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CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA

COMISIÓN EPISCOPAL DE MINISTERIOS (CEMIN)

PLAN DE FORMACIÓN
INICIAL DE LOS
DIÁCONOS
PERMANENTES EN LA
ARGENTINA
PLAN DE FORMACIÓN INICIAL DE LOS
DIÁCONOS PERMANENTES EN LA ARGENTINA

ÍNDICE GENERAL

SIGLAS 3
INTRODUCCIÓN 4
I. FINALIDAD DE LA FORMACIÓN INICIAL DE LOS DIÁCONOS PERMANENTES 6
A. La formación del diácono a imagen de Cristo Siervo 6
B. El diácono discípulo y misionero de Jesús Siervo 6
C. Diáconos al servicio de la comunión y la misión 7
II. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN INICIAL PARA EL DIACONADO PERMANENTE 9
A. Formación humana 9
a) Objetivos 9
b) Medios 10
B. Formación Espiritual 11
a) Objetivos 11
b) Fuentes y medios 12
C. Formación Intelectual 13
a) Objetivos y contenidos a alcanzar 13
b) Medios y recursos 14
D. Formación pastoral 15
a) Objetivos 15
b) Medios y actividades 16
III. PERFIL DE LOS CANDIDATOS PARA EL DIACONADO PERMANENTE 17
A. Condiciones generales 17
B. Condiciones según el estado de vida de los candidatos 18
a) Célibes 18
b) Casados 18
c) Viudos 19
C. Pastoral de las vocaciones al diaconado permanente 19
IV. EL PROCESO DE LA FORMACIÓN INICIAL PARA EL DIACONADO PERMANENTE 20
A. Presentación y aceptación de los aspirantes 20
B. Etapas del itinerario formativo 20
a) El período propedéutico 20

1
b) Etapa configuradora con Cristo Siervo 21
c) El período pastoral 22
C. Admisión, ministerios y ordenación 22
a) La admisión de los candidatos al orden del diaconado 22
b) Colación de los ministerios del lectorado y acolitado 23
c) La ordenación diaconal 24
V.LOS AGENTES DE LA FORMACIÓN INICIAL DE LOS DIÁCONOS PERMANENTES 27
A. El Obispo diocesano 27
B. El equipo de formadores 27
C. El centro de estudios 29
D. Las diversas comunidades en la formación inicial de los candidatos 29
a) La comunidad de procedencia 30
b) La comunidad de formación 30
c) La comunidad de los diáconos 31
E. El aspirante y el candidato 31
F. Aporte de las familias de los aspirantes y candidatos durante su formación 31
a) Los candidatos célibes 31
b) Los candidatos casados 31
c) Los candidatos viudos 32

2
SIGLAS

A V CONFERENCIA GENERAL DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO Y DEL CARIBE. Aparecida


– Documento Conclusivo (13-31.V.2007).

CEA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA.

CIC CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO.

D CONGREGACIÓN PARA EL CLERO. Directorio para el ministerio y la vida de los


diáconos permanentes (22.II.1998).

EN PABLO VI, Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, sobre la evangelización


en el mundo contemporáneo (8.XII.1975).

Introducción conjunta a N y D: Introducción conjunta a “Normas de formación básica


de los diáconos permanentes y Directorio para el ministerio y la vida de los
diáconos permanentes.

LG CONCILIO VATICANO II. Constitución Dogmática sobre la Iglesia Lumen Gentium


(21.XI.64).

MQ PABLO VI, Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Ministeria Quaedam, por
la que se reforma en la Iglesia latina la disciplina a la primera tonsura, a las
órdenes menores y al subdiaconado (15.VIII.1972).

N CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA. Normas básicas de la formación de


los diáconos permanentes (22.II.1998).

NMA CONFERENCIA EPISCOPAL ARGENTINA. Navega mar adentro (31.V.2003).

PDV JUAN PABLO II. Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis sobre la formación
de los sacerdotes en la situación actual (25.III.1992).

3
INTRODUCCIÓN

1. El Concilio Vaticano II ha restituido el diaconado como grado propio y


permanente de la jerarquía. En la Constitución Dogmática sobre la Iglesia
leemos que los diáconos “reciben la imposición de las manos no en orden al
sacerdocio, sino en orden al ministerio”1. “Ciertamente la restauración del
diaconado permanente no debe suponer «de ningún modo comprometer el
significado, la función y el florecimiento del sacerdocio ministerial que siempre
debe ser generosamente promovido por ser insustituible»” 2 Los diversos oficios
que corresponden al ministerio del diácono son necesarios para la vida de la
Iglesia, por eso “es conveniente y útil que los hombres que en la Iglesia son
llamados a un ministerio verdaderamente diaconal, tanto en la vida litúrgica y
pastoral, como en las obras sociales y caritativas sean fortalecidos por la
imposición de las manos transmitida desde los Apóstoles, y sean más
estrechamente unidos al servicio del altar, para que cumplan con mayor eficacia
su ministerio por la gracia sacramental del diaconado”3.

2. Animados por la espiritualidad de comunión, que nos impulsa a valorarnos unos


a otros de corazón y a apreciar la riqueza de la unidad en la diversidad de
vocaciones, carismas y ministerios4, los obispos de la CEA han recogido la rica
experiencia de las diversas diócesis y, siguiendo las directivas del Código de
Derecho Canónico y de las Normas básicas de la formación de los diáconos
permanentes, han sistematizado en este documento las disposiciones y
requisitos para su formación en nuestro país.

3. La naturaleza sacramental del diaconado es clara. El diaconado es conferido por


una efusión especial del Espíritu en el rito sacramental de la ordenación, que
realiza en quien la recibe una específica identificación con Cristo, Señor y Siervo
de todos. Su participación en el sacramento del Orden no les da la facultad de
actuar en la persona de Cristo Cabeza, sino que son habilitados para servir al
pueblo de Dios en la diaconía de la liturgia, de la Palabra y de la caridad.5 Ellos
son en la Iglesia “signo sacramental de Cristo Siervo. 6 La misión del diácono es
servir a la Iglesia, servir en la Iglesia y animar el servicio de la Iglesia.

4. “El diaconado, en cuanto grado del orden sagrado, imprime carácter y comunica
una gracia sacramental específica. El carácter diaconal es el signo configurativo-
distintivo impreso indeleblemente en el alma que configura a quien está
ordenado a Cristo, quien se hizo diácono, es decir, servidor de todos. Esto
conlleva una gracia sacramental específica.”7

5. “La materia de la ordenación diaconal es la imposición de las manos por parte


del Obispo; la forma la constituyen las palabras de la oración consagratoria, que
se articula en los tres momentos de la anamnesis, de la epíclesis y de la
intercesión.”8

6. De manera semejante a quienes son ordenados presbíteros, los diáconos


permanentes también deben recorrer un itinerario de formación que los vaya

1 LG 29.
2 Introducción conjunta a N y D, 2.
3 Introducción conjunta a N y D, 3.
4
Cf. NMA 13.
5 Benedicto XVI, Motu proprio Omnem in mentem sobre la modificación a los cánones 1008-

1009 de CIC.
6 N 5.
7 Cf. N 7.
8 Cf. N 6.

4
identificando íntimamente con Cristo Siervo y los capacite para cumplir su
ministerio eclesial. Por lo tanto, su formación intelectual debe ser “superior” a
la de un catequista y, de algún modo, análoga a la de un sacerdote.9

7. La formación para el diaconado permanente es responsabilidad principal de cada


Obispo diocesano, quien encontrará en este Plan de formación orientaciones
seguras y también disposiciones complementarias a las Normas emanadas de
la Santa Sede10.

8. El presente documento comienza explicitando la finalidad de la formación para


el diaconado permanente y proponiendo algunos de los rasgos pastorales y
espirituales del diácono en el contexto de las opciones asumidas por la Iglesia
en la Argentina.

9. Una vez esclarecida la finalidad de la formación, en el segundo capítulo se


desarrollan las cuatro dimensiones en las que ésta se despliega y concreta: la
humana, la espiritual, la intelectual y la pastoral. Para cada dimensión figuran
objetivos específicos y medios adecuados para lograrlos.

10. En el tercer capítulo se describe el perfil del candidato –célibe, casado o viudo-
que puede juzgarse apto para ingresar en la comunidad formativa y comenzar
el proceso de la formación. Asimismo se plantea la necesidad de una catequesis
y de una pastoral vocacional del diaconado permanente en las diócesis.

11. Una vez explicitada la finalidad de la formación, así como las dimensiones en la
que ésta se concreta y quiénes están en condiciones de comenzar el itinerario
formativo, en el cuarto capítulo se describen las diversas etapas de este camino,
con sus respectivos objetivos que se proponen gradualmente. En este contexto
de la maduración vocacional de los hombres en formación, se dan orientaciones
respecto de la admisión de los candidatos y de la colación de los ministerios del
lector y el acólito.

12. Dado que la formación de los diáconos es una tarea eclesial, en el capítulo quinto
se desarrolla la responsabilidad y misión que compete a los distintos
protagonistas que intervienen.

13. Las orientaciones y disposiciones aquí vertidas están fundadas en las Normas
universales11; asumen la reflexión realizada por Obispos, formadores y
comunidades de nuestro país en los últimos años y alcanzan solamente a la
formación inicial de los diáconos permanentes de la Iglesia de rito latino en la
Argentina.

14. María, la humilde servidora del Señor, es madre y modelo de la Iglesia. Creemos
que ella “ayuda a mantener vivas las actitudes de atención, de servicio, de
entrega y de gratuidad que deben distinguir a los discípulos de su Hijo” 12. Le
pedimos por las vocaciones al diaconado permanente en nuestra patria y
ponemos bajo su cuidado la formación de estos ministros para que sirvan con
santidad y alegría a sus hermanos.

9 Cf. N 2.
10 Cf. N 13; CIC can. 236.
11 Cf. CIC can. 236.
12 A 272.

5
I. FINALIDAD DE LA FORMACIÓN INICIAL DE LOS DIÁCONOS PERMANENTES

15. El conocimiento de la naturaleza y la misión del diácono permanente es el punto


de partida para comenzar la tarea de su formación. La Iglesia ha propuesto con
claridad la teología y espiritualidad del diácono permanente. Esas enseñanzas
están vertidas en las Normas universales (N), el Directorio para el ministerio y
la vida de los diáconos permanentes (D) y el Motu Proprio.

En este documento se añaden algunas cualidades propias del ministerio diaconal


teniendo en cuenta las opciones pastorales de la Iglesia en nuestro país. Tales
cualidades surgen de los documentos Navega Mar Adentro y Aparecida.

A. La formación del diácono a imagen de Cristo Siervo

16. “La Iglesia existe para evangelizar”13, “al servicio de la salvación del mundo” 14.
Lo hace siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (cf. Mt 9,35-
36). Él, siendo el Señor, se hizo servidor de todos y obediente hasta la muerte
de cruz (cf. Fil 2,8); siendo rico, eligió ser pobre por nosotros (cf. 2 Cor 8,9),
enseñándonos el itinerario de nuestra vocación de discípulos y misioneros 15. En
todo caso, para entender en profundidad la identidad del diaconado, la
referencia a la Iglesia, como misterio de comunión en tensión misionera, es
necesaria, pero no prioritaria, su plena verdad consiste en ser participación
específica y una representación del ministerio de Cristo al haber recibido una
gracia sacramental especial que lo injerta en el sacramento del orden. 16

En esta perspectiva cristológica y eclesiológica, la finalidad de la formación al


ministerio diaconal es preparar a los candidatos para que puedan lograr una
íntima identificación con Cristo Servidor en el seno y al servicio de la comunidad
cristiana. Para ello es necesario que las diversas dimensiones de la formación –
humana, espiritual, intelectual y pastoral- se integren progresivamente a lo
largo de un proceso bien planificado y conducido.

B. El diácono permanente, discípulo y misionero de Jesús Siervo

17. “Algunos discípulos y misioneros del Señor son llamados a servir a la Iglesia
como diáconos permanentes, fortalecidos, en su mayoría, por la doble
sacramentalidad del matrimonio y del orden. Ellos son ordenados para el
servicio de la Palabra, de la caridad y de la liturgia, especialmente para los
sacramentos del bautismo y del matrimonio; también para acompañar la
formación de nuevas comunidades eclesiales, especialmente en las fronteras
geográficas y culturales, donde ordinariamente no llega la acción evangelizadora
de la Iglesia”.17 “El ministerio del diácono se caracteriza por el ejercicio de los
tres munera – docendi, sanctificandi et regendi-, propios del ministerio
ordenado según la perspectiva específica de la diaconía.”18 “Para el ejercicio de
esta potestad dependen necesariamente de los obispos.” 19

18. La evangelización no está exenta de desafíos y dificultades, por eso “la riqueza
de la Buena Noticia reclama evangelizadores convencidos y entusiastas, como

13 EN 14; Cf. NMA 15.


14 N 11.
15 Cf. A 31.
16 N 4.
17 A 205.
18 N9
19 N 8 y 9.

6
los primeros cristianos, que daban testimonio de su fe con clara coherencia”20.
La Iglesia espera de los diáconos “un testimonio evangélico y un impulso
misionero para que sean apóstoles en sus familias, en sus trabajos, en sus
comunidades y en las nuevas fronteras de la misión. No hay que crear en los
candidatos al diaconado permanente expectativas que superen la naturaleza
propia que corresponde al grado del diaconado” 21.

C. Diáconos al servicio de la comunión y la misión

19. La Iglesia es comunión vital. En ella los cristianos participamos de la comunión


trinitaria, sanando, afianzando y promoviendo los vínculos y la comunión entre
nosotros22. Pero, “por momentos, se vive en el seno de nuestras comunidades
una cierta incapacidad para trabajar unidos, que a veces se convierte en una
verdadera disgregación”.23 Por eso el diácono permanente, siguiendo una
espiritualidad de servicio, propia de toda la Iglesia pero que a él lo identifica de
manera específica, como efecto de la ordenación sacramental, ha de ser “capaz
de asumir las exigencias de la vida comunitaria, la cual implica diálogo,
capacidad de servicio, humildad, valoración de los carismas ajenos, disposición
a dejarse interpelar por los demás, obediencia al Obispo y apertura para crecer
en comunión misionera con los presbíteros, diáconos, religiosos y laicos,
sirviendo a la unidad en la diversidad”24.

20. Los cristianos formamos, en Cristo, un solo Cuerpo, en el cual los miembros
poseen distintas aptitudes y funciones (cf. Rom 12,4-6). El diácono, como
discípulo y misionero de Cristo Siervo, está llamado a vivir su ministerio,
dedicado al servicio de Dios, por el bien de los hombres y la salvación del
mundo.25 Para ello lo vivirá en comunión con la Iglesia y en articulación de tareas
con los demás miembros del cuerpo eclesial. En efecto, “cada diácono
permanente debe cultivar esmeradamente su inserción en el cuerpo diaconal,
en fiel comunión con su Obispo y en estrecha unidad con los presbíteros y demás
miembros del pueblo de Dios. Cuando están al servicio de una parroquia, es
necesario que los diáconos y presbíteros busquen el diálogo y trabajen en
comunión”26.

21. “Es tarea urgente de cada diócesis, presidida por el Obispo como pastor, lograr
que la fuerza viva de Jesucristo y de su Evangelio llegue hasta el último rincón
del territorio y a todos sus sectores y ambientes, evangelizando la cultura. Pero
esto sólo es posible con la colaboración del presbiterio, la ayuda de los diáconos,
la integración de las comunidades de la vida consagrada con sus carismas, y la
participación activa de todos los fieles laicos. Así la Buena Noticia podrá incidir
en la sociedad y en la cultura de este tiempo y de cada grupo humano. Tenemos
por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el
horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordinaria. Pero este acento
no significa que cada uno realice sus tareas al margen del resto, sino que
desarrolle su misión de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral
de la diócesis que surja de un camino de variada participación: es la llamada
pastoral orgánica”27. En consecuencia, la misión evangelizadora de la Iglesia, a
través de la espiritualidad de servicio y de comunión, que es propia de toda la

20 NMA 16.
21 A 208.
22 Cf. NMA 45.
23 Cf. NMA 46.
24 A 324.
25 Cf. N 11.
26 A 206.
27 NMA 70.

7
Iglesia, “debe integrarse armónicamente en cada caso con la espiritualidad
propia de cada estado de vida”.28

28 N 12.

8
II. DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN INICIAL PARA EL DIACONADO
PERMANENTE

22. A fin de que el diácono permanente pueda vivir su propia identidad y misión en
la Iglesia, se requiere una formación coherente y programada, que tenga en
cuenta los diferentes estados de vida de los candidatos. En efecto, quienes han
sido elegidos para este ministerio “deben recibir una adecuada formación
humana, espiritual, doctrinal, y pastoral con programas adecuados, que tengan
en cuenta –en el caso de los que están casados- a la esposa y su familia. Su
formación los habilitará a ejercer con fruto su ministerio en los campos de la
evangelización, de la vida de las comunidades, de la liturgia y de la acción social,
especialmente con los más necesitados, dando testimonio, así, de Cristo
servidor al lado de los enfermos, de los que sufren, de los migrantes y
refugiados, de los excluidos y de las víctimas de la violencia y encarcelados” 29.

A. Formación humana

23. La formación del diácono apunta a su identificación personal con Cristo Siervo,
que “no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida” (Mc 10,45). Esto
supone en el hombre llamado una humanidad suficientemente sana e integrada
que lo impulse a vivir la alegría de amar, servir y entregarse. La dimensión
humana de la formación inicial de los diáconos permanentes tiende a acompañar
procesos “que lleven a asumir la propia historia y a sanarla, en orden a volverse
capaces de vivir como cristianos en un mundo plural, con equilibrio, fortaleza,
serenidad y libertad interior. Se trata de desarrollar personalidades que
maduren en el contacto con la realidad y abiertas al Misterio” 30. En tal sentido,
los candidatos han de cultivar durante su formación una serie de cualidades
humanas “que les permita ganarse la confianza de la comunidad, ejercer con
serenidad el servicio pastoral y facilitar el encuentro y el diálogo” 31.

a) Objetivos

Entre los principales objetivos a lograr en esta dimensión de la formación, se


destacan:

24. Afianzar en los candidatos al diaconado las principales virtudes humanas,


especialmente: la sinceridad y el amor a la verdad; la prudencia en los juicios y
las decisiones; el respeto a la persona; la búsqueda de la justicia y de la paz; la
fidelidad a la palabra dada; la capacidad de amistad; la austeridad y el espíritu
de servicio; la coherencia y la verdadera compasión.

25. Como hombres llamados a la comunión y al servicio, los diáconos han de ser
estimulados en la capacidad para relacionarse con todos. Esto exige que
sean afables, hospitalarios, sinceros en sus palabras y en su corazón, capaces
de mantener relaciones humanas leales y fraternas, discretos para la escucha y
el diálogo, capaces de comprender, perdonar y consolar. 32

26. A fin de vivir esta capacidad de relación con los demás se ha de procurar
consolidar la madurez afectiva de los candidatos. Se trata de que, tanto
célibes como casados, puedan dar centralidad en sus vidas al amor para que,

29 A 207.
30 A 280, a.
31 N 66.
32 Cf. N 67.

9
siendo capaces de salir de sí mismos, puedan abrirse a la alteridad y entregarse
con libertad interior a sus hermanos.33

Los candidatos célibes han de crecer en la integración afectiva y sexual para


que toda su persona –a nivel físico, psíquico y espiritual- pueda donarse con la
plenitud de sus energías a Jesucristo y a la Iglesia. Como apoyo para vivir la
propia vocación tendrá necesidad de la renuncia y la vigilancia, de oración y
fidelidad a una regla bien precisa, así como la existencia de verdaderas
amistades.34

Los candidatos casados afianzarán su madurez afectiva en el contexto de sus


relaciones familiares, como esposos y padres. En definitiva, deben irradiar la
comunión familiar, creada a imagen del amor de Cristo a su Iglesia, a toda la
comunidad eclesial y a la sociedad. Para ello, los candidatos casados se valdrán
de la oración, de la liturgia y del diario ofrecimiento de sí mismos. 35

27. Se ha de brindar además una formación para la libertad responsable que


exige que la persona sea verdaderamente dueña de sí misma, superando todo
egoísmo o individualismo36, mediante una educación de la conciencia moral
que, en la escucha de la voz de Dios en la intimidad del propio “yo”, descubra
el sentido de las obligaciones morales y así pueda dar respuesta consciente y
libre a las exigencias de Dios y de su amor.

28. Por su rol en la comunidad el futuro diácono tendrá que adquirir las cualidades
propias del servidor, entre otras: humilde aceptación de las
responsabilidades; aptitud para el trabajo eficiente y desinteresado,
mansedumbre y firmeza para conducir, acompañar y alentar; autoridad para
promover el crecimiento y organizar la vida de una comunidad; ser siempre el
hombre de la comunión.

b) Medios

29. Entre las diversas instancias y medios que promueven la formación humana de
los diáconos permanentes, señalamos las siguientes:
a) la vida familiar y eclesial revisada periódicamente en comunidad a la luz del
Evangelio;
b) el diálogo personal con el director de la formación, el tutor o el párroco, los
compañeros de la comunidad formativa y el director espiritual, según las
competencias que le son propias a cada uno de ellos;
c) la participación activa en la comunidad parroquial asumiendo
responsabilidades crecientes;
d) la participación de las esposas de los candidatos casados en talleres y
encuentros.

30. Si fuera necesario, y preservando el derecho a la intimidad 37, con el


consentimiento de los interesados, se acudirá a la asistencia profesional de
psicólogos competentes.38

33 Cf. N 68.
34 Cf. N 68.
35 Cf. N 68.
36 Cf. N 69.
37 Cf. CIC can. 220 y también, CONGREGACIÓN PARA LA EDUCACIÓN CATÓLICA, Orientaciones para el

uso de las competencias de la psicología en la admisión de los candidatos al sacerdocio, junio


2008”.
38 Cf. N 70.

10
B. Formación espiritual

31. “Es la dimensión formativa que funda el ser cristiano en la experiencia de Dios,
manifestado en Jesús, y que lo conduce por el Espíritu a través de los senderos
de una maduración profunda”39. La formación espiritual apunta a dinamizar el
desarrollo humano y cristiano de los futuros diáconos y ser fuente de vida para
el ejercicio del ministerio de servidor de la comunidad.

Teniendo su origen en la vida nueva recibida en el bautismo, la vida espiritual


es relación y amistad con Dios y tiene que empeñar totalmente a la persona del
candidato, introduciéndolo en una íntima comunión con Jesucristo Siervo, bajo
el impulso del Espíritu y en actitud filial hacia el Padre. Además ha de conducirlo
a la comunión fraterna con los hermanos, a la adhesión confiada a la Iglesia y
a la experiencia fecunda y vivificante de la cruz.

32. La formación espiritual de los futuros diáconos los identificará gradualmente con
la vivencia del amor de Cristo Siervo, del cual están llamados a ser su
sacramento personal. Esta intensa experiencia espiritual será el centro vital que
unifique y vivifique la propia persona y el ejercicio del ministerio.40

El diácono permanente casado encontrará su fuente de santificación en los


sacramentos del matrimonio y el orden. De allí brotará simultáneamente su
espiritualidad de esposo y padre de familia, y de servidor de la comunidad
eclesial, de tal manera que un aspecto impregne y vivifique al otro, brindando
al ministro un perfil espiritual y pastoral de gran riqueza testimonial.

a) Objetivos

Los principales objetivos a lograr en la formación espiritual son:

33. Consolidar la vida cristiana de los candidatos, animando la experiencia


personal del encuentro con Cristo Siervo y del amor a su Iglesia. Al asumir el
seguimiento de Jesús como discípulos y misioneros, los futuros diáconos se
sentirán estimulados a vivir una conversión totalizante como respuesta al amor
precedente de quien los ha llamado.

34. A fin de desarrollar la gracia bautismal, para adquirir las exigencias específicas
del ministerio diaconal, la formación espiritual se orientará a la maduración de
las virtudes humanas y de las virtudes teologales de los candidatos. El
itinerario de formación espiritual debe ser una verdadera pedagogía que
promueva la coherencia humana y cristiana del hombre que cree, espera y ama.

35. La formación específicamente diaconal tendrá como objetivo el cultivo de la


identidad del servidor de la comunidad, según el modelo del amor de
Cristo Siervo a su Iglesia. Se ayudará a los candidatos a configurar sus
criterios de vida, su corazón y sus actitudes con Cristo Siervo.

36. Originadas en la vivencia del amor de Cristo, se procurará la formación en las


virtudes diaconales, especialmente: la sencillez de corazón; la donación total
y gratuita de sí mismo, el amor humilde y servicial a los hermanos, sobre todo
a los más pobres, enfermos y necesitados, y la elección de un estilo de vida
austero que sepa compartir.41

39 A 280, b.
40 Cf. N 72.
41 N 72.

11
37. Como futuros diáconos incardinados en su diócesis, los candidatos tendrán que
adquirir un vivo sentido de pertenencia y dedicación a la Iglesia particular
en la que actuarán prestando su servicio pastoral. Esta disposición los unirá en
estrecha obediencia y afecto al ministerio pastoral del propio Obispo. Los
candidatos recibirán una adecuada formación que aseguren su obediencia y
comunión fraterna, que son notas necesarias para garantizar la autenticidad
eclesial del impulso apostólico.42

b) Fuentes y medios

38. “El servicio a los pobres es la prolongación lógica del servicio al altar” 43, por eso
la Eucaristía es la fuente del amor y la donación del diácono. “Esta
característica propia de la espiritualidad del ministerio diaconal pone de
manifiesto que no se le puede reducir a un simple servicio social”.44 “Se invitará,
por tanto, al candidato a participar diariamente, o al menos con frecuencia,
dentro de sus obligaciones familiares y profesionales, en la celebración
eucarística, y se le ayudará a que profundice cada vez más en su misterio” 45.
En este contexto de espiritualidad eucarística, se procurará durante la formación
del candidato valorar adecuadamente el sacramento de la penitencia.46

39. Otro elemento distintivo de la espiritualidad diaconal es la Palabra de Dios. De


ella el diácono está llamado a ser ministro cualificado, creyendo lo que proclama,
enseñando lo que cree, viviendo lo que enseña 47.

40. “La forma primera y fundamental de respuesta a la Palabra es la oración”48.


Mediante la lectio divina o lectura orante de la Sagrada Escritura se favorece el
encuentro personal con Jesucristo al modo de tantos personajes del evangelio 49.
Teniendo en cuenta la oración que llevarán como diáconos permanentes, se
introducirá a los formandos en la Liturgia de las Horas, especialmente las
Laudes y Vísperas, ya que orar en nombre de la Iglesia y por la Iglesia forma
parte del ministerio diaconal. A tal fin, será oportuno que “en todos los
encuentros entre los futuros diáconos se reserve un tiempo consagrado a esta
oración”50.

41. Se animará también una profunda espiritualidad mariana para que los
candidatos encuentren en la Virgen el modelo acabado de disponibilidad y
servicio en la Iglesia. Para ello se recomendará que sea evocada con el rezo
diario del Rosario.51

42. Los diáconos pueden vivir su encuentro con Cristo Siervo de manera muy
especial en el contacto personal con los pobres, débiles y sufrientes, con
quienes el Hijo de Dios hecho hombre se ha identificado y en cuyos rostros se
lo puede reconocer por la fe.52

42 N 76.
43 N 73.
44 N 9.
45 N 73.
46 Cf. N 73.
47 Cf. N 74; A 248.
48 PDV 47.
49 Cf. A 249.
50 N 75; Cf. CIC can. 276, § 2 y 3, y legislación complementaria de la CEA sobre este canon.
51 N 72.
52 Cf. NMA 58.

12
43. La comunidad de formación será un espacio privilegiado para que los futuros
diáconos crezcan en su sentido de pertenencia a una comunidad de ministros,
en obediencia apostólica con el Obispo, y en estrecha comunión con los
presbíteros y con los hermanos ordenados.

44. Se ha de insistir además en la dirección espiritual para favorecer la conversión


personal y el discernimiento vocacional de los candidatos, así como para adquirir
los rasgos propios de la espiritualidad diaconal. Se organizarán retiros
espirituales, mensuales y anuales. Se promoverán charlas formativas, la
lectura espiritual y la reflexión pastoral.53

45. Siendo el mismo ejercicio del ministerio sagrado la fuente primera de


santificación del diácono, será oportuno animar y guiar la reflexión
comunitaria acerca de la experiencia pastoral que van realizando los
candidatos a lo largo de su itinerario formativo.

46. En el caso de los candidatos casados será enriquecedor compartir espacios de


reflexión y formación espiritual con las esposas. Se plantearán también
iniciativas que ayuden a sensibilizar a los hijos sobre el sentido del ministerio
diaconal.54

C. Formación intelectual

47. La formación intelectual es una dimensión necesaria de la formación del futuro


diácono ya que constituye una fuente que alimenta su vida espiritual y le brinda
la imprescindible capacitación para cumplir su ministerio. En efecto, a fin de
proclamar la fe y testimoniar la esperanza en un mundo secularizado y, muchas
veces, indiferente del punto de vista religioso, el diácono necesita una formación
intelectual amplia y profunda que le permita anunciar el evangelio de manera
inculturada, enseñar la fe estrechamente unida a la vida y conocer los deberes
específicos de su ministerio.55

48. La formación intelectual debe ocupar un tiempo significativo en el programa de


formación inicial para el diaconado permanente y ofrecerse unida a la formación
espiritual y pastoral de los candidatos. Siguiendo esta orientación vivencial y
comunitaria “la formación doctrinal no se experimenta como un conocimiento
teórico y frío, sino como una herramienta fundamental y necesaria en el
crecimiento espiritual, personal y comunitario”.56

a) Objetivos y contenidos a alcanzar57

49. Introducir a los candidatos en el conocimiento de la Sagrada Escritura y de su


correcta interpretación: teología del Antiguo y del Nuevo Testamento;
interrelación entre Escritura y Tradición; uso de la Escritura en la predicación,
en la catequesis y, en general, en la actividad pastoral. Además se ha de brindar
una iniciación al estudio de los Santos Padres, y un primer contacto con la
historia de la Iglesia.
50. Será importante adquirir nociones suficientes de la teología fundamental, con
el conocimiento de las fuentes, de los temas y de los métodos de la teología, la
exposición de las cuestiones relativas a la Revelación y el planteamiento de la

53 Cf. N 77.
54 Cf. N 78.
55 Cf. A 479; N 80, c.
56 A 226, c.
57 Cf. N 81.

13
relación entre fe y razón, que prepara a los futuros diáconos para explicar la
racionalidad de la fe.

51. En el campo de la teología dogmática, adquirir la ciencia de sus diversos


apartados: trinitaria, creación, cristología, eclesiología y ecumenismo,
mariología, antropología cristiana, sacramentos, escatología.

52. Respecto a la teología práctica, estudiar la moral cristiana, en sus


dimensiones personales y sociales y, en particular, la doctrina social de la
Iglesia. Introducirse en el conocimiento de la teología espiritual, teología
pastoral y de la liturgia, particularmente, la celebración de los sacramentos.
Por fin, conocer los aspectos más necesarios del derecho canónico para el
ejercicio de ministerio diaconal.

53. Es de fundamental importancia que la formación en el período inicial genere la


íntima convicción de la necesidad de una capacitación intelectual
permanente. Para facilitarla, se darán oportunas orientaciones bibliográficas.58

b) Medios y recursos

54. Teniendo en cuenta la edad, así como las posibilidades y aptitudes para el
estudio de los candidatos, se ha de procurar un seguimiento personalizado
de los mismos que les ayude a cumplir los objetivos planteados.

55. Para cumplir las indicaciones sobre los contenidos doctrinales arriba
mencionadas, cada diócesis deberá contar con un programa de estudios deta-
llado y ordenado que garantice la integridad y la coherencia interna de la
enseñanza y que responda a la situación de la Iglesia particular y a las
características de sus candidatos.

56. Además se ha de contar con un número suficiente de profesores bien


cualificados en las respectivas asignaturas capaces de emplear las didácticas y
recursos más adaptados a los alumnos.

57. Cada diócesis aprovechará los propios recursos en lo referente a Institutos de


formación teológica, de ciencias religiosas y de catequesis. Los estudiantes
serán evaluados convenientemente en las diversas materias y con un examen
complexivo al final del trienio de formación intelectual.59 Se procurará no
promover a candidatos cuya evaluación en los estudios no sea satisfactoria.

58. En las diócesis donde las distancias representen una dificultad para participar
de manera presencial en estos Institutos, se ha de favorecer el acceso a los
materiales bibliográficos y los distintos instrumentos formativos, a través del
sistema de formación a distancia, con tutorías que garanticen el seguimiento
de los alumnos, y con encuentros presenciales de evaluación en el modo más
oportuno y accesible para los formandos. 60
59. A fin de lograr una formación intelectual suficiente y segura es recomendable
que los profesores y los candidatos usen como recurso bibliográfico fundamental
el Catecismo de la Iglesia Católica.

58 Cf. N 84.
59 Cf N 82. El número de horas impartidas durante dicho trienio no podrá ser inferior a 1000.
60 Cf. N 51.

14
D. Formación pastoral

60. En el contexto de una Iglesia que renueva su vocación de servidora, toda la


formación de los candidatos al diaconado posee una finalidad eminentemente
pastoral ya que se orienta a identificarlos más plenamente con la diaconía de
Cristo que “no vino para ser servido, sino para servir” (Mc 10,45). “Tal actitud
debe presidir la articulación de la diversas dimensiones formativas,
integrándolas en la perspectiva de la vocación diaconal, que consiste en ser
sacramento de Cristo, siervo del Padre” 61. Aun así, es necesario una formación
específicamente pastoral que incluya tanto la reflexión teológico-pastoral acerca
de la misión de la Iglesia, como las necesarias prácticas pastorales.

a) Objetivos

Los objetivos más destacados de la formación pastoral son:

61. Preparar a los candidatos al diaconado permanente para servir a la comunidad


en el ministerio de la Palabra, en la acción litúrgica y mediante la
caridad, animados interiormente por un sincero espíritu de santidad y de
generosa entrega a los hombres.

62. Enseñar la teología pastoral para que los futuros diáconos posean una
reflexión sistemática sobre la Iglesia y su misión evangelizadora en el contexto
de la cultura actual. “El fin de esta disciplina es el estudio de los principios,
criterios y métodos que orientan la acción apostólica y misionera de la Iglesia
en la historia.”62 La teología pastoral se orientará prestando atención a los
campos de servicio propiamente diaconales: la praxis litúrgica, sea en la
administración de los sacramentos como en el servicio del altar; el servicio de
la Palabra en las diversas maneras, tales como el kerigma, la catequesis, la
homilía, la guía de la lectio divina, etc.; el discernimiento de los signos de los
tiempos al servicio de la promoción humana, la justicia social, la solidaridad y
la caridad; la animación de la vida de la comunidad eclesial y de sus diversas
agrupaciones y movimientos.

63. Se cultivará el arte de la animación pastoral para que los candidatos


aprendan a vivir como “servicio” la propia misión de “autoridad” en la
comunidad, alejándose de toda actitud de superioridad.63 Este arte incluye tanto
la capacidad de presidir, organizar y delegar las actividades, como la de
acompañar, consolar y aconsejar a los fieles. El diácono está llamado a participar
en la animación de las comunidades a fin de que sean “casa y escuela de
comunión”, espacios de encuentro y ambientes cálidos donde los bautizados
puedan vivir los diversos carismas con espíritu de caridad.64

64. Simultáneamente con la enseñanza de la teología pastoral se dará especial


importancia a las prácticas pastorales en el seno de una comunidad.65 En el
acompañamiento de las actividades apostólicas se cuidará especialmente que
los candidatos puedan vivir el estilo de una pastoral comunitaria en colaboración
cordial con los diversos agentes eclesiales.

61 N 85.
62 N 86.
63 Cf. PDV 58.
64 Cf. NMA 83.
65 Cf. N 87.

15
65. Además, se ha de promover y esperar de los diáconos permanentes “un
testimonio evangélico y un impulso misionero para que sean apóstoles en
sus familias, en sus trabajos, en sus comunidades y en las nuevas fronteras de
la misión”.66

66. Por ser una profunda expresión de la fe católica de nuestro pueblo, los
candidatos también serán formados en el conocimiento y valoración de la
religiosidad popular a fin de promoverla, protegerla y acompañarla en sus
variadas manifestaciones pastorales.67

b) Medios y actividades

67. Entre los medios y actividades ya señalados, sobresalen en primer lugar el


estudio de las disciplinas pastorales, tales como: teología pastoral,
planificación pastoral, catequesis, homilética, liturgia de los sacramentos
presididos por el diácono y capacitación para la proclamación de la Palabra de
Dios y el servicio del altar, el canto sagrado, dinámica y conducción de grupos,
etc.68

68. En el campo de las prácticas pastorales convendrá hacer una planificación de


actividades que, teniendo en cuenta la situación del candidato, prevea una
gradualidad creciente en cuanto a su complejidad y a la responsabilidad que
suponen.

69. Con el fin de promover la maduración ministerial, será de vital importancia la


periódica evaluación de estas prácticas pastorales, ya sea por parte del
párroco, del tutor o del director de la formación.69

66 A 208; Cf. N 88.


67 Cf. A 258, 549.
68 Cf. N 86.
69 Cf. N 22, 24.

16
III. PERFIL DE LOS CANDIDATOS AL DIACONADO PERMANENTE

70. El diaconado permanente es una vocación que proviene de Dios que llama y con
su Espíritu inspira una respuesta libre y creyente para la entrega en el servicio.
Pero junto a la llamada de Dios y a la respuesta del hombre hay un elemento
constitutivo de la vocación ministerial: la llamada pública de la Iglesia. Esta
llamada tiene un sentido sacramental ya que la autoridad eclesial es como el
signo y el instrumento de la intervención personal de Dios, que se realiza con la
imposición de las manos. Por esto y, en particular, por representar una elección
de Dios, el discernimiento de la Iglesia es decisivo para la elección de la vocación
al ministerio diaconal.70

71. El discernimiento vocacional ha de realizarse con criterios objetivos conforme a


la tradición de la Iglesia y a las necesidades pastorales actuales.71 Al tratarse de
un ministerio que exige cualidades específicas, la aceptación de los candidatos
no se hará buscando resolver el problema de la escasez de sacerdotes ni para
premiar una vida apostólica o virtuosa. El criterio será siempre valorar con
seriedad los signos vocacionales y las cualidades humanas y cristianas de los
candidatos.72

A. Condiciones generales

72. El aspirante al diaconado permanente que es presentado para iniciar su proceso


de formación debe ser una persona probada e irreprensible.

73. Deberá contar con:


a) buena salud física y psíquica y, en lo posible, no más de sesenta años, en
vista a las exigencias propias de la formación y a la naturaleza del ministerio a
desempeñar;73
b) formación cultural básica acorde con el camino formativo que iniciará:
egresado de la escuela media, o con capacidad para realizar los cursos y
encuentros de la formación, así como para comunicarse satisfactoriamente en
forma verbal y por escrito;
c) suficiente madurez humana: conciencia de sus capacidades y de sus
limitaciones, sentido de responsabilidad, buen criterio, capacidad de diálogo y
amistad;
d) aptitud para el cambio y disponibilidad ante las necesidades de la Iglesia local
para traslados, teniendo en cuenta las propias condiciones familiares o
laborales;
e) cualidades espirituales: sentido de fe, oración, piedad eucarística y mariana,
amor a la Iglesia y a su misión, espíritu de pobreza y de obediencia, celo
apostólico, disponibilidad para dejarse formar, orientación al servicio, honradez
y fidelidad a las promesas, castidad y amor a los hermanos, especialmente a los
pobres y necesitados;
f) iniciación cristiana plena y formación equivalente a la de un catequista;
g) una comunidad eclesial en la que esté inserto y buena fama entre sus fieles;
aptitud para trabajar en comunión con otros; capacidad de liderazgo y servicio.
h) los candidatos deben estar libres de cualquier irregularidad e impedimento
canónico74

70 Cf. N 29.
71 Cf. N 29.
72 Cf. CIC can. 1029; 1051, § 1.
73 En cuanto a la edad mínima para la ordenación de los candidatos se seguirá la normativa

del Canon 1031.


74 Cf. C.I.C. c. 1040-1042.

17
74. En los aspirantes siempre se ha de tener en cuenta la sencillez, el espíritu de
comunión y la humilde entrega al servicio, y se ha de excluir a quienes
manifiesten ánimo confrontativo, deseos de sobresalir, ambición de poder o
dominio.

En los casos en que a juicio de los formadores fuese necesario, a fin de mejorar
el discernimiento, se podrá recurrir, con el consentimiento de los interesados,
a una consulta psicológica.75

B. Condiciones según el estado de vida de los candidatos

a) Célibes

75. Además de las condiciones generales que se han mencionado, los candidatos
célibes tendrán que estar dispuestos a vivir el amor y la diaconía ofreciendo la
totalidad del propio ser, de las propias energías y de la propia solicitud a
Jesucristo y a la Iglesia durante toda la vida76, comprometiendo así toda la
persona, a nivel físico, psíquico y espiritual en la observancia de la ley del
celibato. De esta forma, su identificación sacramental con Cristo toma la forma
de una opción esponsal, exclusiva, perenne y total.77

b) Casados

76. El candidato casado ha de ser un hombre de familia, que la sabe conducir como
esposo y padre y en cuyo seno discierne su propia vocación. Tendrá que ser
consciente que su llamado representa una gracia particular para la propia familia
y también una invitación a la vida cristiana para todos sus miembros. Se
requiere la estabilidad de la vida familiar de estos candidatos, así mismo la
sinceridad de la vida cristiana de la esposa, y que no haya nada en ella que
desacredite el ministerio del marido78. Convendrá que, desde el principio, se
cuente con el parecer favorable de la esposa.

A fin de favorecer el buen cumplimiento de la misión de padre, y teniendo en


cuenta cada caso en particular, convendrá que los candidatos casados, en el
momento en que vayan a recibir su ordenación, no tengan hijos menores de
edad79.

77. Estos candidatos podrán ejercer cualquier actividad laboral o profesional a


condición de que ésta, según las normas de la Iglesia y del juicio prudente del
Obispo, no esté en contradicción objetiva con el estado diaconal.80 Deberá tener
estabilidad laboral y económica, previsión social y aportes jubilatorios; además
será advertido de que si ya recibe una remuneración, por ejercer una profesión
civil o por haberla ejercido, ellos proveerán a sus propias necesidades y a las de
su familia con lo que cobren por ese título. Sin embargo, en el caso de los
diáconos casados plenamente dedicados al ministerio eclesiástico merecerán
una retribución tal que puedan sostenerse a sí mismos y a su familia. 81

75 Cf. N 70.
76 Cf. N 68, 36.
77 Cf. N 36.
78 Cf. N 37.
79 Cf. CIC can. 1031, § 3, y legislación complementaria de la CEA sobre este canon.
80 Cf. N 34.
81 CIC can. 281 § 3.

18
c) Viudos

78. Desde el comienzo de la formación estos candidatos serán conscientes que,


“recibida la ordenación, los diáconos, incluso aquellos promovidos en edad más
madura, están inhabilitados para contraer matrimonio, en virtud de la disciplina
de la Iglesia. Esto mismo es válido para los diáconos que han enviudado”82.

Además, para ser recibidos en la formación para el diaconado permanente, se


requiere que estos candidatos, según su edad, “hayan provisto o demuestren
estar en condiciones de proveer adecuadamente al cuidado humano y cristiano
de sus hijos”.83

C. Pastoral de las vocaciones al diaconado permanente

79. La pastoral vocacional al diaconado estará integrada orgánicamente a la pastoral


vocacional diocesana y se procurará que sea reconocida por toda la comunidad
eclesial a partir de una adecuada catequesis y valoración del ministerio diaconal.

80. Además es importante fomentar entre los presbíteros y los seminaristas el


conocimiento de la riqueza y el significado eclesial del ministerio del diácono. El
ejercicio generoso de este ministerio es la mejor manera de promover su
vocación en la Iglesia. Además, no hay que olvidar que un medio importante
para fomentar la pastoral vocacional de todos los ministerios es la oración y una
profunda vida sacramental

En todo caso, la promoción del diaconado permanente no debe suponer de


ningún modo comprometer el significado, la función y el florecimiento del
sacerdocio ministerial que siempre debe ser generosamente promovido por ser
insustituible.84

82 N 38.
83 N 38.
84 Introducción conjunta a N y D 2.

19
IV. EL PROCESO DE LA FORMACIÓN INICIAL PARA EL DIACONADO
PERMANENTE

A. Presentación y aceptación de los aspirantes

81. Por la presumible cercanía a los aspirantes, corresponde al propio párroco iniciar
el discernimiento vocacional del aspirante. Tratándose de una vocación de
servicio a la Iglesia, convendrá pedir el parecer a la comunidad eclesial de la
que participa y en la que se desempeña. Si lo considera apto, el párroco u otro
sacerdote presentará al aspirante al Obispo, acompañando la candidatura con
una exposición de los argumentos que la sustentan y un curriculum vitae y de
pastoral del aspirante. Corresponde al Obispo aceptar y derivar al aspirante al
director para la formación.

B. Etapas del itinerario formativo

82. Teniendo en cuenta la finalidad de la formación diaconal, así como el carácter


progresivo del crecimiento cristiano y pastoral de los aspirantes y candidatos,
es conveniente distinguir tres etapas en el proceso formativo.

a) El período propedéutico

83. Este período comienza con la inscripción de los aspirantes a la comunidad de


formación y su duración no será menor a un año. El responsable de este período
es el director para la formación quien podrá confiar los aspirantes a uno o más
tutores.85

84. La finalidad de este tiempo es afianzar la vida cristiana del aspirante, iniciarles
en un más profundo conocimiento de la teología, de la espiritualidad y del
ministerio diaconal y promover un atento discernimiento de su vocación.86

85. Los principales objetivos que se han de procurar en este período son:
a) clarificar y consolidar la opción vocacional, profundizando en el conocimiento
de Dios, de sí mismo y del llamado al servicio en la Iglesia;
b) fundamentar la propia vida de fe mediante el encuentro personal con Cristo
en el seno de la comunidad eclesial;
c) consolidar la formación en diversos aspectos como: fundamentos de la fe,
espiritualidad cristiana y del diaconado, iniciación a la oración;
d) hacer una experiencia comunitaria del llamado al ministerio mediante la
integración en la comunidad de formación;
e) iniciarse en el conocimiento de la Iglesia diocesana;
f) procurar la participación de las esposas de los aspirantes casados y, en la
medida de lo posible, de los hijos, para que conozcan y participen de la vocación
de su esposo o padre.

86. Cada aspirante será acompañado por un tutor y/o por su párroco, con quien
mantendrá encuentros periódicos, para programar prácticas pastorales. El
programa de este período dará prioridad a experiencias como: encuentros de
oración, charlas, retiros espirituales e intercambio entre los aspirantes para
favorecer el discernimiento vocacional.87

85 Cf. N 42.
86 Cf. N 41.
87 Cf. N 43.

20
87. El director de la formación cuidará que cada aspirante sea acompañado por un
director espiritual previamente aprobado, el cual principalmente les ayudará a
realizar un discernimiento libre y responsable de las exigencias implícitas en el
ministerio diaconal.88

88. Es importante que los aspirantes comprendan desde el comienzo que, en el


marco de una formación instituida con períodos y plazos, se privilegia el
acompañamiento personalizado del proceso de cada uno.89 Cuando algún
aspirante necesite prolongar el período propedéutico por más de un año, sin
sobrepasar los dos años, el director para la formación le expondrá las razones
y explicitará los objetivos a lograr en el futuro.

89. Al término del período propedéutico, el director para la formación, habiendo


escuchado al equipo de formadores, presentará al Obispo los resultados del
discernimiento realizado, con la evaluación correspondiente de cada aspirante.
En conformidad con las Normas básicas de la formación de los diáconos
permanentes, el Obispo podrá admitir como candidatos al diaconado sólo a
aquellos de los que haya conseguido la certeza moral de idoneidad.90 Esta
admisión de los candidatos al diaconado no les da derecho alguno a recibir la
ordenación diaconal. “Tan sólo es un primer reconocimiento oficial de los signos
positivos de la vocación al diaconado, que debe ser confirmado durante los
siguientes años de formación”.91

b) Etapa configuradora con Cristo Siervo

90. Este período se inicia una vez concluido el período propedéutico y su duración
será de, al menos, tres cursos académicos. El responsable de la formación inicial
es el director para la formación.

91. La finalidad de esta etapa es la identificación personal del candidato con Cristo
Siervo en el seno de la comunidad eclesial. En continuidad con el proceso
iniciado, también se profundizará en el discernimiento de la vocación diaconal
del formando.

92. Los principales objetivos a lograr por los candidatos son:


a) afianzar la propia vida cristiana y crecer en una espiritualidad de comunión;
b) consolidar el discernimiento de la propia vocación diaconal;
c) lograr una progresiva identificación con el ministerio diaconal mediante la
participación y el servicio pastoral en una comunidad cristiana;
d) adquirir la formación intelectual y pastoral necesaria para ejercer el ministerio
de la Palabra, de la liturgia y de la caridad.

93. En la formación de los candidatos se ha de tener particularmente en cuenta las


características de los ambientes en que ejercerán el ministerio (grandes
ciudades, zonas rurales, comunidades aborígenes, etc.).

La formación de los candidatos jóvenes célibes se desarrollará “permaneciendo


al menos tres años en una residencia destinada a esa finalidad, a no ser que el
obispo diocesano, por razones graves, determine otra cosa”.92

88 Cf. N 42 y 44
89 Cf. A 281.
90 Cf. N 44.
91 Cf. N 48.
92 CIC Can. 236 §1

21
La formación de los candidatos de edad madura, célibes o casados admite la
aplicación de variados modelos pedagógicos. También se tendrán en cuenta las
diversas realidades, como son los compromisos laborales y familiares, u otros
factores, como los geográficos, las distancias y el clima. “Los modelos más
comunes prevén los encuentros formativos y académicos en las horas de la
tarde, durante el fin de semana, en los períodos de vacaciones, o combinando
las diversas posibilidades.”93

Se deberá implicar también en este período y en las formas que se consideren


oportunas, a las esposas y a los hijos de los candidatos, como así también a las
comunidades de procedencia.
94. El director de la formación debe vigilar para que, durante su instrucción, los
candidatos sean fieles a su compromiso de dirección espiritual con el director
aprobado.94

c) El período pastoral

95. Es la última etapa formativa y se inicia una vez completado el trienio de la


formación inicial que estuvo centrado preponderantemente en lo intelectual. En
este período pastoral se hará hincapié en la preparación pastoral de los
candidatos. Su duración será de, al menos, un año.

96. La finalidad de esta etapa es la inmediata capacitación del candidato en


diversas disciplinas pastorales, y la ejercitación de los ministerios del lector y
del acólito.

97. Los principales objetivos a lograr por los candidatos son:


a) adquirir formación catequética y homilética;
b) aprender el ejercicio del servicio al altar y de la celebración de los
sacramentos del bautismo y el matrimonio, y también de las exequias;
c) capacitarse en el arte de la conducción y la planificación pastoral;
d) formarse en las cuestiones prácticas del Derecho Canónico más necesarias
para el ejercicio del diaconado;
e) cumplir tareas de asistencia, promoción y evangelización que plasmen el
amor preferencial a los pobres;95
f) lograr una activa inserción en la comunidad parroquial y diocesana,
conociendo sus planes y opciones pastorales.

C. Admisión, ministerios y ordenación

a) La admisión de los candidatos al orden del diaconado

98. La admisión de los candidatos al orden del diaconado se realiza mediante un rito
litúrgico particular, con el cual el que aspira al diaconado manifiesta
públicamente ante la comunidad su voluntad de ofrecerse a Dios y a la Iglesia
para ejercer este ministerio de servicio. La Iglesia, por su parte, al recibir su
ofrecimiento, y a través del Obispo, lo elige y lo llama para que se prepare a
recibir el orden sagrado. Así es admitido entre los candidatos al diaconado.96

99. Para proceder al rito litúrgico de la admisión, el aspirante al orden ha de hacer


una petición de adscripción entre los candidatos, por escrito y con firma

93 N 51.
94 N 54.
95 Cf. NMA 88.
96 Cf. N 45.

22
manuscrita. La misma debe ser aceptada por escrito por el Obispo propio. Se
prepararán al rito de la admisión mediante un retiro espiritual.97

100. La admisión al sagrado orden puede tener lugar una vez finalizado el período
propedéutico o en el momento en que el Obispo lo juzgue oportuno,
considerando los criterios de discernimiento y selección de los candidatos. Es
importante tener en cuenta que, aun concluido el período propedéutico, no se
ha de apresurar la admisión de candidatos sobre los cuales no se tenga la debida
certeza moral sobre su idoneidad, lo cual no significa la exclusión definitiva del
aspirante del camino de formación.98

b) Colación de los ministerios de lector y acólito

101. La Iglesia pide que los candidatos a las órdenes sagradas sean instituidos en
estos ministerios durante un tiempo conveniente99. El director para la formación,
si los juzga aptos, presentará los candidatos al Obispo. Para ser admitidos a
estos ministerios se requiere100:
a) haber recibido el bautismo y la confirmación;
b) madurez humana y espiritual;
c) adecuada preparación espiritual, intelectual, pastoral y litúrgica;
d) fe íntegra y adhesión firme a la Iglesia;
e) recta intención, coherente testimonio cristiano y buena fama;
f) si el candidato es casado, debe haber celebrado el matrimonio por la Iglesia
y presentar el certificado correspondiente, así como el consentimiento escrito
de su esposa;

102. “Los aspirantes al lectorado y al acolitado, por sugerencia del director para la
formación, dirigirán una petición, libremente escrita y firmada, al Ordinario, al
que compete aceptarla. Realizada la aceptación, el Obispo procederá a conferir
los ministerios, según el rito del Pontifical Romano”. 101

Entre la colación del lectorado y del acolitado, es oportuno que transcurra cierto
período de tiempo para que el candidato pueda ejercer el ministerio recibido.
Será por lo menos, de seis meses.102

103. Corresponde al Obispo establecer los momentos en que los candidatos al


diaconado permanente recibirán estos ministerios, y evaluar las disposiciones y
la preparación intelectual, espiritual y pastoral de los mismos. El tiempo más
oportuno es durante el período de formación pastoral. También ha de
determinar el ámbito para el ejercicio del ministerio de lector y acólito y la
autoridad inmediata de la que dependerán estos ministros.

104. Cuando se den las circunstancias previstas en el derecho, puede confiarse a


estos ministros la predicación, en la forma que establezca el Obispo
diocesano.103

97 Cf. N 47. 48; CIC can. 1034, § 1.


98 Ver nn. 91-92 de estas Normas.
99 Cf. CIC can. 1035, § 1; N 57.
100 Ver legislación complementaria de la CEA, CIC can. 230, §1; Cf. CIC can. 1029.
101 N 58.
102 Cf. N 59.
103 Cf. CIC can. 766 CIC y ver legislación complementaria de la CEA en referencia a este

canon.

23
105. Los candidatos han de ser plenamente conscientes de que la institución en estos
ministerios no les da derecho a sustento o remuneración por parte de la
Iglesia104, ni a recibir necesariamente el diaconado.

106. Estos ministerios tienen carácter estable y permanente, pero no se excluye la


posibilidad de retirarse de los mismos por motivos personales expresados al
Obispo o que éste prohíba su ejercicio. Estos ministerios se pierden junto a la
interrupción definitiva del proceso formativo y no se pueden ejercer en caso de
suspensión temporal del mismo.

c) La ordenación diaconal

107. Al finalizar todo el proceso formativo, y con el acuerdo del director de la


formación105, el candidato dirigirá al Obispo una solicitud en la que pida la
ordenación diaconal, declare conocer las obligaciones inherentes al estado
clerical y se comprometa a dedicarse para siempre al ministerio eclesiástico.106
En el caso de los diáconos permanentes célibes declarará públicamente, ante
Dios y la Iglesia según ceremonia prescrita, que abraza libre y perpetuamente
el celibato. También deberá entregar los certificados de bautismo, de
confirmación, de haber recibido los ministerios del lector y del acólito, y de haber
realizado regularmente los estudios prescritos. Si el ordenando que debe ser
promovido está casado presentará el certificado de matrimonio y una carta de
su esposa en la que ella manifieste su consentimiento a la ordenación.107

108. Quedan excluidos de la recepción de las órdenes quienes estén afectados por
algún impedimento, tanto perpetuo, que recibe el nombre de irregularidad,
como simple.108 La ignorancia de tales irregularidades e impedimentos no exime
de los mismos.109

Son irregulares para recibir las órdenes:


1. quien padece de alguna forma de amencia u otra enfermedad psíquica, por
la cual, consultados los peritos, es juzgado incapaz de cumplir debidamente
el ministerio;
2. quien haya cometido el delito de apostasía, herejía o cisma;
3. quien haya atentado matrimonio, aun solamente civil, estando impedido
para contraerlo, bien por el propio vínculo matrimonial, o por el orden
sagrado, o por el voto público perpetuo de castidad, o porque lo hizo con una
mujer unida en matrimonio válido o ligada por ese mismo voto;
4. quien haya cometido homicidio voluntario o procurado el aborto habiéndose
verificado éste, así como todos los que cooperaron positivamente;
5. quien de manera grave y dolosa se mutiló a sí mismo o a otro, o haya
intentado suicidarse;
6. quien haya realizado un acto de orden reservado a los constituidos en el
orden del episcopado o presbiterado, ya sea careciendo de ese orden o
estándole prohibido su ejercicio por una pena canónica declarada o
impuesta.110

104 Cf. MQ XII.


105 El director de la formación escuchará la opinión del equipo de formadores.
106 CIC can. 1036.
107 Cf. N 61.
108 Cf. can.1040 CIC.
109 CIC can. 1045.
110 CIC can. 1041.

24
Están simplemente impedidos para recibir las órdenes:
1. el varón que está casado, a no ser que sea legítimamente destinado al
diaconado permanente;
2. quien desempeña un oficio o administración prohibidos a los clérigos, a
tenor de los cánones 285 y 286, y de los cuales debe rendir cuentas, hasta
tanto, una vez dejados ese oficio y administración y rendidas las cuentas,
haya quedado libre;
3. el neófito, a no ser que, a juicio del Ordinario, haya sido suficientemente
probado.111

Los fieles tienen la obligación de revelar, antes de la ordenación, al Ordinario


o al párroco los impedimentos para las órdenes sagradas de los que
eventualmente tengan noticia.112 Para la eventual dispensa de tales
impedimentos o irregularidades deberá seguirse lo dispuesto en el
ordenamiento canónico.113

109. El director para la formación presentará al Obispo el informe del equipo de


formación, atendiendo además a la opinión de la comunidad en la que el
candidato desempeña su servicio pastoral.

110. Corresponde al Obispo:


a) examinar el informe sobre el candidato que le presente el director para la
formación, pudiendo emplear otros medios que considere útiles para
comprobar la idoneidad del ordenando114;
b) no promover al candidato para recibir el diaconado si, a pesar de todo esto,
dudara de su idoneidad115;
c) verificar antes de la ordenación que se cuenta con los documentos
requeridos116;
d) promover al candidato al orden del diaconado después de asegurarse que
éste conozca las obligaciones que asumirá con la ordenación 117;
e) determinar el lugar y la manera en que los ordenandos deberán realizar los
ejercicios espirituales118;
f) recibir por sí o por su delegado la profesión de fe y el juramento de
fidelidad119;
g) ordenar personalmente a los candidatos súbditos suyos, u otorgarles las
legítimas letras dimisorias, si correspondiera 120;
h) celebrar la ordenación, según el Rito del Pontifical Romano,
preferentemente en una Misa solemne en domingo o en una fiesta de precepto
y generalmente en la catedral 121.

111 CIC can. 1042.


112 CIC can. 1043.
113 Cf. CIC cans. 1045-1049.
114 Cf. N 62; CIC can. 1051, § 1 y 2, can. 1029.
115 Cf. CIC can. 1052 § 3.
116 Cf. CIC can. 1052 § 1, can. 1050.
117 Cf. CIC can. 1028; N 62.
118 Cf. CIC can. 1039; N 65.
119 Cf. N 63. CIC canon 833, 6º; Congregación para la doctrina de la fe, Professio fidei et

iurisiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae excercendo: (1989).


Rescriptum Ex audientia Ssmi. formulas professionis fidei et iuris iurandi fidelitatis contingens
foras datur (1989)
120 Cf. CIC can. 1015; N 64.
121 Cf. CIC can. 1010, 1011; N 65.

25
111. Durante el rito de la ordenación es muy conveniente que se dé una
participación especial a las esposas y a los hijos de los ordenandos casados.122

112. Por la ordenación, el diácono queda incardinado en la Iglesia particular para


cuyo servicio fue promovido. Esta incardinación no es un hecho accidental sino
un vínculo constante de servicio a una concreta porción del Pueblo de Dios.
Esto implica la pertenencia eclesial a nivel jurídico, afectivo y espiritual y la
obligación del servicio ministerial.123

113. Luego de celebrada la ordenación, se anotarán en un libro especial que debe


guardarse cuidadosamente en la curia diocesana del lugar de ordenación, los
nombres de cada ordenado y del ministro que lo ordenó, el lugar y el día de
la ordenación.124 El Ordinario del lugar deberá comunicar cada ordenación
celebrada al párroco del lugar del bautismo del diácono ordenado para la
correspondiente anotación en su libro de bautismos.125

El Obispo ordenante dará al diácono ordenado, un certificado auténtico de la


ordenación recibida; si fueron promovidos por un Obispo ajeno con dimisorias,
mostrarán dicho documento al Ordinario propio para la anotación de la
ordenación en un libro especial que se conservará en el archivo.126

122 Cf. N 65.


123 N 8.
124 Cf. CIC can. 1053 § 1.
125 Cf. CIC can. 1054 y 535, § 2.
126 CIC can. 1053, § 2.

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V. LOS AGENTES DE LA FORMACIÓN INICIAL DE LOS DIÁCONOS
PERMANENTES

A. El Obispo diocesano

114. El Obispo es el responsable último del discernimiento y la formación de los


candidatos al diaconado permanente.127 A fin de cumplir con esta misión, a él le
corresponde:
a) crear las estructuras necesarias para la labor formativa valorando las
estructuras formativas propias y las de otras diócesis, sea a nivel regional
o nacional.128
b) delinear el perfil diocesano del ministerio diaconal;
c) nombrar a las personas responsables de la formación inicial de los
diáconos permanentes129;
d) aprobar al director espiritual propuesto por cada aspirante o candidato130;
e) determinar el modo de implementar la formación de los aspirantes y
candidatos131;
f) ocuparse de que sea redactado y actualizado periódicamente el plan
formativo integral diocesano sobre la base de estas Normas 132;
g) conocer personalmente a los aspirantes y candidatos al diaconado133 y
realizar el escrutinio para su ordenación conforme a los criterios señalados
en estas Normas;
h) determinar la residencia para los aspirantes jóvenes y designar el superior
de la misma134, estableciendo normas claras relativas a la disciplina y el
ordenamiento de los estudios.

B. El equipo de formadores

118. El Obispo diocesano designará el equipo de formadores que estará a cargo de


la formación y conducirá el Instituto en el que se forman los futuros diáconos.
El mismo estará integrado por un director, el tutor, el director espiritual y el
párroco. El equipo se reunirá periódicamente para evaluar la tarea y hacer al
Obispo las oportunas sugerencias.135

119. El director para la formación coordina a las distintas personas que participan
en la formación inicial de los diáconos permanentes, preside y da unidad a la
tarea educativa en sus diversas dimensiones. Además tendrá una estrecha
vinculación con las familias de los aspirantes y candidatos así como con las
comunidades de procedencia. Es el responsable de presentar al Obispo el juicio
de idoneidad sobre los aspirantes para su admisión como candidatos al sagrado
orden y a los ministerios del lectorado y acolitado, y sobre los candidatos para
acceder al diaconado.136 Para elaborar este juicio consultará al tutor y al
párroco. Es conveniente que el director para la formación no sea también el
responsable de los diáconos permanentes.137

127 Cf. N 19.


128 N 16.
129 Cf. N 21, 22.
130 Cf. N 23.
131 Cf. N 51, 53, 82.
132 Cf. N 16.
133 Cf. N 19.
134 Cf. N 50.
135 Cf. N 20.
136 Cf. N 21.
137 Cf. N 21.

27
120. Podrá ser director de la formación un presbítero o un diácono, preferentemente
distinto del responsable de los diáconos ordenados, destacado por su fe, sentido
eclesial y experiencia pastoral, que haya dado pruebas de prudencia, equilibrio
y capacidad de comunión y que tenga la debida competencia teológica y
pedagógica. 138

121. El tutor es elegido por el director para la formación entre los diáconos o
presbíteros de probada experiencia y nombrado por el Obispo. Puede ser uno o
más, según las necesidades y posibilidades. Su misión es acompañar
personalmente a cada aspirante y cada candidato, brindando ayuda y consejo
durante las diversas etapas del camino formativo. Además, colabora con el
director en la programación de las actividades educativas y en la elaboración
del juicio de idoneidad que se presentará al Obispo. 139 Por todo esto es de vital
importancia que el tutor mantenga un contacto habitual con los aspirantes y
candidatos que se le han asignados.

122. El director espiritual lo elige cada aspirante o candidato entre los sacerdotes
aprobados por el Obispo. Su misión es la de discernir la acción interior del
Espíritu en los llamados, acompañarlos y animarlos a su conversión continua, y
ayudarlos en la maduración integral de su espiritualidad diaconal al servicio de
la Iglesia mediante la adquisición de las virtudes que le son propias. 140

123. Este director espiritual ha de conocer hondamente la espiritualidad diaconal,


debe distinguirse por su personal vida espiritual virtuosa, así como por su sólida
cultura teológica, prudencia y don de consejo para estimular y corregir
mansamente al candidato en su esfuerzo por responder adecuadamente a la
llamada. No podrá ser consultado de ninguna manera respecto a la decisión de
admitir al aspirante como candidato, de concederle los ministerios o el mismo
diaconado.141

124. El párroco que se encarga del acompañamiento y formación pastoral de los


futuros diáconos permanentes, será elegido por el director para la formación de
acuerdo con el equipo de formadores y teniendo en cuenta la situación de cada
candidato. Su misión será brindar a quien le fue confiado el apoyo fraterno y la
necesaria iniciación en las tareas pastorales que le encomiende. Será necesario
que periódicamente evalúe con el candidato la marcha del trabajo realizado, a
fin de poder informar oportunamente sobre su evolución al director para la
formación.142 A tal fin podrá consultar al Consejo Parroquial de Pastoral.
Además, informará acerca de las cualidades de la esposa del candidato a su
cargo.

Para cumplir con su misión es conveniente que el párroco cuente con


orientaciones precisas del director para la formación acerca de lo que se espera
de su rol, así como de los objetivos a cumplir por el candidato.

Cuando exista algún cambio de párroco durante el proceso de formación del


candidato, es necesario que el director para la formación comunique al nuevo
párroco la situación en la que se encuentra el candidato y lo que se espera tanto
de éste como de él colaborando con la formación como párroco.

138 N 21.
139 Cf. N 22.
140 Cf. N 23.
141 Cf. N 23.
142 Cf. N 24.

28
125. A través de la Comisión Episcopal de Ministerios (CEMIN), la Conferencia
Episcopal Argentina (CEA) promueve el encuentro de los distintos responsables
de la formación y la vida de los diáconos permanentes de las diócesis de nuestro
país. En estas reuniones se hace posible el intercambio de experiencias y de
iniciativas concretas que son de gran valor para consolidar la identidad y el
ministerio de los diáconos en nuestras comunidades sin perder de vista la
perspectiva universal que le es propia al ministerio ordenado.

C. El centro de estudios

126. En la medida de lo posible conviene que el Obispo diocesano constituya con


estos encargados de la formación una Escuela o Centro de formación para
diáconos permanentes que funcione de manera estable y orgánica. Esta Escuela
podrá tener diversas modalidades, atendiendo a las posibilidades de cada
Iglesia particular, garantizando, sin embargo, la necesaria planificación de la
formación de los candidatos.143

127. Según las circunstancias, y a fin de aprovechar los recursos humanos y


pastorales de la diócesis, dicho Centro de formación puede ser organizado, en
un primer nivel, como una Escuela de Ministerios, donde se capaciten laicos y
laicas, llamados a servir a la comunidad eclesial en diversas áreas pastorales,
como la catequesis, la liturgia y la caridad. En tal caso, aquellos varones que
ingresen con vocación al diaconado permanente tendrán que completar su
formación en lo referido específicamente a los ministerios del lector, del acólito
y del diácono en otros lugares y encuentros.

128. Asimismo será útil prever la posibilidad de que Obispos de la misma Provincia
Eclesiástica o Región Pastoral o de otras Provincias y Regiones se asocien para
establecer estos Centros de formación, según se trate de candidatos célibes o
casados. En este caso se deberá establecer un convenio por escrito.

129. Los profesores de las diversas disciplinas teológicas, pastorales y pedagógicas


son colaboradores imprescindibles en la tarea de la formación inicial de los
diáconos permanentes. Mediante la enseñanza del «sacrum depositum»
custodiado por la Iglesia, nutren la fe de los candidatos y los preparan para la
tarea de maestros del pueblo de Dios. 144 En efecto, como ministros de la
Palabra, de la liturgia y de la caridad, los diáconos ejercen su sagrado ministerio
en nombre de la Iglesia. Esto requiere la formación competente que les permita
enseñar al pueblo de Dios y servir a sus hermanos. Para dar unidad a toda la
formación, es conveniente que los profesores se dispongan a colaborar y
relacionarse con las demás personas encargadas de la tarea formativa. “De
modo especial a los profesores se les pide plena fidelidad al Magisterio porque
enseñan en nombre de la Iglesia”.145

D. Las diversas comunidades en la formación inicial de los candidatos

130. El ministerio diaconal siempre surge de la llamada divina en el seno de una


comunidad cristiana. Teniendo su más radical fundamento en Cristo y su origen
en el don del Espíritu, el diaconado, como toda realidad cristiana, debe ser
considerado en el interior de la Iglesia y de las respectivas comunidades. Estas
son una referencia necesaria para la identidad del diaconado. En la medida en
que las comunidades eclesiales de procedencia de los candidatos están en

143 Cf. N 112.


144 N 25.
145 Cf. PDV 67 y también CIC can. 252 § 1; 253 § 1; 810 § 1.

29
comunión con el obispo, pueden ejercer una influencia relevante en la
formación de los candidatos, colaborando en el discernimiento objetivo,
animación y coordinación de sus carismas y ministerios. 146

131. El ministerio del diaconado es un don que el Espíritu otorga a algunos miembros
del Cuerpo de Cristo para la edificación de la comunidad. El diácono es un
hermano creyente que comparte con el resto de los fieles la misma dignidad,
pero que ha recibido por el sacramento del Orden, una específica conformación
con Cristo Siervo, un carácter y una gracia sacramental específica para vivir la
nueva realidad obrada por el sacramento, en este caso para ser, ante las
comunidades cristianas, signo sacramental del Señor y Siervo de todos. 147 Esto
significa que los ministerios sólo pueden entenderse si tienen como punto de
partida y de destino a la comunidad cristiana, y a través de ella a la Iglesia y al
mundo. Por todo esto, es imprescindible que el aspirante al ministerio diaconal
sea miembro vivo de una comunidad eclesial en la que viva alegre y
humildemente su condición de servidor.

a) La comunidad de procedencia

132. En el surgimiento de la vocación al diaconado permanente, la decisión de


comenzar el proceso de formación diaconal podrá ser tomada por iniciativa del
propio aspirante o por una explícita propuesta de la comunidad de procedencia.
En cualquier caso, tal decisión deber ser aceptada y compartida por la
comunidad.148

133. La comunidad parroquial está llamada a acompañar a sus miembros llamados


al diaconado durante su itinerario formativo con el apoyo de la oración y un
adecuado camino de catequesis que le brinde al candidato ayuda para su
discernimiento vocacional. Los movimientos o instituciones eclesiales de las que
proceden aspirantes y candidatos pueden seguir siendo para ellos fuente de luz
y de aliento. Al mismo tiempo, deben manifestar respeto hacia la llamada de
sus miembros, no obstaculizando la maduración de una espiritualidad y de una
disponibilidad auténticamente diaconales.149

134. A fin de procurar un atento discernimiento vocacional, el director de la


formación se relacionará con las comunidades de procedencia de los aspirantes
y candidatos.150

b) La comunidad de formación

135. Se ha de procurar que los aspirantes y los candidatos al diaconado permanente,


junto con sus formadores, constituyan una comunidad peculiar que:
a) se caracterizará por su profunda espiritualidad, sentido de comunión y
fraternidad, espíritu de servicio e impulso misionero;
b) tendrá un ritmo bien determinado de encuentros de formación y de oración;
c) ayudará en el discernimiento de su vocación, en la maduración humana, en
la iniciación a la vida espiritual, en el estudio teológico y en la experiencia
pastoral151;

146 N 4; 18; 27; 29.


147 Cf. N 5; 7.
148 Cf. N 40.
149 Cf. N 27.
150 Cf. N 21.
151 Cf. N 26, 42, 51.

30
d) brindando una experiencia comunitaria, promoverá, sin embargo, la
conciencia del propio progreso personal en la vocación, de manera que queden
excluidos sentimientos de competencia o postergación cuando algún
candidato se adelante o atrase en el itinerario formativo.

c) La comunidad de diáconos

136. La comunidad de diáconos de cada diócesis posee un importante rol en la etapa


formativa de los candidatos.152 La experiencia ministerial adquirida con los años
permite a los diáconos transmitir una espiritualidad vivida y una peculiar mirada
pastoral a quienes se están formando, todo lo cual es fuente de estímulo y
aliento en su camino de formación. Por este motivo se ha de proponer
oportunos encuentros de los aspirantes y candidatos con los diáconos de la
diócesis.

E. El aspirante y el candidato

137. Tanto el aspirante como el candidato al diaconado son protagonistas necesarios


e insustituibles de su formación ya que la acción del Espíritu pide y provoca la
respuesta libre de la misma persona llamada al ministerio. La necesaria
autoformación no debe confundirse con aislamiento o independencia respecto
a los formadores, sino responsabilidad generosa a la llamada de Dios.153 Las
diferentes instancias eclesiales y encargados de la formación están al servicio
de esa respuesta personal que, animada por la gracia, permita al formando
crecer en la vida cristiana e identificarse gradualmente con el espíritu servidor
de Jesucristo.

F. Aporte de las familias de los aspirantes y candidatos durante su


formación

a) Los candidatos célibes

138. A fin de enriquecer la formación de estos candidatos, los encargados de la


misma han de prever diversas actividades en las que sus familias los
acompañen a lo largo del proceso formativo.

b) Los candidatos casados

139. La formación diaconal de los candidatos casados se verá enriquecida si la familia


de cada uno participa de alguna manera en su itinerario al ministerio. En efecto,
el sacramento del matrimonio que santifica el amor de los cónyuges y lo
convierte en signo eficaz del amor con el que Cristo se dona a la Iglesia (cf. Ef
5,25), es un don de Dios y debe alimentar la vida espiritual del futuro diácono
casado.154 Éste ha de crecer en una espiritualidad de servicio a la Iglesia que
incluya especialmente un claro testimonio de la santidad del matrimonio y la
familia.155 La propia vida familiar es para el candidato una fuente de crecimiento
en el amor y en la disposición para el servicio, que más tarde prestará como
diácono a la familia eclesial. Por todo esto, en cuanto sea posible y en las formas
que se consideren oportunas, se ha de procurar implicar en la formación, desde
el período propedéutico, a las esposas y a los hijos de los aspirantes casados. 156

152 Cf. D 6.
153 N 28.
154 Cf. D 61.
155 Cf. D 61.
156 Cf. N 43, 56.

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140. Se cuidará que las esposas de los candidatos casados crezcan en el
conocimiento de la vocación del marido. Para ello, podrá invitárselas a participar
en los encuentros de formación espiritual. Del mismo modo, se pueden
proponer iniciativas para sensibilizar a los hijos respecto del ministerio
diaconal.157

c) Los candidatos viudos

141. La formación espiritual de estos candidatos deberá aprovechar toda su


experiencia adquirida e insertará en ella los rasgos específicos de la
espiritualidad diaconal.158

También en estos casos se ha de ofrecer a los hijos del candidato al diaconado


la posibilidad de participar durante el camino de formación de su padre.

157 Cf. N 78.


158 Cf. N 71.

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