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Pregunta 3, Platón
Pregunta 3, Platón
- Piensa ahora esto: si (el prisionero liberado) descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿no tendría los
ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?
- Sin duda.
- Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en
todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se
acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido
hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba? Y si
intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?
- Seguramente.
Una vez analizadas las ideas del texto, vamos a ponerlo en relación con el Platón.
No debemos obviar que la teoría platónica es dualista y entendemos esto como la existencia de
dos tipos de conocimiento: Un conocimiento sensible (falso), el cual es transmitido a través de
nuestros sentidos, los cuales provocan que seamos aún más ignorantes. Este conocimiento
representaría lo que conocemos como “Doxa. Haciendo referencia al texto, las personas que
permanecen encadenadas rechazarían las enseñanzas del rey filósofo, permaneciendo en la
ignorancia, en las sombras (“Eikasía”). Y, por otro lado, un conocimiento intelectual (verdadero),
el cual alcanzamos siguiendo el camino de la razón y que nos permite conocer las Ideas. Este
conocimiento verdadero representaría lo que conocemos como “Nóesis”. Por tanto, podemos
afirmar que aquella persona que ha alcanzado el mundo exterior ha seguido el camino de la
razón.
Platón entiende al alma como una polis, produciéndose un isomorfismo entre el alma humana
y la polis. Al igual que en la ciudad, donde todos deben de aportar el máximo de sus capacidades
para alcanzar una armonía, nuestra alma debe de encontrar su parte más predominante.
En el mundo de los Sentidos, habiendo contemplado anteriormente las Ideas, le queda al alma
una visión latente de ellas, siendo los sentidos del cuerpo quienes ponen al alma en contacto
con las sombras de este mundo (“¿no tendría los ojos por las tinieblas?”). Esto se puede relacionar
con el Demiurgo, el cual conoce ambos mundos e intenta representar el mundo de las Ideas en
el mundo Sensible (el mundo de los sentidos es un intento de copia del Mundo Inteligible).
A través del pensamiento de la necesidad de que exista algo fijo e inmutable en otro mundo (ya
que, en este, en el de los sentidos, no existe), Platón inauguró la corriente idealista, defendiendo
que ese mundo inmutable existe y que, además, es el único que existe. En el caso del texto, el
único mundo real/verdadero sería el mundo exterior, el mundo localizado en el exterior de la
caverna, el cual solo alcanzan los más educados, capaces de crear una sociedad justa e inculcar
la Idea de Bien. Basándonos en la Teoría de las Ideas, entendemos que el mundo falso (el interior
de la caverna, el Mundo Sensible, la “Doxa”) es una copia del mundo Inteligible (exterior de la
caverna, “Episteme”). Para alcanzar este, debemos de realizar un esfuerzo intelectual y así
recordar las Ideas a través de la dialéctica.
A la conclusión que llegamos es que, según Platón, el alma está encadenada al cuerpo, al igual
que lo están los encadenados a la caverna. Alcanzar la salida de la caverna y presencia los rayos
del Sol no es tarea simple, al igual que no es simple organizar una sociedad justa. Desde la
perspectiva de Platón, la democracia no era la forma de gobierno más justa, por lo que el
defenderá la aristocracia (el gobierno de los mejores, los más sabios).
El rey-filósofo ejerce la tarea más compleja, ya que además de realizar ese camino hacia el
exterior (el alma escapa del cuerpo) debe de transmitir la Idea de Bien a los demás a los
encadenados, que serán capaces incluso de burlarse de este por haber salido al exterior y
haberse estropeado los ojos (“se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido
hasta lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intentar marchar hacia arriba”).