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En este caso los Estados –Países- son responsables frente a la Corte, de los
actos de sus órganos, y de ser los actos contrarios a los principios de la
Convención, la Corte hace el control de convencionalidad y solicita al Estado que
modifique o repare el acto a través de un fallo.
Por otro lado, el control difuso únicamente puede llevarse a cabo por los Estados,
en el ámbito de sus competencias a través de las autoridades competentes en
facultades y atribuciones.
Es el caso de los jueces cuando hacer la revisión que haría la Corte
Interamericana sobre la legislación del estado que aplican o las conductas que
realizan los órganos del estado para asegurarse que no contravengan los
principios de la Convención Americana (caso clásico en los amparos en México.)
Este tipo de control nace para obligar que los Estados miembros sean ellos
mismos quienes velen, observen y protejan los Derechos Internacionales a través
de sus instituciones judiciales nacionales.