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Historia Medieval de España

Bloque A. De la Antigüedad al Medieval. La España visigoda (siglo v-vIII)

Tema 3. Los nú cleos cristianos frente al predominio musulmá n (S.VIII-X). Nacimiento y primer desarrollo de los
nú cleos cristianos occidentales. Nacimiento y primer desarrollo de los nú cleos cristianos orientales. Las
instituciones. El proceso repoblador.

1. En el occidente peninsular

El primer reino en surgir fue el astur, entre 718 y 722, siendo una pequeñ a franja en el norte peninsular. El reino
astur nace focalizado en las tierras occidentales de Asturias, pero también se incluían partes de la actual Cantabria.
Se va a articular entorno a Cangas de Onís. Nace no muchos añ os después de la invasió n de la península, una fecha
que no podemos establecer con certeza ya que la batalladle Covadonga no tiene cronología exacta. Esta misma
batalla es considerada de una forma u otra segú n las diferentes cró nicas y su procedencia. Tenemos muy pocos datos
de esos primeros momentos del reino astur.
En cuanto a los testimonios arqueoló gicos tenemos muy pocos. Comienzan a ser habituales a partir de la segunda
mitad del s. XI. Hasta entonces son escasísimos, por lo que apenas tenemos informació n histó rica.

1.1 Reino Astur.


Tenemos varías teorías.

1.  Neogoticismo: personajes del mundo visigodo que plantearían la resistencia huyendo hasta el con
fin má s septentrional con la idea de expulsar a los musulmanes de la península y revitalizar el reino
visigodo de Toledo. Esta teoría se mantuvo firma hasta los añ os 60 hasta que comenzó a desarrollarse la
del indigenismo.
2. Indigenismo: Estos pobladores no tendrían nada que ver con el Reino de Toledo. El reino astur habría
surgido en unas tierras sobre las que el reino visigodo de Toledo no habría tenido poder alguno.
3. Una tercera teoría combina ambos orígenes reconociendo la participació n en estos reinos iniciales de los
refugiados visigodos de Toledo; y junto a ellos pobladores de esas tierras astures y cá ntabras que no
estaban a favor de la presencia musulmana, por lo que se produciría una conjunció n de intereses.

Los orígenes los encontramos bajo el caudillaje de Pelayo. Con un inicio de gobierno indefinido, del que sabemos que
fue posterior a 718; si conocemos el fin en 737. ¿Quién era Pelayo?

- En primer lugar el nombre resulta un poco chocante. Algunos consideran que Pelayo era un nombre visigodo,
incluso con algunos de los partidarios de Don Rodrigo. De acuerdo con esta teoría tradicional, Pelayo se rebelaría
cuando un caudillo musulmá n quería a su hermana por lo que comenzó a enfrentarse contra ellos. Esto es lo que nos
dicen las cró nicas de Fernando III pero no podemos asegurarlo con firmeza ya que en aquella época el neogoticismo
se usaba como propaganda política para tratar de unir ambos reinos.
- Podría tener relació n con las tierras astures. Pero lo que sabemos es que los musulmanes dejaron el campo abierto
y Pelayo gobernaría durante dos décadas como primer monarca astur.
Es un monarca importante, no solo por ser el primero, sino porque reú ne elementos que nos dirá n las principales
características del reino astur: monarquía cristiana y vitalicia que no admite la superioridad de los musulmanes. El
monarca tendrá su propia corte y capital que se establecerá entorno a Cangas de Onís, una monarquía que en sus
momentos iniciales abarcará Asturias y parte de Cantabria. Se asoció con el Duque Pedro que dominaba las tierras
cá ntabras.

Reinado de Alfonso I
Al morir Pelayo le sucedió Favila, su hijo. Durante este reinado se consolidó el reino astur y esta sucesió n nos puede
indicar el cará cter hereditario de la monarquía. Algunos hablan de monarquía electiva, otros de heredad con
peculiaridades (dentro del cará cter hereditario habría posibilidad de elecció n dentro de la parentela masculina).
Favila murió en la cacería de un oso por lo que le sucedió Alfonso I, yerno suyo, hijo del duque Pedro de Cantabria.
Alfonso I tendrá un reinado largo y destacado que hará que el reino se fortalezca y consolide. En esta consolidació n
definitiva será n claves las campañ as militares exitosas (la situació n contemporá nea en Al-Á ndalus es el fin del
emirato independiente). Son campañ as militares relacionadas esencialmente con el valle del Duro, donde
exterminará a la poca població n escasa de esas tierras.
Nos encontramos con un trabase poblacional importante en relació n al valle del Duero que permite activar la
demografía del reino astur, por lo que podemos comentar a tratar en este momento el término de REPOBLACIÓ N,
aunque por estos momentos solo afectara al reino astur. Logrará una extensió n del reino por los flancos hacia el este
dá ndole una heterogeneidad: frente a los gallegos romanizados tenemos a los vascones donde la romanizació n fue
escasa y los visigodos nunca llegaron a dominar.

Reyes astures.
 Fruela I, 757-768: tenemos revueltas internas, fue el primero en morir asesinado.
 Aurelio, 768-774.
-Silo, 774-783. Traslado de la capital a Pravia.
-Mauregato, 783-788 (tributo de las cien doncellas, batalla de Clavijo, 844): Enmarca uno de los momentos
má s negros del reino Astur. Son momentos de peligro y oscuridad. Se inicia un pago habitual, el de las cien
doncellas.
 V(B)ermudo I, 788-791.

Reinado de Alfonso II
Será protagonista de un reinado muy largo. Este había sido monarca astur, pero fue apartado del trono
debido a su juventud. Regresará en el 791 precisamente por sus triunfos militares. A partir de este momento
nos encontramos con monarcas astures que tendrán a Al-Ándalus en el punto de mira. Definitiva
consolidación del reino astur (Lutos, 794); relaciones con la corte carolingia y con los otros núcleos
cristianos de resistencia frente al Islam; reforzamiento de la autoridad real; nacimiento del neogoticismo;
traslado de la capital a Oviedo; fundación de su diócesis episcopal; lucha contra el adopcionismo; comienza a
fomentarse el culto a Santiago.

Esa situació n políticamente convulsa termina con el reinado de Alfonso II el Magno (792 – 842), que se encargó de
afianzar su estructura y ampliarlo hacia el exterior, estableciendo contactos incluso con Carlomagno. Para el
fortalecimiento real, se apoya en tres pilares bá sicos:
 Descubrimiento del sepulcro del Apó stol Santiago en torno al añ o 800, dando lugar a la primera basílica
compostelana.
 Herejía bautizada como “Adopcionismo”, que afirma que Jesú s es Dios, pero que es éste quien lo adopta en su
aspecto terrenal. Fue una herejía creada por el Arzobispo mozá rabe de Toledo, Elipando, en un intento de
simplificar la divinidad de Jesucristo, para acercar la religió n cristiana al islam, y para que Cristo fuese
identificado con el Profeta musulmá n. Cuando el propio Arzobispo de Toledo defiende la herejía, el Reino de
Asturias se separa de él, defiendo la doctrina ortodoxa tradicional.
 Consolidació n del ideal neogó tico, ideal político que se plasma plenamente en este reinado y que trata de
afianzar la herencia del Reino visigodo. En la Corte de Alfonso II está presente, debido a la recuperació n de
las instituciones de gobierno visigodas, la creació n de una Corte en la ciudad regia de Oviedo y diversas
obras arquitectó nicas que ensalzan la herencia visigoda.

Alfonso II reivindica también la herencia visigoda desde el punto de vista militar, con numerosas campañ as que le
llevan hasta Lisboa, donde obtiene una gran victoria frente a los musulmanes. No todas las campañ as fueron éxitos,
sino que se dio una alternancia de victorias y derrotas, pero con una fortaleza militar realmente importante. (Se
corresponde con el momento de má ximo esplendor del reino astur. Se termina con el desierto del Valle del Duero a
través del proceso repoblador).

Reinado de Ramiro I (842 – 850) y Ordoñ o (850 – 866)


Alfonso II muere en el añ o 842 sin hijos, y el trono vuelve a otra rama familiar con Ramiro I (843 – 850), que destaca
por continuar las obras de construcció n arquitectó nica de Alfonso II, debido a la falta de campañ as militares. Su
reinado coincide con algunas de las grandes campañ as vikingas.
Observamos con Ordoñ o I (850 – 866) otra faceta importante que se irá reforzando con el tiempo, y que es la
colaboració n con el Reino de Pamplona, una alianza que se manifiesta desde la segunda mitad del siglo IX en algunas
campañ as militares contra el nú cleo de los Banu
 Qasi, que en estos añ os empieza a mostrarse ambivalente hacia el Reino de Pamplona, porque construyen
una serie de fortalezas en la frontera que hacen ver que no son aliados, actuando contra ellos con el apoyo
militar asturiano, una colaboració n que se mantiene durante los siglos IX, X y XI. Como consecuencia de la
alianza tenemos las Batallas de Albelda, en el añ o 852 y en el añ o 859.

Reinado de Alfonso III


Alfonso III (866 – 911), es llamado en algunas cró nicas ya como “Rey de Hispania”, con un claro inicio del proceso de
repoblació n y con numerosas campañ as militares que completan el ideal neogó tico, manteniendo la colaboració n
con el Reino de Pamplona.
Alfonso III muestra las nuevas campañ as militares, que aprovechan la difícil situació n de Al – Á ndalus, en los
momentos á lgidos de las revueltas muladíes. Así, su extensió n geográ fica se prolonga hasta el Río Duero, su frontera
natural durante mucho tiempo. En la frontera de Portugal, logra descender hasta Coímbra, hasta el Río Mondego.

Alfonso III es destronado por sus hijos, que dividen el Reino de Asturias en tres reinos, para tener cada uno su
parcela de poder:
 Reino de Leó n, otorgado al primogénito, García I (911 – 914), en clara alusió n, aunque ú nicamente
incipiente, al derecho de primogenitura que vamos a contemplar en siglos posteriores.
 Reino de Galicia, otorgado a Ordoñ o II (914 – 924).
 Reino de Asturias, otorgado a Fruela II (924 – 925).

A partir de este momento, encontramos un reino dividido que volverá a unirse en torno a Ordoñ o II en el añ o 924.
Así, se consolida la importancia de la zona sur de la comunidad cantá brica, pasando a ser llamado Reino de Leó n, con
una fuerte repoblació n y una fuerte labor de reorganizació n de la administració n eclesiá stica.
Las tierras castellanas comienzan a tener mayor importancia desde el punto de vista estratégico. Tiene lugar el
primer ciclo de cró nicas cristianas:
 Cró nica profética: Le concede gran protagonismo a Alfonso III. No sabemos có mo fue su reinado, pero los
ú ltimos añ os resultaron extremadamente complicados. Tuvo que afrontar una divisió n interna, rebeldía a su
autoridad...

1.2 Reino de Leó n.


Cronología de Reyes.
1 García I, 910-914: primer rey de Leó n (nueva capital).
2 Ordoñ o II, 914-924, rey de Galicia. Hereda Leó n tras la muerte de su hermano mayor.
3 Fruela II, 924-925, rey de Asturias. Sucede a su hermano Ordoñ o II tras su muerte.
4 Alfonso IV, 925-931.
5 Ramiro II, 931-951: victorias sobre el Islam (Simancas, 939), origen de Extrema Durii; independentismo
del Condado de Castilla.
6 Ordoñ o III, 951-956.
7 Sancho I, 956-958 y 960-966.
8 Ordoñ o IV, 958-960.
9 Ramiro III, 966-985.
10 V(B)ermudo II, 982-999.
11 Alfonso V, 999-1028: decadencia del reino de Leó n, que favorece a Castilla y al Reino de Pamplona;
graves problemas con el Islam; problemas internos.

Ya desde el añ o 914, con García I (910-914), la capital del reino se estableció en la ciudad de Leó n, entendida como
Sede regia. Finalmente, con Ordoñ o II (914-924) y Fruela II (924-925), el reino vuelve a unirse, aunque entra en
constantes luchas sucesorias, saltando de unas ramas familiares a otras. Tras Fruela II, le sucede Ordoñ o II y a este
Alfonso IV (925-931)

En la sucesió n de reyes encontramos personajes importantes desde el punto de vista militar, como Ramiro II (931 –
951), que coincide con el desarrollo de una serie de campañ as notables contra los musulmanes, en las que destruye
buena parte de las murallas de Madrid, con enfrentamientos como la Batalla de Simancas, del añ o 939, contra Abd Al
– Rahman III. La alianza con Pamplona y la Reina Toda fue fundamental, así como la colaboració n plena de Ferná n
González, Conde de Castilla, que va adquiriendo rasgos propios que pronto identifican al Condado como entidad
política propia.

Tras la muerte del rey se suceden las luchas internas, que tienen como consecuencia el debilitamiento leonés,
favoreciendo el intervencionismo tanto de los Califas como de los Reyes de Pamplona en su política interna. Los
Califas intervienen durante el reinado de Sancho I el Gordo (956 – 958 / 960 – 966), destronado porque había
perdido su prestigio personal, aunque después pudo recuperar el trono.

Esta situació n se prolonga realmente desde los ú ltimos añ os del siglo X hasta los primeros añ os del siglo XI, con el
reinado de Alfonso V (999 – 1028), que marca el final del Reino de Leó n. Cuando accede al trono, tenía apenas tres
añ os, y su elecció n apunta a la consolidació n de un principio diná stico.

Alfonso V muere en un momento en el que el Condado de Castilla actú a con total independencia, aunque no rompe
totalmente con el Reino de Leó n y durante su reinado coincide con la disolució n del Califato de Có rdoba, con la Fitna
del Califato (1008 – 1031) y con la consolidació n de los lazos con el Reino de Pamplona, que acaba extendiendo su
influencia política hacia todos los reinos cristianos peninsulares.
Durante el reinado Sancho III el Mayor de Navarra, contemplamos la influencia del Reino de Pamplona a través del
matrimonio de Alfonso V que, una vez viudo de su primera mujer, de origen gallego, contrajo matrimonio con la
hermana del rey de Navarra.

A la muerte de Alfonso V, le sucede su hijo Bermudo III, hijo de su primera mujer, que cuando sube al poder tenía 11
añ os. El Reino de Leó n se mostró dividido entre grupos nobiliarios que reflejaban los intereses personales de ciertos
condes gallegos. Estas luchas internas se manifestaron en revueltas de los condes gallegos contra el rey y sus
regentes, momento en el Sancho III de Navarra hace patente su influencia en la Corte del rey de Leó n, intentando
contrarrestar la fuerza de los bloques de los condes gallegos.

De esta forma, Leó n sufre unos añ os bajo una tutela o influencia de Pamplona, pero a medida que avanza el tiempo,
el Reino de Leó n buscó su independencia total del de Navarra, aunque las luchas internas constantes no les dejasen.

1.3 Condado de Castilla

Surgió en los confines orientales del reino astur, es tierra de frontera (al-quila, Castilla, tierra de castillos).
Protagonizó una expansió n hacia el sur, luchando contra los musulmanes, y hacia el este, donde encontraron
problemas con Pamplona.
Castilla estaba poblada por gentes muy diversas, siendo un lugar de repoblació n. Vemos pobladores del reino astur,
pobladores vascones y muy pocos mozá rabes, por su peligrosidad (muchos ataques musulmanes).

La organizació n del territorio en Castilla fue distinta, mientras que en otros lugares había grandes latifundios en
manos de la aristocracia y en manos de la Iglesia, en Castilla predominaron los minifundios, las pequeñ as
propiedades con campesinos propietarios al frente, quienes explotaban la tierra y la defendían de los ataques.
Castilla estuvo dividida en condados, algunos muy pequeñ os para favorecer la defensa. Al frente de estos condados
se encontraban los condes, quienes contaban con una gran libertad de acció n.
Las bases para la independencia las puso Ferná n Gonzá lez (h. 910-970). Fue un proceso paulatino, que se fue
llevando a lo largo de una serie de décadas. Este proceso estuvo muy relacionado con la personalidad de Ferná n
González, perteneciente a una de las familias condales de Castilla. Su padre había iniciado todo un proceso de
engrandecimiento, reuniendo en sus manos varios condados. De su progenitor había recibido Lara y a partir de ahí
fue accediendo a otros. Por lo tanto, la herencia que acumuló Ferná n González fue numerosa.

Destacaron también los Ansú rez, otra familia condal con la que tenían rivalidad. Defendían la monarquía leonesa, lo
contrario a Ferná n González, quien mostro sus iniciativas independentistas. Cabe destacar su papel destacado en la
batalla de Simancas, con la que se conquistó Sepú lveda y Riaza. El apoyo de Ferná n González fue fundamental en el
campo de batalla. Sus principales acciones las llevo a cabo en las guerras castellanas. Destaco la repoblació n de los
nú cleos de Sepú lveda y Riaza. Una vez que empezó a actuar de manera independiente se comenzó a debilitar el reino
de Leó n. Por ello fue encarcelado durante poco tiempo. Aprovechó la decadencia de la monarquía leonesa para
consolidar su poder, que heredó su hijo, García Ferná ndez.
Esa consolidació n de castilla como condado autó nomo se sancionó con los sucesores de Ferná n Gonzá lez, su hijo
García Ferná ndez (970-995).y su nieto Sancho García (995-1017). Ambos aprovecharon para independizarse de
manera efectiva, aunque tuvieron que enfrentare a fortísimos problemas, pues en este momento en Al-Á ndalus se
hallaba Almanzor. Ni uno ni otro llevaron mucha suerte en el campo de batalla, siendo derrotados en la mayoría de
los conflictos por Almanzor. Aunque a situació n es un poco confuso, también encontramos problemas internos. Son
difíciles de dilucidar pues contamos solo con leyendas (Leyenda de la Condesa Traidora: esposa de García Ferná ndez,
se habría conciliado con Almanzor para luchar contra su marido. Posiblemente no existió ).

La estripe condal finalizo con García Sá nchez (1017-1029), el ú ltimo conde de Castilla de la estirpe familiar. Su
condado estuvo marcado por las injerencias del reino de pamplona. En ese momento reinaba Sancho III el mayor,
coetá neo a García Sá nchez. El Condado de Castillo, durante el condado de este ú ltimo personaje, estuvo sujeto a la
protecció n del Reino de Pamplona. A García Sá nchez se le comprometido con la infanta Sancha, hija de Alfonso V.
Cuando García Sá nchez falleció , fue sucedido por Bermudo III, cuya madrastra era pamplonesa. Fue entonces cuando
ya Castilla cayó bajo su influencia.

2. En el Oriente Peninsular

En los Pirineos, durante los siglos VIII, IX y X, nacieron nú cleos semejantes a los de Asturias, basados en la religió n
cristiana y en la idea de recuperació n del Reino visigodo. Estos nú cleos muestran frente al Reino de Asturias la
influencia del Imperio franco de Carlomagno, una influencia muy continuada en los condados catalanes. Se
consolidan en el siglo X y se van uniendo hasta formar un ú nico condado, en el caso catalá n, en torno a Barcelona,
completado en el siglo XI. Son pocos pobladores poco organizados entre sí que no tenían el armamento adecuado.
Se considera que el punto de salida de los nú cleos orientales fuera la intervenció n carolingia, una vez que los
carolingios lograron poder y Carlomagno rey, se iniciarían una serie de intervenciones al sur de los pirineos de
cará cter defensivo pues se recordaban las invasiones a francos
Sabemos que en su avance entrando por Roncesvalles los carolingios lograron tomar pamplona que quedara durante
unas décadas vinculadas al poder carolingio aunque no fuentes, avanzara hacia Zaragoza, estará en tratos con
Sulaiman, pero sabemos que este se arrepintió y Zaragoza no se entregó a los carolingios y la expedició n resultó un
fracaso. En un determinado momento decidió retirarse y segú n avanzaba a tierras francas tuvo lugar el desastre de
Roncesvalles, las fuentes hablan de encontronazo militar cuando los franceses por desfiladero que recibieron
ataques desde las paredes de arriba pero no sabemos má s, posiblemente en Valcarios. No será la ú ltima expedició n.

2.1 La Marca Hispá nica


El factor que indica el retraso en la formació n de estos condados frente a Asturias es que nos encontramos ante un
territorio de dominio fuerte musulmá n, densamente poblado y con una estructura política consolidada por el
Emirato, lo que dificulta su nacimiento. Todo ello, estuvo unido a la influencia de Carlomagno, que debido al peligro
en la frontera musulmana quiso alejar la frontera de su reino y recuperar los territorios. Ademá s, en esa zona había
muchos hispani que, huyendo de los musulmanes, se refugian en el Imperio franco y Carlomagno les anima a que
vuelvan para tener influencia en ese territorio (expedició n a Zaragoza). Hay campañ as victoriosas en el añ o 602, en
el que un grupo hispani reconquista varias ciudades, dando lugar a los condados catalanes a través de la Marca
Hispá nica, en la que encontramos el Reino de Pamplona, el Condado de Aragó n, los Condados de Pallars y Ribagorza,
que en el siglo XI se unieron a Aragó n, y 9 Condados catalanes.

El término “Marca Hispá nica” aparece en los textos francos del momento, pero se consolida en el siglo XVII por la
consideració n de todo este espacio como una unidad administrativa dentro del Imperio de Carlomagno. Fue un
concepto geográ fico, no administrativo, con una vinculació n política de varios condes hacia el Imperio franco. El
término “Cataluñ a” no aparece hasta el siglo XIII con Jaime I. El Condado de Barcelona une todos los condados
catalanes.
Los condados catalanes se forman por la actuació n de Carlomagno y la conquista de Gerona y Barcelona. De estas
campañ as deriva la creació n de los primeros condados catalanes, entre los que pronto destacará Barcelona, y en los
que Carlomagno y sus sucesores conservan teó ricamente la capacidad de designar condes, aunque en el siglo IX se
consolide la sucesió n diná stica.

En un primer momento, los primeros condes son hispani, pero pasados los añ os, Carlomagno nombró condes francos
para afianzar la influencia del Emperador. Son unos 50 añ os en los que los condes son francos y a mediados del siglo
IX vuelve a nombrar condes hispano – godos.
Los condados principales que se unen son Gerona, Barcelona, Urgel y Vich, que siguen vinculados al rey franco, pero
con el Tratado de Verdú n el control sobre los condados catalanes era menor. Esto beneficia sobre todo al Conde de
Barcelona, que fortalece su autoridad y su independencia.
El Conde de Barcelona, Wifredo el Velloso, que había unido los cuatro condados en un bloque, cuando muere otorga
los condados a sus hijos. No espera a que el rey carolingio designe al conde, lo hace él. Wifredo es considerado
creador de Cataluñ a por unir los condados y crea la Cataluñ a Vieja, pero lo divide entre sus hijos, aunque mantiene
unidos Barcelona, Gerona y Vich.

Los condes de Barcelona ejercieron una primacía en los condados y en el siglo X llevaron a cabo una política entre
reconocimiento del rey franco y de pactos con musulmanes para evitar sus correrías y tenerlos como aliados
políticos. El Califa de Có rdoba, por ejemplo, ataca a los hispani, por lo que el conde de Barcelona, Borrell, firma un
tratado con Almanzor, que no evita el saqueo de Barcelona a finales del siglo X.
Cataluñ a Vieja lleva una política de alianza con Almanzor, pero cuando éste muere, el Condado de Barcelona
aprovecha la situació n para intervenir en el Califato de Có rdoba a favor de algunos Reinos de Taifas y cobrando las
parias.
Los condes de Barcelona desde el siglo X llevaron a cabo una política de matrimonios con las casas nobiliarias del sur
de Francia y con otras casas europeas, no incluyéndose dentro del Reino de Pamplona, pero con una relació n
vasallá tica hacia él.

2.2 El Reino de Pamplona


En definitiva, son condados de pequeñ o tamañ o al frente de los que se sitú an condes a veces francos, a veces
població n autó ctona que rendía vasallaje. Estos condados se van consolidando en el siglo IX que van logrando cierta
autonomía que vincula con los avatares de los carolingios. Esto se sancionara con la independencia, porque sobre la
base de la influencia carolingia las entidades que con el paso de los añ os será n independientes será n tres:

• Pamplona el má s importante, REINO DE PAMPLONA NO DE NARRAVA, luego si pero ahora no, muchas veces se lee
mal.
• Reino de Aragó n.
• Los condados catalanes.
El reino de Pamplona no aceptó la superioridad de los francos. Se articuló en torno a la ciudad romana de Pompaelo.
La intervenció n carolingia impulsó la creació n de un condado a inicios del siglo IX. Fundació n del reino, no sometido
al poder franco, por Íñ igo Arista (+ 852). A cambio, sometimiento al emirato de Có rdoba. Vínculos con los Banu Qasi.
Origen familiar en el conde visigodo Casio, convertido al Islam. Dominio de la zona media del Ebro entre h. 715-h.
925. Participaron en las luchas entre cristianos y musulmanes. Alianza con los Arista, primera dinastía pamplonesa.
Enfrentamiento con la Jimena, que sancionó su fin.
A comienzos del X, tras la abdicació n de Fortú n Garcés (905) se sentó en el trono la dinastía Jimena. A su primer rey,
Sancho Garcés I (905-925) se le considera el gran forjador del reino. La nueva dinastía rompió con Có rdoba,
iniciando una política de reconquista y repoblació n (zona de Ná jera y Calahorra).

Dinastía Jimena
1) Originada en Jimeno, abuelo del primer rey.
2) Sancho Garcés I (905-925).
3) Jimeno Garcés (925-931)
4) García Sá nchez (931-970)
5) Sancho Garcés II Abarca (970-994).
6) García Sanchez II el Tembló n (994-1004?).
7) Sancho III el Mayor (1004?-1035)

El reinado má s importante es el de Sancho III el Mayor. Logra imponer la hegemonía sobre el resto de los reinos
cristianos. Hay dudas sobre los inicios de su reinado, aprox. 1004, termina en el 1035. En las fuentes y documentos
aluden de forma muy clara a su condició n hegemó nica (Rex Ibericus, imperator totius hispaniae).
 Logra imponer la hegemonía sobre los reinos cristianos del norte, no sobre el reino andalusí. Hegemonía que
se consigue en el momento en el que el califato está en crisis, podría haber aprovechado esto para imponerse
sobre el sur peninsular. Fama de ser buen guerrero, cuatro manos, se manejaba muy bien el hombre. La
hegemonía la logra imponer de una forma má s o menos clara.
 Rey de Pamplona.
 En relació n con el Condado de Castilla, fue fá cil. Su cuñ ado era el conde, pero no se llegó a casar porque
murió antes. Su esposa era la mayor de la prole condal, por lo que le correspondían los derechos sobre el
condado y Sancho logra apoderarse del Condado de Castilla.
 Logra hacerse con Sobrarbe y Ribagorza, termina con la situació n de independencia y los incorpora a sus
dominios. Durante cierto tiempo intenta expandir su influencia sobre territorios al otro lado de los Pirineos.
 El ducado de Gascuñ a se relaciona con tierras habitadas por los vascones. Sancho se empeñ a en situar estas
tierras bajo su autoridad. Están al otro lado de los Pirineos. Hay dudas sobre có mo terminó , se divide en dos
bandos, algunos consideran que logró dominar el ducado, otros no lo tienen tan claro.

Los nú cleos de resistencia al Islam en la Península habían vivido muy encerrados en sí mismos, por la necesidad de
estar en continua lucha. Con Sancho III cambia porque quiere ir má s allá de los Pirineos. Se cree que es en su reinado
cuando comienzan a darse las peregrinaciones a Santiago de forma má s habitual (hasta el momento habían sido
realizadas por los peninsulares). Sancho impulsa estas peregrinaciones por las implicaciones que tenían. El principal
ramal atraviesa tierras de Pamplona y Castilla, los peregrinos ayudaban a dinamizar econó micamente los territorios
por los que pasaban.
En relació n con el reino de Leó n las cosas fueron “fá ciles”, má s cuando se hizo con el poder del Condado de Castilla.
Bermudo III llega al trono siendo un niñ o, accede a la regencia la reina (hermana de Sancho), Sancho puede meter las
manos en los asuntos de gobierno castellanos y ser el poder en la sombra hasta la mayoría de edad de Bermudo.
En cuanto a los condados catalanes, Sobrarbe tenía frontera directa. Relació n un pelín tensa, ayuda en algunas luchas
internas de los condados con el de Barcelona.

Testamento de Sancho III el Mayor.


Implica la divisió n del reino, no sabemos en qué términos quería hacer la divisió n (a lo mejor él no quería una
divisió n exacta, sino que sus hijos participaran todos del poder, dentro de un reino unido, con liderazgo el
primogénito).

 García Sá nchez III le cae el Reino de Pamplona y el Condado de Castilla. Se considera que Sancho dispone que
su primogénito disponga de una potestad regia frente a sus hermanos. El resto de los hermanos también
reciben territorios (no tenemos el documento original, solo copias), se supone que Sancho otorga a sus hijos
ciertos títulos, pero no está claro.
 A Fernando le queda un trozo de Castilla.
 A Gonzalo Sobrarbe y Ribagorza
 A Ramiro Aragó n (incorpora los territorios de Gonzalo por su temprana muerte).
Fernando quedaría como rey de Castilla, Ramiro como rey de Aragó n.
Esta divisió n marcara el futuro de estos reinos.

3. Proceso repoblador en los nú cleos cristianos

Al mismo tiempo que se iban arrebatando tierras al islam. En ese proceso de Reconquista, se lleva acabo también una
actividad de repoblació n. La Reconquista, entendiendo por tal el avance de las fronteras de los nú cleos cristianos del
norte peninsular, hubiera sido insuficiente sin la Repoblació n. La Repoblació n consiste en la instalació n, en los
territorios conquistados, de nuevos pobladores cristianos que se encargan de su defensa militar, de su explotació n
econó mica, y, en su caso, de integrar a la població n preexistente en el nuevo sistema. Ademá s, permitió dar salida a
los excedentes poblacionales. La repoblació n tuvo gran trascendencia econó mica y social, y supuso una constante
acció n colonizadora. En tos siglos aú n no hay població n mudéjar, los musulmanes se repliegan al sur. También
permite dar salida a los excedentes poblacionales, a partir del s. X se inicia una explosió n demográ fica en el occidente
europeo, y el norte peninsular tenían muy pocos recursos econó micos, habrá sido muy difícil mantener a la
població n sino se hubiera desviado ese crecimiento a las tierras recién conquistadas.

La repoblació n obedece a una misma ficció n o concepció n jurídica: de acuerdo con el derecho romano y visigodo, los
bienes sin dueñ o conocido, bona vacantia, (pertenecen al estado, que puede otorgarlos a quien desee). Así, se
consideraba que todas las tierras a repoblar pertenecían a los reyes y condes cristianos, y que era necesaria su
autorizació n para ocuparlas, aunque muchas veces no existió una autorizació n expresa en ese sentido, pues se dieron
bastantes facilidades a los que estaban interesados en participar en el proceso. Esta autorizació n se consideraba que
no era necesario autorizació n expresa, sino que se dieron muchas facilidades, e estaban interesados en que se
produjera.
Las fases de la repoblació n nos hablan de distintas modalidades, se inicia en el s. VIII en las tierras astures y continua
hasta el s. XV por lo que encontramos distintas fases repobladores. En el s. VIII es mínima, hablamos de esa
repoblació n interna, instalació n de los cristianos en las tienes del Valle del Duero. En el s. IX, la repoblació n va a
afectar a tierras semidespobladas como el valle del Duero y el sur de Galicia.

• De alguna manera, la repoblació n se inició en el siglo VIII.


• Pero fue a partir del siglo IX cuando el proceso adquirió una evidente intensidad.
• En ese siglo, la repoblació n afectó a tierras semidespobladas, tierras de nadie, sin poder político
establecido: valle del Duero, sur de Galicia, algunas comarcas del alto Ebro, condado de Osona en las
tierras catalanas.
• En el siglo X, continú a el proceso repoblador, aunque con má s dificultades; se constata también la
presió n roturadora en las tierras norteñ as. Puede que por el escaso interés en esta zona hubiera
quedado má s despoblada.
• Finalmente en las primeras décadas del XI no se producen avances pero en los añ os iniciales vemos
una reestructuració n interna en las tierras ya pobladas.

3.1 Modalidades de Repoblació n

Durante los siglos IX, X y principios del XI predominó la colonizació n realizada por la actividad privada. Se apoyaba
en el concepto de bona vacantia, Este tipo de repoblació n se asentaba sobre la base de una autorizació n general de
reyes y condes para que sus sú bditos ocuparan tierras desocupadas, sin poner límites ni condiciones. En ocasiones
simplemente se permitía de forma tá cita la ocupació n de esas tierras, sin que existiera autorizació n ni conocimiento
previo, si bien luego má s tarde, para consolidar los derechos obtenidos, se procedía a otorgar la correspondiente
confirmació n o asentimiento.

Se hacía, por tanto, mediante la ocupació n y roturació n de tierras yermas (aprisio, en las tierras orientales; presura,
en las occidentales). Los derechos de los presores sobre las tierras ocupadas se iniciaban por la toma de posesió n de
las mismas, só lo se completaban mediante la subsiguiente roturació n y explotació n de esas tierras, lo que se llamaba
“escalio” o “escalido”. Hay también quien afirma que esa propiedad só lo tenía realidad tras un plazo de tiempo, que
muchas veces se sitú a en los treinta añ os.
Se trataba de una propiedad libre y plena, sujeta a la sucesió n hereditaria, a posibles enajenaciones, donaciones a
conventos y monasterios... Sobre la base de esta modalidad de repoblació n se observa un aumento destacado de la
pequeñ a propiedad, minifundios, ya que los que participan de esta modalidad son campesinos, hombres libres que
no habían accedido a la propiedad de la tierra, sin medios econó micos y justo por la repoblació n accedieron a la
propiedad. Los protagonistas de esta modalidad de repoblació n solían ser hombres libres, carentes de medios
econó micos, de las comarcas septentrionales, o bien mozá rabes huidos de Al-Á ndalus.

En esta actividad participaran los monasterios, allá donde se opone un monasterio se repuebla la tierra con
campesinos de població n servil, pero aquí ya latifundios. La principal consecuencia de esta modalidad de
repoblació n fue una gran distribució n de la propiedad de la tierra, con muchos pequeñ os propietarios, libres, pero
también con latifundios de cará cter moná stico. Pero allí donde existieron importantes monasterios se produjo una
absorció n gradual de la pequeñ a propiedad en su favor.
También participaron en esta modalidad de repoblació n algunos magnates laicos; con sus clientes y siervos, se
asentaban en torno a alguna fortaleza que reconstruían o creaba alguna de nueva planta, destinada a servir de solar y
centro del linaje en el futuro. Iban extendiendo su influencia en las zonas aledañ as, lo que significó muchas veces la
absorció n de pequeñ as propiedades. Fue muy importante en estos primeros tiempos de la Reconquista la
repoblació n por medio de la actividad oficial; el rey o conde, o bien algú n delegado suyo, se encargan de colonizar un
determinado territorio. Habitualmente, se trata de plazas fuertes importantes, o bien de territorios que tienen un
elevado cará cter estratégico (cum cornu et albende de rege).

3.2 Las Cartas Puebla


Los repobladores se asentaban en tierras que solían tener el cará cter de frontera, y eso suponía un riesgo. Para
atraer pobladores, se les hizo objeto de un trato especial, que queda reflejado muchas veces en las cartas- pueblas.
Eran concesiones otorgadas por los soberanos o señ ores a los habitantes o nuevos pobladores de un lugar, regulando
las condiciones de habitació n y tenencia, estableciendo normas fundamentales para la vida jurídica de la comunidad
y regulando las relaciones de los pobladores con el señ or. Su concesió n estaba determinada por motivos econó micos
(asegurar la explotació n econó mica de las tierras donde se quería instalar pobladores), militares (asegurar que esas
tierras estuvieran bien defendidas) y políticos (disponer de sú bditos o vasallos frente a otros poderes).

3.3 La organizació n del Paisaje Agrario


La repoblació n supuso también una nueva organizació n del paisaje agrario. Muchas veces en las tierras de
repoblació n se dejará una impronta que en algunos casos puede llegar a la actualidad, en otros en el s. XIX
desapareció debido a la desamortizació n que supondrá un gran cambio en la organizació n agrícola.
En Leó n y en la zona galaico-portuguesa predominó el asentamiento nobiliario y eclesiá stico, dando lugar a un
paisaje rural dominado por la gran propiedad y a un há bitat de tipo disperso. En Castilla, sin embargo, predominó la
pequeñ a propiedad, con la formació n de comunidades aldeanas que pondrá n están má s o menos pobladas en funció n
del nú mero de vecinos.
En Navarra y Aragó n predominó la pequeñ a propiedad, unida bien a la presencia de comunidades de aldeas, bien al
há bitat disperso como en la zona galaico-portuguesa. Bien es verdad que tampoco faltaron los latifundios, que
pertenecían a la nobleza o a la iglesia, ya má s al sur.
Finalmente, en los Condados Catalanes se produjo una situació n similar a Navarra y Aragó n, pues la pequeñ a
propiedad predominó en las zonas pirenaicas, donde también se hizo habitual la agrupació n de los campesinos en
aldeas. Por su parte, la gran propiedad predominó en las zonas del noreste (Ampurdá n y Roselló n), con la presencia
de latifundios nobiliarios y eclesiá sticos.

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