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República Bolivariana de Venezuela

Ministerio del poder popular para la Educación


U.E.C.P. “San Rafael”
2do año, sección “U”
Unidad 2 de Cs. Naturales

Facilitadora: Participante:
Tamaris Acosta Gabriela Bracca
C.I.32.605.084

San Fernando de Apure,08-05-2020


INTRODUCCIÓN

Nuestro planeta es un sistema complejo de maravillosos recursos y


multiformas de vida que interactúan entre sí para que se den las condiciones
para la vida. La ecología tiene sus formas de subsistencia en el planeta gracias
a los diversos factores que intervienen en la formación de un ambiente
adecuado para las diversas formas de vida en el planeta. De allí que el
presente informe se refiere a la salud de nuestro planeta y los diferentes
factores abióticos que guardan relación con las diferentes formas de vida en
el planeta.
Salud del Planeta Tierra

La naturaleza es un organismo vivo, en el que todos sus elementos están


vinculados entre sí: el agua, el aire, la tierra, los animales, los bosques, cada
elemento mantiene una relación con el resto, siendo esta relación también
integrante de la naturaleza.

Además, es poseedora de sus propias leyes, y existe sobre la tierra sin la


necesidad de la intervención humana. Las plantas crecen espontáneamente y
los entornos naturales se transforman y realizan cambios de acuerdo a esas
leyes, manteniendo un equilibrio. De la misma manera, el ser humano halla su
armonía cuando mantiene un equilibrio con todo lo que le rodea; si esa
armonía se rompe, entonces aparece el caos, el desorden, los diferentes
grados de enfermedad tanto en el hombre como en el planeta.

Nuestro planeta es el vehículo por el que permanecemos en el Universo: su


existencia y sus niveles de organización están llenos de complejidades. El
hombre necesita a la naturaleza para su supervivencia y, a su vez, tiene la
capacidad de utilizar la naturaleza y adaptarla a sus necesidades.

Al comienzo recolectaba lo que la naturaleza le ofrecía, más tarde aprendió a


sembrar y cosechar, usó a los animales para ello y por último creó máquinas
con la misma finalidad. El hombre ´usa´ a la naturaleza para satisfacer sus
necesidades y para mejorar su calidad de vida, pero también es cierto que en
numerosas ocasiones ´abusa´ enormemente de ella provocando su
destrucción.

El hombre no posee ningún derecho en absoluto sobre la naturaleza y no ha


podido ver el alcance y las consecuencias de sus acciones. Estamos
aprendiendo mediante un proceso lento y doloroso, que hemos de modificar
en muchos aspectos de nuestros comportamientos para que la relación con la
naturaleza sea equilibrada y la vida humana en la tierra se desarrolle de
manera sostenible.

El organismo de la tierra, al igual que el organismo humano, tiene un sistema


respiratorio donde los bosques son nuestros pulmones, un sistema circulatorio
compuesto por ríos, mares y océanos que circulan con fluido vital para el
planeta y la vida. El principal componente del cuerpo humano es el agua,
prueba de la profunda unión entre la tierra y el ser humano. El agua presente
en el interior del cuerpo humano se reparte entre los aproximadamente 5 litros
de sangre que fluyen constantemente y unos 45 litros distribuidos en los
tejidos, dentro y fuera de las células. Además, tiene una composición mineral
muy similar a la del mar. El mismo líquido que acogió el nacimiento de la vida
en la Tierra está, pues, presente en el interior del cuerpo humano. El médico
canadiense Norman Bethune, escribió en los años 30 del siglo pasado «Tal
vez los sinnúmeros de minúsculas células del cuerpo recuerden. Acaso
puedan recordar el tibio mar salado, su casa ancestral, su primer alimento.
Con el recuerdo de un millón de años, recordarán otras mareas, otros océanos,
y la vida que nació del mar y del sol».

Cuando el planeta cuando enferma nosotros también enfermamos; los peligros


que hacen enfermar a nuestros mares y océanos son, entre otros, la
contaminación, los desechos industriales, la explotación inadecuada y los
derrames de petróleo.

La vida en el mar es de una diversidad inmensa, la cual enfermará también


debido a estos peligros. Destruir la naturaleza sin respetar sus leyes y su
riqueza es lo mismo que no respetar al hombre que habita en ella. Es
responsabilidad de todos administrar los recursos naturales en base al respeto
a la propia naturaleza del ser humano y hacia las generaciones futuras.
Cuidando el medio ambiente también cuidamos de nuestro medio social,
defendiendo nuestro bienestar y fomentando una educación al servicio de la
humanidad. En un planeta enfermo, donde los recursos naturales se destruyen
es muy probable que un gran número de habitantes también estén
contaminados y desequilibrados. Hagamos del planeta un lugar sano para
vivir.

¿Qué es un ecosistema?

El ecosistema es el conjunto de especies de un área determinada que


interactúan entre ellas y con su ambiente abiótico; mediante procesos como la
depredación, el parasitismo, la competencia y la simbiosis, y con su ambiente
al desintegrarse y volver a ser parte del ciclo de energía y de nutrientes. Las
especies del ecosistema, incluyendo bacterias, hongos, plantas y animales
dependen unas de otras. Las relaciones entre las especies y su medio,
resultan en el flujo de materia y energía del ecosistema.

Interacciones con el entorno inerte: los factores abióticos.

Además de por sus relaciones con otros seres vivos, las especies integrantes
de las poblaciones ecológicas están fuertemente condicionadas por factores
abióticos, es decir, inanimados, como la temperatura, el clima en general, la
acidez del suelo o la salinidad del agua. Seguramente, los más importantes a
la hora de influir en la distribución de las especies son la radiación solar –que
hace posible el desarrollo de las formas de vida sobre la Tierra–, la presencia
de agua –esencial, asimismo, para cualquier tipo de vida– y la temperatura.
La radiación solar

El Sol proporciona la energía que hace posible que los seres vivos habiten la
Tierra, y sin la cual nuestro planeta sería una esfera inerte con una temperatura
cercana al cero absoluto (–273 °C). Esta energía desencadena los ciclos del
agua, del oxígeno y de otros elementos químicos que se analizarán
posteriormente con más detalle. Es también aprovechada por los vegetales
para formar, a través de la fotosíntesis, los compuestos orgánicos esenciales
para la vida.

Disco solar al atardecer. La energía proporcionada por el Sol es el elemento


que hace posible la existencia de seres vivos sobre la Tierra.

A pesar de su carácter esencial desde el punto de vista de la geología y de la


biología, en términos cuantitativos la proporción de radiación solar que aporta
la vida a nuestro planeta es insignificante en relación con su totalidad. Las
reacciones termonucleares que tienen lugar en el interior del núcleo solar
desprenden grandes cantidades de energía en forma de luz y rayos infrarrojos
y ultravioleta. Sin embargo, la absorbida y filtrada por la Tierra es apenas una
milmillonésima parte de la emitida por el astro. La absorción terrestre de
energía solar se compensa con la radiación continuada de la energía
absorbida por nuestro planeta hacia el espacio. Este equilibrio, esencial para
el desarrollo de vida en la Tierra, se está viendo afectado por fenómenos como
el calentamiento global producido por los gases de efecto invernadero.

La forma de radiación solar de mayor importancia ecológica es la luz, que se


constituye en factor limitante de los ecosistemas. Por ejemplo, su nivel de
penetración en el mar define los distintos niveles –mesolitoral, bentónico o
abisal– en los que la vegetación y la fauna son radicalmente distintos.

La temperatura

Las diferencias de temperatura en la Tierra se deben sobre todo a la distinta


incidencia de los rayos del Sol sobre ella, por su forma esferoide y por la
inclinación de su eje. Esos factores hacen que la inclinación llegue casi en
vertical en el ecuador y de modo mucho más oblicuo en los polos.

Desde el punto de vista ecológico, las variaciones térmicas resultan


determinantes, ya que, por ejemplo, definen el estado de agregación de las
aguas en forma de vapor, líquido o hielo. Los organismos viven en su gran
mayoría en un intervalo de temperatura de entre 0 y 45 °C. Sin embargo, un
reducido número de especies han desarrollado adaptaciones térmicas que les
permiten vivir más allá de los límites de ese intervalo. Por ejemplo, algunos
musgos y líquenes de hábitat polar resisten temperaturas del orden de –70 °C
y ciertas bacterias termófilas que viven en las chimeneas hidrotermales del
fondo marino soportan temperaturas próximas al punto de ebullición del agua.
Las regiones ecuatorial y polar constituyen los extremos climáticos del planeta.
El Sol llega a las primeras verticalmente, mientras que sobre las segundas cae
de forma mucho más oblicua.
Las regiones ecuatorial y polar constituyen los extremos climáticos del planeta.
El Sol llega a las primeras verticalmente, mientras que sobre las segundas cae
de forma mucho más oblicua.

Aparte de estos casos excepcionales, la temperatura se constituye en factor


limitante esencial, ya que, por debajo de 0 °C, el agua, componente
fundamental de los tejidos vivos, se congela y aumenta su volumen, lo que
puede producir la destrucción de las células. De igual manera, por encima de
los 45 °C, las enzimas proteicas responsables de buena parte de las funciones
vitales de los organismos comienzan a desnaturalizarse.

Otro aspecto importante de la temperatura como condicionante del desarrollo


de los seres vivos es el hecho de que la mayor parte de ellos no mantiene
temperaturas muy distintas de las de su entorno. Los organismos que viven
fijados al sustrato, como las plantas superiores o los hongos, deben adaptarse
al intervalo de temperaturas de su ambiente. En cambio, los que tienen
capacidad de desplazamiento, en general animales de cierto nivel evolutivo,
desarrollan mecanismos adaptativos ante las variaciones de temperatura, que
pueden ir desde desplazarse a cortas distancias para buscar ambientes
adecuados a sus procesos vitales, hasta realizar gigantescas migraciones,
como las de las ballenas, las cigüeñas o las golondrinas, que se mueven de
un extremo al otro del planeta.

En el mundo animal se han desarrollado distintos mecanismos fisiológicos


destinados al mantenimiento de una temperatura corporal constante. En
general, se distinguen dos adaptaciones.

Por un lado, están los animales poiquilotermos (o ectotermos),


tradicionalmente llamados de sangre fría –aunque este término no es en rigor
correcto–, que deben asimilar el calor externo, ya que su temperatura varía en
función de la de su medio. Algunos de ellos, como los peces, tienen una
temperatura corporal próxima a la de su entorno, mientras que otros, como los
reptiles, la suben por encima de la externa y absorben la radiación solar.

Al carecer de posibilidad de desplazamiento, las plantas superiores y los


hongos deben adaptarse a la variación de temperaturas en su medio.

Por su parte, los animales homeotermos (o endotermos), también llamados de


sangre caliente, mantienen su temperatura con independencia de la del
entorno, a través de la producción de calor por medio del metabolismo.
Cuando la temperatura es baja durante un tiempo prolongado, lo que requiere
un aporte continuo de energía, algunas especies entran en un estado de sopor
y disminuyen su temperatura, su tasa metabólica y su frecuencia cardiaca y
respiratoria: es la hibernación o letargo.
La humedad

El agua es un elemento esencial para la conservación de los tejidos vivos. Los


animales terrestres tienen un contenido corporal de agua del orden del 75 % y
dedican un considerable aporte de energía a su mantenimiento.

La pérdida de agua debida a la evaporación se compensa a través de la


captación de la que se encuentra en el entorno por medio de diferentes
procedimientos. Por ejemplo, las plantas contrarrestan el agua que pierden por
transpiración absorbiendo la contenida en el suelo a través de sus raíces. La
mayoría de los microorganismos requiere de un medio acuoso para
desarrollarse, en tanto que los animales de cierto grado evolutivo mantienen
los niveles hídricos por medio del alimento y la bebida, o bien por captación de
humedad a través de su sistema tegumentario.

Iguana verde o común. Entre los animales poiquilotermos, o de sangre fría, los
reptiles se distinguen por su capacidad de alcanzar una temperatura corporal
superior a la del medio.

Los seres vivos que habitan en ambientes secos han desarrollado diferentes
tipos de mecanismos de adaptación para desenvolverse en estas condiciones.
En el mundo vegetal es característico el ejemplo de los cactus, que modifican
la estructura de sus hojas y las transforman en espinas para minimizar la
transpiración, mientras que los tallos, que son los que realizan la fotosíntesis,
adoptan una estructura carnosa que les permite almacenar la escasa agua
disponible en el ambiente en el que habitan. Por su parte, los animales de
ambiente desértico suelen reducir la pérdida de humedad por transpiración a
través de la piel, al centralizar la evaporación en la respiración.

La acidez y la alcalinidad

La acidez o alcalinidad (o basicidad) del entorno, sea éste terrestre o acuático,


es otro de los elementos abióticos de importancia para los organismos vivos.
Estas variables se miden en función del valor del pH (potencial de hidrógeno),
que expresa la concentración de iones hidrógeno diluidos en los diferentes
medios. Un valor de pH inferior a 7 determina un medio ácido, y uno superior
a 7 un entorno alcalino.

En general, la mayoría de los organismos vivos no soporta valores extremos


de acidez o alcalinidad y tiende a desarrollarse mejor en medios más o menos
neutros. Muchos procesos vitales deben producirse dentro de un intervalo de
pH muy estrecho, por lo que resulta esencial el mantenimiento de los niveles
de acidez o basicidad a través de la homeostasis, es decir, la función
autorreguladora que presentan todos los organismos vivos. La mayor o menor
acidez del entorno condiciona la vegetación y la fauna que habitan en él. Por
ejemplo, la mayoría de las plantas de cultivo de regadío se desarrollan mejor
en suelos ligeramente ácidos. La acidez o la alcalinidad actúan también en la
composición geológica de los sustratos sobre los que se asientan los
diferentes ecosistemas.
Al transpirar a través de la piel, los animales propios del desierto, como el
dromedario, logran reducir la pérdida de humedad.

La salinidad

La salinidad es la cantidad de sales disueltas en el agua. En las sales marinas,


los iones predominantes que las componen son el cloro y el sodio, aunque
también están presentes otros como el magnesio o el calcio. La mayor o menor
concentración de estos elementos condiciona las formas de vida presentes en
los ecosistemas acuáticos. A este respecto es necesario establecer la
diferenciación entre los organismos eurihalinos, que toleran amplios intervalos
de salinidad, y los estenohalinos, que presentan una tolerancia limitada a la
variación de la concentración de sales. Son eurihalinos los peces de estuarios
y marismas y los migratorios. Por ejemplo, el salmón admite tanto los niveles
elevados de sal de las aguas marinas como los prácticamente nulos de las
fluviales. La mayoría de los seres acuáticos que viven fijos a un sustrato, como
los corales o las anémonas, son, en cambio, estenohalinos.
Dado que son organismos estenohalinos, los corales toleran mal las
variaciones de concentración de sales.

La salinidad tiene importancia también a nivel celular, ya que las células de


todos los organismos vivos contienen medios líquidos con sales diluidas. Un
exceso o defecto de esas sales en el citoplasma celular puede afectar de
manera determinante a las funciones vitales de los organismos vivos.

Otros factores abióticos

Junto a los mencionados, existen otros factores abióticos que deben evaluarse
en el estudio de los ecosistemas. Algunos de ellos se correlacionan muy
estrechamente con los factores aquí expuestos. Ése es el caso, por ejemplo,
de las diferentes variables climáticas, muy asociadas a factores como la
temperatura o la humedad. Entre ellos se cuentan la presión atmosférica, el
nivel de precipitaciones, los vientos y su influencia sobre las corrientes
marinas, los cambios climáticos o las consecuencias de la actividad humana
en la evolución de los distintos climas.

Junto a los factores climáticos se distinguen también otros elementos abióticos


de diversa naturaleza, como el tipo de suelo y su profundidad, el relieve o la
mayor o menor disponibilidad de nutrientes.
Los factores abióticos han de considerarse, en definitiva, como un marco
complejo de variables con las que los seres vivos pueden establecer una
intrincada red de interacciones, la cual debe ser analizada en sus más mínimos
detalles para percibir la adecuada dimensión de cada ecosistema y de los
fenómenos que tienen lugar en él.
CONCLUSIÓN

La naturaleza es un organismo en el que todos están vinculados entre sí: el


agua, el aire, la tierra, los animales, los bosques, etc. Cada elemento mantiene
una relación con el resto, el planeta puede subsistir sin necesidad de la
intervención humana.

Además, las plantas crecen espontáneamente y los entornos naturales se


transforman y realizan cambios para el desarrollo de la vida en ellos
manteniendo el equilibrio. De la misma manera el ser humano encuentra su
armonía si mantiene un equilibrio con todo lo que le rodea; si esa armonía se
rompe desatamos el caos e igualmente destruimos poco a poco nuestro
entorno.

La salud del planeta tierra se refiere a las mejores condiciones en que se


pueda encontrar nuestro planeta. Cuando el planeta enferma nosotros
también, los peligros que hacen que nuestro planeta se enferme son: el
desbordamiento petrolero, el humo de las industrias y de los vehículos, la
explotación inadecuada de los minerales usando elementos tóxicos, la tala la
quema de los bosques y de grandes extensiones de terreno, lo que produce la
desertificación y grandes concentraciones de dióxido de carbono en el
ambiente.

Por otra parte, con respecto a los ecosistemas se puede decir que un
ecosistema es un sistema biológico constituido por una comunidad de seres
vivos y el medio ambiente natural en el que vive. Se trata de una unidad
compuesta de organismos interdependientes que comparten el mismo hábitat.

Los seres vivos están fuertemente relacionados con todo el entorno inerte que
los rodea, de allí que los factores abióticos son:

 La temperatura: es importante que sea adecuada para la vida en el


planeta.
 La energía solar: la energía que aporta el sol hace que la vida sea
posible en la tierra. La absorción de la energía solar por parte de nuestro
planeta es una cantidad mínima con respecto a la energía que se
produce en el sol. Esto hace que en nuestro planeta haya un equilibrio
de esa energía esencial para el desarrollo de la vida en el planeta.
 La humedad: es un elemento esencial para la conservación de los seres
vivos en la tierra, sin embargo, los seres vivos que habitan en ambientes
secos han desarrollado formas de adaptación para esos ambientes.
 La acidez y alcalinidad: la mayor o menor cantidad de acidez del
entorno condiciona la vegetación y la fauna que habitan en el planeta.
Hay plantas que no sobreviven en suelos muy ácidos mientras que otras
si los toleran.
 La salinidad: se refiere a la cantidad de sales disueltas en el agua. Hay
zonas marítimas con más concentración de sal que otras, de hecho,
algunos seres acuáticos que no soportan tan al tas concentraciones de
sal y por ello migran a donde las concentraciones no sean tan elevadas.

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