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En palabras Llanes

Donde nace el agua… hay vida

Esta columna debió salir, por entrega, el viernes que es el día que estoy publicando ahora en mi
regreso a la escritura periódica y para La Lealtad Colima. Sin embargo, me la he reservado para el
día de hoy martes 20 de julio de 2021 y es que el día de ayer se cumplió exactamente un año de la
desaparición física de mi madre de lo que hemos denominado en este plano terrenal como vida. Y
parece que hubiera sido ayer. El tiempo pasa de manera increíble demostrándonos cada vez más y
en días de pandemia ni se diga… que la vida la tenemos que vivir a plenitud, cada día todos los días
en tanto dure nuestro periodo de pisar la faz en esta tierra.
De aquel 19 de julio de 2020 a la fecha, a mi familia y a mí nos cambió la vida de una
manera drástica, severa... La herida puede que haya cerrado pero el dolor no se va. Extrañamos
cada día, cada instante y cada minuto al pilar que fue mamá. Sin embargo, acá estamos, tratando
de seguir luchando y saliendo adelante. Levantándonos de la cama día a día con el mejor de los
ánimos «aunque por dentro estemos rotos o nos falte algo o alguien» porque hay tres nietos «dos
de mi hermano y uno mío, incluyendo en esta lista al Santi» que necesitan cuidados y cariños
como los que mamá siempre les daba. A mamá no sólo la recordamos hoy, sino que lo hacemos a
diario, siempre y, seguro estoy, va y está con nosotros a cada momento y en cada paso… Pero
ahora «ayer 19 de julio», nos puede un poco más el sentimiento «un mucho más diría yo» tanto,
que hasta el cielo lloró con lluvia su ausencia, exactamente como lo hizo hace un año ante su
partida, cuando nos cayó una tormenta seria, repito, llorando su ausencia... Te amo madre, gracias
por la vida, los consejos y los ires y venires... #HastaElCielo...
En tanto, para seguir recordándola a ella y a todas las mamás, me la topé de frente y
directo y, podría decir que casi casi la vi y la oí ahora que tuve la oportunidad de leer el nuevo libro
de mi querido amigo Armando Polanco titulado: Donde nace el agua.
Quiero decir que tuve la oportunidad de ir a la presentación presencial antes de que los
contagios por la Covid-19 se elevaran como están ahorita y antes de salir de vacaciones y puedo
decir que Donde nace el agua es un poemario vital porque, como digo en el título de esta
columna, donde hay agua o donde nace, seguramente habrá vida y hay la vida de un ser
maravilloso como lo puede ser mamá. Sin embargo, en mis ojos, al leer el poemario de Armando,
nacieron y vieron resbalar por las mejillas torrentes acuosos por el recuerdo de mi propia madre
que, en el poemario, la figura central es doña Catalina, madre de nuestro querido poeta.
Desde que lo leí, el poemario me «enchinó la piel», porque, repito, en él se retrata a un
personaje vital, columna vertebral, pilar de todas las familias en el mundo entero: mamá. El
vehículo «hago esta aliteración con todo respeto para todas las madres del universo», tanto del
poemario como el vehículo que nos transporta durante nueve meses «a veces poco más, a veces
menos» es ese ser primero con el que tenemos contacto en el mundo, con el mundo y para el
mundo. Esa burbuja protectora que es mamá, la persona primera «aunque quizá sea la segunda o
la tercera luego del médico de planta y la enfermera en turno» que nos recibe, nos abraza y, que,
desde el inicio de nuestra fútil existencia nos arropa, nos llena de besos, mimos, caricias y nos
recibe en su seno.
Mamá es aquella persona que nos va enseñando el mundo «quizá como se lo ensañaron a
ella, con muchas carencias o sin ellas, con dudas o sin ellas, con tradición o sin ella, con sapiencia,
habilidad y en cuna dorada o todo lo contrario que, en nuestro país, es más común que sea todo lo
contrario, incluso con miedo, con mucho miedo». A ese ser es a quien le debemos lo que somos si
es que somos algo más que materia…
Al leer el poemario inevitablemente pensé en mi madre y es que siempre estoy pensando
en ella. Pero Donde nace el agua es una alegoría a la imagen, esencia, presencia, espíritu y
grandilocuencia que es mamá, es el poemario del origen y desde donde todo surge, el comienzo,
los inicios, tanto de un lugar, como de los propios pininos de un niño, Armando, que poco a poco
se ha ido convirtiendo en poeta, pasando por cronista, retratista en letras de su aquí y ahora, de su
familia, sus orígenes y su amor por el terruño donde somos lo que somos y pobre de nosotros si
salimos de él porque afuera, como dice la canción, afuera tú no existes sólo adentro, aunque he
visto que Armando también afuera del terruño que lo vio nacer y ahora crecer «como persona y
escritor» también ha sabido salir adelante y ya lo vemos en entrevistas para cadenas televisivas
muy importantes en los Estados Unidos como lo es Univisión.
Así que con Armando se rompe la jetatura de ese dicho que al calce reza: «Nadie es
profeta en su tierra», porque Armando sí lo es y también lo es fuera de ella. Aunque su amor por
el terruño le hace siempre regresar amén de que, en nuestro país, la vacunación por la Covid-19
vaya, según los que saben de esto, muy atrasada, pero bueno, vamos atrasados en todo y esto no
tenía por qué ser la excepción.
En Donde nace el agua hay imágenes muy bien logradas que, sin duda, nos transportan a
ese terruño que Armando tanto añora, nos mueven a otro tiempo, incluso lo sabemos porque
muchas de las palabras utilizadas en el corpus del texto, son palabras ya casi en desuso, que las
nuevas generaciones sólo podrán encontrar en ciertos diccionarios especializados en jerga
colimeña, colimense o colimota.
La fascinación por esta tierra que lo vio crecer y lo sigue viendo crecer y afianzarse como
su escritor es latente y por eso el título porque Coquimatlán está llena de ríos, de agua, de amiales
aunque el significado del municipio sea, en realidad: «lugar donde se atrapan o cazan torcazas»;
esta fascinación ya nos la había mostrado con su libro Ayeres de Coquimatlán, una excelente
fotografía en letras de todo esto que estoy diciendo. Armando se ha ido convirtiendo en la
persona que está, en este instante, narrando los ayeres, pero también el presente y quizá deje un
vestigio en el futuro de lo que es, está siendo y será Coquimatlán, la casa, el hogar fuera de la
burbuja protectora que es mamá.
No en vano Armando ganó, con este poemario, el premio estatal de poesía en un año que
quedará para la historia «y del cual, seguro estoy, muchos escritores dejarán por sentado esto en
libros que hablen del año pandemia». 2020 fue un año bien difícil no sólo para Armando, para mí
que escribo esto y para todas las personas en el mundo entero. Año en que perdí a mi madre, el
pilar, como para Armando doña Catalina fue pilar y sustento, guía y corazón, espíritu y amor
colmados todo en una sola persona, como mi mamá lo fue y seguirá siendo para mí y, así con la
madre de cada uno de nosotros.
No sé si vuelva a leer en voz alta de la misma manera, alguna vez, el cuento «Empezando
por la nuestra» de Agustín Monsreal que, justo retrata a la madre en su día «10 de mayo»,
tampoco sé si, en alguna ocasión, vaya a poder leer en voz alta y en público el poemario de
Armando «porque la voz se quiebra, en el ojo nace agua que impide ver y leer bien, porque el
recuerdo nos llega latente y directo», pero lo que sí es verdad es que este libro pega en la mera
médula espinal, es contundente, límpido y cristalino como debe ser el lugar donde nace el agua…
Enhorabuena para Armando, cronista, poeta y narrador de su tiempo que también es
nuestro tiempo.

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