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ALEJANDRO LODI

Astrología,
conciencia
y destino
La carta natal y
el despliegue del alma
Prólogo

Con toda alegría felicito a Alejandro Lodi, que debuta como “autor solista” en
este nuevo libro, donde sintetiza lo mejor de sus más de dos décadas de enseñanza
de la astrología.
Esta obra hace honor a su Júpiter en Acuario en casa XII. Con creatividad, en
cada una de sus páginas nos guía en la comprensión de la profunda sabiduría del
cielo.
Como siempre, Lodi me resulta sorprendente y profundo. En este libro, en par-
ticular, nos anima a abordar –sin simplificar– las contradicciones que se revelan en
cada carta natal. Su mirada representa, tanto en lo personal como en lo astrológico,
un faro fundamental cuando me encuentro perdida. Su opinión me tranquiliza en
mis enmarañadas luchas de emociones, personajes, tiempos y límites de la vida dia-
ria. Su experiencia astrológica me ordena en las complejas encrucijadas de símbolos,
planetas, casas y aspectos que presentan las cartas natales. Sospecho que la sabiduría
de su “pesado” Saturno en Capricornio en casa XII siempre –y a mi pesar– me re-
cuerda lo importante. El “efecto Lodi” despeja mi alborotada mente de insignifican-
cias intrascendentes. Sé que este libro producirá en los lectores un efecto similar y
les permitirá no desviarse de lo realmente significativo al abordar una interpretación
astrológica.
Con su talento para recordarnos la trivialidad de la mayoría de nuestros “pro-
blemas”, Alejandro propone en esta obra la necesidad de incluir una mirada trans-
personal al estudiar los mapas natales. Destaca a los planetas transaturninos como
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propuestas superadoras de la imagen construida sobre nosotros mismos. Valora su


presencia en nuestras cartas como estímulo a comprometernos con una nueva di-
rección de vida, y su acción creativa, como una invitación a que aceptemos propó-
sitos celestes que disuelven deseos personales, alejándonos de las calificaciones de
“bueno” o “malo”, “conveniente” o “inconveniente”. Incluir en nuestra vida las inten-
ciones trascendentes de los transpersonales obliga a resignificar aquellas experien-
cias de sufrimiento donde la personalidad cree “perder”, para confiar en misteriosos
propósitos donde –quizás– el alma “gana” en su proceso evolutivo.
Lodi nos recuerda que los desafíos de transformación espiritual inscriptos en
una carta natal incomodan hacia un destino que no imaginamos. Los planetas trans-
personales atraen más allá de lo que nuestra comprensión considera “conveniente”,
convocan a ir más allá de los límites de Saturno. Dejar de pelear con la propuesta de
Urano es confesarnos una libertad y creatividad que nos atemoriza, pero que íntima-
mente soñamos para nuestra vida. Entregarse a la resonancia de Neptuno es ceder
a una empatía caotizante que nos lleva a vibrar con niveles de amor y piedad larga-
mente anhelados. Perder el pudor a Plutón es superar la queja victimizada y asumir
responsabilidad sobre la propia vida, para enterarnos de hasta qué límites, en verdad,
podemos transformar la realidad.
Este libro revela a la carta natal como un perfecto instrumental de navegación en
el viaje de la conciencia. Describe a la astrología como una herramienta de sanación
que denuncia hábitos innecesarios, libera de repeticiones sufrientes y de la autoindul-
gencia. Resistirnos a lo que propone la carta natal es permanecer tercamente indife-
rentes a la creatividad del cielo plasmada en nuestro destino.
La lectura del autor nos estimula a percibir que la astrología puede volvernos “locos”,
pues nos vuelve a “locar” en nuestra esencia. Nos recuerda nuestra genética astral, que
quizás olvidamos en el intento de responder a mandatos y obligaciones. La astrología
nos permite ser libres a partir de esa sustancia originaria y no en contra de ni subordinados a
ella. Es en esa materia atravesada por coordenadas particulares donde surgirá el destello
de captaciones universales. Es en ese campo de espacio y tiempo donde se descargarán
intuiciones de lo infinito y eterno. Somos esa carta y podemos hacer un viaje sorpren-
dente reconociendo nuestras herramientas astrales. Conocer nuestro ADN astrológico
nos acerca a la creatividad de nuestro destino. Saber su verdad nos libera. Honrar nuestra
carta natal es muy distinto a mantenernos fijos y excusados reactivamente en ella. Hon-
Astrología, conciencia y destino 5

rar nuestra carta natal no es justificarnos en las tensiones que esta presenta, sino, por el
contrario, convertirlas en herramientas creativas.
Siempre valoré de Lodi –el astrólogo– su cálida convicción para comunicar
símbolos, su inteligencia y su capacidad de investigación y estudio. Siempre valoré
de Alejandro –el hombre– su capacidad para nombrar la vida desde procesos supe-
radores que llevan a encontrar aceptación a –y sentido en– nuestras tragedias más
terribles, su don para destacar la abundancia de cada situación –lo que naturalmente
minimiza el dolor y la queja–, su disposición a asumir el destino personal y su agra-
decimiento diario de nuestro encuentro. En su compañía, el dolor más desgarrador
puede ser superado. Yo misma soy prueba viviente de su capacidad de rescatarme de
lo más terrible. Lodi tiene el talento de alejarnos de nuestros dramas para que aque-
llo que parecía insoportable o injusto se vuelva un desafío de amorosa aceptación.
Escucharlo o leerlo produce un efecto de “poda del ego”, que alivia enojos y nos deja
más lúcidos para abordar nuevos retos del destino.
Sé que este libro se volverá imprescindible para todo aquel al que le interesa la
astrología, la estudia o trabaja con ella.
“Se precisaron todas esas cosas para que nuestras manos se encontraran”, dice
Borges. Feliz y orgullosa por tu nuevo logro. Te abrazo, Alejandro. Siempre.

Beatriz Leveratto
Introducción
La astrología representa la suma de todas
las nociones psicológicas de la antigüedad.

Carl Gustav Jung, “En memoria de Richard Wilhelm”, en C.


G. Jung y R. Wilhelm. El secreto de la flor de oro.

Este libro es consecuente con el que publiqué con Idelba González y Héctor
Steinbrun en 2004 bajo el título La carta natal como guía en el desarrollo de la conciencia.
En 2016 la propuesta de su reedición planteó la oportunidad de correcciones y agre-
gados, pero en el ejercicio de esa tarea se hizo evidente que se trataba de otro texto,
no de aquel mejorado. Asumí entonces el compromiso de gestar una nueva obra y
de ser su responsable, conservando lo que mantenía afinidad con el nuevo material,
efectuando giros en el modo de desarrollar ciertos temas y sumando algunos nuevos.
El espíritu de la obra sigue siendo el mismo: aportar una mirada acerca de lo que
significa una carta natal, plantear un modo efectivo de organizar su interpretación,
profundizar en técnicas de análisis y, sobre todo, explicitar cómo el despliegue del mapa
astral de nuestro nacimiento revela la conexión entre conciencia y destino.
Hay muchas astrologías y variados modos de interpretar una carta natal; todas
ciertas, todos válidos. Los diferentes matices surgen no solo de cuestiones técnicas,
sino fundamentalmente de los supuestos perceptivos que, de manera inconsciente,
subyacen al ejercicio de nuestra actividad. El uso de determinados procedimientos
en detrimento de otros, la opción por un enfoque más predictivo o más psicológico,
es efecto de la actuación de tales supuestos. La primera parte del libro se titula “El
símbolo de la carta natal” y aborda este punto. En los tres capítulos que la componen
(“Una carta de navegación”, “Una experiencia polar” y “Una revelación del miste-
rio”) se intenta explorar y discernir qué creencias están implícitas en nuestro modo
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de ejercer la astrología en general y en la interpretación de una carta natal en particu-


lar. También se define el específico enfoque que da sustancia a este libro.
En la segunda parte, llamada “La estructura de la carta natal”, el capítulo “Diseño
y forma” describe las consideraciones básicas y estructurales que prevalecen en la
primera aproximación a una carta natal. Se trata de claves técnicas tradicionales que
adquieren prioridad en una lectura y que atienden al diseño general del mandala. Su
relevancia, además, cuenta con un alto consenso en el universo de los astrólogos, por
encima de las diferencias entre líneas y escuelas.
En cambio, sí aparecerán algunas notas particulares, propias de la específica mi-
rada propuesta en el libro, en los capítulos “El balance de elementos” y “Combina-
ción de matrices”. La temática de los elementos es abordada desde su analogía con
los tipos psicológicos junguianos, lo cual ya ha sido considerado por referentes de
la astrología psicológica como Liz Greene y Richard Idemon. Por su parte, todo lo
referido a lo que denomino combinación de matrices son ejercicios de síntesis, pon-
deraciones de la vasta información que brinda una carta natal al relacionar la matriz
zodiacal, la planetaria y la de casas. El objetivo es que esos ejercicios permitan de-
tectar los más destacados y preponderantes “colores” de la “paleta” (las potencia-
lidades de la carta natal), de cuyas combinaciones se obtiene la gama de matices
que conforman el “cuadro” (la experiencia de vida de la persona). Esa apreciación
sintética de la carta natal es una forma personal a la que he arribado, fruto del tra-
bajo de investigación propuesto por Eugenio Carutti, desarrollado durante años
de labor docente en su escuela, Casa XI, y ejercitado en mi propia experiencia de
consultoría.
La tercera parte del libro se denomina “La dinámica de la carta natal”. Allí se
profundiza en la consideración del mandala de nacimiento como símbolo del via-
je de la conciencia, del mapa astral como guía en el despliegue de los propósitos del
alma. Esta travesía implica el desarrollo de una percepción consciente de la realidad
que tiene su inicio con nuestra primera respiración (instante en el que se levanta el
mapa celeste). Ese despliegue de la conciencia emerge desde un estado de indife-
renciación con el mundo de los padres, atraviesa una etapa de conformación de una
individualidad autónoma y se orienta hacia el reconocimiento (nunca agotado en
nuestra vida) de ser expresión de un vasto y misterioso proceso vital que se funde en
la totalidad del cosmos.
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Estas reflexiones se presentan en el capítulo “El desarrollo de la conciencia”, en el


que además se suma el aporte de la psicología transpersonal, en especial de las des-
cripciones y diseños creados por Ken Wilber. En este sentido, la cartografía astrológi-
ca propuesta acompaña el periplo desde la indiferenciada conciencia oceánica prenatal
hacia el desarrollo de una conciencia personal, hasta la revelación de una conciencia de
unidad: un estado perceptivo que abre el registro de nuestra participación en el vital en-
tramado del universo. Los tres grandes estadios de despliegue del viaje de la conciencia
aparecen caracterizados en los capítulos “La contención lunar”, “La expresión solar”
y “La revelación transpersonal”, en correspondencia con específicos y determinados
símbolos de la carta natal.
Previo al que refiere a la emergencia transpersonal, aparece el capítulo “La crisis
quironiana”, en el que se presenta el símbolo de Quirón como portal a la dimensión
espiritual del viaje de la conciencia, a la experiencia del dolor como orgánico puente
entre la vivencia personal y la percepción transpersonal. El capítulo invita a explorar
la correspondencia de Quirón con el concepto psicológico de resiliencia, es decir,
con la percepción de que el trauma del dolor ineludible es, a la vez, fuente de talen-
tos, no solo de superación personal, sino de trascendencia espiritual.
Finalmente, una vez abordadas las claves de la revelación transpersonal, en el ca-
pítulo “La distorsión transpersonal” presentamos algunas consideraciones sobre los
riesgos y las confusiones que el contacto con aquello que está más allá de la experien-
cia del ego puede presentarle a la conciencia encarnada –necesariamente– en una
psique personal.
Todo lo expuesto deja en evidencia que este libro desarrolla un enfoque trans-
personal de la astrología y de lo que simboliza una carta natal. Aunque se trate de la
vida de una persona, no es la conciencia personal su centro relevante, sino un desig-
nio vital que la excede. La dinámica del destino nos invita a reconocernos en la expe-
riencia de ese propósito de la vida que no nos tiene como protagonistas. La mirada
transpersonal de la carta natal no tiene por objeto confirmar los anhelos del yo indi-
vidual ni tampoco deliberadamente frustrarlos, sino poner en evidencia que resul-
tan funcionales a la revelación de un orden más complejo de la vida y transparentar
nuestros deseos y vivencias personales como vehículos de las intenciones del alma.
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Los datos de las cartas natales presentadas en el libro están confirmados por dos
fuentes: Astrotheme (www.astrotheme.com) y Astro Dienst (www.astro.com). La
excepción es la carta de Roberto Sánchez “Sandro”, cuyos datos natales fueron obte-
nidos de la biografía de su esposa (Olga Garaventa, Sandro Íntimo).
Primera parte

EL SÍMBOLO DE
LA CARTA NATAL

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Capítulo 1

UNA CARTA DE
NAVEGACIÓN
Un símbolo es una forma exterior y visible de
una realidad interior y espiritual.

Alice Bailey, Los trabajos de Hércules.

Distintas metáforas de una carta natal

Existen distintas formas de entender qué es una carta natal.


Podemos decir que, como carta, consiste en un mapa. Desde este modo de consi-
derarla, la carta natal es, entonces, el mapa de un territorio muy concreto y definido.
Nos presenta la geografía de un espacio preexistente a la experiencia de su recorrido.
Ese espacio es tanto las características de la personalidad de un individuo como las
circunstancias de su vida.
Aplicada a una vida humana, la idea de un territorio preexistente sugiere un ca-
rácter y un destino ya establecidos y, en ese sentido, literalmente previsibles e inal-
terables. Tal como se espera que suceda entre un espacio geográfico y el mapa que
lo representa, la personalidad y las experiencias concretas de un ser humano deben
coincidir con lo indicado en su carta natal. No puede haber sorpresas ni ambigüeda-
des ni contradicciones.
No está mal considerar así la carta natal. Solo que ese territorio cartografiado (es
decir, nuestra vida) resulta un tanto paradójico. Es cierto que ese territorio existe
y que no podría ser otro distinto al representado en el mapa. Sin embargo, no es
preexistente, sino que cobra existencia mientras es recorrido. ¿Qué significa esto?
Nuestra vida es la experiencia que la conciencia tiene de ella. Nuestra vida se crea
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mientras la vivimos. No tiene entidad previa ni está determinada en el pasado. Nues-


tra vida es la conciencia presente.
De esta manera, como mapa de un territorio, la carta natal es, metafóricamen-
te, el de una ciudad que es construida mientras el viajero la recorre con su guía, un
espacio que cobra evidencia sensorial mientras se lo experimenta y que responde
fielmente a lo que la conciencia percibe de ese mapa orientador. No es el mapa de
cualquier territorio, sino de ese. No obstante, no está hecho sobre un territorio ya
existente, sino sobre uno que se revela cuando es transitado.
En este sentido, antes que a un plano que describe geografías, la carta natal se
acerca más a una muy particular forma de mapa: una partitura musical. Es evidente
que la música “está” en la partitura, pero no tiene existencia previa a su ejecución.
La partitura guía al ejecutante de la música (no puede tocar cualquier cosa), pero el
sonido (el territorio, la experiencia de la música) no es previo al acto de su expresión.
Nuestra “música” está en la carta natal, pero es la conciencia quien la hacer sonar o,
mejor aún, es en la conciencia donde se da a conocer.
También podemos decir que la carta natal es un espejo. La carta natal nos refleja.
Cuando profundizamos en ella comenzamos a ver otra imagen de nosotros mismos,
distinta a la que habitualmente nos representamos y con la que estamos identifica-
dos. Esa otra imagen es otra realidad. La carta natal como espejo nos devuelve (y nos
hace conscientes de) una nueva realidad acerca de nosotros mismos y del mundo.
No obstante, entender la carta natal como espejo también implica una paradoja.
Es cierto que, si estamos confundidos y desconcertados, el espejo nos refleja una
imagen en la cual reconocernos. Lo que somos es misterio y la carta natal es una
herramienta simbólica exquisita para intentar establecer un nexo con esa trama des-
conocida del ser, de la cual es un instante y cuyo despliegue tiene inscripto. No obs-
tante, no es nuestra necesidad personal de descubrirnos al fin la que saca provecho
de nuestra carta natal, ni los anhelos de nuestra personalidad individual los que se
sirven de ella para lograr las instrucciones de nuestra felicidad. En verdad, parece
como si una dimensión más profunda de la vida que nos anima –el alma– se valiera
de ella para hacerse notar a nuestra conciencia, como si aquel espejo se ofreciera
para que podamos tocar un secreto dulce que nunca terminaremos de entender o
definir. Es decir, la carta natal nos ayuda a encontrarnos y, al mismo tiempo, no nos
deja definirnos. La carta natal es un espejo que nos permite reconocernos cuando
Astrología, conciencia y destino 15

estamos extraviados y que se esfuma o astilla en mil pedazos cuando creemos ha-
bernos encontrado.
Podemos ver la carta natal, también, en aquel juego del lápiz, el papel y la moneda.
¿Recuerdan aquella gracia infantil en la que poníamos una hoja de papel en blanco
sobre una moneda y luego pasábamos un lápiz hasta que quedara la impresión del
relieve de la moneda sobre el papel? Aquí, la moneda es la carta natal como símbolo
de las cualidades del alma; es el potencial de todos los principios energéticos sinteti-
zados en ese mapa. El papel es la sustancia material de los acontecimientos concretos
de nuestra vida. Y el lápiz es la conciencia capaz de imprimir sentido a tales sucesos.
Existe la moneda, pero velada por el papel. Solo podemos saber su valor cuando
el lápiz ejerce presión sobre la hoja. Del mismo modo, existe la carta natal, pero solo
descubrimos su cualidad cuando nuestra conciencia la reconoce en los hechos de
nuestra historia personal. La moneda transparenta su valor cuando el lápiz presiona
sobre el papel que la cubre. La carta natal (la moneda) revela el simbolismo de los
hechos de nuestra vida cuando la conciencia (el lápiz) percibe el significado de la
experiencia concreta (el papel).
En la paradoja del juego, no podemos ver la moneda sino transparentada en el
papel. La moneda tiene entidad de misterio y solo brinda información en el momen-
to en que la acción del lápiz comienza a revelarla. Nunca podemos dar cuenta de la
carta natal, no por falta de algún tipo de aptitud especial, por ausencia de talento o
por insuficiente esfuerzo, sino porque su existencia solo cobra sentido en ese acto
mágico de transparencia y significado del que es capaz la conciencia. Esa conciencia
que significa los hechos que vivimos es el lápiz presionando el papel. Mientras el lápiz
no presiona, el papel nada pone de relieve y la moneda permanece velada. Esto es,
mientras la conciencia no significa los acontecimientos, estos se nos aparecen alea-
torios, carentes de sentido, fuera de todo orden. Si la conciencia no está activa (lápiz
presionando), el alma no se revela (moneda).
Pero quizás la metáfora más adecuada sea la de la carta natal como un mapa de
navegación. En esa imagen, nosotros (nuestra conciencia) somos una barca y la carta
natal, el mapa que nos guía en nuestra travesía en el mar, una vez que soltamos nues-
tro amarre al muelle (el cielo del momento del corte del cordón umbilical).
El viaje de nuestra vida no se desarrolla en un territorio preciso, seguro y previsi-
ble. La nave de nuestra conciencia recorre una sustancia misteriosa, sujeta a cambios
16 Alejandro Lodi

y alteraciones que responden a profundas corrientes oceánicas y al giro de los vientos,


es decir, a fuerzas que superan el dominio de nuestras velas y timones. La carta de
navegación –la carta natal– nos permite confiar en intenciones y propósitos que exce-
den nuestra voluntad y nuestra previsión. Nos provee de claves acerca de cómo atra-
vesar una experiencia sujeta a lo impredecible, de cómo acompañar un movimiento
que desborda nuestra posibilidad de control y, entonces, arribar a buen puerto.
La carta natal –como una carta de navegación– nos brinda seguridad porque nos
anuncia que no somos ni nos pasará cualquier cosa. No obstante, al mismo tiempo, no
nos indica definitivamente quiénes somos ni qué nos habrá de pasar. Describe nuestro
viaje sin definir cuál es. Transparenta orientaciones oportunas sin anunciar puertos de
llegada. Nos abre a sentidos sin permitir que nos cerremos a planes y objetivos.
La carta natal no es un fatal condicionamiento ni representa una autoridad que
sanciona quiénes somos, qué debemos hacer y qué nos va a pasar. Cuando nos vincu-
lamos con nuestra carta natal como con un mandato exigente e inapelable con el que
debemos cumplir, nos extraviamos de su creatividad y le otorgamos la absoluta res-
ponsabilidad de nuestra vida: no podemos responder por nosotros mismos a los de-
safíos de nuestra existencia porque en la carta natal ya está establecido lo que debe ser.
Nuestro mapa de navegación aporta indicaciones, no instructivos. Incita a direc-
ciones, no impone misiones. Es una guía que sugiere rumbos, revela órdenes. Atenta
a nuestro discernimiento y a nuestras decisiones, la carta natal siempre los inscribe en
un orden y en un sentido, a veces con rigor y a veces con gratificación, según cuánto
nos hayamos alejado de o alineado con nuestra gracia. No juzga nuestras acciones ni
sanciona nuestras conductas, sino que a nuestras acciones y conductas las contrasta
con lo que en verdad somos. Confía en nosotros e inspira nuestra confianza en ella.
Las indicaciones de la carta natal se tornan impecables cuando nos reconocemos
en esa dirección que traza el misterio que anima nuestras vidas, la fuerza de un pro-
pósito amoroso y cósmico que excede nuestro control personal.

Cielo y Tierra en correspondencia

Que el diseño del cielo sea análogo al diseño del carácter y del destino de un in-
dividuo es una evidencia que se sostiene en el principio de correspondencia. El arcano
Astrología, conciencia y destino 17

axioma hermético: “Como es arriba es abajo”. Somos la realización de un instante


de la vida del cosmos. No estamos separados de la eterna actividad del universo. No
somos “otra cosa”. La energía de la vida necesita de la experiencia en la forma para
expresar su cualidad. La forma concreta y sustancial necesita el rayo de cualidad que
le da vida. Energía y forma son dos dimensiones de un único proceso, en necesaria y
orgánica correspondencia. Responden una a otra de un modo simultáneo (no cau-
sal) y recíproco (no subordinado).
Por correspondencia, entonces, la psique humana se refleja en una más vasta. Lo
psíquico no surge de la nada, no es una gracia exclusiva otorgada a la experiencia hu-
mana ni es su invención. Si existe una psique humana es porque se corresponde con
una psique cósmica. El orden que transparentan las estrellas, con sus regularidades
impecables, está en correspondencia con el orden de la experiencia en la Tierra. El
concierto del sistema solar describe y guía el desconcertante acontecer de nuestras
vidas humanas. No es un modelo de lo que debemos hacer ni es la causa de nuestras
vivencias, sino una evidencia que se corrobora, una sincronicidad, un sistema de res-
puestas recíprocas y simultáneas.
Nuestra voluntad personal puede alinearse con esa reciprocidad correspondien-
te o tener la pretensión de desviarse de ella. No se trata de obedecer o resistir (plan-
tearlo en esos términos revela el supuesto de una autoridad que impone modelos y
dictamina debidas conductas). Se trata de afinar o no con una vibración energética.
La carta natal, la percepción de un sentido convocante, contribuye a tal afinación
con nuestra existencia y delata nuestras desafinadas aspiraciones. La carta natal se-
ñala un curso oportuno y expone el extravío de nuestros desvíos.
Profundizando en la clave psicológica, la carta natal deja en evidencia que cier-
ta incomodidad y sufrimiento de nuestra vida es efecto de una “interpretación de-
safinada” de la matriz energética que nos constituye. Esto significa que, por causas
históricas y condicionamientos heredados, la imagen de nosotros mismos que
tempranamente forjamos –con los deseos, proyectos y expectativas de logro que
la constituyen– representa una distorsión, un malentendido respecto a lo sugiere
nuestra naturaleza. Esta distorsión y malentendido no es un error que algunos seres
cometan y otros no. Es inevitable y, en ese sentido, una condición del viaje de la con-
ciencia: todos los humanos despertamos a niveles creativos de nuestro ser a partir de
descubrir lo que no somos.
18 Alejandro Lodi

Por cierto, tomar nota de nuestras distorsiones y malentendidos habrá de exi-


gir la resignificación profunda de lo que creemos ser. Esto, antes que una mejora de
nuestra identidad, representa una auténtica transformación personal. Ya sabemos
que todos intentamos confirmar nuestras imágenes y, por lo tanto, nos resistimos
a nuestras transformaciones. Solo las aceptamos cuando tocamos el límite del pa-
decimiento tolerable. Antes de asumir nuestra “desafinada ejecución”, es probable
que intentemos convencernos a nosotros mismos y convencer a los demás de que,
en verdad, es el “conjunto de la orquesta” el que está fallando. Antes de aceptar un
cambio radical en nuestra postura existencial, congestionaremos nuestros vínculos
con confrontaciones y la expresión de nuestro destino con reclamos.
La palabra correspondencia hace referencia a niveles que se co-responden, a niveles
que responden unos a otros, en modo simultáneo. El diseño del Cielo se correspon-
de con el de la Tierra. El orden del macrocosmos con el del microcosmos. El sistema
solar con nuestro sistema psíquico. Esos planos –siendo diferentes– no están sepa-
rados, sino vinculados en una dinámica de relación que no se detiene.
Es este supuesto perceptivo el que sostiene nuestra mirada astrológica. Soy iden-
tidad personal y destino, lo que creo ser y lo que me ocurre, yo y mis vínculos. La as-
trología nos invita a disolver la ocurrencia de ser algo distinto a lo que percibimos y
a lo que vivimos. Cada vez que trazamos fronteras, nos alejamos de la percepción de
un orden correspondiente, generamos separatividad y alimentamos la pesadilla es-
quizoide de la disociación. Y cada vez que disolvemos fronteras, somos permeables
a la manifestación de correspondencias, generamos reconocimiento con el otro y
nutrimos la potencialidad creativa de los vínculos.
El principio de correspondencia nos invita a ver relación allí donde nuestra per-
cepción disociada ve separación. Y es aquí donde la astrología se muestra como
portal a la vivencia transpersonal. La realidad, tal como la registramos desde nues-
tros inevitables condicionamientos perceptivos en los que conformamos nues-
tra identidad, se presenta ahora transformada y, por eso, desafía las definiciones
de nuestra imagen personal (con su carga de ideas, valores, memorias, afectos y
complejos). El alma descubre vínculos allí donde el espejismo de la personalidad
necesita ver divisiones.
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Correspondencia entre energía, psicología y hechos

La astrología se compone de símbolos que representan principios energéticos, vi-


vencias psicológicas y acontecimientos. Tres dimensiones que pueden ser discriminadas
(sería patológico no hacerlo). Sin embargo, distinguir esas dimensiones (energética,
psicológica y fáctica) no implica disociarlas.
Esto es fundamental: no existen energías por un lado, psiquismos por aquí y
sucesos por allá, sino que cada hecho concreto se corresponde con un contenido
psicológico y una cualidad energética, tanto como toda vibración energética se co-
rresponde con una vivencia psicológica y con sucesos de la vida cotidiana. Vibración,
psiquis y acontecimientos son planos que se corresponden. Energía, psicología y hechos
son dimensiones diferenciadas que no están separadas.
Diferenciar no implica separar, discriminar no implica dividir. Cada plano de mani-
festación diferenciado de la realidad se corresponde con los demás, están vinculados
entre sí. Es ilusorio suponer que existen de un modo autónomo e independiente;
por el contrario, cada plano (energético, psicológico y fáctico) responde a los otros,
tiene entidad en una relación de correspondencia con los otros.
Esta es la magia de la astrología. En esto consiste su carácter sorprendente para
nuestro habitual estado de percepción de la realidad. La astrología nos permite afir-
mar, por ejemplo, que nuestra columna vertebral, la relación con nuestro padre, el vínculo
con la ley y el desarrollo del sentido de realidad se corresponden y que cada alteración en
uno de esos planos se está produciendo en los demás. Cuando la práctica astrológica
no da cuenta del principio de correspondencia, esto parece irracional, delirante o
absurdo. Pero, cuando nuestra vivencia de la astrología incluye el principio de co-
rrespondencia, esa respuesta simultánea de distintos niveles comienza a resultar una
obviedad que se ve todo el tiempo y en todas partes. Así, el principio de correspon-
dencia se transforma en una evidencia eterna e infinita.
Energía, psiquis y cuerpo son distintas dimensiones de una misma realidad. Vi-
bración energética, vivencia psicológica y hecho concreto se implican recíprocamente y
no tienen entidad alguna por separado. En un símbolo, la energía toma forma tanto
como la forma expresa energía. En nuestra carta natal, la cualidad del diseño de un
momento del cosmos toma forma vivencial en una experiencia humana, tanto como
la experiencia concreta de nuestra vida expresa la energía de un diseño del cosmos.
20 Alejandro Lodi

Diseño implica orden. Las regularidades que teje el entramado de planetas y el


fondo de estrellas revelan un orden sincrónico con el de los sucesos en la Tierra. Ese
orden y sus regularidades quedan a disposición del discernimiento humano. El or-
den del cielo en sincronicidad con el despliegue de nuestra vida. La regularidad del
cosmos en sincronicidad con la revelación del ser que nos anima.
Nuestro destino se corresponde con el orden del cosmos. Nuestra vida en la Tie-
rra, con el diseño del cielo.

Bibliografía recomendada

Bailey, Alice. Los trabajos de Hércules. Buenos Aires: Fundación Lucis. 1997.
Jung, Carl. La interpretación de la naturaleza y la psique. Barcelona: Paidós.
1983.
Tres Iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1987.
Capítulo 2

UNA EXPERIENCIA
POLAR
Ante nosotros se abre una tarea enorme: reunir los opues-
tos que hemos creado adentro y afuera, liberarnos de la
mecanicidad aislante a la que nos hemos habituado, to-
lerar la información de la cual nos hemos protegido por
tanto tiempo, atrevernos a desorganizar la estructura apa-
rentemente eficiente, pero a todas luces peligrosamente
limitada de nuestro sistema entero de creencias.

Eugenio Carutti, Inteligencia planetaria.

El círculo del mandala

Como símbolo de identidad y de despliegue del ser, que la carta natal sea un
mandala resulta fundamental. Que se trate de información en círculo y no en línea in-
dica que la conciencia no es una flecha disparada en forma recta hacia el futuro desde
el pasado. Que el mapa de navegación de nuestra vida sea un mandala nos dice que
no tenemos (no somos) puntos absolutos de partida y llegada.
Que la carta natal sea un círculo sugiere el viaje de la conciencia como una experien-
cia curva. Ese movimiento en espiral del despliegue del ser es resultado de una dinámi-
ca existencial que oscila entre polos. Una dinámica de polaridad. Un pulso que siempre
expresa dos movimientos: porque existe un impulso en una dirección, existe otro im-
pulso simultáneo en la dirección compensatoria. El desarrollo de la psique como una
doble hélice. El pulso consciente y no consciente que teje nuestra existencia. El yo y el
destino en caduceo. La carta natal como dinámica polar en espiral expansiva.
22 Alejandro Lodi

El caduceo. La carta natal en espiral expansiva.

En un círculo, cada punto tiene su opuesto, cada posición forma eje con otra
complementaria, cada polo es dos polos. Afirmar un polo es darle entidad a otro polo.
En círculo, no existen posiciones separadas ni polos autónomos e independientes.
En círculo, solo existen relaciones: posiciones en vínculo y polos en codependencia.
La carta natal como mandala nos dice que somos vínculo, no individuos separa-
dos. Somos con otros, somos en relación. Se trata de un enlace inevitable: en círculo,
el intento de separarnos nos aproxima a lo rechazado. El repudio es abrazo. Cortar el
lazo es reforzar el nudo. La afectación del otro revela el vínculo que tengo con él. La
conciencia mandálica disuelve la fantasía de separatividad.
El principio de polaridad nos dice que toda posición se replica en su comple-
mentaria, que todo polo está en espejo con otro. Toda definición de lo que es expone
lo que no es. Cada vez que fijo conscientemente quién soy, ostento inconscientemente
lo que no sé que soy. La identificación consciente con determinadas cualidades deja
expuesta la negación inconsciente de las opuestas.
Puede parecer un juego de palabras desesperante, solo si lo planteamos como un
problema al que queremos darle una solución definitiva. Y eso es lo que hace el pen-
samiento lineal ante la paradoja circular: ¿cómo hacer para salir de la polaridad y ser
plenamente yo? La imagen de un yo pleno, prescindente de toda vincularidad y libe-
rado de aspectos inconscientes, es la fantasía de un yo luminoso e inmaculado que ha
conquistado su autenticidad y expresa su genuino ser. Ser conscientes de la dinámica
de polaridad implica la disolución de este encanto, el conjuro de este hechizo.
Astrología, conciencia y destino 23

La constancia perceptiva del principio de polaridad y del carácter circular de la


dinámica psíquica es la caída de la creencia en un punto de llegada definitivo en el
que, gracias a méritos personales, somos conscientes de todo y sabemos perfecta-
mente quiénes somos. En conciencia de la dinámica de polaridad y de su circula-
ridad, queda en evidencia que la real pesadilla es aquella aspiración de conquista
final y de que el pulso entre lo consciente y lo inconsciente se detenga. Liberados
de ese ensueño, brota la percepción de que somos aquello que creemos ser y lo que
no sabemos que somos; o, dando una vuelta de tuerca más, porque creemos ser esa
imagen que tenemos de nosotros mismos, quedan velados contenidos legítimos y
profundos de nuestro ser. Es el juego de luz y sombra del viaje de la conciencia.

El juego de la luz y la sombra

Bajo su diseño curvo y en espiral, el despliegue de la conciencia no tiene punto


de llegada. Es una incesante oscilación entre polos desde que despertamos a la vida
hasta que retornamos al misterio. Necesariamente expresa una dinámica de la psique,
desde identificaciones polarizadas hacia el reconocimiento de la polaridad, desde la
lucha de polos en antagonismo hacia la vivencia yin-yang. El viaje de la conciencia se
desarrolla en conflicto con el destino (los hechos del mundo externo y las personas
con las que nos relacionamos) hasta que deviene el padecimiento de un colapso. Ese
colapso puede ser el fin del viaje: una cristalización terminal que no permite dar res-
puesta, la instalación de una patología psíquica que fija a la conciencia en repeticiones
mecánicas y anula intuiciones creativas. O puede ser un portal a la transformación
de la conciencia: la muerte del encanto de ser una entidad separada de la corriente
general de la vida y el nacimiento de una conciencia que se reconoce en el destino.
Nos identificamos con fragmentos de la totalidad del ser que nos anima. Y atrae-
mos inconscientemente los contenidos excluidos y complementarios. Nos iden-
tificamos con fragmentos de nuestra carta natal y excluimos los contenidos que
no confirman esa identidad, negándolos, reprimiéndolos o proyectándolos en los
demás y en el destino. La luz proyecta sombra. La luz genera su correspondiente
sombra. La imagen personal de nosotros mismos con la que estamos identificados
propicia su correspondiente destino. Lo que vemos en los demás y sentimos ajeno
24 Alejandro Lodi

a nosotros, lo que los demás ven en nosotros y juzgamos injusto o equivocado, es el


llamado de la sombra a su encuentro. El otro es la sombra.
Nuestras identidades fragmentarias generan destino. El yo atrae destino: expe-
riencias que nos acercan a aquello de lo que intentamos separarnos. El destino como
reunión, como cita con lo que soy y evito. Lo evitado es un contenido del ser que me
anima y que, no obstante, parece no ser mío, porque contradice la imagen que tengo
de mí mismo. Lo evitado es la sombra de esa luz que representa la imagen consciente
de mí mismo.
La sombra no es lo que todavía no ha sido iluminado, no es lo que al yo conscien-
te le falta aún integrar del inconsciente. La sombra no es un trabajo que tengo pen-
diente. La sombra no es deber ser (esto es, un compromiso que debo cumplir). La
sombra es el ignorado complemento de la imagen luminosa del ego. La sombra no
le pide al yo que mejore, sino que se transforme. La sombra no nos pide crecer como
personas, sino morir a la imagen egoica. La madurez de la conciencia no implica una
versión mejorada del yo, sino su mutación. No implica sabiduría, sino una alteración
de la percepción de la realidad.
En consulta vemos la potencialidad de la carta natal (de una vida) y también el
recorte de ella en la que ha hecho identidad la conciencia personal. El yo desarrolla
mecanismos de defensa para evitar el contacto con todo el contenido psíquico que
ha sido descartado y que representa una amenaza a su existencia. Necesita defender-
se por supervivencia: el yo sólo es, sólo subsiste, si se confirman los atributos con los
que se ha identificado. Toda información que no refuerce esa sensación de identidad
personal es percibida como ajena, como un riesgo mortal. Cuando esos mecanis-
mos defensivos se muestran ineficaces, aparece entonces el sufrimiento psicológico.
Y es ese padecimiento el portal a la transformación. Lo único que puede disolver ese
dolor es reconocerse en lo temido, aceptar la sombra.
En cada consulta, el reto del astrólogo es descubrir dinámica de polaridad en
las polarizaciones del consultante. Exponer la oportunidad detrás de cada pade-
cimiento. Ver yin-yang donde la persona sufre antagonismo. Si en el antagonismo
la conciencia siente orgullo o satisfacción, entonces no hay consulta. Para percibir
yin-yang tiene que haber insatisfacción o dolor. Y ver yin-yang significa percibir la
evidente interpenetración de los polos en conflicto, el ineludible abrazo de aquello
que parece rechazarse, la creativa cópula de lo que se creía en recíproca exclusión.
Astrología, conciencia y destino 25

Polarización. Dinámica de polaridad.

El sufrimiento de la persona está en vínculo con lo que la identificación cons-


ciente ha dejado afuera. El desafío de la entrevista astrológica consiste en estimular
la sensibilidad del consultante (disolviendo el miedo y abriendo confianza) para que
se reconozca en (acepte) el destino del cual se siente víctima, en facilitar que el espa-
cio de consulta le permita resignificar su relato de vida desde una nueva luz, es decir,
desde una nueva y más comprensiva imagen de sí mismo.
Cada imagen de uno mismo que emerge disuelve a la anterior e inicia una nueva
trama de la dinámica de revelación del ser, dinámica que siempre será entre cons-
ciente e inconsciente, identidad y destino, luz y sombra. La dinámica no tiene un punto
de llegada, no tiene una cima que deba ser alcanzada con destreza o mérito. La di-
námica consciente-inconsciente es la sustancia misma de la conciencia. Concien-
cia es dinámica. Conciencia es viaje. Un viaje que revela un territorio que no puede
conocerse si no es desarrollado. La carta natal es el mapa de un territorio que cobra
sentido mientras es recorrido. Ese territorio es una vida humana y un destino. La
carta natal es el mapa presente de un territorio siempre futuro.
La carta natal delata la parcialidad de nuestra imagen personal. Expone los con-
tenidos con los que nos identificamos tanto como aquellos otros en los que no nos
reconocemos y que cobran, entonces, entidad como destino. La carta natal nos in-
forma que ese destino nos pertenece y tiene un potencial de creatividad insospecha-
do. Nos pone en un trance crucial: si aceptamos el destino como propio, cobrarán
nuevo significado sucesos y acontecimientos hasta ahora incomprensibles y de los
que acaso nos sentimos víctimas. La historia personal y nuestra identidad asociada
entran en crisis. Lo que creíamos ajeno y exterior a nosotros comienza a ser per-
cibido como pertinente y propio de una dimensión desconocida de nosotros mis-
mos. Semejante hito no puede dejar de ser una auténtica conmoción existencial. El
destino se convierte en una cita con las profundidades de nosotros mismos, en un
desafío de creatividad inimaginable, desbordante de vitalidad y verdad.
26 Alejandro Lodi

Dinámica de polaridad y polarización

La dinámica de polaridad es una evidencia perceptiva. La conciencia es un mo-


vimiento en despliegue. La conciencia es un ejercicio de polaridad. Percibimos la
realidad revelada en polos, nuestra conciencia la descubre oscilando entre ellos. La
realidad no es una, sino siempre dos. No somos unidades fijas siempre iguales a sí
mismas, sino que somos duales y dinámicos. Somos polaridades desarrolladas en el
tiempo. La polaridad es una dinámica, no un problema. La polaridad no se resuelve,
se despliega.
La percepción de nosotros mismos como individuos separados implica un con-
dicionamiento y distorsión de la dinámica de polaridad. El discernimiento de la vi-
vencia de un mundo interno y un mundo externo, de mí mismo y los otros, de la
imagen personal y el destino, adquiere el convincente carácter de realidad objetiva
y el vínculo entre polos se convierte en frontera. Los polos en relación pasan a ser
polos en conflicto: el “y” se convierte en “o”. En esta disociación, la sensación de iden-
tidad personal, de ser yo, queda asociada con la identificación con un polo y, por lo
tanto, con la negación del otro. Identificado con mi mundo interno, conmigo mismo
y con mi imagen personal, el mundo externo, los otros y el destino se convierten en
una amenaza. La identificación fragmentaria del ego personal necesita que la totali-
dad la confirme. En la fantasía de ser uno, la relación con los demás se transforma en
un campo de batalla.
La identificación personal con un polo, con fragmentos de la totalidad que so-
mos, implica convertir la dinámica de polaridad en polarización. La polarización es
una distorsión psicológica de la dinámica de polaridad. La polarización es el intento
de “resolver el problema” de la dinámica de polaridad. La polarización es conflicto:
el polo que soy debe prevalecer de un modo definitivo sobre el polo que no soy. Es
la pesadilla de la psique humana: la necesidad de controlar la voluntad de los demás
y el destino. La polarización es el hechizo autodestructivo de detener el flujo vital y
de obligar a que la totalidad responda a un fragmento: la voluntad de los otros y el
acontecer del destino giran alrededor de mi necesidad de confirmación existencial.
La polarización es el extremo patológico de la ilusión de separatividad. La pola-
rización es el tóxico encanto de la voluntad individual. Aquella paradójica dinámica
de opuestos complementarios queda reducida a la hegemonía absoluta de los pro-
Astrología, conciencia y destino 27

pósitos de un polo. La articulación oscilante entre percepciones se fija en el imperio


de una mirada dominante.
En la polarización se pierde contacto con la percepción del juego de luz y sombra
como una dinámica, y se cristaliza la batalla entre lo luminoso y lo oscuro. La pola-
rización alimenta la fantasía de un mundo de pura luz, el épico triunfo del bien y la
definitiva exclusión del mal. La demonización del otro es proyección de la propia
oscuridad y evidencia la incapacidad de reconocerla en uno mismo como parte de
una dinámica creativa. Pretender ser pura luz genera un mundo de oscuridad.

La paradoja de la integración

La polarización no es un problema que se resuelva o una tensión que desaparez-


ca al desalojar los polos para permanecer en el “justo punto medio”. La polarización
se disuelve recuperando conciencia de relación, aceptando un constante recorrido
oscilatorio sin detenerse en los polos. El hechizo de la polarización se conjura siendo
sensibles a la dinámica de polaridad. La tensión de las visiones polarizadas de nues-
tro ego se desvanece en el paciente ejercicio de reconocernos vínculo.
La propia dinámica de nuestro psiquismo reproduce esa danza de interacción
entre el yo consciente y el inconsciente. El desafío de comprensión e inclusión de
los demás, la aceptación de nuestros vínculos como parte de la dinámica del propio
proceso psíquico, es conciencia.
Al desconfiar de los demás, el ego intenta confirmarse a sí mismo y eludir el en-
cuentro con niveles más creativos de su ser. El ego pretende que el universo confirme
la imagen que tiene de sí mismo, porque teme a la revelación de su misterio. El ego cree
que es algo separado de la corriente de la vida. Se separa de ella e intenta controlarla. Y
sabemos que separación es conflicto, miedo es sufrimiento.
Integrar la conciencia vincular es desintegrar las fantasías del yo. Integrar concien-
cia de polaridad es desintegrar el encanto de las posiciones fijas. La integración no
implica ser ajenos a los polos estableciendo un nuevo punto fijo equidistante de los
extremos, sino reconocer a ambos como naturalmente necesarios al despliegue de
una intención de la vida. El encuentro integrador de polos no es una gracia de la tole-
rancia, sino una orgánica asimilación amorosa. Es desencantar el “o” y recuperar el “y”.
28 Alejandro Lodi

Integrar la polaridad es desintegrar la fantasía de un centro consciente (un yo)


capaz de integrarlo todo. Integrar la sombra es desintegrar la luz.
La aspiración de integración total y definitiva es inconveniente y engañosa,
porque promueve inevitablemente la ilusión omnipotente de convertirnos en un
ser de pura luz. El “deseo de integrar” genera sombra. Para evitar este riesgo debe-
mos entrar en paradoja. El modo más creativo de significar el “anhelo de integra-
ción” es obligarlo a negarse a sí mismo: integrar es desintegrar.

Personalidad y alma

Más allá de la intención consciente con la que nos aproximamos a la astrología,


es la astrología la que mostrará que se propone algo con nosotros. En los meritorios
deseos de mejorar como personas o de alcanzar la integración personal, el alma en-
cuentra una oportunidad para transparentar sus propósitos. Y el alma no ofrece que
nos mejoremos, sino que necesita y pide que nos transformemos.
La personalidad aspira a confirmarse a sí misma y para eso se compromete a “me-
jorar y saber más”.
El alma aspira a liberar y para eso promueve la transformación de toda forma fija
de identidad.
La personalidad no quiere transformarse, sino ratificarse.
El alma no quiere fijarse, sino circular.
Y en esta dinámica entre personalidad y alma, entre lo que anhela permanecer y
lo que propicia mutar, se desarrolla el viaje de la conciencia.
En algún momento de nuestro encuentro con la astrología se despertará un es-
tímulo vital, se encenderá la confianza en un vivo sentido existencial. Allí, el dolor
será descubrir que ya no es posible responder a ese llamado de expansión y trascen-
dencia que ha brotado en el corazón, sin aceptar la muerte de esa imagen personal
que quiere mejorar. Esa imagen personal no tiene la capacidad de contener ni de
integrar aquello a lo que la conciencia ya se ha hecho sensible. Porque eso que la
conciencia ha comenzado a experimentar va a desafiar necesariamente la seguridad
de lo que creo ser y (fundamentalmente) el orgullo de lo que creo no ser. Esa inédi-
ta sensibilidad que comienza a traslucirse va a dejar en evidencia la percepción de
Astrología, conciencia y destino 29

un ser mucho más complejo y rico de lo que la luminosa imagen que tengo de mí
mismo dice.
Dar cuenta de esa complejidad requiere reconocernos en contenidos oscuros
que hasta ahora parecieron ajenos, externos o azarosos. La imagen luminosa de no-
sotros mismos inconscientemente se ha configurado en oposición a esos conteni-
dos repudiados. Por lo tanto, el desafío de expansión de conciencia implica necesaria-
mente reconocernos en lo que rechazamos, tememos o negamos, y que seguramente
sancionamos en los demás.
La emergencia del alma obliga a abrir el miedo. Expuesto el miedo, la identidad
construida para defenderse de él se pulveriza. Como los muertos o los fantasmas, será
polvo. La sensación de identidad será otra, el mundo externo se habrá revolucionado.
De modo que, en determinado momento del viaje, la personalidad que anhela
“saber más y mejorar” se descubre sensible a la sombra de sus creencias, conviccio-
nes, seguridades y sentimiento de dignidad personal. A la conciencia se le plantea
entonces una encrucijada. Solo tiene la opción de morir a esa identidad personal
o de reprimir aquel –incómodo y sombrío– contenido emergente. Pero la opción
es falsa. Porque en el éxito de esa represión únicamente generaría dolor personal,
intoxicación vincular y catástrofes de destino. En verdad, no hay opción alguna. Ante
la evidencia de lo que ha permanecido oculto en nuestro inconsciente, su evitación
es solo la sufrida postergación de un encuentro grabado en el destino.
En ese proceso del despliegue de la conciencia –del que la personalidad participa
con la aspiración de confirmarse y dispuesta a adquirir mayor conocimiento y sabi-
duría– comienza a hacerse evidente la intención del alma: la estimulación de una muy
peculiar sensibilidad (no personal, no deliberada, sino transpersonal y que toma por
sorpresa) que habilita la percepción de que el mundo interno y el mundo externo, la
identidad personal y los otros, lo que siento ser y el destino, son dimensiones de un
único juego, polos de una misma dinámica, planos de manifestación de un mismo
ser que, presentándose separados, se corresponden inevitablemente.
La astrología tiene el potencial de poner esas intenciones del alma a nuestro al-
cance, de transparentarlas a nuestra conciencia. Y allí se presenta la paradoja: todo lo
que florece a nuestra percepción –y la conmoción que experimentamos– a partir del sutil y
poderoso estímulo de los símbolos astrológicos, no puede ser contenido en los valores, creen-
cias, memorias, afectos y proyectos que configuran nuestra personalidad.
30 Alejandro Lodi

Si la conciencia quiere responder a ese llamado de confianza y expansión, en-


tonces la identificación consciente con nuestra personalidad debe morir. Se hace
explícito que no es nuestra identidad personal la que se expande, crece y se hace
más grande, sino que tal expansión de conciencia permite ver la insuficiencia de esa
forma de identidad, vivenciar otra realidad de lo que somos.
Esa imagen egoica que habitamos, por su propia condición constitutiva, nos
brinda la segura sensación de ser individuos definidos. Y lo hace a partir de pro-
mover la muy convincente creencia de estar separados de los demás, del mundo y
de la corriente de la vida. La sensación de “ser yo” es necesariamente separativa. La
identificación con la imagen luminosa de nosotros mismos vive en el hechizo de la
polarización; se alimenta de él y lo reproduce. Y, por eso, esa sensación de identidad
separativa representa necesariamente un obstáculo a la sensibilidad de un orden amo-
roso. Una barrera que impide que el alma fecunde a la conciencia en la percepción
de correspondencias, vínculos y relaciones entre aquello que parece presentarse aje-
no, separado y disociado.
La transformación es la muerte de esa sensación de identidad específica y sepa-
rativa. Es nuestra identificación excluyente con esa imagen mental y afectiva de no-
sotros mismos la que habrá de colapsar. En su dinámica incesante, el alma impregna
a la conciencia, desbordando la personalidad conocida. La conciencia, entonces, se
reorganiza en la transformación de esa identidad personal, generando una nueva
personalidad (sensación de ser yo) capaz de contener mayor complejidad y, por lo
tanto, cada vez menos excluyente y separativa. Y esa personalidad, en algún momen-
to, a partir de un nuevo estímulo del alma, también cesará.
Aceptar transformarnos antes que mejorar es reconocernos en esta dinámica
eterna. Ya no ser un yo separado, para asumir ser yo en vínculo (con los otros, con los
hechos, con las cosas del mundo). La conciencia de una dinámica de polaridad y no
una identidad polarizada. La expresión de una perpetua danza entre personalidad y
alma, no el triunfo de una sobre otra. La conciencia participando de un juego que no
tendrá ni final ni ganadores.
Concretamente, no se trata de dejar de mostrar una personalidad, sino de ya no
poder sostener la creencia de que somos esa imagen (aunque creamos haberla me-
jorado). Por cierto, hay un valor en desarrollar una identidad personal, hay una fun-
cionalidad orgánica. No sostenernos en los bordes de una personalidad nos dejaría
Astrología, conciencia y destino 31

condicionados a la voluntad de otros, dependientes y sin posibilidades de asumir


responsabilidad sobre los desafíos de la vida cotidiana. Definir límites personales
es un logro evolutivo y saludable. Pero estar identificados con esos bordes y límites
convierte el mundo de las relaciones en un infierno y genera la pesadilla del sufri-
miento psicológico. La batalla contra los demás para confirmar quien creo ser. El
encuentro con el otro como lucha de poder antes que como experiencia de transfor-
mación. Allí, la sana y necesaria diferenciación personal se cristaliza (en el mejor de
los casos) en disociación neurótica.
¿Cómo habitar nuestra personalidad sin identificarnos con ella, mantenién-
donos abiertos a la transformación que el encuentro con el destino (los otros, los
hechos) promueve incesantemente? ¿Cómo responder a los propósitos del alma,
sosteniendo y ejerciendo la funcional singularidad personal en el mundo? ¿Cómo
abrir amorosidad sin confundirnos en un extravío caótico? ¿Cómo diferenciarnos sin
disociarnos de la corriente de la vida?

Bibliografía recomendada

Bailey, Alice. Tratado sobre los siete rayos. Psicología esotérica II. Buenos Aires:
Fundación Lucis. 1994.
Carutti, Eugenio. Inteligencia planetaria. Buenos Aires: Vladi Editions. 2014.
Jung, Carl. Aion. Barcelona: Paidós. 1997.
–. El hombre y sus símbolos. Barcelona: Caralt. 1984.
Jung, Carl y Wilhelm, Richard. El secreto de la flor de oro. México: Paidós.
1987.
Tres Iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1987.
Wilber, Ken. La conciencia sin fronteras. Barcelona: Kairós. 1990.
Capítulo 3

UNA REVELACIÓN
DEL MISTERIO
El cosmos entero es una forma misteriosa y codificada
en la psique de cada uno de nosotros,
que se vuelve accesible en una autoexploración
profunda y sistemática.

Stanislav Grof, El juego cósmico.

Dos disposiciones básicas en la interpretación astrológica

Podemos convenir que existen dos disposiciones básicas frente al desafío de


interpretar una carta natal. Una de ellas es mecánica, determinista, descriptiva, cla-
sificatoria, literal. Define las características de la personalidad de una manera fija y
estática, al mismo tiempo que prescribe “aquello que debe hacerse” y “aquello que
debe evitarse”. Así, desde esta mirada, el individuo es siempre el mismo y sólo puede
“ganar o perder”, ser feliz o desdichado, premiado o castigado por la vida, según sepa
aprovechar o no los momentos favorables y evitar los infortunios (y tanto los unos
como los otros, por supuesto, podrían ser previstos por el astrólogo). Fundamental-
mente, el individuo aparece separado de los acontecimientos externos, en una rela-
ción de temor y conflicto respecto al mundo. Desde ese miedo y desconfianza a la
vida, la astrología emerge como una herramienta para controlar el destino.
Otra manera de disponerse a la interpretación de una carta natal parte de una con-
cepción del individuo vinculada a movimiento y despliegue. Desde esta mirada, la
relación con el destino resulta dinámica, transformadora y creativa, en el sentido de
que aquello que profundamente somos se revela y se hace manifiesto en el vínculo con nuestro
34 Alejandro Lodi

destino. Así, el anhelo de controlar los acontecimientos de nuestra vida cede ante la per-
cepción de que intentando evitar nuestro destino (porque tememos que no coincida
con nuestros deseos) estaríamos eludiendo la revelación de niveles creativos de nues-
tro ser y confirmando nuestra identificación con el miedo, la desconfianza y el control.
Esta otra mirada disuelve las fronteras entre mundo interno y mundo externo, ya
que fundamentalmente incluye el destino como parte del proceso psíquico del ser,
antes que considerarlo como algo exterior, amenazante y temido. Nuestros víncu-
los, acontecimientos y experiencias de la vida en absoluto resultan azarosos y fatales,
sino profundos símbolos ligados al misterio, a la manifestación del inconsciente, a la
dinámica del proceso psíquico y, en definitiva, al desarrollo de la conciencia.

Conciencias en revelación, destinos en relación

Las posiciones de los planetas en una carta natal y las relaciones entre ellos mues-
tran diseños que permiten significar la organización psíquica interna de una persona
y el vínculo con su destino. La estructura de la carta natal no es un modelo fijo que
debe ser cumplido, no es el manual de instrucciones para el correcto funcionamien-
to de una máquina ya construida. La carta natal no es real, es solo un mapa que ad-
quiere realidad en la exploración de una vida. El mapa adquiere sentido únicamente
cuando es explorado el territorio que cartografía; solo allí la información del mapa
se hace real. Conocer el mapa no es conocer el territorio, pero sí resulta útil y funda-
mental para reconocerlo cuando ese territorio comienza a ser experimentado.
Los sucesos de nuestra vida son la realización de la carta natal, no el acierto o la
falla respecto a un plan que alguien pueda conocer de antemano. El astrólogo no
sabe lo que debería ser la vida de una persona. El astrólogo no lo sabe. Y no lo sabe
porque una vida humana no es una obra ya conocida con la que solo reste ser conse-
cuente, sino una creación vincular, una cocreación de la que participa tanto nuestro
propósito consciente como el que florece en las redes vinculares en las que estamos
entramados. Una vida humana está siendo cocreada en el presente; no ha sido ya
creada en el pasado, de modo que solo reste, entonces, cumplir con ella. Una vida
humana no es una misión o plan predeterminado que ha de ser ejecutado y que uno
mismo o algún otro puedan conocer por leerlo en el mapa natal.
Astrología, conciencia y destino 35

La carta natal es una estructura vibratoria que se da a conocer mientras se de-


sarrolla. Somos el despliegue del ser que se revela en nuestros acontecimientos
y vínculos. No somos algo ya hecho y definido que deba ser llevado a cabo. No
somos a priori de la experiencia de vida. No estamos escritos. No somos una se-
cuencia lineal de hechos fatalmente predeterminados. La experiencia de vida nos
presenta los desafíos en los que se revela la conciencia de lo que somos. Los he-
chos y nuestros vínculos de destino son reveladores del ser del que vamos toman-
do conciencia. Esos acontecimientos no son azarosos, sino que responden a un
orden cíclico. En ese sentido, tienen un grado de objetividad: no ocurren en cual-
quier momento, no pueden ser eludidos. El movimiento del cielo es el movimien-
to de esa evolución. El movimiento de los planetas en el cielo marca los tiempos
de nuestros procesos, no solo biológicos y psicológicos, sino fundamentalmente
de las crisis de revelación. Los ciclos planetarios dan claves para que la conciencia
pueda significar los procesos más profundos de ese ser que se está revelando, del
espíritu en acción.
De esto se desprende otro potente supuesto de nuestra mirada astrológica: los
hechos de nuestra vida nunca son exclusivamente individuales, sino que siempre
son compartidos con otros y resultan significativos a la revelación de estructuras
energéticas de otras cartas natales, no solo de la propia.
Los acontecimientos específicos de nuestras vidas individuales responden al
entramado vincular. Los sucesos de nuestra vida son, al mismo tiempo, sucesos
en las vidas de otros. Un hecho que nos ocurre y que puede ser significado desde
nuestra carta natal, al mismo tiempo le ocurre a nuestra pareja, a nuestros padres,
a nuestros hijos, a nuestros amigos, etc., y cada uno habrá de significar el mismo
hecho de un modo distinto y acorde con sus estructuras y procesos individuales.
La carta natal aporta un simbolismo relevante para el significado de los hechos,
pero no indica los hechos específicos, sencillamente porque los hechos específicos
nunca son singulares y estrictamente asociados a una sola carta natal, sino que son
resultado de la convergencia –profundamente misteriosa e imposible de aprehen-
der o predecir– de múltiples claves vitales individuales. Los acontecimientos de
nuestra vida no tienen ninguna posibilidad de ser exclusivamente individuales y
personales, sino que siempre son vinculares y cocreados, siempre son la manifes-
tación de una corriente de pulsos vitales en red.
36 Alejandro Lodi

Por cierto, la carta natal sí nos indica cómo esos hechos resultan congruentes con
nuestra naturaleza y su despliegue. Pero solo lo revela cuando esos acontecimientos
están siendo vividos, cuando forman parte de nuestra experiencia vincular presente.
La carta natal no puede anticiparnos los sucesos concretos, pero sí la naturaleza del
tiempo en el que son vividos y los desafíos de destino que representan para los ras-
gos más fijos y temerosos de nuestra identidad en el viaje de la cocreación de aquello
que somos.

Ni conocimiento ni sabiduría ni mejora

La astrología no es un conocimiento. Aunque investigarla implique aprender


qué son sus signos zodiacales, planetas, casas, aspectos, ciclos y tránsitos, la astrolo-
gía no está allí. Podemos aprender todas esas cosas y sumarlas a nuestro saber, ha-
ciéndolas participar de nuestra visión conocida de la realidad externa e interna, sin
modificar en lo más mínimo nuestra imagen personal y sin cuestionar en absoluto
nuestra relación con el destino. Es decir, podemos saber astrología y, al mismo tiem-
po, ser profundamente ajenos a ella.
Considerándola un conocimiento académico, podemos estudiar astrología y
seguir pensando lo mismo que hace décadas, viendo la realidad de la misma ma-
nera y encantadamente identificados con aquello que creemos ser desde entonces
(incluso, con el valor agregado de contar ahora con una justificación astrológica).
La astrología, así, genera un prodigio: ratifica al ego y, al mismo tiempo, lo conven-
ce de haber mejorado. En esta fantasía narcótica, disfrutamos del éxtasis de sentir
que, sin habernos transformado, hemos progresado. La expansión de conciencia se
trasviste en agrandamiento del yo. Podemos trasladar todo lo aprendido en astrolo-
gía –como renovado mobiliario– a las construcciones mentales-emocionales que
ya habitamos. Reconfortados al sentir que la astrología nos confirma, nos aprueba,
nos mejora, nos engrandece, nos impregna de sabiduría y, fundamentalmente, nos
da la razón.
Sin embargo, eso no es astrología. O es utilizar la astrología para la autoexalta-
ción. El yo aprovechando la astrología para defenderse de su amenaza.
Antes que aportarnos maestría o sabiduría, la astrología nos mete en problemas.
Astrología, conciencia y destino 37

No nos permite seguir creyendo. Desnuda los supuestos inconscientes de nuestra


percepción de la realidad. La astrología delata a la personalidad y transparenta el
alma. ¿Qué significa esto? Profundizar en astrología nos abre a la percepción de que
el ego es el obstáculo para la emergencia del alma. Las imágenes del pasado en las
que hemos hecho identidad, las ideas y conceptos a los que adherimos para obtener
reconocimiento afectivo, las visiones de la realidad que adoptamos para pertenecer
y anular así la angustia de exilio, violentan la intuición de otras imágenes, de otras
ideas y de otras realidades que ofrecerían potencialidades de despliegue a dimen-
siones desconocidas y profundas de nuestro ser (o, mejor, de esa fuerza que anima a
nuestra conciencia). La simplificación del ego nubla la elocuencia de la rica comple-
jidad de la diversidad vital. El orgullo del yo bloquea la circulación del amor.
La astrología no mejora al yo, sino que enfrenta a la conciencia con la necesidad de
su transformación. La astrología no engrandece al ego, sino que expone a la concien-
cia con la evidencia de lo insuficiente que resulta esa construcción mental-emocional
para dar cuenta de la desbordante creatividad de la vida. ¿Qué significa esto? La as-
trología no nos hace “mejores personas”, sino que nos confronta con la incapacidad
de nuestra imagen personal para comprender y acompañar los desafíos del destino
y con la necesidad de transformar nuestras identidades cristalizadas.
La astrología es una alteración de la forma en que percibimos la realidad externa
e interna. Lo que aprendamos con la astrología no se suma a lo ya que somos; no nos
hace mejores ni sabios. La astrología no es un conocimiento que agregue a lo que la
personalidad cree saber, sino que habilita una información del alma que conmueve
la imagen que pretendemos conservar de nosotros y expone su ignorancia.

La emergencia de un orden

Toda realidad transparenta un orden. El orden no es previo al momento de ser


percibido. No es un orden que ya está creado y ahora es descubierto por la men-
te sagaz. El orden es creado en el momento en que se revela a la percepción, en el
momento en que es visto. El orden es cocreado por la conciencia en vínculo con los
acontecimientos. Y esto presupone un hecho prodigioso, trascendental y existen-
cialmente estremecedor: la evidencia de que esa cocreación implica la disolución
38 Alejandro Lodi

del borde que separa conciencia de acontecimiento. Cuando la conciencia se recono-


ce (y esto mucho tiene que ver con un reencuentro) en esos acontecimientos, cuan-
do percibe que es ese destino, se crea el mundo.
Nuestro destino transparenta un orden. La realidad de lo que sentimos, la viven-
cia concreta y material de lo que nos sucede, transparenta una verdad sorprendente,
conmovedora y siempre misteriosa a nuestros esfuerzos racionales. La materia de
nuestra vida es la divina sustancia donde se transparenta el alma.
En reverencia al misterio, sepamos que la astrología, su deslumbrante y afinada
congregación de símbolos y significados, excede nuestra necesidad de cartas natales.
La astrología es mucho más que estudiar cartas natales.
La astrología parece frustrar los intentos de definir nuestro ser, de descubrir claves
definitivas que nos brinden la seguridad de ser algo que ya esté escrito en algún lado con
coordenadas específicas. No nos permite definir nuestro ser porque, en verdad, nos
invita –paciente e implacablemente– a participar de su misterio, todo el tiempo y en
todo lugar, sin que nada quede fuera.
La experiencia de lo que es se impone a lo que creamos que diga o deje de decir
una carta natal. La experiencia de lo que es no está supeditada a lectura ni interpreta-
ción de mapa astral alguno.
Y astrología es delicada resonancia con la experiencia de lo que es.

Carta natal: imagen y construcción

La carta natal no está contenida en la imagen que tenemos de nosotros mismos.


Nosotros estamos contenidos en la carta natal.
La carta natal es más vasta que nuestra imagen personal. La carta natal simboliza
un territorio mucho más extenso que el espacio de seguridad en el que fijamos nues-
tra identidad. La carta natal es metáfora de una potencialidad del ser que nuestra
conciencia personal nunca terminará de actualizar.
El yo es un fragmento de la totalidad que representa la carta natal. Es una parcia-
lidad del conjunto de nuestra vida.
Hablar de “mi carta natal” es tan absurdo como hablar de “mi sistema solar”. Es
inapropiado. Confunde nuestra percepción. Distorsiona nuestra realidad. Da testi-
Astrología, conciencia y destino 39

monio de un supuesto perceptivo capcioso: creernos propietarios de aquello de lo


que participamos. No es el yo el sujeto de la carta natal. Ni el destino inscripto en
ella, un acontecer exterior y ajeno.
La carta natal orienta a la conciencia en dirección a reconocerse en el propósi-
to vital que la anima. El yo es vehículo (circunstancial y en constante adaptación a
nuevas incidencias) de la conciencia en el viaje exploratorio de su misterio. Esto no
significa que no exista la dimensión del “mi”, sino que esa dimensión se revela como
una (necesaria) construcción, no como una realidad esencial.
El yo (o nuestra personalidad) es una construcción. No es una construcción
deliberada, voluntaria o arreglada a estrategia consciente. Es decir, el yo no es una
construcción del yo. No puedo construir un yo a conveniencia de mi subjetividad,
aunque se trate de una ocurrencia muy promocionada desde el marketing espiri-
tual. El más habitual: “Ya que el yo es una construcción, constrúyalo usted mismo
ajustado a la conveniencia de sus intereses”. El más cotizado: “Sea un yo que ha tras-
cendido al yo”.
El yo es una construcción resultante de una dinámica. Y esa dinámica no se ajusta
a la voluntad consciente ni a los intereses de la personalidad.
El yo es una construcción que se revela y se ejecuta a partir de cómo la concien-
cia ajusta la relación entre adentro y afuera. El yo es el resultado (siempre sujeto a
dinámica) de esa articulación entre autoimagen y destino. El yo (o la personalidad)
es testimonio de la transitoria modulación entre mundo interior y mundo exterior
que la conciencia ha alcanzado a establecer.
La carta natal transparenta, al momento de ser consultada, el estado de esa ecua-
lización entre identidad consciente y misterio inconsciente. Describe la configura-
ción que adopta el juego de luz y sombra en cada específica interacción de la con-
ciencia con el destino. Contrasta las crisis de la personalidad con las oportunidades
del alma.
La construcción del yo tiene la impronta de la memoria. La memoria nos da un
lugar, una localización (un locus) ante el escalofrío de locura de un futuro abierto a
todas las posibilidades. Frente el desafío de lo novedoso, la conciencia construye un
yo seguro con los planos del pasado. Construir es recordar y reproducir. El encanto
de preservarnos de lo imprevisto. La construcción del yo siempre es condicionada
por el pasado y por el futuro, por la mecánica reacción y la temerosa anticipación.
40 Alejandro Lodi

Cuando la inseminación de futuro prevalece sobre la comodidad de lo cono-


cido, el destino nos exige nuevas construcciones. La creatividad desborda nuestra
mecanicidad. Nuevas construcciones son nuevo pasado, memoria resignificada. Re-
significar pasado implica la oportunidad de innovación en nuestras construcciones.
Descubrir un sentido trascendente en los estigmas del ayer. Si el pasado es otro, el yo
no puede ser el mismo.
La creatividad y nuestras construcciones: un juego de imágenes. El pasado y el
futuro: un juego de la mente conmovida en su sensibilidad al misterio.

El destino y el abrazo

Nuestra vida no es nuestra. A esa percepción nos expone la astrología.


En nuestra vida opera una intención, se expresa una inteligencia. Ese propósi-
to inteligente no es nuestro y, a la vez, es lo que anima nuestra presencia. Construi-
mos nuestra vida gracias a la dote de esa fuerza que, a la vez, excede todas nuestras
construcciones. Las construcciones de nuestra vida son perecederas, nuestra vida
es perecedera, mientras que la inteligencia generadora que enciende nuestras expe-
riencias vitales conscientes está fuera del tiempo: nunca se inició, nunca cesará. La
expresión inteligente del universo es eterna. Un amor que pugna por realizarse. Por
aquí y por allá. La acción amorosa del universo es infinita. Está más allá del espacio:
sin lugar de comienzo ni de final. La revelación de esa inteligencia que ama no tiene
cuándo ni dónde.
Una inteligencia amorosa que no se pregunta por consecuencias. Una amorosi-
dad inteligente que no se justifica en causas. Una fuerza amorosa que está presente
en cada cosa. En lo que nace y en lo que muere. En lo que se abre a la luz y en lo que
se entrega a las sombras. En la altura de la felicidad y en el pozo de la desdicha.
El amor de esa fuerza desnuda nuestra ignorancia, colapsa nuestra moral. Nues-
tros juicios lo interfieren. La inteligencia amorosa del universo puede producir efec-
tos desagradables. Porque lo incluye todo, puede dejarnos sin argumentos para san-
cionar a los demás. Expone la torpeza de nuestras sentencias. Nuestra pobreza de
amor. O, mejor, la escasez amorosa del ego, la limitación amorosa de esas imágenes
mentales de nosotros mismos con las que estamos identificados y defendidos. El yo
Astrología, conciencia y destino 41

que creemos ser –constituido en el temor– solo puede malinterpretar y distorsionar


la intención amorosa del universo. El yo únicamente entiende de aliados y enemigos.
Y llama amor a lo que lo confirma.
En plenitud de confianza, la fuerza del amor no juzga sus actos. Prescinde de mode-
los ajenos a su propia convicción. Desvanece referencias de comparación. Su sabiduría
no es mérito ni adjudicación. El sol sabe salir cada mañana. El pájaro sabe volar. Y noso-
tros sabemos conmovernos con la salida del sol y el vuelo de un pájaro. La compasión
no necesita de dioses. La belleza no necesita de maestros. La justicia no necesita de
líderes. La verdad no necesita de padres.
Nuestro destino es la comprensión. Ampliar y entonces incluir. Aceptar y enton-
ces reconocer. Liberados de explicaciones, entonces comprender. Abrir el corazón
sin necesidad de entender. El amor no es consecuencia del entendimiento. Tener
razón no es causa de la comprensión. Nuestro destino es abrazo.
Nuestra vida no es nuestra. A esa percepción nos expone la astrología.

Bibliografía recomendada

Adler, Oskar. La astrología como ciencia oculta. Buenos Aires: Kier. 1984.
Castaneda, Carlos. Viaje a Ixtlán. Buenos Aires. Fondo de Cultura Econó-
mica. 1990.
Greene, Liz. Astrología y destino. Barcelona: Obelisco. 1990.
Grof, Stanislav. El juego cósmico. Barcelona: Kairós. 2001.
Wilber, Ken. Breve historia de todas las cosas. Barcelona: Kairós. 1997.
–. La pura conciencia de ser. Barcelona: Kairós. 2006.
Segunda parte

LA ESTRUCTURA DE
LA CARTA NATAL

| 43 |
Capítulo 4

DISEÑO Y FORMA
De modo que cuando un ser humano nace en esta Tierra en
un determinado momento, cuando, por así decir, la Tierra lo
da a luz, es evidente que dicho hombre llevará dentro de sí
como “dote” el temple fundamental, la disposición que en ese
momento dominaba al mundo planetario.

Oskar Adler, La astrología como ciencia oculta.

La mirada inocente

El saber concentra nuestra atención consciente, agudiza nuestra sagacidad in-


telectual y nos lleva a corroborar patrones. Gracias al conocimiento técnico perci-
bimos regularidades. Nuestro conocimiento hace foco, profundiza. El saber es útil,
necesario y permite ahondar cada vez más en el misterio de las cosas.
Allí el saber ilumina.
Y, en ciertos momentos, el saber es un obstáculo, una trampa engañosa que limita
el acceso a otras dimensiones de la realidad. El beneficio de la efectiva concentración
revela el perjuicio de la pérdida de panorama. La necesidad de confirmar lo conoci-
do nos cierra. El olvido de lo sabido abre perspectivas.
Es cuando el saber oscurece.
El pretendido conocimiento de las cosas oscurece la espontaneidad perceptiva.
Lo que creemos ya saber no nos permite ver. Lo conocido no nos permite descu-
brir. Cubiertos de conocimiento no podemos descubrir. Sin un espacio de silencio
y ausencia de definiciones, nuestros saberes se convierten en prejuicios acerca de
las formas del universo. Sin vacío de saber, nuestras intuiciones se convierten en ra-
tificaciones de lo que conocemos. Sin suspensión de nuestras creencias, buscamos
46 Alejandro Lodi

confirmaciones. Encantados por nuestras opiniones, emitimos mecánicas reitera-


ciones.
La etimología de la palabra inocente es in-nocens, ‘sin daño, sin peligro, sin oscuri-
dad’. La mirada inocente de una carta natal permite que una primera aproximación
a su misterio tenga el carácter de no estar oscurecida por nuestros conocimientos
técnicos en astrología ni sujeta al daño o peligro de nuestros prejuicios.
El primer contacto con una carta natal es la contemplación. Lo mismo que ocu-
rre con una obra de arte, ese primer impacto perceptivo es relevante. Contiene una
verdad que le es propia. Y esa verdad deriva de su inocencia, de no pretender ver algo
específico.
Nuestra percepción siempre está condicionada por nuestra memoria. De un
modo inconsciente, cada nuevo registro de la realidad es de inmediato comparado
con los archivos de información ya almacenada. Es un modo de seguridad y supervi-
vencia: ante la incertidumbre de lo desconocido, necesitamos que toda novedad se
parezca a algo que ya conocemos y encuentre una explicación para calmar nuestra
angustia.
No tiene sentido, entonces, pretender una inocencia perceptiva absoluta, libre
de toda contaminación del pasado, al momento de hacer un primer contacto con
una carta natal. Pero sí disponernos a ese encuentro suspendiendo nuestra voraci-
dad técnica, esa que nos lleva a zambullirnos de inmediato en la interpretación de
los símbolos astrológicos y a bloquear, de ese modo, la emergencia de cualquier me-
táfora pertinente.
Ver la carta natal como un diseño, como una figura, e imaginar qué diría de ella un
niño. O, al menos, alguien que nada supiera de astrología. Habilitar otra dimensión
del símbolo, otro nivel de poesía, no sujeto al control de nuestro conocimiento téc-
nico. Que florezca un primer indicio, una primera información, mucho más propia
del hemisferio derecho de nuestro cerebro que del izquierdo. Por cierto, sabemos
que no nos quedaremos allí y que no son esos los únicos datos que habremos de
considerar en nuestro análisis; pero esa información que se transparenta con nuestra
mirada inocente tiene la virtud de aportar un sentido que proviene de otro lugar, que
conecta con el inconsciente y su sustrato más allá de la razón, tal como ocurre con
los hexagramas del I Ching, las imágenes del Tarot o la obra artística.
Astrología, conciencia y destino 47

Aunque las imágenes evocadas por el diseño de la carta natal parezcan “cualquier
cosa”, nunca lo serán. Pueden simular una mariposa, un velero, un escudo, un ba-
rrilete… Incongruentes, absurdas o crípticas, se mostrarán pertinentes cuando me-
nos lo esperemos. En algún momento de nuestro estudio, seguramente por asalto,
esas imágenes indicarán su plena coherencia. Cuando su contenido es liberado, la
contundencia de su sentido es ineludible. Esas descripciones inocentes impactan de
lleno en el inconsciente y penetran donde nuestra lógica racional no hubiera podido
llegar. Luego, una vez explicitada la metáfora resonante, podemos “colorear” las imá-
genes con toda nuestra virtud técnica.

Hemisferios y cuadrantes

Luego de una primera mirada desprovista de saber astrológico, podemos ya in-


volucrarnos en consideraciones más técnicas. Es recomendable permanecer en la
valoración del espacio de la carta natal y, en este sentido, atender a la información
más básica: la cruz de los ejes del horizonte y del meridiano.
La cruz de la carta natal marca los cuatro puntos angulares y delimita cuatro he-
misferios y cuatro cuadrantes. Su importancia no debe ser recordada ya que surge
a simple vista: el naciente, el poniente, el cielo visible y su cenit, el cielo no visible y
su nadir. Cada uno de esos espacios tiene una cualidad específica y representa una
nota básica y prioritaria respecto a toda la información que podamos abrir luego en
nuestro análisis del conjunto del mandala.
No es difícil interpretar el significado de cada hemisferio y cuadrante. Al estar
constituidos por casas astrológicas, es evidente que su simbolismo remite a temas o
áreas de la vida humana. Pero, al reunir más de una casa (los hemisferios, seis, y los cua-
drantes, tres), van a sintetizar una experiencia más vasta y abarcadora de la vivencia.
Vamos a recordar algunas claves del significado de cada hemisferio y cuadrante,
aunque como criterio general diremos que el punto medio contenido en cada uno de
esos espacios imprime el tono predominante.
El hemisferio oriental tiene la impronta del simbolismo del Ascendente y en él
prevalece la temática individual.
48 Alejandro Lodi

Hemisferio oriental.

La disposición natural es a confiar en el impulso y a definir direcciones. Marca


un carácter dominado por deseos y anhelos. Esa tendencia a manifestarse hacia el
mundo desde la propia voluntad puede resultar realmente orgánica y motivada en
propias necesidades (primer cuadrante), pero también consecuencia de ser influen-
ciado por condicionamientos de la cultura de los que la persona no es consciente
(cuarto cuadrante). El registro de los demás y la valoración de la mirada del otro
resultan muy restringidos y pueden traducirse en demandas incomprensibles que
solo parecen entorpecer el propio camino.
En el hemisferio occidental la clave es la cualidad del Descendente y predomina
la temática vincular.

Hemisferio occidental.
Astrología, conciencia y destino 49

La personalidad tiende a definirse a partir de su mundo de relaciones. Cobra


importancia el movimiento de los otros para descubrir qué es lo que uno desea. El
mundo vincular es el escenario donde se pone en juego la voluntad de dirigir a otros
(segundo cuadrante), tanto como la tensión de depender y quedar sujeto a lo que
otros decidan (tercer cuadrante). La alta valoración de los demás puede marcar mu-
cha distancia con la propia necesidad y deseo, hasta el punto de que descubrirlos
represente un arduo trabajo personal durante la vida.
El hemisferio superior contiene al Medio Cielo y es su cualidad la que prevalece,
junto con la temática social.

Hemisferio superior.

La energía del individuo se orienta al mundo social. Lo importante es el desplie-


gue en la sociedad y el desarrollo de una posición de reconocimiento público. En la
definición de esos objetivos de logro social prevalecen las expectativas y exigencias
de otros (tercer cuadrante), como también una aspiración de servicio y entrega al
bien común (cuarto cuadrante). La tendencia a proyectarse en lo profesional puede
llevar al individuo a desatender el valor de la familia y el contacto con su mundo
íntimo y sus necesidades afectivas.
El hemisferio inferior tiene como punto medio al Fondo de Cielo y es su carácter
el que da significado al conjunto, enfatizando la temática personal.
50 Alejandro Lodi

Hemisferio inferior.

Lo que interesa y motiva es el mundo interno, las relaciones afectivas y el origen


familiar. Profundizar en lo emocional y en la experiencia del hogar es lo que atrae.
Permanecer en contacto con el pasado es lo que brinda seguridad y sentido. La vida
personal y subjetiva es fuente de bienestar y disfrute (primer cuadrante) tanto como
dadora de una sensación de identidad (segundo cuadrante). La salida al mundo ob-
jetivo y a ocupar un lugar en la sociedad resulta un alto desafío.
Abordemos algunas claves de cada uno de los cuatro cuadrantes.

• Primer cuadrante (con punto medio en casa II):


Individual-personal.
El tono que predomina es el impulso a la satisfacción de necesidades que resul-
tan básicas para el individuo. Una persona con muchos planetas en esta zona de
la carta obra como si el mundo debiera adaptarse a lo que le resulta vital, sin que
esto suponga egoísmo o anhelo de ser favorecido por otros. La acción resulta na-
tural, no premeditada, visceral y en muchos casos apremiante. No hay duda ni es-
pacio para negociaciones. No podríamos hablar de personalidad decidida, sino
impelida por una fuerza orgánica, por un impulso activo que busca satisfacción.
También es posible que el individuo intente transmitir la convicción de lo que
cree que es (su imagen personal) a los demás. Pero se mostrará perseverante y
contundente en su intención de que lo propio tenga espacio en el mundo.
Astrología, conciencia y destino 51

Los cuatro cuadrantes.

• Segundo cuadrante (con punto medio en casa V):


Vincular-personal.
Un énfasis de planetas en este cuadrante destaca el anhelo de definir una identidad y
expresarla. El individuo necesita ser reconocido y sentirse seguro de ser confirmado
en los vínculos. Pueden existir tensiones internas entre los condicionamientos del
medio familiar y su deseo de diferenciarse, que lo lleven a sentir una íntima fragilidad.
Las personas con predominio del segundo cuadrante se sienten comprometi-
das a definir su función en el mundo de relación. Quieren sentirse seguras en la
expresión de su identidad y decididas a profundizar en sus vínculos personales,
aunque no siempre comprendan las motivaciones o necesidades de los otros.

• Tercer cuadrante (con punto medio en casa VIII):


Vincular-social:
Aquí la clave es la necesidad de relacionarse con otros en el mundo social, con la
necesaria conflictividad que eso supone. La conciencia de los otros como “diferen-
52 Alejandro Lodi

tes a mí” y, al mismo tiempo, como seres indispensables para el propio crecimiento
conduce a la persona con relevancia del tercer cuadrante a establecer una alta gama
vínculos, tanto en el territorio de la intimidad como en alguna causa social.
El terreno de las relaciones puede convertirse en un campo de batalla si persis-
te la noción de separatividad, el deseo de preservar a toda costa lo individual y
de imponer la propia voluntad. A largo plazo, las necesidades colectivas tendrán
mayor importancia que las personales. El bienestar del vínculo resultará más sig-
nificativo que el beneficio estrictamente personal.

• Cuarto cuadrante (con punto medio en casa XI):


Individual-social.
Lo más trascendente, para los individuos con muchos planetas en este cua-
drante, es el compromiso con la comunidad a través de la actuación pública o
el cumplimiento de funciones ligadas al servicio. Pueden percibir que la vida
personal, lo cotidiano, los propósitos y actividades ordinarios resultan insufi-
cientes o insatisfactorios. Anhelan trascender ese estadio, dedicarse a construir
una sociedad mejor o transformar patrones culturales obsoletos. En ocasiones,
el empeño y el esfuerzo puestos en juego terminan por crear conflictos en el
grupo o en la sociedad a la que pretenden servir, debido a la imposición de sus
convicciones.
El potencial de las personas con énfasis en el cuarto cuadrante es el de volverse
notablemente impersonales y percibir las necesidades de la comunidad como si
fueran propias, colaborando con alto compromiso en causas colectivas.

Finalmente, al momento de apreciar hemisferios y cuadrantes de una carta natal,


podemos diferenciar dos situaciones destacadas:
• Cuando la totalidad de los planetas se concentra en un hemisferio o cuadrante. Aquí la
temática del hemisferio o cuadrante en cuestión cobra una importancia y prota-
gonismo máximo en la vida de la persona. Las experiencias características de las
casas involucradas nutren de un modo casi exclusivo el guion de su existencia.
Esto promueve un desconocimiento severo de los temas asociados a las casas
vacías, tanto como una desconfianza hacia ellos, lo que puede devenir en una
permanencia excesiva en los ámbitos conocidos. El destino ejercerá un atractivo
Astrología, conciencia y destino 53

compensatorio (a veces de modo compulsivo) hacia las dimensiones de expe-


riencia subestimadas, para que la conciencia tenga la oportunidad de disolver
polarizaciones y reconocerse en la polaridad.
• Cuando un planeta o más ocupan el hemisferio o cuadrante opuesto al que concentra la
mayoría de los planetas. La tensión entre los cuadrantes o hemisferios ocupa, en
forma masiva y crítica, a la conciencia. Muchas veces ese foco de conflicto se con-
centra en dos casas confrontadas. El planeta (o par de planetas) que se enfrenta
al resto adquiere un peso gravitante en la organización psicológica de la persona
y del guion de destino. Ejerce poder y condiciona la expresión del conjunto de
la carta, sobre todo si ocupa posiciones angulares o se trata de transpersonales.

Configuraciones planetarias

Seguramente, en la primera mirada de una carta natal se destaque el diseño de


alguna configuración planetaria. Es una impronta estructural que asalta nuestra per-
cepción y que impone su consideración. Es por eso por lo que tales configuraciones
merecen ser tomadas en cuenta como características fundamentales del mandala.
¿En qué se basa esa relevancia? Mencionemos tres puntos:
1. Las configuraciones planetarias vinculan funciones. Cada aspecto entre planetas es
un nexo entre las funciones psicológicas que representan. En una configuración,
los aspectos se multiplican, por lo que también lo hacen las funciones involucra-
das. Cada uno de esos planetas, cada una de esas funciones, no se expresa aisla-
da, sino que cada vez que se manifiesta también lo hacen aquellas con las que
está relacionado ese planeta o función. Las configuraciones planetarias obligan
a ver relaciones. Simbolizan un foco de intensidad, un complejo de circulación
de energías vinculadas de un modo específico y característico de esa carta natal.
2. Las configuraciones planetarias destacan casas, por presencia y por regencia. Las temá-
ticas de vida asociadas con las casas en las que se encuentran ubicados los plane-
tas participantes de una configuración se vinculan y afectan entre sí. Esos dife-
rentes asuntos de la experiencia humana ya no se viven de modo independiente,
sino que se influyen mutuamente. Del mismo modo, cada uno de los planetas
involucrados en una configuración es regente de una casa (al menos) de la carta
54 Alejandro Lodi

natal, participa de la vivencia que tenga de ella la persona y, en este caso, suma la
injerencia de los otros planetas que conforman la figura.
3. Las configuraciones planetarias inciden en la dinámica de tránsitos. A lo largo de la
vida, cada tránsito o progresión significativa que reciba alguno de los planetas
de una configuración también indica un tránsito o progresión de análoga impor-
tancia para los restantes planetas de esa figura. El despliegue en el tiempo de cada
una de esas funciones planetarias es acompañado por el conjunto, tal como el
acorde de un grupo de cuerdas en determinado momento de una pieza musical
o el cuadro armónico de un grupo de bailarines en un específico instante de una
coreografía.

Ahora bien, vamos a concentrarnos en algunas de las variadas configuraciones


planetarias que reconoce la tradición astrológica.
• El stellium. Lo conforman tres o más planetas en conjunción, lo que ya supone
una gran concentración de intensidad en el signo y la casa en los que se ubique
(aunque muchas veces abarque más de un signo y una casa).

Stellium.

Esa fuerza intensa y concentrada en la que convergen distintas funciones puede


traducirse en mucha decisión, síntesis y potencia en la expresión, como también
en la incomodidad de ser empujado por un caudal de energía contradictoria,
desbordante e ingobernable para la conciencia. Que prevalezca una u otra sensa-
Astrología, conciencia y destino 55

ción depende del grado de afinidad que muestren los planetas que intervienen.
Si la aparente contradicción de naturalezas planetarias involucradas es muy alta,
la conciencia puede operar desde la lógica luz y sombra, identificándose con un
fragmento del stellium y desconociendo los contenidos excluidos; en ese caso la
sensación de conflicto interno puede ser muy intensa.
• El gran cuadrado. El diseño de cuatro cuadraturas y dos oposiciones ya revela el
carácter de tensión y fricción de esta configuración.
La incomodidad es directamente proporcional a su dinamismo: la conciencia no
puede detenerse en ninguna resolución de estos vínculos, por más satisfactorios
que parezcan en lo inmediato. Existe un constante ensayo de variantes que ali-
vien los conflictos, sin que parezca posible llegar a resultados definitivos. Desde
un punto de vista, es la configuración más “neurótica”, en el sentido de que la con-
ciencia no puede relajarse (no puede encontrar paz) en ninguna posición. No
obstante, también es la que más promueve situaciones de doble vínculo: tensiones
intensas que redundan en las más creativas resoluciones.

El gran cuadrado.

• La T cuadrada. En la figura de dos planetas (o más) en oposición y en cuadratura


a un tercero, este cobra un rol especial y adquiere el nombre de planeta focal.
La tensión entre los planetas en oposición encuentra salida a través del focal.
También puede decirse que el focal tiene cierto dominio y regulación de la con-
figuración o que resulta clave para la maduración del conflicto que allí se simbo-
56 Alejandro Lodi

liza. Del mismo modo, el punto opuesto al planeta focal (que cerraría un hipoté-
tico cuadrado) puede mostrar una relevancia destacada, sobre todo al momento
de considerar los tránsitos que operen sobre él y que, por lo tanto, activen las
funciones planetarias involucradas en la configuración.

T cuadrada.

• El gran trígono. Presenta dos modalidades: gran trígono mayor (tres planetas uni-
dos por tres trígonos) y gran trígono menor (dos planetas en trígono y ambos en
sextil a un tercero focal). En cualquiera de los dos casos, se trata de funciones
planetarias en relación fluida y cooperativa.

Gran trígono.
Astrología, conciencia y destino 57

Es la configuración que simboliza el talento sin esfuerzo, el don natural, el víncu-


lo armónico de cualidades. No obstante, es muy verificable que la gracia del gran
trígono puede quedar subordinada o desplazada por los conflictos de las confi-
guraciones o de los aspectos más tensos. El centro de atención para la conciencia
son, en general, las tensiones, las urgencias de experiencias y complejos que traen
dolor a nuestra vida; y solo en la medida en que ese sufrimiento psíquico y emo-
cional progresivamente se atenúa puede la conciencia reconocerse en aquellos
talentos e identificarse con ellos.
• El yod. Esta configuración también destaca a un planeta focal: el que recibe dos
quincuncios de los planetas que están en sextil.

Yod.

En las distancias zodiacales (tomando como inicio a 0° de Aries), el quincuncio


remite a Virgo (creciente) y a Escorpio (menguante). Por analogía, podemos de-
cir que el yod tiene como palabras clave purificación y transformación. Son esas las
cualidades que operan sobre los planetas involucrados, teniendo en el focal su
expresión. El yod destaca una clave que opera detrás de los conflictos y tensiones
más severas para la conciencia; no impone dramatismo, pero trasluce un desafío
tan sereno como trascendente en nuestras vidas.
58 Alejandro Lodi

Planetas en ángulos

Los planetas ubicados en las casas angulares de una carta natal adquieren un va-
lor especial, sobre todo si están en conjunción a las cúspides. Esa consideración se
constata a simple vista: todo planeta sobre el horizonte –ya sea hacia el Este o hacia
el Oeste– aumenta su tamaño y convoca a nuestra mirada, todo planeta elevado al
cenit atrae nuestra atención, y todo planeta en las antípodas de nuestra posición te-
rrestre (el nadir) sugiere –aunque no lo veamos– un particular mensaje.
Los planetas en ángulos se destacan por la fuerza y el impulso con el que se hacen
presentes a nuestra percepción consciente. No le resulta costoso a la conciencia re-
conocerlos y desarrollar en ellos sensación de identidad (en el caso del Descenden-
te, bajo el paradójico modo de sentir que “no soy eso” o que es identidad “del otro”).
Esta contundencia permite que marquen atributos de carácter muy nítido en nues-
tra personalidad, muy visibles tanto para nosotros mismos como para los demás.
Cuando se encuentran partiles a los puntos angulares del Ascendente y el Medio
Cielo (más aún levemente inclinados hacia casa XII y casa IX)1 su fuerza e intensi-
dad representa una clara invitación vocacional.
Por ejemplo, en el caso de Ernesto “Che” Guevara la conjunción de Marte y Ura-
no sobre su Ascendente en Aries parece simbolizar una irresistible convocatoria a
encarnar el arquetipo de guerrero revolucionario, tanto como Urano y Neptuno en el
Medio Cielo de la carta de Karl Marx lo persuaden del rol de profeta de la revolución.
Los planetas destacados en los ángulos de la carta natal participan de manera
protagónica en la conformación de la identidad. En el Ascendente y la casa I es un
protagonismo en la imagen personal, en el Medio Cielo y la casa X en la profesión, en
el Fondo de Cielo y casa IV en la memoria familiar, y en el Descendente y la casa VII
en las relaciones.

1 Esas posiciones son reconocidas como zonas de “efecto Gauquelin”. Gauquelin, Michel.
“Escrito en las estrellas”. Revista Astrológica Mercurio-3. Barcelona. 1990, nº 29.
Astrología, conciencia y destino 59

Carta natal de Ernesto “Che” Guevara.


60 Alejandro Lodi

Carta natal de Karl Marx.


Astrología, conciencia y destino 61

El gobernante de la carta

La clásica presentación del regente del signo del Ascendente como el gobernante
de la carta natal merece ser considerada. La casa donde se encuentra emplazado co-
bra singular gravitación. Los asuntos de esa área de nuestra vida se convierten en es-
cenario privilegiado para el desarrollo de conciencia. Del mismo modo, los planetas
en aspecto con el gobernante de la carta adquieren particular relieve.
Si tomamos a la energía del Ascendente (como veremos en el capítulo XI) como
un aprendizaje continuo a lo largo de toda nuestra vida, los temas de la casa en la que
se encuentra ubicado el gobernante resultarán aquellos en los que ese aprendizaje se
llevará a cabo. La profundidad alcanzada en esas temáticas y la cantidad de experien-
cias en las que se involucrará la conciencia seguramente serán mayores y más vívidas
que en el resto.
En esta línea, la trascendencia del planeta gobernante, su protagonismo en acon-
tecimientos que marcan nuestras vidas y las claves creativas que aporta para signi-
ficarlos, se pone más de relieve cuanto más progresa la conciencia hacia el estadio
transpersonal de su despliegue. De este modo, aunque se tratara de un planeta per-
sonal, su condición de gobernante de la carta le adjudica un rol de puente con la
dimensión más sutil –y menos reducida a las circunstancias del ego– de nuestra ex-
periencia consciente.
Volvamos al caso de Ernesto “Che” Guevara. Marte, regente de su Ascendente en
Aries y gobernante de la carta, está en Piscis y en casa XII: la resonancia con el arque-
tipo del guerrero, la capacidad de actuar un deseo colectivo, la disposición incons-
ciente a que el propio deseo coincida con los anhelos de redención y salvación de la
comunidad. Además, Marte está en conjunción con Urano sobre el Ascendente en
Aries: esa fuerza y esa aspiración se expresa junto a ideales de libertad, creatividad y
transgresión del statu quo.
Sin duda, encarnar al guerrero revolucionario y redentor representa un fuerte encan-
to y, al mismo tiempo, un oscuro atavismo. La conciencia cede a su fascinación y a
la fatalidad de su destino. En contacto con los cubanos en el exilio, Ernesto Guevara
se suma a la causa revolucionaria en su condición de médico. Sin embargo, apenas
desembarcados en la isla, con las primeras acciones armadas despiertan sus desco-
nocidas y contundentes aptitudes para el combate y la guerra. El médico deviene
62 Alejandro Lodi

en comandante. La fuerza del arquetipo se impone a la voluntad personal. La gracia


transpersonal de la XII puede resultar una imposición inconsciente que adquiere
aquel carácter de “enemigo oculto” que le adjudicaba la astrología clásica.
Cuando la potencia arquetípica se combina con la condición de gobernante de
la carta, la expresión de un planeta puede dominar en forma absoluta el conjunto del
mandala. ¿Es una libre elección de la voluntad personal o el fatal condicionamiento
del inconsciente colectivo? Quizás no sea posible dilucidarlo. Lo que sí resulta verifi-
cable es la efectividad en el psiquismo de la comunidad: la imagen personal de Ernes-
to “Che” Guevara es símbolo universal del combatiente revolucionario. Marte, gober-
nante de la carta, en Piscis, en casa XII y en conjunción con Urano sobre el ángulo del
Ascendente: el arquetipo del guerrero idealista como símbolo naciente de su destino.

Planeta aislado y planeta feral

Es muy común encontrar que el diseño de una carta natal destaca la posición
de un planeta en particular que parece aislarse de los demás. Ese planeta pretende
llamar nuestra atención. Puede hacerlo de dos modos:
• Porque está solo ocupando una zona destacada de la carta (un cuadrante, un
hemisferio) aunque vinculado por aspectos con otros planetas. Se lo identifica
como planeta aislado.
• Porque no tiene vínculo significativo por aspecto con ningún otro planeta de la
carta. Cuando presenta esta característica, la literatura astrológica lo reconoce
como planeta feral.

En el caso del planeta aislado, cobran importancia los asuntos de la casa en la que
se encuentra ubicado o del hemisferio o cuadrante que destaca su posición. Todo lo
referido a ese planeta y a la función psicológica que simboliza adquiere protagonis-
mo en la vida. Los demás planetas deben adaptarse y saber acompañar esa expresión
protagónica, aunque muchas veces el peso del planeta aislado subordina al resto a
un segundo plano.
La incidencia del planeta aislado puede traducirse de un modo muy visible en
el carácter de la personalidad. De no haber otras particularidades de la carta natal
Astrología, conciencia y destino 63

que lo impidan, por lo general la conciencia accede a esa función psicológica de un


modo inmediato, espontáneo y sin esfuerzo.
Los planetas en aspecto con el planeta aislado toman una posición coprotagó-
nica. Resultan partícipes necesarios y fundamentales de la trama de destino que co-
mience a tejerse. Aportan tonos a la expresión del planeta aislado, suman condimen-
tos y presentan personajes relevantes en el despliegue de esa función a lo largo de la
vida. Sin duda, los planetas en aspecto al planeta aislado pueden condicionar de un
modo notable su actuación, aunque sin desplazarlo de su centralidad.
El planeta feral, por su parte, tiene características especiales. Como el invitado
misterioso de una reunión, al que nadie conoce y que permanece en un rincón sin
establecer contacto con ningún otro participante, su invisibilidad termina por atraer,
en algún momento, toda la atención de los demás. Ignorado y desapercibido en el
comienzo, luego se transforma en una presencia incómoda y amenazante para el
conjunto. Su inacción puede provocar una convocatoria forzada, una presión exigi-
da para “darse a conocer” de un modo compulsivo.
En el inicio de la vida, el planeta feral permanece en un estado de latencia, indi-
ferente o desconocido para la conciencia. Sin que exista de él un registro conscien-
te, sin estar presente en los atributos de la identidad personal, el individuo “no sabe
de qué le hablan” cuando se lo interroga acerca de esa función de la cual se siente
absolutamente ajeno. Luego, la persona acaso genere una cierta noción de lo que
representa ese planeta y se convenza de que resulta suficiente para expresarlo. Eso
redunda apenas en una actuación poco natural, artificial, no orgánica.
Tanto el planeta aislado como el feral representan un misterio que develar a lo
largo de toda la vida. Siempre promoverán sorpresas y la emergencia de nuevos con-
tenidos de lo que simbolizan. En ese sentido, nunca serán suficientemente asimila-
dos ni resultarán cómodos y familiares para la conciencia.
El planeta aislado o feral otorga un rasgo permanente de personalidad o destino.
De personalidad, en caso de que la conciencia lo reconozca y haga identidad en él.
De destino, si la conciencia rechaza la convocatoria y obliga entonces a una manifes-
tación exterior desde, por ejemplo, los asuntos de la casa o el color que aporta otro
planeta en aspecto con él y que sí resulta asimilado por la persona.
Por cierto, la fuerza del planeta aislado o feral es mayor si se trata del gobernante
de la carta natal, es el regente del Sol o está ubicado en posición angular.
64 Alejandro Lodi

Modalidad preponderante por planetas: la cadencia de la personalidad

El concepto de modalidades en astrología refiere a ritmo, a movimiento, a caden-


cia. Responde al principio hermético de ritmo:

Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso; todo asciende y desciende;
todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma
que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.2

La astrología define tres momentos para ese fluir y refluir constante: de inicio, de
estabilidad y de alteración. Cada impulso de inicio tiende a estabilizarse, aquello que
se estabiliza tiende a alterarse, y con esa alteración se da paso a un nuevo inicio… Una
rueda que no detiene su secuencia. Ascenso, apogeo y descenso. Introducción, nudo
y desenlace. Fundación, consolidación y mutación. Ida, permanencia y regreso.
Como es sabido, a cada uno de los signos del zodíaco se le adjudica alguno de
esos tres ritmos, bajo los nombres de cardinal, fijo y mutable. Y también a las casas,
clasificándolas en angulares, sucedentes y cadentes.
Nuestra carta natal incluye esas distintas cualidades rítmicas, en específica y par-
ticular modulación. Nuestra naturaleza puede responder con preferencia a alguna
de ellas. Un rasgo destacado en la modalidad de los planetas de nuestra carta natal
otorga características de personalidad muy básicas y permanentes. La modalidad
que prevalece por la disposición de los planetas redunda en una cualidad personal,
en un modo de expresión y movimiento en el que la conciencia hace identidad de
un modo natural y sin esfuerzo. En este sentido, la modalidad predominante puede
ser vivida por la conciencia como un atributo de la persona. El ritmo destacado por
presencia de planetas, como la cadencia de la personalidad.
Un tipo de modalidad prevalece en una carta natal de dos maneras: por énfasis
o por déficit. Si la mayoría de los planetas se encuentra en signos de una misma mo-
dalidad, ese ritmo marca, entonces, aquella cadencia de la personalidad, la clase de
movimiento que le resulta más natural a su expresión. Pero también es relevante el
ritmo ausente, esto es, la modalidad de la que no participa ninguna función planetaria.

2 Tres Iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1987.


Astrología, conciencia y destino 65

Tanto el énfasis como el déficit indican destino. El destino promueve compensacio-


nes que equilibran la totalidad.
Por énfasis en una modalidad, la conciencia expresa –bajo la forma de actos vo-
luntarios– el ritmo que le resulta natural, y el destino acerca, entonces, situaciones y
personas que encarnan los modos rítmicos eclipsados por el predominante en la es-
tructura de la carta natal. Por déficit en una modalidad, el destino se encarga de pre-
sentarla a la conciencia –bajo la forma de sucesos exteriores– para asumir su aprendiza-
je y reconocimiento, aun cuando nunca la vaya a expresar con cómoda naturalidad.

Impulso, inicio, acción, afectación, salida, motivación,


Ritmo cardinal comienzo, gestación, emprendimiento, provocación,
propósito.

Consolidación, permanencia, consistencia,


Ritmo fijo determinación, perseverancia, conservación, inercia,
constancia, sostenimiento.

Variabilidad, adaptación, alteración, flexibilidad,


Ritmo mutable articulación, movilidad, comprensión, ingenio,
transmisión, permeabilidad, servicio.

Modalidad de la cruz natal: la cadencia del alma

La modalidad de la cruz angular de la carta natal cobra un énfasis particular. Esa


trascendencia se debe a la importancia de los ángulos de la carta (es decir, de las cús-
pides de las casas angulares), por tratarse del corte que los ejes del meridiano –Me-
dio Cielo y Fondo de Cielo– y del horizonte –Ascendente y Descendente– hacen al
círculo del mandala.
Como símbolo, la cruz de la carta natal representa la energía que toma forma, la to-
talidad de la vida encarnando en una experiencia particular. Sin duda, un poderoso
símbolo. Esta imagen de un principio vital universal (espíritu) adquiriendo existen-
66 Alejandro Lodi

cia concreta (cuerpo) remite a dinamismo, a acción decidida. En correspondencia,


la modalidad de los signos que contienen las cúspides de las casas angulares (tanto
como los planetas ubicados en ellas) tienen una relevancia destacada en el análisis de
una carta natal, una participación activa y dinámica en el despliegue de esa estructu-
ra en el tiempo. La modalidad de la cruz angular (esto es, la cruz de la carta natal) es
una clave de destino.
La modalidad de la cruz natal simboliza una disposición para moverse de deter-
minada manera en la vida que parece propuesta por circunstancias que, en principio,
la persona puede sentir externas. El destino invita a desplegar un ritmo que puede
sentirse que proviene “desde afuera”, no por propia elección. Muestra una especie de
compás de la existencia, previo a la conformación de una identidad personal y ajeno
a la voluntad del ego. El ritmo de la vida se impone en la psiquis señalando un tempo,
un modo de moverse propuesto por el destino, en el que la conciencia puede reco-
nocerse con espontaneidad o al que puede resistirse con conflicto. Así, la modalidad
de los ángulos de la carta natal parece dar indicios de la cadencia del alma.
La cruz natal representa una clave con fuerte característica transpersonal. Simbo-
liza el ritmo con el que un principio espiritual se da a conocer y adquiere sustancia-
lidad a lo largo de nuestra vida como personas individuales. Quizás a la modalidad
de nuestra personalidad –a la cadencia de la personalidad– le cueste reconocerse en
aquel ritmo o, por el contrario, sienta afinidad con él; pero, sea con mayor miedo
o confianza, siempre habrá de implicar un desafío de expansión, una propuesta de
ampliarse hacia lo desconocido. A veces sostenidos por una íntima intuición, otras
empujados por externa presión, la modalidad de la cruz angular se muestra como
una persistente insinuación del destino para que adoptemos conscientemente esa
calidad de compás y afinación rítmica –la cadencia del alma– en nuestra existencia.

• Disposición hacia la acción ejecutiva.


Cruz cardinal: • Capacidad para dar inicio.
Aries, Cáncer, • Generación de nuevos ámbitos.
Libra, Capricornio • Actuación en el mundo externo.
• Impulso emprendedor.
Astrología, conciencia y destino 67

• Disposición a concentrar la energía.


Cruz fija
• Capacidad de permanencia.
Tauro, Leo,
• Consolidación de espacios y de posiciones.
Escorpio, Acuario
• Expresión motivada por certeza interna.
• Determinación a dejar testimonio perenne.

• Disposición a la fluidez circulatoria.


Cruz mutable
• Capacidad de flexibilidad y oscilación.
Géminis, Virgo,
• Articulación de distintos espacios y planos.
Sagitario, Piscis
• Acción integradora y comprensiva.
• Dinámica de intercambio y servicio.

Cruz natal con modalidades combinadas

En general, los ejes del horizonte y del meridiano se cruzan en un ángulo cer-
cano a 90º, por lo que cada punto angular cae en signos de la misma modalidad y
de los cuatro elementos: por ejemplo, si el eje Ascendente-Descendente se ubica en
Fuego-Aire, entonces el Medio Cielo-Fondo de Cielo lo hace en Tierra-Agua.
No obstante, los ejes pueden generar ángulos que se alejen de la cuadratura. Esto
es más habitual cuanto más alejado del ecuador se encuentre el lugar donde se levan-
ta la carta natal. En esos casos, la dimensión de las casas puede extenderse más allá de
los 30º e incluir dentro de su espacio a signos completos (lo que se reconoce como
signos interceptados), mientras que otras se reducen hasta el punto de que un mismo
signo alcance a incluir dos cúspides de casas.
Esta situación produce sobre la cruz de la carta natal el efecto de modalidades combi-
nadas: el eje del horizonte en una modalidad y el eje del meridiano en otra. Esta distri-
bución irregular de los ángulos de la carta natal también provoca que ya no involucren
a los cuatro elementos, sino que enfaticen solo a dos: o Tierra-Agua o Fuego-Aire.
Vale la pena considerar esta peculiaridad de las cartas natales con cruces combi-
nadas, porque, aunque prevalezca aquí la clave por elementos antes que por modali-
68 Alejandro Lodi

dades, dan pistas de cierto “carácter del destino”. Las cúspides angulares en signos de
Tierra y Agua están subrayando el tono receptivo e introvertido. En cambio, los ángu-
los de la cruz en signos de Fuego y Aire enfatizan el modo activo y extrovertido.
Cuando prevalece la receptividad y la introversión (ejes en elemento Tierra y
Agua), el destino invita a desarrollar la interioridad, el contacto con lo profundo, la
elaboración íntima de los “asuntos del mundo”, la permanencia en los procesos y la
orgánica respuesta sensible y corporal a las propuestas de la vida.
Si, en cambio, domina la actividad y la extroversión, el carácter del destino induce
a la exteriorización, la expresión de vitalidad, la disposición al movimiento y la aven-
tura, la participación influyente en las cuestiones sociales, el dinamismo que pro-
mueven las visiones trascendentes y la comunicación de lo verdadero y auténtico.
Pero, más allá de estas descripciones, hay una consideración respecto a las cruces
combinadas que resulta muy atractiva. El eje Fondo de Cielo-Medio Cielo simbo-
liza origen y propósito, fuente y misión. Es, en este sentido, lo que nos afirma en la exis-
tencia, la central referencia del despliegue de nuestra vida. Si aceptamos esto, resulta
evidente que este eje merece considerarse inalterable y representa, entonces, la “au-
téntica cruz” de esa carta natal que muestra ejes en combinación. Si el eje auténtico
es el del Fondo de Cielo-Medio Cielo, esto significa que el que se ha desplazado de
su “enclave natural” es el del Ascendente-Descendente.
Tomemos el ejemplo de una carta con Fondo de Cielo-Medio Cielo en Aries-Li-
bra y Ascendente-Descendente en Sagitario-Géminis. Esto nos habilita a una inter-

Cruz combinada. Cruz regular.


Astrología, conciencia y destino 69

pretación sugestiva: a esa carta natal le “correspondería” otro Ascendente (el que se
ajusta a la cruz que indica el eje Fondo de Cielo-Medio Cielo, es decir, Capricornio),
pero el universo le ha adjudicado ese (en este caso, Sagitario).
Ahondar –incluso como inocente juego– en las probables intenciones que haya
tenido el universo para convocar a tal singular tarea muchas veces redunda en valio-
sas revelaciones para la conciencia. ¿Para qué he nacido con este Ascendente si, en
verdad, me correspondería otro? ¿Qué propósito tiene la vida conmigo para convo-
carme a Sagitario si me correspondería aprender Capricornio?
En los casos de cruces combinadas, muchas veces esa insinuación de la vida pue-
de ser percibida. La persona quizás descubra, en algún momento, el significado de
esa paradoja. Y la certeza de su sentido se traduce en la contundente sensación de
una revelación que sorprende a la conciencia.

El caso de Kurt Cobain

Para ilustrar algunos de los puntos que hemos considerado en este capítulo, va-
mos a analizar la carta natal de Kurt Cobain.
Dentro de la mirada inocente (esto es, una percepción espontánea desprovista de
interpretación técnica), el diseño de la carta parece un arco tensando una cuerda con
una flecha dispuesta a ser disparada. El arco está representado por la configuración de
gran trígono en Agua en casas vinculares (stellium en Piscis en casa VII, Júpiter en
Cáncer en casa XI y Neptuno en Escorpio en casa III), la flecha está compuesta por
los planetas en oposición en el eje casa I-casa VII, y está a punto de ser disparada hacia
la conjunción Urano-Plutón sobre el Ascendente. ¿Tendrá algún sentido esa imagen
como metáfora de su destino?
Ingresando en lo técnico, esa imagen destaca el eje Ascendente-Descendente, es
decir yo y los otros, la expresión individual y relaciones complementarias, personali-
dad y vínculos. El impulso y movilización emocional que promueve la relación con
los demás (Mercurio, gobernante de la carta, y planetas en Piscis en el ángulo de la
casa VII) y su manifestación creativa y transformadora, súbita y destructiva (Urano
y Plutón en el ángulo del Ascendente).
70 Alejandro Lodi

Carta natal de Kurt Cobain.


Astrología, conciencia y destino 71

Su condición pisciana y la casi absoluta presencia de planetas en Agua3 destacan


una sensibilidad extrema, una disposición a percibir y dar cuenta de dimensiones
sutiles de la realidad, una atracción hacia el mundo del arte y del espíritu.
¿Cómo combinar esa delicada y exquisita cualidad sensible con aquel carácter
libre y explosivo? Todo un desafío de destino. Un arco tensando una cuerda con una
flecha a punto de ser disparada: una tensión emocional, una percepción de alta sensi-
bilidad, que se pone en juego en el vínculo con los demás y que estimula una acción
reveladora y contundente.
La modalidad de los planetas muestra el predominio del ritmo mutable, al igual
que la cruz natal: fluidez, circulación, flexibilidad, oscilación, intercambio, integra-
ción, servicio… Pero también inconsistencia, dispersión, sentimiento de deriva,
disgregación.
El Ascendente en Virgo y el gobernante de la carta (Mercurio) en conjunción
con Saturno en casa VII coinciden en la necesidad de desarrollar noción de realidad
con otros, de entrar en el orden funcional de lo concreto y material a partir de las
relaciones sociales, de atender la salud corporal y madurar el sentido de autoridad
en el área de los vínculos de pareja.
La historia de Kurt Cobain combina sensibilidad desbordante y estallido creativo.
De la familia materna hereda la atracción por la música: dos tíos que le enseñan a
tocar la guitarra y que lo introducen en la obra de The Beatles. De la familia paterna,
una tendencia a la depresión y una historia trágica: dos tíos suicidas. Su cruz mutable
tiene a la casa IV en Sagitario: la importancia de tíos que enseñan y abren las puertas
de la maravilla y de lo siniestro.
Fue un niño disperso e hiperactivo, feliz en el amor de su madre. Hasta que, ante
el impacto de la separación de sus padres, reacciona adoptando un carácter tímido,
introvertido y hermético. Su salud es frágil, producto de una bronquitis crónica y
una escoliosis dorsal. La vida familiar se torna una pesadilla y encuentra, ya adoles-
cente, en la música rock y punk un refugio.
Al llegar a los 20 años, Kurt forma la banda con la que alcanzará fama mundial:
Nirvana. Y comienza el consumo de drogas, que pronto se tornará una adicción. El
incremento de sus problemas físicos (úlceras estomacales, irritación intestinal) agu-
diza la necesidad de narcotizar el dolor físico, además de la angustia de su alma.
3 Véase el capítulo 5, “El balance de elementos”.
72 Alejandro Lodi

Su matrimonio con Courtney Love abre la experiencia de paternidad. Con el éxi-


to internacional de su álbum In utero, nace su hija, Frances, en 1993. Un año después
se suicida de un disparo.
La obra de Kurt Cobain es testimonio de una sensibilidad desgarrada. La aventu-
ra pisciana en su máxima paradoja: la aspiración al nirvana, la añoranza del beatífico
estado in utero, el sufrimiento existencial y el encanto de la fuga narcótica. Expresa la
sensación de una vida que abruma, del trabajoso esfuerzo de encarnar. El desafío de
“tener cuerpo” y de tomar responsabilidades concretas y materiales resulta inaborda-
ble. La pesadilla del ángel caído.
Las impecables y oportunas ofertas del destino para comprometerse con una
vida personal (por ejemplo, ser padre próximo a la edad del retorno de Saturno)
terminan exponiendo la altura del reto y, acaso, la angustiante sensación de impo-
sibilidad para asumirlo. Muy en sintonía con la experiencia de una personalidad de
Agua que “viene a aprender” la cualidad de Virgo (con los trastornos de salud como
incómodos maestros). Ese fastidio existencial estalla en su conjunción Urano-Plu-
tón sobre el Ascendente: la liberación explosiva, la transgresión autodestructiva.
Esa conjunción Urano-Plutón es generacional. Es decir, expresa el desafío de una
época. Al estar sobre su Ascendente, esa clave de su generación es protagónica en su
vida individual. La expresión de Urano-Plutón en su historia personal, gracias a la
empatía universal de su condición pisciana y neptuniana (stellium en Piscis, Sol en
Piscis y en cuadratura a Neptuno), adquiere una resonancia colectiva. La vida de
Kurt Cobain toma la contundente fuerza de un arquetipo inconsciente de su comu-
nidad y de su tiempo. La belleza y el dolor de su arte –dulce y desgarrado, libertario
y demoledor– cumplen un propósito transpersonal: expresa la angustia de una ge-
neración y –en su sacrificio individual– redime, libera y salva a otros que resuenan
sensiblemente con esa experiencia pero sin necesidad de sufrirla en sus vidas, ya que
él la ha padecido por ellos. El misterioso servicio que ofrecen aquellos que encarnan
arquetipos del inconsciente colectivo.
Astrología, conciencia y destino 73

Bibliografía recomendada

Adler, Oskar. La astrología como ciencia oculta. Buenos Aires: Kier. 1984.
Alcoba, M. Emilia; Azicri, Claudia y Molina, Cristina. Curso de astrología.
Buenos Aires: Kier. 2005, t. I.
DeVore, Nicholas. Enciclopedia astrológica. Buenos Aires: Kier. 1985.
Dumón, Eloy. Manual de astrología moderna. Buenos Aires: Kier. 1999.
Gauquelin, Michel. “Escrito en las estrellas”. Revista Astrológica Mercurio-3.
Barcelona. 1990, nº 29.
Hand, Robert. Los símbolos del horóscopo. Barcelona: Urano. 1993.
Idemon, Richard. El hilo mágico. Barcelona: Urano. 1998.
Rudhyar, Dane. Las casas astrológicas. Buenos Aires: Kier. 1993.
Ruperti, Alexander. La rueda de la experiencia individual. Madrid: Luis Cár-
camo. 1986.
Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995.
Tierney, Bill. Análisis dinámico de los aspectos astrológicos. Buenos Aires: Kier.
1998.
Tres iniciados. El Kybalion. Buenos Aires: Kier. 1951.
Capítulo 5

EL BALANCE DE
ELEMENTOS
Nuestra visión del mundo no es simplemente la manera en
que contemplamos el mundo. Se extiende hacia adentro para
constituir nuestro ser interior, y hacia afuera para constituir el
mundo […]. Las visiones del mundo crean mundos.

Richard Tarnas, Cosmos y psique.

Existe cierto acuerdo respecto a que la clasificación por elementos resulta básica
en la interpretación de una carta natal. Incluso, con diferencia de matices, no hay
demasiada discusión en lo referido a considerar a los cuatro elementos como modos
de apreciar la realidad, de percibir el mundo, de evaluar la experiencia vital. Y que
sean cuatro y no otra cantidad, antes que arbitrario, parece corresponderse con otras
clasificaciones acerca de la percepción dentro de la tradición de Occidente: los cua-
tro humores temperamentales (sanguíneo, colérico, melancólico y flemático), los
cuatro estados de la materia (sólido, líquido, gaseoso e ígneo), los cuatro reinos de la
naturaleza (mineral, vegetal, animal y humano), los cuatro planos de la realidad (fí-
sico, mental, astral y etérico), los cuatro niveles del ser (corporal, mental, emocional
y espiritual), etc. Desde este acuerdo, el análisis por elementos permitiría, entonces,
percibir un tono básico estructural de la personalidad, una perspectiva preferencial del indi-
viduo para vincularse con el mundo.
El hábito de la práctica cotidiana de la astrología tiende a cuantificar la informa-
ción que brinda una carta natal respecto a la disposición por elementos, con diver-
sos criterios de puntaje según la categoría de los planetas (luminares, personales,
sociales) y excluyendo, en general, a los transpersonales. Esta forma de considerar
76 Alejandro Lodi

el balance de elementos concluye en una caracterización de la persona a partir del


énfasis –por presencia– o del déficit –por ausencia– de uno o dos de ellos. Así, por
ejemplo, encontraremos definidas personalidades Tierra-Aire, Tierra-Fuego, o sim-
plemente Tierra o Agua, o con carencia de Aire o de Fuego, etc. Es posible también
que esta temprana hipótesis por elementos termine siendo descuidada a medida
que la complejidad del análisis va progresando, de modo que deje de estar presente
en la consideración del analista.
¿Hay alguna otra manera de profundizar la información que nos brinda el balance
de elementos? ¿Resulta significativa a la práctica astrológica? Algunos astrólogos per-
tenecientes a la línea de astrología psicológica (Liz Greene, Richard Idemon, Karen
Hamaker-Zondag, entre otros)4 han intentado, con algunas variantes, una síntesis en-
tre lo que la tradición refiere sobre la clasificación de personalidades por elementos y lo
que Jung establece como tipos psicológicos. Otros, como Robert Hand, han descartado
esta analogía enfáticamente5. Más allá de los argumentos de cada posición (en general,
basados en la experiencia personal de cada astrólogo) y teniendo presente que cada
una de ellas está sostenida en supuestos perceptivos inconscientes antes que en verda-
des objetivas, la consideración de los elementos aquí propuesta parte de tres premisas:
1. Es válido asociar la tipología por elementos de la astrología con la de tipos psicológicos
junguianos y lo enriquecedor que tal asociación resulta para el análisis de una carta na-
tal y su destino. No obstante, el interés no está centrado en intentar demostrar esta
correspondencia, sino en valerse de aquello que Jung establece, de su particular
modo de vincular estas tipologías psicológicas entre sí (cuatro tipos psicológicos
derivados de cuatro funciones perceptivas de la conciencia) y de subrayar su in-
cidencia en la organización psicológica de la persona.
2. Tal como Jung nos lo recuerda, más allá del énfasis particular de nuestra dispo-
sición personal, las cuatro funciones psíquicas con las que apreciamos la realidad –los
cuatro elementos– están siempre presentes en la estructura global y tienden a vincularse
entre sí de modo complementario o antagónico. Este intento de integración sugiere
que, partiendo de una disposición específica que se mantendrá como tono es-
tructural a lo largo de la vida, nuestro modo de percibir la realidad opera en un
proceso dinámico de oscilación y búsqueda de equilibrio.
4 Véase “Bibliografía recomendada”, al final del capítulo.
5 Hand, Robert. Los símbolos del horóscopo. Barcelona: Urano. 1993.
Astrología, conciencia y destino 77

3. Los antagonismos entre distintos modos de percepción de la realidad –que, en princi-


pio, tienden a excluirse y negarse mutuamente– se traducen en distancias internas que
el desarrollo evolutivo de la conciencia pugna por reparar. Y este es un proceso que, de
manera inconsciente, opera preferentemente en el campo vincular y en acontecimientos
de destino. Desde este punto de vista, cada individuo establece una identificación
consciente centrada en una o dos de estas funciones de percepción básicas, man-
teniéndose sus antagónicas como modalidades no conscientes.

En definitiva, aceptar la analogía de los elementos en astrología con los tipos psi-
cológicos de Jung y considerar sus criterios de relación entre las funciones de la con-
ciencia como claves en la organización psíquica de un individuo nos obliga a que
el balance de elementos aplicado al estudio de una carta natal no pueda reducirse a
una clasificación cuantitativa y estática, y a que seamos capaces de una ponderación
cualitativa. Antes que una fatal definición del carácter de una persona o la sanción
de un estigma inalterable, el balance cualitativo de elementos nos permite transparentar
un proceso de desarrollo en la percepción de la realidad que habrá de revelarse de manera
dinámica a lo largo de la vida del individuo.
Como siempre, profundizar en astrología haciéndonos sensibles a cualidades
vibratorias, sutiles y energéticas nos lleva a percibirla con criterios de arte antes que
con los concluyentes y lógicos criterios de ciencia. Tratemos, entonces, de avanzar
en esta sensibilización sin resignar racionalidad.

Los elementos. Complementariedad, afinidad y antagonismo

¿Cómo ha definido la astrología los cuatro modos de percepción simbolizados


por los cuatro elementos?
El elemento Tierra se asocia al mundo concreto, material. Tiene que ver con la
percepción a través de los sentidos del cuerpo. El plano físico, la sustancia orgánica.
Lo sólido, lo que tiene peso, gravedad. Lo constituido, el orden objetivo, la ley de la
realidad. Se corresponde con la función que Jung llama sensación.
El elemento Fuego se asocia al mundo de la vitalidad, de la energía. Tiene que ver
con la percepción a través del sentido de captación global, sintética, trascendente. El
78 Alejandro Lodi

plano etérico, la irradiación vital, el espíritu. Lo que se eleva, el impulso de búsqueda,


la verdad esencial. Lo que será, lo por venir, la ley del deseo y la voluntad. Se corres-
ponde con la función que Jung llama intuición.
El elemento Aire se asocia al mundo mental, ideal. Tiene que ver con la percep-
ción a través del pensamiento y el intelecto. El plano mental, la capacidad de asociar,
vincular, conceptualizar. Lo abstracto, lo que es capaz de objetivar la realidad en un
orden ideal de justas proporciones. Las múltiples y variadas posibilidades de articu-
lación de la realidad. Se corresponde con la función que Jung denomina pensamiento.
El elemento Agua se asocia al mundo sentimental, emocional. Tiene que ver con la
percepción a través de la sensibilidad, el sentimiento. El plano astral, el contacto em-
pático y resonante con el universo. Lo sensible, lo que es capaz de percibir necesida-
des y proteger lo frágil. Lo que nos vuelve subjetivos y nos conecta con la profunda
interioridad humana. Lo que fue, el pasado, la memoria afectiva. Se corresponde con
la función que Jung denomina sentimiento.
En términos de complementariedades, parece evidente que el Fuego y el Aire
comparten una cualidad de manifestación y actividad, tanto como la Tierra y el Agua
una de absorción y receptividad. Esto lleva a que podamos definir a estos pares como
complementarios, tal como se ve reflejado en el zodíaco: los signos de Fuego y Aire
expresan el pulso activo (en despliegue o manifestación) y los de Tierra y Agua el
pulso receptivo (en repliegue o reabsorción). En el plano humano, Fuego y Aire sim-
bolizan la expresión de la naturaleza masculina (o yang), el pulso de exteriorización,
mientras que Tierra y Agua, la femenina (yin), el pulso de interiorización.
También podemos distinguir que entre Fuego-Agua y Tierra-Aire existe una se-
mejanza de pares. El par Fuego-Agua representa un modo subjetivo de abordar la
realidad que necesita que el mundo exterior coincida con lo que la captación intui-
tiva o la percepción sensible definen como verdadero y genuino. Por su parte, el par
Tierra-Aire reconoce la realidad en modos objetivos e impersonales, de modo que
las circunstancias individuales, internas y subjetivas tienen que adaptarse a lo que
está determinado como la realidad (objetiva-racional) del mundo.
Astrología, conciencia y destino 79

Elementos en afinidad y antagonismo.

De este análisis también se desprende que los pares Fuego-Tierra y Aire-Agua no


coinciden con ninguna de las categorías que consideramos, de modo que podría-
mos deducir que resultan pares de elementos cualitativamente opuestos.
En correspondencia con esta caracterización, Jung habla de funciones antagónicas,
funciones que no pueden expresarse juntas, ya que representan modos incompatibles
de percibir la realidad para la conciencia. Y sostiene que pensar (Aire) es antagónico a
sentir (Agua) y que percibir sensorialmente (Tierra) es antagónico a intuir (Fuego).

Las funciones de la percepción y su dinámica psíquica

Jung propone algo más. Afirma que, en el inicio de su desarrollo, una persona se
identifica con una o a lo sumo dos funciones perceptivas y que estas no pueden ser
antagónicas entre sí. Es decir, si se identifica con el modo de percibir sensorial (Tie-
rra), no puede al mismo tiempo identificarse con el modo intuitivo (Fuego). A estas
funciones conscientes las llama superiores porque son las que el individuo expresa y
desarrolla con más frecuencia desde su voluntad.
A las funciones restantes las denomina inferiores porque quedan fuera de la con-
ciencia y pueden expresarse independientemente de la voluntad del individuo. Ac-
túan como sombra y permanecen poco desarrolladas.
No obstante, antes que quedar estáticamente determinadas, estas funciones es-
tán en proceso de integración, de modo que las relaciones que establecen entre sí
80 Alejandro Lodi

forman parte de un proceso dinámico. Eso hace que, en su desarrollo, la conciencia


pueda oscilar y acortar las distancias entre las funciones que se viven como antagó-
nicas, sin negar el tono particular con el que se ha identificado.
Visto así, integrar los elementos desde la conciencia supone lograr una percepción
más plena de la realidad, oscilando ante cada nueva situación hasta expresar una tona-
lidad peculiar (o estilo), sin que eso suponga detenerse o polarizarse en alguna de ellas.
Del mismo modo, cuanto más polarizada esté la conciencia en una exclusiva función
(o elemento) como único modo de entrar en contacto con el mundo, más alejada se
encontrará de la integración porque más en sombra dejará a la función opuesta.

El balance cualitativo de elementos

De acuerdo con la lógica propuesta por Jung para las funciones perceptivas, los
elementos de una carta natal también pueden organizarse bajo cierta disposición es-
tructural y mantener entre ellos una relación dinámica. Es decir, el balance de elemen-
tos no solo permite caracterizar rasgos generales de la personalidad, sino también
percibir cómo evolucionan según el desarrollo de la conciencia. Desde un patrón
evolutivo que presupone un despliegue cada vez más incluyente, la conciencia co-
mienza por identificarse con fragmentos de la totalidad del ser, para luego ir recono-
ciendo contenidos más vastos, expandiéndose hacia la mayor integración posible.
Nuestra hipótesis es que la conciencia, en los primeros años de vida, tiende a
adoptar una mirada del mundo y de la realidad que privilegia una de las cuatro cua-
lidades elementales. A ese elemento, que ocupa el centro de la organización psíqui-
ca, lo llamaremos principal. Por lógica, el elemento antagónico al principal resulta el
más distante para la conciencia, ya que tienden a polarizarse. Así, lo reconoceremos
como elemento distante.
Ahora bien, hay un segundo elemento en expresión consciente que, si bien no
resulta dominante y no representa la mirada preferencial desde la cual la persona
reconoce el mundo, se ubica como auxiliar del principal, sirviendo de apoyo. Así
considerado, llamaremos a este elemento secundario.
Su antagónico es un elemento que representa una mirada de la realidad defici-
taria, aunque no tan alejada de la conciencia. Desde la voluntad, el individuo pue-
Astrología, conciencia y destino 81

de esforzarse por aparentar que le resulta natural y que sabe ver el mundo desde la
perspectiva que simboliza ese elemento, pero las demás personas lo sentirán como
un exceso, como una exageración que delata la impostura de ostentar una imagen
de aquello de lo que, justamente, se siente carente. Por eso, a este segundo elemento
menos consciente lo llamaremos aparente.

EXPRESIÓN CONSCIENTE EXPRESIÓN NO CONSCIENTE

PRINCIPAL DISTANTE
Par dominante Elemento que predomina Elemento menos reconocido
en la percepción consciente por la conciencia

SECUNDARIO APARENTE
Par auxiliar Elemento auxiliar del Elemento del que se intenta
principal en su predominio dar una imagen

Cuadro de balance cualitativo de elementos.

Sin embargo, a lo largo de la vida la conciencia va incorporando, comprendiendo


e incluyendo dimensiones cada vez más profundas del ser. En este sentido, si per-
manecemos en la misma identificación, provocamos la cristalización del proceso y
terminamos por generar separatividad y exclusión. Al contrario, en la medida en que
nos volvemos conscientes de este viaje –desde el fragmento hacia la totalidad–, ad-
vertimos que la vida fluye creativamente y percibimos integración (vínculo) donde
antes había separación.
En nuestro balance cualitativo, esta creatividad y dinamismo propio del viaje de
la conciencia se manifiesta a través de una progresiva desidentificación del elemento
principal, que, como consecuencia, lleva a que los restantes modifiquen su expre-
sión y respondan a un movimiento incluyente e integrador. La clave de ese movi-
miento consiste en una oscilación constante que no se detiene en polos y que, por
lo tanto, permite acercar distancias entre pares en conflicto (principal con distante,
secundario con aparente). A esto se refiere la afirmación de que el balance cualitativo
tiene en cuenta la relación dinámica entre los elementos.
82 Alejandro Lodi

Pero, dentro de la práctica astrológica, ¿cómo calificar la información sobre elemen-


tos que aporta una carta natal?, ¿qué criterio podemos aplicar para organizar ese cuadro?
Al respecto, y solo a modo de orientación, podemos considerar algunos puntos:
1. El punto de partida es el tradicional método basado en la cantidad y calidad de los pla-
netas en cada elemento. Este es el orden de mayor incidencia:
• Los luminares (Sol y Luna).
• El Ascendente y su planeta regente.
• Los planetas personales (Mercurio, Venus y Marte).
• Los planetas sociales (Júpiter y Saturno).
Respecto a los planetas transpersonales (Urano, Neptuno y Plutón), considera-
mos que no otorgan rasgos individuales trascendentes, por su prolongada per-
manencia en cada signo.
2. Cada uno de los elementos ocupa una de las posiciones del cuadro (principal, distante,
secundario, aparente) respetando la lógica de antagonismos ya enunciada. Esto im-
plica que en nuestra hipótesis incluimos a los cuatro elementos, y no solo a aquel
que resulte dominante para la conciencia.
3. Un par de elementos antagónicos ocupa la posición de par dominante y el otro, la de
par auxiliar. Desde el análisis tradicional se supondría, por ejemplo, que una carta
con Tierra y Fuego o con Aire y Agua como elementos más destacados, da lugar
a una personalidad que combina a ambos sin conflicto alguno. En cambio, nues-
tro criterio cualitativo nos exige considerarlos, en principio, en una relación an-
tagónica (es decir, uno de ellos como principal y el otro distante de la conciencia).
Y este es uno de los principales aportes del balance cualitativo, ya que da cuenta
de una contradicción que puede percibirse habitualmente en la práctica astroló-
gica: la dificultad para identificarse simultáneamente con la Tierra y el Fuego, o
con el Aire y el Agua.
4. El cuadro comienza a organizarse desde el par dominante. El énfasis de un elemento
está indicando una alta probabilidad de que ocupe la posición principal, quedan-
do su antagónico en la posición distante (aun contando con la presencia de plane-
tas en ese elemento y con mayor seguridad si hay ausencia). Por la misma razón,
la ausencia de un elemento marca la tendencia a la posición distante, facilitando
que su antagónico se ubique como principal (aun no siendo el que cuenta con
mayor cantidad de planetas).
Astrología, conciencia y destino 83

5. El par siguiente se ubica como par auxiliar, de acuerdo con el criterio tradicional (de
menor valor numérico). Se trata del par de elementos antagónicos que cuenta con
menor cantidad de planetas. Representará un juego de energías de menor polari-
zación entre sí y que están subordinadas al par dominante.
6. Cuando el balance es equilibrado en proporciones y cantidades, o cuando en
el par dominante el elemento del Sol sea antagónico al de la Luna, las posiciones
del cuadro se definen según las impresiones del marco familiar en los primeros
años de vida. La conciencia parece seguir un patrón dinámico que parte siempre
desde alguna forma de polarización. En estos casos, las primeras identificaciones
en la vida de la persona (el impacto y los condicionamientos en la conciencia
propios del estadio de contención lunar de la carta natal) definen la organización
del balance de elementos, y tal incidencia puede verse reflejada en una sobredi-
mensión del elemento en el que se ubique la Luna.
7. Cuando los elementos ausentes son dos y forman entre sí uno de los pares antagónicos, el
juego de conciencia y destino se concentra en el par presente, y lo hace de un modo masivo
y excluyente. La identificación (y los momentos en que esta se revierte) suele te-
ner mayor contundencia y la persona expresa de un modo muy nítido –a veces,
de grosera polarización– la tensión que provocan esos impulsos antagónicos. Al
mismo tiempo, tales impulsos dan la clave de un destino de alto dinamismo y
potencial creatividad, en la medida en que se vaya produciendo la síntesis.
8. La distribución de elementos que quede conformada solo es una hipótesis de las prime-
ras identificaciones de la persona, no de un sello permanente en el tiempo. El balance
cualitativo de elementos únicamente sugiere cuál puede ser la percepción de la
realidad y de sí mismo instalada en el individuo durante la niñez. Y esto quiere
decir que a lo largo de su vida podrá haber otras. La identificación por elementos
no es un indicador fijo y estático. No conservamos –por lo menos, no necesa-
riamente– la misma mirada del mundo durante toda nuestra vida, sino que esa
apreciación de la realidad evoluciona y se modifica, respetando antagonismos y
complementariedades.
9. El movimiento oscilante de estas identificaciones a lo largo de la vida permite acercar
las distancias antagónicas entre elementos. En el proceso del viaje de la conciencia,
a través de los ciclos planetarios, una persona que comienza su vida identificada
con el Fuego establece vínculo con su antagónico, la Tierra. Sea en forma pau-
84 Alejandro Lodi

latina o súbita, este movimiento refleja lo que ya definimos como la evolución


de la conciencia integrando tendencias polares. Recordemos que mantener las
distancias extremas entre polos suele ser la forma que adoptan nuestras primeras
identificaciones, exagerando tanto los rasgos dominantes (conscientes) como
los sombríos (no conscientes).
10. Las crisis de edad genéricas son propicias para dinamizar el juego de relaciones entre
elementos. Las crisis se presentan cíclicamente y son estos momentos de cam-
bios y ajustes integradores los que ofrecen la oportunidad de introducir varian-
tes en nuestra mirada de nosotros mismos y del mundo. Por lo tanto, también
son adecuados para reorganizar nuestras identificaciones en general, y las de los
elementos en particular. Quizás las más agudas (y que, por eso mismo, mejor
ilustren nuestra propuesta) sean las asociadas con los 14, 28, 42, 56, 70 y 84 años.
Es probable que esas edades evidencien insatisfacciones profundas, desacuerdos
internos respecto a cómo vincularse con la realidad, que exigen una definición
consciente y activa en una u otra dirección. Por lo tanto, son momentos apropia-
dos para confirmar deliberadamente una mirada –que otorga coherencia, aun
cuando se corra el riesgo de una nueva fijación– o para permitir un punto de ob-
servación distinto –hasta ahí intuido pero no expresado– a favor de lo creativo.
11. Un acompañamiento adecuado de estas crisis, que favorezca una mejor inte-
gración, siempre está indicado por un movimiento de oscilación que permite
acortar las distancias polares (integración). En cambio, el desaprovechamiento de
estas oportunidades críticas queda señalado por el refuerzo de la forma conocida
(cristalización), o bien por una inversión extrema de las posiciones que no hace
otra cosa que seguir manteniendo las distancias, solo que en la dirección contra-
ria (conversión).

Más allá de estas consideraciones técnicas generales, es necesario tomar en cuen-


ta que el método propuesto se basa en ponderar cualidades y afinidades, teniendo
siempre presente la totalidad. Esto nos permite reconocer juegos de identificación
más sutiles y evitar fragmentaciones. Aplicando el balance cualitativo siempre esta-
mos considerando los cuatro elementos en una particular forma de relación.
No obstante, como se basa en la percepción de calidades antes que en una es-
tricta puntuación de cantidades, el balance cualitativo de elementos puede parecer
Astrología, conciencia y destino 85

impreciso y confuso a quien no esté acostumbrado a él. Así, mientras que el tradi-
cional análisis de cantidades resulta preciso pero un tanto rígido y poco revelador, la
mirada cualitativa parece más profunda pero algo laberíntica. Antes que volcarnos a
favor de uno u otro método, percibamos que este “dilema” reproduce una paradoja
propia de la relación Aire-Agua: la precisión racional y las mediciones cuantificables
obligan a recortar y fragmentar en exceso la captación de la totalidad, mientras que
los registros más globales y la sensibilidad a sutilezas cualitativas parecen conducir a
la indefinición confusa.
Por eso, la mejor recomendación para adquirir convicción en el balance cualita-
tivo de elementos es el ejercicio de su aplicación en la práctica astrológica, tolerando
su aparente vaguedad al comienzo, para luego corroborar su lógica y percibir sus
beneficios. En definitiva, se trata de la posibilidad de incorporar una mirada com-
plementaria, que enriquezca la tradicional forma de considerar los elementos en la
interpretación astrológica.

Los elementos en cada posición

Caracterizar siempre supone una generalización. Describir cada combinación


de elementos posible parece una tarea necesaria para ilustrar y hacer accesibles los
conceptos, pero siempre recordando que toda tipología puede convertirse en una
forma fría, fija y reduccionista, incapaz de atender a la riqueza de lo singular. Ten-
dremos, entonces, que aceptar estas caracterizaciones como modelos psíquicos en
donde cada situación específica, cada variable individual, puede resonar y sentirse
aludida.

Fuego principal - Tierra distante


La disposición consciente orientada al registro del elemento Fuego sugiere una
personalidad que expresa vitalidad, búsqueda de sentido y de trascender el mundo
de las apariencias para rescatar lo auténtico de la vida. Para estas personas lo genuina-
mente vital se encuentra aprisionado por lo establecido. Hay una natural atracción
por lo que se intuye posible más allá del statu quo. Toda forma concreta se percibe
como vitalidad atrapada que necesita ser liberada (“fuego encapsulado”) o como la
86 Alejandro Lodi

forma que otros supieron darle a la vitalidad en el pasado (“el fuego de otro”) y que
ahora debe ser contrarrestada, por cuanto inhibe la expresión del propio pulso vital.
Esta lucha por el Fuego puede llevar a un planteo moral: considerar que la con-
creción que otros supieron darle a la energía es “perversa”, “dañina” o “reprochable”
en su intencionalidad, propósito y aspiración, y sentir que solo el propio anhelo es
verdaderamente puro y auténtico. Como condición de esta autenticidad se privile-
gia lo espontáneo, generoso y capaz de entregarse al riesgo creativo. Los individuos
con esta configuración apuestan a lo heroico, a jugarse por aquello que fue intui-
do como verdadero. Son capaces de contagiar y estimular vitalidad, de ser la chispa
que enciende el fuego en otros. De la compleja y contradictoria trama de la realidad
material saben obtener una captación sintética de lo global, de lo que trasciende y
conecta con la vida, de lo que revela una dirección ascendente, espiritual. El orgullo
de ser poseedores de tal capacidad intuitiva puede conducirlos a la paradoja de con-
siderarse a sí mismos elegidos por atributos “personales” para llevar adelante la tarea
de superar el “egoísmo” terrenal.
La conjugación de búsqueda de significados trascendentes y ligados a la verdad
con esta aptitud para la entrega y la exposición personal los convoca a la pasión y a
la épica, tanto como a extremos de dramatismo histriónico. Les es propio el mundo
mítico y mágico, el mundo de los juegos infantiles y sus tramas fantásticas. La vida
como juego. El amor como juego. La pasión erótica, el despliegue de energía al ser-
vicio de la atracción romántica o sexual, los amores únicos y que desbordan toda ra-
cionalidad y prudencia representan experiencias casi irrenunciables, escenarios que
permiten protagonizar a las personalidades de Fuego lo que sienten el argumento
mismo de la obra vital.
Parece claro que, cuanto más autónomo pretenda ser este modo de apreciar la
realidad centrado en la pasión y trascendencia propio de la captación intuitiva (“lo
que la realidad podrá ser o será”), más distante del registro consciente está entonces
la percepción de lo concreto y material propia de la captación sensorial (“lo que per-
cibo que es la realidad a través de los sentidos”). Recordando a Jung, en tanto domi-
ne el Fuego, la Tierra está condenada a una manifestación inconsciente, sombría, y
es considerada una amenaza que debe ser controlada.
Ahora bien, por ley psicológica, aquello que permanece silenciado en la sombra,
retenido y controlado en su expresión, termina por manifestarse en forma compul-
Astrología, conciencia y destino 87

siva, desbordada, confirmando así todas las fantasías oscuras que se habían elabora-
do sobre su expresión. El vínculo del Fuego que domina y polariza con la Tierra en
sombra –a la que desconoce, negándole existencia– provoca que inevitablemente lo
tan temido ocurra. En algún momento la psique intenta una conversión extrema y la
Tierra se manifiesta con toda su carga acumulada de retenciones históricas.
La Tierra irrumpiendo como sombra desde el inconsciente presenta sus atribu-
tos más reprobables, menos virtuosos. Así, el antes idealista deviene en fervoroso
defensor del orden y las posesiones, apegado a las raíces y a la sensatez conservadora.
El buscador de verdades trascendentes se transforma en un cínico materialista para
el que lo real sólo es aquello que sus sentidos son capaces de disfrutar. La generosa
entrega mítica de sí mismo a un ideal superior se convierte en hedonismo.
La repolarización extrema de la Tierra desde la sombra puede conducir a la con-
vicción de haber descubierto que el único mundo no ilusorio es el material y que
se debe ingresar en él sin demora. Acaso se sienta necesario compensar el tiempo
perdido en idealizaciones mediante una esforzada constricción al logro concreto y al
orden, y un abnegado compromiso con la construcción de formas en el mundo. En
esa radicalización se corre el riesgo de una pérdida absoluta de sentido trascendente
y de las necesidades internas, a expensas de una adaptación rígida a modelos sociales
y culturales ligados al éxito material.
En verdad, se trata de polos cristalizados en un vínculo de mutua incomprensión.
A lo largo del desarrollo vital y la evolución del destino, la conciencia puede ir des-
cubriendo claves de integración, oscilando entre uno y otro polo –cada vez más rít-
micamente y con menos fijeza– sin demorarse en cristalizaciones. Progresivamente,
ser consciente de este pulso le permite a la naturaleza de Fuego comprender –como
clave de encuentro con la Tierra– que, en verdad, la vitalidad trascendente solo se
revela en los procesos orgánicos y materiales, que lo auténtico y creativo se desarro-
lla en el mundo, en el presente, y de acuerdo con leyes que, aunque sutiles y acaso
excepcionales, armonizan con la sustancia.

Tierra principal - Fuego distante


La disposición consciente orientada a la Tierra describe a una persona centrada
en lo material, en lo sustancialmente explícito. Valorando el sentido de realidad, se
considera a sí misma “realista” y, en efecto, puede demostrar gran capacidad prác-
88 Alejandro Lodi

tica y eficiencia operativa. Este talento para alinearse con las leyes de la materia –y
no resistirse a ellas– permite que desarrolle con efectividad su don realizador y de
organización.
Prevalece lo seguro y estable, lo sólidamente sustentado en el pasado y que debe
prolongarse en el tiempo. Los individuos con Tierra dominante anhelan que el futu-
ro coincida con lo ya conocido y establecido como confiable. Esta tendencia a con-
servar las formas constituidas puede tornar a estas personas refractarias al cambio, al
riesgo y a un mañana diferente. Para ellas todo cambio resulta una depreciación de
los valores tradicionales y auténticos. En todo caso, las respuestas innovadoras a los
dilemas del presente tienen que contar con “riesgo cero”. Esto puede llevar a parado-
jas como la de buscar propuestas creativas que hayan sido “debidamente probadas
alguna vez en algún lugar”. Lo creativo (el futuro) ajustado a lo conocido (el pasado).
Naturalmente instaladas en la realidad concreta, estas personas pueden exhibir
gran capacidad de sostén material y de solidez estructural. Pueden destacarse por su
habilidad para generar sustancia y proveer de lo necesario a los demás. Y al hablar de
sustancia también nos referimos –es obvio– al dinero. El talento hacedor, planifica-
dor y constructivo puede conducirlas a desarrollar estructuras que reproduzcan y
multipliquen el capital, tanto como a cristalizarse adhiriendo a la lógica de la acumu-
lación y la retención. Por cierto, estas dos modalidades de la Tierra (de circulación
o de apego) revelan diferentes modos de relacionarse con su antagónico, el Fuego, y
marcan el grado de distancia sombría con él.
Asociada a lo orgánico y natural, la Tierra como registro de la realidad dominante
se vincula a personalidades que privilegian el contacto y registro de lo corporal. El dis-
frute sensual y la atención a las necesidades orgánicas del plano físico forman parte de
la actividad cotidiana y encuentran un espacio natural en sus rutinas personales. Pero
también aquí el miedo a perder esta posibilidad de goce, a no poder satisfacer aque-
llas necesidades básicas, puede derivar en una actitud de recelo en el contacto con el
mundo. Así, la capacidad de disfrutar del placer corporal se diluye en el esfuerzo por la
demanda de logros concretos, el cuerpo se sacrifica (se tiraniza) en pos de resguardar-
se de la imprevisibilidad material del mañana. El temor a lo porvenir y la prevención
de las carencias que se proyectan en el futuro anulan el registro del presente.
Precisamente, esta manera extrema de la percepción de Tierra relega al Fuego a
la sombra. El Fuego manifestándose como sombra conduce a la compulsión de vivir
Astrología, conciencia y destino 89

“todo el riesgo de una vez y en un solo instante”. Luego de años de confinamiento in-
consciente, cobra vida el “demonio” allí desarrollado, capaz de poner todo en juego
por una corazonada, de confiar en su hado antes que en su prudencia y desafiar a las
leyes más objetivas de la realidad. Estos momentos de crisis compensatoria pueden
estar signados por la necesidad de experimentar la audacia en exceso, de expresar la
vitalidad individual bajo la forma de un individualismo dramático o un histrionismo
exacerbado. El ego, con su necesidad de protagonizar su épica historia y de confir-
mar su mágica existencia, cree ver ahora la oportunidad de cumplir “el sueño de su
vida”. Liberado al fin del realismo, llegó el momento de ser idealista. Así, las fantasías
del mundo interior, la dimensión mítica ahogada en años de sensatez racional, co-
pan el centro de la escena consciente. Sentirse seducido por la aventura, dejar todos
los compromisos y “empezar a vivir de una buena vez”, atreverse a aquello que ha
dejado pendiente o que nunca se atrevió a vivir, abandonar los vínculos seguros por
las pasiones súbitas, puede conducir al individuo a extremos de frivolidad, de infan-
til narcisismo o caprichos pasionales.
La posibilidad de acercamiento de estas distancias polares, la clave para que una
disposición consciente de Tierra no condene al Fuego a la sombra –en definitiva, la
oportunidad de comprensión y mutuo reconocimiento de ambos registros de la rea-
lidad– requiere la aceptación de que toda plasmación material es animada por una in-
tención, que toda definición de formas en el plano físico y corporal se corresponde con
el estímulo de un propósito vital. Esa vitalidad que enciende las formas no se fija en
ninguna de ellas, circula y sigue reproduciéndose constantemente en nuevas manifes-
taciones materiales. En el vínculo Tierra-Fuego (o materia-energía, forma-vitalidad),
las concreciones humanas relacionadas con la intuición de un sentido trascendente
van desplegando la creatividad de la vida misma, sin detenerse en ningún logro formal.
En verdad, la síntesis de la Tierra y el Fuego revela la comprensión de que la rea-
lidad material cobra sustancia y se organiza a partir de principios y aspiraciones mo-
tivadoras de la acción. La Tierra y el Fuego nos anuncian que el mundo orgánico de
la materia es animado por propósitos esenciales del espíritu.

Aire principal - Agua distante


A las personalidades de Aire tradicionalmente se las reconoce por su capacidad
de objetivación. Tomar distancia de la vivencia emocional-subjetiva les permite no
90 Alejandro Lodi

reaccionar de un modo temperamental e irreflexivo a las situaciones particulares,


sino verlas inscriptas dentro de cierto orden o patrón universal.
Percibir este contexto es un ejercicio de abstracción, una tarea de la mente. Esta
percepción del mundo desde la cualidad mental habilita la posibilidad de discrimi-
nar entre lo subjetivo (el personal modo en que la realidad impacta en mí) y lo obje-
tivo (lo que la realidad es más allá de cuestiones personales).
La persona de Aire valora asociar la experiencia cotidiana –específica y singu-
lar– a marcos teóricos y encuadres genéricos. Disfruta el placer de descubrir razo-
nes lógicas en una realidad que, en principio, se le presentaba azarosa y arbitraria.
Por cierto, esta capacidad de evaluación racional de la vida puede cristalizarse en un
hábito explicativo, frío, con escaso contacto sensible con la realidad. Y aunque tal
déficit le fuera advertido, la personalidad de Aire va a traducir esa conducta como
un logro de su inteligencia por no quedar adherida al equívoco emocional. Así, pa-
radójicamente, el natural talento de discernimiento del Aire queda opacado al di-
sociarse de su antagónico, el Agua. En esa polarización, el Aire pretende excluir al
Agua: confundiendo la inteligencia con lo estrictamente racional y las emociones
con la irracionalidad, la personalidad de Aire niega cualquier posibilidad de vincular
el pensamiento con los sentimientos.
La naturaleza del Aire resulta asociativa y comunicante. La persona con esta dis-
posición consciente en su modo de percibir la realidad expresa una fluida y espon-
tánea apertura al mundo de las relaciones. Vincularse con otros, tomar contacto con
diferentes puntos de vista, experimentar múltiples variables resultan experiencias
naturales donde desarrollarse. La palabra, la comunicación intelectual, la aprecia-
ción de la justa proporción, la ponderación racional y equilibrada, la especulación
acerca de posibilidades futuras son la sustancia misma en la que se despliega el ejer-
cicio de la mente. Allí se conforman las ideas, principios y premisas (inteligentes,
originales y siempre sagaces) que estructuran la lógica de la realidad que la persona
con Aire dominante define como su percepción natural.
Su disposición hacia la experimentación vincula al Aire con lo abierto, libre e
incondicionado. Ideas y pensamientos son productos mentales en constante activi-
dad de duda, reformulación y confirmación. El Aire nunca detiene su búsqueda de
establecer puentes, distribuirse y relacionarse. Y la persona con este elemento domi-
nante participa de esta sed articuladora, verbal y explicativa, refractaria a todo límite,
Astrología, conciencia y destino 91

censura o restricción arbitraria. Llevado a un extremo, el mundo del Agua –el mun-
do de la sensibilidad emotiva, la magia, la subjetividad personal– no puede dejar de
vivirse como atadura y condicionamiento, como aquello que no solo interfiere, sino
que intoxica (bajo formas de irracionalidad, superstición y sentimentalismo) la libre
circulación del pensamiento y la exploración racional de lo humano.
El mundo del Agua queda así asociado al misterio, a lo que “aún” no ha podido
ser develado. Y, aunque pueda reconocer la existencia de esa dimensión de lo desco-
nocido, el Aire no va a renunciar a su intento de explicarlo: solo lo admite como una
deficiencia del presente que, en un futuro ideal, será resuelta por la razón.
Sancionado, descalificado y excluido, ese mundo del Agua queda condiciona-
do entonces a expresarse desde la sombra. Y esto significa que la sensibilidad senti-
mental se manifiesta del modo más temido y menos deseado. En esos momentos de
conversión extrema, imprevisiblemente la persona identificada con el Aire muestra
un apego emocional de máxima intensidad dramática. Acaso con agudas justifica-
ciones intelectuales intenta cubrir lo que, en verdad, son caprichos infantiles, arbi-
trariedades saturadas de subjetividad. Con el Agua manifestándose desde la som-
bra, temores irracionales pueden –imprevistamente– tomar el centro de la escena.
Miedos inexplicables, “sin lógica”, cobran vida, casi como entidades fantasmales. En
casos extremos, ante la amenaza de caos emocional o como efecto de hechizos in-
conscientes a los que resulta vulnerable, la persona que antes elaboraba brillantes
argumentaciones racionales (Aire dominante) podrá recurrir al pensamiento mági-
co como última y única explicación (Agua en sombra). Toda su sensibilidad afectiva
retenida se expresa desbordante, con el exceso propio de su carga inconsciente. Así,
el brillante intelectual agnóstico deviene en fantasioso místico devocional, el sobrio
y armónico esteta en apólogo de la compulsión emocional, el libre y autónomo crea-
tivo en expresión del más posesivo sentimentalismo.
Una clave de acercamiento del Aire con el Agua, de encuentro entre estos regis-
tros que tienden a polarizarse en la conciencia humana, está dada en la posibilidad
de que se transparente –de un modo cada vez más evidente– la asociación entre las
ideas y los sentimientos. En verdad, toda idea o razonamiento se corresponde con
algún tipo de sentimiento o afecto. Incluso el pensamiento más reflexivo es muchas
veces provocado por el impacto de un suceso emocional o la conmoción generada
por una sutil contemplación a la que nos abrimos desde nuestra sensibilidad. Y, si
92 Alejandro Lodi

bien el hecho intelectual se diferencia del sentimental (y resulta necesario –y muy


saludable– distinguirlos), en absoluto está implicada una disociación entre ambas
experiencias. Ser capaces de diferenciar mente y sentimiento, manteniéndolos en
contacto como dos dimensiones de una misma realidad, es el desafío a una percep-
ción más plena.

Agua principal - Aire distante


La personalidad de Agua dominante está asociada a la sensibilidad, a la capa-
cidad de una respuesta sentimental a los hechos de la vida, a la percepción de una
dimensión interna de la realidad. Es el carácter más vinculado al sentimiento y a lo
que habitualmente entendemos por “sentir la realidad”. Más allá de la objetividad
del mundo social, lo que se percibe como el verdadero escenario es la vida afectiva,
íntima, el contacto con lo sensible. De hecho, el Agua resulta el elemento asociado a
lo humano. La realidad es la propia subjetividad emocional.
Para estas personas las cualidades de calidez protectora, cuidado, resguardo y
suministro de afecto resultan prioridades vitales. Sentirse incluidas en un marco de
amor asegurado se convierte así en un valor. Su búsqueda muchas veces puede lle-
varlas a evitar toda relación vincular que no confirme aquellas condiciones. Y, si bien
es propio de la riqueza de los vínculos promover una apertura a lo diferente, dispo-
nernos a lo desconocido y expandirnos más allá del clan familiar, la personalidad de
Agua lo vive como un riesgo, fuente de temor y recelo. Rápidamente intenta –ne-
cesita– que lo novedoso en sus relaciones se reduzca a lo conocido, que el estímulo
hacia lo abierto y libre se revierta hacia el compromiso y la fidelidad característica de
los lazos familiares. Desde la percepción del Agua, el lugar del afecto (real o imagina-
rio) es el hogar, la memoria, el pasado.
Su contacto natural con lo específicamente humano marca la tendencia de las
personas con Agua dominante a profundizar tanto en las maravillas como en las
contradicciones del alma. Esta capacidad de contacto con la oscura complejidad del
interior de la humanidad –y su anhelo de investigarlo y develarlo– puede convocar-
las al arte o a la exploración del mundo psíquico. El dolor, la felicidad, la muerte, el
amor, el apego, la compasión, el egoísmo, el sacrificio resultan la sustancia misma
de la realidad, y todo intento de abordarla desde la racionalidad, de explicarla desde
lógicas teóricas, es percibido como un esfuerzo absurdo, frío e inhumano.
Astrología, conciencia y destino 93

La sensibilidad de resonancia con lo universal, de empatía con lo profundamen-


te humano –más allá de la vivencia individual– y de registro de aquello que excede la
realidad manifiesta a los sentidos sensoriales activa en estas personalidades la posibi-
lidad de expresar el sentimiento místico devocional. La auténtica capacidad de sentir
con el otro, de percibir el mundo interior y los sentimientos de los demás, puede
conducirlas a expresiones de genuina compasión y a sentir la necesidad de reparar
el sufrimiento del mundo. En casos extremos, resultan capturadas por la fascinación
de sentir la revelación de una misión redentora, de entregarse al sacrificio de ser sal-
vadores de la humanidad.
No resulta difícil percibir el ahogo (literalmente, la “falta de aire”) que la polariza-
ción de estas cualidades del Agua provoca en el registro de Aire. Si el centro de la iden-
tificación consciente tuviera al elemento Agua como dominante, la manifestación de la
percepción de Aire tendrá características de conversión extrema. Intentando corregir
esa distorsión, la irrupción del Aire –condenado a reclusión inconsciente– muestra
entonces su expresión más arcaica y primitiva: desconexión afectiva máxima, pérdida
de contacto con la sensibilidad e hipervaloración de modelos teóricos abstractos, fobia
al caos y al apego emocional. El Aire desde la sombra genera conductas de súbita fuga
del compromiso emocional al que la persona de Agua ha sido fiel durante tanto tiem-
po, abriéndose ahora a un mundo vincular numeroso y variado aunque superficial. Su
necesidad de elaborar ideas explicativas precisas –para liberarse del irracional senti-
mentalismo del que se ha descubierto prisionera– la vuelve dispersa y poco definida.
La pesadilla de la sofocación emocional –de la que cree haber despertado– la lleva a
rechazar todo cierre que la comprometa con una estabilidad segura, a entregarse a una
búsqueda frenética de libertad, a una compulsión por la apertura a lo desconocido.
El Agua puede encontrar una clave de equilibro con el Aire desarrollando la
comprensión de que el registro sensible de la realidad es, precisamente, el que per-
mite tomar contacto con órdenes más profundos y sutiles. Desarrollar sensibilidad
y aplicarla al estudio de lo humano, a la investigación de la realidad material o del
pensamiento, en verdad conduce a descubrir patrones más complejos y transperso-
nales, matrices más profundas y comprensivas. La sensibilidad es lo que nos permite
percibir diferencias sin disociarlas, registrar partes que conforman totalidades. La
conciencia de la dinámica Aire-Agua transparenta la paradoja de un universo que se
fragmenta para manifestarse, y se desarrolla y multiplica para reunirse.
94 Alejandro Lodi

Fuego secundario - Tierra aparente


Aunque más naturalmente dispuesta a la expresión de Fuego, esta persona ofrece
una máscara de Tierra desde la que establece relaciones. Así, otros podrán ver en ella
una capacidad práctica y de concreción, de sentido de realidad y seguridad material,
desde la cual establece vínculo. El punto es que, en verdad, esa imagen de Tierra es una
apariencia decidida y sostenida que oculta una identificación más natural con el Fuego.
El individuo se ha propuesto a sí mismo (seguramente de un modo muy in-
consciente) esforzarse en manifestar aquello que percibe poco desarrollado en él.
Se compromete con otros exponiéndose seguro, previsible, racional, realista, y es
posible que otros asuman correr riesgos a favor del respaldo y resguardo que la per-
sona con Tierra aparente ha inspirado en ellos. Sin embargo, una súbita corazonada,
la intuición de la oportunidad de un brusco cambio de rumbo, o la necesidad de
sincerarse con lo auténtico pueden de pronto prevalecer y “echar por tierra” aquella
imagen conservadora y sensata que la persona ya no encuentra cómo sostener.
En otra variante de expresión, sabiéndose poco dispuesta a vincularse con ella,
esta persona puede deliberadamente proponerse desarrollar el contacto con la Tie-
rra. Sin duda, tendrá que contar con cierto coraje para no refugiarse en idealismos ni
en falsos orgullos infantiles y para no descalificar la materialización porque le resulta
una tarea difícil. Al contrario, puede desarrollar canales que la conecten con lo con-
creto, con lo constructivo y planificado. Se convoca a atender las necesidades básicas
y orgánicas de su propio cuerpo, incluso a una disciplina de contacto con lo cor-
poral, incluyendo así la responsabilidad material en lo cotidiano. Aunque aceptar-
las implique vencer cierta inercia, para la persona con Tierra aparente el desarrollo
consciente de estas actividades permite que se revelen como parte del proceso vital
y auténtico estímulo –y posibilidad– de lo creativo.

Tierra secundaria - Fuego aparente


La audacia, la acción, la capacidad de exposición y de estimular a otros a una ex-
presión vital pueden resultar algunas de las cualidades que la persona con Fuego apa-
rente simule irradiar. Muchos podrán verse atraídos por ese talento. Incluso el mismo
individuo cree genuina esta expresión, sin registrar u ocultando el esfuerzo que impli-
ca para él. Planteado desde este propósito de simulación, el Fuego sólo se manifiesta
desde el voluntarismo, como reacción al déficit que se percibe internamente.
Astrología, conciencia y destino 95

Extrovertida y contagiando entusiasmo, la persona con Fuego aparente puede


convocar a otros para aportar vitalidad a proyectos creativos, correr riesgos a favor
de lo novedoso y auténtico, apostar por lo expansivo y trascendente. Es probable
que quienes observen este comportamiento teniendo Fuego principal, en principio
se sientan cautivados por el despliegue vital de la persona con Fuego aparente, pero
pronto comiencen a sospechar de cierto tono que perciben excesivo e innecesario. En
cambio, quienes se vinculen teniendo Fuego distante, quizás no logren resistirse a la
fascinación de esa personalidad que perciben irradiante y que las estimula a confiar.
Ahora bien, esta persona que despliega Fuego aparente, en realidad tiene a la Tie-
rra como expresión más cómoda y natural, de modo que esa manifestación vital que
aparenta apostar por lo intuitivo, en verdad, está sostenida por un sentido práctico
y realista. Así, es probable que, habiéndose comprometido con la acción, el riesgo
creativo o la expansión trascendente, a mitad de camino irrumpa en el individuo
una sensatez y prudencia que lo lleve a considerar ahora desaconsejable algo que
ya ha iniciado y para lo que ha convocado a otros. Seguramente, adquirir sentido de
realidad es muy apropiado, aunque así planteado resulta fuera de tiempo. Sobre todo
para aquellos que, habiendo depositado en él toda la audacia y vitalidad de la que se
perciben carentes, se sienten ahora defraudados en su confianza.
Antes que intentar su simulación, el individuo con Fuego aparente puede aceptar
que este registro de la realidad no le es inmediato y que debe ser estimulado en él
antes que ofrecido a los demás. A través de actividades o técnicas en contextos que
lo favorezcan, esta persona puede comenzar a frecuentar y ejercitar su capacidad de
exposición, expresión individual y confianza en su acción vital.

Aire secundario - Agua aparente


La persona con Agua aparente siente que la expresión de su sensibilidad no re-
sulta inmediatamente natural. Sabe que tendría que conectarse con sus emociones
(en esta conciencia de su limitación radica la diferencia con el Agua distante), pero
no sabe cómo hacerlo, no encuentra los puentes necesarios de vinculación con su
mundo interior. Por eso intenta acceder a él por esfuerzo, exigiéndose sentir.
En realidad, su naturaleza se dispone hacia el mundo del Aire, objetivo y racional,
que busca explicar la vivencia. Probablemente sus emociones sean “conclusiones” a
las que arriba por operaciones intelectuales antes que por contacto sensible. Así, la
96 Alejandro Lodi

persona con Agua aparente “lee” el contexto de una determinada situación de inten-
sidad emocional y concluye entonces que es adecuado responder con una específica
emoción.
Este mecanismo es delatado por cierta frialdad detrás de la aparente calidez que
expresa, una distancia de algún modo sugerida en el contacto, una actuación (fa-
llida actuación) que, intentando demostrar (y demostrarse) capacidad de registro
sensible, hace explícita una emoción superficial, externa, un sentimentalismo poco
creíble. Aunque haya lágrimas, estas no son el producto de conmoción alguna.
En lo vincular, la exageración de sentimientos es el rasgo que detecta la persona
con Agua dominante, lo que la lleva a preservarse manteniendo cierta distancia de
contacto. La persona con Agua distante, en cambio, puede sentir la posibilidad de
proyectar toda su carencia y anhelo de expresión emocional. En el primer caso hay
sospecha y desconfianza, en el segundo fascinación y luego decepción afectiva.
Alguna situación de suficiente intensidad emocional puede marcar el quiebre
de la máscara, el momento de sincerar la incapacidad de responder sensiblemen-
te sin anticipar pensamiento. En este sentido, la persona con Agua aparente debe
comenzar a desarrollar medios de contacto con la sensibilidad, de expresión de las
emociones, y de habilitación de niveles sutiles de la realidad. Ya se trate de técnicas
terapéuticas o artísticas, la clave es evitar que intervenga en ellas la palabra, la sagaci-
dad intelectual o el talento analítico del pensamiento.

Agua secundaria - Aire aparente


Dispuesta con mayor naturalidad a lo sensible (Agua secundaria), la persona con
Aire aparente valora la capacidad de objetivar, elaborar ideas y desarrollar marcos
conceptuales teóricos, justamente por sentirse carente de ella. Su tendencia a definir
el mundo desde su propia subjetividad la lleva a sentirse inadecuada para abrirse a lo
vincular y a la experimentación de diferencias.
La persona con Aire aparente intenta corregir esa incapacidad involucrándose
en el mundo del pensamiento y las relaciones. Se esfuerza por expresar una socia-
bilidad natural, mostrarse reflexiva y razonable: un ilustrado consejero o incluso un
pensador teórico. Aunque sostenida en una apariencia, esta imagen puede ser muy
lograda y de gran efectividad en lo vincular, resultando muy atractiva para aquellos
con carencias de Aire más severas, quienes le confirman entonces su imagen.
Astrología, conciencia y destino 97

En cambio, otros –seguramente los de más desarrollado registro aéreo– pronto


comienzan a percibir que las argumentaciones teóricas de este particular pensador
están sostenidas en premisas falsas o, por lo menos, indemostrables; que toda su
estructura conceptual se basa en pilares subjetivos, emocionales e, incluso, irracio-
nales. Sus reflexiones, en verdad, son meras opiniones. Su capacidad de diálogo se
reduce a emitir sentencias que no pueden ser puestas en duda. La disposición hacia
lo vincular del individuo con máscara de Aire se revela abierta solo a relaciones que
confirmen sus visiones. La misma orientación tiene el contenido de su biblioteca:
leer mucho únicamente para confirmar unas pocas ideas a las que está adherido
emocionalmente.
Proponerse espacios donde compartir diferencias, incluir la capacidad de dudar,
de multiplicar visiones, tomar contacto con actividades en las que el pensamiento
experimente con libertad y exprese su creatividad pueden resultar puentes propi-
cios para tomar contacto con la dimensión del elemento Aire sin adoptar máscaras
forzadas.

Tipologías elementales

De acuerdo con el balance cualitativo, cada elemento puede predominar en la


conciencia de modo puro o combinado con otro (nunca su antagónico). Cada ele-
mento puede protagonizar la expresión consciente ocupando la posición principal
del cuadro de manera exclusiva o con otro como auxiliar. Surgen, entonces, cuatro
tipos elementales puros y ocho combinados; es decir, doce modos de apreciar la
realidad, cada uno con específicas características.

Tipos elementales puros



Tierra principal (Fuego distante)
T F
Sensación.
“El hacedor”.
La realidad objetiva prevalece sobre la visión. Plasmar y concretar en
forma material tiende a exigir el sacrifico de la percepción intuitiva.
98 Alejandro Lodi

Fuego principal (Tierra distante)


F T
Intuición.
“El visionario”.
El estímulo de la visión prevalece por sobre todo logro material.
Solo existe la vitalidad de aquello que se vislumbra y anhela, y la
realidad concreta deberá ser transformada de acuerdo con ese afán.

Ai Ag
Aire principal (Agua distante)
Pensamiento.
“El intelectual”.
La realidad es un orden revelado por el pensamiento que se impo-
ne al caos de las emociones. Lo sensible tiene causas que pueden
ser explicadas. Lo subjetivo debe subordinarse a lo racional.

Ag Ai
Agua principal (Aire distante)
Sentimiento.
“El sentimental”.
Los mundos internos configuran la realidad del mundo. El pensa-
miento es mera apariencia. Lo sensible habilita el contacto con lo
real: la unidad en la matriz universal.

Tipos elementales combinados

Tierra principal (Aire auxiliar)


T
Sensación-pensamiento.
Ai “El hacedor intelectual”.
Prevalece una actitud práctica y racional, una capacidad para mate-
rializar, de acuerdo con criterios objetivos. Esta personalidad valo-
ra la eficiencia, el logro de concreciones y la prudencia.
Astrología, conciencia y destino 99

Tierra principal (Agua auxiliar)


T
Sensación-sentimiento.
Ag “El hacedor sensible”.
Esta personalidad valora actuar en el mundo concreto orientado
por sus sentimientos. El contacto con el mundo interno estimula
los logros objetivos. El individuo pretende que la realidad sea más
humana.

Fuego principal (Aire auxiliar)


F
Intuición-pensamiento.
Ai “El visionario intelectual”.
Anhela que lo percibido intuitivamente como auténtico circule en
la realidad. Busca expresarse en el mundo, estimulado por un ideal
lógico, coherente y verdadero.

Fuego principal (Agua auxiliar)


F
Intuición-sentimiento.
Ag “El visionario sensible”.
Desde la sensibilidad de este individuo brota un ideal que orienta
su vida. Los valores humanos estimulan la búsqueda y la persona
anhela ser alguien que los exprese. Su resonante convicción conta-
gia vitalidad.

Aire principal (Tierra auxiliar)


Ai
Pensamiento-sensación.
T “El intelectual hacedor”.
Privilegia la búsqueda de soluciones, la corrección de defectos. La
vida plantea desafíos que han de ser resueltos con perseverancia y
racionalidad.
100 Alejandro Lodi

Aire principal (Fuego auxiliar)


Ai
Pensamiento-intuición.
F “El intelectual visionario”.
Lo real es la percepción de principios trascendentes. Esta perso-
nalidad desea elaborar marcos conceptuales que den cuenta de la
verdad, develar el misterio y vincularse con lo trascendente.

Agua principal (Tierra auxiliar)


Ag
Sentimiento-sensación.
T “El sensible hacedor”.
Vive para dar testimonio de su sensibilidad. Necesita ser coherente
con lo que percibe emocionalmente y que exista algo concreto que
lo revele.

Agua principal (Fuego auxiliar)


Ag
Sentimiento-intuición.
F “El sensible visionario”.
Su realidad es la de los mundos sutiles, a los que accede a través de
la intuición. La percepción del misterio trasciende el mundo de la
forma y de las explicaciones mentales.

El caso de Jorge Luis Borges

Analicemos ahora la carta de Jorge Luis Borges.


El balance de elementos tradicional nos indica la siguiente distribución:
• Tierra: Sol.
• Fuego: Luna, Mercurio, Venus, Saturno y regente del Ascendente.
• Aire: Marte.
• Agua: Ascendente y Júpiter.

Si aplicamos los criterios que hemos expuesto, la notable presencia de Fuego


(tres planetas, la Luna y el regente del Ascendente) nos lleva a considerarlo principal.
Astrología, conciencia y destino 101

Carta natal de Jorge Luis Borges.


102 Alejandro Lodi

Pero esto significa que la Tierra queda en posición distante, aun siendo el elemento
en el que está el Sol. Esta situación parece generar un conflicto irresoluble, ya que,
por estar en signos antagónicos (Tierra y Fuego), o el Sol o la Luna de la carta de
Borges deberán quedar uno principal y otro distante.
Si tratamos de definir la controversia por cantidades, lo más probable es que
nuestra hipótesis considerara lo ya expuesto: Fuego principal y Tierra distante. Con
respecto al par restante, la cantidad parece favorecer la manifestación de Agua como
elemento secundario y el Aire como aparente.

FUEGO TIERRA

AGUA AIRE

Balance Cualitativo de J. L. Borges (hipótesis por cantidad).

Cabe aquí la pregunta: ¿respetará la vida el criterio astrológico técnico de can-


tidades (más planetas en Fuego que en Tierra) y nos encontraremos entonces con
un niño atrevido, audaz y enérgico?; ¿o la tensión entre Luna en Fuego (Aries) y Sol
en Tierra (Tierra) se definirá en los hechos concretos de acuerdo con variables que
escapan a cantidades y atienden a calidades?
Nacido en una familia aristocrática, en la que se exhibían con orgullo los antepa-
sados militares que lucharon por la independencia, muy pronto “el pequeño Geor-
gie” supo que tenía asignado un papel: sería un hombre de letras. Sentía que esa era
su responsabilidad para con la tradición familiar. Era el deseo de su padre –también
escritor, pero sin trascendencia– y, sobre todo, el de su madre. No obstante, más allá
de este condicionamiento, el Fuego de su estructura tiene tal dimensión que hará
falta una impronta contundente para derivarlo a la posición distante. Respecto a su
sensación de destino, escuchemos al propio Borges:

Pasé gran parte de mi infancia sin salir de mi casa. Al no tener amigos, mi hermana y yo
inventamos dos compañeros imaginarios […]. Siempre fui miope y usé lentes, y era más
Astrología, conciencia y destino 103

bien débil. Como la mayoría de mis parientes habían sido soldados […] y yo sabía que
nunca lo sería, desde muy joven me avergonzó ser una persona destinada a los libros y no a
la vida de acción […]. Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca
de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca […]. Recordar mis
primeros años escolares no me produce ningún placer […]. Como yo usaba lentes y llevaba
cuello y corbata al estilo de Eton, padecía las burlas y bravuconadas de la mayoría de mis
compañeros, que eran aprendices de matones.6

No parece haber tenido opción: entre el coraje, el valor y la autonomía que supo-
ne identificarse con su Fuego, y la aceptación de ser un hombre de letras haciendo
identidad en su Tierra (Sol en Virgo), condicionado por el anhelo familiar y su sen-
sación de incapacidad física, Borges elige lo segundo.
Respecto al siguiente par, el Agua parece dar sustento al predominio de la Tie-
rra. La influencia familiar y el anhelo de satisfacerla (Agua) parecen determinantes
para elegir ser escritor y no hombre de armas: identidad en la Tierra virginiana asu-
miendo una imagen de Aire. En su infancia y primera juventud, Borges escribía para
complacer a sus padres, adoptando la personalidad de escritor (Agua auxiliar, Aire
aparente).
Así, el balance cualitativo de elementos que parece corresponder a su identifica-
ción es contrario al que sugiere la apreciación cuantitativa. La influencia familiar –en
particular, su madre– será tan condicionante que terminará por alterar la hipótesis
de cantidades: su familia –su madre– será el Fuego (Luna en Aries) y el niño Borges
se identificará con la Tierra (Sol en Virgo).

TIERRA FUEGO

AGUA AIRE

Balance Cualitativo de J. L. Borges (por historia de vida).

6 Borges, Jorge Luis. Autobiografía. Buenos Aires: El Ateneo. 1999, pp. 21-23.
104 Alejandro Lodi

El desvío –por excesiva influencia del marco familiar o sociocultural– de una dis-
posición que parece natural puede generar personalidades de gran tensión interna.
La adaptación a las demandas exteriores está operando sobre la base de la represión
de contenidos que tienen suficiente potencial de expresión. Pero, como hemos visto,
tal desequilibrio no impide que se desarrolle una personalidad capaz de destacarse
en algún ámbito, aun cuando el costo personal, íntimo, sea severo. Los logros exte-
riores pueden ir acompañados de una íntima sensación de frustración.
La “elección” de la Tierra en desmedro del Fuego se torna significativa. Aquí co-
bran relevancia algunos hechos de la historia. Por ejemplo, en absoluto parece casual
que este joven tímido, que anhela cumplir su destino de escritor, pronto se fascine
con los bravos hombres de acción y “de armas tomar” que conoció en su infancia,
con las historias de guapos y compadritos que habitaban los suburbios de Buenos
Aires. Es el hechizo de su Fuego en sombra, intenso y potente, intentando abrirse paso
en la conciencia desde la posición distante.
Los contenidos controlados y retenidos –y, en este sentido, sombríos– terminan,
tarde o temprano, por irrumpir en la vida, mostrando su necesidad de ser reconoci-
dos. Y esto puede ocurrir por una decisión voluntaria del individuo o por un hecho
de destino muchas veces dramático. Veamos qué sucede en el caso de Borges.
En el año 1938, su vida pone manifiesto –de modo extremo, incómodo y dolo-
roso– la distancia entre la Tierra en posición principal y el Fuego en posición distante,
y la necesidad de una nueva modulación entre su mundo emocional (Agua secunda-
ria) y su capacidad de expresión literaria (Aire aparente):

A través de amigos conseguí un puesto de auxiliar primero en la sucursal Miguel Cané de


la Biblioteca Municipal, en un barrio gris y monótono hacia el suroeste de la ciudad […].
Resistí en la biblioteca nueve años. Fueron nueve años de continua desdicha […]. Una
mañana mi madre me llamó por teléfono y pedí permiso para volver a casa. Llegué apenas
a tiempo para ver morir a mi padre.7

El año de la muerte de su padre culmina con un accidente grave. Los hechos guar-
dan relación con su Fuego distante: corriendo por las escaleras de su hogar para recibir

7 Ibíd., p. 108.
Astrología, conciencia y destino 105

a familiares en día de Nochebuena, golpea su cabeza contra una ventana abierta. La


herida se infectó provocándole altas fiebres, alucinaciones, noches sin poder dormir.

Tenía septicemia, y durante un mes me debatí entre la vida y la muerte.8

Sin embargo, entre miedos y terrores, una dimensión de su ser inexplorada hasta
ese momento comienza a revelarse:

Cuando empecé a recuperarme temí haber perdido la razón […]. Poco después me atemo-
rizó la idea de no volver a escribir nunca más […]. Decidí escribir un cuento, y el resultado
fue “Pierre Menard, autor del Quijote”.9

Este texto señala un hecho inédito en su vida. Por primera vez, el poeta y ensa-
yista decide escribir un cuento fantástico, algo que nunca había intentado hacer y
que, en principio, no resulta del agrado de su madre. Su sensibilidad como escritor
se pone al servicio de describir personajes inexistentes, mundos sutiles, paradójicos,
laberínticos, más allá de satisfacer lo que el clan familiar espera.
Este cuento, surgido de aquellas circunstancias, revela y expresa un mundo de
sensibilidad inteligente que será aquello que lo caracterice e imprima su particular
distinción en la literatura. Es el primero de otros en la misma línea (“La lotería de
Babilonia”, “El Aleph”, “El jardín de los senderos que se bifurcan”…) y que serán pu-
blicados luego en Ficciones y El Aleph.

Son, según creo, mis libros más importantes.10

Así, el acceso a este rasgo de sensibilidad que podríamos identificar como nep-
tuniano (alucinaciones, pérdida de sentido de realidad, fantasías, imágenes míticas,
etc.) indica no solo una reducción de la distancia entre el mundo del Agua y el del
Aire, sino la manifestación de lo propio, específico y creativo del Fuego de Borges.
Será este el modo literario con el que Borges alcance notoriedad internacional. Se-

8 Ibíd., p. 109.
9 Ibíd., p. 110.
10 Ibíd., p. 112.
106 Alejandro Lodi

rán estos los textos que provoquen una resonancia universal y que lo guíen a un des-
tino de permanentes viajes, conferencias y celebridad.

Sin embargo, tendrán que transcurrir nueve años antes de que el Fuego comien-
ce a materializarse. Y el desencadenante será un hecho exterior que afecta la temática
ligada a ese elemento: el orgullo, el valor personal y la dignidad.
Hacia 1946 Borges ya era un escritor conocido, pero sin embargo continuaba
trabajando en la biblioteca municipal, replegado en una forma austera, gris, carente
de vitalidad:

Cada tanto, los trabajadores municipales éramos premiados con un kilo de yerba. De noche,
mientras caminaba las diez cuadras hasta la parada del tranvía, se me llenaban los ojos de
lágrimas. Esos pequeños regalos de arriba marcaban mi vida sombría y servil.11

Pero, en esos años, detrás de su identificación de Tierra, el Fuego en posición


distante había comenzado a hacer erupción bajo la forma de críticas ácidas y públi-
cas contra el fenómeno político y cultural del peronismo. Esto hizo que, luego del
triunfo electoral de Perón, en julio de 1946, Borges recibiera un nombramiento del
gobierno municipal como represalia.

Fui honrado con la noticia de que había sido “ascendido” al cargo de inspector de aves y
conejos en los mercados […] al día siguiente renuncié.12

Ante la pérdida de trabajo, el tímido Borges, aquel que memoriza el texto de sus
conferencias por el terror que le provoca enfrentar un auditorio, comienza a aceptar
ofrecimientos para disertar sobre distintos temas y a dirigir cátedras de literatura en
distintas instituciones.

Descubrí que se me abría una vida nueva y emocionante […]. No solo terminé ganando
más dinero que en la biblioteca, sino que disfrutaba del trabajo y me sentía justificado.13

11 Ibíd., p. 107.
12 Ibíd., p. 112.
13 Ibíd., p. 115.
Astrología, conciencia y destino 107

Sentirse expresado en la labor cotidiana, gozar con aquello que hace, ser autén-
tico en el hacer y obtener reconocimiento y compensación económica por ello,
exponerse ante auditorios sintiéndose seguro y disfrutando del riesgo que implica
(riesgo que, hasta ese momento, lo había llevado a paralizarse) evidencia que el par
dominante de su balance cualitativo de elementos –Tierra principal y Fuego distan-
te– disuelve su polarización y comienza a desarrollar dinámica de circulación. Aun-
que la personalidad mantenga una imagen prudente y correcta, no lo hace a costa de
dejar en sombra el compromiso vital con lo genuino de sí mismo y el atrevimiento
creativo. La conciencia reconoce al “hacedor” en vínculo con el “visionario”.

Preguntas frecuentes

• ¿Un stellium en casa XII puede compensar la ausencia de planetas en Agua, o Saturno
en I y Medio Cielo en Capricornio compensar la falta de Tierra en una carta natal?
El balance de elementos está determinado por los planetas en signos, no en casas.
Esto es lo mismo que decir que la percepción de la realidad que predomina en la
conciencia se determina por la cualidad (signos) de las funciones psicológicas (pla-
netas) y no por los asuntos de la vida donde se desarrollan (casas). Las situaciones
que se plantean en la pregunta exponen paradojas muy habituales que se traducen
en tensiones que guardan una particular característica. Por un lado, contar con una
alta sensibilidad al mundo del inconsciente profundo y resonancia al misterio del
alma (stellium en casa XII), sin canales adecuados para traducir todo lo que se siente
y percibe (ausencia de planetas en Agua). Y, por otra parte, experimentar una fuerte
exigencia y compromiso con los logros objetivos y el cumplimiento de mandatos
sociales (Saturno en casa I y Medio Cielo en Capricornio), sin sentir que se cuenta
con el talento práctico y efectivo para llevarlo a cabo (falta de Tierra).

• ¿Solo las crisis genéricas permiten desarrollar conciencia de elementos? ¿Pueden hacerlo
también los tránsitos personales?
Por supuesto que no solo las crisis genéricas, sino también los tránsitos persona-
les representan momentos propicios para que la conciencia desarrolle modulacio-
nes respecto al balance de elementos. Un tránsito de Neptuno sobre el Ascendente,
108 Alejandro Lodi

por ejemplo, simboliza una oportunidad de asumir la percepción de Agua, del mis-
mo modo en que un tránsito de Saturno en conjunción al Sol natal expone la capaci-
dad de la conciencia para madurar la mirada de la realidad de Tierra.

• Si no hay planetas en un elemento, ¿significa que esa mirada de la realidad no se desa-


rrollará en esa vida?
El balance cualitativo de elementos incluye los cuatro modos de percepción.
La cualidad de cada elemento participa en relación de afinidad o antagonismo con
los demás. La falta de planetas en un elemento no significa su exclusión de la con-
sideración. Si un elemento falta por cantidad es muy probable que la conciencia se
identifique con el antagónico y atraiga por destino al ausente. Por cierto, el elemento
ausente siempre resultará algo incómodo, ajeno y proyectado en los demás.

Bibliografía recomendada

Arroyo, Stephen. Astrología, psicología y los cuatro elementos. Buenos Aires:


Kier. 2004.
Borges, Jorge Luis. Autobiografía. Buenos Aires: El Ateneo. 1999.
Greene, Liz. Relaciones humanas. Barcelona: Urano. 1999.
Hamaker-Zondag, Karen. Astro-psicología. Madrid: Edaf. 1987.
Idemon, Richard. El hilo mágico. Barcelona: Urano. 1998.
Jung, Carl. Tipos psicológicos. Buenos Aires: Sudamericana. 1943.
Ríos, Ana Lía. Fuego, Aire, Agua, Tierra. Buenos Aires: Kier. 2004.
Capítulo 6

COMBINACIÓN
DE MATRICES
La astrología es una especie de álgebra de las cualidades; y
estas cualidades no son meras cualidades sensorias (como
blanco, azul, espeso, pesado, doloroso, etc.) sino cualidades
que se refieren a procesos vivos, ya sea en el plano fisiológico
como en el psicológico y en el superpsicológico.

Dane Rudhyar, Astrología de la personalidad.

Los atributos de la trama: planetas en signos, casas y aspectos

Una carta natal cuenta con tres dimensiones ordenadoras bien diferenciadas:
planetas, signos y casas. Al mismo tiempo, estos tres órdenes no existen por sí mis-
mos, sino entramados entre sí. Podemos diferenciarlos, pero describen una sola
realidad. La carta natal nos recuerda que somos distintas dimensiones implicadas
en una misma experiencia de conciencia, diversas hebras que se entrelazan en un
único tejido.
Los planetas simbolizan la carta natal en actividad. Tal como sus movimientos
físicos son la evidencia de que el sistema solar está activo, los símbolos planetarios
nos dicen que la carta natal es un sistema vivo y en funcionamiento. No solo por el
trayecto de sus órbitas, los ciclos que trazan o las cualidades de tiempo que descri-
ben (temática que, de hecho, no es motivo de este libro), sino porque los planetas
tejen redes de relación, tramas de vínculos internos y externos. En este sentido, apor-
tan los rasgos más cercanos a lo que podríamos asimilar a nuestra subjetividad. Son
los actores del drama, los intérpretes de la obra viva de nuestra travesía consciente.
110 Alejandro Lodi

Al remitir a la acción, los planetas son el verbo. Por supuesto, tienen cualidad, pero
en el análisis de una carta natal es mucho más significativo considerarlos como ac-
tividades, como actos de despliegue. Los planetas tienen que ver con el mapa astral
en funcionamiento. La metáfora más apropiada es entenderlos como funciones del
sistema de la carta natal, operaciones que permiten que la matriz de nuestro mandala
se manifieste y se dé a conocer, por lo que nos parece adecuado simbolizarlos con un
infinitivo: un qué que remite a una acción.
Por su parte, los signos son la matriz de cualidades energéticas primordiales. Los
doce colores que adopta la luz de la vida que anima todas las cosas. Los doce tonos
de todos los sonidos del mundo. Cada planeta, cada función de nuestro sistema psí-
quico, se expresa con la cualidad de algún signo. En ese sentido, los signos son el
adjetivo.
Y, finalmente, las casas astrológicas simbolizan doce áreas arquetípicas de expe-
riencia humana. Los doce escenarios en los que se representa el devenir de nuestras
vidas. Cada planeta ocupa alguna de esas casas: la actividad funcional que manifiesta
se ejerce en algún ámbito de la vida. Las casas representan el circunstancial de lugar.
Cada planeta está en un signo y en una casa. La actividad que cada uno de ellos
simboliza se expresa con cierta cualidad (signo) y en un específico ámbito de la vida
(casa). Planeta, signo y casa. Verbo (infinitivo), adjetivo y circunstancial de lugar. Ac-
ción (qué), cualidad (cómo) y espacio (dónde).
Esta diferenciación en el significado de cada una de estas matrices (la de plane-
tas, la de signos y la de casas) puede resultar muy útil al momento de analizar una
carta natal, porque evita la tendencia a confundirlas (algo muy común en la práctica
astrológica).
La experiencia de desplegar conciencia se celebra en acciones (planetas) que se
expresan con ciertas cualidades (signos) y se desarrollan en determinados espacios
concretos de vivencia (casas). Otro modo de decir que somos energía viva en la forma.
Astrología, conciencia y destino 111

PLANETA SIGNO CASA


verbo adjetivo lugar
(acción): (cualidad): (espacio):
qué cómo dónde

I
Aries
Sol En la imagen personal.
Impulsivo. Impetuoso.
Ser. Centrar. Irradiar. En el vínculo con el destino.
Penetrante. Enérgico.
Brillar. Expresar. En la interacción con el
Agresivo.
medio.

Luna Tauro II
Proteger. Cuidar. Sensual. Placentero. En los talentos personales.
Nutrir. Sensibilizar. Lento. Orgánico. En la generación de recursos.
Habitar. Posesivo. En el goce corporal.

Mercurio Géminis III


Comunicar. Pensar. Vivaz. Intelectual. En el aprendizaje.
Asociar. Describir. Comunicativo. En la comunicación.
Jugar. Divertido. Cambiante. En el vínculo con hermanos.

Venus IV
Cáncer
Complementar. En el hogar.
Afectivo. Tierno.
Armonizar. En la pertenencia familiar.
Contenedor. Celoso.
Contemplar. En la historia de los
Familiar.
Embellecer. Valorar. ancestros.

Marte Leo V
Desear. Accionar. Expresivo. Luminoso. En la autoexpresión.
Avanzar. Brillante. Estimulante. En la relación con los hijos.
Luchar. Arriesgar. Centrado. En los actos de corazón.
112 Alejandro Lodi

Júpiter Virgo VI
Confiar. Comprender. Analítico. Clasificador. En el servicio cotidiano.
Expandir. Creer. Ordenado. Preciso. En la salud corporal.
Enseñar. Discriminador. En el trabajo cotidiano.

Saturno Libra VII


Estructurar. Realizar. Armónico. Estético. En el encuentro con el otro.
Cumplir. Sostener. Equilibrado. Seductor. En los vínculos de pareja.
Madurar. Gentil. En los conflictos manifiestos.

Escorpio VIII
Urano
Intenso. Profundo. En crisis de transformación.
Crear. Intuir. Liberar.
Doloroso. En la sexualidad.
Innovar. Mutar.
Transformador. Potente. En los bienes compartidos.

Neptuno Sagitario IX
Resonar. Ensoñar. Expansivo. Abundante. En las creencias.
Espiritualizar. Confiado. Sabio. En los estudios superiores.
Sutilizar. Imaginar. Espiritual. En el extranjero.

Plutón Capricornio X
Transformar. Sólido. Responsable. En el reconocimiento social.
Destruir. Renacer. Ordenado. Serio. En la carrera o profesión.
Erotizar. Morir. Disciplinado. En las metas de logro social.

Acuario XI
Creativo. Libre. En los vínculos en red.
Innovador. En la relación con los amigos.
Súbito. Revolucionario. En las causas sociales.

Piscis XII
Onírico. Místico. En el inconsciente colectivo.
Sagrado. Empático. En el contacto con lo sagrado.
Compasivo. En el servicio al mundo.
Astrología, conciencia y destino 113

Jugando con las variables que ofrece el cuadro, de la posición de un planeta en un


signo y en una casa podemos obtener distintas combinaciones de verbo, adjetivo y
lugar (o acción, cualidad y espacio). Por ejemplo, Sol en Escorpio y en casa III des-
cribiría un “brillar intenso en la comunicación”, tanto como un “expresar transfor-
mador en el vínculo con los hermanos” o también un “ser potente en el aprendizaje”,
etc. O Venus en Sagitario y en casa XI simbolizaría el atributo de “complementar ex-
pansivo en vínculos en red”, tanto como “armonizar espiritual en las causas sociales”
o “contemplar sabio en la relación con los amigos”, etc.
Pero además, los planetas están en aspecto; es decir, vinculados a distancias sig-
nificativas entre sí. En astrología, aspecto simboliza relación. Los planetas en aspecto
representan actividades o funciones psíquicas que se expresan en simultáneo: no
puede manifestarse una sin que lo haga, al mismo tiempo, la otra. Ese vínculo puede
ser armónico o conflictivo, amistoso o discordante. De acuerdo con si el aspecto en-
tre planetas es fluido o tenso, la relación entre esas funciones puede ser convergente
o divergente, cooperativa o entorpecedora para nuestra conciencia.
De manera que referir a planetas en signos, en casas y en aspectos es otra forma
de decir acción, cualidad y espacio en relación.
Parece evidente la complejidad de llevar adelante un análisis de la carta natal que
abarque todas las variables posibles y que intente presentarlas una a una de modo
secuencial. Se trata de diez planetas, cada uno de ellos en doce signos y en doce ca-
sas… Son 1440 combinaciones, a las que debemos sumar las que abren los aspectos
en cada carta en particular.
Este es el momento de un salto cualitativo en la interpretación de una carta as-
tral. Ya no será una cuestión de destreza técnica ni de mero conocimiento de lo que
significa cada uno de los indicadores astrológicos. A partir de ahora será necesaria la
sensibilidad propia de un arte, antes que el rigor racional de una ciencia.
Apreciar coherencias en esa alta gama de matices y variantes, revelar sus relieves
significativos en la vida de las personas, ese es el arte del astrólogo. Es arte porque
son atributos que no pueden reducirse a claves técnicas ni a recomendaciones efec-
tivas. Ese arte no puede enseñarse, no puede ser escrito en libros. Es el momento
del análisis de una carta natal en el que podemos empezar a “ver”: a sentir el con-
tacto con el alma, a despertar intuiciones respecto a personalidad y destino, incluso
visiones oraculares y proféticas. Todas esas posibilidades no están en la técnica del
114 Alejandro Lodi

astrólogo, como no está el genio de un artista en su técnica (por cierto, necesaria). El


genio de un astrólogo –la capacidad para crear y generar una interpretación que abra
significados conmovedores y pertinentes– se pone de manifiesto en el momento de
ponderar y traducir en palabras e imágenes lo que percibe de toda la información de
la carta natal que, gracias a la técnica, se ofrece a su sensibilidad e inteligencia.

Apreciación de afinidades y disonancias

En el proceso de interpretación de una carta natal, una vez considerada la estruc-


tura general del mandala, su diseño y forma, ya evaluado el balance de elementos
y registrada la trama de planetas en signos, en casas y en aspectos, llega entonces
el momento de enfrentar el extenso (¿infinito?) despliegue de información que ese
análisis nos ha revelado.
Es evidente la necesidad de ponderar de algún modo tal cantidad de datos, de
establecer criterios jerárquicos para evaluar la información. De no hacerlo, nuestra
lectura se torna caótica. Si no establecemos esas pautas de clasificación, inevitable-
mente caeremos en contradicciones, ciertas características van a negar a otras y cual-
quier conclusión parecerá producto de una selección arbitraria, o cualquier defini-
ción, ajustada al antojo de nuestra subjetividad. No puede valer todo igual. No puede
estar toda la información en plana horizontalidad. Ni cada dato tener una entidad
autónoma, separada del resto.
Si vemos la carta natal como un menú de cualidades, es posible que apreciemos
relieves en el conjunto de la información, que algunas combinaciones energéticas
muestren clara afinidad entre sí, tanto como franca disonancia con otras. Sensibles
a esas diferencias de matices y alturas cualitativas, estamos habilitados a reconocer
conjuntos, a descubrir diversos recortes, a partir de la afinidad energética de distin-
tos rasgos del mapa astral. Podemos denominarlos conjuntos, núcleos, paquetes, focos,
etc. Aquí los llamaremos recortes energéticos de la carta natal y los presentaremos
como mandalas dentro del mandala, fragmentos de cualidades coherentes dentro de
la totalidad de las energías.
Cada uno de esos recortes contiene y expresa variaciones de un mismo color
energético, diferencias congruentes con un específico tono de cualidad. Más psico-
Astrología, conciencia y destino 115

lógicamente, podemos decir que cada recorte simboliza un rasgo de carácter de la


persona o una subpersonalidad que convive con otros rasgos y subpersonalidades,
tan válidas unas como otras, y que todas constituyen la totalidad de la psique.
La imagen de nosotros mismos que comenzamos a forjar en nuestra más tempra-
na niñez hará centro en algunos de estos rasgos de carácter, iniciando la conforma-
ción de una personalidad. Como ya veremos en el capítulo VIII, “La contención lu-
nar”, probablemente esa primera identidad se organice en un recorte energético que
contenga una destacada carga de la Luna. Lo cierto es que, a partir de esas primeras
identificaciones personales, empezará a desarrollarse el viaje de la conciencia, con la
dinámica luz y sombra como sustancia. Identificados con un recorte de nuestra carta
natal, generaremos un destino de encuentro con los otros recortes excluidos, que se-
rán vividos, en principio, como ajenos, exteriores o propiedad de otras personas.

Recortes de cualidades afines

Los recortes cualitativos se conforman con distintos datos de la carta natal que
muestran una congruencia energética entre sí. Conservando su diferencia, esa infor-
mación amalgama un conjunto coherente. Vamos a observar que cada carta natal,
por lo general, suele sintetizar entre tres y cinco núcleos de su energía.
El color de un recorte, el particular sonido de esa cuerda, el carácter de la energía
que congrega, siempre muestra una combinación de símbolos, antes que el protago-
nismo exclusivo de un solo indicador.
Ensayemos la mirada de una carta natal desde sus recortes energéticos con este
hipotético caso de un individuo al que llamaremos Pablo.
Si contemplamos con atención este mandala, es probable que distingamos cinco
recortes o núcleos de contenidos con cualidades afines.
El color energético del recorte 1 tiene predominio solar. Nos habla, entonces, de
una cierta cualidad con la que la persona experimenta su identidad personal. Sus ca-
racterísticas tienen que ver con la racionalidad, la corrección y la practicidad, teñidas
de intensa capacidad de perfección. Existe un gran talento hacedor y de conquista de
logros, tan sólidos y potentes como ejemplares, con los que la persona puede iden-
tificarse.
116 Alejandro Lodi

Carta natal de “Pablo”.


Astrología, conciencia y destino 117

Recorte 1: Sol en Virgo; Sol en casa VI; Sol en conjunción con Mercurio y Plutón;
Sol en oposición a Saturno; Saturno en oposición a Plutón; Saturno en casa XII.

No obstante, de acuerdo con cómo pueda la conciencia significar estas energías,


este núcleo propicia también la conformación de una imagen de uno mismo ajusta-
da a mandatos tensos y a modelos de “lo que debo ser” que exigen esfuerzos y sacrifi-
cios de la sensibilidad. Un superyó implacable y tiránico que no tolera la vulnerabili-
dad. Una personalidad realista que no se permite improvisaciones ni sueños, con un
sentido de excelencia y un anhelo de infalibilidad que puede rozar lo despótico. De
este modo, aquel talento realizador y aquel don de concreción de metas importantes
pueden quedar bloqueados ante una extrema autoexigencia de impecabilidad. Los
modelos comparativos resultan de tan “exagerada perfección” que pueden inhibir o
paralizar la autoexpresión del individuo.
En el recorte 2 también se destaca el Sol, por lo que habrá de referir a otro
atributo de la identidad personal. En este caso, remite al riesgo y la innovación,
al coraje y la aventura creativa. El contenido de este núcleo energético promueve
la conformación de una imagen de uno mismo ligada a la percepción intuitiva y
al contacto con el propio deseo, libre de todo condicionamiento del pasado y de
la forma establecida. Destaca la capacidad del individuo de abrirse paso ante las
contrariedades y el espíritu de luchar por lo que siente auténtico y verdadero en
el propio corazón.
118 Alejandro Lodi

Recorte 2: Sol en conjunción con Mercurio y Urano; Marte en Leo;


Marte en casa V; Ascendente en Aries.

Por cierto, una expresión distorsionada de estas cualidades deriva en una perso-
nalidad condicionada, en forma inconsciente, por la transgresión y la rebeldía. En el
encanto por la confrontación y la pelea, la persona queda atrapada en la reacción al
orden y los mandatos, cristalizada en una actitud temeraria ante los límites y desa-
fiante de todo principio de realidad.
Por su parte, en el recorte 3 prepondera el principio femenino (Luna y Venus)
en contacto con el modo replegado e intenso. La vivencia de lo sensible y receptivo
adquiere profundidad y previsión. El carácter protectorio y contenedor se expresa
en formas que, atento a los peligros, buscan garantizar un máximo resguardo.
Es evidente que las cualidades de este recorte energético no estimulan el don de
la confianza ni la franca apertura al encuentro con los demás. El recelo prevalece. La
sensación (y la convicción) de que la libertad del otro representa una amenaza a la
propia seguridad genera un hábito de control de las conductas ajenas y propias.
Un tiránico criterio de pureza contamina de intolerancia y desprecio las rela-
ciones con los demás. El repliegue del individuo en su sentimiento de pertenencia
cerrada se traduce en una sistemática actitud de rechazo a todo aquello que no con-
firme sus hábitos y costumbres.
Astrología, conciencia y destino 119

Recorte 3: Luna en cuadratura con Plutón; Plutón en casa VI; Plutón en Virgo; Plutón en
conjunción con Venus; Venus en casa VI; Venus en Virgo; Neptuno en Escorpio; Neptuno en casa VIII.

En el recorte 4 también se destaca el énfasis lunar, pero asociado a cualidades


muy diferentes. Aquí se propicia la vivencia de un mundo emocional que desborda
vitalidad, confianza y espíritu de aventura. En este caso, lo que da seguridad y nutre
interiormente es la libertad expresiva y la espontánea manifestación del propio deseo.

Recorte 4: Luna en Sagitario; Luna en casa IX; Júpiter en Cáncer; Júpiter en casa IV;
Cáncer en casa IV; Luna en cuadratura con Urano; Luna en trígono con Marte.
120 Alejandro Lodi

La polarización de la conciencia en estas cualidades puede conformar un hábito


emocional ligado a la credulidad afectiva y a una riesgosa ingenuidad en la exposi-
ción personal.
Una fe extrema en la providencia familiar y en la abundancia sin esfuerzo perso-
nal configura un mágico idealismo y la creencia infantil en una gracia benefactora
“que siempre habrá de protegerme”.
Las energías que conforman el recorte 5 invitan al compromiso con la compa-
sión, a desarrollar autoridad en la dimensión sagrada del dolor. La cualidad de este
“color” de la carta natal de Pablo abre a la comprensión de la experiencia del sufri-
miento como portal al misterio transpersonal. Aquí, la sensibilidad al padecimiento
del mundo es protagónica, tanto como la conciencia del sentido trascendente que
brota de él, y la persona resuena con todo lo que la humanidad ha registrado acerca
de esta paradoja y que permanece en el inconsciente colectivo como memoria.

Recorte 5: Saturno y Quirón en Piscis; Saturno y Quirón en casa XII; Saturno en conjunción con
Quirón; Saturno y Quirón en cuadratura con la Luna; Saturno y Quirón en trígono con Neptuno
en casa VIII; Neptuno en cuadratura con Marte (gobernante de la carta).

La sensación de que la tarea abruma, de que es demasiada sensibilidad para ser


contenida en la precaria experiencia personal, puede conducir al desasosiego. Pero
ese estado genera la evidente necesidad de una expansión espiritual, de una apertura
de la conciencia más allá de los límites de la experiencia de vida personal.
Astrología, conciencia y destino 121

Contradicción y paradoja
Conformados los recortes de la carta natal, vemos que cada uno de ellos puede
mostrar una disposición cooperativa o conflictiva con los demás. Parece muy claro
que, por ejemplo, los recortes 1 y 3 tienen puntos de concordancia, como así tam-
bién el 2 y el 4. Del mismo modo, es posible apreciar antagonismo entre las cualida-
des del 1 y las del 2, y entre las del 3 y las del 4.
El conflicto entre dos agrupamientos energéticos será reflejo de una tensión in-
terna en la persona o, incluso, de un intenso sufrimiento psicológico. La fricción irre-
soluble (neurótica) entre naturalezas y entre dos modos de la voluntad que parecen
contradecirse. Literalmente, cada recorte dice algo que está en oposición al decir del
otro. Esa incomodidad será motor de la dinámica de destino.
En este punto, vale recordar lo desarrollado en el capítulo III respecto a los dos
modos de abordar el desafío de interpretar una carta natal. Por un lado, la mirada
mecánica, determinista, literal y lineal, que define las características de la personali-
dad de una manera fija y estática; desde esta perspectiva, la persona es siempre la mis-
ma y su destino ya está establecido. Mientras que, por otro lado, tenemos el enfoque
dinámico y circular, desde el cual la carta natal simboliza la experiencia del viaje de la
conciencia, que presupone un vínculo de polaridad entre la identidad personal y el
destino, y que en esa interacción se revela aquello que profundamente somos.
Hagamos foco en la tensión entre dos recortes energéticos de la carta de Pablo
que refieren al Sol:

Recorte 1: Sol en Virgo; Sol en casa VI; Sol en conjunción con Mercurio y Plutón;
Sol en oposición con Saturno; Saturno en oposición a Plutón; Saturno en casa XII.
122 Alejandro Lodi

Recorte 2: Sol en conjunción con Mercurio y Urano; Marte en Leo;


Marte en casa V; Ascendente en Aries.

Desde una mirada determinista, fija y estática, es posible enunciar contundentes


definiciones acerca de Pablo, pero pronto se cae en contradicciones imposibles de
resolver. Esa lectura lineal, para la cual toda la información de la carta describe a una
persona y un destino que ya debe estar definido, no pondera cualidades polares ni to-
lera ambivalencias. Por eso, no puede evitar que aparezcan datos que niegan a otros,
que cada atributo que percibe encuentre otro opuesto que lo anule, hasta reducir su
interpretación al absurdo.
Por ejemplo, por su Sol en Virgo definiría a Pablo como alguien práctico, lógico,
crítico y detallista, preocupado por el orden, el correcto funcionamiento en la vida
cotidiana, y que presta particular atención a la salud, la higiene y a guardar fidelidad a
los usos y costumbres. Tales características resultarían afines con otras, por ejemplo
con las correspondientes a su condición de Sol oposición Saturno y que hablan de
una expresión ordenada, con profundo sentido del deber, seriedad y responsabilidad.
Sin embargo, Pablo no es solo Sol en Virgo y en oposición a Saturno, sino que es
también Sol conjunción Urano y Ascendente en Aries. ¿Y qué características otor-
gan estos otros rasgos de su carta? Las de ser una personalidad independiente, que
cuestiona las normas, rebelde y transgresora, dispuesta a los cambios imprevistos y
súbitos antes que a sostener la tradición y la continuidad con el pasado, a ser extrava-
gante y arriesgada antes que atildada y prudente.
Astrología, conciencia y destino 123

Aquí es donde este enfoque cae en definiciones un tanto contradictorias, vagas e


inconsistentes: “Usted es muy sensato, pero a veces comete locuras”, “Tiene una gran
capacidad de dedicación al trabajo, pero de pronto puede tener inexplicables cortes y
deserciones” o “Posee gran sentido de responsabilidad, pero desconcertantes gestos
de imprudencia”, etc. Son definiciones que no dejan de tener una parte de verdad, pero
que resultan planas, sin relieve, descripciones fijas, sentencias inapelables con las que no
parece que haya nada para hacer, excepto aprovechar “lo bueno” y soportar “lo malo”
de este fatal estigma (¿acaso un mal karma?) con el que el destino lo “ha sancionado”.
Pero ¿cuál sería la interpretación de esta misma carta natal desde una mirada que
reconociera la dinámica de polaridad? Por empezar, partiríamos del supuesto de
que allí donde la carta parece mostrar una contradicción en verdad se está manifes-
tando una paradoja, un desafío para la conciencia.
Nuestro punto de partida será considerar que ante la aparente contradicción des-
cripta (previsible, ordenado y adaptable al mismo tiempo que arriesgado, innovador e
independiente) la conciencia se identificará con alguno de estos polos en aparente ten-
sión (es decir, que la persona crea ser solo una de las dos características) y el otro polo no
será reconocido como una cualidad propia y, por lo tanto, resultará inhibido, reprimido
o negado. De este modo, este rasgo de la propia carta que resulta excluido de lo que el
individuo cree ser (esto es, de su sensación de identidad) será finalmente proyectado al
mundo exterior, desde donde se manifestará en vínculos y situaciones de destino.
Podríamos decir que esto ocurre porque, en verdad, la vida no está pidiéndole a
Pablo que sea una cosa o la otra, sino que desarrolle una creativa síntesis de ambas cua-
lidades. Por cierto, que no resulte sencillo implica que esta tarea de expansión, inclu-
sión y comprensión no puede ser llevada a cabo en el nivel de nuestras identificacio-
nes personales cotidianas y habituales (“lo que creo ser”), sino que requiere asumir el
desafío de una transformación espiritual (“abrirme a lo que la vida revela que soy”).
Y es aquí donde necesitamos el contacto con la persona, conocer su historia para
descubrir con qué polo se ha identificado y cuál ha proyectado. Sin embargo, pode-
mos hacer algunas hipótesis. En este caso particular, si Pablo se identifica con el polo
responsable, ordenado y previsible (es decir, si Pablo cree ser solo eso), quizás nos
cuente de su inexplicable atracción por vínculos un tanto extravagantes e inciertos, o
de acontecimientos imprevistos que parecen echar por tierra todas sus construccio-
nes, o incluso de cierto cansancio, “fatiga existencial”, aburrimiento o falta de entusias-
124 Alejandro Lodi

mo con la vida. Esto revela que, mientras Pablo se esfuerce por cumplir con mandatos
y ser consecuente con lo que se espera de él, en verdad, estará sacrificando el potencial
de vitalidad que su polo creativo y autónomo posee pero que Pablo cree no ser.
Por otra parte, si Pablo se identifica exclusivamente con su anhelo de indepen-
dencia, libertad y rebeldía, y se dispusiera a desafiar todo límite y autoridad, acaso
nos presente su queja por un padre que “no lo deja ser” y en el que verá solo arbitra-
riedad y tiranía, o por recurrentes problemas de salud que le impiden echar a volar
su espíritu de aventura, o por relaciones que lo obligan a asumir responsabilidades
forzadas y cargar con injustas penalidades. Y esto revela que mientras Pablo única-
mente se sienta animado por su afán de no compromiso, absoluta autonomía y ex-
presión individual sin condiciones, en verdad, estará desperdiciando su capacidad
de construir estructuras plenas de vitalidad y auténticamente sólidas, por saber com-
binar organización y creatividad.
Siguiendo nuestra lógica, queda claro que aquellos vínculos o situaciones de
destino aparentemente “exteriores”, en verdad, estarán propiciando el encuentro de
Pablo con aquellas cualidades que profundamente lo constituyen pero en las que,
por temor, desconcierto o condicionamientos internos del pasado, no es capaz de
reconocerse. El desarrollo de ese progresivo, complejo y muchas veces doloroso
descubrimiento de lo que somos a través de nuestros vínculos y destino no es otra
cosa que la experiencia del viaje de la conciencia.

Disociación y doble vínculo

Al momento de evaluar las contradicciones y paradojas de una carta natal y sus


implicancias en la vivencia psicológica de las personas, debemos tener en cuenta un
patrón universal de comportamiento: la disociación psíquica.
La conciencia –nuestra conciencia– tiende a fragmentar y a disociar la abruma-
dora y desconcertante información acerca del ser que la anima para poder, de este
modo, organizarse en una identidad personal que resulte funcional y operativa con
el medio ambiente y con los demás. La creatividad de la psique se vive como una
amenaza a la conformación de un yo personal y la disociación aparece como clave
para asegurar la supervivencia.
Astrología, conciencia y destino 125

El mecanismo inconsciente de disociación representa esta capacidad de dividir en


subpersonalidades e identificarse con una para negar, reprimir o proyectar a las
otras, o bien de reconocerse alternativamente en cada una de ellas de acuerdo con
el contexto y las circunstancias. El recurso, de hecho, es muy efectivo, en el sentido
de que aporta una muy convincente sensación de haber “resuelto el problema”. Sin
embargo, cuando esa escisión de la personalidad se cristaliza, comienza a generar
conflicto y tensión, con el consecuente sufrimiento psicológico, que, en extremo,
propicia trastornos esquizoides o de doble personalidad.
Cuando el mecanismo de disociación deja de ser efectivo y comienza a generar
sufrimiento psíquico, la conciencia puede dar otra respuesta: experimentar aquellas
contradicciones bajo la forma de desafíos de doble vínculo.14
El doble vínculo describe un momento de tensión psicológica extrema. Refiere
a la situación en que se presentan dos mensajes (dos instrucciones, dos deseos) que
se anulan uno al otro. La pretensión de satisfacer ambos resulta enloquecedora: si
cumplo con uno, falto al otro. Considerar el desafío de un doble vínculo como un
problema que debe ser resuelto representa una amenaza de desequilibrio y quiebre
psíquico. El doble vínculo no convoca a la voluntad ni al ingenio del individuo, sino
que presenta una condición que responde a un orden de realidad distinto al perso-
nal, es decir, distinto a aquel en el que se genera el conflicto.
Una situación de doble vínculo nos convoca a ser capaces de sostener esa ten-
sión, incluso más allá de lo que creemos posible, hasta que se habilite la instancia de
irrupción creativa: la súbita ocurrencia (ajena a la decisión personal) de una variable
novedosa e imprevisible que disuelve o evapora (no resuelve) la tensión asfixiante.
Que esa aparición de lo nuevo resulte sorpresiva e inimaginable para la persona es
síntoma de que proviene de una dimensión de la realidad más vasta, más cósmica,
más transpersonal. En cierto sentido, es otra versión de aquella afirmación que dice
que “de los laberintos se sale por arriba”: la respuesta creativa no emerge en el mismo
plano que registra el encierro del conflicto.
El doble vínculo simboliza ese “filo de la navaja”: de un lado, la obsesión por re-
solverlo desde la voluntad personal y el consecuente caos psíquico; del otro, el soste-
nimiento de la tensión y la disposición a la emergencia espiritual.
14 El concepto de doble vínculo es un valioso aporte desarrollado desde la teoría de la
comunicación por Gregory Bateson (véase “Bibliografía recomendada”, al final del capítulo).
126 Alejandro Lodi

La síntesis del análisis de una carta natal por recortes energéticos puede mos-
trar un doble vínculo (acaso dos) como símbolo del principal desafío de la vida. Es
probable que el más profundo sentido del trabajo de entrevista astrológica consista
en generar un espacio –mental y emocional– propicio para la transparencia de esa
variable novedosa de otro orden de la realidad en la paradoja del consultante, para la
emergencia de revelaciones e intuiciones que tornen diáfanas las oscuridades que
ensombrecen el alma.

El caso de Sandro
Consideremos el caso de un popular artista argentino: Sandro. En su carta natal
quedan configurados tres recortes energéticos:

Recorte 1: Sol en Leo; Ascendente en Géminis; Sol conjunción Mercurio en casa III;
Marte en Géminis; Marte y Urano en conjunción partil al Ascendente.

El recorte 1 nos habla de una identidad expresiva, extrovertida y comunicativa.


Una personalidad llamativa, vehemente y un tanto excéntrica, que se abre paso en
búsqueda de su singularidad creativa, libre de condicionamientos del pasado. Un
espíritu transgresor y revolucionario, inquieto y lúdico, erótico y provocativo. Un
individuo capaz de liderar y conducir a otros a través de lo que transmite su palabra
y comunica su gestualidad.
Astrología, conciencia y destino 127

Recorte 2: Luna en Capricornio en casa VII conjunción Nodo Sur; Luna cuadratura Quirón;
Quirón en casa IV; Venus conjunción Saturno en Cáncer en casa I; Saturno conjunción con el
regente de casa IV; Nodo Norte en Cáncer y en casa I.

Recorte 3: Júpiter conjunción Neptuno en la cúspide de casa IV; Júpiter y Neptuno


en cuadratura a la Luna; casa IV en Libra; Luna en casa VII.
128 Alejandro Lodi

Carta natal de Sandro (Roberto Sánchez).


Astrología, conciencia y destino 129

Por su parte, el recorte 2 conjuga notas que refieren a sensibilidad afectiva, intro-
versión y repliegue austero. Un mundo emocional que necesita preservarse de es-
tridencias. Una modalidad amorosa y una forma de compartir intimidad que busca
lo seguro, lo conocido y familiar. Una personalidad solitaria, que se siente protegida
en los valores del pasado, en los modelos tradicionales y en la experiencia de los an-
cestros.
En línea con estas características, el recorte 3 propicia una idealización de la fami-
lia y la vida hogareña. El convincente sentimiento de que en el universo de la historia
familiar se encuentra todo el amor que necesitamos, la felicidad y el bienestar. O
también la añoranza de lo vivido en la infancia, la melancolía por los paraísos perdi-
dos y el persistente sueño de retornar a ellos algún día.
Resulta evidente la diferencia entre la cualidad del recorte 1 y la de los recortes 2
y 3. Esa distancia puede ser vivida por la conciencia como una contradicción, como
un conflicto entre energías antagónicas que no pueden coexistir. Un auténtico desa-
fío de doble vínculo, una cruda vivencia de tensión psicológica interna, ante la cual
la psiquis reaccione desde el mecanismo –tan inconsciente como eficaz– de diso-
ciación: generar dos personalidades que encarnen cada uno de los focos energéticos
polarizados.
Sandro, en verdad, era Sandro… y Roberto Sánchez. Una personalidad pública,
de alta resonancia en los demás con su entrega y carisma desde el escenario; y otra
personalidad privada, preservada en su hogar, de la que nunca se supo demasiado.
Sandro representa la cualidad del recorte 1: histriónico, provocador, original e irre-
verente. Roberto Sánchez la del recorte 2: reservado, recluido, tradicional y familiar.
La historia de su vida es un recorrido por la paleta de colores de las energías
de su carta natal y un ejemplo de la aparente efectividad del mecanismo de diso-
ciación como modo de “resolver el problema” de conciliar cualidades que parecen
tan opuestas y divergentes, pero que cristaliza una escisión interna que se confor-
ma en fuente de íntima angustia y sufrimiento psicológico (con sus consecuencias
físicas).
Roberto Sánchez nació en una familia descendiente de gitanos, con bajo peso
y asistencia en incubadora. Nina, su madre, ya había sufrido embarazos fallidos y la
pérdida de un hijo. Padecía de artritis prematura y de problemas para amamantar. Ro-
berto encarnará una paradójica forma de ser Ascendente en Géminis: será hijo único.
130 Alejandro Lodi

En el seno de una familia obrera, el pequeño Roberto fue un niño feliz, inquieto
(su padre le puso una red a la cuna para evitar que se arrojara de ella) y curioso. Su
madre le enseñó a leer y escribir a partir de la narración de cuentos de Las mil y una
noches. Disfrutaba de los juegos de la calle y soñaba con ser “artista de cine en colores”.
Detestaba la escuela y solo se interesaba por las clases de Lengua y de Música.
En el comienzo del secundario fue expulsado por vender dibujos pornográficos
a sus compañeros en los recreos. Con un desarrollo físico precoz, a los 10 años
tuvo su iniciación sexual, una experiencia que no resultó agradable. Estos hechos
cobran significado a partir de la posición de Plutón como planeta aislado (feral)
en casa II.15
A los 13 años abandona los estudios y comienza a trabajar. Se inicia una época
de mucha libertad y de pasión por la música. Participa de bandas de rock, empieza a
vestirse a lo Elvis y a actuar como invitado en actos escolares y barriales. En esas cir-
cunstancias ocurren tres hechos imprevistos y accidentales que resultan muy signifi-
cativos como revelación del recorte solar-mercurial-marciano-uraniano (recorte1):
• Durante una actuación fallan los equipos de sonido y allí improvisa cantando a
capela en un inglés inventado y desplegando frenéticos movimientos en escena
(14 años).
• Como músico de la banda Los de Fuego, debuta como cantante al reemplazar al
vocalista, que queda afónico en pleno show (17 años).
• También con Los de Fuego, en un evento organizado por los Bomberos Voluntarios
del barrio, ante la rotura de las cuerdas de la guitarra, cubre la situación improvisando
movimientos sensuales y endemoniados al ritmo de la percusión (18 años).

Esos hitos marcan el inicio de un estilo –improvisado y, por eso, espontáneo– y


la adopción de su nombre artístico: Sandro. La ocurrencia no es casual: es el nom-
bre con el que sus padres quisieron anotarlo, pero que fue rechazado en el Registro
Civil. Poco tiempo después, comienza su carrera solista, sus actuaciones televisivas,
sus películas y la masiva repercusión en Argentina y Latinoamérica. La personalidad
Sandro representa la exitosa identificación consciente en el foco energético extro-
vertido, comunicador, provocador y excéntrico (recorte 1).

15 Véase el apartado “Planeta aislado y planeta feral” en el capítulo 4, “Diseño y forma”.


Astrología, conciencia y destino 131

Con el éxito de Sandro, comienza también la construcción de su mítica casa de


Banfield, popularmente conocida como el búnker, en la que encuentra refugio su
otra personalidad: Roberto Sánchez. Es decir, con la abierta repercusión pública de
Sandro (personalidad del recorte 1) se gesta el cerrado repliegue familiar de Rober-
to Sánchez (personalidad del recorte 2). Por un lado, se conforma el ídolo musical y
el ícono sexual de su generación, con el ritual de sus presentaciones en vivo, las crisis
histéricas de sus fanáticas y el ritual de la ofrenda de sus prendas íntimas. Y, al mismo
tiempo, detrás de los altos muros de su casa-búnker, una vida amorosa y familiar ab-
solutamente reservada y privada, que incluye casamientos con mujeres (anónimas
y madres) con quienes convive junto con sus hijos (él no tuvo hijos) y con su propia
madre. En palabras de Roberto Sánchez:

Me interesan las mujeres mayores que yo. De chiquito ya era así. […] Me gustan las ya
hechas, con las que pueda dialogar. […] Quiero la imagen maternal en la mujer.16

Cuando Sandro brilla en el escenario (recorte 1 en luz), Roberto Sánchez queda


oculto (recorte 2 en sombra). Y cuando Roberto Sánchez disfruta de su preservada
intimidad (recorte 2 en luz), Sandro se hace invisible (recorte 1 en sombra). Dos
personalidades bien diferenciadas y separadas. Donde brilla una, no aparece la otra. Una
estrategia para organizar la complejidad psicológica simbolizada en los diversos tonos
energéticos de la carta natal, pero con la condición –y el costo– de que no puedan vivir-
se en simultáneo. Cuando una personalidad está en luz, la otra está en sombra.
No sabemos si la pesadilla de la separatividad se expresó en los problemas de
salud que finalmente precipitaron su muerte. Desconocemos si la angustia de la di-
sociación tuvo relación con su severa adicción al tabaco (en su propia confesión,
el consumo de ochenta cigarrillos diarios). Lo cierto es que en los últimos años de
su vida, su fragilidad física y la exposición de su vulnerabilidad fueron sincrónicas a
cierta apertura de su mundo privado y cerrado. El anuncio de un nuevo casamiento,
la presentación pública de su pareja, junto a la humanización del ídolo que el reco-
nocimiento de su enfermedad representó, contribuyeron a que aquella disociación
comenzara a aproximarse a la paradoja creativa de su doble vínculo.
16 S. d. “El hombre que ocultó su vida amorosa para cuidar a sus fanáticas”. Clarín. Buenos
Aires. 5/1/2010.
132 Alejandro Lodi

Bibliografía recomendada

Assagioli, Roberto. Psicosíntesis. Madrid: Océano. 2000.


Bateson, Gregory. Pasos hacia una ecología de la mente. Buenos Aires: Planeta. 1991.
Del Mazo, Mariano. Sandro, el fuego eterno. Buenos Aires: Aguilar-Taurus-
Alfaguara. 2009.
Garaventa, Olga. Sandro íntimo. Buenos Aires: Planeta. 2013.
Idemon, Richard. El hilo mágico. Barcelona: Urano. 1998.
Rudhyar, Dane. La práctica de la astrología. Málaga: Sirio. 1985.
–. Las casas astrológicas. Buenos Aires: Kier. 1993.
Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995.
Tercera parte

LA DINÁMICA DE
LA CARTA NATAL

| 133 |
Capítulo 7

EL DESARROLLO DE
LA CONCIENCIA
El discernimiento del verdadero proceso del “yo”,
de su surgimiento a la existencia y de su verdadera
disolución, es el comienzo y el fin de la búsqueda.
Para comprender lo que es, la comprensión
debe empezar por uno mismo.

Jiddu Krishnamurti, El espejo de la relación.

El viaje de la conciencia

Sin duda, es muy complejo abordar el tema de la conciencia y su posible desa-


rrollo. De hecho, al hablar de conciencia no siempre se entiende lo mismo. Comence-
mos por definir cómo la entenderemos aquí.
Consideraremos a la conciencia como una actividad psíquica. Esta actividad se
orienta hacia el contacto con una realidad que no se limita a lo que registramos por
nuestros sentidos, nuestro intelecto, nuestras emociones o nuestras intuiciones. Lo
que motiva a nuestra conciencia es un propósito vital que excede el registro personal
(astrológicamente, está más allá de la percepción por elementos). En este sentido, la
conciencia transparenta una realidad trascendente que se revela a nuestra percep-
ción. Revelación, darse cuenta, insight son metáforas de la manifestación de la concien-
cia, son palabras para describir esa peculiar actividad.
El fenómeno de la conciencia no es, en absoluto, un mérito o logro individual,
sino que es efecto de una experiencia vincular. La conciencia brota en la interacción
humana y aporta significados a nuestras vidas personales. No se trata de una activi-
136 Alejandro Lodi

dad voluntaria, sino que la experiencia individual parece ser guiada por ella. No es
una actividad interna del individuo, sino vincular y de interacción con el destino. La
conciencia no es una herramienta que tiene el sujeto individual para “ser mejor” o
para lograr la satisfacción de sus deseos y anhelos (aunque tampoco va necesaria-
mente en contra de ellos), sino que parece manifestar el propósito de abrir la per-
cepción de que persona y destino forman una misma entidad, una unidad que busca
reencontrarse luego de haberse vivido disociada. Ese reencuentro es posible solo en
la sustancia de las relaciones humanas. Podemos decir, entonces, que la conciencia
es una actividad tanto personal como interpersonal y transpersonal.
Aplicar esta noción de conciencia a la lectura astrológica no es tarea sencilla. Pero,
avanzado el siglo XXI, ya no podría demorarse. Como astrólogos, desde hace más de
dos siglos convivimos con la evidencia de que en nuestro sistema solar existen tres
planetas más allá de los límites de Saturno. En ese lapso, la conciencia humana ha de-
sarrollado cambios notables, inéditos a lo largo de su historia. Pero entre todos ellos
hay uno de consecuencias ineludibles para nuestra labor y que resulta de relevante
sincronicidad con la aparición de los planetas transpersonales: el “descubrimiento”
del inconsciente.
Tal avance en el estudio del misterio de la psique humana (primero con Freud,
luego con Jung y más adelante con las distintas líneas psicológicas bioenergéticas y
transpersonales) ha provocado que ciertos conocimientos hasta ese momento eso-
téricos, herméticos u ocultos salieran a la luz y formen parte del saber –al menos,
potencialmente– del humano común y corriente. Entre ellos, los que refieren al yo y
la noción de individuo.
Cada vez más lejos de certezas absolutas y verdades cerradas, las investigaciones
y reflexiones sobre el inconsciente humano han revelado el alto condicionamiento
de lo que creemos “nuestras acciones conscientes”. La concepción de la naturaleza
del ser humano individual, su capacidad de autonomía para controlar su propia con-
ducta y para modelar su destino a voluntad, ha sido irreversiblemente alterada.
Pero este desarrollo del conocimiento humano también permitió que la tradi-
ción mística y la investigación científica de la psique se encontraran en la coincidente
percepción de:
1. Cierta dinámica de desarrollo de la conciencia.
2. Que esa dinámica resulta de inclusión y vínculo.
Astrología, conciencia y destino 137

3. Lo inauténtico del yo como plena expresión del ser.

Esto sería lo mismo que afirmar que lo que profundamente somos no resulta una
identidad fija, que ese profundo ser, en verdad, se expresa en la relación con los otros
y con el destino, y que en absoluto coincide con la imagen que tenemos de nosotros
mismos.
No obstante, el supuesto habitual de la cultura es considerar que somos indivi-
duos separados, tanto del resto de los humanos como de la corriente general de la
vida y el destino. Como este, hay otros supuestos subyacentes a nuestra conciencia
ordinaria que están presentes en la mirada cotidiana.
Suponemos también que somos siempre iguales a nosotros mismos, que perma-
necemos fieles a la definición de nuestras identificaciones más tempranas. A eso lo
denominamos ser coherentes con nosotros mismos. Desde este supuesto se entiende la
evolución como “personal”, es decir como el agregado de nuevas cualidades, suma
que redunda en una personalidad “cada vez mejor”. Se genera así la aspiración de
grandeza, de crecer como personas individuales y de desarrollar la sabiduría acerca
de cómo son las cosas. La plenitud como individuos debe redundar, entonces, en
el talento de evitar aquello que no deseamos y lograr lo que sí deseamos, alcanzar
nuestros sueños y eludir nuestras pesadillas.
Desde estos supuestos, el objetivo tácito de esta noción del despliegue de la
conciencia es el control individual y personal sobre el destino: asegurarse de que
solo ocurra lo que ese centro de identidad individual definió como “bueno” para sí
y saber cómo sortear aquello que aparece como “malo”. Si lo no deseado ocurre es
porque no se ha sabido conjurarlo, o ha habido una falla o error en tal operación de
control por defecto de madurez emocional o inteligencia, o sencillamente por falta
de sabiduría. Y, en caso de que no pudiera evitarse lo temido, el supuesto es que se
debería ser capaz de tener al menos alguna herramienta que ayude a determinar, con
toda la precisión posible, cuándo va a darse la fatalidad (esto es, controlar al menos
que no nos sorprenda).
La sensación de ser tal individualidad exclusiva y de poder controlar el medio
ambiente inmediato para satisfacer necesidades de supervivencia es, en alguna me-
dida, posible y cierta en el plano de la realidad más próxima a nuestra percepción.
En esa dimensión, la realidad manifiesta parece efectivamente responder a nuestra
138 Alejandro Lodi

acción física, a nuestra elaboración intelectual y a nuestros anhelos emocionales. Allí


sentimos conquistar lo que deseamos y soñamos.
Sin embargo, todos estos supuestos comienzan a revelarse como claramente
ilusorios cuando la conciencia se adentra en ciertas complejidades sutiles de la ex-
periencia vital, dimensiones que delatan “otra realidad” y en las que experimenta-
mos una autenticidad existencial tan inédita como convincente. Con la constancia
vivencial de esa “otra realidad”, comienzan a florecer otros supuestos desde los cuales
podemos sostener una percepción de nosotros mismos y del mundo muy diferente
a la que parece activarse automáticamente en lo cotidiano.
Más allá del anhelo de una identidad personal que permanezca igual a sí misma
e inamovible, desde esos otros supuestos la actividad de la conciencia no se reve-
la como un estado fijo, sino como un proceso dinámico. La conciencia no puede
reducirse a una construcción estable y previsible, sino que se evidencia como un
flujo siempre cambiante e incierto que, no obstante, va delineando un sentido en su
devenir. Desde la psicología transpersonal, se sostiene que ese flujo se despliega en
tres niveles:
1. de la no-conciencia (no registro de adentro-afuera),
2. a la conciencia separativa (división yo-mundo),
3. a la conciencia de totalidad (unidad conciencia-universo o identidad-destino).

Otra forma de decir lo mismo sería definir un proceso que emerge de la indife-
renciación inconsciente primaria hacia la identificación consciente fragmentaria, y de esta
a la conciencia de unidad. Y también podríamos referir, desde el diseño elaborado por
Ken Wilber, a las dimensiones prepersonal, personal y transpersonal.17
Por otra parte, el despliegue de la conciencia implica inclusión, no acumulación
de cualidades. Representa una auténtica comprensión, esto es, la capacidad para in-
cluir y reconocer como propio del ser aquello que hasta ahora se veía como exterior
y ajeno. Esta tarea no puede ser llevada a cabo en el plano de nuestras identifica-
ciones personales cotidianas y habituales (“lo que creo ser”), sino que requiere una
transformación psíquica. En algún momento del viaje de la conciencia se presenta el
desafío de una transformación espiritual, un salto cualitativo de conciencia hacia ni-

17 Véase “Bibliografía recomendada”, al final del capítulo.


Astrología, conciencia y destino 139

veles transpersonales. Este salto implica discernir con conciencia que aquello que se
vivía como “destino” (externo y separado de “lo que soy”), en verdad, es contenido y
sustancia de la estructura del ser.
Queda así de manifiesto que el viaje es de la conciencia, no del yo. El yo (nuestra
identidad personal, la imagen de nosotros mismos con la que tendemos a permane-
cer identificados) es un vehículo –diseñado desde condicionamientos del pasado y
construido en cierto momento de la travesía– tan necesario como insuficiente. Más
aún, para que exista una auténtica expansión hacia dimensiones sutiles de nuestra
experiencia psíquica, debe producirse una transformación del yo. La conciencia del
ser exige el desprendimiento del yo. El proceso de desarrollo no es conducido (mu-
cho menos controlado) por el yo, el ego o aquellas características de nuestra per-
sonalidad con las que nos identificamos y que creemos nuestra genuina condición
individual. El proceso es guiado por la conciencia en interacción con el destino, por nues-
tros anhelos o deseos conscientes en vínculo con las manifestaciones inconscientes
de la vida que nos atraviesa y sus propósitos. Es la dinámica de nuestra experiencia
consciente. En esa interacción y en ese vínculo no hay división adentro-afuera ni
interior-exterior ni propio-ajeno, sino que ese despliegue resulta un continuo flujo,
un único devenir, en el que cualquier definición fragmentaria (yo, el otro, los objetos,
los deseos, etc.) es solo a efectos de describir la realidad de un modo que sea funcio-
nal a nuestra percepción personal. La percepción polarizada (polos separados) se
disuelve en dinámica de polaridad (polos vinculados).
Por cierto, ese modo de dividir la realidad en fragmentos autónomos e indepen-
dientes es constitutiva del yo o ego personal. Por eso, cualquier percepción cons-
ciente de una identidad en vínculo con su destino, de un ser que se revela en la inte-
racción de los deseos personales con los propósitos de la vida, necesariamente exige
el cese del control del yo, el fin del pretendido dominio del fragmento que cree ser el
todo (ego) sobre la realidad.
El despliegue de la conciencia no puede representar un éxito personal ni una ta-
rea por la que un individuo deba demostrar que, en cuanto fragmento, es capaz de
conquistar el todo gracias a su voluntad, talento o esfuerzo espiritual. El viaje de la
conciencia es la revelación del alma, una naturaleza profunda y sutil, íntima y cósmi-
ca, que permanece velada o apenas intuida mientras predomine la estructura del ego
en nuestra percepción. Así, esa otra dimensión del ser se plasma en un proceso que
140 Alejandro Lodi

incluye la personalidad individual, como sustancia necesaria y no como centro de su


intención vital, y que guarda relación con la manifestación de profundos contenidos
del inconsciente.
En definitiva, no se trata de que el yo logre ser cada vez más consciente, sino que la
conciencia se revela al yo en transformación. Por supuesto que, de inmediato, el yo hará
una interpretación de esa percepción revelada, le dará nombre y forma definida y co-
municable (para sí mismo y para los demás). Sin embargo, la vitalidad de la concien-
cia siempre estará indicando que es “algo más”, que es “otra cosa” y que, en verdad, no
se encuentra plenamente contenida en aquella descripción racional que ha hecho el
ego individual. Siempre que dividimos entre lo que somos y lo que nos pasa, o entre
lo que deseamos y el destino que lo frustra, estamos resistiendo un potencial de reve-
lación del ser que esas situaciones aparentemente exteriores nos ofrecen.
Visto el despliegue en su totalidad, es cierto que la forma de despertar a la con-
ciencia parece consistir en emerger de la indiferenciación oceánica primaria (los esta-
dos prenatales o tempranos) comprometiéndose en la construcción de un yo per-
sonal, de una sensación de identidad separada que permita funcionar en el mundo
social. Pero, luego, el compromiso con el desarrollo de esa conciencia exigirá tras-
cender ese yo mismo que antes había resultado necesario conformar. La dinámica
de la conciencia incita y provoca a ir más allá de aquella sensación de separatividad
individual que, habiendo sido funcional y necesaria en un momento del proceso, se
torna obstáculo para el florecimiento de la experiencia transpersonal.
Finalmente, es preciso estar atentos a que este modo de interpretar el despliegue
de la conciencia no sugiere que se trate de un proceso lineal o de niveles que se ma-
nifiestan en secuencia, sino que las diferentes dimensiones están presentes y poten-
cialmente activas a lo largo de todo el desarrollo. Se trata de una dinámica oscilante.
La lógica del movimiento resulta circular o en espiral, antes que lineal o secuencial.
Es decir, a cada momento, el vínculo con los otros y la relación con las circunstancias
de la vida van proponiendo el desafío de hacer prevalecer conscientemente algu-
na de esas dimensiones de percepción. No existen estados definitivos ni ascensos
asegurados, sino que el proceso parece ser de una incierta creatividad que habilita
progresiones o regresiones en cada salto del camino.
Astrología, conciencia y destino 141

Conciencia en dinámica de polaridad

De acuerdo con lo expuesto, a lo largo de nuestra vida como personas desarrolla-


mos conciencia: un registro activo de nosotros mismos y del mundo que nos rodea,
de lo que somos y de lo que nos ocurre, de nuestra identidad y de nuestro destino.
Este registro –que incluye sensación, intuición, razón y sentimiento– responde a un
patrón evolutivo que está más allá de nuestra voluntad personal. Esto significa que la
conciencia no es fija, no permanece igual a sí misma, sino que es una dinámica cons-
tante de transformación, gracias a la cual tenemos la posibilidad de abordar nuevas
dimensiones de nuestro ser, de recorrer nuevos vínculos con la realidad.
Profundicemos ahora en algunas características de esa dinámica.
La actividad de la conciencia es un creativo flujo de oscilación entre polos. En
él desarrollamos identificaciones con contenidos parciales de la estructura global
de nuestra psiquis. Lo que creemos ser, aquello que definimos ser en cada momento
de nuestra vida, nuestra sensación de identidad, es en verdad un fragmento de la
totalidad que somos. Desde esas identidades fragmentarias nos vinculamos con los
demás y con el mundo, creyendo que yo y mundo están definidamente separados. El
yo es un polo y el mundo es su correspondiente otro polo.
Esa barrera es real en cierto nivel de registro, pero comienza a manifestarse ilu-
soria cuando penetramos en la observación de los patrones que subyacen a nuestra
percepción. La división entre yo y los otros, lejos de ser definitiva, varía de acuerdo con
la capacidad de sensibilidad y discernimiento que expresa la conciencia. Esa división
es un efecto perceptivo de aquello que toleramos emocionalmente abarcar. En cada
estadio de su desarrollo, la conciencia nos revela que lo que somos forma parte de
aquello que hasta ahora creíamos exterior. En la medida en que somos conscientes
de lo fragmentario de nuestras identificaciones, es posible entonces que se genere
una expansión de nuestra sensación de ser, que comprendamos e integremos (es
decir, que reconozcamos como propias e incluyamos) cualidades hasta ahora recha-
zadas (negadas, reprimidas, proyectadas, etc.).
Así, se desarrolla una dinámica en la cual:
1. Nos identificamos con rasgos parciales de nuestro ser.
2. Definimos allí una identidad y deseos personales desde los cuales nos vincu-
lamos con el mundo.
142 Alejandro Lodi

3. Vemos frustrados esos deseos y se generan conflictos que llevan a una crisis
de esa identidad parcial, crisis en la que se pone en juego nuestra capacidad
de responder a propósitos más vastos (esto es, de responder a lo que no ocu-
rre tal como deseamos).

La desilusión de nuestras fantasías fragmentarias es síntoma de una progresi-


va madurez de la conciencia. Esa madurez nos desafía a tomar responsabilidad de
aquello que el destino transparenta que somos. Asumir nuestro destino es ser res-
ponsables de las intenciones de la vida que nos anima.
En este punto clave del proceso (crisis de identidad) pueden manifestarse dife-
rentes respuestas:
• Cristalización de la identidad. Nos refugiamos en lo que creemos ser y extrema-
mos la polarización entre yo y destino, rechazando cualquier posibilidad crea-
tiva. Prevalece aquí la resistencia al cambio y la reacción defensiva.

Cristalización.

• Conversión de la identidad. Nos reconocemos en cualidades que son antagóni-


cas a aquellas con las que hasta ahora nos identificamos. Repudiamos la iden-
tidad conocida y creemos ahora ya no ser ese, lo cual confirma la polarización
entre “lo que creo ser” y “lo que creo no ser”.

Conversión.

• Transformación de la identidad. Cesamos en nuestra identificación exclusiva


con aquellos rasgos parciales, atravesando el dolor del desprendimiento de
Astrología, conciencia y destino 143

la identidad conocida y generando las condiciones para una expansión de


nuestra sensación de identidad. Esta ampliación permite incluir cualidades
hasta el momento no reconocidas de nosotros mismos. Aquello que polari-
zaba con la identidad y aparecía como “destino” es reconocido ahora como
constitutivo del ser. Esto genera una identidad nueva y revitalizada a la que,
no obstante, también le corresponderá un destino: un nuevo mundo externo
y nuevos vínculos que no tardarán en presentar los renovados desafíos del
nivel del juego que ha abierto la conciencia.

Transformación.

Parece muy claro –y paradójico– que la posibilidad de auténtica transforma-


ción integradora implica aceptar la necesidad de conformar identidades parciales
funcionales (que, aunque fragmentarias, nos permiten interactuar con el mundo),
tanto como trascenderlas (cuestionándolas como centros exclusivos de la totalidad
e incluyéndolas como partes) para acceder a despliegues más plenos de conciencia.
El proceso de integración implica reconocer que aquellas identificaciones parecen
necesarias para que el proceso vital mismo sea posible, y en sus sucesivas crisis y
transformaciones (cesación de o muerte a la sensación de exclusividad, al intento de
que la totalidad responda a los deseos del fragmento) se revelan propósitos esencia-
les de nuestra vida (ser parte de un todo mayor).
144 Alejandro Lodi

Los estadios de conciencia

¿Cómo podríamos representarnos este viaje de la conciencia y sus sucesivas fa-


ses o estadios evolutivos? Utilicemos un ejemplo de la naturaleza. Observemos la
analogía entre el desarrollo de la conciencia y la corriente de un río.
Podemos partir de la evidencia de que ambos fenómenos comparten una lógica
circular y aparentemente paradójica. Habiéndose elevado desde el mar, condensán-
dose en nubes, algunas gotas de ese vasto océano logran conocer alturas de las que
ahora descienden bajo la forma de río, anhelando volver a aquella unidad. Partici-
pando de lo universal y vasto (océano), algo se discrimina y fragmenta (gotas de llu-
via) y emprende un complejo camino de regreso (río).

Elevación y retorno.

El proceso de la conciencia se asemeja a ese retorno. Diferenciados de la matriz


uterina, nacemos y nos desarrollamos como entidades psicológicas. Nos identifica-
mos con algunos fragmentos, confundiéndolos con la totalidad que somos, y des-
de ellos nos vinculamos con nuestro destino. Seguramente, en tanto no confirme
nuestros propósitos, nos resistiremos a este destino, creyéndolo ajeno a nosotros.
Sin embargo, quizás progresivamente podamos percibir que los obstáculos y des-
víos, en verdad, revelan una trama, traslucen el auténtico cauce de nuestra vida. Allí
descubrimos que el camino oportuno no es el que imaginábamos. Lo que sentimos
verdadero resulta una sorpresa que asalta a nuestra vida antes que una confirmación
de nuestros planes. Y este trazado, aunque no resulte la línea recta que deseamos,
conduce inexorablemente al encuentro con la totalidad. El encuentro con el océano
es inevitable.
Astrología, conciencia y destino 145

Ahora, en su recorrido, ese río encuentra vados, espacios en los que lo turbulen-
to parece aquietarse y la dirección del cauce, adquirir un nuevo sentido. Cada uno
de estos vados representa diferentes niveles de la conciencia y tiende a constituir
una identidad que lo expresa. Estas identidades representan instancias en las que el
trepidante flujo vital se aplaca. Mediante la constitución (construcción) de nuestras
fragmentarias identificaciones psicológicas se logra contener aquella intensidad.

Río, vado y océano.

En este sentido, estos vados, estos niveles de identificación, tienen un significado


funcional y operativo. Permiten condiciones que hacen posible el desarrollo del pro-
pósito vital esencial y evitan que distintas corrientes del río tornen caótico su curso.
Pero también resultan instancias que invitan a la fantasía de refugio, a desertar del
compromiso con lo amplio y trascendente, y a recluirse en la aparente comodidad
de esa calma, resistiendo la presión del río que convoca a seguir circulando. La ilu-
sión de que acaso el viaje se detenga allí o que su sentido último sea permanecer en
esa confortable instalación. El hechizo de que la parte pueda resumir el todo.
146 Alejandro Lodi

Así, un contenido fragmentario, un cierto conglomerado de factores, se consti-


tuye en la parcialidad que hegemoniza el centro de la identidad y desde allí organiza
la totalidad de la psiquis. Decimos que la persona se identifica con –siente ser– esos
rasgos nucleados y los confunde con el todo. Cree que el vado puede contener defi-
nitivamente la corriente del río.
Pero el río recibe afluentes que le imprimen renovada fuerza a su corriente. El
vigor del propósito vital que lo anima no se detiene ni se agota. Del mismo modo,
nuestras vidas reciben el impulso de aquellos con quienes nos vinculamos. La vi-
talidad de los acontecimientos que sorprenden a nuestra conciencia. Todo intento
por permanecer en la aparente y, muchas veces, convincente quietud de los vados
termina por mostrar toxicidad. La calma se muestra patológico estancamiento. La
resistencia al cauce que muestra la vida genera dolor. Finalmente, la fuerza del flujo
de la vida prevalece. La confianza en el curso del río es la entrega a ese extraño modo
de serenidad que ofrece lo incierto. La evidencia de que el sentido del viaje se abre
con cada expansión de su caudal. El favor de los propósitos que superan cualquier
previsión de nuestro entendimiento.

La carta natal y los estadios de conciencia

¿Cómo aparece reflejada esta metáfora en nuestra lógica astrológica? ¿Qué he-
rramientas aporta la carta natal de un individuo para acompañar y significar este re-
corrido de su conciencia?
La vida individual despliega tres estadios o niveles de conciencia bien diferencia-
dos, en los que desarrolla las distintas identificaciones. Desde lo astrológico, a estos
estadios o niveles los llamaremos:
1. Contención lunar.
2. Expresión solar.
3. Revelación transpersonal.

El estadio de contención lunar es aquel en el que se constituyen las primeras imá-


genes de identidad. Al elaborarse en los primeros años de vida, estas tempranas
sensaciones de ser se basan en supuestos condicionados por la supervivencia y la
Astrología, conciencia y destino 147

dependencia externa. Así conformadas, ligadas a la vulnerabilidad, a la incapacidad


de autonomía y a la urgencia de otro para satisfacer necesidades básicas, las primeras
identificaciones muestran una adhesión emocional y afectiva por parte de la con-
ciencia que las hacen persistentes en el tiempo. Seguimos creyendo en ellas, creemos
ser eso, mucho más allá de lo necesario, como si aún en la vida adulta tuviésemos la
fragilidad y carencia que tuvimos en la cuna. Es por esto por lo que la contención
lunar representa el estadio más primario y, por ende, también el más regresivo de
nuestra estructura psicológica. Su crisis como identificación exclusiva de la concien-
cia caracteriza a la adolescencia y la juventud temprana.
Los puntos de una carta natal a los que puede suponerse que la conciencia recu-
rrirá para elaborar estas primeras imágenes de identidad son:
• Luna por signo y por casa.
• Aspectos de la Luna.
• Casa IV.
• Planetas en casa IV.
• Regente de la casa IV.
• Casa con cúspide en Cáncer.
• Nodo Sur.

Por su parte, el estadio de expresión solar es el espacio en el que la conciencia co-


mienza a ampliarse más allá de su identificación exclusiva con lo lunar. Las caracterís-
ticas solares facilitan la decisión de experimentar el riesgo de la autodeterminación,
de descubrir el propio talento para la supervivencia más allá de las formas del pasado
que, aunque quizás resulten seguras y estables, comienzan a percibirse como severa-
mente condicionantes e inhibidoras. Este estadio se caracteriza por la búsqueda de
constituir una identidad personal sólida, autocentrada, que sirva como plataforma
para la realización de nuestras potencialidades. Existe una búsqueda de lo auténtico,
de lo genuino dentro de uno, tanto como una necesidad de logro y éxito en el mundo.
Se percibe que los propósitos personales han logrado superar el regresivo condicio-
namiento lunar y que, por lo tanto, ahora sí pueden coincidir con la realidad.
En una carta natal, la expresión solar aparece indicada en los siguientes puntos:
• Sol por signo y por casa.
• Sol por aspectos.
148 Alejandro Lodi

• Casa con cúspide en Leo.


• Casa V.
• Planetas en casa V.
• Regente de la casa V.
• Los planetas personales (incluidos Júpiter y Saturno) por signo, casa y aspectos.

Finalmente, el estadio de revelación transpersonal es aquel en el que la conciencia


comienza a abrirse y a aceptar que la vida individual y personal se inscribe en un
orden que la trasciende. El destino y sus contrariedades son percibidos como la re-
velación de un propósito esencial, el cual resulta necesario saber integrar. Integrar im-
plica aquí reconocer lo que parece contradecir mi deseo personal e incluirlo como
parte (y acaso como clave) de aquello que profundamente soy. Soy mi destino. En
este nivel de desarrollo de la conciencia, la pregunta “¿Qué pretendo yo de la vida?”
es progresivamente desplazada por convincentes evidencias de qué se propone la vida
conmigo.
Los indicadores astrológicos que refieren a estos estímulos a una integración ple-
na son:
• Júpiter y Saturno como reguladores de la expansión hacia lo transpersonal.
• Quirón como portal a la dimensión transpersonal.
• Los planetas transpersonales por casa y aspecto.
• La casa XII.
• El Nodo Norte.
• El Ascendente.

¿Cómo se relacionan estos estadios con nuestra metáfora del río de la conciencia?
En el comienzo, nuestra experiencia de la conciencia –nuestra experiencia de
río– se inicia en el contenedor núcleo de pertenencia familiar: el estadio del comple-
jo lunar. Allí desarrollamos los primeros bordes de identidad, aparentemente firmes
y estables, y que tempranamente confundimos con la totalidad de lo que somos. Ya
sean placenteros o no, parecen definitivos y absolutos, en el sentido de que promue-
ven la sensación de asegurar la supervivencia y de proveer de aquello que realmente
necesitamos para vivir.
Astrología, conciencia y destino 149

El estadio del complejo lunar sería, de este modo, el primer vado o, mejor, un pe-
queño lago en lo alto de una montaña, en el cual las gotas de lluvia comenzaron a
aglutinarse y supieron permanecer contenidas. De no mediar circunstancias de pre-
sión, el deseo no sería otro que quedarse allí, en la estabilidad de ese espacio conte-
nedor, en la serenidad que no parece necesitar ningún cambio.
Ahora bien, en verdad, estos vados reciben afluentes que convergen en ellos
ampliándolos, fundiéndolos con otros cursos de agua. Después de cada experiencia
de vado resulta más complejo definir la identidad del río, reconocerlo por la misma
forma que tuvo cuando empezó a correr. El caudal será otro, lo mismo que el color,
los peces que lo habitan, los minerales que lo componen, etc. De este modo, el vado
lunar desbordará por efecto de la corriente de la vida y el destino. El curso del río vol-
verá a ser tormentoso, hasta generar un nuevo momento de quietud (el vado solar),
que también entrará en turbulencia con el contacto vital con nuevos afluentes. Hasta
que, más allá de una nueva instancia de aparente calma (el vado transpersonal), solo
reste la experiencia de recordarse océano.
Cada convergencia del río con sus afluentes es símbolo de nuestros encuentros
con los demás. Nuestros vínculos nos transforman y modifican por ampliación y,
por lo mismo, no nos permiten seguir siendo los mismos. Nos desplazan de la quie-
tud autorreferente para enriquecernos, al mismo tiempo que nos tornan más com-
plejos. Nos expanden a la vez que nos funden en expresiones vitales que hasta este
momento sentíamos ajenas.
Así, si bien la conciencia parece necesitar de ese vehículo funcional (las identifi-
caciones parciales, los vados) para experimentar la vitalidad en la sustancia concreta
de nuestra vida individual, luego pugna por ampliarse y trascenderlo. Esta búsqueda
no responde a la voluntad personal ni a una disposición del individuo aislado. Es
decir, esta posibilidad de ampliación no es una cualidad propia del río en su cauce
conocido, sino una consecuencia de su receptividad a los afluentes. Esta búsqueda
se plasma en las convergencias vinculares, en el encuentro con otros. Y su profundo
sentido se revela en nuestras vidas provocando crisis. Son las crisis de identificación,
las crisis de lo que creemos ser. Estas crisis representan una oportunidad de expan-
sión de conciencia.
150 Alejandro Lodi

Río, vado, océano y los estadios de la conciencia.

El mundo de las relaciones vinculares, el encuentro con afluentes, permite de-


sarrollar una resonancia armónica con la totalidad, a partir de lo que se vive como
conflicto desde lo aislado y fragmentario. Armonía a través del conflicto. Revelación
de un cauce profundo a partir de incluir lo que parecía ajeno y de aceptar ser trans-
formado. La totalidad de lo que somos (la dimensión transpersonal) reclama ser in-
cluida en aquello que definimos ser (las dimensiones lunar y solar). Siendo que nos
definimos a partir de fragmentos, resultan inevitables estos momentos de transfor-
mación profunda de los contenidos que ocupan el centro operativo de la identidad.
Básicamente, la personalidad puede responder a esta propuesta transformadora
de dos maneras:
1. Sintiendo la oportunidad de liberarse de ese modo restringido de definirse a
sí misma y ampliándose así a la experimentación de nuevas potencialidades.
2. Resistiéndose a la transformación y aferrándose a la definición conocida, a
riesgo de cristalizarse en una forma carente de vitalidad y, por lo tanto, de fun-
cionalidad.
Astrología, conciencia y destino 151

En general, se viven estas dos modalidades simultáneamente en forma de ten-


sión y conflicto, hasta que algún núcleo de factores (regresivo o progresivo) define la
respuesta que prevalecerá.
Podríamos suponer que las crisis de transición del complejo lunar (de identidad
centrada en forma exclusiva en lo lunar) a la expresión solar comienzan a manifestar-
se en la edad de la adolescencia y se instalan más imperativamente hacia los 21 años.
Y la crisis de transición del estadio del nexo solar (de identidad centrada en forma
exclusiva en lo solar-lunar) a la inclusión de lo transpersonal (estadio de estímulos
de integración) acaso protagonice el giro de la mitad de la vida (esto es, la arquetípica
crisis de los 42 años).
En cada caso, una identificación fragmentaria, que hasta allí se mostró efectiva,
comienza a mostrarse como un sistema de reacciones condicionadas, un sistema
poco eficiente para establecer vínculos con la realidad. En verdad, esas identidades
parciales resultan estructuras provisorias y justifican su existencia en la medida en
que son capaces de responder al potencial de expansión de la conciencia. Una vez
que esta estructura de identidad agota su capacidad operativa, necesita entrar en
crisis y ser transformada. De no ser así, comenzará a dar respuestas regresivas, de
repliegue y restricción antes que de trascendencia y amplitud.
El movimiento de la conciencia no debe ser necesariamente abrupto. Esta trans-
formación no tiene por qué ser operada como un corte imprevisto o compulsivo
de una continuidad lineal que no preanunciaba alteración alguna, sino que puede
resultar una modulación: el declive y retiro de una modalidad –hasta ese momento
hegemónica– y el surgimiento e instalación de una nueva.
Esto representa un salto integrador de la conciencia. No implica la claudicación
de una modalidad a expensas del triunfo de otra (lo cual reflejaría la lógica antagó-
nica y excluyente de la batalla de polos, que redunda en cristalización o conversión),
sino la pérdida de control hegemónico de un fragmento, que queda ahora incluido
en una unidad mayor (integración), unidad en la que se establecen nuevos vínculos
asociativos entre factores antes aislados o no integrados. Y en esa nueva unidad se
desarrollará un nuevo centro operativo de identidad.
152 Alejandro Lodi

Los estadios como organizadores de identidad


y activadores de significado

Habitualmente, en la interpretación de una carta natal se privilegia la informa-


ción de la Luna, el Sol y el Ascendente. Es un modo muy efectivo de sintetizar la
complejidad del mandala. Esa consideración traza cierto diseño de viaje que expe-
rimenta la conciencia: de la Luna hacia el Sol, del Sol hacia el Ascendente. Es decir,
desde una conciencia condicionada por lo lunar hacia otra capaz de integrar lo solar,
y de allí hacia el reconocimiento del aprendizaje de destino que simboliza el Ascen-
dente.
Ese hábito de nuestra práctica ya contiene la noción de los tres estadios de desa-
rrollo diferenciados que hemos denominado de contención lunar, de expresión solar y
de revelación transpersonal.18 Recordemos, a modo de síntesis, sus características:
• Estadio de contención lunar. La conciencia está al servicio de las necesidades
básicas de supervivencia material y afectiva. Prepondera la actitud de reac-
ción y demanda. Es el dominio del miedo y el apego.
• Estadio de expresión solar. La conciencia se concentra en la obtención de lo-
gros que confirmen la propia identidad. Prepondera la acción conquistadora.
Es la instancia de la voluntad dominante y el conflicto vincular.
• Estadio de revelación transpersonal. La conciencia se reconoce en propósitos
que van más allá de la vida personal. Prepondera la respuesta al misterio tras-
cendente. Es la dimensión de la confianza y la entrega.

Pero, además de representar tres momentos en el despliegue de la conciencia,


cada una de esas dimensiones simboliza algo más: una específica sensibilidad de
percepción de la realidad y, por lo tanto, un particular potencial de significado de la ex-
periencia vital. Esas distintas sensibilidades para percibir el significado de nuestras
vivencias se traducen también en diferentes modos de significar la totalidad de los
indicadores de nuestro mapa astral. De manera que cada uno de los símbolos de nuestra

18 En términos de la exploración del viaje de la conciencia expresado en la obra de Ken


Wilber, se trataría de las sensibilidades propias de los estadios de conciencia prepersonal, personal
y transpersonal. O, en los de la psicología profunda, los niveles regresivo, egoico y espiritual (véase
“Bibliografía recomendada”, al final del capítulo).
Astrología, conciencia y destino 153

carta natal revela un determinado significado según el estadio de desarrollo de conciencia


que prevalezca en la persona.
Los estadios de contención lunar, de expresión solar y de revelación transpersonal in-
dican dos efectos relevantes en nuestro estudio de una carta natal:
1. Cada estadio de conciencia organiza la totalidad de la carta natal. Hacemos re-
ferencia al protagonismo y la hegemonía de determinados indicadores del
mapa en los que la conciencia hace identidad y alrededor de los cuales tiende
a organizarse el conjunto del mandala.
2. Cada estadio activa ciertos significados de cada uno de los símbolos de la carta natal.
Signos, planetas y casas presentan –como todo símbolo– un espectro de sig-
nificados potenciales y en cada estadio se activarán solo aquellos que resulten
registrados por la sensibilidad perceptiva propia de ese estadio.

Es decir, no solo el viaje de la conciencia se despliega en estadios en los que pre-


pondera la cualidad lunar, solar o transpersonal, sino que en cada uno de ellos el
conjunto de la carta natal es vivido (la totalidad de los símbolos son significados)
desde las posibilidades que ofrece esa cualidad. Además de ocupar el centro orga-
nizador de la identidad personal, los indicadores preponderantes en cada estadio
determinan el significado que la conciencia le otorga a cada uno de los símbolos de
la totalidad del mapa astral. Del espectro de significados que cada símbolo contiene,
cada estadio actualiza solo los que resultan funcionales y armónicos con la cualidad
de ese centro organizador o con las posibilidades de su sensibilidad de registro.
Todo lo dicho deja en evidencia que nunca vivimos la carta natal, sino que ex-
perimentamos el misterio del mandala desde la percepción característica de cierta
organización psicológica, desde la sensibilidad de cierto estadio evolutivo de la con-
ciencia, con las posibilidades que habilita y las distorsiones que genera.
Por cierto, esa sensibilidad de registro debería ser mayor en el estadio solar que
en el lunar, y mayor aún en el transpersonal que en el solar. La lógica de despliegue
de la conciencia presupone una progresiva capacidad de reconocimiento, integra-
ción e inclusión. Sin embargo, ese desarrollo evolutivo de la conciencia, que debería
desplegarse en círculos concéntricos cada vez más amplios e incluyentes, muchas
veces no se da de ese modo. La conciencia puede distorsionar esa lógica circular
de despliegue traduciéndola en un viaje lineal ascendente, en el que el acceso a un
154 Alejandro Lodi

estadio deja atrás y supera al anterior. Así, con el círculo convertido en línea, la diná-
mica polar se transforma en polarización: la vivencia transpersonal niega, descalifica
y excluye a la lunar y la solar. La vivencia polarizada del estadio transpersonal no es
capaz de incluir a los otros estadios, sino que los desplaza, en el hechizo de percibir-
los anteriores o inferiores.
Los tres estadios no están “en línea”, sino que son estructuras latentes siempre
presentes. Es cierto que se actualizan en cierta secuencia evolutiva a lo largo de nues-
tra vida y que la primera instancia es la lunar, de cuya experiencia se revela la solar,
para agotarse y dar espacio a la emergencia transpersonal. Pero también es evidente
que siempre estamos afectados por los tres estadios, que ninguno puede ser abando-
nado ni superado ni trascendido bajo la forma de exclusión. En su evolución, la con-
ciencia no deja atrás un estadio, sino que disuelve la identificación exclusiva con él.
El viaje de la conciencia implica una comprensión cada vez más plena de la existen-
cia de esas tres dimensiones de experiencia, una permanente modulación operativa
entre ellas que incluye el reconocimiento de cuál gravita de un modo preferencial en
cada momento del desarrollo, lo que implica resignar el encanto de identificarse en
forma exclusiva y absoluta con alguna de ellas.
Mientras la personalidad tiende a ver el desarrollo en línea y en secuencia ex-
cluyente, el alma se despliega en círculo y en expansión incluyente. La personalidad
separa y polariza con el mundo externo; el alma reúne y vincula polos. La persona-
lidad se plantea el viaje de la conciencia como la conquista de un logro espiritual,
venciendo obstáculos, superando dificultades y corrigiendo errores; el alma expo-
ne el despliegue consciente como la disolución de velos (creencias, construcciones
mentales, miedos) que nos separan de una evidencia que siempre estuvo presente:
somos expresiones de la corriente general de la vida.
En los próximos capítulos abordaremos esos dos efectos. Vamos a describir las
características de cada uno de esos estadios y qué componentes de la carta natal lo
conforman. Y también presentaremos cómo la sensibilidad propia de cada estadio
significa a cada uno de los símbolos de la carta natal.
Astrología, conciencia y destino 155

Preguntas frecuentes

• ¿Los estadios se manifiestan en el tiempo uno después del otro?


Los estadios están siempre presentes y, al mismo tiempo, cada uno de ellos se
actualiza en una secuencia. Es decir, son simultáneos y secuenciales. Por ejemplo, en
los primeros años de vida prevalece el estadio lunar y sus indicadores astrológicos
predominan en la conciencia. Eso no significa que los otros estadios desaparezcan,
sino que sus expresiones quedan subordinadas a la hegemonía lunar. Existe una ma-
nifestación egoica en el estadio lunar, pero cualitativamente distinta a la que apare-
cerá luego cuando la conciencia se desarrolle en el estadio solar. Del mismo modo,
existe una percepción y una respuesta a la dimensión transpersonal de la vida tanto
en la niñez como en la primera juventud y la madurez, pero que está necesariamente
condicionada por las características y los condicionamientos propios de los estadios
lunar y solar, y que habrá de diferir de modo sustancial cuando el estadio transperso-
nal emerja a la experiencia consciente.

• ¿En el estadio transpersonal la conciencia está en contacto con e incluye a la totalidad?


La progresiva madurez lunar y solar habilita la revelación del estadio transper-
sonal del viaje de la conciencia. La percepción cotidiana y la expresión personal en
el mundo comienzan a responder –y, por lo tanto, a subordinarse– a la evidencia de
una realidad que trasciende la ilusión de separatividad, la excitación del conflicto y
el encanto de la polarización. No obstante, dado que los estadios no actualizados
permanecen en latencia, ante una situación de tensión que comprometa la super-
vivencia, estimule miedos o lesione severamente la autoestima, la dimensión lunar
o solar pueden cobrar súbito protagonismo, con el carácter de urgente defensa ante
la amenaza o de efectiva reparación del daño provocado. Se trata, por cierto, de una
reacción adecuada, de una saludable respuesta; pero que también expone al riesgo
de regresión, en caso de que se prolongue más allá del tiempo que indiquen las cir-
cunstancias.

• Se dice que la expresión solar comienza alrededor de los 21 años, pero hoy es común
que muchas personas de 30 años vivan con sus padres y sean muy lunares. ¿Pueden haberse
modificado las edades de los ciclos?
156 Alejandro Lodi

En verdad, los tiempos de madurez de la conciencia responden a ciclos planeta-


rios que, en este sentido, resultan objetivos. Antes que modificar las regularidades
celestes, acaso los hábitos de la cultura son los que debieran adaptarse a sus signi-
ficados. Cuando las conductas humanas contradicen el tiempo de los procesos, es
probable que se introduzcan distorsiones y desarmonías que desemboquen en pato-
logías y conflictos vinculares. Por cierto, también los significados que encontramos
a los “compases del cielo” pueden alterarse y enriquecerse con los descubrimientos
del espíritu humano y el cambio en sus costumbres sociales, pero solo cuando estos
se han afirmado en el tiempo y han sido orgánicamente metabolizados.

Bibliografía recomendada

Arroyo, Stephen. Astrología, karma y transformación. Buenos Aires: Kier.


2006.
Assagioli, Roberto. Psicosíntesis. Madrid: Océano. 2000.
Castaneda, Carlos. Las enseñanzas de Don Juan. México: Fondo de Cultura
Económica. 1974.
–. Una realidad aparte. México: Fondo de Cultura Económica. 1974.
Greene, Liz y Sasportas, Howard. El desarrollo de la personalidad. Barcelona:
Urano. 1995.
Grof, Stanislav. La psicología del futuro. Barcelona: La Liebre de Marzo. 2002.
–. Psicología transpersonal. Barcelona: Kairós. 2008.
Rudhyar, Dane. Astrología y la psique moderna. Buenos Aires: Kier. 1988.
Wilber, Ken. Conciencia sin fronteras. Barcelona: Kairós. 2006.
–. El espectro de la conciencia. Barcelona: Kairós. 2011.
–. El ojo del espíritu. Barcelona: Kairós. 2005.
–. El proyecto Atman. Barcelona: Kairós. 2008.
–. Los tres ojos del conocimiento. Barcelona: Kairós. 2003.
–. Sexo, ecología, espiritualidad. Madrid: Gaia. 1997.
Capítulo 8

LA CONTENCIÓN
LUNAR
En efecto, lo que soy parece fugaz e intangible, pero lo que fui
es algo fijo y definitivo. Es la base firme para predecir
lo que seré en el futuro, y así resulta que estoy más
íntimamente identificado con lo que ya no existe
que con lo que realmente es.

Alan W. Watts, El camino del zen.

Contenidos astrológicos del estadio de contención lunar

El estadio de contención lunar es primario en el viaje de la conciencia. Se destacan


los contenidos de la carta natal que refieren a origen, memoria, nutrición, conten-
ción y cuidado afectivo.
• Luna por signo y por casa.
• Aspectos de la Luna.
• Casa IV.
• Planetas en casa IV.
• Regente de la casa IV.
• Casa con cúspide en Cáncer.
• Nodo Sur.

Nuestra llegada a la vida es en condiciones de extrema vulnerabilidad. Depende-


mos de otro para la supervivencia, no solo material sino también afectiva. La condi-
ción de mamíferos, la memoria de haber vivido dentro de otro cuerpo, destaca la valo-
158 Alejandro Lodi

ración de la pertenencia a un ámbito cerrado, la seguridad de la cueva, la sensación


de ser queridos y alimentados, la presencia de madre.
Ese es el medio en el que la conciencia comienza su camino de diferenciación in-
dividual. Paradójicamente, con una alta dependencia respecto a un otro. El camino
hacia ser una persona independiente se inicia desde la simbiosis materna. Resulta
evidente, entonces, que durante este estadio todos los indicadores lunares de la carta
natal cobran protagonismo excluyente en la conformación de la primera sensación
de identidad personal y que la vivencia de los restantes símbolos del mandala quede
ajustada a las posibilidades de la cualidad lunar para significarlos.
El estadio de contención lunar es el tiempo de la calidez, la ternura y la inocencia.
De ser amados, cuidados, nutridos. De sentirnos protegidos de todos los peligros
por otros seres que nos quieren. Es el espacio existencial de la fantasía, de los sueños
de felicidad.

La construcción de la autoimagen lunar

Como seres humanos, desde que nacemos, recibimos impresiones de todo tipo
provenientes del medio familiar y social. La conciencia registra esas impresiones y
trata de organizarlas de un modo coherente alrededor de un centro, se reconoce en
algunos de esos contenidos y se identifica con ellos. Se desarrolla el proceso de con-
formación de una identidad. En la niñez elaboramos una imagen de nosotros mismos
(“lo que yo soy”) a partir de lo que transmiten las personas que nos rodean: en primer
lugar la madre, luego el padre y finalmente el resto del medio ambiente familiar y de
los ámbitos sociales primarios. Hacia los 7 años establecemos una primera identi-
dad personal, ligada a una imagen que, a partir de allí, necesita ser confirmada en la
interacción con el mundo. Por cierto, la realidad externa y las relaciones sociales no
mostrarán la incondicionalidad del marco familiar de origen, no ofrecerán garantías
de confirmación de aquella identidad. Esto da inicio a una dinámica, a un proceso de
ajuste constante de nuestra imagen personal para adaptarla a cada nueva realidad que
se presenta. La madurez de la conciencia implica la tolerancia a la frustración de nues-
tras fantasías infantiles, la capacidad de reconocernos en ámbitos más impersonales y
el descubrimiento de las potencialidades del ser que ello habilita.
Astrología, conciencia y destino 159

Sin embargo, a medida que aumentan los desafíos que nos toca enfrentar y resol-
ver, la conciencia identificada con una imagen de sí misma tiende a permanecer en lo
conocido, se resiste a la revelación de otras posibilidades y otros recursos distintos a
aquellos que se conservan grabados en su memoria. La identidad establecida persiste
en su forma. De este modo, la propia dinámica del despliegue de conciencia recurren-
temente habrá de plantearnos el dilema de abrirnos a la espontaneidad vital, a lo que
intuimos como nuestra auténtica creatividad, y de exponernos a la pérdida de lo segu-
ro. En nuestra evolución como personas, la conciencia se enfrenta a la encrucijada de
confiar en lo que siente vital e íntimamente propio, o mantenerse replegada en el ba-
gaje de gestos, conductas y acciones almacenadas en la memoria de los primeros años.
Resulta inevitable que, en determinado momento del viaje de la conciencia,
responder a la creatividad que pulsa en nuestra vida se convierta en un riesgo para
la supervivencia de nuestra identidad personal. Aunque esté conformada solo por
fragmentos de la totalidad que somos, esa “sensación de identidad” resulta muy con-
vincente y la tentación de echar mano a lo conocido, de refugiarnos en la memo-
ria, es altamente imperativa y refuerza la sensación de seguridad. En este sentido, la
adaptación a los modelos sociales y culturales que representa los primeros aprendi-
zajes en nuestra temprana escolaridad contribuye a robustecer el peso del pasado,
de lo conocido y validado por la tradición, y a mantener en latencia gran parte de
nuestra singularidad creativa.
La persistencia en nuestra identidad temprana, en la autoimagen lunar, se man-
tiene aún en la edad adulta. Ante la oportunidad de cambio, ante el desafío de apos-
tar a la creatividad, experimentamos un peligro para nuestra supervivencia y reaccio-
namos desde mecanismos defensivos. Ante el riesgo de lo desconocido, nos reple-
gamos en la memoria de esa imagen primaria, en el recuerdo de su efectividad para
darnos seguridad, contenernos y nutrirnos de afecto en el pasado.
El viaje de la conciencia es el despliegue de confianza integradora de dimensio-
nes creativas y, por lo tanto, desconocidas de nosotros mismos. Es el desarrollo de la
madurez necesaria para frustrar la fantasía regresiva. Por cierto, ese viaje es circular.
Esto significa que el estadio de contención lunar no es una etapa que quede atrás a
medida que nuestra identidad madura, porque el viaje no consiste en un progreso
lineal y, sobre todo, porque esa dimensión lunar de nuestro ser no es un error que de-
bamos abandonar o repudiar. Sabemos que a lo largo de nuestra vida, ya adultos, las
160 Alejandro Lodi

situaciones de riesgo y peligro para nuestra integridad habrán de sucederse, y en ellas


legítimamente se ponen en juego nuestros talentos lunares de supervivencia. El arte
consciente será discernir cuándo esos momentos de tensión resultan una amenaza
a la totalidad del sistema y cuándo representan los quiebres necesarios de nuestra
identidad fragmentaria; cuándo la contención lunar opera como orgánica respuesta
para mantenernos íntegros y reproducir vida, y cuándo es la reacción del miedo a
transformarnos y del condicionamiento a mantenernos tóxicamente refugiados en
nuestra imagen primaria.
Dicho esto, es evidente nuestra tendencia a quedarnos demorados –por más
tiempo del que parece recomendable– en los hábitos de relación generados en los
primeros años de vida. Seguimos reaccionando a lo que proponen los vínculos del
presente de acuerdo con lo que quedó grabado en nuestra psiquis en las tempranas
épocas de nuestra infancia. La imagen de nosotros mismos es, antes que nada, una
imagen vincular, generada a partir de cómo nos experimentamos a nosotros mismos
en relación con quienes nos rodeaban en los primeros años de vida y de las cua-
lidades con las que quedó asociado el reconocimiento que nos dieron. Si perma-
necemos adheridos a esa imagen, nos volvemos previsibles, nos convencemos de
que para ganar seguridad lo más efectivo es reiterar las viejas conductas. Reprodu-
cimos en los nuevos vínculos el mismo comportamiento y trato que tuvimos con
los miembros del entorno familiar en el pasado. De esa manera, al dar una respuesta
inapropiada a la novedad que proponen las relaciones del presente, resulta inevita-
ble promover conflictos, malentendidos y confusiones. Creyendo dar respuestas, en
verdad, estamos reaccionando desde el condicionamiento de nuestros mecanismos
emocionales más infantiles y regresivos.
Dada esta situación, resulta inexorable que el destino nos convoque a recuperar
espontaneidad, a desprendernos de hábitos y mecanismos, para entonces descu-
brir otros espacios (de nosotros mismos y del mundo) en los que germinan otras
respuestas, desconocidas, novedosas y mucho más eficientes para dar cuenta de
nuestra vida de lo que pueden serlo nuestras reacciones sujetas a la memoria. Esa
convocatoria del destino a confiar en lo impredecible y creativo es la sustancia vital
del viaje de la conciencia.
En el estadio de contención lunar forjamos una mirada. Esa mirada –de nosotros
mismos, de los demás– es funcional y orgánica con relación a las circunstancias de
Astrología, conciencia y destino 161

nuestros primeros años de vida. Astrológicamente, en ella se potencian los indica-


dores lunares (ya mencionados) de nuestra carta natal y se genera una apreciación
–sensible y mental– del conjunto de símbolos. Esa mirada lunar propicia la primera
construcción de significado de nuestra naturaleza.
A medida que desplegamos conciencia, somos cada vez más sensibles a reco-
nocernos en fragmentos que han quedado excluidos de aquella mirada lunar. Tal
inclusión implica una crisis de identidad, genera una renovada imagen de nosotros
mismos y, por lo tanto, una nueva mirada, más integradora, más compleja y más au-
téntica. Comienza a desarrollarse, entonces, una nueva dimensión de significado de
los contenidos de nuestra carta natal. No obstante, aquella temprana autoimagen
lunar resiste más de lo que admitimos, reproduce automatismos en nuestras con-
ductas y se repliega a cierto estado de latencia del cual se activa cuando atravesamos
experiencias de riesgo. Permanece en nuestra memoria, de un modo inconsciente,
como nuestra manera natural y segura de responder a la vida.
Este carácter persistente de la autoimagen conformada en el estadio de conten-
ción lunar excede los motivos asociados a nuestra historia personal y a los bieninten-
cionados propósitos de nuestra voluntad para modificarlos. Nuestros mecanismos
de reacción emocional, en verdad, responden a una memoria ancestral. No se trata
de hábitos personales generados solo en nuestra vida, sino que responden y recrean
un patrón inconsciente profundo y colectivo que se ha gestado en la acumulación
de experiencias en la historia de la vida humana sobre la Tierra. Lo que, como perso-
nas, nos ocurre en la infancia remite a modelos inconscientes universales, a arqueti-
pos del inconsciente colectivo, que moldean la conducta de los humanos desde los
más remotos orígenes. Venimos al mundo con la memoria de esos comportamientos
y tales respuestas (o, mejor, tales reacciones) son la trama de un tejido arquetípico.
Cualquier niño, en cualquier lugar del mundo, que forme parte de una misma cultura
o tradición, reaccionará de maneras análogas ante situaciones que guarden semejanza
con las que ya están incluidas en los archivos arquetípicos del inconsciente colectivo.
De manera que romper con los hábitos es romper con la tradición, con los mo-
delos perpetuados durante siglos. Nada sencillo ni nada que no deje de tener su
costo. En verdad, nuestra capacidad de introducir, desde nuestras experiencias de
vida personales, alguna variable creativa en este ancestral condicionamiento colec-
tivo a la repetición está vinculada –necesaria e inevitablemente– con la existencia
162 Alejandro Lodi

de la suficiente masa crítica de humanos dispuestos a las mismas exploraciones.


Sin esa condición, se impone una opresiva sensación de transgresión, de extravío
y de intemperie existencial. Cuando comprendemos que nuestro pequeño drama
personal es el mismo que millones de personas han vivido a lo largo de la historia,
se desata una paradoja: no podemos dejar de pertenecer a una tradición de la cual,
no obstante, comenzamos a diferenciarnos. Una paradoja que solo se disuelve asu-
miendo la experiencia transpersonal, es decir, la dimensión mística o espiritual del
viaje de la conciencia.
Finalmente, es necesario recordar que la mirada lunar habrá de subsistir aun
cuando la conciencia haya sido capaz de desarrollar otras perspectivas. El hecho de
que, efectivamente, en algún momento del viaje deje de ser absoluta y hegemónica
no implica que desaparezca. El proceso consciente no es lineal y excluyente, sino
circular e incluyente. Cada expansión de conciencia implica la conformación de una
identidad más compleja y, por eso, capaz de incluir lo que fue necesario excluir en el
estadio anterior. Y esa mayor complejidad redunda en el talento de ser capaz de con-
tener la mirada y el significado que antes predominaba en la percepción de nuestra
vida, conviviendo ahora con visiones de mayor contexto.

Deseo, miedo y autoimagen lunar

Aquello que deseamos y aquello que tememos restringe y distorsiona nuestra


percepción de las cosas. Si nuestro deseo cambia o nuestro miedo se disuelve, la rea-
lidad que percibimos pasa a ser otra. Nuestros deseos y nuestros miedos configuran
el mundo. Y esto significa, fundamentalmente, que dan sustancia y forma a nuestra
personalidad y que, por lo tanto, diseñan destino.
Nuestra identidad más primaria se constituye en un repliegue defensivo. Los as-
trólogos decimos (algunos, al menos) que nuestra identidad primaria es lunar, es
decir, que se organiza desde el condicionamiento de la lucha por la supervivencia.
¿Por qué? Nacemos prematuros. Sin la madurez suficiente como para valernos por
nosotros mismos. Necesitamos de otro (la madre) que nos proteja, nos alimente y
nos quiera. Sin ese otro moriríamos. Sin ese otro no seríamos. Ese otro nos da iden-
tidad. Somos lo que nos asegura sobrevivir. Somos lo que nos asegura madre.
Astrología, conciencia y destino 163

De este modo, la imagen de nosotros mismos con la que inconscientemente co-


menzamos a identificarnos desde niños se forja en cualidades y contenidos que nos
brindan esa sensación –lo suficientemente convincente– de protección, nutrición y
afecto. Sentimos que necesitamos de esos atributos para existir y que sin ellos, por lo
tanto, no seríamos. Nuestro deseo y nuestro miedo se impregnan de ese estado de
necesidad. El deseo de asegurarnos lo que necesitamos para sobrevivir y el miedo a
perderlo. El ego es necesidad. Y necesidad es condicionamiento; es decir, lo opuesto
a la libertad. El ego pide, toma y se apega a lo que cree que necesita. Y apego es cierre;
es decir, lo opuesto a dar. El ego no puede ser generoso, porque está condicionado
por la falta: una íntima sensación existencial de carencia.
Allí se configura el juego. Y el juego persiste ya adultos. Si pretendemos sentirnos
libres, quedarán expuestos nuestros condicionamientos. Cuestionarnos acerca de
dimensiones más genuinas y generosas de nuestras vidas conduce, invariablemente,
a que el apego a miedos y deseos –asociados a la supervivencia de la imagen de uno
mismo– se evidencie como obstáculo. Para responder a la intuición de esa gracia
expansiva, para atender a los llamados de autenticidad y creatividad que sentimos
despertar en lo más verdadero de nuestro corazón, debemos atrevernos a observar
deseos y miedos, a asumir que ya no pueden contener la vitalidad que nos anima. La
liberadora y terrible certeza de que ese refugio de imágenes, memorias y relaciones
ya no nos cuida ni nos nutre ni nos quiere, sino que nos fragiliza, nos intoxica y nos
rechaza. No hay forma de ser creativo sin enfrentar aquellos deseos y miedos, y reco-
nocer la evidencia de que nuestro ser los desborda.
Para ser libres tendremos que transformarnos. Nosotros mismos y el mundo se-
remos otros. No es asunto de magia ni de imperativo moral alguno, sino del natural
efecto de una circulación que no responde a nuestra voluntad. Como en ellos cons-
truimos nuestra identidad personal, si se transforman nuestros deseos y miedos, se
transforma la realidad del mundo: lo que creemos ser y nuestro destino.
Quizás la verdad más antipática sea que este cauce que adopta el viaje de la con-
ciencia no es evitable y no implica necesariamente el paso a una situación mejor
que la anterior (al menos, no para la persona que creemos ser). La transformación
personal y el acceso a una dimensión de mayor creatividad no son premio, mejora o
felicidad, ni castigo, empeoramiento o desdicha. Los propósitos del alma son ajenos
a los juicios acerca del bien y del mal que emite la personalidad.
164 Alejandro Lodi

El beneficio del alma puede implicar nuevos conflictos para la personalidad. La


indicación del alma no da opción; no hay caminos alternativos y resistir su persua-
sión genera mayor sufrimiento. En algún momento, su impulso se presenta en nues-
tras vidas. Nos lleva a confrontar con nuestros deseos y miedos, y deja en evidencia
una verdad oculta acerca de nosotros mismos. Ese impulso tiene el carácter de una
convocatoria inapelable a una vitalidad renovada y auténtica, sin promesas de ser
mejores ni más sabios ni más felices. Un movimiento expansivo que resulta inevi-
table, una dinámica plena de energía, sumarse a la cual no es una variante opcional,
sino un amoroso imperativo. Disolver condicionamientos de nuestra personalidad
implica asumir mayor responsabilidad y creatividad con la vida.
La descripción de esta dinámica psíquica –que involucra deseos, miedos e identi-
dad– siempre conduce a una primera reacción: entenderla como un mandato, tra-
ducirla en juicios de valor, polarizarla en “lo que se debe” y “lo que no se debe”, y
fascinarnos con su cumplimiento o su resistencia.
Sin embargo, responder a ese pulso de la vida no es una severa y difícil tarea que
una autoridad superior nos imponga a favor de acceder a “lo elevado, superior y di-
vino”, en detrimento de permanecer en “lo bajo, inferior y humano”. Vivirlo de ese
modo es un extravío. Es como decidir no comer carne animal ni tener relaciones
sexuales ni ser agresivo porque “está mal” y “no es propio de un ser espiritual”. Es un
prejuicio, no una respuesta. Subordinar nuestras acciones a juicios morales nos con-
vierte en seguidores de modelos, en devotos de autoridades externas. Por supuesto,
tampoco se trata de que esté mal ser un seguidor o un devoto, sino de registrar que,
en esa posición, es otro (el modelo, la autoridad) quien se hace responsable de nues-
tras decisiones, sin que nos conste íntimamente de dónde han surgido y sin asumir
el riesgo de lo que indica nuestra percepción.
El punto no es lograr que no haya miedo ni deseo, ni juzgar que esté mal sentir
apego y necesidad, sino asistir con conciencia a esos momentos en que cede la iden-
tificación con el miedo y el deseo, y, sin que desaparezcan, estos pueden ser percibi-
dos con distancia emocional y mental. Es ese estado –súbito y revelador– de olvido
de uno mismo. Por cierto, resulta absurdo proponernos el objetivo de permanecer en
ese estado o de plantearlo como la conquista de una instancia superior de nosotros
mismos. Es algo del orden de aquello que ocurre o no ocurre, de aquello a lo que po-
demos estar atentos o distraídos.
Astrología, conciencia y destino 165

Se trata de percibir una evidencia: la información que obtenemos de esos mo-


mentos de olvido de nosotros mismos es de una cualidad completamente distinta a la
de nuestra vigilia consciente. Parece obvio que esa información llega de otra dimen-
sión de la vida que nos anima, tal como ocurre en ciertos sueños o en estados que,
por algún motivo (y aquí entendemos por qué), llamamos extáticos. Momentos en
los que el inconsciente –el alma– asalta nuestro discernimiento y sentimos partici-
par vívidamente de otra realidad, tan cierta como cualquier otra, tan radiante y reve-
ladora de sentido como ninguna.

La memoria del trauma y el perdón

En astrología la memoria, el recuerdo y el pasado están significados en el símbolo


de la Luna. Representa nuestra capacidad de hacer contacto sensible con la vida. Per-
mite que la vida nos afecte y que podamos recibir y brindar afecto. En la Luna nues-
tra conciencia registra la existencia, es vulnerable al impacto de nuestros vínculos. Se
nutre de ellos y queda marcada por ellos. La memoria son esas impresiones grabadas
en nuestro psiquismo y, de este modo, inexorablemente involucradas en la dinámi-
ca del inconsciente. Pero en esa memoria la sensibilidad a “lo que nos hicieron”, la
susceptibilidad al recuerdo de hechos en los que fuimos víctimas, prevalece sobre la
que rememora momentos de dicha. En esa evocación, además, aquellos sucesos del
pasado se manifiestan con el mismo agudo dramatismo de cuando fueron presentes.
Así, la conciencia queda atrapada en la memoria. No puede dar otra respues-
ta que aquella misma que supo dar en el momento traumático: sentirse herida. El
condicionamiento lunar no permite que esa lesión haga su proceso. La conciencia
permanece en el mismo lugar; el dolor no madura, no muestra su dirección, no per-
mite revelar la profunda comprensión de lo humano para la que fue potencialmente
oportuno. La vivencia perpetua de la herida no permite que florezca lo creativo del
dolor. El apego al recuerdo rechaza las oportunidades creativas del presente. Habitar
el dolor da la seguridad de no exponerse al riesgo de nuevos significados de aquello
que nos afectó.
Disolver el agobio de la memoria es, al mismo tiempo, resignar el encanto de
ser especial. El apego a la memoria es, antes que una fatalidad, un mecanismo del
166 Alejandro Lodi

ego. Astrológicamente, podríamos afirmar que la Luna (la memoria del pasado) y el
Sol (la sensación de identidad) traban alianza para defender a nuestra personalidad
de la amenaza de lo creativo. La imagen de nosotros mismos con la que estamos
identificados necesita que el pasado esté construido de determinada manera, privi-
legiando ciertos hechos y supeditando otros a esa hegemonía. Antes que víctimas de
aquellos que en efecto nos hirieron en el pasado, es esa identidad cargada de afecto,
es esa imagen de nosotros mismos que necesitamos retener, la que nos somete a su
reproducción y nos impide ponernos al alcance de dimensiones más creativas que
atraigan a nuestra conciencia.
Perdonar no significa olvidar. En su etimología, perdonar es ‘decidir no castigar’.
Perdonar es recordar y decidir no castigar. Es la posibilidad de disolver la lógica de
premio y castigo, de víctima y victimario. Asociar perdón con olvido es algo que
beneficia a ambos: al victimario (para que con el perdón sean olvidados sus actos
impiadosos que lo colman de culpa) y a la víctima (para que el perdón parezca un
inadmisible e injusto olvido de esas culpas). En cambio, si el perdón es recuerdo
y elección de no castigar, se disuelve entonces ese circuito polarizado en el que el
sufrimiento ha quedado cristalizado. La energía del sufrimiento se transforma así
en potencia curativa, liberándose y disponiéndose para dar cuenta de una nueva
dimensión de la realidad. Si perdón es memoria y decisión de no castigo, el dolor
puede madurar y mostrarnos oportunidades insospechadas. En el compromiso con
la maduración del dolor la conciencia puede conjurar el hechizo de la repetición,
capitalizar el pasado en una comprensión más profunda de lo humano, antes que
reproducirlo.
Es la fascinación con esa imagen de nosotros mismos la que nos impide expresar
perdón. Sostener el recuerdo y, al mismo tiempo, decidir no castigar, necesariamente
va a impedir que reaccionemos desde el automatismo de la memoria de nuestra sen-
sibilidad herida y exigirá entonces animarnos a transformar nuestra identidad, nues-
tra personalidad, aquello que creemos ser. La valentía necesaria para recordar y no
castigar es equivalente al coraje que debemos poner en juego para cuestionar la ima-
gen que tenemos de nosotros mismos. La valentía para perdonar es la misma que se
necesita para aceptar que no somos especiales y así reconocernos en una misma raíz
humana con el otro. Esa valentía es un talento del alma, no de la personalidad. Esa
valentía es la condición de nuestra naturaleza compasiva, no de nuestro narcisismo.
Astrología, conciencia y destino 167

Una y otra vez, la astrología nos recuerda que el más auténtico desafío para nues-
tra conciencia es aceptar la vincularidad. No somos solos. No estamos solos con
nuestra imagen. Con nuestras íntimas necesidades, estamos vinculados con otros
diferentes. Con nuestra vulnerable y afectiva sensibilidad, somos el creativo desafío
de las relaciones.

El significado lunar de signos, planetas y casas

Vamos a definir algunas vivencias de las funciones planetarias, las cualidades


zodiacales y los ámbitos de experiencia ligados a casas, características de cuando la
conciencia responde desde el estadio lunar.
Más allá del planeta, del signo o de la casa de que se trate, el común denomi-
nador de esas respuestas es que están motivadas por la dependencia de otros para
la supervivencia, el repliegue en lo seguro, el refugio en la memoria y el pasado, la
subjetividad demandante, el recelo del mundo exterior, la urgencia en la satisfacción
de las propias necesidades afectivas y materiales, la sensación de peligro y hostilidad
frente a quien es diferente.
En este estadio, la actitud existencial que prevalece es la de tomar del universo lo
que necesito, de recibir de otros la energía vital necesaria para desarrollar el propio
camino individual.
• Aries - Marte - casa I:
Excitación y descarga de energía. Acciones precipitadas y desbordes tempe-
ramentales explosivos. Reacciones agresivas ante la menor insinuación. Es-
tado de irritación emocional. Activa actitud defensiva, dispuesta a dar pelea
ante cualquier situación que se juzgue amenazante. Expresión prepotente,
invasiva y avasallante del propio deseo. Viva gestualidad física. Conductas
reactivas e inconscientes ante los impulsos externos. Definida imagen que se
da a los demás.

• Tauro - Venus - casa II:


Actitud conservadora y apropiadora. Refugio en el propio bienestar y con-
fort. El propio disfrute y placer se impone sobre toda consideración de los
168 Alejandro Lodi

demás. La necesidad de incorporar y retener lo valioso prevalece sobre com-


partir con otros o “gastar” (es decir, hacer circular los valores). Sensación de
seguridad en el celo posesivo, la avaricia y el culto hedonista. Inercia, quietud
y aversión al cambio. Una relación con el dinero y los bienes materiales carac-
terizada por la acumulación y el goce exclusivo.

• Géminis - Mercurio - casa III:


Prevalece una actitud juvenil y de “niño eterno”. Disposición a la diversión y a
quitarles dramatismo a las situaciones de la vida. Conducta liviana y superfi-
cial. El pensamiento se entretiene en trucos de la mente y juegos de palabras.
La distracción y el ingenio se imponen al detenimiento, la observación y el
análisis. La capacidad mental se orienta a promover ocurrencias sagaces. La
hermandad como espacio vincular de recreación, entretenimiento y juego, el
aprendizaje como destreza para acumular información.

• Cáncer - Luna - casa IV:


Condicionamiento de la cualidad “hija/hijo”. Comportamiento aniñado e
infantil. Tendencia a permanecer en el supuesto inconsciente de ser mante-
nidos por un adulto que nos quiera. O a proyectar estas condiciones en los
demás y asumir una actitud maternal en las relaciones. Apego a las formas
conocidas en la infancia. La fidelidad con el pasado se impone a toda variante
innovadora. La memoria de los ancestros se convierte en refugio. Valoración
de la historia familiar y de las costumbres de los antepasados.

• Leo - Sol - casa V:


Valoración de uno mismo y de la importancia personal. Expectativas y recla-
mos de ser reconocido sin necesidad de demostración alguna. Compulsión
por ocupar el centro. Necesidad de llamar la atención de los demás. Orgullo
y amor por uno mismo, indiferencia a los valores individuales y a las nece-
sidades singulares del otro. Egoísmo inocente. Gestualidad dramática para
producir efecto en los demás. Apego al encanto de ser especial, diferente y
exclusivo. Actividades autocomplacientes que confirman la propia imagen
personal. Los hijos como propio mérito y extensión de uno mismo.
Astrología, conciencia y destino 169

• Virgo - Mercurio - casa VI:


Predominio de la actitud crítica y de la mente analítica. Refugio en la sagaci-
dad mental y en las conductas metódicas. Obsesión por la clasificación y el
orden. Actividad mental laberíntica. Recurso del humor para la descalifica-
ción del otro. Compulsión por la complejidad. Disposición al servicio (en
extremo, servilismo). Postergación de uno mismo y refugio en la humildad.
Apego a rituales cotidianos y manía de repetición de hábitos y costumbres.
Subordinación a las exigencias del trabajo diario. Preocupación desmedida
por la salud e higiene corporal.

• Libra - Venus - casa VII:


Disposición a la atención de los demás. Necesidad del otro para definirse uno
mismo. Dependencia en los vínculos amorosos. Evitación de las propias de-
cisiones. Compulsión a agradar. Hábito de seducción. Refugio en conductas
complacientes y en mundos de formas ideales, bellas y puras. Alta estima de
la armonía y el equilibrio, que redunda en una aversión a las situaciones de
conflicto. Necesidad de confirmar y satisfacer la mirada del otro. Tendencia
a que el centro de la propia vida lo ocupe la persona amada o un vínculo de
sociedad relevante.

• Escorpio - Plutón - casa VIII:


Expresión intensa y profunda. Atracción por lo oscuro y secreto. Valoración
del poder. Necesidad de controlar la voluntad de los demás. Fascinación con
el misterio de la muerte y el dolor. Protagonismo de la fuerza de la pulsión
inconsciente y corporal. Sugestión por lo oculto. Compulsivo interés por la
sexualidad. Honda vivencia de los complejos familiares y vinculares. Trau-
mas emocionales complejos y profundos. Apego a las heridas del pasado.
Condicionamiento y avidez por las herencias y por lo que es de otros.

• Sagitario - Júpiter - casa IX:


Disposición a la confianza. Entrega a ideales superiores y espirituales. Ten-
dencia a la credulidad. Necesidad de creer. Adhesión a la fe verdadera. Ne-
gación del conflicto y del lado oscuro de la naturaleza humana. Convicción
170 Alejandro Lodi

en la existencia de un ser superior justo, benéfico y bondadoso. Idealismo


inocente. Fervor por maestros y guías. Actitud dogmática hacia creencias re-
ligiosas, filosóficas o ideológicas. Valoración de la sabiduría y del mundo de
las ideas. Apego a la aventura y a los viajes exploratorios. Culto del extranjero
y del conocimiento superior.

• Capricornio - Saturno - casa X:


Necesidad de cumplir con mandatos. Alta valoración del deber ser. Refugio
en la austeridad y en la soledad. Afectivización del esfuerzo y la obediencia.
Frialdad emocional. Satisfacción en la obtención de logros y metas. Apego
a la corrección de las formas y al respeto de la ley. Comportamiento serio y
sobrio. Postura corporal tensa y rígida. Exigencia para demostrar ser digno
de la mirada del padre. Acatamiento de la autoridad (en extremo, sumisión).
Estricta planificación de objetivos sociales. Identificación con la profesión.

• Acuario - Urano - casa XI:


Valoración de la libertad y la espontaneidad por sobre las reglas. Necesidad de ir
en contra del orden establecido. Refugio en la rebeldía y la transgresión. Angus-
tia por falta de pertenencia a familia o grupos. Anhelo de libertad y sensación
de exilio. Rechazo del contacto emocional intenso. Apego a excentricidades.
Afectivización de las discontinuidades y las disrupciones. Condicionamiento
de ser original y distinto a los demás. Intensa actividad social en grupos y orga-
nizaciones. Vida de hogar en espacios sociales. Anhelo innovador y futurista.

• Piscis - Neptuno - casa XII:


Carácter de sensibilidad extrema. Susceptibilidad al encanto soñador. Refu-
gio en mundos imaginarios. Valoración del sacrificio y la entrega a un orden
superior. Afectivización de fantasías y de ideales absolutos. Atracción por el
misterio inconsciente. Disposición al misticismo. Éxtasis devocional. Senti-
miento amoroso de gran permeabilidad. Confusión con los límites. Rechazo
del mundo material y del orden práctico. Tendencia a evadirse de la realidad
concreta. Vivencia en un universo mítico. Condicionamiento de la trama de
arquetipos inconscientes.
Astrología, conciencia y destino 171

Preguntas frecuentes

• ¿Siempre hay heridas en la Luna? ¿No hay Lunas felices?


En la experiencia lunar hay felicidad y hay herida. Es función de la Luna ateso-
rar memoria, permanecer en la experiencia conocida y su garantía de previsibilidad.
Nos brinda seguridad, la calma de estar protegidos, a resguardo de toda amenaza
exterior. Mientras ese espacio de pertenencia contenedora y nutritiva es efectivo,
disfrutamos la felicidad de ser confirmados en nuestras necesidades más subjetivas.
La herida (con su sensación de desdicha) sobreviene cuando los desafíos objetivos
de la realidad nos exponen a correr riesgos y a descubrir (y asumir) que la seguridad
del pasado ya no nos protege. Antes que un error o una fatalidad, la herida lunar es
síntoma de madurez solar. Desarrollar sentido de realidad es frustrar ilusiones. Re-
signar fantasías hiere y nos permite crecer.

Bibliografía recomendada

Carutti, Eugenio. Las Lunas. Buenos Aires: Kier. 2003.


Greene, Liz y Sasportas, Howard. Los luminares. Barcelona: Urano. 2003.
Capítulo 9

LA EXPRESIÓN SOLAR
Aunque el sistema del yo, en última instancia, sea ilusorio
no por eso deja de cumplir con una función intermediadora
absolutamente esencial. El yo es el vehículo del desarrollo,
del crecimiento y de la trascendencia.

Ken Wilber, Los tres ojos del conocimiento.

Contenidos astrológicos del estadio de expresión solar

Una vez consumada la experiencia del estadio de contención lunar, la concien-


cia se abre a la necesidad y al desafío de sumar una nueva cualidad de su viaje. El
estadio de expresión solar simboliza el tiempo evolutivo para descubrirnos como
individuos diferenciados de la matriz familiar de origen. Comienza a revelarse la
aventura de “ser uno mismo”. Con la crisis de la adolescencia cobran protagonismo
los indicadores de la carta natal que confluyen a la conformación de un ego maduro,
autónomo y progresivamente responsable de su propia vida:
• Sol por signo y por casa.
• Sol por aspectos.
• Casa con cúspide en Leo.
• Casa V.
• Planetas en casa V.
• Regente de la casa V.
• Los planetas personales (incluidos Júpiter y Saturno) por signo, casa y aspectos.

En el estadio de expresión solar, la conciencia se compromete con el camino del


héroe. Es el tiempo orgánico de la búsqueda de autenticidad, de interrogarse acerca
174 Alejandro Lodi

de la verdad que pulsa en el propio corazón y de animarse a responder a la convoca-


toria de la vida, más allá del mundo de seguridades que ha ofrecido (y seguirá ofre-
ciendo) la experiencia lunar.
Es una revolución de la conciencia. El centro operativo de la identidad personal
corre su eje. La imagen de nosotros mismos empieza a reconocerse en otras cualida-
des. Hay una necesidad vital de hacerlo, tan fuerte que prevalece sobre el miedo. La
carta natal responde a esa alteración del centro gravitacional de la conciencia y deja
transparentar el valor de los símbolos solares que resultarán funcionales al nuevo
estado de la psiquis.

La experiencia del ego solar

La valoración de lo solar es la valoración del individuo. La tradición de nuestra cul-


tura occidental aprecia la conciencia de ser individual y el discernimiento racional. So-
mos sensibles a la aventura de conformarnos como sujetos independientes, centrados
en nosotros mismos, lanzados a la conquista de los propios deseos y metas. De manera
inconsciente, consideramos y reproducimos que “conocerse a uno mismo” y expresar-
lo en el mundo representa el máximo logro de nuestras vidas. Superar los condiciona-
mientos del pasado, desarrollar una personalidad independiente de los demás y alcanzar
el triunfo de nuestra voluntad se transforma en el sentido que anima nuestra existencia.
En este saludable proceso de diferenciación se ingresa, al mismo tiempo, en la pe-
sadilla de la disociación. Y, como describe Ken Wilber a lo largo de su obra, diferen-
ciación no es disociación. Más aún, la disociación es la patología de la diferenciación:

[…] una de las formas más frecuentes de patología evolutiva tiene lugar cuando la dife-
renciación va más lejos de la cuenta y desemboca en una disociación. En el caso de la
evolución del ser humano, por ejemplo, una cosa es diferenciar la mente del cuerpo y otra,
muy distinta, disociarlas; una cosa es diferenciar la cultura de la naturaleza y otra, comple-
tamente distinta, disociarlas. La diferenciación es el preludio de la integración, mientras que
la disociación, por su parte, constituye la antesala del desastre.19

19 Wilber, Ken. El ojo del espíritu. Barcelona: Kairós. 2005, p. 86.


Astrología, conciencia y destino 175

El desarrollo de un ego personal resulta funcional y orgánico con relación al


proceso de la conciencia. Pero, en ese mismo movimiento, se genera la encantadora
sensación de estar separado de los demás y de la corriente general de la vida. La sepa-
ratividad es la sombra de la conquista de un yo autónomo y autocentrado.
La filosofía perenne (esto es, el cuerpo común de las enseñanzas de las principa-
les tradiciones espirituales de Oriente y Occidente) advierte acerca del carácter ilu-
sorio de esa convincente sensación de separatividad que emerge como efecto de la
conformación de un yo individual. No obstante, el proceso mismo de la conciencia
y el sustrato cultural de nuestro inconsciente colectivo, con su tejido de arquetipos,
nos condicionan a asumir con naturalidad (y a reproducir) la percepción de que
somos únicos, exclusivos, importantes e irrepetibles. Sobre todo en Occidente, esa
trama psíquica arquetípica –inconsciente y colectiva– nos convence de que ser es
sinónimo de yo individual o persona, de que la expresión auténtica de lo que somos es
un recorte separado de los demás.
Esta distorsión perceptiva acerca de nuestra naturaleza como conciencias hu-
manas se traduce, también, en la interpretación y práctica de la astrología. De un
modo inconsciente y naturalizado, sobreestimamos la importancia del Sol de la
carta natal y lo significamos como el centro del ser. Dejamos de percibir al Sol
como una función –relevante, pero una función más– del sistema psíquico, para
apreciarlo como centro excluyente y dador de una identidad esencial. Le otorga-
mos a una parte el carácter de la totalidad. Cedemos al encanto de la separativi-
dad y al hechizo de la polarización: creemos que somos lo que dice nuestro Sol
y desconocemos el resto del mandala. Convertimos a nuestro ego personal en la
esencia de nuestro ser.

El Sol como centro y como nexo

Como función de la estructura psíquica personal, el Sol sirve a la necesidad de


conformar una identidad, una imagen de uno mismo en la cual nos reconocemos.
Esa identidad, esa imagen, actúa en forma complementaria con la generada en el
estadio de contención lunar. Sol y Luna son un yin-yang que da información acerca
del carácter de nuestra identidad primaria. En este sentido, son símbolos de la diná-
176 Alejandro Lodi

mica entre identidad consciente (Sol) e inconsciente personal (Luna). Esa dinámica
puede ser más fluida o más conflictiva, puede haber cierto acuerdo o franca tensión
entre la imagen lunar y la solar. En términos de efectos psicológicos, son indicadores
de la neurosis del yo, es decir, del conflicto entre deseo consciente (Sol) y condiciona-
miento inconsciente (Luna), a veces traducido en una fricción operativa y creativa, a
veces expresado como pugna severa y paralizadora de la acción.
El Sol como centro operativo de la identidad personal, además, tiene la función
de organizar otras funciones, de dar coherencia a la expresión de la personalidad al
sintetizar sentimiento, pensamiento, voluntad y vincularidad. Es decir, el Sol tiene la
tarea de integrar en una estructura de identidad personal las funciones asociadas con
la Luna y los planetas personales (Mercurio, Marte y Venus).
No obstante, junto con la función de centro, el Sol de la carta natal simboliza otro
carácter: el de servir de nexo entre las dimensiones prepersonales y las transpersona-
les del viaje de la conciencia, de puente entre la experiencia consciente condicionada
por la supervivencia y la conservación de las formas conocidas, y la exploración del
misterio creativo que pulsa nuestras vidas. El Sol es el vehículo de la conciencia, en el
cual desarrolla su viaje de trascendencia, animada por esa fuerza que insiste en atre-
verse a ir más allá.
La imagen que forjamos de nosotros mismos –tanto en el estadio lunar como
en el solar– no es otra cosa que lo que creemos ser. El yo personal es el resultado de
las identificaciones primarias. Apoyados en la seguridad que parece brindarnos el
sustrato de creencias y conductas surgidas en la primera infancia, comenzamos a
reforzar la conciencia de ser personas con características que estamos convencidos de
que responden a lo que auténticamente somos. Desde esa conciencia de ser indivi-
duos, definimos deseos, evaluamos moralmente la realidad, asumimos direcciones
y establecemos objetivos para nuestra vida, tratando de que la realidad externa –esto
es, los hechos y las otras personas– confirmen nuestra imagen.
Sin embargo, el destino invariablemente parece contradecir los anhelos que res-
ponden a nuestra identidad lunar-solar. Las crisis de destino son crisis de identidad
que ponen a prueba la capacidad de la conciencia para transformar la identificación
con esa imagen de lo que creemos ser. Esas crisis de identidad, previsibles y saluda-
bles, marcan un camino evolutivo de madurez de la conciencia:
Astrología, conciencia y destino 177

• Infancia: “Juego a lo que quiero ser”.


• Pubertad y adolescencia: “No sé quién soy; por eso, o acepto ser lo que quieren
que sea, o me rebelo a ser lo que quieren que sea”.
• Juventud: “Quiero ser lo que creo ser”.
• Madurez: “Dejo que lo que soy se exprese por sí mismo”.

En nuestros primeros esbozos de identidad personal (adolescencia y juventud)


es natural que prevalezca la conciencia del Sol como centro de personalidad bien de-
finida. No solo es natural, sino que es orgánico y saludable, porque la conformación
de una estructura sólida de personalidad es la condición necesaria para que el viaje
de la conciencia no se malogre. Habrá otro tiempo orgánico para responder al desa-
fío de expansión transpersonal, pero no se puede trascender el yo sin antes haberlo
constituido (algo en lo que Ken Wilber ha insistido hasta el cansancio). Como vere-
mos más adelante,20 la posibilidad de que el contacto con las energías transpersona-
les derive en una ampliación de conciencia o en desequilibrio psicótico depende de
haber conformado un yo maduro y bien estructurado.
Sin embargo, el destino de nuestras identificaciones es ceder ante la evidencia
de un contexto vital más amplio. En el despliegue de la conciencia, el significado
del Sol como centro de la identidad dará paso al de resultar nexo con una realidad más
trascendente e insondable del ser. La convicción de ser únicos, exclusivos e importantes
se abre a la percepción conmovedora de que nuestra vida personal responde al vasto
misterio del pulso vital que anima al universo.

Conciencia adolescente y proyección solar

La función solar representa la capacidad de todo sistema para generar un cen-


tro organizador. Desde ese centro, la complejidad de los distintos componentes del
conjunto adquiere coherencia. Evita la disgregación y habilita la expresión de su cua-
lidad: irradiar lo que es y resonar con los otros sistemas que componen el universo.
En lo psicológico, la función del Sol es definir un centro de identidad que dé ca-
rácter a la estructura psíquica. La conciencia se reconoce como identidad individual
20 Véase el capítulo 12, “La distorsión transpersonal”.
178 Alejandro Lodi

y fija una imagen de sí misma que ordena su expresión y conjura el caos psíquico de
no ser. El Sol simboliza esa sensación de identidad personal, de ser “esa” persona. La
confianza para expresar lo que se siente ser. Representa lo que habitualmente reco-
nocemos como yo o ego personal.
Sin embargo, antes que una estructura fija y definitiva, el yo o ego personal es
una fase del proceso de la conciencia. No es el culminante logro sino un momento
del viaje. Una etapa necesaria del desarrollo consciente que habilita la capacidad de
autonomía individual para emerger de la indiscriminación regresiva y dependiente.
Y esa identidad no es algo ya dado, sino una construcción. La conciencia construye
esa imagen personal que le permite diferenciarse del origen. En sus estadios tempra-
nos, la construcción de ese yo personal se vale de referentes externos, de otros que
sirven de modelos de identidad. En nuestra infancia esos modelos son los padres y así
proyectamos la función solar en ellos. En nuestra adolescencia, los ídolos y los líderes.
Padres, ídolos y líderes se constituyen en referentes –positivos o negativos - de aque-
llo que creemos ser. Ya sea por imitación o por rechazo, nuestro ego se forma en ese
espejo. Nuestro yo se corresponde con las figuras a las que idolatramos y con aque-
llas a las que seguimos fielmente. De este modo paradójico, esa identidad personal
que nos permite diferenciarnos como individuos singulares está condicionada por
los referentes con quienes nos comparamos en lo que queremos ser o no ser. Padres,
ídolos y líderes se revelan como símbolos de la experiencia del ego. Ego, ídolos y
líderes como significadores del Sol astrológico.
Y, si bien este proceso es necesario e inevitable, el desarrollo consciente madura
(o, al menos, tiene oportunidades de hacerlo) hacia experiencias de mayor capaci-
dad de respuesta autónoma y menor dependencia de modelos externos. En su di-
námica, la psique pugna por retirar aquella proyección sobre imágenes exteriores
para asumir así cada vez mayor responsabilidad por la propia vida. Es el salto de la
conciencia adolescente a la conciencia madura. De una conciencia identificada con
una imagen ideal y fija de sí misma a una conciencia capaz de sostener la dinámica
entre identidad personal y destino, y de reconocer en esa dinámica la sustancia de su
autorrealización.
La conciencia adolescente desarrolla su diferenciación del clan proyectándose
en una identidad singular a la que aspira imitar: el ídolo adorado, el líder al que se
sigue con devoción… Y conciencia adolescente no es un concepto que se reduzca a ‘la
Astrología, conciencia y destino 179

conciencia del adolescente’. Aun el individuo adulto puede expresar conductas con-
dicionadas por el estadio adolescente de la conciencia: la imprescindible configuración
de un nítido referente externo de personalidad para adquirir sensación de identidad perso-
nal por comparación. Es una fase necesaria del proceso, a la que, en algún momento,
le sucede un salto de madurez. Ese salto tiene que ver con asumir responsabilidad:
atreverse a responder a una irradiación que emerge del propio corazón y que –aun
resonando con otros corazones– no es imitativa, sino espontánea y sin referencias.
En este estadio, la conciencia deja de compararse con un ideal afectivizado y asume
lo que se evidencia que es. Tal responsabilidad, lejos de significar fidelidad a mode-
los, representa la frescura y el riesgo de responder a la realidad desde lo que la propia
percepción estimula y de jugar esa respuesta en la interacción con los demás, sin
la protección y el resguardo de la mirada aprobatoria de personalidades ejemplares
convertidas en dogma. Y esto implica una calidad vincular claramente diferenciada:
encontrarse con otros por compartir desde el corazón, no por refugiarse en acuer-
dos perceptivos en los que confirmamos nuestra importancia personal. Un encuen-
tro de conciencias que se exponen a la libertad, antes que una congregación de fieles.
Ego, ídolos y líderes no tienen un único valor. Son ambivalentes. Y paradojales.
Por un lado, representan un estímulo para que la conciencia se experimente más allá
de los condicionamientos familiares de los que anhela emerger. Pero también son
un obstáculo para reconocerse en el destino y en los otros, un (nuevo) condiciona-
miento a “ser como” antes que a confiar (y exponerse) al ser en revelación. Como
la conciencia adolescente, representan un estadio que hace puente entre el mundo
infantil y el adulto, entre un estado de dependencia y subordinación a la responsabi-
lidad de otro, y un estado de aceptación responsable de los desafíos de la vida. Ego,
ídolos y líderes estimulan a ir más allá del estadio lunar del desarrollo consciente,
pero impiden asumir la libertad y responsabilidad del estadio solar en plenitud.
Ego, ídolos y líderes representan ideales positivos que se contraponen a referen-
tes de valor negativo. Es el mundo de los buenos y los malos, de virtudes y pecados
absolutos, de lo propio y de lo ajeno, de polos antagónicos en conflicto perpetuo.
Necesariamente, aportan a la conciencia individual sensación de identidad refor-
zando la de separatividad: soy “esto” por oposición a “lo otro”. Y, al mismo tiempo,
generan la encantadora sensación de completud: ser una parte que contiene el todo,
una parte capaz de excluir todo lo diferente a ella misma.
180 Alejandro Lodi

En su necesidad de experimentar la más convincente sensación de ser un indivi-


duo diferenciado y autocentrado, la conciencia adolescente encuentra en ego, ído-
los y líderes el persuasivo hechizo de una identidad de absoluta luz: la personalidad
providencial, excepcional, realizada, iluminada… La fantasía de estar en presencia
de aquel que demuestra la excitante posibilidad de ser pura luz, sin sombra. Y aun en
los casos en que la evidencia de sombra resulte tan explícita que no pueda dejar de
ser percibida (al menos, sin tocar lo patológico), ese contenido es justificado como
“daño colateral” compensado por los beneficios que aporta aquella “maravillosa luz”
o como rasgos que demuestran que esa personalidad superlativa “también es huma-
na”, defectos que “aún falta mejorar” porque “no se puede todo a la vez”.
Lo que delata este imaginario es una interpretación distorsionada de la dinámica
luz y sombra. Una distorsión necesaria para ser indulgentes con la propia subjetivi-
dad, para que la pretendida percepción de patrones psicológicos no ponga en riesgo
nuestra necesidad de que la realidad coincida con lo que queremos que sea. De este
modo, la dinámica luz y sombra queda cristalizada en criterios morales fijos, en una
interpretación rígida de virtudes y defectos: la luz es el bien, la pureza, y la sombra
es el mal, el vicio. Ego, ídolos y líderes encarnan el ideal de una identidad de virtudes
plenas y carente de defectos (o mínimos y reducidos a anécdotas marginales compa-
rados con el valor resplandeciente de la luz).
Esta forma de significar el juego luz y sombra es una distorsión polarizada de su cua-
lidad como dinámica psicológica. Una refleja la lógica excluyente de polos en batalla.
La otra, la lógica incluyente de polos en interacción. Una evidencia el anhelo de pre-
dominio absoluto de un polo y exclusión definitiva del otro. La otra reconoce la nece-
sidad de incluir ambos polos para generar la dinámica vincular que aporte lo nuevo.
Considerado este juego como una dinámica, la luz representa la identificación
consciente, y la sombra, aquellos contenidos que permanecen no reconocidos, re-
primidos, negados y fundamentalmente proyectados. Dada esa identificación cons-
ciente (lo que creo ser) quedan excluidos esos contenidos no visibles (lo que creo
no ser). La sombra no es, por lo tanto, un defecto de la personalidad que es necesario
corregir, sino aquello que repudiamos en los otros o rechazamos del destino. Nues-
tra sombra es aquello que sentimos que nos victimiza.
Lo transformador (y por eso costoso) de la percepción del juego luz y sombra
como dinámica del psiquismo es reconocer y asumir que toda luz proyecta sombra
Astrología, conciencia y destino 181

y que esa sombra repulsiva que se hace visible, en verdad, se corresponde con aquella luz
encantadora. No hay modo de hacer contacto con la sombra sin cuestionar la luz. No
hay manera de registrar nuestros complejos inconscientes sin tener que transformar
la imagen que tenemos de nosotros mismos. Ver sombra es resignar un imaginario
luminoso. Ver la realidad velada en nuestro inconsciente es desencantar al ego, hu-
manizar ídolos, privarse de líderes.

Identidad solar, memoria y porvenir

La adolescencia y la juventud representan el tiempo de estructuración de una


identidad autónoma y responsable de su propia existencia. Comienza a florecer
la cualidad solar, en tanto madura la lunar. Cobra fuerza la necesidad vital de dife-
renciarnos del clan de origen y, por lo tanto, de animarnos a resignar su protección.
Emerge el impulso urgente de “ser yo mismo”, mientras se hace evidente la persis-
tente incidencia de la historia personal y sus estigmas emocionales. La imagen per-
sonal con la que estamos identificados –nuestro ego, nuestro yo– es la resultante de
esa dinámica entre el condicionamiento del pasado y la intuición del futuro, entre la
seguridad de lo que ya se ha actualizado en nuestra vida y el riesgo de su potencial.
Nuestra personalidad se conforma en el yin-yang de los atributos lunares y solares
presentes en la carta natal.
La memoria da seguridad, el porvenir angustia. Aun siendo doloroso el pasado,
buscamos allí claves para fugar al futuro. Aun siendo el futuro una atractiva prome-
sa, lo construimos a partir de las marcas del pasado que necesitamos conjurar. Son
lógicas esa seguridad y esa angustia: en el pasado nacimos, en el futuro moriremos.
No obstante, en ese modo de significar la memoria y el porvenir hay sufrimiento. Un
impulso transpersonal demandará desafiarlo, en el momento en que la conciencia
descubra que esa vivencia del tiempo es fuente de ese sufrir.
Miramos hacia el pasado. Organizamos el presente según nuestras evaluaciones
de lo ya vivido. Surge así un circuito que se estructura en la tensión de dos posiciones
arquetípicas: la obediencia (continuar el pasado) y la rebeldía (oponerse al pasado).
Ya en nuestra niñez se evidencian esas tendencias. Pero es en la adolescencia
cuando el desarrollo evolutivo de la psique ofrece la oportunidad de definirlas más
182 Alejandro Lodi

conscientemente. De hacer identidad solar en una u otra. Y de generar un nítido (y


clave) juego de luz y sombra: la identidad obediente generando un destino de trans-
gresiones, la identidad rebelde descubriendo severas fidelidades.
Es en la adolescencia cuando la percepción del mundo desde la perspectiva del
clan familiar entra en crisis, a favor de una diferenciación singular y autónoma. Y esa
crisis es también de la propia imagen personal. Es tiempo de arriesgar lo que se intu-
ye auténtico y diferente a lo esperado. Es el primer despertar de la conciencia solar,
la primera llamada para dejar de ser niños y transformarnos en adultos, para dejar de
ser hijos y comenzar a ser individuos.
Lo natural en la adolescencia es un impulso rebelde (a veces incómodo, a veces
reconfortante). La primera traducción de aquel despertar es definirnos por oposi-
ción, comenzar a experimentar que somos lo contrario de aquello que representan
nuestros padres.
En esa rebeldía, mientras creemos liberarnos de lo viejo, confirmamos el entra-
mado de una identidad personal definida por el pasado. Una conciencia que cree
orientarse definida por el ayer. Para reparar sus traumas, para cobrarnos justicia, para
saber quiénes somos (o quiénes no somos). La rebeldía necesita mirar hacia el pa-
sado. Y, de un modo fatal, implica reproducirlo y fijarlo, en el convencimiento –pa-
radójicamente– de estar “dejándolo atrás”. Con las mejores intenciones, se gesta un
hechizo de identidad que, obsesionado por la memoria (ser lo opuesto a lo conoci-
do), frustra la ocurrencia creativa del porvenir.
Es muy tentador. Definirse por oposición al recuerdo de lo que (creemos que) hi-
cieron con nosotros. Ese pasado comienza a ser una necesidad para confirmar nues-
tra imagen idealizada. Porque, si se descubriera que el pasado –de pronto– fue otro,
entonces ya no seríamos la encantadora identidad que creemos haber conquistado.
Necesitamos esos padres para sentirnos seguros de ser quienes somos. No podemos
liberarlos de ser lo que necesitamos que sean para seguir sintiéndonos distintos de
(¿mejores que?) ellos. Así, el potencial de creatividad queda confinado a escribir una
memoria ajustada a la rebeldía; lo original de nuestra autenticidad, obligado a ser
funcional al relato histórico que nos confirma en nuestra diferencia (¿superior?):
“Soy (seré) lo opuesto al mundo de mis padres”.
Padres que condicionan a sus hijos a su imagen. Hijos que condicionan a sus
padres a su imagen. Hijos que fijan a sus padres y padres que fijan a sus hijos. Hijos
Astrología, conciencia y destino 183

que quitan creatividad a sus padres y padres que quitan creatividad a sus hijos. Cro-
nos (Saturno) castrando a su padre, Urano. Y Cronos (Saturno) comiéndose a sus
hijos. Circuitos polarizados y cerrados. Nadie tiene libertad para ser algo distinto a
la imagen que el otro tiene (y necesita) de él. No hay libertad, no hay circulación de
lo creativo.
Desde esta visión de los padres y del pasado del clan familiar, se configura una
percepción de las relaciones humanas y de la historia de la sociedad. En lo persuasi-
vo de estas visiones, la descripción del mundo alcanza alturas de realismo mágico:
las injusticias (todas) son obra de ese orden pretérito. Aboliendo ese orden (fuera de
la casa paterna, asaltando el palacio), sobrevendrá lo genuino de nosotros mismos y
“el paraíso en la tierra”. Oponiéndonos al mandato nos liberaremos de él y seremos
lo auténtico de nosotros.
Aquella autenticidad potencial, aquella intuición de singularidad genuina, se
proyecta en una figura idealizada: el ídolo juvenil (símbolo solar). Ya sea artístico,
deportivo, religioso o político, ese ídolo condensa –mágicamente– todos los atribu-
tos virtuosos a los que la conciencia adolescente aspira a acceder. No somos como el
mandato familiar quiere, seremos como el ídolo.
Aquí cobra (incómoda) nitidez el juego de luz y sombra: brota del rebelde un
fervoroso obediente. Ese ídolo venerado se convierte en un nuevo referente de auto-
ridad, un renovado deber ser, un modelo positivo antagónico al modelo negativo de
los padres. Uno es todo lo que no es el otro. El ídolo como nuevo padre. Otro modo
de ingesta de Cronos (Saturno). El ídolo adorado es lo opuesto al padre repudiado.
La rebeldía contra los padres es directamente proporcional a la obediencia al ídolo.
La conciencia adulta es la madurez de ese estadio adolescente. Madurez es la des-
ilusión de esa rebeldía mágica. La desilusión implica percibir que la ausencia de crea-
tividad en la sumisión a los padres es la misma que termina por manifestarse en la de-
voción al ídolo. La idolatría es resignar creatividad. La idolatría es vitalidad imitativa.
El ídolo debe desilusionar. El rey debe caer. El ego imitativo debe morir para que
pueda circular creatividad. Pero no se trata de que deba desilusionar ese ídolo ni caer
ese rey ni morir ese ego imitativo. No sería suficiente y, por el contrario, el juego po-
larizado se recrearía con un nuevo (¿nuevo?) ídolo encantador, rey magno o ego
imitativo soberbio. El desafío para la conciencia adulta es aún más profundo: si se
disuelve el hechizo de la polarización, entonces lo que desilusiona, cae y muere es
184 Alejandro Lodi

ese juego de posiciones, no sus circunstanciales ocupantes. Desilusiona, cae y muere


la encantadora cristalización en las posiciones obediente-rebelde.
Una vez “desilusionada”, caída y muerta, la actividad de rebelarse a los padres,
festejar a los ídolos o justificar imitaciones de padres o ídolos comienza a generar la
sensación de enloquecer. Una sana advertencia de que no hay vuelta atrás: la con-
ciencia se ha comprometido con soltar el encanto de mirar al pasado. Es el momento
en el que el compromiso con la cualidad solar prevalece sobre el condicionamiento
lunar en la configuración de la identidad personal.
Pero ¿qué podría habilitarse a partir de esa nueva vista?
La creatividad, el sentir la emergencia de una expresión más auténtica de uno mis-
mo, se revela en los vínculos y en el necesario contraste entre la imagen personal –y
sus expectativas de futuro y relatos del pasado– y lo que el destino –los hechos, los
otros– devuelven. Lo que nos ocurre (en particular, si contradice nuestros anhelos)
nos pone en contacto con las pretensiones –inesperadas– que la vida tiene de noso-
tros. Y eso nos exige descubrir un pasado también inesperado. Aceptar y reconocer-
nos en el destino implica resignificar lo que creemos que somos, de dónde venimos
y hacia dónde vamos.
Sin obedecerlos ni repudiarlos, reconocernos en los padres. Para dejarnos ser y
permitirles que muestren lo que son. Sin imitarlos ni desilusionarnos, reconocernos
en los ídolos. Para liberarnos de creernos superiores y responder a lo que nos con-
voca desde el presente.
Madurar es la conciencia de que, detenidos en el pasado, lo reproducimos en el
mañana. La creatividad futura brota al disolver el hechizo de idealizar o condenar
lo que hemos vivido. Ser responsable de la creatividad del presente exige soltar al
complaciente y al inquisidor.
Liberar a nuestra memoria de idealizaciones y condenas. Idealizar y condenar
reproduce el ayer, nos fija y cristaliza en la construcción que hicimos de ese pasado
desde este presente. Allí, el presente es ocupado por una ficción del pasado. Mientras
no surja la náusea de promover idolatrías o sentenciar culpabilidades, el hechizo de
la memoria seguirá capturando a la conciencia, malogrando los dones del porvenir.
Frustrar la adolescencia es disponerse a abandonar a una imagen encantadora de
nosotros mismos y del mundo, a favor de despertar a la vitalidad de los propósitos
de la vida.
Astrología, conciencia y destino 185

La expresión solar y los planetas de la personalidad

La matriz simbólica de los planetas puede ser significada como un diseño de la


estructuración del psiquismo personal. En ese diseño, además de estar incluida cada
una de las funciones planetarias, participa el principio dinámico de la polaridad y la
representación mandálica:

Estructura de identidad personal.

El supuesto es que las diferentes funciones planetarias conforman un sistema or-


ganizado alrededor de un centro. La función solar es establecer un centro organiza-
dor de las diferentes funciones y que dé expresión coherente a la totalidad.
Pero no existe Sol, no hay centro dador de identidad, sin funciones planetarias
auxiliares. Es decir, la expresión solar es la manifestación de atributos y capacida-
des simbolizadas por un conjunto de planetas. El Sol se da a conocer asociado con
las funciones planetarias propias del desarrollo de la personalidad: Luna, Mercurio,
Venus, Marte, Júpiter y Saturno. Ni el Sol ni ninguno de estos planetas se expresan
por sí solos, de modo autónomo e independiente, sino que lo hacen en polaridad
con otra función planetaria y articulados por la cualidad solar. Por ejemplo, la mani-
festación marciana determina a la venusina y viceversa, y su modulación se expresa
a través del Sol; lo mismo ocurre con las funciones mercurial y jupiteriana, y lunar y
186 Alejandro Lodi

saturnina. Cada planeta (cada función psíquica personal) está en vínculo con otro
planeta (con otra función) del cual es par complementario, y esa relación imprime
una característica de la identidad solar.
El principio básico que debemos tener presente es que cada una de las funciones
planetarias es necesaria para que un sistema se desarrolle saludablemente. Como
símbolo del sistema psíquico personal, esos planetas representan las funciones de la
personalidad. Nuestra estructura de identidad personal necesita desarrollar la capa-
cidad de contacto sensible, afectivo y nutricio (Luna), de aprendizaje, vínculo e in-
tercambio (Mercurio), de registro del otro y apreciación de lo armónico (Venus), de
fuerza motriz para abrirse paso y de deseo autónomo (Marte), de descubrir sentido
trascendente, de sentirse animado y convocado a cierta dirección (Júpiter), de de-
sarrollar madurez, sentido de realidad y concreción de logros objetivos en el mundo
(Saturno). La falla en la expresión de alguna de estas funciones redunda en un sínto-
ma que alerta sobre el desequilibrio del conjunto del sistema.
Estas funciones planetarias, además, se organizan en tres ejes polares, con el Sol
como centro articulador que sintetiza esos atributos en una sensación de yo personal,
en una imagen coherente de uno mismo. Esos tres ejes polares van a simbolizar tres
vertientes de identidad, tres pilares estructurales de la conformación de la identidad.
La primera vertiente de identidad está dada por la polaridad Saturno-Luna. Po-
demos decir que se trata del eje de identidad por pertenencia. Como figuras arquetí-
picas representativas, padre y madre aparecen como los referentes significativos de
nuestras primeras identificaciones. Se asocian a las condiciones básicas de super-
vivencia y a los modelos de “lo que debo ser”. Esta polaridad hace énfasis en la per-
cepción de que la permanencia en el mundo familiar, el repliegue en la tradición
y la herencia, respalda la cobertura de nuestras necesidades vitales. Es el eje de la
pertenencia asegurada en la forma conocida, el eje de las garantías.
Astrología, conciencia y destino 187

Eje de identidad por pertenencia.

La identidad por pertenencia se traduce en la sensación de que “soy porque per-


tenezco al clan, soy el pasado y el deber ser, soy la estirpe de mis ancestros y sus man-
datos”. Aunque la polaridad Saturno-Luna pueda distorsionarse en polarización y,
entonces, ser vivida en forma antagónica (“Quiero más a mamá que a papá, porque
mamá es buena y papá es malo”), a poco de meditar sobre ambas surge la evidencia de
su relación complementaria: es la muy objetiva solidez de la estructura lo que asegura
la calidez del espacio que habito. Se trata de la relación entre la estructura de la casa y la
calidez del hogar: aunque una función resulte más fría y la otra más cálida, ambas son
absolutamente complementarias. El eje Saturno-Luna asegura lo material y lo afecti-
vo. Garantiza, en cierto sentido, las condiciones básicas para la vida: la tierra y el agua.
Más allá del vínculo primario con padre y madre, la polaridad Saturno-Luna si-
gue operando en la madurez. Del modo más creativo, esto se traduce en la capacidad
para desarrollar propia pertenencia y mundo sensible, propio sentido de autoridad y
contacto con la ley del propio corazón. No obstante, si no se desarrolla internamen-
te, la polaridad Saturno-Luna puede proyectarse en figuras externas de autoridad y
contención. Por ejemplo, en instituciones, grupos o vínculos interpersonales que
ofrezcan las suficientes y debidas características patriarcales o matriarcales: empre-
188 Alejandro Lodi

sas, partidos políticos, sociedades religiosas o espirituales, tribus urbanas, clubes de


fans, colectivos sociales, etc. Cualquiera que sea el caso, la sensación y el sentimiento
común es que fuera de ese espacio de pertenencia “no hay garantías de vida para mí”.
No puedo abandonar esos mandatos familiares, renunciar a ese trabajo, resignificar
esa vocación, soltar esas creencias, cuestionar esas ideas, abrir mi sensibilidad más allá
de ese gusto artístico ni desprender mi devoción al líder o al ídolo, porque el senti-
miento y la sensación es de que “pierdo identidad y, entonces, dejo de existir”. Fuera de
la seguridad en la pertenencia solo hay pánico a lo creativo y angustia por lo incierto.
La segunda vertiente de identidad está conformada por la polaridad Mercurio-
Júpiter. Representa el eje de la identidad por conocimiento. Aquí el Sol, como centro de
la identidad, articula entre la experimentación y el descubrimiento, el aprendizaje y
el conocimiento. La sensación de identidad se sostiene en que “soy lo que sé, soy mis
ideas y creencias, soy mi vocación”. Es el eje de la aventura vocacional. La libre ex-
ploración de aquello que motiva nuestro interés permite que la llamada vocacional
se dé a conocer. Entre todas las variables exploradas, podemos distinguir alguna en
particular que nos enciende y contagia alegría. La alegría es indicador de vocación,
es decir, de aquello que nos convoca con naturalidad y sin esfuerzo hacia cierta di-
rección.

Eje de identidad por conocimiento.


Astrología, conciencia y destino 189

La atracción por el conocimiento es una aventura. Genera pasión, sensación de


felicidad. Si ese impulso no se concentra en una dirección, si no compromete con-
fianza en un sentido, la conciencia se extravía en múltiples estímulos que provocan
un interés necesariamente superficial. Si el polo mercurial prevalece en el eje, enton-
ces la curiosidad incesante y la motivación lúdica velan la percepción de un sentido
orientador. Si el que se impone es el polo jupiteriano, el viaje del conocimiento pier-
de capacidad de experimentación y juego, se cristaliza en ideas rígidas, en dogmatis-
mos a los que debe adherirse por obediencia a una “verdad ya revelada”.
Este eje va más allá del mero juego o del sentido impuesto por mandato. Nos
habla, en verdad, de una sensibilidad de la mente, de una percepción intuitiva, que
enciende un “hacia dónde” en lo profundo de nuestro corazón. Es la convicción en
relación con un rumbo trascendente al que la vida parece convocarnos. Los perso-
najes representativos de la cualidad de este eje ya no son el padre y la madre, sino los
guías y maestros, los aprendices y discípulos.
El conocimiento se traduce en ideas y creencias, sujetas a una dinámica constan-
te de dudas y certezas. El conocimiento, como viaje de expansión, genera una pers-
pectiva ampliada de la vida que, recurrentemente, trasciende nuestra visión ordina-
ria de las cosas. Cada expansión de perspectiva supone la trascendencia del sistema
de ideas y creencias hasta ese momento vigente.
Finalmente, la tercera vertiente de identidad la constituye la polaridad Marte-
Venus. Se trata del eje de identidad por relación. Esta clave simbólica nos recuerda
las cualidades del ser que emergen en la atracción erótica y el encuentro comple-
mentario con un otro. La conformación de la identidad personal incluye al otro, ya
no como necesidad de cuidado y protección, sino como vínculo que expone a lo
desconocido y diferente, a partir de la fuerza del amor sexual. El encuentro con el
otro diferente potencia cualidades del propio ser, gracias a que no tiene por objeto
confirmar mi imagen personal, sino ponerme en contacto con lo que no sé de mí.
La polaridad Marte-Venus no representa la sexualidad solo como espacio de
placer y satisfacción personal, sino como experiencia perceptiva de que “soy con
otro” o que “soy encuentro”. El sexo es un poderoso símbolo que pone en eviden-
cia que no somos solos ni somos completos ni somos individuos separados, sino
que somos individualidades vinculares: ser es ser con otro. Esta comprensión excede
el vínculo erótico de pareja y se amplía hasta incluir cualquier relación que exprese
190 Alejandro Lodi

la sensación y el sentimiento de complementariedad, de asociación interpersonal


complementaria.
El eje de identidad por relación permite experimentar que “sin otro soy fragmen-
tado”. La imagen que tenemos de nosotros mismos no puede contener a la totalidad
de lo que somos. La percepción de lo que somos se completa con lo que revela el
vínculo con el otro. Nuestras relaciones amorosas son fuente de revelación de nues-
tra identidad profunda, inagotable e incesante. La polaridad Marte-Venus simboliza
una dinámica de relación que nunca se agota y que jamás termina de confirmar quié-
nes somos.

Eje de identidad por relación.

Este eje nos recuerda que el afán de ser individuos en pos de sus deseos se desa-
rrolla en el riesgo vincular. El propio deseo se descubre en el estímulo de nuestras
relaciones. El otro amado es fuente de la energía del deseo que sentimos despertar
en nosotros. No somos individuos que tienen vínculos o que tienen un trato respetuo-
so y diplomático con otras personas. En verdad, la polaridad Marte-Venus pone de
manifiesto que en relación con los demás se transparenta una dimensión del deseo
que no se abre si permanecemos replegados en nuestras propias imágenes.
Astrología, conciencia y destino 191

Sin la activación del amor erótico no descubrimos quiénes somos. Sin atrevernos
al riesgo de la atracción del amor nos desencontramos con nuestras potencialidades.
No es necesario recluirnos en lo alto de una montaña en soledad para descubrirnos
a nosotros mismos. Nuestros más profundos talentos se revelan con otro. La creati-
vidad no es mérito del individuo, sino don del encuentro amoroso. La creatividad
brota de la fuerza del amor.

El significado solar de signos, planetas y casas

Precisemos algunas características de las funciones planetarias, las cualidades zo-


diacales y los ámbitos de experiencia ligados a casas cuando la conciencia responde
desde el estadio solar.
Todas ellas aparecen aquí ligadas a la expresión de una identidad individual, la
confianza en exponerlas, la afirmación y el compromiso con una imagen de uno mis-
mo, la búsqueda de confirmar la propia personalidad en el mundo exterior, la obten-
ción del reconocimiento de los demás. Si bien el orgullo de ser personas con cierto
carácter que nos diferencia y determinadas cualidades con las que nos identificamos
está justificado, la pesadilla que, no obstante, comienza a gestarse es la separatividad:
la convicción de estar separados de los demás y de la corriente general de la vida.
• Aries - Marte - casa I:
Énfasis en el valor personal. Necesidad de expresar el propio deseo. Capaci-
dad de abrirse paso, de conquistar espacios vitales. Valoración de la audacia y
el atrevimiento. Espíritu emprendedor. Conducta frontal y conflicto vincular.
Disposición a luchar por la vida. Actitud física enérgica. Despliegue de acti-
vidad corporal.

• Tauro - Venus - casa II:


Disfrute sensorial. Contacto corporal. Compromiso con la generación de
recursos. Actitud serena, lenta y contemplativa. Valoración del buen vivir:
placer sensual, ocio relajado y goce sustancial de la vida. Conducta replegada
y conservadora. Presencia contundente y sólida.
192 Alejandro Lodi

• Géminis - Mercurio - casa III:


Personalidad sociable y comunicativa. Capacidad de transmitir con palabras
y gestos elocuentes. Valoración del pensamiento. Talento para aprender, en-
tender y explicar. Expresión juvenil y lúdica. Disposición a asociarse y com-
partir. Espíritu de compañerismo. Importancia del vínculo con hermanos.

• Cáncer - Luna - casa IV:


Expresión afectiva cálida y protectora. Valoración del mundo familiar y del
pasado. Identidad en la memoria. Sensibilidad a las necesidades emocionales
propias y de los demás. Capacidad de contener, de cuidar y nutrir. Talento
maternal. Importancia de la vida hogareña. Conducta gregaria y celosa de la
pertenencia.

• Leo - Sol - casa V:


Carácter extrovertido y convocante. Entrega expresiva generosa y potente.
Orgullo de ser uno mismo. Capacidad de liderar y de ocupar el centro orga-
nizador y motivador en las relaciones. Expresión individual que estimula y
contagia energía. Conductas narcisistas. Personalidad egocéntrica.

• Virgo - Mercurio - casa VI:


Expresión práctica, metódica y funcional. Inteligencia reflexiva, profunda y
aguda. Identidad ordenada, eficiente y humilde. Capacidad de servicio a los
demás. Conducta tímida. Talento para exponer las complejidades y com-
prender el funcionamiento de la realidad. Conciencia del cuerpo como siste-
ma y de los hábitos saludables.

• Libra - Venus - casa VII:


Personalidad atenta a las relaciones sociales. Capacidad de armonía y equili-
brio. Valoración de la belleza. Expresión agradable, estética y delicada. Activa
seducción, atractivo refinamiento. Importancia de la experiencia del amor y
de la vida en pareja. Disposición a las asociaciones complementarias.
Astrología, conciencia y destino 193

• Escorpio - Plutón - casa VIII:


Identidad intensa y potente. Contacto con la profundidad de la pulsión vital.
Talento destructivo y regenerador. Capacidad de contacto con lo doloroso y
temido, con lo oculto y negado. Expresión transformadora y curativa. Valor
para sacar a la luz lo que permanecía en la sombra. Compromiso con la ex-
ploración de la sexualidad.

• Sagitario - Júpiter - casa IX:


Expresión de entusiasmo y confianza en la vida. Compromiso con la bús-
queda de sentido trascendente y con la verdad. Importancia de los valores,
principios e ideas. Identidad en las creencias y en la fe. Capacidad de enseñar
y guiar a otros en el camino del conocimiento. Aptitud para explorar lo lejano
y desconocido.

• Capricornio - Saturno - casa X:


Personalidad con compromiso social. Talento realizador y constructor. Expre-
sión estructurada y firme. Capacidad de contacto con la realidad. Identidad en
la autoridad, la experiencia y la excelencia. Concentración del esfuerzo en pos
de logros. Valoración de la profesión y del lugar que se ocupa en la sociedad.

• Acuario - Urano - casa XI:


Carácter creativo y libre. Expresión dinámica e inquieta. Capacidad de gene-
rar renovaciones que abran posibilidades inéditas. Identidad en sintonía con
el futuro. Visión de vanguardia. Personalidad que expresa lo diferente y re-
volucionario. Talento para estimular la interacción grupal. Activa vida social
vinculada a las corrientes de cambio.

• Piscis - Neptuno - casa XII:


Personalidad inmersa en la dimensión espiritual. Expresión sensible, empá-
tica y compasiva. Contacto con la dimensión sagrada de la vida. Capacidad
para profundizar en el mundo interior, en el misterio de la psique. Sensibi-
lidad a las imágenes del inconsciente. Talento artístico. Compromiso con la
sanación y el servicio a la humanidad.
194 Alejandro Lodi

Preguntas frecuentes

• ¿Los tres ejes de identidad tienen igual fuerza en cada etapa de la vida?
Aunque siempre están presentes los tres ejes de identidad, podemos percibir un
protagonismo destacado de cada uno de ellos en los primeros tres septenios de vida.
En el primer septenio (desde el nacimiento hasta los 7 años), el eje de identidad
por pertenencia resulta preferencial, junto a la importancia de las figuras de la madre
y el padre y de la vida familiar. En el segundo septenio (desde los 7 a los 14 años), el
eje de identidad por conocimiento cobra fuerza; es el tiempo del desarrollo intelectual
y de la escolaridad. En el tercer septenio (desde los 14 a los 21 años) emerge el eje
de identidad por relación, con el despertar sexual y el despliegue de vida social como
referencias. A partir del cuarto septenio (desde los 21 a los 28 años), desplegados
ya los tres ejes de identidad, la primera estructura personal –el ego solar– llega a su
madurez y consumación. A partir de los 28 años, con el retorno de Saturno, se inicia
el segundo ciclo de estructuración de la personalidad, que tiene como base la forma
adquirida por cada uno de los tres ejes de identidad en las primeras tres décadas de
vida.

• ¿Pueden proyectarse unos y asumirse otros?


Las funciones planetarias pueden proyectarse. Antes que el eje completo, lo más
habitual es proyectar uno de los planetas del eje e identificarse con el otro. El plane-
ta proyectado queda en sombra y el que asume la conciencia, en luz. Recordemos
que la proyección es un mecanismo de defensa y, en ese sentido, forma parte de una
dinámica psíquica saludable, sin que necesariamente resulte una respuesta distor-
sionada. El sufrimiento surge cuando esa proyección (o cualquier mecanismo de
defensa) se cristaliza en la conciencia y asume la condición de única (y previsible)
reacción automática en toda situación futura.

• ¿Cómo saber cuáles son más importantes en una carta?


Para hacer una hipótesis de qué eje de identidad puede resultar más importante
en una carta natal podemos utilizar los criterios técnicos tradicionales de la astro-
logía. Si los dos planetas del eje se encuentran en aspecto entre sí, entonces ese eje
cobra trascendencia; mucho más si, además, ocupan casas angulares, son disposi-
Astrología, conciencia y destino 195

tores del Sol de la carta o participa el gobernante. En las mapas con Luna Llena (es
decir, con Sol en oposición a la Luna), el eje de signos en el que se emplaza, por lo
general, tiene como regentes a dos planetas que componen un eje de identidad (por
ejemplo, Luna Llena en Aries-Libra y Marte-Venus como regentes), el cual adquiere
evidente relevancia.

Bibliografía recomendada

Cunningham, Donna. Guía astrológica del conocimiento personal. Buenos Ai-


res: Kier. 2ª ed., 1989.
Greene, Liz y Sasportas, Howard. El desarrollo de la personalidad. Barcelona:
Urano. 1988.
-. La dinámica del inconsciente. Barcelona: Urano. 1989.
–. Los luminares. Barcelona: Urano. 2003.
–. Los planetas interiores. Barcelona: Urano. 1996.
Huxley, Aldous. La filosofía perenne. Buenos Aires: Sudamericana. 1949.
Idemon, Richard. Astrología de las relaciones. Barcelona: Urano. 2011.
Leveratto, Beatriz y Lodi, Alejandro. Cada siete años. Buenos Aires: Aguilar.
2014.
Rudhyar, Dane. Un estudio astrológico de los complejos psicológicos. Madrid:
Luis Cárcamo. 1983.
Wilber, Ken. Ciencia y religión. Barcelona: Kairós. 2004.
–. El ojo del espíritu. Barcelona: Kairós. 2005.
–. Los tres ojos del conocimiento. Barcelona: Kairós. 2003.
Capítulo 10

LA CRISIS
QUIRONIANA
Nadie rebaje a lágrima o reproche
esta declaración de la maestría
de Dios, que con magnífica ironía
me dio a la vez los libros y la noche.

Jorge Luis Borges, “Poema de los dones”.

Antes de ingresar en la dimensión transpersonal del viaje de la conciencia, vamos


a considerar a Quirón.
Ubicado astronómicamente entre las órbitas de Saturno y Urano, entre el mun-
do personal y el transpersonal, Quirón se presenta como puente entre la experiencia
humana y la del misterio.
Quirón simboliza la figura mitológica del sanador herido. Quirón refiere al dolor
y la sanación. Por cierto, es un tema presente en la astrología desde siempre. El pa-
decer humano es tradicionalmente relacionado con específicos indicadores: Satur-
no como el límite que frustra dolorosamente nuestros anhelos de felicidad, la con-
ciencia de finitud y su consecuente herida, y Plutón como el intenso desgarro de la
muerte, la potencia transformadora y destructiva que nos atraviesa y constituye. Por
su parte, la búsqueda de sentido y trascendencia del sufrimiento y de la muerte ha
encontrado en Júpiter y Neptuno sus significadores preferenciales. Ambas funcio-
nes aluden a otro orden de la realidad, distinto al humano y próximo a lo divino, una
dimensión más allá de los límites temporales que disuelve y redime el dolor propio
de la vivencia en la materia.
198 Alejandro Lodi

Sin embargo, Quirón presenta una clave novedosa y paradójica: la sabiduría y el


don de sanación que brota de la vivencia de una herida que no se cura. Simboliza la
gracia de curar en otros la herida siempre abierta en uno mismo.
Esta característica del símbolo de Quirón lo vincula con el concepto de resilien-
cia, elaborado desde el campo de la psicología. Se lo atribuye al investigador Boris
Cyrulnik y, de cierto modo, es heredero de la tradición psicológica ligada a la lo-
goterapia de Viktor Frankl y la psicología humanista o positiva de Carl Rogers y
Abraham Maslow, entre otros.
Tanto Quirón en astrología como la resiliencia en psicología aparecen asociados
al don del trauma. La experiencia del dolor como revelador de sentido trascendente
y como portal a la dimensión espiritual de nuestra existencia.

El concepto de resiliencia en psicología

El término resiliencia proviene del campo de la física y refiere a la capacidad de los


materiales para volver a su forma original luego de que algún impacto exterior los
forzara a deformarse.
Aplicado al comportamiento humano, este concepto es utilizado para dar cuen-
ta de la posibilidad de superar los sucesos dolorosos de la vida convirtiéndolos en
oportunidades para la maduración y el despliegue de un sentido más pleno de la
propia existencia. Esta conclusión surge de la observación e investigación de indi-
viduos que fueron sometidos en su infancia a los hechos más traumáticos y que, no
obstante, luego supieron desarrollarse como sujetos maduros capaces de adaptarse a
la sociedad y desplegar sus talentos. Más aún, la resiliencia sugiere que precisamente
el hecho de tener que atravesar esa adversidad, ese dolor, esa herida, es lo que posibi-
litó actualizar ese potencial, de manera tal que aquellas experiencias de sufrimiento
extremo durante la niñez terminaron por representar la oportunidad para el descu-
brimiento de una profunda riqueza de ese ser.
Es decir, la resiliencia no es solo la capacidad de enfrentar adversidades y saber
adaptarse a situaciones difíciles, sino además –y fundamentalmente– salir enri-
quecidos por el contacto con talentos hasta ese momento desconocidos. En este
sentido, no se trata de volver al estado original previo al acontecimiento crítico ni
Astrología, conciencia y destino 199

de anestesiar o bloquear el contacto con la herida. No es negar los hechos ni alen-


tar la actitud de que “aquí no ha pasado nada”. Muy por el contrario, se trata de no
interrumpir el desarrollo evolutivo y despertar un talento atravesando la crisis que
suscita el trauma, transformándolo en el activador de un potencial hasta ese mo-
mento latente.
Los especialistas en resiliencia coinciden en no presentarla como un especial
atributo de seres excepcionales, sino como una específica función dentro del siste-
ma psíquico: la capacidad de adoptar una forma saludable y operativa en el mundo
cuando se es forzado a deformarse por acción de circunstancias exteriores. Por cier-
to, es claro que esta función puede estar más o menos desarrollada en el individuo, lo
cual depende de la actuación de otros. Así, una característica esencial de la resiliencia
es que se trata de una capacidad tanto individual como social, de modo que su inhibi-
ción o estímulo no depende tanto de la disposición personal como de la interacción
vincular. En absoluto es mera habilidad innata de la persona individual, sino que fun-
damentalmente la resiliencia nos habla de recursos internos que se activan gracias a
la significativa participación de un otro.
Esto lleva a poner de relieve el amor como clave para la emergencia del talento
resiliente. Es por eso por lo que se subraya la importancia de la presencia de un adul-
to significativo que estimule las posibilidades de resiliencia en el momento en que
el niño atraviesa la crisis traumática. En el caso de adultos podríamos hablar de la
necesidad de un otro significativo que sirva de agente para la resiliencia, entre otras
claves, entre las que figuran el humor, la creatividad, la introspección, la iniciativa, la
moralidad y la autoestima.

La experiencia del dolor y la voluntad de sentido

El psicólogo Viktor Frankl creó una corriente terapéutica –la logoterapia– a partir
de su propia experiencia con el dolor. Durante el nazismo fue enviado a un campo
de concentración. Allí observó que quienes sobrevivían eran aquellos que podían
atribuirle algún sentido a ese sufrimiento, aquellos que sabían que les esperaba una
tarea para realizar, mientras que los abrumados por el sinsentido, aun siendo más
fuertes físicamente, no lograban superar la experiencia.
200 Alejandro Lodi

Frankl sostenía que la primera fuerza motivante del ser humano es la lucha por
encontrar un sentido a su propia vida, y hablaba de la existencia de una voluntad de
sentido,21 tan presente y cierta como la voluntad de placer y la voluntad de poder. Esa
voluntad de sentido no es una expresión del individuo, una construcción imaginaria
o un acto de fe, sino una cuestión de hecho, un descubrimiento, una revelación. Afir-
maba que el principal interés del ser es cumplir un sentido y realizar sus principios
morales. Así, en su terapia no dudaba en desafiar al ser humano a cumplir su sentido
potencial, a despertar su voluntad de significación de su estado de latencia.
Para Frankl no se trata de proponerse el objetivo de eliminar la tensión entre “lo
que se es” y “lo que no se es”, la angustia propia de la existencia, sino de sentir la lla-
mada de un sentido potencial que nos espera para ser cumplido. No importa el sentido de
la vida en términos filosóficos abstractos, sino el significado concreto de la vida de
cada individuo en un momento dado. De modo que no debemos preguntarnos cuál
es el sentido de nuestra vida, sino comenzar a percibir que, en verdad, es la vida la que
nos inquiere a nosotros.
El sufrimiento, inherente a la condición humana, es una de las formas (no la úni-
ca) en la que el sentido de la vida puede ser descubierto. El sufrimiento representa la
oportunidad de realizar un valor supremo, y lo que más importa es la actitud que toma-
mos hacia él, nuestra actitud al atravesarlo, porque el sufrimiento deja de ser tal en el
momento en que encuentra un sentido.
En la misma dirección, el psicólogo Carl Rogers pone énfasis en lo que reconoce
como una acción que tiende hacia la totalidad y que se expresa en toda manifesta-
ción de la vida. Afirma que es posible reconocer un proceso direccional en la vida, que
en el caso del ser humano se traduce como una fuerza básica que lo mueve hacia
“la realización constructiva de sus posibilidades intrínsecas”.22 Define lo que llama
tendencia actualizadora, una fuerza existente en todo organismo vivo, por la cual el ser
humano tiende en forma natural “hacia un desarrollo más complejo y completo”.23
Rogers sostiene que esa tendencia hacia la realización de potencialidades puede
ser amenazada y puesta a prueba por impactos externos, pero que persiste aun en las
condiciones más desfavorables. En este sentido, afirma que “la tendencia de actua-

21 Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. 2005, p. 98.


22 Rogers, Carl. El camino del ser. Buenos Aires: Kairós-Troquel. 1989, p. 63.
23 Ídem.
Astrología, conciencia y destino 201

lización puede ser desbaratada o retorcida, pero no puede ser destruida sin destruir
el organismo”.24
Pero Rogers dice algo más. No solo podemos confiar en que en cada ser humano
está presente esa tendencia direccional hacia la totalidad y hacia la actualización de
su propio potencial, sino que además está la posibilidad de enfocar conscientemente
la atención en esta tendencia. Es decir, nuestra conciencia puede participar de esta
tendencia de realización, abriéndose a la percepción de un flujo más amplio y creati-
vo que el estrictamente personal.

Quirón como función planetaria en astrología

Dentro de la estructura de funciones planetarias, Quirón ha sido asociado con la


imagen mítica del sanador herido. Este símbolo alude a una sabiduría profunda acer-
ca del dolor, a un conocimiento tan íntimo del sufrimiento que termina transfor-
mándose en talento curativo, pero con la particular característica de que solo puede
ser ejercido para aliviar el padecimiento de los otros, no el propio. Es decir, Quirón
hace referencia a una herida siempre abierta en nosotros que permite desarrollar
compasión por aquellos que la sufren y acompañar su sanación. Quirón combina
comprensión y dolor, sabiduría y compasión, conocimiento y talento sanador. Sa-
bemos acerca de ese sufrimiento porque nos duele a nosotros mismos, porque esta-
mos presentes en ese dolor, no porque lo hayamos superado y cerrado en el pasado.
Y esta combinación de vivencia de una herida y capacidad sanadora, esta condi-
ción de ser herido y sanador, es la que aporta mayor riqueza a la hora de interpretar
este símbolo. No se trata simplemente de alguien que sufre o de alguien que cura, sino
de quien puede curar porque sufre. La paradoja aquí es que no podemos elegir solo una
de las posiciones, sino que Quirón no parece darnos otra opción que experimentar
en simultáneo ambas sensaciones, que vivenciar ese auténtico doble vínculo: sanar
a otros por conocer esa herida, sin poder curarla en nosotros mismos.
En una carta natal la posición de Quirón por signo, por casa y por aspecto (sobre
todo por casa y aspectos) nos indicará dónde habremos de experimentar esa herida,
en qué área de la vida podrá acaso manifestarse el desafío. Indica una dimensión de
24 Ibíd., p. 64.
202 Alejandro Lodi

nuestra existencia en la que sentimos vivir un estigma, una marca provocada por
el destino y que no podemos eludir. La huella de un hecho doloroso que vivimos
como fatalidad. Sin embargo, y aunque no lo hayamos elegido voluntariamente, esta
fatalidad nos convoca a cierta dirección, revela un sentido en nuestra vida que tiene
mucho más que ver con la esfera social o colectiva (los otros) que con lo estricta-
mente personal (yo). Así, Quirón parece simbolizar el llamado compulsivo, sin opción,
a un desafío del que preferiríamos no participar si tuviéramos la posibilidad de elegir. Esto
pone de manifiesto la característica transpersonal, antes que personal, de esta fun-
ción planetaria: aquello que en lo personal aparece como experiencia sin sentido
(un dolor absurdo, una fatalidad cruel) cobra un nítido sentido abriéndose a la di-
mensión transpersonal.
Desde el misticismo cristiano, Anselm Grün expone este “salto de escala” que
suscita el contacto con el dolor incomprensible.25 Para Grün, ese dolor sin respuesta
nos expone a la impotencia personal, a lo inexplicable. Nos obliga a abandonar nues-
tra necesidad de certeza racional y a tener que enfrentarnos con el misterio. Y esto
permite la emergencia de nuevas capacidades, de inéditas dimensiones que comien-
zan a desplegarse en nuestra existencia. Así se transparenta aquel “salto de escala”: de
los talentos de la personalidad individual (logro personal y entendimiento racional)
a los talentos del alma (amor y compasión universal).
De esta manera, aquel dolor sin sentido va comprometiéndonos con la madu-
ración de una dimensión del ser más profunda (y, por eso mismo, más compleja e
inexplicable) que la de nuestra vida personal e individual. Esta dimensión transper-
sonal va revelando un sentido, una sutil pero muy convincente llamada vocacional,
que podemos sentir como no elegida desde nuestra decisión personal, pero de la
que tenemos la oportunidad de ser cada vez más conscientes.
De acuerdo con lo desarrollado hasta aquí, resulta bastante evidente que el sim-
bolismo de Quirón parece ser una síntesis de las funciones plutonianas y jupiteria-
nas: el contacto con el dolor y la capacidad de percibir un sentido trascendente, el
talento curativo y la sabiduría que brota de nuestras heridas. En nuestra práctica as-
trológica, esta correspondencia de funciones planetarias hace recomendable que a
la hora de analizar cualquiera de ellas tengamos en cuenta a las restantes. Esto es, las
25 Grün, Anselm. ¿Por qué a mí? Buenos Aires: Ágape-Bonum-Guadalupe-Lumen-San Pablo.
2011, capítulos 1 y 2.
Astrología, conciencia y destino 203

posiciones de Quirón, Júpiter y Plutón brindan información que alude a una misma
temática. Los tres planetas representan funciones psíquicas congruentes y se afectan
mutuamente, de modo que la riqueza de una profunda interpretación de cualquiera
de ellas requiere de un esfuerzo de síntesis e integración con las restantes.
Por otra parte, en la mitología griega, Quirón es hijo de una relación de Cronos
(Saturno) con Fílira. La atracción de Cronos por Fílira es básicamente instintiva,
tanto que copulan adoptando forma animal: la de caballos. Es por eso por lo que el
fruto de esa relación es un centauro. Quirón es el primer centauro, un ser horrendo,
mitad humano, mitad animal. Su padre no lo reconoce y su madre lo rechaza, no
solo por ser fruto de una relación no deseada, sino porque su aspecto es monstruoso.
Aparece así la sensación de rechazo allí donde más necesitamos ser reconoci-
dos. Quirón hace referencia al sentimiento de exclusión, de ser rechazados por una
diferencia estigmatizadora de la que en absoluto somos responsables. Desde este re-
chazo se genera el sentimiento de carecer de la gracia que otros disfrutan, de cargar
con un déficit que dificulta encarnar, una marca constitutiva e irreparable con la que
debemos lidiar en la vida. Es por esto por lo que Howard Sasportas vincula a Quirón
con una sensación de discapacidad,26 que puede ser tanto física o psicológica como
espiritual, y que incluso puede resultar explícita y presentarse bajo la forma de enfer-
medad, patología o sucesos accidentales de destino.
Ahora bien, es interesante considerar que esta sensación de discapacidad está muy
relacionada con compararse con otro. Más allá del grado de manifestación objetiva que
esa diferencia pueda presentar, es en la comparación con lo que creemos habitual
en los demás donde comienza a sentirse el dolor de ser distintos. Es evidente que en
un mundo de centauros tener cuerpo de centauro no implica sensación traumática
alguna. Por eso, respecto a la herida de Quirón es fundamental atender la relación con
los demás. No se trata de que el vínculo con los otros provea mágicamente la solución
al trauma, sino que permite desarrollar la percepción de que cada ser sobrelleva una
herida –más visible o más oculta, más manifiesta o más resguardada– y que el senti-
do profundo del propio estigma está en poder ser sensible al de los demás y ayudar a
su cura. Por el contrario, replegado en el aislamiento individual, el resentimiento por
el perjuicio de no ser “igual a los demás” se tornará agobiante.

26 Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995, p. 381.


204 Alejandro Lodi

Tal como ocurre con el talento resiliente, los demás son partícipes necesarios
para que un talento insospechado surja del dolor y revele su sentido trascendente.
El vínculo con la propia herida es, al mismo tiempo, vínculo con los otros. El con-
tacto con el dolor no puede dejar de implicar el contacto con lo humano. El trabajo
con Quirón no lo debe desarrollar el yo en soledad, no será mérito individual ni la
conquista personal de un esforzado logro, sino que la íntima convocatoria de Qui-
rón brota y se revela en la apertura a los otros, en el abrazo con la humanidad. Es un
llamado personal que debe desplegarse en lo colectivo, en lo transpersonal.
En este sentido, considerando que Quirón fue descubierto en 1977, resulta sig-
nificativo apreciar de qué acontecimientos a escala planetaria fue sincrónica su apa-
rición, en relación con el simbolismo que le ha sido adjudicado. Sasportas destaca
su coincidencia con la difusión de la terapia psicológica y las medicinas alternativas,
por cuanto representan búsquedas por encontrar sentido al dolor y hacer efectiva su
cura.27 Por su parte, Melanie Reinhart lo asocia con el creciente interés por el cha-
manismo, como un modo de reconciliar lo instintivo y lo espiritual y poner énfasis
en la necesidad de confiar en nuestros maestros o guías internos.28 A estas relaciones
podríamos sumar el auge que comenzó a tomar a partir de finales de los setenta la
práctica de la donación y trasplante de órganos: la posibilidad de que la muerte per-
sonal sirva para dar vida a otros, que el dolor de la pérdida cobre sentido en una vida
que renace.
Por otra parte, Quirón orbita (de un modo errático y con una revolución de cin-
cuenta años) entre el curso de Saturno y el de Urano. Es decir, Quirón está con un
pie en el mundo de la forma saturnina y otro en el transpersonal. De acuerdo con su
condición de centauro, una mitad de su ser responde a lo terrestre y la otra mitad, a
lo celeste. Era además un maestro de la guerra tanto como de la curación, era sabio
respecto a aquello que provoca heridas tanto como en aquello que las cura. Esto
guarda correspondencia con la condición humana atravesada tanto por su naturale-
za animal, instintiva y material como por su capacidad de responder con conciencia
a su naturaleza más sutil, vibratoria y espiritual. Quirón no es una cosa o la otra, sino
ambas dimensiones integradas en una misma función: la herida personal propia de
haber encarnado y habitar un cuerpo, y la resonancia con lo universal de esa herida
27 Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995, p. 381.
28 Reinhart, Melanie. Significado y simbolismo de Quirón. Barcelona: Urano. 1991, cap. 1.
Astrología, conciencia y destino 205

de la que emerge la sabiduría y talento para curarla en otros. De este modo, en Qui-
rón se combinan una visión trascendente con un sentido práctico, una percepción
de lo transpersonal que sigue participando de la vivencia personal, una capacidad de
ver más allá sin perder contacto con la vida real.

La polarización quironiana

Ahora bien, podríamos decir que, en cuanto individuos, nuestras primeras res-
puestas al dolor inherente a la condición de estar vivos serán reactivas. Es decir, es
posible observar que, ante las situaciones de destino que nos convocan a atravesar
el dolor, lo primero que experimentamos son reacciones defensivas y de rechazo, las
cuales ponen de manifiesto la imposibilidad de incluirlas y asimilarlas en lo inmedia-
to. Existen dos modos preferenciales de reaccionar ante la herida de Quirón:
• La negación: Aquí las variantes son muchas y van desde la amnesia incons-
ciente, el bloqueo del contacto con la experiencia, el olvido deliberado, su
evitación sistemática o la adjudicación demasiado temprana de un sentido
trascendente al suceso doloroso (la voluntad de Dios, el karma arrastrado
desde vidas pasadas, una misión para la cual fui elegido, etc.). En este caso,
ese sentido atribuido al episodio traumático no emerge en forma natural
del contacto con el dolor, no lo incluye ni comprende, sino que lo niega o
intenta reprimir. Anselm Grün nos propone “renunciar a iluminar teológi-
camente las causas y el sentido de nuestro sufrimiento” para que, renun-
ciando a encontrar una explicación, “pueda surgir en nosotros algo nuevo,
que nos dé fuerzas para volver a empezar y que haga nuestra vida más rica
que antes”.29
• La victimización. En este caso prevalece el sentimiento de estar siendo perju-
dicados por una voluntad exterior que inflige nuestro sufrimiento. Se identi-
fica un culpable de esa situación de la que nos sentimos víctimas. Por cierto,
muchas veces es posible que exista un agente objetivo de sometimiento que
cause deliberadamente la experiencia traumática, lo cual favorece que todo el

29 Grün, Anselm. Luchar y amar. Buenos Aires: San Pablo. 2006, p. 148.
206 Alejandro Lodi

significado del suceso se cierre en esa única causa y quede bloqueada la apa-
rición de todo sentido trascendente. Con relación a este mecanismo, Grün
refiere a un tipo sufrimiento “que no se puede ya combatir y vencer” y con el
cual es necesario reconciliarse; no desconoce lo difícil que resulta esta tarea,
pero también nos trasmite su convicción de que cuando aceptamos el dolor
y lo vemos como un reto se convierte entonces en un importante maestro.30
La victimización puede presentar un carácter activo o pasivo. En el caso de la
victimización activa, el individuo resiste y confronta con aquel al que ha identi-
ficado como el culpable de su padecer, mientras que en la victimización pasiva
el individuo se siente impotente, abatido en el sometimiento, y se repliega en
la queja, la pena y en la sensación amarga de su inevitable desdicha.

Es interesante percibir que en la negación prevalece el componente jupiteriano


del símbolo de Quirón por sobre el plutoniano: el anhelo de trascendencia anula
el contacto con el dolor, mientras que en la victimización (ya sea activa o pasiva) el
componente plutoniano se impone sobre el jupiteriano: el sufrimiento es abruma-
dor y no se alcanza a percibir sentido alguno. En un caso hay “sentido sin dolor” (ne-
gación) y en el otro “dolor sin sentido” (victimización). Es obvio que ninguna de las
dos representa una respuesta adecuada a lo que profundamente nos pide Quirón: la
vivencia del sentido que florece del dolor que nos agobia, la sabia paz que se revela
en la herida que no puede ser callada. El estudioso de las religiones y místico Huston
Smith refiere a esta paradoja con delicadas y precisas palabras:

La paz que sobreviene cuando una persona hambrienta encuentra comida, cuando un en-
fermo se recupera o cuando una persona que está sola encuentra un amigo, ese tipo de paz es
comprensible. Pero la paz que sobrepasa todo entendimiento llega cuando el sufrimiento de
la vida no es aliviado. Esta brilla en la cresta de la ola del dolor; es el arpón del sufrimiento
transformado en rayo de luz.31

Por su parte, Grün lo describe diciendo:

30 Ibíd., p. 149.
31 Smith, Huston. La percepción divina. Barcelona: Kairós. 2001, p. 102.
Astrología, conciencia y destino 207

[Aquellos] que han tenido que afrontar el sufrimiento y que han pasado por él destellan
una luz peculiar. Han conseguido la verdadera sabiduría. El sufrimiento los ha ablandado
y los ha iniciado en los más insondables misterios […]. Ellos irradian algo más importante
que una riqueza externa. La riqueza interior que resplandece en ellos supera con creces la
que dejaban vislumbrar antes de haber pasado por el sufrimiento […]. De ellos brota la
sabiduría que nos podría enseñar hoy el modo de vivir en plenitud.32

El sanador herido y el talento resiliente

Desde lo que ya ha sido expuesto, las correspondencias entre la cualidad de resi-


liencia y el simbolismo de Quirón parecen bastante explícitas. El talento resiliente,
que, tal como definimos antes, implica la posibilidad de superar los sucesos doloro-
sos de la vida convirtiéndolos en oportunidades para la maduración y el despliegue
de un sentido más pleno de la propia existencia, resulta claramente afín con la fun-
ción de Quirón de despertar a una sabiduría innata (no personal, sino una sabiduría
de la vida misma que se revela en nosotros por cuanto formamos parte de ella), que
permite acceder a un sentido profundo (transpersonal) a partir de experiencias de
dolor que no pueden explicarse.
Por otra parte, en el relato mitológico, Quirón es abandonado por sus padres y
adoptado por Apolo, quien lo educa, le transmite sus conocimientos y estimula sus
habilidades. Es evidente que en esta historia Apolo representa el adulto significativo, el
agente estimulador de resiliencia, que Cyrulnik menciona como condición necesa-
ria para despertar el talento resiliente en el niño sometido a la experiencia traumáti-
ca. De igual modo, el desarrollo de la función quironiana requiere salir del repliegue
en lo individual (en el que solo es posible experimentar la herida sin sentido, fortale-
ciendo así la sensación de discapacidad) para abrirnos al encuentro con los demás.
La aparición de ese otro significativo representa el necesario estímulo activador del
talento curador que se mantiene en estado de latencia hasta el momento del encuen-
tro, bloqueado por el sentimiento de ser víctimas de una injusticia, de ser perjudica-
dos por una situación que “no debería estar ocurriendo”.

32 Grün, Luchar y amar, ob. cit., p. 149.


208 Alejandro Lodi

Siguiendo con lo mitológico, es interesante reparar en que, además de sufrir la


carencia de afecto y reconocimiento de sus padres, Quirón carga con una herida físi-
ca provocada por una flecha lanzada, en estado de ebriedad, por Hércules. No es un
dato menor que la discapacidad física de Quirón haya sido provocada por un “héroe
borracho”. Considerando a Hércules como un arquetipo de héroe solar, la historia
parece estar contándonos que es precisamente la fascinación del yo, los hechizos del
ego con sus fantasías de omnipotencia, lo que profundamente promueve nuestra
sensación de discapacidad.
Cuando el desafío que Quirón trae a nuestras vidas es vivido desde una concien-
cia excesivamente replegada en el ego, cristalizada en la sensación de un yo exclusivo
e independiente, la experiencia de la herida tiende a quedar atrapada en el trauma
por comparación, en la polarización (negación-victimización) o en la sensación de
un “dolor sin sentido” o de un “sentido sin dolor”. Así, del mismo modo que con la
resiliencia, la clave de resolución de este conflicto que parece perpetuarse está en la
necesidad de que se revele un sentido trascendente al yo, esto es, que se manifieste
un sentido de una naturaleza completamente distinta a la de aquel al que podemos
arribar desde el sentimiento de ser una entidad individual separada de todo proce-
so mayor. Esto presupone y exige que la conciencia esté dispuesta a entregarse al
misterio universal que opera en nuestras vidas particulares. De este modo, Quirón
representa un dolor que exige humildad y es la humildad una característica distintiva
del tipo de sabiduría quironiana.
Al igual que Quirón, el talento resiliente no disuelve el dolor, sino que le da sen-
tido. No hace olvidar el dolor, sino que disuelve la tendencia inercial a quedarnos
identificados con el sufrimiento. El apego al sufrimiento se vincula a la sensación
de sinsentido, a quedarnos encerrados en la experiencia dolorosa preguntándonos:
“¿Por qué?”. El dolor es capaz de –sabe– incluir sentido; no se trata de un sentido que
desplaza al dolor y pasa a ocupar su lugar, sino de un sentido que se sustenta en el
contacto con el dolor y permite interrogarnos: “¿Para qué?”.
Desde la resiliencia y desde Quirón, el sentido que florece del dolor se relaciona
con la actualización de una dirección vital que regenera y otorga nueva fuerza a la
existencia. Nada tiene que ver con encontrar explicaciones, dar con el culpable o
descubrir las causas que parezcan justificar el suceso traumático. Por cierto, en un
plano pueden existir hechos, responsables y razones que lo expliquen, y siempre es
Astrología, conciencia y destino 209

conveniente discernir qué agentes objetivos infligen o provocan deliberadamente


situaciones traumáticas. No se trata de negar esta dimensión fáctica, sino de per-
cibir que para la emergencia de esta dirección existencial revitalizadora resulta in-
suficiente quedarse solo en ella. La resiliencia y el reto quironiano no nos invitan a
buscar una justificación para el dolor, sino a descubrir qué sentido ha sido revelado
en él. No nos convocan a encontrar una causa del dolor (un porqué, un culpable,
un responsable en el pasado), sino a ser testigos y acaso a participar de una inespe-
rada dirección que florece de él (un para qué, un convocante, un responsable en el
futuro).
Si diéramos forma demasiado definida al sentido que creemos descubrir, no po-
dríamos evitar caer en la contradicción de estar pretendiendo explicar el misterio y,
al hacerlo, anularlo como tal. El sentido se revela en pequeños gestos que lo sugieren,
no que lo definen. El sentido se manifiesta por indicios, no voluntarios ni racionales
ni anunciados por ninguna autoridad religiosa. El sentido es intuido en lo profundo
del alma. Lo que nos da la convicción de que ese sentido es cierto no es la solidez
de argumentaciones racionales o de interpretaciones teológicas, sino la claridad de
explícitas y súbitas intuiciones. Nunca podemos estar seguros de un sentido final, de
una misión que se manifiesta definitiva y que ya conocemos de una manera induda-
ble, sino que experimentamos la sensación estar siendo convocados, de estar siendo
conducidos hacia una dirección que siempre deja algo abierto.
En este sentido, esa orientación quironiana-resiliente queda manifiesta en las
huellas que dejan nuestros pasos mientras acaso creemos andar a la deriva, con
nuestra herida a cuestas. Representa una dirección oportuna, una aparente deriva
que, en verdad, conduce a buen puerto. Un sentido implícito (transpersonal) que se
revela en una experiencia sin sentido (personal).
En verdad, esta orientación que opera en nuestro destino no se detiene a pregun-
tarnos si estamos o no de acuerdo con el desafío, ni se ofrece como una opción más
entre otras a nuestra elección. Usando una frase de Frankl (referida a los principios
morales), podríamos decir que el talento resiliente-quironiano “no muev[e] al hom-
bre, no l[o] empuj[a], más bien tir[a] de él”.33 Se trata de una capacidad que no se
reduce a operar en el plano de los eventos, de la experiencia fáctica, en el que los he-

33 Frankl, El hombre en busca de sentido, ob. cit., p. 100.


210 Alejandro Lodi

chos resultan inmodificables y fatales, sino que fundamentalmente se activa y opera


en la dimensión del significado, de la experiencia vivencial, en el que el sentido de los
sucesos varía de acuerdo con la conciencia. Y no solo permite discriminar entre los
eventos y los significados, sucesos y vivencias, sino que pone el foco de atención no
tanto en qué pasó, sino en cómo se vive lo que pasó.
La capacidad quironiana-resiliente exige agotar la forma de apreciar la realidad
en forma polarizada: evaluar los hechos en términos positivo/negativo, asumir postu-
ras optimistas/pesimistas, juzgar la vida desde la lógica beneficio/perjuicio o identificar-
nos con alguno de los mecanismos del juego negación-victimización. Solo agotando
nuestra tendencia a la polarización puede habilitarse la percepción de una dimen-
sión mucho más paradójica de la existencia, a la que nos convocan la función quiro-
niana y la clave resiliente: cada crisis, cada dolor, cada tragedia es, al mismo tiempo
que fuente de sufrimiento, una oportunidad.
No es nada sencillo de vivir ni tiene el menor sentido planteárselo como un pro-
pósito u objetivo que lograr. Tampoco podemos estar seguros de cuándo habrá de
manifestarse alguna clave acerca de la oportunidad que representa este dolor que
nos abruma. Solo podemos estar atentos y confiar en que alguna presencia, alguna
mirada, alguna voz o algún hecho aparentemente azaroso nos dé un indicio: ¿para
qué resulta oportuno este dolor?
Y aquí no se trata de un tipo de respuesta teórico-racional o teológica-devocio-
nal, sino existencial y vivencial: solo puede conocerse viviendo, no es previa a la expe-
riencia. Volviendo a Frankl, podríamos ahora decir que no debemos preguntarnos
cuál es el sentido de nuestro dolor, sino que es la vida la que, a través de ese dolor,
nos interroga a nosotros:

A cada hombre se le pregunta por la vida y únicamente puede responder a la vida respon-
diendo por su propia vida; solo siendo responsable puede contestar a la vida.34

Si aceptamos que amor significa capacidad de inclusión, la resiliencia y el símbolo


de Quirón nos ponen frente a una delicadísima paradoja: amar el dolor. Amar sig-
nifica incluir, comprender, reconocer. No significa desear ni negar. Es la revelación

34 Frankl, El hombre en busca de sentido, ob. cit., p. 108.


Astrología, conciencia y destino 211

de una confianza plena en el pulso vida-muerte, un pulso que es aceptado aunque


exceda el control personal. Por cierto, nada tiene que ver con provocarnos delibera-
damente experiencias dolorosas, porque “el sufrimiento no significará nada a menos
que sea absolutamente necesario”.35 Amar el dolor significa aceptar la vida-muerte
aunque no ocurra “lo que yo quiero”, sabiendo que ese pulso responde al misterio,
a lo que no puede ser explicado. El desafío resiliente-quironiano nos pide en algún
momento de nuestra vida, más temprano o más tarde, amar la vida-muerte, conscien-
tes de ser funcionales a un proceso que no puede atender a nuestra suerte particular.
Nos enseña que existe una realidad profunda que es más creativamente compleja de
lo que nuestros anhelos personales se representan imaginariamente.
Desarrollar conciencia de vida-muerte, esto es, incluir a la muerte (y, por lo tan-
to, al dolor) dentro del proceso de la vida, no como parte sino como una presen-
cia sustancial inseparable de aquello que reconocemos como vida, presupone una
capacidad amorosa de comprensión, una sabiduría acerca de la paradójica vivencia
de lo real, con su costado luminoso y oscuro. Y esto no solo aparece simbolizado
en Quirón, sino que también representa el complejo pasaje de Escorpio a Sagitario
de nuestro viaje zodiacal. Tiene que ver con la necesaria reparación entre instinto y
espíritu para que el viaje de la conciencia pueda seguir desplegándose. Implica la re-
cuperación del contacto con la pulsión corporal –y, por lo tanto, del contacto con la
muerte– como base para una ampliación de conciencia hacia planos de trascenden-
cia espiritual. Aquí cobra un particular significado el carácter de centauro en Qui-
rón: un ser con dos mitades que responden cada una de ellas a naturalezas distintas
y que, no obstante, conforman un único proceso.
El instinto y la pulsión participan de la actividad del espíritu y son fuente tanto
de placer como de dolor. El dolor forma parte del proceso espiritual. Aquello que
desde nuestra mirada como seres encarnados, como entidades comprometidas con
las coordenadas de tiempo y espacio, parece horrendo y cruel (lo siniestro) forma
parte necesaria de un proceso más vasto de la vida, al cual despertamos y somos
convocados desde nuestro dolor inexplicable.

35 Ibíd., p. 111.
212 Alejandro Lodi

Claves de interpretación astrológica

Definamos ahora algunas claves para la interpretación de Quirón en una carta


natal. Antes recordemos que haber percibido correspondencias entre Quirón y la
resiliencia no equivale a reducir un concepto a otro. El talento resiliente aparece en
una carta natal expresado no solo por Quirón, sino también por la relación Júpiter-
Plutón y por el juego de las casas VIII, IX y XII. Sin embargo, la propuesta es concen-
trarnos específicamente en la situación de Quirón para hacer lo más nítido posible
aquello que revela en una carta, asumiendo el riesgo de fragmentación que tal recor-
te presupone.
Algunas claves para tomar en cuenta para la interpretación de Quirón son:
• Por signo: El signo en el que se encuentra ubicado Quirón en una carta natal nos
habla acerca de la cualidad con la que el individuo expresará la función quiro-
niana en su vida. Como ocurre con todo planeta lento, las características por
signo de Quirón no darán pistas demasiado personales, sino más colectivas o
generacionales, o en todo caso resulta fundamental combinarlas con la posi-
ción por casa para obtener claves más individuales. Hecha esta salvedad, po-
demos decir que la posición por signo de Quirón nos indicará en qué cualidad
zodiacal la persona habrá de experimentar una herida, sensación de déficit o
discapacidad. La presencia de este complejo en la vivencia de la energía de ese
signo hará que resulte convocante para la conciencia y que el destino compro-
meta a la persona en su aprendizaje. A través de la sensación de un dolor que no
cesa, Quirón representa un persistente llamado a que el individuo desarrolle
una expresión cada vez más sabia de las cualidades de ese signo zodiacal.
• Por casa: La casa en la que se encuentra ubicado Quirón revela en que área
de experiencia, en qué temática de la vida, el individuo habrá de encontrar-
se con la vivencia de dolor. Al igual que con cualquier planeta por casa, su
efecto suele ser mucho más visible y ligado a hechos objetivos que por signo.
Muchas veces los personajes característicos de cada casa (hermanos para la
III, hijos para la V, pareja para la VII, etc.) pueden encarnar tanto el “maestro-
guía” como el “culpable” o la “víctima”, es decir, tanto el agente resiliente como
aquel que se identifica como responsable de la situación dolorosa o como
aquel que la padece.
Astrología, conciencia y destino 213

• Énfasis de la casa opuesta: Una de las características más notables de Quirón


por casa es el énfasis de la casa opuesta. A modo de compensación, la difi-
cultad para sobrellevar la herida en los temas de la casa en la que Quirón está
ubicado provoca que la persona desarrolle los temas de la casa opuesta de
un modo muy objetivo y en ciertos casos hasta casi obsesivo. En principio,
puede parecer una búsqueda promovida por la necesidad de alivio para des-
comprimir o hacer más tolerable la carga de dolor acumulada. Pero muchas
veces la casa opuesta a aquella en la que se encuentra Quirón aporta claves
fundamentales para comenzar a percibir el sentido del trauma experimenta-
do, para que empiece a revelarse resiliencia.
• Por aspecto: Todo planeta en aspecto con Quirón representa una función
planetaria vinculada en forma preferencial con la experiencia de dolor y sen-
tido trascendente. Al igual que con las casas, la persona puede vivir el desafío
quironiano a través del personaje arquetípicamente asociado al planeta. En el
caso de aspecto de conjunción, la participación de ese planeta en la vivencia
de Quirón resulta más evidente.
• Tránsitos: Todo tránsito de Quirón sobre otro planeta natal o cúspide de casa
natal y todo tránsito de un planeta sobre la posición natal de Quirón (en
particular en aspecto duro o de tensión) representan potenciales momentos
activadores de la temática quironiana en la vida, ya sea a favor de la mani-
festación de un hecho traumático o de la emergencia del talento resiliente.
Parece resultar más notable el tránsito del propio Quirón sobre planetas y
cúspides natales respecto a la sincronicidad con acontecimientos ligados al
dolor y el sentido.

El caso de Elisabeth Kübler-Ross

Su carta nos muestra a Quirón en Tauro, en la cúspide de la casa II, y con un


aspecto de sextil a la Luna. La correspondencia entre la cualidad taurina y los temas
propios de la casa II permiten suponer que la herida quironiana tendrá que ver con
sus recursos vitales, con el contacto con la fuerza de la vida, con su fuente de talentos
y valores innatos, con la expresión física concreta, con la potencia y disfrute de los
214 Alejandro Lodi

Carta natal de Elizabeth Kübler-Ross.


Astrología, conciencia y destino 215

sentidos corporales y su capacidad de plasmar en lo material. Por su parte, el aspecto


de Quirón a la Luna nos habla de una particular sensibilidad a la herida de ser madre,
a la experiencia de ternura, cuidado y protección asociada al dolor.
Elisabeth Kübler-Ross fue una médica suiza que dedicó su vida a investigar el
tema de la muerte. Revolucionó el modo de considerar la situación de pacientes ter-
minales, creó centros de atención para niños enfermos de sida y recorrió el mundo
dando conferencias acerca de la naturaleza de la muerte y cómo acompañar el pro-
ceso de quienes están próximos a vivirla. Su vida no está exenta de polémicas, pero
es reconocida como una de las principales autoridades en el tema y tuvo el coraje de
enfrentar prejuicios culturales para hablar de la muerte sin tabúes.
De niña construyó un hospital en miniatura donde jugaba a curar pequeños
animales e insectos. Fue voluntaria para la atención de refugiados en la época del
nazismo. Trabajó con prostitutas víctimas de enfermedades venéreas. Fue socorrista
en Polonia luego de la Segunda Guerra Mundial, trabajando con sobrevivientes de
campos de concentración. Y finalmente, aburrida de la formalidad de la labor hospi-
talaria, le dedicó su vida a aquel tipo de pacientes a los que, apartados y ocultos, nadie
quería atender: los enfermos terminales.
Parece evidente que se trata de una vida atraída por la temática de la casa VIII. La
vida pública y profesional de Kübler-Ross pone de relieve el énfasis en los asuntos de
la casa opuesta a Quirón. Pero ¿cómo aparece Quirón en Tauro y en casa II?
El nacimiento de Kübler-Ross fue traumático. Fue la primera de trillizas y por su
bajo peso (900 g) no creyeron que pudiera sobrevivir. Por su fragilidad física sentía
que tenía que esforzarse más que los demás, que debía demostrar que valía y era
digna de ser considerada. La sensación de discapacidad provocada por la herida de
Quirón en Tauro y casa II.
A los 5 años su familia se muda al campo y allí enferma de gravedad. Es internada
en una habitación a solas junto a una niña moribunda. Esta experiencia resulta clave
en su vida. Con esta niña siente que comienza a establecer una comunicación tele-
pática. Se hace amiga de la niña y acompaña con naturalidad su muerte, siente saber
más que los médicos, que no trataban a esa niña “como correspondía”.
Por otra parte, sumando el aspecto de la Luna con Quirón en Tauro en II, su pro-
pia experiencia de maternidad fue difícil y compleja. Padece varios abortos espontá-
neos y los médicos le diagnostican que no podrá ser madre. No obstante, insiste en
216 Alejandro Lodi

su búsqueda y logra dar a luz a un niño, pero ella misma estuvo a punto de morir en
el parto.
Finalmente, es importante destacar que con su compromiso con el tema de la
muerte y la atención de enfermos terminales, Kübler-Ross empieza a vivir experien-
cias de contacto transpersonal: percibe la presencia de pacientes que ya han muerto,
participa de sesiones de espiritismo, se interesa por el tema de la reencarnación, etc.
Además, comienza a comprometerse con cuestiones de asistencia social: trabaja en
cárceles, crea centros de internación y contención de enfermos terminales, se propo-
ne adoptar a niños enfermos de sida… Todo ello con un objetivo: que el contacto
con el dolor y la muerte se dé en un medio natural. Invierte todo su dinero en la
compra de una granja en Virginia, EE. UU., donde instalar su centro. Concentra allí
todos sus bienes y toda su labor.
En estas circunstancias sobreviene un episodio altamente simbólico de Quirón
en Tauro y en casa II (y casa VIII como énfasis complementario). Dejemos que la
propia Kübler-Ross lo relate:

La vida sencilla de la granja lo era todo para mí. Nada me relajaba más después de un largo
trayecto en avión que llegar al serpenteante camino que subía hasta mi casa. El silencio de la
noche era más sedante que un somnífero. Por la mañana me despertaba la sinfonía que com-
ponían vacas, caballos, pollos, cerdos, asnos, hablando cada uno en su lengua. Su bullicio era
la forma de darme la bienvenida. Los campos se extendían hasta donde alcanzaba mi vista,
brillantes con el rocío recién caído. Los viejos árboles me ofrecían su silenciosa sabiduría.
Mi vida.
Mi alma estaba allí.
Entonces, el 6 de octubre de 1994 me incendiaron la casa.
Se quemó toda entera, hasta el suelo, y fue una pérdida total para mí. El fuego destruyó todos
mis papeles. Todo lo que poseía se transformó en cenizas.36

Vecinos del lugar y grupos reaccionarios de la zona, molestos por la concen-


tración de moribundos y niños enfermos que implicaba la presencia del centro de
Kübler-Ross, intentaron eliminar lo que no soportaban ver: su propio dolor y su

36 Kübler-Ross, Elisabeth. La rueda de la vida. Barcelona: Ediciones B (Byblos). 2004, p. 17.


Astrología, conciencia y destino 217

propia muerte. En agosto de 1994, dos meses antes del incendio, Quirón en tránsito
tocaba la cúspide de casa VII natal, inaugurando un período que se extendería hasta
comienzos de 1997, haciendo al mismo tiempo cuadratura a Venus natal: momento
propicio para hacer contacto con la herida y el dolor de la pérdida desde el escenario
de los vínculos complementarios y el encuentro con los otros (y, en terminología
clásica, de los “enemigos visibles”).
El sanador herido es una imagen mítica que nos recuerda que ese dolor, en el que
desarrollamos una profunda sabiduría desde la que despertamos la capacidad de
curarlo en los demás, nunca termina de ser curado en nosotros mismos. En este sen-
tido, Kübler-Ross enseñó, con amor y contención, a miles de personas a aceptar su
muerte, a atravesarla de un modo natural; sin embargo, su propia muerte representó
una vivencia compleja que la llevó a expresar:

La muerte es esencialmente una experiencia maravillosa y positiva, pero el proceso de mo-


rir, cuando se lo prolonga como el mío, es una pesadilla […]. Sé que si dejara de sentirme
amargada, furiosa y resentida por mi estado y dijera sí a este final de mi vida, podría despe-
gar, vivir en un lugar mejor y llevar una vida mejor. Pero como soy muy tozuda y desafiante,
tengo que aprender mis últimas lecciones del modo difícil. Igual que todos los demás.37

Preguntas frecuentes

• ¿Qué signo rige Quirón?


Algunos astrólogos le atribuyen la regencia de Virgo, otros la de Sagitario. Asociado
con la resiliencia, parece más adecuado asociarlo a Sagitario. Pero no al punto de despla-
zar a Júpiter como regente. Quizás ambos, Júpiter y Quirón, sepan compartir esa con-
dición. Si percibimos que en Quirón se combinan cualidades jupiterianas y plutonianas
(el don que brota del dolor), podemos considerarlo regente del pasaje de Escorpio a Sa-
gitario: el planeta que gobierna al acceso desde la dimensión personal a la transpersonal.
Esto resulta congruente con su ubicación entre las órbitas de Saturno (el límite de la es-
tructura personal) y Urano (el salto hacia lo que está más allá del mundo de la forma).

37 Kübler-Ross, La rueda de la vida, ob. cit., p. 381.


218 Alejandro Lodi

• ¿En qué se diferencia el dolor plutoniano del quironiano?


El dolor plutoniano es conocido. Sabemos que vamos a morir y le tememos a la
muerte. Sabemos que vamos a enfermarnos y le tememos a la enfermedad. Sabemos
que vamos a perder aquello a lo que nos aferramos y le tememos a la pérdida. El do-
lor quironiano, en cambio, es desconocido. La experiencia quironiana nos involucra
con una situación que no sabíamos que fuera posible vivir. Es desconcertante, nos
expone a una ignorancia existencial y nos deja en vacío. Es mucho más que enfren-
tarse a lo temido: es participar de una pesadilla que nunca hubiéramos imaginado.
Esta característica se complementa con la emergencia de una dirección y sentido tan
sorprendentes y desconocidos como el trauma que les dio origen.

• ¿Es posible saber si alguien es muy quironiano al mirar su carta?


La condición destacada de Quirón en una carta natal se evalúa con los mismos
criterios técnicos que aplicamos a cualquier otro planeta: en posición angular, en
aspecto con el Sol o con regentes de casas angulares, en casa XII, en conjunción o
cuadratura con los nodos lunares, o en contacto con cualquier rasgo destacado de
una carta natal específica.

Bibliografía recomendada

Cyrulnik, Boris. El amor que nos cura. Barcelona: Gedisa. 2008.


–. Los patitos feos. Barcelona: Gedisa. 2016.
Frankl, Viktor. El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder. 2005.
Greene, Liz. Barreras y límites. Buenos Aires: Kier. 2009.
Grün, Anselm. Luchar y amar. Buenos Aires: San Pablo. 2006.
–. ¿Por qué a mí? Buenos Aires: Ágape-Bonum-Guadalupe-Lumen-San Pablo. 2011.
Gutiérrez, Jesús Gabriel. Quirón. Barcelona: Ágora de ideas. 2012.
Kübler-Ross, Elisabeth. La rueda de la vida. Barcelona: Ediciones B (Byblos). 2004.
Maslow, Abraham. El hombre autorrealizado. Barcelona: Kairós. 1972.
Reinhart, Melanie. Significado y simbolismo de Quirón. Barcelona: Urano. 1991.
Rogers, Carl. El camino del ser. Barcelona: Buenos Aires: Kairós-Troquel. 1989.
Sasportas, Howard. Las doce casas. Barcelona: Urano. 1995.
Smith, Huston. La percepción divina. Barcelona: Kairós. 2001.
Capítulo 11

LA REVELACIÓN
TRANSPERSONAL
Ah… Qué razón de ser
me habrá puesto piel en la inmensidad.

Luis Alberto Spinetta, “Basta de pensar”.

Contenidos astrológicos del estadio


de revelación transpersonal

En este estadio del viaje de la conciencia asumen protagonismo los símbolos de


la carta natal más sensibles al misterio transpersonal:
• Júpiter y Saturno como reguladores de la expansión a lo transpersonal.
• Quirón como portal a la dimensión transpersonal.
• Los planetas transpersonales por casa y aspecto.
• Casas con cúspide en Acuario, Escorpio y Piscis.
• La casa XII.
• El Nodo Norte.
• El Ascendente.
• Planeta gobernante de la carta por signo, casa y aspecto.

Se produce una reorganización de la identidad personal que gira ahora alrede-


dor de los indicadores transpersonales de la carta natal. La conciencia comienza a
ser particularmente sensible a estos símbolos, abriendo nuevas dimensiones de su
espectro de significados. Es el desafío de sostener una identidad personal a la vez que
se percibe lo que va más allá de ella, de reconocer a la personalidad con conciencia
220 Alejandro Lodi

del alma. También el riesgo de la polarización, de antagonizar entre identidad perso-


nal y conciencia transpersonal, entre personalidad y alma.
En este momento de su desarrollo, la conciencia es permeable a una información
que trasciende la necesidad de conformar un yo personal. Ya ha sido conformada
una identidad madura –con cierta autonomía y responsabilidad sobre la propia
vida–, que se ha desplegado en el mundo en dirección a sus anhelos y aspiraciones.
Más allá de sus éxitos y fracasos, la conciencia comienza a registrar que esa imagen
personal con la que se ha identificado resulta insuficiente para contener nuevas in-
tuiciones, deseos y atracciones que empiezan a hacerse presentes en la vida. La ener-
gía vital desborda la necesidad de “ser yo” y de confirmarme a mí mismo, y se abre al
descubrimiento de nuevos sentidos. La libido se orienta y responde a la convocato-
ria del misterio que anida en lo profundo de nuestra sensación de ser.

El ego y la dimensión transpersonal

El desarrollo de la conciencia –la posibilidad de alcanzar mayor profundidad en


el reconocimiento de la diversidad que nos constituye, de lograr una comprensión
más acabada de la propia condición y de la vida– no depende de la voluntad, no su-
pone una conquista, no se origina en las necesidades del ego personal. La dinámica
de la conciencia no se orienta a satisfacer los deseos del yo ni tampoco a necesaria-
mente contradecirlos. Lo que anima ese despliegue, en verdad, parece responder a
la presión rítmica (sostenida a lo largo de la vida) que ejerce la totalidad que somos
mientras pugna por revelarse. Esa totalidad que somos se manifiesta –respetando
los tiempos cíclicos de su dinámica– en hechos, circunstancias, experiencias y con-
ductas que están más allá de nuestra voluntad y suscitan inquietudes que cobran
magnitudes generadoras de crisis. Allí, en esas crisis, sentimos que el destino nos con-
tradice.
Los cuestionamientos a nuestro modo de vida, los rechazos a nuestra imagen
personal (construida de un modo inconsciente desde las primeras experiencias
infantiles) permiten que nos apartemos de la visión acotada en la que hemos he-
cho hábito y que alcancemos, progresivamente, una perspectiva más amplia y más
genuina de los propósitos que animan nuestra existencia. No obstante, la respuesta
Astrología, conciencia y destino 221

que daremos a esas crisis no puede predecirse ni está asegurada. Podemos, luego de
quedar aturdidos y desorientados por un tiempo, aceptar ese desafío de expansión,
asumiendo el riesgo y la responsabilidad de transformarnos, tanto como resistirnos
a él manteniéndonos aferrados a los viejos principios y costumbres, amarrados a
nuestra identidad más primaria y conocida.
En el espacio de revelación transpersonal se reúnen los factores de la carta natal que
nos provocan al reconocimiento de una dimensión de nuestra naturaleza ligada al
misterio. Todos esos indicadores actúan sobre nuestra personalidad, pero pertene-
cen a un orden ajeno al yo, a lo puramente personal. En ese sentido, son símbolos del
impacto transpersonal en nuestras vidas.
Aquello que profundamente nos constituye en cuerpo y alma resulta producto de
la herencia y de remotos condicionamientos del pasado: el resultado de múltiples
entrecruzamientos expresado a través de los genes, como también el fruto de la his-
toria kármica o la memoria del torrente de vidas precedentes que operan en nuestro
inconsciente más profundo. Sentir esta evidencia nos deja en estado de perplejidad,
impotentes ante una condición de nuestra existencia que escapa a nuestro control
personal. Pero, antes de confiar en el misterio y resignar omnipotencia, es probable
que pretendamos reducir aquello que nos trasciende –lo que no podemos conocer–
al nivel de lo conocido, traducir esa percepción de vasta pertenencia más allá del
tiempo a las coordenadas en las que el yo puede fijar su propósito de logros futuros.
Por eso, es fundamental recordar que lo transpersonal, lo que proviene del ser
profundo que anima nuestra vida, no está referido meramente a lo que somos como
individuos ni puede subordinarse a sus expectativas. La dimensión transpersonal
del viaje de la conciencia no es mera proyección de los anhelos personales. La tota-
lidad que somos y las potencialidades de su despliegue no quedan contenidas en los
estrictos bordes de las entidades separadas, individuales y exclusivas que imagina-
mos ser, sino que abren nuestra sensibilidad a la percepción de la corriente universal
de la vida, eterna e infinita, de la que somos circunstancial expresión.
Esa fuerza vital que nos anima y, al mismo tiempo, nos excede como “personas”,
se recrea y da a conocer en las experiencias de nuestro destino. Y la sustancia de
nuestro destino son los hechos y acontecimientos de nuestra vida, tanto como los
vínculos que establecemos con las demás personas. Los otros y el entramado de su-
cesos que experimentamos hablan, profundamente, de nuestra íntima realidad, del
222 Alejandro Lodi

mismo modo en que, recíprocamente, nuestra presencia da sustancia a la realidad de


la vida de los otros.
En la consideración de una carta natal como símbolo de la totalidad nos encon-
traremos, entonces, con variados factores que siempre operan desde ese nivel su-
prapersonal o no consciente. Ahora bien, cuando la identificación con una imagen
personal se cristaliza, la conciencia encuentra dificultades para responder a lo que
está más allá de lo estrictamente individual. Los símbolos transpersonales de la carta
natal permanecen en sombra durante gran parte de la vida, en estado de latencia o
distorsionados en su expresión cuando algún clima cíclico propicio los convoca. No
obstante, sus efectos persisten en estar presentes, dándonos la oportunidad de re-
conocerlos, a veces con tibieza, a veces con franca confianza, pero siempre con la
íntima sospecha de que nos incitan a una ineludible verdad.

Más allá del ego

El destino del yo es descubrir curvas allí donde trazó caminos rectos.


El yo se propone que el curso de la vida coincida con sus anhelos proyectados.
Lograr que la vida se adapte a lo prefigurado desde el sueño individual. Y la vida se
resiste sistemáticamente a ese encaje. Frustrando el futuro soñado, la vida nos ad-
vierte de sus propósitos. La vida se propone algo con nosotros.
El alma tiene sus propias intenciones con lo que creemos que es nuestra vida.
Nuestras identificaciones personales son funcionales al propósito del alma, no al re-
vés. Las personalidades son orgánicas con relación a los procesos, no los procesos
con relación a las personalidades.
En su desarrollo, la conciencia tendrá la oportunidad de descubrir que el cami-
no recto, en verdad, es curvo y que tomar responsabilidad de tal discernimiento pide
disponerse a morir a la imagen que uno tiene de sí mismo. La evidencia de la circu-
laridad del proceso de la vida no da opción: es inevitable morir a las proyecciones
lineales de logro personal. El desafío de responder al alma exige el dolor de no ser yo.
Es un reto de amor. Amor es inclusión. La vida nos pide incluirnos en procesos
que nos exceden y que quedan transparentados en los hechos que ocurren contra
nuestra voluntad, en los hechos que nos recuerdan nuestro devenir circular. La vida
Astrología, conciencia y destino 223

nos invita a sensibilizarnos a un proceso mucho más vasto que el de la satisfacción de


deseos personales y a confiar en incluirnos en él. Ser sensibles implica incluir lo que
hasta ahora la conciencia (identificada con la sensación de ser un individuo separado)
consideró ajeno, externo, no propio. Sentirnos parte de la totalidad de la vida exige
resignar la vivencia de aquello que llamamos destino como algo ajeno a lo que somos.
Percibirnos en la trama sin costuras del universo no da opción: ya no podemos seguir
considerando a los otros como algo externo que amenaza a lo que somos. Los otros y
lo que me ocurre se transforman en la sustancia misma de aquello que percibo ser.
Ante esta oportunidad de expansión por inclusión, la imagen personal de no-
sotros mismos –configurada en el repliegue separativo que representa nuestra per-
sonalidad– traducirá un peligro. Ese peligro es no vernos confirmados en lo que
creemos ser. Responder a esa revelación es vivido como muerte, como ya no ser.
Esa sensación de peligro y pérdida es la primera reacción a la manifestación de esa
dimensión del ser que llamamos alma. El nudo es que el yo, orgánico vehículo de la
conciencia, al intuir su necesaria transformación, comienza a trazar estrategias para
salirse con la suya. En lugar de transformarse, quiere confirmarse.
Para que el proceso del alma sea, debo dejar de ser el individuo que creo. La ga-
nancia del alma es la pérdida del yo.

La isla del yo frente a lo transpersonal

La ilusión de la separatividad, de ser una entidad aparte de la corriente general


de la vida, es progresivamente comprendida en la medida en que se hace explícita
la dimensión transpersonal del viaje de la conciencia. Es claro que el desarrollo de
la identidad personal, la constitución del yo individual, resulta una condición ne-
cesaria para ser personas. No conformar una sólida estructura de personalidad, no
construir un ego con atributos bien definidos, puede representar una severa pato-
logía psicológica antes que una meritoria trascendencia espiritual. El punto no es,
entonces, demostrar que el yo no es necesario, sino exponer su insuficiencia para
acompañar el desafío transpersonal del despliegue de la conciencia.
La fuerza que anima a nuestra existencia pugna para que la conciencia se expan-
da más allá de esa frontera personal de necesidades inmediatas, para percibir el hilo
224 Alejandro Lodi

que la conecta con lo universal. Se trata de una invitación a ser permeables a aque-
llo que excede nuestro entendimiento, a desarrollar confianza en lo desconocido, a
abrir el corazón al dolor para descubrir su potencia regeneradora.
Si representamos nuestra identidad personal –aquello que creemos ser– con
una isla ubicada en medio del océano, podemos acercarnos más al sentido de lo que
acabamos de expresar. De hecho, esa identidad –definida como la expresión de un
fragmento de la totalidad que somos– se experimenta a sí misma separada, aislada.

La isla del yo.

En la isla del yo desarrollamos todas las funciones que hemos denominado per-
sonales:
• La función lunar: Creamos sentimientos de pertenencia y seguridad básica,
establecemos de inmediato un interior y un exterior, una división nítida y
convincente entre lo que está dentro y aquello que está fuera de la isla. Lo se-
guro y estable forma parte de la interioridad: dentro de la isla encontraremos
alimento, resguardo y protección, mientras que fuera estaremos expuestos a
los riesgos de la intemperie.
• La función mercuriana. Es la capacidad de experimentar las múltiples posibili-
dades de asociación entre las diversas entidades que habitan la isla. Las posi-
bilidades que ofrece la interacción de la flora y la fauna con el medio ambien-
te, la adaptación a las condiciones de vida y el desarrollo de un aprendizaje de
todo aquello que enseña la naturaleza.
• La función marciana: Es la actividad que desarrollamos dentro de la isla cuan-
do procuramos valernos de lo necesario para la subsistencia. Es la capacidad
de lucha por la vida y la consecuente e inevitable alteración del medio am-
Astrología, conciencia y destino 225

biente. Es el valor que anima a correr riesgos a favor de conquistar lo que se


desea y necesita.
• La función venusina: Se expresa en la búsqueda de acoplamiento y comple-
mentariedad entre los componentes vitales de la isla, sean vegetales, animales
o humanos. Es la atracción a vincularse con los demás y la potencialidad de
reproducir la vida. La sensibilidad a la belleza, el registro de los pares que se
complementan y la confianza para abrirse al encuentro generador.
• La función jupiteriana: Es la capacidad de establecer jerarquías, de organizar y
distribuir todo lo que la isla necesita para desarrollarse y proveer abundancia.
Es la percepción de un sentido en toda esa actividad vital. La intuición de que
la vida en la isla se dirige hacia alguna dirección, tiene un propósito trascen-
dente y es obra de un ser superior.
• La función saturnina: Se expresa en el talento para registrar las regularidades,
los patrones de comportamiento que la actividad de la isla parece respetar.
Es la capacidad de marcar los contornos y establecer leyes; la percepción de
que la vida en la isla responde a una estructura segura y sólida, con hábitos
y costumbres que se mantienen en el tiempo y vuelven previsible el futuro.
• La función solar: Finalmente, el adecuado desarrollo de todas estas funciones
genera la convincente sensación de que la isla del yo es una entidad definida,
exclusiva y fija. Es la vivencia de “ser isla”, de ser una identidad individual con
esas características y cualidades particulares y específicas. La función solar se
manifiesta, entonces, a través de esa identidad: la sensación de ser “esa” isla,
sentir que ese fragmento define “lo que soy”.

Solo resta, entonces, aguardar un momento prodigioso, inesperado e ineludible:


la instancia en la que la conciencia descubre que la sensación y el sentimiento de “ser
isla” es, en verdad, una ilusión. Cielo, océano y magma incandescente representan un
continuo con la isla misma. La isla también pertenece a ese conjunto, aunque persis-
ta la sensación de entidad separada. Las funciones uraniana, neptuniana y plutonia-
na representan la evidencia de la totalidad, el recordatorio de esa vasta pertenencia,
el sentimiento de ser universal.
226 Alejandro Lodi

La isla del yo y la actividad transpersonal.

• La función uraniana: Expresa la actividad del cielo, su amplitud infinita y su


incesante creatividad. El viento refrescante y destructivo. Las nubes, las tor-
mentas y el estruendo de sus truenos. Los relámpagos iluminadores y el rayo
fulminante que cae a la tierra. La libertad del vuelo de las aves, la observación
del firmamento y la atracción de las estrellas.
• La función neptuniana: Simboliza el misterio del mar, el encanto de sumer-
girse en sus oscuras profundidades. Su fuerza incontrolable golpeando la pla-
ya. La atracción de introducirse en sus corrientes y navegar. La vitalidad de
sus criaturas, la diversidad de sus especies. El naufragio, el ahogo y la zozobra.
La relajada experiencia de flotar, de perder la sensación de cuerpo. La música
de las olas que se esparcen en la arena.
• La función plutoniana: Es la fuerza de las profundidades subterráneas de la isla.
La erupción volcánica, el fuego devastador que brota del centro de la Tierra.
El estremecimiento que toma por asalto y en la noche. La regeneración de la
isla transformada. Lo que vuelve a cobrar vida después de la destrucción. El
contacto con la pulsión vital interna que desborda toda forma consolidada.

Urano, Neptuno y Plutón simbolizan funciones que forman parte del sistema,
al mismo tiempo que representan una amenaza de desintegración para la identidad
personal, una actividad incontrolable que pone en riesgo la supervivencia y la esta-
Astrología, conciencia y destino 227

ble continuidad de la vida en la isla del yo. Plantean un desafío para la conciencia:
cómo vivir en la isla con pleno discernimiento de que es atravesada por una vitalidad
desbordante, cómo aceptar que la vida que anima la isla responde a un orden y a una
potencia que la exceden.

Júpiter y Saturno como pulso regulador de la expansión

La distancia entre la sensación de identidad personal y la percepción de ser uni-


versal implica para la conciencia un salto de tal magnitud que resultaría absurdo –y
poco sensato– proponerlo como logro de la voluntad individual. Y en este punto
cobran relieve Júpiter y Saturno.
Las funciones jupiteriana y saturnina alcanzan un significado relevante cuando
obran con relación al contacto con una totalidad mayor. El anhelo de superar lo
fragmentario, de ampliarse y expandirse hacia lo universal (función jupiteriana), y el
contacto con el borde de lo real, el umbral más allá del cual la conciencia se extravía
(función saturnina), marcan un pulso –delicado y real, sutil y concreto– y estable-
cen las condiciones para la posible aproximación de la conciencia a la experiencia
transpersonal.
Júpiter y Saturno, considerados como pulso dinámico, modulan el grado de cap-
tación y apertura posibles para la conciencia, de acuerdo con el específico estadio de
maduración en el que se encuentre. Es importante tener presente que no se trata de
ampliar la mirada hacia lo trascendente sin regular las posibilidades de asimilación
(Júpiter polarizado con Saturno) ni de establecer límites fijos, estáticos y absolutos,
sin considerar un permanente potencial de dilatación y permeabilidad a lo universal
(Saturno polarizado con Júpiter). La isla del yo siempre estará expuesta y vinculada
a esas vastas fuerzas que la trascienden y que, profundamente, la configuran: el con-
torno nunca es el mismo, jamás se reitera la misma forma, la confirmación de la isla
sufre sucesivas mutaciones a lo largo del tiempo.
Justamente, la vivencia del tiempo en la isla (esto es, la sensación del tiempo des-
de la dimensión del yo personal) se asocia con la brevedad. Es una perspectiva tem-
poral reducida, que, por eso mismo, genera la ilusión de permanencia estática: la isla
parece tener siempre la misma forma. En lo humano, esta medida del tiempo se rela-
228 Alejandro Lodi

ciona con la expectativa de vida personal: solo algunas décadas. En cambio, la viven-
cia del tiempo transpersonal se relaciona con lo eterno. Es una vivencia atemporal.
Esto significa que es una percepción del devenir que no tiene comienzo y no tiene
final. En cada instante se expresa la totalidad, en su eterna metamorfosis. El viento
que mueve la vegetación, las olas incesantes en la playa, la piedra que se desprende
súbitamente de la montaña no permiten definir forma estática alguna. La forma fija
es una ilusión o una creencia. La isla es, en verdad, una configuración dinámica, una
estructura en perpetuo cambio.
Entre lo eterno y lo breve, la dimensión transpersonal del tiempo aparece tam-
bién vinculada con el despliegue evolutivo de la vida en el universo. En este sentido,
los procesos inmediatos en la isla son resonancias de acontecimientos geológicos
profundos que se desarrollan a lo largo de eones, sucesos de los cuales la misma isla
es un resultado, una manifestación temporal. Del mismo modo, podemos decir que
la vida que anima nuestras formas humanas individuales se funde en procesos vi-
tales que involucran a la Tierra, al sistema solar y al mismo universo, en una escala
temporal que no somos capaces de representarnos. Nuestra vida en el tiempo forma
parte de la eternidad. Nuestra conciencia personal puede alcanzar –apenas– ciertas
intuiciones acerca de esta dimensión, conmociones fugaces de discernimiento que,
de inmediato, traducirá en formas mentales y conceptuales. La escala humana resul-
ta insuficiente para abordar este misterio del tiempo y de la eternidad, y, al mismo
tiempo, somos sensibles a él. Somos atraídos hacia lo que no podemos comprender.
Una dimensión transpersonal que opera en nuestras vidas personales. Propósitos
que orientan nuestra existencia, que configuran nuestro destino, y que están más allá
de nuestro control.
Júpiter alimenta la aventura de responder a esas intenciones, de descubrir un sen-
tido en nuestra vida orientado con esos propósitos trascendentes que intuimos y no
comprendemos. Saturno, por su parte, nos indica hasta dónde es posible la entrega
a esas direcciones, en qué medida nos expanden y vitalizan, y más allá de qué límite
nos extravían y sumergen en la pesadilla del quiebre psicológico.
El desarrollo consciente del pulso de expansión y límite es la llave de acceso al
contacto con la dimensión transpersonal y redunda en beneficios para todo el sis-
tema. La dinámica de regulación entre el principio jupiteriano y el saturnino hace
posible que el flujo energético y vibratorio de lo universal sea asimilado y organiza-
Astrología, conciencia y destino 229

do en forma saludable por el sistema particular, es decir, por la estructura psíquica


personal. De no ser así, el contacto con lo transpersonal se traduce en polarizaciones
que malogran el potencial de apertura y despliegue hacia niveles de mayor plenitud,
y conduce a extremos patológicos de ruptura y colapso de la integridad psicológica.
Júpiter y Saturno son el pulso que regula la incitación a explorar lo que está más
allá de los bordes de la isla del yo y el sentido de realidad que advierte lo posible.
Júpiter y Saturno simbolizan el umbral de la dimensión personal, más allá del cual se
inicia el estadio transpersonal del viaje de la conciencia, con sus dones y sus riesgos.
La conexión con la red creativa del cosmos (que evoca el cielo y tiene a Urano como
símbolo), el sentimiento de empatía con lo universal (que evoca el océano y el sím-
bolo de Neptuno), junto con la potencia transformadora que opera en el centro vital
de la materia (que evoca el magma y está simbolizada por Plutón), claramente no
son funciones al servicio de la confirmación del yo personal, sino estímulos para la
percepción de algo más vasto. Cielo, océano y magma no son expresiones vitales que
puedan controlarse desde la isla. En este sentido, la manifestación de lo transperso-
nal implicará necesariamente la transmutación de aquella identidad fragmentaria, la
muerte del aislamiento, la urgente necesidad de disolver la identificación con la isla.
Por cierto, el reconocimiento de la dimensión transpersonal no implica abandonar
la vivencia personal, sino disolver la ilusión de separatividad. Es la sensación de ser
un yo separado, de “ser isla”, la que muere con la apertura al reconocimiento de la
totalidad, para que emerja, entonces, la evidencia de ser vidas individuales en corres-
pondencia con un proceso vital vasto y universal.
El pulso Júpiter-Saturno nos abre a la percepción de que toda frontera, en verdad,
conecta territorios, de que todo límite vincula dimensiones. La sensación de que las
fronteras separan y los límites dividen es una ilusión perceptiva (muy convincen-
te, por cierto) producida por la conciencia fragmentaria que polariza a Júpiter con
Saturno y genera la ilusión de que uno niega al otro. Percibir a Júpiter y Saturno en
yin-yang nos permite diferenciar planos que tienen su propia especificidad –sin con-
fundirlos, sin reducir uno al otro– manteniendo la percepción de unidad y de totali-
dad. Unidad con niveles y dimensiones, sin fragmentación. Totalidad con jerarquías
y diferencias, sin uniformidad.
230 Alejandro Lodi

Planetas transpersonales y los ejes de identidad

La paradoja de las funciones planetarias transpersonales es que, formando parte


del sistema psíquico, no tienen por objeto contribuir a su estructuración. Por el con-
trario, Urano, Neptuno y Plutón simbolizan la crisis de la estructura de identidad
personal para, de este modo, favorecer una reestructuración del yo en la que la con-
ciencia sea capaz de incluir nuevos contenidos del alma, de comprender desconoci-
das dimensiones del ser profundo.
La cualidad uraniana de libertad y creatividad estimula a que el sistema se abra a
lo imprevisible, al vacío de toda forma segura, a la incertidumbre de lo abierto. Urano
habilita a confiar en la pérdida de referencias, a liberarse de garantías y condiciona-
mientos, para poder responder, entonces, a todo lo novedoso que la vida pueda ofre-
cer, sin necesidad de que confirme imágenes del pasado en las que hemos desarro-
llado sentimiento de pertenencia y estabilidad emocional.
Es evidente que Urano condiciona lo que hemos definido anteriormente38 como
eje de identidad por pertenencia.

Urano y el eje de identidad por pertenencia.

38 Véase el capítulo 9, “La expresión solar”.


Astrología, conciencia y destino 231

En una carta natal, la presencia de Urano pone en crisis la forma conocida, el


hábito de la memoria y el modelo consolidado. La creatividad exige suspender toda
referencia del pasado. La oportunidad de darse libertad implica la crisis de la segu-
ridad. Urano plantea un conflicto de fidelidades: ¿fieles a la identidad construida
o fieles a la identidad intuida? Urano libera a la conciencia de la cristalización en
identidades fijas. Simboliza un pedido constante de renovación en la imagen que
tenemos de nosotros mismos. La función de Urano es recordarle al sistema psíqui-
co personal su pertenencia a un sistema psíquico profundo. Es mantener viva, en la
identidad personal, la conciencia del alma.
El orden sistémico nos indica que la energía uraniana se expresa en polaridad
con Saturno-Luna. Urano está en yin-yang con Saturno-Luna. Esto significa que la
expresión de uno implica la de los otros. Verlos en polaridad sugiere que no puede
haber un polo sin el otro. El ingreso de creatividad y libertad respecto a la vivencia de
lo que soy y de mi origen, la renovación de la imagen personal ligada a la sensación
de pertenencia, pone en crisis la estructura del yo conocida. Pero, en simultáneo,
reorganiza y genera una nueva estructura de identidad, con un nuevo vínculo con el
pasado y una ampliación del espacio al que siento pertenecer.
Respecto a la cualidad neptuniana, su carácter de apertura sensible a lo universal
contribuye a que toda frontera o borde se torne difuso y permeable a la totalidad.
Implica la posibilidad de habilitar una percepción de lo que está más allá de la forma
concreta y de lo que puede ser incluida en ella. Simboliza la experiencia –vivencial y
sensible– de conciencia de unidad con el universo, una ampliación de sensibilidad
perceptiva capaz de registrar realidades que están más allá de lo que puede ser enten-
dido por la razón o traducido en ideas y conceptos.
La energía de Neptuno afecta fundamentalmente al eje de identidad por conoci-
miento.
El efecto de Neptuno expande nuestra sensibilidad perceptiva más allá de los
bordes confortables de nuestras ideas. La cualidad neptuniana nos permite regis-
trar aquello que la mente no puede racionalizar ni traducir en conceptos, lo cual re-
presenta un desafío para el yo personal que ha hecho identidad en un conjunto de
creencias con las que explica la realidad y en las que ha desarrollado costumbre.
Neptuno nos recuerda que percibimos más de lo que podemos explicar. Nues-
tro sistema pensamiento-ideas (eje Mercurio-Júpiter) permite dar forma a lo que
232 Alejandro Lodi

Neptuno y el eje de identidad por conocimiento.

percibimos y posibilita que lo asimilemos conscientemente. No obstante, toda tra-


ducción es una representación de lo que hemos percibido y no coincide ni contiene la
totalidad percibida. Por eso, la cualidad transpersonal de Neptuno nos expone al in-
evitable encuentro con el misterio, a aceptar que solo podemos dar cuenta de ciertas
dimensiones de la realidad a través del símbolo y la metáfora, no de la certeza literal
y racionalmente demostrable.
La función transpersonal de Neptuno permite (y exige) que nuestra identidad no
se cristalice en creencias, valores, ideas o conceptos, y deja en evidencia ante nuestra
conciencia cuándo han dejado de ser vehículos funcionales de nuestra percepción
para transformarse en obstáculos que impiden la expansión hacia dimensiones más
sutiles de la existencia.
Finalmente, la cualidad plutoniana simboliza la función sexual. Esto es, la fuerza
de atracción de y hacia otros. Plutón es la evidencia de que compartimos sustancia
vital con los demás y de que toda forma está sujeta al pulso de creación y destrucción.
Como función transpersonal de nuestro sistema psíquico, Plutón representa la
evidencia de que el profundo sentido del vínculo con los demás es la transformación
de la imagen que tenemos de nosotros mismos, antes que su confirmación. Más aún,
mientras persista la intención de que confirmen nuestra identidad, nuestras relacio-
nes amorosas se convierten entonces en una pesadilla beligerante, en una fatalidad
Astrología, conciencia y destino 233

Plutón y el eje de identidad por relación.

a la que no nos podemos resistir ni terminar de disfrutar, en un conflicto de poder


permanente en el que el otro siempre representa una amenaza.
Plutón pone a prueba nuestra sensación de identidad por relación. Abrirse al amor
implica aceptar ser transformado, no por el otro, sino por lo que el vínculo revela y
pone en evidencia. Es el poderoso símbolo de la sexualidad. El don del encuentro ín-
timo, la aceptación y entrega a otro ser, nos anima a resignar la identificación con los
atributos personales que nos han dado seguridad, y, de este modo, nos expone a con-
tenidos desconocidos –acaso temidos y ocultos– de lo que profundamente somos.

Las polarizaciones transpersonales

Hemos visto que cada una de las funciones planetarias transpersonales se com-
plementa con alguna de las funciones que conforman los ejes de identidad de la es-
tructura psíquica personal. Los planetas transpersonales están en vínculo de polari-
dad con planetas personales. No están disociados del sistema de estructuración del
yo, sino en yin-yang.
Sin embargo, ante la complejidad que representa para la conciencia reconocer
sus paradójicas funciones (son parte del conjunto, pero su función es desorganizar-
234 Alejandro Lodi

lo), los planetas transpersonales pueden provocar la reacción de las funciones per-
sonales. De este modo, la polaridad se distorsiona en polarización: se pierde de vista
la relación, se vela la condición yin-yang y se conforma la visión –tan convincente
como ilusoria– de polos antagónicos en conflicto excluyente. El desafío creativo de
la polaridad se convierte en la excitante pesadilla de la polarización.
¿Qué significa polarización transpersonal?39 La presencia destacada de Urano, Nep-
tuno y Plutón en el diseño de una carta natal condiciona, de un modo potente y ob-
jetivo, la organización psicológica personal y los hechos de destino de un individuo.
Por definición, la energía transpersonal desborda los límites de comprensión de
la experiencia personal y, en ese sentido, siempre resulta un misterio para nuestro
discernimiento consciente. Es natural, entonces, que en el principio de nuestra vida
respondamos a esa cualidad transpersonal reaccionando a ella, es decir, generando
una distorsión que la haga reconocible a la mirada personal. De este modo, las pri-
meras identificaciones de la persona, las primeras construcciones de un yo personal,
necesariamente reflejan ese malentendido. Así queda conformada una identidad
egoica polarizada y una trama de destino (una dinámica identidad-destino) que com-
prometerá a la conciencia con el desarrollo de un reconocimiento cada vez menos
distorsionado de la energía transpersonal que constituye a ese ser.
El desequilibrio de la estructura de las funciones personales frente a la necesidad
de adaptarse para contener altos niveles de presencia transpersonal se traduce en
una polarización de la conciencia: una escisión dentro de la estructura, una división
en extremos disociados. Se produce, de este modo, un juego de polos que reaccio-
nan y se excluyen mutuamente. En esa polarización, desde un extremo la conciencia
tiende a identificarse de un modo absoluto con la energía transpersonal involucrada
(polo directo); o, por el contrario, reacciona defensivamente rechazando esa presen-
cia y constituyendo una identidad que la niega (polo inverso).
En verdad, ninguna de esas posiciones polarizadas expresa de un modo orgánico
y saludable a esa específica energía transpersonal, sino que ambos extremos la dis-
torsionan en igual medida y alejan a la conciencia de una expresión funcional de sus
cualidades. Este juego polar conduce a una dinámica de destino: un movimiento oscila-
torio a lo largo de la vida, que refleja el viaje de la conciencia que recorre los extremos
39 Este concepto ha sido desarrollado por Eugenio Carutti y representa un nudo temático
esencial –y original– de la formación astrológica en su centro de estudios, Casa XI.
Astrología, conciencia y destino 235

de la polaridad, experimentando así identificaciones cíclicas que abren el espacio a un


progresivo reconocimiento y asimilación personal de la energía transpersonal.
Existen, entonces, tres polarizaciones transpersonales: uraniana, neptuniana y
plutoniana.
¿En qué consiste la polarización uraniana? Una presencia destacada de Urano en
un mapa natal indica que la carga de energía transpersonal que se habrá de tolerar se
asocia con el imprevisto, la discontinuidad, lo creativo, lo libre… y la locura.

POLARIZACIÓN CUALIDAD POLARIZACIÓN


DIRECTA INVERSA
Diferenciación singular Libertad Seguridad material
sin seguridad material sin diferenciación singular
Creatividad
Creatividad sin estabilidad Estabilidad sin creatividad
Originalidad
Libertad sin contención Contención emocional sin
emocional Autenticidad libertad
Mutación

Arquetipos Discontinuidad Arquetipos


Rebelde No convencionalidad Obediente
Revolucionario Descentramiento Conservador
Transgresor Impermanencia Cumplidor
Excéntrico Cambio Centrado
Marginal No referencia Establecido
Exiliado Incertidumbre Familiar
Ilegal Imprevisibilidad Legal
Loco Vacío de forma Sensato
236 Alejandro Lodi

Resulta evidente que lo que queda en desequilibrio son las funciones planetarias
vinculadas a la seguridad y la forma, la estabilidad y la previsión (Luna-Saturno). Así,
en el caso de la energía uraniana, la polarización de la conciencia se da entre un ex-
tremo que proclama máxima libertad y creatividad y otro que propicia el resguardo,
el orden y la subordinación a la ley. Es decir, un polo de identificación extrema con
la energía uraniana (directo) y otro reactivo a ella (inverso). Por un lado, el rebelde
transgresor, el creativo genial y excéntrico; por el otro, el formal, el sobreadaptado,
el rígido superyoico. Ambos, por cierto, potenciándose mutuamente en un juego
especular.
Es la polarización entre libertad creativa y seguridad emocional.
En el caso de la polarización neptuniana, la carga transpersonal asociada con una
masiva presencia de energía neptuniana se vincula con la máxima laxitud, con la
máxima capacidad de respuesta sensible, con el silencio, con la más sutil resonan-
cia, con la extrema sensibilidad que desborda toda forma. La tensión y el desequili-
brio se produce por la polarización entre las funciones planetarias de la sensibilidad
(Luna), contemplación (Venus) y expansión trascendente (Júpiter) y las funciones
de la estructura (Saturno), la acción (Marte) y el discernimiento mental (Mercurio).
El juego polarizado queda constituido entre un extremo que percibe el mundo
de la realidad concreta y material como una pesadilla a la cual el alma está condena-
da, como una ilusión que vela la auténtica realidad espiritual, propiciando entonces
la necesidad de resonar con lo sutil, onírico y sagrado, y otro extremo para el cual
el único mundo real es el de la estricta forma racional y material, traduciéndose la
sensibilidad como amenaza de disolución o evasión de compromiso con la realidad.
Así, el profundo anhelo de redención, de liberarse de la “cárcel de la materia” para
poder acceder a un estado paradisíaco, confronta con otro polo que se repliega en la
forma más rígida, eficaz y práctica, tratando de explicarlo todo.
Es la polarización entre sensibilidad universal y discriminación racional.
Finalmente, en el caso de la polarización plutoniana, el exceso de energía transper-
sonal está asociado, básicamente, al poder, la intensidad emocional, la fuerza trans-
formadora y regeneradora, el misterio de la muerte y la pulsión sexual. Las funciones
planetarias personales que privilegian lo ejecutivo por sobre lo sensible y que sirven
de eficaces vehículos para concentrar máxima intensidad y poder (Marte, Saturno y
Mercurio) entran en polarización con las funciones planetarias personales que ex-
Astrología, conciencia y destino 237

POLARIZACIÓN CUALIDAD POLARIZACIÓN


DIRECTA INVERSA
Universalidad
Totalidad Sensibilidad Diferenciación
sin diferenciación fragmentaria
Amor
fragmentaria sin totalidad
Empatía
Resonancia
Sensibilidad Discriminación
sin discriminación Percepción sin sensibilidad
Vibración
Sentimiento Entrega Razón
sin razón Silencio sin sentimiento

Distensión
Arquetipos Relajación Arquetipos
Místico Misterio Científico
Confuso Disolución Ejecutivo
Caótico Porosidad Ordenado
Blando, laxo Permeabilidad Rígido, tenso
Soñador Omnifocal Realista
Artista Símbolo, metáfora, ritual Intelectual
Chivo expiatorio Compasión Inquisidor
Salvador Piedad Acusador
Pacifista Belicista
238 Alejandro Lodi

presan sensibilidad, receptividad y confianza (Luna, Venus y Júpiter). De este modo,


se constituye un polo que tiende al poder absoluto y a la omnipotencia (directo), y
otro que, por expresar sensibilidad absoluta, queda condicionado por la ausencia de
poder y la impotencia (inverso).
Es la polarización entre potencia absoluta y sensibilidad absoluta.

POLARIZACIÓN POLARIZACIÓN
CUALIDAD
DIRECTA INVERSA

Pulsión vital
Potencia sin sensibilidad Sensibilidad sin potencia
Profundidad sensible
Vida-muerte
Arquetipos Arquetipos
Generación-destrucción
Omnipotente Impotente
Concentración liberadora
Poderoso Vulnerable
Potencia
Victimario Víctima
Intensidad
“Soy todo”-“Puedo todo” “Soy nada”-“Puedo nada”
Transformación
Culto a la voluntad Ausencia de voluntad
Pérdida-liberación
Poder concentrado Falta de poder
Curación
Triunfador Perdedor
Sexualidad
Ausencia de culpa Remordimiento y culpa

Finalmente, estos son los diferentes indicadores que permiten suponer una pre-
sencia masiva de energía transpersonal en una carta natal:
• Planeta/s transpersonal/es en aspecto de tensión al Sol.
• Planeta/s transpersonal/es en aspecto de tensión al regente del Ascendente.
• Planeta/s transpersonal/es en posiciones angulares (en Ascendente y Medio
Cielo y, en menor medida, en casa IV y casa VII).
Astrología, conciencia y destino 239

• Planeta/s transpersonal/es en casa XII.


• Ascendente en Acuario, Piscis o Escorpio.
• Sol en Acuario, Piscis o Escorpio.

El caso de Charles Chaplin


Hacia fines del siglo XIX, en un suburbio londinense de progresiva marginali-
dad, nace Charles Chaplin. Hijo de un matrimonio –ya quebrado– de artistas en
decadencia, con un hermano mayor –secretamente, solo hermano por parte de
su madre– que fue nexo con un mundo exterior severamente hostil, el pequeño
Charles inicia un fabuloso viaje, tan extenso como rico en intensidades.
Chaplin emerge del agobiante clima de postergación y exclusión de su niñez
desde su creatividad y, por cierto, su voluntad por enfrentar riesgos. Y no solo es
un recurso para abrirse camino en la vida, sino para dar contenido a su obra. El
núcleo de su expresión artística, antes que estético o ideológico, es visceral: es re-
dimirse a sí mismo a través de su personaje. Despertar en millones de personas el
sentimiento de compasión por Carlitos –a menudo apelando a excesos dramáti-
cos (por lo cual fue criticado con dureza)– representaba la posibilidad de acercar
su propio drama personal a la comprensión del resto de la humanidad. De hecho,
los argumentos vividos por su personaje fueron en muchos casos casi literalmente
autobiográficos.
Su obra artística trascendió universalmente como pocas lo han hecho. Su per-
sonaje emblemático impactó en la conciencia colectiva con tanta profundidad que
hoy Carlitos puede ser considerado genuino icono de nuestra cultura. Es muy pro-
bable que en algún instante de cada día de nuestra vida experimentemos la visión
de su nombre o de la imagen de su personaje, o incluso apelemos a definir alguna
situación cotidiana (equívoca o de tierna frustración) como chaplinesca.
El mimetismo de Chaplin con Carlitos, del artista con su personaje, no permite
distinguir a uno cuando hablamos del otro. Y quizás podamos arriesgar una hipó-
tesis: mucho de lo que Chaplin no se animó a contarnos sobre sí (o a vivir de sí)
aparece narrado como vivencias del propio Carlitos. En cuanto personaje de ficción,
Carlitos y sus vicisitudes traman un destino arquetípico que materializa la dimen-
sión transpersonal de su creador.
240 Alejandro Lodi

Carta natal de Charles Chaplin.


Astrología, conciencia y destino 241

De acuerdo con los criterios técnicos para adjudicar masiva presencia transper-
sonal en una carta natal, en la de Charles Chaplin encontramos énfasis suficiente
como para suponer la existencia de las tres polarizaciones.
Es posible otorgar polarización uraniana a partir de los siguientes indicadores:
• Urano en oposición al Sol.
• Urano en casa XII.

Más allá de lo técnico, en la historia de vida de Charles Chaplin registramos he-


chos que evidencian la manifestación uraniana: su permanente sensación de margi-
nalidad, de no pertenencia, su explícito rechazo a la identidad nacional, la creación
súbita, no premeditada, de un personaje que encarna un nivel mítico de lo uraniano
(el excluido del sistema) y la apelación natural al humor desde el recurso del absurdo
(lo cual lo acerca mucho al arquetipo del bufón: alguien que, por recurrir a ese estilo,
es tolerado en su crítica al sistema).
Sin embargo, de acuerdo con nuestra hipótesis, es en Carlitos donde se trans-
parenta la polarización uraniana. El personaje muestra características típicas de la
conducta y el destino de aquello que hemos definido como uraniano inverso: no es
un mendigo ni un delincuente, sino que tiene modales de caballero, es educado, res-
petuoso, pretende vestirse con elegancia, no conspira contra los valores sociales sino
que intenta adaptarse a ellos, pero, no obstante, está fatalmente excluido del sistema.
Es esa la paradoja de la polarización: pretende pertenecer, pero está marginado. Car-
litos no se da cuenta de esto y en esta situación están basados muchos de sus gags: la
aspiración a un reconocimiento que es visiblemente imposible.
En coherencia con su condición de Urano en casa XII, el comportamiento y
las peripecias de Carlitos como uraniano inverso resuenan profundamente en el
inconsciente colectivo de su época, ya que aluden –por cierto, con un alto grado
de espontaneidad– a un momento particular del desarrollo social en Occidente.
Muestra la sombra de la sociedad capitalista de principios de siglo XX, la contra-
dicción no reconocida del sistema: los que no tienen chance de ser incluidos. El
enunciado “progreso indefinido” del positivismo de fines del siglo XIX, la “igual-
dad de oportunidades”, queda descubierto en su contradicción con las desventu-
ras de Carlitos y, de hecho, con muchas de las complicaciones de la vida pública
de Chaplin. Carlitos impacta colectivamente desde una imagen humana, como al-
242 Alejandro Lodi

guien que padece el mismo “callejón sin salida” que muchos otros, y es reconocido
universalmente.
Por su parte, la existencia de la polaridad neptuniana está corroborada por los si-
guientes indicadores astrológicos:
• Neptuno en aspecto conjunción al regente del Ascendente (Plutón).
• Neptuno en casa VII.

Este punto tiene mucho que ver con la ya mencionada característica autobiográ-
fica de su obra. Chaplin resuena en el inconsciente colectivo desde su propia viven-
cia, tanto como su propia vivencia se involucra con el drama colectivo. Esto alimenta
el anhelo paradisíaco, el deseo de alcanzar un estado de amor universal definitivo, de
armónica comprensión entre todos los seres humanos. De tales aspiraciones, Carli-
tos es símbolo.
Por otro lado, su mundo es el del silencio, el de la ausencia de la palabra. Chaplin
impacta en el cine, pero, más definidamente, en el mundo de la imagen sin palabra.
La contundencia de lo que su personaje transmite no reside en un contenido verba-
lizado, sino en la empatía con el testimonio de su imagen y la resonancia honda que
provoca. De hecho, el arribo del cine sonoro es subestimado por Chaplin y durante
una década insistirá, contra todo consejo comercial, en la realización de películas
mudas. Finalmente, con El gran dictador40 incorpora la palabra a su lenguaje cinema-
tográfico, pero esto representa, sincrónicamente, la decisión del retiro definitivo de
Carlitos.
Finalmente, la presencia de polarización plutoniana aparece en el siguiente indi-
cador:
• Ascendente en Escorpio.

Los escenarios plutonianos en la vida de Chaplin surgen desde su nacimiento.


Una familia desmembrada, la tragedia de una madre amorosa pero con severos tras-
tornos psíquicos, la temprana internación en un orfanato, la lucha por la subsisten-
cia en soledad y la sensación de ser víctima de duras y objetivas circunstancias. Más
adelante, el rápido acceso a la riqueza material, los diversos juicios con la industria
40 The Great Dictator, EE. UU., 1940; dir.: Charles Chaplin.
Astrología, conciencia y destino 243

de Hollywood ante demandas de incumplimiento de contratos, un compromiso po-


lítico que lo lleva a desafiar al poder, y una vida sexual no exenta de escándalos y de
serias acusaciones de abusos y perversión.
Toda esta sensibilidad a la energía plutoniana y el juego de la polarización apare-
cen aún más claramente reflejados en su personaje. Recurrentemente, Carlitos apa-
rece encarnando el polo plutoniano inverso (impotencia), con fugaces momentos
(en su mayoría fantásticos, ilusorios) de oscilación directa (omnipotencia).
Es ese juego omnipotencia-impotencia, característico de la polarización plu-
toniana, el que aparece con gran nitidez en El gran dictador. En esa película, Hitler
(Hynkel) y Chaplin (Carlitos) aparecen confundidos como un solo individuo.
Hynkel-Hitler encarna su polarización plutoniana directa (omnipotencia e insensibi-
lidad) y Carlitos-Chaplin encarna la polarización plutoniana inversa (sensibilidad e
impotencia). La resolución de esta trama se da en una conversión de polos: Carlitos
se aprovecha de la confusión y, encarnando a Hynkel-Hitler, usa su poder para enviar
un mensaje fraternal al mundo, un discurso cargado de idealismo que describe un
verdadero “paraíso en la Tierra”, pero en el que también convoca a los soldados a lu-
char unidos por la libertad en contra de “las bestias que nos esclavizan” y proclama:
“Ustedes, el pueblo, tienen el poder…”, con tal vehemencia y contundencia que por
momentos ya no podemos distinguir a Hynkel-Hitler de Carlitos-Chaplin.
Chaplin trabaja sobre la idea del film antes de ser declarada la Segunda Guerra
Mundial, cuando aún los líderes políticos occidentales intentaban negociar con el
jefe de gobierno alemán y, sobre todo, no provocarlo. Por cierto, dejar en ridículo a
Hitler en su momento de máximo apogeo o incluso llevar su crítica casi a una dispu-
ta personal revela con elocuencia la dimensión de su propia polarización plutoniana.
No es posible imaginar que alguien enfrentara públicamente a Hitler en aquellas
circunstancias sin sentirse portador de un poder equivalente. De hecho, un análi-
sis de sinastría entre las cartas de uno y otro nos mostraría significativas afinidades
y, por cierto, cruciales diferencias. Recordemos que Hitler nace apenas cuatro días
después que Chaplin.
244 Alejandro Lodi

Carta natal de Adolf Hitler.


Astrología, conciencia y destino 245

El Ascendente, la resistencia de la memoria


y el don del pasado

En una carta natal el Ascendente es símbolo de lo que emerge en nuestra vida.


Su signo representa la cualidad que nace a nuestra conciencia, que se anuncia y da
a conocer a lo largo de nuestra existencia. La energía del signo del Ascendente es
una compañera de viaje que siempre estará presente, estimulándonos a revelar una
naturaleza profunda y desconocida de nosotros mismos. El Ascendente es un apren-
dizaje permanente que la conciencia desarrolla durante toda la vida.
Ya hemos visto cómo nuestras primeras identificaciones personales se organizan
alrededor de la Luna y del Sol: la seguridad del pasado, la protección de la histo-
ria familiar, el afecto garantizado en la mirada de los padres (contención lunar), y la
búsqueda de la individualidad, de una imagen personal confirmada por los demás y
exitosa en el mundo (expresión solar). Pero, en algún momento de su viaje, la con-
ciencia comienza a percibir la insuficiencia de esas identificaciones y a reconocerse
en una cualidad que hasta ahora había experimentado externa y ajena a sí misma. De
esa cualidad participa la energía del Ascendente.
El aprendizaje del Ascendente encuentra resistencia. Al sentir que su energía
proviene del medio ambiente, la conciencia la vive, en principio, como una amenaza
exterior a la propia identidad personal y a la realización de sus objetivos. Esto es fruto
de la cualidad transpersonal del Ascendente: convoca a una experiencia que no con-
firma el mundo de seguridades de la personalidad ni reproduce la autoimagen que
hemos construido de nosotros mismos.
Asociado a la dimensión transpersonal de la carta natal, el Ascendente simboliza
un desafío de expansión de la conciencia. Es un llamado del alma y, por lo tanto, acti-
va las alarmas del yo. Ciertos indicadores de nuestro mandala ejercen una inercia de
la forma personal conocida que, en principio, compromete el reconocimiento fluido
de la energía del Ascendente. Se trata de las casas de Agua: IV, VIII y XII. Decimos, en-
tonces, que el aprendizaje del Ascendente debe disolver la polarización con la matriz
de Agua. La oportunidad de reconocer lo creativo depende del desprendimiento de
los condicionamientos de la memoria.
La lógica polar del Ascendente y las casas de Agua pone de manifiesto que la
posibilidad de emergencia de lo nuevo (Ascendente) es proporcional al desalojo de
246 Alejandro Lodi

El Ascendente y los condicionamientos de la memoria.

los hábitos de seguridad (casa IV), a la muerte y transformación del apego a la forma
conocida (casa VIII) y del agotamiento de la experiencia del pasado (casa XII).
Desde esta perspectiva, el Ascendente se presenta como destino y la matriz de ca-
sas de Agua como los condicionamientos emocionales de la imagen personal que inten-
ta preservarse. El destino trae un desafío de creatividad a nuestra existencia, mientras
que los condicionamientos emocionales de nuestra identidad encarnan el natural
anhelo de permanencia y reproducción de las estructuras en las que nos sentimos
seguros y reconocidos.
En verdad, el Ascendente y la matriz de Agua son una polaridad, antes que una
polarización. No hay conflicto, sino una lógica de polos en circulación. Aquí tam-
bién se corrobora que la tensión excluyente de la polarización es una distorsión pa-
tológica de la dinámica de polaridad.
En la medida en que prevalece la dinámica de polaridad por sobre la polarización,
la matriz de Agua se expresa como dones que, lejos de resistirse al aprendizaje crea-
tivo del Ascendente, lo habilitan. La casa IV se vive como una íntima seguridad, un
Astrología, conciencia y destino 247

atributo orgánicamente asimilado desde los ancestros, que sirve de base para confiar
en la salida hacia lo nuevo. La casa VIII, como la cualidad para sostener la intensidad
de la constante transformación de los miedos, que permite confiar en la aventura
hacia lo desconocido. La casa XII, como la profunda sensibilidad para transparentar
y discernir las vivas imágenes del inconsciente colectivo, propiciar la consumación
de una experiencia y el agotamiento de sus fantasías y encantamientos.
Más allá de cuál sea el signo del Ascendente, es posible percibir una misma ma-
triz de circulación, una misma dinámica de polaridad, en la que Ascendente, casa IV,
casa VIII y casa XII cobran un simbolismo específico:
• El Ascendente representa el aprendizaje de lo nuevo y creativo que se manifiesta
en nuestra vida. Una cualidad de destino persistente. Un tipo de energía que
recurrentemente se manifiesta en hechos contundentes que marcan hitos en
la historia personal. Una propuesta de la vida que se repite con insistencia,
que genera crisis y traumas, hasta que la conciencia comienza a aceptarla y
a reconocer una profunda identidad con ella. Una novedad oportuna que
emerge en nuestra existencia. La progresiva revelación del rasgo singular de
nuestra vida. La fuerza del aporte creativo de nuestro mandala natal. La trans-
parencia de una traza central del viaje la conciencia. Un sentido y dirección
vital que expresa los propósitos de una dimensión más profunda de la vida
que nos anima. La conciencia descubriendo intenciones del alma.
• La casa IV simboliza el espacio seguro que será necesario abandonar para favorecer
el ingreso de la energía del Ascendente. La seguridad del origen. El mundo cono-
cido que habitamos. La fidelidad al pasado. La fuente que nos dio la vida. El
compromiso con los ancestros. La historia familiar que nos modela. La mira-
da que garantiza nuestra supervivencia. El hogar donde recibimos cuidado,
afecto y protección. La casa de los padres.
• La casa VIII expresa los apegos que deben ser transformados y las formas que deben
morir para alumbrar la cualidad del Ascendente. Los complejos emocionales.
Los traumas de la historia personal. Los conflictos en los que hacemos iden-
tidad. El vínculo con la muerte y el dolor. Los juegos de poder en nuestras
relaciones. La intensidad de la voluntad personal y el anhelo de control. La
tensión entre la propia libertad y la de los demás. La capacidad de transfor-
marnos y de curar.
248 Alejandro Lodi

El Ascendente lo los dones de la memoria.

• La casa XII indica el agotamiento y extinción del pasado, la disolución de encan-


tos y hechizos inconscientes que condicionan la emergencia de la creatividad del
Ascendente. Nuestra identificación con arquetipos del inconsciente colectivo.
La sensibilidad a las experiencias de la humanidad. La reproducción de con-
ductas atávicas. La sensación de ser prisioneros de un karma. La fascinación
por determinadas creencias, ideas o valores. La sujeción a encantamientos
míticos. El talento para operar en el psiquismo profundo. La percepción de la
trama sutil que configura las fantasías del mundo.

Finalmente, presentamos algunas claves del aprendizaje de destino de cada As-


cendente, y de la resistencia de la memoria y de los dones del pasado que operan en
ellos.
Astrología, conciencia y destino 249

Ascendente en ARIES

Aprendizaje de destino:
La fuerza del propio deseo, autonomía y determinación personal, audacia
y capacidad de lucha, el impulso para abrirse paso en la vida.

Casa IV en CÁNCER Casa VIII en ESCORPIO Casa XII en PISCIS

Refugio: Apego: Hechizo:


Ser protegido, nutrido y El control emocional y la La disolución en la totalidad
definido por el clan familiar. fusión con los demás. sin aportar fuerza individual.

Don: Don: Don:


Seguridad afectiva para Intensidad emocional para Extinción de ilusiones que
lanzarse a la vida. sostener el deseo. habilita claridad de acción.

Ascendente en TAURO

Aprendizaje de destino:
El contacto con la materia, el goce del cuerpo, la capacidad de generar recursos
y de acompañar el tiempo orgánico de los procesos naturales.

Casa IV en LEO Casa VIII en SAGITARIO Casa XII en ARIES

Refugio: Apego: Hechizo:


La propia voluntad y la El idealismo acerca de la La lucha por la satisfacción
importancia personal. realidad material y las pasiones inmediata del propio deseo.
humanas.
Don: Don:
Seguridad en uno mismo para Don: Disolución de excitaciones
disfrutar lo material sin apego. Transformación de creencias y que abre un deseo orgánico.
aceptación de lo natural.
250 Alejandro Lodi

Ascendente en GÉMINIS

Aprendizaje de destino:
Vincularse con los demás, intercambiar y jugar con las variables, desarrollar la
comunicación, preguntarse y aprender, establecer relaciones de fraternidad.

Casa IV en VIRGO Casa VIII en Casa XII en TAURO


CAPRICORNIO
Refugio: Hechizo:
El orden racional estricto y el Apego: La permanencia en posiciones
análisis mental crítico. Los modelos rígidos acerca de fijas sin que nada cambie.
la circulación de la vitalidad.
Don: Don:
Criterio funcional seguro que Don: Agotar la acumulación y
permite jugar variables. Transformar mandatos para estimular la curiosidad.
abrir exploraciones.

Ascendente en CÁNCER

Aprendizaje de destino:
La sensibilidad afectiva, la capacidad de proteger, nutrir y cuidar, el contacto
con la emoción y la ternura, la gestación de hogar y de vida familiar.

Casa IV en LIBRA Casa VIII en ACUARIO Casa XII en GÉMINIS

Refugio: Apego: Hechizo:


La búsqueda de vínculos Quedar al margen para evitar La constante apertura de
armónicos ideales. el contacto emocional. variables y la liviandad.

Don: Don: Don:


Segura armonía y equilibrio Transformación de libertades Disolución de lo superficial
para conectar con la emoción. en creatividad del afecto. para profundizar lo humano.
Astrología, conciencia y destino 251

Ascendente en LEO

Aprendizaje de destino:
La expresión del propio ser, ocupar el centro de la propia vida, exponer
la identidad individual al mundo y contagiar de fuerza vital a otros.

Casa IV en ESCORPIO Casa VIII en PISCIS Casa XII en CÁNCER

Refugio: Apego: Hechizo:


Mantenerse fusionado con la Sentimiento de pertenencia La fidelidad al pasado y ser
potencia de otros. indiscriminada al universo. definido por el clan familiar.

Don: Don: Don:


Base de potencia para exponer Transformar la sensibilidad Agotar la dependencia para
la propia individualidad. sutil abre la autenticidad que emerja el propio ser.
del ser.

Ascendente en VIRGO

Aprendizaje de destino:
El orden natural y su funcionalidad, la lógica sistémica, la proporción adecuada y
la ubicación eficiente, la salud como reguladora de procesos vitales.

Casa IV en SAGITARIO Casa VIII en ARIES Casa XII en LEO

Refugio: Apego: Hechizo:


La expansión y abundancia El propio deseo y la voluntad La importancia personal y ser
ilimitada. conquistadora. el centro de la realidad.

Don: Don: Don:


Confianza de base para Transformar la fuerza Extinguir anhelos del ego para
explorar la medida funcional. instintiva en impulso que brote el servicio.
operativo.
252 Alejandro Lodi

Ascendente en LIBRA

Aprendizaje de destino:
El encuentro con el otro, el amor complementario, la armonía de los opuestos,
la conciliación y la estética, la apreciación de lo bello y lo justo.

Casa IV en CAPRICORNIO Casa VIII en TAURO Casa XII en VIRGO

Refugio: Apego: Hechizo:


La soledad y la autosuficiencia La posesividad y el disfrute La crítica comparativa y de los
esforzada. sensual exclusivo. criterios fijos de corrección.

Don: Don: Don:


Base de autosostén emocional Transformar el bien personal Agotar la mente impecable
para vínculos sin dependencia. en bien compartido. para abrirse al riesgo vincular.

Ascendente en ESCORPIO
Aprendizaje de destino:
La intensidad emocional, la potencia regeneradora, la muerte y el dolor, la curación y la
transmutación, la sexualidad y el conflicto vincular, la transformación personal.

Casa IV en ACUARIO Casa VIII en GÉMINIS Casa XII en LIBRA

Refugio: Apego: Hechizo:


La desconexión emocional Los juegos de la mente y la El ideal de equilibrio
y la fuga de lo intenso. liviandad de las palabras. armónico que excluye el
conflicto.
Don: Don:
Libertad creativa de base para Transformar la mente como Don:
comprometerse con la fusión. puente hacia lo profundo. Agotar acuerdos para
ahondar en el conflicto.
Astrología, conciencia y destino 253

Ascendente en SAGITARIO

Aprendizaje de destino:
La expansión integradora, la trascendencia del conflicto, la comprensión incluyente,
la aventura del conocimiento, la apertura espiritual, la alegría y confianza en la vida.

Casa IV en PISCIS Casa VIII en CÁNCER Casa XII en ESCORPIO

Refugio: Apego: Hechizo:


Las fantasías mágicas de El celo gregario y la simbiosis El conflicto con el otro y la
pertenencia universal. con el clan de origen. identificación con el dolor.

Don: Don: Don:


Base en la resonancia humana Transformar pertenencias Disolución de lo temido para
para buscar integración. locales en pos de lo global. que brote la confianza.

Ascendente en CAPRICORNIO

Aprendizaje de destino:
La propia autoridad y responsabilidad, el compromiso de realización personal,
el desarrollo de una estructura sólida en el mundo, el reconocimiento social.

Casa IV en ARIES Casa VIII en LEO Casa XII en SAGITARIO

Refugio: Apego: Hechizo:


Los caprichos subjetivos La imagen personal y la El idealismo religioso y
del propio deseo. necesidad de confirmación. de las verdades dogmáticas.

Don: Don: Don:


Base segura de coraje para Transformar la autoimagen en Extinguir aspiraciones
desarrollar responsabilidad. expresión firme en el mundo. ideales y madurar.
254 Alejandro Lodi

Ascendente en ACUARIO

Aprendizaje de destino:
La libertad y la creatividad, la imprevisibilidad y la incertidumbre, el cambio constante,
la apertura a lo innovador y vanguardista, la fidelidad al futuro.

Casa IV en TAURO Casa VIII en VIRGO Casa XII en


CAPRICORNIO
Refugio: Apego:
La seguridad material y la La necesidad de todo encaje Hechizo:
conservación de las formas. en un sistema lógico y cerrado. Subordinarse a modelos
perfectos e infalibles.
Don: Don:
Base orgánica y material para Transformar la funcionalidad Don:
desplegar creatividad. para ajustarla al cambio. Agotar estructuras para
liberar autenticidad.

Ascendente en PISCIS

Aprendizaje de destino:
La sensibilidad al misterio, el amor universal, la percepción más allá de las formas,
lo mítico y lo simbólico, la trama psíquica de la realidad, lo sagrado y lo onírico.

Casa IV en GÉMINIS Casa VIII en LIBRA Casa XII en ACUARIO

Refugio: Apego: Hechizo:


Las palabras y las explicaciones La percepción de una La diferenciación libertaria y
racionales. realidad dividida en polos. las utopías acerca del futuro.

Don: Don: Don:


Base de racionalidad para Transformar armonías Agotar interconexiones para
abordar el misterio. polares en registros de revelar totalidades.
unidad.
Astrología, conciencia y destino 255

El caso de Nelson Mandela


La historia de Nelson Mandela es una metáfora del viaje del Ascendente en Sagi-
tario y de la resistencia de su matriz de Agua.
La revelación de la cualidad sagitariana a lo largo de la vida supone atravesar la
memoria de Cáncer, Escorpio y Piscis. Reconocer y asumir un destino de integración
de opuestos, de confianza en lo que es diferente de mí y de expansión de conciencia
más allá de las creencias en las que he hecho hábito (Ascendente en Sagitario), impli-
ca abandonar la idealización del mundo de pertenencia de origen (casa IV en Piscis),
transformar la fusión absoluta con el clan familiar, nacional o racial (casa VIII en Cán-
cer) y disolver el encanto por el conflicto y la exclusión del otro (casa XII en Escorpio).
En el caso de Mandela, la inercia resistente al aprendizaje sagitariano se refuerza:
una herida siempre abierta ligada a la memoria de los ancestros (Quirón en casa IV),
una identificación con el dolor de la historia familiar (Sol en Cáncer en casa VIII) y
una fascinación por la entrega en sacrificio al arquetipo de la Gran Madre (Luna en
Escorpio en casa XII). El condicionamiento clánico es mayúsculo. La experiencia
del amor queda reducida a los de la propia condición. La vivencia del odio y des-
precio al diferente (y por ser diferente) es contundente y natural. La pertenencia es
exclusión y es miedo. El otro es peligroso. La diferencia es una amenaza. El amor
a los propios es directamente proporcional al odio a los ajenos. El afecto gregario
prevalece sobre la compasión universal.
Sagitario en el Ascendente promete un destino de expansión más allá de los ta-
búes, los prejuicios y los rencores. Un aventura de comprensión inclusiva de las di-
ferencias. La apertura de confianza y de amar al otro. Y no a cualquier otro, sino al
enemigo: aquel que hasta ahora representó una amenaza o incluso ejecutó acciones
de las que uno ha sido víctima. Sagitario es la conciencia de que los enemigos están
unidos por un lazo, de que los opuestos polares cruzados por el conflicto irrecon-
ciliable comparten una misma raíz y que solo en el mutuo reconocimiento, en la
aceptación del vínculo, puede desvanecerse la pesadilla del dolor y el resentimiento.
Sagitario es una cosmovisión expandida que permite incluir lo que antes se necesi-
taba excluir, una vivencia de jubilosa fe en el porvenir que brota con la trascendencia
de los complejos del pasado.
Mandela nace en una comunidad africana de fuerte tradición llamada xhosa. Su
familia pertenece al linaje real del pueblo tembu. Su bisabuelo y su propio padre
256 Alejandro Lodi

Carta natal de Nelson Mandela.


Astrología, conciencia y destino 257

fueron jefes tribales. Su formación estuvo influenciada por una combinación de los
valores de la religión cristiana con los de la tradición africana, entre los que figura el
principio ubuntu: la empatía entre las personas que forman una comunidad, el ser
individual en función del comunitario, la percepción de que aquello que le ocurre a
un miembro del grupo les ocurre a todos.
En 1940, para evitar un matrimonio arreglado por familias de su tribu, se fuga a
Johannesburgo y comienza a frecuentar grupos políticos. Inicia su actividad por la
causa racial e ingresa en el Congreso Nacional Africano (CNA). También decide
estudiar abogacía. Su activismo se hace cada vez más intenso y comprometido, hasta
que en 1960 (a sus 42 años) funda el grupo La Lanza de la Nación, con el que adopta
la lucha política armada y pasa a la clandestinidad.
La vida de Mandela –y el desarrollo del viaje de su Ascendente– tiene un punto
crítico cuando es apresado por el régimen racista y condenado a cadena perpetua
con trabajos forzados en 1964. Las condiciones no podrían ser más duras. En la
prisión de la isla Robben, permanece aislado de los demás detenidos, confinado a
una celda mínima y húmeda, durmiendo sobre una esterilla en el suelo, con permiso
para recibir una visita y escribir una carta (sujeta a censura) cada seis meses. Perma-
nece en esa situación durante once años, en los que mueren su madre y uno de sus
hijos, sin recibir permiso para asistir a sus funerales. En mejores condiciones a partir
de 1975, su reclusión se prolongará hasta 1990. A los 72 años, Mandela es puesto en
libertad.
Todo parece organizarse para que la conciencia quede cristalizada en el resenti-
miento, el odio, la angustia y la desesperación. Cuesta imaginar cómo podría emer-
ger la gracia sagitariana luego de tanto sufrimiento, abuso y maltrato. Sin embargo,
precisamente la experiencia de la cárcel provoca el abandono, transformación y ago-
tamiento de la matriz de Agua, es decir, del encanto gregario, de la pesadilla de la
identidad clánica y del excitante odio por el enemigo. Con el mérito de no ser astró-
logo, el filósofo Tzvetan Todorov describe en un artículo:

[…] en las escasas horas libres que le deja el régimen penitenciario de trabajos forzados,
se consagra a una actividad sorprendente: empieza a aprender afrikaans y lee libros sobre
la historia y la cultura de la población blanca que habla esa lengua. Además, empieza a
comportarse con sus guardianes de una manera que contrasta con la de otros presos y, en
258 Alejandro Lodi

lugar de manifestarles su hostilidad y encerrarse en el rechazo a cualquier contacto con esos


representantes del odiado régimen, intenta comunicarse con ellos.
Con esos gestos pretende reconocer, no la humanidad de las víctimas, que nunca se ha puesto
en duda, sino la del enemigo, al que trata de comprender y ver como el enemigo se ve a sí
mismo. Mandela descubre que las actitudes arrogantes de los guardianes y sus jefes, más
que de su sentimiento de superioridad, proceden del miedo a perder sus privilegios y a sufrir
la venganza de los que han vivido oprimidos. Entonces declara: el afrikáner es tan africano
como sus prisioneros negros.41

En vísperas de su liberación, el primer ministro sudafricano, Pieter Botha, emble-


ma de la discriminación racial, invita a Mandela a negociar la irreversible transición
del régimen:

[…] Botha invita a Mandela a tomar el té en su casa. Su visitante contará más tarde que
lo que más le impresiona no son las palabras intercambiadas sino dos gestos minúsculos.
Botha le tiende la mano nada más verle, y luego es él mismo quien sirve el té. Mandela des-
cubre que no tiene ante sí a la encarnación del apartheid, sino a una persona. El trabajo en
colaboración y la conversación son actos políticos. Y Mandela decide no imponerse por la
fuerza, sino buscar una situación que sea aceptable para las dos partes. Resume su postu-
ra en dos puntos complementarios: otorgar los mismos derechos a todos (es decir, abolir el
apartheid) y no castigar de forma colectiva a la minoría blanca.42

Ya en el poder, Mandela asume la responsabilidad de reparar las hondas heridas


con el pasado que ha sufrido su comunidad y su raza a lo largo de tantos años. Crea
la Comisión para la Verdad y la Reconciliación, un organismo que se propuso llevar
adelante una justicia restaurativa antes que meramente punitiva. Fue presidida por
el arzobispo Desmond Tutu, bajo el lema: “Sin perdón no hay futuro, pero sin con-
fesión no puede haber perdón”. Además de hacer posible la unidad sudafricana en
convivencia de razas, permitió profundizar en los hechos del pasado, esclarecer la
verdad de los acontecimientos y reparar el dolor de las víctimas.

41 Todorov, Tzvetan. “El ejemplo de Mandela”. El País. Madrid. 18/1/2014.


42 Ídem.
Astrología, conciencia y destino 259

Bajo el principio de que “todos los miembros de la comunidad están vinculados”


y de que “el daño perpetrado sobre una persona es una herida en todos”, se realizaron
audiencias públicas en las que las víctimas de abusos durante los años de segrega-
ción racial narraron sus experiencias en presencia de sus victimarios. Estos podían
pedir el perdón, que solo los damnificados podían otorgar, a cambio de brindar toda
la información sobre los hechos que reconocían.
En este punto, Mandela despliega la inclusiva y comprensiva mirada sagitaria-
na y asume que la nación sudafricana es tanto negra como blanca y que no puede
haber excluidos ni abusos de unos sobre otros. Se basó en el don de la casa IV en
Piscis: la filosofía ubuntu de su comunidad de origen, según la cual cada individuo es
la comunidad, cada persona se hace humana a través del otro. Con la gracia de su pasado
ancestral, liberó la resistencia de la memoria y contribuyó a la apertura de un sentido
trascendente e integrador.

La dirección del eje nodal

El eje de los nodos de la Luna resulta relevante en una mirada transpersonal de


la carta natal. Su dirección indica destino. Desde una experiencia conocida y ya asi-
milada hacia otra desconocida y novedosa. El Nodo Sur sugiere una cualidad zo-
diacal combinada con un área de la vida (un signo y una casa) de la cual tenemos
una memoria que va más allá de nuestra historia personal. Nuestra existencia tiene
“incorporada” esa vivencia y en ella, de un modo inconsciente, nuestra personalidad
puede desarrollar hábito. Mientras la personalidad reacciona desde la comodidad de
lo que –sin que sepa por qué– le resulta natural, el alma necesita descubrir algo nue-
vo: la cualidad zodiacal y el área de vida del Nodo Norte. Y esa novedad no es mera
ocurrencia azarosa, sino una orgánica necesidad del proceso profundo del viaje de
la conciencia.
En verdad, el eje nodal indica una circulación oscilatoria, antes que un viaje lineal
desde un lugar remoto a otro proyectado en el futuro. Simboliza un flujo y reflu-
jo constante, desde una experiencia ya realizada hacia otra en realización. El Nodo
Norte indica una zona en donde la conciencia toma contacto con nueva energía
espiritual para absorberla y convertirla en revitalizada sustancia. Una energía solar
260 Alejandro Lodi

Los nodos de la Luna.

(en el sentido esotérico de la palabra) renovada y creativa que ingresa a la forma y se


incorpora, entonces, como energía lunar. El Nodo Sur es esa energía lunar que contie-
ne energía solar, esa energía hecha sustancia vital concreta, esa forma sustancial que
supo asimilar aquel nuevo pulso de vida trascendente.
En el Nodo Norte hay energía de futuro y en el Nodo Sur, energía de pasado. En el
Nodo Norte hay ingreso de energía y asimilación, y en el Nodo Sur hay sustancia
incorporada y eliminación. Dane Rudhyar, en su libro Astrología de la personalidad,
recurre a una metáfora muy apropiada e ilustrativa: el proceso completo de la ali-
mentación. Hace una analogía con el canal tubular del organismo humano, en el que
existe una zona de ingesta e incorporación (el Nodo Norte) y otra zona digestiva y
excretora (el Nodo Sur). El diafragma representa a la Tierra, es decir, la conciencia
que regula el ingreso de energía solar y su plasmación en sustancia lunar.43
En general, del Nodo Sur se habla en términos muy negativos. Se dice que “hay
que abandonarlo para ir al Nodo Norte”, que es “deuda kármica acumulada en el pa-
sado”, o se lo presenta casi como “una oscura fatalidad” que tiene en el Nodo Norte
a su “conjuro”. Pero, en realidad, esto es una distorsión de su significado. Es necesario
comprender el Nodo Sur en circulación con el Nodo Norte y apreciar su cualidad
como polo de un eje, antes que como un punto de la carta natal.
43 Rudhyar, Dane. Astrología de la personalidad. Buenos Aires: Kier. 1989, p. 274.
Astrología, conciencia y destino 261

El Nodo Sur remite a lo instintivo, a aquello que fue asimilado con naturalidad
y que no requiere empeño de la voluntad. Simboliza un don que ya fue incorpora-
do, un contenido vital ya metabolizado y que se expresa de un modo simple y llano.
El Nodo Sur es una zona de mínima complejidad y, por eso, de máxima comodi-
dad. En este sentido, el Nodo Sur tiene una cualidad lunar, pero que no remite a la
memoria ligada a la historia personal. La energía simbolizada por el Nodo Sur no
resulta cómoda y segura porque esté asociada con recuerdos de nuestras primeras
experiencias conscientes, sino porque es una inercia inconsciente que trae la propia
existencia, una memoria que opera en nuestra vida pero que no ha sido gestada en
nuestra historia personal. Es una “Luna” previa a la experiencia de nuestra madre. El
Nodo Sur es una memoria “de otra vida”, algo que nuestra conciencia ya sabe, de un
modo natural e instintivo, sin que requiera ninguna actualización o aprendizaje “en
esta vida”.
El Nodo Norte, por su parte, simboliza una cualidad (signo) y un área (casa) en
donde debemos integrar una energía desconocida, tan vitalmente creativa como
existencialmente incómoda. El Nodo Norte, por lo tanto, requiere esfuerzo cons-
ciente. Es el nuevo alimento que será incorporado, la nueva energía que será asimi-
lada. Ese don, original y nuevo, no se asume con naturalidad instintiva, sino que hay
que ir por él. Moviliza y convoca a la voluntad consciente, con la misma urgencia y
necesidad con la que debemos ir hacia el medio ambiente exterior en busca del or-
gánico alimento para nuestro cuerpo.
Y es aquí donde alrededor del Nodo Sur puede generarse una reacción tóxica. El
don vital ya asimilado expresado en el Nodo Sur se conforma como una zona de co-
modidad, un repliegue en contenidos que no implican esfuerzo, y desde allí la con-
ciencia se cierra y resiste a la integración de la renovada y creativa vitalidad del Nodo
Norte. Polarizado con el Nodo Norte, el Nodo Sur adquiere el carácter destructivo y
tóxico de aquello que se niega a circular, que se resiste a ser eliminado, que mantiene
apego a aquello de lo que es necesario desprenderse, que se cristaliza en una memo-
ria e impide agotar pasado. Tal como si, ante el trabajo y esfuerzo que requiere la pro-
visión de un nuevo alimento, pretendiéramos nutrirnos de la sustancia que ya nos ha
nutrido y que ahora necesita desecharse. El Nodo Sur resulta intoxicante solamente
cuando se convierte en ese refugio de pasado para la conciencia y desde allí se cierra
a cualquier dinámica creativa con las ofertas del destino. Es en este sentido en el que
262 Alejandro Lodi

Rudhyar refiere al Nodo Sur como “una realización célebre” (es decir, ya realizada),
mientras que el Nodo Norte representa “una realización a celebrar”.44
Los nodos invitan a una meditación más espiritual y energética acerca del curso
de nuestra vida. Psicológicamente, menos personal y más transpersonal. Simbolizan
la dinámica entre la voluntad del ego y la del destino, entre el propósito del yo y el de
la vida, entre la intención individual consciente y la del centro del mandala, la direc-
ción de la personalidad y la dirección del alma.
En la práctica, el análisis del eje nodal revela una síntesis de la carta natal, una
vez hecho un muy completo y profundo estudio de esta. El Nodo Sur es aquella co-
modidad en el mínimo esfuerzo, esa instalación existencial en un tipo de reacción
inconsciente e inercial, que es poco probable que la conciencia esté dispuesta a re-
conocer como tal. En este sentido, el Nodo Sur es parte de lo que denominamos
estadio de contención lunar. Pero lo fundamental es apreciarlo como constitutivo de
una dinámica de polaridad con el Nodo Norte, como uno de los dos tonos de ese eje
polar, el cual es una clave del estadio de revelación transpersonal.
Rudhyar también relaciona a los nodos lunares con la psicología de Jung y sugie-
re que la dirección del eje nodal habla del proceso de individuación: el despliegue de
conciencia que va “desde la persona al sí-mismo”. Para Jung, persona es aquella ima-
gen de nosotros mismos con la cual nos identificamos, imagen que es un fragmento
de la totalidad que somos y que resulta efectiva para interactuar con los demás, pero
que no contiene el centro más vital y esencial de lo que somos. Etimológicamente,
persona significa ‘máscara’. La identificación con esa imagen personal, aunque nos
genere conflicto vincular, resulta cómoda porque implica el logro de una forma de
mostrarnos al mundo práctica y funcional, con la cual obtenemos reconocimiento.
En principio, mientras resulta efectiva, no parece necesario ni conveniente abando-
nar la máscara. Pero el costo más severo es que debemos guardarle fidelidad. Cuan-
do la conciencia permanece replegada en la máscara personal, se bloquea la inte-
racción creativa y transformadora con el mundo de relaciones y con el destino, se
distorsiona la circulación vital y adquiere un carácter destructivo. La identificación
con la máscara termina generando sufrimiento psicológico. El propósito esencial del
sí-mismo pugna por revelarse y frustra, entonces, el deseo consciente de la persona-
lidad.
44 Ibíd., p. 275.
Astrología, conciencia y destino 263

Por eso, para detectar los nodos es interesante preguntarse cuál es la imagen de
uno mismo que resulta más cómoda y menos esforzada, cuánto permanecemos en
esa imagen para evitar el esfuerzo de desarrollar mayor expansión y compromiso
con la creatividad de la vida que la anima. En general, esa imagen comienza a ser
cuestionada a partir de la imposibilidad de sostenerla y ante la evidencia de que ya
no resulta efectiva en el mundo. Y esto va a estar asociado con el Nodo Sur.
El Nodo Norte, por su parte, representa un esfuerzo y, además, un riesgo: el de lo
nuevo y desconocido. Pero, fundamentalmente, es incorporación y asimilación, es
un don que recibimos del universo, un renovado y nutritivo aporte de la vida. Antes
que peligro, el Nodo Norte genera energía. Simboliza apertura a lo creativo, a lo vital.
Es testimonio de una abundancia del universo que nos permite confiar en salir de la
repetición que malogra nuestras potencialidades y en ir más allá del miedo.
Desde el Nodo Norte el encuentro es con la vitalidad sin forma, y desde el Nodo
Sur es con la forma sin vitalidad. Ninguno de los dos polos es en sí mismo un auténtico
cierre del circuito, sino que cada uno necesita al otro para reconocer su propia función.
Por eso, los nodos lunares son un eje oscilatorio, no puntos en conflicto excluyente.
En coherencia con su carácter transpersonal, el eje nodal simboliza un desafío de
expansión y de reconocimiento consciente en perpetua manifestación. Lo que indi-
ca su dirección, desde el Nodo Sur al Nodo Norte, no es un atributo fijo que pueda
ser incorporado en forma definitiva como constitutivo de la estructura de persona-
lidad. A lo largo de nuestra vida siempre será una línea reveladora de la fuerza del
destino, antes que un patrimonio de nuestra conformación psicológica. Una energía
que nos convoca con persistencia sin que podamos hacerla personal, porque siempre
está insinuando los inabarcables y estimulantes propósitos del alma.

El enigma de la casa XII

La casa XII representa un área de experiencia que simboliza el umbral entre dos
mundos: el de las formas personales y el de las experiencias sutiles. Es decir, la defini-
tiva disolución de la vivencia separativa de la realidad y la revelación de la experien-
cia de unidad. El yo personal –en cuanto sensación de identidad separada– muere
y el ser nace a la vibración de la totalidad, surge al contacto sensible con la unidad.
264 Alejandro Lodi

De acuerdo con esto, podemos interpretar la casa XII en tres niveles, que se co-
rresponden con diferentes grados de conciencia:
• El nivel personal.
• El nivel colectivo.
• El nivel transpersonal.

Si consideramos su profunda analogía con el mundo onírico, cada uno de estos


niveles puede corresponderse con uno de tres modos del soñar.
Para el nivel personal la casa XII tiene carácter de pesadilla, por cuanto representa
el área en donde se acumulan cargas psíquicas (vivencias de orden mental-emocio-
nal) no elaboradas por la conciencia, residuos del pasado personal histórico-familiar
(casa IV) o cristalizaciones emocionales con las que se creyó resolver los conflictos
vinculares de la madurez (casa VIII) que pueden manifestarse con cierto grado de
autonomía, tal como si se tratara de entidades o fuerzas invisibles (fantasmas) que
operan el destino de la persona más allá de su voluntad. Entendiéndola desde este
nivel, tradicionalmente la astrología asoció la casa XII con “enemigos ocultos, luga-
res de reclusión y de confinamiento”, es decir, una incomprensible atracción hacia
aquello que se teme, un área de desgracias y fatalidades, un estigma del destino o
un karma cargado de culpas arrastradas de otras vidas al cual solo cabía resignarse
penitente.
Esto puede ser efectivamente “real” para la conciencia identificada exclusivamen-
te con los deseos personales y refractaria a tomar contacto con otras manifestaciones
del propósito vital. La persona –la conciencia en el nivel personal– actúa aquí por re-
acción, condicionada por el terror, y puede intentar eludir o confinar esos fantasmas
tras un muro. Paradójicamente, el destino le hará descubrir que solo ha construido
su propio laberinto, atrapada por aquello mismo que intenta controlar y que siempre
amenaza con descontrolarse. De esa manera, el sentimiento de cautividad termina
imponiéndose, resultando evidente que representa el modo de experimentar la casa
XII más alejado de una auténtica comprensión.
Si tomamos el ejemplo de la Luna en casa XII, nos encontraremos con que esa
persona queda desbordada por la experiencia de relación con su madre o con todo
aquello que se relacione con la vivencia de la maternidad. Lo maternal se presenta en
su vida como un mundo que está más allá de su dominio personal, una dimensión de
Astrología, conciencia y destino 265

lo humano que se impone a su voluntad, un misterio insondable que promueve ata-


vismo y sufrimiento. Se trata de la vivencia de la Luna en casa XII en el nivel personal.
En un segundo nivel, el colectivo, la carga psíquica retenida encuentra un cauce a
través de lo arquetípico y mítico: la persona organiza esos contenidos inconscientes
de acuerdo con ciertas formas o modelos psíquicos que la humanidad viene desa-
rrollando a lo largo del tiempo. Esos patrones –que Jung describió como arquetipos
del inconsciente colectivo– canalizan y vuelven funcionales aquellas acumulaciones.
La resolución ya no es estrictamente personal, sino que se elabora dentro de pautas
colectivas, genéricas, más allá del individuo aislado. Retomando la semejanza con el
universo onírico, lo que antes se expresaba como pesadillas en la vivencia personal,
ahora se transforma en sueños míticos en los que se reproducen imágenes de haza-
ñas épicas en las que el yo se experimenta como un héroe que lucha por emerger de
los condicionamientos personales.
La dimensión arquetípica nos llega a través de las poderosas imágenes de los mi-
tos. La sustancia de la casa XII opera aquí desde una subyugante fascinación, atra-
yendo a la conciencia a sentirse identificada con una entidad arquetípica que se ofre-
ce como salida a la confusión personal. Lo antes percibido como fatal designio se
vive ahora como hado, como predestinación que asigna una misión en la vida. Iden-
tificada con ese mandato, inconscientemente configurada por ese patrón psíquico,
la conciencia cree haber descubierto “lo auténtico de su ser”, el sentido profundo de
aquello que antes era mera penalidad en su vida.
Ya resulta visible que la resolución arquetípica de la casa XII tiene un doble carác-
ter: de salida del temeroso laberinto personal, pero también de condicionamiento y
tope –los límites de la forma arquetípica– a una respuesta más plena.
La trampa de esta dimensión consiste en confundir la vitalidad del ser con la vi-
talidad del arquetipo encarnado. Identificarse con un arquetipo representa la obten-
ción de vitalidad, implica una vital sensación de ser alguien definido (luminoso u
oscuro, pero alguien definido al fin), muchas veces con cualidades “especiales”, que
imprime energía a la personalidad y la impulsa a desarrollar su destino, incluso con
logros, altos reconocimientos y honores. Sin embargo, la energía del ser circula allí
dentro de los límites del propio arquetipo, del propio condicionamiento humano
colectivo. La persona se refugia en esa sensación de trascendencia de lo personal y,
paradójicamente, reproduce lo personal, permite que sobreviva el arquetipo mismo
266 Alejandro Lodi

del yo y su hábito más regresivo: su sensación de importancia y separatividad, su


tendencia a cerrarse sobre sí y resistirse a toda apertura que permita sentirse incluido
en una totalidad omniabarcadora.
En el nivel arquetípico colectivo, la conciencia cree haber alcanzado un registro
de lo trascendente y haberse liberado de las ataduras del condicionamiento perso-
nal, pero, en verdad, se halla inconscientemente condicionada por entidades más su-
tiles (los arquetipos) que modelan su acción y respuesta al mundo. El ego personal
sobrevive, pero confundiendo ahora aquello que antes lo dominaba con atributos
de su ser. Sigue habiendo un muro –la matriz arquetípica colectiva– que separa a la
conciencia del contacto con el ser. Lo cautivante sigue siendo la sensación de ser yo.
Volviendo al ejemplo de la Luna en XII, en este segundo nivel la persona encuen-
tra un cauce para organizar el desborde que el contacto con la energía maternal le
provocaba. Aquella vivencia caótica se traduce ahora en la identificación personal
con algunas de las variantes del arquetipo de la Gran Madre. La vitalidad de la con-
ciencia se alinea positivamente (con sensación de sentido) de acuerdo con ese pa-
trón subyacente que la lleva a sentir que debe cuidar de toda vida, amparándola y
nutriéndola como lo hace la Madre Tierra.
Pero existe un tercer plano de manifestación de la cualidad de la casa XII. Y, en
este nivel, lo que antes era carga psíquica es percibido como vibración. La sustancia
de esta cualidad, que en el estadio personal asociábamos con pesadillas y en el arque-
típico colectivo con imágenes míticas, ahora se relaciona con sueños en los que se re-
velan diseños transpersonales. Ya no hay un yo perseguido por fantasmas, ni héroes
que protagonicen epopeyas en las que el bien luche contra el mal o la verdad contra
la mentira, sino presencias, imágenes sutiles y fugaces, impresiones, voces audibles
que revelan mensajes; en definitiva, experiencias oníricas en las que se manifiestan
ráfagas del espíritu o del ser.
Así, de la casa XII parece emerger una profunda sabiduría, viva y creativa, siem-
pre dinámica y en proceso de revelación. Aquella sensación de un destino oscuro,
ominoso, que genera sufrimiento para el yo, se diluye y da paso a la percepción de
un propósito trascendente que convoca al ser. Se despierta un sentido profundo de
vocación, más amplio y por completo distinto de aquello a lo que el yo se sentía con-
vocado. Antes que subyugada por el destino, la conciencia percibe la aspiración del
ser y se abre a su florecimiento.
Astrología, conciencia y destino 267

En este estado de conciencia, la casa XII se revela como un portal al numen (la
inspiración), que no podemos abrir desde la voluntad individual, sino quedando a
disposición para que opere por sí mismo. Lo numinoso alude al plano de vibración
que manifiesta lo divino en lo humano y su propósito trascendente; y, en este sen-
tido, pertenece al dominio de lo sagrado. La casa XII nos invita a descubrir esa pro-
fundidad, y en este nivel de comprensión alcanzamos a resignificar el sentido del
sacrificio.
En el estado de conciencia más ligado a lo personal, la casa XII nos impone “sa-
crificio” por cuanto parece asignarnos obligaciones, exige que “carguemos nuestra
cruz”, requiere nuestro esfuerzo para salvar culpas propias o remotas que debemos
asumir “porque así lo determina una voluntad superior”. Aquí el sacrificio aparece
ligado al sometimiento, a la obediencia a una autoridad divina, a un servicio enten-
dido como obligación o penalidad de la que debemos “hacernos cargo”.
Desde otro estado de conciencia, podemos interpretar el contenido de la casa
XII como una oportunidad (y no una condena) para el sacrificio, entendido ahora
como “sacro oficio”: sagrado hacer o labor sagrada. Es decir, accedemos a la revelación
de un orden más significativo que configura un nuevo modo de experimentar los
hechos de la vida ordinaria. El mundo cotidiano del yo adquiere un nuevo relieve, un
sentido diferente, a partir de esta conciencia de lo sagrado. Esto es así no por man-
dato divino ni por obediencia a una autoridad que impone aquello que debe ser,
sino porque mediante la actividad inteligente del ser la conciencia despertó a esa
vibración.
Aquello que, en un primer momento, experimentamos como hechos externos
dificultosos (en la dimensión fenomenológica) que atribuíamos a los “enemigos
ocultos” o veíamos como “castigos y desgracias”, y que, más adelante, en el mundo
del inconsciente colectivo y de las imágenes míticas (dimensión psicológica) se nos
aparecía como fantasmas o entidades arquetípicas capaces de atraer y poseer a la
personalidad, ahora se nos presenta como contacto con las formas sutiles (dimen-
sión de la vibración espiritual), con los valores universales, desde la espontánea cap-
tación de lo sublime.
Para la vivencia de la Luna en XII –siguiendo con nuestro ejemplo– es la oportu-
nidad de experimentar repentinamente la amorosa contención y nutrición vital del
universo, más allá de toda forma específica. La presencia de esta cualidad puede per-
268 Alejandro Lodi

cibirse en todas partes y de instante en instante. Y resulta súbita porque, proviniendo


de la totalidad, no puede ser retenida en fragmento alguno, se vuelve inaprensible
para el individuo particular.
Se evidencia así que vivimos la casa XII como fatalidad porque su contenido no
puede ser incluido en ninguna forma personal. Lo transpersonal rebasa la vivencia
del yo separado. Lo global no puede reducirse a lo fragmentario. El anhelo humano
de lograrlo siempre se traduce en sentimientos de desdicha y frustración.
El sacrifico de lo personal, aun desarrollando formas cada vez más sutiles o sin-
tiéndonos capaces de comprender experiencias que en el pasado nos resultaron
intolerables, nunca será satisfactorio para el yo. Opuesto a lo sagrado, lo profano es
lo ignorado. Y nos volvemos profanos cuando ignoramos la existencia de un orden
trascendente. Volviendo sagrado lo profano, estamos desistiendo conscientemente
del anhelo por una forma personal definitiva y quedamos receptivos a la revelación
de la fuente perpetua de aprendizaje.
En este sentido, la experiencia de casa XII es, al mismo tiempo, de totalidad y de
vacío. El estado de vacío de forma personal permite que la vibración energética li-
bere su expresión y circule ampliada, ya que toda forma personal es un modo de
hacer tolerable y controlar la manifestación de la energía, reteniéndola en un circuito
ajustado al propósito humano. Por eso, en la vivencia humana psicológica, el vacío
de forma promueve angustia y sensación de “no ser”. Sin embargo, liberada de todo
condicionamiento formal, vacía de forma, la energía circula orientada por la creativi-
dad del universo y el propósito de la totalidad.
Y esto nos plantea un profundo desafío. En cuanto humanos, una adecuada per-
cepción de la esencia de la casa XII debe ser capaz de sostener la simultaneidad de
los dos mundos: el de las experiencias vibratorias sutiles y universales, y el de las
formas concretas. Porque la casa XII abre a nuestra conciencia la evidencia de que
toda vivencia es –simultánea y sincrónicamente– humana y sagrada, personal y
transpersonal.
Ahora bien, si la casa XII representa un puente de contacto con lo trascendente
y resulta un espacio de resonancia con lo universal, en el análisis de una carta na-
tal tendremos que establecer diferencias, tonalidades específicas, cuando esta casa
se encuentra habitada por planetas y cuando no lo está. En el caso de una casa XII
deshabitada podemos considerar el signo de la cúspide y la situación de su planeta
Astrología, conciencia y destino 269

regente. El signo nos indicará bajo qué cualidad la vibración de este sector afecta a la
conciencia. Y es posible que el planeta regente, impregnado de esta esencia, otorgue
particular énfasis a la casa en donde se encuentre.
Pero, cuando hay un planeta dentro de la casa XII, la experiencia profunda con
respecto a su función, el aprendizaje y la captación de formas cada vez más sutiles de
su energía, parece mucho más atractiva, tanto como ineludible e imperativa. Se trata
–para la persona representada por esa carta– de una convocatoria contundente para
volver sagrada la experiencia vital de ese planeta.
Sin embargo, la persona con planetas en casa XII puede creer que el destino la
obliga a tomar contacto con una dimensión mística de las cualidades representadas
en esas funciones planetarias o que Dios le ha otorgado la misión de desarrollar tal
contacto en la vida. También puede entender que, como fruto de una comprensión
progresiva, irá accediendo en forma paulatina a aquella vivencia a la que se sabe con-
vocado. Pero todas estas pueden resultar estrategias del yo para sobrevivir a una di-
mensión que, en verdad, es la negación de su existencia (la percepción de lo eterno
hace evidente la ilusión de separatividad).
De modo que esa persona puede asumir, progresivamente, que un planeta en
casa XII la habilita para tomar contacto con la fuente creativa universal. Desde esta
perspectiva, representa una oportunidad que nos convoca a ser responsables; esto
es, a dar respuesta a ese llamado, a que la gracia se manifieste en el mundo. Y es por
eso por lo que el destino ejerce una firme persuasión (amorosa tanto como persis-
tente) para que podamos desarrollar niveles de comprensión cada vez más profun-
dos, plenos y radiantes de las energías representadas por los planetas en casa XII.
Si somos auténticamente honestos y coherentes, debemos dejar en claro que no
hay recetas para vivir un planeta en XII, ni formas definidas para contener el misterio
y la gracia de la casa XII. Siempre será un área de constante dinamismo y convocato-
ria a la experiencia. Podremos reconocer estas características desde diferentes esta-
dos de conciencia, con el asombro de participar del auge constante de dimensiones
cada vez más creativas y profundas. O bien con la angustia frente a la evidencia de
que nunca lograremos expresarnos bajo una forma que sintamos segura.
Nacer con planetas en casa XII no supone que uno tenga que hacer algo específico,
sabiendo de antemano de qué se trata. Ni que, haga lo que haga, tales contenidos va-
yan a obrar en forma arbitraria y carente de sentido para la conciencia. En el primer
270 Alejandro Lodi

caso, la responsabilidad se entiende como dura sujeción a un mandato y en el otro,


como resignación. Entonces, ¿cuál es la actitud posible frente a planetas en casa XII?
En contacto con el misterio y la revelación creativa del área, la conciencia puede que-
dar a disposición, atenta a aquello que se manifiesta –más allá de la voluntad perso-
nal– como intención o propósito trascendente, despierta al estímulo irradiante de la
fuente universal.

El caso de John Nash


Tomemos como ejemplo del peso de los planetas en casa XII la carta de John
Nash, el matemático cuya historia dio origen a la película Una mente brillante.45
Una película es una narración mítica y, por lo tanto, resulta una versión de la rea-
lidad. Considerar la vida de John Nash a partir de ella implica abordar una visión
arquetípica de su destino. En ese sentido, Una mente brillante cuenta la historia de
quien percibe órdenes trascendentes y se desorganiza al intentar traducirlos en los
términos del mundo humano cotidiano.
Nash era un ambicioso joven entregado a las matemáticas. Anhelaba encontrar
una teoría que sorprendiera y por la cual fuera reconocido como un genio. Su deseo
personal era destacarse en el mundo como un individuo de inteligencia sobresalien-
te. Se lo muestra como un joven excéntrico, con un íntimo sentimiento de exclusión,
que sueña ser incorporado al mundo académico por la excepcionalidad de su aporte.
Su carta muestra elementos para alimentar esta ambición. Mercurio conjunción
Plutón levemente por sobre el Ascendente (zona de “efecto Gauquelin”)46 y en cua-
dratura a Urano en el Medio Cielo nos habla no solo de, efectivamente, la cualidad
de una mente brillante, sino también potente y transformadora, y del talento de de-
sarrollar un lugar singular y creativo en la sociedad. Su Sol en Géminis en oposición
a Saturno lo habilita a hacer identidad en una expresión mental exploradora y exi-
gente que le permita estructurar diseños de alta abstracción.

45 A beautiful mind, EE. UU., 2001; dir.: Ron Howard.


46 Véase “Bibliografía recomendada”, al final del capítulo.
Astrología, conciencia y destino 271

Carta natal de John Nash.


272 Alejandro Lodi

Sin embargo, tanto Mercurio como el Sol (junto con Venus y el Nodo Norte)
están en casa XII. Y esto significa que esas cualidades planetarias están al servicio de
algo más que el anhelo personal.
De acuerdo con lo que hemos definido, cuando los contenidos de casa XII son
capturados por el yo devienen en pesadillas, en la fatal materialización de “enemigos
ocultos” y “confinamiento en lugares de reclusión”. ¿Cuál es el intento de apropiación
personal en el caso de Nash?: su entrega absoluta a la búsqueda de la teoría matemá-
tica genial con la cual obtener reconocimiento como hombre de ciencia. Su casa XII
excita este anhelo, que, al mismo tiempo, reduce las posibilidades de una expresión
plena de su casa XII.
Así, identificado con este deseo de logro personal, no demoran en sobrevenir
fantasmas, conspiraciones y encierros. Nash comienza a percibir presencias –mani-
festaciones psíquicas– que confunde con personas reales y a creerse involucrado en
una conspiración internacional.
El destino que se manifiesta es la compensación de esa forma psíquica con la que
John Nash pretende elaborar su casa XII y que cree estar eligiendo desde su volun-
tad. La irrealidad y fantasía de esas entidades transparenta la ilusión de las pretensio-
nes del yo.
Luego, ese mundo de proyección psíquica comienza a encontrar una forma
arquetípica. Nash cree, reconocido como el mejor matemático del mundo, que su
país (el bien) lo ha elegido para que aplique su capacidad mental a develar mensajes
ocultos, códigos secretos, que el enemigo (el mal) utiliza al servicio de un oscuro
proyecto de utilización de armas nucleares. Aparece la batalla entre el bien y el mal,
aparece el héroe que, sacrificándose, salvará a la humanidad de su destrucción.
Ahora bien, ya se trate de la ambición de ser el matemático más destacado del
mundo o el épico héroe capaz de rescatar a la humanidad, lo que sobrevive es una
misma forma ilusoria: el anhelo de protagonismo del yo y la consecuente reducción
de la circulación de la energía vital a los términos de la apetencia de un fragmento
individual humano.
La clave que le permite a Nash dejar de vivir como real esa trama fantástica es,
precisamente, asumirla como visiones; es decir, reconocerla como entidades reales
en cuanto visiones. En ese punto del relato, el personaje sostiene dos niveles de sus
contenidos de casa XII simultáneamente: lo que se manifiesta como real para el pla-
Astrología, conciencia y destino 273

no personal (los personajes ilusorios) y lo que se expresa como respuesta a un pro-


pósito que excede ese plano.
La sensación de reclusión sobreviene porque Nash no comparte las proyeccio-
nes psíquicas acordadas colectivamente. En este sentido, ciertas fantasías individua-
les consideradas “delirios” que conducen a diversas formas de confinamiento (hos-
picios, prisiones, etc.) podrían transformarse, si estuvieran alineadas con percepcio-
nes colectivas, en reconocidas teorías, en conceptos aprobados académicamente e,
incluso, en políticas de Estado.
Pero, en realidad, Nash obtiene el reconocimiento del premio Nobel no por el
trabajo que él creía que lo merecía, sino por otro que la comunidad científica consi-
deró una mayor y auténtica contribución a la humanidad. Así, las autoridades que le
adjudicaron el premio encarnan un propósito más vasto que el personal. Nash logra
ser reconocido, pero no por lo que él imaginaba.
De todos modos, una dimensión de ese premio está ligada a reconocer el logro
del yo: superar mediante el propio esfuerzo la locura. En este sentido, resulta confir-
matorio de la casa XII expresada en el nivel personal (“Me reconocen a mí”) y en la
dimensión arquetípica (el héroe que derrota a la patología psíquica).
Así, ese premio Nobel es también una trampa para la manifestación de la casa
XII, por cuanto genera la sensación de éxito individual, de conquista lograda por el
individuo. Y esto, lo repetimos, no es otra cosa que la manifestación arquetípica de la
vibración de casa XII. La película misma lo confirma a través del modo de contar la
historia: la fuerza del amor robustece la voluntad del individuo y le permite triunfar
en el mundo, superando incluso la psicosis. Es un mensaje, una moraleja, que refuer-
za la creencia en el yo separado, que reproduce la vigencia del mismo arquetipo del
yo como centro dominante.
¿Podemos afirmar que vemos realmente a otro? ¿Podemos ver en los demás algo
distinto a proyecciones psíquicas? ¿Cuándo podemos estar seguros de saber quié-
nes somos? ¿Existe el contacto con nuestro ser auténtico y, en este sentido, real? ¿Lo
real no es siempre una convención y una forma de acuerdo colectivo? Estas pregun-
tas también se desprenden de la experiencia transpersonal de Nash. La paradoja que
propone la casa XII es el misterio ante el cual es conveniente suspender todo juicio
racional interpretativo.
274 Alejandro Lodi

El significado transpersonal de signos, planetas y casas

• Aries - Marte - casa I:


Vitalidad iniciadora. Manifestación franca. Acción creadora. Espontaneidad e
iniciativa. Liberación de energía. Resolución decidida. Fuerza animadora. Surgi-
miento potente. Aparición encendida. Activación vigorosa. Empuje concentra-
do y efectivo.

• Tauro - Venus - casa II:


Sustancialidad material. Potencia biológica. Corporización vital. Percepción na-
tural. Contemplación abarcadora. Plena presencia. Tiempo orgánico de proce-
sos. Sensualidad corporal. Goce sensorial. Placer en relajación. Generación de
recursos.

• Géminis - Mercurio - casa III:


Vínculo y relación. Combinación y asociación. Intercambio e información. Agili-
dad mental. Comunicación verbal. Conexión y nexo entre variables. Aprendizaje
incesante. Actividad del universo como juego. Fraternidad y compañerismo.

• Cáncer - Luna - casa IV:


Contacto con mundos internos. Gestación de formas. Protección inclusiva. Pro-
ceso y permanencia. Contención nutritiva. Calidez afectiva. Vitalidad fecunda.
Pertenencia y crecimiento. Amor maternal. Honra del pasado. Fidelidad a los
orígenes.

• Leo - Sol - casa V:


Irradiación vital. Entrega generosa. Vitalidad estimulante. Centro organizador y
dador de coherencia. Individualidad autoconsciente. Impulso a la autorrealiza-
ción. Acción con corazón. Compromiso con la autenticidad. Expresión genuina
y creativa.
Astrología, conciencia y destino 275

• Virgo - Mercurio - casa VI:


Introversión vital. Expresión ordenada. Pureza de la forma. Mente analítica. Per-
cepción sistémica. Discernimiento racional. Adaptación paciente. Rituales efi-
cientes. Disposición a lo saludable. Virtud del detalle. Humildad y servicio.

• Libra - Venus - casa VII:


Dinámica del equilibrio. Armonía de opuestos. Complementación de polos.
Amor en polaridad. Ponderación de la belleza. Apreciación de lo justo. Fuerza
del vínculo. Vitalidad del encuentro. Atracción por el otro. Las relaciones amoro-
sas como reveladoras del ser.

• Escorpio - Plutón - casa VIII:


Pulsión vital. Fusión de opuestos. Poder transformador. Muerte y cambio. Des-
trucción y liberación. Alquimia. Regeneración y curación. Apertura al dolor. Per-
cepción de lo oculto. Intensidad sexual. Energía compartida con otros.

• Sagitario - Júpiter - casa IX:


Fuerza expansiva. Sentido trascendente. Síntesis integradora. Comprensión e
inclusión. Jerarquías de crecimiento. Apertura espiritual. Percepción de lo verda-
dero. Sensación de abundancia. Sentimiento de alegría. Disposición a extender
horizontes.

• Capricornio - Saturno - casa X:


Fuerza realizadora. Impulso constructor. Madurez y sentido de realidad. Contac-
to con lo esencial. Autoridad de la experiencia. Sabiduría del tiempo. Percepción
de límite y ley. Sostén paternal. Responsabilidad y estructura. Compromiso con
logros y metas.

• Acuario - Urano - casa XI:


Creatividad y libertad. Mutación y alteración de patrones. Innovación y cambio.
Percepción intuitiva. Discernimiento súbito. Disposición al futuro. Confianza en
el vacío. Mente inventiva. Desarrollo en red. Compromiso social con visiones de
vanguardia.
276 Alejandro Lodi

• Piscis - Neptuno - casa XII:


Percepción de unidad. Amor universal. Sensibilidad resonante con el misterio.
Conocimiento místico. Disposición al mundo del alma, de los sueños y del in-
consciente. Entrega en servicio a la humanidad. Compasión. Comprensión sim-
bólica de la realidad.

Preguntas frecuentes

• ¿Por qué la temática de casa VIII no está incluida como parte de la revelación transper-
sonal de la carta natal?
En verdad, la casa VIII podría ser considerada significativa para abordar la di-
mensión transpersonal de una carta. No obstante, su temática está muy ligada al
inconsciente histórico y personal: los complejos emocionales gestados en traumas
infantiles que dejan rastro en nuestra memoria. En este sentido, la casa VIII resulta
funcional a exponer y, gracias a ello, destrabar nudos emocionales que hacen sínto-
ma en nuestros vínculos y desarrollar, entonces, una personalidad más adaptada e
integrada a la sociedad. En definitiva, la casa VIII quizás muestre mayor relevancia
en nuestras relaciones interpersonales y sociales.
Astrología, conciencia y destino 277

Bibliografía recomendada

Carutti, Eugenio. Ascendentes en astrología. Buenos Aires: Kier. 2004, t. I;


2005, t. II.
Chaplin, Charles. Mi autobiografía. Madrid: Debate. 1995.
Gauquelin, Michel. “Escrito en las estrellas”. Revista Astrológica Mercurio-3.
Barcelona. 1990, nº 29.
Greene, Liz. Neptuno. Barcelona: Urano. 1997.
–. Saturno. Barcelona: Obelisco. 2001.
Greene, Liz y Sasportas, Howard. La dinámica del inconsciente. Barcelona:
Urano. 1989.
Hamaker-Zondag, Karen. La casa XII. Barcelona: Urano. 1995.
Marks, Tracy. Su yo secreto. Buenos Aires: Kier. 1993.
Puiggròs. Los nodos de la Luna. Barcelona: Arbor. 1987.
Rudhyar, Dane. Astrología de la personalidad. Buenos Aires: Kier. 1989.
–. Dimensión galáctica de la astrología. Madrid: Edaf. 1988.
Schulman, Martin. Nodos lunares y reencarnación. Barcelona: Índigo. 2004.
Tarnas, Richard. Cosmos y psique. Girona: Atalanta. 2009.
Tierney, Bill. Neptuno. Buenos Aires: Kier. 2011.
Capítulo 12

LA DISTORSIÓN
TRANSPERSONAL
De qué lado del cero está el universo.

Macedonio Fernández, Cuadernos de todo y nada.

La distorsión transpersonal y la psicosis

En el cuadro de la psicología tradicional que presenta los desequilibrios psíqui-


cos es factible encontrar correspondencias con las funciones psicológicas persona-
les simbolizadas por los planetas y sus polarizaciones con la cualidad transpersonal.
De acuerdo con ese cuadro, se distinguen tres principales tipos de patologías: neuro-
sis, perversión y psicosis. Pero hay algo que diferencia a la psicosis respecto a la neurosis
y la perversión:
• La pérdida de contacto con la realidad.
• La presencia de una estructura de personalidad frágil.

Ambas características de las psicosis aluden, entonces, a un conflicto con Satur-


no. Si Urano, Neptuno y Plutón son, precisamente, los que están más allá de Saturno
(es decir, transaturninos), parece muy evidente que la psicosis plantee la crítica situa-
ción de una psiquis sensible al misterio transpersonal, pero sin contar con un yo de
suficiente solidez capaz de atravesar esa experiencia.
Antes de iniciar el abordaje astrológico del tema, definamos qué patologías reco-
nocemos en la psicosis y cuáles son sus principales características:
• Paranoia y psicosis alucinatoria: Manía de interpretación. Traducción deli-
rante de aquello que se percibe. Certeza absoluta en la interpretación de los
280 Alejandro Lodi

hechos. Ausencia de duda. Autorreferencia (toda acción de terceros “refiere


a mí”). Algunos ejemplos son la celotipia (certeza de infidelidad de la persona
amada), el delirio erotómano (certeza de ser amado por un personaje famoso),
el delirio reivindicativo (certeza de que a uno lo asiste una causa justa que no
puede ser abandonada) y el delirio místico (certeza de ser convocado por Dios
a una misión sagrada). Alucinaciones auditivas y visuales. Angustia, fantasías
y pensamiento mágico.
• Esquizofrenia: Disociación extrema entre cuerpo y emoción. Corte y pérdi-
da de contacto emocional con la realidad. Desconexión y pérdida de control
corporal. Comportamiento corporal robotizado. Pérdida de la unidad del
psiquismo y aparición de personalidades múltiples.
• Bipolaridad (psicosis maníaco-depresiva): Ciclos de melancolía y exaltación
(manía). En el momento melancólico hay depresión y pérdida de actividad
motora, trastornos físicos y baja energía física, sentimientos de culpa e in-
dignidad, tristeza y falta de interés. En el momento maníaco, en cambio, hay
excitación y liberación de pulsiones, agitación y euforia, alta actividad mental
y corporal, baja relajación y descanso.

Aparece en estas definiciones el común denominador de que en ninguno de los


casos existe una estructura básica y elemental del yo suficientemente desarrollada,
donde lo emocional, el comando de las funciones psíquicas y la relación con la reali-
dad funcionen como un todo coherente. Las funciones psíquicas representadas por
los planetas personales no pueden coordinarse, carecen de un orden estructural. No
hay un operativo centro de la personalidad (Sol) y todas las funciones de esta que-
dan alteradas: el pensamiento (Mercurio), la vincularidad (Venus), la acción (Mar-
te), la capacidad de síntesis y de dar sentido de vida (Júpiter).
Se hace evidente, además, el déficit de las funciones lunar y saturnina en relación
con la solar. Un frágil sentimiento de seguridad interior, de íntima contención y nu-
trición emocional (Luna) y la falta de capacidad para asumir responsabilidad ante el
mundo exterior (Saturno) no permiten conformar un yo maduro y sólido que sepa
coordinar el conjunto de las funciones del sistema psíquico (Sol).
En los casos patológicos de psicosis esta elaboración básica de una personalidad
autónoma, funcional y operativa con el mundo no ha sido desarrollada o quedó trun-
Astrología, conciencia y destino 281

ca en algún momento de la historia personal. De hecho, el tratamiento terapéutico de


estas patologías requiere la provisión de una red de contención (institucional, perso-
nal, profesional, afectiva) que proteja a la persona y que le brinde sentido de realidad.
Ahora bien, ¿qué profundidad podríamos darle a nuestro encuadre astrológico?
En principio, en astrología los planetas simbolizan funciones con las que resulta
indispensable cumplir para que un sistema se desarrolle en forma saludable. De este
modo, considerando que cada sujeto constituye un organismo, los planetas repre-
sentan aquellas funciones biológicas y psicológicas que hacen a una correcta madu-
rez de aquel como persona física y psíquica.
Sin embargo, a efectos de la comprensión de los cuadros psicopatológicos, hay
una distinción clave entre planetas personales (incluyendo a Júpiter y Saturno) y
planetas transpersonales. Mientras que las funciones de los planetas personales
hacen a la estructuración del sistema del yo, la constitución de un ego individual y
su desenvolvimiento en la interacción social, los planetas transpersonales tienen la
función de generar la posibilidad de que el yo estructurado sea sensible a realidades
de otro orden y pueda, entonces, responder a una dimensión vital que está más allá
de la experiencia individual y personal. Así, los planetas transpersonales cumplen
funciones de trascendencia, expansión e integración con el universo y, por lo tan-
to, de desestructuración del yo. Nos recuerdan que la vida que nos anima –el ser
profundo– participa de un proceso que excede (e incluye) el de nuestra vida como
individuos humanos.
Por definición, entonces, los planetas transpersonales (transaturninos) simbo-
lizan funciones que, en principio, son desorganizadoras de la forma establecida. Y
es clave considerar que desorganizan la estructura conocida para que el sistema sea
receptivo –o se revele– a formas o dimensiones que están más allá de la identidad
personal consolidada.
Aplicado al proceso de estructuración del yo, esta función de los planetas trans-
personales encierra un atractivo y un peligro: el atractivo de la expansión más allá de
la experiencia personal y el peligro de la desorganización psicológica que esa expan-
sión puede implicar. Dicho de otro modo, simbolizan el atractivo de la trascenden-
cia espiritual y el peligro de desequilibrio psíquico.
En verdad, es fundamental discriminar que los cuadros de psicosis parecen re-
presentar reacciones de personas que no han llegado a desarrollar un yo integrado,
282 Alejandro Lodi

La estructura del yo y las funciones transpersonales.

antes que la desintegración de un yo previamente conformado. Y esto quizás pueda


marcar una diferencia entre neurosis y psicosis: en la primera existe un yo estructura-
do que se desordena, mientras que en la segunda no se ha llegado a desarrollar una
estructura psíquica sólida y, por eso, existe colapso.
Podemos decir, entonces, que la psicosis es una reacción patológica a la energía trans-
personal, un desequilibrio traumático producido por el contacto con las funciones psíquicas
que trasciende la necesidad de identidad personal y que revela la ausencia de una estructura
psíquica capaz de responder a ese contacto. Esto pone de manifiesto que, para acceder
a lo que está más allá del yo, resulta imprescindible y necesario –aunque parezca
obvio– que previamente se haya desarrollado y estructurado un yo. Porque, si el
contacto con lo que está más allá del yo (esto es, con lo transpersonal) ocurre antes
de haber conformado una personalidad madura, esto representa un alto riesgo de
desborde y patología psíquica.
La psicología clásica señala que la presencia de un yo estructurado y el mantenimiento
del contacto con la realidad son las características que diferencian a la neurosis de la
Astrología, conciencia y destino 283

psicosis. En la psicosis existe ausencia de ambas condiciones. O, en términos astro-


lógicos, la frontera saturnina resulta deficiente.
Esto pone de manifiesto, nuevamente, la relevancia del pulso Júpiter-Saturno: la
necesidad de un borde que contenga y estructure la experiencia personal y que, al
mismo tiempo, sea sensible y permeable a la dimensión del misterio transpersonal.
La frontera saturnina como puente jupiteriano, la capacidad de distinguir dimensio-
nes y el don de vincularlas.
La función saturnina debe saber aliarse con la jupiteriana y viceversa; cuando
esto no ocurre, todo el sistema se desequilibra. La modulación saturnino-jupiteriana
representa una frontera fluctuante y plástica entre aquello que necesita ser conser-
vado (un yo estructurado) y lo que necesita ser receptivo al misterio (el anhelo de
trascendencia espiritual).
Si la capacidad de nuestro sistema psíquico para acceder a lo que está más allá
de lo personal requiere que haya sido desarrollada una estructura de personalidad
madura, cobra importancia, entonces, la edad astrológica del primer retorno de Sa-
turno, la edad en la que se completa la primera estructura de identidad personal: 29
años. La psicología explica que las crisis psicóticas que ocurren antes de llegar a esa
edad resultan más traumáticas y más complejas de revertir, ya que acontecen en el
tiempo de formación de la personalidad.
Profundizando en correspondencias astrológicas, podemos preguntarnos cómo
vincular a los planetas transpersonales con los tres cuadros de psicosis que presen-
ta la psicología clásica, cómo distinguir una experiencia transpersonal de un delirio
psicótico, el contacto con lo sublime de la caída en lo regresivo, la trascendencia de
la “ilusión de la forma” de estar disociados de la realidad.
Es bastante lógico que, tratándose de energías transpersonales, la autorreferencia
delate patología. Por ejemplo, si quien comunica la pretendida experiencia espiritual
actúa excesivamente centrado en su yo, podemos sospechar un desequilibrio. Es po-
sible tener la percepción de entidades sutiles, pero, si traduzco este contacto con lo
sublime y numinoso como “el mensaje que un ser superior me dio a mí respecto a
una particular misión que tengo que comunicar a los demás”, es probable que el yo
esté inconscientemente usurpando el contacto transpersonal. ¿Por qué? Porque el
protagonista de la experiencia transpersonal no es el yo, sino la cualidad transperso-
nal en sí misma.
284 Alejandro Lodi

La experiencia consciente en el misterio requiere que el yo sepa participar sin


ocupar el centro. La sensación de protagonismo personal resulta inapropiada para el
contacto con lo transpersonal. Una experiencia de ese orden significa, en verdad, que
el ego no puede tener certeza racional de qué es exactamente lo que la conciencia está
percibiendo, porque se trata de la sustancia misma del inconsciente profundo.
En realidad, nunca podremos saber con absoluta convicción y certeza qué es
Urano, qué es Neptuno y qué es Plutón. Por su propia naturaleza, no podemos saber
de modo definitivo qué representan esas cualidades. Su función es comunicarnos
con lo universal, con lo vasto e inabordable, con lo que está más allá del entendi-
miento y –desde lo astronómico– fuera de los límites del sistema solar.
En este sentido, Urano, Neptuno y Plutón son el nexo del sistema solar con el
resto de la galaxia: tienen la paradójica función dentro del sistema de comunicarnos
con lo que está fuera del sistema y recordarnos nuestra pertenencia al cosmos. Como
los definió Rudhyar, son “los embajadores de la galaxia dentro del sistema solar”,47
los encargados de recordarle a nuestra conciencia identificada con la personalidad
su original pertenencia a los misterios del alma.
Las energías transpersonales nos ofrecen esa oportunidad de expansión de con-
ciencia y nos exponen a aquellos peligros. No es posible disfrutar de esos dones sin
correr aquellos riesgos.
Queda claro que la patología transpersonal mucho tiene que ver con la apropia-
ción del ego personal de una información que es de otro orden, con el intento del
yo de traducir y organizar esa información en términos que la hagan asimilable y
controlable, con la incapacidad de un yo frágil y poco desarrollado para confiar en
aquello que lo trasciende y, por eso, desestructura, desorganiza y desintegra.
La esquizofrenia, ese corte abrupto entre emociones por un lado y el cuerpo y la
mente por el otro, se corresponde con una distorsión de la cualidad de Urano. En rea-
lidad, Urano no es disociación. Urano es la experiencia de la libertad y creatividad del
universo, la posibilidad de percibir que estoy protegido en lo abierto y estoy contenido
en lo libre, que no necesito cerrarme en formas definitivas para sentirme protegido.
Urano propone una experiencia de difícil aceptación para lo humano: estar
abierto a que cualquier cosa puede ocurrir y que no hay forma de reducir a cero el

47 Rudhyar, Dane. Dimensión galáctica de la astrología. Madrid: Edaf. 1988, p. 33.


Astrología, conciencia y destino 285

riesgo. Esto es intolerable para el yo que intenta proyectarse hacia el futuro con pre-
visibilidad y asegurarse de qué va a ocurrir.
De este modo, la esquizofrenia es una reacción extrema a este grado de incerti-
dumbre que anuncia la cualidad uraniana. Representa un corte o pérdida definiti-
va de contacto con la realidad, que deja en evidencia la intolerancia de ese sistema
psíquico individual para participar de un modo consciente de esta imprevisibilidad
existencial.
En el caso de Neptuno, parece evidente que la paranoia y la psicosis alucinatoria
muestran un desequilibrio de su cualidad. Neptuno plantea el desafío de discerni-
miento entre percepciones de órdenes de realidad sutiles y formas alucinatorias ge-
neradas por la mente.
Por ejemplo, en estado de meditación lo que se percibe no está generado por la
mente del individuo, en el sentido de que su percepción coincide con la de todos
aquellos que practicaron la misma meditación: todos son sensibles a la misma capta-
ción auditiva, todos ven una forma parecida, cierto resplandor, luminosidad, etc. Esa
corroboración hace muy poco probable que se trate de una imagen generada por la
mente individual y permite confiar en que, en verdad, es una percepción compartida
que brota de la sensibilidad expandida en ese ejercicio ritual. Desde ese registro más
sensible es posible percibir aquello que ya está presente, pero que no es registrado
con la sensibilidad de nuestro estado ordinario de percepción.
De este modo, el delirio y la alucinación representan una deformación de lo nep-
tuniano, una traducción distorsionada de aquello con lo que el estímulo sensible de
Neptuno permitió entrar en contacto. Neptuno no tiene la función de provocar con-
fusión o generar alucinaciones, sino de alterar la sensibilidad de nuestra percepción
para ampliar su capacidad de registro. La confusión y la alucinación son síntomas de
la discapacidad del sistema para registrar ese nivel de sensibilidad y de una distorsión
perceptiva.
Por ejemplo, gracias a Neptuno podemos percibir el déficit o la carencia de amor
que, en determinado momento, pueda tener una relación de pareja. Pero, si esto
lo traduzco como la evidencia de que la otra persona entonces tiene un amante y
me engaña (delirio celotípico), estoy interpretando de un modo incorrecto lo que
percibí correctamente; es decir, estoy construyendo una interpretación incorrecta
de una percepción correcta. También podríamos decir que, por no contar con una
286 Alejandro Lodi

estructura de personalidad suficientemente madura y tolerante a la frustración, la


percepción de una situación objetiva (“Falta amor en mi pareja”) se traduce en tér-
minos muy lunares, en extremo personales y subjetivos (“Quiere a otro, ya no me
quiere a mí”).
Por último, la psicosis maníaco-depresiva se caracteriza por picos de subas y bajas,
donde aparece la culpa, la pulsión, la impotencia y la omnipotencia. Todo parece
remitir al contacto con la cualidad de Plutón.
En verdad, la conducta que busca culpables está delatando la incapacidad de ese
yo para sostener la intensidad de la experiencia. Plutón es la función que nos permite
reconocer que la presencia del dolor es constitutiva de la realidad. Sin embargo, la
búsqueda de culpables indica la no aceptación de esa evidencia. Tanto en la culpabi-
lidad como en la victimización, el dolor “debe tener” un responsable, porque el dolor
es “un error”, “una falla deliberada” de un otro o de mí mismo. Buscar un culpable del
hecho doloroso delata la fragilidad con la que se está expresando la función satur-
nina, que lleva a que la persona no pueda sostener la intensidad plutoniana que ese
acontecimiento está proponiendo.
Del mismo modo, en la impotencia y en la omnipotencia se advierte el encanto
del poder, la fascinación que el desborde pulsional ejerce sobre la conciencia, sin que
la estructura de personalidad pueda reconocer un límite orgánico y funcional. La
euforia y la depresión expresan “estados absolutos” ante los cuales un ego inseguro y
frágil no es capaz de responder con discernimiento y reacciona, entonces, condicio-
nado por el hechizo.
Como conclusión, podemos decir que con una presencia destacada de transper-
sonales en una carta natal resulta clave desarrollar tonicidad saturnino-jupiteriana,
para poder elaborar aquella desorganización que, por su propia función, los planetas
transpersonales tienden a promover. Se trata de que la conciencia sea capaz de res-
ponder al pulso de expansión más allá de los límites personales, sin que se produzca
un quiebre traumático de la integridad psíquica, tanto como operar con un criterio de
realidad que no reprima ni distorsione la percepción de evidencias transpersonales.
Recurriendo al mandala de planetas personales, las neurosis y las perversiones
son patologías que están dentro de los bordes de la experiencia personal y no com-
prometen a la organización del psiquismo. En cambio, las psicosis son distorsiones
que aluden a la energía transpersonal y que, por lo tanto, ponen en riesgo de un
Astrología, conciencia y destino 287

Las patologías psicológicas y los planetas transpersonales.

modo severo el mantenimiento de una personalidad autónoma y operativa con la


realidad. La pesadilla de los trastornos transpersonales es la otra cara de la gracia del
mundo espiritual.

El caso de David Helfgott


La historia del pianista australiano David Helfgott se hizo mundialmente conoci-
da a partir del éxito de la película Claroscuro, en la que se cuenta su vida.48 Se trata de
un destino que refleja las tensiones de la estructura de su carta natal, su polarización
y su crisis.
El caso de Helfgott nos sirve también para visualizar cómo la destacada presencia
de energía transpersonal puede resultar vehículo para la emergencia de genialidad y
sublime inspiración, tanto como para el colapso psicológico.
Comencemos haciendo un análisis de la carta natal. Consideremos algunos da-
tos de diseño, sus recortes energéticos y, sobre todo, las características de sus ener-
gías transpersonales.

48 Shine, Australia, 1996; dir.: Scott Hicks.


288 Alejandro Lodi

Carta natal de David Helfgott.


Astrología, conciencia y destino 289

Se destaca la distribución de planetas en el cuarto cuadrante. La importancia de


la influencia de la sociedad y de la cultura, tanto como la disposición natural a expre-
sarse en ellas. La convocatoria a desarrollar una existencia más allá de los límites per-
sonales o privados, a profundizar en los misterios de la vida y el espíritu de su época.
A esto se suma la importancia de la casa XII (con presencia del Sol, Mercurio
–gobernante de la carta– y el Nodo Norte) y de Neptuno en casa IV. La resonancia
con realidades sutiles, percepción psíquica y talento para representar en símbolos
–artísticos o místicos– el mundo espiritual. La íntima sensación de pertenencia y
la expresión de uno mismo se funden en lo sagrado, en un tipo de experiencia que
excede la estrecha vida personal y que convoca a desplegarse en el universo arquetí-
pico y mítico del alma humana.
No obstante, la carta cuenta con mayor énfasis de Aire (registro mental) que de
Agua (registro emocional). Esto nos advierte que puede encontrar dificultades para
traducir todo lo que percibe con su notable sensibilidad –o que intente hacerlo– en
términos lógicos y racionales (polarización con el Aire), lo cual resultará siempre
insuficiente y frustrante.
El diseño de su carta destaca la configuración de T cuadrada: Luna oposición
Quirón y ambos en cuadratura con Saturno conjunción Plutón. Por la naturaleza
de los planetas involucrados, la historia familiar parece alcanzada por el estigma de
un dolor ancestral de difícil elaboración. Saturno-Plutón como focales destacan la
figura del padre (un padre asociado a poder) como protagónica de ese conflicto.
En cuanto a las polarizaciones transpersonales, se destacan la neptuniana (Sol
y gobernante de la carta en casa XII, Neptuno en casa IV) y la uraniana (Urano en
casa I).
Por último, respecto a la conformación de núcleos de coherencia energética, va-
mos a distinguir tres:
290 Alejandro Lodi

Recorte 1: Sol en Tauro; Luna en Tauro conjunción Venus; Luna cuadratura Saturno;
Luna cuadratura Plutón; Luna oposición Quirón; Saturno conjunción Plutón en Leo en casa II;
Saturno cuadratura Quirón; Quirón en Escorpio en casa V, cuadratura Plutón;
Júpiter en Escorpio en casa VI.

Este conjunto destaca la actitud conservadora y restrictiva. Un fuerte sentido de


pertenencia, que incluye la culpa ante cualquier transgresión de los mandatos o de-
seo de diferenciarse en forma singular. No prevalece la confianza, sino la obediencia
y el recelo. La exigencia de “cumplir con el deber” es máxima y puede alcanzar un
carácter tiránico. El potencial de disfrute sensual de la condición taurina quizás que-
de eclipsado por la necesidad de repliegue posesivo en lo material. El estigma del
sufrimiento familiar, el trauma del dolor de los antepasados, resulta constitutivo.
Una vez superados estos condicionamientos, este conjunto de energías puede
redundar en expresión sólida, potente y gozosa, en talento para sostener intensida-
des transformadoras y generar hechos contundentes y de gran riqueza. Pero, hasta
tanto esto no ocurra (y es lógico suponer que así será en los primeros años de vida),
la vivencia puede generar una sensación asfixiante y de tensión constante.
Identificada con este recorte, la conciencia queda en posición neptuniana inversa y
uraniana inversa respecto a las polarizaciones transpersonales presentes en la carta natal.
Astrología, conciencia y destino 291

Recorte 2: Urano en Géminis en casa I; Luna en casa XI cuadratura Urano; Urano en semicua-
dratura Saturno; Ascendente en Géminis; Mercurio conjunción Nodo Norte en Géminis;
Marte en Aries en casa XI.

Prevalece la actitud abierta e innovadora. Un empuje dinámico y extrovertido. El


anhelo por comunicar y abrirse a lo desconocido. Destaca el talento para expresar-
se con comodidad y frescura en grupos y espacios sociales. Un impulso creativo y
libertario, transgresor y rebelde. La vivencia de familia y hogar adquiere un carácter
habilitador de la singularidad individual. La capacidad de construir formas nuevas,
de generar estructuras facilitadoras de la creatividad.
Estas energías también pueden promover la sensación de vacío y falta de per-
tenencia concreta y segura. El espíritu de rebeldía asociado a un sentimiento de in-
temperie existencial, de ausencia de resguardo. Una identificación extrema con la
libertad, que termina siendo refractaria al contacto humano y a la calidez afectiva.
Respecto a la polarización transpersonal, se trata de cualidades energéticas que
promueven la identificación con el polo uraniano directo.
292 Alejandro Lodi

Recorte 3: Sol en casa XII; Sol oposición Júpiter; Neptuno en casa IV; Neptuno en
semicuadratura Júpiter; eje nodal de casa VI a casa XII; eje Fondo del Cielo-Medio Cielo
en Virgo-Piscis; casa VII en Sagitario.

La sustancia vital de este conjunto es la sensibilidad exquisita, la respuesta al


mundo desde la profunda percepción de un orden que está por detrás de las cosas
visibles. La realidad concreta –material y racional– se muestra insuficiente para con-
tener y explicar todo lo que se percibe. En el centro de la identidad existe un vivo
estímulo a la aventura del misterio, a sumergirse en las imágenes del inconsciente,
a confiar en el simbolismo de los sueños. Resulta natural ponerse al servicio de los
mensajes del alma y vivirse a uno mismo como manifestación funcional de una di-
mensión espiritual y sagrada.
Como efecto de esta cualidad, el ajuste a la realidad cotidiana puede resultar de-
ficiente. Las exigencias del orden social se muestran toscas y lesionan la sensibilidad.
La sensación de “no ser de este mundo” o de tener que sacrificar lo sensible “para
encarnar en la vida real” llevan a una nostalgia existencial y al anhelo de evasión.
Astrología, conciencia y destino 293

Identificada con estos atributos, la conciencia queda en la posición inversa de la


polarización neptuniana.
Veamos ahora cómo se ajusta este análisis de la carta natal de David Helfgott a
los hechos de su vida y qué tipo de expresión adecuada o distorsionada adquiere la
dimensión transpersonal de sus energías.
La familia de Helfgott está signada por el sufrimiento y la pobreza elevados a la
condición de virtud moral. Su padre, Peter, fue una figura destacada en su vida. De
origen judío, partidario del comunismo soviético, de carácter severo, austero y exi-
gente, era un amante de la música que vio frustrada su vocación por la decisión de
su propio padre. Peter le enseña a su hijo David a tocar el piano a los 5 años. De
inmediato, este revela dotes de niño prodigio. Su padre aspira a que se convierta en
un pianista capaz de abordar las obras más exigentes, en particular el concierto nº 3
de Rajmáninov. David se destaca en distintos concursos escolares con la ejecución
de piezas complejas para niños de su edad y comienza a tomar clases con profesores
que le dedican particular atención.
A los 14 años, es becado para formarse en EE. UU. Pero su padre no autoriza el
viaje. Sigue presentándose en competencias en las que brilla con su talento. Hasta
que a los 19 años es nuevamente becado, esta vez para estudiar en la Academia Real
de Música de Londres. Su padre le niega el permiso, pero ahora David se rebela, aun
bajo la amenaza de que, si opta por irse, ya no será recibido en la familia.
En 1970 sucede la escena de destino más trascendente. Durante un examen final
sufre un colapso nervioso en plena ejecución… del concierto nº 3 de Rajmáninov,
el favorito de su padre. Regresa a Australia, pero su salud mental sufre un progresivo
deterioro, hasta que es internado en un hospital psiquiátrico con un cuadro de psico-
sis esquizofrénica. Permanece allí durante diez años, sometido a severos tratamien-
tos farmacológicos y de electroshock.
Bajo el cuidado de tutores, logra salir del hospicio y desarrollar una vida como
músico en bares. Allí conoce a Gillian, una astróloga catorce años mayor que él, con
quien se casa. Su recuperación es cada vez más sólida, hasta el punto de retornar a
los conciertos en 1984. Gillian escribe un libro en el que cuenta su historia, el que es
llevado al cine en 1996 y alcanza repercusión mundial.
Parece evidente cuál es el conflicto esencial en la vida de Helfgott. Adquiere el
nítido carácter de doble vínculo: cumplir con las exigencias del tiránico mandato pa-
294 Alejandro Lodi

terno y, al mismo tiempo, ser fiel a la dirección que su libertad creativa revela. Como
en todo doble vínculo, este choque de fidelidades no tiene resolución. No hay posi-
bilidad alguna de que una opción no anule a la otra: ser fiel a la autoridad del padre
implica el sacrificio de la propia libertad creativa, tanto como ser fiel a la auténtica y
genuina singularidad implica transgredir la ley paterna.
Es la expresión de la polarización transpersonal uraniana: la tensión excluyente
entre diferenciación singular y seguridad material, entre creatividad y estabilidad, entre
libertad y contención afectiva. En el caso específico de Helfgott es el conflicto entre el
recorte 1 y el recorte 2 de su carta natal.
Bajo la autoridad de su padre, la conciencia se ve condicionada a identificarse con
el núcleo 1 (en luz) y, por lo tanto, a negar el recorte 2 (en sombra). Cuando transgre-
de el mandato y se atreve a jugar su propia singularidad, la identificación se revierte:
el recorte 2 cobra protagonismo consciente (en luz) y el recorte 1 parece al fin disol-
verse (en sombra). Pero cuando, en uso de su libertad, elige nuevamente el concierto
nº 3 de Rajmáninov, la exigencia tiránica aparece desde la sombra con carga máxima:
a punto de cumplir al fin con el mandato más riguroso, el sistema nervioso colapsa.
En su crisis psíquica se reproduce la dimensión mitológica del vínculo entre Sa-
turno y Urano: la polarización extrema entre el padre y el hijo respecto a la autori-
dad exclusiva sobre la creatividad. En la matriz arquetípica de la psiquis humana se
plantea un fatal conflicto acerca de la posesión de la creatividad. Los arquetipos del
inconsciente colectivo (al menos los conformados en la cultura occidental) repro-
ducen esa polarización: ¿a quién pertenece lo libre y creativo?, ¿al padre o al hijo?
Hijos que castran a sus padres, padres que se comen a sus hijos. Solo hay lugar para
obedientes o rebeldes, conservadores o revolucionarios, cumplimiento o transgre-
sión, pertenencia o exilio, continuidad o locura.
El desafío transpersonal uraniano comienza a manifestarse tempranamente en
la vida de David Helfgott. Provoca heridas y traumas psicológicos que impactan
en una psiquis que aún no tuvo tiempo orgánico para desarrollar una estructura de
personalidad madura. Como ya hemos enunciado en este capítulo, cuando la ener-
gía transpersonal irrumpe de un modo masivo antes de haber conformado un yo
personal sólido y estructurado, crecen los riesgos de patología psíquica. La psicosis
como un intento extremo y distorsionado de organizarse psicológicamente ante el
desborde transpersonal.
Astrología, conciencia y destino 295

En el caso de Helfgott, la reversión del cuadro tuvo que ver con la emergencia
del amor. La aparición de Gillian en su vida representa la oportunidad de que cobre
protagonismo el recorte 3: la disolución de las fronteras rígidas del deber, la confian-
za en los procesos psíquicos, la aceptación de los misterios del alma y el reconoci-
miento de la música como un medio de expresión de la sensibilidad, antes que como
herramienta competitiva y de exigentes logros. La clave amorosa permite, a su vez,
resignificar la vivencia del recorte 1: la pertenencia afectiva como un espacio tan in-
tenso y transformador como gozoso y nutritivo, la experiencia del dolor como opor-
tunidad de reconocernos más humanos y comprensivos de los condicionamientos
de nuestra naturaleza.

Lo mitológico y lo transpersonal

Tomar lo mitológico como el nivel de significado más sutil de la energía psíquica


reduce la percepción de las dimensiones transpersonales a las formas arquetípicas
con las que ha logrado traducirlas (hasta hoy) el inconsciente colectivo humano.
Mantenerse en el significado mitológico nunca superará el amargo sinsentido exis-
tencial, la fatal repetición, la percepción de la vida como lucha y conflicto perpetuo.
La mitología muestra, con una sensibilidad exquisita y profunda, la pesadilla de
la voluntad humana al intentar controlar la fuerza de lo divino, la congoja existencial
del psiquismo humano que, por un lado, es consciente de lo eterno e infinito y, a su
vez, se siente atrapado en los límites del tiempo y el espacio. El universo mitológico
es una representación de esta tensión entre la vivencia humana y la intuición de lo
divino propia de nuestro psiquismo. Podríamos también referirnos a esta tensión
como un debate entre una dimensión psicológica y otra energética en el acontecer
de la experiencia humana. En la dimensión psicológica prevalece el conflicto y los
relatos mitológicos exhiben las colectivas contradicciones irresolubles que se repi-
ten una y otra vez en la escala de la vida individual. En esta dimensión psicológica
transcurre el tormento de la separatividad: la identidad que siente ser independien-
te, exclusiva y separada de la totalidad intentando hacer valer sus propósitos perso-
nales por sobre los de la corriente universal de la vida, el ego individual en batalla
contra el destino. Ese universo psicológico está habitado por voluntades polarizadas,
296 Alejandro Lodi

propósitos narcisistas, acciones de escasa creatividad y resoluciones fatales, plenas


de condenas, sufrimientos, culpas y desdichas.
El beneficio de la mitología es que nos permite tomar contacto con la dimensión
colectiva de la conflictividad de nuestra vivencia personal. Al vernos representados
en el guion de los dioses podemos observarnos como un relato “ya escrito”, una tra-
ma de ficción, previsible y repetitiva. Esta percepción abre la posibilidad de agotar
el hechizo de creer que ese guion es real y singular, y entonces ya no tener otra alter-
nativa que, o bien resignarnos a actuar su amarga fatalidad o, en cambio, renunciar al
excitante encanto de la polarización y aceptar la incómoda necesidad de responder
a intuiciones más complejas y creativas.
La mitología es real en tanto la conciencia viva en la ficción de ser una entidad
separada, de ser solo y esencialmente un ego individual en batalla contra el destino
(contra la voluntad de los otros, contra la intención de los dioses). En la medida en
que la conciencia percibe el hechizo de la separatividad y se comprende en la totali-
dad, la realidad muta. Cuando el ego acepta el destino y comienza a cuestionarse a sí
mismo, el mundo cambia.
La mitología es un universo de representaciones que sirven a la conciencia hu-
mana como puente a la percepción de dimensiones trascendentes de la vida. Le
permite al individuo sentirse reflejado en un drama colectivo y confrontarlo con un
desafío de sentido, ya no individual, sino pertinente a toda la humanidad. Mientras
nos debatimos en nuestros dramas individuales e intentamos ampliar nuestra per-
cepción de la realidad para incluir aquellos conflictos personales en un universo de
significados más creativo y universal (más energético y menos psicológico, más in-
cluyente y menos polarizado), estamos comprometiéndonos ya no con un desafío
de resolución personal, sino con un aprendizaje que está llevando a cabo el psiquis-
mo humano.
Más allá de nuestra conocida comunidad de mitos, el nivel transpersonal tras-
ciende el conflicto psicológico. No se trata de un abordaje meritorio ni del logro de
voluntades iluminadas, sino de un estado de percepción en el que quedan disueltas
las fronteras de la separatividad y al que se arriba por hartazgo de la conflictividad
psicológica. Es un agotamiento de creencias. Cuando la fe en el individuo cesa, cuan-
do la adoración a la personalidad se extingue, se evidencia la irrealidad de bordes y
límites personales y florece una percepción de totalidad.
Astrología, conciencia y destino 297

Ver fronteras es generar conflictos. Desde esa percepción que traza bordes y se-
para, la realidad se presenta como batalla. Se pierde de vista que esa sensación beli-
gerante fue creada por un estado de conciencia y se confunde esa ficción (el relato
mitológico) con la realidad. Por eso, cuando la conciencia participa de ese estado
perceptivo en el que los límites (que creemos reales en nuestra conciencia habitual)
se desvanecen, pierde su inocencia. Ya no podrá dejar de recordar que ha percibido
la “trama sin costuras” del universo, aunque retorne a su percepción ordinaria y se
presente nuevamente –con su encantador hechizo– el mundo de fronteras, divisio-
nes y separatividad. La conciencia ya no podrá negar, no podrá retornar a la inocen-
cia perdida y habitar la polarización mitológica como real. O, al menos, no podrá
hacerlo sin correr riesgos de severa (patológica) disociación.
Finalmente, confundir la cualidad más profunda de la energía con su representa-
ción mitológica es confundir dinámica de polaridad con polarización.
La polarización es una distorsión de la dinámica de polaridad. La fatalidad de los
conflictos mitológicos es reflejo de la cristalización en extremos excluyentes del movi-
miento oscilante y polar del universo. Por su parte, en la dinámica de polaridad la creati-
vidad se revela como el fruto del encuentro de polos que, con cualidades diferenciadas,
recrean la totalidad en una danza sin comienzo y sin fin. Es la eterna manifestación de
una inteligencia incluyente, la incesante expresión de una sabiduría amorosa.
En la dinámica de polaridad hay conciencia de otro, de ser con el destino, no
aparte de él. Es un tipo de conciencia que no elude ni reprime el conflicto, pero lo
significa como clave creativa, superadora de la propia mirada. Así, la exclusión del
otro es vivida como un cercenamiento de las propias posibilidades de renovación. El
vínculo con los idénticos es vivido como una atrofia regresiva, una aparente como-
didad que frustra el crecimiento e insensibiliza la percepción de órdenes de realidad
más creativos.

Más allá del encanto arquetípico

El éxito de la personalidad arquetípica frustra la potencialidad del alma.


Encarnar un arquetipo no representa necesariamente una experiencia desagra-
dable. Por el contrario, muchas veces puede dar una sensación de realización, de
298 Alejandro Lodi

plenitud, de haberse uno encontrado –¡al fin!– a sí mismo. Y ese es precisamente


el origen del conflicto. La identidad conformada en ese diseño arquetípico exitoso
comienza entonces a luchar para confirmarse a sí misma, a defenderse de toda expe-
riencia vincular y de destino que ponga en riesgo su continuidad.
Los vínculos y el destino tienen la riqueza de traer a nuestras vidas aquello que
desconocemos que somos. Esas relaciones y esos hechos (elegidos o eventuales,
placenteros o dolorosos) son activadores de potencialidades de nuestro ser que la
imagen de nosotros mismos que atesoramos no es capaz de contener. Sin embar-
go, identificados con la personalidad arquetípica que nos ha dado seguridad, nos
resistimos a aquella oportunidad creativa, rechazamos seguir revelándonos porque
creemos que ya nos hemos encontrado.
La identificación arquetípica calma la angustia de no ser. Identificarse con un ar-
quetipo es ser alguien. Pero, en la comodidad de esa efectiva (e ilusoria) tranquilidad,
la conciencia comienza a sentir el encierro del condicionamiento, la falta de libertad
para explorar la creatividad. ¿Quién soy más allá de esta imagen de mí mismo que da
un sentido que narcotiza la insoportable deriva existencial? Cuando la conciencia
intuye el logro de ese sosiego como prisión, lo soñado se convierte en pesadilla. Ser
lo que deseé comienza a generar ahogo. Emerge la evidencia del amasijo de anhe-
los inconscientes personales, impersonales y colectivos que configuran lo que hasta
ahora creí mi autenticidad esencial.
La repetición del relato arquetípico inhibe las revelaciones de intuiciones crea-
tivas.
La identificación consciente se cristaliza en una imagen que necesita mantener-
se igual a sí misma, revalidándose constantemente y no tolerando disidencias. Esa
imagen personal cargada de afecto necesita defenderse de lo desconocido de uno
mismo y del destino. Lo siente ajeno, una amenaza a la hegemonía de su voluntad
personal. La conciencia entra en batalla con lo inconsciente bajo la forma de “torcer
al destino” y “vencer a los enemigos”. La personalidad necesita que el destino la con-
firme. La pesadilla de la personalidad es que los hechos y los otros la contradigan.
La excitante descarga arquetípica impide recorrer la orgánica vitalidad de los
procesos.
Ante las dudas existenciales, encarnar un arquetipo promueve la convincente
sensación de saber qué hacer y de hacerlo ya. Bajo un aparente activo ejercicio de
Astrología, conciencia y destino 299

la voluntad, la conciencia se entrega a la intensidad de una descarga de vitalidad


–reactiva y compulsiva– a la que confunde con una respuesta decidida y valiente.
El hechizo de la excitación arquetípica no permite que los tiempos de una respuesta
más profunda y global se desarrollen. La energía –tanto psíquica como física– no
logra circular distribuyendo vitalidad por todo el sistema, sino que se concentra en
un punto y estalla.
Sentirnos exitosos, repetir el modo conocido para calmarnos, y creernos vitales
en la excitante descarga pulsional representan expresiones de un patrón psicológico
humano de una universalidad tal que permite aplicarlo a la sexualidad y a la política
tanto como al viaje de la conciencia.
Hay vida más allá de las vivencias arquetípicas particulares que experimenta
nuestra personalidad. Y esa vida pugna por hacerse evidente a la conciencia. Es la
combustión del alma.
El alma vive con las valijas hechas.
El alma muda de los espacios de identidad que habita.
El alma siempre está en casa viajando.
El alma anima al yo y nunca se queda en él.
El alma ama la personalidad y es libre de ella.
La personalidad necesita simplificar la percepción, polarizarse en extremos an-
tagónicos.
El alma abre la percepción a lo complejo, a descubrirse partícipe de una incesan-
te y creativa dinámica de polaridad.
La personalidad percibe un mundo externo, ajeno y peligroso, al que intenta con-
quistar para asegurarse de que su voluntad sea imperio. Convoca a la conciencia a
controlar lo que percibe.
El alma deja en evidencia que soy lo que percibo, delata que el mundo percibido
no está disociado de lo que soy. Invita a la conciencia a incluirse en lo que percibe.
La personalidad presiona para fijar su interpretación del desbordante misterio de
la vida y así defenderse de su imprevisibilidad. Los miedos personales transforman
a la estructura psíquica en una rígida coraza protectora y pierde así su condición de
flexible y mutante vehículo del alma.
La dinámica de la conciencia es esa relación entre identidad y destino. Es la rela-
ción entre la personalidad y el alma. La personalidad es necesariamente arquetípica.
300 Alejandro Lodi

Es un refugio frente al vacío existencial. Necesitamos generar personalidades y desa-


rrollarnos en ellas. Nuestra personalidad se configura en la sustancia psíquica que la
matriz de arquetipos del inconsciente colectivo pone a disposición de la conciencia.
Esa personalidad con la que nos identificamos nos otorga la seguridad de creer en
quienes creemos que somos (o quienes deberíamos ser) y nos permite ser ejecuti-
vos frente a los desafíos de la existencia concreta. Sin embargo, en algún momento lo
sentiremos insuficiente. El destino es la crisis de la personalidad. Se hará manifiesto
a la conciencia que eso que creemos ser (y que acaso exitosamente desplegamos en
el mundo) es un molde, un programa, una prefiguración arquetípica. Allí surge la
angustia de una nueva oportunidad creativa. No de trascender la dimensión arquetí-
pica, sino de pasar a un nuevo nivel del juego de imágenes, más rico y más complejo.
El alma siempre se sale con la suya.
No tiene ningún sentido pretender salirse del juego arquetípico. Todo lo que
percibimos aparece representado a nuestra conciencia. Y toda representación es ar-
quetípica. No inventamos ni creamos imágenes, sino que las activamos en nuestro
inconsciente compartido con toda la humanidad, infinita y eternamente. Pero sí es
cierto que agotamos capas arquetípicas, que desalojamos hechizos groseros para
abordar otros más sutiles, menos condicionados por nuestros deseos, menos auto-
rreferentes.
La personalidad necesita sentirse importante, exclusiva y mejor. El alma repre-
senta una dirección que nos atrae hacia reconocernos funcionales a propósitos uni-
versales, incluyentemente compasivos y no comparativos. El alma nos recuerda que
no somos importantes, no somos exclusivos y no somos mejores. El alma nos reúne.
Lo que aturde.
Lo que llena de palabras.
Lo ruidoso.
Lo que habla a los gritos.

Lo que calma.
Lo que permanece vacío.
Lo silencioso.
Lo que susurra al oído.
Astrología, conciencia y destino 301

Preguntas frecuentes

• ¿Es posible, al mirar una carta natal, darnos cuenta de si alguien puede expresar de ma-
nera creativa un planeta transpersonal o ser devorado por fuerzas que no puede canalizar?
Determinadas posiciones de un planeta transpersonal en la carta natal son indi-
cadores de su protagonismo en la vida de una persona. En ese sentido, el mandala
nos señala la importancia que esa energía tendrá en ese destino, el desafío espiritual
que representa y los momentos cíclicos (es decir, las edades) en los que habrá de
actualizarse. Lo que la carta natal no puede decirnos es qué tipo de respuestas dará la
conciencia. No existe ningún indicador que nos permita afirmar si se tratará de una
emergencia espiritual que el ser profundo pueda capitalizar o, en cambio, una ex-
periencia traumática extrema que conduzca al colapso psíquico de la personalidad.
La respuesta del alma no está determinada en el diseño de nuestra carta. El miste-
rio que anima nuestra fortuna y nuestra desdicha está más allá de nuestra necesidad
de certezas y previsiones. El mapa no es el territorio. El coraje espiritual necesario
para desplegar el viaje de la conciencia implica la aceptación de una travesía sin ga-
rantías y plena de dones, de un juego que incluye pérdidas dolorosas y gracias con-
movedoras.

Bibliografía recomendada

Greene, Liz. Barreras y límites. Buenos Aires: Kier. 2009.


Rudhyar, Dane. Dimensión galáctica de la astrología. Madrid: Edaf. 1988.
Wilber, Ken. Psicología integral. Barcelona: Kairós. 2010.
302 Alejandro Lodi

ÍNDICE
PRÓLOGO, Beatriz Leveratto 3
INTRODUCCIÓN 7

Primera parte: EL SÍMBOLO DE LA CARTA NATAL 11


Capítulo 1: UNA CARTA DE NAVEGACIÓN 13
Distintas metáforas de una carta natal 13
Cielo y Tierra en correspondencia 16
Correspondencia entre energía, psicología y hechos 19
Capítulo 2: UNA EXPERIENCIA POLAR 21
El círculo del mandala 21
El juego de la luz y la sombra 23
Dinámica de polaridad y polarización 26
La paradoja de la integración 27
Personalidad y alma 28
Capítulo 3: UNA REVELACIÓN DEL MISTERIO 33
Dos disposiciones básicas en la interpretación astrológica 33
Conciencias en revelación, destinos en revelación 34
Ni conocimiento ni sabiduría ni mejora 36
La emergencia de un orden 37
Carta natal: imagen y construcción 38
El destino y el abrazo 40

Segunda parte: LA ESTRUCTURA DE LA CARTA NATAL 43


Capítulo 4: DISEÑO Y FORMA 45
La mirada inocente 45
Hemisferios y cuadrantes 47
Configuraciones planetarias 53
Planetas en ángulos 58
El gobernante de la carta 61
Planeta aislado y planeta feral 62
Modalidad preponderante por planetas: la cadencia de la personalidad 64
Modalidades de la cruz natal: la cadencia del alma 65
Cruz natal con modalidades combinadas 67
El caso de Kurt Cobain 69
Capítulo 5: EL BALANCE DE ELEMENTOS 75
Los elementos. Complementariedad, afinidad y antagonismo 77
Astrología, conciencia y destino 303

Las funciones de la percepción y su dinámica psíquica 79


El balance cualitativo de elementos 80
Los elementos en cada posición 85
Fuego principal - Tierra distante 85
Tierra principal - Fuego distante 87
Aire principal - Agua distante 89
Agua principal - Aire distante 92
Fuego secundario - Tierra aparente 94
Tierra secundaria - Fuego aparente 94
Aire secundario - Agua aparente 95
Agua secundaria - Aire aparente 96
Tipologías elementales 97
Tipos elementales puros 97
Tipos elementales combinados 98
El caso de Jorge Luis Borges 100
Preguntas frecuentes 107
Capítulo 6: COMBINACIÓN DE MATRICES 109
Los atributos de la trama: planetas en signos, casas y aspectos 109
Apreciación de afinidades y disonancias 114
Recortes de cualidades afines 115
Contradicción y paradoja 121
Disociación y doble vínculo 124
El caso de Sandro 126

Tercera parte: LA DINÁMICA DE LA CARTA NATAL 133


Capítulo 7: EL DESARROLLO DE LA CONCIENCIA 135
El viaje de la conciencia 135
Conciencia en dinámica de polaridad 141
Los estadios de conciencia 144
La carta natal y los estadios de conciencia 146
Los estadios como organizadores de identidad y activadores de significado 152
Preguntas frecuentes 155
Capítulo 8: LA CONTENCIÓN LUNAR 157
Contenidos astrológicos del estadio de contención lunar 157
La construcción de la autoimagen lunar 158
Deseo, miedo y autoimagen lunar 162
La memoria del trauma y el perdón 165
El significado lunar de signos, planetas y casas 167
Preguntas frecuentes 171
304 Alejandro Lodi

Capítulo 9: LA EXPRESIÓN SOLAR 173


Contenidos astrológicos del estadio de expresión solar 173
La experiencia del ego solar 174
El Sol como centro y como nexo 175
Conciencia adolescente y proyección solar 177
Identidad solar, memoria y porvenir 181
La expresión solar y los planetas de la personalidad 185
El significado solar de signos, planetas y casas 191
Preguntas frecuentes 194
Capítulo 10: LA CRISIS QUIRONIANA 197
El concepto de resiliencia en psicología 198
La experiencia del dolor y la voluntad de sentido 199
Quirón como función planetaria en astrología 201
La polarización quironiana 205
El sanador herido y el talento residente 207
Claves de interpretación astrológica 212
El caso de Elisabeth Kübler-Ross 213
Preguntas frecuentes 217
Capítulo 11: LA REVELACIÓN TRANSPERSONAL 219
Contenidos astrológicos del estadio de revelación transpersonal 219
El ego y la dimensión transpersonal 220
Más allá del ego 222
La isla del yo frente a lo transpersonal 223
Júpiter y Saturno como pulso regulador de la expansión 227
Planetas transpersonales y los ejes de identidad 230
Las polarizaciones transpersonales 233
El caso de Charles Chaplin 239
El Ascendente, la resistencia de la memoria y el don del pasado 245
El caso de Nelson Mandela 255
La dirección del eje nodal 259
El enigma de la casa XII 263
El caso de John Nash 270
El significado transpersonal de signos, planetas y casas 274
Preguntas frecuentes 276
Capítulo 12: LA DISTORSIÓN TRANSPERSONAL 279
La distorsión transpersonal y la psicosis 279
El caso de David Helfgott 287
Lo mitológico y lo transpersonal 295
Más allá del encanto arquetípico 297
Preguntas frecuentes 301

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