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Los Cuadernos de Antropología

UNA POSIBLE vismo cognitivo», y más recientemente como el de


la «inconmensurabilidad conceptual» -como
ETNOGRAFIA DEL siempre, lo que más adelanta en tales cuestiones
es la majestuosidad de la jerga-, la discordancia
PENSAMIENTO entre un mínimo común denominador sobre la
perspectiva del intelecto humano ( «hasta los pa­
MODERNO púes excluyen los géneros intermedios, distinguen
objetos, y relacionan efectos con causas») y una
Clifford Geertz perspectiva fundada en la idea de «otras bestias,
otras nociones» ( «los indios amazónicos se pien­

p
ensamiento» dice mi diccionario (sufi­ san como loritos, confunden el cosmos con la
ciente, para el caso: el American He­ estructura de su aldea, y creen que el embarazo
ritage), tiene dos sentidos primarios: incapacita a los varones») ha ido haciéndose cada
(1) «acto o proceso de pensar; cogita- vez más difícil de obviar.
ción», y (2) «producto del pensar; idea; noción». La formulación originaria del tema del «pensa­
En aclaración de lo primero, «proceso» vendría a miento primitivo» -esto es, que mientras que no­
implicar, tal como solemos decir, una serie de sotros, los civilizados, por así decir, actuamos
fenómenos psicológicos, como «atención», «ex­ analíticamente, relacionamos las cosas de manera
pectativa», «intención», e incluso «esperanza», lógica, y las verificamos de modo sistemático,
dejando bien claro que todos ellos pueden apli­ como puede verse por nuestras matemáticas,
carse a cualquier tipo de «acto mental», que vaya nuestra física, nuestra medicina, y nuestro dere­
desde la memoria al sueño, y desde la imaginación cho, los salvajes se pierden en una especie de
al cálculo. En cuanto a lo segundo, «producto» batiburrillo de imágenes concretas, participacio­
vendría a englobar, a grandes rasgos y sin dema­ nes místicas, y pasiones inmediatas, como puede
siadas distinciones, prácticamente la cultura en su verse por sus mitos, sus ritos, su magia, y su arte­
conjunto: «la actividad o producción intelectual de ha venido a quedar, por supuesto, cada vez más
una determinada época o clase social». El pensa­ desautorizada, según han ido conociéndose otros
miento es lo que ocurre en nuestras cabezas. Y modos de pensar (y ha ido descubriéndose, tam­
pensamiento es, en especial, lo que sale de ellas, bién, cuán poco virginal es la razón); por más que
una vez lo condensamos. esta forma de ver las cosas se conserve aún en
Otros significados contrapuestos del mismo ciertos tipos de psicología evolutiva, ciertas escue­
término, por supuesto, no resultan en sí mismos las de historia comparativa, y ciertos círculos di­
sorprendentes, al menos en el lenguaje corriente; plomáticos. El error, como de modo bien diferente
la polisemia, como dicen los lingüistas, es la: con­ se ocuparon en demostrar a lo largo de sus vidas
dición natural de las palabras. Y traigo a colación tanto Boas como Malinowski, está en intentar in­
este ejemplo porque nos lleva al meollo mismo del terpretar los datos culturales como si se tratara de
problema de la unidad y la diversidad, tal como expresiones individuales, en vez de instituciones
viene apareciendo en las ciencias sociales desde, sociales. Cualquiera que pueda ser la conexión
por lo menos, los años veinte o treinta. El movi­ entre el pensamiento como proceso y el pensa­
miento general de estas ciencias durante dicho miento como producto, el modelo «Rodin» -el
período ha ido en el sentido de un progreso conti­ pensador solitario que sopesa hechos o da vueltas
nuado hacia la radical unificación del pensamiento a sus fantasías- resulta inadecuado para clarifi­
humano, desde el punto de vista de nuestro primer carla. Los mitos no son sueños, y la belleza racio­
sentido, el «psicológico», como un acontecimiento nal de las demostraciones matemáticas en modo
interno, al tiempo que un no menos sostenido alguno es garantía de la salud mental del·matemá­
progreso se producía hacia una visión radical­ tico.
mente pluralista, en el segundo de nuestros senti­ La segunda formulación del tema, el «relati­
dos, el «cultural». Nos vemos pues forzados, vismo cognitivo», consistió, posteriormente, en
tanto si trabajamos en laboratorios, como si lo una serie de intentos, más o menos desesperados,
hacemos en clínicas, arrabales, bancos de datos, o de sortear esta falacia de la cultura-como-ejecuto­
aldeas africanas, a indagar lo que realmente pen­ ria-del-pensamiento, y el provincianismo del «no­
samos sobre el pensamiento. sotros-lógicos, ellos-confusos» que la acompa­
En mi propia y particular esquina de las ciencias ñaba. Cada producto cultural concreto (formas
humanas, la antropología, este tema ha venido gramaticales amerindias, variaciones estacionales
siendo tratado en todo momento con especial ten­ de las pautas de asentamiento ártico, técnicas de
sión. Malinowski, Boas, y Lévi-Bruhl, en la fase adivinación africanas) empezó a relacionarse con
formativa de la disciplina, Whorf, Mauss, y procesos mentales específicos (percepción senso­
Evans-Pritchard, tras ellos, Horton, Douglas y rial, captación del tiempo, atribución causal). El
Lévi-Strauss en la actualidad, han sido del todo ·valor veritativo de las hipótesis específicas propues­
incapaces de desentenderse de él. Formulado, tas -que los hopi ven el mundo natural como
primeramente, como el problema del «pensa­ compuesto de acontecimientos más que de obje­
miento primitivo», más tarde, como el del «relati- tos; que los esquimales experimentan el tiem�o
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como cíclico, y no como serial; que los azande tas, ansiosos como todos estaban por deshacerse
conciben las cadenas causales en términos mecá­ de nociones tales como las del pensamiento primi­
nicos, aunque explican su intersección en térmi­ tivo o el racismo cultural. Si bien el contenido de
nos morales- puede resultar problemático. Con tal identidad quedó limitado a las formas más ge­
todo, dichos estudios sirvieron al menos para es­ nerales de la capacidad mental general, esto es,
tablecer la distinción entre los vehículos que sir­ poco más que a la capacidad de aprender, sentir,
ven a la gente para pensar, y los actos de percep­ abstraer, y establecer analogías. Al ir entrando en
ción, imaginación, memoria, o lo que sea, que de juego contextos más circunstanciados, incompati­
hecho ponen en juego cuando piensan. bles entre sí y difíciles de integrar como conjun­
Donde menos exitosa resultó esta distinción, tos, la evasividad puesta en juego -todo es general
una vez hecha, fue a la hora de evitar el particula­ en términos generales, pero particular en términos
rismo de «cada pueblo tiene la psicología que se concretos- iba enrareciéndose progresivamente.
merece», que generalmente suele acompañarla. Si La reacción de aquéllos (etnógrafos, sociólogos
las formas verbales, los modos de acampada, o los del conocimiento, historiadores de la ciencia, de­
rituales con envenenamiento de pollos producen votos del lenguaje ordinario) cuyas condiciones de
en cierto modo formas concretas de funciona­ trabajo en plein air hacían difícil que pudieran
miento mental, resulta altamente difícil explicar de ignorar que, por bien que funcionen los computa­
qué modo los individuos encerrados en una de­ dores, se evidencie la gramática, y eros se des­
terminada cultura consiguen penetrar el pensa­ vele, el pensamiento, tal como «en estado natu­
miento de los individuos encerrados en otra. Dado ral» lo encontramos, se muestra como algo vario­
que el trabajo de los relativistas cognitivos se fun­ pinto, ha llevado a trasladar el problema desde el
daba precisamente en el postulado de que tal pe­ enmarañado ámbito de las mentalidades al supues­
netración era posible, e incluso podía llegar a pro­ tamente más dúctil del significado. Para los es­
fundizarse, la solución dada resultaba no poco tructuralistas, Lévi-Strauss cum suis, el aspecto
incómoda. Los tensores hopi (palabras que deno­ «producto» del pensamiento se convierte en una
tan intensidad, tendencia, duración o potencia, multiplicidad de códigos arbitrarios, en verdad di­
concebidos como fenómenos autónomos) provo­ versos, cada uno de ellos con sus particulares
can razonamientos tan abstractos, decía Whorf, jaguares, tatuajes y carnes asadas, que sin em­
que superan casi nuestro poder de comprensión. bargo, una vez adecuadamente descifrados, entre­
«Nos sentimos», suspiraba por su lado Pritchard, gan como texto básico las invariantes psicológicas
al abordar los poemas vacunos y los sacrificios de del lado procesual. La distinción entre un mito
pepinos del Alto Nilo, «como espectadores de una
representación de sombras chinescas, que con­
templan sobre una pantalla proyecciones faltas de
sustancia... lo que el ojo ve y el oído escucha no
es lo mismo que la mente percibe».
La situación empezó a complicarse debido a
que, como ya antes mencioné, al mismo tiempo
que esta radical pluralización del lado «produc­
tivo» del pensamiento tenía lugar, no sólo en an­
tropología, sino también en ciertos sectores de la
historia, la literatura, la filosofía y la sociología,
empezaban a tomar fuerza toda una serie de pode­
rosos enfoques uniformadores, especialmente en
el campo de la psicología, y la lingüística, y de
otras originalidades del momento, como la teoría
de los juegos y la informática. Tales enfoques han
tenido efectos dispares. Lo único que liga entre sí
a Freud, Piaget, Von Neumann, y Chomsky (por
no mencionar a Jung y a Skinner) es la convicción
de que la mecánica del pensamiento humano per­
manece invariable por encima del tiempo, el espa­
cio, la cultura y las circunstancias, y todos por
igual saben en qué consiste. Con todo, el movi­
miento general de convergencia hacia concepcio­
nes universalistas de -por usar la palabra más
neutral que se me ocurre- la ideación, ha venido a
provocar efectos no menos pluralizadores. La
identidad fundamental del funcionamiento mental
del horno sapiens,- la llamada «unidad psíquica de
la humanidad», ha seguido siendo un artículo de fe
básico hasta para los más reacios de los relativis-
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brasileño y una fuga de Bach se establece sobre la equivalente al problema de cómo un cristiano en­
base de contrastes perceptuales, oposiciones ló­ tiende a un musulmán, un europeo a un asiático, y
gicas, y relaciones de transformación. Para los un antropólogo a un aborigen, o viceversa. Todos
neo-durkheimianos, como Mary Douglas, aunque somos ahora nativos, y todo el mundo que no sea
la persuasión se expande hasta abarcar la ortodo­ nosotros mismos resulta ser exótico. Lo que en
xia en antropología social, historia social y psico­ otro tiempo parecía ser cuestión de averiguar si
logía social, el lado productivo y el procesual vie­ los salvajes podían distinguir los hechos de las
nen a conectarse de nuevo por medio de un nuevo fantasías, parece ser ahora cuestión de averiguar
y mejorado tipo de determinismo sociológico, en cómo los otros, del otro lado del mar o del fondo
el que los sistemas de significación se convierten del pasillo, organizan su mundo de significados.
en una especie de término medio entre las estruc­ Es por aquí, pues -sobre cómo debe entenderse
turas sociales, que son variables, y los mecanis­ la expuesta diversidad del pensamiento moderno­
mos psicológicos, que no lo son. Las leyes alimen­ por donde quiero proseguir un poco más. Y no
tarias hebreas, incansablemente dedicadas a pros­ porque sea mi intención llegar a una comprensión
cribir comidas, representan los límites de la con­ cabal. Lo que estaría por encima de mi personal
ciencia obsesiva de una comunidad hermética competencia, y de la de cualquiera. Es ésta una
constantemente sometida a la amenaza de absor­ tarea que, como la poética y la paleontología, re­
ción. Para los teóricos de la acción simbólica (un quiere el estudio en equipo de una serie- de estu­
grupo pequeño pero tozudo, al que, con algunas diosos, incursos en lo que Kuhn, que no deja de
reservas presto mi adhesión), el pensamiento tiene acuñar nuevos términos para uso y abuso de lec­
que ver con la manipulación intencional de formas tores rápidos, llamaría una «matriz disciplinar».
culturales, y las actividades externas, como la En verdad, es hacia la constitución de tal matriz,
venta a domicilio o el cultivo de la tierra, son tan mediante el esbozo de lo que considero deben ser
buenos ejemplos de esto como las actividades in­ sus líneas maestras, hacia donde mis observacio­
ternas que tienen que ver con los deseos o los nes se orientan. Hacer una llamada, como a punto
arrepentimientos. Pero, cualquiera que pueda ser estoy de hacer, en favor de una etnografía del
el enfoque (y aún hay otros), lo que en otro pensamiento, es tomar postura sobre lo que es el
tiempo se consideró como algo que afectaba a la pensamiento, mediante una toma de postura sobre
comparatividad de los procesos psicológicos entre cómo debe pensarse al respecto.
pueblos distintos es hoy considerado, dado lo mu­ Llamar al estudio del pensar, tal como tiene
cho que en estos días hay que rechazar, como algo lugar en los foros y ágoras de la vida moderna,
que afecta a la conmensurabilidad de las estructu­ «etnografía» puede parecer un intento de arrimar
ras conceptuales entre distintas comunidades de el ascua a mi propia matriz interdisciplinar, la
discurso. Cambio de formulación, éste, que ha antropología. Pero no es ésta en modo alguno mi
conducido a muchos investigadores a lo que su­ intención. Sobre todo sabiendo como todo el
pongo que habría que denominar una epistemolo­ mundo sabe al respecto más de lo que los antropó­
gía práctica: Víctor Turner, E. Leach, Mircea logos sabemos, ofuscados como aún estamos por
Eliade, o Melford Schapiro, por ejemplo, sin pasar las peleas de gallos y los osos hormigueros. Mi
por el relativismo, y otros, como Th. Kuhn, Mi­ intención es simplemente subrayar una cierta in­
chel Foucault, Nelson Goodman, o yo mismo, por clinación que le es propia: a saber, que existe (o,
ejemplo, introduciéndonos en él de manera más al menos, debería existir) una iniciativa histórica,
compleja. sociológica, comparatista, interpretativa, y en
La idea de que el pensamiento es espectacular­ cierto modo cógela-como-puedas, cuya meta es la
mente múltiple como producto y excepcional­ de volver oscuras cuestiones inteligibles, envol­
mente singular como proceso, ha venido pues a viéndolas en un contexto informacional. Lo que
convertirse en una paradoja cada vez más fuerte­ conecta entre sí a Víctor Turner, en sus devaneos
mente alentadora en el campo de las ciencias so­ con el simbolismo del color en los ritos de paso, a
ciales, que conduce a una teorización en las más Ph. Aries, que lo mismo habla de las imágenes de
diversas direcciones, algunas de ellas razonables, la muerte que de las imágenes pedagógicas de la
por más que la naturaleza de semejante paradoja infancia, y a Gerarld Holton, en su husmear temas
haya venido a ser considerada cada vez más como a partir de las manchas de aceite, es la creencia en
algo relacionado con problemas de traducción, y que la ideación, sutil o de otro tipo, es un artificio
con la forma como el significado de cada concreto cultural. Como las clases o el poder, es algo a lo
sistema de expresión se expresa en otro distinto que hay que caracterizar mediante la construcción
-hermenéutica cultural, pues, más que mecánica de sus expresiones sobre la base de las actividades
conceptual. Bajo esta perspectiva puede resultar que las sustentan.
no más abordable de lo que lo fue con anteriori­ Hay toda una serie de implicaciones que se des­
dad; si bien esto al menos ha servido para volver a prenden de modo bastante directo de la idea de
meter la guerra en casa, dado que el problema de que el pensamiento (cualquiera: tanto el de Lord
cómo un copernicano entiende a un tolemáico, un Russell como el del Baron Corvo; el de Einstein o
francés de la Quinta República a uno ancien ré­ el de un esquimal al acecho) debe ser entendido
gime, o un poeta a un pintor, puede verse como «etnográficamente», esto es, describiendo el
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mundo en el que adquiere sentido. Pero hay tam­ larmente, deberían intentar llevar sombrero mexi­
bién toda una serie de miedos, poderosos, avasa­ cano, como decía Stevens. Es cuestión de conce­
lladores, y hasta la fecha extraordinariamente difí­ bir la cognición, la emoción, la motivación, la
ciles de aplacar, que estimula de manera más di­ imaginación, la memoria... lo que sea, como asun­
fusa. Lo que para unos, herederos de la tradición tos, directa e inherentemente, sociales.
del hecho social y sus impulsos pluralizadores, Cómo llevar a cabo ésto, cómo analizar el uso
parece como la introducción de más provechosos simbólico como una acción social y establecer con
modos de pensar sobre el pensamiento, parece a ello una psicología de lo externo, constituye, por
otros, a los herederos de la tradición de los acon­ supuesto, un asunto tremendamente difícil por el
tecimientos internos y sus tendencias unificado­ que todo el mundo, desde Kenneth Burke, J. L.
ras, como una voladura de los fundamentos de la Austin y Roland Barthes a Gregory Batesob, Jür­
razón. gen Habermas, y Erving Goffman, en cierto modo
La más obvia de las implicaciones directas es la ha pasado. Pero, lo que sí es claro, si algo hay
de que, dado que en esta perspectiva el pensar claro, es que hacerlo implica un intento de atrave­
consiste en traficar con las formas simbólicas dis­ sar la paradoja de lo plural/uniforme, producto­
ponibles en una u otra sociedad (lenguaje, arte, proceso, contemplando a la comunidad como una
mitos, teorías, ritos, tecnología, derecho, y todo · tienda en la que los pensamientos se construyen y
ese conglomerado de máximas, recetas, prejui­ se deconstruyen, liistorizan el terreno que captu-
cios, e historias plausibles que suelen denomi­ ran y se rinden, alcanzando con ello a cuestiones
narse sentido común), el análisis de tales formas y tan centrales como las formas de representación
dichas comunidades es ingrediente indispensable, de la autoridad, el establecimiento de límites, la
y no ancilar, para su interpretación. La sociología retórica de la persuasión, las expresiones de com­
del conocimiento, por hacer mención de un rubro, promiso, y el registro de discrepancias.
demasiado kantiano para mi gusto, con frecuencia Es aquí donde lo imaginario toca con lo político,
mencionado aquí, no consiste en emparejar varie­ o peor, donde la incomodidad de aquéllos para
dades de conciencia con tipos de organización so­ quienes el intelecto (o el sello) resulta ser algo
cial, para después establecer flechas causales que aparte, la gruta secreta de Ryle, la esencia crista­
vayan de los segundos a las primeras -los raciona­ lina de Rorty, aumenta de manera seria -una in­
listas que se adornan con birretes cuadrados, se comodidad que se expresa de maneras múltiples
sientan en sillas cuadradas, y piensan cuadricu- no siempre concordantes: como miedo al particu­
larismo, como temor al subjetivismo, como miedo
ante el idealismo, y por supuesto, suma y cifra de
todo ello, como esa especie de Grande Peur inte­
lectualista, que es el miedo al relativismo. Si el
intelecto es algo tan alejado del mundo, lo que hay
que garantizar ¿es su generalidad, su objetividad,
su eficacia o su verdad?
Este miedo al particularismo, que (supongo que
ahora está claro) yo considero como una especie
de neurosis académica, resulta especialmente no­
toria en mi propio campo, la antropología, donde a
aquéllos que prestamos atención a los casos con­
cretos, siempre particularizados, se nos dice que
estamos con ello minando la posibilidad de acce­
der a conocimientos generales, y que deberíamos
más bien emplearnos en algo más propiamente
científico, como la sexología comparada o la ener­
gética cultural; pero también se manifiesta con
cierta fuerza en el campo de la historia, cuyo
terror de que, por dedicarse a conocer cada cosa
en particular no llegue a conocerse nada en con­
creto, describió en cierta ocasión uno de sus pro­
fesionales. La acusación de subjetivismo, que
ciertos sociólogos o historiadores atraen sobre sí,
tal vez con mayor frecuencia que el resto de noso­
tros, consiste en que si se interpretan las teorías o
las ideologías por entero sobre la base de los hori­
zontes conceptuales de quienes las detentan, se
cierran los cauces por los que puede llegar a juz­
garse acerca de su coherencia o su respectivo
grupo de progreso. En cuanto al idealismo, lo que
generalmente suele entenderse por tal cosa no es
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la adhesión a determinada doctrina filosófica cla­ sin duda una especie de cambio de marea en el
ramente identificable -esse es percipi, o lo que pensamiento de ambos. Pero, antes de proseguir
sea-, sino simplemente el hecho de que al prestar por esta vía, que implicaría demasiados detalles
no demasiada atención a las manifestaciones su­ técnicos y podría además ser prematura, quiero
perficiales, a los símbolos y cosas por el estilo, las hacer un poco más visible el enfoque etnográfico,
realidades profundas, las neuronas y demás, pue­ delineando lo que ocurre cuando se aborda el
dan quedar obscurecidas por apariencias acceso­ tema general que aquí se discute; la vida a la vez
rias. Todos estos pecados, más las acusaciones prísmica y uniforme del intelecto. Mi tesis de que
globales de laxitud moral y confusión lógica (Hi­ el aspecto plural del asunto, el que atrae a los
tler suele ser traído a colación a este respecto), zorros del trabajo de campo, tiene tanto que de­
que el relativismo evoca. La idea de que el pen­ cirnos como el lado uniformista, el que atrae a los
samiento está donde se lo encuentra, y de que se lo lebreles .de ia teoría, claramente exige, si no una
encuentra en todo tipo de formas culturales y di­ demostración, al menos algo más situado del lado
mensiones sociales, y de que es con tales formas y de la enunciación de presupuestos metodológicos
tamaños con lo que hay que trabajar, se considera y procedimientos de investigación.
en cierto modo como una protesta contra la impo­ El primero de tales supuestos, y el más impor­
sibilidad de decir nada al respecto, como no sea el tante, tiene que ver con el hecho de que las diver­
a cada uno lo suyo, de Roma, por encima de los sas disciplinas (o matrices disciplinares), humanís­
Pirineos, y no en el Sur. ticas, científico-naturales y científico-sociales por
igual, que constituyen el desperdigado discurso
Pero es mucho más lo que hay que decir. Mu­ del academicismo moderno, son algo más que me­
cho más, como ya dije, acerca de la traducción, ros marchamos intelectuales: son modos de estar
sobre cómo se desplazan los significados, o per­ en el mundo, por emplear la fórmula heidegge­
manecen inmóviles, relativamente intactos de uno riana, o formas de vida, por usar la witgenstei­
a otro discurso; sobre la intersubjetividad, y cómo niana, o variedades de la experiencia noética, por
los distintos individuos llegan a concebir, o no adoptar la jamesiana. Del mismo modo que los
llegan, cosas relativamente similares de manera papúas o los amazónicos habitan el mundo que se
similar; sobre los cambios que sufren los marcos imaginan, otro tanto hacen los físicos teóricos o
mentales (revoluciones y todo éso), cómo se des­ los historiadores que estudian el Mediterráneo en
lindan las provincias intelectuales ( «hoy en día la época de Felipe II -o, al menos, éso es lo que el
disponemos de denominaciones parcelares»),
cómo se mantienen las normas de pensamiento,
los modelos mentales adquiridos, la división men­
tal del trabajo. La etnografía del pensamiento,
como cualquier otro tipo de etnografía -o culto, o
matrimonio, o gobierno, o intercambio- es un in­
tento de evitar exaltar la diversidad, para com­
prenderla de manera más seria como un objeto de
descripción analítica y reflexión interpretativa. Y,
en cuanto tal, no supone la más mínima amenaza
ni para la integridad de nuestra fibra moral, ni
para que ningún lingüista, psicólogo, neurólogo,
primatólogo, o artificiero de la inteligencia artifi­
cial consiga descubrir las constantes del procesa­
miento de efectos, percepciones, aprendizaje, o
información en general. Para lo único que consti­
tuye una amenaza es para el prejuicio, según el
cual los poderes prístinos (por tomar un término
de Theodore Schwartz) que todos tenemos en co­
mún revelan mucho mejor nuestro modo de pen­
sar que las visiones y versiones (por tomar uno de
Nelson Goodman) que, aquí y ahora, socialmente
construimos.

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El aspecto que uno de estos modos de indaga­
ción desvela sobre lo que los demás hacen pre­
senta, por supuesto, no pocos problemas de tra­
ducción; los cuales, en la medida en que puedan
ser negociados y puedan establecerse conexiones
entre sus respectivas comunidades, provocarán
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antropólogo se imagina. Sólo cuando empezamos talmente implicados; gente que, según la maravi­
a darnos cuenta de ésto, a ver que disponerse a llosa frase de Albert Schutz, «van creciendo jun­
de construir la ingeniería de Yeats, o a sumirse en tos». Como tales, difieren de los datós que se
los agujeros negros, o a medir los efectos de la consiguen en las encuestas, las votaciones, o los
escolarización en los logros económicos no es sólo censos, que proporcionan hechos referidos a cla­
asumir una tarea técnica, sino un marco cultural ses de individuos sin más relación entre sí: todas
que define una gran parte de la propia vida, la las mujeres graduadas en económicas durante la
etnografía del pensamiento moderno empieza a década de los 60; o el número total de artículos
parecer un proyecto imperativo. Los papeles que sobre Henry James publicados bianualmente
creemos cumplir resultan ser intelectos que des­ desde la II Guerra Mundial. El interés central que
cubrimos tener. la antropología otorga a las comunidades natura­
El desarrollo de métodos de investigación orien­ les, grupos de gente mutuamente implicados de
tados a explicar tales mentalidades representativas muy variados modos, hace posible convertir a lo
y hacerlas inteligibles para aquéllos a los que pa­ que a primera vista parece un material heterogé­
recen extrañas o malas (así como, igualmente, neo en una red de comprensiones sociales mutua­
para aquéllos que las detentan, y a quienes pare­ mente reforzadas. Y, puesto que los intelectuales
cen meramente inevitables) apenas, por supuesto, modernos no resultan más solitarios que los bos­
carece de antecedentes que le sirvan de guía. La quimanos, otro tanto sería posible hacer con ellos.
reducción de la perplejidad ante las formas de ver De hecho, cuando venimos a dar a la sustancia
las cosas que nos resultan poco familiares ha de las cosas, una vez despojadas de encubrimien­
constituido casi una especialidad de al menos una tos tales como la «literatura», la «sociología», o la
corriente de mi propia disciplina; la que trata de «física», las más concretas y efectivas comunida­
hacer de los tewa, los turcos, o los trukeses algo des académicas resultan no ser mucho más gran­
menos que meros enigmas rellenos de acertijos. des que la m�yor parte de las aldeas campesinas y
Pero otros también lo han intentado: los historia­ dotadas de un crecimiento similar. Incluso disci­
dores, especialmente los preocupados por algo plinas enteras pueden caber dentro de esta misma
más que descubrir cómo llegamos a ser un poco pauta: aún resulta, al parecer, cierto que casi to­
más listos de lo que solíamos; los críticos litera­ dos los matemáticos creativos (esos hombres a los
rios, especialmente los que han leído algo más que que un esteta del Quattrocento describió como
sólo Twain y Melville en su lengua original; y gentes que aquietan su entendimiento con demos­
ultimamente los filósofos, a quienes se les ha ocu­ traciones) se conocen entre sí, y la interacción, o
rrido que si la gramática resulta glosar el mundo por mejor decir, la solidaridad durkheimiana, exis­
para los ingleses (o, en la otra página, para los tente entre ellos dejaría corta a la de un zulú.
alemanes), tendrá que hacerlo también, sólo que Hasta cierto punto, otro tanto puede decirse de
de otra forma, para los chinos. Ccm todo, hasta el los plasmocitólogos, de los psicolingüistas, de los
momento, y a pesar de cuanto hayamos podido estudiosos del Renacimiento, y toda la serie de los
aprender sobre cómo ponerse a la altura de la que, adaptando una vieja expresión de Boyle, po­
experiencia de otros y trasmitir al menos la parte dríamos llamar «colegios invisibles». De todas es­
de ella cuyas inclinaciones son bien diferentes, no tas unidades, o aldeas intelectuales, si se quiere,
ha sido posible establecer una conexión intersub­ pueden recogerse datos convergentes, ya que las
jetiva entre historiadores y sociólogos, psiquiatras relaciones entre sus habitantes son indefectible­
y juristas, o, por intentar vender una herida, entre mente de carácter no meramente intelectual, sino
entomólogos y etnógrafos. políticas, morales, y ampliamente personales (en
En cualquier caso, y por centrarme solamente los días que corren, incluso, cada vez más, marita­
en mi campo, hay toda una serie de temas metodo­ les) también. Los laboratorios e institutos de in­
lógicos que podría describir como relevantes para vestigación, los principales departamentos univer­
una compre·nsión etnográfica del pensamiento sitarios, las capillas artísticas y literarias, las fac­
moderno. Pero me contendré y haré referencia, de ciones intelectuales, son todos ellos grupos que se
manera breve, a sólo tres de ellos: el uso de Io,I ajustan perfectamente a estas pautas: comunida­
datos convergentes; la explicación de las clasifica­ des de individuos que mantienen entre sí lazos
ciones lingüísticas; y el examen de los ciclos vi­ múltiples, y en las que lo que se descubre sobre A
tales. resulta revelador para comprender a B, porque,
Por datos convergentes, quiero entender las conociéndose como se conocen desde hace tiempo
descripciones, mediciones, y observaciones que y muy bien, cada uno interviene como personaje
se quieran, por diversas que sean, e incluso misce­ en las biografías de los otros.
láneas, tanto en lo que hace referencia al tipo y el El segundo tema metodológico que parece
grado de precisión o generalidad, como las que se transferible de la etnografía general a la etnografía
refieren a hechos no normalizados, recogidos de del pensamiento, el que tiene que ver con las
forma casual y heteróclitamente retratados, y que categorías lingüísticas, no es por supuesto especí­
a pesar de todo se clarifican mutuamente por la fico de la antropología; todo el mundo, como suele
simple razón de que los individuos a los que des­ decirse, se halla «inmerso» en el lenguaje en estos
criben, miden u observan, se hallan mutua y vi- días. Si bien el interés antropológico, ya desde la
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época fundacional en que se discutía sobre el Hasta las más amplias y grandiosas clasificacio­
«mana», el «tabú», el «potlach», el «lobola», etc., nes, aquéllas que contienen fuertes elementos tí­
se centra en un aspecto muy especial. Tiende a picos de «definición persuasiva», incluyendo la
concentrarse en los términos clave que, cuando su misma tan traída y llevada división entre «Cien­
significado se desvela, parecen iluminar todo un cias» y «Humanidades», se hallan maduras para
modo de actuar en el mundo. este tipo .de examen. En nuestra propia gran sub­
Puesto que me hallo pre-programado para inte­ área intermedia, la «Tercera Cultura» que Snow
resarme por este tipo de cuestiones, los vocabula­ dejó olvidada, tanto si se quiere llamarla Ciencias
rios en los que las diversas disciplinas se hablan a Humanas, Sociales, Conductuales, o de la Vida
sí mismas de sí mismas lógicamente me fascinan (aunque sea negándole el calificativo de «Cien­
como modos de conseguir acceder a los tipos de cia»), nos revela no poco sobre lo que todo este
mentalidades que en ellas obran. Ya se trata de intento es, o al menos debería ser, o quizás habría
esforzadamente que evitar que fuera. De igual
matemáticos, discurseando, como tantos degusta­
manera, las distinciones establecidas entre cien­
dores henológicos, sobre las diferencias, extrema­
d:'lmente reales para ellos en apariencia, pero invi­ cias «duras/blandas», «puras/aplicadas», y «ma­
duras/inmaduras», o la distinción dentro del
sibles para cualquier otro, entre demostraciones
«profundas», «elegantes», «bellas», «poderosas» campo de las humanidades «artes creativas/estu­
y «sutiles»; o de los físicos, cuando invocan tér­ dios críticos», están marcadas por idénticos su­
minos de alabanza o descalificación tales como brayados, merecedores de una reflexión, en vez
«tacto» o «deslavazado»; o los críticos literarios, de los ocasionales exabruptos contra los tecnócra­
cuando hacen referencia a la presencia relativa al tas del pensamiento o los mandarines de New
menos para los profanos, de una misteriosa pro­ Haven que habitualmente suelen propinárseles.
piedad, denominada «actualización»; los términos Hay toda una serie de modos de ver las cosas
con los que los devotos de la investigación aca­ que pueden demostrarse útiles a la hora de pensar
démica representan sus metas, juicios, justifica­ sobre el pensamiento. Me limitaré a mencionar
ciones, etc., adoptan, en mi opinión, un largo des­ dos.
vío, una vez adecuadamente comprendidos, para El primero es la peculiar pauta profesional que
llegar a captar lo que la investigación como tal se marca a las disciplinas académicas: a saber, el
propone. modo como suele comenzarse por el meollo
mismo de la cuestión, para acabar terminando en
los márgenes. La introducción en la comunidad
académica tiene lugar en las proximidades de la
cúspide o cerca del centro. Sin embargo, la mayor
pai;te de la gente no llega a establecerse ni cerca
de la cúspide, ni siquiera del medio, sino en una
región más próxima a la base, e incluso fuera del
todo -cualquiera que sea la imagen que quiere
emplearse al respecto. Más concretamente, la in­
mensa mayor parte de los doctorados en mi profe­
sión, por ejemplo, han sido premiados por siete u
o_c,ho universidades; pero sólo una mínima propor­
c10n de ellos, encuentra trabajo en esas mismas
universidades. Hay también, por supuesto, docto­
res que han recibido premios de otras institucio­
nes, y tal vez incluso (aunque las figuras más
recientes no soportan mucho tal idea) el fenómeno
se ha ampliado en los últimos años. Con todo aún
s�gue siendo cierto que la mayor parte de la �ente
sigue una pauta profesional según la cual se man­
tienen durante varios años en el meollo mismo de
la cosa, y luego, en diverso grado y a distintas
velocidades, se ven, según la jerga de la profesión
«�esplazados hacia abajo» -o, al menos, éso per­
ciben ellos. El fenómeno en otras disciplinas re­
sulta aún más marcado. Los departamentos de
Física _de todo el país están llenos de gente que
«estuvieron en el MIT (o en el Cal Tech*) durante

* California Institute of Technology (N. del T.).


66
Los Cuadernos de Antropología

algún tiempo»; e igualmente, el haber estudiado ambición mucho más modesta, en el sentido de
Historia de Inglaterra en Princeton y enseñarla que los investigadores, artistas, científicos, profe­
luego en el Estado de Louisiana puede marcar de sionales, y (¿podemos esperarlo?) administrado­
manera especial una vida. res, cuyas radicales diferencias están, no sólo en
El segundo, y estrechamente relacionado, sus opiniones, ni siquiera en sus pasiones, sino en
asunto que quiero mencionar en relación con esto los fundamentos mismos de sus respectivas expe­
son los distintos ciclos de maduración -o al menos riencias, puedan empezar a encontrar algo cir­
eso se supone- que tienen lugar en los diversos cunstanciado que decirse entre sí. La famosa res­
campos académicos. Las matemáticas, por su­ puesta que Harold Nicholson parece haber dado a
puesto, son un caso extremo, al menos tal como una dama en una calle de Londres, en 1915, sobre
aparece en la imaginería popular:_ la _gente d� esta por qué él, joven como era, no estaba en el frente
profesión suele florecer a los diec10cho anos Y defendiendo a la civilización -«Señora ¡ Yo soy la
agotarse a los veinticinco. La Historia, donde gene­ civilización!»- no resulta ya posible ni siquiera en
ralmente se considera que los tipos de cincuenta los niveles más altos. Todo lo que podemos espe­
años están más maduros y en mejores condiciones rar -y sería uno de los más raros fenómenos, un
para abordar obras de gran aliento, es evidente­ milagro útil- es poder ingeniar modos de acceso
mente el extremo opuesto. Un visitante del Insti­ que establezcan puentes entre las diversas vidas
tute for Advanced Study, donde pueden obser­ vocacionales.
varse prácticamente todo tipo de ciclos en cacofó­ IV
nica operatividad a la vez, parece haber pregun­
tado en cierta ocasión a un matemático y a un La cuestión de a dónde ha ido a parar lo «gene­
historiador, a la hora del té, cómo iban las cosas ral», cuando hablamos de «educación general», y
por aquel lugar. «Bueno, ya ve», dijo el historia­ cómo podríamos ayudar a resucitar tal cosa para
dor señalando con la mano a los jóvenes imberbes evitar criar una raza de bárbaros altamente prepa­
que había en derredor, «esto sigue siendo un par­ rados, los «especialistas» de Weber, «privados de
vulario de matemáticos». «Y un asilo de historia­ espíritu, sensualistas sin corazón», es algo que
dores», replicó el matemático. obsesiona a cuantos pretenden pensar seriamente
Evidentemente, los hechos son bastante más sobre la vida intelectual de nuestros días. Pero, la
complejos y exigen conceptos más sutiles para mayor parte de los debates que en torno a este
determinar su verdadera naturaleza. No tengo probléma surgen me parece a mí que están conde­
propuestas sustanciales que hacer a este respecto, nados a una cierta esterilidad, a una interminable
ni tampoco en los otros que he planteado de forma oscilación entre posturas igualmente defendibles,
tan superficial. Mi punto de vista es que las no­ aunque de tipo más bien académico, dado que
ciones «nativas» sobre la maduración (y posmadu­ toman como punto de partida la idea de lo que hay
ración) que tiene lugar en los diversos campos, que restaurar (o no hay que restaurar) es una
junto con las ansiedades y expectativas que pro­ especie de humanismo difuso, un humanismo «er­
vocan, configuran en gran medida lo que cualquier visado», como en algún lado ha dicho Max Black,
entidad dada pueda ser, «mentalmente», desde que «tenga que ver con nuestros apremiantes pro­
dentro. Otorgan un tono distintivo tanto a los ci­ blemas, y no con los de los atenienses ociosos o
clos vitales, como a las estructuras de edad, y los cortesanos del Renacimiento». Por atractivo
facetan un tipo de esperanzas, miedos, deseos, y que tal programa pueda resultar (y yo, personal­
decepciones que impregnan todo el conjunto, y mente, no lo encuentro tanto) está abocado a un
que deben ser indagados del mismo modo que se callejón sin salida.
ha hecho con los indios pueblo y con los pigmeos El sello de marca de nuestra moderna concien­
de Andamán, y aún no se ha intentado con los cia, como obsesivamente he venido repitiendo, es
químicos y los filósofos. su enorme multiplicidad. Para nuestra propia
Como digo, cabría la posibilidad de ir por ahí, época, y en adelante, la imagen de una perspec­
aconsejando a los p-ensadores cómo empezar a tiva general, de una Weltanschaung, surgida de
entender lo que se traen entre manos. - Pero, los estudios humanísticos (o, para el caso, de los
puesto que estamos aquí ocupados en un tema a la estudios científicos), y orientada a configurar la
vez más certeramente específico y más amplia­ dirección de la cultura, es una pura quimera. No
mente general, el de la unidad y la diversidad de la sólo falta por completo la base clasista que puede
vida del espíritu, es preciso llegar a esbozar algu­ dar forma a tan unitario «humanismo», base que
nas implicaciones sobre el pensar acerca del pen­ ha desaparecido junto con las cómodas bañeras de
samiento, en cuanto actividad animada, organi­ antaño y los coches de punto, sino que, más im­
zada y orientada de manera diversa. portante aún, también han desaparecido los viejos
Concretamente, la ya muy feneciente esperanza acuerdos que fundaban la autoridad académica, la
de que pueda existir de nuevo (si es que alguna autoridad de los libros, y las viejas maneras. De
vez la hubo) una alta cultura integrada, anclada en llevarse a efecto la etnografía del pensamiento que
las clases educadas y orientada a establecer una aquí proyecto, estoy seguro que sus indagaciones
norma intelectual general para la sociedad como no harían más que confirmar esta impresión.
un todo, tiene que ser abandonada en favor de una Ahondaría, incluso, la sensadón que tenemos de
67
Los Cuadernos de Antropología

una radical variedad de los modos de pensar, de­ él lo veía, al menos, la crisis acertaba mejor con el
bido a que ampliaría nuestra percepción de seme­ meollo de la cosa que la simple metodología:
jante variedad más allá de los ámbitos temáticos, El asunto de las demostraciones permaneció
metodológicos, y técnicos de la tradición acadé­ abierto durante algo más de un año -lo que no
mica, y similares, para remitirnos al marco más es nada inhabitual cuando los economistas, los
general de nuestra experiencia moral. La concep­ biólogos, o incluso los físicos, discuten algo; el
ción de un «nuevo humanismo», fundado en la conflicto atrajo la atención precisamente por­
forja de una ideología general «la mejor que pueda que tales cosas resultan casi del todo inhabitua­
pensarse y enunciarse», destinada a plasmarse en les en matemáticas. De todos modos el equipo
el ciclo de estudios, aparecería no ya como mera­ japonés descubrió un error en su demostración
mente implausible, sino además utópica. Y posi­ en julio del 74.
blemente, también, preocupante. El problema, como se puede ver, no está en
Pero, en la medida en que una más afinada que las demostraciones· fueran demasiado lar­
percepción de cuán profundamente llegan a pene­ gas o complicadas -la nuestra, por ejemplo,
trar en nuestras vidas la especificidad de nuestra ocupaba veinte páginas. Sino, más bien, debido
vocación, y en qué pequeña medida tal vocación a que la teoría homotópica es un campo abs­
no es tanto un trabajo que elegimos como todo un tracto carente de interés, lo que hizo que sólo
mundo que habitamos, en la medida en que éso un investigador se tomara el trabajo de verifi­
pueda llegar a disolver las esperanzas de una car por separado ambas demostraciones. En
nueva forma de culture générale de l' esprit, no parte debido a esta razón, yo mismo he sufrido
por éso tenemos que resignarnos a la anarquía, al una «crisis matemática». Precisamente porque
desánimo, .o al más profundo solipsismo. El pro­ no puede haber «quizás» en matemáticas, y
blema de la integración de la vida cultural se con­ porque las matemáticas se han ido separando
vierte en algo que tiene qué ver con la posibilidad de forma tan imparable de la realidad, he llegado
de que la gente llegue a habitar mundos diferentes, a la conclusión de que no puedo permitirme más
que tengan genuino y recíproco impacto mutuo. victorias de este tipo. El próximo otoño me ma­
Es cierto que, en la medida en que exista una tricularé en una facultad de medicina.
conciencia general, ésta se funda en la interacción La otra cita está tomada de un breve artículo
de una desordenada multitud de visiones no del que apareció, de manera totalmente independiente
todo conmensurables, por lo que la vitalidad de del anterior, una semana más tarde aproximada­
semejante modo de conciencia depende de la po­ mente, y titulado «La labor de los físicos: despejar
sibilidad de crear las condiciones para que tal inte­ el universo», firmado por un profesor del Fermi
racción llegue a tener lugar. Y, por ello, el primer Institute de la Universidad de Chicago. Dicho ar­
paso consiste sin duda alguna en aceptar la pro­ tículo estaba provocado por el hecho de que los
fundidad de tales diferencias; el segundo en com­ estudiantes, y el resto de la gente, consideramos a
prender lo que tales diferencias puedan ser; y el los físicos «agudos, tajantes y secos». Los físicos
tercero en constituir una especie de vocabulario no son así, dice el firmante, con cierta aspereza, y
que permita su formulación pública -uno en el que tampoco la vida es así. Prosigue, dando algunos
econometristas, epigrafistas, citólogos, e iconolo­ ejemplos de tal cosa en lo que a la física concierne
gistas puedan emplear por igual para dar cuenta -la hormiga normal sobre el globo normal en ex­
unos a otros de lo que hacen. pansión, etc.- y concluye:
Para demostrar que este problema, el de la pro­ En física ocurre igual que en la vida: no hay
funda disimilitud de los intelectos profesionales perfección. Nada hay perfectamente acabado.
configurados, no es lo que tengo en rríi cabeza, Siempre hay algo mejor, y aún mejor, y todo
como estratagema de un antropólogo empeñado depende del interés que uno se tome por ello.
en llevar adelante su trabajo, citaré, a modo de ¿Está realmente curvado el universo? La cosa
conclusión, dos tribunas de opinión del New York no es tan tajante ni tan simple. Las teorías van
Times, aparecidas hace un par de años. La pri­ y vienen. Ninguna de ellas es totalmente cierta
mera es una carta, escrita por un joven, y al pare­ o totalmente falsa. Las teorías tienen una espe­
cer brillante, profesor adjunto de matemáticas del cie de ubicación sociológica que cambia al apa­
Rutgers, en respuesta al editorial del Times refe­ recer nuevas informaciones.
rido a un trabajo suyo, que el periódico, con su «¿Es correcta la teoría de Einstein?». Puede
habitual estilo de moderado apocalipsis, había titu­ hacerse una encuesta y comprobarlo. Einstein
lado «Las matemáticas en crisis». La «crisis», tal parece estar actualmente «en lo cierto». ¿Pero
como el Times la entendía, consistía en que dos quién sabe si es verdad? Creo que hay la idea
equipos de investigación independientes, uno de que la física tiene una primordialidad, una
americano, y otro japonés, habían producido dos certeza y una verdad, que yo no veo en ella
demostraciones mutuamente contradictorias, tan en absoluto. Para mí la física es la actividad
complicadas y largas que no había posibilidad de que realizo durante el tiempo que va del desa­
reconciliarlas. Esto no era correcto, según el autor yuno a la cena. Nada tiene ésto que ver con la
de la carta, que debía saberlo bien, puesto que era Verdad. Tal vez la Verdad queda «fuera». Uno
miembro de uno de los equipos, decía. Tal como piensa más bien: «Bueno, parece que esta idea
68
Los Cuadernos de Antropología

pega bien o no tan bien con la relatividad gene­


ral».
La física es confusa; al igual que la vida,
sería mucho más sencillo que fuera de otra
manera. Se trata de una actividad humana, y
hay que echar mano de juicios humanos y
aceptar las limitaciones humanas.
Este modo de ver las cosas implica una fle­
xibilidad mental y una tolerancia hacia la incer­
tidumbre mayores tal vez de lo que solemos
aceptar.
El problema no es que exista un malestar meta­ ciencia. pensamiento y cultura
físico en las matemáticas o un desenfado casero
en la física. Podríamos adquirir la impresión Director:
opuesta con sólo citar las más familiares expresio­ Miguel Angel Quintanilla
nes con que los matemáticos hablan del tremendo
placer estético que les produce su trabajo -junto Secretarlo de Redacción:
con los pescadores y los músicos, ellos son sin Angel Pestaña
duda los últimos poetas verdaderos-, o las no
menos familiares afirmaciones de los físicos sobre Comité de Redacción:
el desconcertante desorden del encantado y colo­ José Manuel Orza
rista mundo de los quarks, del que la claridad, Luis Alberto de Cuenca
cósmica o no cósmica, parece haber desaparecido Carlos Solís
del todo. La cuestión es que, el hecho de practicar
un arte en el que no existe el «quizás», o vice­ Rafael Pardo
versa, uno dominado por el quizás, afecta al modo Eduardo Rodríguez Farré
general de ver las cosas. No son sólo las propor­ Redacción:
ciones sobre homotopía las que tienen mayores
probabilidades de parecer más perfectas cuanto Serrano, 127-28006 Madrid
más claras y distintas, ni tampoco la adhesión a la Telf. (91) 261 66 51
teoría general de la relatividad se asemeja tanto a
una pura postura sociológica que cambia cada vez Suscripciones:
que se accede a nuevas informaciones. La reacc­ Servicio de Publicaciones
ción frente a tan constrictivos hechos de la expe­ del CSIC.
riencia académica no siempre, como yo digo, re­ Vitruvio, 8 - 28006 Madrid
sulta uniforme. Hay individuos que adoran las
cuestiones claras y bien delimitadas, y otros que Telf. (91) 261 28 33
las repelen; algunos se ven empujados hacia las
confusiones de la vida cotidiana, y otros añoran CONSEJO SUPERIOR DE
poder escapar a ellas. En modo alguno las citas
que pudieran aportarse de especialistas en Milton INVESTIGACIONES CIENTIFICAS
y de etnomusicólogos, que se vieran impulsados a
escribir cartas sinceras a los periódicos, dejarían
de mostrar idéntica intensidad.
Pero, de todo ésto, poco es lo que sabemos.
Sabemos muy poco de lo que en estos días puede
significar vivir una vida centrada en torno, o reali­
zada a través de una concreta forma de actividad
académica, pedagógica, o creativa. Y, hasta que
podamos saber bastante más, cualquier intento de
plantear siquiera, y mucho menos responder, am­
plias cuestiones sobre el papel de determinados
tipos de estudio en la sociedad y en la educación
contemporáneas- estará condenado a caer en las
apasionadas generalizaciones heredadas del pa­
sado, tan poco analizadas a este respecto, como el
presente mismo. Es ésto, y no los experimentos
psicológicos, las investigaciones neuroló- ...-..
gicas, o los modelos comparatizados, lo
que debe encarar un enfoque etnográfico � ...,,.
del pensamiento.
(Traducción: Alberto Cardín).
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