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NACIONALISMO Y LIBERALISMO ECONÓMICOS EN ARGENTINA.

1860-1880
José Carlos Chiaramonte
Introducción:
Para nuestro objeto, limitémonos a recordar que el proteccionismo aduanero fue una de
las características más importantes del mercantilismo. Predominó en los países
europeos hasta que las transformaciones económicas generaron durante el siglo XVIII
un nuevo punto de vista, cristalizando en las doctrinas fisiocráticas y más tarde en la
economía clásica inglesa. En los países retrasados lograron relativo éxito algunas
prescripciones liberales con anteriores prácticas mercantilistas. Se trata del
neomercantilismo de los economistas españoles e italianos del siglo XVIII (que fueron los
que más interés despertaron en los círculos criollos, según se comprueba en los escritos
de Manuel Belgrano). Durante el siglo XIX, se mantienen también vigentes en diversos
sectores sociales por el liberalismo en el interior de cada país. La libertad para el
comercio con los ingleses, decidida en 1809 por el virrey Cisneros, y la posterior política
de los gobiernos criollos terminaron de impulsar un proceso de liberalización del
comercio exterior rioplatense. Este proceso satisfacía los intereses del litoral ganadero y
agrícola, pero hería los del interior. Los productores afectados por la competencia
extranjera apelan a representaciones en las que invocan viejos conceptos y practicas
mercantilistas para reclamar la protección de los gobernantes. Durante el periodo de la
independencia -y hasta la Ley de Aduana para 1835- predominan, con algunas
variaciones las tarifas bajas. En general predominó una política tendiente a conciliar los
principios liberales con las necesidades del fisco. Surgieron entonces reclamaciones y
protestas de distintos sectores productivos. Por similares razones los agricultores de
Buenos Aires solicitan en 1835 que se dupliquen los derechos de importación de los
trigos y las harinas extranjeros. En otros casos, las expresiones adversas al librecambio
van más lejos, no solo critican la introducción de mercancías extranjeras sino de toda
penetración de la influencia extranjera en el país.
El proteccionismo - tendencia político-económica que hace de los gravámenes al
comercio exterior un medio de defensa de la producción local - varía su significación
según los intereses que exprese; o podrá ser también manifestación de una clase social.
Es decir, en un caso, mera expresión de intereses corporativos; y en el otro,
manifestación de los intereses de una clase. También el proteccionismo pudo ser
expresión de intelectuales de postura nacionalista en lo económico. En cuanto a su
adopción por los gobernantes, como política económica del país o de una provincia fue,
programa consciente de industrialización, o simple recurso de equilibrio político. Así la
Ley de Aduana para 1835 elevó los aranceles para restablecer el equilibrio político
amenazado por la rebelión de los caudillos provinciales ante el librecambio.
Generalmente, el proteccionismo tuvo en la Argentina manifestaciones restringidas a los
intereses de cada sector. En alguna oportunidad, alcanzó también a conformar una
especie de particularismo regional. Pero ninguna de las numerosas manifestaciones
proteccionistas anteriores a la de 1875 llega a concebir un área política de desarrollo
económico nacional basado en la industrialización. No es posible considerar la Ley de
Aduana de 1835 como una manifestación de política industrialista. Los ganaderos del
Litoral constituían, por naturaleza, uno de los sectores que más necesitaba el
librecambio.

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En cuanto a los sectores librecambistas que desde fines del Virreinato en adelante han
de predominar en la política económica, estaban ya conscientes de sus necesidades
desde un comienzo. Los comerciantes de Buenos Aires y los ganaderos del Litoral
propugnan el librecambio por razones poco modificadas a lo largo del siglo XIX: los
comerciantes, como beneficiarios de la mediación en el tráfico internacional por el Río de
la Plata, veían acrecentar sus ganancias en la misma medida que aumentaba el
comercio merced a una política liberal. En cuanto a los ganaderos del litoral, el
librecambio les aseguraba la reciprocidad de otros países para la colocación de sus
productos; pero, sobre todas las cosas, la importación libre o poco gravada significaba
un bajo nivel de los costos de producción. De todos modos, con el correr de los años, los
aranceles del 35 perdieron su eficacia al compás de la inflación y no se adoptaron otras
medidas que complementasen a la Ley de Aduana o que tendiesen a corregir su
paulatina ineficacia.
El predominio británico en el comercio del Río de la Plata siguió imperturbable. Las
sucesivas rebajas de los aranceles motivadas por apremios económicos derivados de los
bloqueos y las modificaciones de fines de 1841 pusieron fin a la política proteccionista
de este periodo.
Hacía los años 1870 vemos aparecer el primer movimiento político argentino que
sustentaba un programa de nacionalismo económico. Los debates de 1875 y 1876 sobre
la Ley de Aduana, fueron la culminación de ese movimiento. La antigua cuestión de las
tarifas y el proteccionismo aduanero volvía a ser la piedra del escándalo y a poner en el
centro de la discusión uno de los problemas más agudos para los argentinos: el de la
dependencia del exterior.
Nuestro trabajo no puede menos que enfrentarse con los problemas, mucho más
generales y complejos, encarados por aquel movimiento: la relación del país con las
potencias industriales y la posibilidad de lograr la plena independencia nacional sobre la
base de la independencia económica fundada en el desarrollo industrial.
El nacionalismo, en un país con acentuada dispersión geográfica traducida en fuertes
regionalismos, fue fundamentalmente patrimonio de reducidos círculos intelectuales o
aspiración latente en el pueblo. La llamada “Organización nacional”, la unificación del
país y la consolidación de sus instituciones en la segunda mitad del siglo XIX, se
lograron con el apoyo de las necesidades europeas de ampliar mercados. “Es imposible
tener independencia-advertía Fidel López- cuando un pueblo no se basta a sí mismo,
cuando no tiene para consumir todo aquello que necesita”. Las advertencias de los
líderes proteccionistas tuvieron amplía resonancia cuando fueron lanzadas en medio de
una fuerte crisis económica, pero perdieron rápidamente interés, pocos años más tarde,
cuando la perspectiva de una rápida y fácil prosperidad sedujo a la clase dirigente. La
burguesía argentina, fundamentalmente terrateniente y comercial, era por naturaleza
enemiga del proteccionismo y el sector industrial fue y siguió siendo demasiado débil
como para sustentar un movimiento político portador de un programa como el del grupo
de López. Los distintos sectores burgueses interesados en la protección se conformaban
fácilmente con el aumento de los aranceles, quedando relegado el proteccionismo como
instrumento de nacionalismo económico.

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Capítulo I: La Época De La Lana.
La segunda mitad del siglo XIX hasta fines del mismo puede considerarse como la época
de la lana. La producción de la lana pasa a ocupar el primer lugar en la economía
ganadera del Litoral. El predominio de la lana en la economía agropecuaria significaba
un progreso técnico y económico que ha sido destacado por el impulso que otorgó a la
economía argentina. El tipo de mercado al cual servía la producción lanera rioplatense
demandaba avances técnicos que impulsaban la formación de un sector de ganaderos
con características más modernas que las de los dedicados exclusivamente a la cría de
vacuno para saladero. Asimismo, una mayor demanda de mano de obra y el
consiguiente aumento de la población rural, junto a explotaciones de menor extensión
que las tradicionales, son indicios del cambio. Todo ello se traduce en la formación de
un nuevo tipo de estanciero, propietario reciente de campos, generalmente inmigrante.
El quinquenio 1855-60 fue decisivo para el progreso que describimos, pues en el se
producen los mayores esfuerzos tendientes a la renovación del panorama ganadero.
Además de factores internos, algunas circunstancias internacionales, como la
incidencia de la guerra de Crimea, favorecieron el auge lanar. Luego, la guerra civil de
los Estados Unidos.
Capítulo VIII: Los Debates Parlamentarios
Si bien desde 1869 la orientación hacía el proteccionismo apunta en diversas críticas a
la política económica oficial, solo a partir de 1873, se podrá asistir a una verdadera e
intensa campaña de ataque a los principios librecambistas que guiaban al país. La
polémica culminará en los debates parlamentarios de 1875 y 1876 en torno a la Ley de
Aduana. Dichos debates continúan un proceso más profundo, provocado, por la crisis de
1866; proceso que se traduce en manifestaciones doctrinarias a partir del intento de
establecer la industria textil a partir de 1869. Las expresiones políticas del
proteccionismo, se registran antes que, en la Cámara de Diputados de la Nación, en la
Legislatura de la provincia de Buenos Aires, cuyas Cámaras de Senadores y Diputados
están completamente dominadas por la tendencia proteccionista a partir de 1874.
El Proteccionismo En La Legislatura Bonaerense
Durante el gobierno de Carlos Caseros (1875-1878), su ministro de hacienda, Rufino
Varela, constituyo, hasta su renuncia en 1877, uno de los más firmes apoyos de los
proteccionistas. Las relaciones de la fábrica de paños y de otras industrias con el Banco
de la Provincia, motivan el análisis y la crítica situación crediticia del país. Se insiste en
la necesidad que el Banco de la Provincia dé prioridad al apoyo crediticio al capital
industrial; se discuten el tipo de los créditos, las garantías, y otros aspectos de la
cuestión, así como el predominio del capital nacional sobre el extranjero. Fruto del
espíritu industrialista que dominaba la Legislatura de la provincia de Buenos Aires, fue
la aprobación de una serie de iniciativas mediante las cuales se liberaba de los
impuestos de Patentes y Contribución directa a las industrias, se otorgaban privilegios y
concesiones especiales a los empresarios que lo solicitasen, se alentaban los prestamos
industriales, del Banco de la Provincia o del Hipotecario, se creaba una escuela de arte y
oficios, se resolvía que la provisión de uniformes para la policía debía efectuarse en la

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fábrica de paños, se apoyaban las actividades del Club Industrial, en resumen se
amparaba todo aquello que contribuyese a la protección y el desarrollo de las industrias
nacionales.

La Polémica En El Parlamento Nacional


La aparición del movimiento proteccionista dirigido por López, en la Argentina de la
década del 70, constituye algo nuevo, dentro de una tradición de proteccionismo: se
trata de un programa consciente y explícito de desarrollo capitalista, cuyo ocasional
apoyo sobre la burguesía ganadera le confirió una sorprendente envergadura. El
movimiento se gesta, durante la depresión que siguió a la crisis de 1866. Puso de relieve
los riesgos y las limitaciones implícitas en la función del país como mero proveedor de
materia prima y alimentos para los mercados europeos. Se dirá entonces que Argentina
estaba reducida a la condición de granja de Inglaterra, que ello nos relegaba a un estado
de barbarie en cuanto a producciones, que ello nos ataba económica y políticamente a
los países europeos, con sombrías perspectivas para el futuro del país, que la política
librecambista seguida desde 1810 había contribuido a tal resultado y que con la sola y
relativa prosperidad de las provincias de Buenos Aires y Entre Ríos el librecambio
produjo estancamiento y degradación. En el curso de los debates de 1875 y 1876 con
motivo de la Ley de Aduana, V. F. López, Pellegrini, Dardo Rocha, Miguel Cané y otros,
insisten reiteradamente sobre tales conceptos. La discusión en torno a la crisis y sus
posibles causas y remedios, fue aprovechada por los proteccionistas para exponer su
examen crítico de la conformación de la economía del país, de su vinculación con el
exterior y de la política económica de los gobiernos liberales. El uso exagerado de la
política económica liberal nos conduce frecuentemente a la crisis; otros factores como el
abuso del crédito, el interés bajo, las guerras también influyeron, pero son causas
pasajeras, no orgánicas. Un país sin industria, como lo es el nuestro, esta siempre
expuesto a crisis. La causa orgánica, “...Esta en carecer de industrias por la falta de
protección que se les dispensa...” Ello no tiene otro resultado que privarnos de
“...capitales propios que nos hagan independientes de los mercados europeos de cuya
demanda esta pendiente la producción de nuestra materia prima y pendiente también la
prosperidad comercial de nuestro país”.
Proteccionismo Y Liberalismo
Una peculiaridad, revela el enorme peso del liberalismo en Argentina de aquellos años y
la íntima resistencia a profesar una política que, como la proteccionista, hería
parcialmente a los principios liberales abrazados por la mayoría de la clase dirigente.
Consistía en una permanente actitud de justificación por la adhesión al proteccionismo.
Se teme, al atacar el librecambio, parecer enemigo del liberalismo. Aún más, es visible
en muchos el temor de ser tildados de rosistas, acusación que hábilmente, utilizan los
librecambistas. En el debate de 1876 puede observarse una mayor soltura en los
proteccionistas, que se traduce en tajantes adhesiones a la política económica que
propugnan. Afirman defender al proteccionismo como un recurso transitorio, como una
etapa necesaria para asentar realmente al país en los cauces liberales; y critican a los
librecambistas porque su liberalismo económico provocaba la subordinación del país a
Inglaterra. Se trata, en realidad, de un liberalismo nacionalista que, merced a cierta
impregnación de historicismo romántico, formula restricciones momentáneas a la

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vigencia plena del liberalismo en el campo económico, como un medio de alcanzarlo en
una etapa posterior.

Crítica Al Capital Extranjero


Lo que despierta mayor interés en la ideología de los proteccionistas es la actitud
nacionalista fundada sobre el programa de desarrollo industrial. La insistencia de los
defensores del librecambio en la teoría clásica de la división del trabajo internacional,
según la cual algunos países están naturalmente destinados a la producción de materias
primas y otros a industrializarse, constituía uno de los más frecuentes motivos de
choque con sus adversarios. No se pueden proteger industrias que no tenemos; y no las
tenemos porque nos falta capital y la población argentina no tiene aptitud para el
trabajo industrial. Pero la gran industria nacional y hasta hoy la única, es la estancia,
frente a todo nuestro poder económico. Dentro del nacionalismo de los proteccionismos,
es necesario distinguir dos variantes. Una de ellas, la predominante, que hemos
calificado de liberalismo nacionalista: rechazo de la subordinación a Inglaterra y al
extranjero en general, pero sin cerrar las puertas del país a lo europeo en la medida que
se consideraba que ello era condición imprescindible para lograr esa misma
independencia ante Europa. La otra actitud tendía al rechazo de todo lo extranjero por el
hecho de serlo. V. F. López expone los perjuicios que derivan del capital extranjero
cuando viene como inversión y no como empréstito. En tales condiciones sale del país no
solo el interés sino también el beneficio, mientras que un empréstito, utilizado por
argentinos, solo significa la pérdida del interés devengado por el préstamo. Si el ejemplo
de Inglaterra es el argumento más frecuente de los librecambistas, el de Estados Unidos
sirve a menudo de apoyo a sus adversarios.
Mitre en el debate de 1879 insistía en que la Ley de Aduana solo debe tener un fin
rentístico y no debe convertirse en medio de protección; el estado más feliz para un
pueblo sería aquel donde no existiesen barreras aduaneras.
La Polémica En Los Diarios
La prensa participo también intensamente en la polémica de 1875 y 1876. Entre los
diarios adictos al proteccionismo sobresalía El Nacional. Paralelamente y en opuesta
actitud, La Nación realizó una igualmente intensa campaña librecambista, en el que
juzgaba la reforma de la Ley de Aduana como culminación de los errores
gubernamentales. En similar posición, La Prensa atacaba la política proteccionista,
como hemos visto páginas atrás. Recurría, como La Nación, a los intereses del pueblo
consumidor. Al ingresar al Parlamento nacional, en 1875, la polémica había alcanzado
su etapa culminante. El presidente Avellaneda había decidido adoptar un moderado
aumento de los gravámenes a la importación como forma de restringirla, para disminuir
la salida de oro y acrecentar las recaudaciones fiscales, y poder atender así el servicio de
la deuda externa. El Poder Ejecutivo aspiraba a reducirlos a la mitad de los del año
anterior, para aliviar, según alegaba, la producción del país y abrirle mercados en el
exterior; y también para favorecer a los productores del Litoral, sobre los que recaía la
mayor parte del impuesto de exportación y tan duramente tratados en los últimos años

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por crisis y guerras. La menor recaudación se compensaría con los derechos de
importación. Las intenciones de Avellaneda fueron frustradas por el grupo
proteccionista, que logró imponer su criterio en las leyes de aduana sancionadas a partir
de entonces. Y en 1879, la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados afirma
que, aunque es librecambista y pese a que considera inconstitucional el proteccionismo,
no ha querido modificar sustancialmente la Ley de Aduana por la razón, de que las
industrias creadas a su amparo no pueden se afectadas por una brusca disminución de
gravámenes.

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