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1 Marx El Poder Del Gobierno
1 Marx El Poder Del Gobierno
a) Exposición de Hegel
Empieza Hegel diciendo que «de la decisión se distinguen la ejecución y la
aplicación de las decisiones del soberano, y en general, la prosecución de lo ya
decidido, de las leyes, de las disposiciones, de las instituciones existentes para fines
comunes, etc.» (§ 287). Es el poder gobernativo, que incluye también el poder judicial
y el poder de policía.
La misión de cuidar el interés general del Estado corresponde a los delegados del
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poder gubernativo. La adjudicación de los distintos trabajos en que se resuelve el
poder gubernativo (§ 290) se hace desde arriba: «La conjunción de individuo y cargo
―como dos lados uno hacia el otro, en relación siempre accidental― corresponde al
poder del príncipe en cuanto poder decisivo y soberano» (§§ 291 y 292).
Hegel señala que en este vínculo a un cargo oficial encuentra el individuo «el
poder y la satisfacción adecuada a su particularidad, y la liberación de su situación
externa y de otras dependencias de influencias subjetivas» (§ 294). Según Hegel, la
situación del individuo es externa cuando no está unida al interés general; y ya que el
individuo no se realiza hasta que se une al interés estatal, por eso se encuentra en
necesidad externa con respecto al Estado. Este servicio público exige el sacrificio de
la satisfacción autónoma y discrecional de los fines e intereses subjetivos. En él se
encuentra la unión del interés particular y del interés general, que constituye el
concepto y la estabilidad interna del Estado (§ 294).
Hegel habla de la responsabilidad de las autoridades, por una parte, y por otra,
del derecho de la comunidad y de las asociaciones, como el medio para evitar los
abusos de poder (§ 295).
Según Marx, la solución está en poner como sujeto al verdadero sujeto. «La
superación de la burocracia sólo es posible si el interés general se convierte realmente
en interés particular; y eso es posible sólo si el interés particular llega a ser realmente
el interés universal» (p. 61).
Hegel no puede decir ―sigue criticando Marx― que esa separación se supere
por el hecho de que todo ciudadano pueda llegar a ser funcionario estatal. La unión al
cargo público no suprime la necesidad externa ni la opresión externa del Estado sobre
el ciudadano. Marx piensa que «no se trata de la posibilidad de cualquier ciudadano
de dedicarse a la clase general como a un estado (stand) particular, sino de la
capacidad de la clase general de ser el Estado (Staat) realmente general, esto es, el
estado (stand) de todo ciudadano. Pero Hegel parte del presupuesto de lo
seudogeneral, del estado general ilusorio, de la generalidad particular de Estado» (p.
63). Con estas palabras, Marx ha introducido ya, sin desarrollarla todavía, su doctrina
sobre el proletariado, que es esa clase general a la que alude; a continuación, se refiere
a la oposición irreductible de esa clase con el Estado concebido por Hegel. «La
identidad construida por Hegel entre sociedad civil y Estado es la identidad entre dos
ejércitos enemigos, donde cada soldado tiene la posibilidad de convertirse en miembro
del ejército contrario por deserción.» Nótese la irreductibilidad del planteamiento
marxista, apoyado constantemente en una oposición dialéctica que debe resolverse
sólo en un sentido (cfr. p. 40).
Hegel había hablado del examen que deben sufrir los funcionarios antes de
incorporarse al cargo (§ 294). Marx dice de ese examen que «no es sino una
formalidad masónica, el reconocimiento legal de la ciencia cívica como privilegio»
(p. 63). Sin saber el arte del zapatero, comenta, se puede ser buen ciudadano, un
hombre social; el examen es superfluo, pues la necesaria ciencia administrativa a la
que Hegel se refiere «es una condición sin la cual se viviría en el Estado, fuera del
Estado, separados de sí, del aire que se respira» (p. 63). Nótese de nuevo la concepción
exclusivamente social y política del hombre que mueve todo el pensamiento de Marx.
Marx hace otras consideraciones de tono menor sobre el secreto y el misterio que
envuelven a la burocracia, enemiga de la opinión pública; sobre la obediencia pasiva
y el servilismo («idolatría de la autoridad», p. 59); sobre el mecanicismo de su trabajo
(impregnado de «formas fijas, de tradiciones fijas», (p. 59); sobre el afán de hacer
carrera; en definitiva, critica el «craso materialismo» de los burócratas (ibídem).