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Ángel Bautista Vásquez DER2560-03

100020883 La Demanda en Partición

El principio general es que nadie puede estar obligado a permanecer en estado de


indivisión; por tanto, sea que se trate de una sucesión, de una masa matrimonial, o
bien de una copropiedad formada de común acuerdo entre dos personas morales o
físicas que, libre y voluntariamente, hayan convenido adquirir de manera conjunta un
bien determinado, ha de procederse a demandar la partición ante los tribunales.

Evidentemente, sin interés no hay acción, lo que supone que si las partes acuerdan
una división amigable, debidamente documentada, no habría lugar a demandar ante
la justicia ordinaria. Y si, no obstante acuerdo, se demanda la partición judicialmente,
dicha acción devendría en inadmisible por falta de interés.

Sobre las etapas que supone la tramitación de las demandas en partición, ha sido
juzgado lo siguiente: “La demanda en partición comprende dos etapas, la primera, en
la cual el tribunal se limita a ordenar o rechazar la partición, y la segunda, que consiste
en las operaciones propias de la partición, a cargo del notario y los peritos que
deberán ser nombrados por el tribunal apoderado de su primea etapa, así como la
designación del juez comisario para resolver todo lo relativo al desarrollo de la
partición”.

Según el precedente esbozado ut supra, en la primera etapa de la demanda, el


Tribunal apoderado debe limitarse a precisar si procede ordenar la partición, pura y
simplemente. Y el estudio de la procedencia de dicha partición deberá enfocarse a la
situación de que se trate: sucesión, divorcio (matrimonio), separación (concubinato) o
por copropiedad entre dos persona físicas o morales.

La sucesión, como es sabido, se abre con la muerte del de cujus. Esta


circunstancia (fallecimiento) sólo se acredita en justicia mediante la aportación del
acta del estado civil correspondiente: acta de defunción.

En esta materia se produce una excepción al principio general de la prueba, conforme


al cual los hechos no controvertidos han de tenerse como ciertos ante los
tribunales: cuando se trata de asuntos atinentes al estado de la persona, según la
mejor doctrina, debe probarse con el acta de estado civil correspondiente, aun cuando
la muerte o el divorcio no sea controvertido por las partes. Así, para proceder a la
partición de una herencia o de una masa conyugal, necesariamente debe probarse
adecuadamente cada situación atinente al estado de la persona.

Asimismo, debe probarse la condición de heredero, sea mediante la constancia del


trámite de determinación de herederos, o mediante cualquier otro medio o
circunstancia válida. A diferencia del estado de la persona, se ha decidido a nivel de
cortes de apelación, que si la condición de heredero no es contradicha por ninguna
de las partes, ha de darse como establecida.

En suma, la procedencia de la partición de una sucesión redunda en dos cuestiones


puntuales: 1.- Prueba de la muerte del de cujus y 2.- Condición de heredero de la
parte demandante.

Sobre la competencia en esta materia, la Suprema Corte de Justicia ha fijado el


siguiente precedente: “El tribunal de Tierras es competente para conocer del
procedimiento relativo a la partición entre herederos o copartícipes de los derechos
registrados a nombre de su causante, sólo cuando todo se pusieran de acuerdo.
Fuera de este caso, y tratándose de una acción de carácter personal, es la jurisdicción
ordinaria la competente”.

Cada pareja tiene derecho a reclamar parte de los bienes que se han fomentado
durante la relación en pareja. Esta prerrogativa no es exclusiva del matrimonio, ya la
Constitución proclamada el 26 de enero de 2010, ha reconocido derechos a las
uniones de hecho.

Dependiendo de la naturaleza de la relación: si es matrimonial, que interviene un


contrato, o si es de hecho, en ausencia de contratación, serán distintas las pruebas y
situaciones a acreditar para que proceda la partición.

Cuando se trata de partición de la masa patrimonial fomentada durante un matrimonio


regido por la comunidad de bienes, la acción ha de ejercitarse antes de los dos años
a partir de la publicación de la sentencia de divorcio.
Para apoyar la demanda, debe acreditarse la situación de la separación, sea
materializada o en curso. Esto se cubre con el solo depósito de la sentencia de
divorcio, la que hará constar en su contenido, el acta de matrimonio depositada para
aquella demanda, la que –a su vez- dará cuenta del régimen matrimonial adoptado
por la pareja: comunidad de bienes.

Sobre la partición de la pasa conyugal, ha sido juzgado lo siguiente: “El artículo 815,
parte in fine del Código Civil establece a favor del cónyuge divorciado que conserva
la posesión por más de dos años a contar de la publicación del divorcio, una
presunción de que la liquidación y partición de la comunidad, ha sido efectuada en su
favor respecto de los bienes que tenga en su posesión, los cuales conservará”.

La demanda en partición por causa de divorcio debe notificarse al domicilio del esposo
demandado. Si la partición es demandada por causa de fallecimiento de uno de los
esposos, la misma deberá ser intentada contra el o la cónyuge supérstite y contra los
demás coherederos y sucesores, y deberá ser notificada en el domicilio conyugal en
el cual se apertura la sucesión, a los fines de evitar multiplicidad de demandas.

Si demandan los dos esposos al mismo tiempo, por principio procesal general, sólo
podrá continuar como demandante aquel de ellos que primero que hubiese hecho
visar primero el original de su acto de requerimiento por el Secretario del Tribunal,
con expresión del día y hora en que fue visado.
Sin embargo, vale aclarar que ante la situación de que el esposo hiciere visar con
antelación su acto desista de su acción, se ha admitido en la praxis ante los tribunales
que el otro esposo pueda subrogarse en el lugar del desistente, siempre y cuando
conserve un interés serio y legítimo de que continúen dichas operaciones.

Sobre la demanda en partición de la masa conyugal y los bienes reservados de la


mujer casada, ha sido juzgado lo siguiente: “Si existe comunidad de gananciales, los
bienes reservados entrarán en la partición del fondo común, a condición de que la
mujer no renuncie a la comunidad, pues si lo hace ella los conservará francos y libres
de deuda. La mujer debe demostrar que los bienes reservados fueron adquiridos por
ella con el producto de su trabajo personal”.

Sobre el contenido de esta demanda, en doctrina se ha sostenido lo siguiente: “En


esta demanda se deberá señalar, entre otros datos, la fecha en que se inició la
comunidad cuya liquidación se pretende efectuar (fecha del acto de matrimonio), los
nombres de los cónyuges, la fecha de su disolución (por muerte o divorcio), la
propuesta que pueda hacer el demandante de las personas que hayan de servir como
peritos y el o los nombres del o los notarios propuestos la tribunal. No será necesario,
en principio, individualizar los bienes que componen la comunidad, toda vez que ello
estará a cargo del Notario Público que pueda ser designado a estos fines por el
tribunal, bastando con fundamentar la demanda en las disposiciones del artículo 815
del Código Civil, que consagra la libertad de todo aquel que se encuentre sometido a
un estado de indivisión de hacerla cesar. Contendrá dicho acto, además de todas las
menciones comunes a los actos de alguacil, las conclusiones y pedimentos de la parte
demandante, y el emplazamiento al o los demandados a comparecer en el plazo de
la octava franca d ley por ante el Tribunal de Primera Instancia del domicilio del o los
demandados en sus atribuciones civiles”.

Si bien la Constitución política de la República, en su artículo 55, ha reconocido


derechos a las uniones libres, lo cierto es que ante los tribunales se sigue aplicando –
con mucho tino- la jurisprudencia que había dictado la Suprema Corte de Justicia,
respecto de la necesidad de que el concubinato sea de tipo More Uxorio, esto es, que
se trate de una unión estable, de más de cinco años de duración; que no sea pérfido
ninguno de los miembros de la pareja y que sea de notoriedad pública. Esto así, para
evitar que relaciones amorosas circunstanciales e incompatibles con los parámetros
sociales de moralidad, sean capaces de generar prerrogativa alguna.

Se estila probar la existencia del concubinato More Uxorio, mediante un acta notarial
instrumentada con la asistencia de siete testigos, dando cuenta de que tienen
constancia de que la pareja ha convivido durante un tiempo razonable de manera
estable. Asimismo, la situación de los hijos: si han procreado o no; o bien cualquier
otra información de interés en torno a la relación de hecho a probar.

Los tribunales de la República han venido interpretando que el régimen de la


comunidad de bienes solamente aplica a los matrimonios, los cuales se rigen por un
contrato; pero no respecto de las uniones de hecho, en las que no interviene
contratación alguna. Para este último tipo de relación, es necesario –según el criterio
que ha venido prevaleciendo- probar el aporte que ha hecho cada pareja para la
adquisición de los bienes que forman la masa a partir.

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