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En el marco del proceso de cambio de un orden unipolar a uno multipolar ¿es posible

desarrollar un modelo de no alineamiento activo en política exterior?


El Sistema Internacional ha sido sujeto de estudio histórico desde el final de la Primera
Guerra Mundial, concretamente, desde el año 1919. Las capacidades de los Estados, elemento
determinante en la construcción del Sistema Internacional según la teoría del Realismo
Estructural de Kenneth Waltz, variaron a lo largo del “pequeño siglo XX” desde la
bipolaridad hacia la unipolaridad estadounidense, así llamada el “Internacional Liberal
Order” por Ikenberry, desde 1991. Hoy, el Sistema Internacional se encuentra nuevamente en
un periodo de transición con el déclive del “momento unipolar” y se dirige, en palabras de
Rosenau, hacia un sistema no solamente multicéntrico, sino también multipolar. El auge de
las potencias emergentes, entre ellas China e India, trae consigo tensiones que atravesó el
mundo durante la Guerra Fría frente a los alineamientos ideológicos y políticos, con
implicancias económicas, militares y sociales. Frente a la vigente transición de poder y la
tendencia a una multipolaridad, cabe preguntarse si aún es posible optar por la “tercera vía”
que supuso el G77 durante la Guerra Fría. El presente ensayo sostendrá las razones por las
que sí es posible un no alineamiento activo para el Perú y la región, tomando en cuenta
variables políticas, económicas y diplomáticas a nivel bilateral y multilateral.
A nivel político, quien redacta considera que el país cuenta con sólidos instrumentos
que le permiten un no alineamiento activo que mantenga como prioridad sus propios intereses
nacionales. El primer instrumento para este fin es el multilateralismo. Como país de renta
media, el Perú no cuenta aún con las herramientas económicas, militares, y políticas de las
que pueda valerse para defenderse de políticas hegemónicas unilaterales, como el corte de las
transacciones financieras internacionales que implantó EEUU a Irán durante la década
pasada. No obstante, sí cuenta con lo que Waltz llamaría el “balancing”, la cooperación entre
los aliados estratégicos para hacer frente colectivo a posibles power politics propias de un
mundo bipolar o multipolar. Esto lo demostró, por ejemplo, cuando defendió férreamente sus
200 millas de soberanía marítima frente a los barcos pesqueros norteamericanos en
cooperación de Ecuador y Chile desde la Declaración de Santiago de 1952. Sin embargo,
quien redacta considera que el actual proceso de integración latinoamericana no es
suficientemente profundo y coordinado para una respuesta sólida ante ciertos desafíos que
requieren una participación extendida. Claro ejemplo de este argumento fue la inacción de
Sudamérica durante la Guerra de Las Malvinas en la que, frente al veto de EEUU de activar
el TIAR, instrumento de seguridad colectiva, Perú ofreció su solidario aunque limitado apoyo
por la inacción de los demás países vecinos.
Por otro lado, el Derecho Internacional Público provee al Perú de herramientas
jurídicas que le permiten proteger su autonomía a nivel bilateral. La igualdad soberana,
principio estructural del mismo, presente en el Art. 2 de la Carta de San Francisco y ratificada
por la Resolución 2625 de la Asamblea General, facilita ese marco. La prueba más fehaciente
de que esta apuesta por el multilateralismo es viable son los 50 000 kilómetros cuadrados de
mar conseguidos con el fallo de la Corte Internacional de Justicia en el 2014.
A nivel económico, es cierto que existen relaciones comerciales asimétricas que
generan interdependencia compleja con las dos principales potencias, EEUU y China. Estos
vínculos, en un periodo de transición a la multipolaridad, podrían ser unilateralmente
cortados por ellas bajo una excusa de “alineamiento” con la potencia contraria. De hecho,
este escenario ocurrió durante el gobierno de Velasco Alvarado en el Perú, con un corte
comercial a las industrias militares desde Estados Unidos. Sin embargo, tal situación supone
hoy un importante costo político y económico que estas potencias habrían de considerar. El
no alineamiento activo es una opción viable para el Perú en este ámbito, por su posición
geopolítica y su importancia como segundo exportador mundial de cobre. Por un lado, un
corte económico desde los Estados Unidos supondría una mayor vinculación comercial,
social y política con su rival asiático dentro de la región, escenario que hoy rechaza por
ejemplo en la relación de Nicaragua y la República Popular China, o de Venezuela con la
Federación Rusa. Por otro lado, un corte desde China, privaría a este país de importantes
proveedores de recursos naturales que hoy le son esenciales. En el caso de que ocurra con el
Perú, se cortaría el 27% de sus importaciones de cobre, el cual requieren con urgencia para
consolidar su plan de autosuficiencia tecnológica “Made in China 2025”.
A nivel diplomático, el Perú, a través de su Cancillería, ha demostrado desde
mediados del SXX una sólida autonomía con el auge de la así llamada “Generación de Oro”.
Es conocida la capacidad del país por defender la autonomía como un principio irrenunciable.
Esto lo demostró participando activamente en el bloque de los No Alineados o G77 durante la
Guerra Fría, pero tambiéncon memorables actos como el de Porras Barrenechea, quien
defendió la No Intervención en Asuntos Internos e Igualdad Soberana cuando EEUU propuso
suspender a Cuba de la Organización de los Estados Americanos.
En conclusión, quien redacta considera que no solamente es posible, sino que es
racional desde una perspectiva realista, desarrollar un modelo de no alineamiento activo en la
actual transición del Sistema Internacional. Particularmente el Perú cuenta con un recurso que
será anhelado por los países emergentes con la transición tecnológica sostenible, el cobre.
Este recurso, según la Agencia Internacional de Energía, será seis veces más demandado por
las principales economías del mundo para 2040 si es que realmente estas se adhieren a sus
compromisos actuales y vigentes por el cambio climático. Esto es así porque los productos y
métodos de producción sostenibles son altamente demandantes de este recurso. Pero además,
como se revisó, el Perú cuenta con una sólida institución que ha defendido históricamente su
autonomía, la Cancillería. Como lo menciona el Plan Estratégico Sectorial a Largo Plazo,
será importante el rol que esta despliegue para consolidar una necesaria integración
latinoamericana que permita una adecuada respuesta de balancing frente a las eventuales
power politics de las nuevas potencias. Pero también será esta importante para la protección
de la soberanía y los intereses nacionales permanentes en el extranjero, particularmente los
económicos, tal y como lo menciona el PESEM 2015 del Ministerio de Relaciones
Exteriores. Estos son grandes desafíos que la diplomacia peruana tendrá que enfrentar con la
“imaginación creadora” que Pérez de Cuéllar inculcó en vida.
¿Cuál es la importancia del Regional Comprehensive Economic Partnership -
RCEP (Alianza Integradora Económica Regional) en el proceso de globalización y su
relación con América Latina?

Desde mediados de siglo XX los Estados del mundo han tendido a alinearse en bloques
geo-económicos en función de los procesos políticos que se vivían en distintas regiones del
mismo. Estos grados de integración, estudiados por Bela Balassa, difieren según el nivel de
supranacionalidad otorgada, pudiendo pasar de una Zona de Libre Comercio, hasta una
Integración Económica con moneda común. Frente a la próxima entrada en vigor del
Regional Comprehensive Economic Partnership, una Zona de Libre Comercio que funcionará
desde el 2022, el presente ensayo analizará cuales son las implicancias del mismo sobre la
globalización y la región latinoamericana.
En primer lugar, el RCEP supondrá un importante empuje político para las potencias
emergentes del continente asiático frente al retroceso de la globalización por las condiciones
actuales del orden internacional. El actual periodo de transición del Sistema Internacional,
sumado al retorno de la intervención del Estado con políticas económicas proteccionistas
durante la pandemia, supuso una regresión del periodo de globalización al que expertos han
llamado “post-globalización”. Este regreso, impulsado por el revisionismo de los tratados de
Libre Comercio de Estados Unidos durante la gestión Trump, fue contrario a los intereses
políticos y económicos de las potencias emergentes de Asia, particularmente afectando a
China con los aranceles más altos levantados desde la Segunda Guerra Mundial. Desde
entonces, China, India y Rusia criticaron las medidas proteccionistas de los Estados Unidos y
abogaron por el respeto del multilateralismo y el libre comercio. Por ello, para China el
RCEP no solamente significa su primera Zona de Libre Comercio, sino una plataforma desde
la cual podrá promocionar su estrategia comercial y política en el actual Sistema
Internacional.
Con relación a la globalización económica, es importante analizar el peso que tiene
este acuerdo, pues consituye la zona de integración comercial más grande del mundo. Este
acuerdo supondrá un comercio con arancel mínimo o nulo para la totalidad de los países del
ASEAN mas cinco economías importantes del continente, entre ellas Japón y China,
sumando un total del 30% del PBI mundial, lo que integrará a las economías de esta región y
consolidará mayores lazos de interdependencia. A diferencia de la región latinoamericana,
donde las Zonas de Libre Comercio con aspiraciones al Mercado Común como la CAN y el
MERCOSUR buscan una integración en coordinación con la ALADI, el comercio
intraregional de Asia y las cadenas de valor y suministros son muchísimo más vigorosas y
con mayor valor agregado, por lo que el impacto del RCEP tiene gran potencial. Por ejemplo,
frente al impase que actualmente tiene China con la “provincia rebelde” de Taiwan y su
dependencia a los semiconductores que tiene con esta, la RPCh podría valerse de este
instrumento para importar estos importantes componentes de Corea del Sur, otro importante
fabricante de los mismos, y así consolidar su auge económico y autonomía tecnológica sin un
enfrentamiento con su rival geopolítico y socio de Taiwan, Estados Unidos.
Por otro lado, la región latinoamericana podría verse beneficiada por la consolidación
de este bloque regional mientras que sus países miembros se adhieran a una autonomía
comercial no influenciada por los bloques políticos hegemónicos. La consolidación de nuevas
industrias alentadas a la exportación intrarregional asiática propiciada por el RCEP supondrá
una mayor demanda de productos tradicionales mineros de los que la región es proveedora.
Pero además, permitirá que los países, de manera bilateral o como bloques, negocien con el
RCEP Tratados de Libre Comercio que propicien mayores exportaciones. Por ejemplo, un
acuerdo entre el Perú y el RCEP como bloque permitiría que el país acceda al mercado de
Estados con los que aún no consolida sólidas relaciones comerciales de manera bilateral,
como es el caso de Indonesia, país con el que el proyecto de un TLC se detuvo en la década
pasada. Otro importante beneficio es la potencial diversificación de exportaciones a la que se
podría tener acceso. Cabe resaltar que durante la pandemia, uno de los únicos sectores que
tuvo resultados positivos de crecimiento fue el de las exportaciones agropecuarias no
tradicionales, particularmente el mercado de arándanos a la región del ASEAN. Poder
homologar estas relaciones comerciales con el RCEP como bloque contribuiría a reducir la
dependencia a las exportaciones tradicionales del 70% que actualmente tiene el país e
incentivar las no tradicionales agropecuarias con mayor valor agregado. No obstante, quien
redacta considera que no se deberían sacrificar relaciones comerciales con otros países, como
los Estados Unidos, a los que actualmente ya se exportan productos no tradicionales y con
valor agregado, por priorizar este lazo. Será por ello importante, hilar estratégicamente los
lazos comerciales con este bloque, no solamente para el Perú, sino también para otros países
exportadores de recursos naturales como Chile (cobre) y Brasil (hierro).
En conclusión, el RCEP constituye un nuevo empuje político y económico a la
apuesta asiática por la globalización que propiciará una integración comercial más profunda y
consolidada a nivel regional. Esta Zona de Libre Comercio supondrá también un desafío
comercial frente a la previa hegemonía de la Unión Europea y podría tener implicancias sobre
la actual tendencia a la polarización política Occidente-Oriente. La consolidación de nuevas
cadenas de suministro y distribución darán un nuevo impulso a las industrias asiáticas, que al
haberse especializado durante el SXX, tienen una mayor demanda por las materias primas
que tradicionalmente exporta América Latina. Frente a este potencial, es de vital importancia
que las instituciones de cada país prospecten acuerdos y estrategias comerciales para el
aprovechamiento de esta futura demanda. Particularmente, quien redacta considera que para
el Perú será de gran relevancia la gestión de Cancillería, en específico de la Dirección
General de Estudios y Estrategias de Política Exterior y la Dirección General de Asuntos
Económicos, en cooperación con el MINCETUR, para aprovechar adecuadamente esta
situación promisoria. Ello contribuirá a la consecución del primer y el tercer Objetivo
Estratégico del PESEM 2015-2021 del MRE, sobre la consolidación del Perú como una
potencia regional emergente y el impulso de la competitividad y la imagen nacional a través
de la promoción económica. Será tarea de los diplomáticos nacionales lograr un acercamiento
estratégico al RCEP sin que ello signifique sacrificar los lazos económicos y políticos que se
tiene con otros bloques regionales y potencias económicas como la Unión Europea o Estados
Unidos.

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