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P. V . K O P N I N
LOGICA
DIALECTICA
Versión al español de
L yd ia K u pe r de V elasco
EDITORIAL GRIJALBO, S. A.
México, D. F.
LOGICA DIALECTICA
IMPRESO E N MEXICO
PRINTED IN MEXICO
INDICE GENERAL
N ota ................................................................................................................ 9
I ntroducción ..................................................................................................... 11
Capítulo i : La dialéctica materialista como c ie n c ia .......................... 13
1. La dialéctica materialista: es la ciencia de las leyes más
generales del desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el
pensamiento humano, 13.—2. Coincidencia de la dialéctica, la ló
gica y la teoría del conocimiento, 23.—3. La dialéctica como
generalización de la historia del conocimiento. Lugar de la
dialéctica en el sistema de la filosofía marxista, 41.
C apítulo n : La dialéctica y la lógica formal ..................................... 55
1. Objeto de la lógica formal como ciencia, 55.—2. Ideas de
la lógica dialéctica en la filosofía premarxista, 65.—3. Esencia
y contenido de la lógica dialéctica marxista, 77.
C apítulo iii : La dialéctica como sistema lógico ............................. 89
1. ¿Es un sistema filosófico la dialéctica materialista?, 8ÍL—2.
Elementos del sistema lógico de la dialéctica materialista,
9 3 .-3 . Función de las categorías en el sistema de la dialéctica,
104.—4. Principios de estructuración del sistema de categorías
de la dialéctica marxista, 115.
C apítulo iv ; El pensamiento como objeto de la lógica dialéctica .. 127
1. Lugar de la dialéctica en el estudio del pensamiento, 127.—2.
Naturaleza del pensamiento: lo material y lo ideal, lo objetivo
y lo subjetivo, lo fisiológico y lo psíquico, 128.—3. Naturaleza
social del pensamiento. Papel del llamado "pensamiento mecá
nico”, 136.—4. El pensamiento y la experiencia sensible: lo
empírico y lo teórico, lo concreto y lo abstracto, 143.—5. Vera
cidad objetiva del pensamiento: lo absoluto y lo relativo, lo
teórico y lo práctico, 157.—6. Las contradicciones en el pensa
miento y su origen. 175.
6 INDICE GENERAL
ta n to en la n a tu ra le za , co m o en la h is to r ia d e la so c ie d a d h u m a
n a, y en e l p e n sa m ie n to . “La dialéctica —escribía F. Engels—
no es m ás que la ciencia de las leyes generales del movimiento
y la evolución de la naturaleza, la sociedad hum ana y el pensa
miento.” 6
El estudio de las leyes m ás generales del desarrollo es objeto
tan sólo de la ciencia filosófica; ninguna o tra ciencia se dedica
de un modo directo a este estudio ni puede, valiéndose de los
métodos de su ciencia descubrir con exactitud y profundidad es
tas leyes. La filosofía ha adquirido su propio objeto y la capa
cidad de su investigación únicam ente después de haberse definido
como la ciencia que estudia las leyes más generales del movi
miento.
El conocimiento de las leyes más generales del desarrollo
sirve de método a todas las ciencias que estudian la naturaleza
y la sociedad. P or ello la filosofía m arxista, según palabras de
F. Engels, es “. . . una simple concepción del mundo que tiene
que confirm arse y actuarse no en una selecta ciencia de las
ciencias, sino en las ciencias reales”.7
Pero estamos infinitam ente lejos aún de poder decir que los
filósofos han estudiado con detalle todos los aspectos esenciales
de la identidad entre la dialéctica, la lógica y la teoría del cono
cimiento. Hemos de señalar, desgraciadamente, que esta idea no
form a parte orgánica de todas las investigaciones de la filosofía
m arxista; entre los filósofos existen opiniones distintas acerca
del propio contenido de esta idea.
La idea de que la dialéctica, la lógica y la teoría del cono
cimiento son una y la misma cosa es el resultado lógico de un lar
go desarrollo de la filosofía. Podemos decir, incluso, que la filoso
fía pudo determ inar su objeto después, tan sólo, de que esta idea
se vio refrendada por una base m aterialista. Sin embargo, le
antecedió toda una época de división e, incluso, de aislam iento
de la filosofía en sus tres partes: ontología, gnoseología y lógica.
Este aislam iento era necesario para que la filosofía pudiese de
term inar su propio objeto. Desde el punto de vista histórico, el
proceso de división de la filosofía en ontología, gnoseología y
lógica comenzó a la par que se separaban de su seno (m ejor di
cho, de la ciencia en general) algunas esferas del conocimiento,
las llamadas ciencias particulares. E sta coincidencia no es ca
sual, ya que ambos procesos fueron precisos para que la filosofía
pudiera determ inar su objeto.
Antes de A ristóteles, la filosofía no estaba dividida en onto
logía, gnoseología y lógica, pues no tenía suficiente desarrollo
para ello. En la filosofía de A ristóteles, esta división se esbozó
únicam ente; pero en el período helenístico del desarrollo de la
filosofía griega empezó, por una parte, el proceso de separación
de la filosofía de las ciencias particulares y, por otra, la diferen
ciación, en el seno de la propia filosofía, de partes especiales
tales como la ontología, la gnoseología y la lógica. E l objeto
de la lógica form al que en A ristóteles se confundía aún con su
m etafísica (ontología), empezó a definirse ya entre los estoicos.
El siglo xviii y la prim era m itad del x ix m arcaron el punto de
viraje en la filosofía, ya que en aquel entonces se desgajaron
de ella, por una parte, las ram as fundamentales del conocimiento
científico contemporáneo y, por otra, la diferenciación de alguna
de sus partes llegó a su total separación de la filosofía, hecho
característico, en particular, para las concepciones de Kant.
La diferenciación de la ontología, la lógica y la gnoseología,
que K ant llegó a separar completamente entre sí, contribuyó
favorablem ente al avance ulterior de la filosofía. K ant demostró,
ante todo, la inconsistencia e incluso la imposibilidad de la meta-
ninista sobre la identidad de la dialéctica, la lógica y la teoría del cono
cimiento (basta con citar obras de T. Pávlov tan conocidas como la
Teoría del reflejo y Filosofía del materialismo dialéctico y las ciencias
particulares, Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, 1949 y 1957). Ulti
mamente los filósofos soviéticos se han incorporado al estudio de este
problema, como lo prueban los artículos de E. Sitkovski, T. Oizerman y
otros, publicados por la revista Problemas de filosofía. (N. del A )
DIALECTICA, LOGICA Y TEORIA DEL CONOCIMIENTO 25
tífica del mundo que se emplea en las ciencias como método uni
versal de conocimiento y transform ación práctica del mundo;
pero la generalización de las conquistas de las ciencias natu
rales es necesaria para que esta concepción se desarrolle y
perfeccione. La trayectoria seguida por la ciencia en su evolu
ción h a confirmado el acierto de la tesis de que . . la dialéc
tica es, precisamente, la form a m ás cumplida y cabal de pensa
miento p ara las modernas ciencias naturales, ya que es la única
que nos brinda la analogía, y, por tanto, el método para explicar
los procesos de desarrollo de la naturaleza, para comprender,
en sus rasgos generales, sus nexos y el tránsito de uno a otro
campo de investigación”.88
Al estudio de la historia de la filosofía le corresponde un
ingente papel en la elaboración de la dialéctica como form a del
pensamiento teórico-científico. La historia de la filosofía no debe
reducirse a la descripción em pírica de las opiniones de pensa
dores que han vivido en diversas épocas. Hegel, que se había
percatado ya del carácter lim itado de esta concepción, no sepa
raba la historia de la filosofía de su sistem a filosófico, en par
ticular de la lógica. P ara Hegel la lógica es la historia de la
filosofía considerada en su desarrollo esencial y la historia de
la filosofía es lógica en su concreto devenir histórico. “Cabría
suponer —escribe Hegel— que el orden filosófico en los grados
de la idea se diferencia del orden en que sus conceptos se ori
ginaron en el tiempo. Sin embargo, en su conjunto, este orden
es idéntico.” 80
Puede discutirse la aplicación concreta que hace de este prin
cipio Hegel en su lógica e historia de la filosofía. Efectivam ente,
tanto en la una como en la otra, m uchas transiciones de Hegel
son artificiosas, hecho que se explica por su idealismo objetivo.
Mas nadie puede discutir el acierto y la veracidad del propio
principio, cuya im portancia fue particularm ente subrayada por
V. I. Lenin: “. . . Hegel relaciona el autodesarrollo de sus con
ceptos, de sus categorías, con toda la historia de la filosofía.
Esto proporciona un aspecto n u e v o a toda la lógica.” 40
La ciencia tiene por misión reflejan el principal nexo históri
co y el orden de sucesión de los fenómenos. “Lo m ás seguro e
imprescindible, en cuanto al problema de la ciencia social, para
adquirir hábitos eficaces en el enfoque de dicho problema y no
perderse en un m ar de menudencias o en la inmensa diversidad
de las opiniones contrarias, lo m ás im portante —escribía Lenin—
para abordar esa cuestión desde un punto de vista científico, es
no olvidarse del fundam ental nexo histórico, considerar cada
88 F. Engels, Dialéctica de la naturaleza, Ed. Grijalbo, México, págs.
23/24.
39 Hegel, Obras, t. 11, Partizdat, 1932, pág. 38.
40 V. 1. Lenin, Obras, t. 38, pág. 103. En otro lugar Lenin habla de ese
principio así: “En la lógica la historia del pensamiento debe coincidir en
su conjunto con las leyes del pensamiento” (Obra citada, pág. 314).
48 LA DIALECTICA MATERIALISTA COMO CIENCIA
xista no puede ser concebida como una parte del todo. L a dia
léctica no constituye una parte de la filosofía m arxista, sino su
esencia y su alma. La dialéctica m aterialista im pregna todo el
contenido de la filosofía m arxista, es el centro hacia el cual con
vergen todos sus problemas. Lenin, caracterizando el contenido
del epistolario de M arx y Engels, escribía: “Si intentásem os de
term inar con una sola palabra el foco, por decirlo así, de toda su
correspondencia, o sea el tem a central en que converge toda
la red de ideas expuestas y discutidas, esa palabra sería d ia lé c
tic a . Lo que interesa más que nada a M arx y a Engels es aplicar
la dialéctica m aterialista a la reelaboración de toda la economía
política desde sus cimientos, de la historia, de las ciencias natu
rales, de la filosofía, de la política y la táctica de la clase obrera,
en esto es donde introducen lo m ás esencial y lo m ás nuevo, en
esto consiste el genial avance que han dado a la historia del pen
sam iento revolucionario.” 43
La dialéctica ha cambiado de contenido y ha dado una form a
nueva al m aterialism o filosófico, constituyendo con él un todo
orgánico: el m aterialism o dialéctico o la dialéctica m aterialista.
En la filosofía m arxista no hay m ás dialéctica que la m ateria
lista ni otro m aterialism o que el dialéctico.44
Sin dialéctica el problema fundam ental de la filosofía no pue
de ser resuelto de un modo m aterialista consecuente y completo.
La fuente gnoseológica del idealismo radica en la interpreta
ción m etafísica del proceso del conocimiento, en haber consi
derado como absolutos algunos de sus aspectos y factores; la
dialéctica es una condición imprescindible para superar el idealis
mo. Y, por otra parte, una concepción del mundo que se base
en el m aterialism o, es científica y dialéctica hasta el fin.
La dialéctica m aterialista y el m aterialism o histórico consti
tuyen un todo orgánico. E l m aterialism o histórico se define,
habitualm ente, como la aplicación del m aterialism o dialéctico al
conocimiento de los fenómenos de la vida social. Se tra ta de una
definición correcta, pero insuficiente para esclarecer las relacio
nes recíprocas entre la dialéctica m aterialista y el m aterialism o
histórico, ya que explica un solo aspecto, a saber, que el m ate
rialism o histórico es imposible sin el m aterialism o dialéctico, que
43 V. I. Lenin, Obras, t. 19, pág. 503.
44 Eso no significa, sin embargo, que en el materialismo dialéctico no
se diferencien los problemas que están vinculados históricamente a la solu
ción del problema fundamental de la filosofía, de problemas específicos
de la dialéctica como la doctrina del desarrollo. En su aspecto esencial la
diferencia entre el materialismo y la dialéctica se conserva y, como demos
traremos más tarde, esto desempeña un determinado papel en el fraccio
namiento del materialismo dialéctico, sobre todo en el proceso de su
estudio. En este caso se trata del planteamiento del problema desde el
punto de vista de los principios; según éstos, la dialéctica y el materia
lismo se compenetran recíprocamente hasta tal punto en la filosofía
marxista que se convierten en un todo orgánico, en una sola ciencia: el
materialismo dialéctico o la dialéctica materialista.
LA DIALECTICA, GENERALIZACION DE LA HISTORIA DEL CONOCIMIENTO 51
2. Id e a s d e la ló g ic a d ia lé c tic a en la filosofía p r e m a r x is ta
La lógica form al es anterior a la lógica dialéctica. E l tem ario
de la lógica form al quedó determinado, en lo fundam ental, en
los tiempos antiguos; la lógica dialéctica, en cambio, nació
en el siglo xrx, aunque algunas ideas de la lógica dialéctica apa
recieron en una etapa bastante m ás tem prana del desarrollo
de la filosofía. Todo el curso evolutivo del pensam iento lógico
preparó la aparición de la lógica dialéctica. E n la lógica de
Aristóteles, por ejemplo, se planteaba ya el problema del relativo
valor cognoscitivo de las ‘diversas form as de conocimiento. Uno
de los problemas fundam entales de la lógica de A ristóteles era el
referente a la veracidad de las form as del pensam iento: “En
A ristóteles vemos la lógica objetiva c o n fu n d irse c o n sta n te m e n te
con la. lógica subjetiva, pero de modo que la lógica objetiva so
bresale en to d a s p a r te s . L a objetividad del conocimiento es in
dudable. Una fe ingenua en la fuerza de la razón, en la fuerza,
la potencia, la veracidad objetiva del conocimiento.” 7 A ristó
teles consideraba siem pre como enjundiosas las form as del cono
cimiento y las relaciones recíprocas entre los juicios y los razo
nam ientos dependían, en su opinión, de los nexos y conexiones
de su contenido objetivo. A ristóteles plantea en su lógica el pro
blema de la relación entre lo singular y lo general en las form as
del pensamiento, pero no puede dar una solución justa a ese
problema. Todo ello nos dem uestra que A ristóteles, en su teoría
sobre las form as del pensamiento, planteaba el problema de la
dialéctica; su lógica rebasa el m arco de la simple lógica form al.
E n la filosofía m oderna es donde se ha planteado con peculiar
vigor y agudeza el problem a de una lógica nueva, distinta de la
form al.
E n su D isc u rso d e l m é to d o , D escartes comprendía ya que la
lógica form al, como método de investigación de los fenómenos,
no bastaba para crear una filosofía práctica, p ara convertir al
L a s le y e s so n é l e le m e n to im p re sc in d ib le d e to d a c ien cia . E n
este sentido la dialéctica m aterialista no constituye una excep
ción. L a s le y e s d e la c ie n c ia r e fle ja n la s re la cio n e s esen cia les,
rig u ro sa m e n te d e te rm in a d a s, d e l o b je to estudiado por dicha cien
cia. La dialéctica m aterialista tiene sus propias leyes, entre las
cuales suelen destacarse las llamadas fu n d a m en ta les: 1 ) le y d e
la u n id a d y lu ch a d e c o n tra rio s ; 2 ) le y d e la transfcrrm ación d e lo s
c a m b io s c u a n tita tiv o s en c u a lita tiv o s ; 3 ) le y d e la n eg a ció n d e
la n egación . E stas leyes son fundam entales porque determ inan la
esencia de la concepción dialéctica del desarrollo. Cada una
de ellas es imprescindible y en su conjunto son suficientes para
que la teoría dialéctica del desarrollo pueda oponerse, en lo prin
cipal, a la metafísica. Las leyes fundam entales de la dialéctica,
a diferencia de otras leyes suyas, ocupan un lugar e sp e c ia l en la
co n cep ció n d ia lé c tic a d e l d e sa rro llo , p e n e tra n to d o su c o n ten id o ;
las otras leyes de la dialéctica vienen a completarlas, a concre
tarlas.
No obstante y pese a su im portancia, las leyes fundamentales
no agotan toda la riqueza de la teoría dialéctica del desarrollo.14
Existen otras leyes que suelen denominarse secundarias. Mas
este nombre no disminuye en nada su im portancia en la concep
ción dialéctica del desarrollo.
lismo dialéctico, al hablar de la filosofía marxista como sistema científico.
Estamos de acuerdo con su afirmación general de que “. . . los principios
expresan teóricamente las propiedades y relaciones más radicales y
universales de la realidad objetiva” (pág. 55). Pero no estamos de acuerdo
con él cuando mezcla los principios de la dialéctica m aterialista con sus
rasgos y leyes. Entre los principios se incluye el reconocimiento de la con
catenación recíproca de los fenómenos, su dinámica, la afirmación de la
materia como dato primario y de la conciencia como secundario, la unidad
y lucha de contrarios, etc. Esta interpretación amplificada del principio
conduce a que el principio, elemento estructural de la dialéctica, pierda
su carácter específico. El principio no es una tesis cualquiera sobre las
propiedades y relaciones generales, sino una tesis que ocupa un determi
nado lugar en la estructuración de una determinada teoría científica.
No se puede discutir sobre palabras, naturalmente. La palabra "prin
cipio” se utiliza en un sentido amplio. Se puede llamar principios a los
rasgos y a las leyes de la dialéctica (la esencia no depende del nombre).
Mas en este caso se debe establecer diferencias entre unos principios
(rasgos en nuestra acepción) de otros (aquellos que denominamos princi
pios) y los terceros (las leyes de la dialéctica), ya que son distintos por su
contenido y desempeñan un papel distinto en el sistema del materialismo
dialéctico. Para que no haya confusiones entre estos elementos estruc
turales de la dialéctica, los llamamos de distinto modo (rasgos, principios
y leyes). Las discusiones deben versar no sobre la nomenclatura de los
conceptos, sino sobre su contenido y papel en el sistema científico.
14 En la literatura filosófica soviética está siendo muy difundida últi
mamente la idea de que al lado de las leyes fundamentales de la dialéctica
existen otras, relacionadas con ellas (véanse los trabajos de V. P. Chért-
kov, Interdependencia de las leyes de la dialéctica, “Problemas de Filo
sofía”, núm. 1, 1959, pág. 49; V. P. Rozhin, Objeto y estructura de la fi
losofia marxista-leninista, pág. 48).
ELEMENTOS DEL SISTEMA LOGICO DE LA DIALECTICA 101
“form a”, etc., reflejan el mundo objetivo, pero para saber qué
aspectos de los fenómenos reales reflejan, es preciso analizar
con todo detalle el modo cómo se han originado y la función que
cumplen en el proceso del conocimiento y de la práctica. En el
caso contrario estableceríamos- el contenido de estas categorías
de modo arbitrario, a base de manifestaciones, opiniones y ob
servaciones particulares, etc. El proceso del conocimiento, en
cambio, que se encuentra en constante desarrollo y se basa en la
práctica social histórica, es objetivo por su contenido; gracias a
ello podemos establecer el contenido objetivo de las categorías.
El estudio de la lógica objetiva del proceso del conocimiento es la
clave que nos perm ite comprender el contenido objetivo de las ca
tegorías. Los filósofos idealistas se han esforzado en dar a este
estudio un contenido acorde con sus concepciones metodológicas
y lógicas de las categorías en el proceso funcional de nuestro pen
samiento.
Muchas escuelas de la filosofía idealista consideran las cate
gorías como estructuras puram ente artísticas, destinadas a de
term inadas necesidades prácticas. James, el portavoz del prag
matismo, dice, por ejemplo, refiriéndose a las categorías del
espacio y del tiempo: “En un mapa puedo orientarm e perfecta
mente respecto a la relación que hay entre Londres, Constanti-
nopla y Pekín y el lugar donde yo me encuentro; pero en la
realidad soy totalm ente incapaz de sentir los hechos que simbo
liza el mapa geográfico. Todas las direcciones y distancias se
hacen confusas, indeterm inadas, vagas. El espacio- cósmico y el
tiempo cósmico no son, ni mucho menos, form as apriorísticas
de la contemplación, según afirm aba Kant, sino que son estruc
turas tan artificiales como las que observamos en cualquier cien
cia.” ls
P ara el pragm atista Jam es las categorías de espacio y de
tiempo son estructuras artificiales, que la inmensa m ayoría de las
personas no utiliza; para los positivistas lógicos, en cambio, bien
son nociones, basadas en una espera puram ente animal, bien pa
labras generales con un sentido maximalmente amplio. Los se
mánticos aspiran a desalojar de la ciencia categorías como “ma
teria”, “espacio”, “tiempo”, “causa”, etc., pues para ellos, no son
más que modelos de refinam iento verbal. En la ciencia, según
dicen, estas categorías no tienen ningún valor objetivo. Puede
crearse un mundo que no tenga, por ejemplo, relaciones de cau
salidad.
El neopositivista Carnap considera que las categorías no son
más que clases de palabras, es decir, palabras generales (A ll-
w ó r te r ) , que se encuentran en proposiciones filosóficas y lógicas,
más que nada, en el modo real del lenguaje. Carnap define del
siguiente modo la palabra general: “Se llama general la voz que
18 W. James, El pragmatismo, San Petersburgo, 1910, ed. rusa, pág.
111.
110 LA DIALECTICA COMO SISTEMA LOGICO
gorías que reflejan las leyes del desenrollo, tanto del objeto como
de su reflejo en la conciencia de los hombres.
E ntre los filósofos soviéticos hay cada vez m ás partidarios
de la posibilidad de diversos sistem as de categorías del m ateria
lismo dialéctico, basados en distintos principios; según estos fi
lósofos el reconocimiento de un sistem a único de categorías
es dogmatismo. V. P. Tugárinov, por ejemplo, considera que su
sistem a de categorías es uno de los posibles.27
E l problema planteado de esa form a —un sistem a de catego
rías o varios sistem as— es puram ente abstracto. T ras la idea
de la multiplicidad de los sistem as de- categorías se oculta, a ve
ces, él intento de presentar sistem as de categorías como el o rto
lógico, el gnoseológico y el lógico. Si se habla en ese sentido
de la multiplicidad de sistem as de categorías del m aterialism o
dialéctico, esa idea, entonces, resulta inadmisible para la filoso
fía m arxista. E n el m arxism o puede existir solam ente un sistem a
de categorías que se base en la coincidencia de la dialéctica, la
lógica y la teoría del conocimiento; todos los demás sistem as
son inaceptables. Consideramos totalm ente anacrónica la idea de
E. S. Kuzmin 28 acerca de la creación de un sistem a de categorías
ortológicas en la filosofía m arxista; en el m arxism o no hay o rto
logía como ta l y, por consiguiente, tampoco puede haber un
sistem a de categorías ontplógicas. Admitimos la multiplicidad
de los sistem as de las categorías de la dialéctica m aterialista
como una posibilidad de buscar la m ejor solución al problema
de reflejar en ese sistem a la idea leninista de la coincidencia de
la dialéctica, la lógica y la teoría del conocimiento.
Un principio metodológico fundam ental para la edificación de
un sistem a de cualquier ciencia, de sus conceptos y categorías
es la u n id a d d e lo ló g ico y lo h istó ric o . La aplicación de ese prin
cipio al estudio de las categorías y a la estructuración de las
mismas en sistem as significa que las categorías, en su desarrollo
y sucesión, deben reflejar en form a reducida y generalizada toda
la historia de su form ación y desarrollo.
La historia de la filosofía evidencia que la aparición y el
desarrollo de las categorías va de lo simple a lo complejo, de
lo abstracto a lo concreto: “. . . las leyes del pensamiento abs-
27 V. P. Tugárinov, Correlación entre las categorías del materialismo
dialéctico, pág. 17.
28 El sistema de categorías ontológicas expuestas por E. S. Kuzmin
en Sistema de categorías ontológicas (Irkutsk, 1958) es tan escolástico que
no figura en él una categoría tan importante del marxismo como “mate
ria". Mas esto es comprensible; la categoría de materia, al igual que todas
las demás categorías de la filosofía marxista, no es puramente ontológica;
surge con la solución materialista del problema fundamental de la filo
sofía. Pero E. S. Kuzmin decidió edificar un sistem a de categorías que no
expresara la solución m aterialista del problema fundamental. Y como éstos
no existen en la filosofía marxista, el sistema por él construido no puede
considerarse como un sistem a de categorías de la filosofía marxista. (N.
del A.)
120 LA DIALECTICA COMO SISTEMA LOGICO
sino que los une. E sta unión consiste en que, gracias al pensa
miento, se crea una imagen subjetiva del mundo objetivo.
¿Por qué decimos que el pensamiento es subjetivo? Porque,
prim ero pertenece siempre al hombre como sujeto. No existe un
pensam iento objetivo desvinculado de la actividad del sujeto, del
hombre. E l pensamiento objetivo como algo que existió antes
del hombre e independientemente de él, es una ficción creada por
el idealismo objetivo. El secreto de esta especulación de la filo
sofía idealista radica en divorciar el pensamiento de su portador
(el sujeto) y de su fuente objetiva (la naturaleza), en conver
tir el pensamiento en algo independiente, absoluto.
Segundo: el resultado del pensam iento no es la creación del
propio objeto como tal, dotado de todas sus propiedades, sino la
creación ta n sólo de una imagen ideal del objeto. En el pensa
m iento nos enfrentam os siempre con la imagen ideal del objeto
y no con el objeto propiam ente dicho.
Tercero: el objeto se refleja en el pensamiento con diverso
grado de plenitud, correspondencia y profundidad de penetra
ción en su esencia. El pensamiento no excluye el reflejo unila
teral de un objeto, el divorcio de la realidad, las deformaciones
en la imagen del propio objeto. El carácter de la imagen cognos
citiva depende de muchos factores. La form a en que el objeto
existe en el pensamiento depende del sujeto, de la situación que
el hombre ocupa en la sociedad. Como dice V. I. Lenin “si se
considera la relación del sujeto con el objeto en la lógica, tam
bién han de tom arse en consideración las prem isas generales de
la existencia del s u je to c o n c re to ( = la v id a d e l h o m b r e ) en la
situación objetiva”.2
E l pensam iento no puede ser o tra cosa que la imagen subje
tiv a del mundo objetivo. No puede rebasar los lím ites de la sub
jetividad en el sentido de que siempre pertenece a un sujeto, al
hombre como ser social, y crea ta n sólo la imagen y no el propio
objeto del mundo m aterial dotado de todas sus propiedades. El
pensam iento es objetivo, ya que en su desarrollo tiende a crear
una imagen ideal que refleje al objeto con la máxima plenitud
y fidelidad. E l pensamiento aspira a ser subjetivo para tener un
contenido adecuado al objetivo, p ara poner de m anifiesto las pro
piedades del objeto tal como existen al m argen del pensamiento.
La dialéctica m aterialista descubre las leyes generales que
presiden la dinámica del pensar en el proceso de aprehensión de
la verdad objetiva, las leyes del tran sito de una imagen cognos
citiva a o tra más completa y profunda. Las leyes del movimiento
de la imagen cognoscitiva del objeto, las leyes del pensar, son co
munes a las leyes que presiden el movimiento del propio objeto,
ya que el pensam iento se mueve en la esfera de su contenido
objetivo. Sin embargo, tam bién entre ellas hay diferencias. L a
trayectoria del propio objeto está vinculada a los cambios de su
2 V. I. Lenin, Obras, t. 38, pág. 194.
NATURALEZA DEL PENSAMIENTO 133
cuestión eran muy afines al m arxism o), para superar la lim ita
ción m etafísica del empirismo y el racionalismo, fueron bastante
considerables.
El problema de la correlación entre lo sensible y lo racional
en el concimiento puede resolverse correctam ente a base tan
sólo de la dialéctica m aterialista, considerando lo sensorial y lo
racional como una unidad de contrarios.
La unidad de lo sensorial y lo racional en el conocimiento
no se ha de comprender en el sentido de que el conocimiento hu
mano está dividido en dos fases: la sensorial y la racional.
Los s e n tim ie n to s y el p e n sa m ie n to en el conocimiento humano
n o c o n s titu y e n d o s fa se s separadas en el tiempo; es decir, que
prim ero se produce el conocimiento mediante los sentidos sin
participación del intelecto y luego por medio de éste, sin que in
tervengan los sentidos. Lo sensorial y lo racional no son dos
fases, sin o d o s fa c to r e s , que componen nuestros conocimientos
acerca del mundo exterior. La unidad de lo sensorial y lo racio
nal en el proceso del conocimiento no significa que uno se deriva
del otro, sino que tanto lo uno como lo otro participan obligato
riam ente en nuestro conocimiento. Cualquiera que sea el nivel
de nuestro conocimiento, o la fase en que se encuentra, consti
tuye siempre la unidad de lo sensorial y lo racional. Incluso
cuando nos lim itamos a observar simplemente los fenómenos
de la realidad, estamos pensando, trasladam os los resultados de
nuestra observación al lenguaje de las ideas. E s imposible con
cebir el conocimiento humano sin lenguaje, ya que éste consolida
en palabras el resultado del pensamiento.
Además, los sentidos vinculan al hombre con el mundo exte
rior. Todcs nuestros conocimientos provienen, al fin y al cabo,
de las sensaciones y percepciones; el hombre no posee otras
fuentes ni canales de unión con el mundo exterior.
Respecto a esta relación —aunque única, sumamente impor
tante— cabe decir que lo sensorial no sólo antecede en el tiempo
a lo racional, sino a todo conocimiento humano. Cuando se habla
de la fuente del conocimiento —y no de sus etapas de desarro
llo— no cabe ninguna duda de que el reflejo sensorial de la
realidad antecede al pensamiento como form a de conocimiento
humano; por ello, el problema relativo al carácter de nuestras
sensaciones tiene esencial im portancia para la teoría general del
conocimiento, ya que según V. I. Lenin, “. . . es para el hombre
una cuestión de confianza en el testim onio de sus órganos de los
sentidos, la cuestión del origen de nuestro conocim iento.. . ” 12 La
sen sa ció n y la p e rc e p c ió n constituyen la base de todos nuestros
conocimientos sobre el mundo exterior. N egar el carácter obje
tivo del contenido de las sensaciones significa negar la posibili
dad de conocer el mundo, significa caer en el agnosticismo.
12 y . I. Lenin, Materialismo y empiriocriticismo, Ediciones Pueblos
Unidos, Montevideo, 1961, pág. 135.
LOGICA DIALECTICA.— 1 0
146 EL PENSAM IENTO, OBJETO DE LA LOGICA DIALECTICA
ron a conocer un “nivel”, mas este conocimiento les hizo ver que
desconocían por completo otro nivel, más elevado: el núcjeo del
átomo. A continuación, cuando la física llegó a dominar, a co
nocer, más o menos, este nuevo nivel, se planteó inm ediatam ente
el problema de la propia estructura de las partículas elementa
les, o sea, un nuevo nivel relacionado con dimensiones de 10“ 13
cm., e incluso menores. Así, pues, la solución de un problema con
ducía a varios nuevos, dem ostraba que las viejas soluciones ya
no eran absolutam ente irreprochables. Se tra ta de la viva con
tradicción en el desarrollo del pensamiento vivo.
El relativism o deform a el carácter contradictorio del proce
so del conocimiento y estudia un solo aspecto del mismo, a sa
ber: que la ciencia, al descubrir que sus antiguas teorías no son
del todo verídicas, tropieza con grandes dificultades en la inter
pretación de los nuevos fenómenos y, por lo tanto, no está en
condiciones de explicarlas de un modo completo e inmediato. De
ello se deduce que el pensamento no une al hom bre con la natu
raleza, sino que lo separa de ella.
El proceso del pensam iento modifica tanto el carácter de la
propia ciencia como la actitud de los científicos ante sus con
quistas. P ara ilustrar esta tesis vamos a exam inar dos etapas
en el desarrollo de la ciencia: la ciencia de los siglos x v n y xvin
y la ciencia de nuestros dífis. En, la ciencia de aquel tiem po ape
nas si había hipótesis (así lo. decían, por lo menos, los cientí
ficos de entonces); más aún, se consideraban reprobables. Son
bien conocidas las m anifestaciones de Newton de que en la filo
sofía experim ental (así se llam aba la física) no hay lugar para
las hipótesis. P ara Newton, un método de investigación seguro
era el experimento, a p a rtir del cual la ciencia descubría las
leyes y form ulaba principios. Los principios conseguidos por vía
inductiva se expresan m atem áticam ente y se emplean en la solu
ción de tareas concretéis. L a ciencia de aquel tiem po no aspiraba a
form ular hipótesis, sino a describir con exactitud m atem ática la
naturalezéi, descripción que se basaba en los conocimientos expe
rim entales, aunque objetivam ente no podía evitar las hipótesis.
Los científicos de aquel entonces no dudaban de que las leyes
descubiertas por ellos tenían carácter absoluto; su optimismo
cognoscitivo les hacía sentirse seguros de que el intelecto hu
mano tenía capacidad para aprehenderlo todo; incluso el propio
siglo llegó a llam arse el de la razón. Un pensador del siglo xvm
escribió: “. . . d a d m e m a te r ia y c o n tin u a ré con ella e l m u n d o , es
decir, dadme m ateria y os enseñaré cómo se ha de form ar el
mundo a base de ella”. 36 E ste pensador no fue otro que el filó
sofo alemán Méinuel K ant. Es cierto que lo escribió en el llamado
período precrítico, en su obra H is to r ia n a tu ra l d e l m u n d o y te o
ría d el cielo. Partiendo de los principios de la mecánica de New-
35 Kant, Algemeine Naturgeschichte und Theorie des Himmels, Ausg.
Kerbach, pág. 15.
166 EL PENSAM IENTO, OBJETO DE LA LOGICA DIALECTICA
ton, enunció una teoría del origen del sistem a solar, cuya vera
cidad no ponía en duda.
La ciencia moderna tiene otro carácter y los científicos con
sideran de distinto modo los resultados de su pensamiento. Antes,
la formulación de hipótesis era un fenómeno excepcional; ahora,
en cambio, todas las ciencias están rodeadas “de un bosque exu
berante de hipótesis”/ 1'* E sta tesis fue enunciada por Engels a
fines del siglo xix, pero resulta más válida aún para la época
actual. Si antes se m antenía una actitud de recelo, con cierta do
sis de desprecio, hacia las teorías de carácter hipotético, ahora,
en cambio, se m ira con desconfianza una teoi'ía que carezca de
elementos hipotéticos y se presente como una verdad definitiva
en últim a instancia. La ausencia de hipótesis se considera como
una prueba de que la teoría es incapaz de ulterior desarrollo y
perfeccionamiento.
En el siglo xviii, K ant pedía que le diesen m ateria para poder
construir con ella una teoría fidedigna sobre el origen de los
mundos. A mediados del siglo xrx, el finado académico sovié
tico O. Y. Shmidt disponía de cuanta m ateria necesitaba y en
las form as más diversas (campos y partículas). Utilizando todo
el arsenal de las modernas ciencias: m atem áticas, astronom ía,
física, química y geología, formuló una sola hipótesis, muy pro
bable por cierto, pero hipótesis, sin embargo, acerca de la for
mación de los planetas del sistem a solar a base de una nube
de gas y polvo. Como científico moderno, comprendía la relati
vidad de su estructuración teórica, su limitado valor cognoscitivo.
No consideraba que su teoría lo explicaba todo con veracidad: “La
hipótesis de la captura —escribía O. Y. Shmidt—- nos perm ite
explicar la extensión, la distribución de la cantidad de movi
miento entre el Sol y los planetas.” 37 Es poco probable que un
científico serio considere hoy día las teorías por él enunciadas
como la solución definitiva del problema científico, que no vea
las vías de su ulterior desarrollo y perfeccionamiento.
A base de la mecánica clásica, los físicos de los siglos xvii
y xviii, Galileo, Descartes, Huygens, Euler, Lomonósov, La-
grange y Laplace crearon un determ inado cuadro físico del mun
do que para su tiempo tenía carácter definitivo. Todo era bas
tante sencillo y comprensible en ese cuadro. La física m o d ern a
no sólo n o tie n e un cuadro sencillo y comprensible del mundo,
sino que tampoco puede presentar una con cepción m á s o m en o s
d e fin itiv a s o b r e e l m u n d o en la que se aúnen, a base de una idea
determ inada, todos nuestros conocimientos acerca de la m ateria,
sus diversas clases y formas. En la Conferencia sobre problemas
filosóficos de las ciencias naturales, celebrada en la URSS en
1958, el conocido físico D. I. Blojintzev indicó que la física pre-
36 F. Engels, Anti-Dühring, Editorial Grijalbo, México, 1964, pág. 77.
37 o. Y. Shmidt, Cuatro conferencias sobre la teoría del origen de la
Tierra, Moscú. 1957, pág. 16.
VERACIDAD OBJETIVA DEL PENSAMIENTO 167
cisa una idea nueva, sobre cuya base se pueda resolver el proble
ma de la definitiva unión de todos los campos y partículas. La
física, como es natural, construirá esta teoría tarde o tem prano,
pero estará muy lejos de la verdad absoluta; su aparición coin
cidirá con el comienzo de su modificación y desarrollo.
A la ynoseología le incumbe la tarea de interpretar de un.
modo correcto, filosófico, el carácter del pensamiento científico
actual, su naturaleza y las leyes de su desarrollo. Los filósofos
burgueses, por la influencia de sus intereses de clase —de los
que frecuentem ente no tienen conciencia—, hacen deduccio
nes erróneas de las peculiaridades del desarrollo de la ciencia
en su etapa actual y, a través del relativismo, caen en el agnos
ticismo.
Hemos de referirnos, con este motivo, a la novísima concep
ción enunciada por C. Popper, conocido filósofo inglés, Doctor
en Filosofía y profesor de Lógica y Método científico de la Uni
versidad de Londres. Como positivista, Popper parte de la tesis
de que ninguna teoría puede considerarse como auténtica por
numerosos que sean los hechos en que se apoye; siempre es
posible un nuevo hecho que la refute: no hay teorías irrefuta
bles. “Una teoría —escribe Popper— que no pueda refutarse por
ningún hecho pensado, no es científica. La incontrovertibilidad
no es un m érito (como suele pensarse) de la teoría científica,
sino un defecto.” :ís Considera, además, que la propia comproba
ción de la teoría científica es exponerla al erro r y que la refuta-
bilidad es el supremo criterio científico. Cuanto más refutable
sea una teoría, tanto más científica resulta. El punto de vista de
Popper es, por así decirlo, un relativism o de clase superior que
especula, naturalm ente, con las peculiaridades del desarrollo de la
ciencia moderna, que presupone la rápida sustitución de las teo
rías científicas.
Exteriorm ente el relativismo se asem eja a la dialéctica; ad
mite que el conocimiento constituye un proceso y lo subraya
constantemente. El caso es que el propio proceso del conoci
miento puede ser interpretado de modo dialéctico y relativista.
La dialéctica m aterialista y el relativismo comprenden de dife
rente manera el propio contenido del proceso del conocimiento.
V. I. Lenin escribía que “. . . l a diferencia entre el subjetivismo
(escepticismo y sofística, etc.) y la dialéctica radica, entre otras
cosas, en que tam bién en la dialéctica (objetiva) es relativa la
diferencia entre lo relativo y lo absoluto. P ara la dialéctica obje
tiva en lo relativo hay lo absoluto. P ara el subjetivismo y la
sofística lo relativo no es m ás que relativo y excluye lo abso
luto”.™
El relativism o interpreta de un modo subjetivo el proceso del
pensamiento. Como el pensamiento constituye un proceso y es
3* British Philosophy in the Mid-Century, Londres, 1957, pág. 159.
m V. I. Lenin, Obras, t. 38, pág. 358.
168 EL PENSAM IENTO, OBJETO DE LA LOGICA DIALECTICA
demos con la mism a facilidad los pensam ientos que el hom bre de
la antigüedad h a dejado en los monumentos escritos, que el pen
sam iento del salvaje y del hom bre moderno.” 18
Los elementos del juicio, sujeto, predicado y cópula, son ele
m entos de un cierto pensamiento integral; por ello no se les pue
de identificar con los objetos, los fenómenos y sus propiedades, ni
con las palabras. El sujeto del juicio y el objeto del juicio se dife
rencian el uno del otro como la idea del objeto y el propio
objeto. El predicado del juicio no es la misma propiedad, ley,
relación, etc., que existen al m argen de nuestro juicio, sino su
pensamiento. El vínculo entre el sujeto y el predicado en el jui
cio no es más que el reflejo en nuestra conciencia de los vínculos
que existen objetivam ente en la naturaleza.
Tampoco es posible identificar el sujeto y el predicado del
juicio con las palabras que los designan en el lenguaje. El sujeto
y el predicado del juicio son las ideas que se tienen del objeto.
En la historia de la lógica se encuentran casos de identifica
ción de las partes del juicio tanto con las cosas del mundo obje
tivo como con las palabras. Esto últim o es característico de
algunas form as del nominalismo. En la interpretación del juicio,
el nominalismo, que desde su comienzo ha contribuido al des
arrollo del formalismo en la lógica, llega inevitablemente a la
afirm ación de que si el juicio está formado por nombres, y éstos
son convencionales, el contenido del juicio, por consiguiente,
carece de valor objetivo. La única que tiene valor es la form a
del juicio como tal. La moderna filosofía burguesa del positivis
mo lógico defiende esta concepción de la esencia del juicio.
Aunque el sujeto, el predicado y la cópula del juicio son pen
samientos, no siempre puede considerarse el juicio como un
conjunto de pensamientos (conceptos o representaciones). Los
kantianos, por ejemplo, afirm an reiteradam ente que el juicio
es la unión de conceptos o representaciones en la conciencia a
base de categorías “puras”, “apriorísticas” del intelecto. E n opi
nión de los kantianos, ni los pensamientos aislados, que consti
tuyen las partes del juicio, ni los juicios, en su conjunto, tienen
contenido objetivo, ni se refieren a los propios objetos del mundo
m aterial. P or el contrario, los neokantianos consideran que los
propios objetos surgen de un cierto contenido durante la form a
ción del juicio. Desde su punto de vista, el sujeto de todo juicio
inicial ( U r te il d e s U r sp ru n g s) es “X ”, del que se dice que es “R”
o “a”. N atorp,19 por ejemplo, define el juicio como una ecua
ción; a la izquierda de la misma no figura el pensamiento sobre
el sujeto, sino la incógnita “X” y a la derecha aquello que ori
gina o produce el objeto durante el juicio.
nido del sujeto, sino tam bién el contenido del predicado (“en
gendra calor”, “tranform arse en determ inadas condiciones en
térm ico", “se convierte en cualquier o tra form a de movimiento
de la m ateria”). E sto dem uestra que el sujeto y el predicado
están indisolublemente unidos, entre sí y que interactúan en el
proceso del desarrollo del juicio.
A diferencia de la clasificación tradicional, los juicios de lo
singular, lo particular y lo universal adquieren su cualidad sólo
cuando se relacionan recíprocamente. E n la clasificación trad i
cional, por ejemplo, el juicio singular es singular porque el volu
men de su sujeto no incluye m ás que un solo objeto; es un juicio
singular y no depende de otros juicios. E l juicio “esta m esa es
roja” es singular independientem ente de si existen los juicios
“algunas mesas son rojas” o “todas las mesas son rojas”. O tras
son las relaciones entre los juicios de lo singular, lo particular y
lo universal.
Un juicio es el juicio de lo singular sólo si existe el juicio de
lo particular y lo universal. Un mismo juicio, en relación con
otros juicios, aparece como juicio de lo singular y en relación
con otros, como de lo particular o universal. Así el juicio “la fro
tación engendra calor”, que es un juicio de lo singular en rela
ción con los juicios: “la energía mecánica se convierte en té r
mica” y “toda form a de movimiento de la m ateria se convierte,
en determ inadas condiciones, en o tra especial”, será un juicio
de lo universal en relación con juicios tales como “la frota
ción del hierro produce calor”, “la frotación de los m etales se
transform a en calor”.
Engels considera los juicios en su movimiento y desarrollo;
las diversas form as de juicios se conceptúan como elementos no
dales, como etapas en el conocimiento de la realidad. Un solo y
mismo juicio viene a ser el balance, el resultado del conocimiento
anterior, siendo, al mismo tiempo, el punto de partida para el
ulterior avance del pensamiento. E l juicio de lo universal no debe
considerarse como la form a de expresión de un conocimiento
absolutam ente culminado, ya que esta culminación es relativa.
E l paso de lo singular a lo universal a través de lo particular,
significa que el juicio, en su desarrollo, va de lo simple a lo com
plejo.
En lógica se califica habitualm ente de simple el juicio que
está constituido sólo por dos térm inos; el compuesto comprende
varios juicios simples. E n este caso, la diferencia entre el juicio
simple y el compuesto es puram ente form al. E n un cierto sentido
conviene conservar esta división de los juicios en simples y
compuestos, pero teniendo bien en cuenta su lim itación y conven
cionalismo. 'Itene im portancia para la teoría del razonam iento,
para el estudio de los nexos entre los elementos del pensam iento
en el sujeto y el predicado del juicio. Sin em bargo, no se debe
considerar esta división como absoluta. Si examinamos el juicio
228 LAS FORMAS LOGICAS
medio) a través del cual se establece este nexo. Todos los m eta
les son conductores de energía eléctrica, el hierro es un metal,
el hierro es conductor de energía eléctrica. Lo particular es el
“m etal”. A través de él se establece el vínculo entre el hierro
y la capacidad de conducir energía eléctrica.
E n el concepto, como ya •heme® indicado, este vínculo está
velado, no aparece fraccionado en el sujeto, el predicado y la
cópula. Cuando descubrimos lo universal en los fenómenos, cen
tram os en ello nuestra atención como en lo básico, lo principal;
por esta razón el predicado (lo universal) se extrae y denomina
estrictam ente; el subjeto (lo singular), en cambio, se vela; tam
bién se deja de lado el nexo entre lo universal y lo singular. Este
nexo está oculto de un modo especial en los conceptos, ya que
en ellos muchos aspectos del objeto no nos interesan. Esa falta
de interés hacia los diversos aspectos del objeto conduce, precisa
mente, a una cierta nivelación de los objetos en el concepto, a la
pérdida por el objeto de su individualidad y carácter específico.
Así en el concepto “la producción en general”, expresamos nues
tr a indiferencia ante las peculiaridades específicas de la produc
ción en las diversas épocas históricas. E n este caso, las form as
singulares de la producción nos interesan en tan to en cuanto po
seen una universalidad propia de todas las form as de la pro
ducción, vinculada y referida a sus form as singulares.
El idealismo utiliza el ‘carácter peculiar de los vínculos entre
lo universal y lo singular en el concepto, su índole compleja y
velada, para divorciar lo universal de lo singular y convertir
el concepto en una esencia independiente, absoluta, separada de
los objetos singulares de la vida real. E l divorcio entre lo uni
versal y lo singular en el concepto conduce a la separación de los
conceptos del mundo exterior y constituye una de las fuentes
gnoseológicas del idealismo.
Lenin indicaba que el id e a lism o no debía ser considerado como
una bagatela, que no sólo tenía raíces clasistas, sin o ta m b ié n
g n o seo ló g ica s, por cuanto crecía en el árbol vivo del conoci
miento. del cual venía a ser un parásito.
E l idealismo tom a un aspecto del complejo proceso del co
nocimiento, que tiene im portancia en la realidad, lo deforma,
lo aísla de otros aspectos y lo considera como absoluto.
E l proceso del conocimiento es complejo y contradictorio; en
globa muchos aspectos diversos. Lenin com paraba esquemática
m ente el proceso del desarrollo de nuestro saber con el movi
miento. pero no en línea recta, sino curva, subrayando de este
modo la complejidad de conseguir un conocimiento verídico.
Cuando un segmento, un trozo de esa linea curva se convierte
unilateralm ente en una línea recta entera, independiente y se
crea la posibilidad de separar el contenido de nuestro pensa
m iento del mundo exterior, el idealismo utiliza esa posibilidad.
En un principio, la interpretación m e ta fís ic a de la trayecto
ria del conocimiento se debía al atraso de la sociedad y del
236 LAS FORMAS LOGICAS
lidades sensibles de los cuerpos, bien unas de otras, bien del pro
pio cuerpo que constituye su base”.66
E l gran pedagogo y psicólogo ruso Ushinski tam bién concebía
así el proceso de form ación de los conceptos. Cuando vemos
numerosos caballos distintos: -negros, bayos, claros, grandes, pe
queños, viejos, jóvenes, etc., de muchas representaciones singu
lares acerca de estos objetos destacamos lo general, lo inherente
a todos los caballos. “E n el c o n c e p to ca b a llo no hay ningún color
especial, el anim al ni es viejo ni joven, ni grande ni pequeño, etc.
Todo nuestro concepto sobre el caballo está constituido por
r a s g o s g e n e ra les para todos los caballos que hemos visto y acer
ca de los cuales nos hemos formado una idea, con la particu
laridad de que hemos renunciado a to d o s los ra s g o s esp ecia les
de uno u otro caballo.” 67
E n este caso el concepto no viene a ser el reflejo de la esen
cia del objeto, sino de cualquier rasgo, incluso casual, pero pa
recido.
La aplicación consecuente de esta teoría m etafísica y abso
lu ta de la abstracción significa, en últim a instancia, renunciar al
m aterialism o. Berkeley lo dem ostró en la práctica, al enunciar
la teoría de la sustitución o de la representación. Según esta
teoría no hay conceptos ni ideas generales. Una idea particular
(representación) se convierte en general, sustituyendo a todas
las demás ideas particulares de ese mismo género. Cuando un
geóm etra quiere dem ostrar cómo debe dividirse una línea en
dos partes iguales, traza una linea cualquiera, que representa
todas las líneas particulares, “.. .lo que está dem ostrado en ella,
se refiere a todas las demás líneas o, dicho de otro modo, a la
línea en general. Y lo mismo que esta lín ea particular se convier
te en general, usándose en calidad de signo, tam bién la d e n o m i
n a ción de «línea», siendo de por sí particular, se hace general
gracias a su empleo como signo”.68
No hay conceptos, sino ta n sólo ideas particulares (repre
sentaciones), que se emplean en calidad de signos tam bién para
otras representaciones de este género. P or consiguiente, tampoco
existe el concepto de “m ateria” como realidad objetiva; existen
únicam ente sensaciones aisladas, percepciones que tienen, a ve
ces, significado general.
Mili y los positivistas modernos, que se distinguen por su
extrem ada impotencia en cuanto a la teoría de los conceptos,
han continuado esta tendencia. Incluso la concepción tradicional
acerca de cómo se constituyen los conceptos adopta en ellos un
carácter deforme. H e aquí cómo describe el proceso de la abs-
66 D. Diderot, Obras filosóficas escogidas, Gospolitizdat, 1941, ed. rusa,
págs. 45-46.
67 K. D. Ushinski, Obras, t. 8, Moscú-Leningrado, 1950, pág. 450.
«s G. Berkeley, Principios del conocimiento humano, San Petersburg-'
1905, pág. 44.
246 LAS FORMAS LOGICAS
bre pasa a prim er plano una u otra definición como la más esen
cial e im portante.
Cuando la práctica del movimiento revolucionario de la clase
obrera de Rusia planteó con toda agudeza el problema de la auto
determ inación de las naciones, fue preciso esclarecer la esencia
de este problema, responder a la pregunta de qué es la autode
term inación de las naciones y dónde hallar la respuesta a ella.
Los adversarios del m arxism o trataro n de responder con defini
ciones jurídicas, deducidas de toda suerte de nociones generales
sobre derecho. Los m arxistas dem ostraron la infructuosidad de
este método, ya que las definiciones deben deducirse del estudio
histórico-económico de los movimientos nacionales. Solamente
la generalización de la práctica de los movimientos nacionales
puede conducirnos a un correcto enfoque teórico de la cuestión
nacional.
Analizaremos, seguidamente, una definición dada en la teoría
del marxismo y estructurada a base de todas las exigencias de
la lógica dialéctica arriba expuestas. En calidad de ejemplo, to
maremos la d efin ició n del im p e ria lism o , hecha por Lenin.
Diremos, ante todo, que la necesidad de definir, de descubrir
la esencia del imperialismo venía dictada por la práctica del mo
vimiento obrero internacional, en general, y del proletariado
ruso en particular. Si Lenin no hubiese descubierto la esencia
del imperialismo, no habría sido posible una nueva teoría de la
revolución, teoría que iluminó el camino hacia el triunfo no
sólo al proletariado ruso, sino a la clase obrera de todo el mundo.
Además, la práctica de la lucha del bolchevismo contra el opor
tunism o internacional en el movimiento obrero, planteaba la
necesidad de esclarecer la esencia del desarrollo del capitalis
mo en la nueva etapa. Una vez aclarada la esencia del capitalism o
se hacen evidentes los vicios de las tendencias oportunistas. P or
esta razón el análisis leninista del im perialism o no debe ser di
vorciado de la práctica de la lucha de las dos tendencias funda
m entales del movimiento obrero: la lucha del m arxism o contra
todas las form as y variedades del oportunismo.
La definición del imperialismo, hecha por Lenin, es el resul
tado del análisis y la generalización de una inm ensa cantidad de
datos relativos al desarrollo económico de los diversos países
durante un período considerable de tiempo, gracias a lo cual pudo
revelar la esencia de los cambios acaecidos en la base y la super
estructura de la sociedad capitalista. P or ello, la definición le
ninista del imperialismo no aparece como un punto de partida,
sino como un balance que viene a ser el fru to del análisis dado.
Lenin, resumiendo, escribe: “Si fuera indispensable dar una
definición lo m ás breve posible del imperialismo, habría que
decir que el imperialismo es la fase monopolista del capitalismo.
Sem ejante definición incluiría lo principal, ya que, por una par
te, el capital financiero es el capital bancario de unos cuantos
LO G ICA D IA LEC TIC A .— 1 8
274 FORMAS LOGICAS
7. E l ra zo n a m ie n to c o m o fo r m a d e a p re h e n sió n d e n u ev o s
co n o cim ien to s.
125 C. Marx y F. Engels, Obras, t. ni, Moscú, 2* ed. rusa, 1955, pág. 142.
126 F. Bacon, Novnm Orgcinum, Sozekguiz, 1938, pág. 90.
127 Ibidem, pág. 131.
294 LAS FORMAS LOGICAS
acción del agua, del aire, de las estrellas, de los cielos y de todos
los demás cuerpos que nos rodean con la misma exactitud que
conocemos las diversas ocupaciones de nuestros artesanos, pu
diéramos utilizarlos de la misma m anera para toda suerte de
aplicaciones y convertim os así en amos y señores de la natu
raleza”.129
Pero D escartes pensaba alcanzar este conocimiento de las co
sas y los fenómenos ta n útiles en la vida por un medio distinto
del indicado por Bacon. D escartes y Bacon no divergían en los
objetivos, sino en los medios de conseguirlos. P ara Bacon la e x
p e rie n c ia constituía el fundam ento sólido del conocimiento; par
tiendo de ella se consigue por medio de la inducción, conocer
las causas y las leyes de la naturaleza; D escartes, en cambio,
basaba su teoría del conocimiento en la in tu ic ió n y la d ed u cció n ,
a las que adjudicaba un papel decisivo, considerándolas como el
camino m ás seguro para aprehender aquello por encima de lo
cual no debe el intelecto adm itir nada. T an sólo la deducción y
la intuición son seguras: todo lo demás es sospechoso y sujeto a
error. Y la intuición es m ás segura que la deducción.
La deducción sirve p ara inferir obligatoriam ente algo de algo
que se conoce anteriorm ente como fidedigno. La intuición no se
lim ita a proporcionar las tesis de partida de la deducción; la
propia deducción de una tesis partiendo de o tra se realiza sobre
la base y por medio de la intuición.
En el método de Descartes, la experiencia y la inducción de
sempeñan un papel auxiliar. No podemos decir que D escartes
desdeñaba en general el papel de la experiencia en el conocimien
to; según la posibilidad, m ayor o menor, deben realizarse expe
rim entos que contribuyan a un avance más rápido del conoci
m iento de la naturaleza, pero a la experiencia se le destina un
papel auxiliar.
P or inducción, que D escartes denomina enumeración, no se
sobrentiende un razonam iento que va desde hechos aislados al
conocimiento de tesis y principios generales, sino la recopilación
de efectos deducidos de tesis numerosas y diversas. A la induc
ción se le asigna un papel muy modesto: el de sistem atizar los
datos obtenidos por medio de la intuición y la deducción.
La lógica de D escartes no conocía la verdadera inducción, es
decir, el razonam iento que pasa de los hechos singulares obteni
dos por vía experim ental a las generalizaciones.
Así, pues, desde el principio mismo, en la doctrina del razona
m iento de la lógica moderna, se esbozan d o s te n d e n c ia s recípro
cam ente excluyentes: por un lado se exagera de modo unilateral
y excesivo el papel del experim ento y la inducción, dejando de
lado la deducción, y por otro lado, se niega el valor esencial de
la experiencia y la inducción basada en ella, y se reconocen como
129 R. Descartes, Obras escogidas, ed. rusa, Moscú, 1950, pág. 305.
296 LAS FORMAS LOGICAS
H eg e l fue el prim ero que intentó seriam ente, por prim era vez
en la historia de la filosofía, s u p e r a r e l d iv o r c io metafísico entre
la inducción y la deducción.
El factor positivo de su teoría del razonamiento es que inten
ta poner al descubierto la interrelación, la dinámica de las for
mas del raciocinio, de precisar su valor cognoscitivo. P ara Hegel
lo más im portante era esbozar las transiciones de una form a de
razonamiento a otra, el paso de la deducción a la inducción y el
de esta últim a, a través de la analogía, de nuevo a la deducción.1!,T
El raciocinio, según Hegel, atraviesa en su desarrollo tr e s
g ra d o s fundam entales: raciocinio de existencia, de reflexión y
de necesidad. Estos tipos de raciocinio no se diferencian por
rasgos puram ente formales —la posición del térm ino medio—,
sino por el contenido.
El valor cognoscitivo del raciocinio de e x is te n c ia es muy re
ducido; perm ite descubrir tan sólo la superficie del fenómeno.
Un ejemplo de esta clase de raciocinio es el siguiente: “E sta
rosa es roja: el rojo es un color, por consiguiente, esta rosa,
tiene color. Sin embargo, tam bién estos razonam ientos desempe
ñan un papel determ inado en la vida. Los juristas razonan de
ese modo cuando buscan una base jurídica, es decir, el térm ino
medio para su conclusión.
El raciocinio de reflexión posee más contenido, expresa con
m ayor profundidad la esencia del objeto; su térm ino medio no
es la universalidad abstracta, sino concreta, que engloba todo
lo singular en su conjunto. Hegel distinguía en este tipo de razo
nam iento tres form as: raciocinio de totalidad, de inducción y de
analogía. El raciocinio de totalidad tiene la form a S-P-T. Un
ejemplo de esta form a lo tenemos en el silogismo tradicional:
“Todos los hombres son m ortales; Caín es hombre, por consi
guiente tam bién es m ortal.” La veracidad de la prem isa m ayor
(P-T) no está dem ostrada y depende de la veracidad de la con
clusión. La totalidad (“todos los hombres”) no incluye en la
etapa de desarrollo dado una verdadera necesidad y universali
dad. P or ello el raciocinio de totalidad presupone el de inducción
y se convierte en él. P or medio de la inducción se dem uestra que
la prem isa P-T, es decir, lo particular se vincula a lo universal
a través de un conjunto de singularidades. Aduciremos un ejem
plo sencillo: “el cobre, el oro, la plata, etc., son m etales; el co
bre, el oro, la plata, etc., son conductores de electricidad; por
consiguiente los m etales son conductores de electricidad”.
La inducción sqpera los defectos del silogismo de totalidad,
pero tam bién adolece de vicios radicales. No supera plenamente
137 V. I. Lenin escribe: “La misión que se planteaba Hegel era con
vertir la inferencia por analogía (sobre la analogía) en inferencia sobre la
necesidad; la inferencia por inducción en inferencia por analogía, la gene
ral en particular, la particular en general, así como la de exponer los
nexos y las conversiones (el nexo equivale a la conversión)/* Lenin, Obras,
t. 38, pág. 171.
INTERPELACIONES DE LA INDI CCION Y LA DEDUCCION 301
rasgos esenciales, pueden parecerse tam bién por otros. Los razo
nam ientos de la deducción, de la inducción completa y de la
inducción m atem ática completa proporcionan obligatoriam ente,
en caso de prem isas fidedignas, una conclusión verídica, ya que en
calidad de conocimiento argum entado contienen un juicio ve
rídico (los axiom as del silogismo, de la inducción completa y de
la perfecta inducción m atem ática son verídicos; su veracidad
ha sido dem ostrada por la práctica hum ana).
La probabilidad discursiva, condicionada por la probabilidad
del conocimiento argum entado, se denomina probabilidad de la
form a, y la probabilidad que depende del carácter problemático
de las prem isas se llama probabilidad de contenido. Pero de he
cho, toda certidum bre o probabilidad de la form a discursiva se
basa asimismo en la certidum bre o probabilidad del contenido,
es decir, en el carácter del juicio que figura como conocimiento
argum entado.
La división de los razonamientos por el ra s g o d e c e r tid u m b r e
tiene enorme im portancia cognoscitiva. Debemos hacer una es
tricta distinción entre las form as discursivas que aseguran, siem
pre que las prem isas sean verdaderas, una conclusión verdadera,
de aquellas que en las mismas condiciones no garantizan una
conclusión fidedigna. Las form as discursivas verídicas tienen ex
traordinaria im portancia y sólo ellas pueden utilizarse en las
dem ostraciones estrictas.
Pero tam bién tienen im portancia en .el conocimiento las for
mas que no proporcionan conclusiones fidedignas; con ayuda de
estas form as se enuncian suposiciones científicas y diversas
hipótesis.
El estudio de las form as que ayudan a form ular suposiciones
científicas es tan im portante como el estudio de las que partici
pan en la dem ostración de verdades acabadas. Al analizar razo
nam ientos de diversas form as, que no aseguran la veracidad de
la conclusión, es preciso determ inar las condiciones en-m edio
de las cuales estas mismas form as proporcionan conclusiones de
un grado de probabilidad m ayor o, incluso, verídicas.
Según la tendencia de la conclusión todos los razonamientos
pueden dividirse en traductivos, inductivos y deductivos. Llam a
mos tr a d u c tiv o s los que pasan del conocimiento de un grado
de generalización al conocimiento del mismo grado de generali
zación; in d u c tiv o s los que pasan del conocimiento de un grado de
generalización menor a otro m ayor; d e d u c tiv o s, los que van
del conocimiento de un grado de generalización m ayor a otro de
menor grado.
Cuando se habla de la tendencia de la conclusión, se compara
el conocimiento inferido con el básico, es decir, el conocimiento
de la conclusión con el conocimiento de las prem isas y no el
inferido con el argumentado, ya que en relación con el argum en
tado, la conclusión aparece siempre, en cualquier raciocinio,
INTERRELACIONES DE LA INDUCCION Y LA DEDUCCION 309
5. L a id e a c o m o p u n to c e n tr a l d e l s is te m a filo só fic o d e H e g e l
E n el sistem a del idealismo objetivo de Hegel la idea ocupa
un lugar especial. Según Hegel, ella culmina el proceso lógico del
devenir de las categorías y es el um bral de tránsito del pensa
m iento de la esfera de la lógica a la de la naturaleza.
Como es sabido, la tercera parte de la L ó g ic a de Hegel, la
doctrina de los conceptos, está constituida por tre s apartados
que en su orden de sucesión expresan las etapas de su desarrollo:
1 ) e l concepto subjetivo (el concepto en el sentido lim itado de la
g la b ra ; 2 ) é l objeto, y 3 ) la idea como síntesis del concepto
y del objeto. Se debe tener en cuenta que el concepto, para
Hegel, no es tan sólo la simple form a de la actividad teórica del
hombre, sino algo que constituye la esencia real y verdadera
de todas las cosas. E l objeto no es la naturaleza y la sociedad que
existen al m argen del pensamiento, sino una etapa en el desarrollo
del concepto.
Hegel criticó a K ant la afirm ación de que la idea, como con
cepto de la razón, es trascendente con relación al fenómeno.
“Al hablar de la idea —escribe Hegel— no debe creerse que se
tra ta de algo lejano y del m ás allá. P or el contrario, la idea
es algo inmediato a nosotros, está a nuestro lado y se halla tam
bién en cada conciencia, aunque deformada y debilitada.” 81 He
gel defiende la tesis de que la idea tiene significado objetivo y de
que encierra la verdad: “La idea es el c o n c e p to a d ecu a d o , lo ver
dadero objetivo o sea lo v e rd a d e ro c o m o ta l. Si algo tiene verdad,
lo tiene por medio de su idea, o sea, a lg o tie n e v e r d a d s ó lo p o r
c u a n to e s id e a . " 82
La tesis hegeliana de que la idea posee veracidad objetiva,
que constituye la verdad del objeto, es correcta, pero descansa
sobre el principio idealista de la identidad del pensar y el ser:
la idea es verdadera porque el propio objeto posee dentro de sí la
idea y la expresa: “. . . to d o lo verdadero por ser verdadero tiene
una idea y posee su verdad m ediante la idea y en virtud de la
misma”.83 La idea no es un pensamiento acerca de uno u otro
objeto, como se imagina el m aterialista, sino la idea expresada
en el objeto: “El objeto, el universo objetivo y subjetivo en
general, no sólo tie n e n q u e s e r c o n g ru e n te s con la idea, sino que
son ellos mismos la congruencia entre el concepto y la realidad.
Aquella realidad que no corresponde al concepto, es pura apa
riencia o fen ó m en o , es lo subjetivo, lo accidental, lo arbitrario,
que no es la verdad.” 84
E stas tesis idealistas, deformadas, tienen cierto sentido ra
cional; nos referim os al pensamiento de que la idea expresa la
81 Hegel, Obras, t. 1, pág. 322.
82 Ib íd e m , Ciencia de la lógica, p ág . 471.
83 Ib íd e m , Obras, t. i, pág. 321.
84 Ib íd e m , Ciencia de la Lógica, pág. 473.
LA IDEA E N LA FILOSOFIA DE HEGEL 347
Por todo ello cabe decir que el pensam iento es una idea
(toda form a de pensam iento contiene una idea, por lo menos
como fin de su desarrollo). El reflejo de la realidad necesaria y
posible, además de profundo, es tam bién completo y detallado al
máximo. La aprehensión de la necesidad y la posibilidad equi
vale a conocer no sólo las diversas cosas existentes y sus pro
piedades, sino tam bién las posibles, las que se originan en virtud
de las leyes del movimiento.
P ara Lenin la idea es la form a superior de asimilación teó
rica de la realidad. No sólo no la identifica con las form as del
conocimiento empírico, sino que la destaca entre todas las form as
del conocer teórico. D iríase que con la idea culmina la escale
ra de las form as. Resumiendo a Hegel, Lenin enuncia el siguiente
pensam iento: “B e g r iff no es todavía el concepto superior: por
encima de él está la id e a = unidad del B e g r iff con la realidad.” 4
E ste pensamiento de Lenin tiene im portancia de principio para
entender la idea. La diferencia entre las form as del conocimien
to, en general, de la idea y otras form as discursivas, en particu
lar, se determ ina por su contenido: qué, cómo, hasta qué grado
de plenitud y exactitud se refleja en ellos el objeto, es decir,
en qué form a existe la realidad objetiva en su contenido. La
idea resalta entre las demás form as por el hecho, precisamente,
de que en ella tiene lugar la m ás completa coincidencia entre el
contenido del pensam iento y la objetividad, es decir, se alcanza
el reflejo más completo y profundo de la realidad.
En relación con lo dicho, Lenin destaca los siguientes factores
en la idea: “La id e a .. . es la coincidencia (la concordancia) del
concepto y la objetividad («lo general»). E sto, en 1er. lugar.
”É n 2", la idea es la re la ció n de la subjetividad ( = hombre)
existente para sí misma ( = en apariencia independiente) con la
objetividad que difiere (de esa idea). . .
”La idea, el conocimiento, es un p ro c e s o de inm ersión (del
intelecto) en la naturaleza inorgánica a fin de som eterla al poder
del sujeto y de generalizarla (conocer lo general en sus fenó
menos) . . . ” 5
No podemos decir que estas tesis caracterizan la idea tan
sólo; se refieren al conocimiento en general (no en vano Lenin
coloca frecuentem ente el signo de igualdad entre la idea y el
conocimiento), pero lo típico para el conocimiento en general
se m anifiesta en form a m adura y clásica en la idea, en la cual
todos los momentos característicos del conocimiento diríase que
se agudizan, quedan al desnudo. L a idea viene a ser un peculiar
ideal g n o seó ló g ico , al que aspira el conocimiento en su devenir.
No debemos olvidar que el objetivo del saber es conseguir cono
cim ientos que se funden en su contenido con la objetividad. La
idea, precisam ente, es la form a del pensamiento donde esa coin-
4 Lenin, Obras, pág. 185.
5 Ibídem, t. 38, pág. 185.
360 GNOSEOLOGIA M ARXISTA-LENINISTA SOBRE LA IDEA
3. Im id e a y la im a g e n a r tís tic a
El problema de la imagen artística atrae últim am ente la aten
ción de los filósofos y de los teóricos del arte. De todos es bien
conocida la complejidad, el polifacetismo y la im portancia de este
problema. E n este apartado, la imagen artística, como form a
específica de conocimiento de la realidad, se considera teniendo
sólo en cuenta el lugar y la función de la idea en la creación y el
desarrollo de la imagen artística.
Cuando se compara el conocimiento artístico con el científico
suele considerarse que la imagen artística es la form a del prim ero
y el concepto, la form a del segundo. Se establece, al mismo tiem
po, que en la imagen artística el objeto se refleja por entero, en la
unidad de sus diversos rasgos, m ientras que en los conceptos se
captan algunos aspectos y leyes del objeto. E sto da origen a una
representación errónea sobre el conocimiento científico que, al
parecer, no aprehende ni puede aprehender los fenómenos en toda
su concreción. Sólo el arte considera los fenómenos en su con
junto y concreción; la ciencia, por el contrario, se dedica a su
anatom ía cuando “la representación completa se evapora hasta
el grado de la definición abstracta”.
E sta concepción obedece a dos causas. Prim ero, los conceptos
científicos se consideran como abstracciones de algunos aspectos
de la realidad. Pero, de hecho, el concepto, en su desarrollo, tam
bién aspira a ser concreto y a captar el fenómeno en su conjunto,
egundo, para com parar el conocimiento científico con el artís
LA IDEA Y LA IMAGEN ARTISTICA 369
modo por retazos hilvanados de una form a lastim era, por entre
los cuales asom a a cada momento su desnudez.” 33
E stas tesis de Belinski conducen a una solución correcta del
problema relativo a la esencia de la imagen artística en sus
relaciones con la idea; sin embargo no llam an tanto la atención
de nuestros investigadores como otros pensamientos suyos, en
los cuales ese mismo problema se resuelve de modo unilateral
y sim plista.
Consideramos acertadas las afirm aciones -de los escritores
soviéticos de que la propia generalización artística difiere de las
abstracciones científicas por su contenido principalm ente y no
sólo por estar revestida de form a sensorial.34 L a idea que se
desarrolla en una teoría científica y la idea implícita en la im a
gen artística no son idénticas la una o la otra. E n este sentido
tiene toda la razón B. Riúrikov cuando dice: “P ara algunos críti
cos las ideas de los artistas son tesis abstractas, especulativas,
que se ilustran en la obra, pero no representaciones vivas, que
nacen debido al devenir y a la interacción de las imágenes. P ara
ellos no hay diferencias entre la idea lógica y la artística.” 35
Que la idea de la imagen artística y científica se diferencien
entre sí no significa que se niegue la unidad del conocimiento
humano, como piensan algunos autores.36 E l conocimiento es
único en el sentido de que refleja la realidad y avanza en pos del
saber objetivam ente fidedigno. Mas esto lo consigue en la m ulti
plicidad de sus form as. Además, la m ultiplicidad existe dentro de
algunas form as, por ejemplo, los conceptos m atem áticos se dife
rencian de los conceptos de la ciencia histórica, y las ideas cien
tíficas de las ideas de las obras artísticas. E sta diferencia se
determ ina por el objeto que se refleja en las form as del cono
cimiento, así como por la función de las diversas form as en la
trayectoria del conocimiento.
P ara entender la peculiaridad de la imagen artística es preciso
analizar el proceso de su form ación y desarrollo. La imagen a r
tística se form a, efectivamente, de acuerdo con las leyes genera
les de la dinám ica del conocimiento. Y si esto es cierto, hemos
de reconocer que el a rtista no parte de una idea acabada, que
plasm a después en una imagen sensorial, sino de datos empíricos,
de sus observaciones sobre la vida de los hombres en la naturále-
ss y q jtelírickj, Obms filosóficas escogidas, t. n, pág. 55.
34 ". . . la abstracción artística —escribe B. F. Asmus— no es xo mis
mo .que la abstracción científica” (Z^ imagen como reflejo de la realidad
y e l problema de lo típicor "Novi mir”, núm. 8, 1953, pág. 215).
35 B. Riúrikov, Sobre algunos problemas del realismo socialista, “Novi
mir” núm. 4, 1952, pág. 227.
36 Criticando a B. Riúrikov, V. G. Kublánov escribe: "... El conoci
miento constituye una unidad, por consiguiente han de ser únicas también
todas las etapas de este proceso: la del conocimiento sensorial concreto,
la del pensamiento abstracto y la comprobación por la práctica” {Natu
raleza gnoseológica de la literatura y el arte, pág. 80).
LA IDEA Y LA IMAGEN ARTISTICA 375
LOGICA DIALECTICA.—25
386 GNOSEOLOGIA MARXISTA-LENIN1STA SOBRE LA IDEA
que captan las leyes efectivas del mundo objetivo, pero el siste
m a, en su conjunto, es falso, ya que descansa sobre una idea falsa.
Si se entiende el contenido gnoseológico de una idea, se com
prenderá fácilm ente su función metodológica. E s de todo punto
indudable que las ideas en la ciencia ayudan a obtener conoci
m ientos nuevos. Más aún, la idea da lugar a los métodos cientí
ficos. La idea existe en el sistem a y le sirve de base. Todo método
de conocimiento científico se origina cuando existe un cierto sis
tem a de conocimientos que posee su propio centro. Cualquier
tesis del sistem a, tom ada por aislado, no sólo resulta lim itada en
el sentido metodológico, sino que de hecho no puede cum plir su
función en cuanto al método, pues partiendo de ella es imposible
hacer un análisis concreto del proceso que se estudia. P or ejem
plo, cuando se habla de dialéctica como de un método científico
universal de conocimiento no se piensa en tesis o leyes aisladas
de la dialéctica y ni siquiera en su conjunto, sino en el sistem a de
las leyes y categorías de la dialéctica que expresan la idea
del desarrollo. E sta últim a, precisam ente, constituye la base y
la peculiaridad del método dialéctico del conocimiento. Los dog
m áticos se caracterizan por reducir el método dialéctico a ejem
plos sueltos o a un conjunto de tesis. E n calidad de método pre
sentan una tesis o una ley de la dialéctica, esforzándose por
dem ostrar cómo se desarrolla la realidad en consonancia con esta
ley1o tesis. Mas si nos dedicamos a analizar la realidad aplicando
una solo ley, aunque sea de la dialéctica, llegaremos fácilmen
te a una verdad abstracta, unilateral que linda con la deforma
ción de la realidad.
L a experiencia dem uestra que cuando se resalta la función
metodológica y la im portancia práctica de una ley dialéctica
cualquiera se llega tan sólo a una serie de ejemplos sueltos, des
tinados a dem ostrar que la cantidad pasa a calidad o que la divi
sión del todo único en sus contrarios se producen tanto en la
naturaleza como en la sociedad y en el pensamiento humano. Mas
con ello no descubrimos nada nuevo todavía. La finalidad prin
cipal del método es la de servir de medio para la obtención
de conocimientos nuevos; y el método lo es por ser un sistem a de
conocimientos basado en una idea objetivam ente verídica. Lo
dicho puede aplicarse tan to a un método filosófico, como es la
dialéctica, como a los métodos de las ciencias particulares. El
desarrollo del método del conocimiento no significa que se en
cuentran nuevos ejemplos, nuevas ilustraciones que lo confirman
en su conjunto o en algunas de sus partes, sino que se perfec
ciona el sistem a del saber, que pone de m anifiesto su idea. La
propia idea del método se expresa en los principios y las leyes,
de cuyo sistem a se infieren las deducciones metodológicas.
Las ideas en la ciencia desempeñan el papel del método en la
explicación de los fenómenos y en la trayectoria ulterior del co
nocimiento. Cuando aparece una nueva idea los científicos pro
IDEA Y PRINCIPIO 387
Los juicios o los conceptos tomados por aislado son tam bién
abstractos y subjetivos en este sentido. Como escribió Lenin “no
podemos representar, expresar, m edir ni pin tar el movimiento,
sin interrum pir lo continuo, sin sim plificar, em brutecer, fraccio
n ar y dogm atizar lo vivo. La representación del movimiento por
el intelecto equivale siempre a convertir en algo vasto, a dogma
tizar, y no sólo por el intelecto, sino tam bién por la sensación,
y no tan sólo del movimiento, sino tam bién de to d o concepto” 1
E sta falla del reflejo de la realidad en los conceptos humanos
se supera m ediante su continuo desarrollo, la form ación de siste
mas de conocimiento complejos y móviles, en los cuales la idea
está contenida y expresada. P or ello, la actividad práctica del
hombre, desde el punto de vista gnoseológico, aparece como la
objetivización de la idea. D iríase que la idea antecede a la crea
ción práctica del objeto. El idealismo erige en absoluto este as
pecto, en la relación gnoseológica de la idea y el objeto, ya que
adjudica a las ideas hum anas fuerza creadora.
Pero en la realidad, las relaciones entre la idea y el objeto
tienen un carácter más complejo. La idea es, ante todo, el refle
jo de los objetos y los fenómenos del mundo objetivo, con la par
ticularidad de que no se tra ta de un simple reflejo, sino de un
reflejo adecuado que aspira a la plenitud y a la integridad. El
objeto constituye el contenido objetivo de la idea. E ste prim er
aspecto con relación a la idea y al objeto tiene extraordinaria
im portancia, pero el idealismo ya vela, su significado, ya hace
caso omiso de él. Además, el reflejo de la idea en el objeto alcan
za su grado supremo de objetividad y plenitud. E l m aterialism o
anterior al marxismo se fijaba en este aspecto de las interrela
ciones de la idea y el objeto, pero, desgraciadamente, se lim ita
ba a él.
E xiste otro aspecto, no menos im portante, en las relaciones
recíprocas de la idea y el objeto: a base de un conocimiento
objetivam ente verídico del objeto, de las leyes que rigen su mo
vimiento, se produce su transform ación m ediante la actividad
práctica. Vemos, pues, que si en el prim er caso el objeto venía
a ser el dato prim ario para la conciencia, en el segundo, por el
contrario, la idea, como algo ya formado, es el dato inicial para
su realización práctica. La existencia de la idea sirve de prem isa
para la práctica, no única, ciei lam ente, pero muy im portante,
ya que imprime su huella en la índole específica de la práctica
como form a de actividad verdaderam ente humana. Cuando in
teractúan las partículas elementales o los cuerpos macroscópicos
de naturaleza inorgánica, e incluso orgánica, esta interacción
no está vinculada a la realización de una idea, no constituye la
práctica. La interacción del hombre y el objeto de la naturaleza
presupone la existencia de ideas en el sujeto, que reflejan hasta
1 V. I. Izmin, Obran, t. 38, pág. 255.
LA IDEA COMO FORMA DE CONOCIMIENTO VERIDICO 391
* * *
2. P la n te a m ie n to d e la h ip ó te s is en la filo so fía d e la ed a d
m o d ern a (siglos xvn y x v m ).
El Medievo no creó condiciones propicias para el desarrollo
de la doctrina sobre la hipótesis. En aquel entonces la naturaleza
no era estudiada experim entalm ente y la filosofía cumplía un
papel de servidora de la teología, m ientras que los lógicos se de
dicaban a estudiar el O rgan on de A ristóteles y a darle una in
terpretación escolástica.
E sta situación cambió sensiblemente en la época moderna,
en la época de la desintegración de la sociedad feudal, de la for
mación y el desarrollo de las relaciones burguesas. En este perío
do, desde la segunda m itad del siglo xv —según observación de
Engels— aparecen y se desarrollan rápidam ente las ciencias na
turales como ram a independiente del saber. Los griegos habían
enunciado conjeturas geniales y los árabes del Medievo hicieron
algunos descubrimientos esporádicos, pero sólo entonces es cuan
do empiezan a surgir teorías científico-naturales basadas en la
experiencia y las observaciones.
El dominio del método m etafísico de conocimiento en las
ciencias naturales y en la filosofía de aquella época dejó su hue
lla en la interpretación de todo el proceso cognoscitivo y, en par
ticular, de la hipótesis. Gracias a la aparición y el desarrollo de
las ciencias naturales experim entales se dio de lado a las supo
siciones geniales, para operar con hipótesis fidedignas y teorías
científicas. Prácticam ente, los científicos no podían dejar de re
cu rrir a las hipótesis en sus investigaciones, ya que el paso de la
experiencia a la estructuración teórica incluye obligatoriam ente
la enunciación de hipótesis. P or cierto, los propios pensadores
no siempre comprendían su papel en el descubrimiento de las
leyes científicas.
E xistía un gran divorcio entre la práctica científica, que no
podía pasarse sin hipótesis, y las concepciones gnoseológicas de
los pensadores que negaban el papel de las mismas en el conoci
miento. La causa de este divorcio radicaba en el enfoque meta-
físico dado a la interpretación del conocimiento.
En los siglos xvn y xvm imperaba en la ciencia sobre la
naturaleza la opinión de que había dos medios seguros para con
seguir conocimientos fidedignos: el experimento y la descrip
410 LA HIPOTESIS E N LA HISTORIA DE LA FILOSOFIA Y DE LA CIENCIA
tir para nuestros fines, es decir, para dem ostrar que el desarro
llo de los conocimientos por medio de la hipótesis tiene carácter
universal. Vemos que en todas las ciencias (de la naturaleza
inorgánica, de la orgánica y de la sociedad) el conocimiento se
desarrolla m ediante la construcción, argum entación y dem ostra
ción de las hipótesis.
Empezaremos por las ciencias de la naturaleza inorgánica y,
ante todo, por las m atem áticas. E stá bastante arraigada la opi
nión de que en m atem áticas el proceso del conocimiento sigue
un camino completamente distinto que en las ciencias natura
les; no hay en ellas lugar para la inducción, la analogía, la ob
servación, los experim entos y las hipótesis; m aneja tan sólo
razonam ientos deductivos, estrictam ente demostrables. Sin em
bargo, aunque el conocimiento m atem ático posee sus propias
peculiaridades específicas, se subordina a las leyes generales
de desarrollo del conocimiento, incluida tam bién la obtención de
nuevos resultados por medio de hipótesis. Y en este sentido son
dignas de mención las siguientes palabras de un m atem ático
moderno: D. Poyat: “Las m atem áticas se consideran como una
ciencia dem ostrativa. Sin embargo, esto no es m ás que un aspec
to de la misma. Las m atem áticas acabadas, expuestas en form a
acabada, parecen puram ente dem ostrativas constituidas tan sólo
por demostraciones. Pero en el procesa de su creación, las m ate
m áticas se parecen a otros conocimientos humanos en proceso
de creación. E l teorem a m atem ático debe conjeturarse antes de
ser demostrado; ha de adivinarse la idea de la demostración,
antes de realizarla con todo detalle. E s preciso com parar las
observaciones y atenerse a las analogías; es preciso probar y
volver a probar. E l resultado de la labor creadora de un m ate
m ático es la demostración, el razonam iento argum entado; pero
la demostración se inicia con ayuda de razonamientos verosími
les, con ayuda de la conjetura.” 2
E l proceso del razonam iento en las m atem áticas, dirigido a
obtener nuevos resultados, puede expresarse con el siguiente es
quema. Las observaciones, así como la inducción y la analogía
basada en ellas, conducen a los m atem áticos a form ular una
cierta proposición A , que se enuncia con toda claridad, pero no
está dem ostrada y por ello no pasa de ser una conjetura: como
su veracidad no está dem ostrada, puede resultar falsa. Pero
gracias a la inducción y a la analogía se dem uestra su probabi
lidad o, según Poyat, su verosimilitud.
La enunciación de las proposiciones en las m atem áticas, su
argum entación por medio de la inducción y la analogia, condu
cen a su estricta dem ostración: “. . . No se debe —escribe Po
y at— confiar demasiado en ninguna conjetura, ni en las habi
tuales presuposiciones eurísticas, ni en las suposiciones propias.
2 D. Poyat, Las matemáticas y los razonamientos verosímiles, Ed. de
Literatura Extranjera, Moscú, 1957, pág. 232.
432 LA ESENCIA DE LA HIPOTESIS
dem ostrados que aseguran, siem pre y cuando las prem isas son
verdaderas, la veracidad de las conclusiones. E sta es una pecu
liaridad de las m atem áticas que la distinguen de las ciencias
naturales, donde las hipótesis constituyen la tram a directa de
la ciencia.
P or lo que se refiere a la'física, es indudable de todo punto
que se desarrolla por medio de hipótesis. Hoy día es un hecho
evidente de por sí. El académico S. L Vavílov en su artículo
F ísic a (proyecto del artículo para el tom o 57 de la G ran Enci
clopedia Soviética) analizó con todo detalle las peculiaridades
de las hipótesis utilizadas en esta ciencia. Divide el método de la
física en tres grupos: método de hipótesis modelos, método de
los principios, y método de hipótesis m atem áticas.
E n el método de las hipótesis modelo se enuncian, a base de
observaciones y experim entos habituales, diversas teorías. En
este caso todas las teorías físicas se basan en la hipótesis de
que los fenómenos en la naturaleza se producen siem pre de modo
sim ilar a los fenómenos del mundo habitual al hombre, en esca
las hum anas corrientes. “E sta representación —escribe Vaví
lov— viene a ser el modelo exacto para la teoría de los proce
sos, cuya esencia interna está oculta .a la observación y a la
experiencia habituales. Se supone, por ejemplo, que todo cuerpo
está constituido por partículas aisladas (átom os), que se mue
ven e interactúan en concordancia con las leyes de la mecánica;
sobre esta base se crea la teoría cinética de la substancia que ex
plica perfectam ente muchas propiedades mecánicas y térm icas
de los cuerpos. . . El método de la hipótesis modelo dio origen
a la teoría clásica del calor, la luz y el sonido.” 3
El método de la hipótesis modelo no sólo posee ventajas, sino
tam bién defectos. Sus ventajas radican en su carácter evidente
y comprensible; sus defectos, en la suposición arb itraria de que
las propiedades del mundo humano son sim ilares a las propieda
des del microcosmos, por lo cual resulta restringido, aproxim a
do. E n este método, el empleo de las m atem áticas tam bién está
lim itado: se utilizan como medio auxiliar y técnico en los cálcu
los cuantitativos.
Un ejemplo de hipótesis modelo lo tenem os en las hipótesis
iniciales relacionadas con el descubrim iento de la radiactividad.
E l segundo método (de los principios) parece, a prim era vis
ta , desligado de las hipótesis y al m argen de ellas, ya que pasa
directam ente de la experiencia a los principios. E l método de
los principios se basa en la extrapolación, en la generalización
de los datos experim entales. Las leyes observadas por vía expe
rim ental en un lim itado grupo de fenómenos, se extienden a un
grupo m ás amplio. P or ejemplo, la ley de la conservación de
la energía fue dem ostrada por ría experim ental con referencia
6 S. I. Vavilov, Obras completas, t. m, Ediciones de la Academia de
Ciencias de la U.R.S.S., Moscú, 1956, pág. 156
LOGICA DIALECTICA.— 28
434 LA ESENCIA DE LA HIPOTESIS
LA HIPOTESIS Y LA VERDAD
1. L a re v o lu c ió n en la s cie n c ia s n a tu ra le s d e l sig lo x x y su
c o n ten id o g n oseoló g ico. L a h ip ó te s is d e tra b a jo .
seriam ente, tam bién ella puede ser una hipótesis científica/’ 16
Semejantes lucubraciones neopositivistas rebajan el conoci
miento y ensalzan la fe, colocan la hipótesis científica al nivel
de los infundios religiosos y elevan estos últimos a la altura de
hipótesis profundas y científicamente argum entadas. Se trata
de un fideísmo clarísimo, velado por la m áscara de la im parcia
lidad científica. Al mismo tiempo, Franck trata de hacer ver
que no aboga ni por el m aterialism o ni por el idealismo, sino por
la ciencia. La hipótesis de que todo cuanto existe es m aterial
por naturaleza tiene, a su juicio, el mismo valor que la afirm a
ción contraria del idealismo, que basa todas las cosas en el
espíritu. El agnosticismo de Franck es un evidente testim onio
de su idealismo.
Con este punto de vista coincide la concepción operacional
sobre la hipótesis, muy difundida en la filosofía positivista mo
derna, para la cual es válida sólo aquella hipótesis que pueda
ayudarnos a efectuar alguna operación real.
El térm ino de “hipótesis de trabajo” se emplea en la litera
tu ra positivista para dem ostrar un pensamiento que no refleja
ninguna realidad objetiva y tiene un sentido puramente utili
tario, es decir, un pensamiento que trabaja productivamente por
nosotros, nos conduce a resultados útiles y cómodos. En este
sentido el concepto de hipótesis de trabajo nada tiene que ver
con la gnoseología m arxista-leninista. Sin embargo, por sí mis
mo, el térm ino de hipótesis de trabajo nada tiene de idealista.
Si se interpreta de un modo m aterialista correcto, podrá contri
buir, en cierta medida, a distinguir entre el papel cognoscitivo
y las diversas hipótesis que surgen en las varias etapas de in
vestigación del objeto. Pero como este térm ino ha sido bastante
vulgarizado por el positivismo y ha adquirido un m atiz negativo,
algunos filósofos soviéticos plantean, con toda razón, la conve
niencia de no seguir empleando este térm ino para caracterizar
cierto tipo de hipótesis. Además, cabe dudar de la conveniencia
del térm ino “hipótesis de trabajo” debido al cambio experimen
tado por el contenido del propio concepto que designa.
Se tra ta de que el propio concepto de “hipótesis de trabajo”
no es equivalente. Prim ero, se califica de hipótesis de trabajo
una hipótesis inicial, la prim era respuesta al problema plan
teado, no argum entado aún en grado suficiente y que por ello
no puede denominarse hipótesis científica. Pero esta etapa en
el desarrollo de la hipótesis se llama conjetura. El térm ino de
“conjetura” expresa muy bien, en el caso dado, el contenido
de esta etapa de la hipótesis; la diferencia entre la conjetura y
la hipótesis científica tiene, como ya hemos indicado, sentido.
Segundo, se llaman hipótesis de trabajo aquellas suposiciones
iniciales que en la indagación del objeto desempeñan, princi-
16 Ph. Franck, Filosofía de la ciencia, Kd. de Literatura Extran
jera, Moscú, 1960, págs. 102-103.
476 tA HIPOTESIS Y LA VERDAD
3. L a p r á c tic a c o m o p ie d r a d e to q u e d e la h ip ó te sis. L u g a r de
lo s m e d io s ló g ic o s e n la d e m o stra c ió n d e la h ip ó te sis.
L a hipótesis es un sistem a que se desarrolla y cuya veraci
dad no puede dem ostrarse con observaciones aisladas, sino por
todo un sistem a de resultados prácticos. Además, el factor deci
sivo en la conversión de la hipótesis en teoría fidedigna es la
demostración práctica de la idea im plícita es su base.
Las hipótesis son originadas por la práctica, que es tam bién
el criterio de su veracidad. La práctica, como criterio universal
de la verdad, acompaña el desarrollo del pensamiento en form a de
hipótesis desde el momento que se enuncia hasta que se con
vierte en teoría fidedigna.
El proceso de conversión de la hipótesis en teoría fidedigna
sobre la base de la práctica transcurre de distinto modo en las
diferentes esferas de la ciencia; depende del carácter específico
del objeto que estudia, de la índole de la hipótesis y de las pe
culiaridades de la práctica. P or ello, es preciso analizar concre
tam ente el desarrollo de una u otra ciencia, a fin de establecer
los caminos que sigue la ciencia dada para convertir las hipó-
todo de estudio de los fenómenos que perm ita al hom bre inter
venir activam ente en el curso de su desarrollo con el fin de
observarlos con m ayor exactitud y detalle. La aparición y el
amplio empleo del método experim ental de estudio de los fenó
menos im pulsaron el progreso de los conocimientos científicos.
L a ciencia antigua no conocía de hecho el experim ento. P ara
que este apareciese se precisaba un determ inado nivel de des
arrollo de la técnica productiva (la técnica experim ental depende
del nivel de desarrollo de la técnica general y del conocim iento).
Las ciencias naturales se convirtieron en una verdadera ciencia
sólo después de que empezó a aplicarse en vasta escala el expe
rim ento al estudio de la naturaleza. E l perfeccionam iento de las
técnicas del experim ento impulsan el progreso del conocimiento
científico, y el progreso del conocimiento científico y de la téc
nica de la producción constituye una prem isa imprescindible
p ara el perfeccionam iento de las técnicas del experimento.
Cuando un fenómeno se estudia experim entalm ente, se re
produce, con ayuda de procedimientos especiales, en la práctica
hum ana. Las circunstancias de su aparición las determ ina el
propio investigador apoyándose en leyes objetivas conocidas an
teriorm ente y en consonancia con ellas; el fenómeno, por lo tan
to, se estudia en condiciones artificiales, creadas por el observa
dor. El académico Pávlov, estableciendo la diferencia entre el
experim ento y la observación corriente, escribía: “L a observa
ción reúne lo que la naturaleza le ofrece; la experiencia, en
cambio, tom a de la naturaleza lo que quiere.” 32 E l experim ento
estudia en form a sim plista y artificial el vinculo entre los fenó
menos. E l fenómeno, con vistas a un estudio m ás detallado, pue
de repetirse muchas veces en diverso orden y distinta compo
sición. Comparado con la observación corriente, el experimento
posee una serie de ventajas: 1 ) perm ite estudiar el fenómeno
en condiciones más variadas; 2 ) en el experim ento puede repe
tirse todas las veces que se quiera un mismo fenómeno en
circunstancias iguales y distintas; 3 ) por medio del experimen
to, el objeto puede estudiarse con m ayor exactitud y detalle,
fraccionarse en sus diversas partes y separar las que nos inte
resan. P or esta razón puede llegarse a conclusiones más exac
tas y fidedignas de la observación experim ental que de las
corrientes, incluso si estas últim as se llevan a cabo con ayuda
de aparatos.
¿A qué se debe la fuerza dem ostrativa del experim ento? ¿De
qué modo un experim ento aislado puede dem ostrar una hipóte
sis, es decir, una estructura teórica de carácter universal?
Lenin, en sus C u a d ern o s filo só fic o s, da una profunda res
puesta a estas preguntas, poniendo de m anifiesto las peculiari
32 I. P. Pávlov, Obras completas, t. n, libro 2, Academia de Cien
cias de la URSS, Moscú-Leningrado, 1951, pág. 274.
LA HIPOTESIS Y EL EXPERIM ENTO 537
un filtro de luz todos los rayos que podían ser absorbidos por
las paredes de la ampolla; hizo unas aspas muy finas, gracias
a lo cual la diferencia de las tem peraturas entre las dos super
ficies eran insignificantes y llevó el vacío al m ayor grado po
sible.
Lébediev se fijó en otra fuerza secundaria llamada de reac
ción, que acompaña a las fuerzas de presión de la luz y depende
de la longitud de la onda y de la composición química del aspa.
E n su experimento, sin embargo, no descubrió ninguna acción
visible de esta fuerza hipotética. Sólo después de haber tomado
en cuenta y calculado la acción de todas las fuerzas secunda
rias, hizo deducciones de su experimento y determ inó las fuerzas
de la presión lumínica.
Así, pues, cabe hacer deducciones sobre la veracidad de una
estructura teórica cuando el experim entador está convencido de
haber plasmado la idea que le interesa, de haber encontrado el
modo de unir lo universal con lo singular, gracias a lo cual —y
a base de lo singular— puede enjuiciarse lo universal. No siem
pre se consigue realizar esto prácticam ente, no toda hipótesis
puede ser comprobada por medio del experim ento directo y no
siempre se consigue llevarlo a la práctica. Pauli, por ejemplo,
para explicar el fenómeno de la desintegración beta, enunció una
hipótesis según la cual se desprendía del núcleo, durante este
proceso, no una partícula, el electrón, sino dos, el electrón y
otra partícula desconocida. A prim era vista esta hipótesis con
tradecía los experimentos de Ellis y W uster (los electrones
absorben toda la energía de la desintegración). Pero Pauli su
puso que, bien la nueva partícula no es absorbida por el plomo,
bien lo es de modo tan insignificante que podía no haber sido
descubierta en los experimentos de Ellis y W uster. E sta p artí
cula recibió el nombre de “neutrino”. Mediante especulaciones
teóricas fue caracterizada, aproximadamente, así: no tiene carga
(no se descubre por desviación en el campo eléctrico ni en el
m agnético), no posee propiedades magnéticas, no choca con los
núcleos y los electrones ni interactúa con ellos, posee una masa
y una energía muy reducidas.
Debido a las propiedades de esta partícula hipotética resul
ta muy difícil hacer un experim ento que dem uestre convin
centem ente su existencia. E n 1935, el científico soviético. A. I.
Leipunski propuso un experim ento para dem ostrar la existen
cia del neutrino, más su realización práctica resultó muy com
pleja. En form a algo modificada, el experim ento de Leipunski
fue realizado por Alien en 1942, mas tampoco logró dem ostrar
definitivam ente la existencia de esta partícula. Fue necesaria
una ulterior elaboración de la teoría de la desintegración beta
y numerosas comparaciones entre la teoría y la experiencia para
poder establecer la existencia del neutrino y, más tarde, del an-
tineutrino. E n 1956, los físicos am ericanos (Cowen y otros)
542 LA PRACTICA COMO CRITERIO DE LA VERACIDAD
todos los objetos del cajón; los cuerpos que antes flotaban libre
mente en el centro del mismo caen con una velocidad en cons
tante incremento. E sto puede ocurrir bien como resultado de que
el cajón se mueva con relación al espacio sideral o bien porque
ha penetrado en la esfera de atracción de algún cuerpo celeste.
Por lo tanto la deducción, en este caso, no se ha hecho par
tiendo de observaciones sensibles, prácticas, de la acción, sino de
razonamientos especulativos. El investigador se im agina m ental
m ente lo que ocurrirá con el fenómeno que le interesa en unas u
otras condiciones. Esto le ayuda a esclarecer la tesis teórica, mas
no tiene la fuerza dem ostrativa que es inherente a un experimen
to verdadero. En este caso falta una de sus cualidades imprescin
dibles: la realidad directa. Sin embargo, el experimento mental,
lo mismo que cualquier otro razonamiento teórico, puede llevar
a conclusiones fidedignas si sus tesis iniciales están dem ostradas
por la práctica y no se cometen errores lógicos en el curso del
propio razonamiento.
El llamado experimento m ental o teórico es idéntico por su
función gnoseológica al modelo lógico.42 Se distingue del experi
mento efectivo en la misma medida que el modelo lógico del mo
delo m aterial. El experimento teórico, como form a del modelo
lógico, se em pleará cada vez más en la investigación científica.
Además, hemos de tener en cuenta las circunstancias de que el
experim ento efectivo se hace cada vez más teórico en la ciencia
moderna y que los razonamientos teóricos integran la tram a do1
experim ento y constituyen un factor esencial del mismo. En este
sentido, la ciencia moderna recurre cada vez menos a la form a
clásica del experimento, donde todo es sensorial y evidente. El
factor concreto, sensorial, que encarna la idea, puede ocupar un
lugar modesto en la serie de los razonam ientos teóricos del expe
rim ento moderno. Pero sin este factor, por insignificante que sea
su lugar, no hay experim ento como form a de comprobación prác
tica de las estructuras teóricas.
El académico S. I. Vavílov, uno de los físicos contemporáneos
más relevantes, escribe: "Todo experimento físico, si es concien
zudo, tiene su valor propio. Sin embargo, se recurre poco al
experim ento a la ventura, en busca de fenómenos nuevos, ines
perados. En la m ayoría de los casos se hace para determ inar la
veracidad o el error de ciertas estructuras teóricas. El resultado
del experim ento puede refutar definitivam ente, con m ayor o me
nor exactitud, ciertas suposiciones; sin embargo, la confirmación
experim ental de una u o tra teoría, hablando con rigor, jam ás
debe considerarse definitiva, debido a que un mismo resultado
42 Sobre la esencia gnoseológica del modelo lógico véase: A. A. Zinó-
viev y I. I. Revzin, E l modelo lógico como medio de investigación cien
tífica (Problemas de filosofía núm. 1, 1960; I. T. Frólov, E l problema
gnoseológico de los modelos en los sistemas biológicos (Problemas de
filosofía núm. 2, 1961.)
544 LA PRACTICA COMO CRITERIO DE LA VERACIDAD
obtuvo experim entalm ente. Mas los hombres no siem pre sacan
deducciones correctas de la experiencia y si se extrapolizan los
resultados de la experiencia, se generalizan, esta extrapolación
exige, a su vez, o tra comprobación experim ental. E n el caso
dado, de una experiencia lim itada se hizo una deducción m ás
am plia de lo que perm itía el propio experim ento. E sta deduc
ción se apoyaba en la acción química de los rayos en el proceso
fotográfico ta n sólo, es decir, en fenómenos de descomposición
química provocados por la luz en el cloruro, el brom uro y el yo
duro de plata.
Se realiza, m ás o menos, el siguiente experimento. E s sabido
que el cloro y el hidrógeno, bajo la acción de la luz, se unen
con explosión. Bajo un paño negro se coloca una jaula de cris
tal de cuatro colores distintos: rojo, am arillo, verde y azul. De
bajo de la jaula de cristal se coloca una probeta con una mezcla
de cloro e hidrógeno. Si se levanta el paño por el lado del cristal
rojo y se acerca magnesio encendido, no se producirá ninguna
explosión. Lo mismo puede observarse con relación al cris
tal am arillo y al verde. Pero basta con acercar la probeta al cristal
azul para que se produzca una explosión sem ejante a un tiro de
revólver. E ste experim ento llevó a la conclusión de que ta n sólo
la m itad del espectro, la que atraviesa el cristal azul, provoca la
acción química; la m itad am arilla no puede provocarla.
Llevados por su deseo de explicar los procesos que se produ
cen en la hoja verde de la planta, los científicos llegaron a la
conclusión de que la descomposición del anhídrido carbónico bajo
la acción de la luz en la hoja verde es análogo al proceso foto
gráfico; esto significa que la descomposición del anhídrido car
bónico depende de la m itad azul del espectro. E sta hipótesis,
basada en una analogía superficial, resultó inconsistente. No
puede juzgarse la acción química de los rayos en un expe
rim ento limitado, insuficiente incluso para determ inar la acción
química de los rayos en el proceso fotográfico. Los éxitos pos
teriores de la fotografía m ostraron la posibilidad de fotogra
fia r con rayos verdes, am arillos, rojos e infrarrojos. La ciencia
llegó a la conclusión de que no existían rayos especiales capa
ces de provocar ellos solos una acción química.
E sta suposición fue sustituida por otra hipótesis, que se ba
saba en una analogía distinta: la acción de la luz sobre la planta
es análoga a su acción sobre la vista, es decir, son más eficaces
los rayos que parecen m ás brillantes a los ojos. P or ello, Dau-
beny y D raper consideraron que la descomposición del anhídri
do carbónico dependía de los rayos verde-am arillos del espec
tro . P ara dem ostrar esta hipótesis, basada en la analogía,
D raper hizo el siguiente experim ento. Llenó de agua saturada
de anhídrido carbónico unos tubos y puso en ellos una cantidad
m ás o menos igual de hojas que -habían sido m antenidas previa
m ente en agua, a la oscuridad, 2 a 4 dias, a fin de elim inar
LA HIPOTESIS Y EL EXPERIMENTO 547
la ciencia s e c o n v ie r te c a d a v e z m á s y m á s e n m é to d o . E n este
sentido, toda ciencia se va convirtiendo cada vez más en lógica
aplicada.
E l sistem a de conceptos y categorías se utiliza en la ciencia
como un medio de increm entar los conocimientos. Comprender
la índole de la ciencia, dominarla, significa, ante todo, com
prender el carácter de su método y dominarlo. No sólo es im
portante saber algo sobre el objeto, sino saber utilizar este co
nocimiento para aum entarlo. Conocer, dom inar la lógica de cada
ciencia, su método, constituye el factor más imprescindible en
su estudio creador.
Al método le pertenece un p a p e l d e c isiv o en la ed ifica ció n del
s is te m a d e la cie n c ia por cuanto en él se pone de m anifiesto su
idea. Partiendo de las tesis del método se establece la subordi
nación de los conceptos, las categorías y las leyes científicas.
El método científico se caracteriza, a veces, de un modo me
ram ente descriptivo. P or ejemplo, John Somerville considera que
todo método se compone de los siguientes elementos: 1 ) for
mulación del problema; 2 ) enunciación de la hipótesis; 3 ) deduc
ción de los efectos de la hipótesis; k ) comprobación de los
efectos deducidos m ediante la observación o el experimento; 5 )
conclusión. El conjunto de estos elementos proporciona, a su jui
cio, una concepción general sobre el método de la ciencia.53
Sin embargo, al exponer la esencia del método científico,
Somerville d e jó d e lado lo más im portante: su b a se o b je tiv a , la
relación con el objeto. Puede crearse la impresión de que la for
mulación del problema, la enunciación de la hipótesis, etc., son
form as de actividad subjetiva del hombre al m argen del objeto
investigado. Así razonan muchos pensadores extranjeros que
presentan el método de la ciencia como algo ajeno al objeto.
Los factores enumerados por Somerville caracterizan el as
pecto exterior del método científico y su conjunto, si bien no
pueden considerarse obligatorios para cualquier ciencia. Es
erróneo, por ejemplo, erigir en absoluto la observación y los
experimentos. Somerville, lo mismo que algunos otros pensa
dores, considera como teoría el experim ento del papel tornasol.
E l empleo lim itado del experimento en las ciencias sociales fre
na, en su opinión, el progreso de dichas ciencias.
Pero, en realidad, el conocimiento científico no avanza en
todas las ciencias en la form a descrita por Somerville; el pro
greso del conocimiento no siempre está vinculado directam ente
a la experiencia. Las m atem áticas, por ejemplo, su método, no
encajan en el marco de los cinco factores mencionados que ca
racterizan, sobre todo, a las ciencias naturales relacionadas con
la experiencia. La obtención de nuevos conocimientos no sólo si
gue su propio camino en las diversas ciencias, sino que en una
misma ciencia, por ejemplo, la física, los teóricos y los experi
63 J. Som erville, Obras escogidas, pág. 166.
558 LA PRACTICA COMO CRITERIO DE LA VERACIDAD
Alexándrov, C. F., 182 Engels. Federico, 22, 23, 28, 50, 54,
Alexéiev, M. N., 86, 197, 199, 242, 79, 84, 90, 93, 98, 117, 141, 225,
243 228, 255, 269, 296, 303, 305, 306,
Aristóteles, 65, 70, 72, 78, 15S, 192, 318, 355, 356, 402, 413, 420, 428-
200, 202, 212, 213, 220, 259, 289, 430, 435, 440, 526
324, 407, 408, 453 Erdmann, B., 210
Ayer, Alfred Jules, 76, 77 Euclides, 279, 314
Asmus, V. F., 70 Euler, 304
Jacobi, F. G., 150 Pávlov, Todor, 37, 82, 86, 29§, 313,
James, Willam, 109 471, 515, 555, 559
Peshkovski, A. M., 263
Pío XII, 507
Kant, Manuel, 25, 34, 69, 70, 72, 78, Pianck, Max, 472
1G9, 161, 165, 189, 190, 213-217, Platón, 322-324, 340, 347
296, 315, 327, 338-346, 360, 420 Plejánov, Georgi Valentinovich, 42
Karinski, M. I., 218, 219 Polikárov, A., 120, 121
Kédrov, Bonifacio M., 242, 256 Popper, C., 167
Kohler, 82 Poretski, P. S., 60
ICuzmin, E. E., 119 Poyat, 418
Pushkin, Alejandro, 373, $90, 494,
495
Laplace, Pedro Simón, 464
Lavoisier, Antonio Lorenzo, 414, 456
Lefcbvre, Henri, 53 Reichenbach, Hans, 89, 90
Leibniz, Godofredo G., 35, 36, 62, Rickert, Henrich, 248
68, 69, 145, 147, 153, 155, 164, Roentgen, Guillermo Conrado, 455
167, 172, 176, 236, 239, 250, 252, Rosental, M. M., 242
259, 267, 269, 273-275, 324, 337, Rozhin, V. P., 37, 38, 39, 94
347 352 399 Russell, Bertrand, 18, 169, 201, 219,
Lenin, Vladimiro Ilich, 20, 27-29, 35, 299, 325, 474, 499, 518
38, 41, 42, 47, 50, 54, 56, 64, 79, Rutherford, Ernesto, 455-457
92, 96, 98, 101, 102, 106, 115, 120, Rutkévich, M. N„ 34, 35, 39, 40
123, 124, 132, 256, 358, 359, 360,
364, 367, 392, 402, 428, 467, 477, Seménchev, V. M., 465
484, 504, 526, 552 Serrus, Carlos, 206
Lobachevski, R., 257 Shlick,, M., 159
Locke, John, 153, 244, 296, 297-230, Spinoza, Benito de, 17, 337, 338
335 Stalin, José Vissarianovich, 94, 96,
Lomonósov, Mijail Vasilievich, 166, 257
417, 419
Ludwig, Georg, 439
Tavanets, P. B., 309
Timiriázev, K. A., 230, 253, 362, 441,
Mach, Ernesto, 20, 428 K -IO C 14 K 47
Máltsev, V. I., 270, 271 Tolstói León, 369, 376-378
Marx, Carlos, 20, 29, 49, 130, 136, Trendelenburg, A., 217
152, 156, 157, 168, 179, 187, 229, Turguénev, Juan Sergievich, 377
233, 250. 252, 254, 257, 267, 272,
351, 355, 391, 396, 400, 401, 402,
408, 420, 440, 526 Vinográdov, I. A., 264, 437
Maurer, 439, 440
Maxwell, J., 434
Mendeléiev, Demitri Ivánovich, 385, W etter, Gustavo, 53, 94
421, 423, 424, 435, 470, 522, 524 Winn, 231
Michelson, 461, W olff, J., 36, 296
Mili. James, 179, 245, 259. 297 Wundt, 229
Mtiller, Max, 261 Zhadánov, Y. A.f 398, 400
E ste libro, publicado por Editorial Gri-
jalbo, S. A., Avenida Granjas 82, México
16, D. F., se terminó de imprimir el día
30 de mayo de 1966 en los talleres grá
ficos de La Impresora Azteca, S. de R.
L., Av. Poniente 140, número 681, Colo
nia Industrial Vallejo, México 16, D. F.
Fecha de edición: 10 de junio de 1966.
Ejemplares: 5,000.
LÓGICA ILÓGICAS 371
Luis Vega
Lógica / Lógicas
La lógica se diseña para fines específicos y por eso hay muchos sistemas.
Por ejemplo, en psicología se desarrolla la lógica operatoria; para abo-
gados surgen las lógicas deónticas; para matemáticos la intuicionistas;
para modelar fenómenos subatómicos, lógica cuántica; para lingüistas
hay toda una tradición de lógicas intensionales. Hay también lógicas pa-
raconsistentes, libres, relevantes, erotéticas, de conjuntos borrosos, sin
contar con los últimos desarrollos de viejos temas, como las lógicas in-
tuicionistas, polivalentes, dialécticas, etc. Y para computación hay ló-
gicas dinámicas y temporales para modelar la dinámica computacional
y para manejar bases de datos lógicas epistémicas, lineales y varias no
monotónicas corno las default o de razonamiento por defecto, las de
372 LÓGICA ILÓGICAS
inseparables del mero cambio en el uso de los términos lógicos ... Lue-
go, no puede haber evidencia más fuerte de un cambio en el uso que
el repudio de lo que ha sido obvio» (Quine, 1966: 105-106). y, cuatro
años después: «Aquí, evidentemente, está el predicameno del lógico
divergente: cuando intena rechazar la doctrina solo cambia de tema»
(Quine, 1970: 81). Por ejemplo, Garcia Suárez (1977: 843), escribe que
l..ukasiewicz, en su lógica tri valen te, «ha alterado sutilmente el significa-
do de la disyunción clásica».
Algo de verdad hay en los argumentos de Quine. Veamos un caso:
Newton C. A. Da Costa propone la construcción de una lógica para teo-
rías inconsistentes pero no triviales. Una fuerte razón para desear una
lógica así se encuentra en las palabras de Wimsatt: «Los modelos formales
de estructuras teóricas comienzan con la asunción de que las estructuras
no contienen ninguna inconsistencia. Como ideal normativo, está muy
bien, pero como descripción de teorías científicas reales, es inadecuada.
La mayoría o todas las teorías científicas que conozco contienen parado-
jas e inconsistencias o bien entre las asunciones o en alguna combinación
entre asunciones y datos. (Usualmente estas se pueden resolver si uno
supiera a cuáles de las asunciones eminentemente plausibles renunciar,
pero cada una de ellas parece tener un apoyo importante, de modo que
ellas -y las inconsistencias- permanecen)).
Parece que una lógica paraconsistente seria útil en el análisis de teorías
similares a muchas de las científicas, que, sin ser triviales, contienen incon-
sistencias. De alguna manera estos científicos bloquean la deducción de to-
das las consecuencias de sus afirmaciones. Pero si se ha de rechazar que de
una contradicción se sigue todo para evitar trivialidad, debemos pregun-
tarnos: «Si los axiomas y las reglas que gobiernan la negación (entre otras
leyes lógicas) se cambian para originar una lógica paraconsistente, ¿será la
negación resultante todavía una negación real? Aquí la cuestión es similar
a la de saber si las líneas rectas de una geometría no-euclidiana particular
pueden ser de facto aceptadas como líneas rectas» (Da Costa, 1982b: 9)
La respuesta de Da Costa es que la nueva negación tiene derecho a
ser llamada así tan solo por lo que Wittgenstein llamaba Familiendhnlich-
keit. Creo que la conclusión que podemos obtener es que la critica de Da
Costa a LC no es la negación de sus leyes sino el cuestionamiento de su
aplicación en ciertas áreas. ms la negación clásica una buena traducción
de la negación que se usa en la mayoria de las ciencias, teorías que sin ser
triviales son inconsistentes? Este factor de adecuación entre la lógica y su
campo de aplicación, factor que rebasa el sistema mismo, es el importan-
te al caracterizar la rivalidad; pero sobre esta idea regresaremos después.
De momento retomaremos la sugerencia de Da Costa en el senti-
do de que hay un parecido de familia. Según Putnam (1962) existe un
significado nuclear (core meaning) de las conectivas lógicas que perma-
nece inalterado aunque neguemos principios como el de tercio excluso.
Este significado nuclear permite, por ejemplo, ofrecer la conjunción
LÓGICA ILÓGICAS 377
Hasta aquí, con Quine. Sin embargo, Putnam tiene razón al señalar que,
si bien hay una redefinición de las conectivas lógicas, esto no agota lo
que es la rivalidad entre teorías lógicas. El hecho de que el lógico rival
no pueda negar, al nivel del lenguaje objeto mismo, nada de lo que Le
dice, no indica que no haya rivalidad, como parece pensar Quine.
Si la rivalidad se da, debe ser a un nivel metalingüístico; como dice
Haack, «cualquier test formal tiene que ser suplementado por conside-
raciones de significado» (Haack, 1975: 32) Putnam comprendió esto al
localizar la rivalidad en el hecho de que la propuesta de una lógica rival
«como opuesta a la lógica 'clásica' monta tanto como renunciar siste-
máticamente a ciertas inferencias clásicamente válidas» (Putnam, 1962:
377); podemos mencionar finalmente a este respecto la propuesta de
Priest de que aun cuando hubiese cambio de significado, esto no impe-
diría la rivalidad: «Después de todo, las mecánicas clásica y relativista
son ciertamente rivales y como muchos han señalado (p.e., Kuhn, Feye-
rabend) un término como 'masa' parece tener diferentes significados en
estas teorías» (Priest, 1975: 372).
De hecho es difícil justificar el uso de lógicas no-bivalentes para con-
textos desusados, y más difícil lo es para contextos usuales. Putnam escri-
be que «no sería natural adoptar una lógica de tres valores para describir
situaciones macroscópicas ordinarias» (Putnam, 1957: 78). Se ha dicho in-
cluso que «en general, ningún sistema de lógica de enunciados útil corres-
ponde a los cálculos proposicionales multivaluados» (Rescher, 1955: 55).
Ahora bien, ¿qué hace que las lógicas S4 y S5 de Lewis no sean rivales
de Le? Es el hecho de que Le reconoció que a nivel del lenguaje objeto
378 LÓGICA ILÓGICAS
¿Qué pasa cuando los dominios de discurso son vacíos? ¿Qué sistema
lógico aparece? Pues un sistema de lógica libre de presupuestos existen-
ciales. Si quiere usar la lógica para el derecho, puede ver lógicas jurídicas o
lógicas deónticas. Si quiere utilizarla para teoría del conocimiento, puede
estudiar lógicas epistémicas. Si cree que la física cuántica viola el principio
de distributividad, puede buscar una lógica no distributiva como las lógi-
cas cuánticas. Si cree que la LC comete falacias de pertinencia o relevancia
puede estudiar un sistema de lógica relevante o de lógica de la relevancia.
La idea es que si tiene una objeción o un problema con la LC es probable
que alguien haya explorado la posibilidad de rechazar ciertos supuestos.
Si se añaden operadores, lo que ocurre a menudo es que las leyes
que preocupan tienen este vocabulario adicional y entonces ya no es la
vieja LC sin operadores la que está preocupando. Lo que preocupa es
cuál es el sistema de lógica correcto.
Hay lógicas muy viejas que pueden ser vistas como complementos.
Por ejemplo, toda la teoría de lógica informal de las falacias, no es LC
en el sentido que estamos usando, pero se ha utilizado desde hace vein-
ticuatro siglos. La lógica inductiva, la lógica probabilística, la lógica de
los entimemas, la lógica abductiva, etc., no están realmente tratando de
remplazar a la LC, sino ocupándose de algunos tipos de razonamientos
que no va a manejar.
Resumiendo: si LC pretende manejar algo que va más allá de sus
capacidades, entonces está justificada la rivalidad. Pero en el momento
en que modere sus pretensiones, la lógica rival puede quedar colocada,
si tiene razón, en una situación de complementariedad. (Existe también
la posibilidad de que lo que LC afirma sea correcto y que alguna crítica
esté equivocada; este no es un caso tan interesante de rivalidad, por no
ofrecer tantas perspectivas de progreso.)
Lo que el rival dice es que LC no se aplica, como tal vez pretenden
algunos lógicos clásicos, en determinadas áreas. Si LC admite la res-
tricción, basta considerar que el rival formaliza una relación nueva y
de diferente extensión. Algunas de las restricciones que se impondrían
no parecen ser demasiado onerosas. Para poder convivir con las lógi-
cas de Lukasiewicz (futuros contingentes), Bochvar (paradojas), Kleene
(indecidibilidad), Halldén (sin sentidos), Woodruff (huecos veritativos),
van Fraassen (presuposición), basta reconocer que efectivamente la bi-
valencia es un presupuesto de LC y que esta nunca ha pretendido ser
aplicable más allá de donde la bivalencia se aplique. Sobre este pun-
to es interesante notar que la adopción de un sistema polivalente no
nos compromete a abandonar la bivalencia -d. Haack (1974: 61-64) y
Woods (1977: 658)- como tampoco nos compromete a ello el aceptar
la existencia de presuposiciones (Bergmann, 1981).
Por supuesto, esta línea de acción no soluciona el problema filosófi-
camente interesante consistente en determinar cuáles son exactamente
los dominios en los que rige la bivalencia. Como dice Peña: «Si ase-
380 LÓGICA ILÓGICAS
que corran en el continuo de Oa 1. Es fácil ver que en una lógica así deja
de ser teorema P v -,p.
Sin embargo, el tercio excluso sí funciona en todos los modelos en
los cuales P y Q tienen valores de O (completa falsedad) o 1 (completa
verdad). «La FPL [Fuzzy Propositional Logic] se reduce a la lógica pro-
posicional clásica cuando las variables proposicionales se limitan a los
valores O y 1» (Lakoff, 1973: 490). Por tanto, bajo el supuesto común
a todos los libros de lógica clásica de que las proposiciones limitan sus
valores de verdad a 1 y a O, LC es correcta; no lo es si tal supuesto se
viola. Pero en este caso ya no estamos en Le.
Intuicionismo. Los intuicionistas conciben las matemáticas como una
creación más que como un descubrimiento, así que la respuesta a ciertas
preguntas no existe en tanto no haya sido construída. A estas alturas no
necesitamos más para darnos cuenta de que la negación no puede ser la
clásica: tal negación forma proposiciones contrarias y no contradictorias
(cf. Haack, 1978: 88).
Podemos leer en el «Statement of Purpose» de The Journal of Non-
Classical Logic (Da Costa, 1982a: ii), que las lógicas intuicionistas pue-
den ser consideradas como complementarias a las clásicas, proveyéndolas
con la lógica de la matemática constructiva.
Lógicas paraconsistentes. Se ha dicho que la noción de validez que
dice que de una contradicción se deduce todo, no se aplica en ciencia
y puede serIe dañina (Munevar, 1982: 75-78). En palabras de Newton
Da Costa: «algunas proposiciones se comportan bien, en el sentido de
que obedecen las normas de la lógica clásica, y para tales proposiciones
algunos de los más importantes sistemas de lógica paraconsistente coin-
ciden con el clásico» (Da Costa, 1982b: 12).
Basta imponer a los cálculos paraconsistentes Cn de Da Costa la res-
tricción de que no haya hechos contradictorios para que colapsen en Le.
Me parece claro que Da Costa ha dividido a las proposiciones en dos
dominios: basta exigir que ninguna contradicción sea verdadera para que
LC sea aplicable. Lungarzo (1984) propone considerar a LC como asin-
tótica tanto respecto a la lógica intuicionista y cuántica como a la para-
consistente; es decir, que vale perfectamente para ciertos dominios y en
otros ofrece aproximaciones útiles.
Raymundo Morado
Lógica, filosofía de la
Lógica y filosofía han estado unidas desde sus orígenes. La lógica, en-
tendida como la disciplina que se ocupa de formular criterios para la
evaluación de argumentos, ha sido parte de la filosofía desde su naci-
miento; no en vano el quehacer filosófico involucra de manera funda-
mental la elaboración de argumentos. Tras su mate matización, en el
siglo XIX, Russell (1914) incluso propuso, con una clara intención pro-
vocadora, que la filosofía misma no es más que lógica; la clave de esta
identificación radica en que la filosofía se entiende como análisis del
lenguaje y se considera que la lógica, en este caso matemática o formal,
es el mejor instrumento al efecto. En los años cuarenta y cincuenta, fi-
lósofos como Carnap, Reichenbach o Quine, y sus discípulos, utilizaron
la lógica matemática como método para hacer filosofía. Posteriormente,
en los sesenta, autores como Hintikka, Geach, Dummett, Kripke, Lewis
y Stalnaker desarrollaron nuevos formalismos con el propósito de sol-
ventar problemas filosóficos iniciando así lo que se conoce como lógica
filosófica. Sin embargo, contemporáneamente, el papel predominante
de la lógica como metodología filosófica se ha visto claramente dismi-
nuido, y la relación entre estas dos disciplinas es mucho más compleja.
En parte porque hoy día se hace mucha lógica desde ámbitos como la
lingüística, y, sobre todo, las ciencias de la computación o la inteligencia
194 DIALÉCTICA
Dialéctica
adinerados y una falsa réplica del filósofo, por cuanto construye contra-
dicciones basadas más en apariencias y opiniones que en la realidad. Fren-
te a los sofistas, Sócrates pretende buscar la verdad a través de preguntas y
respuestas, no ganar el argumento. El elenchos fue un elemento importan-
te de su práctica de la dialéctica, como refinamiento de la de Zenón, de-
dicada al examen de la tesis de un oponente, en el transcurso del cual este
era conducido a una consecuencia que contradecía su propia tesis. Por
su parte, en la República, Platón entendió la dialéctica como el método
filosófico por excelencia. En el Cratilo (390c), el dialéctico es el hombre
que sabe cómo preguntar y responder y su ocupación es buscar la esencia
inmutable de cada cosa, y el método dialéctico es un método de deducción
racional de las Formas. Frente al mundo cambiante y contradictorio de la
antilógica y la erística, el verdadero conocimiento debe ser firme e inmu-
table y, en consecuencia, necesita de objetos de su misma naturaleza.
Siguiendo la práctica dialéctica de la Academia platónica, parece
que Aristóteles elaboró sus Tópicos como instrumento para el debate
dialéctico, para enseñar cómo argumentar a favor o en contra de cierta
tesis. Su tendencia hacia la generalidad y la sistematización, le permitie-
ron adelantar algunas de las tesis de la lógica moderna, desarrollando
una teoría del silogismo categórico en los Analíticos primeros. El rasgo
distintivo de la dialéctica radica en el estatus epistemológico de las pre-
misas del argumento dialéctico. Esta toma su punto de partida de la
endoxa, la cual remite a las opiniones que son generalmente aceptadas o
de las que se presume que son verdaderas para la mayoría o para los más
sabios. Si las premisas parecen meramente probables o si el argumento
es incorrecto, entonces es un argumento erístico. Pero la dialéctica
no es lo bastante buena como para convertirse en el método de la ad-
quisición de conocimiento. Para ello se necesita la demostración, que es
un argumento válido con premisas «verdaderas, primeras, inmediatas,
más conocidas, anteriores y causales respecto a la conclusión» (Analí-
ticos segundos, 71b23). Sin embargo, para Aristóteles, la dialéctica es
hastante respetable y útil «para ejercitarse, para las conversaciones y
para los conocimientos en filosofía» y «al ser adecuada para examinar
Icualquier cosa], abre camino a los principios de todos los métodos»
(Tópicos, 101a25-101b5). Es también crítica, pues la crítica es «algo
que puede uno dominar sin saber nada» y «no es el conocimiento de
nada definido». Aristóteles concluye que «versa acerca de todas las co-
sas: pues todas las técnicas emplean algunas cosas comunes». Así «el que
critica con la técnica del razonamiento es un dialéctico» (Refutaciones
sof(sticas, 172a12-36).
Laercio (Vidas ... , VII, 39-43) nos indica también que algunos estoi-
cos dividían la filosofía en tres partes: natural, moral y racional o lógi-
ca. Esta se subdividía en retórica y dialéctica. La «retórica es el arte de
decir bien en discurso dilatado; y la dialéctica, el de disputar rectamente
por preguntas y respuestas; por lo cual la definen también ciencia de lo
196 DIALÉCTICA
presentación de sus doctrinas bajo esa forma, si bien parece que no usó
los términos ni identificó con ellos su dialéctica. Sus textos, dice Mueller
(1958: 411), no solo se desvían ocasionalmente de la tríada, «sino que
no muestran nada al respecto», y la propia palabra 'dialéctica' viene a
significar el resultado de «ser criticado por la lógica del pensamiento fi-
losófico». Sin embargo, sí hay una dialéctica hegeliana con un significado
específico: un proceso en el mundo real y en el pensamiento, que consiste
en pasar de los conceptos o de los pensamientos a sus opuestos, enten-
didos como contradicciones y como conflictos, y procediendo a buscar
una resolución en la que los conceptos o pensamientos contrarios quedan
absorbidos en un nuevo concepto o pensamiento, alcanzándose así una
unidad superior.
El interés por las formas del despliegue histórico (evolución, progre-
so, devenir) explica la continuidad de la idea hegeliana de dialéctica en
el pensamiento de Marx (1818-1883) y Engels (1820-1895), pero como
una ciencia de las leyes más generales del movimiento y de la evolución
de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento. Así, casi todos los pen-
sadores marxistas han visto en la dialéctica un método para describir y
entender la realidad en tanto que realidad 'empírica'. La apelación a la
dialéctica por parte de otros pensadores posteriores ha subrayado, por
ejemplo, la disposición crítica y emancipadora de la filosofía y el estudio
de los procesos sociales y políticos en términos de tensión y pluralidad,
que ha derivado hacia una forma de construcción de la identidad y de
la representación de la diferencia que ha implicado, en Adorno (1903-
1969), la necesidad de una dialéctica negativa (Adorno, 1975).
La idea de presentar una lógica dialéctica como alternativa a la ló-
gica (analítica) formal ha evolucionado desde los intentos de formalizar
la dialéctica hasta los intentos de buscar la dialéctica en la lógica for-
mal, o lógica dialógica, estudiando sus principios o reglas en términos
operacionales y atendiendo a los sujetos participantes (proponente y
oponente), que mantienen un conflicto de opiniones sobre tesis. Esta es
cuestionada por el oponente y defendida por el proponente. Este enfo-
que dialógico está representado por la escuela de Erlangen (Lorenzen y
Lorenz, 1978).
Ya hemos indicado que la dialéctica se puede definir como arte del
diálogo. En este hay, por lo menos, dos posiciones que se contraponen
entre sí. En la dialéctica también hay dos posiciones entre las que se
establece un diálogo o una confrontación que comienza con una especie
de acuerdo en el desacuerdo, y que viene seguido por una serie de cam-
bios de posiciones inducidos por cada posición. Desde este punto de
vista, y desde 1970, la revitalización de la aproximación dialéctica a la
argumentación ha emergido en numerosas fuentes. En su obra seminal
sobre las falacias (1970), Hamblin (1923-1985) defendió una dialécti-
ca formal que desarrolla reglas que gobiernan la disputa filosófica. De
modo similar, Rescher (1977) se apoyó en la tradición escolástica para
DIALÉCTICA 199
Jesús Alcolea
Diálogo
El término diálogo procede del latín, dialogus, y este del griego, dialo-
gas, que deriva de dialegamai, con el significado de conversar, discurrir.
Se expresa como un discurso racional originado en la conversación en-
tre varios agentes que a través de p-reguntas y respuestas muestran su
interés por una investigación común. Por ello, el recurso al diálogo se
encuentra en todas las manifestaciones de la dialéctica.
Desde Platón, el diálogo es tanto una forma del pensar, en la que se
intercambian argumentos, como su expresión literaria, que con frecuen-
cia ha sido objeto de reflexión filosófica. En las últimas décadas, y desde
la hermenéutica y la filosofía crítica, la referencia al diálogo platónico ha
sido constante. Gadamer ha identificado el diálogo con un instrumen-
to epistémico y con un modo efectivo del lenguaje, que «no es solo un
medio más entre otros [... ] sino que guarda una relación especial con la
comunidad potencial de la razón», que es una comunidad de diálogo, y
en la que, cuando dos personas intercambian impresiones, se confrontan
dos visiones del mundo. En este sentido, Platón consideró que «la palabra
solo encuentra confirmación en la recepción y aprobación por el otro y
que las conclusiones que no vayan acompañadas del pensamiento del
otro pierden vigor argumentativo» (Gadamer, 1992 [1977]: 113 y 205).
Asimismo, la idea de una comunidad ideal de comunicación, que juega
un papel destacado en Apel (1972) y Habermas (1981), está implicada en
el acuerdo en el diálogo que «contendría la consumación de la verdad»
(Gorgias, 487e) y se configuraría a través de condiciones que, satisfechas
Argumentation Theory
1
Contents
1.1 Argumentation as a Topic of Research . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1
1.2 The Descriptive and Normative Dimensions of Argumentation Theory . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
1.3 Crucial Concepts in Argumentation Theory . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1.3.1 Standpoints at Issue in Argumentative Discourse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1.3.2 Unexpressed Premises in Argumentative Discourse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
1.3.3 Argument Schemes Characterizing Types of Argumentation . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19
1.3.4 Argumentation Structures as Logical or Functional Entities . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
1.3.5 Fallacies as Contaminators of Argumentative Discourse . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24
1.4 Different Theoretical Approaches to Argumentation . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27
1.5 Overview of the Contents of this Study . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39
References . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44
1
In our usage, if they are to be taken seriously, people who put forward argumentation can always
be held to trying to resolve a difference of opinion, even if they only go through the motions, and a
communicative activity that is not aimed at resolving a difference of opinion is not considered as
argumentation.
2
A difference of opinion can be overt and expressed explicitly, but it may also be covert and
remain implicit.
1.1 Argumentation as a Topic of Research 3
the capital of the Netherlands and the King of the Netherlands is inaugurated in the
capital.” As a rule, the negative variant is used in response to (or in anticipation of)
someone else claiming the positive version of the same standpoint (“I think that the
King of the Netherlands is inaugurated in The Hague”).
A definition of argumentation suitable to be used in argumentation theory as an
academic discipline should, in our view, connect with commonly recognized
characteristics of argumentation as it is known from everyday practice. This means
that it is to be recommended to start developing our definition from the lexical
meaning of the word “argumentation” in ordinary language use. Without aiming to
include all possible meanings of argumentation in our definition, in this Handbook of
Argumentation Theory, we shall therefore take our point of departure in the general
understanding of the word “argumentation” inherent in ordinary usage. In this way
we intend to create an adequate basis for providing a more precisely delineated
definition of argumentation that is suitable for explaining the various topics that are
examined in argumentation theory and discussing the theoretical perspectives and
approaches of argumentation that have been developed.
In taking account of the meaning of the pivotal word “argumentation” in ordinary
usage, it is important to realize that there are striking differences between, on the one
hand, its lexical meaning in English and, on the other hand, the lexical meaning
of its – very common – counterparts in other European languages.3 Because these
differences relate to vital characteristics,4 which have significant consequences for
the conceptualization of argumentation, they cannot be dismissed as idiosyncratic
peculiarities.5 It is noteworthy that the counterparts (would-be equivalents) of
“argumentation” in other languages lack some traits that are confusing in the English
word. In addition, they already display certain characteristics that are crucial to a
definition of argumentation appropriate to argumentation theory.
A first relevant difference between the English word “argumentation” and its
counterparts in other languages is that in the latter both the meaning of argumenta-
tion as a process and its meaning as a product are naturally included. Without
stretching ordinary usage in any way, the Dutch word “argumentatie,” for instance,
can be used to refer to the process of argumentation (“Don’t interrupt me just now:
I am in the middle of my argumentation [argumentatie]”) as well as to the product
of argumentation resulting from it (“I have looked into your argumentation
[argumentatie] but I don’t find it very strong”).6 In English usage this is not the
3
Among the counterparts of “argumentation” are in French “argumentation,” in German
“Argumentation,” in Italian “argomentazione,” in Portuguese “argumentação,” in Spanish
“argumentación,” in Dutch “argumentatie,” and in Swedish “argumentation.”
4
Our survey of the characteristics of argumentation is based on van Eemeren (2010, pp. 25–29).
5
Without jumping to unjustified conclusions about the relationship between language and think-
ing, it can be observed that the linguistic differences concerned may have an impact on how
argumentation is viewed and can be of influence on the theorizing.
6
Because Dutch is our native language, we tend to rely in our comparisons with English usage in
the first place on similarities and differences with Dutch. Our observations, however, apply equally
to other languages.
4 1 Argumentation Theory
case –at any rate not so clearly, since the process meaning is predominant. This is
important because the process-product combination is a vital characteristic of
argumentation that is to be preserved in our definition.
A second relevant difference is that the non-English words for argumentation are
connected exclusively with constructive efforts to defend one’s position by con-
vincing the other party of the acceptability of the standpoint at issue. This means
that in these languages argumentation is associated with reasonableness and acting
reasonably.7 Unlike the word “argumentation” and the related word “argument” in
English,8 the non-English words for argumentation have nothing to do with
quarreling, skirmishing, squabbling, bickering, wrangling, haggling, or any other
negatively charged verbal activity. The Dutch word “argumentatie,” for instance,
refers to a deliberate effort to resolve a difference of opinion (real or projected) by
reasonably convincing the addressee.9 Using argumentation implies making an
appeal to the reasonableness of the audience, irrespective of whether this audience
consists of just one interlocutor or, for instance, of all potential readers of a
newspaper. Due to the lack of any negative connotations, when starting from the
meaning of the non-English counterparts of the word “argumentation” in defining
argumentation, no artificial stipulations are needed to rule out undesired aggressive
meanings.
A third difference is that, unlike the English word “argumentation,” its
non-English counterparts refer only to the constellation of propositions put forward
in defense of a standpoint without including the standpoint itself as well.10 In this
usage, the argumentation in “You should not listen to Peter, because he is
prejudiced,” for instance, consists only of the statement that Peter is prejudiced
(and the unexpressed premise that prejudiced people are not worth listening to). The
standpoint expressed in the advice that you should not listen to Peter is being
defended by the argumentation, but is not part of this argumentation. Making this
distinction allows for a definition of argumentation in which the standpoint and the
argumentation put forward in its defense are viewed as connected but separate
entities, which facilitates the analysis and evaluation of their relationship and the
way in which this relationship is established in a particular case (van Eemeren and
Grootendorst 1984, p. 18).
7
This does not mean, of course, that in practice argumentation cannot be abused, so that in these
cases there is no matter of acting reasonably.
8
See, for instance, the description of “argument” in Negotiation: An A-Z Guide as “a destructive
form of debate” (Kennedy 2004, p. 22). Some negotiations, the guide observes, “never get beyond
argument.” According to Hample (2003, p. 448), ordinary arguers connect the English term
argument with “a close-minded pursuit of victory by one or both parties.”
9
Resolving a difference of opinion does not mean aiming for a happy state of mutual consensus
that puts the argumentative process to a definitive end. Later on, the outcome achieved may not be
considered satisfactory, so the argumentative process is continued. On other matters the argumen-
tative process will continue to go on anyway.
10
As Tindale (1999, p. 45) explains, it is “the European fashion” to refer to the premises of an
argument as the argumentation and to the conclusion by using another term, such as standpoint.
1.1 Argumentation as a Topic of Research 5
Although not too much should be made out of largely coincidental language
differences,11 it is clear that, in principle, the lexical meaning of its non-English
counterparts constitutes a better conceptual basis for defining argumentation as
a technical term in argumentation theory than that of the English word “argumen-
tation.” Hoping that our brief crosslinguistic comparison has provided some con-
ceptual clarification, we will start from the meaning of the non-English counterparts
in providing a definition of the (English) term argumentation. In defining this term,
we will also take account of some general characteristics of argumentation as we all
know it that are independent of any specific language. Let us consider the most
significant of them.
To start with, argumentation is not just a structural entity, but first of all a
communicative act complex consisting of a functional combination of communica-
tive moves. Although these communicative moves are usually verbal, they can
also be wholly or partly nonverbal, e.g., visual.12 Its communicative property
characterizes argumentation as a phenomenon of communicative discourse in the
broad meaning given to “discourse” in the field of study known as pragmatics. The
functional intent with which the communicative act complex of argumentation is
put forward is reflected in the structural design of the discourse.
Next, rather than being part of a monologue, argumentation is an interactional
act complex directed at eliciting a response that indicates acceptance of the stand-
point that is defended. Viewed in this way, argumentation is, in principle, part of a
dialogue with the addressee – and perhaps also with others instrumental in reaching
the addressee. This dialogue may be explicit, as is the case when argumentation is
advanced in a full-blown discussion, or implicit, as when it is directed at a
noninteractive audience or readership that may even not be physically present.
The interactional act complex of argumentation is shaped by the explicit or implicit
dialogue taking place in the argumentative discourse.
Further, rather than being just an expressive act free of any obligations, as a
rational activity of reason, argumentation involves putting forward a constellation
of propositions the arguer can be held accountable for. The commitments created
by argumentation depend not only on the propositions that are advanced but also on
the communicative function they have in the discourse. These commitments vary
according to the communicative and interactional choices that have been made in
the argumentative moves which together constitute the argumentation and the way
in which they are in the act complex of argumentation linked with the standpoint
that is being defended.
Finally, argumentation involves an appeal to the addressee as a rational judge
who judges reasonably rather than playing on their basic instincts and emotional
11
There is no reason, for instance, for jumping to Sapir-Whorf-like conclusions regarding the
relationship between language and thinking.
12
Because argumentation can also be nonverbal, we prefer to define it, in a more general way, as a
“communicative” rather than a “verbal” (“linguistic”) act complex (cf. van Eemeren et al. 1996,
p. 2). See also Sperber (2000).
6 1 Argumentation Theory
13
Although the terms rational and reasonable often seem to be used interchangeably, we think
that it is useful to make a distinction between acting “rationally” in the sense of using one’s faculty
of reason and acting “reasonably” in the sense of utilizing one’s faculty of reason in an appropriate
way. Acting reasonably presupposes acting rationally while observing at the same time the
appropriateness standards prevailing in the exchange concerned.
14
If only because arguers may want to realize at the same time other, non-argumentative aims,
such as being viewed as nice or intelligent.
15
Even in seemingly irresolvable controversies known as “deep disagreements,” the parties
usually keep pretending that they are trying to resolve their difference of opinion on the merits,
so that they cannot be accused of being unreasonable by the outside world.
16
Our definition, which is based on van Eemeren (2010, p. 29), covers vital characteristics of
argumentation emphasized in nontechnical definitions of argumentation as an attempt at rational
persuasion or at influencing (or convincing) others by providing good reasons to justify a claim.
17
If argumentation is expressed verbally, this act complex has both a propositional content and a
communicative function (“illocutionary force”), just like most other speech acts, whether they are
elementary or complex (in the sense of compound). A set of speech acts only constitutes a complex
speech act of argumentation if both the propositional content of the constellation of propositions
involved and their joint communicative function meet the pertinent “identity conditions” (see van
Eemeren and Grootendorst 1984, pp. 29–46).
1.2 The Descriptive and Normative Dimensions of Argumentation Theory 7
The label argumentation theory covers the study of argumentation in all its
manifestations and varieties, irrespective of the intellectual backgrounds of the
theorists, their primary research interests, and their angles of approach. Other
general labels that are used, such as informal logic and rhetoric, refer in the first
place to specific theoretical perspectives on the study of argumentation (and
usually include also other research interests than argumentation). In order to
create a common background for our treatment of the most prominent
contributions to the study of argumentation in the following chapters, we shall
in this introductory chapter explain in a nutshell what the umbrella term argu-
mentation theory involves.
Because the standpoints at issue in a difference of opinion and the argumentation
advanced to support them can pertain to all kinds of subjects, the scope of argu-
mentation theory is very broad. It ranges from argumentative discourse in the public
sphere and the professional sphere to argumentative discourse in the personal
sphere. The types of standpoints supported by argumentation vary from descriptive
standpoints (“The King of the Netherlands is inaugurated in Amsterdam”) to
evaluative standpoints (“The Mahler concert in the Concertgebouw was excellent”)
and prescriptive standpoints (“You should come with me to church this Sunday”).19
It is important to realize that argumentation is certainly not used only for truth
18
Næss (1966) uses the term arguments for the separate propositions that together constitute an
argumentation, but because of the diffuse meaning of the English word “argument,” this is
confusing.
19
Whether standpoints are descriptive, evaluative, or prescriptive, they can always be
reconstructed as a claim to acceptance (van Eemeren 1987b).
Ejercicios Silogismos.
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1 INTRODUCCION A LA LOGICA
3
L.T. F . GAMUT
La 'forma' que puede ser representada por ( 1 1 ) es algo más que una simple
construcción sintáctica. La primer premisa no consiste simplemente en dos
oraciones vinculadas por una conjunción, ya que también es importante el tipo de
conjunción de que se trate. Si se reemplaza la conjunción o de ( 1 1) por otra
conjunción, por ejemplo s1; obtenemos un esquema de argumento diferente:
( 1 2) A si B
No A
B
Este esquema no es válido. Por ejemplo, una de las sustituciones para A y B es
( 1 0), y éste no es un argumento válido. Si examinamos el ejemplo (S) con mayor
profundidad queda de manifiesto que otras expresiones distintas de las
conjunciones pueden conducir a argumentos válidos. Consideraciones similares a
las realizadas respecto de ( 1 ) llevan al siguiente esquema de argumento para (S):
( 1 3) Todos los P son Q
a es P
a es Q
En este esquema las letras P y Q reemplazan expresiones que se refieren a
propiedades, y a reemplaza una expresión que se refiere a un individuo o una
entidad, es decir, un objeto material o abstracto. Quedará claro que toda sustitución
de a, Py Q da como resultado un argumento válido: (S) es un ejemplo de ello. La
validez de este esquema deriva, entre otras cosas, del significado de la expresión
cuantificadora todos. Otros ejemplos de expresiones cuantificadoras que pueden
aparecer en los esquemas de argumento son algunos y ninguno.
La lógica, en tanto que ciencia del razonamiento, investiga la validez de los
argumentos mediante el estudio de la validez de los esquemas de argumento. Esto
en virtud de que los esquemas de argumento son abstracciones que eliminan de los
argumentos concretos todos los elementos que no tengan relación con su validez.
Como ya hemos visto, los esquemas de argumento pueden formarse a partir de una
diversidad de expresiones y construcciones sintácticas. Habitualmente no se los
considera a todos conjuntamente sino que se los estudia por grupos. Así, por
ejemplo, podemos concentrarnos en aquellos esquemas de argumento que pueden
formarse exclusivamente con oraciones, conjunciones gramaticales tales como o y
SJ... entonces, y la negación. O podemos escoger argumentos que contengan
expresiones cuantificadoras. Pero, antes de avanzar más en esta cuestión,
consideraremos brevemente las relaciones entre lógica y significado.
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1 INTRODUCCION A LA LOGICA
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L . T . F. GAMUT
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1 lNTRODUCCION A LA LOGJCA
constantes lógicas a las de la lógica proposicional. Estas últimas parecen ser tan
fundamentales que no tendría sentido desarrollar una noción de validez sin ellas.
Sin embargo, debe advertirse que ésta no es la única manera en que se pueden
desarrollar nuevos sistemas lógicos. También podemos considerar el mismo
conjunto de constantes lógicas bajo una nueva interpretación. Esto también da
como resultado una clase diferente de esquemas de argumento válidos. Así, además
de la denominada lógica proposicional clásica tenemos, entre otras alternativas, la
lógica proposicional intuicionista (véase §4.3.5), en la que las mismas constantes
lógicas reciben una interpretación levemente diferente. Por consiguiente, en sentido
estricto un sistema lógico queda caracterizado por sus constantes lógicas
conjuntamente con la interpretación que se hace de ellas.
Las otras constantes lógicas distintas de las mencionadas hasta aquí son, por
ejemplo, expresiones modales tales como posiblemente y necesan"amente,
estudiadas por la lógica modal (véase vol. 2), y expresiones temporales y
construcciones como era el caso que, será el caso que, alguna vez, nunca y los
tiempos verbales, estudiados por la lógica temporal (también en vol. 2). Toda�
estas expresiones y construcciones desempeñan un papel estructural en la validez
de los argumentos. Pero, a diferencia de las constantes lógicas de la lógica
proposicional y de la de predicados, ellas parecen tener, adicionalmente, un cierto
contenido descriptivo y estar estrechamente vinculadas con conceptos filosóficos
tradicionales como necesidad y tiempo, lo cual constituye una de las principales
razones para que los sistemas lógicos cuyas constantes lógicas son estas
expresiones, se desarrollaran en primer lugar. La misma vinculación con cuestiones
filosóficas fue también la fuerza motora subyacente al desarrollo de la lógica
epistémica, núcleo lógico lo forman nociones tales como aeencia y
conocimiento y la lógica deóntica, que se ocupa de noci ones tales como permiso
y obligación.
El conjunto de constantes lógicas posibles es abierto. Podríamos dar algunos
ejemplos más de expresiones y construcciones con las que de hecho se han
desarrollado sistemas lógicos, pero resultaría excesivamente complicado especificar
el conjunto de todas las expresiones y construcciones para las cuales tendría sentido
hacerlo. Los sistemas lógicos que emplean las constantes mencionadas
anteriormente tienen sentido, pero un sistema lógico en el que la validez de los
argumentos estuviera enteramente basada en el contenido descriptivo de ciertos
términos no tendría sentido. Cualquier sistema de este tipo no sería una descripción
de los factores estructurales que determinan la validez o invalidez de esquemas de
argumento sino una descripción del mundo real, y éste no es el cometido de la
lógica. Sin embargo, no se puede trazar un límite preciso entre los términos
puramente descriptivos y el resto, debido a que hay expresiones que son dudosas al
respecto. Aquí hay un claro paralelo con el problema de decir qué es lo que las
teorías lingüísticas del significado deberían explicar y qué es lo que deberían
ignorar. Parece haber una transición gradual desde los aspectos estructurales del
significado, que caen dentro del alcance de las teorías lingüísticas, y el contenido
descriptivo, que no lo hace.
A continuación formularemos algunos comentarios acerca de las aplicaciones
de la lógica a la lingüística. En primer lugar, si decimos que se aplica la lógica,
1 lNTRODUCCION A LA LOGICA
entonces lo que realmente queremos decir es que se está aplicando algún sistema
lógico. En segundo lugar, y a pesar de nuestros comentarios previos acerca de las
vinculaciones entre lógica y significado, no se puede esperar que la lógica
proporcione una teoría del significado completa para el lenguaje natural. La
inspiración lingüística a veces influye en el desarrollo de teorías lógicas, pero en
general los tipos de problemas que dan lugar a teorías lógicas son más bien
diferentes de los que originan teorías lingüísticas. Pero, a pesar de las diferencias en
parte históricas y en parte sistemáticas ya mencionadas, parece haber un creciente
reconocimiento de que existen vínculos esenciales entre los dos campos.
Según nuestra opinión, la contribución de la lógica a la lingüística es doble. En
p!limer lugar, la lógica contribuye con sistemas que dan una descripción precisa de
un grupo de expresiones que, debido a su importancia en el razonamiento, no
pueden ser ignoradas por una teoría lingüística del significado. Esta descripción
proporciona una caracterización de los diversos tipos de significado que pueden
adscribirse a diferentes categorías sintácticas y de la forma en que el significado de
una expresión compleja puede construirse a partir del significado de sus partes
com2onentes. En segundo lugar, la lógica contribuye con métodos y conceptos
útiles para el análisis de expresiones y construcciones de las que tradicionalmente
no se ha ocupado la lógica en tanto teoría del razonamiento, pero que deben ser
explicadas por una teoría lingüística del significado. Ambas contribuciones serán
ilustradas en lo que sigue.
En § 1 .4 y § 1 .5 discutiremos además los vínculos históricos entre lógica y
lingüística. Esto debería colocar a este libro en un contexto más amplio y ayudar a
explicar la creciente importancia de la semántica del lenguaje natural para la
lingüística, la filosofia y la lógica.
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L . T . F . G AMUT
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1 INTRODUCCION A LA LOGICA
ll
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opinión, podrían ser resueltas en forma sencilla por medio de cálculos: "Entonces,
en caso de que hubiera diferencias de opinión, no se requeriría ya más de ninguna
discusión entre dos filósofos, como (no se la requiere) entre dos calculadores. A
ellos les alcanzará con tomar un lápiz en la mano, colocarse frente al ábaco (si así
lo quieren, invitados por un amigo) y decir: calculemus'. La visión de Leibniz era
aun más sorprendente ya que, según él, todas las verdades, inclusive las que
aparentemente son accidentales, en realidad son necesarias, de manera que en
principio todas las verdades serían accesibles empleando este método de cálculo.
El optimismo de Leibniz fue excesivo. Leibniz no pudo concretar gran parte de
este programa para la lógica, y ahora lo que importa son las ideas que subyacen al
programa. Estas han sido extremadamente influyentes. La búsqueda de un sistema
simbólico de ideas y la matematización del concepto de validez de cadenas de
razonamiento son características esenciales de la lógica moderna. Pero no fue sino
hasta el siglo XIX con el trabajo de pioneros como Bernard Bolzano, George Boole,
Charles Saunders Peirce, y por encima de todos, Gottlob Frege que comenzó a
progresarse en la dirección señalada por Leibniz. Finalmente, en la lógica de
predicados de Frege se desarrolló un lenguaje simbólico mucho más poderoso que
el de la lógica silogística aristotélica. Para partes considerables de este lenguaje, la
verificación de la validez lógica de las inferencias resultó ser verdaderamente una
cuestión de cálculo. Sin embargo, puede probarse que no existe ningún método
mecánico para poner a prueba la validez lógica de inferencias arbitrarias entre
oraciones del lenguaje: se dice que la lógica de predicados es indecid1ble (véase
§4.4). Por lo tanto, se ha demostrado que el programa de Leibniz es irrealizable. No
obstante, el mismo siempre ha sido una valiosa fuente de inspiración para la
investigación lógica.
La lógica de predicados, tal como la desarrolló Frege, combina la silogística
aristotélica con las ideas estoicas acerca de las conectivas lógicas. También resuelve
los problemas medievales de la cuantificación múltiple y todo ello mediante unas
pocas ideas simples sin necesidad de apelar a una sofisticación técnica extrema. En
el capítulo 3 nos ocuparemos extensamente de la lógica de predicados. Sin
embargo, para contextualizarlo históricamente, anticiparemos algunas de las
características más importantes del sistema.
Frege adopta la idea básica aristotélica de la forma sujeto-predicado de las
proposiciones:
(32) a es P
Aquí se predica la propiedad P de una entidad a. Pero, aparte de esta forma, Frege
también comprendió la importancia de formas relacionales del tipo:
(a 1 tiene la relación R con a2)
propia de las oraciones como Juan decepciona a Mada o Dos es menor que
tres. Además de estas relaciones binarias, también hay relaciones ternarias entre
tres cosas, como está entre y prefiere (como en Juan prefiere a Matilde en vez
de a Mada), relaciones cuaternarias, etc. Desde un punto de vista filosófico esto
constituyó toda una innovación. Anteriormente las relaciones no habían sido
consideradas tan fundamentales como las propiedades y siempre habían sido
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1 INTRODUCCION A LA LOGICA
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L . T . F . GAMUT
1 . 5 El siglo XX
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L .T. F . GAMUT
negando así que haya métodos filosóficos especiales para obtener conocimiento.
Esta idea socava toda disciplina filosófica que, como la metafisica, se base en
métodos filosóficos para obtener conocimiento. De acuerdo con el positivismo
lógico, la tarea de la filosofia consiste en clarificar lo que es genuino conocimiento y
descartar todo lo demás.
El positivismo lógico empuñó principalmente dos armas en su asalto a la
metafisica: (i) el criterio de venficabilidad, y (ii) la tesis de la incorrección
gramatical. (i) y (ii) trataban de demostrar que las oraciones metafisicas son
sinsentidos. El criterio de verificabilidad establece, a grandes rasgos, que una
proposición tiene sentido sólo si hay alguna forma de verificarla empíricamente.
Pero, por aplicación de este criterio, además de las oraciones de la metafisica
deberían descartarse muchas oraciones de la ciencia que tampoco pueden ser
verificadas. Para evitar esto, el criterio se modificó y se reinterpretó numerosas
veces pero fmalmente tuvo una muerte silenciosa. En su artículo de 1 950,
"Problemas and Changes in the Empíricist Criterion of Meaning" , Carl Hempel
relata la historia de este deceso. •La influencia de la tesis de Russell sobre la forma
engañosa tal vez sea más evidente en la segunda de las armas del arsenal del
positivismo lógico. La tesis de la incorrección gramatical explicaba la falta de
sentido de las proposiciones metafisicas en términos de su incorrección gramatical.
En su artículo fuertemente polémico de 1932 titulado "The Elimination of
Metaphysics through Logical Analysis of Language", Camap estableció esta tesis
con claridad. En el mismo artículo Camap distinguió dos tipos de incorrección
gramatical que pueden tener las expresiones: (i) errores sintácticos, como en César
es un y (ii) errores categoriales, como en la oración César es un número pnmo.
El primer tipo de error no produce ningún daño, dado que todos pueden ver que
tales expresiones son gramaticalmente incorrectas y por ende, no expresan
proposiciones con sentido. Pero con el segundo tipo de error, las cosas pueden
complicarse. A primera vista, argumenta Camap, César es un número pnmo
parecería ser una oración gramaticalmente correcta que resulta ser falsa. Camap
sostiene que se trata de un ejemplo de una 'pseudoafrrmación', y que la metafisica
nos proporciona muchos otros ejemplos similares.
Camap ilustra su posición con ejemplos tomados de un artículo del bien
conocido metafisico Heidegger. En su artículo de 1 929, "Was ist Metaphysik" , el
filósofo alemán escribe: "Sólo debe ser investigado lo que es, y fuera de esto nada . . .
Pero, ¿qué es nada? ¿Dónde debe buscarse esta nada?". Según Camap, a l formular
preguntas tales como ¿Dónde debe buscarse esta nada? estamos siendo
engañados por el lenguaje natural. Hay una analogía entre ¿ Qué hay afuera?
Nieve y ¿ Qué hay afuera? Nada. La analogía sólo se consolida por la similitud
superficial de las dos oraciones como en Nieve hay afuera y Nada hay afuera.
( There is snow outside y There is nothing outs1de). Pero el análisis lógico
muestra que, aunque la forma gramatical de las dos oraciones es similar, ambas
tienen formas lógicas completamente diferentes. Camap sostiene que el lenguaje
natural es engañoso porque no está claramente defmido y no es lo suficientemente
sistemático. Las reglas sintácticas que gobiernan la formación de las oraciones del
lenguaje natural no nos permiten distinguír entre afirmaciones y
pseudoafrrmaciones. Las reglas permiten formular tanto afirmaciones con sentido,
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1 lNTRODUCCION A LA LOGICA
como por ejemplo 1 7 es un número primo, como afirmaciones sin sentido, como
por ejemplo, César es un número pnino. Por esta razón, los positivistas lógicos
descartaron al lenguaje natural como medio apropiado para el debate filosófico y
científico significativo. Los positivistas lógicos consideraron que una de las tareas
más importantes de la filosofía consistía en construir lenguajes artificiales cuya
sintaxis fuera lo suficientemente rigurosa como para impedir la formación de
pseudoafmnaciones. No es sorprendente que consideraran a la lógica como un
auxiliar ideal para este cometido.
Resulta dudoso que lo que esté mal en una oración del tipo César es un
número primo pueda ser explicado en términos sintácticos. Actualmente parecería
mucho más natural explicarlo en términos semánticos. Probablemente fue la
ausencia de una semántica apropiada lo que llevó a Carnap a intentar otro enfoque,
dado que en ese momento no se disponía de una semántica rigurosa ni para el
lenguaje natural ni para los lenguajes lógicos artificiales (véase el comentario en
§5.3). Puede brindarse un tratamiento semántico en términos de las llamadas
restricciones en la selección o de la denominada corrección categorial. La mayoría
de las propiedades sólo pueden ser atribuidas con sentido a ciertos tipos de objetos.
En César es un número pnino, se predica una propiedad aplicable a los números
de algo que no es un número sino un tipo de objeto totalmente diferente, una
persona.
El positivismo lógico adoptó la crítica de Carnap según la cual el lenguaje
natural es inapropiado para el debate filosófico y científico; en ese sentido se
llevaron a cabo intentos por construir lenguajes artificiales que funcionaran mejor.
El análisis del lenguaje natural se interrumpió temporariamente. O al menos casi se
interrumpió, ya que en 1 947 Hans Reichenbach publicó un libro importante,
Elements of Symbolic Logic, dedicado al análisis lógico del lenguaje natural.
Algunas de sus ideas acerca de la semántica de los tiempos verbales y de los
adverbios siguen teniendo importancia, pero, desde un punto de vista lingüístico, su
análisis sintáctico del lenguaje natural no es completamente satisfactorio.
19
L . T . F . G A Mt'T
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1 lNTRODUCCION A LA LOGICA
l . 5. 3 Lingüística y filoso/Ja
¿Cuánta influencia han tenido los desarrollos de la lingüística en el siglo XX sobre
la filosofía moderna y, en particular, sobre la filosofía analítica interesada en los
hechos y las observaciones lingüísticas? Casi ninguna hasta el desarrollo de la
gramática generativo-transformacional. La filosofía analítica parece haber ignorado
a la lingüística estructural moderna de Saussure a Bloomfield, Harris, Bloch y otros;
Y en el positivismo lógico hizo algo semejante. El artículo " Logical Syntax and
Semantics" (1953) escrito por Yehoshua Bar-Hillel, un estudiante de Carnap,
constituye una excepción. Bar-Hillel sugiere que la lingüística estructural, que se
basa principalmente en métodos distributivos, puede ser ampliada tanto en la
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1 l NTRU U U v'vlv.- � -·-
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1 lNTRODUCCION A LA LOGICA
más que una víctima pasiva. En su introducción afirmaron: "El propósito de este
volu men consiste en [ . . . ) alentar el intercambio activo de ideas entre los lógicos, los
filósofos y los lingüistas que trabajan en la semántica para lenguajes naturales.
Confiamos en que se estará de acuerdo con que esto consiste en algo más que en la
tarea habitual de frotar dos o más disciplinas unas contra otras con la expectativa de
que se produzca calor y la esperanza de que se haga la luz. En el caso presente, ya
existe una empresa común: nuestro objetivo es convertirla en cooperativa" .
1 . 6 Lenguajes formales
Antes de comenzar la exposición del primer sistema lógico, el de la lógica
proposicional, que haremos en el capítulo 2, debemos decir algo más acerca de la
noción de lenguaje formal y acerca de su uso en la teorización lógica.
Una característica de la lógica moderna es que no se ocupa tanto de los
argumentos que pueden construirse en uno u otro lenguaje natural como de los
razonamientos en los lenguajes formales. Esto obedece a varias razones.
La primera es que, como lo señaláramos anteriormente, la lóg1ca se mteresa
por los esquemas de argumento. Las expresiones que conJuntamente forman un
esquema de argumento no son expresiones de un lenguaje natural sino que están
tomadas de un lenguaje formal. Así como un argumento es una cadena de
oraciones de un lenguaje natural, los esquemas de argumento pueden considerarse
como una cadena de oraciones tomadas de un lenguaje formal. Por consiguiente,
nuestras investigaciones acerca de los esquemas de argumento se reducen a
investigaciones acerca de argumentos en uno u otro lenguaje formal. El lenguaje
formal que empleemos dependerá de nuestros intereses. Por ejemplo, en lógica
proposicional, estamos interesados en argumentos cuya validez depende de las
conjunciones del lenguaje natural y de la negación. En este caso, elegiremos un
lenguaje formal que tenga como constantes lógicas a las conectivas, dado que
dichos símbolos son la contrapartida formal de las conjunciones y de la negación
del lenguaje natural. Las letras p, q, r representan a las oraciones más simples de
este lenguaje formal; con ellas pueden construirse oraciones complejas por medio
de las conectivas. Así, trazamos una distinción formal entre lo que nos interesa
principalmente, las conectivas, y los elementos cuyo significado exacto no nos
interesa, las oraciones más simples. A estas últimas expresiones, que a diferencia de
las constantes lógicas no tienen significado fijo, las denominamos las van'ables
lógicas del lenguaje en cuestión.
Una segunda razón a favor de la idea según la cual los lenguajes naturales no
son idealmente los apropiados para investigar la validez de los argumentos es que
contienen ambigüedades. Estas ambigüedades pueden hacer que sea imposible
decidir si un argumento dado es válido o no. Por ejemplo, considérese el siguiente
argumento:
(38) Las mujeres y los hombres ancianos tienen prioridad.
Mi madre es mujer.
Mi madre tiene prioridad.
La validez de (38) depende de la lectura que se haga de su primera premisa. El
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