Está en la página 1de 2

Cultura - La Izquierda Diario

Los libros que la dictadura


quemó
Hace 42 años millones de libros fueron quemados por la dictadura y sus
colaboradores civiles. El objetivo: destruir de raíz cualquier ideología
"contraria al ser nacional".

Al poco tiempo de llegar al poder el partido nazi alemán llevó adelante un “ritual
purificador” para los jóvenes de
su época. La noche del 10 de
mayo de 1933, miles de
estudiantes miembros de la
juventud hitleriana, profesores
y hombres de las SS y las SA
quemaron alrededor de 25 mil
libros en una hoguera pública
en Berlín, extendiéndose luego
la acción a 20 ciudades más. Algo
muy similar ocurrió en
Argentina hace 40 años cuando
militares y funcionarios civiles
– apenas comenzado el golpe –
iniciaron una práctica que se volvió recurrente: quemar libros cuidadosamente
seleccionados en grandes fogatas. Como en caso alemán, a la vista de todos.

En abril de 1976 hubo dos quemas importantes de libros y ambas fueron en Córdoba. La
primera se produjo en la escuela secundaria comercial “Manuel Belgrano” el 2 de abril.
Ese día el interventor teniente primero Manuel Carmelo Barceló recorrió la biblioteca,
seleccionó 19 libros entre los que se encontraban autores como Marx, Engels,
Margarita Aguirre, Godio y Martí; y procedió a quemarlos en el patio a la vista de
numerosos alumnos como testigos. La fogata fue acompañada por la posterior
desaparición de 12 estudiantes, con decenas de chicos expulsados y varios docentes
cesanteados.

Años después, los estudiantes acusaron a su ex director Tránsito Rigatuso de haber


armado “listas negras” tanto de libros como de personas. Rigatuso fue un hombre del
peronismo ortodoxo que ocupó el cargo a partir del Navarrazo en 1974 y fue diputado
nacional durante el gobierno de Alfonsín. Uno de los tantos colaboradores de la
dictadura que murió sin ir preso.

La segunda gran fogata se produjo el 29 de abril. El general Luciano Benjamín


Menéndez ordenó la quema colectiva de libros que habían sido secuestrados en
bibliotecas, colegios y universidades durante los días previos. Luego de brindar
conferencias de prensa a periodistas de la provincia, el Jefe del Regimiento de Infantería
Aerotransportada 14 del Comando del III Cuerpo del Ejército, Jorge Eduardo Gorleri,
exhibió ante los presentes la pila de libros confiscada y ordenó quemarlos.

Periodistas, funcionarios y militares estuvieron invitados a observar la gran fogata de


numerosos autores marxistas. Ante los presentes Gorleri afirmó que “a fin de que no
quede ninguna parte de estos libros, folletos, revistas, etc (…) para que con este
material se evite continuar engañando a nuestra juventud, sobre el verdadero bien que
representan nuestros símbolos nacionales, nuestra familia, nuestra Iglesia, nuestro más
tradicional acervo sintetizado en Dios, Patria, Hogar”. Así informó el diario La Voz el
día 30 de abril bajo el título “Incineración de literatura marxista”. Algunos de las
obras eliminadas pertenecían a García Márquez, Marx, Trotsky, Galeano, Bayer,
Perón, Cortázar, Saint-Exupery, Engels, Freud, Sartre, entre muchos otros.

La quema de libros se volvió así una práctica recurrente. Se procedía a seleccionar,


censurar, secuestrar y quemarlos. Se conocen casos en Entre Ríos, Capital Federal (90
mil libros quemados en Palermo), Rosario (80 mil libros) y, en 1980, se produjo la
destrucción de 1 millón y medio de libros y revistas editados por la CEAL (Centro de
Estudios de América Latina), fue 60 veces más grande que la quema nazi del 33.

En la mayoría de los casos, los “rituales purificadores”-como solían llamarlo- eran


realizados en lugares públicos, con testigos y fotógrafos. Los casos de Córdoba y
Sarandí fueron filmados y difundidos al conjunto de la sociedad. El mensaje debía ser
claro: aniquilar de raíz cualquier ideología “contraria al ser nacional y cristiano” y
que la sociedad sea testigo de ello.

También podría gustarte