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Astrología, Conciencia y Destino
Astrología, Conciencia y Destino
Astrología,
conciencia
y destino
La carta natal y
el despliegue del alma
Prólogo
Con toda alegría felicito a Alejandro Lodi, que debuta como “autor solista” en
este nuevo libro, donde sintetiza lo mejor de sus más de dos décadas de enseñanza
de la astrología.
Esta obra hace honor a su Júpiter en Acuario en casa XII. Con creatividad, en
cada una de sus páginas nos guía en la comprensión de la profunda sabiduría del
cielo.
Como siempre, Lodi me resulta sorprendente y profundo. En este libro, en par-
ticular, nos anima a abordar –sin simplificar– las contradicciones que se revelan en
cada carta natal. Su mirada representa, tanto en lo personal como en lo astrológico,
un faro fundamental cuando me encuentro perdida. Su opinión me tranquiliza en
mis enmarañadas luchas de emociones, personajes, tiempos y límites de la vida dia-
ria. Su experiencia astrológica me ordena en las complejas encrucijadas de símbolos,
planetas, casas y aspectos que presentan las cartas natales. Sospecho que la sabiduría
de su “pesado” Saturno en Capricornio en casa XII siempre –y a mi pesar– me re-
cuerda lo importante. El “efecto Lodi” despeja mi alborotada mente de insignifican-
cias intrascendentes. Sé que este libro producirá en los lectores un efecto similar y
les permitirá no desviarse de lo realmente significativo al abordar una interpretación
astrológica.
Con su talento para recordarnos la trivialidad de la mayoría de nuestros “pro-
blemas”, Alejandro propone en esta obra la necesidad de incluir una mirada trans-
personal al estudiar los mapas natales. Destaca a los planetas transaturninos como
4 Alejandro Lodi
rar nuestra carta natal no es justificarnos en las tensiones que esta presenta, sino, por el
contrario, convertirlas en herramientas creativas.
Siempre valoré de Lodi –el astrólogo– su cálida convicción para comunicar
símbolos, su inteligencia y su capacidad de investigación y estudio. Siempre valoré
de Alejandro –el hombre– su capacidad para nombrar la vida desde procesos supe-
radores que llevan a encontrar aceptación a –y sentido en– nuestras tragedias más
terribles, su don para destacar la abundancia de cada situación –lo que naturalmente
minimiza el dolor y la queja–, su disposición a asumir el destino personal y su agra-
decimiento diario de nuestro encuentro. En su compañía, el dolor más desgarrador
puede ser superado. Yo misma soy prueba viviente de su capacidad de rescatarme de
lo más terrible. Lodi tiene el talento de alejarnos de nuestros dramas para que aque-
llo que parecía insoportable o injusto se vuelva un desafío de amorosa aceptación.
Escucharlo o leerlo produce un efecto de “poda del ego”, que alivia enojos y nos deja
más lúcidos para abordar nuevos retos del destino.
Sé que este libro se volverá imprescindible para todo aquel al que le interesa la
astrología, la estudia o trabaja con ella.
“Se precisaron todas esas cosas para que nuestras manos se encontraran”, dice
Borges. Feliz y orgullosa por tu nuevo logro. Te abrazo, Alejandro. Siempre.
Beatriz Leveratto
Introducción
La astrología representa la suma de todas
las nociones psicológicas de la antigüedad.
Este libro es consecuente con el que publiqué con Idelba González y Héctor
Steinbrun en 2004 bajo el título La carta natal como guía en el desarrollo de la conciencia.
En 2016 la propuesta de su reedición planteó la oportunidad de correcciones y agre-
gados, pero en el ejercicio de esa tarea se hizo evidente que se trataba de otro texto,
no de aquel mejorado. Asumí entonces el compromiso de gestar una nueva obra y
de ser su responsable, conservando lo que mantenía afinidad con el nuevo material,
efectuando giros en el modo de desarrollar ciertos temas y sumando algunos nuevos.
El espíritu de la obra sigue siendo el mismo: aportar una mirada acerca de lo que
significa una carta natal, plantear un modo efectivo de organizar su interpretación,
profundizar en técnicas de análisis y, sobre todo, explicitar cómo el despliegue del mapa
astral de nuestro nacimiento revela la conexión entre conciencia y destino.
Hay muchas astrologías y variados modos de interpretar una carta natal; todas
ciertas, todos válidos. Los diferentes matices surgen no solo de cuestiones técnicas,
sino fundamentalmente de los supuestos perceptivos que, de manera inconsciente,
subyacen al ejercicio de nuestra actividad. El uso de determinados procedimientos
en detrimento de otros, la opción por un enfoque más predictivo o más psicológico,
es efecto de la actuación de tales supuestos. La primera parte del libro se titula “El
símbolo de la carta natal” y aborda este punto. En los tres capítulos que la componen
(“Una carta de navegación”, “Una experiencia polar” y “Una revelación del miste-
rio”) se intenta explorar y discernir qué creencias están implícitas en nuestro modo
8 Alejandro Lodi
Los datos de las cartas natales presentadas en el libro están confirmados por dos
fuentes: Astrotheme (www.astrotheme.com) y Astro Dienst (www.astro.com). La
excepción es la carta de Roberto Sánchez “Sandro”, cuyos datos natales fueron obte-
nidos de la biografía de su esposa (Olga Garaventa, Sandro Íntimo).
Primera parte
EL SÍMBOLO DE
LA CARTA NATAL
| 11 |
Capítulo 1
UNA CARTA DE
NAVEGACIÓN
Un símbolo es una forma exterior y visible de
una realidad interior y espiritual.
estamos extraviados y que se esfuma o astilla en mil pedazos cuando creemos ha-
bernos encontrado.
Podemos ver la carta natal, también, en aquel juego del lápiz, el papel y la moneda.
¿Recuerdan aquella gracia infantil en la que poníamos una hoja de papel en blanco
sobre una moneda y luego pasábamos un lápiz hasta que quedara la impresión del
relieve de la moneda sobre el papel? Aquí, la moneda es la carta natal como símbolo
de las cualidades del alma; es el potencial de todos los principios energéticos sinteti-
zados en ese mapa. El papel es la sustancia material de los acontecimientos concretos
de nuestra vida. Y el lápiz es la conciencia capaz de imprimir sentido a tales sucesos.
Existe la moneda, pero velada por el papel. Solo podemos saber su valor cuando
el lápiz ejerce presión sobre la hoja. Del mismo modo, existe la carta natal, pero solo
descubrimos su cualidad cuando nuestra conciencia la reconoce en los hechos de
nuestra historia personal. La moneda transparenta su valor cuando el lápiz presiona
sobre el papel que la cubre. La carta natal (la moneda) revela el simbolismo de los
hechos de nuestra vida cuando la conciencia (el lápiz) percibe el significado de la
experiencia concreta (el papel).
En la paradoja del juego, no podemos ver la moneda sino transparentada en el
papel. La moneda tiene entidad de misterio y solo brinda información en el momen-
to en que la acción del lápiz comienza a revelarla. Nunca podemos dar cuenta de la
carta natal, no por falta de algún tipo de aptitud especial, por ausencia de talento o
por insuficiente esfuerzo, sino porque su existencia solo cobra sentido en ese acto
mágico de transparencia y significado del que es capaz la conciencia. Esa conciencia
que significa los hechos que vivimos es el lápiz presionando el papel. Mientras el lápiz
no presiona, el papel nada pone de relieve y la moneda permanece velada. Esto es,
mientras la conciencia no significa los acontecimientos, estos se nos aparecen alea-
torios, carentes de sentido, fuera de todo orden. Si la conciencia no está activa (lápiz
presionando), el alma no se revela (moneda).
Pero quizás la metáfora más adecuada sea la de la carta natal como un mapa de
navegación. En esa imagen, nosotros (nuestra conciencia) somos una barca y la carta
natal, el mapa que nos guía en nuestra travesía en el mar, una vez que soltamos nues-
tro amarre al muelle (el cielo del momento del corte del cordón umbilical).
El viaje de nuestra vida no se desarrolla en un territorio preciso, seguro y previsi-
ble. La nave de nuestra conciencia recorre una sustancia misteriosa, sujeta a cambios
16 Alejandro Lodi
Que el diseño del cielo sea análogo al diseño del carácter y del destino de un in-
dividuo es una evidencia que se sostiene en el principio de correspondencia. El arcano
Astrología, conciencia y destino 17
Bibliografía recomendada
Bailey, Alice. Los trabajos de Hércules. Buenos Aires: Fundación Lucis. 1997.
Jung, Carl. La interpretación de la naturaleza y la psique. Barcelona: Paidós.
1983.
Tres Iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1987.
Capítulo 2
UNA EXPERIENCIA
POLAR
Ante nosotros se abre una tarea enorme: reunir los opues-
tos que hemos creado adentro y afuera, liberarnos de la
mecanicidad aislante a la que nos hemos habituado, to-
lerar la información de la cual nos hemos protegido por
tanto tiempo, atrevernos a desorganizar la estructura apa-
rentemente eficiente, pero a todas luces peligrosamente
limitada de nuestro sistema entero de creencias.
Como símbolo de identidad y de despliegue del ser, que la carta natal sea un
mandala resulta fundamental. Que se trate de información en círculo y no en línea in-
dica que la conciencia no es una flecha disparada en forma recta hacia el futuro desde
el pasado. Que el mapa de navegación de nuestra vida sea un mandala nos dice que
no tenemos (no somos) puntos absolutos de partida y llegada.
Que la carta natal sea un círculo sugiere el viaje de la conciencia como una experien-
cia curva. Ese movimiento en espiral del despliegue del ser es resultado de una dinámi-
ca existencial que oscila entre polos. Una dinámica de polaridad. Un pulso que siempre
expresa dos movimientos: porque existe un impulso en una dirección, existe otro im-
pulso simultáneo en la dirección compensatoria. El desarrollo de la psique como una
doble hélice. El pulso consciente y no consciente que teje nuestra existencia. El yo y el
destino en caduceo. La carta natal como dinámica polar en espiral expansiva.
22 Alejandro Lodi
En un círculo, cada punto tiene su opuesto, cada posición forma eje con otra
complementaria, cada polo es dos polos. Afirmar un polo es darle entidad a otro polo.
En círculo, no existen posiciones separadas ni polos autónomos e independientes.
En círculo, solo existen relaciones: posiciones en vínculo y polos en codependencia.
La carta natal como mandala nos dice que somos vínculo, no individuos separa-
dos. Somos con otros, somos en relación. Se trata de un enlace inevitable: en círculo,
el intento de separarnos nos aproxima a lo rechazado. El repudio es abrazo. Cortar el
lazo es reforzar el nudo. La afectación del otro revela el vínculo que tengo con él. La
conciencia mandálica disuelve la fantasía de separatividad.
El principio de polaridad nos dice que toda posición se replica en su comple-
mentaria, que todo polo está en espejo con otro. Toda definición de lo que es expone
lo que no es. Cada vez que fijo conscientemente quién soy, ostento inconscientemente
lo que no sé que soy. La identificación consciente con determinadas cualidades deja
expuesta la negación inconsciente de las opuestas.
Puede parecer un juego de palabras desesperante, solo si lo planteamos como un
problema al que queremos darle una solución definitiva. Y eso es lo que hace el pen-
samiento lineal ante la paradoja circular: ¿cómo hacer para salir de la polaridad y ser
plenamente yo? La imagen de un yo pleno, prescindente de toda vincularidad y libe-
rado de aspectos inconscientes, es la fantasía de un yo luminoso e inmaculado que ha
conquistado su autenticidad y expresa su genuino ser. Ser conscientes de la dinámica
de polaridad implica la disolución de este encanto, el conjuro de este hechizo.
Astrología, conciencia y destino 23
La paradoja de la integración
Personalidad y alma
un ser mucho más complejo y rico de lo que la luminosa imagen que tengo de mí
mismo dice.
Dar cuenta de esa complejidad requiere reconocernos en contenidos oscuros
que hasta ahora parecieron ajenos, externos o azarosos. La imagen luminosa de no-
sotros mismos inconscientemente se ha configurado en oposición a esos conteni-
dos repudiados. Por lo tanto, el desafío de expansión de conciencia implica necesaria-
mente reconocernos en lo que rechazamos, tememos o negamos, y que seguramente
sancionamos en los demás.
La emergencia del alma obliga a abrir el miedo. Expuesto el miedo, la identidad
construida para defenderse de él se pulveriza. Como los muertos o los fantasmas, será
polvo. La sensación de identidad será otra, el mundo externo se habrá revolucionado.
De modo que, en determinado momento del viaje, la personalidad que anhela
“saber más y mejorar” se descubre sensible a la sombra de sus creencias, conviccio-
nes, seguridades y sentimiento de dignidad personal. A la conciencia se le plantea
entonces una encrucijada. Solo tiene la opción de morir a esa identidad personal
o de reprimir aquel –incómodo y sombrío– contenido emergente. Pero la opción
es falsa. Porque en el éxito de esa represión únicamente generaría dolor personal,
intoxicación vincular y catástrofes de destino. En verdad, no hay opción alguna. Ante
la evidencia de lo que ha permanecido oculto en nuestro inconsciente, su evitación
es solo la sufrida postergación de un encuentro grabado en el destino.
En ese proceso del despliegue de la conciencia –del que la personalidad participa
con la aspiración de confirmarse y dispuesta a adquirir mayor conocimiento y sabi-
duría– comienza a hacerse evidente la intención del alma: la estimulación de una muy
peculiar sensibilidad (no personal, no deliberada, sino transpersonal y que toma por
sorpresa) que habilita la percepción de que el mundo interno y el mundo externo, la
identidad personal y los otros, lo que siento ser y el destino, son dimensiones de un
único juego, polos de una misma dinámica, planos de manifestación de un mismo
ser que, presentándose separados, se corresponden inevitablemente.
La astrología tiene el potencial de poner esas intenciones del alma a nuestro al-
cance, de transparentarlas a nuestra conciencia. Y allí se presenta la paradoja: todo lo
que florece a nuestra percepción –y la conmoción que experimentamos– a partir del sutil y
poderoso estímulo de los símbolos astrológicos, no puede ser contenido en los valores, creen-
cias, memorias, afectos y proyectos que configuran nuestra personalidad.
30 Alejandro Lodi
Bibliografía recomendada
Bailey, Alice. Tratado sobre los siete rayos. Psicología esotérica II. Buenos Aires:
Fundación Lucis. 1994.
Carutti, Eugenio. Inteligencia planetaria. Buenos Aires: Vladi Editions. 2014.
Jung, Carl. Aion. Barcelona: Paidós. 1997.
–. El hombre y sus símbolos. Barcelona: Caralt. 1984.
Jung, Carl y Wilhelm, Richard. El secreto de la flor de oro. México: Paidós.
1987.
Tres Iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1987.
Wilber, Ken. La conciencia sin fronteras. Barcelona: Kairós. 1990.
Capítulo 3
UNA REVELACIÓN
DEL MISTERIO
El cosmos entero es una forma misteriosa y codificada
en la psique de cada uno de nosotros,
que se vuelve accesible en una autoexploración
profunda y sistemática.
destino. Así, el anhelo de controlar los acontecimientos de nuestra vida cede ante la per-
cepción de que intentando evitar nuestro destino (porque tememos que no coincida
con nuestros deseos) estaríamos eludiendo la revelación de niveles creativos de nues-
tro ser y confirmando nuestra identificación con el miedo, la desconfianza y el control.
Esta otra mirada disuelve las fronteras entre mundo interno y mundo externo, ya
que fundamentalmente incluye el destino como parte del proceso psíquico del ser,
antes que considerarlo como algo exterior, amenazante y temido. Nuestros víncu-
los, acontecimientos y experiencias de la vida en absoluto resultan azarosos y fatales,
sino profundos símbolos ligados al misterio, a la manifestación del inconsciente, a la
dinámica del proceso psíquico y, en definitiva, al desarrollo de la conciencia.
Las posiciones de los planetas en una carta natal y las relaciones entre ellos mues-
tran diseños que permiten significar la organización psíquica interna de una persona
y el vínculo con su destino. La estructura de la carta natal no es un modelo fijo que
debe ser cumplido, no es el manual de instrucciones para el correcto funcionamien-
to de una máquina ya construida. La carta natal no es real, es solo un mapa que ad-
quiere realidad en la exploración de una vida. El mapa adquiere sentido únicamente
cuando es explorado el territorio que cartografía; solo allí la información del mapa
se hace real. Conocer el mapa no es conocer el territorio, pero sí resulta útil y funda-
mental para reconocerlo cuando ese territorio comienza a ser experimentado.
Los sucesos de nuestra vida son la realización de la carta natal, no el acierto o la
falla respecto a un plan que alguien pueda conocer de antemano. El astrólogo no
sabe lo que debería ser la vida de una persona. El astrólogo no lo sabe. Y no lo sabe
porque una vida humana no es una obra ya conocida con la que solo reste ser conse-
cuente, sino una creación vincular, una cocreación de la que participa tanto nuestro
propósito consciente como el que florece en las redes vinculares en las que estamos
entramados. Una vida humana está siendo cocreada en el presente; no ha sido ya
creada en el pasado, de modo que solo reste, entonces, cumplir con ella. Una vida
humana no es una misión o plan predeterminado que ha de ser ejecutado y que uno
mismo o algún otro puedan conocer por leerlo en el mapa natal.
Astrología, conciencia y destino 35
Por cierto, la carta natal sí nos indica cómo esos hechos resultan congruentes con
nuestra naturaleza y su despliegue. Pero solo lo revela cuando esos acontecimientos
están siendo vividos, cuando forman parte de nuestra experiencia vincular presente.
La carta natal no puede anticiparnos los sucesos concretos, pero sí la naturaleza del
tiempo en el que son vividos y los desafíos de destino que representan para los ras-
gos más fijos y temerosos de nuestra identidad en el viaje de la cocreación de aquello
que somos.
La emergencia de un orden
El destino y el abrazo
Bibliografía recomendada
Adler, Oskar. La astrología como ciencia oculta. Buenos Aires: Kier. 1984.
Castaneda, Carlos. Viaje a Ixtlán. Buenos Aires. Fondo de Cultura Econó-
mica. 1990.
Greene, Liz. Astrología y destino. Barcelona: Obelisco. 1990.
Grof, Stanislav. El juego cósmico. Barcelona: Kairós. 2001.
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós. 1997.
–. La pura conciencia de ser. Barcelona: Kairós. 2006.
Segunda parte
LA ESTRUCTURA DE
LA CARTA NATAL
| 43 |
Capítulo 4
DISEÑO Y FORMA
De modo que cuando un ser humano nace en esta Tierra en
un determinado momento, cuando, por así decir, la Tierra lo
da a luz, es evidente que dicho hombre llevará dentro de sí
como “dote” el temple fundamental, la disposición que en ese
momento dominaba al mundo planetario.
La mirada inocente
Aunque las imágenes evocadas por el diseño de la carta natal parezcan “cualquier
cosa”, nunca lo serán. Pueden simular una mariposa, un velero, un escudo, un ba-
rrilete… Incongruentes, absurdas o crípticas, se mostrarán pertinentes cuando me-
nos lo esperemos. En algún momento de nuestro estudio, seguramente por asalto,
esas imágenes indicarán su plena coherencia. Cuando su contenido es liberado, la
contundencia de su sentido es ineludible. Esas descripciones inocentes impactan de
lleno en el inconsciente y penetran donde nuestra lógica racional no hubiera podido
llegar. Luego, una vez explicitada la metáfora resonante, podemos “colorear” las imá-
genes con toda nuestra virtud técnica.
Hemisferios y cuadrantes
Hemisferio oriental.
Hemisferio occidental.
Astrología, conciencia y destino 49
Hemisferio superior.
Hemisferio inferior.
tes a mí” y, al mismo tiempo, como seres indispensables para el propio crecimiento
conduce a la persona con relevancia del tercer cuadrante a establecer una alta gama
vínculos, tanto en el territorio de la intimidad como en alguna causa social.
El terreno de las relaciones puede convertirse en un campo de batalla si persis-
te la noción de separatividad, el deseo de preservar a toda costa lo individual y
de imponer la propia voluntad. A largo plazo, las necesidades colectivas tendrán
mayor importancia que las personales. El bienestar del vínculo resultará más sig-
nificativo que el beneficio estrictamente personal.
Configuraciones planetarias
natal, participa de la vivencia que tenga de ella la persona y, en este caso, suma la
injerencia de los otros planetas que conforman la figura.
3. Las configuraciones planetarias inciden en la dinámica de tránsitos. A lo largo de la
vida, cada tránsito o progresión significativa que reciba alguno de los planetas
de una configuración también indica un tránsito o progresión de análoga impor-
tancia para los restantes planetas de esa figura. El despliegue en el tiempo de cada
una de esas funciones planetarias es acompañado por el conjunto, tal como el
acorde de un grupo de cuerdas en determinado momento de una pieza musical
o el cuadro armónico de un grupo de bailarines en un específico instante de una
coreografía.
Stellium.
ción depende del grado de afinidad que muestren los planetas que intervienen.
Si la aparente contradicción de naturalezas planetarias involucradas es muy alta,
la conciencia puede operar desde la lógica luz y sombra, identificándose con un
fragmento del stellium y desconociendo los contenidos excluidos; en ese caso la
sensación de conflicto interno puede ser muy intensa.
• El gran cuadrado. El diseño de cuatro cuadraturas y dos oposiciones ya revela el
carácter de tensión y fricción de esta configuración.
La incomodidad es directamente proporcional a su dinamismo: la conciencia no
puede detenerse en ninguna resolución de estos vínculos, por más satisfactorios
que parezcan en lo inmediato. Existe un constante ensayo de variantes que ali-
vien los conflictos, sin que parezca posible llegar a resultados definitivos. Desde
un punto de vista, es la configuración más “neurótica”, en el sentido de que la con-
ciencia no puede relajarse (no puede encontrar paz) en ninguna posición. No
obstante, también es la que más promueve situaciones de doble vínculo: tensiones
intensas que redundan en las más creativas resoluciones.
El gran cuadrado.
liza. Del mismo modo, el punto opuesto al planeta focal (que cerraría un hipoté-
tico cuadrado) puede mostrar una relevancia destacada, sobre todo al momento
de considerar los tránsitos que operen sobre él y que, por lo tanto, activen las
funciones planetarias involucradas en la configuración.
T cuadrada.
• El gran trígono. Presenta dos modalidades: gran trígono mayor (tres planetas uni-
dos por tres trígonos) y gran trígono menor (dos planetas en trígono y ambos en
sextil a un tercero focal). En cualquiera de los dos casos, se trata de funciones
planetarias en relación fluida y cooperativa.
Gran trígono.
Astrología, conciencia y destino 57
Yod.
Planetas en ángulos
Los planetas ubicados en las casas angulares de una carta natal adquieren un va-
lor especial, sobre todo si están en conjunción a las cúspides. Esa consideración se
constata a simple vista: todo planeta sobre el horizonte –ya sea hacia el Este o hacia
el Oeste– aumenta su tamaño y convoca a nuestra mirada, todo planeta elevado al
cenit atrae nuestra atención, y todo planeta en las antípodas de nuestra posición te-
rrestre (el nadir) sugiere –aunque no lo veamos– un particular mensaje.
Los planetas en ángulos se destacan por la fuerza y el impulso con el que se hacen
presentes a nuestra percepción consciente. No le resulta costoso a la conciencia re-
conocerlos y desarrollar en ellos sensación de identidad (en el caso del Descenden-
te, bajo el paradójico modo de sentir que “no soy eso” o que es identidad “del otro”).
Esta contundencia permite que marquen atributos de carácter muy nítido en nues-
tra personalidad, muy visibles tanto para nosotros mismos como para los demás.
Cuando se encuentran partiles a los puntos angulares del Ascendente y el Medio
Cielo (más aún levemente inclinados hacia casa XII y casa IX)1 su fuerza e intensi-
dad representa una clara invitación vocacional.
Por ejemplo, en el caso de Ernesto “Che” Guevara la conjunción de Marte y Ura-
no sobre su Ascendente en Aries parece simbolizar una irresistible convocatoria a
encarnar el arquetipo de guerrero revolucionario, tanto como Urano y Neptuno en el
Medio Cielo de la carta de Karl Marx lo persuaden del rol de profeta de la revolución.
Los planetas destacados en los ángulos de la carta natal participan de manera
protagónica en la conformación de la identidad. En el Ascendente y la casa I es un
protagonismo en la imagen personal, en el Medio Cielo y la casa X en la profesión, en
el Fondo de Cielo y casa IV en la memoria familiar, y en el Descendente y la casa VII
en las relaciones.
1 Esas posiciones son reconocidas como zonas de “efecto Gauquelin”. Gauquelin, Michel.
“Escrito en las estrellas”. Revista Astrológica Mercurio-3. Barcelona. 1990, nº 29.
Astrología, conciencia y destino 59
El gobernante de la carta
La clásica presentación del regente del signo del Ascendente como el gobernante
de la carta natal merece ser considerada. La casa donde se encuentra emplazado co-
bra singular gravitación. Los asuntos de esa área de nuestra vida se convierten en es-
cenario privilegiado para el desarrollo de conciencia. Del mismo modo, los planetas
en aspecto con el gobernante de la carta adquieren particular relieve.
Si tomamos a la energía del Ascendente (como veremos en el capítulo XI) como
un aprendizaje continuo a lo largo de toda nuestra vida, los temas de la casa en la que
se encuentra ubicado el gobernante resultarán aquellos en los que ese aprendizaje se
llevará a cabo. La profundidad alcanzada en esas temáticas y la cantidad de experien-
cias en las que se involucrará la conciencia seguramente serán mayores y más vívidas
que en el resto.
En esta línea, la trascendencia del planeta gobernante, su protagonismo en acon-
tecimientos que marcan nuestras vidas y las claves creativas que aporta para signi-
ficarlos, se pone más de relieve cuanto más progresa la conciencia hacia el estadio
transpersonal de su despliegue. De este modo, aunque se tratara de un planeta per-
sonal, su condición de gobernante de la carta le adjudica un rol de puente con la
dimensión más sutil –y menos reducida a las circunstancias del ego– de nuestra ex-
periencia consciente.
Volvamos al caso de Ernesto “Che” Guevara. Marte, regente de su Ascendente en
Aries y gobernante de la carta, está en Piscis y en casa XII: la resonancia con el arque-
tipo del guerrero, la capacidad de actuar un deseo colectivo, la disposición incons-
ciente a que el propio deseo coincida con los anhelos de redención y salvación de la
comunidad. Además, Marte está en conjunción con Urano sobre el Ascendente en
Aries: esa fuerza y esa aspiración se expresa junto a ideales de libertad, creatividad y
transgresión del statu quo.
Sin duda, encarnar al guerrero revolucionario y redentor representa un fuerte encan-
to y, al mismo tiempo, un oscuro atavismo. La conciencia cede a su fascinación y a
la fatalidad de su destino. En contacto con los cubanos en el exilio, Ernesto Guevara
se suma a la causa revolucionaria en su condición de médico. Sin embargo, apenas
desembarcados en la isla, con las primeras acciones armadas despiertan sus desco-
nocidas y contundentes aptitudes para el combate y la guerra. El médico deviene
62 Alejandro Lodi
Es muy común encontrar que el diseño de una carta natal destaca la posición
de un planeta en particular que parece aislarse de los demás. Ese planeta pretende
llamar nuestra atención. Puede hacerlo de dos modos:
• Porque está solo ocupando una zona destacada de la carta (un cuadrante, un
hemisferio) aunque vinculado por aspectos con otros planetas. Se lo identifica
como planeta aislado.
• Porque no tiene vínculo significativo por aspecto con ningún otro planeta de la
carta. Cuando presenta esta característica, la literatura astrológica lo reconoce
como planeta feral.
En el caso del planeta aislado, cobran importancia los asuntos de la casa en la que
se encuentra ubicado o del hemisferio o cuadrante que destaca su posición. Todo lo
referido a ese planeta y a la función psicológica que simboliza adquiere protagonis-
mo en la vida. Los demás planetas deben adaptarse y saber acompañar esa expresión
protagónica, aunque muchas veces el peso del planeta aislado subordina al resto a
un segundo plano.
La incidencia del planeta aislado puede traducirse de un modo muy visible en
el carácter de la personalidad. De no haber otras particularidades de la carta natal
Astrología, conciencia y destino 63
Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende;
todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma
que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.2
La astrología define tres momentos para ese fluir y refluir constante: de inicio, de
estabilidad y de alteración. Cada impulso de inicio tiende a estabilizarse, aquello que
se estabiliza tiende a alterarse, y con esa alteración se da paso a un nuevo inicio… Una
rueda que no detiene su secuencia. Ascenso, apogeo y descenso. Introducción, nudo
y desenlace. Fundación, consolidación y mutación. Ida, permanencia y regreso.
Como es sabido, a cada uno de los signos del zodíaco se le adjudica alguno de
esos tres ritmos, bajo los nombres de cardinal, fijo y mutable. Y también a las casas,
clasificándolas en angulares, sucedentes y cadentes.
Nuestra carta natal incluye esas distintas cualidades rítmicas, en específica y par-
ticular modulación. Nuestra naturaleza puede responder con preferencia a alguna
de ellas. Un rasgo destacado en la modalidad de los planetas de nuestra carta natal
otorga características de personalidad muy básicas y permanentes. La modalidad
que prevalece por la disposición de los planetas redunda en una cualidad personal,
en un modo de expresión y movimiento en el que la conciencia hace identidad de
un modo natural y sin esfuerzo. En este sentido, la modalidad predominante puede
ser vivida por la conciencia como un atributo de la persona. El ritmo destacado por
presencia de planetas, como la cadencia de la personalidad.
Un tipo de modalidad prevalece en una carta natal de dos maneras: por énfasis
o por déficit. Si la mayoría de los planetas se encuentra en signos de una misma mo-
dalidad, ese ritmo marca, entonces, aquella cadencia de la personalidad, la clase de
movimiento que le resulta más natural a su expresión. Pero también es relevante el
ritmo ausente, esto es, la modalidad de la que no participa ninguna función planetaria.
En general, los ejes del horizonte y del meridiano se cruzan en un ángulo cer-
cano a 90º, por lo que cada punto angular cae en signos de la misma modalidad y
de los cuatro elementos: por ejemplo, si el eje Ascendente-Descendente se ubica en
Fuego-Aire, entonces el Medio Cielo-Fondo de Cielo lo hace en Tierra-Agua.
No obstante, los ejes pueden generar ángulos que se alejen de la cuadratura. Esto
es más habitual cuanto más alejado del ecuador se encuentre el lugar donde se levan-
ta la carta natal. En esos casos, la dimensión de las casas puede extenderse más allá de
los 30º e incluir dentro de su espacio a signos completos (lo que se reconoce como
signos interceptados), mientras que otras se reducen hasta el punto de que un mismo
signo alcance a incluir dos cúspides de casas.
Esta situación produce sobre la cruz de la carta natal el efecto de modalidades combi-
nadas: el eje del horizonte en una modalidad y el eje del meridiano en otra. Esta distri-
bución irregular de los ángulos de la carta natal también provoca que ya no involucren
a los cuatro elementos, sino que enfaticen solo a dos: o Tierra-Agua o Fuego-Aire.
Vale la pena considerar esta peculiaridad de las cartas natales con cruces combi-
nadas, porque, aunque prevalezca aquí la clave por elementos antes que por modali-
68 Alejandro Lodi
dades, dan pistas de cierto “carácter del destino”. Las cúspides angulares en signos de
Tierra y Agua están subrayando el tono receptivo e introvertido. En cambio, los ángu-
los de la cruz en signos de Fuego y Aire enfatizan el modo activo y extrovertido.
Cuando prevalece la receptividad y la introversión (ejes en elemento Tierra y
Agua), el destino invita a desarrollar la interioridad, el contacto con lo profundo, la
elaboración íntima de los “asuntos del mundo”, la permanencia en los procesos y la
orgánica respuesta sensible y corporal a las propuestas de la vida.
Si, en cambio, domina la actividad y la extroversión, el carácter del destino induce
a la exteriorización, la expresión de vitalidad, la disposición al movimiento y la aven-
tura, la participación influyente en las cuestiones sociales, el dinamismo que pro-
mueven las visiones trascendentes y la comunicación de lo verdadero y auténtico.
Pero, más allá de estas descripciones, hay una consideración respecto a las cruces
combinadas que resulta muy atractiva. El eje Fondo de Cielo-Medio Cielo simbo-
liza origen y propósito, fuente y misión. Es, en este sentido, lo que nos afirma en la exis-
tencia, la central referencia del despliegue de nuestra vida. Si aceptamos esto, resulta
evidente que este eje merece considerarse inalterable y representa, entonces, la “au-
téntica cruz” de esa carta natal que muestra ejes en combinación. Si el eje auténtico
es el del Fondo de Cielo-Medio Cielo, esto significa que el que se ha desplazado de
su “enclave natural” es el del Ascendente-Descendente.
Tomemos el ejemplo de una carta con Fondo de Cielo-Medio Cielo en Aries-Li-
bra y Ascendente-Descendente en Sagitario-Géminis. Esto nos habilita a una inter-
pretación sugestiva: a esa carta natal le “correspondería” otro Ascendente (el que se
ajusta a la cruz que indica el eje Fondo de Cielo-Medio Cielo, es decir, Capricornio),
pero el universo le ha adjudicado ese (en este caso, Sagitario).
Ahondar –incluso como inocente juego– en las probables intenciones que haya
tenido el universo para convocar a tal singular tarea muchas veces redunda en valio-
sas revelaciones para la conciencia. ¿Para qué he nacido con este Ascendente si, en
verdad, me correspondería otro? ¿Qué propósito tiene la vida conmigo para convo-
carme a Sagitario si me correspondería aprender Capricornio?
En los casos de cruces combinadas, muchas veces esa insinuación de la vida pue-
de ser percibida. La persona quizás descubra, en algún momento, el significado de
esa paradoja. Y la certeza de su sentido se traduce en la contundente sensación de
una revelación que sorprende a la conciencia.
Para ilustrar algunos de los puntos que hemos considerado en este capítulo, va-
mos a analizar la carta natal de Kurt Cobain.
Dentro de la mirada inocente (esto es, una percepción espontánea desprovista de
interpretación técnica), el diseño de la carta parece un arco tensando una cuerda con
una flecha dispuesta a ser disparada. El arco está representado por la configuración de
gran trígono en Agua en casas vinculares (stellium en Piscis en casa VII, Júpiter en
Cáncer en casa XI y Neptuno en Escorpio en casa III), la flecha está compuesta por
los planetas en oposición en el eje casa I-casa VII, y está a punto de ser disparada hacia
la conjunción Urano-Plutón sobre el Ascendente. ¿Tendrá algún sentido esa imagen
como metáfora de su destino?
Ingresando en lo técnico, esa imagen destaca el eje Ascendente-Descendente, es
decir yo y los otros, la expresión individual y relaciones complementarias, personali-
dad y vínculos. El impulso y movilización emocional que promueve la relación con
los demás (Mercurio, gobernante de la carta, y planetas en Piscis en el ángulo de la
casa VII) y su manifestación creativa y transformadora, súbita y destructiva (Urano
y Plutón en el ángulo del Ascendente).
70 Alejandro Lodi
Bibliografía recomendada
Adler, Oskar. La astrología como ciencia oculta. Buenos Aires: Kier. 1984.
Alcoba, M. Emilia; Azicri, Claudia y Molina, Cristina. Curso de astrología.
Buenos Aires: Kier. 2005, t. I.
DeVore, Nicholas. Enciclopedia astrológica. Buenos Aires: Kier. 1985.
Dumón, Eloy. Manual de astrología moderna. Buenos Aires: Kier. 1999.
Gauquelin, Michel. “Escrito en las estrellas”. Revista Astrológica Mercurio-3.
Barcelona. 1990, nº 29.
Hand, Robert. Los símbolos del horóscopo. Barcelona: Urano. 1993.
Idemon, Richard. El hilo mágico. Barcelona: Urano. 1998.
Rudhyar, Dane. Las casas astrológicas. Buenos Aires: Kier. 1993.
Ruperti, Alexander. La rueda de la experiencia individual. Madrid: Luis Cár-
camo. 1986.
Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995.
Tierney, Bill. Análisis dinámico de los aspectos astrológicos. Buenos Aires: Kier.
1998.
Tres iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1951.
Capítulo 5
EL BALANCE DE
ELEMENTOS
Nuestra visión del mundo no es simplemente la manera en
que contemplamos el mundo. Se extiende hacia adentro para
constituir nuestro ser interior, y hacia afuera para constituir el
mundo […]. Las visiones del mundo crean mundos.
Existe cierto acuerdo respecto a que la clasificación por elementos resulta básica
en la interpretación de una carta natal. Incluso, con diferencia de matices, no hay
demasiada discusión en lo referido a considerar a los cuatro elementos como modos
de apreciar la realidad, de percibir el mundo, de evaluar la experiencia vital. Y que
sean cuatro y no otra cantidad, antes que arbitrario, parece corresponderse con otras
clasificaciones acerca de la percepción dentro de la tradición de Occidente: los cua-
tro humores temperamentales (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático), los
cuatro estados de la materia (sólido, líquido, gaseoso e ígneo), los cuatro reinos de la
naturaleza (mineral, vegetal, animal y humano), los cuatro planos de la realidad (fí-
sico, mental, astral y etérico), los cuatro niveles del ser (corporal, mental, emocional
y espiritual), etc. Desde este acuerdo, el análisis por elementos permitiría, entonces,
percibir un tono básico estructural de la personalidad, una perspectiva preferencial del indi-
viduo para vincularse con el mundo.
El hábito de la práctica cotidiana de la astrología tiende a cuantificar la informa-
ción que brinda una carta natal respecto a la disposición por elementos, con diver-
sos criterios de puntaje según la categoría de los planetas (luminares, personales,
sociales) y excluyendo, en general, a los transpersonales. Esta forma de considerar
76 Alejandro Lodi
En definitiva, aceptar la analogía de los elementos en astrología con los tipos psi-
cológicos de Jung y considerar sus criterios de relación entre las funciones de la con-
ciencia como claves en la organización psíquica de un individuo nos obliga a que
el balance de elementos aplicado al estudio de una carta natal no pueda reducirse a
una clasificación cuantitativa y estática, y a que seamos capaces de una ponderación
cualitativa. Antes que una fatal definición del carácter de una persona o la sanción
de un estigma inalterable, el balance cualitativo de elementos nos permite transparentar
un proceso de desarrollo en la percepción de la realidad que habrá de revelarse de manera
dinámica a lo largo de la vida del individuo.
Como siempre, profundizar en astrología haciéndonos sensibles a cualidades
vibratorias, sutiles y energéticas nos lleva a percibirla con criterios de arte antes que
con los concluyentes y lógicos criterios de ciencia. Tratemos, entonces, de avanzar
en esta sensibilización sin resignar racionalidad.
Jung propone algo más. Afirma que, en el inicio de su desarrollo, una persona se
identifica con una o a lo sumo dos funciones perceptivas y que estas no pueden ser
antagónicas entre sí. Es decir, si se identifica con el modo de percibir sensorial (Tie-
rra), no puede al mismo tiempo identificarse con el modo intuitivo (Fuego). A estas
funciones conscientes las llama superiores porque son las que el individuo expresa y
desarrolla con más frecuencia desde su voluntad.
A las funciones restantes las denomina inferiores porque quedan fuera de la con-
ciencia y pueden expresarse independientemente de la voluntad del individuo. Ac-
túan como sombra y permanecen poco desarrolladas.
No obstante, antes que quedar estáticamente determinadas, estas funciones es-
tán en proceso de integración, de modo que las relaciones que establecen entre sí
80 Alejandro Lodi
De acuerdo con la lógica propuesta por Jung para las funciones perceptivas, los
elementos de una carta natal también pueden organizarse bajo cierta disposición es-
tructural y mantener entre ellos una relación dinámica. Es decir, el balance de elemen-
tos no solo permite caracterizar rasgos generales de la personalidad, sino también
percibir cómo evolucionan según el desarrollo de la conciencia. Desde un patrón
evolutivo que presupone un despliegue cada vez más incluyente, la conciencia co-
mienza por identificarse con fragmentos de la totalidad del ser, para luego ir recono-
ciendo contenidos más vastos, expandiéndose hacia la mayor integración posible.
Nuestra hipótesis es que la conciencia, en los primeros años de vida, tiende a
adoptar una mirada del mundo y de la realidad que privilegia una de las cuatro cua-
lidades elementales. A ese elemento, que ocupa el centro de la organización psíqui-
ca, lo llamaremos principal. Por lógica, el elemento antagónico al principal resulta el
más distante para la conciencia, ya que tienden a polarizarse. Así, lo reconoceremos
como elemento distante.
Ahora bien, hay un segundo elemento en expresión consciente que, si bien no
resulta dominante y no representa la mirada preferencial desde la cual la persona
reconoce el mundo, se ubica como auxiliar del principal, sirviendo de apoyo. Así
considerado, llamaremos a este elemento secundario.
Su antagónico es un elemento que representa una mirada de la realidad defici-
taria, aunque no tan alejada de la conciencia. Desde la voluntad, el individuo pue-
Astrología, conciencia y destino 81
de esforzarse por aparentar que le resulta natural y que sabe ver el mundo desde la
perspectiva que simboliza ese elemento, pero las demás personas lo sentirán como
un exceso, como una exageración que delata la impostura de ostentar una imagen
de aquello de lo que, justamente, se siente carente. Por eso, a este segundo elemento
menos consciente lo llamaremos aparente.
PRINCIPAL DISTANTE
Par dominante Elemento que predomina Elemento menos reconocido
en la percepción consciente por la conciencia
SECUNDARIO APARENTE
Par auxiliar Elemento auxiliar del Elemento del que se intenta
principal en su predominio dar una imagen
5. El par siguiente se ubica como par auxiliar, de acuerdo con el criterio tradicional (de
menor valor numérico). Se trata del par de elementos antagónicos que cuenta con
menor cantidad de planetas. Representará un juego de energías de menor polari-
zación entre sí y que están subordinadas al par dominante.
6. Cuando el balance es equilibrado en proporciones y cantidades, o cuando en
el par dominante el elemento del Sol sea antagónico al de la Luna, las posiciones
del cuadro se definen según las impresiones del marco familiar en los primeros
años de vida. La conciencia parece seguir un patrón dinámico que parte siempre
desde alguna forma de polarización. En estos casos, las primeras identificaciones
en la vida de la persona (el impacto y los condicionamientos en la conciencia
propios del estadio de contención lunar de la carta natal) definen la organización
del balance de elementos, y tal incidencia puede verse reflejada en una sobredi-
mensión del elemento en el que se ubique la Luna.
7. Cuando los elementos ausentes son dos y forman entre sí uno de los pares antagónicos, el
juego de conciencia y destino se concentra en el par presente, y lo hace de un modo masivo
y excluyente. La identificación (y los momentos en que esta se revierte) suele te-
ner mayor contundencia y la persona expresa de un modo muy nítido –a veces,
de grosera polarización– la tensión que provocan esos impulsos antagónicos. Al
mismo tiempo, tales impulsos dan la clave de un destino de alto dinamismo y
potencial creatividad, en la medida en que se vaya produciendo la síntesis.
8. La distribución de elementos que quede conformada solo es una hipótesis de las prime-
ras identificaciones de la persona, no de un sello permanente en el tiempo. El balance
cualitativo de elementos únicamente sugiere cuál puede ser la percepción de la
realidad y de sí mismo instalada en el individuo durante la niñez. Y esto quiere
decir que a lo largo de su vida podrá haber otras. La identificación por elementos
no es un indicador fijo y estático. No conservamos –por lo menos, no necesa-
riamente– la misma mirada del mundo durante toda nuestra vida, sino que esa
apreciación de la realidad evoluciona y se modifica, respetando antagonismos y
complementariedades.
9. El movimiento oscilante de estas identificaciones a lo largo de la vida permite acercar
las distancias antagónicas entre elementos. En el proceso del viaje de la conciencia,
a través de los ciclos planetarios, una persona que comienza su vida identificada
con el Fuego establece vínculo con su antagónico, la Tierra. Sea en forma pau-
84 Alejandro Lodi
impreciso y confuso a quien no esté acostumbrado a él. Así, mientras que el tradi-
cional análisis de cantidades resulta preciso pero un tanto rígido y poco revelador, la
mirada cualitativa parece más profunda pero algo laberíntica. Antes que volcarnos a
favor de uno u otro método, percibamos que este “dilema” reproduce una paradoja
propia de la relación Aire-Agua: la precisión racional y las mediciones cuantificables
obligan a recortar y fragmentar en exceso la captación de la totalidad, mientras que
los registros más globales y la sensibilidad a sutilezas cualitativas parecen conducir a
la indefinición confusa.
Por eso, la mejor recomendación para adquirir convicción en el balance cualita-
tivo de elementos es el ejercicio de su aplicación en la práctica astrológica, tolerando
su aparente vaguedad al comienzo, para luego corroborar su lógica y percibir sus
beneficios. En definitiva, se trata de la posibilidad de incorporar una mirada com-
plementaria, que enriquezca la tradicional forma de considerar los elementos en la
interpretación astrológica.
forma que otros supieron darle a la vitalidad en el pasado (“el fuego de otro”) y que
ahora debe ser contrarrestada, por cuanto inhibe la expresión del propio pulso vital.
Esta lucha por el Fuego puede llevar a un planteo moral: considerar que la con-
creción que otros supieron darle a la energía es “perversa”, “dañina” o “reprochable”
en su intencionalidad, propósito y aspiración, y sentir que solo el propio anhelo es
verdaderamente puro y auténtico. Como condición de esta autenticidad se privile-
gia lo espontáneo, generoso y capaz de entregarse al riesgo creativo. Los individuos
con esta configuración apuestan a lo heroico, a jugarse por aquello que fue intui-
do como verdadero. Son capaces de contagiar y estimular vitalidad, de ser la chispa
que enciende el fuego en otros. De la compleja y contradictoria trama de la realidad
material saben obtener una captación sintética de lo global, de lo que trasciende y
conecta con la vida, de lo que revela una dirección ascendente, espiritual. El orgullo
de ser poseedores de tal capacidad intuitiva puede conducirlos a la paradoja de con-
siderarse a sí mismos elegidos por atributos “personales” para llevar adelante la tarea
de superar el “egoísmo” terrenal.
La conjugación de búsqueda de significados trascendentes y ligados a la verdad
con esta aptitud para la entrega y la exposición personal los convoca a la pasión y a
la épica, tanto como a extremos de dramatismo histriónico. Les es propio el mundo
mítico y mágico, el mundo de los juegos infantiles y sus tramas fantásticas. La vida
como juego. El amor como juego. La pasión erótica, el despliegue de energía al ser-
vicio de la atracción romántica o sexual, los amores únicos y que desbordan toda ra-
cionalidad y prudencia representan experiencias casi irrenunciables, escenarios que
permiten protagonizar a las personalidades de Fuego lo que sienten el argumento
mismo de la obra vital.
Parece claro que, cuanto más autónomo pretenda ser este modo de apreciar la
realidad centrado en la pasión y trascendencia propio de la captación intuitiva (“lo
que la realidad podrá ser o será”), más distante del registro consciente está entonces
la percepción de lo concreto y material propia de la captación sensorial (“lo que per-
cibo que es la realidad a través de los sentidos”). Recordando a Jung, en tanto domi-
ne el Fuego, la Tierra está condenada a una manifestación inconsciente, sombría, y
es considerada una amenaza que debe ser controlada.
Ahora bien, por ley psicológica, aquello que permanece silenciado en la sombra,
retenido y controlado en su expresión, termina por manifestarse en forma compul-
Astrología, conciencia y destino 87
siva, desbordada, confirmando así todas las fantasías oscuras que se habían elabora-
do sobre su expresión. El vínculo del Fuego que domina y polariza con la Tierra en
sombra –a la que desconoce, negándole existencia– provoca que inevitablemente lo
tan temido ocurra. En algún momento la psique intenta una conversión extrema y la
Tierra se manifiesta con toda su carga acumulada de retenciones históricas.
La Tierra irrumpiendo como sombra desde el inconsciente presenta sus atribu-
tos más reprobables, menos virtuosos. Así, el antes idealista deviene en fervoroso
defensor del orden y las posesiones, apegado a las raíces y a la sensatez conservadora.
El buscador de verdades trascendentes se transforma en un cínico materialista para
el que lo real sólo es aquello que sus sentidos son capaces de disfrutar. La generosa
entrega mítica de sí mismo a un ideal superior se convierte en hedonismo.
La repolarización extrema de la Tierra desde la sombra puede conducir a la con-
vicción de haber descubierto que el único mundo no ilusorio es el material y que
se debe ingresar en él sin demora. Acaso se sienta necesario compensar el tiempo
perdido en idealizaciones mediante una esforzada constricción al logro concreto y al
orden, y un abnegado compromiso con la construcción de formas en el mundo. En
esa radicalización se corre el riesgo de una pérdida absoluta de sentido trascendente
y de las necesidades internas, a expensas de una adaptación rígida a modelos sociales
y culturales ligados al éxito material.
En verdad, se trata de polos cristalizados en un vínculo de mutua incomprensión.
A lo largo del desarrollo vital y la evolución del destino, la conciencia puede ir des-
cubriendo claves de integración, oscilando entre uno y otro polo –cada vez más rít-
micamente y con menos fijeza– sin demorarse en cristalizaciones. Progresivamente,
ser consciente de este pulso le permite a la naturaleza de Fuego comprender –como
clave de encuentro con la Tierra– que, en verdad, la vitalidad trascendente solo se
revela en los procesos orgánicos y materiales, que lo auténtico y creativo se desarro-
lla en el mundo, en el presente, y de acuerdo con leyes que, aunque sutiles y acaso
excepcionales, armonizan con la sustancia.
tica y eficiencia operativa. Este talento para alinearse con las leyes de la materia –y
no resistirse a ellas– permite que desarrolle con efectividad su don realizador y de
organización.
Prevalece lo seguro y estable, lo sólidamente sustentado en el pasado y que debe
prolongarse en el tiempo. Los individuos con Tierra dominante anhelan que el futu-
ro coincida con lo ya conocido y establecido como confiable. Esta tendencia a con-
servar las formas constituidas puede tornar a estas personas refractarias al cambio, al
riesgo y a un mañana diferente. Para ellas todo cambio resulta una depreciación de
los valores tradicionales y auténticos. En todo caso, las respuestas innovadoras a los
dilemas del presente tienen que contar con “riesgo cero”. Esto puede llevar a parado-
jas como la de buscar propuestas creativas que hayan sido “debidamente probadas
alguna vez en algún lugar”. Lo creativo (el futuro) ajustado a lo conocido (el pasado).
Naturalmente instaladas en la realidad concreta, estas personas pueden exhibir
gran capacidad de sostén material y de solidez estructural. Pueden destacarse por su
habilidad para generar sustancia y proveer de lo necesario a los demás. Y al hablar de
sustancia también nos referimos –es obvio– al dinero. El talento hacedor, planifica-
dor y constructivo puede conducirlas a desarrollar estructuras que reproduzcan y
multipliquen el capital, tanto como a cristalizarse adhiriendo a la lógica de la acumu-
lación y la retención. Por cierto, estas dos modalidades de la Tierra (de circulación
o de apego) revelan diferentes modos de relacionarse con su antagónico, el Fuego, y
marcan el grado de distancia sombría con él.
Asociada a lo orgánico y natural, la Tierra como registro de la realidad dominante
se vincula a personalidades que privilegian el contacto y registro de lo corporal. El dis-
frute sensual y la atención a las necesidades orgánicas del plano físico forman parte de
la actividad cotidiana y encuentran un espacio natural en sus rutinas personales. Pero
también aquí el miedo a perder esta posibilidad de goce, a no poder satisfacer aque-
llas necesidades básicas, puede derivar en una actitud de recelo en el contacto con el
mundo. Así, la capacidad de disfrutar del placer corporal se diluye en el esfuerzo por la
demanda de logros concretos, el cuerpo se sacrifica (se tiraniza) en pos de resguardar-
se de la imprevisibilidad material del mañana. El temor a lo porvenir y la prevención
de las carencias que se proyectan en el futuro anulan el registro del presente.
Precisamente, esta manera extrema de la percepción de Tierra relega al Fuego a
la sombra. El Fuego manifestándose como sombra conduce a la compulsión de vivir
Astrología, conciencia y destino 89
“todo el riesgo de una vez y en un solo instante”. Luego de años de confinamiento in-
consciente, cobra vida el “demonio” allí desarrollado, capaz de poner todo en juego
por una corazonada, de confiar en su hado antes que en su prudencia y desafiar a las
leyes más objetivas de la realidad. Estos momentos de crisis compensatoria pueden
estar signados por la necesidad de experimentar la audacia en exceso, de expresar la
vitalidad individual bajo la forma de un individualismo dramático o un histrionismo
exacerbado. El ego, con su necesidad de protagonizar su épica historia y de confir-
mar su mágica existencia, cree ver ahora la oportunidad de cumplir “el sueño de su
vida”. Liberado al fin del realismo, llegó el momento de ser idealista. Así, las fantasías
del mundo interior, la dimensión mítica ahogada en años de sensatez racional, co-
pan el centro de la escena consciente. Sentirse seducido por la aventura, dejar todos
los compromisos y “empezar a vivir de una buena vez”, atreverse a aquello que ha
dejado pendiente o que nunca se atrevió a vivir, abandonar los vínculos seguros por
las pasiones súbitas, puede conducir al individuo a extremos de frivolidad, de infan-
til narcisismo o caprichos pasionales.
La posibilidad de acercamiento de estas distancias polares, la clave para que una
disposición consciente de Tierra no condene al Fuego a la sombra –en definitiva, la
oportunidad de comprensión y mutuo reconocimiento de ambos registros de la rea-
lidad– requiere la aceptación de que toda plasmación material es animada por una in-
tención, que toda definición de formas en el plano físico y corporal se corresponde con
el estímulo de un propósito vital. Esa vitalidad que enciende las formas no se fija en
ninguna de ellas, circula y sigue reproduciéndose constantemente en nuevas manifes-
taciones materiales. En el vínculo Tierra-Fuego (o materia-energía, forma-vitalidad),
las concreciones humanas relacionadas con la intuición de un sentido trascendente
van desplegando la creatividad de la vida misma, sin detenerse en ningún logro formal.
En verdad, la síntesis de la Tierra y el Fuego revela la comprensión de que la rea-
lidad material cobra sustancia y se organiza a partir de principios y aspiraciones mo-
tivadoras de la acción. La Tierra y el Fuego nos anuncian que el mundo orgánico de
la materia es animado por propósitos esenciales del espíritu.
censura o restricción arbitraria. Llevado a un extremo, el mundo del Agua –el mun-
do de la sensibilidad emotiva, la magia, la subjetividad personal– no puede dejar de
vivirse como atadura y condicionamiento, como aquello que no solo interfiere, sino
que intoxica (bajo formas de irracionalidad, superstición y sentimentalismo) la libre
circulación del pensamiento y la exploración racional de lo humano.
El mundo del Agua queda así asociado al misterio, a lo que “aún” no ha podido
ser develado. Y, aunque pueda reconocer la existencia de esa dimensión de lo desco-
nocido, el Aire no va a renunciar a su intento de explicarlo: solo lo admite como una
deficiencia del presente que, en un futuro ideal, será resuelta por la razón.
Sancionado, descalificado y excluido, ese mundo del Agua queda condiciona-
do entonces a expresarse desde la sombra. Y esto significa que la sensibilidad senti-
mental se manifiesta del modo más temido y menos deseado. En esos momentos de
conversión extrema, imprevisiblemente la persona identificada con el Aire muestra
un apego emocional de máxima intensidad dramática. Acaso con agudas justifica-
ciones intelectuales intenta cubrir lo que, en verdad, son caprichos infantiles, arbi-
trariedades saturadas de subjetividad. Con el Agua manifestándose desde la som-
bra, temores irracionales pueden –imprevistamente– tomar el centro de la escena.
Miedos inexplicables, “sin lógica”, cobran vida, casi como entidades fantasmales. En
casos extremos, ante la amenaza de caos emocional o como efecto de hechizos in-
conscientes a los que resulta vulnerable, la persona que antes elaboraba brillantes
argumentaciones racionales (Aire dominante) podrá recurrir al pensamiento mági-
co como última y única explicación (Agua en sombra). Toda su sensibilidad afectiva
retenida se expresa desbordante, con el exceso propio de su carga inconsciente. Así,
el brillante intelectual agnóstico deviene en fantasioso místico devocional, el sobrio
y armónico esteta en apólogo de la compulsión emocional, el libre y autónomo crea-
tivo en expresión del más posesivo sentimentalismo.
Una clave de acercamiento del Aire con el Agua, de encuentro entre estos regis-
tros que tienden a polarizarse en la conciencia humana, está dada en la posibilidad
de que se transparente –de un modo cada vez más evidente– la asociación entre las
ideas y los sentimientos. En verdad, toda idea o razonamiento se corresponde con
algún tipo de sentimiento o afecto. Incluso el pensamiento más reflexivo es muchas
veces provocado por el impacto de un suceso emocional o la conmoción generada
por una sutil contemplación a la que nos abrimos desde nuestra sensibilidad. Y, si
92 Alejandro Lodi
persona con Agua aparente “lee” el contexto de una determinada situación de inten-
sidad emocional y concluye entonces que es adecuado responder con una específica
emoción.
Este mecanismo es delatado por cierta frialdad detrás de la aparente calidez que
expresa, una distancia de algún modo sugerida en el contacto, una actuación (fa-
llida actuación) que, intentando demostrar (y demostrarse) capacidad de registro
sensible, hace explícita una emoción superficial, externa, un sentimentalismo poco
creíble. Aunque haya lágrimas, estas no son el producto de conmoción alguna.
En lo vincular, la exageración de sentimientos es el rasgo que detecta la persona
con Agua dominante, lo que la lleva a preservarse manteniendo cierta distancia de
contacto. La persona con Agua distante, en cambio, puede sentir la posibilidad de
proyectar toda su carencia y anhelo de expresión emocional. En el primer caso hay
sospecha y desconfianza, en el segundo fascinación y luego decepción afectiva.
Alguna situación de suficiente intensidad emocional puede marcar el quiebre
de la máscara, el momento de sincerar la incapacidad de responder sensiblemen-
te sin anticipar pensamiento. En este sentido, la persona con Agua aparente debe
comenzar a desarrollar medios de contacto con la sensibilidad, de expresión de las
emociones, y de habilitación de niveles sutiles de la realidad. Ya se trate de técnicas
terapéuticas o artísticas, la clave es evitar que intervenga en ellas la palabra, la sagaci-
dad intelectual o el talento analítico del pensamiento.
Tipologías elementales
Ai Ag
Aire principal (Agua distante)
Pensamiento.
“El intelectual”.
La realidad es un orden revelado por el pensamiento que se impo-
ne al caos de las emociones. Lo sensible tiene causas que pueden
ser explicadas. Lo subjetivo debe subordinarse a lo racional.
Ag Ai
Agua principal (Aire distante)
Sentimiento.
“El sentimental”.
Los mundos internos configuran la realidad del mundo. El pensa-
miento es mera apariencia. Lo sensible habilita el contacto con lo
real: la unidad en la matriz universal.
Pero esto significa que la Tierra queda en posición distante, aun siendo el elemento
en el que está el Sol. Esta situación parece generar un conflicto irresoluble, ya que,
por estar en signos antagónicos (Tierra y Fuego), o el Sol o la Luna de la carta de
Borges deberán quedar uno principal y otro distante.
Si tratamos de definir la controversia por cantidades, lo más probable es que
nuestra hipótesis considerara lo ya expuesto: Fuego principal y Tierra distante. Con
respecto al par restante, la cantidad parece favorecer la manifestación de Agua como
elemento secundario y el Aire como aparente.
FUEGO TIERRA
AGUA AIRE
Pasé gran parte de mi infancia sin salir de mi casa. Al no tener amigos, mi hermana y yo
inventamos dos compañeros imaginarios […]. Siempre fui miope y usé lentes, y era más
Astrología, conciencia y destino 103
bien débil. Como la mayoría de mis parientes habían sido soldados […] y yo sabía que
nunca lo sería, desde muy joven me avergonzó ser una persona destinada a los libros y no a
la vida de acción […]. Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca
de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca […]. Recordar mis
primeros años escolares no me produce ningún placer […]. Como yo usaba lentes y llevaba
cuello y corbata al estilo de Eton, padecía las burlas y bravuconadas de la mayoría de mis
compañeros, que eran aprendices de matones.6
No parece haber tenido opción: entre el coraje, el valor y la autonomía que supo-
ne identificarse con su Fuego, y la aceptación de ser un hombre de letras haciendo
identidad en su Tierra (Sol en Virgo), condicionado por el anhelo familiar y su sen-
sación de incapacidad física, Borges elige lo segundo.
Respecto al siguiente par, el Agua parece dar sustento al predominio de la Tie-
rra. La influencia familiar y el anhelo de satisfacerla (Agua) parecen determinantes
para elegir ser escritor y no hombre de armas: identidad en la Tierra virginiana asu-
miendo una imagen de Aire. En su infancia y primera juventud, Borges escribía para
complacer a sus padres, adoptando la personalidad de escritor (Agua auxiliar, Aire
aparente).
Así, el balance cualitativo de elementos que parece corresponder a su identifica-
ción es contrario al que sugiere la apreciación cuantitativa. La influencia familiar –en
particular, su madre– será tan condicionante que terminará por alterar la hipótesis
de cantidades: su familia –su madre– será el Fuego (Luna en Aries) y el niño Borges
se identificará con la Tierra (Sol en Virgo).
TIERRA FUEGO
AGUA AIRE
6 Borges, Jorge Luis. Autobiografía. Buenos Aires: El Ateneo. 1999, pp. 21-23.
104 Alejandro Lodi
El desvío –por excesiva influencia del marco familiar o sociocultural– de una dis-
posición que parece natural puede generar personalidades de gran tensión interna.
La adaptación a las demandas exteriores está operando sobre la base de la represión
de contenidos que tienen suficiente potencial de expresión. Pero, como hemos visto,
tal desequilibrio no impide que se desarrolle una personalidad capaz de destacarse
en algún ámbito, aun cuando el costo personal, íntimo, sea severo. Los logros exte-
riores pueden ir acompañados de una íntima sensación de frustración.
La “elección” de la Tierra en desmedro del Fuego se torna significativa. Aquí co-
bran relevancia algunos hechos de la historia. Por ejemplo, en absoluto parece casual
que este joven tímido, que anhela cumplir su destino de escritor, pronto se fascine
con los bravos hombres de acción y “de armas tomar” que conoció en su infancia,
con las historias de guapos y compadritos que habitaban los suburbios de Buenos
Aires. Es el hechizo de su Fuego en sombra, intenso y potente, intentando abrirse paso
en la conciencia desde la posición distante.
Los contenidos controlados y retenidos –y, en este sentido, sombríos– terminan,
tarde o temprano, por irrumpir en la vida, mostrando su necesidad de ser reconoci-
dos. Y esto puede ocurrir por una decisión voluntaria del individuo o por un hecho
de destino muchas veces dramático. Veamos qué sucede en el caso de Borges.
En el año 1938, su vida pone manifiesto –de modo extremo, incómodo y dolo-
roso– la distancia entre la Tierra en posición principal y el Fuego en posición distante,
y la necesidad de una nueva modulación entre su mundo emocional (Agua secunda-
ria) y su capacidad de expresión literaria (Aire aparente):
El año de la muerte de su padre culmina con un accidente grave. Los hechos guar-
dan relación con su Fuego distante: corriendo por las escaleras de su hogar para recibir
7 Ibíd., p. 108.
Astrología, conciencia y destino 105
Sin embargo, entre miedos y terrores, una dimensión de su ser inexplorada hasta
ese momento comienza a revelarse:
Cuando empecé a recuperarme temí haber perdido la razón […]. Poco después me atemo-
rizó la idea de no volver a escribir nunca más […]. Decidí escribir un cuento, y el resultado
fue “Pierre Menard, autor del Quijote”.9
Este texto señala un hecho inédito en su vida. Por primera vez, el poeta y ensa-
yista decide escribir un cuento fantástico, algo que nunca había intentado hacer y
que, en principio, no resulta del agrado de su madre. Su sensibilidad como escritor
se pone al servicio de describir personajes inexistentes, mundos sutiles, paradójicos,
laberínticos, más allá de satisfacer lo que el clan familiar espera.
Este cuento, surgido de aquellas circunstancias, revela y expresa un mundo de
sensibilidad inteligente que será aquello que lo caracterice e imprima su particular
distinción en la literatura. Es el primero de otros en la misma línea (“La lotería de
Babilonia”, “El Aleph”, “El jardín de los senderos que se bifurcan”…) y que serán pu-
blicados luego en Ficciones y El Aleph.
Así, el acceso a este rasgo de sensibilidad que podríamos identificar como nep-
tuniano (alucinaciones, pérdida de sentido de realidad, fantasías, imágenes míticas,
etc.) indica no solo una reducción de la distancia entre el mundo del Agua y el del
Aire, sino la manifestación de lo propio, específico y creativo del Fuego de Borges.
Será este el modo literario con el que Borges alcance notoriedad internacional. Se-
8 Ibíd., p. 109.
9 Ibíd., p. 110.
10 Ibíd., p. 112.
106 Alejandro Lodi
rán estos los textos que provoquen una resonancia universal y que lo guíen a un des-
tino de permanentes viajes, conferencias y celebridad.
Sin embargo, tendrán que transcurrir nueve años antes de que el Fuego comien-
ce a materializarse. Y el desencadenante será un hecho exterior que afecta la temática
ligada a ese elemento: el orgullo, el valor personal y la dignidad.
Hacia 1946 Borges ya era un escritor conocido, pero sin embargo continuaba
trabajando en la biblioteca municipal, replegado en una forma austera, gris, carente
de vitalidad:
Cada tanto, los trabajadores municipales éramos premiados con un kilo de yerba. De noche,
mientras caminaba las diez cuadras hasta la parada del tranvía, se me llenaban los ojos de
lágrimas. Esos pequeños regalos de arriba marcaban mi vida sombría y servil.11
Fui honrado con la noticia de que había sido “ascendido” al cargo de inspector de aves y
conejos en los mercados […] al día siguiente renuncié.12
Ante la pérdida de trabajo, el tímido Borges, aquel que memoriza el texto de sus
conferencias por el terror que le provoca enfrentar un auditorio, comienza a aceptar
ofrecimientos para disertar sobre distintos temas y a dirigir cátedras de literatura en
distintas instituciones.
Descubrí que se me abría una vida nueva y emocionante […]. No solo terminé ganando
más dinero que en la biblioteca, sino que disfrutaba del trabajo y me sentía justificado.13
11 Ibíd., p. 107.
12 Ibíd., p. 112.
13 Ibíd., p. 115.
Astrología, conciencia y destino 107
Sentirse expresado en la labor cotidiana, gozar con aquello que hace, ser autén-
tico en el hacer y obtener reconocimiento y compensación económica por ello,
exponerse ante auditorios sintiéndose seguro y disfrutando del riesgo que implica
(riesgo que, hasta ese momento, lo había llevado a paralizarse) evidencia que el par
dominante de su balance cualitativo de elementos –Tierra principal y Fuego distan-
te– disuelve su polarización y comienza a desarrollar dinámica de circulación. Aun-
que la personalidad mantenga una imagen prudente y correcta, no lo hace a costa de
dejar en sombra el compromiso vital con lo genuino de sí mismo y el atrevimiento
creativo. La conciencia reconoce al “hacedor” en vínculo con el “visionario”.
Preguntas frecuentes
• ¿Un stellium en casa XII puede compensar la ausencia de planetas en Agua, o Saturno
en I y Medio Cielo en Capricornio compensar la falta de Tierra en una carta natal?
El balance de elementos está determinado por los planetas en signos, no en casas.
Esto es lo mismo que decir que la percepción de la realidad que predomina en la
conciencia se determina por la cualidad (signos) de las funciones psicológicas (pla-
netas) y no por los asuntos de la vida donde se desarrollan (casas). Las situaciones
que se plantean en la pregunta exponen paradojas muy habituales que se traducen
en tensiones que guardan una particular característica. Por un lado, contar con una
alta sensibilidad al mundo del inconsciente profundo y resonancia al misterio del
alma (stellium en casa XII), sin canales adecuados para traducir todo lo que se siente
y percibe (ausencia de planetas en Agua). Y, por otra parte, experimentar una fuerte
exigencia y compromiso con los logros objetivos y el cumplimiento de mandatos
sociales (Saturno en casa I y Medio Cielo en Capricornio), sin sentir que se cuenta
con el talento práctico y efectivo para llevarlo a cabo (falta de Tierra).
• ¿Solo las crisis genéricas permiten desarrollar conciencia de elementos? ¿Pueden hacerlo
también los tránsitos personales?
Por supuesto que no solo las crisis genéricas, sino también los tránsitos persona-
les representan momentos propicios para que la conciencia desarrolle modulacio-
nes respecto al balance de elementos. Un tránsito de Neptuno sobre el Ascendente,
108 Alejandro Lodi
por ejemplo, simboliza una oportunidad de asumir la percepción de Agua, del mis-
mo modo en que un tránsito de Saturno en conjunción al Sol natal expone la capaci-
dad de la conciencia para madurar la mirada de la realidad de Tierra.
Bibliografía recomendada
COMBINACIÓN
DE MATRICES
La astrología es una especie de álgebra de las cualidades; y
estas cualidades no son meras cualidades sensorias (como
blanco, azul, espeso, pesado, doloroso, etc.) sino cualidades
que se refieren a procesos vivos, ya sea en el plano fisiológico
como en el psicológico y en el superpsicológico.
Una carta natal cuenta con tres dimensiones ordenadoras bien diferenciadas:
planetas, signos y casas. Al mismo tiempo, estos tres órdenes no existen por sí mis-
mos, sino entramados entre sí. Podemos diferenciarlos, pero describen una sola
realidad. La carta natal nos recuerda que somos distintas dimensiones implicadas
en una misma experiencia de conciencia, diversas hebras que se entrelazan en un
único tejido.
Los planetas simbolizan la carta natal en actividad. Tal como sus movimientos
físicos son la evidencia de que el sistema solar está activo, los símbolos planetarios
nos dicen que la carta natal es un sistema vivo y en funcionamiento. No solo por el
trayecto de sus órbitas, los ciclos que trazan o las cualidades de tiempo que descri-
ben (temática que, de hecho, no es motivo de este libro), sino porque los planetas
tejen redes de relación, tramas de vínculos internos y externos. En este sentido, apor-
tan los rasgos más cercanos a lo que podríamos asimilar a nuestra subjetividad. Son
los actores del drama, los intérpretes de la obra viva de nuestra travesía consciente.
110 Alejandro Lodi
Al remitir a la acción, los planetas son el verbo. Por supuesto, tienen cualidad, pero
en el análisis de una carta natal es mucho más significativo considerarlos como ac-
tividades, como actos de despliegue. Los planetas tienen que ver con el mapa astral
en funcionamiento. La metáfora más apropiada es entenderlos como funciones del
sistema de la carta natal, operaciones que permiten que la matriz de nuestro mandala
se manifieste y se dé a conocer, por lo que nos parece adecuado simbolizarlos con un
infinitivo: un qué que remite a una acción.
Por su parte, los signos son la matriz de cualidades energéticas primordiales. Los
doce colores que adopta la luz de la vida que anima todas las cosas. Los doce tonos
de todos los sonidos del mundo. Cada planeta, cada función de nuestro sistema psí-
quico, se expresa con la cualidad de algún signo. En ese sentido, los signos son el
adjetivo.
Y, finalmente, las casas astrológicas simbolizan doce áreas arquetípicas de expe-
riencia humana. Los doce escenarios en los que se representa el devenir de nuestras
vidas. Cada planeta ocupa alguna de esas casas: la actividad funcional que manifiesta
se ejerce en algún ámbito de la vida. Las casas representan el circunstancial de lugar.
Cada planeta está en un signo y en una casa. La actividad que cada uno de ellos
simboliza se expresa con cierta cualidad (signo) y en un específico ámbito de la vida
(casa). Planeta, signo y casa. Verbo (infinitivo), adjetivo y circunstancial de lugar. Ac-
ción (qué), cualidad (cómo) y espacio (dónde).
Esta diferenciación en el significado de cada una de estas matrices (la de plane-
tas, la de signos y la de casas) puede resultar muy útil al momento de analizar una
carta natal, porque evita la tendencia a confundirlas (algo muy común en la práctica
astrológica).
La experiencia de desplegar conciencia se celebra en acciones (planetas) que se
expresan con ciertas cualidades (signos) y se desarrollan en determinados espacios
concretos de vivencia (casas). Otro modo de decir que somos energía viva en la forma.
Astrología, conciencia y destino 111
I
Aries
Sol En la imagen personal.
Impulsivo. Impetuoso.
Ser. Centrar. Irradiar. En el vínculo con el destino.
Penetrante. Enérgico.
Brillar. Expresar. En la interacción con el
Agresivo.
medio.
Luna Tauro II
Proteger. Cuidar. Sensual. Placentero. En los talentos personales.
Nutrir. Sensibilizar. Lento. Orgánico. En la generación de recursos.
Habitar. Posesivo. En el goce corporal.
Venus IV
Cáncer
Complementar. En el hogar.
Afectivo. Tierno.
Armonizar. En la pertenencia familiar.
Contenedor. Celoso.
Contemplar. En la historia de los
Familiar.
Embellecer. Valorar. ancestros.
Marte Leo V
Desear. Accionar. Expresivo. Luminoso. En la autoexpresión.
Avanzar. Brillante. Estimulante. En la relación con los hijos.
Luchar. Arriesgar. Centrado. En los actos de corazón.
112 Alejandro Lodi
Júpiter Virgo VI
Confiar. Comprender. Analítico. Clasificador. En el servicio cotidiano.
Expandir. Creer. Ordenado. Preciso. En la salud corporal.
Enseñar. Discriminador. En el trabajo cotidiano.
Escorpio VIII
Urano
Intenso. Profundo. En crisis de transformación.
Crear. Intuir. Liberar.
Doloroso. En la sexualidad.
Innovar. Mutar.
Transformador. Potente. En los bienes compartidos.
Neptuno Sagitario IX
Resonar. Ensoñar. Expansivo. Abundante. En las creencias.
Espiritualizar. Confiado. Sabio. En los estudios superiores.
Sutilizar. Imaginar. Espiritual. En el extranjero.
Plutón Capricornio X
Transformar. Sólido. Responsable. En el reconocimiento social.
Destruir. Renacer. Ordenado. Serio. En la carrera o profesión.
Erotizar. Morir. Disciplinado. En las metas de logro social.
Acuario XI
Creativo. Libre. En los vínculos en red.
Innovador. En la relación con los amigos.
Súbito. Revolucionario. En las causas sociales.
Piscis XII
Onírico. Místico. En el inconsciente colectivo.
Sagrado. Empático. En el contacto con lo sagrado.
Compasivo. En el servicio al mundo.
Astrología, conciencia y destino 113
Los recortes cualitativos se conforman con distintos datos de la carta natal que
muestran una congruencia energética entre sí. Conservando su diferencia, esa infor-
mación amalgama un conjunto coherente. Vamos a observar que cada carta natal,
por lo general, suele sintetizar entre tres y cinco núcleos de su energía.
El color de un recorte, el particular sonido de esa cuerda, el carácter de la energía
que congrega, siempre muestra una combinación de símbolos, antes que el protago-
nismo exclusivo de un solo indicador.
Ensayemos la mirada de una carta natal desde sus recortes energéticos con este
hipotético caso de un individuo al que llamaremos Pablo.
Si contemplamos con atención este mandala, es probable que distingamos cinco
recortes o núcleos de contenidos con cualidades afines.
El color energético del recorte 1 tiene predominio solar. Nos habla, entonces, de
una cierta cualidad con la que la persona experimenta su identidad personal. Sus ca-
racterísticas tienen que ver con la racionalidad, la corrección y la practicidad, teñidas
de intensa capacidad de perfección. Existe un gran talento hacedor y de conquista de
logros, tan sólidos y potentes como ejemplares, con los que la persona puede iden-
tificarse.
116 Alejandro Lodi
Recorte 1: Sol en Virgo; Sol en casa VI; Sol en conjunción con Mercurio y Plutón;
Sol en oposición a Saturno; Saturno en oposición a Plutón; Saturno en casa XII.
Por cierto, una expresión distorsionada de estas cualidades deriva en una perso-
nalidad condicionada, en forma inconsciente, por la transgresión y la rebeldía. En el
encanto por la confrontación y la pelea, la persona queda atrapada en la reacción al
orden y los mandatos, cristalizada en una actitud temeraria ante los límites y desa-
fiante de todo principio de realidad.
Por su parte, en el recorte 3 prepondera el principio femenino (Luna y Venus)
en contacto con el modo replegado e intenso. La vivencia de lo sensible y receptivo
adquiere profundidad y previsión. El carácter protectorio y contenedor se expresa
en formas que, atento a los peligros, buscan garantizar un máximo resguardo.
Es evidente que las cualidades de este recorte energético no estimulan el don de
la confianza ni la franca apertura al encuentro con los demás. El recelo prevalece. La
sensación (y la convicción) de que la libertad del otro representa una amenaza a la
propia seguridad genera un hábito de control de las conductas ajenas y propias.
Un tiránico criterio de pureza contamina de intolerancia y desprecio las rela-
ciones con los demás. El repliegue del individuo en su sentimiento de pertenencia
cerrada se traduce en una sistemática actitud de rechazo a todo aquello que no con-
firme sus hábitos y costumbres.
Astrología, conciencia y destino 119
Recorte 3: Luna en cuadratura con Plutón; Plutón en casa VI; Plutón en Virgo; Plutón en
conjunción con Venus; Venus en casa VI; Venus en Virgo; Neptuno en Escorpio; Neptuno en casa VIII.
Recorte 4: Luna en Sagitario; Luna en casa IX; Júpiter en Cáncer; Júpiter en casa IV;
Cáncer en casa IV; Luna en cuadratura con Urano; Luna en trígono con Marte.
120 Alejandro Lodi
Recorte 5: Saturno y Quirón en Piscis; Saturno y Quirón en casa XII; Saturno en conjunción con
Quirón; Saturno y Quirón en cuadratura con la Luna; Saturno y Quirón en trígono con Neptuno
en casa VIII; Neptuno en cuadratura con Marte (gobernante de la carta).
Contradicción y paradoja
Conformados los recortes de la carta natal, vemos que cada uno de ellos puede
mostrar una disposición cooperativa o conflictiva con los demás. Parece muy claro
que, por ejemplo, los recortes 1 y 3 tienen puntos de concordancia, como así tam-
bién el 2 y el 4. Del mismo modo, es posible apreciar antagonismo entre las cualida-
des del 1 y las del 2, y entre las del 3 y las del 4.
El conflicto entre dos agrupamientos energéticos será reflejo de una tensión in-
terna en la persona o, incluso, de un intenso sufrimiento psicológico. La fricción irre-
soluble (neurótica) entre naturalezas y entre dos modos de la voluntad que parecen
contradecirse. Literalmente, cada recorte dice algo que está en oposición al decir del
otro. Esa incomodidad será motor de la dinámica de destino.
En este punto, vale recordar lo desarrollado en el capítulo III respecto a los dos
modos de abordar el desafío de interpretar una carta natal. Por un lado, la mirada
mecánica, determinista, literal y lineal, que define las características de la personali-
dad de una manera fija y estática; desde esta perspectiva, la persona es siempre la mis-
ma y su destino ya está establecido. Mientras que, por otro lado, tenemos el enfoque
dinámico y circular, desde el cual la carta natal simboliza la experiencia del viaje de la
conciencia, que presupone un vínculo de polaridad entre la identidad personal y el
destino, y que en esa interacción se revela aquello que profundamente somos.
Hagamos foco en la tensión entre dos recortes energéticos de la carta de Pablo
que refieren al Sol:
Recorte 1: Sol en Virgo; Sol en casa VI; Sol en conjunción con Mercurio y Plutón;
Sol en oposición con Saturno; Saturno en oposición a Plutón; Saturno en casa XII.
122 Alejandro Lodi
mo con la vida. Esto revela que, mientras Pablo se esfuerce por cumplir con mandatos
y ser consecuente con lo que se espera de él, en verdad, estará sacrificando el potencial
de vitalidad que su polo creativo y autónomo posee pero que Pablo cree no ser.
Por otra parte, si Pablo se identifica exclusivamente con su anhelo de indepen-
dencia, libertad y rebeldía, y se dispusiera a desafiar todo límite y autoridad, acaso
nos presente su queja por un padre que “no lo deja ser” y en el que verá solo arbitra-
riedad y tiranía, o por recurrentes problemas de salud que le impiden echar a volar
su espíritu de aventura, o por relaciones que lo obligan a asumir responsabilidades
forzadas y cargar con injustas penalidades. Y esto revela que mientras Pablo única-
mente se sienta animado por su afán de no compromiso, absoluta autonomía y ex-
presión individual sin condiciones, en verdad, estará desperdiciando su capacidad
de construir estructuras plenas de vitalidad y auténticamente sólidas, por saber com-
binar organización y creatividad.
Siguiendo nuestra lógica, queda claro que aquellos vínculos o situaciones de
destino aparentemente “exteriores”, en verdad, estarán propiciando el encuentro de
Pablo con aquellas cualidades que profundamente lo constituyen pero en las que,
por temor, desconcierto o condicionamientos internos del pasado, no es capaz de
reconocerse. El desarrollo de ese progresivo, complejo y muchas veces doloroso
descubrimiento de lo que somos a través de nuestros vínculos y destino no es otra
cosa que la experiencia del viaje de la conciencia.
La síntesis del análisis de una carta natal por recortes energéticos puede mos-
trar un doble vínculo (acaso dos) como símbolo del principal desafío de la vida. Es
probable que el más profundo sentido del trabajo de entrevista astrológica consista
en generar un espacio –mental y emocional– propicio para la transparencia de esa
variable novedosa de otro orden de la realidad en la paradoja del consultante, para la
emergencia de revelaciones e intuiciones que tornen diáfanas las oscuridades que
ensombrecen el alma.
El caso de Sandro
Consideremos el caso de un popular artista argentino: Sandro. En su carta natal
quedan configurados tres recortes energéticos:
Recorte 1: Sol en Leo; Ascendente en Géminis; Sol conjunción Mercurio en casa III;
Marte en Géminis; Marte y Urano en conjunción partil al Ascendente.
Recorte 2: Luna en Capricornio en casa VII conjunción Nodo Sur; Luna cuadratura Quirón;
Quirón en casa IV; Venus conjunción Saturno en Cáncer en casa I; Saturno conjunción con el
regente de casa IV; Nodo Norte en Cáncer y en casa I.
Por su parte, el recorte 2 conjuga notas que refieren a sensibilidad afectiva, intro-
versión y repliegue austero. Un mundo emocional que necesita preservarse de es-
tridencias. Una modalidad amorosa y una forma de compartir intimidad que busca
lo seguro, lo conocido y familiar. Una personalidad solitaria, que se siente protegida
en los valores del pasado, en los modelos tradicionales y en la experiencia de los an-
cestros.
En línea con estas características, el recorte 3 propicia una idealización de la fami-
lia y la vida hogareña. El convincente sentimiento de que en el universo de la historia
familiar se encuentra todo el amor que necesitamos, la felicidad y el bienestar. O
también la añoranza de lo vivido en la infancia, la melancolía por los paraísos perdi-
dos y el persistente sueño de retornar a ellos algún día.
Resulta evidente la diferencia entre la cualidad del recorte 1 y la de los recortes 2
y 3. Esa distancia puede ser vivida por la conciencia como una contradicción, como
un conflicto entre energías antagónicas que no pueden coexistir. Un auténtico desa-
fío de doble vínculo, una cruda vivencia de tensión psicológica interna, ante la cual
la psiquis reaccione desde el mecanismo –tan inconsciente como eficaz– de diso-
ciación: generar dos personalidades que encarnen cada uno de los focos energéticos
polarizados.
Sandro, en verdad, era Sandro… y Roberto Sánchez. Una personalidad pública,
de alta resonancia en los demás con su entrega y carisma desde el escenario; y otra
personalidad privada, preservada en su hogar, de la que nunca se supo demasiado.
Sandro representa la cualidad del recorte 1: histriónico, provocador, original e irre-
verente. Roberto Sánchez la del recorte 2: reservado, recluido, tradicional y familiar.
La historia de su vida es un recorrido por la paleta de colores de las energías
de su carta natal y un ejemplo de la aparente efectividad del mecanismo de diso-
ciación como modo de “resolver el problema” de conciliar cualidades que parecen
tan opuestas y divergentes, pero que cristaliza una escisión interna que se confor-
ma en fuente de íntima angustia y sufrimiento psicológico (con sus consecuencias
físicas).
Roberto Sánchez nació en una familia descendiente de gitanos, con bajo peso
y asistencia en incubadora. Nina, su madre, ya había sufrido embarazos fallidos y la
pérdida de un hijo. Padecía de artritis prematura y de problemas para amamantar. Ro-
berto encarnará una paradójica forma de ser Ascendente en Géminis: será hijo único.
130 Alejandro Lodi
En el seno de una familia obrera, el pequeño Roberto fue un niño feliz, inquieto
(su padre le puso una red a la cuna para evitar que se arrojara de ella) y curioso. Su
madre le enseñó a leer y escribir a partir de la narración de cuentos de Las mil y una
noches. Disfrutaba de los juegos de la calle y soñaba con ser “artista de cine en colores”.
Detestaba la escuela y solo se interesaba por las clases de Lengua y de Música.
En el comienzo del secundario fue expulsado por vender dibujos pornográficos
a sus compañeros en los recreos. Con un desarrollo físico precoz, a los 10 años
tuvo su iniciación sexual, una experiencia que no resultó agradable. Estos hechos
cobran significado a partir de la posición de Plutón como planeta aislado (feral)
en casa II.15
A los 13 años abandona los estudios y comienza a trabajar. Se inicia una época
de mucha libertad y de pasión por la música. Participa de bandas de rock, empieza a
vestirse a lo Elvis y a actuar como invitado en actos escolares y barriales. En esas cir-
cunstancias ocurren tres hechos imprevistos y accidentales que resultan muy signifi-
cativos como revelación del recorte solar-mercurial-marciano-uraniano (recorte1):
• Durante una actuación fallan los equipos de sonido y allí improvisa cantando a
capela en un inglés inventado y desplegando frenéticos movimientos en escena
(14 años).
• Como músico de la banda Los de Fuego, debuta como cantante al reemplazar al
vocalista, que queda afónico en pleno show (17 años).
• También con Los de Fuego, en un evento organizado por los Bomberos Voluntarios
del barrio, ante la rotura de las cuerdas de la guitarra, cubre la situación improvisando
movimientos sensuales y endemoniados al ritmo de la percusión (18 años).
Me interesan las mujeres mayores que yo. De chiquito ya era así. […] Me gustan las ya
hechas, con las que pueda dialogar. […] Quiero la imagen maternal en la mujer.16
Bibliografía recomendada
LA DINÁMICA DE
LA CARTA NATAL
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Capítulo 7
EL DESARROLLO DE
LA CONCIENCIA
El discernimiento del verdadero proceso del “yo”,
de su surgimiento a la existencia y de su verdadera
disolución, es el comienzo y el fin de la búsqueda.
Para comprender lo que es, la comprensión
debe empezar por uno mismo.
El viaje de la conciencia
dad voluntaria, sino que la experiencia individual parece ser guiada por ella. No es
una actividad interna del individuo, sino vincular y de interacción con el destino. La
conciencia no es una herramienta que tiene el sujeto individual para “ser mejor” o
para lograr la satisfacción de sus deseos y anhelos (aunque tampoco va necesaria-
mente en contra de ellos), sino que parece manifestar el propósito de abrir la per-
cepción de que persona y destino forman una misma entidad, una unidad que busca
reencontrarse luego de haberse vivido disociada. Ese reencuentro es posible solo en
la sustancia de las relaciones humanas. Podemos decir, entonces, que la conciencia
es una actividad tanto personal como interpersonal y transpersonal.
Aplicar esta noción de conciencia a la lectura astrológica no es tarea sencilla. Pero,
avanzado el siglo XXI, ya no podría demorarse. Como astrólogos, desde hace más de
dos siglos convivimos con la evidencia de que en nuestro sistema solar existen tres
planetas más allá de los límites de Saturno. En ese lapso, la conciencia humana ha de-
sarrollado cambios notables, inéditos a lo largo de su historia. Pero entre todos ellos
hay uno de consecuencias ineludibles para nuestra labor y que resulta de relevante
sincronicidad con la aparición de los planetas transpersonales: el “descubrimiento”
del inconsciente.
Tal avance en el estudio del misterio de la psique humana (primero con Freud,
luego con Jung y más adelante con las distintas líneas psicológicas bioenergéticas y
transpersonales) ha provocado que ciertos conocimientos hasta ese momento eso-
téricos, herméticos u ocultos salieran a la luz y formen parte del saber –al menos,
potencialmente– del humano común y corriente. Entre ellos, los que refieren al yo y
la noción de individuo.
Cada vez más lejos de certezas absolutas y verdades cerradas, las investigaciones
y reflexiones sobre el inconsciente humano han revelado el alto condicionamiento
de lo que creemos “nuestras acciones conscientes”. La concepción de la naturaleza
del ser humano individual, su capacidad de autonomía para controlar su propia con-
ducta y para modelar su destino a voluntad, ha sido irreversiblemente alterada.
Pero este desarrollo del conocimiento humano también permitió que la tradi-
ción mística y la investigación científica de la psique se encontraran en la coincidente
percepción de:
1. Cierta dinámica de desarrollo de la conciencia.
2. Que esa dinámica resulta de inclusión y vínculo.
Astrología, conciencia y destino 137
Esto sería lo mismo que afirmar que lo que profundamente somos no resulta una
identidad fija, que ese profundo ser, en verdad, se expresa en la relación con los otros
y con el destino, y que en absoluto coincide con la imagen que tenemos de nosotros
mismos.
No obstante, el supuesto habitual de la cultura es considerar que somos indivi-
duos separados, tanto del resto de los humanos como de la corriente general de la
vida y el destino. Como este, hay otros supuestos subyacentes a nuestra conciencia
ordinaria que están presentes en la mirada cotidiana.
Suponemos también que somos siempre iguales a nosotros mismos, que perma-
necemos fieles a la definición de nuestras identificaciones más tempranas. A eso lo
denominamos ser coherentes con nosotros mismos. Desde este supuesto se entiende la
evolución como “personal”, es decir como el agregado de nuevas cualidades, suma
que redunda en una personalidad “cada vez mejor”. Se genera así la aspiración de
grandeza, de crecer como personas individuales y de desarrollar la sabiduría acerca
de cómo son las cosas. La plenitud como individuos debe redundar, entonces, en
el talento de evitar aquello que no deseamos y lograr lo que sí deseamos, alcanzar
nuestros sueños y eludir nuestras pesadillas.
Desde estos supuestos, el objetivo tácito de esta noción del despliegue de la
conciencia es el control individual y personal sobre el destino: asegurarse de que
solo ocurra lo que ese centro de identidad individual definió como “bueno” para sí
y saber cómo sortear aquello que aparece como “malo”. Si lo no deseado ocurre es
porque no se ha sabido conjurarlo, o ha habido una falla o error en tal operación de
control por defecto de madurez emocional o inteligencia, o sencillamente por falta
de sabiduría. Y, en caso de que no pudiera evitarse lo temido, el supuesto es que se
debería ser capaz de tener al menos alguna herramienta que ayude a determinar, con
toda la precisión posible, cuándo va a darse la fatalidad (esto es, controlar al menos
que no nos sorprenda).
La sensación de ser tal individualidad exclusiva y de poder controlar el medio
ambiente inmediato para satisfacer necesidades de supervivencia es, en alguna me-
dida, posible y cierta en el plano de la realidad más próxima a nuestra percepción.
En esa dimensión, la realidad manifiesta parece efectivamente responder a nuestra
138 Alejandro Lodi
Otra forma de decir lo mismo sería definir un proceso que emerge de la indife-
renciación inconsciente primaria hacia la identificación consciente fragmentaria, y de esta
a la conciencia de unidad. Y también podríamos referir, desde el diseño elaborado por
Ken Wilber, a las dimensiones prepersonal, personal y transpersonal.17
Por otra parte, el despliegue de la conciencia implica inclusión, no acumulación
de cualidades. Representa una auténtica comprensión, esto es, la capacidad para in-
cluir y reconocer como propio del ser aquello que hasta ahora se veía como exterior
y ajeno. Esta tarea no puede ser llevada a cabo en el plano de nuestras identifica-
ciones personales cotidianas y habituales (“lo que creo ser”), sino que requiere una
transformación psíquica. En algún momento del viaje de la conciencia se presenta el
desafío de una transformación espiritual, un salto cualitativo de conciencia hacia ni-
veles transpersonales. Este salto implica discernir con conciencia que aquello que se
vivía como “destino” (externo y separado de “lo que soy”), en verdad, es contenido y
sustancia de la estructura del ser.
Queda así de manifiesto que el viaje es de la conciencia, no del yo. El yo (nuestra
identidad personal, la imagen de nosotros mismos con la que tendemos a permane-
cer identificados) es un vehículo –diseñado desde condicionamientos del pasado y
construido en cierto momento de la travesía– tan necesario como insuficiente. Más
aún, para que exista una auténtica expansión hacia dimensiones sutiles de nuestra
experiencia psíquica, debe producirse una transformación del yo. La conciencia del
ser exige el desprendimiento del yo. El proceso de desarrollo no es conducido (mu-
cho menos controlado) por el yo, el ego o aquellas características de nuestra per-
sonalidad con las que nos identificamos y que creemos nuestra genuina condición
individual. El proceso es guiado por la conciencia en interacción con el destino, por nues-
tros anhelos o deseos conscientes en vínculo con las manifestaciones inconscientes
de la vida que nos atraviesa y sus propósitos. Es la dinámica de nuestra experiencia
consciente. En esa interacción y en ese vínculo no hay división adentro-afuera ni
interior-exterior ni propio-ajeno, sino que ese despliegue resulta un continuo flujo,
un único devenir, en el que cualquier definición fragmentaria (yo, el otro, los objetos,
los deseos, etc.) es solo a efectos de describir la realidad de un modo que sea funcio-
nal a nuestra percepción personal. La percepción polarizada (polos separados) se
disuelve en dinámica de polaridad (polos vinculados).
Por cierto, ese modo de dividir la realidad en fragmentos autónomos e indepen-
dientes es constitutiva del yo o ego personal. Por eso, cualquier percepción cons-
ciente de una identidad en vínculo con su destino, de un ser que se revela en la inte-
racción de los deseos personales con los propósitos de la vida, necesariamente exige
el cese del control del yo, el fin del pretendido dominio del fragmento que cree ser el
todo (ego) sobre la realidad.
El despliegue de la conciencia no puede representar un éxito personal ni una ta-
rea por la que un individuo deba demostrar que, en cuanto fragmento, es capaz de
conquistar el todo gracias a su voluntad, talento o esfuerzo espiritual. El viaje de la
conciencia es la revelación del alma, una naturaleza profunda y sutil, íntima y cósmi-
ca, que permanece velada o apenas intuida mientras predomine la estructura del ego
en nuestra percepción. Así, esa otra dimensión del ser se plasma en un proceso que
140 Alejandro Lodi
3. Vemos frustrados esos deseos y se generan conflictos que llevan a una crisis
de esa identidad parcial, crisis en la que se pone en juego nuestra capacidad
de responder a propósitos más vastos (esto es, de responder a lo que no ocu-
rre tal como deseamos).
Cristalización.
Conversión.
Transformación.
Elevación y retorno.
Ahora, en su recorrido, ese río encuentra vados, espacios en los que lo turbulen-
to parece aquietarse y la dirección del cauce, adquirir un nuevo sentido. Cada uno
de estos vados representa diferentes niveles de la conciencia y tiende a constituir
una identidad que lo expresa. Estas identidades representan instancias en las que el
trepidante flujo vital se aplaca. Mediante la constitución (construcción) de nuestras
fragmentarias identificaciones psicológicas se logra contener aquella intensidad.
¿Cómo aparece reflejada esta metáfora en nuestra lógica astrológica? ¿Qué he-
rramientas aporta la carta natal de un individuo para acompañar y significar este re-
corrido de su conciencia?
La vida individual despliega tres estadios o niveles de conciencia bien diferencia-
dos, en los que desarrolla las distintas identificaciones. Desde lo astrológico, a estos
estadios o niveles los llamaremos:
1. Contención lunar.
2. Expresión solar.
3. Revelación transpersonal.
¿Cómo se relacionan estos estadios con nuestra metáfora del río de la conciencia?
En el comienzo, nuestra experiencia de la conciencia –nuestra experiencia de
río– se inicia en el contenedor núcleo de pertenencia familiar: el estadio del comple-
jo lunar. Allí desarrollamos los primeros bordes de identidad, aparentemente firmes
y estables, y que tempranamente confundimos con la totalidad de lo que somos. Ya
sean placenteros o no, parecen definitivos y absolutos, en el sentido de que promue-
ven la sensación de asegurar la supervivencia y de proveer de aquello que realmente
necesitamos para vivir.
Astrología, conciencia y destino 149
El estadio del complejo lunar sería, de este modo, el primer vado o, mejor, un pe-
queño lago en lo alto de una montaña, en el cual las gotas de lluvia comenzaron a
aglutinarse y supieron permanecer contenidas. De no mediar circunstancias de pre-
sión, el deseo no sería otro que quedarse allí, en la estabilidad de ese espacio conte-
nedor, en la serenidad que no parece necesitar ningún cambio.
Ahora bien, en verdad, estos vados reciben afluentes que convergen en ellos
ampliándolos, fundiéndolos con otros cursos de agua. Después de cada experiencia
de vado resulta más complejo definir la identidad del río, reconocerlo por la misma
forma que tuvo cuando empezó a correr. El caudal será otro, lo mismo que el color,
los peces que lo habitan, los minerales que lo componen, etc. De este modo, el vado
lunar desbordará por efecto de la corriente de la vida y el destino. El curso del río vol-
verá a ser tormentoso, hasta generar un nuevo momento de quietud (el vado solar),
que también entrará en turbulencia con el contacto vital con nuevos afluentes. Hasta
que, más allá de una nueva instancia de aparente calma (el vado transpersonal), solo
reste la experiencia de recordarse océano.
Cada convergencia del río con sus afluentes es símbolo de nuestros encuentros
con los demás. Nuestros vínculos nos transforman y modifican por ampliación y,
por lo mismo, no nos permiten seguir siendo los mismos. Nos desplazan de la quie-
tud autorreferente para enriquecernos, al mismo tiempo que nos tornan más com-
plejos. Nos expanden a la vez que nos funden en expresiones vitales que hasta este
momento sentíamos ajenas.
Así, si bien la conciencia parece necesitar de ese vehículo funcional (las identifi-
caciones parciales, los vados) para experimentar la vitalidad en la sustancia concreta
de nuestra vida individual, luego pugna por ampliarse y trascenderlo. Esta búsqueda
no responde a la voluntad personal ni a una disposición del individuo aislado. Es
decir, esta posibilidad de ampliación no es una cualidad propia del río en su cauce
conocido, sino una consecuencia de su receptividad a los afluentes. Esta búsqueda
se plasma en las convergencias vinculares, en el encuentro con otros. Y su profundo
sentido se revela en nuestras vidas provocando crisis. Son las crisis de identificación,
las crisis de lo que creemos ser. Estas crisis representan una oportunidad de expan-
sión de conciencia.
150 Alejandro Lodi
estadio deja atrás y supera al anterior. Así, con el círculo convertido en línea, la diná-
mica polar se transforma en polarización: la vivencia transpersonal niega, descalifica
y excluye a la lunar y la solar. La vivencia polarizada del estadio transpersonal no es
capaz de incluir a los otros estadios, sino que los desplaza, en el hechizo de percibir-
los anteriores o inferiores.
Los tres estadios no están “en línea”, sino que son estructuras latentes siempre
presentes. Es cierto que se actualizan en cierta secuencia evolutiva a lo largo de nues-
tra vida y que la primera instancia es la lunar, de cuya experiencia se revela la solar,
para agotarse y dar espacio a la emergencia transpersonal. Pero también es evidente
que siempre estamos afectados por los tres estadios, que ninguno puede ser abando-
nado ni superado ni trascendido bajo la forma de exclusión. En su evolución, la con-
ciencia no deja atrás un estadio, sino que disuelve la identificación exclusiva con él.
El viaje de la conciencia implica una comprensión cada vez más plena de la existen-
cia de esas tres dimensiones de experiencia, una permanente modulación operativa
entre ellas que incluye el reconocimiento de cuál gravita de un modo preferencial en
cada momento del desarrollo, lo que implica resignar el encanto de identificarse en
forma exclusiva y absoluta con alguna de ellas.
Mientras la personalidad tiende a ver el desarrollo en línea y en secuencia ex-
cluyente, el alma se despliega en círculo y en expansión incluyente. La personalidad
separa y polariza con el mundo externo; el alma reúne y vincula polos. La persona-
lidad se plantea el viaje de la conciencia como la conquista de un logro espiritual,
venciendo obstáculos, superando dificultades y corrigiendo errores; el alma expo-
ne el despliegue consciente como la disolución de velos (creencias, construcciones
mentales, miedos) que nos separan de una evidencia que siempre estuvo presente:
somos expresiones de la corriente general de la vida.
En los próximos capítulos abordaremos esos dos efectos. Vamos a describir las
características de cada uno de esos estadios y qué componentes de la carta natal lo
conforman. Y también presentaremos cómo la sensibilidad propia de cada estadio
significa a cada uno de los símbolos de la carta natal.
Astrología, conciencia y destino 155
Preguntas frecuentes
• Se dice que la expresión solar comienza alrededor de los 21 años, pero hoy es común
que muchas personas de 30 años vivan con sus padres y sean muy lunares. ¿Pueden haberse
modificado las edades de los ciclos?
156 Alejandro Lodi
Bibliografía recomendada
LA CONTENCIÓN
LUNAR
En efecto, lo que soy parece fugaz e intangible, pero lo que fui
es algo fijo y definitivo. Es la base firme para predecir
lo que seré en el futuro, y así resulta que estoy más
íntimamente identificado con lo que ya no existe
que con lo que realmente es.
Como seres humanos, desde que nacemos, recibimos impresiones de todo tipo
provenientes del medio familiar y social. La conciencia registra esas impresiones y
trata de organizarlas de un modo coherente alrededor de un centro, se reconoce en
algunos de esos contenidos y se identifica con ellos. Se desarrolla el proceso de con-
formación de una identidad. En la niñez elaboramos una imagen de nosotros mismos
(“lo que yo soy”) a partir de lo que transmiten las personas que nos rodean: en primer
lugar la madre, luego el padre y finalmente el resto del medio ambiente familiar y de
los ámbitos sociales primarios. Hacia los 7 años establecemos una primera identi-
dad personal, ligada a una imagen que, a partir de allí, necesita ser confirmada en la
interacción con el mundo. Por cierto, la realidad externa y las relaciones sociales no
mostrarán la incondicionalidad del marco familiar de origen, no ofrecerán garantías
de confirmación de aquella identidad. Esto da inicio a una dinámica, a un proceso de
ajuste constante de nuestra imagen personal para adaptarla a cada nueva realidad que
se presenta. La madurez de la conciencia implica la tolerancia a la frustración de nues-
tras fantasías infantiles, la capacidad de reconocernos en ámbitos más impersonales y
el descubrimiento de las potencialidades del ser que ello habilita.
Astrología, conciencia y destino 159
Sin embargo, a medida que aumentan los desafíos que nos toca enfrentar y resol-
ver, la conciencia identificada con una imagen de sí misma tiende a permanecer en lo
conocido, se resiste a la revelación de otras posibilidades y otros recursos distintos a
aquellos que se conservan grabados en su memoria. La identidad establecida persiste
en su forma. De este modo, la propia dinámica del despliegue de conciencia recurren-
temente habrá de plantearnos el dilema de abrirnos a la espontaneidad vital, a lo que
intuimos como nuestra auténtica creatividad, y de exponernos a la pérdida de lo segu-
ro. En nuestra evolución como personas, la conciencia se enfrenta a la encrucijada de
confiar en lo que siente vital e íntimamente propio, o mantenerse replegada en el ba-
gaje de gestos, conductas y acciones almacenadas en la memoria de los primeros años.
Resulta inevitable que, en determinado momento del viaje de la conciencia,
responder a la creatividad que pulsa en nuestra vida se convierta en un riesgo para
la supervivencia de nuestra identidad personal. Aunque esté conformada solo por
fragmentos de la totalidad que somos, esa “sensación de identidad” resulta muy con-
vincente y la tentación de echar mano a lo conocido, de refugiarnos en la memo-
ria, es altamente imperativa y refuerza la sensación de seguridad. En este sentido, la
adaptación a los modelos sociales y culturales que representa los primeros aprendi-
zajes en nuestra temprana escolaridad contribuye a robustecer el peso del pasado,
de lo conocido y validado por la tradición, y a mantener en latencia gran parte de
nuestra singularidad creativa.
La persistencia en nuestra identidad temprana, en la autoimagen lunar, se man-
tiene aún en la edad adulta. Ante la oportunidad de cambio, ante el desafío de apos-
tar a la creatividad, experimentamos un peligro para nuestra supervivencia y reaccio-
namos desde mecanismos defensivos. Ante el riesgo de lo desconocido, nos reple-
gamos en la memoria de esa imagen primaria, en el recuerdo de su efectividad para
darnos seguridad, contenernos y nutrirnos de afecto en el pasado.
El viaje de la conciencia es el despliegue de confianza integradora de dimensio-
nes creativas y, por lo tanto, desconocidas de nosotros mismos. Es el desarrollo de la
madurez necesaria para frustrar la fantasía regresiva. Por cierto, ese viaje es circular.
Esto significa que el estadio de contención lunar no es una etapa que quede atrás a
medida que nuestra identidad madura, porque el viaje no consiste en un progreso
lineal y, sobre todo, porque esa dimensión lunar de nuestro ser no es un error que de-
bamos abandonar o repudiar. Sabemos que a lo largo de nuestra vida, ya adultos, las
160 Alejandro Lodi
ego. Astrológicamente, podríamos afirmar que la Luna (la memoria del pasado) y el
Sol (la sensación de identidad) traban alianza para defender a nuestra personalidad
de la amenaza de lo creativo. La imagen de nosotros mismos con la que estamos
identificados necesita que el pasado esté construido de determinada manera, privi-
legiando ciertos hechos y supeditando otros a esa hegemonía. Antes que víctimas de
aquellos que en efecto nos hirieron en el pasado, es esa identidad cargada de afecto,
es esa imagen de nosotros mismos que necesitamos retener, la que nos somete a su
reproducción y nos impide ponernos al alcance de dimensiones más creativas que
atraigan a nuestra conciencia.
Perdonar no significa olvidar. En su etimología, perdonar es ‘decidir no castigar’.
Perdonar es recordar y decidir no castigar. Es la posibilidad de disolver la lógica de
premio y castigo, de víctima y victimario. Asociar perdón con olvido es algo que
beneficia a ambos: al victimario (para que con el perdón sean olvidados sus actos
impiadosos que lo colman de culpa) y a la víctima (para que el perdón parezca un
inadmisible e injusto olvido de esas culpas). En cambio, si el perdón es recuerdo
y elección de no castigar, se disuelve entonces ese circuito polarizado en el que el
sufrimiento ha quedado cristalizado. La energía del sufrimiento se transforma así
en potencia curativa, liberándose y disponiéndose para dar cuenta de una nueva
dimensión de la realidad. Si perdón es memoria y decisión de no castigo, el dolor
puede madurar y mostrarnos oportunidades insospechadas. En el compromiso con
la maduración del dolor la conciencia puede conjurar el hechizo de la repetición,
capitalizar el pasado en una comprensión más profunda de lo humano, antes que
reproducirlo.
Es la fascinación con esa imagen de nosotros mismos la que nos impide expresar
perdón. Sostener el recuerdo y, al mismo tiempo, decidir no castigar, necesariamente
va a impedir que reaccionemos desde el automatismo de la memoria de nuestra sen-
sibilidad herida y exigirá entonces animarnos a transformar nuestra identidad, nues-
tra personalidad, aquello que creemos ser. La valentía necesaria para recordar y no
castigar es equivalente al coraje que debemos poner en juego para cuestionar la ima-
gen que tenemos de nosotros mismos. La valentía para perdonar es la misma que se
necesita para aceptar que no somos especiales y así reconocernos en una misma raíz
humana con el otro. Esa valentía es un talento del alma, no de la personalidad. Esa
valentía es la condición de nuestra naturaleza compasiva, no de nuestro narcisismo.
Astrología, conciencia y destino 167
Una y otra vez, la astrología nos recuerda que el más auténtico desafío para nues-
tra conciencia es aceptar la vincularidad. No somos solos. No estamos solos con
nuestra imagen. Con nuestras íntimas necesidades, estamos vinculados con otros
diferentes. Con nuestra vulnerable y afectiva sensibilidad, somos el creativo desafío
de las relaciones.
Preguntas frecuentes
Bibliografía recomendada
LA EXPRESIÓN SOLAR
Aunque el sistema del yo, en última instancia, sea ilusorio
no por eso deja de cumplir con una función intermediadora
absolutamente esencial. El yo es el vehículo del desarrollo,
del crecimiento y de la trascendencia.
[…] una de las formas más frecuentes de patología evolutiva tiene lugar cuando la dife-
renciación va más lejos de la cuenta y desemboca en una disociación. En el caso de la
evolución del ser humano, por ejemplo, una cosa es diferenciar la mente del cuerpo y otra,
muy distinta, disociarlas; una cosa es diferenciar la cultura de la naturaleza y otra, comple-
tamente distinta, disociarlas. La diferenciación es el preludio de la integración, mientras que
la disociación, por su parte, constituye la antesala del desastre.19
mica entre identidad consciente (Sol) e inconsciente personal (Luna). Esa dinámica
puede ser más fluida o más conflictiva, puede haber cierto acuerdo o franca tensión
entre la imagen lunar y la solar. En términos de efectos psicológicos, son indicadores
de la neurosis del yo, es decir, del conflicto entre deseo consciente (Sol) y condiciona-
miento inconsciente (Luna), a veces traducido en una fricción operativa y creativa, a
veces expresado como pugna severa y paralizadora de la acción.
El Sol como centro operativo de la identidad personal, además, tiene la función
de organizar otras funciones, de dar coherencia a la expresión de la personalidad al
sintetizar sentimiento, pensamiento, voluntad y vincularidad. Es decir, el Sol tiene la
tarea de integrar en una estructura de identidad personal las funciones asociadas con
la Luna y los planetas personales (Mercurio, Marte y Venus).
No obstante, junto con la función de centro, el Sol de la carta natal simboliza otro
carácter: el de servir de nexo entre las dimensiones prepersonales y las transpersona-
les del viaje de la conciencia, de puente entre la experiencia consciente condicionada
por la supervivencia y la conservación de las formas conocidas, y la exploración del
misterio creativo que pulsa nuestras vidas. El Sol es el vehículo de la conciencia, en el
cual desarrolla su viaje de trascendencia, animada por esa fuerza que insiste en atre-
verse a ir más allá.
La imagen que forjamos de nosotros mismos –tanto en el estadio lunar como
en el solar– no es otra cosa que lo que creemos ser. El yo personal es el resultado de
las identificaciones primarias. Apoyados en la seguridad que parece brindarnos el
sustrato de creencias y conductas surgidas en la primera infancia, comenzamos a
reforzar la conciencia de ser personas con características que estamos convencidos de
que responden a lo que auténticamente somos. Desde esa conciencia de ser indivi-
duos, definimos deseos, evaluamos moralmente la realidad, asumimos direcciones
y establecemos objetivos para nuestra vida, tratando de que la realidad externa –esto
es, los hechos y las otras personas– confirmen nuestra imagen.
Sin embargo, el destino invariablemente parece contradecir los anhelos que res-
ponden a nuestra identidad lunar-solar. Las crisis de destino son crisis de identidad
que ponen a prueba la capacidad de la conciencia para transformar la identificación
con esa imagen de lo que creemos ser. Esas crisis de identidad, previsibles y saluda-
bles, marcan un camino evolutivo de madurez de la conciencia:
Astrología, conciencia y destino 177
y fija una imagen de sí misma que ordena su expresión y conjura el caos psíquico de
no ser. El Sol simboliza esa sensación de identidad personal, de ser “esa” persona. La
confianza para expresar lo que se siente ser. Representa lo que habitualmente reco-
nocemos como yo o ego personal.
Sin embargo, antes que una estructura fija y definitiva, el yo o ego personal es
una fase del proceso de la conciencia. No es el culminante logro sino un momento
del viaje. Una etapa necesaria del desarrollo consciente que habilita la capacidad de
autonomía individual para emerger de la indiscriminación regresiva y dependiente.
Y esa identidad no es algo ya dado, sino una construcción. La conciencia construye
esa imagen personal que le permite diferenciarse del origen. En sus estadios tempra-
nos, la construcción de ese yo personal se vale de referentes externos, de otros que
sirven de modelos de identidad. En nuestra infancia esos modelos son los padres y así
proyectamos la función solar en ellos. En nuestra adolescencia, los ídolos y los líderes.
Padres, ídolos y líderes se constituyen en referentes –positivos o negativos - de aque-
llo que creemos ser. Ya sea por imitación o por rechazo, nuestro ego se forma en ese
espejo. Nuestro yo se corresponde con las figuras a las que idolatramos y con aque-
llas a las que seguimos fielmente. De este modo paradójico, esa identidad personal
que nos permite diferenciarnos como individuos singulares está condicionada por
los referentes con quienes nos comparamos en lo que queremos ser o no ser. Padres,
ídolos y líderes se revelan como símbolos de la experiencia del ego. Ego, ídolos y
líderes como significadores del Sol astrológico.
Y, si bien este proceso es necesario e inevitable, el desarrollo consciente madura
(o, al menos, tiene oportunidades de hacerlo) hacia experiencias de mayor capaci-
dad de respuesta autónoma y menor dependencia de modelos externos. En su di-
námica, la psique pugna por retirar aquella proyección sobre imágenes exteriores
para asumir así cada vez mayor responsabilidad por la propia vida. Es el salto de la
conciencia adolescente a la conciencia madura. De una conciencia identificada con
una imagen ideal y fija de sí misma a una conciencia capaz de sostener la dinámica
entre identidad personal y destino, y de reconocer en esa dinámica la sustancia de su
autorrealización.
La conciencia adolescente desarrolla su diferenciación del clan proyectándose
en una identidad singular a la que aspira imitar: el ídolo adorado, el líder al que se
sigue con devoción… Y conciencia adolescente no es un concepto que se reduzca a ‘la
Astrología, conciencia y destino 179
conciencia del adolescente’. Aun el individuo adulto puede expresar conductas con-
dicionadas por el estadio adolescente de la conciencia: la imprescindible configuración
de un nítido referente externo de personalidad para adquirir sensación de identidad perso-
nal por comparación. Es una fase necesaria del proceso, a la que, en algún momento,
le sucede un salto de madurez. Ese salto tiene que ver con asumir responsabilidad:
atreverse a responder a una irradiación que emerge del propio corazón y que –aun
resonando con otros corazones– no es imitativa, sino espontánea y sin referencias.
En este estadio, la conciencia deja de compararse con un ideal afectivizado y asume
lo que se evidencia que es. Tal responsabilidad, lejos de significar fidelidad a mode-
los, representa la frescura y el riesgo de responder a la realidad desde lo que la propia
percepción estimula y de jugar esa respuesta en la interacción con los demás, sin
la protección y el resguardo de la mirada aprobatoria de personalidades ejemplares
convertidas en dogma. Y esto implica una calidad vincular claramente diferenciada:
encontrarse con otros por compartir desde el corazón, no por refugiarse en acuer-
dos perceptivos en los que confirmamos nuestra importancia personal. Un encuen-
tro de conciencias que se exponen a la libertad, antes que una congregación de fieles.
Ego, ídolos y líderes no tienen un único valor. Son ambivalentes. Y paradojales.
Por un lado, representan un estímulo para que la conciencia se experimente más allá
de los condicionamientos familiares de los que anhela emerger. Pero también son
un obstáculo para reconocerse en el destino y en los otros, un (nuevo) condiciona-
miento a “ser como” antes que a confiar (y exponerse) al ser en revelación. Como
la conciencia adolescente, representan un estadio que hace puente entre el mundo
infantil y el adulto, entre un estado de dependencia y subordinación a la responsabi-
lidad de otro, y un estado de aceptación responsable de los desafíos de la vida. Ego,
ídolos y líderes estimulan a ir más allá del estadio lunar del desarrollo consciente,
pero impiden asumir la libertad y responsabilidad del estadio solar en plenitud.
Ego, ídolos y líderes representan ideales positivos que se contraponen a referen-
tes de valor negativo. Es el mundo de los buenos y los malos, de virtudes y pecados
absolutos, de lo propio y de lo ajeno, de polos antagónicos en conflicto perpetuo.
Necesariamente, aportan a la conciencia individual sensación de identidad refor-
zando la de separatividad: soy “esto” por oposición a “lo otro”. Y, al mismo tiempo,
generan la encantadora sensación de completud: ser una parte que contiene el todo,
una parte capaz de excluir todo lo diferente a ella misma.
180 Alejandro Lodi
y que esa sombra repulsiva que se hace visible, en verdad, se corresponde con aquella luz
encantadora. No hay modo de hacer contacto con la sombra sin cuestionar la luz. No
hay manera de registrar nuestros complejos inconscientes sin tener que transformar
la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ver sombra es resignar un imaginario
luminoso. Ver la realidad velada en nuestro inconsciente es desencantar al ego, hu-
manizar ídolos, privarse de líderes.
que quitan creatividad a sus padres y padres que quitan creatividad a sus hijos. Cro-
nos (Saturno) castrando a su padre, Urano. Y Cronos (Saturno) comiéndose a sus
hijos. Circuitos polarizados y cerrados. Nadie tiene libertad para ser algo distinto a
la imagen que el otro tiene (y necesita) de él. No hay libertad, no hay circulación de
lo creativo.
Desde esta visión de los padres y del pasado del clan familiar, se configura una
percepción de las relaciones humanas y de la historia de la sociedad. En lo persuasi-
vo de estas visiones, la descripción del mundo alcanza alturas de realismo mágico:
las injusticias (todas) son obra de ese orden pretérito. Aboliendo ese orden (fuera de
la casa paterna, asaltando el palacio), sobrevendrá lo genuino de nosotros mismos y
“el paraíso en la tierra”. Oponiéndonos al mandato nos liberaremos de él y seremos
lo auténtico de nosotros.
Aquella autenticidad potencial, aquella intuición de singularidad genuina, se
proyecta en una figura idealizada: el ídolo juvenil (símbolo solar). Ya sea artístico,
deportivo, religioso o político, ese ídolo condensa –mágicamente– todos los atribu-
tos virtuosos a los que la conciencia adolescente aspira a acceder. No somos como el
mandato familiar quiere, seremos como el ídolo.
Aquí cobra (incómoda) nitidez el juego de luz y sombra: brota del rebelde un
fervoroso obediente. Ese ídolo venerado se convierte en un nuevo referente de auto-
ridad, un renovado deber ser, un modelo positivo antagónico al modelo negativo de
los padres. Uno es todo lo que no es el otro. El ídolo como nuevo padre. Otro modo
de ingesta de Cronos (Saturno). El ídolo adorado es lo opuesto al padre repudiado.
La rebeldía contra los padres es directamente proporcional a la obediencia al ídolo.
La conciencia adulta es la madurez de ese estadio adolescente. Madurez es la des-
ilusión de esa rebeldía mágica. La desilusión implica percibir que la ausencia de crea-
tividad en la sumisión a los padres es la misma que termina por manifestarse en la de-
voción al ídolo. La idolatría es resignar creatividad. La idolatría es vitalidad imitativa.
El ídolo debe desilusionar. El rey debe caer. El ego imitativo debe morir para que
pueda circular creatividad. Pero no se trata de que deba desilusionar ese ídolo ni caer
ese rey ni morir ese ego imitativo. No sería suficiente y, por el contrario, el juego po-
larizado se recrearía con un nuevo (¿nuevo?) ídolo encantador, rey magno o ego
imitativo soberbio. El desafío para la conciencia adulta es aún más profundo: si se
disuelve el hechizo de la polarización, entonces lo que desilusiona, cae y muere es
184 Alejandro Lodi
saturnina. Cada planeta (cada función psíquica personal) está en vínculo con otro
planeta (con otra función) del cual es par complementario, y esa relación imprime
una característica de la identidad solar.
El principio básico que debemos tener presente es que cada una de las funciones
planetarias es necesaria para que un sistema se desarrolle saludablemente. Como
símbolo del sistema psíquico personal, esos planetas representan las funciones de la
personalidad. Nuestra estructura de identidad personal necesita desarrollar la capa-
cidad de contacto sensible, afectivo y nutricio (Luna), de aprendizaje, vínculo e in-
tercambio (Mercurio), de registro del otro y apreciación de lo armónico (Venus), de
fuerza motriz para abrirse paso y de deseo autónomo (Marte), de descubrir sentido
trascendente, de sentirse animado y convocado a cierta dirección (Júpiter), de de-
sarrollar madurez, sentido de realidad y concreción de logros objetivos en el mundo
(Saturno). La falla en la expresión de alguna de estas funciones redunda en un sínto-
ma que alerta sobre el desequilibrio del conjunto del sistema.
Estas funciones planetarias, además, se organizan en tres ejes polares, con el Sol
como centro articulador que sintetiza esos atributos en una sensación de yo personal,
en una imagen coherente de uno mismo. Esos tres ejes polares van a simbolizar tres
vertientes de identidad, tres pilares estructurales de la conformación de la identidad.
La primera vertiente de identidad está dada por la polaridad Saturno-Luna. Po-
demos decir que se trata del eje de identidad por pertenencia. Como figuras arquetí-
picas representativas, padre y madre aparecen como los referentes significativos de
nuestras primeras identificaciones. Se asocian a las condiciones básicas de super-
vivencia y a los modelos de “lo que debo ser”. Esta polaridad hace énfasis en la per-
cepción de que la permanencia en el mundo familiar, el repliegue en la tradición
y la herencia, respalda la cobertura de nuestras necesidades vitales. Es el eje de la
pertenencia asegurada en la forma conocida, el eje de las garantías.
Astrología, conciencia y destino 187
Este eje nos recuerda que el afán de ser individuos en pos de sus deseos se desa-
rrolla en el riesgo vincular. El propio deseo se descubre en el estímulo de nuestras
relaciones. El otro amado es fuente de la energía del deseo que sentimos despertar
en nosotros. No somos individuos que tienen vínculos o que tienen un trato respetuo-
so y diplomático con otras personas. En verdad, la polaridad Marte-Venus pone de
manifiesto que en relación con los demás se transparenta una dimensión del deseo
que no se abre si permanecemos replegados en nuestras propias imágenes.
Astrología, conciencia y destino 191
Sin la activación del amor erótico no descubrimos quiénes somos. Sin atrevernos
al riesgo de la atracción del amor nos desencontramos con nuestras potencialidades.
No es necesario recluirnos en lo alto de una montaña en soledad para descubrirnos
a nosotros mismos. Nuestros más profundos talentos se revelan con otro. La creati-
vidad no es mérito del individuo, sino don del encuentro amoroso. La creatividad
brota de la fuerza del amor.
Preguntas frecuentes
• ¿Los tres ejes de identidad tienen igual fuerza en cada etapa de la vida?
Aunque siempre están presentes los tres ejes de identidad, podemos percibir un
protagonismo destacado de cada uno de ellos en los primeros tres septenios de vida.
En el primer septenio (desde el nacimiento hasta los 7 años), el eje de identidad
por pertenencia resulta preferencial, junto a la importancia de las figuras de la madre
y el padre y de la vida familiar. En el segundo septenio (desde los 7 a los 14 años), el
eje de identidad por conocimiento cobra fuerza; es el tiempo del desarrollo intelectual
y de la escolaridad. En el tercer septenio (desde los 14 a los 21 años) emerge el eje
de identidad por relación, con el despertar sexual y el despliegue de vida social como
referencias. A partir del cuarto septenio (desde los 21 a los 28 años), desplegados
ya los tres ejes de identidad, la primera estructura personal –el ego solar– llega a su
madurez y consumación. A partir de los 28 años, con el retorno de Saturno, se inicia
el segundo ciclo de estructuración de la personalidad, que tiene como base la forma
adquirida por cada uno de los tres ejes de identidad en las primeras tres décadas de
vida.
tores del Sol de la carta o participa el gobernante. En las mapas con Luna Llena (es
decir, con Sol en oposición a la Luna), el eje de signos en el que se emplaza, por lo
general, tiene como regentes a dos planetas que componen un eje de identidad (por
ejemplo, Luna Llena en Aries-Libra y Marte-Venus como regentes), el cual adquiere
evidente relevancia.
Bibliografía recomendada
LA CRISIS
QUIRONIANA
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.
El psicólogo Viktor Frankl creó una corriente terapéutica –la logoterapia– a partir
de su propia experiencia con el dolor. Durante el nazismo fue enviado a un campo
de concentración. Allí observó que quienes sobrevivían eran aquellos que podían
atribuirle algún sentido a ese sufrimiento, aquellos que sabían que les esperaba una
tarea para realizar, mientras que los abrumados por el sinsentido, aun siendo más
fuertes físicamente, no lograban superar la experiencia.
200 Alejandro Lodi
Frankl sostenía que la primera fuerza motivante del ser humano es la lucha por
encontrar un sentido a su propia vida, y hablaba de la existencia de una voluntad de
sentido,21 tan presente y cierta como la voluntad de placer y la voluntad de poder. Esa
voluntad de sentido no es una expresión del individuo, una construcción imaginaria
o un acto de fe, sino una cuestión de hecho, un descubrimiento, una revelación. Afir-
maba que el principal interés del ser es cumplir un sentido y realizar sus principios
morales. Así, en su terapia no dudaba en desafiar al ser humano a cumplir su sentido
potencial, a despertar su voluntad de significación de su estado de latencia.
Para Frankl no se trata de proponerse el objetivo de eliminar la tensión entre “lo
que se es” y “lo que no se es”, la angustia propia de la existencia, sino de sentir la lla-
mada de un sentido potencial que nos espera para ser cumplido. No importa el sentido de
la vida en términos filosóficos abstractos, sino el significado concreto de la vida de
cada individuo en un momento dado. De modo que no debemos preguntarnos cuál
es el sentido de nuestra vida, sino comenzar a percibir que, en verdad, es la vida la que
nos inquiere a nosotros.
El sufrimiento, inherente a la condición humana, es una de las formas (no la úni-
ca) en la que el sentido de la vida puede ser descubierto. El sufrimiento representa la
oportunidad de realizar un valor supremo, y lo que más importa es la actitud que toma-
mos hacia él, nuestra actitud al atravesarlo, porque el sufrimiento deja de ser tal en el
momento en que encuentra un sentido.
En la misma dirección, el psicólogo Carl Rogers pone énfasis en lo que reconoce
como una acción que tiende hacia la totalidad y que se expresa en toda manifesta-
ción de la vida. Afirma que es posible reconocer un proceso direccional en la vida, que
en el caso del ser humano se traduce como una fuerza básica que lo mueve hacia
“la realización constructiva de sus posibilidades intrínsecas”.22 Define lo que llama
tendencia actualizadora, una fuerza existente en todo organismo vivo, por la cual el ser
humano tiende en forma natural “hacia un desarrollo más complejo y completo”.23
Rogers sostiene que esa tendencia hacia la realización de potencialidades puede
ser amenazada y puesta a prueba por impactos externos, pero que persiste aun en las
condiciones más desfavorables. En este sentido, afirma que “la tendencia de actua-
lización puede ser desbaratada o retorcida, pero no puede ser destruida sin destruir
el organismo”.24
Pero Rogers dice algo más. No solo podemos confiar en que en cada ser humano
está presente esa tendencia direccional hacia la totalidad y hacia la actualización de
su propio potencial, sino que además está la posibilidad de enfocar conscientemente
la atención en esta tendencia. Es decir, nuestra conciencia puede participar de esta
tendencia de realización, abriéndose a la percepción de un flujo más amplio y creati-
vo que el estrictamente personal.
nuestra existencia en la que sentimos vivir un estigma, una marca provocada por
el destino y que no podemos eludir. La huella de un hecho doloroso que vivimos
como fatalidad. Sin embargo, y aunque no lo hayamos elegido voluntariamente, esta
fatalidad nos convoca a cierta dirección, revela un sentido en nuestra vida que tiene
mucho más que ver con la esfera social o colectiva (los otros) que con lo estricta-
mente personal (yo). Así, Quirón parece simbolizar el llamado compulsivo, sin opción,
a un desafío del que preferiríamos no participar si tuviéramos la posibilidad de elegir. Esto
pone de manifiesto la característica transpersonal, antes que personal, de esta fun-
ción planetaria: aquello que en lo personal aparece como experiencia sin sentido
(un dolor absurdo, una fatalidad cruel) cobra un nítido sentido abriéndose a la di-
mensión transpersonal.
Desde el misticismo cristiano, Anselm Grün expone este “salto de escala” que
suscita el contacto con el dolor incomprensible.25 Para Grün, ese dolor sin respuesta
nos expone a la impotencia personal, a lo inexplicable. Nos obliga a abandonar nues-
tra necesidad de certeza racional y a tener que enfrentarnos con el misterio. Y esto
permite la emergencia de nuevas capacidades, de inéditas dimensiones que comien-
zan a desplegarse en nuestra existencia. Así se transparenta aquel “salto de escala”: de
los talentos de la personalidad individual (logro personal y entendimiento racional)
a los talentos del alma (amor y compasión universal).
De esta manera, aquel dolor sin sentido va comprometiéndonos con la madu-
ración de una dimensión del ser más profunda (y, por eso mismo, más compleja e
inexplicable) que la de nuestra vida personal e individual. Esta dimensión transper-
sonal va revelando un sentido, una sutil pero muy convincente llamada vocacional,
que podemos sentir como no elegida desde nuestra decisión personal, pero de la
que tenemos la oportunidad de ser cada vez más conscientes.
De acuerdo con lo desarrollado hasta aquí, resulta bastante evidente que el sim-
bolismo de Quirón parece ser una síntesis de las funciones plutonianas y jupiteria-
nas: el contacto con el dolor y la capacidad de percibir un sentido trascendente, el
talento curativo y la sabiduría que brota de nuestras heridas. En nuestra práctica as-
trológica, esta correspondencia de funciones planetarias hace recomendable que a
la hora de analizar cualquiera de ellas tengamos en cuenta a las restantes. Esto es, las
25 Grün, Anselm. ¿Por qué a mí? Buenos Aires: Ágape-Bonum-Guadalupe-Lumen-San Pablo.
2011, capítulos 1 y 2.
Astrología, conciencia y destino 203
posiciones de Quirón, Júpiter y Plutón brindan información que alude a una misma
temática. Los tres planetas representan funciones psíquicas congruentes y se afectan
mutuamente, de modo que la riqueza de una profunda interpretación de cualquiera
de ellas requiere de un esfuerzo de síntesis e integración con las restantes.
Por otra parte, en la mitología griega, Quirón es hijo de una relación de Cronos
(Saturno) con Fílira. La atracción de Cronos por Fílira es básicamente instintiva,
tanto que copulan adoptando forma animal: la de caballos. Es por eso por lo que el
fruto de esa relación es un centauro. Quirón es el primer centauro, un ser horrendo,
mitad humano, mitad animal. Su padre no lo reconoce y su madre lo rechaza, no
solo por ser fruto de una relación no deseada, sino porque su aspecto es monstruoso.
Aparece así la sensación de rechazo allí donde más necesitamos ser reconoci-
dos. Quirón hace referencia al sentimiento de exclusión, de ser rechazados por una
diferencia estigmatizadora de la que en absoluto somos responsables. Desde este re-
chazo se genera el sentimiento de carecer de la gracia que otros disfrutan, de cargar
con un déficit que dificulta encarnar, una marca constitutiva e irreparable con la que
debemos lidiar en la vida. Es por esto por lo que Howard Sasportas vincula a Quirón
con una sensación de discapacidad,26 que puede ser tanto física o psicológica como
espiritual, y que incluso puede resultar explícita y presentarse bajo la forma de enfer-
medad, patología o sucesos accidentales de destino.
Ahora bien, es interesante considerar que esta sensación de discapacidad está muy
relacionada con compararse con otro. Más allá del grado de manifestación objetiva que
esa diferencia pueda presentar, es en la comparación con lo que creemos habitual
en los demás donde comienza a sentirse el dolor de ser distintos. Es evidente que en
un mundo de centauros tener cuerpo de centauro no implica sensación traumática
alguna. Por eso, respecto a la herida de Quirón es fundamental atender la relación con
los demás. No se trata de que el vínculo con los otros provea mágicamente la solución
al trauma, sino que permite desarrollar la percepción de que cada ser sobrelleva una
herida –más visible o más oculta, más manifiesta o más resguardada– y que el senti-
do profundo del propio estigma está en poder ser sensible al de los demás y ayudar a
su cura. Por el contrario, replegado en el aislamiento individual, el resentimiento por
el perjuicio de no ser “igual a los demás” se tornará agobiante.
Tal como ocurre con el talento resiliente, los demás son partícipes necesarios
para que un talento insospechado surja del dolor y revele su sentido trascendente.
El vínculo con la propia herida es, al mismo tiempo, vínculo con los otros. El con-
tacto con el dolor no puede dejar de implicar el contacto con lo humano. El trabajo
con Quirón no lo debe desarrollar el yo en soledad, no será mérito individual ni la
conquista personal de un esforzado logro, sino que la íntima convocatoria de Qui-
rón brota y se revela en la apertura a los otros, en el abrazo con la humanidad. Es un
llamado personal que debe desplegarse en lo colectivo, en lo transpersonal.
En este sentido, considerando que Quirón fue descubierto en 1977, resulta sig-
nificativo apreciar de qué acontecimientos a escala planetaria fue sincrónica su apa-
rición, en relación con el simbolismo que le ha sido adjudicado. Sasportas destaca
su coincidencia con la difusión de la terapia psicológica y las medicinas alternativas,
por cuanto representan búsquedas por encontrar sentido al dolor y hacer efectiva su
cura.27 Por su parte, Melanie Reinhart lo asocia con el creciente interés por el cha-
manismo, como un modo de reconciliar lo instintivo y lo espiritual y poner énfasis
en la necesidad de confiar en nuestros maestros o guías internos.28 A estas relaciones
podríamos sumar el auge que comenzó a tomar a partir de finales de los setenta la
práctica de la donación y trasplante de órganos: la posibilidad de que la muerte per-
sonal sirva para dar vida a otros, que el dolor de la pérdida cobre sentido en una vida
que renace.
Por otra parte, Quirón orbita (de un modo errático y con una revolución de cin-
cuenta años) entre el curso de Saturno y el de Urano. Es decir, Quirón está con un
pie en el mundo de la forma saturnina y otro en el transpersonal. De acuerdo con su
condición de centauro, una mitad de su ser responde a lo terrestre y la otra mitad, a
lo celeste. Era además un maestro de la guerra tanto como de la curación, era sabio
respecto a aquello que provoca heridas tanto como en aquello que las cura. Esto
guarda correspondencia con la condición humana atravesada tanto por su naturale-
za animal, instintiva y material como por su capacidad de responder con conciencia
a su naturaleza más sutil, vibratoria y espiritual. Quirón no es una cosa o la otra, sino
ambas dimensiones integradas en una misma función: la herida personal propia de
haber encarnado y habitar un cuerpo, y la resonancia con lo universal de esa herida
27 Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995, p. 381.
28 Reinhart, Melanie. Significado y simbolismo de Quirón. Barcelona: Urano. 1991, cap. 1.
Astrología, conciencia y destino 205
de la que emerge la sabiduría y talento para curarla en otros. De este modo, en Qui-
rón se combinan una visión trascendente con un sentido práctico, una percepción
de lo transpersonal que sigue participando de la vivencia personal, una capacidad de
ver más allá sin perder contacto con la vida real.
La polarización quironiana
Ahora bien, podríamos decir que, en cuanto individuos, nuestras primeras res-
puestas al dolor inherente a la condición de estar vivos serán reactivas. Es decir, es
posible observar que, ante las situaciones de destino que nos convocan a atravesar
el dolor, lo primero que experimentamos son reacciones defensivas y de rechazo, las
cuales ponen de manifiesto la imposibilidad de incluirlas y asimilarlas en lo inmedia-
to. Existen dos modos preferenciales de reaccionar ante la herida de Quirón:
• La negación: Aquí las variantes son muchas y van desde la amnesia incons-
ciente, el bloqueo del contacto con la experiencia, el olvido deliberado, su
evitación sistemática o la adjudicación demasiado temprana de un sentido
trascendente al suceso doloroso (la voluntad de Dios, el karma arrastrado
desde vidas pasadas, una misión para la cual fui elegido, etc.). En este caso,
ese sentido atribuido al episodio traumático no emerge en forma natural
del contacto con el dolor, no lo incluye ni comprende, sino que lo niega o
intenta reprimir. Anselm Grün nos propone “renunciar a iluminar teológi-
camente las causas y el sentido de nuestro sufrimiento” para que, renun-
ciando a encontrar una explicación, “pueda surgir en nosotros algo nuevo,
que nos dé fuerzas para volver a empezar y que haga nuestra vida más rica
que antes”.29
• La victimización. En este caso prevalece el sentimiento de estar siendo perju-
dicados por una voluntad exterior que inflige nuestro sufrimiento. Se identi-
fica un culpable de esa situación de la que nos sentimos víctimas. Por cierto,
muchas veces es posible que exista un agente objetivo de sometimiento que
cause deliberadamente la experiencia traumática, lo cual favorece que todo el
29 Grün, Anselm. Luchar y amar. Buenos Aires: San Pablo. 2006, p. 148.
206 Alejandro Lodi
significado del suceso se cierre en esa única causa y quede bloqueada la apa-
rición de todo sentido trascendente. Con relación a este mecanismo, Grün
refiere a un tipo sufrimiento “que no se puede ya combatir y vencer” y con el
cual es necesario reconciliarse; no desconoce lo difícil que resulta esta tarea,
pero también nos trasmite su convicción de que cuando aceptamos el dolor
y lo vemos como un reto se convierte entonces en un importante maestro.30
La victimización puede presentar un carácter activo o pasivo. En el caso de la
victimización activa, el individuo resiste y confronta con aquel al que ha identi-
ficado como el culpable de su padecer, mientras que en la victimización pasiva
el individuo se siente impotente, abatido en el sometimiento, y se repliega en
la queja, la pena y en la sensación amarga de su inevitable desdicha.
La paz que sobreviene cuando una persona hambrienta encuentra comida, cuando un en-
fermo se recupera o cuando una persona que está sola encuentra un amigo, ese tipo de paz es
comprensible. Pero la paz que sobrepasa todo entendimiento llega cuando el sufrimiento de
la vida no es aliviado. Esta brilla en la cresta de la ola del dolor; es el arpón del sufrimiento
transformado en rayo de luz.31
30 Ibíd., p. 149.
31 Smith, Huston. La percepción divina. Barcelona: Kairós. 2001, p. 102.
Astrología, conciencia y destino 207
[Aquellos] que han tenido que afrontar el sufrimiento y que han pasado por él destellan
una luz peculiar. Han conseguido la verdadera sabiduría. El sufrimiento los ha ablandado
y los ha iniciado en los más insondables misterios […]. Ellos irradian algo más importante
que una riqueza externa. La riqueza interior que resplandece en ellos supera con creces la
que dejaban vislumbrar antes de haber pasado por el sufrimiento […]. De ellos brota la
sabiduría que nos podría enseñar hoy el modo de vivir en plenitud.32
A cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respon-
diendo por su propia vida; solo siendo responsable puede contestar a la vida.34
35 Ibíd., p. 111.
212 Alejandro Lodi
su búsqueda y logra dar a luz a un niño, pero ella misma estuvo a punto de morir en
el parto.
Finalmente, es importante destacar que con su compromiso con el tema de la
muerte y la atención de enfermos terminales, Kübler-Ross empieza a vivir experien-
cias de contacto transpersonal: percibe la presencia de pacientes que ya han muerto,
participa de sesiones de espiritismo, se interesa por el tema de la reencarnación, etc.
Además, comienza a comprometerse con cuestiones de asistencia social: trabaja en
cárceles, crea centros de internación y contención de enfermos terminales, se propo-
ne adoptar a niños enfermos de sida… Todo ello con un objetivo: que el contacto
con el dolor y la muerte se dé en un medio natural. Invierte todo su dinero en la
compra de una granja en Virginia, EE. UU., donde instalar su centro. Concentra allí
todos sus bienes y toda su labor.
En estas circunstancias sobreviene un episodio altamente simbólico de Quirón
en Tauro y en casa II (y casa VIII como énfasis complementario). Dejemos que la
propia Kübler-Ross lo relate:
La vida sencilla de la granja lo era todo para mí. Nada me relajaba más después de un largo
trayecto en avión que llegar al serpenteante camino que subía hasta mi casa. El silencio de la
noche era más sedante que un somnífero. Por la mañana me despertaba la sinfonía que com-
ponían vacas, caballos, pollos, cerdos, asnos, hablando cada uno en su lengua. Su bullicio era
la forma de darme la bienvenida. Los campos se extendían hasta donde alcanzaba mi vista,
brillantes con el rocío recién caído. Los viejos árboles me ofrecían su silenciosa sabiduría.
Mi vida.
Mi alma estaba allí.
Entonces, el 6 de octubre de 1994 me incendiaron la casa.
Se quemó toda entera, hasta el suelo, y fue una pérdida total para mí. El fuego destruyó todos
mis papeles. Todo lo que poseía se transformó en cenizas.36
propia muerte. En agosto de 1994, dos meses antes del incendio, Quirón en tránsito
tocaba la cúspide de casa VII natal, inaugurando un período que se extendería hasta
comienzos de 1997, haciendo al mismo tiempo cuadratura a Venus natal: momento
propicio para hacer contacto con la herida y el dolor de la pérdida desde el escenario
de los vínculos complementarios y el encuentro con los otros (y, en terminología
clásica, de los “enemigos visibles”).
El sanador herido es una imagen mítica que nos recuerda que ese dolor, en el que
desarrollamos una profunda sabiduría desde la que despertamos la capacidad de
curarlo en los demás, nunca termina de ser curado en nosotros mismos. En este sen-
tido, Kübler-Ross enseñó, con amor y contención, a miles de personas a aceptar su
muerte, a atravesarla de un modo natural; sin embargo, su propia muerte representó
una vivencia compleja que la llevó a expresar:
Preguntas frecuentes
Bibliografía recomendada
LA REVELACIÓN
TRANSPERSONAL
Ah… Qué razón de ser
me habrá puesto piel en la inmensidad.
que daremos a esas crisis no puede predecirse ni está asegurada. Podemos, luego de
quedar aturdidos y desorientados por un tiempo, aceptar ese desafío de expansión,
asumiendo el riesgo y la responsabilidad de transformarnos, tanto como resistirnos
a él manteniéndonos aferrados a los viejos principios y costumbres, amarrados a
nuestra identidad más primaria y conocida.
En el espacio de revelación transpersonal se reúnen los factores de la carta natal que
nos provocan al reconocimiento de una dimensión de nuestra naturaleza ligada al
misterio. Todos esos indicadores actúan sobre nuestra personalidad, pero pertene-
cen a un orden ajeno al yo, a lo puramente personal. En ese sentido, son símbolos del
impacto transpersonal en nuestras vidas.
Aquello que profundamente nos constituye en cuerpo y alma resulta producto de
la herencia y de remotos condicionamientos del pasado: el resultado de múltiples
entrecruzamientos expresado a través de los genes, como también el fruto de la his-
toria kármica o la memoria del torrente de vidas precedentes que operan en nuestro
inconsciente más profundo. Sentir esta evidencia nos deja en estado de perplejidad,
impotentes ante una condición de nuestra existencia que escapa a nuestro control
personal. Pero, antes de confiar en el misterio y resignar omnipotencia, es probable
que pretendamos reducir aquello que nos trasciende –lo que no podemos conocer–
al nivel de lo conocido, traducir esa percepción de vasta pertenencia más allá del
tiempo a las coordenadas en las que el yo puede fijar su propósito de logros futuros.
Por eso, es fundamental recordar que lo transpersonal, lo que proviene del ser
profundo que anima nuestra vida, no está referido meramente a lo que somos como
individuos ni puede subordinarse a sus expectativas. La dimensión transpersonal
del viaje de la conciencia no es mera proyección de los anhelos personales. La tota-
lidad que somos y las potencialidades de su despliegue no quedan contenidas en los
estrictos bordes de las entidades separadas, individuales y exclusivas que imagina-
mos ser, sino que abren nuestra sensibilidad a la percepción de la corriente universal
de la vida, eterna e infinita, de la que somos circunstancial expresión.
Esa fuerza vital que nos anima y, al mismo tiempo, nos excede como “personas”,
se recrea y da a conocer en las experiencias de nuestro destino. Y la sustancia de
nuestro destino son los hechos y acontecimientos de nuestra vida, tanto como los
vínculos que establecemos con las demás personas. Los otros y el entramado de su-
cesos que experimentamos hablan, profundamente, de nuestra íntima realidad, del
222 Alejandro Lodi
que la conecta con lo universal. Se trata de una invitación a ser permeables a aque-
llo que excede nuestro entendimiento, a desarrollar confianza en lo desconocido, a
abrir el corazón al dolor para descubrir su potencia regeneradora.
Si representamos nuestra identidad personal –aquello que creemos ser– con
una isla ubicada en medio del océano, podemos acercarnos más al sentido de lo que
acabamos de expresar. De hecho, esa identidad –definida como la expresión de un
fragmento de la totalidad que somos– se experimenta a sí misma separada, aislada.
En la isla del yo desarrollamos todas las funciones que hemos denominado per-
sonales:
• La función lunar: Creamos sentimientos de pertenencia y seguridad básica,
establecemos de inmediato un interior y un exterior, una división nítida y
convincente entre lo que está dentro y aquello que está fuera de la isla. Lo se-
guro y estable forma parte de la interioridad: dentro de la isla encontraremos
alimento, resguardo y protección, mientras que fuera estaremos expuestos a
los riesgos de la intemperie.
• La función mercuriana. Es la capacidad de experimentar las múltiples posibili-
dades de asociación entre las diversas entidades que habitan la isla. Las posi-
bilidades que ofrece la interacción de la flora y la fauna con el medio ambien-
te, la adaptación a las condiciones de vida y el desarrollo de un aprendizaje de
todo aquello que enseña la naturaleza.
• La función marciana: Es la actividad que desarrollamos dentro de la isla cuan-
do procuramos valernos de lo necesario para la subsistencia. Es la capacidad
de lucha por la vida y la consecuente e inevitable alteración del medio am-
Astrología, conciencia y destino 225
Urano, Neptuno y Plutón simbolizan funciones que forman parte del sistema,
al mismo tiempo que representan una amenaza de desintegración para la identidad
personal, una actividad incontrolable que pone en riesgo la supervivencia y la esta-
Astrología, conciencia y destino 227
ble continuidad de la vida en la isla del yo. Plantean un desafío para la conciencia:
cómo vivir en la isla con pleno discernimiento de que es atravesada por una vitalidad
desbordante, cómo aceptar que la vida que anima la isla responde a un orden y a una
potencia que la exceden.
ciona con la expectativa de vida personal: solo algunas décadas. En cambio, la viven-
cia del tiempo transpersonal se relaciona con lo eterno. Es una vivencia atemporal.
Esto significa que es una percepción del devenir que no tiene comienzo y no tiene
final. En cada instante se expresa la totalidad, en su eterna metamorfosis. El viento
que mueve la vegetación, las olas incesantes en la playa, la piedra que se desprende
súbitamente de la montaña no permiten definir forma estática alguna. La forma fija
es una ilusión o una creencia. La isla es, en verdad, una configuración dinámica, una
estructura en perpetuo cambio.
Entre lo eterno y lo breve, la dimensión transpersonal del tiempo aparece tam-
bién vinculada con el despliegue evolutivo de la vida en el universo. En este sentido,
los procesos inmediatos en la isla son resonancias de acontecimientos geológicos
profundos que se desarrollan a lo largo de eones, sucesos de los cuales la misma isla
es un resultado, una manifestación temporal. Del mismo modo, podemos decir que
la vida que anima nuestras formas humanas individuales se funde en procesos vi-
tales que involucran a la Tierra, al sistema solar y al mismo universo, en una escala
temporal que no somos capaces de representarnos. Nuestra vida en el tiempo forma
parte de la eternidad. Nuestra conciencia personal puede alcanzar –apenas– ciertas
intuiciones acerca de esta dimensión, conmociones fugaces de discernimiento que,
de inmediato, traducirá en formas mentales y conceptuales. La escala humana resul-
ta insuficiente para abordar este misterio del tiempo y de la eternidad, y, al mismo
tiempo, somos sensibles a él. Somos atraídos hacia lo que no podemos comprender.
Una dimensión transpersonal que opera en nuestras vidas personales. Propósitos
que orientan nuestra existencia, que configuran nuestro destino, y que están más allá
de nuestro control.
Júpiter alimenta la aventura de responder a esas intenciones, de descubrir un sen-
tido en nuestra vida orientado con esos propósitos trascendentes que intuimos y no
comprendemos. Saturno, por su parte, nos indica hasta dónde es posible la entrega
a esas direcciones, en qué medida nos expanden y vitalizan, y más allá de qué límite
nos extravían y sumergen en la pesadilla del quiebre psicológico.
El desarrollo consciente del pulso de expansión y límite es la llave de acceso al
contacto con la dimensión transpersonal y redunda en beneficios para todo el sis-
tema. La dinámica de regulación entre el principio jupiteriano y el saturnino hace
posible que el flujo energético y vibratorio de lo universal sea asimilado y organiza-
Astrología, conciencia y destino 229
Hemos visto que cada una de las funciones planetarias transpersonales se com-
plementa con alguna de las funciones que conforman los ejes de identidad de la es-
tructura psíquica personal. Los planetas transpersonales están en vínculo de polari-
dad con planetas personales. No están disociados del sistema de estructuración del
yo, sino en yin-yang.
Sin embargo, ante la complejidad que representa para la conciencia reconocer
sus paradójicas funciones (son parte del conjunto, pero su función es desorganizar-
234 Alejandro Lodi
lo), los planetas transpersonales pueden provocar la reacción de las funciones per-
sonales. De este modo, la polaridad se distorsiona en polarización: se pierde de vista
la relación, se vela la condición yin-yang y se conforma la visión –tan convincente
como ilusoria– de polos antagónicos en conflicto excluyente. El desafío creativo de
la polaridad se convierte en la excitante pesadilla de la polarización.
¿Qué significa polarización transpersonal?39 La presencia destacada de Urano, Nep-
tuno y Plutón en el diseño de una carta natal condiciona, de un modo potente y ob-
jetivo, la organización psicológica personal y los hechos de destino de un individuo.
Por definición, la energía transpersonal desborda los límites de comprensión de
la experiencia personal y, en ese sentido, siempre resulta un misterio para nuestro
discernimiento consciente. Es natural, entonces, que en el principio de nuestra vida
respondamos a esa cualidad transpersonal reaccionando a ella, es decir, generando
una distorsión que la haga reconocible a la mirada personal. De este modo, las pri-
meras identificaciones de la persona, las primeras construcciones de un yo personal,
necesariamente reflejan ese malentendido. Así queda conformada una identidad
egoica polarizada y una trama de destino (una dinámica identidad-destino) que com-
prometerá a la conciencia con el desarrollo de un reconocimiento cada vez menos
distorsionado de la energía transpersonal que constituye a ese ser.
El desequilibrio de la estructura de las funciones personales frente a la necesidad
de adaptarse para contener altos niveles de presencia transpersonal se traduce en
una polarización de la conciencia: una escisión dentro de la estructura, una división
en extremos disociados. Se produce, de este modo, un juego de polos que reaccio-
nan y se excluyen mutuamente. En esa polarización, desde un extremo la conciencia
tiende a identificarse de un modo absoluto con la energía transpersonal involucrada
(polo directo); o, por el contrario, reacciona defensivamente rechazando esa presen-
cia y constituyendo una identidad que la niega (polo inverso).
En verdad, ninguna de esas posiciones polarizadas expresa de un modo orgánico
y saludable a esa específica energía transpersonal, sino que ambos extremos la dis-
torsionan en igual medida y alejan a la conciencia de una expresión funcional de sus
cualidades. Este juego polar conduce a una dinámica de destino: un movimiento oscila-
torio a lo largo de la vida, que refleja el viaje de la conciencia que recorre los extremos
39 Este concepto ha sido desarrollado por Eugenio Carutti y representa un nudo temático
esencial –y original– de la formación astrológica en su centro de estudios, Casa XI.
Astrología, conciencia y destino 235
Resulta evidente que lo que queda en desequilibrio son las funciones planetarias
vinculadas a la seguridad y la forma, la estabilidad y la previsión (Luna-Saturno). Así,
en el caso de la energía uraniana, la polarización de la conciencia se da entre un ex-
tremo que proclama máxima libertad y creatividad y otro que propicia el resguardo,
el orden y la subordinación a la ley. Es decir, un polo de identificación extrema con
la energía uraniana (directo) y otro reactivo a ella (inverso). Por un lado, el rebelde
transgresor, el creativo genial y excéntrico; por el otro, el formal, el sobreadaptado,
el rígido superyoico. Ambos, por cierto, potenciándose mutuamente en un juego
especular.
Es la polarización entre libertad creativa y seguridad emocional.
En el caso de la polarización neptuniana, la carga transpersonal asociada con una
masiva presencia de energía neptuniana se vincula con la máxima laxitud, con la
máxima capacidad de respuesta sensible, con el silencio, con la más sutil resonan-
cia, con la extrema sensibilidad que desborda toda forma. La tensión y el desequili-
brio se produce por la polarización entre las funciones planetarias de la sensibilidad
(Luna), contemplación (Venus) y expansión trascendente (Júpiter) y las funciones
de la estructura (Saturno), la acción (Marte) y el discernimiento mental (Mercurio).
El juego polarizado queda constituido entre un extremo que percibe el mundo
de la realidad concreta y material como una pesadilla a la cual el alma está condena-
da, como una ilusión que vela la auténtica realidad espiritual, propiciando entonces
la necesidad de resonar con lo sutil, onírico y sagrado, y otro extremo para el cual
el único mundo real es el de la estricta forma racional y material, traduciéndose la
sensibilidad como amenaza de disolución o evasión de compromiso con la realidad.
Así, el profundo anhelo de redención, de liberarse de la “cárcel de la materia” para
poder acceder a un estado paradisíaco, confronta con otro polo que se repliega en la
forma más rígida, eficaz y práctica, tratando de explicarlo todo.
Es la polarización entre sensibilidad universal y discriminación racional.
Finalmente, en el caso de la polarización plutoniana, el exceso de energía transper-
sonal está asociado, básicamente, al poder, la intensidad emocional, la fuerza trans-
formadora y regeneradora, el misterio de la muerte y la pulsión sexual. Las funciones
planetarias personales que privilegian lo ejecutivo por sobre lo sensible y que sirven
de eficaces vehículos para concentrar máxima intensidad y poder (Marte, Saturno y
Mercurio) entran en polarización con las funciones planetarias personales que ex-
Astrología, conciencia y destino 237
Distensión
Arquetipos Relajación Arquetipos
Místico Misterio Científico
Confuso Disolución Ejecutivo
Caótico Porosidad Ordenado
Blando, laxo Permeabilidad Rígido, tenso
Soñador Omnifocal Realista
Artista Símbolo, metáfora, ritual Intelectual
Chivo expiatorio Compasión Inquisidor
Salvador Piedad Acusador
Pacifista Belicista
238 Alejandro Lodi
POLARIZACIÓN POLARIZACIÓN
CUALIDAD
DIRECTA INVERSA
Pulsión vital
Potencia sin sensibilidad Sensibilidad sin potencia
Profundidad sensible
Vida-muerte
Arquetipos Arquetipos
Generación-destrucción
Omnipotente Impotente
Concentración liberadora
Poderoso Vulnerable
Potencia
Victimario Víctima
Intensidad
“Soy todo”-“Puedo todo” “Soy nada”-“Puedo nada”
Transformación
Culto a la voluntad Ausencia de voluntad
Pérdida-liberación
Poder concentrado Falta de poder
Curación
Triunfador Perdedor
Sexualidad
Ausencia de culpa Remordimiento y culpa
Finalmente, estos son los diferentes indicadores que permiten suponer una pre-
sencia masiva de energía transpersonal en una carta natal:
• Planeta/s transpersonal/es en aspecto de tensión al Sol.
• Planeta/s transpersonal/es en aspecto de tensión al regente del Ascendente.
• Planeta/s transpersonal/es en posiciones angulares (en Ascendente y Medio
Cielo y, en menor medida, en casa IV y casa VII).
Astrología, conciencia y destino 239
De acuerdo con los criterios técnicos para adjudicar masiva presencia transper-
sonal en una carta natal, en la de Charles Chaplin encontramos énfasis suficiente
como para suponer la existencia de las tres polarizaciones.
Es posible otorgar polarización uraniana a partir de los siguientes indicadores:
• Urano en oposición al Sol.
• Urano en casa XII.
guien que padece el mismo “callejón sin salida” que muchos otros, y es reconocido
universalmente.
Por su parte, la existencia de la polaridad neptuniana está corroborada por los si-
guientes indicadores astrológicos:
• Neptuno en aspecto conjunción al regente del Ascendente (Plutón).
• Neptuno en casa VII.
Este punto tiene mucho que ver con la ya mencionada característica autobiográ-
fica de su obra. Chaplin resuena en el inconsciente colectivo desde su propia viven-
cia, tanto como su propia vivencia se involucra con el drama colectivo. Esto alimenta
el anhelo paradisíaco, el deseo de alcanzar un estado de amor universal definitivo, de
armónica comprensión entre todos los seres humanos. De tales aspiraciones, Carli-
tos es símbolo.
Por otro lado, su mundo es el del silencio, el de la ausencia de la palabra. Chaplin
impacta en el cine, pero, más definidamente, en el mundo de la imagen sin palabra.
La contundencia de lo que su personaje transmite no reside en un contenido verba-
lizado, sino en la empatía con el testimonio de su imagen y la resonancia honda que
provoca. De hecho, el arribo del cine sonoro es subestimado por Chaplin y durante
una década insistirá, contra todo consejo comercial, en la realización de películas
mudas. Finalmente, con El gran dictador40 incorpora la palabra a su lenguaje cinema-
tográfico, pero esto representa, sincrónicamente, la decisión del retiro definitivo de
Carlitos.
Finalmente, la presencia de polarización plutoniana aparece en el siguiente indi-
cador:
• Ascendente en Escorpio.
los hábitos de seguridad (casa IV), a la muerte y transformación del apego a la forma
conocida (casa VIII) y del agotamiento de la experiencia del pasado (casa XII).
Desde esta perspectiva, el Ascendente se presenta como destino y la matriz de ca-
sas de Agua como los condicionamientos emocionales de la imagen personal que inten-
ta preservarse. El destino trae un desafío de creatividad a nuestra existencia, mientras
que los condicionamientos emocionales de nuestra identidad encarnan el natural
anhelo de permanencia y reproducción de las estructuras en las que nos sentimos
seguros y reconocidos.
En verdad, el Ascendente y la matriz de Agua son una polaridad, antes que una
polarización. No hay conflicto, sino una lógica de polos en circulación. Aquí tam-
bién se corrobora que la tensión excluyente de la polarización es una distorsión pa-
tológica de la dinámica de polaridad.
En la medida en que prevalece la dinámica de polaridad por sobre la polarización,
la matriz de Agua se expresa como dones que, lejos de resistirse al aprendizaje crea-
tivo del Ascendente, lo habilitan. La casa IV se vive como una íntima seguridad, un
Astrología, conciencia y destino 247
atributo orgánicamente asimilado desde los ancestros, que sirve de base para confiar
en la salida hacia lo nuevo. La casa VIII, como la cualidad para sostener la intensidad
de la constante transformación de los miedos, que permite confiar en la aventura
hacia lo desconocido. La casa XII, como la profunda sensibilidad para transparentar
y discernir las vivas imágenes del inconsciente colectivo, propiciar la consumación
de una experiencia y el agotamiento de sus fantasías y encantamientos.
Más allá de cuál sea el signo del Ascendente, es posible percibir una misma ma-
triz de circulación, una misma dinámica de polaridad, en la que Ascendente, casa IV,
casa VIII y casa XII cobran un simbolismo específico:
• El Ascendente representa el aprendizaje de lo nuevo y creativo que se manifiesta
en nuestra vida. Una cualidad de destino persistente. Un tipo de energía que
recurrentemente se manifiesta en hechos contundentes que marcan hitos en
la historia personal. Una propuesta de la vida que se repite con insistencia,
que genera crisis y traumas, hasta que la conciencia comienza a aceptarla y
a reconocer una profunda identidad con ella. Una novedad oportuna que
emerge en nuestra existencia. La progresiva revelación del rasgo singular de
nuestra vida. La fuerza del aporte creativo de nuestro mandala natal. La trans-
parencia de una traza central del viaje la conciencia. Un sentido y dirección
vital que expresa los propósitos de una dimensión más profunda de la vida
que nos anima. La conciencia descubriendo intenciones del alma.
• La casa IV simboliza el espacio seguro que será necesario abandonar para favorecer
el ingreso de la energía del Ascendente. La seguridad del origen. El mundo cono-
cido que habitamos. La fidelidad al pasado. La fuente que nos dio la vida. El
compromiso con los ancestros. La historia familiar que nos modela. La mira-
da que garantiza nuestra supervivencia. El hogar donde recibimos cuidado,
afecto y protección. La casa de los padres.
• La casa VIII expresa los apegos que deben ser transformados y las formas que deben
morir para alumbrar la cualidad del Ascendente. Los complejos emocionales.
Los traumas de la historia personal. Los conflictos en los que hacemos iden-
tidad. El vínculo con la muerte y el dolor. Los juegos de poder en nuestras
relaciones. La intensidad de la voluntad personal y el anhelo de control. La
tensión entre la propia libertad y la de los demás. La capacidad de transfor-
marnos y de curar.
248 Alejandro Lodi
Ascendente en ARIES
Aprendizaje de destino:
La fuerza del propio deseo, autonomía y determinación personal, audacia
y capacidad de lucha, el impulso para abrirse paso en la vida.
Ascendente en TAURO
Aprendizaje de destino:
El contacto con la materia, el goce del cuerpo, la capacidad de generar recursos
y de acompañar el tiempo orgánico de los procesos naturales.
Ascendente en GÉMINIS
Aprendizaje de destino:
Vincularse con los demás, intercambiar y jugar con las variables, desarrollar la
comunicación, preguntarse y aprender, establecer relaciones de fraternidad.
Ascendente en CÁNCER
Aprendizaje de destino:
La sensibilidad afectiva, la capacidad de proteger, nutrir y cuidar, el contacto
con la emoción y la ternura, la gestación de hogar y de vida familiar.
Ascendente en LEO
Aprendizaje de destino:
La expresión del propio ser, ocupar el centro de la propia vida, exponer
la identidad individual al mundo y contagiar de fuerza vital a otros.
Ascendente en VIRGO
Aprendizaje de destino:
El orden natural y su funcionalidad, la lógica sistémica, la proporción adecuada y
la ubicación eficiente, la salud como reguladora de procesos vitales.
Ascendente en LIBRA
Aprendizaje de destino:
El encuentro con el otro, el amor complementario, la armonía de los opuestos,
la conciliación y la estética, la apreciación de lo bello y lo justo.
Ascendente en ESCORPIO
Aprendizaje de destino:
La intensidad emocional, la potencia regeneradora, la muerte y el dolor, la curación y la
transmutación, la sexualidad y el conflicto vincular, la transformación personal.
Ascendente en SAGITARIO
Aprendizaje de destino:
La expansión integradora, la trascendencia del conflicto, la comprensión incluyente,
la aventura del conocimiento, la apertura espiritual, la alegría y confianza en la vida.
Ascendente en CAPRICORNIO
Aprendizaje de destino:
La propia autoridad y responsabilidad, el compromiso de realización personal,
el desarrollo de una estructura sólida en el mundo, el reconocimiento social.
Ascendente en ACUARIO
Aprendizaje de destino:
La libertad y la creatividad, la imprevisibilidad y la incertidumbre, el cambio constante,
la apertura a lo innovador y vanguardista, la fidelidad al futuro.
Ascendente en PISCIS
Aprendizaje de destino:
La sensibilidad al misterio, el amor universal, la percepción más allá de las formas,
lo mítico y lo simbólico, la trama psíquica de la realidad, lo sagrado y lo onírico.
fueron jefes tribales. Su formación estuvo influenciada por una combinación de los
valores de la religión cristiana con los de la tradición africana, entre los que figura el
principio ubuntu: la empatía entre las personas que forman una comunidad, el ser
individual en función del comunitario, la percepción de que aquello que le ocurre a
un miembro del grupo les ocurre a todos.
En 1940, para evitar un matrimonio arreglado por familias de su tribu, se fuga a
Johannesburgo y comienza a frecuentar grupos políticos. Inicia su actividad por la
causa racial e ingresa en el Congreso Nacional Africano (CNA). También decide
estudiar abogacía. Su activismo se hace cada vez más intenso y comprometido, hasta
que en 1960 (a sus 42 años) funda el grupo La Lanza de la Nación, con el que adopta
la lucha política armada y pasa a la clandestinidad.
La vida de Mandela –y el desarrollo del viaje de su Ascendente– tiene un punto
crítico cuando es apresado por el régimen racista y condenado a cadena perpetua
con trabajos forzados en 1964. Las condiciones no podrían ser más duras. En la
prisión de la isla Robben, permanece aislado de los demás detenidos, confinado a
una celda mínima y húmeda, durmiendo sobre una esterilla en el suelo, con permiso
para recibir una visita y escribir una carta (sujeta a censura) cada seis meses. Perma-
nece en esa situación durante once años, en los que mueren su madre y uno de sus
hijos, sin recibir permiso para asistir a sus funerales. En mejores condiciones a partir
de 1975, su reclusión se prolongará hasta 1990. A los 72 años, Mandela es puesto en
libertad.
Todo parece organizarse para que la conciencia quede cristalizada en el resenti-
miento, el odio, la angustia y la desesperación. Cuesta imaginar cómo podría emer-
ger la gracia sagitariana luego de tanto sufrimiento, abuso y maltrato. Sin embargo,
precisamente la experiencia de la cárcel provoca el abandono, transformación y ago-
tamiento de la matriz de Agua, es decir, del encanto gregario, de la pesadilla de la
identidad clánica y del excitante odio por el enemigo. Con el mérito de no ser astró-
logo, el filósofo Tzvetan Todorov describe en un artículo:
[…] en las escasas horas libres que le deja el régimen penitenciario de trabajos forzados,
se consagra a una actividad sorprendente: empieza a aprender afrikaans y lee libros sobre
la historia y la cultura de la población blanca que habla esa lengua. Además, empieza a
comportarse con sus guardianes de una manera que contrasta con la de otros presos y, en
258 Alejandro Lodi
[…] Botha invita a Mandela a tomar el té en su casa. Su visitante contará más tarde que
lo que más le impresiona no son las palabras intercambiadas sino dos gestos minúsculos.
Botha le tiende la mano nada más verle, y luego es él mismo quien sirve el té. Mandela des-
cubre que no tiene ante sí a la encarnación del apartheid, sino a una persona. El trabajo en
colaboración y la conversación son actos políticos. Y Mandela decide no imponerse por la
fuerza, sino buscar una situación que sea aceptable para las dos partes. Resume su postu-
ra en dos puntos complementarios: otorgar los mismos derechos a todos (es decir, abolir el
apartheid) y no castigar de forma colectiva a la minoría blanca.42
El Nodo Sur remite a lo instintivo, a aquello que fue asimilado con naturalidad
y que no requiere empeño de la voluntad. Simboliza un don que ya fue incorpora-
do, un contenido vital ya metabolizado y que se expresa de un modo simple y llano.
El Nodo Sur es una zona de mínima complejidad y, por eso, de máxima comodi-
dad. En este sentido, el Nodo Sur tiene una cualidad lunar, pero que no remite a la
memoria ligada a la historia personal. La energía simbolizada por el Nodo Sur no
resulta cómoda y segura porque esté asociada con recuerdos de nuestras primeras
experiencias conscientes, sino porque es una inercia inconsciente que trae la propia
existencia, una memoria que opera en nuestra vida pero que no ha sido gestada en
nuestra historia personal. Es una “Luna” previa a la experiencia de nuestra madre. El
Nodo Sur es una memoria “de otra vida”, algo que nuestra conciencia ya sabe, de un
modo natural e instintivo, sin que requiera ninguna actualización o aprendizaje “en
esta vida”.
El Nodo Norte, por su parte, simboliza una cualidad (signo) y un área (casa) en
donde debemos integrar una energía desconocida, tan vitalmente creativa como
existencialmente incómoda. El Nodo Norte, por lo tanto, requiere esfuerzo cons-
ciente. Es el nuevo alimento que será incorporado, la nueva energía que será asimi-
lada. Ese don, original y nuevo, no se asume con naturalidad instintiva, sino que hay
que ir por él. Moviliza y convoca a la voluntad consciente, con la misma urgencia y
necesidad con la que debemos ir hacia el medio ambiente exterior en busca del or-
gánico alimento para nuestro cuerpo.
Y es aquí donde alrededor del Nodo Sur puede generarse una reacción tóxica. El
don vital ya asimilado expresado en el Nodo Sur se conforma como una zona de co-
modidad, un repliegue en contenidos que no implican esfuerzo, y desde allí la con-
ciencia se cierra y resiste a la integración de la renovada y creativa vitalidad del Nodo
Norte. Polarizado con el Nodo Norte, el Nodo Sur adquiere el carácter destructivo y
tóxico de aquello que se niega a circular, que se resiste a ser eliminado, que mantiene
apego a aquello de lo que es necesario desprenderse, que se cristaliza en una memo-
ria e impide agotar pasado. Tal como si, ante el trabajo y esfuerzo que requiere la pro-
visión de un nuevo alimento, pretendiéramos nutrirnos de la sustancia que ya nos ha
nutrido y que ahora necesita desecharse. El Nodo Sur resulta intoxicante solamente
cuando se convierte en ese refugio de pasado para la conciencia y desde allí se cierra
a cualquier dinámica creativa con las ofertas del destino. Es en este sentido en el que
262 Alejandro Lodi
Rudhyar refiere al Nodo Sur como “una realización célebre” (es decir, ya realizada),
mientras que el Nodo Norte representa “una realización a celebrar”.44
Los nodos invitan a una meditación más espiritual y energética acerca del curso
de nuestra vida. Psicológicamente, menos personal y más transpersonal. Simbolizan
la dinámica entre la voluntad del ego y la del destino, entre el propósito del yo y el de
la vida, entre la intención individual consciente y la del centro del mandala, la direc-
ción de la personalidad y la dirección del alma.
En la práctica, el análisis del eje nodal revela una síntesis de la carta natal, una
vez hecho un muy completo y profundo estudio de esta. El Nodo Sur es aquella co-
modidad en el mínimo esfuerzo, esa instalación existencial en un tipo de reacción
inconsciente e inercial, que es poco probable que la conciencia esté dispuesta a re-
conocer como tal. En este sentido, el Nodo Sur es parte de lo que denominamos
estadio de contención lunar. Pero lo fundamental es apreciarlo como constitutivo de
una dinámica de polaridad con el Nodo Norte, como uno de los dos tonos de ese eje
polar, el cual es una clave del estadio de revelación transpersonal.
Rudhyar también relaciona a los nodos lunares con la psicología de Jung y sugie-
re que la dirección del eje nodal habla del proceso de individuación: el despliegue de
conciencia que va “desde la persona al sí-mismo”. Para Jung, persona es aquella ima-
gen de nosotros mismos con la cual nos identificamos, imagen que es un fragmento
de la totalidad que somos y que resulta efectiva para interactuar con los demás, pero
que no contiene el centro más vital y esencial de lo que somos. Etimológicamente,
persona significa ‘máscara’. La identificación con esa imagen personal, aunque nos
genere conflicto vincular, resulta cómoda porque implica el logro de una forma de
mostrarnos al mundo práctica y funcional, con la cual obtenemos reconocimiento.
En principio, mientras resulta efectiva, no parece necesario ni conveniente abando-
nar la máscara. Pero el costo más severo es que debemos guardarle fidelidad. Cuan-
do la conciencia permanece replegada en la máscara personal, se bloquea la inte-
racción creativa y transformadora con el mundo de relaciones y con el destino, se
distorsiona la circulación vital y adquiere un carácter destructivo. La identificación
con la máscara termina generando sufrimiento psicológico. El propósito esencial del
sí-mismo pugna por revelarse y frustra, entonces, el deseo consciente de la persona-
lidad.
44 Ibíd., p. 275.
Astrología, conciencia y destino 263
Por eso, para detectar los nodos es interesante preguntarse cuál es la imagen de
uno mismo que resulta más cómoda y menos esforzada, cuánto permanecemos en
esa imagen para evitar el esfuerzo de desarrollar mayor expansión y compromiso
con la creatividad de la vida que la anima. En general, esa imagen comienza a ser
cuestionada a partir de la imposibilidad de sostenerla y ante la evidencia de que ya
no resulta efectiva en el mundo. Y esto va a estar asociado con el Nodo Sur.
El Nodo Norte, por su parte, representa un esfuerzo y, además, un riesgo: el de lo
nuevo y desconocido. Pero, fundamentalmente, es incorporación y asimilación, es
un don que recibimos del universo, un renovado y nutritivo aporte de la vida. Antes
que peligro, el Nodo Norte genera energía. Simboliza apertura a lo creativo, a lo vital.
Es testimonio de una abundancia del universo que nos permite confiar en salir de la
repetición que malogra nuestras potencialidades y en ir más allá del miedo.
Desde el Nodo Norte el encuentro es con la vitalidad sin forma, y desde el Nodo
Sur es con la forma sin vitalidad. Ninguno de los dos polos es en sí mismo un auténtico
cierre del circuito, sino que cada uno necesita al otro para reconocer su propia función.
Por eso, los nodos lunares son un eje oscilatorio, no puntos en conflicto excluyente.
En coherencia con su carácter transpersonal, el eje nodal simboliza un desafío de
expansión y de reconocimiento consciente en perpetua manifestación. Lo que indi-
ca su dirección, desde el Nodo Sur al Nodo Norte, no es un atributo fijo que pueda
ser incorporado en forma definitiva como constitutivo de la estructura de persona-
lidad. A lo largo de nuestra vida siempre será una línea reveladora de la fuerza del
destino, antes que un patrimonio de nuestra conformación psicológica. Una energía
que nos convoca con persistencia sin que podamos hacerla personal, porque siempre
está insinuando los inabarcables y estimulantes propósitos del alma.
La casa XII representa un área de experiencia que simboliza el umbral entre dos
mundos: el de las formas personales y el de las experiencias sutiles. Es decir, la defini-
tiva disolución de la vivencia separativa de la realidad y la revelación de la experien-
cia de unidad. El yo personal –en cuanto sensación de identidad separada– muere
y el ser nace a la vibración de la totalidad, surge al contacto sensible con la unidad.
264 Alejandro Lodi
De acuerdo con esto, podemos interpretar la casa XII en tres niveles, que se co-
rresponden con diferentes grados de conciencia:
• El nivel personal.
• El nivel colectivo.
• El nivel transpersonal.
En este estado de conciencia, la casa XII se revela como un portal al numen (la
inspiración), que no podemos abrir desde la voluntad individual, sino quedando a
disposición para que opere por sí mismo. Lo numinoso alude al plano de vibración
que manifiesta lo divino en lo humano y su propósito trascendente; y, en este sen-
tido, pertenece al dominio de lo sagrado. La casa XII nos invita a descubrir esa pro-
fundidad, y en este nivel de comprensión alcanzamos a resignificar el sentido del
sacrificio.
En el estado de conciencia más ligado a lo personal, la casa XII nos impone “sa-
crificio” por cuanto parece asignarnos obligaciones, exige que “carguemos nuestra
cruz”, requiere nuestro esfuerzo para salvar culpas propias o remotas que debemos
asumir “porque así lo determina una voluntad superior”. Aquí el sacrificio aparece
ligado al sometimiento, a la obediencia a una autoridad divina, a un servicio enten-
dido como obligación o penalidad de la que debemos “hacernos cargo”.
Desde otro estado de conciencia, podemos interpretar el contenido de la casa
XII como una oportunidad (y no una condena) para el sacrificio, entendido ahora
como “sacro oficio”: sagrado hacer o labor sagrada. Es decir, accedemos a la revelación
de un orden más significativo que configura un nuevo modo de experimentar los
hechos de la vida ordinaria. El mundo cotidiano del yo adquiere un nuevo relieve, un
sentido diferente, a partir de esta conciencia de lo sagrado. Esto es así no por man-
dato divino ni por obediencia a una autoridad que impone aquello que debe ser,
sino porque mediante la actividad inteligente del ser la conciencia despertó a esa
vibración.
Aquello que, en un primer momento, experimentamos como hechos externos
dificultosos (en la dimensión fenomenológica) que atribuíamos a los “enemigos
ocultos” o veíamos como “castigos y desgracias”, y que, más adelante, en el mundo
del inconsciente colectivo y de las imágenes míticas (dimensión psicológica) se nos
aparecía como fantasmas o entidades arquetípicas capaces de atraer y poseer a la
personalidad, ahora se nos presenta como contacto con las formas sutiles (dimen-
sión de la vibración espiritual), con los valores universales, desde la espontánea cap-
tación de lo sublime.
Para la vivencia de la Luna en XII –siguiendo con nuestro ejemplo– es la oportu-
nidad de experimentar repentinamente la amorosa contención y nutrición vital del
universo, más allá de toda forma específica. La presencia de esta cualidad puede per-
268 Alejandro Lodi
regente. El signo nos indicará bajo qué cualidad la vibración de este sector afecta a la
conciencia. Y es posible que el planeta regente, impregnado de esta esencia, otorgue
particular énfasis a la casa en donde se encuentre.
Pero, cuando hay un planeta dentro de la casa XII, la experiencia profunda con
respecto a su función, el aprendizaje y la captación de formas cada vez más sutiles de
su energía, parece mucho más atractiva, tanto como ineludible e imperativa. Se trata
–para la persona representada por esa carta– de una convocatoria contundente para
volver sagrada la experiencia vital de ese planeta.
Sin embargo, la persona con planetas en casa XII puede creer que el destino la
obliga a tomar contacto con una dimensión mística de las cualidades representadas
en esas funciones planetarias o que Dios le ha otorgado la misión de desarrollar tal
contacto en la vida. También puede entender que, como fruto de una comprensión
progresiva, irá accediendo en forma paulatina a aquella vivencia a la que se sabe con-
vocado. Pero todas estas pueden resultar estrategias del yo para sobrevivir a una di-
mensión que, en verdad, es la negación de su existencia (la percepción de lo eterno
hace evidente la ilusión de separatividad).
De modo que esa persona puede asumir, progresivamente, que un planeta en
casa XII la habilita para tomar contacto con la fuente creativa universal. Desde esta
perspectiva, representa una oportunidad que nos convoca a ser responsables; esto
es, a dar respuesta a ese llamado, a que la gracia se manifieste en el mundo. Y es por
eso por lo que el destino ejerce una firme persuasión (amorosa tanto como persis-
tente) para que podamos desarrollar niveles de comprensión cada vez más profun-
dos, plenos y radiantes de las energías representadas por los planetas en casa XII.
Si somos auténticamente honestos y coherentes, debemos dejar en claro que no
hay recetas para vivir un planeta en XII, ni formas definidas para contener el misterio
y la gracia de la casa XII. Siempre será un área de constante dinamismo y convocato-
ria a la experiencia. Podremos reconocer estas características desde diferentes esta-
dos de conciencia, con el asombro de participar del auge constante de dimensiones
cada vez más creativas y profundas. O bien con la angustia frente a la evidencia de
que nunca lograremos expresarnos bajo una forma que sintamos segura.
Nacer con planetas en casa XII no supone que uno tenga que hacer algo específico,
sabiendo de antemano de qué se trata. Ni que, haga lo que haga, tales contenidos va-
yan a obrar en forma arbitraria y carente de sentido para la conciencia. En el primer
270 Alejandro Lodi
Sin embargo, tanto Mercurio como el Sol (junto con Venus y el Nodo Norte)
están en casa XII. Y esto significa que esas cualidades planetarias están al servicio de
algo más que el anhelo personal.
De acuerdo con lo que hemos definido, cuando los contenidos de casa XII son
capturados por el yo devienen en pesadillas, en la fatal materialización de “enemigos
ocultos” y “confinamiento en lugares de reclusión”. ¿Cuál es el intento de apropiación
personal en el caso de Nash?: su entrega absoluta a la búsqueda de la teoría matemá-
tica genial con la cual obtener reconocimiento como hombre de ciencia. Su casa XII
excita este anhelo, que, al mismo tiempo, reduce las posibilidades de una expresión
plena de su casa XII.
Así, identificado con este deseo de logro personal, no demoran en sobrevenir
fantasmas, conspiraciones y encierros. Nash comienza a percibir presencias –mani-
festaciones psíquicas– que confunde con personas reales y a creerse involucrado en
una conspiración internacional.
El destino que se manifiesta es la compensación de esa forma psíquica con la que
John Nash pretende elaborar su casa XII y que cree estar eligiendo desde su volun-
tad. La irrealidad y fantasía de esas entidades transparenta la ilusión de las pretensio-
nes del yo.
Luego, ese mundo de proyección psíquica comienza a encontrar una forma
arquetípica. Nash cree, reconocido como el mejor matemático del mundo, que su
país (el bien) lo ha elegido para que aplique su capacidad mental a develar mensajes
ocultos, códigos secretos, que el enemigo (el mal) utiliza al servicio de un oscuro
proyecto de utilización de armas nucleares. Aparece la batalla entre el bien y el mal,
aparece el héroe que, sacrificándose, salvará a la humanidad de su destrucción.
Ahora bien, ya se trate de la ambición de ser el matemático más destacado del
mundo o el épico héroe capaz de rescatar a la humanidad, lo que sobrevive es una
misma forma ilusoria: el anhelo de protagonismo del yo y la consecuente reducción
de la circulación de la energía vital a los términos de la apetencia de un fragmento
individual humano.
La clave que le permite a Nash dejar de vivir como real esa trama fantástica es,
precisamente, asumirla como visiones; es decir, reconocerla como entidades reales
en cuanto visiones. En ese punto del relato, el personaje sostiene dos niveles de sus
contenidos de casa XII simultáneamente: lo que se manifiesta como real para el pla-
Astrología, conciencia y destino 273
Preguntas frecuentes
• ¿Por qué la temática de casa VIII no está incluida como parte de la revelación transper-
sonal de la carta natal?
En verdad, la casa VIII podría ser considerada significativa para abordar la di-
mensión transpersonal de una carta. No obstante, su temática está muy ligada al
inconsciente histórico y personal: los complejos emocionales gestados en traumas
infantiles que dejan rastro en nuestra memoria. En este sentido, la casa VIII resulta
funcional a exponer y, gracias a ello, destrabar nudos emocionales que hacen sínto-
ma en nuestros vínculos y desarrollar, entonces, una personalidad más adaptada e
integrada a la sociedad. En definitiva, la casa VIII quizás muestre mayor relevancia
en nuestras relaciones interpersonales y sociales.
Astrología, conciencia y destino 277
Bibliografía recomendada
LA DISTORSIÓN
TRANSPERSONAL
De qué lado del cero está el universo.
riesgo. Esto es intolerable para el yo que intenta proyectarse hacia el futuro con pre-
visibilidad y asegurarse de qué va a ocurrir.
De este modo, la esquizofrenia es una reacción extrema a este grado de incerti-
dumbre que anuncia la cualidad uraniana. Representa un corte o pérdida definiti-
va de contacto con la realidad, que deja en evidencia la intolerancia de ese sistema
psíquico individual para participar de un modo consciente de esta imprevisibilidad
existencial.
En el caso de Neptuno, parece evidente que la paranoia y la psicosis alucinatoria
muestran un desequilibrio de su cualidad. Neptuno plantea el desafío de discerni-
miento entre percepciones de órdenes de realidad sutiles y formas alucinatorias ge-
neradas por la mente.
Por ejemplo, en estado de meditación lo que se percibe no está generado por la
mente del individuo, en el sentido de que su percepción coincide con la de todos
aquellos que practicaron la misma meditación: todos son sensibles a la misma capta-
ción auditiva, todos ven una forma parecida, cierto resplandor, luminosidad, etc. Esa
corroboración hace muy poco probable que se trate de una imagen generada por la
mente individual y permite confiar en que, en verdad, es una percepción compartida
que brota de la sensibilidad expandida en ese ejercicio ritual. Desde ese registro más
sensible es posible percibir aquello que ya está presente, pero que no es registrado
con la sensibilidad de nuestro estado ordinario de percepción.
De este modo, el delirio y la alucinación representan una deformación de lo nep-
tuniano, una traducción distorsionada de aquello con lo que el estímulo sensible de
Neptuno permitió entrar en contacto. Neptuno no tiene la función de provocar con-
fusión o generar alucinaciones, sino de alterar la sensibilidad de nuestra percepción
para ampliar su capacidad de registro. La confusión y la alucinación son síntomas de
la discapacidad del sistema para registrar ese nivel de sensibilidad y de una distorsión
perceptiva.
Por ejemplo, gracias a Neptuno podemos percibir el déficit o la carencia de amor
que, en determinado momento, pueda tener una relación de pareja. Pero, si esto
lo traduzco como la evidencia de que la otra persona entonces tiene un amante y
me engaña (delirio celotípico), estoy interpretando de un modo incorrecto lo que
percibí correctamente; es decir, estoy construyendo una interpretación incorrecta
de una percepción correcta. También podríamos decir que, por no contar con una
286 Alejandro Lodi
Recorte 1: Sol en Tauro; Luna en Tauro conjunción Venus; Luna cuadratura Saturno;
Luna cuadratura Plutón; Luna oposición Quirón; Saturno conjunción Plutón en Leo en casa II;
Saturno cuadratura Quirón; Quirón en Escorpio en casa V, cuadratura Plutón;
Júpiter en Escorpio en casa VI.
Recorte 2: Urano en Géminis en casa I; Luna en casa XI cuadratura Urano; Urano en semicua-
dratura Saturno; Ascendente en Géminis; Mercurio conjunción Nodo Norte en Géminis;
Marte en Aries en casa XI.
Recorte 3: Sol en casa XII; Sol oposición Júpiter; Neptuno en casa IV; Neptuno en
semicuadratura Júpiter; eje nodal de casa VI a casa XII; eje Fondo del Cielo-Medio Cielo
en Virgo-Piscis; casa VII en Sagitario.
terno y, al mismo tiempo, ser fiel a la dirección que su libertad creativa revela. Como
en todo doble vínculo, este choque de fidelidades no tiene resolución. No hay posi-
bilidad alguna de que una opción no anule a la otra: ser fiel a la autoridad del padre
implica el sacrificio de la propia libertad creativa, tanto como ser fiel a la auténtica y
genuina singularidad implica transgredir la ley paterna.
Es la expresión de la polarización transpersonal uraniana: la tensión excluyente
entre diferenciación singular y seguridad material, entre creatividad y estabilidad, entre
libertad y contención afectiva. En el caso específico de Helfgott es el conflicto entre el
recorte 1 y el recorte 2 de su carta natal.
Bajo la autoridad de su padre, la conciencia se ve condicionada a identificarse con
el núcleo 1 (en luz) y, por lo tanto, a negar el recorte 2 (en sombra). Cuando transgre-
de el mandato y se atreve a jugar su propia singularidad, la identificación se revierte:
el recorte 2 cobra protagonismo consciente (en luz) y el recorte 1 parece al fin disol-
verse (en sombra). Pero cuando, en uso de su libertad, elige nuevamente el concierto
nº 3 de Rajmáninov, la exigencia tiránica aparece desde la sombra con carga máxima:
a punto de cumplir al fin con el mandato más riguroso, el sistema nervioso colapsa.
En su crisis psíquica se reproduce la dimensión mitológica del vínculo entre Sa-
turno y Urano: la polarización extrema entre el padre y el hijo respecto a la autori-
dad exclusiva sobre la creatividad. En la matriz arquetípica de la psiquis humana se
plantea un fatal conflicto acerca de la posesión de la creatividad. Los arquetipos del
inconsciente colectivo (al menos los conformados en la cultura occidental) repro-
ducen esa polarización: ¿a quién pertenece lo libre y creativo?, ¿al padre o al hijo?
Hijos que castran a sus padres, padres que se comen a sus hijos. Solo hay lugar para
obedientes o rebeldes, conservadores o revolucionarios, cumplimiento o transgre-
sión, pertenencia o exilio, continuidad o locura.
El desafío transpersonal uraniano comienza a manifestarse tempranamente en
la vida de David Helfgott. Provoca heridas y traumas psicológicos que impactan
en una psiquis que aún no tuvo tiempo orgánico para desarrollar una estructura de
personalidad madura. Como ya hemos enunciado en este capítulo, cuando la ener-
gía transpersonal irrumpe de un modo masivo antes de haber conformado un yo
personal sólido y estructurado, crecen los riesgos de patología psíquica. La psicosis
como un intento extremo y distorsionado de organizarse psicológicamente ante el
desborde transpersonal.
Astrología, conciencia y destino 295
En el caso de Helfgott, la reversión del cuadro tuvo que ver con la emergencia
del amor. La aparición de Gillian en su vida representa la oportunidad de que cobre
protagonismo el recorte 3: la disolución de las fronteras rígidas del deber, la confian-
za en los procesos psíquicos, la aceptación de los misterios del alma y el reconoci-
miento de la música como un medio de expresión de la sensibilidad, antes que como
herramienta competitiva y de exigentes logros. La clave amorosa permite, a su vez,
resignificar la vivencia del recorte 1: la pertenencia afectiva como un espacio tan in-
tenso y transformador como gozoso y nutritivo, la experiencia del dolor como opor-
tunidad de reconocernos más humanos y comprensivos de los condicionamientos
de nuestra naturaleza.
Lo mitológico y lo transpersonal
Ver fronteras es generar conflictos. Desde esa percepción que traza bordes y se-
para, la realidad se presenta como batalla. Se pierde de vista que esa sensación beli-
gerante fue creada por un estado de conciencia y se confunde esa ficción (el relato
mitológico) con la realidad. Por eso, cuando la conciencia participa de ese estado
perceptivo en el que los límites (que creemos reales en nuestra conciencia habitual)
se desvanecen, pierde su inocencia. Ya no podrá dejar de recordar que ha percibido
la “trama sin costuras” del universo, aunque retorne a su percepción ordinaria y se
presente nuevamente –con su encantador hechizo– el mundo de fronteras, divisio-
nes y separatividad. La conciencia ya no podrá negar, no podrá retornar a la inocen-
cia perdida y habitar la polarización mitológica como real. O, al menos, no podrá
hacerlo sin correr riesgos de severa (patológica) disociación.
Finalmente, confundir la cualidad más profunda de la energía con su representa-
ción mitológica es confundir dinámica de polaridad con polarización.
La polarización es una distorsión de la dinámica de polaridad. La fatalidad de los
conflictos mitológicos es reflejo de la cristalización en extremos excluyentes del movi-
miento oscilante y polar del universo. Por su parte, en la dinámica de polaridad la creati-
vidad se revela como el fruto del encuentro de polos que, con cualidades diferenciadas,
recrean la totalidad en una danza sin comienzo y sin fin. Es la eterna manifestación de
una inteligencia incluyente, la incesante expresión de una sabiduría amorosa.
En la dinámica de polaridad hay conciencia de otro, de ser con el destino, no
aparte de él. Es un tipo de conciencia que no elude ni reprime el conflicto, pero lo
significa como clave creativa, superadora de la propia mirada. Así, la exclusión del
otro es vivida como un cercenamiento de las propias posibilidades de renovación. El
vínculo con los idénticos es vivido como una atrofia regresiva, una aparente como-
didad que frustra el crecimiento e insensibiliza la percepción de órdenes de realidad
más creativos.
Preguntas frecuentes
• ¿Es posible, al mirar una carta natal, darnos cuenta de si alguien puede expresar de ma-
nera creativa un planeta transpersonal o ser devorado por fuerzas que no puede canalizar?
Determinadas posiciones de un planeta transpersonal en la carta natal son indi-
cadores de su protagonismo en la vida de una persona. En ese sentido, el mandala
nos señala la importancia que esa energía tendrá en ese destino, el desafío espiritual
que representa y los momentos cíclicos (es decir, las edades) en los que habrá de
actualizarse. Lo que la carta natal no puede decirnos es qué tipo de respuestas dará la
conciencia. No existe ningún indicador que nos permita afirmar si se tratará de una
emergencia espiritual que el ser profundo pueda capitalizar o, en cambio, una ex-
periencia traumática extrema que conduzca al colapso psíquico de la personalidad.
La respuesta del alma no está determinada en el diseño de nuestra carta. El miste-
rio que anima nuestra fortuna y nuestra desdicha está más allá de nuestra necesidad
de certezas y previsiones. El mapa no es el territorio. El coraje espiritual necesario
para desplegar el viaje de la conciencia implica la aceptación de una travesía sin ga-
rantías y plena de dones, de un juego que incluye pérdidas dolorosas y gracias con-
movedoras.
Bibliografía recomendada
ÍNDICE
PRÓLOGO, Beatriz Leveratto 3
INTRODUCCIÓN 7