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Una aproximación etnográfica al proceso histórico que exhibe toda sociedad, sirve

para comprender su movimiento social. El pensamiento dominicano posee un


amplio enfoque discursivo social, económico y político que ofrece la oportunidad
al investigador de la cultura de estudiar en el pensador y su creación literaria, la
construcción que se produce de lo cultural. 
El pensador dominicano de mayor vuelo teórico e investigativo que estudió la
sociedad y la cultura dominicana durante el siglo XIX fue Pedro Francisco Bonó,
estudioso de la teoría económica de su época y un conocedor de la historia y la
realidad social. Nació en Santiago el 18 de octubre de 1828, hijo de José Bonó e
Inés Mejía, estableciéndose luego en San Francisco de Macorís; falleció el 14 de
septiembre de 1906. Su obra la utilizó como medio de difusión de la condición del
hombre común.
Bonó hace de la observación participante—como cualquier todo antropólogo que
investiga un grupo social, que actúa como miembro de la comunidad, para
enfocar su mentalidad sociocultural—un instrumento de estudio de la historia y la
sociedad dominicana.  Su creación literaria a nivel de narrativa y ensayística
favorece la posibilidad de desarrollar una etnografía de lo
cotidiano.                                                                                                                      
                                                                               El campo sociológico
antropológico debe aprovechar como fuente primaria su creación literaria en el
estudio de la cultura, como base que testimonia la historia y el folklore. En su
novela costumbrista El Montero, publicada en formato de folletín en el periódico
El Correo de Ultramar en 1856, ofrece la posibilidad de observar el proceso
formativo de esta figura social en el imaginario dominicano.
El nivel sistemático de la creación literaria encuentra en la historia, de acuerdo
Ernest Cassirer, un instrumento indispensable para construir nuestro universo
humano; esa relación que se establece entre el escritor y su discurso lo convierte en
un intérprete de la cultura.   Bonó conoció profundamente como todo intérprete de
la cultura, la sociedad y cultura dominicana, trasladando al plano literario, la
cotidianidad de lo dominicano.  Su pensamiento participó activamente en la
elaboración de una visión sociohistórica y cultural del pueblo dominicano.  Uso
para comprender su entorno social la literatura y filosofía de Rousseau, Moliere,
Diderot, Pascal, Lafontaine, Montesquieu, Lamartine, Renán, etc.; conocimientos
que adquirió de forma autodidacta.
Su dominio de lo cotidiano le permitió observar en el campo la dinámica que opera
en el mundo rural.
El cuadro que presenta de la vida campesina aporta, aunque limitado, un panorama
sociocultural de lo dominicano, en el cual hay evidencia de fenómenos sociales
tales como la violencia, la religiosidad, la familia, la diversión, y el compadrazgo y
su función social. 
El mundo rural en el que habitó el montero responde a la organización de un modo
de vida pastoril, no significa esto que sea un campesino dedicado al cultivo de la
tierra, sino un hombre hábil, emprendedor, musculoso, pero ignorante. Bonó dio un
perfil cultural distinto al presentar al campesino del siglo XIX. Definió de un modo
preciso el escenario que ocupaba el montero dentro de la sociedad colonial. La
montería estableció un tipo de actividad económica subsidiaria, cuya evolución
histórica reside en el hato. 
El hato como unidad productiva servía tanto para la producción interna como
para la exportación. Esta forma de organización económica sería parcialmente la
base histórica del campesinado dominicano en el siglo XIX. 
Pedro Francisco Bonó advierte en el pueblo dominicano su hospitalidad, sencillez,
laboriosidad, inteligencia y bondad; en sus individuos, es de lo mejor que hay en el
mundo, pero tomado colectivamente representa una inutilidad, porque a la
sociedad dominicana le hace falta la cohesión de una legítima agrupación humana.
El antropólogo utiliza el concepto de identidad social como diferenciador
sociocultural que separa un grupo étnico de otro. Esto puede servir para precisar el
criterio de etnicidad que adoptó la historiografía dominicana del siglo XIX.    
La obra de Bonó representa el primer intento de reflexionar sobre la identidad
social de la República Dominicana, aunque aportó al fortalecimiento ideológico del
mito indígena en la historia dominicana. Al describir el origen étnico del pueblo
dominicano, en el que se presenta el aborigen como parte de dicha composición
racial, también resaltó la participación del afro dominicano en la constitución
cultural de nuestro país. Su clasificación no sólo posee la definición y fusión que
ocurrió entre el español y el africano, sino que hay una firme convicción para
exponer el producto cultural de esa composición racial. De igual forma, hay que
observar que el pensador dominicano, al describir lo racial, recibió la influencia del
pensamiento científico de la época.
El racismo ha sido la concepción racial y antropológica que más transformaciones
ha sufrido como explicación de la cultura humana. Gobineau intentó demostrar que
una institución social, transitaría a la decadencia y a la destrucción al suceder una
fusión racial. Dicho discurso obtuvo una amplia difusión, al igual que la
concepción de Herbert Spencer de la cultura, la cual dividió lo humano en un nivel
de civilización inferior y otro superior, como forma de exponer su funcionamiento.
El fenómeno racial en el siglo XIX siempre fue objeto de múltiples
interpretaciones. El hecho histórico se estudiaba como producto de la cultura. De
ahí que la historia dominicana se use como instrumento político al evaluar la
composición racial, estableciendo un componente cultural hispánico para definir lo
nacional. 
Dicho determinismo racial lo utilizó la historiografía dominicana como negación
de la negritud en el siglo XIX y XX, partiendo de la producción histórica de
Antonio Sánchez Valverde, Sánchez Valverde expone que la raza y la posición
económica definen la condición social de la clase dirigente. En su Idea del valor de
la isla española (1785), propone al imperio español la explotación económica de
Santo Domingo, teniendo como modelo la colonia francesa y su régimen de
producción. Utiliza su concepción biológica y cultural para definir al dominicano
como indo hispano, apoyando de ese modo la creación de una ideología racial en
contra de lo haitiano.
Sobre una base ensayística y narrativa de manipulación de la historia, el
hispanismo recibió del romanticismo como elemento ideológico, un amplio
fortalecimiento al surgir el indigenismo como corriente cultural y actividad
literaria en el siglo XIX. De ahí que se inventara la participación aborigen en la
evolución histórica de la sociedad dominicana.
Ahora bien, sucedió en el pensamiento social dominicano posterior que, influido
por el darwinismo social y el biologicismo de Spencer, se define al pueblo
dominicano en base a un hibridismo en que el aporte del negro y su papel en el
proceso histórico dominicano nada tiene que ver con nuestra identidad nacional.
Este discurso encontró en la creación literaria, histórica y científica de José Ramón
López, Manuel de Jesús Galván, Francisco E. Moscoso Puello, Américo Lugo,
Joaquín Balaguer, Manuel Arturo Peña Batlle, etc. un vehículo de difusión, que
halla en la historia dominicana un mecanismo de diferencia de lo haitiano. 
Bonó tuvo una visión diferente al resto de la intelectualidad dominicana de su
época, percibiendo en el proceso de mulataje el origen del dominicano. Opinaba
que el exclusivismo racial que sostenía la sociedad haitiana, no la ayudaba a su
desarrollo, fenómeno que no ocurrió en el pueblo dominicano, cuya historia racial
tuvo un destino diferente. Bonó ubica en el proceso de mulataje la construcción
étnica de lo dominicano, ubicando al campesino y la pequeña propiedad como un
elemento de esa diversidad cultural.                      
Definitivamente donde demuestra conocer a fondo la realidad social y cultural del
dominicano, es en el estudio de la agricultura y el cambio de mentalidad en la
forma de vivir del campesino. Bonó observó que la modernidad afectaba la
religiosidad del dominicano. El positivismo y su sistema de enseñanza no sería
bien visto en un sector de la jerarquía eclesiástica, contraria a la doctrina
bostoniana, al desearse implementar su método como modalidad educativa
El progreso humano permitió el avance científico y educativo, exigiendo al hombre
en el siglo XVIII desarrollar un pensamiento más racional que le facilitara
comprender su realidad. El deísmo procede de esta época de liberalismo
económico, político y teológico, que provoca la ruptura entre lo divino y la
condición humana.
El discurso positivista fuera catalogado de ateísmo, por su cuestionamiento al
dogma y la moral cristiana, como principio de búsqueda de la verdad.
El positivismo de Comte, variante de ese racionalismo, estableció en un discurso
filosófico y sociológico una fuerte oposición al espiritualismo, acentuando el valor
de lo científico y su autonomía, oponiéndolo a la religión. Se propuso separar la
ciencia de la metafísica y la teología.  Eugenio María de Hostos difundió está
corriente filosófica en su teoría y su práctica en la República Dominicana.
El krausismo español y el organismo sociológico formaron la base epistemológica
de su pensamiento. En el 1879, durante la presidencia provisional de
Gregorio Luperón, se le confió a Hostos la dirección de la Escuela Normal,
propiciando una amplia reforma al sistema educativo dominicano.        
Bonó como defensor de la religión católica y su ritualidad, denunció la práctica de
ateísmo que ejercía un segmento instruido de la clase pensante dominicana;
pensaba que la divulgación de esta doctrina se debía en el fondo a alguna expresión
de deísmo. Este fenómeno en su opinión era lo que más afectaba la viabilidad de la
población dominicana.
Bonó, figura cimera del pensamiento social dominicano decimonónico, representa
la genuina actitud científica, que deber valorarse en el discurso científico actual de
la historia, la antropología y la sociología, teniendo como paradigma al hombre
común.

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