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¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA

CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?


F E M I N I S M O S Y D E M O C R A C I A R A DIC A L

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¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA


CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
Feminismos y democracia radical

AÑO 3 enero

NÚMERO IV
1
www.revistadisenso.com
Edición semestral
Año 3 | Número IV
Enero 2022

ISSN 2735-6167

Publicación autogestionada
editorial@revistadisenso.com

2
DISENSO
R E V I S TA D E P E N S A M I E N T O P O L Í T I C O

DIRECTOR Y EDITOR RESPONSABLE


Iván Torres Apablaza

CONSEJO DIRECTIVO
Tuillang Yuing-Alfaro
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CONSEJO EDITORIAL
Matilde Orlando (Italia)
Sandro Chignola (Italia)
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Lorenzo Bernini (Italia)
Juan Pablo Arancibia (Chile)
Carlos Ossandón Buljevic (Chile)
Raúl Villarroel (Chile)
Rodrigo Karmy Bolton (Chile)
Silvana Vignale (Argentina)
Senda Sferco (Argentina)
Marcelo Raffin (Argentina)
David Pavón-Cuéllar (México)
Alessandro Soares da Silva (Brasil)

DISEÑO EDITORIAL
Astrolabio Ediciones
ÍNDICE

6 EDITORIAL

11 DOSSIER

12 Hacia una radicalización de la


democracia: feminismo y campo
popular en América Latina

Luciana Cadahia

36 Sucede que me canso de ser hombre


Notas sobre la queja

Juan Evaristo Valls Boix

56 Pequeña exégesis de un no: las acrobacias queer


de un monosílabo

val flores

70 ¿Una democracia feminista?


Pensar la justicia desde la diferencia y la
vulnerabilidad

Cristina Morales Hernández

90 La contienda sin fin: paradojas del feminismo y


gramática(s) de la enunciación

Andrea Ugalde

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CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
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Despertando al hermafrodita 108


Alejandro Sánchez Lopera
y Ernesto Hernández

El ecofeminismo como ecología 126


decolonial y transindividual

Chiara Bottici
Traducción de Sion Serra Lopes
Revisión de Laura Llevadot

D I Á L O G O S 165

“Si el comunismo es el fin de la 166


dominación sugestiva, no puede haber
sino un comunismo de lo impersonal”

Diálogo con Andrea Cavalletti


Por Iván Torres Apablaza y Rodrigo Karmy Bolton
Traducción por Andrea Fagioli y Marcela Alarcón Ortúzar

C la u d i a C a l q u í n Do n os o
T R A D U C C I O N E S 185

Ideología y folklore del fascismo chileno 186

Armando Uribe
Traducción y presentación por Tuillang Yuing-Alfaro

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EDITORIAL
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
Feminismos y democracia radical

L a furiosa y desagradable contienda entre feministas y transfe-


ministas a la que asistimos hoy en redes sociales, en las marchas
del 8 de mayo, así como en las instituciones parlamentarias y acadé-
micas expresa bien el impasse político en el que se halla, no solo el
feminismo, sino la idea misma de democracia. Subyace a dicha polé-
mica la redefinición conceptual de la identidad, la igualdad y la di-
ferencia, pero sobre todo nuestro concepto de democracia. Cuestión
que atañe a hombres y mujeres, y que no debería pasar desapercibi-
da para cualquiera que se plantee la posibilidad de una democracia
radical, si por tal entendemos un modo de intervenir en lo políti-
co, más allá del marco representativo de las democracias liberales o
neoliberales en las que sobrevivimos en la actualidad y que ha dado
sobradas muestras de sus lógicas excluyentes y de su violencia.

Las acusaciones cruzadas de esencialismo y transfobia, por una par-


te, y de borrado de las mujeres y connivencia con la lógica neoliberal,
de la otra, hallan su marco de comprensión en el regalo envenenado

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CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
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que nos legó Simone de Beauvoir, muy a su pesar y con la mejor de


las intenciones. En El segundo sexo (1949) se planteaban dos tesis
contrarias pero que en su momento no se percibieron como tales. De
una parte, Beauvoir defendía, siguiendo la tradición ilustrada uni-
versalista, la igualdad de la mujer en cuanto sujeto de derechos, pero
de otro, admitía que “la mujer no nace, se hace”, es decir, que el hecho
de ser mujer es en realidad una construcción política y social que se
aprende, y que dicha construcción le otorga un lugar subordinado
dentro del orden social. La identidad no es entonces independiente
de la lógica de la dominación que la sustenta, y reivindicarla implica
asumirla. Esto es lo que comprendió el lesbianismo materialista de
Monique Wittig, así como las derivas queer de Judith Butler y P.
B. Preciado. Son estas posiciones las que, al poner en tela de juicio
el aparato heteronormativo en su totalidad, comprendido como un
régimen político, y no una orientación sexual, han dado lugar en
el campo de la política a las reivindicaciones trans. Por su parte, la
aspiración a la igualdad fue cuestionada desde el feminismo de la
diferencia. “Añadir mujeres y batir”, como apuntaba Fox Keller, deja
intacto el orden androcentrado, cultural y político, en el que habi-
tamos, por más que sean algunas mujeres empoderadas, la mayoría
blancas, occidentalizadas y heterosexuales, las que alcancen a par-
ticipar en él. Se impondría así, desde esta perspectiva, una femini-
zación de las estructuras, pero la dificultad radica en la definición
de lo femenino que subyace a dicho proceso de feminización en la
medida en que pretenda escapar a su concepto heteronormativo,
es decir, a aquel femenino especular que fue creado y proyectado
desde la masculinidad (maternidad, cuidado, enigma, otredad…). Es
así como han tratado de pensarlo autoras como Irigaray, Malabou o
Braidotti, originando lo que hoy podríamos denominar un feminis-
mo ontológico de nuevo cuño que hunde sus raíces en las tesis del
realismo especulativo y el giro ontológico.

La problematicidad de ambas derivas del feminismo actual, si de-


jamos de lado la del feminismo ilustrado y universalista que sigue
trabajando con categorías modernas periclitadas hace tiempo en el
campo del pensamiento, es que, aún si asumen la imposibilidad de

7
sostener la categoría moderna de sujeto, se ven obligadas a negociar
con él en el marco de nuestra jurisprudencia. Confrontadas a una
legislación que exige la representación y la identificación para mo-
dificarse, así como a una situación más que evidente de desigualdad,
cuando no de terror, que sufren los cuerpos feminizados (sean los
de las mujeres, las mujeres trans, los niños, o los de cualquiera que
así sea socialmente percibido, tal y como han mostrado los análisis
de Segato sobre el fenómeno de la violación), la potencia transfor-
madora del feminismo de la diferencia y del feminismo trans se ve
limitada por las mismas estructuras de poder que combaten.

Es en este marco de comprensión que adquiere sentido la crítica de


Zupancik a los movimientos LGTBQ+, en cuanto este + implica la
producción infinita de identidades que, sin duda, tanto el mercado
como las democracias representativas, pueden aceptar sin trastocar
un ápice de sus estructuras. De ahí la insidiosa pregunta que nos es
legítimo plantear tanto a uno como a otro feminismo: ¿Por qué le lla-
man diferencia cuando quieren decir identidad? El estado-nación,
ese pacto entre varones blancos heterosexuales que en el neolibera-
lismo deviene proactivo con el mercado, puede modificar sus con-
tornos en virtud de las demandas siempre y cuando estas no cuestio-
nen sus estructuras legales y normativas. La cuestión es entonces si
el feminismo, tanto como el transfeminismo, tienen la capacidad de
transformación que prometen, la de subvertir el sistema patriarcal,
que se rige a través de la ley y de la norma, así como la de exigir una
democracia radical en la que las demandas de todos tengan por fina-
lidad controvertir el tablero de las identidades en el que tan amable
como cínicamente se nos invita a jugar.

Laura LLevadot
Editora Invitada
Dirección Editorial Revista Disenso

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E n el presente dossier, se ha realizado una selección de obras esté-


ticas que proyectan –en su plurivocidad– una experiencia de pen-
samiento que dialoga con las escrituras aquí convocadas en una zona
de ruptura o dislocación respecto de sus intensidades intelectivas.
Expresan así, la apertura de un lugar donde el pensamiento se vuelve
indiscernible de las afecciones que lo circundan, así como también
de las conmociones de un mundo que lo provocan, lo incitan, lo mo-
vilizan. En este sentido, estas imágenes constituyen experiencias de
pensamiento, precisamente, allí donde las subjetividades encuentran
su modulación polémica e incierta, y comparecen a la potencia inven-
tiva de la imaginación. Pensar es cartografiar, es disponer un mapa
de coordenadas y estancias que jamás podrá coincidir plenamente
con un territorio. En esa diferencia que nunca cesa de diferenciarse,
en medio de ese incesante modular que es la vida, es que se sitúa,
por tanto, esta experiencia co-lectiva que nos invita a pensar de otro
modo, y descubrir en dicho gesto su radical posibilidad.

Dirección editorial
Revista Disenso

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DOSS I ER

11
HACIA UNA RADICALIZACIÓN
DE LA DEMOCRACIA:
FEMINISMO Y CAMPO POPULAR EN
A M É R I C A L AT I N A 1

Luciana
Cadahia

Ob ra s
Ca nela Laude-A rc e

1 Este artículo es una versión modificada, matizada y ampliada de un artículo publicado


en inglés para la revista Verifiche, titulado “Philosophy, Feminism and the Popular Field
in Latin America”.
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
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I. Posiciones excéntricas: de las mujeres dentro de temáticas filo-


Filosofía feminista en América Latina sóficas que escapen a las estrictas cues-
tiones organizadas desde el feminismo.
Dedicarse a la filosofía en la doble con- En esta dirección, construir un lugar de
dición de mujeres y latinoamericanas enunciación filosófico en la doble con-
supone ubicarse en un lugar complejo dición de mujeres y latinoamericanas
de la práctica filosófica. En primer lu- supone un ejercicio de pensamiento a
gar, porque nuestra producción de saber contracorriente. En su clásico libro co-
ocupa un espacio periférico con respec- lectivo Feminismo y Filosofía Celia Amo-
to a los centros de saber filosófico, como rós elabora una reflexión que plantea
puede ser el caso de Europa o Estados una distinción entre “filosofía feminis-
Unidos. La escritura, salvo contadas ex- ta” y “feminismo filosófico”. El propósi-
cepciones, suele limitarse a una inter- to de esta distinción consiste en recha-
pretación rigurosa y exegética de los zar la primera posibilidad y decantarse
textos canónicos de la filosofía clásica, por la segunda. Según las palabras de la
moderna o contemporánea. En segundo misma autora:
lugar, porque nuestra posición de mu-
jeres implica un lugar de exterioridad La expresión “filosofía feminista” pa-
con respecto a la historia de la filosofía. rece connotar un quehacer construc-
tivo y sistemático que, de hecho, es-
Supone adentrarse en un terreno donde
tamos aún en condiciones precarias
no solo se ha configurado una práctica para abordar: sin contar con los pro-
masculina hegemónica, sino donde la blemas que en la actualidad plantea
mujer ha sido anulada o subalterniza- hacer filosofía sistemática en general,
da dentro de esas mismas reflexiones. A feminista o no. Los rendimientos de-
pesar de los esfuerzos por recuperar vo- constructivos priman, pues, sin duda,
ces femeninas dentro de la historia de sobre los reconstructivos y, si es que
llegase a ser posible hacer una filoso-
la filosofía, lo cierto es que recién des-
fía feminista, a lo mejor, por ello mis-
de mediados del siglo pasado contamos mo, dejaría de tener sentido: las femi-
con una producción lo suficientemente nistas podríamos entonces sentirnos,
rica como para crear un canon habitado cómodamente y sin trampas, iden-
también por filósofas. No obstante, esta tificadas con la filosofía que harían
constelación se ha caracterizado, sobre todos y todas. (Las “pensadoras de la
todo, por un posicionamiento de las mu- diferencia sexual” discreparán radi-
calmente, por razones que quizás ya
jeres dentro de las temáticas relaciona-
pueden intuirse y sobre las que vol-
das con el feminismo. De manera que veremos, de estas estimaciones mías).
aún hoy sigue siendo minoritario el rol Prefiero, por estas razones teóricas y

13
algunas otras de orden pragmático, filosofía. Como sugiere el pensador ar-
hablar más bien de feminismo filosó- gentino Jorge Alemán en su libro Hori-
fico. (Debo la distinción y lo que ésta zontes neoliberales en la subjetividad, las 3

me sugiere a mi buen amigo José Luis


posiciones excéntricas no son aquellas
Pardo.) Pues lo que se quiere dar a en-
tender con esta denominación es que que se asumen pasivamente como la pe-
el feminismo es susceptible de ser te- riferia, en el sentido de que un “otro”
matizado filosóficamente. Lo es por- les ha asignado ese lugar, sino las que
que tiene implicaciones filosóficas y tienen la capacidad de crear una ubi-
porque, como forma de pensamiento, cación que escapa al centro. Es decir,
es, en su entraña misma, filosófico. 2 lejos de apuntar a una posición de ex-
terioridad o minoría marginalizada en
Nos interesa recoger esta distinción
la que decidimos afirmarnos, es posible
porque consideramos importante la no-
asumir la posición de quienes, aunque
ción de feminismo filosófico para los
actuemos “contra la corriente”, vamos
propósitos de este artículo. Acordamos
transformando las coordenadas políti-
con la autora en que el feminismo es
cas, epistémicas y simbólicas capaces de
filosófico “en sus entrañas” pero cree-
disputar los sentidos comunes estable-
mos que esta consideración no debería
cidos en los espacios de legitimación de
ir en desmedro de la posibilidad de una
los saberes y las prácticas políticas. Esta
filosofía feminista. Es decir, no es nece-
voluntad excéntrica puede, incluso, ir
sario plantear una dicotomía entre am-
asumiendo dentro de sí, en unos re-
bas expresiones para que podamos asu-
gistros muy diferentes, aquello que los
mir la idea de un feminismo filosófico.
espacios oficiales habrían determinado
Incluso, puede resultar más fructífero
como propios. De modo que se asume la
hacer coexistir ambas expresiones. En
posición extraña y controversial cuya
el sentido de que, por un lado, está el
dimensión feminista no apunta solo al
ejercicio de indagación de una filosofía
contenido de lo que se piensa sino a la
de corte feminista, interesada no tanto
manera en que se asume la actividad fi-
en abandonar la filosofía sin más sino
losófica. Es el modo de leer la tradición
en leer la misma historia de la filosofía
el que va engendrando una forma fe-
en clave feminista, pudiendo encon-
minista de asumir la práctica filosófica.
trar, más allá de la voluntad de los mis-
4
Si pudiéramos pensar este movimiento
mos autores, claves filosóficas críticas
excéntrico de la filosofía feminista en
con la lógica patriarcal. Esto, a nuestro
términos metafóricos, se ajusta muy
entender, puede ser pensado como una
bien a lo que sugiere Joan Scott cuando
posición excéntrica dentro de la misma
nos dice que opera como “ondas expan-

2 Amorós 2000, 10.


3 Alemán 2016.
4 Este punto de vista de una filosofía feminista lo hemos trabajado once filósofas latinoamericanas y
caribeñas en un libro colectivo de pronta aparición.

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sivas que se desplazan desde epicentros figuración de un pensamiento de la di-


dispersos y transforman formaciones ferencia posfundacional, termina por
geológicas a su paso”, puesto que esta propiciar repliegues identitarios al inte-
operación “implica un sentido tanto de rior de las luchas populares. Me refiero,
causas de regresión infinita —las rever- ante todo, a dos operaciones. En primer
beraciones son re-ecos, sucesiones de lugar, a la segmentación de las luchas
ecos— como de efecto —las reverbera- emancipadoras en diferentes particula-
ciones también son repercusiones.” 5
ridades desconectadas entre sí. Y, por
otro, a la creación de una discordia,
Y esta posición excéntrica que asumi- desafección y cancelación entre esas
mos como filósofas feministas puede diferentes particularidades que impide
estar conectada, al mismo tiempo, con una unidad emancipadora. Todo lo cual
el feminismo filosófico que nos ha per- se puede observar al interior de los de-
mitido hacer pensable esta actitud hacia bates feministas contemporáneos entre
la filosofía. Es nuestra doble posición una serie de acusaciones cruzadas entre
como filósofas y feministas latinoa- feminismos provenientes del norte o el
mericanas lo que va propiciando una sur global, atravesados por el problema
contaminación creativa entre ambas de la raza, la clase y las diversidades se-
posiciones al punto de, por momentos, xuales. Pero, por otro lado, nos interesa
volver indistinguible dicha separación. pensar cómo afecta esta paradoja epocal
Para el presente artículo, por tanto, va- al interior de otro signo de nuestra épo-
mos a emplear los dos polos de la dis- ca, a saber: el deseo de radicalización de
tinción (feminismo filosófico y filosofía la democracia. Es decir, radicalizar for-
feminista) para poder pensar desde la mas de vida más igualitarias desde una
filosofía -feminista- y desde el feminis- perspectiva feminista.
mo -filosófico- dos inquietudes que van
a organizar la orientación de este artí- Para atender ambos puntos, parado-
culo. Por un lado, una de las paradojas jas del feminismo y radicalización de
más cruciales en los que se encuentra la democracia, vamos a llevar a cabo
el debate contemporáneo: una compul- la siguiente propuesta argumental que
sión identitaria engendrada desde los supondrá ir entretejiendo problemas
supuestos ontológicos de la diferencia. coyunturales, debates feministas y tra-
O, dicho de otra manera, la paradóji- diciones filosóficas. Contra cierto senti-
ca situación de que una época como la do común académico, establecido en el
nuestra, organizada, por un lado, desde ámbito del feminismo, vamos a exponer
la constatación de la muerte del pensa- por qué resulta importante seguir sos-
miento fundacional y de la ontología de teniendo el concepto mujer en América
la identidad y, por otro, desde la con- Latina, en términos estratégicos y posi-

5 Scott 2012, 355.

15
cionales, dentro de los debates intelec- II. Metafeminismo práctico (o cuando
tuales. Y, para ello, nos adentraremos la praxis altera los debates teóricos)
en los principales debates filosóficos
alrededor del uso de este término den- Para entender mejor qué significa asu-
mir esta contaminación entre filosofía
tro del campo feminista. En segundo lu-
feminista y feminismo filosófico, nos
gar, explicaremos que la importancia de
gustaría abordarla a partir del clásico
conservar este término para el ámbito
debate alrededor de si tiene sentido se-
académico encuentra sus razones en el
guir usando el término mujer y cómo
ámbito práctico o, más precisamente, en todo esto se juega en el cruce entre una
la articulación política y sus luchas por filosofía feminista y un feminismo filo-
la emancipación. En tercer lugar, hare- sófico. Como sabemos, existe un fructí-
mos un breve recorrido por los deba- fero debate entre las teóricas de la dife-
tes intelectuales latinoamericanos, con rencia (tales como Luce Irigaray, Hélène
objeto de indicar cuáles son los límites Cixous, etc.), las pensadoras la diferen-
y posibilidades para la articulación fe- cia antisexual (Monique Plaza, Monique
minista de las mujeres en clave demo- Wittig, etc.), las pensadoras de la teoría
cratizadora. En cuarto lugar, y desde queer o teoría de género 6
y las femi-
la perspectiva de las posibilidades que nistas lacanianas alrededor de la posi-
7

abre esto para la construcción de una bilidad o no de usar expresiones como


democracia radical, estableceremos una “femenino” o “mujer”. En lo que se refie-
re a la primera corriente, autoras como
distinción entre el campo intelectual fe-
Luce Irigaray o Rosi Braidotti asumen
8 9

minista a fin a la filosofía de la diferen-


la necesidad de habitar estos términos
cia afirmativa, por un lado, y el campo
como una paradoja y otorgarles un uso
feminista heredero de la noción de ne-
no esencialista ni a priori. Es decir, con-
gatividad en filosofía, por otro. Nos in- siderar esas palabras como el nombre
teresa demostrar que entre la filosofía dado a una forma de la exclusión y, por
de la diferencia y la filosofía de la nega- tanto, pensar si a partir de ella es facti-
tividad se juega una comprensión de la ble un “feminismo femenino” como pro-
república y el campo popular feminista yecto político, histórico, contingente y
desde el cual pensar la democratización no esencialista que se abra a la multi-
de la democracia. plicidad de formas de ser y existir en la
sociedad. En relación con la segunda
10

corriente, pensadoras como Monique

6 Braidotti 2004, 69-106.


7 Copjec 2006.
8 Irigaray 2009; Irigaray 2007.
9 Braidotti 2005; Braidotti 2004.
10 Braidotti 2004, 9-32.

16
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Plaza o Monique Wittig consideran tas lacanianas, podríamos decir que se


que estas categorías asociadas a la di- distancian de todas las corrientes men-
ferencia sexual se vuelven demasiado cionadas hasta ahora en dos aspectos
esencialistas, puesto que se prestan a fundamentales: el carácter negativo del
una interpretación ahistórica o apolí- deseo y el lugar asignado a lo femenino
tica de los problemas y reintroduce el en la teoría lacaniana.
binarismo simétrico entre masculino/
femenino. 11
La tercera corriente, ha- Ahora bien, nos parece que términos
ciendo eco de la segunda, también con- como “femenino” o “mujer” está com-
sidera que estos términos conservan un pletamente superados si los asumimos
resabio metafísico atravesado por una como un dato, un hecho biológico o una
“matriz heterosexual” esencialista de la esencia metafísica de carácter a-histó-
cual autoras como Judith Butler o Paul rico que determinaría de forma esencial
Preciado, buscan distanciarse. Entre
12 una sociedad dividida entre “hombres”
estas tres corrientes (diferencia sexual, y mujeres” -con toda la serie de asocia-
diferencia antisexual y teoría queer ciones históricas asignadas a cada con-
o de género) la cuestión se traduce en dición de género-. Sin embargo, si pen-
dos aspectos fundamentales, aunque no samos “lo femenino” o “la mujer” desde
únicos. La primera cuestión plantea si el interior de los debates que acabamos
el uso de expresiones como “femenino” de mencionar, existen posiciones en-
o “mujer” implica o no la reactivación de contradas y no se trataría de un debate
algún tipo de esencialismo. La segunda, superado. Más aún, este debate no está
en cambio, es una cuestión alrededor resuelto si tomamos en consideración
del problema del deseo, cuya tensión los usos asignados a estas palabras por
oscila en valorar si se trata una dispu- parte de las autoras feministas de la di-
ta entre una tradición heterosexual (la ferencia sexual, del feminismo lacania-
diferencia sexual) y una tradición les- no y, para el caso que nos interesa en
biana (la teoría de género), o si se trata este artículo, al uso dado en las expe-
de dos tradiciones diferentes para nom- riencias políticas actuales del feminis-
brar la homosexualidad femenina. Si 13
mo latinoamericano en las que nuestro
es lo primero, entonces, el deseo lesbia- compromiso se inscribe. ¿Este término
no sería algo independiente del deseo es o no empleado en las organizaciones
femenino y la categoría “mujer” debería feministas y populares de América Lati-
ser disuelta. Si es lo segundo, en cam- na? ¿Qué resulta más fructífero desde el
bio, el deseo lesbiano funciona como campo intelectual para las luchas por la
un continuum de la sexualidad femeni- emancipación: disolver o participar en
na. En lo que se refiere a las feminis- la construcción performativa del tér-

11 Braidotti 2004, 92.


12 Butler 2007, 38.
13 Braidotti 2004, 91-92.

17
Canela Laude-Arce
| S E R I E V I N C U L A R I DA D( E S ) |

E
ste trabajo esta compuesto de diferentes capí-
tulos de un mismo tema, que trata del activis-
mo feminista latinoamericano en Paris, Fran-
cia. El feminismo latinoamericano que se expresa en
el hemisferio norte sobresale por su expresividad
artística que no es tan común en los movimientos
sociales y feministas franceses. Los grupos activis-
tas representados usan trabajo textil, collage, per-
formance, fanzines y música para hacer salir su po-
tencial visual potente y transformador. Se llaman
Alerta Feminista, la Brigada Serpientes, Chilcocas,
Raizes Arrechas, se conocen, se encuentran, colabo-
ran, llevan a nuevas posibilidades de interrupción
del orden capitalista, neoliberal patriarcal y blanco
y abren espacios de colaboración y de transforma-
ción revolucionaria para las mujeres, mujeres trans
y personas non-binarias que deciden luchar juntxs
en esos espacios. Esta red que se esta tejiendo se
vuelve mas potente a medida que las colaboraciones
van creciendo y abriendo nuevos horizontes inte-
riores y políticos, con un enfoque descolonial desde
el Sur hacia el Norte.

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@can el ald

18
mino? En ese sentido, nos parece inte- mática de las ataduras sociohistóricas
resante seguir algunas de las reflexio- que escapan al nivel de la conciencia y
nes de Braidotti y Scott (aunque no nos pudiéramos controlar, a través del mero
comprometamos con sus presupuestos acto de nominación, el ser de nuestra
ontológicos de la diferencia afirmativa subjetividad. Esto no quiere decir que
en clave derrideana y deleuziana), quie- no haya un juego desafiante en empe-
nes consideran que “no es la autode- zar a nombrar las cosas de otra forma,
nominación deliberada la que nos per- al punto de que exprese lo experimental
mitirá encontrar la salida a la prisión y performativo en el orden del ser. Pero
del lenguaje falogocéntrico”. Por eso,
14
ese juego experimental no tiene por qué
renunciar al uso de expresiones como ir en desmedro de que se sigan usando
“mujer” o “femenino” -y buscar otras ca- expresiones como “mujer” o “femenino”,
tegorías para pensar los problemas- no ni tampoco quiere decir que el uso de
supone una transformación automática estas expresiones conserve, a priori , una
de las estructuras materiales de poder a metafísica patriarcal. Quizá el proble-
16

las cuales los antiguos nombres estaban ma esté en creer que con el nombre se
asociadas. Más aún, añadimos noso-
15
agota toda nuestra identidad y que una
tras, muchas veces se producen debates vez nombradas las cosas de otra mane-
muy sofisticados dentro de la academia ra es posible recuperar la pureza del ser.
que terminan por distanciarse del ám- Quizá el secreto de la emancipación no
bito de las luchas políticas concretas y esté tanto en asignar el “nombre correc-
de los términos que estas mismas lu- to” como en los movimientos del pensa-
chas usan para expresar su malestar miento que propicia el uso contaminado
e impulsar una transformación social. y no totalizador que hacemos con las
Compartimos con Braidotti la idea de palabras para nombrar el mundo. ¿Aca-
que esta actitud de renunciar a deter- so no se trata de jugar con las expresio-
minadas palabras puede conducir a nes como un intento de desconfiar de
cierto voluntarismo ingenuo de la no- las mismas palabras al punto de propi-
minación -como si al nombrar de otra ciar contaminaciones? De manera que
manera ya estuviéramos dando lugar “los cambios en las estructuras profun-
a lo nuevo y revirtiendo las lógicas de das de la identidad requieren interven-
opresión- que, paradójicamente, reacti- ciones socio-simbólicas que trascienden
va los peores resabios de la omnipoten- la autodenominación deliberada”, esto
cia de las teorías de la conciencia. Como es: asumir “que los procesos incons-
si la elección de nombrarnos de otra cientes son transhistóricos, y por tanto
manera nos liberaría de manera auto- necesitan tiempo para ser modificados,

14 Braidotti 2004, 96.


15 Scott 1996, 265-302.
16 Femenías y Ruíz, 2004, 14.

20
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
F E M I N I S M O S Y D E M O C R A C I A R A DIC A L

no significa que podamos abandonar o histórica y, al mismo tiempo, la contin-


renunciar al inconsciente mediante un gencia y la indeterminación que le es
contra-movimiento hacia la ‘realidad propia para toda práctica transforma-
histórica o social’. Antes bien, significa dora. En ese sentido, la posición política
que para tomar decisiones políticas efi- “mujer”, como algo a construir, puede
caces debemos aceptar la temporalidad dar lugar a figuras que funcionan como
específica del inconsciente.” Por eso,
17
“personajes conceptuales” de una esce-
añade Braidotti, puede resultar intere- na -sin que ello niegue la existencia de
sante asumir la paradoja de la identidad otros personajes- que “iluminan aspec-
femenina como “una necesidad simul- tos que hasta entonces constituían pun-
tánea de afirmarla y deconstruirla” , 18
tos ciegos de la propia práctica” y que
con objeto de concebir “lo femenino” o “se encuentran materialmente inscritos
“la mujer” como un saber situado o una en el sujeto”. En segundo lugar, por-
20

“política de la localización”. Y desha- que estas figuras expresan una para-


cer la dimensión esencialista u opresi- doja constitutiva cuyo carácter contra-
va de estos términos puede venir dado, dictorio no busca ser “superado” -sino
al mismo tiempo, por su reivindicación trabajado de otra manera-. Es decir, lo
afirmativa en el ámbito de los movi- femenino o la mujer supone tanto el lu-
mientos sociales, en los términos de un gar de una opresión (sedimentada his-
proyecto dentro de un campo de fuer- tóricamente) como una posición política
zas, es decir, una “posición” simbólica (una posibilidad emancipadora). Y, en
y política. Por un lado, por que usar
19
tercer lugar, las figuras, al tener la par-
expresiones como mujer o femenino no ticularidad de poner a funcionar tanto
tiene por qué significar que todas las la inteligencia como la sensibilidad, son
mujeres sean iguales o que nos estamos capaces de afectarnos de tal modo que
refiriendo a una identidad naturalizada nos movilizan para la acción política.
de manera mecánica. Y, por otro, por-
que puede funcionar como una plata-
forma de acción política, entendida no
III. Feminismo teórico (o cuando los de-
ya como el nombre de una identidad pre-
bates teóricos alteran la praxis)
viamente dada sino como una posición
relacional a construir colectivamente Si retomamos lo que expresamos en la
de manera contingente. Es decir, una primera sección de nuestro artículo, a
posición del sujeto en sentido político y saber: que hacer filosofía desde Amé-
militante que asume la sedimentación rica Latina está intrínsecamente vin-

17 Braidotti 2004, 96.


18 Braidotti 2004, 95.
19 Braidotti 2004, 98.
20 Braidotti 2004, 95.

21
culado a nuestra situación de opresión posición política emancipadora, en el
heredada de la experiencia colonial y ámbito de los movimientos feministas
patriarcal, esto implica un nexo inexo- en América Latina.
rable con el ámbito de la praxis, es de-
cir, un vínculo con los movimientos co- Ahora bien, es importante notar que
lectivos que van dándole forma a estas el feminismo en América Latina, como
luchas contra la opresión. Muchas de sugieren Eli Bartra Muriá , Francesca 21

nosotras, incluso, participamos en am- Gargallo y Sonia Rivera Berruz , ha


22 23

bos espacios a la vez, es decir, practi- tenido su propia evolución al momento


camos la filosofía y, al mismo tiempo, de asumir el problema de la opresión. 24

formamos parte de estos movimientos En ese sentido, es caracterizado por


contra la opresión. De ahí que nuestro momentos u “olas” cuya genealogía no
lugar para pensar la naturaleza de la coincide exactamente con la europea o
filosofía nos posiciones en ese espacio norteamericana. Podría hablarse, en
25

que denominamos “excéntrico” y que va primer lugar, de un protofeminismo


buscando las formas de transformar las previo al siglo XIX, encarnado en figu-
coordenadas de los registros socio-sim- ras como Sor Juana Inés de Cruz y su
bólicos de la sociedad y el conocimiento. particular relación con el lenguaje o 26

Y por eso nuestra relación con la elec- Juana Manso y Flora Tristán cuando
ción de los términos a pensar desde el planteaban la importancia de una edu-
ámbito teórico depende, en gran medi- cación popular feminista. Seguido por27

da, de cuáles son los significantes em- un feminismo republicano de finales


pleados en los movimientos sociales. Es del siglo XIX y principios de siglo XX,
por esta razón que, en el segundo apar- que implicaba la combinación entre la
tado, hicimos una reconstrucción teóri- pulsión continental de un republicanis-
ca del problema del significante mujer, mo emancipador -y acorde al espíritu
mostrando que nuestra posición para de las independencias- y el acceso del
seguir usándolo en el ámbito del pen- voto femenino en ese contexto liber-
samiento filosófico descansaba en su tario. Un tercer momento organizado
capacidad movilizadora, en tanto una por las experiencias revolucionarias de

21 Bartra Muriá 2005.


22 Gargallo 2009, 418–433.
23 Gargallo 2009, 418–419.
24 Cabe resaltar que las tres pensadoras señaladas no comparten, de manera exacta, dado el énfasis
puesto a un aspecto frente a otro en el vínculo entre estética y política, una misma interpretación de
los diferentes momentos del feminismo. De manera que recojo, a partir de la lectura de todas estas
interpretaciones, una consideración general de estos momentos para los fines del presente artículo.
25 Rivera Berruz, “Latin American Feminism”, en Stanford Encyclopedia of Philosophy: ht-
tps://171.67.193.20/entries/feminism-latin-america.
26 El libro de Francesca Gargallo, Ideas feministas latinoamericanas (2000) hace un recorrido muy minu-
cioso de la evolución del feminismo en América Latina.
27 Gargallo 2009, 418.

22
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
F E M I N I S M O S Y D E M O C R A C I A R A DIC A L

corte socialista y atravesadas por ex- con independencia de las orientaciones


periencias guerrilleras y por el exilio o afiliaciones políticas. 28

de las dictaduras cívico-militares entre


los años 60’ y 70’. Para luego dar lugar Paralelo a todo esto, también estaba la
a los feminismos de los años 80’ y 90’, necesidad de ir construyendo las espe-
propios de lo que se ha dado en llamar cificidades de un feminismo negro en
la “transitología democrática” en la re- autoras como Sueli Carneiro, Léila Gon-
gión; hasta llegar a los feminismos po- zalez u Ochy Curiel ; un feminismo
29

pulares del siglo XXI, atravesados por lesbiano en autoras como Yuderkys Es-
la articulación con las otras formas de pinosa Miñoso y un feminismo indige-
30

opresión en la región: la clase y la raza. nista en autoras como Angela Ixkic Bas-
Así, la experiencia colonial y la con- tian Duarte o Silvia Rivera Cusicanqui, 31

dición periférica dentro del escenario cuya forma de emancipación tuviera


geopolítico ha marcado una singular como objetivo un número de demandas
deriva tanto en el pensamiento como en que el feminismo clásico no había sido
la praxis feminista latinoamericana. En capaz de contemplar. Actualmente, pa-
ese sentido, los años 80’ y 90’ determi- reciera haber una nueva reorganiza-
naron un campo feminista dividido al ción del campo feministas envuelto en
interior de sí entre las feministas insti- dos grandes cuestiones. Por un lado, la
tucionalistas, las feministas militantes necesidad de articular la pluralidad de
y las feministas autonomistas. El pri- feminismos en América Latina (autono-
mer grupo estuvo asociado con la figura mista, militante, negro, indígena, lesbia-
de feministas profesionalizadas y vin- no, queer, etc.) con las luchas del campo
culadas al trabajo institucional entre popular (clase y raza) y, por otro, la nece-
la organización internacional y ONG’S sidad de repensar el tipo de vínculo que
durante el período de gobiernos neoli- ha habido entre el feminismo y el estado
berales. El segundo grupo, en cambio, o las instituciones, por fuera de la lógi-
estuvo más asociado con el trabajo de ca consensual del neoliberalismo. Y aquí
base y los movimientos populares. Sin es donde se inscribe nuestra reflexión, a
embargo, las feministas militantes no saber: cómo pensar al feminismo dentro
renunciaron a sus vínculos con los par- del campo popular, por un lado, y la ca-
tidos políticos de izquierda o los sindi- pacidad de configurar un democratiza-
catos. Las feministas autónomas, por su ción feminista y popular, por otro. Esta
parte, sí consideraron prioritario crear aproximación que planteamos resue-
un movimiento autónomo de mujeres na con los trabajos de feministas como
Carneiro, María Luisa Femenías, Sonia

28 Ibidem.
29 Carneiro 2005, 27–32; González 2015 ; Curiel 2016, 46–55.
30 Espinosa Miñoso 2011, 401–5.
31 Rivera Berruz, “Latin American Feminism”.

23
S E RI E 1

24
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CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
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25
Álvarez, Alba Carosio, Marlise Matos y apuestas feministas ancladas en la teo-
Clarisse Paradise, entre otras. 32 ría de la diferencia, l’écriture féminine o
cierta renovación de las teorías queer
Y esta doble cuestión experimentada y de género, que asumen la diferencia
al interior de la praxis feminista se en- ontológica en su dimensión constituti-
cuentra, dentro del campo intelectual, vamente afirmativa y sin pasar por el
atravesada por dos legados de pensa- juego de la negatividad. Entre sus re-
miento que giran alrededor de cómo presentantes más importantes se en-
tratar la vieja cuestión filosófica de la cuentran autoras como Irigaray, Brai-
negatividad. Asumimos que la crítica a dotti o Preciado quienes recogen las
la negatividad por parte de las femi- apuestas deleuzianas y/o derrideanas
nistas de la diferencia se expresa muy de pensar la diferencia desde sí misma
bien cuando Braidotti rechaza el papel y más allá de la negatividad propia tan-
que cumple este concepto en propues- to de la dialéctica de la diferencia y la
tas como las de Judith Butler o Slavoj identidad como de cierto legado laca-
Žižek. Según la autora, el papel de la niano. Por feminismo autonomista nos
negatividad conduciría a una especie referimos a las apuestas feministas pro-
de melancolía que se volvería incapaz venientes de cierto legado postmarxista
de proponer una transformación so- que recogen, en autores como Michael
cial. Nosotras rechazamos esta iden- Hardt, Toni Negri o Gilles Deleuze, las
33

tificación entre la negatividad y la me- relecturas actuales de la potencia, el de-


lancolía inmovilista. Consideramos que seo y lo común en Spinoza para pensar
esto no se encuentra en la propuesta la emancipación. Y, también, a las auto-
ética de Butler. Y que, al igual que en ras que trabajan el problema del femi-
Butler, autores como Ernesto Laclau nismo comunitario como alternativa a
ayudan a pensar justamente la emanci- la herencia colonial. En lo que se refie-
pación desde la negatividad o ausencia re a la vertiente postmarxista, encon-
constitutiva del sujeto (o ser de lo so- tramos autoras como Verónica Gago, 34

cial). Consideramos que este rechazo a cuya idea de la potencia, el deseo o vida
la negatividad trae aparejado un recha- en común se asume desde una ontología
zo al antagonismo, el cual se encuentra afirmativa que desdeña cualquier resa-
arraigado tanto en los feminismos de la bio de negatividad en la teoría. En re-
diferencia europeos como en los femi- lación con la perspectiva del feminismo
nismos autonomistas latinoamericanos. decolonial, encontramos los trabajos
Para el primer caso nos referimos a las de María Lugones, Rita Segato, entre 35 36

32 Para más información sobre la evolución del feminismo en América Latina y el Caribe recomendamos:
Álvarez 2019, 73-102; Carosio 2014; Femenías 2007, 11–25.
33 Braidotti 2005, 73-86.
34 Gago 2019.
35 Lugones 2011, 105-119.
36 Segato 2013.

26
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otros. Tanto el feminismo postmarxista tica, creando una escisión que debilita
como el feminismo comunitario tienden la fuerza que organiza a cada una. Si 37

a establecer una serie de oposiciones nos preguntamos por los desencuentros


que pareciera definir de antemano cuá- entre el feminismo y el campo popular
les son los lugares privilegiados para la (o populismo), entonces, nos parece que
emancipación y cuáles no. Así, el Esta- para el caso del feminismo el recha-
do, la representación, los partidos polí- zo viene experimentado por parte de
ticos, la figura del líder y la confronta- ciertas tradiciones feministas tanto la-
ción, por un lado, suelen quedar del lado tinoamericanas (autonomistas, comuni-
de la abstracción y el patriarcado y la tarias y/o spinozistas ) como europeas
38

vida común, la inmanencia, las nuevas (propias de las teorías de la diferencia)


formas de organización feministas y el que expulsan el antagonismo (y, por
cuerpo, por otro, del lado del feminismo tanto, la negatividad) al momento de
emancipador. Posiblemente, la coinci- configurar su propia apuesta política.
dencia que podamos encontrar entre el Dicho de otra manera: consideran que
feminismo de la diferencia europeo y el una verdadera organización feminista
feminismo autonomista latinoamerica- sería aquella capaz de erradicar la lógi-
no sea su concepción afirmativa del de- ca conflictiva (pólemos ) propio del ethos
seo, tomando distancia del deseo como masculino -y por ende populista- y, en
negatividad propia de la tradición hege- su lugar, configurar una lógica afirma-
liana, lacaniana o, incluso, si nos aden- tiva y conciliadora. En el caso del cam-
tramos en la escena latinoamericana, po popular, en cambio, el problema es-
del campo popular. taría en ciertas dificultades para pensar
la feminización de lo popular y el pa-
pel que le cabría a la categoría política
IV. Feminismo y campo popular: una de los cuidados en la construcción del
reflexión desde la negatividad pueblo. Es decir, se trata de las dificul-
tades que muchas veces experimenta el
Pareciera que cuando intentamos pen- campo popular cuando convierte las de-
sar el feminismo junto al campo popu- mandas feministas en un problema de
lar (o las tradiciones populistas eman- segundo orden. O dicho en los términos
cipadoras) algo cortocircuita, puesto del problema de los cuidados: cuando se
que resulta difícil imaginarlos juntos les otorga prioridad a las contradiccio-
como parte de una misma lucha polí-

37 Pensemos en el papel marginal que muchos movimientos nacionales y populares le otorgan al movi-
miento NiUnaMenos, a la legalización del aborto o al problema del trabajo doméstico.
38 Por feminismo spinozista hacemos alusión al feminismo que configura una noción afirmativa del
deseo, proveniente de la lectura de Deleuze y Negri de Spinoza. Esta lectura se opone a la concepción
negativa del deseo, heredera de la tradición hegeliana y lacaniana.

27
nes entre la producción social del valor idea de que las categorías teóricas, al ser
(trabajo) y el capital, y se omite los tipos producidas en un determinado contex-
de opresiones que genera la contradic- to sociohistórico, no pueden escapar de
ción entre la reproducción social de la él. En palabras de las autoras: “estas ca-
vida (cuidados) y el capital. tegorías están “contaminadas” de con-
tenidos ónticos porque sólo así pueden
¿Pero qué sucede si, en vez de ampliar ser inscriptas en el discurso dominante
la brecha entre el feminismo y el campo de la época” . Pero dan un paso más y
40

popular, cuestionamos este desencuen- se preguntan ¿en qué medida las catego-
tro y empezamos a explorar un vínculo rías ontológicas y las formas culturales
entre ambos como posibilidad de radi- no están ya contaminadas de patriar-
calización de la democracia? Nos pare- cado? Y, por tanto, ¿cómo “repensar las
ce que esta posibilidad la podemos en- formulaciones teóricas en un universo
contrar en los debates actuales sobre simbólico que incorpore los nuevos mo-
la importancia de feminizar la política y la dos de organización social resultantes
cultura y, en ese sentido, no solo sería de las conquistas de derechos igualita-
oportuno preguntarnos por este nuevo rios de los últimos años” ?
41

lugar de enunciación, sino también in-


dagar hacia dónde nos conduce, es de- Siguiendo este hilo de ideas, las autoras
cir, qué tipo de desciframiento supone sugieren que el feminismo cumpliría una
para las propuestas teóricas que bus- doble operación: desde el punto de vis-
can unir feminismo y campo popular ta óntico sería la fuerza materialmente
(o populismo). Desde esta perspectiva, existente que nos permite cortocircui-
en Problemas teóricos, problemas políticos , tar desde dentro las prácticas homoge-
Paula Biglieri y Gloria Perelló se pre-
39
neizadoras del amo en la figura encar-
guntan qué le sucede al pensamiento nada del hombre blanco heterosexual y
cuando asumimos, por un lado, que el dominador. Pero, desde el punto de vis-
patriarcado es una de las formas cul- ta ontológico, es una figura catacrética
turales de dominación más antiguas, y, empleada para pensar cuando los nom-
por otro, que es justamente esa forma bres fallan en su intento de nombrar lo
cultural, entendida como un orden so- que todavía no ha tenido lugar (y desde
ciohistórico, la que “informa a aquellas la asunción misma de esta falla consti-
categorías con las cuales pensamos lo tutiva). El feminismo, por tanto, opera
ontológico”. Este cuestionamiento plan- como una falla desde ambos puntos de
teado en el texto les ayuda a elaborar la vista a la vez. En el plano de lo práctico,

39 iglieri y Perelló 2019.


40 Ibidem.
41 Ibidem.

28
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
F E M I N I S M O S Y D E M O C R A C I A R A DIC A L

configura una falla cultural y política al presupuestos son: el autonomismo, la


interior del ethos dominante y, en el pla- ilusión de inmediatez y la creencia en
no ontológico, por su parte, apunta a lo la corporalidad como lo otro del poder.
que todavía no se puede nombrar, pero En lo que se refiere al primer punto,
sí imaginar: una humanidad feminis- se considera que cualquier apelación al
ta. A nuestro entender, esta propuesta Estado o a las formas de representati-
planteada por las pensadoras argenti- vidad operarían como un mecanismo
nas Biglieri y Perelló, vuelve a intro- de cooptación de la inmanencia propia
ducir, a través del concepto de falla , la de las luchas para la emancipación, por
cuestión de la negatividad al interior de lo que resultaría necesario la prácti-
los debates feministas. De manera que, ca de la autogestión, sin ningún tipo
dentro del legado postmarxista latinoa- de mecanismo institucional o repre-
mericano pareciera haber una tensión sentativo. El segundo punto, asociado
entre pensar el feminismo como una con el primero, consiste en creer que
potencia afirmativa, en la perspectiva existen lugares previos a cualquier ar-
de Gago o asumirlo como una falla cons- ticulación, es decir, lugares que deben
titutiva, en la perspectiva de Biglieri y su existencia a sí mismos y que, por lo
Perelló. En esa dirección, en este artícu- tanto, serían privilegiados para llevar
lo nos parece más fructífera la segunda a cabo las transformaciones sociales. A
posición planteada, ya que nos parece su vez, al no estar articulados por las
que la búsqueda de una afirmación en formas clásicas de la política se ubica-
la existencia, sin asumir la negatividad rían como lo otro del poder. Finalmen-
que nos hace lidiar con lo que se opone, te, ese lugar previo a cualquier articu-
corre el riesgo de darle muerte a la polí- lación y libre de la cooptación estatal
tica y obturar así el sentido que propició no sería otra cosa que el cuerpo y los
esta singular forma de lucha emancipa- afectos expresados en sus múltiples di-
dora. Y la pregunta que nos parece clave ferencias afirmativas (sin negatividad
plantear es la siguiente: ¿es posible pen- constitutiva) y que cualquier intento
sar una idea del cuidado que incorpore de articularlas en una unidad no sería
dentro de sí el antagonismo? Creemos otra cosa que enredarlas en las tram-
que para ello debemos problematizar pas del poder.
tres presupuestos que se encuentran,
por un lado, a la base de cierta noción En ese sentido, es importante advertir
comunitarista de los feminismos lati- que la cuestión de los cuidados vincula-
noamericanos. Y, por otro, en la apues- dos a esta filosofía de la potencia afir-
ta ontológica que emplean para leer las mativa pone en escena un viejo proble-
nuevas dinámicas feministas en los tér- ma de la filosofía moderna, a saber: el
minos de una potencia afirmativa que problema de la comunidad. Recordemos
se expande desde sí misma sin precisar que la emergencia de la figura del indi-
de la negatividad (antagonismos). Estos viduo, entendida como una fuerza dis-

29
30
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gregadora de la comunidad, generó una la lucha política -como si los sindicatos o


clásica tensión entre la libertad del in- el estado fueran el resabio de un tiempo
dividuo y la disolución del tejido social. pasado- y, lo más complicado, suponer
Ante eso emergieron diferentes clases que la contaminación de las luchas con
de respuesta que oscilaban entre una otros sujetos o instancias iría en des-
nostalgia ante la unidad perdida, el in- medro de la verdadera emancipación.
tento de recomponerla, la aceptación de ¿No se corre el riesgo de asumir una
la era del individualismo o la transfor- completitud del sujeto -feminismo- que
mación del sentido de la comunidad. hace peligrar el carácter indeterminado
y no garantizado de la militancia políti-
Podríamos decir que la traducción con- ca? Frente a ello, nos parece que no se
temporánea de esta problemática fun- trata tanto de descubrir los lugares (o
ciona como una dicotomía inconfesada sujetos) privilegiados para la transfor-
de género, a saber: lo femenino como
mación social como, siguiendo a Nancy
el lugar de la recuperación del sentido
Fraser, reinventar en la praxis política
comunitario o posibilidad de la vida en
la distinción entre la reproducción (cui-
común −a través de los cuidados o la re-
dados) de la vida y producción (trabajo)
unión afectiva y expansiva de los cuer-
pos−, y lo masculino con el elemento del valor social sin sacrificar el hori-
disgregador mediante la perpetuación zonte emancipatorio pero tampoco sin
del antagonismo, el poder y la jerar- sacrificar la protección social que puede
quización de lo social. El gran inconve- ofrecer una lectura populista y feminis-
niente de asumir los cuidados desde una ta de las instituciones. A nuestro en-
42

perspectiva asamblearia o comunitaria tender, el problema no versa en la cues-


descansa en que esta expansión afir- tión de los cuidados sino en las matriz
mativa -desde sí misma y para sí misma autonomista -tanto comunitarista como
de manera inmanente- no explica cómo ontológico afirmativa- con la que se ha
se producen estas articulaciones, en qué pensado este problema. En ese sentido,
medida son deudoras del conflicto inter- nos parece que es posible reflexionar
no que las organiza y, por sobre todas las sobre el rol político de los cuidados des-
cosas, parecieran expresar una ausen-
de una matriz diferente que tome como
cia de solidaridad e imaginación política
punto de partida el antagonismo, y que
con otras instancias de la lucha política.
no asuma la politización de lo domésti-
Es como si repitieran la ingenuidad de
co o comunitario como único horizonte
creer que hay sujetos privilegiados para
la emancipación, formas superadas de posible de lo político.

42 Fraser 2016, 111-132.

31
Como muy bien han trabajado los estu- gar un rol las mujeres “a su cargo”, sino
diosos del republicanismo Julia Berto- todos aquellos que quedan supeditados
meu y Antoni Domènech , la idea de
43 44
a esta figura (trabajadores, indígenas,
lo doméstico es un constructo de poder negros, campesinos, hijos, etc.). El ciu-
premoderno, atado a una idea de afecto dadano, en tanto propietario de sí, se
y propiedad. Es decir, lo doméstico re- vuelve una figura ambigua: a la vez que
mitía a la propiedad del señor feudal en rompe las cadenas del lazo social feudal,
los términos de un vínculo con los su- garantiza, a quien ostente de ese esta-
bordinados. Así, las mujeres, los hijos y tus, propagar los resabios del lazo social
los esclavos pertenecían a la esfera de patriarcal. Lo doméstico, entonces, no
la domesticidad como un espacio caren- es una “propiedad” de las mujeres sino
te de derechos y a la merced del Señor. el lugar al que han sido confinadas jun-
Dicho de otra manera, lo doméstico no to a otros sujetos oprimidos.
era otra cosa que la relación del Señor y
el Siervo. Si bien la modernidad implicó Por todo ello, quizá el desafío no consis-
la destrucción de la forma de vida se- te tanto en reivindicar una gestión de lo
ñorial del feudalismo, no obstante, con- doméstico sino, más bien, en pensar cómo
servó la domesticidad como espacio de los mismos sujetos oprimidos se han re-
perpetuación del vínculo de propiedad velado históricamente a este dispositivo
en clave patriarcal. Como ha explicado de la domesticidad mediante la organi-
la pensadora Carole Pateman, mien- 45 zación política. En el sentido de que las
tras en el ámbito de lo público cada pro- luchas de los oprimidos se han carac-
pietario sería un ciudadano libre de la terizado por destruir, desde la función
república, en el ámbito de lo privado, transformadora de la negatividad, y no
en cambio, sería dueño de todo aque- en reivindicar, la domesticidad como
llo que asumiera como propio, es decir, lazo social. Nos parece más oportuno
sus tierras, trabajadores, esposa e hijos. asumir que eso que -desde el punto de
De manera que cada hombre es libre en vista patriarcal- se ha dado en llamar lo
tanto propietario y, gracias a ello, puede doméstico, en realidad -desde el punto
recibir un trato igualitario por parte de de vista de los sujetos oprimidos- se ha
los otros, en cambio, al interior de sus ido configurando, gracias a su fuerza ne-
vínculos domésticos sigue conservando gadora, como un campo popular demo-
la figura de patriarca. Y aquí, toman- cratizador. Lo doméstico, por tanto, no
do distancia de Pateman y más cercana es otra cosa que el reverso obturado de
a Bertomeu, no solamente entran a ju- la república, esa res pública cuya cosa a

43 Bertomeu 2012, 9-24.


44 Domènech 2004.
45 Pateman 1995.

32
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CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
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descifrar nos atañe a todes. O, dicho de de falla ), lo que estamos tratando de tra-
otra manera, un devenir público de lo bajar, de manera negativa, es la Res pu-
doméstico, entendido como una forma blica de otra manera. Y hacernos cargo
de organización política que problema- de ello supone revertir las lógicas de
tiza la idea de propiedad estructurada despojo neoliberal a través de mediacio-
por la concepción de lo público en su nes institucionales del campo popular.
vertiente oligárquica-feudal. Nos pa- No se trata tanto de establecer una falsa
rece que las experiencias heterogéneas disyuntiva entre el feminismo y el cam-
del campo-popular, en sus múltiples for- po popular o entre este y el estado, sino,
mas de opresión -clase, raza y género-, más bien, liberar nuestros estados de la
han sido capaces de ir cultivando una captura neoliberal y restituirlo a un uso
forma de radicalización de la democra- común: el uso disensual de los pueblos.
cia. Posiblemente la disputa atravesada Una democracia de los cuidados, en-
por lo plebeyo y lo oligárquico. Por eso, tonces, es una oportunidad histórica de
creemos que es en la disputa por la “cosa nuestras repúblicas, una manera de re-
pública” donde observamos que se inau- vertir nuestras inercias estatistas y di-
gura una escena pública y democratiza- solver los resabios patriarcales que nos
dora de los cuidados y la posibilidad de ir conducen, de manera vertiginosa, hacia
configurando lo común. la autodestrucción de la humanidad.

En esa dirección, cuando planteamos


la tarea de pensar lo público desde una
perspectiva feminista (y desde la onto-
logía de la negatividad en los términos

33
REFERENCIAS

Alemán, Jorge. 2016. Horizontes neoliberales en la subjetividad. Buenos Aires: Grama.


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34
¿POR QUÉ LE LLAMAN DIFERENCIA
CUANDO QUIEREN DECIR IDENTIDAD?
F E M I N I S M O S Y D E M O C R A C I A R A DIC A L

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35
SUCEDE QUE ME CANSO
DE SER HOMBRE
N O TA S S O B R E L A Q U E J A

Juan Evaristo
Valls Boix

Ob ra s
M ar ía M aquieira

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