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El documento distingue entre el agente de la falta, el objeto de la falta y la falta misma. Explica que para un niño pequeño, la frustración no se relaciona con objetos reales que pueden faltar, sino que la falta es imaginaria. Además, la frustración se debe a demandas ilimitadas para restaurar un yo completo. Finalmente, la alternancia de presencia y ausencia de la figura paterna o materna le da una dimensión simbólica al agente de la frustración.
El documento distingue entre el agente de la falta, el objeto de la falta y la falta misma. Explica que para un niño pequeño, la frustración no se relaciona con objetos reales que pueden faltar, sino que la falta es imaginaria. Además, la frustración se debe a demandas ilimitadas para restaurar un yo completo. Finalmente, la alternancia de presencia y ausencia de la figura paterna o materna le da una dimensión simbólica al agente de la frustración.
El documento distingue entre el agente de la falta, el objeto de la falta y la falta misma. Explica que para un niño pequeño, la frustración no se relaciona con objetos reales que pueden faltar, sino que la falta es imaginaria. Además, la frustración se debe a demandas ilimitadas para restaurar un yo completo. Finalmente, la alternancia de presencia y ausencia de la figura paterna o materna le da una dimensión simbólica al agente de la frustración.
Estos tres términos se especifican a partir de una distinción entre el agente
de la falta, el objeto de la falta y la falta misma como una operación.
Así, Lacan sostiene que para el niño pequeño, incluso en un tiempo previo al proceso edípico, no se sitúa la frustración con relación a los objetos reales que pueden faltar. La falta misma, en la frustración, es imaginaria. De hecho, la frustración es el dominio de demandas ilimitadas, sin duda porque acompaña al siempre vano intento de restaurar un yo completo, sobre el modelo de la plenitud de la imagen del cuerpo. Pero no podemos parar ahí. En el mundo humano, donde el niño constituye su deseo, la respuesta es cantada por otro, otro paterno o materno que da o se niega, y primero da o rechaza su presencia. Es esta alternancia de presencia y ausencia, formalizable como una alternancia de más y menos, de 1 y 0, lo que da al agente de la frustración su dimensión simbólica. Agente de la falta, el objeto de la falta y la falta misma. Esta falta situada en la lengua se conecta con otra, con las pulsiones parciales, con la Pérdida que sufre el viviente, con la imposibilidad de la zona erógena de flexionar sobre sí. Estas faltas convergen. Mientras la relación al lugar del significante faltante no se sitúe -mientras el Otro no esté marcado-, y esto es lo que permite que haya sujeto, el cuerpo abastece la relación faltante. Es la razón, si se quiere, del juego.