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PONIENDO EN COMÚN

Nº 40 EL ROSTRO DE DIOS Y EL
AÑO I
ROSTRO DEL HOMBRE
En la homilía pronunciada durante la misa de la solemnidad de Santa
María Madre de Dios en el marco de la 43ª Jornada Mundial de la
Paz, el Papa llama al respeto del prójimo para proteger la creación y
construir la paz al afirmar que “reconocer el rostro del Creador lleva a
tener mayor amor”.

E
l primero de enero tuvimos la ale- En el Libro de los Números como en el
gría y la gracia de celebrar a la san- Salmo nº 66 podemos leer algunas expre-
tísima Madre de Dios y, al mismo siones que contienen la metáfora del ros-
tiempo, la Jornada mundial de la paz. En tro referida a Dios: “El Señor ilumine su ros-
ambos aniversarios celebramos a Cristo, tro sobre ti y te conceda su favor” (Nm 6,
Hijo de Dios, nacido de María Virgen y 25); “El Señor tenga piedad y nos bendiga,
nuestra verdadera paz. A todos los repre- ilumine su rostro sobre nosotros: conozca
sentantes de los pueblos del mundo, de la tierra tus caminos, todos los pueblos tu
la Iglesia romana y universal, sacerdotes salvación” (Sal 66, 2-3). El rostro es la ex-
y fieles, repito las palabras de la antigua presión por excelencia de la persona, lo
bendición: el Señor les muestre su rostro que la hace reconocible; a través de él se
y les conceda la paz (cf. Nm 6, 26). Preci- muestran los sentimientos, los pensamien-
samente hoy quiero desarrollar el tema tos y las intenciones del corazón. Dios, por
del Rostro y de los rostros a la luz de su naturaleza, es invisible; sin embargo, la
la Palabra de Dios –Rostro de Dios y ros- Biblia le aplica también a él esta imagen.
tros de los hombres–, un tema que nos Mostrar el rostro es expresión de su bene-
ofrece también una clave de lectura del volencia, mientras que ocultarlo indica su
problema de la paz en el mundo. ira e indignación. El Libro del Éxodo dice
que “el Señor hablaba con Moisés cara a
2 EL ROSTRO DE DIOS Y EL ROSTRO DEL HOMBRE

cara, como habla un hombre con su ami- de iconos de la Virgen María en la tradición
go” (Ex 33, 11), y también a Moisés el Se- bizantina, se encuentra la llamada “de la
ñor promete su cercanía con una fórmula ternura”, que representa al niño Jesús con
muy singular: “Mi rostro caminará contigo el rostro apoyado –mejilla con mejilla– en el
y te daré descanso” (Ex 33, 14). Los Salmos de la Madre. El Niño mira a la Madre, y esta
nos presentan a los creyentes como los nos mira a nosotros, casi como para reflejar
que buscan el rostro de Dios (cf. Sal 26, 8; hacia el que observa, y reza, la ternura de
104, 4) y que en el culto aspiran a verlo (cf. Dios, que bajó en ella del cielo y se encar-
Sal 42, 3), y nos dicen que “los buenos ve- nó en aquel Hijo de hombre que lleva en
rán su rostro” (Sal 10, 7). brazos. En este icono mariano podemos
contemplar algo de Dios mismo: un signo
Todo el relato bíblico se puede leer del amor inefable que lo impulsó a “dar a
como un progresivo desvelamiento del su Hijo unigénito” (Jn 3, 16). Pero ese mis-
rostro de Dios, hasta llegar a su plena ma- mo icono nos muestra también, en María,
nifestación en Jesucristo. “Al llegar la ple- el rostro de la Iglesia, que refleja sobre no-
nitud de los tiempos –nos ha recordado sotros y sobre el mundo entero la luz de
también hoy el apóstol san Pablo-, envió Cristo, la Iglesia mediante la cual llega a
Dios a su Hijo” (Gál 4, 4). Y en seguida aña- todos los hombres la buena noticia: “Ya no
de: “nacido de mujer, nacido bajo la ley”. eres esclavo, sino hijo” (Gál 4, 7), como lee-
El rostro de Dios tomó un rostro humano, mos también en san Pablo.
dejándose ver y reconocer en el hijo de la
Virgen María, a la que por esto veneramos EL MISTERIO DEL ROSTRO DE DIOS
con el título altísimo de “Madre de Dios”.
Ella, que conservó en su corazón el secre- Meditar en el misterio del Rostro de
to de la maternidad divina, fue la primera Dios y del hombre es un camino privile-
en ver el rostro de Dios hecho hombre en giado que lleva a la paz. En efecto, la paz
el pequeño fruto de su vientre. La madre comienza por una mirada respetuosa, que
tiene una relación muy especial, única y en reconoce en el rostro del otro a una perso-
cierto modo exclusiva con el hijo recién na- na, cualquiera que sea el color de su piel,
cido. El primer rostro que el niño ve es el su nacionalidad, su lengua y su religión.
de la madre, y esta mirada es decisiva para ¿Pero quién, sino Dios, puede garantizar,
su relación con la vida, consigo mismo, con por decirlo así, la “profundidad” del rostro
los demás y con Dios; y también es decisiva del hombre? En realidad, sólo si tenemos
para que pueda convertirse en un “hijo de a Dios en el corazón, estamos en condicio-
paz” (Lc 10, 6). Entre las muchas tipologías nes de ver en el rostro del otro a un her-
EL ROSTRO DE DIOS Y EL ROSTRO DEL HOMBRE 3

mano en la humanidad; no un medio, sino tos niños, tanto más suscitan en nosotros la
un fin; no un rival o un enemigo, sino otro ternura y la alegría por una inocencia y una
yo, una faceta del misterio infinito del ser fraternidad que nos parecen evidentes: a
humano. Nuestra percepción del mundo, pesar de sus diferencias, lloran y ríen de la
y en particular de nuestros semejantes, misma manera, tienen las mismas necesi-
depende esencialmente de la presencia dades, se comunican de manera espon-
del Espíritu de Dios en nosotros. Es una tánea, juegan juntos... Los rostros de los
especie de “resonancia”: quien tiene el co- niños son como un reflejo de la visión de
razón vacío, no percibe más que imágenes Dios sobre el mundo. ¿Por qué, entonces,
planas, sin relieve. En cambio, cuanto más apagar su sonrisa? ¿Por qué envenenar su
habite Dios en nosotros, tanto más sensi- corazón? Desgraciadamente, el icono de
bles seremos también a su presencia en lo la Madre de Dios de la ternura encuentra
que nos rodea: en todas las criaturas, y es- su trágico opuesto en las dolorosas imáge-
pecialmente en las demás personas, aun- nes de tantos niños y de sus madres afec-
que a veces precisamente el rostro huma- tados por las guerras y la violencia:  pró-
no, marcado por la dureza de la vida y del fugos, refugiados, emigrantes forzados.
mal, puede resultar difícil de apreciar y de Rostros minados por el hambre y las en-
acoger como epifanía de Dios. Con mayor fermedades, rostros desfigurados por el
razón, por tanto, para reconocernos y res- dolor y la desesperación. Los rostros de
petarnos como realmente somos, es decir, los pequeños inocentes son una llamada
como hermanos, necesitamos referirnos al silenciosa a nuestra responsabilidad: ante
rostro de un Padre común, que nos ama a su condición inerme, se desploman todas
todos, a pesar de nuestras limitaciones y las falsas justificaciones de la guerra y de la
nuestros errores. violencia. Solamente debemos convertir-
nos a proyectos de paz, deponer las armas
Es importante ser educados desde de todo tipo y comprometernos todos jun-
pequeños en el respeto al otro, también tos a construir un mundo más digno del
cuando es diferente a nosotros. Hoy en hombre.
las escuelas es cada vez más común la ex-
periencia de clases compuestas por niños EL ROSTRO DE DIOS Y LA CREACIÓN
de varias nacionalidades, aunque incluso
cuando esto no ocurre, sus rostros son una Mi mensaje para la 43ª Jornada mun-
profecía de la humanidad que estamos lla- dial de la paz: “Si quieres promover la paz,
mados a formar: una familia de familias y protege la creación”, se sitúa dentro de la
de pueblos. Cuanto más pequeños son es- perspectiva del Rostro de Dios y de los ros-
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tros humanos. De hecho, podemos afirmar hombre y el “rostro” del medio ambien-
que el hombre es capaz de respetar a las te: “cuando se respeta la ecología humana
criaturas en la medida en la que lleva en en la sociedad, también la ecología am-
su espíritu un sentido pleno de la vida; de biental se beneficia” (ib.; cf. Caritas in ve-
otro modo se despreciará a sí mismo y lo ritate, 51). Renuevo, por tanto, mi llamada
que lo rodea, no respetará el entorno en el a invertir en educación, poniéndose como
que vive, la creación. Quien sabe recono- objetivo, además de la necesaria transmi-
cer en el cosmos los reflejos del rostro invi- sión de nociones técnico-científicas, una
sible del Creador, tendrá mayor amor a las más amplia y profunda “responsabilidad
criaturas, mayor sensibilidad hacia su valor ecológica”, basada en el respeto al hombre
simbólico. Especialmente el Libro de los y a sus derechos y deberes fundamentales.
Salmos es rico en ejemplos de este modo Sólo así el compromiso por el medio am-
propiamente humano de relacionarse con biente puede convertirse verdaderamente
la naturaleza: con el cielo, el mar, las mon- en educación para la paz y en construcción
tañas, las colinas, los ríos, los animales... de la paz.
“¡Cuántas son tus obras, Señor! –exclama
el salmista-. Todas las hiciste con sabidu- Queridos hermanos y hermanas, en
ría. La tierra está llena de tus criaturas” (Sal el tiempo de Navidad se repite un Salmo
103, 24). que contiene, entre otras cosas, también
un ejemplo estupendo de cómo la venida
La perspectiva del “rostro” invita en par- de Dios transfigura la creación y provoca
ticular a reflexionar en lo que, también en una especie de fiesta cósmica. Este him-
este mensaje, llamé “ecología humana”. no comienza con una invitación universal
Existe un nexo muy estrecho entre el res- a la alabanza:  “Canten al Señor un cánti-
peto a la persona y la salvaguardia de la co nuevo; canten al Señor, toda la tierra;
creación. “Los deberes respecto al medio canten al Señor, bendigan su nombre”
ambiente se derivan de los deberes para (Sal 95, 1). Pero en cierto momento este
con la persona, considerada en sí misma y llamamiento al júbilo se extiende a toda la
en su relación con los demás (ib., 12). Si el creación: “Alégrese el cielo, goce la tierra,
hombre se degrada, se degrada el entor- retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen
no en el que vive; si la cultura tiende a un los campos y cuanto hay en ellos, acla-
nihilismo, si no teórico, al menos práctico, men los árboles del bosque” (ib. 11-12).
la naturaleza no podrá menos de pagar las La fiesta de la fe se convierte en fiesta del
consecuencias. De hecho, se puede cons- hombre y de la creación: la fiesta que en
tatar un influjo recíproco entre el rostro del Navidad se expresa también mediante los
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adornos en los árboles, en las calles y en


las casas. Todo vuelve a florecer porque
Dios ha venido a nosotros. La Virgen Ma-
dre muestra al Niño Jesús a los pastores de
Belén, que se alegran y alaban al Señor (cf.
Lc 2, 20); la Iglesia renueva el misterio para
los hombres de todas las generaciones, les
muestra el rostro de Dios, para que, con su
bendición, puedan caminar por la senda
de la paz.

Benedicto XVI
1º de enero de 2010
Basílica de San Pedro
Ciudad del Vaticano

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