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CORPORACIÓN UNIVERSITARIA “MINUTO DE DIOS”

FACULTAD DE CIENCIAS HUMANAS Y SOCIALES


POLÍTICAS Y LEGISLACIÓN EDUCATIVA
Carlos Fernando Sossa
¿DEL PROFECENTRISMO AL EDUCENTRISMO?
Leyendo de una manera crítica los decretos que reglamentaban el estatuto docente y
buscando algunos hilos sueltos del tema, me preguntaba en primer lugar por el proceso
–para lo cual he seleccionado los decretos y leyes que mantienen la línea del estatuto
docente, su reglamentación y el régimen disciplinario[1] - que condujo del profesional
docente al funcionario público como escenario del establecimiento de una nueva
relación entre el docente y el Estado y me encontraba con los siguientes aspectos:
He querido destacar dos hechos que me parece que se evidencian en el proceso legal
que nos conduce del decreto 2277 de 1979 al 1278 de 2002 y que me gustaría
destacar.  En primer lugar, alguien ha dicho que cuando contemplaba unos soldados…
(buscar cita) se preguntaba si a ellos no les hubiera bastado con poseer médula
espinal, porque en estos regímenes el ser humano se cosifica, se convierte en una
función.  En caso de ser interpelados por sus acciones, como en el ejemplo de los
mandos medios –como en el caso de los militares juzgados por el holocausto nazi- el
máximo argumento que son capaces de argüir es el de “yo sólo seguía órdenes”. 
Ciertamente hoy no nos hallamos en una situación de un autoritarismo exacerbado,
pero sí dentro de unas lógicas económicas que crean un caro mundo ficticio donde la
oferta de consumo produce un sentimiento de necesidad insaciable que hace sentir que
ningún sueldo alcanza.  Lamentablemente, un poco perdidos en este asunto, me
pregunto si muchos de los dirigentes sindicales sólo han perseguido el incremento del
sueldo, como si así se solucionaran los restantes problemas.  Puestos en este
contexto, yo le preguntaría a muchos de mis colegas que se encuentran en una
situación de “postración por el sueldo” si no estamos abandonando nuestro sentido
crítico frente al concepto de sí que el sistema ha querido “inocularnos” como docentes. 
Y es aquí donde pienso que entra la propuesta de interpretación que hago al itinerario
legal que presento sucintamente como nota al pie.  No se mueve de una manera
paralela a la legitimación de los pormenores del estatuto docente una “interpretación
funcionalista” que aunque quiere cubrir los aspectos inherentes a la responsabilidad,
como los deberes como educador y demás, también va realizando una intromisión en la
vida del docente, olvidando aspectos centrales de su dignidad como ponerlo “en la
mira” de un control institucional y, como si fuera poco, de un control social, que en
ocasiones es más inclemente, por ejemplo.
Es como si de una parte se restringiera su actividad a la prestación de un servicio,
como se ha dicho[2], pero sin considerar la persona que asume la realización de esta
función, desplazamiento que favorece la posibilidad de legislar sobre la calidad de su
prestación, pero que termina afectando las cuestiones personales del sujeto aquí
involucrado.  Pienso por ejemplo en las funciones que se vuelven responsabilidad del
docente y que ocupan su vida íntima, familiar, para llenar formatos, presentar informes,
preparar clases, mantener al día a los padres de familia y directivos y muchas
actividades más.
Me parece interesante percibir de otra parte que es como si la legislación hubiera
tenido la posibilidad de generar una mentalidad que pasa de la relevancia social del
docente al empleado encargado de los servicios educativos y otros, con el que muchas
veces es tratado, con la implícita amenaza de quejarse ante el CADEL o ante las
directivas del Colegio.  Las preguntas que pueden surgir en este orden de ideas, sería
¿Qué estamos haciendo, individual y colectivamente, para reforzar este
comportamiento social? ¿Qué estamos dejando de hacer? ¿Qué garantías nos restan y
cómo podemos defenderlas?
De otra parte, enriqueciendo estos cuestionamientos con una mirada prospectiva, no
sería difícil ver cómo en la sociedad el docente, en contraposición a otras profesiones
(quizá, aquellas que tienen que ver más con el aspecto económico) que van ganando
prestigio, la nuestra va adquiriendo los rasgos de una “misión” casi que realizada por
vocación (algo así como los misioneros que reciben una bonificación simbólica por su
trabajo[3] y en reemplazo reciben la atención y cuidado que la comunidad les devuelve
como expresión de su prestigio social) con un valor económico que ha emprendido un
camino de reducción y de reemplazo por una valoración social supuestamente de
respeto y autoridad que cada día resultan más problemáticos porque es el docente
quien al simbolizar el sistema educativo, recibe también los reclamos hechos a su
actividad y venidos cada vez de más y más sectores: del mismo Estado, de los padres
de familia, directivos y ahora, incluso de los propios educandos, puestos bajo la forma
de evaluación docente.

[1] DECRETO 2277 / 1979: Este decreto, que comienza con la definición de la profesión docente en el artículo 2 y
en el que se define la enseñanza como el ejercicio de la misma, adoptaba normas sobre el ejercicio de la profesión
docente, regía sus aspectos sobre nombramientos, sanciones, estímulos, ascensos y capacitación.  Los estímulos
presentes en este decreto comienzan por el tiempo doble, la preferencia para traslados, que serán reglamentados
posteriormente, el ascenso por estudios superiores, la prelación y garantías especiales para los hijos de educadores,
la equivalencia de cursos, el ascenso por obras escritas y el derecho preferencial para comisiones de estudio en
facultades de educación y en la participación de seminarios, cursos y conferencias educativas. DECRETO 259 /
1981: Aquí se decreta, en continuación del anterior, la inscripción y el ascenso en el escalafón (requisitos para
ascender, tiempo de servicio por obras escritas, experiencia docente no utilizada, convalidación de cursos de
capacitación no utilizados) que será modificado por el decreto 897 / 1981 en lo relacionado a los requisitos para
dicho proceso y deroga el artículo 16 y 17 referidos al ascenso al grado 14, a la calificación de obras didácticas para
ascenso y al tiempo doble para docentes que laboraban en Territorios Nacionales.
DECRETO 2480 / 1986: Reglamenta la legislación propiamente referida a los educadores del Estado y describe en
su artículo 2 su objetivo: “asegurar a la sociedad y a la administración la eficiencia en la prestación del servicio
educativo, así como la moralidad, responsabilidad y buen comportamiento de los educadores escalafonados y a éstos
los derechos y las garantías que les corresponden como tales” para mirar la prestación del servicio desde una óptica
administrativa reglamentando los deberes y las prohibiciones a los Educadores Oficiales, la calificación de sus
faltas, situaciones especiales, pruebas, expedientes, procedimientos disciplinarios, causales de mala conducta,
sanciones.
DECRETO 267 / 1988: Reglamenta el artículo 37 del 2277 / 1979 en el sentido de fijar criterios para el tiempo
doble que le era tenido en cuenta a los docentes que ejercían en Escuelas Unitarias, Áreas Rurales de difícil acceso y
poblaciones apartadas para el ascenso en el escalafón, como el procedimiento para su reconocimiento. LEY 115/
1993: Su artículo 1° que describe el objeto de dicha Ley, “señala las normas generales para regular el Servicio
Público de la Educación que cumple con una función social acorde con las necesidades e intereses de las personas,
de la familia y de la sociedad…” a quienes, por otra parte, les corresponde “velar por la calidad de la educación y
promover el acceso al servicio público educativo” aunque se reserva el Estado la garantía de su cumplimiento.
Particularmente, hablando del docente, añade que “velará por la cualificación y formación de los educadores, la
promoción docente…”, luego, en su artículo 6 amplía el concepto constitucional de participación a la “dirección de
los establecimientos educativos…”
Pero más concretamente, es en el Título VI en el que se centra en los educadores, para definirlo esta vez como “el
orientador en los establecimientos educativos, de un proceso de formación, enseñanza y aprendizaje de los
educandos, acorde con las expectativas sociales, culturales, éticas y morales de la familia y de la sociedad.” A
renglón seguido, se les reconocen sus derechos a la capacitación y actualización, a no ser discriminados por
creencias, religiosas, políticas o filosóficas y los deberes frente al PEI y a la mejora del proceso educativo.  Al hablar
de la formación de los educadores, pone en el horizonte del servicio educativo de calidad a los agentes
describiéndolos como “personas de reconocida idoneidad moral, ética, pedagógica y profesional”.  El capítulo 6° de
dicho título conserva algunos estímulos para docentes: el año sabático, los incentivos para ascenso en el escalafón, el
apoyo del ICETEX en créditos educativos, la prelación del 1% de los proyectos de vivienda social y la financiación
de predios rurales para docentes.
DECRETO 1278 / 2002Aquí se crea la evaluación docente que antes (Dec. 2127 / 1992) estaba reservada a la
Subdirección de evaluación de la calidad de la educación y, particularmente, a la División de Diseño Técnico para
Escalafón, Concursos y Evaluación Docente como estamentos de las Direcciones Generales de Planeación y de
Educación, que son, a su vez, del MEN.  Progresiva merma de la relevancia pública (ello tiene que ver con la
precisión de las sanciones, llegando incluso hasta la exclusión del escalafón docente, a fin de sustraer el poder social
de su cargo y reducirlo a un funcionario sometido a la crítica social, en la que el gobierno se lave las manos.
 
[2] El artículo de PEÑUELA Diana Milena y A.A.V.V. LA CUESTIÓN DOCENTE, Colombia, los estatutos
docentes. Lo comenta pertinentemente en la p. 45, consultado el 8 de noviembre de 2009 en
http://docs.google.com/gview?a=v&pid=gmail&attid=0.1&thid=12439a44104fe87c&mt=application%2Fpdf&url=h
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[3] Es notable, por ejemplo, que los sacerdotes no cobran sus celebraciones como tal, sino que reciben un
“emonumento” como valor simbólico, porque a esa actividad litúrgica no puede asignársele valor como tal.

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