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Analizando la política exterior de los Microestados

La relevancia del modelo internacional de patrón-cliente


WOUTER P. VEENENDAAL
Leiden University

La posición de los Estados pequeños en las relaciones internacionales se describe


tradicionalmente en términos de vulnerabilidad y dependencia. Esta perspectiva dominante
es en gran medida incompleta e inexacta, porque no tiene en cuenta el elemento de
intercambio que caracteriza los vínculos internacionales entre muchos Estados pequeños y
grandes. En este artículo, pretendo esbozar y motivar un modelo alternativo en el que se
pueden entender dichas relaciones, al que se ha denominado marco internacional patrón-
cliente. Después de ofrecer una visión general de la literatura académica contemporánea
sobre el papel de los Estados pequeños en la política internacional, siguen dos secciones en
las que se motiva la aplicabilidad del marco patrón-cliente al campo de las relaciones
internacionales, y en las que se explican los motivos de los Estados patrón y Estados
cliente. Posteriormente, se examina la exactitud y la utilidad del marco sobre la base de los
datos de las entrevistas recogidas durante la investigación sobre el terreno en los tres
pequeños Estados clientes de San Cristóbal y Nieves, Seychelles y Palau. Los resultados de
este análisis indican que el vínculo cliente-patrón ofrece un modelo más fructífero para
estudiar las relaciones entre pequeños y grandes Estados que la bibliografía existente, ya
que reconoce el elemento de intercambio que conllevan estas relaciones.
Presionando por los votos de los Estados pequeños
El 29 de noviembre de 2012, la Asamblea General de las Naciones Unidas votó a
favor de conceder a Palestina el estatus de observador no miembro de las Naciones Unidas.
Entre los nueve Estados miembros que se opusieron a la candidatura Palestina se
encontraban Israel y Estados Unidos, pero también los pequeños Estados insulares del
Pacífico de Nauru, las Islas Marshall, Palau y los Estados Federados de Micronesia. Al
expresar su oposición a la propuesta de resolución 67/19, estas minúsculas y aisladas
naciones insulares reiteraron su comportamiento habitual en la Asamblea General, que
consiste en votar en línea con Estados Unidos. Las estadísticas del Departamento de Estado
estadounidense demuestran que, durante el año 2011, la coincidencia de voto entre las Islas
Marshall y Estados Unidos fue del 89,6%, mientras que ésta fue del 95,5% para Nauru, del
96,8% para Micronesia y del 97,3% para Palau (Departamento de Estado estadounidense
2011). Junto con Canadá (91,4%) e Israel (92,8%), estos tres últimos países fueron los
únicos miembros de la ONU que tuvieron una coincidencia de voto con Estados Unidos
superior al 90%.
Los pequeños estados insulares suelen ocupar una posición destacada en la política
internacional. De los seis Estados miembros de la ONU que ahora reconocen la soberanía
de la auto declarada república caucásica de Abjasia, tres son los microestados insulares del
Pacífico de Nauru, Tuvalu y Vanuatu. A cambio de su reconocimiento, Nauru ha recibido
31 millones de dólares en ayuda al desarrollo de la Federación Rusa, y también Tuvalu y
Vanuatu han recibido impresionantes paquetes de ayuda de Moscow (Hume 2012). De
manera similar, muchos microestados del Pacífico y el Caribe han sido acusados de apoyar
el programa de caza científica de ballenas de Japón en la Comisión Ballenera Internacional
a cambio de grandes sumas de dinero de Tokio, y esto también fue admitido por el gobierno
japonés (Watts 2001). Sin embargo, quizá la ilustración más llamativa de este tipo de
diplomacia de chequera la ofrezca la lucha por el reconocimiento diplomático entre la
República Popular China (RPC) y la República de China (ROC) en Taiwán, que ha creado
una rivalidad y competencia constantes por el respaldo de las naciones insulares del Caribe
y del Pacífico (Van Fossen 2007).
Los ejemplos anteriores demuestran que las relaciones internacionales entre Estados
pequeños y grandes, pobres y ricos, o débiles y poderosos, suelen caracterizarse por un
vínculo diádico y particularista que se basa en el intercambio de apoyo político a cambio de
una compensación material. Mientras que la posición de los Estados pequeños en el sistema
internacional —en línea con los supuestos (neo)realistas— suele describirse en términos de
vulnerabilidad y dependencia, esta visión determinista y pesimista ignora claramente las
oportunidades que tienen los Estados pequeños para hacer que el sistema internacional
funcione en su beneficio. Por ello, en este artículo pretendo esbozar y motivar un modelo
alternativo que permita entender las relaciones internacionales y la política exterior de los
Estados pequeños. Este marco, que surgió en la década de 1980, pero que ahora parece
haber desaparecido por completo, se ha denominado vínculo internacional patrón-cliente
(Shoemaker y Spanier 1984; Carney 1989). Mientras que el modelo se desarrolló por
primera vez en el contexto de la rivalidad entre superpotencias de la Guerra Fría, y en este
sentido también identificaba a los países más grandes del tercer mundo como clientes de
Estados Unidos o de la Unión Soviética, este artículo pretende demostrar que el modelo es
ahora especialmente relevante para explicar las relaciones internacionales y la política
exterior de los Estados más pequeños del mundo. Dado que las políticas exteriores de estos
microestados sólo se han analizado en contadas ocasiones, un objetivo secundario de este
artículo es abordar esta laguna en la investigación académica.
Tras un párrafo inicial en el que se discute la literatura dominante y principalmente
neorrealista sobre los Estados pequeños en las relaciones internacionales, este artículo
continúa con dos secciones en las que se evalúa la aplicabilidad del modelo patrón-cliente
al ámbito de las relaciones internacionales, y en las que se intenta explicar los incentivos
tanto de los Estados-patrón como de los Estados-cliente. La parte empírica posterior del
artículo ofrece pruebas y datos que se han recogido durante las entrevistas con encuestados
de los tres Estados "clientes" de San Cristóbal y Nieves (Caribe), Seychelles (África) y
Palaos (Pacífico). En la conclusión del artículo, se presentan y discuten varias
implicaciones teóricas para el campo de las relaciones internacionales en general, y se
evalúa la fuerza relativa del modelo internacional patrón-cliente frente a la perspectiva que
hace hincapié en la vulnerabilidad y la dependencia.
Los Estados pequeños en las relaciones internacionales: la perspectiva (neo)realista
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, se ha desarrollado un pequeño pero
perspicaz cuerpo de literatura sobre la posición de los estados pequeños en la política
internacional. Reflejando el dominio del realismo clásico en el campo de las relaciones
internacionales de la época, los estudios de las décadas de 1950 y 1960 analizan
principalmente las estrategias que los Estados pequeños pueden seguir para aumentar sus
posibilidades de supervivencia (Fox 1959; Vandenbosch 1964; Rothstein 1966, 1968; Vital
1967; Sveics 1969). En su análisis del comportamiento de los Estados pequeños durante la
Segunda Guerra Mundial, Annette Baker Fox examina las estrategias diplomáticas seguidas
por Turquía, Finlandia, Noruega, Suecia y España, y descubre que se puede seguir con
éxito una política de abstinencia y neutralidad si se puede convencer a las potencias
mayores de las ventajas de la neutralidad de estos estados (1959:180-181). Después de
haber analizado los casos de Checoslovaquia, Israel y Finlandia, David Vital llega a
conclusiones similares, subrayando ominosamente que "en un conflicto internacional (...)
no puede haber una compensación simple y directa de la debilidad material" (1967:129).
Por lo tanto, parece que la mejor estrategia para la supervivencia de los Estados pequeños
se basa en la cooperación en las organizaciones internacionales (Vital 1967:129-131).
Llevando las lecciones de Fox y Vital al contexto de la Guerra Fría, Robert
Rothstein sostiene que una posición de no alineación es a veces tácticamente viable para los
Estados pequeños, pero sólo en el caso de una estructura de poder global bipolar (Rothstein
1966:404-405; 1968:32-37). Rothstein menciona además el hecho de que los estados
pequeños apoyan mucho a las organizaciones internacionales y lo explica por el hecho de
que estas organizaciones se basan en la igualdad entre sus estados miembros (1968:39-41).
Esta conclusión es compartida por Vandenbosch, quien sostiene que el Consejo de
Seguridad de la ONU fue creado por los Estados grandes porque "sus intereses corrían el
riesgo de verse anegados por la multiplicidad de Estados pequeños" en la Asamblea
General (1964:299). Según estos autores, la ONU puede considerarse como "una gran
bendición" para los Estados pequeños, y el temor a que dominen las organizaciones
internacionales ha sido expresado también por otros estudiosos contemporáneos (Rapoport
1968; Mendelson 1972). Sveics (1969:39), por último, establece un vínculo con la política
doméstica al subrayar que los estados pequeños deben confiar en su fuerza sociopolítica
resultante del hecho de que son comunidades muy unidas. Los Estados pequeños pueden
seguir una estrategia de "resistencia nacional", que implica esencialmente la resistencia al
agresor sobre la base de "la fuerza espiritual de la comunidad" (Sveics 1969:69).
Mientras que las desventajas militares de la pequeñez se enfatizaron también en
publicaciones posteriores (Schou y Brundtland 1971; Plischke 1977; Harden 1985;
Espíndola 1987), la visión pesimista de los primeros años de la posguerra también dio paso
a un pensamiento en términos de oportunidades (East 1973; Warrington 1998; Ingebritsen,
Neumann, Gstohl y Beyer 2006; Oest y Wivel 2008). Las publicaciones más recientes en
este campo, que suelen ser menos teóricas y se basan en mayor medida en observaciones
del mundo real, indican que los Estados pequeños pueden utilizar su soberanía como
herramienta de negociación en las relaciones internacionales (por ejemplo, Carney 1989;
Sutton y Payne 1993; Stringer 2006). Según estos autores, la mencionada posición de
igualdad de los Estados pequeños en las organizaciones internacionales puede, por ejemplo,
explotarse intercambiando su voto a cambio de beneficios militares y económicos. En
varias publicaciones de los años ochenta y principios de los noventa, este comportamiento
se describió en términos del modelo internacional patrón-cliente (Shoemaker y Spanier
1984; Carney 1989; Sutton y Payne 1993:589).
En combinación con la vulnerabilidad militar-estratégica, en la literatura académica
los Estados pequeños también se han asociado tradicionalmente con la debilidad económica
y la dependencia. En este sentido, los estudios de posguerra hacen hincapié principalmente
en la falta de recursos naturales y humanos, de capital y en los mercados internos
inherentemente limitados de los Estados pequeños (Robinson 1960; Knox 1967; Selwyn
1975; Dolman 1985; Payne 1987). Además, estos análisis han puesto de relieve la
dependencia de los pequeños Estados de un único producto básico de exportación, por lo
que las fluctuaciones del mercado mundial pueden tener efectos perjudiciales para sus
economías (Benedict 1967:2-3; Knox 1967:35-38; Khalaf 1976:423-424; Payne 1987:52-
53). Un estudio comparativo de Kuznets (1960:22-23) demuestra que la proporción del
comercio exterior en las economías de los Estados pequeños es mayor, y que muchos
Estados pequeños concentran su comercio en un Estado más grande, lo que da lugar a lo
que este autor llama una posición "satelital" de los estados pequeños con respecto a sus
vecinos más grandes.
A lo largo de las décadas de 1960 y 1970, los supuestos negativos sobre el
desarrollo económico de los Estados pequeños dieron paso a una visión más ambigua, en la
que se destacaban tanto las ventajas como las desventajas de la pequeñez. Esta
transformación se debió principalmente a las observaciones del mundo real, según las
cuales los Estados pequeños no tenían un peor desempeño, o incluso eran mejores que los
Estados más grandes en términos de desarrollo económico (Schumacher 1973; Khalaf
1976, 1979; Kohr 1977; Katzenstein 1985; Baldacchino 1993; Streeten 1993; Armstrong,
De Kervenoael, Li y Read 1998; Armstrong y Read 2000; Easterly y Kraay 2000;
Armstrong 2003; Alesina y Spolaore 2005). Entre los estudios más destacados en este
sentido se encuentra Small States in World Markets (1985), de Peter Katzenstein, en el que
se explica el éxito económico de los Estados europeos más pequeños a partir de sus
acuerdos políticos y económicos corporativistas. Diversas publicaciones afirman que la
principal ventaja económica de los Estados pequeños es que sus economías son más
abiertas, por lo que tienen cuotas comerciales mucho más altas (Easterly y Kraay 2000:8-
10). En varias publicaciones, Harvey Armstrong y sus colegas sostienen que el grupo de
Estados pequeños es demasiado diverso para sacar conclusiones universalmente válidas
sobre la influencia del tamaño en los resultados económicos (Armstrong et al. 1998:654;
Armstrong y Read 2000).
Aunque en la actualidad varios estudios destacan los aspectos más positivos de las
relaciones internacionales y el desarrollo económico de los pequeños Estados, las políticas
específicas que éstos siguen para obtener seguridad internacional y crecimiento económico
siguen sin especificarse. Para poder explicar el comportamiento internacional de los
Estados pequeños, el análisis académico no debe limitarse a la presentación de información
y estadísticas formales, sino que también debe centrarse en los incentivos, las motivaciones
y las actitudes de las personas que elaboran la política exterior de los Estados pequeños.
Aunque los estudiosos tienen opiniones divergentes sobre los efectos de la pequeñez en las
relaciones internacionales y el desarrollo económico, todos coinciden en que la posición
internacional de los Estados pequeños se caracteriza por su vulnerabilidad y dependencia
política y económica. Sin embargo, no está claro cómo las élites políticas de los Estados
pequeños afrontan y tratan este reto.
Como han destacado varios estudiosos, los Estados pequeños tienden naturalmente a
buscar la protección y el apoyo de los Estados más grandes, que pueden ayudar a aliviar las
consecuencias negativas de su susceptibilidad. Al ser conscientes de la debilidad y la
dependencia de los Estados pequeños, estos Estados más grandes están en una poderosa
posición de negociación para exigir cualquier forma de compensación a cambio de su
apoyo. Como señalan Shoemaker y Spanier, los Estados poderosos están interesados
principalmente en los beneficios intangibles que los Estados más débiles pueden ofrecer, de
los cuales los tres ejemplos principales son la convergencia ideológica, la solidaridad
internacional y la ventaja estratégica (1984:17-20). Si el Estado débil puede ofrecer
cualquier (combinación de) estos activos, puede evolucionar una relación diádica,
particularista y muy desigual entre el Estado débil y el poderoso, que puede entenderse en
términos del marco patrón-cliente. Dado que el modelo internacional patrón-cliente se
desarrolló en la última década de la Guerra Fría, se creía en general que el fin de este
conflicto reduciría en gran medida la influencia de los Estados más débiles y que, por tanto,
el modelo dejaría de ser aplicable. El presente artículo pretende demostrar que esta
conclusión fue prematura, ya que el comportamiento de los Estados más pequeños en la
política internacional a menudo puede seguir explicándose, basándose en el modelo del
clientelismo internacional. En la sección siguiente se explican las características de este
modelo y se evalúa su aplicabilidad al ámbito de las relaciones internacionales.
Aplicación del modelo patrón-cliente a las relaciones internacionales
Como fenómeno de la política nacional, el clientelismo se ha descrito como un
intercambio directo y personal entre los ciudadanos y sus representantes, en el que el apoyo
político (normalmente en forma de voto) se sustituye por beneficios materiales (Kitschelt
2000:849-850; Piattoni 2001:4-7; Kopecky 2011). El elemento de intercambio en la
relación implica que una primera característica determinante de las relaciones clientelistas
es que dichos vínculos son de naturaleza recíproca, lo que significa que cada uno de los dos
actores tiene algo que ofrecer que el otro desea. Una segunda característica de las
relaciones cliente-cliente es la relación altamente desigual o asimétrica entre las dos partes
en cuanto a sus recursos y capacidades. En tercer lugar, y como consecuencia de ello, las
relaciones patrón-cliente se basan en la conformidad del cliente con las exigencias e
intereses del patrón del que depende (Carney 1989:45-46). Un elemento final, que
diferencia las relaciones clientelistas de las simples relaciones de dependencia, es la
afectividad que caracteriza el vínculo entre patrón y cliente (Lemarchand y Legg
1972:152). Esta afectividad también genera una forma de lealtad que aumenta la estabilidad
o el carácter estructural de los vínculos entre el patrón y el cliente.
En la bibliografía académica, el clientelismo se suele agrupar con el patronazgo, el
nepotismo, el amiguismo y la política de barril de cerdo bajo el término de particularismo
(Kopecky y Scherlis 2008:356). Este término, a su vez, se asocia a menudo con la
corrupción, que, sin embargo, en contraste con el particularismo, implica un elemento de
ilegalidad y es por tanto un concepto distinto (Kopecky 2011:5). La principal diferencia
entre el mecenazgo y el clientelismo se reduce al tipo de favor que el mecenas distribuye;
puestos de trabajo en el sector público en el caso del mecenazgo y beneficios materiales
como dinero, comida o una casa en el caso del clientelismo. En cualquier caso, tanto el
patronazgo como el clientelismo se asocian convencionalmente con jurisdicciones
premodernas y tradicionales, o con países de reciente democratización que no cuentan
(todavía) con un sistema político-institucional consolidado. Sin embargo, también en las
democracias consolidadas y desarrolladas, como Italia, el clientelismo tiene una influencia
determinante en la política. En las democracias representativas, las redes de patrocinadores
y clientes suelen estar organizadas y gestionadas por los partidos políticos, y en este sentido
se suele argumentar que el clientelismo socava la función de representación ideológica y
programática que se espera que cumplan los partidos (Kitschelt 2000:850-851).
Aunque los partidos políticos no operan a nivel político internacional, algunas de las
relaciones entre Estados muy pequeños y grandes se ajustan a los cuatro criterios de una
relación patrón-cliente. Como se ha mencionado en la sección anterior, al igual que los
clientes domésticos, los Estados pequeños y débiles dependen en gran medida de
benefactores más grandes para el suministro de bienes tangibles, en este caso la seguridad
internacional y el apoyo económico y financiero. Aunque dos Estados soberanos son
jurídicamente iguales, por ejemplo, en las organizaciones internacionales, las relaciones
entre Estados pequeños y grandes suelen caracterizarse por la asimetría de recursos y
capacidades. En cuanto a las cuestiones de reciprocidad y cumplimiento, que son algo más
difíciles de observar, al menos puede comprobarse que algunos Estados más grandes
prestan apoyo económico y militar a Estados más pequeños, y que los Estados pequeños
suelen sintonizar aspectos de su política exterior con la de los Estados más grandes. Sin
embargo, para distinguirlo de una simple relación de dependencia, la cuestión sigue siendo
hasta qué punto este intercambio se basa en un acuerdo recíproco (implícito o explícito)
entre el Estado más pequeño y el más grande. Además, habría que determinar el elemento
de afectividad o lealtad en la relación diádica para hablar de un vínculo internacional
patrón-cliente. Para confirmar la aplicabilidad del modelo patrón-cliente a las relaciones
internacionales y descartar la presencia de simples relaciones de dependencia, los cuatro
elementos del modelo patrón-cliente deberían ser características observables de la relación
entre Estados muy pequeños y grandes.
Sin embargo, basándonos en el análisis anterior, parece que el concepto de la
relación patrón-cliente puede "viajar" (cf. Sartori 1970:1034, 1041) al ámbito de las
relaciones internacionales. Como describen Shoemaker y Spanier, durante la Guerra Fría,
tanto la Unión Soviética como Estados Unidos intentaron atraer a los Estados clientes a su
"bloque" ofreciéndoles beneficios económicos y financieros, y esta dinámica es comparable
a la de los políticos o partidos políticos que compiten por el apoyo de los ciudadanos (1984:
capítulo 4). Mientras que los estudiosos suponían que el final de la Guerra Fría también
marcaba el fin del modelo internacional de patrón-cliente, este artículo pretende demostrar
que el modelo sigue siendo claramente relevante para la relación entre los estados pequeños
y los grandes. Mientras que los análisis de la década de 1980 identificaron a países como
Israel, Corea del Sur, Cuba y Somalia como clientes de cualquiera de las dos
superpotencias, este artículo destaca específicamente la relevancia del modelo para los
países más pequeños del mundo, que son los microestados insulares del Caribe, África y el
Pacífico. Como se demuestra en la cuarta sección de este artículo, desde el final de la
Guerra Fría y la desaparición de la Unión Soviética, el número de posibles estados
patrocinadores de estos microestados ha crecido incluso, y la lista incluye ahora también a
China, Taiwán, Japón, Rusia, la Unión Europea y los Emiratos Árabes Unidos. Como
resultado del aumento del número de posibles patrocinadores, la influencia internacional y
la posición negociadora de los microestados podría incluso haber crecido tras el final de la
Guerra Fría.
Explicación de los motivos de los Estados patrocinadores y los Estados clientes
En el contexto político nacional, el objetivo general de un mecenas es obtener el
apoyo político del cliente, normalmente en forma de voto. En ausencia de elecciones a nivel
internacional, las aspiraciones de los Estados patrocinadores pueden considerarse más
difusas. Por supuesto, los votos de los Estados clientes en los foros internacionales pueden
identificarse como un objetivo, y en este sentido la institución más obvia para tener en
cuenta es la Asamblea General de la ONU. Sin embargo, Shoemaker y Spanier identifican
tres categorías de objetivos de los Estados clientes: la convergencia ideológica, la
solidaridad internacional y la ventaja estratégica (1984:17-20; cf. Carney 1989:49-51). En
el contexto de la Guerra Fría, la convergencia ideológica podía traducirse en la lealtad a la
ideología de cualquiera de las dos superpotencias o, al menos, en la adhesión de boquilla a
sus principios fundamentales. En la actualidad, un Estado patrón como Estados Unidos
suele vincular la prestación de ayuda al respeto de ideales como la democracia y los
derechos humanos, que en este sentido constituyen un nuevo foco de convergencia
ideológica.
La solidaridad internacional implica que un Estado cliente debe armonizar su
política exterior y su comportamiento electoral con el del Estado patrocinador, y a veces
declarar abiertamente su apoyo a éste. En este sentido, la solidaridad internacional también
sirve para conferir la percepción de una alianza a terceros Estados, lo que puede servir
como elemento disuasorio (Carney 1989:46-47). En el contexto de la lucha diplomática
entre China y Taiwán, la solidaridad internacional significa que el Estado cliente no
reconoce ni establece vínculos con el adversario y, especialmente en el caso de Taiwán,
muestra abiertamente su apoyo al Estado patrón durante los actos públicos internacionales.
Según Carney (1989:50), la muestra de solidaridad del cliente hacia el patrón se vuelve
especialmente importante si el cliente es un nuevo miembro de un bloque político
internacional específico; no sólo como prueba de su lealtad, sino también para notificar al
resto del mundo el cambio de relación.
Mientras que la convergencia ideológica y la solidaridad internacional pueden tener
sus paralelos en la política nacional, el tercer objetivo posible de los Estados patrocinadores
—la ventaja estratégica— sólo puede contemplarse a nivel internacional. La ventaja
estratégica implica esencialmente que el territorio del Estado cliente se utilice para reforzar
la posición geoestratégica del Estado patrocinador. Un ejemplo podría ser que parte de este
territorio se alquile o se venda al Estado patrón, que puede, por ejemplo, utilizar el terreno
disponible para fines militares. Estados Unidos, por ejemplo, mantiene muchas bases
militares de ultramar en Estados clientes, y los Pactos de Libre Asociación con antiguos
territorios del Pacífico4 también estipulan explícitamente que Estados Unidos tiene acceso
militar exclusivo a la jurisdicción territorial de estos Estados insulares (véase Palau 1986).
Sin embargo, Shoemaker y Spanier señalan que los Estados patrocinadores también pueden
"utilizar al cliente como sustituto en los conflictos regionales" o "explotar el papel del
cliente como escenario para la revolución" (1984:19-20). Mientras que esta situación podría
ser plausible durante la Guerra Fría, en el contexto de los microestados insulares de hoy en
día es algo más difícil de prever.
Para ilustrar la naturaleza asimétrica de la relación cliente-patrón, mientras que los
clientes pueden ser, en el mejor de los casos, un activo para los Estados patronos, el apoyo
de un patrón suele ser de crucial importancia para el Estado cliente. Como se ha comentado
en la sección anterior, los Estados clientes son vulnerables tanto económica como
militarmente, por lo que los objetivos del cliente dependen en gran medida de la evaluación
de las principales amenazas para su supervivencia. En este sentido, los microestados
insulares son obviamente muy vulnerables, e incluso más que los Estados clientes de la
Guerra Fría que Shoemaker y Spanier han identificado. Los ejemplos de Estados poderosos
que acuden en ayuda de sus aliados más débiles son abundantes, pero a veces es difícil
determinar si esto beneficia principalmente al Estado patrón o al Estado cliente. Por otro
lado, el apoyo económico, normalmente en forma de ayuda al desarrollo, parece ser una
contribución más palpable de los mecenas a sus clientes, especialmente si se tiene en cuenta
la observación de que muchos microestados dependen de forma crucial de las inversiones y
la ayuda extranjeras (Briguglio 1995:1618). En este sentido, el apoyo económico y
financiero es el beneficio más obvio que los microestados pueden obtener si están
dispuestos a actuar como estados clientes de las grandes potencias.
En el caso de los Estados pequeños que son miembros de pleno derecho de las
organizaciones internacionales, la soberanía puede emplearse como moneda de cambio que
puede adjudicarse al mejor postor. En este sentido, al igual que los Estados patrocinadores
pueden tener múltiples clientes, los Estados clientes pueden reforzar su posición
negociadora atendiendo a múltiples patrocinadores, o incluso simplemente amenazando con
hacerlo. En primer lugar, tener más de un cliente disminuye la vulnerabilidad y la
inseguridad del Estado cliente, porque si uno de ellos se retira repentinamente, el cliente
siempre puede contar con otro. Sin embargo, lo que es más importante, los Estados clientes
también pueden intentar enfrentar a varios patrocinadores entre sí, ofreciendo su lealtad al
patrocinador que esté dispuesto a pagar el precio más alto a cambio. Si esta estrategia no es
factible, los Estados clientes pueden, al menos, presionar a sus patrocinadores
amenazándolos con buscar la protección adicional de una potencia rival, o con abandonar
por completo al patrocinador y convertirse en miembro de un nuevo bloque. Estas
oportunidades indican que las debilidades del Estado cliente pueden no estar tan
predestinadas como parece inicialmente.
En la literatura académica sobre los Estados pequeños, se suele destacar el efecto
estimulante de la pequeñez en el desarrollo de las relaciones domésticas particularistas
entre los ciudadanos y los políticos (Benedict 1967:53-54; Sutton 2007:203; Baldacchino
2012:107-109). Según algunos estudiosos, la combinación de clientelismo nacional y
clientelismo internacional en los Estados pequeños ha creado una situación de "doble
clientelismo", en la que los políticos locales utilizan los beneficios del clientelismo
internacional para financiar los costes de sus redes nacionales de patrocinio y clientela (por
ejemplo, Seibert 1999:12). En tales circunstancias, la interrupción de las inversiones y la
ayuda extranjeras no sólo generaría problemas económicos para el Estado cliente, sino que
también tendría importantes consecuencias electorales y políticas. Dado que este
mecanismo añade una dimensión de dependencia política a la ya existente dependencia
económica y militar del Estado cliente, no hace sino aumentar la dependencia de los
Estados pequeños de sus patrocinadores internacionales. Además, paradójicamente implica
que las contribuciones de los donantes más grandes socavan el funcionamiento y el
rendimiento de la democracia en los Estados pequeños.
Datos de San Cristóbal y Nieves, Seychelles y Palau
Ahora que se han esbozado los antecedentes teóricos y las principales características
de la relación internacional cliente-patrón, se pueden analizar las pruebas del mundo real
para examinar la aplicabilidad del marco a la política internacional. Durante tres etapas de
investigación sobre el terreno en los pequeños Estados de San Cristóbal y Nieves,
Seychelles y Palaos, reuní datos de entrevistas que pueden servir como prueba para
examinar la exactitud del modelo desde la perspectiva del Estado cliente. Los tres casos se
seleccionaron de acuerdo con los criterios de pequeñez, variación geográfica y variación en
términos de desarrollo económico, historia colonial, sistema político y características
culturales. En cada uno de los tres pequeños Estados insulares, se realizaron entrevistas
semiestructuradas con entre diez y veinte encuestados de diversos orígenes políticos y
sociales. En la presente sección utilizo citas de las entrevistas para ilustrar o enfatizar mi
argumento general, pero a petición de mis entrevistados he decidido no revelar sus nombres
y profesiones. Para comprobar la exactitud de las entrevistas, estos datos se han triangulado
con periódicos, literatura secundaria, documentos oficiales y otras fuentes escritas.
Las economías de los pequeños estados insulares se han analizado a menudo en
términos de los modelos MIRAB (Migración, Remesas, Ayuda, Burocracia) o TOURAB
(Migración sustituida por Turismo) (Bertram 1986, 2006; Poirine 1998; Apostolopou-los y
Gayle 2002). Como destaca Briguglio (1995:1615), la cifra del producto interior bruto
(PIB) oficial de estos países suele ocultar hasta qué punto son económicamente vulnerables,
ya que los factores de insularidad de la pequeñez, lejanía y propensión a las catástrofes
naturales "hacen que las economías de estos estados sean muy vulnerables a fuerzas que
están fuera de su control." En el caso de Palau, el FMI informa de que cerca del 50% del
PIB depende del turismo, y aproximadamente el 25% de la ayuda exterior (FMI 2012).
Kitts y Nevis, que tiene la cuarta relación entre la deuda pública y el PIB más alta del
mundo (144%) y, por lo tanto, tiene una economía muy endeudada, el turismo representa
aproximadamente el 20% del PIB, mientras que la inversión extranjera directa (IED)
influye el 25% (FMI 2011). Aunque Seychelles es más rica que los demás microestados,
esta riqueza se basa en gran medida en el turismo, que representa más del 35% de la
economía de este país (FMI 2013).
La OCDE proporciona estadísticas sobre los principales donantes de ayuda e
inversión extranjera directa, pero estos datos se ven obstaculizados por el hecho de que solo
incluyen la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD), lo que significa que las transferencias de
efectivo más directas como, por ejemplo, los regalos, podrían no estar incluidas en estas
estadísticas. Además, la AOD sólo incluye los flujos de ayuda de país a país, y como
Taiwán no se considera en su mayoría un Estado soberano, este importante Estado
patrocinador queda excluido de estas estadísticas. Sin embargo, las estadísticas demuestran
que, de los 27 millones de dólares de AOD que recibió Palaos en 2011, 17 millones fueron
aportados por Estados Unidos, mientras que Japón aportó 7 millones. En el caso de San
Cristóbal y Nieves, que recibió 19 millones de dólares de AOD en 2011, 13 millones fueron
aportados por la Unión Europea, y 4 millones por el Banco de Desarrollo del Caribe, a
través del cual Estados Unidos también canaliza su ayuda. Seychelles, por último, recibió
53 millones de dólares de AOD en 2010, de los cuales 18 millones procedían de Francia, 12
millones de los Emiratos Árabes Unidos, 6 millones de la UE y 5 millones de Japón
(OCDE 2014).
Un indicador final relevante que puede utilizarse para evaluar la dependencia
económica internacional de los tres microestados lo ofrecen los Acuerdos Comerciales
Preferenciales (ACP) de los que se benefician, información proporcionada por la
Organización Mundial del Comercio. En concreto, estas estadísticas demuestran la variedad
de posibles estados patrocinadores de los que pueden beneficiarse los microestados clientes
(OMC 2014). La base de datos muestra que todos los microestados tienen uno o más ACP
con Estados Unidos, la UE, Japón, Turquía, Australia, Nueva Zelanda y Canadá, y que
Seychelles y San Cristóbal y Nieves también tienen un ACP con Rusia. Ninguno de los
microstatos tiene un ACP con China o India, que sí actúan como proveedores de ACP para
otros países en desarrollo. En todas las circunstancias, los microestados son beneficiarios de
estos ACP. En resumen, todas las estadísticas demuestran que los microestados son en un
grado significativo dependientes económicamente de otros estados, y la vulnerabilidad de
estos países se ve reforzada por los factores que menciona Briguglio.
Además de la AOD y los acuerdos de comercio preferencial, los tres microestados
se benefician regularmente de regalos o ayudas más materiales de sus Estados
patrocinadores. Por ejemplo, en 2010, Taiwán compró 12 coches de policía y un barco de
pasajeros para Palau, y en 2013 firmó un contrato de cinco años con el gobierno de San
Cristóbal y Nieves para desarrollar las TIC en las islas. Cuando el puente que conectaba las
dos islas principales de Palau se derrumbó en 1996, una empresa japonesa reconstruyó el
"puente de la amistad" con una subvención del gobierno japonés (Ministerio de Asuntos
Exteriores de Japón 2003). En Seychelles, la República Popular China ayudó a resolver los
problemas relacionados con la expansión urbana recuperando 750 hectáreas de tierra del
mar, y China también construyó un nuevo edificio del parlamento por valor de 2 millones
de euros (Aid Data 2014). Aunque estas formas de ayuda pueden incluirse o no en las cifras
oficiales de la AOD, constituyen un componente importante del vínculo entre el
patrocinador y el cliente.
Como primera observación, prácticamente todos los encuestados de los tres
pequeños Estados insulares reconocieron la dependencia de su país de Estados más
grandes. Como señaló un encuestado de Seychelles:
Creo que el país depende de los Estados extranjeros. Obviamente, somos pequeños
y necesitamos a los Estados extranjeros para sobrevivir. El grueso de nuestros
ingresos se basa en lo que entra por el turismo y el pescado, y estos no son
realmente bienes esenciales o necesarios. Quiero decir que mañana todos los
turistas del mundo pueden decir "mira, no vamos a venir a Seychelles", y mañana
la gente puede comer su pescado en otro sitio. Así que sí, dependemos
definitivamente de otros países, y tenemos que ser cuidadosos en la gestión de
nuestras relaciones con otros países.
Como resultado de esta dependencia, y en línea con el marco patrón-cliente, las personas
que entrevisté indicaron que la adquisición de inversiones extranjeras es el principal
objetivo de la política exterior de su país. Como dijo un entrevistado de St. Kitts y Nevis
observaron:
Para abrirse camino en el laberinto de la economía mundial, hay que alinearse con
los países de los que se puede obtener algún beneficio. Los taiwaneses son socios
nuestros desde hace mucho tiempo y han financiado muchos proyectos.
Un ex secretario de Estado de Palaos hizo observaciones similares, y declaró que los
Estados más grandes suelen presionar para que Palaos reciba apoyo en las Naciones
Unidas:
Cuando yo era Ministro de Estado, era una especie de política tácita cuando
establecíamos relaciones diplomáticas: "¿Qué pueden hacer por nosotros?" Y
muchas veces tenemos ese voto único en las Naciones Unidas en el que alguien
viene y dice "queremos su voto sobre algo".
Muchos de los entrevistados palauanos eran muy conscientes de la importancia de la
pertenencia de su país a la ONU y sabían cómo utilizar su soberanía como herramienta de
negociación en las relaciones internacionales:
Si se escuchan los comentarios del Presidente Toribiong, suele decir que Palaos es
un país sin muchos recursos naturales, pero que tenemos nuestra soberanía. Y
considera que la soberanía es quizá el mayor activo de Palaos a nivel
internacional. Así que dijo "podemos hacer amigos a nivel internacional", y cuando
Palau hace amigos, hace que sus amigos contribuyan. Hacer amigos es también
una forma de mejorar nuestra propia calidad de vida.
Al ver que sus países apoyan fuertemente a Taiwán a nivel internacional, los encuestados
de San Cristóbal y Nieves y Palaos indicaron que este Estado patrón busca principalmente
la solidaridad internacional a cambio de inversiones. Según un político de San Cristóbal:
Taiwán se dirigió al gobierno anterior poco después de que nos independizáramos
en 1983. Taiwán quería tener voz en las Naciones Unidas, por lo que acudió a
muchos de estos nuevos países del Caribe y estableció relaciones diplomáticas para
conseguir algún número en las Naciones Unidas que hablara en su nombre.
De forma similar, los encuestados de Palaos explicaron que la relación entre su país y
Taiwán se basa en un intercambio de dinero a cambio de apoyo internacional. Un antiguo
ministro palauano indicó de forma reveladora cómo Taiwán se acerca a sus clientes:
Well, for one thing Taiwan has been a good friend because we recognize them (...)
As a Minister of Health I had to speak, and Taiwan always comes: “speak for
Taiwan.” They even give me text, so to say, so I work them into my agenda.
However, Taiwan is not the only patron state of St. Kitts and Nevis and Palau. Sutton and
Payne’s claim that client states can increase their bargaining position by maintaining
relations with multiple clients is definitely corroborated by my respondents in all three
cases. As a government minister in St. Kitts and Nevis explained:
Creo que lo que hacen otros países es conseguir nuestro apoyo internacional para
su causa. Taiwán, por ejemplo, nos pide cuando vamos a las Naciones Unidas, ya
sabes. Y esto vale para cualquier país, como Cuba y Venezuela, por ejemplo. De
hecho, ahora mismo hay un asunto con la Unión Europea que nos presiona para
que reconozcamos a Kosovo.
Según algunos entrevistados, la mejor manera de atraer el apoyo de múltiples
patrocinadores es mantener una posición muy neutral en asuntos internacionales delicados.
Uno de los entrevistados de Seychelles, por ejemplo, argumentó que:
Creo que la mejor manera de sobrevivir es poder ser amigos de todo el mundo, y
también ver lo que podemos conseguir y ver lo que podemos lograr siendo amigos
de todo el mundo. Y creo que es una política que jugamos con mucho cuidado. Por
ejemplo, en la Comisión Ballenera Internacional tuvimos que retirarnos porque
estábamos recibiendo conflictos de interés. En el Caribe se acusó a los japoneses
de conseguir votos pagando a los gobiernos para que les apoyaran. Lo que
solíamos hacer (...) es que cuando había una votación sobre la caza de ballenas
evitábamos votar. Así que cogimos lo mejor de ambos mundos, y cuando Europa se
cerraba y no financiaba nada para Seychelles, Japón era muy amable, por supuesto
a cambio de otras cosas.
Tal y como se ha argumentado en la sección teórica, los Estados clientes no sólo pueden
aumentar su posición atendiendo a múltiples patrocinadores, sino que también pueden
intentar enfrentar a varios Estados patrocinadores (potenciales) entre sí. Las entrevistas
demostraron que ésta es una estrategia que los Estados pequeños parecen utilizar con
bastante frecuencia. En el caso de San Cristóbal y Nieves, las relaciones políticas con Cuba
y Venezuela parecen estar dirigidas a presionar a Estados Unidos:
Por supuesto, la retórica entre Estados Unidos y Venezuela era bastante elevada, y
Estados Unidos había sido un socio constante para San Cristóbal y Nieves. Pero el
gobierno de San Cristóbal y Nieves decía "bueno, las subvenciones y la ayuda de
Estados Unidos se han agotado, y como país independiente podemos buscar ayuda
de quien sea." De hecho, también desarrollaron una estrecha relación con Qaddafi
en Libia.
En el caso de Palau, que está más vinculado políticamente que los otros dos países al patrón
único de Estados Unidos y, por lo tanto, no puede cambiar su lealtad internacional tan
fácilmente, las recientes aperturas políticas hacia China parecen especialmente orientadas a
presionar a Taiwán y Estados Unidos, como explica uno de mis entrevistados:
Recientemente, el presidente Toribiong mencionó que Palau solía votar por los
programas de Estados Unidos. Pero mencionó de forma muy marcada algunos
otros países como China, que quieren tener influencia económica aquí. Y también
habló de algunos políticos que quieren estrechar las relaciones económicas con la
China continental, lo que levantó las sospechas del Senado estadounidense. (...) Y
no creo que el Presidente quiera unas relaciones más estrechas con China, pero
creo que sus comentarios hacia los estadounidenses expresaron un sentimiento de
frustración porque la financiación del Pacto se atascó en el Congreso
estadounidense.
Este ejemplo demuestra muy bien cómo los políticos de los pequeños estados pueden
utilizar tácticas políticas para presionar a sus estados patrocinadores.
Además de Taiwán, tanto para San Cristóbal y Nieves como para Palau, Estados
Unidos es el principal Estado patrón con el que mantener relaciones cordiales. Sin
embargo, en algunos aspectos, esta relación se basa en un intercambio diferente al de
Taiwán. Además del apoyo económico, Estados Unidos es, por ejemplo, un actor esencial a
la hora de proporcionar seguridad a estas pequeñas naciones insulares. De hecho, varios
entrevistados explicaron que la dependencia de Estados Unidos no debe interpretarse
únicamente en términos económicos, como afirma el siguiente entrevistado de Palaos:
Estamos muy cerca de Filipinas, y ellos tienen terroristas allí. Y es un mar abierto,
quiero decir que han estado robando almejas de nuestras islas del suroeste; es
simplemente caza furtiva. Y es nuestra zona económica, pero necesitamos la
protección de Estados Unidos para alejar a estos invasores.
A cambio de apoyo económico y militar, el objetivo de Estados Unidos como Estado
patrocinador no es sólo la solidaridad internacional, sino a veces también la convergencia
ideológica o la ventaja estratégica. A cambio de la protección militar y la ayuda económica,
en el caso de Palau, Estados Unidos, por ejemplo, exige claramente una ventaja estratégica
a cambio, como atestigua la siguiente cita:
Hemos cedido nuestra tierra, hemos dado a los Estados Unidos la autoridad para
utilizar cualquier parte de nuestra agua y tierra con fines militares durante los
próximos 45 años. Eso es un alquiler a nuestras islas, a todo nuestro país. Y los
Estados Unidos han dejado muy clara su política en el Pacto; no quieren la
presencia de ninguna otra nación soberana en Palaos.
De hecho, la relación entre Estados Unidos y Palaos es la más obvia e inconfundible de
todos los vínculos patrón-cliente que pudieron observarse en los tres casos analizados.
En algunos casos, las obligaciones que se derivan de una relación patrón-cliente pueden
obligar a los Estados a asumir posiciones contrarias a las preferencias de sus propios
ciudadanos. Una vez más, el vínculo entre Estados Unidos y Malaui es el ejemplo más
evidente:
Cada vez que se produce una votación en las Naciones Unidas, se ve que Palau
está del lado de Estados Unidos. Cada vez que hay una resolución para levantar
las sanciones a Cuba, se ve que Palau vota en contra de Cuba. Y hay algunas
cuestiones en las que se ve que Palau vota de forma incoherente con lo que quiere
el pueblo de Palaos. Palau ha sido colonizado por cuatro naciones diferentes (...) y
estamos en contra del colonialismo. Pero luego ves que Palau vota en apoyo de
Israel contra Palestina; ahí siempre verás que Palau vota en contra de sus
principios.
En cuanto al apoyo de Palau a Israel y a su política exterior con respecto a Oriente Medio
en general, un funcionario del gobierno admitió que copiar el comportamiento de voto de
Estados Unidos también puede considerarse un procedimiento operativo estándar si hay una
falta de información sobre el tema que se está considerando:
Oriente Medio es un lugar realmente volátil y está explotando, pero no estamos
realmente familiarizados con su política. Estamos del lado de Israel porque
Estados Unidos está del lado de Israel y esa es la razón principal.
La mayoría de los encuestados palauanos coincidieron en que, en definitiva, apoyar a
Estados Unidos a nivel internacional es lo más natural para Palaos.
Un aspecto muy interesante y hasta ahora infravalorado del vínculo internacional entre el
mecenas y el cliente son las estrategias anticipatorias que los Estados clientes pueden seguir
para obtener la simpatía y la benevolencia de sus mecenas. Aunque puede ser difícil
detectar si ciertas acciones de los Estados tienen tales intenciones, y si el mecenas no había
pedido ya de antemano, secreta o implícitamente, tales acciones, una acción reciente del
gobierno de Palaos sí apunta a una estrategia anticipatoria. En 2008, diecisiete prisioneros
uigures del campo de detención estadounidense de Guantánamo fueron absueltos, pero,
según la legislación estadounidense, no podían ser devueltos a su país de origen, China, por
los posibles abusos sufridos allí. Sin embargo, el gobierno estadounidense también se negó
a mantener a los uigures dentro de su propio territorio, y tras fracasar otras iniciativas,
Palau acabó aportando una solución al problema:
Esta administración [de Palaos, WV] pensó que al permitir que los Uigures
vinieran a Palaos estamos ayudando a Estados Unidos, porque no podían ser
reubicados en el territorio continental de Estados Unidos. Pero nadie parece
querer cogerlos, así que nuestro Presidente decidió intervenir y los trajo a Palau.
Así que se llevaron a esos uigures y resolvieron un problema político muy grande
para la administración Obama. Así que ese es el tipo de capital que no se puede
comprar. Simplemente no se puede comprar.
Desde que Palau mantiene relaciones diplomáticas con la República de China (ROC) en
Taiwán y no con la República Popular, el reasentamiento de los uigures en Palau
proporcionó una solución muy práctica para el gobierno estadounidense. Sin embargo, la
última frase de la cita también indica que esta decisión tenía como objetivo principal
complacer a los estadounidenses, con posibles beneficios futuros a cambio.
Como se ha mencionado en la sección teórica de este artículo, un elemento clave en la
relación cliente-patrón es la afectividad o lealtad que caracteriza el vínculo, y lo diferencia
de una simple relación de dependencia. A este respecto, varios entrevistados expresaron sus
sentimientos afectivos hacia los mecenas internacionales. Uno de los entrevistados de San
Cristóbal reflexionó sobre la relación entre su país y Taiwán de la siguiente manera:
Permítanme decir que Taiwán nos da mucho apoyo. Agradecemos el apoyo de los
taiwaneses, y no podemos ser desagradecidos con ellos. Nos da la oportunidad de
poner dinero en diferentes vías.
En Palau, las relaciones con los taiwaneses son, en la misma medida, muy apreciadas, como
afirma un político palauano:
Cuando nuestro puente que conectaba [las islas de, WV] Babeldaob y Koror se
derrumbó, la primera nación que vino en nuestra ayuda fue la República de China -
Taiwán. Así que es una verdadera amistad. Lo creo de verdad.
En comparación con la solidaridad internacional, que es un objetivo claro de Taiwán como
Estado patrocinador, y la ventaja estratégica, que Estados Unidos pretende obtener de sus
clientes internacionales, la significación de la convergencia ideológica es, posiblemente,
menos clara hoy en día que durante la Guerra Fría. Sin embargo, muchos encuestados
señalaron las presiones extranjeras para explicar la naturaleza formalmente democrática de
las instituciones políticas de sus países. Como menciona, por ejemplo, un funcionario del
gobierno de San Cristóbal y Nieves:
Creo que, en general, con sus comentarios, los gobiernos extranjeros pueden tener
un efecto disciplinario sobre la democracia y la forma en que se practica en los
países pequeños. Nos encontramos bajo la gran nariz de Estados Unidos; estamos
en la esfera de influencia de Estados Unidos. Debemos escuchar lo que Estados
Unidos nos dice.
Del mismo modo, la presión de las democracias europeas parece haber constituido un gran
incentivo para la vuelta a la democracia de Seychelles en 1993:
Sí, sin duda creo que la comunidad internacional ha ayudado. Creo que, en muchos
sentidos, ha disuadido al gobierno de cometer ciertos abusos, sabiendo que, por
ejemplo, dependiendo del historial de derechos humanos, quizá no se reciba ayuda
de ciertos países.
En resumen, y como han argumentado varios estudiosos (por ejemplo, Masala 2004), los
factores políticos internacionales podrían ofrecer una explicación más convincente de la
estructura política formalmente democrática de los Estados pequeños que la consecuencia
positiva intrínseca de un tamaño de población reducido.
Conclusión: Implicaciones para la teoría de las relaciones internacionales
Como se ha indicado en la sección teórica de este artículo, el pensamiento
(neo)realista de la posguerra hacía hincapié en la vulnerabilidad y la dependencia como
características definitorias de los pequeños Estados en la política internacional. Según las
publicaciones de los años cincuenta y sesenta, los Estados pequeños podían aumentar sus
posibilidades de supervivencia uniéndose a los Estados más grandes o adhiriéndose y
participando en organizaciones internacionales. Aunque este pensamiento pesimista se ha
disipado en parte, las relaciones entre los Estados pequeños y los grandes siguen
percibiéndose en gran medida en términos de dependencia y, por tanto, consideran
exclusivamente el flujo de apoyo de los Estados más grandes a los más débiles.
Los hallazgos del presente artículo indican que esta visión es marcadamente
unilateral y no tiene en cuenta el elemento de intercambio que a menudo caracteriza los
vínculos entre los Estados pequeños y los grandes. En particular, el artículo pretende
ofrecer una visión de las motivaciones e incentivos de las personas que realmente elaboran
la política exterior de los pequeños Estados. Sobre la base de las entrevistas con estas
personas, se puede validar la relevancia del modelo patrón-cliente para los Estados más
pequeños del mundo. Los cuatro elementos de reciprocidad, asimetría, conformidad y
afectividad, que los estudiosos han identificado como las características definitorias de un
vínculo patrón-cliente, pueden observarse en las relaciones entre ciertos Estados pequeños
y grandes. Además, los objetivos de los mecenas y clientes nacionales y de sus homólogos
internacionales parecen coincidir bastante, y las supuestas estrategias que los Estados
clientes pueden utilizar para presionar a sus mecenas fueron confirmadas por los datos de
las entrevistas.
Como ya se ha mencionado, aunque el modelo internacional cliente-patrón se
desarrolló durante la última década de la Guerra Fría, se consideró que su utilidad había
disminuido tras el fin de esta contienda. Mientras que esto puede o no ser cierto para los
grandes Estados clientes de la Guerra Fría en África, Asia y América Latina, este artículo
ha afirmado que no lo es para los microestados insulares del Caribe, África y el Pacífico 1.
Mientras que estos países solían estar dentro de la esfera de influencia de Estados Unidos
(San Cristóbal y Nieves y Palau) o de la Unión Soviética (Seychelles), el final de la Guerra
Fría parece haber dado lugar a un aumento de los posibles patrocinadores de estos
microestados, y la lista incluye ahora también a China, Rusia, Japón, Taiwán, la Unión
Europea y los Emiratos Árabes Unidos. En lugar de disminuir la influencia internacional de
los microestados, esta multiplicación de patrocinadores podría haber reforzado su posición
de ganancia, ya que ahora hay simplemente más países a los que pueden ofrecer su lealtad.
En un sentido más normativo, al igual que el clientelismo doméstico está en
conflicto con el ideal democrático de que los ciudadanos participen de forma libre y
autónoma, el clientelismo internacional va en contra de las nociones ampliamente aceptadas
de soberanía e independencia del Estado. Aunque la posición de los Estados pequeños en el
sistema internacional puede no ser tan ominosa como muchos estudiosos suponen, la
aplicabilidad del modelo internacional patrón-cliente afirma claramente que los Estados
pequeños no pueden concebir libre e independientemente su propia política exterior
preferida. Además, en consonancia con la perjudicial influencia del clientelismo nacional
en la representación política, podría decirse que el clientelismo internacional socava la
noción de que la política exterior de un Estado debería estar determinada por la opinión
pública o las preferencias y demandas de sus propios ciudadanos.
Las acciones de los Estados pequeños que se derivan de sus vínculos con los
clientes pueden ser fácilmente denunciadas como oportunismo político. Sin embargo, como
ilustra el presente artículo, el intercambio de los beneficios de la soberanía a cambio de una
compensación material debería considerarse un modus operandi para los Estados pequeños,
que les permite sobrevivir como países independientes en un mundo dominado por Estados
más grandes. Además, si se considera que el clientelismo internacional es un fenómeno
injustificado, las acciones de los Estados patrocinadores que intentan atraer o incluso
comprar los votos de los clientes más pequeños deberían considerarse igual o incluso más
injustas que las de los Estados pequeños que ofrecen su lealtad al mejor postor. Sin
embargo, mientras que los vínculos entre patrocinadores y clientes pueden ser sólo un
elemento periférico en la política internacional más amplia de los países más grandes, como
demuestran los datos de las entrevistas, para los Estados pequeños estas relaciones tienen
una importancia crucial.

1
Los microestados cerrados, en particular los cuatro microestados europeos de Andorra, Liechtenstein,
Mónaco y San Marino. La presencia de fronteras terrestres implica que estos microestados podrían ser incluso
más vulnerables que sus homólogos insulares, y en términos económicos son presumiblemente aún más
dependientes de los vecinos más grandes, en particular cuando sólo hay un estado vecino (que es el caso de
Mónaco y San Marino). Las uniones aduaneras, postales y monetarias que estos microestados han establecido
con sus estados vecinos son una prueba de ello. Sin embargo, dado que el modelo internacional patrón-cliente
se caracteriza probablemente por una dinámica diferente en el caso de los microestados continentales, la
comparación con dichos microestados queda fuera del ámbito de este artículo.

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