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Teoría Psicoanalítica – Cursada 2021

Primera Clase Teórica (de Casas – Volta)

Palabras iniciales
Les damos la bienvenida desde el espacio de teóricos a la cursada 2021 de la materia, tanto a los
alumnos de la sede de Chivilcoy como a los que cursan en Sede La Plata. Sabemos también que
muchos están viviendo y cursando desde sus ciudades de origen en el interior. Hace ya más de
un año que nuestras vidas se vieron profundamente modificadas por el impacto de la llegada del
coronavirus (SARS-CoV-2) a nuestro país. Una vez más en la historia de la humanidad “la
hiperpotencia de la naturaleza, la fragilidad de nuestro cuerpo” (AE, XXI, p. 85) como dice Freud,
se constituyeron como fuentes de malestar y sufrimiento poniendo en jaque disruptivamente los
modos habituales en que teníamos organizado nuestro día a día. La mayoría de ustedes iniciaba
sus estudios universitarios, y seguramente habían hecho planes para llevar adelante proyectos
personales que de un modo u otro se vieron afectados en mayor o menor medida. En efecto, nos
tocó hacer la experiencia individual y colectiva de no ser amos de nuestras supuestas “propias”
vidas, de padecer cómo fuerzas ajenas a nuestra voluntad nos conducían y nos obligaban a
tomar rumbos imprevistos. En un principio las calles se volvieron silenciosas, las aulas quedaron
desiertas, y el trabajo se interrumpió. El aislamiento inevitable volvió más perceptible el
desvalimiento y la soledad de los sujetos. En los medios de comunicación, una cacofonía de
propuestas tanto científicas como políticas surgieron sin cesar intentado bordear y atrapar algo de
una situación que como un agujero central, un vacío que todo lo aspira, se muestra aún rebelde a
su captura y dominio por nuestra especie: “Ahí están los elementos, que parecen burlarse de todo
yugo humano: la Tierra, que tiembla y desgarra, abismando a todo lo humano y a toda obra del
hombre; el agua, que embravecida lo anega y lo ahoga todo; el tifón, que barre cuanto halla a su
paso; las enfermedades, que no hace mucho hemos discernido como los ataques de otros seres
vivos; por último, el doloroso enigma de la muerte, para la cual hasta ahora no se ha hallado
ningún bálsamo ni es probable que se lo descubra. Con estas violencias la naturaleza se alza
contra nosotros, grandiosa, cruel, despiadada; así nos pone de nuevo ante los ojos nuestra
endeblez y desvalimiento” (Hilflosigkeit) (AE, XXI, p. 16).
En otras épocas, en las que el discurso de la ciencia - el “Dios logos” (AE, XXI, p. 53) le dice
Freud - no se había infiltrado aún tanto en todos los terrenos de la vida, muchos habrían podido
encontrar para la pandemia el sentido de una puesta a prueba, o de un castigo divino. De hecho
algunos al principio llegaban a decir cosas como “esto tiene que servir para algo”, “vamos a salir
mejores como seres humanos”. Frases que reflejaban la “ilusión” (AE, XXI, p. 30) surgida del
deseo de encontrar un sentido, un por qué o un para qué frente a este acontecimiento tan
desafiante e imprevisto. Algunos, que no aceptaban el carácter fuera de sentido de la epidemia
llegaron incluso a buscar consuelo pensando en un “complot chino” digitado expresamente.
Siempre alivia pensar que la satisfacción está arruinada por culpa de alguien; al menos el enojo
tiene un rostro al cual dirigirse.
De nuestro lado, en lo que hace al trabajo en la universidad y al dictado de la materia nos vimos
empujados de un día para el otro a llevar a cabo un pasaje completamente inesperado a la
virtualidad. Sin entender demasiado aún sobre lo que nos estaba sucediendo (las características
del virus, las modalidades de contagio, los modos de presentación de los cuadros, las diversas
formas de evolución de las infecciones, las posibilidades de tratamiento, etc., etc.) nos recluimos
para protegernos y proteger a los nuestros. Progresivamente fuimos incorporando términos y
prácticas con la finalidad de continuar con nuestras vidas. Los famosos “protocolos”, los barbijos,
las máscaras, el alcohol en gel y la distancia social. Las medidas en formato barrera pasaron a
ser parte de nuestra cotidianidad para salir al mundo.
La “nueva normalidad” académica implicó familiarizarnos con el uso de Moodle como plataforma
para las aulas virtuales, videollamadas, exámenes on-line, los odiosos PDF! Los canales
informales como los de las redes sociales y mensajerías también participaron a su modo. Todo
eso permitió y nos va a seguir permitiendo aún durante este año 2021 lidiar de alguna manera
con la contingencia inesperada de este virus.
Sin embargo, algunas cosas hemos aprendido que vale la pena no perder de vista. Algunas se
presentan como verdaderas paradojas. Cuando en marzo 2020 tantas cosas se frenaron en
nuestras vidas, el discurso universitario dio pruebas de que podía prescindir de la proximidad de
los cuerpos y entonces adaptarse masivamente para no detenerse. En efecto, con los cambios y
ajustes necesarios para la virtualidad, la Academia pudo sostener al saber en su habitual lugar de
comando en su maquinaria. Casi como si no pasara nada, se logró progresivamente que los
alumnos cursen, rindan parciales, finales, acrediten su recorrido e incluso que obtengan sus
títulos al recibirse. La consigna de un mantenimiento de esta estructura discursiva chocó sin
embargo con un escollo. Se escuchaba paralelamente el reclamo casi constante de una vuelta a
la presencialidad. Como si se constatara que para obtener efectos de enseñanza y transmisión la
presencia no virtual sino real de los cuerpos fuera indispensable. Tanto del lado de los docentes,
como de los alumnos no dejó ni deja de escucharse una suerte de consenso de que “no es lo
mismo”. Como si fuera necesario que los cuerpos queden implicados en la captura por el discurso
para que sea efectivo.

Esta problemática también estuvo en el corazón de los debates internos en las diferentes
instituciones de psicoanálisis a lo largo de todo el mundo (Escuelas y Sociedades de analistas)
durante el 2020. ¿Es posible o no llevar adelante un análisis de modo virtual? Es claro que de
hecho el intento se hizo, y se sigue haciendo, pero ¿es eso un psicoanálisis? ¿Cómo considerar
sus efectos? ¿Por qué sería necesario que esté presente el cuerpo si a un análisis se va
únicamente a hablar mientras el cuerpo sería dejado de lado al recostarse en un diván? ¿No
alcanza con la imagen y la voz aportadas en una videollamada? Preguntas y problemas que han
reanimado las discusiones en el interior de las diversas comunidades analíticas.
Por otro lado, y en paralelo al reclamo de presencialidad, nos topamos con un fenómeno peculiar.
La virtualidad redobló para muchos estudiantes la posición de pasividad en la que la estructura
del discurso universitario de por sí coloca al alumno. Muchas veces nos encontramos en las
actividades sincrónicas con cámaras apagadas, y micrófonos muteados. ¿Están o no están ahí?
¿Quién participa? El “copio y pego” que anula toda marca de producción personal también se hizo
presente en las evaluaciones virtuales. Los memes sobre los grupos de Whatsapp para rendir un
multiple choice inundaron con humor las redes sociales.
Es una situación similar a la de quien no se hace cargo de lo que hace en redes sociales detrás
de un perfil falso u anónimo. O de quien dice “no recordar” lo que hizo la noche anterior por estar
bajo los efectos del alcohol o algún otro tóxico. En efecto, pretender separarse o prescindir de la
presencia real del cuerpo no es sin consecuencias para que el sujeto asuma las
responsabilidades por sus dichos y actos, sobre todo cuando la lógica universitaria supone en
gran medida solamente “repetir la respuesta correcta”.
Por fuera de lo estrictamente universitario, y teniendo una mirada más amplia, es impresionante
constatar el enorme despliegue que en tan poco tiempo llevó adelante el discurso de la ciencia en
todo a lo que hace al conocimiento del virus, el manejo de sus efectos, el tratamiento y las
modalidades de prevención. La actual “guerra por las vacunas” que se produce entre los diversos
países nos muestra que la dirección escogida por los líderes políticos mundiales es que las
masas dirigidas por ellos lleguen a convertirse en “rebaños inmunes”. Se trata de una vía en la
que coinciden los infectólogos y especialistas en epidemiología. Sólo habrá solución cuando sea
“para todos”. Si no se avanza en esto, las mutaciones contingentes, las nuevas cepas continuarán
apareciendo y pondrán en cuestión la efectividad de las inmunizaciones en marcha. Todo el
esfuerzo llevado a cabo por domeñar esta situación sería vano.
Hace un año, en las palabras de bienvenida de la cursada 2020 señalábamos las afinidades entre
el Coronavirus y “la peste” freudiana1. Decíamos que las tesis centrales acerca de la existencia
del inconsciente y del rol etiológico de la sexualidad, de las que enseguida volveremos a hablar
en esta clase, ubicaban al psicoanálisis en contra de los somníferos tranquilizantes y de las
ilusiones que calman permitiéndonos seguir con la creencia en que somos dueños de nuestras
vidas. Ahora bien, ¿cómo encarar entonces el dictado de esta cursada 2021, a más de un año
del inicio de la pandemia? ¿Cómo retomar la discusión acerca de la enseñanza del psicoanálisis
en la universidad en el contexto de una nueva ola de contagios? Creemos que debemos estar
advertidos de dos cosas. En primer lugar, de que el discurso de la ciencia aspira a producir una
salida a esta situación bajo la forma del “rebaño”, de un para todos igual situado a nivel del
cuerpo biológico. En segundo lugar, advertidos de que la Universidad ya ha dado pruebas
suficientes de que puede prescindir de la presencia de los cuerpos para sostener su lógica
discursiva. Nuestra tarea, inscripta en este doble contexto discursivo, tendrá que sostenerse en la
tensión que se genera entre estas condiciones y lo que implica la enseñanza y transmisión
propias de la clínica psicoanalítica, a pesar de que lo hagamos desde una cátedra universitaria.
Mientras que para Freud “la masa es un rebaño obediente que nunca podría vivir sin señor” (AE,
XVIII, p. 77) el psicoanálisis, por su peculiar ética que no se funda en un “para todos”

1
Tal como cuenta la anécdota, el 27 de agosto de 1909 Freud llega a Estados Unidos para dar sus 5 conferencias en la Clark
University en Worcester, Massachusetts (conferencias que pueden encontrar en el tomo XI, AE). Iba acompañado de algunos
discípulos: Jung, Jones, Ferenczi, Brill. Cuando el barco ancló en el muelle de Nueva York, un grupo de personas que ya conocía
sus ideas lo esperaba aplaudiéndolo. Fue entonces, según cuenta la anécdota, que Freud le habría dicho a Jung: “No sé por qué
me aplauden, si les traigo la peste”. En palabras de Freud, el psicoanálisis es una peste.
homogeneizante, no debería replicar dicha estructura ni en su práctica, ni en su enseñanza y
transmisión. Verán que el programa general vigente de la materia tiene un eje privilegiado: la
cuestión del Padre. Será parte de nuestra tarea a lo largo del año revisar el modo en que Freud
construye la noción de padre en psicoanálisis, en su intento de nombrar aquello que busca
gobernar, poner orden y domeñar lo que en la sexualidad se presenta como un virus
problemático, (“una fuente independiente de desprendimiento de displacer”- AE, I, p. 262) y que
Freud no deja de vincular, en diversas versiones a lo largo de su obra, a lo infantil. Revisaremos
diferentes momentos en su teorización, desde un “padre garante” que como un buen gobernante
o ministro de salud ordena y nos protege del desastre de la pandemia, hasta un “padre
inconsistente” que con sus paradojas a nivel de la satisfacción lo conduce a postular la existencia
de un “Más allá del principio del placer” e introducir conceptos como los de pulsión de muerte y
superyó. Con esta puesta en cuestión del Padre, el psicoanálisis se opone a la supresión de las
diferencias individuales, y al anonimato masificante de las soluciones “rebaño”. Se instituye como
una práctica del uno por uno, que exige la preservación de la singularidad fundada tanto a nivel
del deseo como de la satisfacción pulsional. Esto nos obligará además a empezar a pensar el
lugar del analista en la cura y los problemas ligados al manejo de la transferencia.
Está claro en la ética freudiana que no se trata de ubicarse como un padre protector, ni como un
médico que busca curar, ni como un educador o gobernante que intenta poner orden en lo que
desde el síntoma insiste. No se trata de volver a lograr que “las cosas marchen como antes”, o de
instaurar ninguna “nueva normalidad”. Se trata para Freud, de intervenir al síntoma en un
dispositivo en el que se hace un uso especial de la palabra, para traer a la luz los conflictos que
están en su base, y acompañar al analizante a revisar su posición frente al desarreglo estructural
del sexo. En este sentido, el síntoma y la angustia serán nuestra brújula a la hora de no perder de
vista lo necesario de la presencia del cuerpo en el sostenimiento de una enunciación que no sea
anónima. El síntoma ya que en su núcleo conserva para cada quien, como la perla que contiene
un grano de arena en su centro (AE, XVI, p. 356), las marcas pulsionales de la “peste incurable”
que supone el encuentro con el sexo. Y la angustia, ya que es la principal “vacuna” (AE, XX, p.
152) que le interesa al psicoanálisis en tanto señal que protege anticipando y evitando caer en la
situación traumática. Sostendremos en este punto la apuesta por una enseñanza no paternalista,
y que en consecuencia exija poner de sí una parte, sin borrar la presencia, en la que cada quien
pueda medir responsablemente sus relaciones con la contingencia y lo inesperado.

1) El Psicoanálisis y su enseñanza
a) El Psicoanálisis: formalización de un procedimiento para abordar el padecimiento psíquico. Un
tratamiento por la palabra. El valor de la palabra y su dirección. Sugestión y transferencia.
b) El Psicoanálisis se enseña en contra de la formación previa. Ver versus escuchar. La conversación que
no soporta terceros. El Psicoanálisis se aprende uno a uno. ¿Cómo enseñarlo a “un curso entero”?
c) Las dos tesis que, según Freud, resultan injuriantes: “los procesos anímicos son inconscientes”, y
“los impulsos sexuales desempeñan un papel enormemente grande”. Las afrentas al narcisismo general.

Bibliografía obligatoria:
✔ “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” (1926), cap. I, Cap VII y Epílogo, AE, XX, 173-8 y
235-244.
✔ Conferencias de introducción al Psicoanálisis (1916-7), 1ª conferencia: Introducción”, AE, XV, 13-21.
✔ “Una dificultad del psicoanálisis” (1916), AE, XVII, 129-135.
✔ 16ª conferencia: “Psicoanálisis y psiquiatría” (1916-7), AE, XVI, 223-234.

Bibliografía ampliatoria:
✔ “Sobre psicoanálisis” (1913), AE, XII, 211-217.
✔ “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” (1919), AE, XVIII, p. 169-171.

En esta clase, nuestra primera transmisión de la propuesta de la cátedra, se comentarán y


ofrecerán algunos lineamientos para el trabajo de lectura que deberán hacer los alumnos en los
puntos señalados en la Introducción – Unidad 1 del Programa General de la materia: El
Psicoanálisis y su enseñanza.
Proponemos allí una serie de textos como punto de arranque para hacer una introducción a la
materia. Algunos de ellos tienen la característica de ser escritos para transmitir frente a un público
o para ser leído por alguien que desconoce absolutamente de qué se trata esto del Psicoanálisis.
Nos referimos por ejemplo a algunas conferencias dadas por Freud, entre 1915 y 1916,
Conferencias de introducción al Psicoanálisis en la Universidad de Viena para un auditorio
con poca gente. En esa época pocos se interesaban en el Psicoanálisis. Otro texto, “¿Pueden
los legos ejercer el Psicoanálisis?” de 1926, es un texto muy interesante que Freud escribe en
defensa de un discípulo suyo, Theodor Reik, que estaba siendo enjuiciado por “ejercicio ilegal de
una profesión”, es decir por ejercer el Psicoanálisis sin ser médico. Aclaramos que “lego” no es
usado aquí como el juguete famoso, sino como alguien que carece de formación profesional
como médico. Entonces se enjuiciaba a Reik por no ser médico, una especie de curandero.
Tomemos la Primera conferencia, nos encontramos rápidamente con esta pregunta: ¿Qué es el
psicoanálisis? El supuesto allí en juego es que trata de una modalidad médica de tratamiento de
pacientes neuróticos (AE, XV, p. 13). Pero el Psicoanálisis no es sólo un método de tratamiento,
sino que también es un método de investigación. De hecho, en el inicio de “Sobre
Psicoanálisis” (1913 [1911]) Freud sostiene que: “El psicoanálisis es una notable combinación,
pues comprende no sólo un método de investigación de las neurosis sino también un método de
tratamiento basado en la etiología así descubierta” (AE, XII, p. 211). “En el psicoanálisis existió
desde el comienzo mismo una unión entre curar e investigar; el conocimiento aportaba el éxito, y
no era posible tratar sin enterarse de algo nuevo, ni se ganaba un esclarecimiento sin vivenciar su
benéfico efecto. Nuestro procedimiento analítico es el único en que se conserva esta preciosa
conjunción” (AE, XX, p. 240).¿Por qué nuestra materia se llama entonces “Teoría” Psicoanalítica
y no “tratamiento” psicoanalítico o “investigación” psicoanalítica? Porque además de estas dos
dimensiones Freud incluye una tercera ligada a la elaboración teórica de los resultados de esa
experiencia. Así, algunos años más tarde en su artículo de enciclopedia (1922 [1923]), Freud dará
una triple definición del psicoanálisis: 1) Método de investigación (procedimiento que sirve para
indagar procesos anímicos difícilmente accesibles por otras vías), 2) método de tratamiento (de
perturbaciones neuróticas, fundado en esa indagación), 3) Teoría o disciplina científica (una serie
de intelecciones psicológicas, ganadas por ese camino que poco a poco se han ido coligando en
una nueva disciplina científica). Respecto de este tercer aspecto, Freud destaca el hecho de que
esta teoría “como todo nuevo producto de la ciencia, está inconcluso” (AE, XII, p. 211). Nos
parece muy importante señalarlo de entrada, ya que es una constante en el pensamiento
freudiano, y es un eje a no perder de vista. El psicoanálisis como teoría está sujeto a revisiones y
modificaciones permanentes, en el intento de ajustarse lo más exactamente posible a la
estructura de la experiencia analítica, de los fenómenos que allí se presentan, y de las novedades
que surgen a medida en que va ampliando sus campos de aplicación. No tiene la pretensión de
presentarse como una verdad acabada y cerrada de una vez y para siempre.

En relación al tratamiento, en la 1° Conferencia. Introducción Señala que las cosas no suceden


de la misma manera que en los tratamientos médicos. Freud contrasta con la medicina y empieza
diciendo lo que el Psicoanálisis no es.
Los médicos en general alientan al enfermo, dan seguridad para el éxito de la cura, todo lo
contrario a lo que sucede en el psicoanálisis. Según el estilo de Freud, este le exponía las
dificultades del método al paciente, su larga duración (meses o años), los esfuerzos que se
esperan de él y en cuanto a su resultado nada podía asegurarse. No se propone como un
tratamiento ideal donde el éxito está garantizado de antemano: “nada podemos asegurarle” (AE,
XV, p. 13). Dependía de la posición de cada paciente, de su perseverancia y aceptación del
análisis, de su responsabilidad y de la confianza depositada en el analista.
En esta primera conferencia Freud se propone mostrar las dificultades en la trasmisión y
enseñanza del Psicoanálisis, los problemas con los que se tropieza allí. La primera cuestión que
señala es la de la formación previa y los prejuicios que cada uno trae a la hora de encontrarse
con este nuevo campo del saber. “Les mostraré que toda la capacitación anterior y los hábitos de
pensamiento de ustedes tienen que convertirlos en opositores al psicoanálisis” (AE, XV, p. 13).
- La primera dificultad que señala con respecto a la instrucción, a su enseñanza, resulta de
comparar su enseñanza con la de la medicina. Acá no hay nada para ver: cirugías, preparados
anatómicos, reacciones químicas, radiografías, o incluso presentación de pacientes como en
aquella época hacía la psiquiatría. Piensen que en gran medida la medicina se sigue enseñando y
aprendiendo en hospitales escuela en los que médicos con mayor recorrido forman a los más
jóvenes directamente trabajando con los pacientes.
En Psicoanálisis no se está tanto a nivel de lo que hay para ver, sino que interesan más las
palabras. “En el tratamiento analítico no ocurre otra cosa que un intercambio de palabras entre el
analizado y el médico” (AE, XV, p. 14). Se escucha lo que trae el paciente, sus dificultades, sus
impresiones, sus vivencias pasadas y el analista hará señalamientos, observando las reacciones
de aceptación o rechazo. Se trata de un tratamiento por y a través de la palabra, pero además, en
él se hace un “uso de la palabra” diferente al que hacen otras prácticas psicoterapéuticas.
Podemos pensar por ej. en el uso que se hace del equívoco: presten atención al título de la
unidad “El psicoanálisis y su enseñanza”. ¿Se trata de enseñar el psicoanálisis o de que el
psicoanálisis dé sus enseñanzas? A este tipo de equívocos se le presta atención al interesarnos
por lo que un paciente nos dice. Freud revaloriza el poder de las palabras y de la escucha: “Las
palabras fueron originariamente ensalmos, y la palabra conserva todavía hoy mucho de su
antiguo poder ensalmador. Mediante palabras puede un hombre hacer dichoso a otro o empujarlo
a la desesperación, mediante palabras el maestro trasmite su saber a los discípulos, mediante
palabras el orador arrebata a la asamblea y determina sus juicios y sus resoluciones. Palabras
despiertan sentimientos y son el medio universal con que los hombres se influyen unos a otros”
(AE, XV, p. 15). En relación con este poder ensalmador de las palabras, veremos a lo largo del
año que Freud va a realizar un trabajo de distinción entre el uso puramente sugestivo de las
mismas, respecto de un uso propiamente psicoanalítico, ligado al manejo de la transferencia al
peso del influjo personal del médico. Volveremos sobre esto luego, cuando comentemos
“¿Pueden los legos ejercer el análisis? (1926).
A esta cuestión del pasaje de una clínica médica de la mirada a una clínica psicoanalítica de la
escucha deberíamos pensar en agregarle nosotros una dificultad propia de nuestra época, que no
obviamente es la misma que la de Freud. Nuestros tiempos están caracterizados por cierta
degradación del valor de la palabra en provecho del ver y del valor de la imagen. Hoy por hoy
vivimos con el celular en la mano, como si fuera una prolongación del cuerpo, o alguna otra forma
de pantalla. Suelen ser imágenes que nos capturan en una lógica temporal muy breve (Ej. los
Reels, los Tik-Toks, las Stories de IG), que se contraponen de modo marcado al despliegue
temporal de la palabra y a la escucha de su materialidad, eso que permite dar una lectura
diferente a lo que se escucha. Formarse en psicoanálisis supone entonces también darse el
tiempo necesario para escuchar y hacer una lectura de lo que se dice cuando el paciente está
hablando. En cierto sentido va a contrapelo de la época. Piensen por ejemplo que el tiempo
máximo para un audio por DM es 1 minuto! Y que mucha gente directamente no soporta escuchar
un audio largo de Whatsapp!

Esta preferencia de nuestros tiempos por lo instantáneo de la imagen, por el audio corto, en lugar
del despliegue temporal de la palabra, puede arrastrar además a nivel de la cursada el problema
pedagógico de intentar sustituir la lectura comprensiva de los textos de Freud por un tutorial de
Youtube o un Powerpoint que lo explique rápido. Tengan en cuenta que así como escuchar a un
paciente lleva tiempo, leer los textos de Freud también. Además es un autor que tiene un tipo de
escritura que invita a leer y a releer varias veces.
Una cuestión importante es que si queremos enterarnos de este intercambio, de lo que sucede
entre un analista y el paciente, esto será a través de quien informe sobre la cura, puesto que la
situación de análisis no admite terceros oyentes, no admite ser presentada en público. Son
comunicaciones íntimas, dichas en un contexto de un peculiar lazo transferencial, que sólo son
dichas al analista.
La confianza en quien informe sobre esto es capital. Acá Freud lo compara con la historia, los
investigadores de la historia no han conocido a Alejandro Magno por ejemplo, se han trasmitido
hechos, acontecimientos, usando documentos de diferentes fuentes, etc.
Entonces ¿cómo se puede aprender Psicoanálisis? Se trata de algo nada fácil pero existe un
camino. Freud, creador del Psicoanálisis, señala en principio cómo aprendió él. Nos dice que se
aprende de uno mismo, siguiendo su propia experiencia. “Por esa vía se obtiene la buscada
convicción acerca de la realidad de los procesos que el psicoanálisis describe y acerca de lo
correcto de sus concepciones” (AE, XV, p. 17). Consiste en una observación de sí pero muy
particular. Existen fenómenos conocidos por todos, que al tener una serie de intelecciones
psicológicas, ganadas por ese camino que poco a poco se han ido coligando en una nueva
disciplina científica, pueden volverse objeto de estudio. (Sueños, actos fallidos). Pero esto tiene
sus límites. Es necesario hacerse analizar y experimentar los efectos de un análisis para
enterarse. La cuestión es que esto es para cada caso nunca para un curso entero (él estaba
hablando a varios en la conferencia) es decir, se aprende uno a uno. “Desde luego, este
excelente camino es transitable en cada caso para una persona individual, nunca para un curso
entero” (AE, XV, p.17).

Podemos decir entonces que la formación del analista tiene para Freud tres patas de apoyo:
1. El propio análisis: “el análisis a que deben someterse todos los candidatos de un instituto
didáctico en análisis es, al mismo tiempo, el mejor camino a fin de averiguar su aptitud personal
para el ejercicio de esta exigente actividad” (AE, XX, p. 229). Es interesante esta idea de una
aptitud para analizar surgida del recorrido llevado a cabo en el propio análisis.
2. El estudio de la teoría.
3. La comunicación en encuentros con otros analistas sobre las dificultades, descubrimientos y
avances de la cura. Sea en el espacio de lo que se llama una supervisión o control (término
tomado de la medicina, pero con otro alcance) donde se habla con otro analista sobre la dirección
de la cura que se lleva a cabo con determinado paciente. O en las Instituciones psicoanalíticas,
donde se producen encuentros de intercambio y discusión clínica. Dicho sea de paso, la cátedra
organiza todos los años Ateneos clínicos, un espacio optativo destinado a las/os estudiantes
donde se comenta el texto producido por un/a analista en torno a un caso.

Así lo resume en “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” (1919 [1918]): “En


efecto, la orientación teórica que le es imprescindible la obtiene mediante el estudio de la
bibliografía respectiva y, más concretamente en las sesiones científicas de las asociaciones
psicoanalíticas, así como por el contacto personal con los miembros más antiguos y
experimentados de estas. En cuanto a su experiencia práctica, aparte de adquirirla a través de su
propio análisis, podrá lograrla mediante tratamientos efectuados bajo el control y la guía de los
psicoanalistas más reconocidos” (AE, XVII, p. 169)
Está claro entonces que nosotros nos vamos a centrar durante la cursada sobre todo en el
segundo punto. El estudio de la teoría. Así se llama nuestra materia. Este aspecto de la
enseñanza, Freud considera que es de “carácter dogmático-crítico” (AE, XVII, p. 171). Y además
en los ateneos clínicos podremos además discutir algunos casos durante el año.

- La segunda dificultad que señala en la 1° Conferencia tiene que ver con la formación previa.
Freud le hablaba a un público con estudios en medicina, con una forma de pensar ya instalada,
en la que se busca el fundamento anatómico de los síntomas con los aportes de la fisiología, la
química, la física, etc. Se trataba de médicos que nada saben sobre lo anímico, ni tienen de
dónde obtener ese saber. En nuestra clase ese problema no lo tenemos, pero sí podemos pensar
los prejuicios que traemos desde la psicología, y aproximaciones desde el sentido común. Un
estudiante de psicología puede llevar consigo prejuicios ideológicos, morales, o religiosos, ligados
a cierta voluntad de “querer el bien” para el otro. Muchas veces al preguntarle ¿por qué te
anotaste en esta carrera? se escucha: “para ayudar”. Esto tiende a hacer de algunos estudiantes
de psicología alguien dispuesto a “encontrar sentidos”, convencido de que “hablar con otro de por
sí hace bien”, ubicado en una perspectiva en la que se busca “empatizar” y “comprender al otro”.
Esto, en Argentina, por la enorme difusión y penetración social que el psicoanálisis ha tenido,
suele estar asociado a versiones románticas del inconsciente, y a la idea de que los pacientes
son víctimas de pasados traumáticos o con heridas que curar… Cuestión que deja al psicólogo en
el imaginario social como un buen samaritano, en serie con la figura de trabajadores sociales,
asistentes terapéuticos o enfermeros caritativos. El psicoanálisis, por el contrario, no es una
hermenéutica, ni un humanismo, aunque como práctica necesita de la plena vigencia de los
derechos humanos para poder llevarse a cabo. Por otro lado, la pregnancia contemporánea del
discurso de la Salud Mental, y la promoción indiscriminada de los lazos sociales como equivalente
a salud, va a contrapelo del carácter radicalmente a-social del problema de la satisfacción
pulsional que encierra la fijación del síntoma.
Volviendo a la oposición con la medicina, Freud es categórico en afirmar que ni la ciencia médica,
la filosofía, la psicología descriptiva o la experimental (que se basa en la fisiología de los sentidos)
pueden decir algo útil sobre la relación entre lo anímico y lo somático o esclarecer alguna
perturbación anímica. La psiquiatría se ocupa básicamente de describir las perturbaciones y
reunirlas en grandes cuadros, clasificatorios. Pero los síntomas de esos cuadros no han sido
individualizados en su origen, mecanismo de formación, ni enlaces recíprocos, además de que
estos no se corresponden con alteraciones registrables en los órganos. La terapéutica que
ofrecían en la época de Freud eran baños, internaciones, retiros… ¡Ahora tenemos los
psicofármacos! ¿Alcanzará? veremos más adelante con qué y cómo opera el Psicoanálisis.

- La tercera dificultad y quizás la que más ha sufrido Freud en sus avances investigativos, es la
provocada por dos de las tesis del Psicoanálisis que resultan repulsivas o provocan rechazo. Algo
de esto ya lo mencionamos anteriormente en las palabras iniciales.
La primera tesis es que gran parte de los procesos anímicos son inconscientes. Y los conscientes
son una parte quizás menor de la vida anímica: “La primera de esas aseveraciones ingratas del
psicoanálisis dice que los procesos anímicos son, en sí y por sí, inconscientes, y los procesos
conscientes son apenas actos singulares y partes de la vida anímica total” (AE,XV, p. 19). Hasta
el momento conciencia era igual a psíquico o anímico. Esta tesis, la existencia de lo inconsciente,
no es algo que esté de entrada en Freud. Veremos en el recorrido de la primera parte del
programa, cómo fue que Freud encuentra mecanismos inconscientes en la formación no sólo de
los síntomas sino que también explicará otros fenómenos psíquicos.
Esta tesis hay que leerla en términos de una oposición Freud vs Descartes. Mientras que
Descartes hacía del pensamiento, del cogito, la piedra angular de la conciencia y de su posición
de conquista y dominio frente al mundo, Freud va a plantear al inconsciente como una hipótesis o
supuesto necesario. Hay pensamientos que se piensan allí donde no soy Yo. Y este inconsciente
no tiene que ver con lo oscuro e irracional, sino que obedece, en sus tropiezos, a una legalidad
específica. Tendremos nosotros que revisar los pasos dados en su establecimiento, desde un
inconsciente más “parlanchín” ligado al funcionamiento del deseo en su primer esquema
metapsicológico, hacia su revisión a partir de la nueva tópica introducida en 1923. Esta tesis es
una “peste” por el terrible descentramiento que produce, el empobrecimiento asignado a la
conciencia en nuestras vidas, y la inevitable pérdida en cualquier creencia en nuestra autonomía.
El síntoma y demás formaciones del inconsciente son la manifestación de una instancia, de un
saber no sabido, fruto de un no querer saber (la defensa) y que nos determina más allá de
cualquier voluntad consciente.
La segunda tesis, quizás aún más repulsiva, concierne al rol etiológico de la sexualidad. Sostiene
que las mociones pulsionales sexuales tienen un papel enormemente grande en la causa de las
enfermedades mentales y al mismo tiempo plantea que , estas pulsiones sexuales participan en
las más elevadas creaciones artísticas, culturales y sociales del ser humano: “la aseveración de
que mociones pulsionales que no pueden designarse sino como sexuales, en sentido estricto y en
sentido lato, desempeñan un papel enormemente grande, hasta ahora no apreciado lo suficiente,
en la causación de las enfermedades nerviosas y mentales. Y, más aún, que esas mismas
mociones sexuales participan, en medida que no debe subestimarse, en las más elevadas
creaciones culturales, artísticas y sociales del espíritu humano” (AE, XV, p. 20). La construcción
de este concepto pulsión, y esta argumentación será a lo que nos avocaremos en la segunda
parte del programa. Tendremos que seguirlo a lo largo del año, pero una constante reaparece
permanentemente. La sexualidad humana es profundamente disarmónica. Está, por así decir,
“mal hecha”. No hay instinto sexual en la especie humana. Al estar sometida solo a un régimen
pulsional, la ausencia de objeto predeterminado la marcará indefectiblemente con un menos. Esto
también es una “peste” que arruina para siempre toda idea de satisfacción plena y armónica a
nivel del sexo, y esto más allá de la diversidad de orientaciones sexuales, o “identidades de
género” que al mismo tiempo dicha disarmonía posibilita. El psicoanálisis no es hétero-normativo,
claro está, pero la diversidad sexual no asegura tampoco ningún arreglo exitoso en la relación con
el sexo.
Como hemos señalado, Freud considera que este resultado de la investigación en Psicoanálisis
ha originado las más grandes resistencias a lo que el Psicoanálisis tiene para decir. Y puede
explicarlo (fundamentalmente lo desarrolla en su artículo “El malestar en la cultura” (1937) que
veremos algunos desarrollos en la 3ra parte del programa) de la siguiente forma: la cultura fue
creada a expensas de la satisfacción pulsional y esto mismo es recreado en cada individuo en su
ingreso a la comunidad, repite ese sacrificio en función del todo (las leyes, las instituciones,
regulan y coartan lo individual en beneficio del bien común). Las pulsiones sexuales serán
sublimadas, desviadas de sus metas y dirigidas a otras (arte, etc.) pero no todo puede ser
dominado. El peligro está, y la sociedad no quiere saber nada de ello, no quiere reconocerse la
importancia de la vida sexual, tachando lo peligroso como incorrecto y así rechazando al
Psicoanálisis que viene con semejantes argumentos: “es propio de la naturaleza humana el
inclinarse por tachar de incorrecto algo que no gusta” (AE, XV, p. 21).

Estas dos tesis tan chocantes, están en la base de lo que en otro artículo denomina la “afrenta
psicológica”. Se trata de “Una dificultad del Psicoanálisis” (1916) Freud menciona rápidamente
su teoría de la libido y presenta el dualismo pulsional que parte de una divisoria entre el hambre y
el amor. Esto nos dice que lo ha tomado para esclarecer y eliminar las perturbaciones llamadas
neuróticas. No olvidemos nunca esto, el Psicoanálisis como una formalización de su propia
práctica desde los inicios. Con el hambre y el amor, armamos dos campos. Uno va en beneficio y
preservación del individuo y el otro en pos de la reproducción de la especie. De acá surge su
dualismo pulsional: pulsiones de autoconservación y pulsiones sexuales. Del conflicto entre
ambas surgirá la enfermedad, es decir que frente a la satisfacción sexual vivida como peligrosa
se levanta una defensa. El Psicoanálisis irá en una dirección contraria, es decir propiciará el
levantamiento del proceso represivo (defensa) guiando hacia una revisión del conflicto para
obtener un desenlace más “saludable”. Acá Freud introduce un breve comentario sobre el
Narcisismo, concepto que trabajaremos en la segunda parte del programa, pero que está ligado a
una colocación de la libido en el propio yo. El mismo yo como objeto de la libido. Tomamos este
texto para introducir lo que Freud consideró “afrentas” al narcisismo universal, es decir el amor
propio de la humanidad. Según él la humanidad ha recibido tres grandes golpes:
La primera afrenta que llamará “cosmológica”, se la debemos a la revolución Copernicana. Al
contrario de lo que se pensaba en la concepción geocéntrica (la tierra como centro del universo),
Copérnico introdujo una concepción heliocéntrica. Con eso se perdió la garantía para el hombre
de su papel dominante en el universo, lo que armonizaba bien con sentirse dueño del mundo,
punto culminante de la creación.
La segunda afrenta es “biológica”. Corresponde a la teoría de la evolución de Darwin que termina
con la arrogancia del hombre al considerarlo dentro de la especie animal sólo como un eslabón,
pariente próximo de otras especies, por ejemplo los monos.

Y por último, la mencionada afrenta “psicológica”. Esta es una novedad que trae el Psicoanálisis
con la idea de que los procesos anímicos inconscientes y la dimensión pulsional no pueden
domeñarse plenamente. Esto equivale a considerar que el yo no es el amo en su propia casa.
Como dijimos previamente, esto opone a Freud a Descartes, punto de partida de la reflexión
occidental moderna, cuando postuló la equivalencia entre el “pienso=soy/existo”. Puedo dudar de
todo, y el mundo puede perder consistencia y desvanecerse frente a mis ojos, pero puedo
encontrar en “mí mismo”, en la conciencia de mi “propio” pensamiento, un punto de apoyo
indubitable desde donde luego puedo reconquistar mi lugar en el mundo y dominarlo. Yo, que me
fundo a mí mismo a partir de mi pensamiento, puedo luego decir: “En mi casa mando yo” o “Es mi
cuerpo y puedo hacer lo que quiera con él” (vacunarlo, tatuarlo, teñirme el pelo, ponerlo a dieta,
entrenarlo, operarlo, someterlo a rutinas, etc.). Sabemos que este punto de apoyo cartesiano es
la base de todo el pensamiento racional y de la ciencia tal como la conocemos hasta hoy. El
psicoanálisis, en contraste, plantea con sus dos tesis demoledoras un ataque violento a estas
creencias. “Ahora bien, esos dos esclarecimientos; que la vida pulsional de la sexualidad en
nosotros no puede domeñarse plenamente, y que los procesos anímicos son en sí inconscientes,
volviéndose accesibles y sometiéndose al yo sólo a través de una percepción incompleta y
sospechosa, equivalen a aseverar que el yo no es amo en su propia casa. Ambos, reunidos,
representan la tercera afrenta al amor propio, que yo llamaría psicológica” (AE. XVII, p. 135).

En ¿Pueden los legos ejercer el Psicoanálisis? (1926) Freud describe la teoría y práctica del
Psicoanálisis de una forma llevadera suponiendo como interlocutor imparcial, un juez
relativamente ignorante de lo que trata el Psicoanálisis.
Entonces la primera cuestión que plantea para ilustrar al juez, sobre el tratamiento analítico tiene
un inconveniente que, como ya dijimos, no puede mostrársele una sesión porque no admite la
presencia de terceros, ni grabaciones de audios para ser escuchadas luego, ni cámara gesell con
otras personas escondidas detrás de un espejo. Las personas no hablan del mismo modo a solas
que cuando saben que eso que allí se dice tiene público. Por tanto Freud se aboca a intentar
informarle de que se trata. Para ello comienza con la descripción de ciertos enfermos que al ir al
médico son examinados sus órganos sin encontrarles nada físico y se les indican, reposo, baños
vigorizantes o distracciones, logrando sólo un alivio pasajero, o ninguno. Dice que pueden
presentar oscilaciones de estado de ánimo que no controlan, timidez paralizante, incapacidad
para tomar una decisión, imposición de tareas ridículas como contar baldosas, o sus
pensamientos parecen marchar solos. Otro ejemplo: la duda sobre ser el responsable de un
asesinato ¿no seré yo? aunque sabe que es absurdo, no puede evitar esa idea en la cabeza. O
un concertista de piano con gran experiencia que se le traban las manos a la hora de dar un
concierto. O ante una reunión social importante, se le imposibilita llegar por que le aparecen
dolores, en ocasiones desmayos, dificultades en la vida amorosa… Se trata de ejemplos de
diversas formas en que pueden presentarse los síntomas.
La medicina no tiene respuesta para ellos. No les queda otra que ir al analista. Qué ocurre entre
analista y analizante: hablan, no hay medicamentos, ni indicaciones de baños, ni exámenes
físicos. Siempre que es posible se le pide al paciente que no cambie de ámbito y mantenga sus
relaciones habituales (no viajar no separarse o casarse, etc.) “El analista hace venir al paciente a
determinada hora del día, lo hace hablar, lo escucha, luego habla él y se hace escuchar” (AE, XX,
p. 175).
Se trata de palabras que no constituyen un ensalmo (modo sugestivo o mágico de curar con
oraciones que implica rapidez, efecto inmediato) Por el contrario los tratamientos analíticos llevan
tiempo. No tienen nada de maravilloso ni de inmediato.
Esto sin desdeñar el poder de la palabra, que es un instrumento poderoso por medio del cual
damos a conocer nuestros sentimientos, influimos en otros, pueden resultar benéficas o dañinas.
Pero no se habla tan fácilmente sobre las intimidades, Freud habla de una preparación del
paciente, se le pide que no calle nada, que no reserve nada de lo que se le pasa por la mente y
que deseche todas las críticas o pensamientos que lo llevarían a descartar lo que tenga para
comunicar. Pero el paciente también sabe que hay cosas que ni siquiera él acepta, que quisiera
borrarlas de su pensamiento. Tarea difícil, desechar un pensamiento propio, porque a pesar de
todos sus esfuerzos, los pensamientos afloran igual. Se cae en la cuenta de algo propio y
diferente en su interior. Al aceptar la premisa de comunicarlo todo se encontrará con efectos
nuevos y raros.
Tampoco se trata de una confesión religiosa, se confiesa lo que se sabe y es absuelto por el cura
y además ninguna confesión ha traído alivio a los padecimientos neuróticos. Freud lo dice de un
modo especial: “En la confesión, el pecador dice lo que sabe; en el análisis, el neurótico debe
decir más” (AE, XX, p. 177)¿Cómo entender este imperativo ético, este deber? ¿Cómo alguien
podría decir más de lo que sabe? Se trata de que el dispositivo analítico ofrece las condiciones de
posibilidad para que un “saber no sabido” pueda emerger a partir del despliegue de la palabra del
paciente. En ese sentido, en un análisis el neurótico dice más de lo que sabe.
Tampoco se trata de hipnosis, si bien un hombre bajo hipnosis puede hacer o decir algo más allá
de su voluntad y la relación particular con el paciente puede tener efectos sugestivos, este no se
aplica para eliminar síntomas (como en la hipnosis) Por ejemplo: ante ese paciente que dice
sentirse culpable de algo ridículo la hipnosis actuaría intentando remover ese sentimiento: “Usted
es una buena persona, decente, cuando despierte no tendrá culpa alguna”. En el análisis no
intentamos convencerlo sobre su inocencia, él paciente también ya ha intentado eso, le
señalamos que una sensación tan intensa y duradera en el tiempo, sostenida debe fundarse en
algo real que puede descubrirse, “póngase a hablar”.
En este trabajo (“Pueden los legos”…), y en relación a la formación en psicoanálisis Freud hace
una lista de las disciplinas que tendría que tener una “escuela superior psicoanalítica”: junto a la
“psicología de lo profundo”, una introducción a la biología, los conocimientos de la vida sexual con
la máxima extensión posible, una familiarización con los cuadros clínicos de la psiquiatría. Pero,
por otro lado, Freud agrega “historia de la cultura”, “mitología”, “psicología de la religión” y “ciencia
de la literatura”. “Sin una buena orientación en estos campos, el analista quedaría inerme frente a
gran parte de su material” (AE, XX, p. 230).
Luego, en los años ’50, Lacan le agregó a esa lista: la retórica, la dialéctica, la gramática, la
poética y las llamadas “artes liberales” (una serie que incluye además la astronomía, la aritmética,
la geometría, y la música). Finalmente, en los ’70 incluyó la lingüística, la lógica, la topología y la
antifilosofía.
Para complementar el debate sobre las relaciones entre psicoanálisis y medicina, el programa
propone otro artículo de Freud: La “Conferencia 16”. En ella Freud demuestra con un ejemplo
clínico las diferencias entre el Psicoanálisis y la Psiquiatría. Así se llama la conferencia:
Psicoanálisis y psiquiatría.
Lo fundamental que podemos resaltar ahora es que la descripción del síntoma y la explicación
mediante lo hereditario por parte de la psiquiatría no dan cuenta de la singularidad del síntoma
(por qué ese síntoma y no otro), del sentido del mismo (que está diciendo ese síntoma) de los
mecanismos de formación (cómo se produjo). Como el ejemplo que da es una celotipia (delirio de
celos, es decir toma un ejemplo de una paciente psicótica – AE, XVI, p. 228) no se diferencia de
la psiquiatría en cuanto a la posibilidad de la cura (recordemos que Freud crea el dispositivo de
análisis para la neurosis) pero invita a seguir investigando por que surgirá un poder hacer.
Pero también al principio de la conferencia (pág. 226-227) da un ejemplo de una “pequeña acción
sintomática” ejecutada por un paciente que al entrar a su consultorio deja la puerta abierta cuando
no hay nadie en la sala. Freud trae este ejemplo para señalar que dicha acción tiene un sentido y
un propósito, que está ligado a la vida anímica de la paciente y que nos anoticia de un proceso
psíquico ignorado por quien realizó la acción.
Propone entonces pensar las relaciones entre psicoanálisis y psiquiatría en paralelo a las de la
histología con la anatomía: “El psicoanálisis es a la psiquiatría lo que la histología a la anatomía:
esta estudia las formas exteriores de los órganos; aquella, su constitución a partir de los tejidos y
de las células” (AE, XVI, p. 233). Mientras que la psiquiatría logra buenas descripciones clínicas,
el psicoanálisis apunta a establecer y volver inteligibles el mecanismo de producción de los
síntomas. En relación a esto, iremos recorriendo textos desde los primeros pasos que propone el
programa, donde encontrarán que la articulación entre la etiología sexual y el “mecanismo de
defensa” es fundamental.

¡Los invitamos a leer! 2

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Sugerencias de lectura. Hay dos artículos de libros de cátedra que pueden acompañar esta unidad introductoria N°
1. Los links figuran en la página 26 del Programa de la asignatura 2021
- Escars, C. La transmisión del psicoanálisis, libro de cátedra “Problemáticas del psicoanálisis, Actualidad de
los atolladeros freudianos”. Introducción, pp. 6-11
- Miranda, F. Algunas coordenadas freudianas para pensar la enseñanza del psicoanálisis en los primeros
años de la universidad, libro de cátedra “Problemáticas del Psicoanálisis 2 Vigencia de la letra freudiana.
Cap. 1

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