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Lenguaje verbal y no verbal

Comunicación y sintonía
La palabra “comunicación” deriva de “común”, lo que tenemos en
común. Puede aplicarse casi a cualquier tipo de relación con otras
personas: una conversación casual, el intento de persuadir a otro, la
enseñanza, una negociación, etc. La comunicación es un ciclo o círculo en
el que intervienen por lo menos dos personas; en ese ciclo hay una
reacción y una respuesta en la que subyacen pensamientos y
sentimientos. También en la comunicación hay un mensaje, las palabras,
e intervienen otros elementos, como el tono de voz, los gestos, las
posturas, ciertas expresiones.

Comunicación intrapersonal

Es la comunicación que uno mantiene consigo mismo, el diálogo interno.


Dentro de nuestro cerebro hay una voz que traduce a la mente lo que uno
tiene escrito en su propio manual. Esa voz del pensamiento consciente
tiene total intimidad con cada uno, y puede decirnos cosas que jamás
diríamos a otras personas. Esa voz eres tú; se trata de tu comunicación
intrapersonal. Cuando mantenemos con nosotros mismos una
conversación acerca de cada uno de nosotros, esa conversación nos
acompaña allí donde estemos. Por eso, si tienes una mala opinión de ti en
cualquier aspecto (por ejemplo, “No me desempeño bien en los
deportes”, “No tengo suerte en el amor”, “Mi destino es ser pobre” y
otras cosas parecidas), esa opinión irá contigo aunque te mudes a otro
país o cambies de profesión, de religión, de pareja, etc. Y todo seguirá
ocurriendo para ti de la misma manera. ¿Por qué ocurre esto? Porque
todo lo que tiene lugar en el universo físico sucede primero en la mente.
Cualquier evaluación que hagas respecto a ti mismo es una predicción (un
pronóstico) de tu comportamiento. Así pues, tienes un pensamiento que
genera en tu cerebro un sentimiento (estado mental), que a su vez genera
en ti un comportamiento. Y eso es algo que funciona en los dos sentidos.
Es decir, tu comportamiento genera sentimientos, que a su vez generan
pensamientos. Esto significa que podemos cambiar a partir de nuestro
comportamiento (adoptando actitudes más positivas) procurando hacer
cosas para las que no nos creíamos capacitado o a partir de nuestro
pensamiento, ya que esa voz interior (el “presidente de la empresa”) nos
pertenece.

No hay manera de “no comunicar”, siempre hay cierto mensaje que se


está dando, incluso cuando no se dice nada. Por ello, la comunicación es
mucho más que las palabras que emitimos; estas forman solo una parte
pequeña de la expresividad y del mensaje general que queremos
transmitir. Los estudios indican que aparte del mensaje que se escucha,
los receptores perciben otros mensajes. Si bien los porcentajes
mencionados pueden variar de acuerdo a situaciones especiales, es
indiscutible que el lenguaje corporal y el tono de voz impactan
profundamente en el significado de lo que queremos expresar. Por
ejemplo, el vocablo “Hola” puede significar un simple reconocimiento,
una amenaza o un agradable saludo dependiendo del tono de voz y el
lenguaje corporal que lo acompañan. En las diferentes culturas se dan
muchos matices de significado en las conversaciones cotidianas y, con
toda probabilidad, tenemos múltiples maneras de decir “No”, de modo
que signifique una ironía, una negativa, etc. Lo mismo sucede con el resto
de las expresiones.
Si las palabras que utilizamos para comunicar nuestro mensaje son el
contenido, las posturas, gestos, expresiones faciales y tono de voz son el
contexto en el que el mensaje está enmarcado, y juntos dan sentido a la
comunicación. Para ser un eficaz comunicador utilizamos habilidades
comunicativas que tienen el objetivo de influir en las demás personas,
pero estas herramientas no tienen la misma connotación negativa que la
manipulación, en la que alguien está arrastrando a otra persona a hacer
algo en contra de sus intereses. Es la capacidad de responder de forma
afectiva a los demás y comprender y respetar su modelo del mundo. El
círculo de la comunicación ilustra que lo que uno hace influye en otras
personas, y lo que los demás hacen también influyen en uno. Cada uno
debe hacerse responsable de la parte que le toca en ese diagrama que
muestra el sentido de la comunicación, aunque no siempre seamos
conscientes de los efectos que producimos.

El lenguaje, los sentimientos y las convicciones de cada persona actúan


como un filtro. Son como un mapa de nuestros pensamientos, recuerdos
y experiencias pasadas. Por eso, la PNL ofrece una manera de pensar
acerca de nosotros mismos y el mundo, y actúa como un filtro en sí
misma. Las técnicas de PNL son neutrales; cómo se usan y con qué
intenciones dependerá de las habilidades y motivaciones de cada
persona. Es posible respetar y apreciar el modelo del mundo de otra
persona, manteniendo, al mismo tiempo, nuestra integridad. La sintonía,
clave en la comunicación También conocida como “empatía”, la sintonía
es un elemento esencial para comunicarse y establecer un ambiente de
credibilidad y confianza. Esta palabra deriva del término riego empátheia,
recibe también el nombre de “inteligencia interpersonal” (término
acuñado por Howard Gardner) y se refiere a la habilidad cognitiva de una
persona para comprender el universo emocional de otra. La empatía es
fundamental en la comunicación humana; es la capacidad de tener en
cuenta los aspectos positivos del otro, de compartir aspectos en común; y
eso depende de uno mismo, no del otro. La sintonía es como un baile en
el que cada integrante responde y refleja los movimientos del otro con
movimientos propios. El lenguaje, el tono y las posturas o gestos, son
habilidades complementarias. Estas expresiones que igualan las del
interlocutor no son una imitación ofensiva, sino una correspondencia que
tiende un puente para comprender el mundo de los demás.

El significado de la comunicación es la respuesta que provoca, de modo


que conseguir la sintonía es la habilidad para provocar respuestas.

Límites para alcanzar la sintonía

Existen dos límites para la habilidad de lograr sintonía: en primer lugar, el


grado de habilidad para percibir o captar las posturas, gestos y formas de
hablar de un interlocutor. En segundo lugar, la habilidad para
corresponder a las mismas o “bailar el mismo compás” que la otra
persona.

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