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20/12/21 22:35

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EL FIN DEL DERECHO, LA LUCHA


POR EL DERECHO Y LA POLÍTICA
QUE TENEMOS.
6-7 minutos

El Derecho no es sólo un conjunto de normas y sentencias; ellas


son sólo visiones parciales del mismo. No voy a insistir en la
diferencia entre principios y reglas, lo que quiero resaltar es que lo
esencial es el fin del Derecho. Y el Derecho está dirigido al
individuo, a su bienestar, orden y felicidad y al dirigirse a todos los
ciudadanos y en sociedad, sin dejar de ser individuos se convierten
en ciudadanos.

Y así la ciudad es parte etimológica de la Política y ésta, o los


políticos, ideal y formalmente, han de utilizar el Derecho para
conseguir la convivencia entre los ciudadanos y su bienestar
colectivo, que se consolida con el individual de cada uno sin
perjuicio del resto. La Política pues ha de ser una función digna
realizada por los más dignos, honestos y mejores. Por eso, cuando
se percibe que no es así, la primera obligación del político, jurista y
ciudadano es denunciarlo y luchar por el derecho. Y así resulta que
se nos muestran dos de las obras más importantes de Ihering: El
fin del derecho y La lucha por el derecho.

En la situación que estamos hay que abrir los ojos, valorar los
hechos políticos, analizar sus fines y pensar si tu individualidad se
ve afectada o si existe o no y si tienes opinión y la defiendes o
formas parte de una masa dependiente y sin personalidad. O sea,
si eres libre o no. Claro es que a mi edad, eso resulta más fácil, te
han dejado, no eres necesario o útil, y al hacerlo te han hecho
libre, no te condicionan los intereses que lo hacían antes y,
además, tienes tiempo para reflexionar.

Hoy en toda actividad política y administrativa, sin entrar en otros


órdenes, se prefiere la mediocridad o a personas que sean
dependientes de quien te designa para un puesto y así el empleo
público se ha convertido en designaciones de "confianza" y no de
mérito. La personalidad resulta "peligrosa" e incontrolable y,
cuando se ha tratado de utilizar dicha personalidad, entonces el
temor del designador es pensar que ese que vale más, y lo
demuestra, "va a por su puesto"; si no es fiable, pues mantiene su
opinión, se dice que "va por libre" y así se demuestra que se teme
a las personas libres. De este modo, los partidos políticos que en
principio se forman alrededor de una ideología, conformada ésta
por lo que piensan o quieren sus votantes o sus bases. Éstas son
aquellos que no forman parte de la burocracia del partido o con
cuyo voto se cuenta. Pero la ideología se pervierte cuando el
interés del partido o su dirección y burocracia, conforman el mismo
de modo contrario a la ideología u opinión de las bases y se pasa a
no consultarlas, a jugar con el tiempo para elecciones y a
considerar las estadísticas sobre todas las cosas. El Derecho no
está presente como fin moral y social y pasa a ser simple
instrumento.

Así se corroen los fundamentos del Derecho y con ellos los de la


sociedad y el poder público y como los fundamentos son la base
que sostiene el edificio, éste se cae.

Aún a costa de alargar esta entrada, habiendo releído a Stuart Mill,


transcribo algunos párrafos muy significativos de su obra Sobre la
libertad en su Capítulo III sobre la individualidad como uno de los
elementos del bienestar, que podrían constituir por sí mismos una
entrada. Entre otras muchas cosas nos dice:

Las facultades no se ejercitan en absoluto por el simple hecho de


hacer algo que otros hacen, ni por creer en una cosa solamente
porque otros creen en ella. Si los fundamentos de una opinión no
son concluyentes para la razón de la persona, esa razón no
puede ser fortalecida, sino que probablemente, se verá debilitada
por la adopción de esa opinión, y si las motivaciones de un acto no
son acordes con sus propios sentimientos y su carácter (en los que
no tienen que ver el afecto o los derechos de los demás), se habrá
hecho mucho por convertir sus sentimientos y carácter en inertes y
apáticos, en vez de activos y enérgicos.

Aquél que permite que el mundo, o cuando menos la parcela que


le corresponde, elija por él su propio proyecto de vida, no necesita
más facultad que la simiesca de la imitación. Quien elige por sí
mismo su proyecto emplea todas sus facultades. Tiene que usar la
observación para ver, el razonamiento y el juicio para prever, la
actividad para reunir los datos de la decisión, la discriminación para
decidir y, cuando se ha decidido, la firmeza y el autocontrol para
mantener la deliberada decisión.

En cuanto a la individualidad, bastante más adelante mantiene :

Cada persona se hace más valiosa para sí misma, en proporción al


desarrollo de su individualidad, y es por consiguiente capaz de ser
más valiosa para los demás. Hay una mayor plenitud de vida en su
existencia y cuando hay más vida en las unidades, hay también
más vida en la masa que componen.

Y al inicio del capítulo señala: por tanto el objeto << por el que
debe luchar eternamente el individuo, y que jamás ha de perder de
vista quien desee actuar sobre hombres, es la individualidad de
la fuerza y de la formación>>; que existen para esto dos
requisitos, <<libertad y variedad de situaciones>>; y que de la
unión de ambas emergen <<vigor en los individuos y, al mismo
tiempo, diversidad>>, que se asocian en la <<originalidad>>

Y ya bastante más adelante después de referirse a los genios y su


rechazo, dice:

En honor a la verdad, la tendencia general de las cosas en el


mundo, consiste en hacer de las mediocridades el poder
dominante entre los hombres, cualquiera que sea el homenaje que
se profese o se rinda a una supuesta o real superioridad mental.

En resumen, todo el capítulo se podría transcribir y quedar de


manifiesto que, habiendo vivido Stuart Mill de 1806 a 1873, las
tendencias de su tiempo persisten y, al mismo tiempo, veo que en
mí se cumple lo que también nos dice: Pero constituye el privilegio
y la condición propia del ser humano llegado a la madurez de sus
facultades, el usar e interpretar la experiencia a su propia manera.

Luchemos porque el fin del Derecho se cumpla en nuestra Política


y poderes públicos, pues considero que hoy no lo cumplen, ni
habilitan un estado que permita alcanzar esa individualidad que
lleva al bienestar y, con el complemento de la propiedad y el
discernimiento, a la libertad. Sed libres.

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