que pretenderia contrarrestar las an- gustias frente a la castracién entendida, ademas, en senti- do _amplio, como finitud y muerte. Este primer libro sobre el tema intenta explicitar y trans- mitir las siguientes ideas: 1. Que en nuestra cultura, el di nipresente y sin embargo omitido en las reflexiones. Fuera del Ambito econémico-financiero se encubren, tras su méscara, complejos contratos interpersonales. Y lMamativamente, aunque a casi todos interesa, no existen espacios para reflexionar sin las presiones ha- bituales. el dinero aparece claramente se- ado. L itas maneras se adscribe al varén. 's asociado a potencia y virilidad, convirtiéndose casi en un indicador de identidad sexual masculina. 3. Que la ideologia patriarcal contribuye a avalar esta se- xuacién “y,”con ello, a perpetuar la subordinacién econémica de la mujer. ” 4. Que esta sexuacién tampoco es inocua para los vat nes: el dinero aparece fntimamente asociado a “vir' dad” y su ausencia a un cuestionamiento de la identi- __° Morefiero a la necesidad de adquisicién y recambio permanente de los bienes de consumo que genera el sistema econémico eapitalista. 19 5. Que es posible contribuir a la transformacién de estos condicionamientos a través de la toma de conciencia re- flexiva. Por parte de las mujeres, conciencia de la mar- ginacién econémica y de la falta de autonomia. Por par- te de los hombres, conciencia de la identificacién entre dinero y virilidad. En este sentido, los grupos de refle- xi6n son instrumentos privilegiados para ello. D, ALGUNAS ACLARACIONES IMPORTANTES Cuando comencé a indagar en esta problemética demar- qué mi radio de accién. Muchas cosas quedaron dentro de él (algunas de las cuales desarrollo en este libro) e infinidad de otras quedaron fuera. . Curiosamente, cuando planteaba mis reflexiones sobre el dinero, los interlocutores, casi invariablemente, indagaban haciendo hineapié sobre aquello que habia quedado fuera de mi radio de accién. ‘Toda persona con sentido comin —a menos que sea om- nipotente— tendré que aceptar que todo es mucho y que lo mucho generalmente excede lo posible. . En efecto, muchos aspectos quedaron fuera de mi indaga- cién y no fueron excluidos por considerarlos poco merecedo- res de atencién. : ‘Me interesa remarcar expresamente que las reflexiones aqui planteadas no pretenden ser generalizaciones universa- ie 'Renen unto de partida en un sector de la sociedad que es la clase media "°, porque el interés de este libro esta centrado en indagar sobre la autonom{a econémica dentro de una sociedad con ideologta patriarcal. Y para tender a esos objetivos, la clase media resulta ser un sector particularmen- te apropiado en lo fundamental por dos razones: 2 Me refiero a clase media y clases pobres y ricas en el sentido en que lo hace Evelyne Sullerot, es deci, haciendo referencia a la eantidad de ingre 50s econémicos. En el capitulo 1 se caracteriza més ampliamente la pobla- cidn de la cual particron mis raflexiones. 20 La primera es que la independencia econémica es una con- dicion necesaria para la autonomia. En este sentido, las cla- ses més pobres y més ricas incluyen variables que imposi- bilitan o dificultan muchfsimo esa indagacién. En las clases pobres, cuyos padecimientos econémicos ni siquiera les permiten acceder a la independencia, resulta in- finitamente mds complejo indagar sobre la autonomia. Si ademas parto de la hipstesis de que la independencia econémica es condicién necesaria para la autonomifa, en las clases pobres el tema privilegiado deberia ser el primero y no el segundo, En cuanto a las clases ricas, el exceso de recursos econémi- cos puede encubrir falsas autonomias, dificiles de dilucidar (aunque no imposibles) detrés de las posibilidades que esos recursos les permiten. A esto hay que agregar que tanto en las clases pobres como ricas, la ideologia patriareal est4 mucho més enraizada y des- embozada, por lo cual resultan ser terrenos que presentan mayores resistencias ", Ademés, en mi criterio'resulta particularmente atractivo y titil desenmascarar los mecanismos patriareales disimula- dos y encubiertos en la supuesta paridad entre los sexos que se da en la clase media, scbre todo a partir de la incorpo- racién de la mujer al mercado laboral significativamente ren- table. Este libro pretende, en todo caso, contribuir a romper el tabti que rodea a este tema (tan omnipotente, tan antiguo y actual, tan omitido) y estimular las busquedas que respon- dan a los multiples interrogantes que se generan. Finalmente, me importa mucho sefialar que reflexionar so- bre este tema no es inocuo. Es casi como levantar la alfom- bra en donde ocultamos precipitadamente aquella tierra que 1 Evelyne Sullerot comenta al respecto que “las relaciones entre los se- Xos son més igualitarias on las clases medias y conservan formas mée pa. ‘triareales en las clases més pobres y més rieas de la poblacién”, agregando que “la igualdad de roles no se traduce siempre por igualdad de estatuto y de poderes para los dos sexos” (IX). 21 no sabemos dénde poner o cuyo traslado nos incomoda. Ine- vitablemente nos encontramos con lo que encubriamos. Hasta se podria decir —como previenen algunas pelfcu- las— que es un tema contraindicado para personas sensibles @ emociones’ profundas. Hablar de dinero es incursionar en todo: la pareja, los hi- | Jos, la familia de origen (padres y hermanos), los amigos, los | amantes, el credo, los principios éticos y estéticos, los proyec- | tos, la evaluacién del pasado... “Es un tema profundamente movilizador y excepcionalmen- te esclarecedor. Podria sintetizar diciendo que es un tema que hace emerger y pone en evidencia todos los contratos tdcitos_ e implicitos que invariablemente subyacen én nuestras rela- ciones. Es por eso que afirmo que el dinero es un alcahuete Este es un libro para compartir, especialmente con perso- nas cutiosas, que se animen a la atractiva e inquictante biisqueda de lo omitido, que se atrevan a cuestionar estereo- tipos y que crean que es posible construir nuevas alternati- vas para viejos problemas. REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS I. Pichon Riviére, E., Del psicoandlisis a la psicologta social, Galerna, Bs. As,, 1971. IL. Bion, W. R., Aprendiendo de la experiencia, Paidés, Buenos Aires, 1966, III. Dellarossa, A., Grupos de reflexion, Paidés, Bs, As., 1979. IV. Bonder, G., Los Estudios de la Mujer: historia, caracteriza- cién y perspectivas, publicacién interna del Centro de Estu- dios de la Mujer, Buenos Aires, 1980. V. Romero, J. L., La cultura occidental, Legasa, Bs. As., 198: VL. Hamilton, R., La liberacién de la mujer: patriarcado y cay talismo, Peninsula, Barcelona, 1980. 22 vu. VIX. Sullerot,E. El hecho femenino, capitulo “Los roles de las mu- Fidges, B., Actitudes potriarcales: las mujeres en sociedad, Alianza, Madrid, 1972. . . : Oakley, A’, La mujer discriminada: biologta y sociedad, De bate, Madrid, 1977. : Mitchell, J. La’condicisn de la mujer, Anagrama, Barcelo- 1977. . . Zaretsky, E., Familia y vida personal en la sociedad capita- lista, Anagrama, Barcelona, 1978. Groat, B, As se ell, Argos Vergara, Barslons, 1978. Pichon-Rivitre, E., Del psicoandlisis a la psicologta social, tomo II, Galerna, Buenos Aires, 1971, pag. 268. Mitchell, Juliet, ibid. jeres en Europa a finales de los afios setenta”, Argos Verga- ra, Bareelona, 1979. 23, 1 La dependencia econémica en las mujeres (El fantasma de la prostituci6n y su incidencia en ciertas in- hibiciones en las précticas cotidianas con el dinero) “...el primero y mds indispensable de los pasos hacia la emancipacién de la mujer es que se la eduque de tal ma- nera que no se vea obligada a depender ni de su padre ni de su marido para poder subsistir: posicion ésta que en nue- “ve dé cada diez casos la convierten en juguete 0 en esclava del hombre que la alimenta, y en el caso niimero diez, en su humilde amiga nada mds.” Jou Stuart Mint (1) LA DEPENDENCIA ECONOMICA: UNA FORMA DE, SUBORDINACION FEMENINA Son muchas y variadas les situaciones de dependencia que es posible encontrar a nuestro alrededor. Los nifios dependen de los mayores, los incapacitados de los hébiles, los enfermos de los sanos, los analfabetos de los letrados, los pobres de los ricos. Se trata de una amplia gama de dependencias. Unas ne- cesarias como la dependencia infantil; otras dolorosamente ineludibles como la dependencia de los enfermos e incapaci- tados, Una tercera, socialmente denigrante como la de los anal- fabetos y los pobres, es compartida con la dependencia de las mujeres hacia los hombres. 25 Estas tiltimas no pertenecen al orden de | la natural tenecen fundamentalmente al orden de la cultura y han filo Pacientemente construidas a través de los siglos por sabios. Y pensadores que erigiéndose en re, ntar I -pensado Cr spresentantes de ‘Aivino y de una verdad indiscutida condenaron 4 Is una situacién de subordinacién. de_ ie ijer_a one continud, sutil e intencionado trabajo obtuvo su bro- oro cuando las sociedades comenzaron a normativizar napolenico, ubicé a go Civil Argentino, heredero del o6digo romano y la mujer junto a los nifios y los ineapa- citados en una total dependencia del mero y de su marido despnés). St hombre desu padre pri. Solo en 1968 la mo dificacién del Cédigo Civil Argentino in- cluy6 a la mujer como sujeto juridi juridico, Esta subordinacién, que lleg6 a fo cién, qu rmar parte constiti de una supuesta “condicién femenina”, ha sido transmitid, de ates mpidamente en forma manifesta y latente, a través i los los canales de transmisién de la cultura: fundamen. talmente a través de Ja educacién que utiliz6, ademés, a las mujeres —las madres y las maestras— como instrumento de su _difusién. De generacién en generacién, de madres a hijas, de maes- tras a alumnos, fueror n transmitiéndose los modelos de femi- neidad que inclufan —necesari inaci eidad ae inetuian — iamente— la subordinacién de La lucha de muchas mujeres y de algunos hombres que re- chazan la explotacién nos, ha promovido cambios tendentes a la igualdad. Y la discriminacién entre seres huma- Se modificaron algunas legislaci i s legislaciones, se abrieron posibili- dades laborales, se permitié a las mnujeres acceder al cono- sptar eit contoxto, la dependencia econémiza es una de las formas que adopta, en nuestra cultura, 4a subordinacién de la mujer al varén, 26 cimiento y finalmente en algunas sociedades (no muchas) y ciertas clases sociales (no todas) algunas mujeres llegaron a disponer de iguales posibilidades de desarrollo que los varo- nes. En el mundo actual la mujer accedié al émbito pibl 0, al trabajo remunerado y por lo tanto al dinero... Sin em- bargo, las mujeres siguen perpetuando actitudes de subordi- nacién econémica. La independencia econémica que algunas de ellas lograron no ha sido en absoluto garantia de autonomfa. En algunos casos han legado a reneger de una independencia que les agrega jornadas de trabajo *. Seria ingenuo pensar que el problema de la dependencia en las mujeres (y en particular la econémica) se acaba con el acceso al dinero, No s6lo hay que poder aeceder al dinero (cosa nada fécil) | sino también hay que poder sentirsé con derecho a poseer- Jo_y_libre de culpas, por administrarlo'y tomar decisiones segtin los propios criterios. 4 Y esto ultimo no es lo que ocurre con mayor frecuencia. A pesar del “mal negocio” que termina siendo la dependencia econémica para las mujeres, resulta sorprendente constatar las reticencias de las propias mujeres a promover un cam- bio en este sentido. Estas reticencias para el cambio estarfan relacionadas en- tre otras cosas, y desde una perspectiva psicolégico-social, con lo que denominé elf“fantasma de la prostitucién” 2) Este fantasma sintetiza y condensa una cantidad de in- quietudes, pensamientos, vivencias y situaciones que reite- radamente surgian en los grupos de reflexién con mujeres. Este fantasma, junto con otros dos —el de la “mala ma- ” y el de la “femineidad dudosa”— es la expresién de una 1 El trabajo extrahogarefio femenino no fue seguido por una modifieacién de los roles. A causa de ello, la mayorfa de las mujeres que trabajan fuera el hogar suman a su jornada laboral las tareas hogarefias, cumpliendo asf tuna doble jornada 2 "Bn el sentido en que fue definido el eoncepto de “fantasma” en el capitulo introduetorio. 27 mentalidad patriarcal y contribuye a favorecer la dependencia econémica. perpetuar 2. EL FANTASMA DE LA PROSTITUCION El dinero, en calidad de moneda y valor de cambio, se ha caracterizado por circular fundamentalmente fuera de lo fa- miliar. Ha estado siempre asociado al ambito pblico y se ha constituido en el intermediario preferencial del intercambio econémico. Historicamente, dicho intercambio ha estado en forma casi exclusiva en manos de los hombres. Los hombres, poseedo- res del dinero, accedfan a las mercancias deseadas, compran- do y recibiendo a cambio de su dinero cosas o personas. La esclavitud es el ejemplo més contundente de cémo las per- sonas transformadas en objeto, son adquiridas a cambio de dinero. Dentro de esta categoria podria ser ubicada la _pros- fitucién. Una particular manera de comprar y de vender un servicio personal gue previamente ha sido “cosificado” y_) formado en objeto, factible iri do a cambio de dinero, nc) No voy a referirme en esta oportunidad a la prostitucién en s{ como fenémeno psicosocial, politico-econémico e ideo- l6gico, temas de por si harto complejos. Voy a referirme a la prostitucién en tanto ha sido una actividad siempre presen- » constitutiva de la cultura occidental judeocristiana des- de Jos albores de la historia e intimamente ligada a la mu- Jer y el dinero, La prostitucién aparece como una actividad ligada funda- mentalmente a la mujer, en donde se focaliza a aquel indi- viduo que entrega algo personal “cosificado” a cambio de di- nero, dejando fuera de foco al otro de la transaccién: el que. da el dinero, — resulta obvio que toda transaccién implica y com- Promete a todos los que participan de la misma, en el caso particular de la prostitucién se enfatiza exclusivamente a , no han sido objeto de compras y ventas masivas, de reclusin en prost{bulos 0 de envios —al igual que ganado— como actualmente atin se rea- * liza con las mujeres. AdemAs, como el dinero tradicionalmente ha estado casi con exclusividad en manos de hombres, la prostitucién ha sido considerada sinénimo de “mujer que vende su sexuali- dad” omitiendo, curiosamente, al “hombre que compra sexua- lidad”. Por lo tanto sexualidad y dinero tienden a identificarse mu- cho ms con prostituta que con “hombre que paga por el in- tercambio sexual”. {Cémo se le dice a este hombre? Por mu- cho que busquemos resulta dificil encontrar la palabra que lo identifique. No existe. Zs que acaso el lenguaje la ha omi- tido? {Es ésa una manera de dejarlo fuera de foco y hacer- lo pasar desapercibido? Tal vez sea ésta una de las mane- ras utilizadas para reafirmar y avalar la creencia de que la prostitucién s6lo tiene que ver con las mujeres. ‘No es casual que el idioma no disponga de una palabra que enuncie (jdenuncie?) este aspecto de la realidad. Darle un nombre es darle existencia. Y esto no es inocuo. El lengua- je es uno de los dispositivos de poder. A través de la inexis- tencia de esta palabra se contribuye a falsear la realidad, ha- ciendo caer todo el peso de una actividad denigrada —la pros- titueién— sobre la mujer. El hombre, parttcipe ineludible de la prostitucién (que la hace posible porque dispone del dine- roy genera la demanda) es cmitido en el lenguaje, con lo cual, entre otras cosas, queda a salvo “su bue nombre y honor” *. Curiosamente —y esto merece ser pensado con mayor pro- * En un interesante trabajo acerea de algunas relaciones y significados inconscientes que se dan entre el dinero y quienes participan de una situa- ign de prostitueién, G. Lancosme define ala misma como “el s{mbolo extro- ‘mode la dominacién del hombre sobre la mujer, ya que el hombre, en nues- tro tipo de sociedad, tiono el poder econémico y social” (V1). 29 fundidad— el lenguaje dispone de palabras que registran a aquel que usufruetiia —generalmente un hombre los bene. ficios econémicos de la prostitucién. Proxeneta, cafishio, son realidades sociales que no se ocultan. Si bien también exis- ten las madamas, son sélo comerciantes menores que on ge. neral quedan excluidas de los negocios de envergadura Cuando los prostibulos son significativamente redituables, ¥/ 0 forman parte de una “cadena comercial, siempre estéin on manos de los hombres. Es asf como encontramos al proxeneta (encubier tradicion cultural) tanto en el milenario Janse gue dispone de una magistral organizacién para controlar y usufructuar Ja actividad de miles de mujeres que, en su carrera de gei. shas, son ofrecidas como mercancia incluso en las casas de £6 actuales, como en los empresarios cinematogréticos que in. ventan mujeres-objeto para su propio beneficio economico. Tal vez debamos pensar que no es necesario ocultar la exise ‘en ia de Broxenetae, cafishios 0 empresarios de la pr eign porque ello no resulta ni vergonzoso ni denigrante El poder que deriva del dint ie sagravia Poder quo deriva del dinero que obtienen los desagravia so- Pagar por obtener una experiencia sexual es, en iiltima ins- tancia, un atentado al nareisismo maseulino (pues gratia dinero el hombre obtiene lo que no puede conseguir sin 61) En cambio, hacer ostentacién de usufructo econémico por usar a la mujer como un objeto-fuente de ingresos, parece has lagar su capacidad de poder. __ ‘Acaso los diccionarios, construidos por Reales Academias. intentan a través de la omisién de ciertas palabras eludiy ‘quellas realidades que hagan mella en la imagen maseul. E] coneepto popular de prostitucién quedarfa ineo i ademas de soxualidad y dinero, excluimnos el annie naan La prostitucién nunea fue vista como actividad privada ni doméstica. Se la ubica muy claramente como una actividad Pablica, fuera del émbito doméstico, ejercida por mujeres, De manera que cuando se unen los términos mujer, sexs: 30 lidad, dinero y émbito piblico, ello evoca y remite —conscien- te 0 inconscientemente— a la idea-vivencia-creencia de pros- titucién, De esta manera el consenso popular y académico llega a definir la prostitucién como una actividad fundamentalmen- te femenina que se desarrolla en el dmbito piblico, por lo cual se recibe dinero a cambio de un servicio personal sexual. El consenso popular condensa claramente esta idea reco- giendo la tradicién oral, al referirse a ella como Ja “profesion femenina més antigua del mundo”, La sociologia deberia por lo tanto considerarla como la “prehistoria del trabajo feme- nino” en el Ambito pablico. El consenso académico, ademés, pareceria avalar esta tra- dicién oral. Los diecionarios, que son mojones referenciales, nos transmiten muy claramente cémo debe ser entendida la realidad a través de la definicién de las palabras. Asi, mien- tras la acepeién de hombre piiblico es: “aquel dedicado a fun- ciones de gobierno y a tareas que atafien a la comunidad”, la mujer publica es aquella que ejerce la prostitucién. Atin hoy, 1986, los diccionarios actualizados recogen, transmiten y perpetian esta acepcién. En un diccionario actualizado (I1) se define la palabra prostitucién de la siguiente manera: “Accién por la que una persona tiene relaciones sexuales con un mimero indeterminado de otras mediante remuneracién. Existencia de lupanares y mujeres piiblicas”. {No es sorpren- dente que se excluya de la definicién a la otra persona, la que paga para que la prostitucién sea posible? {No resultaria también risible —si no fuera por lo dramatico— que aunque en esta definicién actual (ide 1983!) se incluye a los dos se- xos al decir “accién por la que una persona...” se insista en lo de mujer publica como sin6nimo de prostituta? A partir de agui hay muchas preguntas que quedan sin respuesta. Por ejemplo, 2qué nombres se les da a las mujeres como Indira Gandhi, Golda Meir, Margareth Thatcher, Simone Weil, ete.? {Corresponde Iamarlas mujeres puiblicas? Para contribuir a una comprensién més acabada de esta compleja situacién, de- bemos agregar que la tradicién judeocristiana contribuye de- 31 (a menos que se redima con el arrepentimiento que implica @ que: reconocer su “innegable” culpabilidad). hep 7 | Uno va a ser la reserva de las bondades divinas y el otro, mitier + dinero + ambito piblico = rostitucion expresi6n de lo demonfaco. seti Es ast como el dinero, en relacién a la mujer, esté unido La cristiandad, en lo que a la mu; desde los albores de la historia a la prostitucién y va a man- tener, a través de los tiempos, un halo pecaminoso. artir de la revolucién industrial, cuando la familia ‘deja de ser una unidad de produccién y se reafirma la divisién en- tre Ambito piblico y privado, se enfatizan también los roles y funciones masculinos y femeninos. El ambito publico apa- rece claramente asignado al hombre y el privado a la mujer. Segiin las vicisitudes econémico-politicas, los distintos gobier- nos usarén a las mujeres y usufructuarén los réditos eco- némicos de sus actividades (piblicas como domésticas). Es asi como en época de guerra, en que los hombres van al fren- te 0 cuando deben colonizar zonas inhéspitas y desconocidas, Jas mujeres son llamadas al trabajo fuera del hogar para “con- tribuir econémicamente al desarrollo de la nacién”, recibien- do, a pesar de su dedicacién esmerada, retribuciones meno- res de las que reciben los hombres en iguales circunstancias. ta, representada por Magdalena, es fund, En cambio, en épocas de recesién y crisis econémica son to piiblico ada, desarrolla una actividad en el ambi, obligadas a volver a los hogares para “combatir la desafec- ¥ se relaciona con el dinero, . tivizacién y evitar la destruccién de la familia”. En estas opor- a.¥ Magdalena —virgen y prostituta—representan | tunidades se las aleja de los lugares de produecién remu- lugares que, ademas, nerada para ofrecer esas vacantes a los hombres quienes, : ademés, usufructtian los beneficios econémicos del trabajo doméstieo no remunerado *. ire —con sus “Mientras tanto el siglo XX se caracteriza por un desarro- va a estar coronado con la aurcola piles espectticos— | lo tecnol6gico que requirié la formacién especializada de gran representada por Maria, es fund: . a 7 lamentalmen- Asexuado, niicleo de la familia y alejada del di. l, altruismo y resignaci de la bondad, generosi- 0 ignaci6n, el h ‘ | S9portar el estigma de un supesto deeafsege esta va a 4 At respect, en un interesante trabajo y uno do Tos pocosdadicados a | nidad, etc. Un lugar va a si ‘cto, interés, malig- Jos problemas econémicos especificamente femeninos, Ramén Nemesio des- er enaltecido y el otro deni; taca:(...)“en la posicién subordinada de la mujer hay ciertas actividades que igrado se consideran propias y otras que se consideran impropias de las mujeres. En Ko ‘alateront eonseeuencia, 1a participacién de la mujer en el proceso productivo no ‘audit les ferames (I). omatizado sobre el tema en Et Dieu doméstico es limitada, concentrada principalmente en actividades que se euontan entre las menos constructivas o las més destructivas de la persona- lidad humana y relativamente menos remuneradas que las del hombre” (IV). 32 33, Parte de la poblacién femenina. Al mismo ti rt mismo tiempo, ‘mujeres, deseosas de un desarrollo personal que ne ce Lanta ra a las satisfacciones hogarefias, han ganado la calle, man, Giendo al trabajo remunerado y al dinero ome sox’ elvamos al dinero, elfameso dinero; ee dinero que an- sy icion je i ic tas, on @ la mujer, era solamente patrimonio.de pros- Ahora las mujeres tambi hora las 8 también oftecen sus. servici mbito pblic, servicios por los cuales reciben dinero, Som , arquitectas, ingenieras, psicéloy . , gas, mater enfermeras, maestras, profesoras, comercianes, empleaag, ghreras, etc. Y a pesar de la preparaciOn, experiencia y de, eno laboral sufren una serie de “contratiempos”, dilte les de explicar, con el dinero, poet aes ae (gntratiempos de muy variado tipo (como se explicitan en {letalle en el cap. 3) se presentan en situaciones laborales fares, afectivas, sociales, comerciales, ete. Por ello vat cién al dinero. Y en este sentido inclui dinero, \cluimos aqui la hipétesi gia al din lo in qui la hipotesis ce y2 Cxistencia de un fantasma: el fantasma de la prostitu. Este fantasma es totalmente i i ti otalmente inconsciente, Ha sido alimen- ted por siglos de discriminacién, osc remtiome 7 tervore ze) relies, Sirve Para perpetuar el poder de unos sobre ie i otras, iii en las conciencias y en la estructura del 8, DINERO Y SEXO: UNA “TRANSGI : RESION FUNDAMENTAL” (PUDOR, VERGUENZA Y CULPA) : El fantasma de la prostituci ebainteeme Prostitucién, esta presente de manera en- ten en sus praci cidn al discurso de las muj i ion ijeres y reflexionamos sob1 dicen, es sorprendente Ia abundancia de referenaes voces 34 posible encontrar en relacién a la vérgienzique sienten cuando se descubren a si mismas gozosas por ganar dinero y con deseos de ambicién econémica. La vivencia dé culpa,también es harto frecuente y la en- contramos prefereiiteiente asociada con el hecho de trab: jar fuera del hogar utilizando sus energias en el ambito publ co en detrimento de la tarea hogarefia. Es frecuente encontrar entre las mujeres que se desem- pefian en el Ambito publico y que han tenido la fortuna de trabajar en algo que les gusta, la tendencia a ocultar y di- simular su placer por trabajar fuera del hogar. ‘Los siguientes son comentarios textuales de mujeres que participaron en los grupos de reflexién. “Yo podria trabajar medio dia y serta suficiente, pero no trabajo sélo por la guita, sino por el placer que me da tra- bajar... Pero me da vergitenza decirlo y entonces invento que es imprescindible mi aporte econdémico o genero necesidades para luego tener que cubrirlas... Eso no lo hago consciente- ‘mente, pero cuando me pongo a pensar me doy cuenta... Cuan- do no me da vergiienza, me da culpa, y entonces cuando vuel- v0 @ casa me reviento haciendo cosas mientras mi marido lee el diario y los chicos juegan... Pero la verdad es que me di- vierto y disfruto con mi trabajo. Me excita y me mantiene en forma...” “Yo de chica tenfa una gran desvalorizacién del dinero. Mi padre era un bohemio que no le daba valor al dinero y las tres hijas somos no interesadas pero no nos gusta la mise- ria. Es dificil asumir que una quiere cosas que cuestan di- nero y que gustan. Me da cierta vergitenza que esto se vea y que ios demds se den cuenta.” Son casi interminables los relatos que es posible encontrar con s6lo prestar atencién a lo que generalmente no oimos: el discurso de las mujeres. Discurso que, previo prejuicio, es con- 35 Yertido en chichara y no tomado en event, o ignorado tan- oer hombres como por las demas mujeres. Generalmente las palabras en boca de mujeres son consideradas como un simple rui 0 una transmisién intrascend. inido eniata gonerlizad, insert en el ieoguaje utibes: ara avalar y perpetuar la discriminaci ; Pn ion, se bi - eieccea wei semen ner dera “obvi” que, por ejemplo, ‘palabra de hombres es fxma do eeeibane” mientras que “quien prende la anguila por Ia 2 : : cola y ala mujer por la palabra bien puede decir gue no tie Y volviendo a la ve gtienza por el placer que da el dine- ro pr el deseo de ambiciéncconémica debemos ‘considerar ue esta ciertamente inluenciado por una tradieién cultural rea de Ios roles sexuales en relacién al dinero sg pest Amelia “En mi casa cuando era ehia, el mundo de Ia femineidad estaba renido con ganar dinero”. ¥ Susana: ‘Bis padres le aban més dinero ami hermano porque decian in y debia pagarles a las chieas cuando sali vergonzoso que no lo hiciera. C ven que se de, Sipe ra, Como lo era también que se de- in efecto, tradicionalmente, dinero y ambici ‘Ene ; y ambicién de distinsves maseulines. Con ssl valver Ia ‘memoria sobre al Pasado y enuestar a nuestras amigas recogeremos, sin duda alguna, una enorme cantidad de estas anéedotas. Las gene- raciones que en estos momentos atravesan por la mitad de : escapado a esta tradicién sexual del Ciertamente las tradiciones soci ‘amen es socio-cultural - eeonémica tienen mucho pes. Sin embargo, ane onoeer que no aleanzan por sf sols para explicar por qué ja vergtienza y la culpa en relacién al dinero se perpetaan § Este es uno de una larga lis wand Ee tuna larga lista de refranes populares sma ae aes ites, een nes, considers ol aervo dela sabiuria popular, damentelas leologias subyacentes al tiempo que las perpetian” (V). 36 cen mujeres que pertenecen a una sociedad que lo valora. En mujeres que han sido preparadas para ganarlo, en mujeres 2 quienes se les reclama su participacién en el area product tiva, Esto no alcanza a ser explicado exelusivamente en el ni- vel de los prejuicios sociales sexistas. ‘Bs necesario incluir otro nivel de andlisis, de orden psi- colégico, para intentar comprender por ejemplo qué inqui tudes se ocultan detrés de esa vergiienza. {Cuél es el he- cho real o imaginario que la provoca? ‘Gn los discursos femeninos la vergilenza_y la culpa fren- te al dinero aparecen relacionadas a temores, expectativas y fantasias intimamente ligadas a la sexualidad. A esa sexua- Tidad exaltada en los medios de comunicacién y publicidad, enarbolada como baluarte del éxito, afiorada como fuente in- agotable de satisfaccién y placer, excluida de la imagen y con ‘cepto de familia, censurada para ‘el sexo femenino, inhibida por las tradiciones fundamentalmente religiosas y reprimi- Fas por aquellas instituciones y grupos que suponen que él ejercicio de la violencia y ce la autoridad despética es el me- jor instrumento pedagégico. ‘La vergilenza y la culpa frente al dinero, tan frecuente on las mujeres y tan ocasional en los hombres, conden, enci- bre y expresa toda una gama de vivencias, pensamientos, de- ‘eos, temores ¥ expectativas de orden sexual: Tetas vivencias no son conscientes. Son vivencias asocia- das a la sexualidad y desplazadas a las précticas con el di- nero. Gusto, placer, exoitacién y vergiienza surgen en los discur- ‘s03 Temeninos entrelazados y conectados. La vergllenza, Be neralmente ligada a una desnudez culpable. La desnudez, qque la cultura occidental judeocristiana colmé eon atributos pecaminosos, asociada fundamentalmente al goce sexual: ‘Podria decirse que para una mujer occidental judeoeristi: nna esta desnudez es hacer ostentacién de “deseos_satani- “ens”, encamando con ello la tentacién de la carne (nada nve | jeede Eva), Por lo tanto, llega a ser responsable —sl igual | que Eva— de las tragedias supuestamente desencadenadas | 37 Por ella, en tanto se trata de una muj a yer desnuda que.con su desnudez excita y Provoca. Una desnudez pecaminosa que se transforma en fatidica cuando se hace ostensible, es decir, cuando se ve y se muestra. Por lo tanto, se espera y exige que una mujer cuide a los otros y se defienda de ella mix, a de i ostentaciin que condensaria tanto los deseos ex- jicionistas como la posibilidad de una accién “ ‘inosa” bint jecidn “pecaminosa Asim smo, y por los efectos de la loble moral ue impe- ra en nuestra cultura, el exhibicionismo s e - zp en muestr eut exual es fomenta Resulta entonces la enorme paradoja de : ; ‘ ue las m aspiran a una actitud exhibicionista que atrdiga el deses de los hombres al mismo tiempo que viven con culpa todo po- sible placer conestado con ia sexuatidad. n nuestra cultura, la ambicién econémica ast. como la . * 7 ae dacia y la intrepidez han sido caractertsticas asociadas a la potencia sexual y atribuidas a la identidad sexual masculi- na. El consenso popular llama “masculina” a una mujer am- bicosa y tSunfador’ a un hombre ambicioso. ‘or extensién, la ambicién econémica pasaria a ser una . 7 ae Presién de la sexualidad y una evidencia de su potencia. Po- tencia que adquiere distinta valoracién social segiin sea ex- presada por un hombre o por una mujer. Un hombre sexual. mente desbordante es visto como reafirmando su “virilidad”, mientras que una mujer con la misma cualidad es conside. rada como enferma psfquica o prostituta. Como dicen los ta. xistas de mi pafs: “Los hombres necesitan de eso mas que las mujeres, es su naturaleza... Si las if mayne, mujeres lo hacen es por Es casi redundante recordar aparece que el placer sexual aj cargado de tabties y castigos. Ademds, como ya hemos vis- to, con discriminaciones. En relacién con las mujeres adquie- re un tinte pecaminoso, su exhibicién es vergonzante y su exa- geracién es considerada indice de enfermedad mental o so. cial (loca o prostituta). En relacién a los hombres se convier. te casi en una exigencia compulsiva. Su exhibicién os indi. 38 cio de una identidad s6lidamente constituida y definida (es bien macho) y su exageracién es la expresién de su poten- . En este contexto el éxito econémico —producto de la am- bicién— adquiere distintos significados segin de qué sexo se trate. Asi, en el caso masculino, se piensa en un “hombre rea- lizado” y, en el caso de la mujer, “que consiguié compensar un fracaso en su realizacién femenina”. Por ello no resulta tan contradictorio que una mujer tienda a ocultar su placer por ganar dinero, su ambiciin econémica y en algunos casos sus éxitos financieros, y que presente comportamientos de in- hibici6n, contradictorios 0 conflictivos en relacién al dinero. Podriamos decir, sintetizando, que el gusto por el dinero es vivido inconscientemente (por las mujeres “excitables”) como un goce sexual pecaminoso, indigno de una “mujer de bien”. Y, consecuentemente, la ambicién econémica resultarfa la os- tentacién exhibicionista de dicho goce. Debemos pensar muy seriamente que estas vivencias su- puestamente pecaminosas, asociadas con la sexualidad y des- plazadas a las précticas con el dinero, son uno de los mayo- res obstdculos internos con que tropiezan las mujeres (asi condicionadas) para acceder a prdcticas més libres y auténo- mas en relacién al mismo. ‘A partir de esta relacién, podria pensarse que aquellas mu- jeres que estén “liberadas” sexualmente también lo estarian en relacién al dinero. Esto serfa una conclusién simplista. No debemos olvidar que uno de los atributos constitutivos del di- nero-es que sea, fundamentalmente, un instrumento de-po- der. Con lo cual no s6lo es necesario dilucidar las impli- caciones sexuales en las préeticas del dinero, sino también dilucidar el impacto que el poder genera en las mujeres: cémo lo viven, cuél es el poder al que acceden, cudl es el que pre- tenden, qué poderes reales ejercen, cudles imaginan detectar, cémo se distribuyen los distintos poderes entre los hombres y las mujeres, cémo vivencian las mujeres el poder en el émbi-. +o publico, cudles creen que son sus aleances, ete. Con lo cual serfa imprescindible investigar qué les pasa a las mujeres con el ejercicio del poder. Esto nos levaria a un complejo y 39

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