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Hit Me One More Time de Britney Spears

Stay With Me” de Sam Smith


Nine Inch Nails

Había una vez un rey que tenía una hija extraordinariamente guapa que se llamaba Zarsana -
comenzó Bari a narrar-. Era tan guapa y tan dulce que todo el mundo creía que no era
humana. Los criados llamaban a aquella princesa, que era la alegría de sus padres, princesa
hada. Un día, el rey le dijo a la reina: «Aunque pensar en ello me llena de tristeza, ha llegado
el momento de que nuestra hija se case. Debemos encontrarle un marido adecuado». Al día
siguiente, el rey fue a ver a su hija y le dijo lo que pensaba, pero la princesa sonrió y le
dijo: «¿Por qué tengo que abandonaros a mamá y a ti cuando estamos los tres felices viviendo
juntos? Por favor, permite que permanezcamos como estamos». Su padre insistió en que
todas las princesas jóvenes debían casarse y, al final, la princesa dijo: «Sólo me casaré con un
hombre que haya estado en la Ciudad de Oro». Su padre la miró atónito pues jamás había
oído hablar de aquella ciudad. Intentó disuadir a Zarsana, pero la princesa se mostró
inflexible y, al final, el rey no tuvo más remedio que consultar con sus sabios. Ninguno de
ellos había oído hablar de la Ciudad de Oro, pero aun así le aconsejaron lo siguiente:
«Debes invitar a todos los príncipes solteros del mundo a que vengan aquí y preguntarles si
han estado en la Ciudad de Oro. El que haya estado en ella, podrá casarse con la princesa».
»EI rey así lo hizo, invitó a todos los príncipes del mundo y les preguntó personalmente si
habían estado en la Ciudad de Oro, pero ninguno de ellos había oído hablar de aquel lugar
y todos volvieron a sus casas sin saber la verdadera razón por la que los habían invitado.
Entonces, los sabios aconsejaron al rey que hiciera la misma encuesta entre los hombres de su
guardia personal. El rey organizó un banquete al que invitó a toda su guardia personal y,
cuando estaban bien comidos y bien bebidos, les preguntó si alguno había estado en la Ciudad
de Oro. «Si alguno de vosotros ha estado en esa ciudad, se casará con mi hija Zarsana y será
príncipe heredero», anunció. Por supuesto, a todos los allí presentes les hubiera encantado
estar en posición de casarse con la bella y dulce princesa, pero todos confesaron no conocer
aquella ciudad. El rey habló de nuevo con sus sabios, que estaban desesperados y le dijeron:
«No hay ningún hombre lo suficientemente noble como para casarse con tu hija aunque haya
estado en la Ciudad de Oro, así que la princesa debe olvidarse de casarse con un hombre
así». »E1 rey fue a ver a su hija de nuevo y le explicó la dificultad que estaban teniendo.
«Nadie ha oído jamás hablar de la Ciudad de Oro, así que ¿cómo vamos a encontrar al
hombre que tú quieres? Debes dejar que sea yo quien escoja un marido para tí». La princesa se
negó. «Haz un bando popular, que se entere todo el mundo de que estamos buscando un
hombre que haya estado en la Ciudad de Oro. Me casaré con él sea de la clase social que
sea», anunció la princesa Zarsana. El rey hizo lo que su hija le pedía, mando a mensajeros
por todas las ciudades para anunciar que aquél que hubiera estado en la Ciudad de Oro debía
presentarse en el palacio real para casarse con la princesa y ser heredero al trono. »E1 anuncio
causó gran expectación en el reino y todo el mundo se enteró de él, pero ninguno de los
subditos del rey había oído hablar de la Ciudad de Oro. Las noticias llegaron a oídos de un
guapo joven llamado Salik, hijo de un mercader de seda que había muerto dejándolo
enormemente rico y cuya fortuna él había dilapidado. Ahora vivía como un miserable, sus
supuestos amigos lo habían abandonado al ver que no tenía dinero y estaba demasiado
avergonzado como para pedir ayuda a uno de los amigos de su padre. Cuando se enteró de la
proclamación, se dijo: «Ya que nadie conoce esa ciudad, ¿qué me van a decir si digo que sí he
estado en ella? Es la mejor manera de volver a ser rico y, al fin y al cabo, no puedo caer más
bajo de lo que ya he caído». »Con aquella determinación, se encaminó al palacio y les dijo a
los guardias: «Soy el hombre que está buscando el rey. He estado en la Ciudad de Oro, la he
visto con mis propios ojos». »Los guardias llevaron a Salik ante el rey, ante quien repitió su
mentira. El rey lo mandó a hablar con su hija. La princesa Zarsana le preguntó si había estado
en la Ciudad de Oro y Salik contestó que sí. «¿Y cómo llegaste a ella?, quiso saber la
princesa. Salik no se dejó amedrentar. «Viajé durante muchos días hasta que llegué a una
ciudad maravillosa de Ispahán y desde allí atravesé Dasht-i Kavir hasta llegar, con grandes
esfuerzos, a Zanzíbar. Desde allí, fui a Bokhara y a Samarcanda. Desde Samarcanda, atravesé
las montañas y llegué hasta el mar, hasta la Ciudad de Oro, donde estuve estudiando varios
meses antes de volver a casa. »La princesa sonrió. «Esto que me cuentas es maravilloso y
demuestra que has estado de verdad en la Ciudad de Oro. Vuelve a contarme cómo llegaste
hasta ella». Encantado, Salik se puso a elucubrar de nuevo. «Salí de aquí y corriendo
grandes riesgos llegué a Ispahán, donde me uní a una caravana hasta Dasht-i Kavir. En
Zanzíbar, dejé la caravana y viajé con un amigo hasta Samarcanda. Una vez en Bokhara,
conocí a un hombre muy sabio que me dijo cómo llegar a través de las montañas hasta la
Ciudad de Oro». La princesa ordenó a su guardia que echara al joven a la calle y, cuando su
padre le preguntó qué había ocurrido, la princesa lo reprendió por no haberse dado cuenta de
que Salik era un mentiroso. «No seas impaciente, padre, hay que seguir intentándolo», le
dijo. »E1 rey volvió a dar órdenes para que salieran todos los mensajeros y llegaran hasta el
último rincón de su reino anunciando que el hombre que hubiera estado en la Ciudad de Oro se
casaría con la princesa. Salik estaba destrozado, no solamente porque había mentido y lo
habían desenmascarado, lo que le había ganado el desprecio de todos, sino porque se había
enamorado de la princesa Zarsana nada más verla. Anduvo un tiempo desesperado y cabizbajo
y, al final, decidió que, ya que no podía vivir sin ella, debía intentar enamorarla y para ello lo
único que podía hacer era recorrer el mundo entero hasta encontrar la Ciudad de Oro o morir
en el empeño. »Y así fue cómo Salik inició su viaje, llegó a los bosques de Aghaz, en los
que había animales salvajes y ladrones, se internó en él sin miedo y encontró un árbol bajo el
que vivía un derviche muy anciano que le dio de comer y de beber y le preguntó adonde iba.
Salik le contestó que buscaba la Ciudad de Oro y el derviche le dijo que fuera a ver a su
hermano mayor, que también era un ermitaño y vivía en unas montañas que estaban todavía
más lejos. Pero el sabio de las montañas tampoco sabía nada de la Ciudad de Oro, así que le
dijo a Salik que fuera hacia el mar y se embarcara hasta llegar a una isla lejana llamada
Jariza, gobernada por un rey rico y extranjero que se llamaba Ashabi y que era famoso por
haber viajado mucho, con la esperanza de que supiera dónde estaba la Ciudad de Oro. »Así
que Salik emprendió de nuevo el viaje y llegó hasta el mar y consiguió embarcarse con
dirección a Jariza, pero cuando estaba a punto de llegar se desencadenó una terrible tormenta,
el barco se hundió y a Salik se lo tragó un pez enorme. Poco después, unos pescadores
pescaron a aquel pez y, al ver lo grande que era, lo llevaron ante el rey, ante quien lo
despedazaron. Para sorpresa de todos, de las tripas de aquel enorme animal salió Salik. El rey
le preguntó quién era y él le contó lo que andaba buscando. El rey se rió y le dijo que él era
Ashabi y que se encontraba en Jariza. Efectivamente, el rey había oído hablar de la Ciudad de
Oro, le habían dicho que estaba en una isla muy alejada, pero no sabía exactamente dónde. Le
indicó que había un santuario en una isla cercana a la que en pocos días llegarían peregrinos de
todas las islas y le aconsejó a Salik que lo acompañara allí para preguntar a los peregrinos si
alguno de ellos sabía dónde estaba la Ciudad de Oro. »Salik así lo hizo y, mientras
navegaban en dirección a la isla del santuario, al ver una pequeña isla con un árbol gigantesco,
Salik le preguntó al rey, quien le contestó que no se podían acercar a aquella isla porque había
un gran torbellino que arrastraba todo lo que se acercaba a la orilla. Justamente en ese
momento, sintieron que el barco en el que navegaban se estremecía. El torbellino los había
atrapado y los arrastró hasta su centro. Cuando estaba a punto de tragárselos, Salik
consiguió agarrarse a una de las enormes ramas del árbol y se quedó allí escondido, viendo
cómo el torbellino se tragaba el barco del rey y preguntándose qué hacer. «Cuando cayó la
noche, llegó una bandada de pájaros de dimensiones gigantescas, que se posaron en el árbol y
comenzaron a hablar entre ellos. Salik comprobó sorprendido que entendía su lenguaje. Uno de
los pájaros dijo: «Hoy he estado en la Ciudad de Oro y mañana voy a volver porque los
jardines son tan maravillosos que me tienen cautivado». Encantado, Salik decidió subirse a
lomos de aquella criatura inmensa para que lo llevara a la Ciudad de Oro y así lo hizo
cuando los pájaros se quedaron dormidos. »A1 día siguiente, los pájaros emprendieron el
vuelo y Salik se encontró aterrizando en la Ciudad de Oro. Una vez allí, se bajó del pájaro sin
que el animal se diera cuenta y se paseó por los jardines hasta que se encontró con dos
mujeres, a las que les preguntó dónde estaba. Le dijeron que estaba en la Ciudad de Oro, una
ciudad gobernada por una princesa que se llamaba Perizan y que se encargaba de aquel reino
en nombre de su hermana la reina Marifa, que estaba ausente. Las mujeres, que resultaron ser
las jardineras de la reina, condujeron al viajero al palacio y lo llevaron ante la presencia de la
princesa, que quiso saber cómo había llegado allí. Cuando le hubo contado todo, la princesa
Perizan le dijo: «Tu historia me interesa mucho y me gustaría que me la contaras
detalladamente, pero ahora me tengo que ausentar durante dos días. Tú puedes quedarte aquí,
en el palacio, donde serás bien atendido. Sólo hay una condición y es que no puedes acercarte
bajo ningún concepto al pabellón interior». Dicho aquello, la princesa y sus mujeres se fueron,
dejando a Salik en aquel maravilloso palacio rodeado de magníficos jardines. »Salik estaba
encantado pues el palacio era el lugar más bonito que había visto en su vida, en los jardines
crecían plantas que jamás había visto y no tenía más que pedirlo para obtener de los
sirvientes todo lo que necesitaba. Sin embargo, el segundo día por la tarde, Salik se preguntó
por qué la princesa le habría prohibido adentrarse en el pabellón interior y, dejándose llevar por
la curiosidad, llegó al jardín interno en el que estaba aquel pabellón, subió por las escaleras
y se encontró en una gran terraza en la que había una pagoda. En su interior, había una
habitación de ocho paredes y en una de ellas había una puerta. Cuando abrió la puerta, se
encontró en una cámara ricamente decorada, cuyas paredes estaban cubiertas de diamantes,
rubíes, esmeraldas, zafiros, turquesas, amatistas y todo tipo de piedras preciosas. Había una
arquería de ocho vanos y por ellos entraba una luz misteriosa que caía sobre un diván que
había en el centro de la estancia. El diván estaba cubierto por una tela maravillosa de encaje
dorado, diamantes y perlas. Y aquella tela cubría a la mujer más bonita del mundo, una mujer
de pelo negro que caía en cascada hasta el suelo, con una perla en cada mechón rizado, y que
lucía en el centro de la frente un diamante enorme que atrapaba a la misteriosa luz que
entraba por las ventanas. »Salik tuvo que ponerse la mano sobre los ojos para que los
brillantes rayos no lo cegaran y, como hipnotizado, se acercó a la mujer que dormía y la
miró. Maravillado, comprobó que se trataba de su amada princesa Zarsana, a la que había
dejado en el palacio muchos meses atrás. La llamó, pero no consiguió despertarla. Al no saber
si estaba dormida, muerta o era solamente un espejismo, Salik volvió a salir a la terraza y se
sentó a contemplar el jardín y a intentar dilucidar qué era lo que estaba ocurriendo. »De
repente, vio un lago en el que no había reparado antes. Junto al agua, había un maravilloso
caballo negro con una silla de oro. Salik se acercó a él e intentó montarlo, pero el animal le
dio una coz que lo mandó directamente al agua. Al asomar de nuevo la cabeza, comprobó que
estaba en el lago de un jardín de su ciudad natal. Confuso y atónito, salió del agua y del
jardín y, mientras recorría las calles que tan bien conocía, preguntándose qué le había
ocurrido, si todo había sido un sueño, oyó a un mensajero real. «El hombre que haya estado
en la Ciudad de Oro, se casará con la princesa y se convertirá en el príncipe heredero».
»Salik se apresuró a ir al palacio y a decirles a los guardias que había estado en la Ciudad
de Oro y que lo llevaran ante el rey. Los guardias lo llevaron a la sala del trono, pero, al
verlo, los miembros de la guardia personal y los sabios comenzaron a gritar: «¡Este villano
ya ha estado aquí antes y la princesa lo mandó echar porque es un mentiroso!». El rey lo
recordó y amenazó a Salik con castigarlo con dureza si volvía a mentir. Aunque estaba
asustado, Salik se mostró firme. «Llevadme ante la princesa y, si me vuelve a rechazar,
dejaré que me matéis como castigo», dijo muy seguro. El rey consultó con los sabios, que
no se ponían de acuerdo, así que, al final, el rey mandó llamar a su hija, que se presentó en el
salón del trono acompañada por sus doncellas. «Padre, ¿cómo dejáis que este hombre vuelva
a tomarnos el pelo?», se indignó la princesa. «¿Y cómo es posible que estés aquí cuando
yo te acabo de ver tumbada en el pabellón interior del palacio de la Ciudad de Oro?», se
sorprendió Salik. «Entonces, la princesa sonrió y, girándose hacia su padre, le dijo: «Este
hombre dice la verdad y se convertirá en mi marido, pero no será príncipe heredero de tu reino
porque debe volver conmigo y vivir en la Ciudad de Oro. Quiero que sepas que mi nombre
verdadero es Marifa y que soy reina de un reino del que se ocupa mi hermana en mi ausencia.
Mi destino fue nacer entre mortales y vivir como uno de vosotros hasta que un hombre se
enamorara de mí y por amor visitara la Ciudad de Oro y allí viera cómo soy en realidad.
Ahora, este hombre se convertirá en uno de nosotros y gobernará el reino conmigo; y, se
llamará Asheq porque su amor es verdadero». »Y, en ese momento, el maravilloso caballo
negro entró volando por uno de los ventanales del palacio y se tumbó ante la princesa. Salik
montó en él con la princesa y, dejando a todos con la boca abierta, el caballo volvió a
emprender el vuelo rumbo a la Ciudad de Oro, donde la reina Marifa y el rey Asheq fueron
recibidos con júbilo y donde vivieron muchos años con la paz y la felicidad que Alá les regaló.

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