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La envolvente de los edificios/ parte III

1. Fachada
2. La pared
3. Condiciones generales
3.1. Resistencia
3.2. Estabilidad
3.3. Aislamiento térmico
3.4. Aislamiento hidrófugo
3.5. Aislamiento acústico

1. Fachada

La fachada se compone de dos elementos fundamentales: las partes


ciegas y las aberturas, que constituyen una unidad de carácter dual y cuya
relación es trascendental para el funcionamiento del conjunto.

La parte ciega es opaca, pesada e intraspasable, mientras que las


aberturas deben resolver los requisitos de las vistas, iluminación natural y
la ventilación, atendiendo a los aislamientos térmicos y acústicos; el muro
cortina es un caso particular de cerramiento ciego transparente.

2. La pared

Desde la antigüedad el hombre luchó por vencer el medio hostil que lo


rodeaba y, una vez salido de las cavernas naturales, construye las primeras
estructuras constituidas por la mampostería ciclópea en seco, antecesora
de todas las realizaciones de mampuestos pétreos.

Stonehenge (Inglaterra)
Más tarde, cuando las herramientas permitieron labrar la tierra, nació la
mampostería en seco de piedras escuadradas sin mortero en las juntas.

Micenas (Grecia) Sacsayhuamán, (Perú)

Pero pronto se aprovecharon las ventajas que ofrecían los morteros, que
aseguraban la estabilidad sin necesidad de incrementar el espesor.

Posteriormente aparece el ladrillo, el que puede considerarse el primer


material creado por la inteligencia del hombre; con este elemento, los
constructores de antaño levantaron paredes que constituían trabajos de
artesanía, cuya técnica se ha transmitido de generación en generación
hasta nuestros días. A pesar de que factores económicos exigen en la
actualidad un replanteo del problema, la pared de ladrillos sigue teniendo
vigencia porque su uso milenario y las evidentes bondades de las
condiciones que presenta, han hecho que se ganara la confianza del
público, especialmente si en su ejecución se emplean métodos
racionalizados que permitan desarrollar el trabajo en tiempos mas breves,
y lograr consecuentemente ventajas económicas.

Para nuestro estudio, consideramos a la pared como una unidad


estructural cuya misión es limitar el espacio arquitectónico, por lo que
constituye un elemento generador de espacios.

Cualquiera sea el material de ejecución, cualquiera sea la disposición con


que se ordene este material y cualquiera sea la técnica empleada en su
realización, una pared debe cumplir una serie de requisitos o condiciones
generales que el proyectista debe conocer para lograr la elección
adecuada.
Habiéndonos referido a una pared sin especificación de material,
tomaremos como ejemplo el tradicional muro de ladrillos, ya que a través
de su análisis y con el conocimiento de las propiedades de nuevos
materiales de construcción, será posible diseñar paredes que satisfagan
los requerimientos funcionales actuales, con ventajas sobre los materiales
y métodos tradicionales.

3. Condiciones generales

Las condiciones generales que deben cumplir las paredes son las
siguientes:

 Resistencia
 Estabilidad
 Aislamiento térmico
 Aislamiento hidrófugo
 Aislamiento acústico

3.1. Resistencia

Es ésta una condición importante que debe cumplir toda pared ya sea esté
destinada a recibir y transmitir cargas, o a satisfacer requerimientos de
simple cerramiento, en cuyo caso deberá autosoportarse. Antiguamente
no requería especial atención esta condición, ya que los espesores usuales
satisfacían holgadamente las exigencias de cargas. Hoy en día, atendiendo
a la necesidad de obtener beneficios en la economía, puede resultar de
interés ajustar la capacidad resistente a lo estrictamente necesario.

Para conocer la capacidad resistente de una pared es necesario recurrir a


los laboratorios de ensayos. Pero es evidente que los elementos que serán
juzgados en ese ámbito, distan mucho de presentar las condiciones
observadas en la realidad; debido a ello, los resultados obtenidos deben
ser modificados por un coeficiente de pasaje del laboratorio a la realidad.

Es común asignar al ladrillo de mano una resistencia a rotura por


compresión de 70 kg/cm², pese a lo cual los reglamentos técnicos no
permiten superar tensiones de 6 kg/m², lo que indica que se adopta un
coeficiente de seguridad de aproximadamente 10.
Éste puede parecer alto, pero obedece a que la pared se construye con
ladrillos no perfectos en su totalidad, y muchos elementos pueden afectar
la resistencia del conjunto, como la resistencia del mortero de asiento, la
traba de los ladrillos, posibles deficiencias de la mano de obra, etc.

Una pared es un complejo formado por ladrillos y mortero. El ladrillo


puede definirse como un pétreo artificial, pequeño, generalmente
paralelepípedo, que se fabrica en grandes series utilizando tierra arcillosa
como materia prima.

Los ladrillos generalmente empleados para soportar cargas son los


llamados macizos comunes o de mano, cuyas dimensiones son
aproximadamente 26 a 27 x 12 a 13 x 5 a 6 cm., límite dimensional que
viene de la necesidad de que el albañil pueda asirlo para su colocación con
una sola mano, utilizando la otra para repartir el mortero con la cuchara.
Su peso aproximado es de 3kg; según la norma IRAM, el control de
recepción y calidad exige condiciones como aspecto, regularidad de la
forma, aristas vivas, homogeneidad y regularidad de dimensiones, sonido
metálico y coloración uniforme.
Si bien la resistencia a la compresión de un ladrillo nos permite opinar
sobre la calidad de la materia prima y sobre los procesos de fabricación y
es un indicio sobre la resistencia de la pared que con ellos puede
construirse, no nos autoriza en cambio a juzgar su posible
comportamiento en otros aspectos (porosidad, aislamiento, etc.).

Es razonable que con el solo conocimiento de la resistencia del ladrillo no


sea posible determinar la resistencia de la pared, ya que intervienen otra
serie de variables, como la dosificación del mortero, espesor de juntas,
calidad de mano de obra, etc.

La relación existente entre la resistencia a compresión del muro y la del


ladrillo aisladamente se conoce como rendimiento de la mampostería, y se
expresa porcentualmente, siendo lógicamente menor a la unidad.

En estudios realizados en el L.E.M.I.T. con pilares extraídos de la Catedral


de La Plata, construidos con ladrillos que individualmente rompían a 70
kg/cm², se llegó a la rotura con tensiones de 20 kg/cm².

El otro elemento que integra la pared es el mortero, cuya función es unir a


los ladrillos entre sí para conformar un conjunto monolítico. Además,
iguala las irregularidades de los ladrillos de modo de evitar la
concentración de las cargas y transmitirlas uniformemente a la hilada
inferior; se ve claramente que, al formar parte del conjunto, el mortero
deberá ser lo suficientemente resistente para soportar las cargas
impuestas sin que signifique un punto débil en la resistencia del muro. A
su vez, debe tener una consistencia tal que permita manejarlo con
facilidad.

El mortero de asiento de mampostería no ostenta una característica


general sino que, por el contrario, variará en resistencia, porosidad,
índices de aislamiento, etc.; circunstancias que están influenciadas por la
naturaleza y cantidad de aglomerante, de inerte y del agua de amasado.

Como aglomerante, es común utilizar la cal hidráulica, el cemento o la


mezcla de cemento y cal aérea.

El agrietamiento raramente se produce por las cargas aplicadas, sino por


el movimiento de las diferentes partes de la estructura por el asiento de
los cimientos o por cambios térmicos.
Con morteros rígidos y resistentes, las grietas se desarrollan entre
mortero y ladrillo, y fácilmente se agrieta éste último; en cambio, con
morteros menos rígidos, éstos tienen la posibilidad de ceder en alguna
medida para absorber los movimientos, evitando así las fisuras.

Respecto al árido, se suele menospreciar la parte que le corresponde en la


resistencia del mortero. Sin embargo, la calidad de la arena tiene una gran
influencia sobre la del mortero; si tiene granos redondeados, tendrá
mayor plasticidad y mayor resistencia al requerir menor cantidad de agua
de amasado debido a su mayor movilidad interna.

La máxima compacidad de las arenas otorga la mayor resistencia, de


modo que habrá que tratar que el total de huecos que dejan entre sí los
granos sea el menor posible, así como deberá ser mínima la superficie
total de los granos, lo que se obtiene empleando arenas del mayor
diámetro de granos que nos permita la estructura a realizar.

En relación al agua, lo que importa es la cantidad, ya que su exceso


produce la disminución de la compacidad y por ende de la resistencia del
mortero, pero su escasez sumada a la que normalmente absorberán los
ladrillos, puede perturbar el proceso del fragüe del aglomerante.

En resumen, en la resistencia de la pared toman parte decisiva los dos


componentes señalados, es decir, el ladrillo y el mortero. Pero la
participación de estos elementos no es independiente; hay una
vinculación que obliga a emplear un mortero determinado cuando se
utilizan cierto tipo de ladrillos, y si no cumplimos con esto, estaremos
desperdiciando parte de la capacidad resistente de uno o los dos
materiales.

Hay dos factores que tienen importancia en dicha resistencia: el aparejo y


la altura.

Las juntas verticales no admiten ningún esfuerzo apreciable,


constituyendo un punto débil del conjunto; esto se comprueba
experimentalmente pues es precisamente allí donde aparecen las
primeras fisuras.
Por un lado, las juntas de asiento deben ser lo menor posible en beneficio
de la resistencia del muro; por otro, los ladrillos alabeados o con superficie
con muchas desigualdades exigen una junta amplia para evitar
concentración de esfuerzos.
Así pues se debe llegar a una solución de compromiso entre estas
variables, de modo de obtener la mayor resistencia del muro.

En cuanto a la influencia de la altura, se ha comprobado en ensayos que


pilares de 3 m. de altura e igual sección que otros de 1 m. de altura, tienen
una resistencia del orden del 70 %. Se estima que no existe peligro de
pandeo si la relación entre altura y espesor es aproximadamente 10.

Se denomina aparejo a la distribución topológica de los ladrillos en un


plano cumpliendo las siguientes reglas: las juntas verticales deben quedar
interrumpidas en cada hilada por solapes no menores a la mitad de una
soga, y los ladrillos no deben cortarse en una dimensión inferior a mitad
de soga.

De acuerdo a ensayos realizados con distintos aparejos, morteros y


espesores de junta, se observa que el aparejo prácticamente no incide en
la resistencia del muro, que a mayor calidad de mortero mayor resistencia
y que ésta se maximiza con juntas de 10 mm. de espesor.
Dicha junta puede ser enrasada, rehundida, matada superiormente; no se
recomiendan juntas salientes, ni matadas inferiormente ni rehundidas
más de 5 mm para evitar la penetración de agua a través de ellas.

Hasta aquí nos hemos referido a los valores de resistencia de rotura por
compresión; resulta obvio que no es posible el aprovechamiento de un
muro con cargas que produzcan esas tensiones, pues nos encontraríamos
frente al colapso de la estructura. Por otra parte, existen imponderables
como la calidad de la mano de obra, fallas en los materiales, etc., que
obligan a adoptar un coeficiente de seguridad que deberá afectar al valor
de rotura; de este modo, obtenemos la tensión de trabajo o admisible.

Así obtenemos, con el mencionado coeficiente de seguridad igual a 10, las


siguientes tensiones admisibles:

mampostería de ladrillos comunes 6 kg/cm²


mampostería de ladrillos prensados 8 kg/cm²
mampostería de ladrillos reprensados 10 kg/cm²

En definitiva, la pared es una estructura que en función resistente


resuelve un problema tensional, fundamentalmente por solicitaciones de
compresión, comportamiento que corresponde –por otra parte- a todo
tipo de pétreo ya sea natural o artificial, como en este caso los ladrillos y
el mortero.
3.2. Estabilidad

Si bien anteriormente analizamos la resistencia del muro sometido a


solicitaciones de compresión, a partir de una cierta altura se produce una
solicitación adicional que produce la curvatura de su eje longitudinal
fenómeno que se denomina pandeo y es en definitiva una flexión lateral.

Este fenómeno produce dos consecuencias:

1. como ocurre en la flexión, se generará una zona de compresión, que


encontrará una respuesta adecuada en la mampostería de ladrillos,
y otra zona de tracción que el material no tiene capacidad de
absorber;

2. existe la posibilidad que, en virtud de la deformación, el baricentro


del volumen se proyecte fuera del polígono de sustentación.

Ambas circunstancias constituyen una situación de inestabilidad


sumamente peligrosa.

Resulta entonces que, aunque la resistencia a la compresión lo permitiera,


no es posible sobrepasar ciertos límites en la relación entre espesor y
altura. Dicha relación se denomina coeficiente de esbeltez, y para el caso
de la pared de ladrillos se ubica entre valores de 10 y 15.

Aparece otro concepto diferente de la resistencia propiamente dicha,


llamado estabilidad. La falta de esta condición puede provocar la caída de
la pared aunque las cargas actuantes originen tensiones inferiores a las
admisibles de compresión.

La pérdida de la estabilidad puede producirse no solo por inadecuada


esbeltez de la estructura, sino también por la acción de cargas laterales
capaces de producir el volcamiento de la pared, ya que en la sección
crítica (plano de empotramiento) se producen tensiones de tracción que le
material no admite.
El aumento de volumen en los planos inferiores incrementa el peso
propio, constituyendo una componente que tiende a verticalizar la
resultante y contribuyendo a asegurar la estabilidad. Otras veces se
recurre a plantas de forma ondulada o quebrada, obteniéndose la
estabilidad con independencia de la superficie de la sección transversal.

Hasta aquí hemos considerado las cargas como uniformemente


distribuidas, pero frecuentemente las cargas no son uniformes a lo largo
de la pared. A su vez, el terreno generalmente no es una estructura rígida
y las cargas producirán una deformación del mismo, con una magnitud
variable en función de las intensidades de aquellas. Esto produce una
deformación de la pared que corresponde a una solicitación de flexión,
que producirá la rotura de las zonas traccionadas.
Muchas veces las cargas actúan de abajo hacia arriba, cuando la paredes
apoyan sobre terrenos integrados pos arcillas de actividad de
hinchamiento apreciable.

El fenómeno de contracción y expansión de algunos suelos arcillosos al


variar su contenido de humedad se produce debido a que, en los meses de
verano, se produce el secado de los suelos que circundan al edificio. Esta
pérdida de humedad no es uniforme, dado que –a igualdad de otras
condiciones- depende de la protección exterior y de la exposición a la
radiación solar, siendo mayor bajo muros que dan a un jardín que en los
muros protegidos por veredas, como así también mayor bajo muros
orientados al NE que al SO. Consecuentemente, se producirán descensos
no uniformes que raramente producirán roturas, ya que el movimiento es
lento y la mampostería se adapta bastante bien a ellos.

En cambio, las expansiones por absorción de humedad se producen con


gran rapidez y, si la arcilla es activa, liberando presiones mayores que las
debidas al peso de la pared, lo que produce su levantamiento no uniforme
y un esquema de rotura simular al detallado anteriormente. Es común que
se generen presiones de hinchamiento de 3 a 4 kg/cm², habiéndose
medido en la Pcia. de Buenos Aires valores de hasta 10 kg/cm².

La absorción de humedad proviene generalmente por infiltración de agua


de lluvia, por capilaridad si la napa freática está muy próxima y los suelos
son permeables, y por migración térmica del vapor de agua contenido en
la masa del suelo que se desplaza de la zona más templada a la más fría.
Estas posibilidades se manifiestan con mayor intensidad a las
profundidades usuales de fundación de edificios reducidos, que
generalmente no sobrepasan de 1,20 m.
3.3. Aislamiento térmico

Un adecuado índice de aislamiento térmico de las estructuras de


cerramiento ofrece beneficios muy valiosos, ya que contribuye al
mantenimiento de un microclima que asegura condiciones de confort, es
decir, sensación de bienestar psicofisiológico e implica ventajas
económicas en lo que se refiere al consumo de energía necesaria para
alcanzar las condiciones aconsejables.

El organismo humano es capaz de acomodar su funcionamiento a


condiciones ambientales muy dispares, pero indudablemente esta
adaptación la consigue a expensas de una sensación de incomodidad
tanto más acusada cuanto mas lejos se halle de la zona de neutralidad
termal, con temperaturas entre 18ºC y 24ºC y a una humedad relativa del
ambiente del 50%.

Pero la sensación de confort no depende solamente de la temperatura y la


humedad relativa, sino que está ligada a otros factores como la velocidad
del aire, forma en que se produce la cesión de calor, sensación de pared
fría, y calidad del aire.

Los propósitos que se persiguen con el aislamiento térmico de las paredes,


son los siguientes:

 evitar fugas de calor


 evitar ganancias de calor
 controlar la condensación sobre superficies y dentro de las
estructuras
 crear temperaturas superficiales adecuadas para el confort

Para dar solución a este problema pueden seguirse dos caminos: mediante
el uso de materiales comunes, que actuarán por espesor, que podrá
reducirse mediante el empleo de materiales de mejores condiciones
aislantes; y mediante el uso de materiales y disposiciones adecuadas, en
que se puede lograr alta eficacia con reducido espesor.

La transmisión térmica entre los edificios y el exterior se realiza por


radiación, por convección y por conducción, aunque fundamentalmente
mediante los dos primeros mecanismos.
La transferencia de calor por radiación no necesita un material intermedio
entre la fuente y el cuerpo que lo recibe, ya que se transmite mediante
ondas electromagnéticas.

La transferencia por convección se realiza entre el cuerpo emisor y el aire


que lo rodea, de modo que las moléculas deben poder desplazarse, lo que
excluye a los sólidos de este tipo de transferencia. Usualmente, la parte de
energía que se transfiere por convección solo llega a ⅓ o ¼ del total, de
modo que su cálculo se realiza con expresiones aproximadas, debiéndose
tener en cuenta la posición de la superficie y la dirección del flujo calórico,
aspectos que no inciden en la radiación.

La transferencia por conducción se realiza de molécula a molécula, sin


movimiento de materia; esto implica contacto molecular, privativo de
líquidos o sólidos.

El requisito para que tenga lugar esta transmisión de calor es que exista
diferencia de temperatura, lo que implica el sentido del flujo generado. En
tales condiciones, la cantidad de calor que pasará dependerá de las
características físicas del material, especialmente su porosidad. Dichas
características determinan el grado de conducción y que denominaremos
coeficiente de conductibilidad λ; obviamente si es elevado el material será
buen conductor y el material permitirá el paso de mayor cantidad de
calor.

Oscila entre más de 400 kcal/m.h.ºC correspondiente a la plata, y 0,02


kcal/m.h.ºC correspondiente al aire seco en reposo. Llamamos materiales
aislantes a los que tienen coeficiente de conductibilidad λ<1 y conductores
a aquellos en que λ>1.
Según Fourier: Q= λ A (t2 - t1) h / e

Para un ladrillo común, A será la superficie de la cara del mismo, mientras


que para un ladrillo hueco será la sección de los nervios transversales. En
cuanto al factor h, lo obviaremos ya que tomamos la cantidad de calor que
pasa por unidad de tiempo.

La transferencia total de calor involucra la cedida por conducción,


convección y radiación. Desde el punto de vista de la conducción,
convendrá que el material tenga poros grandes, mientras que por
convección, convendrán poros pequeños. Se verifica que la mayor parte se
transfiere por radiación, luego por convección y por último por
conducción.

Transmisión de calor a través de un muro

Asumimos un régimen permanente de temperaturas y que la temperatura


interior es mayor que la exterior, correspondiente al invierno. La energía
térmica pasará del ambiente de mayor al de menor temperatura.

El calor del ambiente interno llega al paramento interno 1 por radiación


(emitida por los sólidos internos) y por convección (producida por el
medio gaseoso interior). Alcanzado el paramento 1, llega al 2 por
conducción; y luego al medio externo nuevamente por radiación y
convección.
Para el cálculo se utiliza el coeficiente de permeabilidad térmica α de los
paramentos, que involucra tanto la convección como la radiación y se
determina de manera empírica, en función de la diferencia de
temperatura entre el paramento, el aire y el resto del contorno sólido que
emite y recibe radiación del paramento; también inciden la velocidad del
aire y el tipo de terminación superficial.

La cesión de calor del ambiente interno al paramento (o viceversa)


depende de la diferencia de temperatura entre ambos y de la velocidad de
aire; se evalúa mediante el coeficiente pelicular α que da una idea de la
permeabilidad térmica del paramento.

Según DIN:

Situación superficie α 1/α


Superficie interior con ventilación natural 7 0.14
Exteriores con velocidad viento 2 m/seg 20 0.05

Mientras que las normas americanas corrigen este valor según las distintas
velocidades del viento, correspondiendo α=9 a 0,2 m/seg, hasta α=45 con
viento de 10 m/seg.

Dentro del muro, la conducción depende del coeficiente λ y del espesor


del mismo, con el término λ/e.

La inversa de α es la resistencia térmica opuesta al pasaje del calor. Se


acostumbra trabajar con la resistencia térmica total (1/K), que resulta de
la suma de las impermeabilidades parciales.

1/K = 1/αi + e/λ + 1/α e

K= coeficiente de transmisión total

Si el muro no fuese homogéneo, constituido por capas de distintos


materiales, la expresión resulta

1/K = 1/αi + e1/λ1 + e2/λ2 + … + en/λn + 1/α e

En la proximidad de los paramentos se produce una corriente de aire que


genera una turbulencia, siguiendo la variación de temperatura una ley
curva, e inmediatamente lo hace de manera lineal.
La norma IRAM estipula tres niveles de aislación térmica (A, B y C); el B es
el exigido por la ley 13059 vigente en la Pcia. de Buenos Aires, con un K
máx= 1.

Muro con cámara de aire

Analicemos que ocurre si tenemos un muro conformado por dos núcleos


macizos de espesores e1 y e3, separados por una cámara de aire de
espesor e2 .

La energía llega al paramento 1 por radiación y convección; pasa del 1 al 2


por conducción; del 2 al 3 por radiación y convección; del 3 al 4 por
conducción y del 4 al medio externo por radiación y convección.
Esta disposición aumenta la resistencia térmica respecto del caso de
encontrarse en contacto los núcleos e1 y e3, debido a los paramentos que
se crean (2 y 3) que ofrecen resistencia pelicular al pasaje de energía y a la
resistencia que ofrece el espesor e2, sin haber incrementado la cantidad
de material.

Experimentalmente se determina que la energía total transferida a través


de una cámara de aire, lo hace en los siguientes porcentajes:

Conducción 5a7%
Convección 15 a 28 %
Radiación 65 a 86 %

Esto nos permite detectar que es a la radiación al fenómeno que más


atención debemos prestar.

Analizando la dimensión de la cámara de aire para los tres mecanismos de


transmisión del calor:

Desde el punto de vista de la transferencia por conducción, cuanto mayor


sea e2 mas se incrementará el poder aislante, ya que la resistencia térmica
esta dada por la expresión R = e/λ. Como para el aire en reposo λ= 0,02
Kcal/m.h.ºC, el límite inferior de lo conveniente será un espesor de 2 cm,
que por otro lado constituye el menor valor para trabajos de albañilería
corrientes.

En cambio, una cámara de mucho espesor produce una mayor facilidad de


la corriente convectora y la transferencia por este medio aumentará.
Conviene por tanto que el espesor sea pequeño, no construyéndose
mayores de 10 cm por razones económicas, aunque su comportamiento
no varía hasta los 15 cm. En cuanto a la altura, conviene que sea la mayor
posible, sin cortes horizontales que constituyen puentes térmicos.

Para la radiación, finalmente, no influyen las dimensiones de la cámara


como factor geométrico; lo ideal sería colocar una lámina de aluminio
sobre los paramentos de la cámara, decisión que raramente se adopta en
la práctica.
En los cálculos habituales, se analizan las tres formas de transferencia en
único coeficiente de resistencia equivalente de la cámara de aire e´/λ´ que
se obtiene de tablas dadas por los distintos reglamentos.

Según DIN, en función del espesor de la cámara:

Posición cámara 1 cm 2 cm 5 cm 10 cm 15 cm
Vertical/ transmisión horizontal 0.14 0.17 0.19 0.21 0.22
Horizontal/ transmisión hacia arriba 0.14 0.17 0.19 0.21 0.22
Horizontal/ transmisión hacia abajo 0.17 0.17 0.21 0.23 0.24

3.4. Aislamiento hidrófugo

La humedad en la construcción causa un sinnúmero de incidencias:


compromete el confort de los usuarios, afecta directamente la salud de
sus ocupantes y además, es causante del deterioro, rápido envejecimiento
y pérdida del valor del edificio.

Uno de los factores que influyen directamente en lograr una mejora en la


habitabilidad higrotérmica es el control de los efectos que los cambios de
estado del agua producen sobre las edificaciones. El agua a partir de
variaciones térmicas sufre cambios de estado, condensación y
evaporación, que modifican las temperaturas y establecen consecuencias
sobre los materiales que componen los edificios.

En sus diferentes estados, líquido o vapor, se halla siempre presente en la


construcción, desde la etapa de obra hasta la de operación; de su cuantía,
estado y localización depende que sea un elemento de desarrollo de las
actividades del hombre, o produzca efectos no deseados.

Por ejemplo, en la construcción húmeda, el agua es un elemento


imprescindible para el fraguado de morteros y hormigones y para lograr la
fluidez y adherencia de los mismos. Una vez cumplido su objetivo, su
excedente debe evaporarse hasta alcanzar la “humedad de equilibrio”;
este proceso requiere de un tiempo que es importante cumplir, aunque a
veces sea difícil de compatibilizar con las urgencias de obra. Si la cantidad
de agua supera a dicha humedad de equilibrio, el material se considera
húmedo y se favorece el desarrollo de procesos patológicos.
Un material “seco” contiene siempre cierta cantidad de agua que no es
fija, la que depende de sus características físicas, de la temperatura y
humedad relativa del ambiente. La presencia de humedad en la
envolvente edilicia modifica el comportamiento higrotérmico de la misma
y favorece la aparición de procesos patológicos.
Enunciamos algunos tipos de humedades que pueden aparecer en los
diferentes paramentos.

Humedad de obra: es la humedad que queda confinada en acabados


superficiales cuando no se respetan los tiempos de fraguado, en especial
en los casos de construcción tradicional húmeda.

Humedad capilar: es la producida por el agua que asciende por los


paramentos que se asientan sobre el terreno y que busca equilibrarse con
el medio a través de este. Esta humedad asciende por los capilares del
muro.

Humedad de filtración: es la que aparece en fachadas y cubiertas, como


resultado de la absorción del agua de lluvia que penetra a través de
estructuras porosas de los paños ciegos en general o de juntas
constructivas abiertas, unión de muros y carpinterías, encuentro entre
materiales distintos, guardapolvos, aleros, arranques de muros y zócalos,
etc.; se localiza usualmente en terrazas, balcones y canteros.

Humedad accidental: es la que se produce por falla de algún conducto de


alimentación o desagüe.

Existen materiales usados en acabados interiores o mobiliario, que poseen


gran capacidad de absorción, su presencia puede contribuir a regular la
humedad y colaborar en el mantenimiento del confort higrotérmico. Los
procesos de adsorción y desorción se producen de acuerdo a la variación
de humedad ambiental y a la capacidad de intercambio que posean éstos
acabados.

La difusión del vapor de agua ocurre cuando se presenta un desequilibrio


en las presiones de aire (o en las tensiones parciales de algunos de sus
componentes como es el vapor de agua), entre dos medios separados de
un material poroso. Se produce un flujo de vapor de agua (difusión), cuya
velocidad y magnitud es función de la permeabilidad del material, del
espesor de éste y del gradiente de presiones de uno y otro lado.
La capacidad de difundir vapor, junto a la adsorción y desorción que posee
un material, acorde a las condiciones ambientales es lo que suele llamarse
respiración de los paramentos.

El aislamiento contra la humedad constituye un problema de importancia


por las consecuencias que puede acarrear una solución deficiente,
pudiendo desmerecer e incluso llegar a destruir algunos materiales, como
así también alterar propiedades importantes. O sea que el objetivo del
aislamiento hidrófugo es la protección de los materiales y ambientes;
dado que los materiales de construcción no son impermeables ni
inalterables, se debe mantener su capacidad funcional a lo largo de la vida
útil de la estructura que integran.

Los aspectos a preservar son:

Durabilidad: al analizar la influencia negativa de la humedad sobre la


madera, especialmente si se halla sometida a alternativas de sequedad y
humectación, que implica una notable disminución de su vida útil; así
como los metales, que sufren un proceso de destrucción por la corrosión.

Aspecto: se desmejoran sus propiedades estéticas por la aparición de


manchas, decoloración, colonias de hongos y efectos propios de la
corrosión.

Resistencia: en el caso de madera, e.g., la resistencia a la compresión se


reduce a menos del 50% según sea el tenor de humedad.

Aislación térmica: los materiales porosos tienen buen comportamiento


como aislantes térmicos en razón de que el aire encerrado en sus poros es
el elemento de más bajo coeficiente de conductibilidad térmica. Al
humedecerse, parte del aire se reemplazará por agua y –en el límite-
cuando el material se encuentre saturado, lo habrá hecho en su totalidad;
esto implica el reemplazo por un elemento de propiedades conductoras
25 veces mayor.

Estabilidad dimensional: la mayoría de los materiales higroscópicos al


absorber agua incrementan sus dimensiones lineales. En las maderas,
puede llegar al 14% cuando se saturan las fibras; también los pétreos
artificiales son susceptibles de este fenómeno, que se observa en los
contrapisos de hormigón en que la humectación por condensación –fruto
de una deficiente aislación térmica- produce expansiones que pueden
fisurar las estructuras adyacentes.

Los métodos de impermeabilización se logran:

a. mediante la utilización de materiales compactos: es una condición


difícil de satisfacer; generalmente, los materiales utilizados en la
construcción no son absolutamente compactos, e excepción de los
metales.

b. mediante el empleo de materiales porosos: acondicionado a que los


poros no se encuentren intercomunicados, lo que no es frecuente.

c. mediante el empleo de materiales porosos y poros comunicados:


con tratamientos especiales a fines de invertir el ángulo de mojado
y anular la capilaridad, lo que requiere una reposición periódica.

Condensación

Sabemos que de acuerdo a una determinada temperatura, el aire tiene


una determinada capacidad de contener vapor de agua y que superada
esta capacidad se produce un desplazamiento del agua a través de la
condensación.

Al contenido de vapor de agua del aire en un momento dado se lo


denomina humedad absoluta (Ha).

A la relación entre la humedad absoluta y la de saturación (Hs) se la


conoce como humedad relativa (Hr), dato que siempre debe asociarse con
la temperatura.
Estas humedades tienen su origen en el cambio de fase del vapor de agua
contenido en el aire que se encuentra en los edificios, se localizan en las
superficies interiores o exteriores de los paramentos que los envuelven y
son las que producen en magnitudes considerables efectos patológicos en
la construcción de los mismos. Existen dos tipos de acuerdo a su
localización, condensaciones superficiales y condensaciones intersticiales.

Condensación superficial:

Se genera en la superficie del cerramiento. Depende de la cantidad de


vapor de agua que se halle en el aire del ambiente (humedad específica),
que es función de la temperatura del aire (puesto que de ello depende su
posibilidad de contener vapor) y de la temperatura superficial de la
envolvente (tsi).

La condensación superficial se produce por efecto conjunto de la


temperatura de rocío y de la temperatura de las superficies interiores, por
ello veremos los factores que las determinan, para poder prevenir o
disminuir sus acciones.
La generación de vapor en una vivienda se debe básicamente a actividades
en baños, cocinas y de las personas.

El aporte de los usuarios produce aumento del vapor de agua. El caudal


que un adulto aporta al ambiente a través de la piel y los pulmones
depende de su actividad, de su vestimenta y de la temperatura ambiente.

Por ejemplo un hombre en actividad sedentaria, puede variar entre 35 g/h


para una temperatura interior de 18ºC hasta 180 g/h para una
temperatura de 40ºC, esto significa unos 4 litros/día para una familia tipo,
(valor que puede incrementarse aun más por hacinamiento, es por ello
que hay que tenerlo en cuenta en grupos familiares de escasos recursos).

La calefacción y cocción de alimentos, utilizando gas natural, aporta


aproximadamente 6,5 litros/día, que puede aumentar considerablemente
si hay niños, donde se requiere lavado y secado extra de ropa. En invierno
con calefacción, cocción y duchas, se pueden producir entre 20 y 35
litros/día de agua evaporada en ambiente.

Es importante tomar recaudos, en especial tratar de reducir la producción


de vapor de agua interior. Esto se consigue reemplazando las estufas y
calefones de combustión abierta por los de tiro balanceado, secando el
aire mediante algún sistema de deshumectación o a través de su
disipación por ventilación (teniendo en cuenta el inconveniente que al
ventilarse se está perdiendo simultáneamente calor) previendo la rápida
ventilación a través de campanas en cocinas y aberturas en baños. Al
permitir el ingreso del aire exterior, el aire interior baja su contenido de
humedad.

Es tolerable que se produzca condensación superficial solo en baños y


cocinas, puesto que los revestimientos de estos locales están preparados
para ello. En días muy fríos es habitual que se produzca en los vidrios, para
lo que se deberá prever el escape del agua al exterior por medio de
conductos previstos para el desagote.

Lo que no es permitido por las Normas Mínimas de Habitabilidad es que se


produzca condensación en las paredes de la vivienda que no pertenezcan
a baños y cocinas. Las superficies porosas de estas paredes acumulan el
agua que se condensa en ellas favoreciendo la producción de hongos y
microorganismos.
Las moléculas de agua contenidas en el ambiente se desprenden
incorporándose al aire hasta que éste se satura, alcanzando la humedad
de saturación. La cantidad de vapor admitida varía con la temperatura, de
modo que a mayor temperatura mayor cantidad de vapor admitido.

Condensación intersticial:

El vapor de agua se difunde a través de los materiales de construcción que


conforman cerramientos según sea la permeabilidad y espesor de los
mismos y la diferencia de tensión entre los ambientes que separan.

Dado que la capacidad de aire de contener vapor de agua dependerá de


su temperatura, en invierno, aún cuando la Humedad Relativa Exterior
resulte sensiblemente mayor a la Humedad Relativa Interior, su humedad
específica puede ser menor debido a la baja temperatura del aire.

Como es habitual expresar la cuantía del vapor mediante el valor de su


presión, se dice que la presión de vapor interior (Pvi) es mayor que la
presión de vapor exterior (Pve). Como consecuencia de éste desequilibrio
entre presiones, se produce la difusión de vapor desde el interior al
exterior.
En invierno, en el interior del paramento se produce un gradiente de
temperaturas decrecientes hacia el exterior, correspondiéndole a cada
temperatura una dada Presión de Vapor de Saturación (Pvs). En este
proceso el vapor va disminuyendo su presión y si en su recorrido se
encuentra con una capa cuya temperatura sea igual o menor a la
temperatura de rocío, se producirá condensación intersticial.

Para evitar la condensación intersticial es necesario que la presión de


vapor interior en ningún momento alcance Presión de Vapor de
Saturación, lo que se puede lograr en primer lugar, disminuyendo la
Humedad Relativa del aire interior y luego, aumentando la temperatura
interior del cerramiento mediante el incremento de su resistencia térmica
y consecuentemente la Presión de Vapor de Saturación. Para obtener
mayor resistencia térmica en los paramentos, es necesario incorporar un
material aislante térmico de un espesor adecuado y si lo hubiera, se
deberá entonces incrementar la aislación existente.

Es importante tener en cuenta que los mismos materiales colocados en


diferentes ordenes pueden provocar condensación en algunos casos y en
otros no, y esto no influye sobre su transmitancia térmica total.
- Si fuera al solo efecto de aislar térmicamente y evitar la condensación
intersticial, el aislante del cerramiento deberá localizarse lo más
exteriormente posible, incluso sobre la cara exterior del mismo.

- Si fuera necesario colocar aislante adicional en un paramento, en el


medio, o incluso en el interior, adquirirá mucha significación la resistencia
a la difusión del vapor de agua que posea el material elegido. Y en caso de
ser ubicado sobre la superficie interior es en muchos casos necesario
colocar una barrera de vapor (sobre el lado caliente del aislante) para
evitar la condensación intersticial.

- Los materiales con alta resistencia térmica y una baja resistencia al


vapor, incrementan el riesgo de condensación intersticial.

- Se recomienda tener especial cuidado con la aislación de los conductos


eléctricos y cañerías donde pueda producirse condensación por los
puentes térmicos producidos por estas canalizaciones, y resulta posible
que sea requiera incorporar sobre la aislación térmica de los conductos
una barrera de vapor.

Un muro que se humedece posee una transmitancia térmica mucho


mayor que en su estado seco y como consecuencia, su temperatura
superficial interior es mucho menor que la estimada, aumentando el
riesgo de condensación.

Barrera de vapor:

Los procesos patológicos que se generan en los cerramientos muchas


veces se deben a que no ha sido colocada o lo fue de manera defectuosa
la barrera de vapor. Es necesario hacer un análisis del riesgo de
condensación, y en primera instancia se puede decir que la barrera de
vapor debe ser colocada del lado caliente del muro o techo, es decir del
lado más cercano de donde proviene el vapor, pero sin ser tan superficial
que genere condensaciones en el paramento.

Las barreras de vapor más usadas en nuestro país son las pinturas
asfálticas en los sistemas constructivos tradicionales, los films de
polietileno de alta densidad (más de 100 micrones) y el papel kraft con
pintura asfáltica.

Es posible evitar la colocación de la barrera de vapor cuando la aislación


térmica empleada verifica que no se produzca condensación.
3.5. Aislamiento acústico

El problema del ruido es de vieja data; ya en 1778 el virrey Vértiz prohibió


en el Buenos Aires colonial el tránsito de carretas por el chirrido de sus
ruedas. En todas las grandes ciudades se fueron tomando medidas para
limitarlo; en Nueva York, donde no hay ruidos de escape ni bocinas de
vehículos, estos crecen a razón de un decibel por año, por el aumento de
los ruidos de fondo (zumbido de los motores de más de 2.000.000 de
automóviles, red de subterráneos, equipos de aire acondicionado, ruidos
industriales, equipos de música, etc.).

Todo lo antedicho justifica el estudio del aislamiento acústico de los


cerramientos, como medio de amortiguar el efecto de los ruidos.
Primeramente debemos distinguir entre aislamiento acústico, como
conjunto de procedimientos empleados en la construcción de edificios
tendientes a obtener protección contra ruidos provenientes del exterior o
de locales interiores adyacentes; y el acondicionamiento acústico, que son
los recursos empleados en dotar a determinados locales de ciertas
condiciones relacionadas con la calidad de audición, lo que significa
controlar las reflexiones producidas por ruidos generados a causa del uso
y de acuerdo con la función, o sea, reducirlas con absorción acústica.

Si bien en la construcción se han realizado grandes progresos en las


condiciones de confort, el aislamiento acústico no ha avanzado en igual
medida. De hecho, se ha producido un notable aumento del ruido en las
ciudades modernas, sumado a muros cada vez más sutiles, lo cual agrava
el problema.

El Código Civil de la República Argentina estipula, en su artículo 2618, que


“las molestias que ocasionen el humo, calor, olores, luminosidad, ruidos,
vibraciones o daños similares por el ejercicio de actividades en inmuebles
vecinos no deben exceder la normal tolerancia teniendo en cuenta las
condiciones del lugar y aunque mediare autorización administrativa para
aquéllas”

El sonido es un movimiento vibratorio del aire compuesto por


pequeñísimas variaciones instantáneas de presión atmosférica, en forma
de ondas de compresión y depresión y que se propaga a una velocidad de
340 m/seg.
Para que pueda percibirse, es indiferente que la materia interpuesta entre
la fuente sonora sea gaseosa, líquida o sólida, pero es imprescindible que
el medio sea elástico, razón por la cual el sonido no puede transmitirse en
el vacío.

Cuando se produce un sonido, la presión del aire que rodea al oído fluctúa
un cierto número de veces por segundo alrededor de la presión
atmosférica, produciendo en dicho órgano una sensación auditiva.

Un sonido se puede caracterizar, en definitiva, por dos parámetros


básicos: la magnitud de la presión acústica que da lugar a su intensidad
(dB), y el número de veces por segundo que se produce dicha variación de
presión, o frecuencia (Hz).

L(dB) = 20 log P/Po

P : intensidad acústica en consideración (Presión acústica)


Po: Intensidad acústica del umbral de audición = 2.10 ⁴ μbar

Un sonido se caracteriza por su intensidad o presión sonora y por el


espectro de frecuencias que lo componen; los sonidos habituales son una
mezcla de infinidad de sonidos con frecuencias e intensidades diferentes.
Si entre ellos existe uno con intensidad dominante, se llama sonido; si el
conjunto está compuesto por una mezcla desordenada de sonidos de
todas las frecuencias, que produce molestia y perturbación, se lo
denomina ruido.

Todos los sonidos que nos rodean, agradables o molestos, están


compuestos por un amplio rango de frecuencias. El rango audible de
frecuencias del oído humano varía entre 20 y 20.000 Hertz. En bajas
frecuencias, hasta 500 Hertz, el sonido presenta tonos graves, y
superando los 2.000 Hertz el tono es agudo.

La presión sonora se expresa en decibeles (dB) y nos da una idea relativa


de su intensidad. A diferencia de otras unidades de referencia como el
metro, que nos brinda una noción lineal acerca de variación de una
medida, el decibel es una magnitud que varía en forma logarítmica y
representa la manera en que el oído responde a los estímulos sonoros.

En la siguiente tabla, se compara la intensidad del sonido, respecto de su


presión sonora, de una serie de ruidos típicos:
La escala logarítmica utilizada para medir el nivel de intensidad obedece a
que se aproxima bastante a la respuesta del oído frente a los fenómenos
sonoros. Para el oído humano, la presencia de dos ruidos iguales no
origina el doble de ruido sino uno ligeramente mayor, y la mezcla de dos
niveles bastante diferentes de ruido no origina uno mayor que el que
produce el de mayor nivel.

En realidad, se utiliza una curva de nivel de intensidad ponderado A que


corrige el hecho que el oído percibe mejor las frecuencias medias y tiene
menor sensibilidad a las frecuencias graves; a estas mediciones se las
denomina dB(A).

Las siguientes nociones brindan una guía práctica para comprender cómo
se percibe un aumento o disminución de presión sonora:

• usualmente el oído no puede detectar una variación de presión sonora


de 1 ó 2 (dB).
• un cambio de 3 (dB) no será apreciado si existe un lapso entre ambos
sonidos.
• un cambio de 5 (dB) puede ser fácilmente detectado si la presión sonora
es alta.
• un cambio de 7 (dB) siempre será apreciado por el oído, dado que
prácticamente significa una duplicación, aproximada, de la presión sonora.
Modos de propagación del ruido:

 vía aérea: ruidos aéreos (voces, música, electrodomésticos, máquinas,


cañerías, instalaciones, equipos de aire, tránsito, etc).
 vía sólida: ruidos de impacto (tacos, corrimiento de muebles, objetos
que caen, lluvia, granizo, etc).

El aislamiento acústico se debe resolver siempre antes que el


acondicionamiento, tanto en etapa de proyecto como en la construcción.
El objetivo del aislamiento acústico es reducir las transmisiones sonoras
aéreas y por sólidos de un local a otro, consiguiendo de esta forma el
confort necesario para que funcione correctamente.

La performance del aislamiento acústico depende de tres parámetros:


 propiedades acústicas de los materiales utilizados.
 técnicas constructivas.
 diseño arquitectónico.

De modo simplificado, para definir el tipo de aislación acústica requerido,


es preciso conocer:

1. la intensidad y el espectro de frecuencias del ruido que se desea aislar.


2. el nivel de ruido interior, recomendado o requerido, para un
determinado local en función de la actividad o destino del mismo.

A partir de los datos mencionados, el valor de aislación promedio


requerido por una pared está dado por la diferencia entre el nivel de ruido
exterior y el nivel de ruido máximo recomendado para un ambiente.

Los siguientes valores son los usualmente recomendados en materia de


confort acústico interior, según zonificación:
La norma IRAM define al Índice de Reducción Sonora R= 10 log W1/W2

W1: potencia sonora que impacta sobre el panel bajo estudio


W2: potencia sonora transmitida a través de la muestra

La aislación varía con la frecuencia, o sea que un mismo tabique tiene


distinta aislación sonora para cada frecuencia. A los fines prácticos y con el
objeto de comparar el comportamiento de distintos tipos de tabiques, los
especialistas en sonido crearon un parámetro denominado Índice
compensado de reducción sonora Rw, consistente en un número que
resume el comportamiento del tabique para distintas frecuencias.

Por ejemplo, un Rw=40 significa que si en un local existe un equipo


musical sonando a 100 dB en el local vecino se escuchará con un nivel de
60 dB.
Además de conducir el sonido, la masa puede aislarlo. Las paredes
amortiguan el sonido tanto mejor cuanto mas pesadas y rígidas son, vale
decir que constituyen una protección contra los ruidos muy superior a la
que ofrecen las constituidas con materiales livianos y flexibles. O sea, para
realizar un aislamiento de ruidos que se propagan en el aire, es preciso
interponer paredes cuyo peso por m² sea máximo.

Sucede que la aislación por masa requiere gran cantidad de material, lo


cual aumenta los costos. Una manera más eficiente de aislar el sonido es
mediante un sistema que se denomina masa-resorte-masa, consiste en un
elemento másico, un resorte, que consta de un elemento absorbente y
por último nuevamente una masa. Mediante este sistema se llega a altos
niveles de aislación en poco espesor de muro o cubierta.

Por este motivo se ha desarrollado notablemente la técnica de


construcción de paredes dobles, que con menor peso ofrecen mayor
reducción. En esencia, una pared doble consta de dos paredes simples
separadas por un medio elástico (habitualmente el propio aire) o un
material de relleno de características físicas adecuadas.
El sonido además de aislarse puede absorberse y desgastarse. Esto
depende de los elementos superficiales del ambiente, incluido todo el
mobiliario. La absorción del sonido se mide con el tiempo de
reverberación; si el tiempo de reverberación es muy alto se escucha eco.
La influencia del mobiliario y la decoración en este caso se puede
ejemplificar fácilmente: al ir a una cochera o a una vivienda desocupada es
muy fácil escuchar eco al hablar o al golpear las manos, mientras que la
misma vivienda amueblada, con cortinas y objetos deja de producir ese
eco.

Los valores mínimos de aislamiento en edificios destinados a viviendas son

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