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ALFONSO ARMADAActualizado:30/12/2015 16:05hGUARDAR
Uno de los que mejor le han radiografiado es Sergi Doria, cuando dijo
que los recuerdos para Wiesenthal son como estatuas que intenta
recomponer. Acaba de publicar en Acantilado una «biografía
heterodoxa» de 1.168 páginas del poeta Rainer María Rilke que le
prometió al editor que mejor entendió su manera de estar en el
mundo, Jaume Vallcorba, antes de que hiciera mutis de la vida, y que
es la biografía espiritual del autor de las «Elegías de Duino», pero
también del propio Wiesenthal, que se emociona hasta el umbral de
las lágrimas cuando habla de la gran cultura europea, de una
aristocracia del espíritu que parece ceniza enamorada.
nocturno, errabundo
Y el cálculo...
Ha dicho la palabra exacta, el cálculo. Que es lo que llamo
racionalismo excesivo, o fanatismo racional, que conduce al cálculo en
vez de conducir a una visión, o a una previsión, o a una cautela. La
prudencia es una virtud, pero el cálculo comienza a ser sospechoso y
peligroso.
En lo despojado.
En lo despojado. Es llamativo y contradictorio con algunas apariencias
de su vida, y eso ha suscitado cierto escándalo. Pero es que yo creo
mucho en el escándalo. Creo que la verdad se oculta a veces en el
escándalo. Como el amor en la vida -esa es mi experiencia- llega a
veces a través del escándalo.
verdades de la infancia
Wiesen
thal, junto a su biblioteca personal - INÉS BAUCELLS
Si yo estableciese fronteras me moriría. Es un mundo de
reconciliación. Y por eso me siento tan feliz y tan orgulloso de vivir en
una tierra que tiene una cultura, la cultura catalana, tan bella, pero al
mismo tiempo me siento tan español entre otras razones por la lengua
en la que escribo, y esto sí que tremendo para un escritor, porque la
lengua se convierte ya en una cuestión de amor, y la lengua me
produce a mí una identidad absoluta. Pero dicho eso vivo
perfectamente en Cataluña, pero mi sueño es volver a la Andalucía
donde viví.Si tuviese que elegir una patria elegiría Andalucía, una
casita con un patio. Yo prefiero la palabra patria a la palabra nación.
La patria está hecha de valores femeninos, maternales, pero no exige
tener un Estado.Considero que cuando vienen las fronteras es cuando
viene todo. Cuando excluyes a alguien que está dentro y le dices que
no tiene tanto derecho como tú a la tierra, o cuando no tiene tanto
derecho como tú al idioma, cuando pierdes la piedad, el sentimiento
de misericordia, el sentimiento de comunidad, el sentimiento de
fraternidad... Hoy día que se habla tanto de fraternidad, es un grito
bello la fraternidad, me gusta mucho, como me gusta mucho la
libertad. Respecto a la igualdad tengo mis pequeñas objeciones, como
decía el cardenal de París: «cuando me muera me gustaría estar a la
derecha de Dios padre para hacerle pequeñas objeciones». Una de mis
pequeñas objeciones a la igualdad es que creo más en la ecuanimidad.
Todos sabemos lo que es ser ecuánime y ser justo. La igualdad es una
cuestión diferente.
Un autododidacta...
Rilke aprendió de Rodin el magisterio de un hombre que ha hecho todo
en la calle
Todo lo que tiene que ver con la creación artística tiende a la síntesis,
no al análisis
Más que un Rilke nos hace falta un poeta sencillo, educador, como
Pienso que no es el poeta que más falta nos hace, pienso para mí. Nos
haría falta algo más elemental, porque está tan olvidado ese mundo de
la autenticidad, de la mística, del arte, de la literatura, de la belleza...
Está tan olvidado que estoy pensando que hoy día necesitaríamos
poetas que fueran puros educadores, poetas sencillos, casi diría que
Don Sem Tob nos hace más falta que Rilke...
cálculo
Lou Salomé y Marie von Thurn se daban cuenta de que Rilke era
«incapaz de amar»
¿Pero no un reaccionario?
Eso, que es muy distinto. Reaccionario es alguien que reacciona ante
algo que ve y se pone en el lado contrario. Yo es que no veo lo que
ocurre, en el sentido de que no me complace, no me identifico, no lo
siento espontáneamente, no nace de mí. Nacen otro tipo de cosas, con
toda sinceridad, dichas de otra forma. Por eso no puedo más que
formularlas, decirlas, y como escritor, esto sí, pretendo ser sincero, y
pretendo decirlas a costa de que yo mismo me escandalizo, porque
cuando yo mismo me releo pienso: «Mauricio, has dicho esto, y te
hubiese convenido decir justamente lo contrario». Pero el
antimoderno, por eso me viene muy bien esa definición, es el que bebe
de Chateaubriand, que fue mi gran maestro, y que me enseñó que
muchas de las cosas importantes están en el «Ancien Régime», y eso
marca mucho al antimoderno. Para quitar patrañas, para quitar
monsegas, para hacer justicia, toda la limpieza que hizo Voltaire, que
hicieron limpieza de la barbarie... Pero cuidado, que a veces cuando se
hace una operación puede pasar como cuando los antiguos curanderos
que para curar una hernia se llevaban los testículos. Hay que tener
cuidado al vaciar. Creo que en la Revolución Francesa hubo un
momento dorado, como en muchas revoluciones... Si yo hubiese
estado en la Cuba de Batista hubiese estado con Castro en la sierra,
pero un minuto más tarde estaría sentado a la diestra de Dios Padre
haciéndole pequeñas objeciones. Ese es el antimoderno, ese es
Chateaubriand, que claro que está con la Revolución Francesa, pero
hasa el momento en que aquello se convierte en algo tan sangriento,
tan horrible. El pueblo mismo de París estaba al final harto de todo lo
que había sido el odio de Robespierre. Hay cosas que los hombres no
podemos olvidar. Ese es el mundo en el que yo me siento un
antimoderno, y por eso pienso que todo aquello que Chateaubriand
reivindica, aquellos pequeños objetos que estaban en las vitrinas de
nuestras abuelas, aquellas reliquias, aquellas palabras que ponías en
un librito... ¿Y si estuviese ahí el secreto del mundo? El lenguaje de los
que hablamos con el corazón se parece mucho a veces al lenguaje de
los que hablan con la razón. Si yo hablase con un científico
acostumbrado a la física moderna de estos temas, le preguntaría: ¿y
usted no cree maestro que el secreto del universo puede estar en una
pequeñísima partícula?
verdad a Cristo
nuestra cultura
París
Es muy curioso. Ahí fue escandaloso cuando publiqué ese libro, «El
esnobismo de las golondrinas». Eso se lo había oído a Paul Morand, a
quien traté mucho. Con Paul Morand recuerdo que un día estábamos
sentados en la Closerie des Lilas, en París, y pasó una golondrina, y
me dijo: «Mauricio, qué esnobs la golondrinas que se pasan el
invierno en Egipto y el verano en París». Y entonces pensé que era un
gran título para un libro, «El esnobismo de las golondrinas». Y
recuerdo que en Inglaterra se ponía en los expedientes de los alumnos
que no eran nobles, pero que pretendían estudiar en una universidad
donde solo podían estudiar los aristócratas con pedigrí. Me pareció
perfecto para esta época que abjura tanto de los aristócrtas con
pedigrí. Yo también abjuro de ellos. Aristócrata se es cuando se lleva
dentro y cuando no por muchos títulos que te hayan dado o hayas
comprado mejor olvidarlos. El que vale es el que llevas dentro, el que
te sale del alma, del corazón. Por eso pensé, qué bonito el esonobismo
de las golondrinas, y me acordé de Thackeray y «El libro de los
esnobs». Y así me puse a escribir la historia de mis viajes por el
mundo, que he hecho en todo tipo de transportes, a veces en primera y
otras en tercera. Yo he vivido así toda mi vida: unas veces he estado
abajo y otras he estado arriba.
De: https://www.abc.es/cultura/cultural/abci-mauricio-wiesenthal-rilke-mistico-llama-pensar-
corazon-201512291246_noticia.html