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MATERIAL PARA PROVOCAR LA REFLEXIÓN, EL DIÁLOGO Y EL INTERCAMBIO DE PERSPECTIVAS

NARRAR Y CONTEMPLAR
Una aproximación al desafío de favorecer el despliegue
de la espiritualidad en los jóvenes de hoy.

1. La sensación de que “algo falta” en nuestros procesos de desarrollo espiritual.


2. Nuestras “dos mentes”.
3. Hacia itinerarios más profundos e integradores: narrar y contemplar.
4. Un elemento innegociable del crecimiento espiritual.

Este trabajo tiene como finalidad invitar a reflexionar y dar algunas pistas que
ayuden al esfuerzo que las y los educadores de la fe hacemos para cultivar la “experiencia
de Dios” en adolescentes y jóvenes de este tiempo.
No nos proponemos agotar el tema ni hacer un análisis exhaustivo, sino más bien
poner el foco en algunas cuestiones que, quizá, necesitan ser más cuidadas en nuestras
propuestas de crecimiento, atentos a los cambios culturales y a esta nueva generación
que nos sale al encuentro, que algunos llaman “generación Y”1.
Lo que se comparte en estas páginas son, pues, sencillas ideas que apuntan a
señalar caminos que, de considerarse válidos, convendría explorar. No como algo “nuevo”
que reemplaza lo anterior, sino, tal vez, como la puntualización de ciertos elementos y
complementos que pueden estar haciendo falta.

1.- La sensación de que “algo falta” en nuestros procesos de desarrollo espiritual

Independientemente de las posturas ideológicas y de los paradigmas pedagógicos


y eclesiales que tengamos, muchos tenemos la sensación de que el mundo del despliegue
espiritual de los jóvenes y adultos de este tiempo es una continua búsqueda, en la que
aún no hemos encontrado las claves para favorecer crecimientos del todo profundos y
duraderos.

1El Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, durante el año 2010, sacó una serie de cuadernos sobre
Pastoral Vocacional muy interesantes. El primero de esos cuadernos, escrito por José María Bautista, hace
un análisis pormenorizado de la generación nacida entre 1988 y 2000; los llama “generación Y”. Desde una
postura a la vez lúcida y empática, articula la reflexión sobre cinco características del universo en que se
mueve esta juventud, que presenta a su vez oportunidades y desafíos a toda pastoral en general y a la
pastoral vocacional especialmente: el mundo transracional, el mundo mediático, el mundo autoconstructivo,
el mundo postmaterialista y el mundo interconectado. Puede verse su referencia en www.invire.net
1
Se han hecho avances muy valiosos, que tienen que ver sobre todo con la clave
“experiencial”; esta consiste en trabajar desde una pedagogía que, al partir de la vida e
integrarla, articula mejor las distintas dimensiones humanas (corporeidad, afectividad,
intelecto, voluntad) y las abre a la mirada creyente, promoviendo procesos holísticos de
crecimiento.
Sin embargo, pareciera que “algo” falta. Que la experiencia de Dios a veces no
termina de “calar hondo” y sostenerse, quedando relegada a “espacios” o “momentos” de
gran significatividad, pero no siempre abrazando la totalidad de los proyectos vitales.

2.- Nuestra “dos mentes”

Vamos a detenernos en algunos “descubrimientos” tan recientes como antiguos,


que podrían darnos luz sobre un cierto vacío de nuestras búsquedas de desarrollo
espiritual.
Desde hace un tiempo en neuro ciencia, y últimamente en pedagogía, se habla
mucho de nuestras “dos mentes”, asociándolas a la “mente racional” y la “mente
emocional”.
Esto tiene su base en una constatación biológica: los dos hemisferios cerebrales2.
El “hemisferio izquierdo” se dedica a procesar la información, ordenarla, analizarla; trabaja
con el pensamiento inductivo y deductivo; es la sede del lenguaje. El hemisferio derecho,
contando con la misma información, la procesa de otro modo: es global, intuitivo,
simbólico.
Mientras el hemisferio izquierdo procesa la realidad, para ordenarla y capacitarnos
a comprenderla, el hemisferio derecho simplemente…se detiene y la contempla,
obteniendo una forma de percepción profunda y armónica.
En el cultivo del intelecto, ambos hemisferios son necesarios por igual.
Necesitamos de la inducción y la deducción, pero también de la intuición. Necesitamos
miradas analíticas y parciales, pero también clamamos por miradas globales. Necesitamos
razón y emoción.
No cabe duda de que, en Occidente, hemos privilegiado y potenciado el
“hemisferio izquierdo”, nuestra “mente racional”. En las últimas décadas, sin embargo, al
constatar las carencias del desarrollo personal que eso trajo como consecuencia a
nuestras culturas, distintas Universidades y Escuelas de todo tipo (desde la biología, la
psicología, la filosofía, la pedagogía…) han comenzado a tomarse más en serio y
“explorar” el hemisferio derecho, como si fuese el “gigante dormido” de nuestras
posibilidades humanas.
Oriente, por el contrario, ha realizado, y va realizando, un proceso inverso, lo cual
posibilita un “encuentro de perspectivas” muy alentador.

2 La dra. Jill Bolte Taylor, neuroanatomista, en un video conmovedor que puede apreciarse en
Internet, da cuenta de una experiencia muy potente que le tocó vivir, única por tratarse de una
médica especialista en neurociencia: la “anulación” momentánea, por un accidente cerebro
vascular, de su hemisferio izquierdo. Lo que vivió, concientemente, fue una experiencia de
“hemisferio derecho” muy decisiva para su historia personal. La sensación de “unión con todo”, de
paz, de armonía y profundidad que relata, tiene mucha similitud a los relatos de los “místicos
cristianos”, al “nirvana” y a la “iluminación”. Puede verse su relato subtitulado en español en: parte
1 http://www.youtube.com/watch?v=pl1TLsOYahw. Parte 2
http://www.youtube.com/watch?v=Ijz7L6KrJQE&feature=related . Algunas corrientes científicas e
incluso espirituales han buscado, con drogas o tecnología, “provocar” estas experiencias,
causando resultados bastante perniciosos en las personas, lo cual prueba, por un lado, que a los
niveles más altos de la espiritualidad se arriba por cultivo y no a la fuerza; y, por otro, que no se
trata de “anular” el hemisferio izquierdo sino de desarrollarlo en forma armónica con el derecho.
2
Si esta realidad tiene consecuencias en todas las áreas del crecimiento humano,
¿cómo no habría de tenerlas también en el desarrollo espiritual?

3.- Hacia itinerarios más profundos e integradores: narrar y contemplar

Este tiempo que vivimos es tecnológico, cambiante, veloz, sistémico, emocional y


sensorial. Los procesos de desarrollo espiritual deben ser capaces de asumir toda esa
“vorágine” de un modo armonizador, y a la vez ayudar a las personas a “unificar” su vida
desde un “centro” tan profundo como dinamizante. No es que “cambie” Dios, pero
indudablemente, necesitamos “educarnos” para el encuentro con él de un modo nuevo3.
Quisiéramos proponer, como perspectiva global de los procesos actuales de
“pedagogía de la fe”, una cierta “fórmula” que englobe los dos movimientos necesarios
para un desarrollo espiritual progresivo e integrador: NARRAR y CONTEMPLAR.

NARRAR: es la capacidad de ir “nombrando” la vida, las experiencias personales,


los sentimientos, los hechos…. Los jóvenes de hoy, capaces de hacer tantas cosas a la vez,
y de transitar por “sitios” (reales y virtuales) tan diversos, necesitan los espacios narrativos
como “lugares” de apropiación de su vida y sus experiencias. Narrar es, simplemente,
“contar la vida”. Para que una narración sea completa necesita abordar tres polos de la
experiencia humana: sentimientos- pensamientos- conducta.
De modo que “ayudar a narrar”, por ejemplo en el acompañamiento personal, será
acompañar a los jóvenes (o adolescentes o adultos) a “recorrer el territorio” de sus
experiencias pasando por esos tres relieves fundamentales.
Se “narran” las experiencias pasadas y presentes, para asumirlas, apropiarse de
ellas, sanarlas… Se narra el futuro (en forma de sueños o de temores) para “reconocerse o
no” en él y prepararse a él.
La narración puede ser oral o escrita. Pero también se “narra” a través del dibujo,
la música, la poesía, la expresión corporal… Cada persona tiene “su” modo particular de
apropiarse de su experiencia.

La NARRACIÓN tiene otra veta muy importante, que es “encontrarse en


narraciones”. O sea, sentir que la propia vida “está contenida” en relatos inspiradores y de
sentido. Cuando uno “se encuentra” en un relato siente que su vida es parte de un “algo”
más amplio, profundo y contenedor. En ese sentido,
la Palabra de Dios, como Relato Salvífico, tiene
mucho que decir al alma humana. Así, por ejemplo,
la curación que Jesús hace de un ciego “nos habla” a
nuestras propias cegueras, dándoles sentido y
esperanza; el Misterio de la Cruz o la Resurrección
“sostiene” nuestros dolores y pérdidas, etc.
Narrar, si bien es una actividad (como todas)
de la totalidad de la persona humana, y si bien exige
una “escucha” también de las emociones, intuiciones y sueños, es, principalmente, una
actividad del “hemisferio izquierdo”.

3
En las culturas rurales, por ejemplo, persiste aún una cierta capacidad natural de contemplar. En las
culturas urbanas o suburbanas, post- industriales y tecnológicas, se hace necesario “educar” esa capacidad.

3
CONTEMPLAR: el “gigante dormido” en la modernidad occidental (no así en la
tradición sagrada de todas las religiones, donde ha sido siempre la “clave” de los místicos)
es la CONTEMPLACIÓN. ¿Qué es contemplar?

Contemplar no es tanto
mirar, cuanto “ser mirado”. Es
abrirse al misterio desde
la intuición de su globalidad,
desde el “silencio” de la razón y
la calma de los sentidos 4.

En el campo de la
espiritualidad, contemplar es
“reposar” en una suave
conciencia de la presencia de
un Otro (con mayúsculas) que
habita lo profundo de nosotros
mismos y de toda realidad, que
contiene y alienta la vida. No
para pedirle algo, menos para entenderlo; ni siquiera para “obedecerlo”, en el sentido de
que en ese momento Él “tenga que decirnos lo que debemos hacer”.

Es más bien la presencia serena y confiada ante aquella Presencia que, de modo
quizá imperceptible, irá modelando nuestro corazón como en el origen, a su imagen y
semejanza. Es un “no hacer” muy potente, porque es dejar que Él pueda “hacer” con
libertad en nuestra alma.
No es “eficiente”. No es “productivo” …. De hecho, la oración contemplativa puede
parecer inútil…. Pero si perseveramos en ella, “algo” se va transformando en nosotros, al
punto que podemos percibir claramente, en nuestra mirada, en nuestros gestos y
actitudes, incluso en nuestra energía para vivir, de cuán “útil” y fecunda es5.

Para educar la contemplación se necesita entrenar algunas habilidades mínimas


pero indispensables, vinculadas fundamentalmente a la postura corporal y la respiración.
Normalmente se enseña a los niños y adolescentes a hablar, a caminar, a leer y escribir, a
razonar… Últimamente la pedagogía también se ha ocupado de la educación física y de la
“alfabetización emocional”.
¡Pero casi nunca nos enseñan a respirar! Y la respiración es clave para lograr
armonía entre las dimensiones física- psíquica y espiritual. Cuando un bebé nace, lo que
todo el mundo espera es que “respire”; y el último acto de nuestra vida es una
“expiración”. La palabra “espíritu”, en su etimología, tiene relación con “aliento”,
“inspiración”.

4 Resulta llamativo encontrar cantidades considerables de jóvenes en experiencias (religiosas o


no) que cultivan esta “veta” de la contemplación y la meditación profunda. Sólo por citar dos
ejemplos, entre las religiones, podríamos mencionar Taizé; en espacios no explícitamente
religiosos, El Arte de Vivir.
5 Muchas de las celebraciones que hacemos en encuentros con jóvenes tienen esta perspectiva

de “preparar a la contemplación”, al apelar a lo simbólico, lo gestual, el canto, la interiorización.


Sin embargo, quizá nos falta el espacio sereno y prolongado de silencio invocante que complete
el proceso.
4
Todas las escuelas de oración profunda y de contemplación (también las de
tradición cristiana y católica) dan a la respiración un lugar relevante. Se trata de respirar
en forma conciente, regular, profunda…dejando que lentamente, y de modo casi
imperceptible, se vaya serenando el cuerpo, se integren los afectos y se aquiete la mente,
lo cual va dejando “todo el ser” dispuesto para un encuentro.
Ella no “provoca” la experiencia de Dios. Dios Es, Dios está…Pero sí prepara al
hombre para un nivel de conciencia más hondo, donde puede abrirse al Misterio Divino6.

En la contemplación se halla también placer. No el placer hedonista o aditivo, que


siempre pide “más” sin llenar nunca lo profundo, sino la dulce sensación de una “paz
oceánica”7 que nos permite “saborear” la vida, incluso en sus más sencillas
manifestaciones.

En forma graduada, y con mediaciones muy específicas, quizá haríamos bien en


favorecer una educación espiritual de niños, jóvenes y adultos, desarrollando de modo
complementario estos dos movimientos: narrar y contemplar. Eso permitiría, quizá,
armonizar mejor “acción y receptividad”, “trabajo y gratuidad”, “experiencia y globalidad”,
“razón y afecto” …8

6
Las “purificaciones” de Santa Teresa y San Juan de la Cruz son “noches” de los sentidos y del
espíritu, o sea, experiencias de silenciamiento para dar lugar a la Presencia desnuda, honda y total que
sostiene la vida. La contemplación de San Ignacio de Loyola es un ejercicio claramente “de hemisferio
derecho” (“gustar y sentir, más con el corazón que con la razón” … “saborear más que pensar mucho”). Los
místicos de nuestra tradición cristiana han encontrado esta “clave” de la contemplación como camino de
crecimiento espiritual. Quizá la “novedad” de este tiempo es que esta sed de lo contemplativo está mucho
más presente en la gente (incluso no religiosa) que en otros tiempos.

7 Muchos maestros de espiritualidad mencionan esta experiencia. Entre los católicos, y en


la pastoral juvenil, podemos mencionar al Padre Tonelli, teólogo y pastoralista salesiano.

8
No se trata de proponer “una nueva moda” que reemplace nuestras prácticas pastorales o
espirituales. Se trata, posiblemente, de complementarlas y resignificarlas desde esta clave. Por dar un
ejemplo extremo: no se trata de desvalorizar la Eucaristía, como celebración culminante del Misterio Central
de nuestra fe. Pero quizá se trate de “celebrarla” de un modo pleno, favoreciendo de modo personal y
comunitario un aprovechamiento real y profundo de los momentos de “narración y contemplación” que esta
liturgia ya contiene: silencio, expresión de la propia vida, encuentro con la Palabra, Adoración… Lo mismo
podría decirse de los momentos de oración y celebración, y hasta de las prácticas más “tradicionales”, como
por ejemplo el Rosario, que, en su origen, es una oración profundamente contemplativa.

5
4.- Un elemento innegociable del crecimiento espiritual.

Para finalizar, hay un elemento que no puede estar ausente, sin el cual se abortan
los mejores procesos de desarrollo humano y despliegue espiritual, en cualquier ámbito
de la vida.

El crecimiento espiritual es un regalo de Dios, sin duda, pero también es el “fruto”


de años de la decisión y la perseverancia, que nos disponen a recibir ese regalo.

Recordemos aquella historia del niño que vendía agua, en una estación de trenes de
la India. Cuando se acercó a un hombre, éste le preguntó:
- ¿A cuánto vendes el agua?
- A diez pesos, señor- respondió el niño
- Te doy siete- dijo el hombre, con evidente deseo de regatear el precio.
El niño se dio vuelta y continuó su oferta a otros viajantes. El hombre, molesto, le
reprochó que aún no hubiera terminado de negociar. A lo que el niño le respondió:
- Señor, yo a usted no le voy a vender agua, porque usted no tiene sed. Si
tuviera sed, no regatearía el precio.

En cualquier ámbito de la vida (deportivo, intelectual, empresarial, etc.) hay un


“precio que pagar” si uno deseo desarrollarse y crecer. Y ese precio no es tanto intenso y
agotador cuanto sistemático y fiel. Se llama DISCIPLINA, y sin ella difícilmente se alcanza
desarrollo alguno, en el nivel de la identidad que sea.

En nuestra “educación espiritual” tal vez tengamos que revalorizar este aspecto.
Necesitamos ritos comunitarios semanales y prácticas individuales diarias, vividas desde
esta clave de narración y contemplación. Breves y sencillas, pero auténticas, sistemáticas y
constantes.

En nuestros procesos educativos y pastorales, tendremos quizá que reflexionar y


volver a proponer a las y los niños, adolescentes, jóvenes, adultos, esas “prácticas” simples
y profundas que les permitan, diariamente, cultivar su “vínculo” con el “Misterio”, con lo
Sagrado.

Deberemos hacerlo incorporando todo lo que los últimos años hemos


redescubierto y valorizado: la experiencia, la encarnación, el Dios que no nos habla “alto y
lejos” sino en la vida, en los jóvenes, en el dolor, en la fiesta y en la magia de la
fraternidad.
Pero todo eso, necesitará espacios de narración donde “contarnos” y contarle a
Dios nuestra vida, espacios de lectura de su Palabra para “encontrarnos” en el relato
cristiano, y espacios de silencio y contemplación para abrirnos a esa Presencia Amorosa
que nos contiene e inspira.

Si miramos otras épocas, hemos ganado en transparencia; y eso sin duda nos
permite situarnos ante Dios de un modo más auténtico y genuino. Pero fallamos a la hora
de sostener esa transparencia delante de Él, confiando en su Amor sanador, en su trabajo
sereno y profundo que se abre camino en nuestra alma.
La paciencia y la disciplina son dos virtudes poco promocionadas actualmente,
pero son la “indispensable parte nuestra” en el camino espiritual. Proponer caminos de

6
espiritualidad sin hablar de esta dimensión de la disciplina, es, en algún punto, estafar a
los jóvenes.

A modo de “no conclusión”, para seguir rumiando:

Muchas veces hemos sospechado de espiritualidades desconectadas de la


experiencia, como quien cultiva la relación con lo sagrado realizando un “by pass
espiritual”. También comprobamos, en ocasiones, que los procesos de desarrollo espiritual
excesivamente narrativos y experienciales carecen de vuelo, y terminan en ocasiones siendo
un interminable culto al ego…
Quizá explorando esta perspectiva experiencial/ trascendente, NARRAR Y
CONTEMPLAR, podamos hacer los caminos necesarios para desarrollar una espiritualidad
profunda y significativa para las y los jóvenes (¡y adultos!) de nuestro tiempo.

Juan Ignacio Fuentes

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