La presión arterial es una medición de la fuerza ejercida contra las paredes de
las arterias a medida que el corazón bombea sangre a su cuerpo. Hipertensión es el término que se utiliza para describir la presión arterial alta. Una presión arterial normal es cuando la presión arterial es menor a 120/80 mm Hg la mayoría de las veces.
Una presión arterial alta (hipertensión) es cuando uno o ambos números
de la presión arterial son mayores de 130/80 mm Hg la mayoría de las veces.
Si el valor del número superior de su presión arterial es entre 120 y 130
mm Hg y el valor del número inferior es menor a 80 mm Hg, se denomina presión arterial elevada.
Un alto número de pacientes que sufren de hipertensión arterial no presentan
síntomas de ningún tipo (“enfermedad silenciosa” “asesino silencioso”) y una determinación de la tensión arterial de forma casual o una complicación, es la que la pone de manifiesto. Los únicos síntomas físicos que en algunas ocasiones son indicativos de hipertensión arterial son, cefaleas principalmente occipitales, mareos, trastornos de la visión, zumbido. Hay una clara evidencia que la reducción de la presión arterial produce una disminución del riesgo de sufrir complicaciones cardiovasculares, de sufrir ictus, insuficiencia cardiaca, cardiopatía isquémica y alteraciones renales. Hay unos factores de riesgo que son modificables y donde unos cambios en el estilo de vida pueden ser útiles. Hay otros factores de riesgo que no son modificables como la edad, el sexo, los factores genéticos y la raza de ascendencia africana.
No fumar. El monóxido de carbono y la nicotina producen un
aumento del trabajo cardiaco, la hipercoagulación, la liberación de catecolaminas, la vasoconstricción y el desarrollo de placas de colesterol en la pared de las arterias. Los químicos del humo del tabaco pueden dañar su corazón y los vasos sanguíneos. Este factor es tan importante que esta medida aislada es posiblemente la más efectiva (no farmacológica) a la hora de evitar la aparición de los problemas cardiovasculares. Cuidado con el sobrepeso: La reducción ponderal es muy importante, ya que el excesivo aporte calórico produce una retención de sodio con el consiguiente aumento del gasto cardiaco induciendo a la hipertensión arterial. La obesidad puede estar directamente relacionada con la hipertensión arterial. Por eso, en los casos de sobrepeso, adelgazar lo necesario vendrá acompañado de una disminución de la tensión arterial también. Consumo moderado de bebidas alcohólicas. En concreto, a los hombres con hipertensión se les recomienda que no sobrepasen la cantidad de 20 a 30 gramos de etanol en un día. En el caso de las mujeres hipertensas, estas cifras se reducen a un rango de entre 10 y 20. Estudios epidemiológicos han demostrado que hay una relación directa entre el exceso de consumo de alcohol y el aumento de la presión arterial con el consiguiente riesgo de sufrir accidentes cerebrovasculares hemorrágicos y no hemorrágicos. Solo dos o tres cafés. El consumo de café provoca que la presión arterial aumente ligeramente y de forma breve. Por ello, aunque no es necesario abandonar el café definitivamente, sí que hay que reducirlo a dos o tres unidades al día. Disminuir la ingesta de sodio. Es aconsejable que la dieta para hipertensos tenga un aporte de sodio inferior a los cinco o seis gramos por día de cloruro sódico. Para lograrlo, podemos optar por aliños sin tanto contenido salino, pero igualmente sabrosos, como las especias, la cebolla, el limón y el ajo. También es importante excluir de la dieta alimentos procesados cuyo contenido en sal muchas veces nos pasa desapercibido, pero que con frecuencia es mayor que la sal que añadimos nosotros mismos a las comidas; buenos ejemplos son las conservas, los precocinados y las salsas. Incluir más frutas, verduras y productos lácteos desgrasados que tienen un contenido reducido de grasas saturadas y colesterol. Evitar la bollería. Hay que disminuir el consumo de hidratos de carbono de absorción rápida, entre los que están los dulces, la bollería y los pasteles. Elegir pescado mejor que carne. Ejercitarse entre 30 y 45 minutos cada día. Es aconsejable dedicar este tiempo al ejercicio físico diariamente y practicar actividades como andar, correr, nadar, bailar o montar en bicicleta. Mantenerse activo ayuda a aliviar la presión arterial y, además, aporta otras ventajas añadidas como reducir el peso y la grasa del cuerpo, y mejorar el abdomen. El ejercicio físico también aumenta el colesterol bueno. Relajación y control del estrés. Aunque posiblemente el estrés no está relacionado con el aumento de la presión arterial a largo plazo, sí que se producen aumentos puntuales de la presión arterial en momentos de tensión emocional que pueden producir daños vasculares, cardiacos y renales. El yoga, la meditación, los ejercicios respiratorios y dedicar tiempo a actividades lúdicas son sin duda actividades que ayudan a normalizar la presión arterial.