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Víctor Eduardo Hernández Benavides.

05/10/2021
Reseña del texto What Are Universities For? – ¿Para qué sirven las
universidades? - de Stefan Collini (2012)
Introducción:
Preguntar para qué sirve algo, comenta Collini al inicio de su libro, corre el riesgo de caer en
reduccionismos u ofrecer respuestas poco explicativas. Razón por la cual su táctica consiste
en utilizar dicha pregunta para clarificar una categoría, no buscando una definición
restringida o única, sino reflexionando acerca de la diversidad que puede albergar un sólo
término.
El libro intentará ofrecer una respuesta a dicha pregunta que vaya más allá de la
utilidad de las universidades para hacer dinero, argumentando sobre su importancia
intelectual, educativa, científica y cultural; y no centrándose en aspectos que considera
secundarios como el financiamiento, el impacto o el acceso, mismos que son utilizados
recurrentemente por los medios de comunicación y la política.
Al final de su introducción el autor especifica que si bien escribe desde su experiencia
como escritor y docente de literatura e historia en una universidad británica, lo dicho puede
ser extendido y reconocido en la situación de las universidades alrededor del mundo.

Capítulo 1. The global multiversity.

En el primer capítulo Collini ofrece un panorama del que, en su consideración, es el papel de


las universidades en las sociedades modernas. Comienza señalando que las universidades en
el siglo XXI, alrededor del mundo, atraviesan una situación paradójica, pues mientras que
nunca habían recibido tanto presupuesto público o habían sido tan numerosas en su cantidad
o índice de ingreso tampoco habían sufrido tanta desconfianza y pérdida de identidad, o se
había tenido tanto escepticismo respecto a sus beneficios. Considera que quizá dicha
situación consista en que se espera demasiado de ellas o algo diferente a lo que están
destinadas a proporcionar.
Ante la expansión y diversidad de los tipos de institución educativa que se etiquetan
bajo el término “universidad” Collini no intenta presentar un ideal de dicha institución, sino
una perspectiva sobre cómo deberíamos entender y caracterizar lo que hacen las
universidades y qué las diferencia de otras instituciones, para lo cual se pregunta cuál es la
esencia de todos esos tipos. Como término distintivo de la pluralidad de actividades Collini
acuña el término multiversity de Clark Kerr.
Señala que, si bien existe diversidad, la universidad moderna posee al menos cuatro
características:
1. Proporciona alguna forma de educación postsecundaria, donde “educación" indica
algo más que una formación profesional.
2. Promueve alguna forma de erudición o investigación avanzada cuyo carácter no es
del todo dictado por la necesidad de resolver problemas prácticos inmediatos.
3. Estas actividades se llevan a cabo en más de una sola disciplina o están muy bien
definidas en grupos de disciplinas.
4. Disfruta de alguna forma de autonomía institucional en lo que respecta a lo que sus
actividades intelectuales están abocadas.
Para Collini, el carácter problemático en torno al entendimiento de lo que las
universidades hacen se relaciona con su libertad intelectual, que las condena a ir más allá de
los propósitos que la propia sociedad les ha marcado, y sumado a las cuatro características
señaladas encuentra otra que dificulta el control sobre las universidades, y es que las
universidades seleccionan y forman a su futuro personal, lo cual es intrínseco a su propio
carácter.
Para el crítico literario es un error considerar que las universidades representan tan
sólo un matrimonio de conveniencia entre ser un tipo de escuela y un laboratorio de
investigación, en principio porque mientras que en una escuela los estudiantes tan sólo
aprenden, en las universidades el estudiante no sólo aprende sino que amplía la información
recibida. Por otro lado, los laboratorios de investigación persiguen objetivos que están
estrictamente circunscritos por el carácter de su organización matriz, careciendo de la
apertura en investigación propia de las universidades. Además, comenta Collini, ha existido
la tentación de establecer otras analogías entre diferentes instituciones con la universidad
para determinar su carácter pero éstas se han quedado en las contingencias sin atender el
carácter esencial de las mismas.
Collini cuestiona si, en principio, tiene sentido plantear la búsqueda de un carácter
esencial de las universidades en un mundo que cambia tan rápido en el contexto de la
globalización, a lo que señala que lo que quizá ha cambiado en los últimos años es la
transformación de la escala de la educación superior de los países "desarrollados", junto con
la introducción de pautas organizativas y financieros similares que tienden a romper las
tradiciones nacionales, de tal forma que se ha adquirido paulatinamente un carácter
internacionalista. Para Collini aunque dicha consideración no afecta el propósito principal de
las universidades, acepta que la importancia atribuida a ello ha llevado a establecer un
panorama de competencia global que con base en un ranking de prestigio, con un tabulador
numérico, determina el top de las universidades alrededor del mundo, tomando como base
para dicho ranking la investigación llevada a cabo en las ciencias biológicas, físicas y
médicas, que a su vez está determinada por factores de inversión financiera, por lo que
muchas de las formas en que una institución puede ser una buena universidad y jugar un
papel importante en la vida intelectual de la sociedad a la que pertenece simplemente son, en
su consideración, ignorados o menospreciados, pues lo que se busca es estar entre las
primeras 50 o 100 universidades del mundo con base en una pseudo-objetividad. Tomando
como base ello Collini considera que una forma de señalar la importancia de los cambios
recientes en las universidades es que en el contexto de la globalización el universitario o el
académico se asemeja a un empleado de cierto rango en cualquier empresa.

Capítulo 2. Universities in Britain: A very short history.

En el capítulo 2 Collini presenta un breve recorrido histórico de las universidades,


particularmente de la educación universitaria inglesa. Comienza su análisis señalando que se
tiene la tendencia a pensar que las universidades deben ser lo que medianamente se recuerda
que fueron en su día, lo que ha dado lugar a dos posturas extremas contrapuestas: un
declinismo cultural bajo la idea de que se han perdido los estándares y la autonomía; y, por
otro lado, un optimismo que llama a la asociación con la industria, pues se considera que con
ello se está invirtiendo en el futuro. Para Collini ambas posturas, en tanto que extremas, son
igualmente absurdas.
El autor señala que se han hecho intentos, sobre todo entre los partidarios del
declinismo cultural por encontrar una esencia intemporal de la idea de “universidad” contra
el cual se pueda medir el desarrollo de los tiempos, pero estos frecuentemente se encuentran
viciados por el conservadurismo o la nostalgia de restaurar la universidad a lo que fue antes
de la sociedad de masas. Collini considera que uno de los errores frecuentes es que esos
modelos de la universidad que provienen del pasado pretenden adoptarse sin tomar en cuenta
las condiciones socio-históricas que sustentaban esos modelos.
Señala Collini que algunos, incluso, buscan volver a los orígenes medievales de la
universidad o ver a la universidad todavía como un producto medieval, pero hay una evidente
diferencia entre dicha forma de organización y la forma actual, más cercana a una forma
empresarial, además de que la función de la universidad en el medievo era principalmente
entrenar futuros funcionarios de gobierno e iglesia, además de ofrecer una educación superior
a las élites acomodadas.
Aunque la historia de la universidad es larga, Collini afirma que la moderna
universidad es una creación del siglo XIX, y se hace énfasis en la universidad de Wilhelm
von Humboldt como un acontecimiento fundacional de gran influencia, pues en dicho modelo
las universidades ya no se veían como centros de enseñanza o criadero de funcionarios
públicos y religiosos, sino como centros de “alta enseñanza” en los que la investigación se
volvió parte fundamental de su propósito, no sólo de las ciencias naturales sino de las
humanidades.
El mencionado modelo de Humboldt que combinaba una educación liberal a la vez
que una avanzada educación e investigación científica ha permanecido en las universidades
hasta el día de ahora con su mezcla de control estatal y libre catedra, que es también una
mezcla entre el servicio a las necesidades de la sociedad y a la vez una especie de resistencia
a las prácticas y valores sociales. Ello ha generado una tensión entre el carácter nacional de
las universidades atendiendo las necesidades sociales nativas pero a la vez en el intento de
los ideales trasnacionales de ciencia y erudición que han trascendido las fronteras nacionales,
Collini ve en esa tensión una de las principales fortalezas de la universidad, esto es que
mientras atiende las necesidades sociales, también simultáneamente proporciona un entorno
de apoyo para las inquietudes de la mente humana en búsqueda de una
comprensión/entendimiento más completo.
Posteriormente Collini aborda el viraje de un modelo elitista a un modelo de escuela
pública, al que considera un fenómeno sumamente relevante en la historia de la universidad,
pues ello determinó la introducción de nuevas disciplinas y el sentido de las universidades
en el crecimiento de la cultura nacional. Después de la revolución industrial el crecimiento
de las ciudades reclamó la existencia de nuevas universidades (más allá de Oxford y
Cambridge) pero sobre todo un tipo de universidad distinto a la implementada en esos
lugares. Señala Collini que para los principios del siglo XX se instauraron tres modelos
universitarios: El modelo de Oxford – residencial, tutorial y formador de carácter; el modelo
escocés/londinense – metropolitano, profesorial y democrático; el modelo cívico – local,
practico y aspiracional. Sin embargo, también se estableció una dialéctica particular: Las
nuevas y diferentes instituciones se alejaron cada vez más de su carácter distintivo y
adoptaron el carácter del modelo culturalmente dominante, esto es adquirieron un carácter
nacional más que meramente local. El desarrollo en ese sentido fue lento hasta después de la
segunda guerra mundial con la importante financiación del Estado que tuvo tres factores
asociados: el crecimiento en el número de estudiantes, la vasta expansión de la investigación
y la ideología política.
A partir del reporte Robinson (1963), se establece un principio binario de educación
superior: El tipo tradicional de universidad y otro tipo más vocacional y orientado a la
respuesta (de necesidades) comunitaria(s) en los politécnicos. Otros cambios fundamentales
ocurridos fueron el crecimiento exponencial en la matrícula, el ingreso ahora mayoritario de
las mujeres y un renovado interés en las ciencias aplicadas y vocacionales, más que en las
humanidades y las denominadas ciencias puras, lo cual afectó drásticamente el
financiamiento otorgado a las humanidades que resultó ahora ínfimo en relación al otorgado
a las ciencias biológicas o médicas.
Collini señala en específico cuatro acontecimientos históricos relevantes que
marcaron el desarrollo posterior de la universidad en Inglaterra durante las dos últimas
décadas del siglo XX: En 1981 se reduce drásticamente la financiación de las universidades
por parte del Estado. En 1986 surge la Research Assessment Excercises con la finalidad de
medir la calidad de la investigación en diferentes departamentos, los resultados determinarían
el monto asignado a investigación para cada universidad, con ello se trajo la cultura de la
auditoría al interior de la universidad. En 1988 se disuelve el UGC (University Grants
Comitee) sustituyéndolo por cuerpos financiados para cumplir ciertos objetivos específicos.
Y finalmente en 1992 se legalizó el estatus de universidad de los politécnicos, diseñando
políticas para el ahora más grande sector universitario con modelos de menor costo de
educación masiva. En síntesis, en esos cuatro eventos, Collini considera que se adoptó la
política de la eficiencia ante la cual las universidades no opusieron demasiada resistencia.
Capítulo 3: The Useful and the useless: Newman Revisited.

En su tercer capítulo Collini señala que el debate histórico acerca del valor de las
universidades se ha llevado a cabo bajo la repetitiva perspectiva binaria sobre su utilidad o
inutilidad. En referencia a ello Collini analiza uno de los principales elementos en ese
repetitivo debate, el texto ya clásico de Henry Newman The Idea of University.
Collini señala que habrá de ser cauto en seguir a Newman en su búsqueda de un solo
propósito común o diferenciador de las universidades, y que no pretende tomar una postura
nostálgica como los que habitualmente hacen referencia a su texto sino manifestar en qué
sentido lo dicho por Newman es pertinente para el debate contemporáneo.
Se menciona que Newman defiende en su texto una educación universitaria de
carácter liberal, aclarando que su concepto de “educación liberal” está situado en la ortodoxia
británica del siglo XIX que a nuestros ojos parecería una educación poco democrática, elitista
e incluso dogmática. Un aspecto importante de esa educación liberal de Newman, es la forma
en que éste la entiende como una liberación del estudiante de todas las formas de
unilateralidad, fomentando constantemente un hábito mental-filosófico cuyos atributos son
la libertad, la equidad, la tranquilidad, la moderación y la sabiduría; más allá del conjunto de
diversas disciplinas que la componen, confiando en que con esa educación liberal se
conseguirá el propósito de la educación misma, que es formar mejores ciudadanos. Por su
aspecto meramente formal y carente de contenido esto es criticado por Collini, pues considera
que Newman convierte la educación universitaria en un mero ejercicio mental que no aborda
la herencia cultural.
Collini especifica que su utilización y referencia al texto de Newman se justifica
debido a que aún con su particular forma de entender la educación liberal, Newman estuvo
en su tiempo en contra de que se utilizara la universidad para conseguir un fin estrecho, o
simplemente para una labor que pueda ser medida y pesada, y si bien encuentra una constante
exageración retórica en su estilo, sin embargo acepta la crítica en torno a una noción de
universidad meramente al servicio de los propósitos estrictamente prácticos del presente,
pues con ello algunas disciplinas fundamentales en la naturaleza misma de la universidad
podrían ser consideradas como inútiles, tal es el caso de cuestiones de segundo orden como
los límites de un tema específico, el carácter del vocabulario empleado o el estatus del
conocimiento adquirido; que para una disciplina académica nunca se pueden considerar
cuestiones irrelevantes o ilegitimas pues el entendimiento humano, siempre inquieto, no está
encadenado a una tarea instrumental, siempre avanza aunque no en una dirección fija y en
ningún momento de ese viaje se puede decir que el grado de comprensión de algo ha pasado
de lo útil a lo inútil. Concluyendo que, por ello, los intentos de hacer de la universidad un
tipo de institución donde los estudiantes y profesores estudien sólo lo que es útil está
condenado al fracaso.
Collini concuerda con Newman en que la educación “universitaria” va más allá del
simple entrenamiento para una labor práctica, que la verdadera educación alienta al
estudiante a reconocer las formas en que los particulares datos del conocimiento no están
fijados eterna o universalmente, o que son autosuficientes, y considera que la educación
liberal de Newman, aun con todo lo que es en ella criticable, se ha convertido en figura o
ejemplo de este excedente por encima de la formación para una ocupación.
Finalmente menciona que no pretende demostrar que lo dicho por Newman sobre las
universidades en su día se parezca a lo que ocurre en las universidades hoy, o que habría que
tomar sus argumentos como defensa de alguna postura específica, sino que hace falta algo
con el poder propuesto por Newman que nombre aquello que aún no podemos nombrar.

Capítulo 4. The Character of the Humanities.

En el cuarto capítulo Collini señala que en el debate contemporáneo acerca de la utilidad o


inutilidad de las universidades se vuelve relevante el papel que juegan las humanidades, pues
desde la opinión pública se considera que éstas ejemplifican lo inútil de dichas instituciones.
El primer problema en relación al trabajo realizado en las humanidades es que es más
difícil caracterizar la naturaleza y el valor de la enseñanza e “investigación” de las
humanidades a diferencia de lo que ocurre en las disciplinas científicas, médicas o
tecnológicas. Y señala Collini que una dificultad mayor tiene que ver con que cuando se
intenta caracterizar el trabajo en las humanidades esto se construye de manera casi inmediata
como un intento de justificación, partiendo de una postura a la defensiva.
Collini señala que lo primero es entender que en principio el trabajo en las
humanidades no es tan distinto al de las ciencias naturales o sociales, pues en todos esos
casos, desde una perspectiva académica, rigen cánones de precisión y exactitud, rigor
argumentativo y claridad, respeto a la evidencia y apertura a la crítica. Y si bien hay
diferencias de método o de objeto de estudio todas de alguna manera conducen a lo mismo:
un entendimiento abierto.
La distinción entre humanidades y las ciencias, para Collini, no obedece a una
distinción real entre “dos culturas” existentes y delimitadas, sino que se ha desarrollado
históricamente con fines prácticos de organización departamental. Collini señala que si bien
utilizará el término “humanidades” considera que el mismo tiene siempre un efecto
“aplanador” pero que en realidad las formas de trabajo en las humanidades son tan diversas
como la variedad cultural y temporal de sus objetos de estudio.
El primer rasgo distintivo de las humanidades identificado por Collini es la
experiencia del estudioso al acercarse a los temas tratados, pues encuentra rápidamente que
varios autores han escrito sobre los mismos temas, materiales y problemas, lo cual es muestra
manifiesta de una constante insatisfacción intelectual que podría denominarse como el primer
principio metodológico de las humanidades, en otras palabras, la necesaria comprensión de
que el estado actual del trabajo siempre es interino y criticable, capaz de ser desafiado,
corregido o simplemente sobrepasado.
Si se quiere encontrar la distinción de la labor en las humanidades para Collini es
importante diferenciar el concepto entendimiento del concepto conocimiento, aludiendo a
que en las humanidades más que buscar conocimiento nuevo (objetivo) como ocurre en las
ciencias naturales, lo que se busca es el entendimiento (que parte de la experiencia propia)
que siempre está en expansión aun sobre los mismos tópicos.
Una vez establecido esto Collini aborda una serie de críticas recurrentes a las
humanidades desde la perspectiva pública, la primera es que se piensa que las humanidades
están enfocadas no en buscar nuevo conocimiento sino simplemente en discutir con otros
estudiosos, a lo cual señala que si bien existe el desacuerdo también hay acuerdos
fundamentales y que, en todo caso, en ese desacuerdo se manifiesta la salud y vitalidad misma
de las humanidades.
Otras críticas realizadas a las humanidades son, por un lado, su forma de expresión y
por otro su forma de evaluación sobre la calidad de un trabajo, en lo primero Collini señala
que se espera que las humanidades tengan o se expresen en un lenguaje ordinario e inteligible,
cosa que no se le exige a las ciencias naturales por ejemplo, y respecto a lo segundo que el
hecho de que no haya una evaluación basada en una demostración concluyente no implica
que no se tengan buenas razones para determinar lo sobresaliente de lo bien hecho y de lo
inaceptable. Y señala que lo que no hay son datos conclusivos sobre aspectos particulares
para demostrar que algo es mejor que otra cosa como ocurre en la ciencia. Además de que en
la evaluación de las humanidades se toman en cuenta otros elementos como la perspectiva,
el tono, el matiz o la capacidad de persuasión, sin que la claridad, el rigor argumentativo o la
exactitud dejen de ser importantes. De igual forma, mientras que en los trabajos científicos
el autor es hasta cierto punto irrelevante pues lo que interesa es el resultado, en los trabajos
en humanidades se valora sobre todo la creación individual y la voz del autor.
Collini considera que el problema en la consideración de las humanidades consiste en
que se ha intentado medir la importancia de su labor bajo la fórmula: habilidades +
información = conocimiento, pero esto se asocia a la búsqueda de un conocimiento colectivo,
mientras que lo que se busca en las humanidades, como se ha mencionado, es el
entendimiento, que es una actividad humana que depende de las cualidades mismas de la
persona que entiende, por lo que la fórmula para el trabajo de las humanidades sería más
bien: experiencia + reflexión = entendimiento. De esto se extraen algunas consecuencias o
implicaciones importantes: una de ellas es que el propio concepto de investigación, como
búsqueda de conocimiento nuevo, parece no ser adecuado para aplicarse a la labor en
humanidades; la segunda es que en humanidades la labor de investigación, enseñanza y
publicación no son actividades necesariamente diferenciadas como en las ciencias; y tercero
que la evaluación del trabajo de las humanidades puede ser juzgado pero no medido o
cuantificado. En conclusión, señala Collini, usar la “investigación” como parámetro para
medir a las humanidades, incluso para su financiación, puede ser perjudicial.
Finalmente Collini señala que en la enseñanza de las humanidades se educa al alumno
a no permanecer en los puntos de partida favorecidos sino a considerar los beneficios de tener
una perspectiva desde otro lugar. Y por ello se ha atribuido a las humanidades un carácter
eminentemente crítico, pero ello no necesariamente se ha de entender como una receta de las
humanidades pues puede tener incluso un efecto limitador y ser auto-consecuente. Collini
propone extender la mayor simpatía imaginativa posible hacia las expresiones del ser humano
que estudiamos, una forma de simpatía que consiste en entender las declaraciones de los
individuos que se están estudiando como expresiones humanas, con significados que
pertenecían a un mundo que no es idéntico del nuestro.
Para Collini ese reconocimiento constituye la labor de las humanidades, de ahí que
intentar tratar de describir o re-describir el valor de la actividad en términos de un discurso
producto del mundo de la instrumentalidad no sería una adecuada defensa de las
humanidades. Cada disciplina intenta por su parte profundizar en el algún aspecto de la
actividad humana por eso, indica Collini nos parecen interesantes y valiosos y constituyen
para el hombre un fin en sí mismo: “Una sociedad en la que los individuos nunca hayan
intentado identificar y perfeccionar sus experiencias de otros individuos en los que se
reconocen parcialmente, también sería una sociedad a la que nunca se podría convencer del
sentido de estudiar las humanidades.” (Collini, 2012, 88)

Bibliografía
Collini, S. (2012) What Are Universities For? Penguin Books.

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